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Resumen del capítulo quinto de la Encíclica "Laudato Si’".

Tras haber analizado en los capítulos anteriores la situación actual de crisis ambiental y social, reconociendo
además que no hay ni soluciones fáciles ni “recetas uniformes” ante dichos problemas (LS, 180), y admitiendo
que existen también un buen número de experiencias y medidas positivas en estos ámbitos (LS, 168), el Papa
Francisco presenta en el capítulo quinto el diálogo como eje de cualquier línea de orientación y acción
ecológica.
En el ámbito de la política internacionaleste diálogo supone para Francisco la superación
de la miopía de meros intereses nacionales en orden a conseguir una clara visión de
consenso global (LS, 164). Este consenso exige, por un lado, un reemplazo progresivo y
sin demora de “la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes” (LS, 165).
Pero esto mismo demanda, por otro lado, un verdadero y justo cuidado ambiental basado
en la aceptación de responsabilidades comunes (aunque diferenciadas) y en evitar nuevas
y más sofisticadas formas de especulación medioambiental (LS, 170-71).
Unido al diálogo internacional, el Papa Francisco pide también diálogo hacia dentro de
las fronteras nacionales y locales. Este diálogo necesita del derecho. Pero un derecho
que, a la luz del principio del bien común, no sólo evite las malas prácticas sino, sobre todo,
aliente y fomente las buenas, estimule la creatividad, y facilite el emprendimiento individual
y colectivo (LS, 177).
Descendiendo un escalón más, el Papa Francisco subraya cómo un verdadero desarrollo
integral que minimice su impacto ambiental requiere un diálogo “interdisciplinar,
transparente e independiente de toda presión económica o política” (LS, 183) que alcance
el núcleo de los procesos decisionales. En este diálogo decisional “deben tener un lugar
privilegiado los habitantes [y las comunidades] locales” (LS, 183).
Hoy quizás más que nunca, “necesitamos imperiosamente”, resalta el Papa, “que la
política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida,
especialmente de la vida humana” (LS, 189). Económicamente hace falta desacelerar el
actual ritmo de crecimiento productivo y de consumo (LS, 191 y 193) poniendo límites a la
lógica instrumental del actual modelo tecnocrático de desarrollo (LS, 195). En la esfera
política, el Papa nos recuerda cuán esencial es el principio de subsidiariedad, la visión
integral e interconectada del mundo, y un diálogo interdisciplinario (LS, 197).
Finalmente, Francisco pide diálogo entre las ciencias mismas, entre los diferentes
movimientos ecologistas y, sobre todo, un auténtico diálogo entre las religiones. Este
diálogo es el único capaz de conjugar “al cuidado de la naturaleza, … la defensa de los
pobres, … [y] la construcción de redes de respeto y de fraternidad” (LS, 201).

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