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ACTITUD

I. ¿QUÉ ES ACTITUD?

Actitud es una palabra proveniente del latín “Actitudo”. La actitud


es el comportamiento habitual que se produce en diferentes
circunstancias. Estamos ante una capacidad propia de los seres
humanos con la que se enfrentan al mundo y a las circunstancias
que podrían presentarse en la vida real. La actitud que tiene una
persona frente a algo que le ocurre marca la diferencia, pues
cuando algo que no se espera ocurre, no todo el mundo tiene la
misma respuesta, por lo que una actitud es la que nos demuestra la
capacidad que tiene el hombre de afrontar o superar una situación
que se produzca.

Las actitudes son adquiridas y aprendidas a lo largo de la vida y


adquieren una dirección hacia un determinado fin. Esto lo diferencia
de caracteres biológicos, como el sueño o el hambre.

II. ELEMENTOS DE LA ACTITUD

El psicólogo social, Rodríguez Aroldo, remarca que la actitud se


encuentra compuesta por diferentes elementos esenciales:

 Elemento cognitivo: La propia existencia de una actitud se


encuentra complementada conjuntamente con la existencia de
un esquema cognoscitivo que el propio sujeta recrea. Dicho
esquema se encuentra conformado por la percepción que puede
captarse sobre el objeto en cuestión, junto con las creencias y
datos que se tienen previamente del mismo. Este elemento puede
ser entendido también como modelo actitudinal de expectativa
por valor. Los estudios realizados por Fishbein y Ajzen afirman en
base a esto que cualquier objeto del cual no se posee ningún tipo
de dato o información, nunca podrá entonces generar una
actitud en el individuo.
 Elemento conductual: Según Rodríguez Aroldo, el elemento
conductual es aquel que en todo momento se encuentra activo.
Además, lo define como la corriente actitudinal que se produce al
reaccionar frente a un objeto de una forma específica.

 Elemento afectivo: A diferencia del conductual, el elemento


afectivo se compone por los sentimientos expuestos, sean positivos
o negativos, frente a un objeto social. También representa el punto
de comparación existente entre las creencias y las opiniones,
caracterizadas siempre por su lado cognoscitivo.

III. LOS TIPOS DE ACTITUDES

Es posible encontrar una gran variedad de tipos de actitudes,


clasificados según diversos criterios y sin que sean mutuamente
excluyentes. Entre ellas podemos observar las siguientes.

1. SEGÚN SU VALENCIA AFECTIVA

Una de las posibles formas de clasificar las emociones es a través de su


valencia afectiva, en el sentido de cómo permiten valorar el entorno y
la situación. Podemos encontrar los siguientes tres tipos de actitudes.

1.1. Actitud positiva

Uno de los tipos de actitud más favorecedores es la actitud positiva, a


través de la cual se visualiza la situación o exposición a un estímulo de
manera que se favorece la interpretación positiva y optimista
independientemente de que se afronten dificultades, acercando al
sujeto a la estimulación o acción y a la búsqueda de la consecución de
los objetivos de manera sana, confiada y generalmente disciplinada.
Suele ser contagiosa.

1.2. Actitud negativa

Tipo de actitud que genera una visión negativa y pesimista de la


realidad, generalmente maximizando la experiencia aversiva y dando
poco valor o directamente no viendo los aspectos positivos de la
situación. Suele generar una evitación de la actuación o una conducta
quejumbrosa más allá de lo racional, haciendo difícil la consecución de
metas. Al igual que la positiva suele ser contagiosa.

1.3. Actitud neutra

Podemos considerar como actitud neutra aquella en que el juicio y el


pensamiento no está teñida por una emocionalidad ni positiva ni
negativa. Se trata de uno de los tipos de actitud menos frecuentes y
suele ser propia de personas que pretenden ser imparciales en sus
juicios.

2. CLASIFICACIÓN SEGÚN SU ORIENTACIÓN A LA ACTIVIDAD

Otro tipo de clasificación, no reñida con la anterior, hace referencia a la


manera en que las disposiciones individuales generan una aproximación
u orientación concreta hacia la idea de llevar a cabo una conducta o
actividad. En este sentido y podemos destacar las siguientes.

2.1. Actitud proactiva

Un tipo de actitud en la cual se prioriza la actuación y la búsqueda


autónoma y activa de una mejoría en la realización o desempeño de la
actividad o de una búsqueda autónoma de la solución de problemas
que puedan surgir. Se trata de un tipo de mentalidad que promueve la
creatividad y la generación de valor añadido, así como la persecución
de la consecución de los objetivos presentes e incluso buscando nuevos
retos a alcanzar tras ello. Es muy cotizada en el mercado laboral.

2.2. Actitud reactiva

Este tipo de actitud se vincula también a la actuación y puesta en


marcha de conductas, pero con una mentalidad más pasiva y
dependiente de lo establecido. Una persona reactiva dependerá en
gran medida de instrucciones y recursos y tendrá más dificultades para
afrontar problemas imprevistos, no siendo autónomos. Predispone al
conformismo y a la no acción si no hay nada que obligue a ella.

3. CLASIFICACIÓN SEGÚN LA MOTIVACIÓN PARA ACTUAR

Otro tipo de actitudes que pueden considerarse surgen no tanto de


cómo nos orientemos hacia la actividad sino lo que nos motiva a
hacerlo. En este sentido podemos encontrar los siguientes tipos de
actitudes.

3.1. Actitud interesada

Este tipo de actitud implica que lo que busca en sujeto en su acción


es la consecución de sus propios objetivos individuales, no teniendo en
cuenta o valorando en muy poco las necesidades ajenas.

Se busca el propio beneficio, sea de forma directa o indirecta y


pudiendo ser ello más o menos evidente. Puede buscar también el
beneficio de los demás, pero siempre ha de reportar algún tipo de
beneficio personal (aunque sea a nivel de consideración
social). Promueve otro tipo de actitud que veremos posteriormente, la
manipulativa.

3.2. Actitud desinteresada/altruista

El sujeto con este tipo de actitud lleva a cabo sus actos con el propósito
de generar un beneficio para los demás o independientemente de que
pueda no generar ganancias o incluso que pueda provocar pérdidas.
Es poco habitual, pues la mayoría de acciones genera de manera
secundaria beneficios al propio sujeto aunque sea a nivel psíquico.

4. EN FUNCIÓN A LA RELACIÓN CON LOS DEMÁS

Además de en los propios objetivos, las actitudes pueden también


clasificarse en función de cómo se interactúe con los demás.

4.1. Actitud colaboradora/integradora

Un tipo de actitud de gran utilidad, promueve la interacción con los


demás de cara a que todos puedan lograr sus objetivos y alcanzar sus
metas tanto compartidas como individuales.

4.2. Actitud manipuladora

Este tipo de actitud es la que tiene quien utiliza de manera voluntaria y


consciente a los demás, cosificándolos de cara a obtener sus propios
objetivos, favorecer sus intereses o dirigir la situación hacia un punto
deseado por ellos.

4.3. Actitud pasiva

Se trata de un tipo de actitud derivado de una visión negativa de la


realidad, en la que se presenta una ausencia de iniciativa y actividad,
no buscando la aproximación a la acción sino su evitación. A nivel
personal pueden llegar a supeditar sus deseos a los de los demás, siendo
dependiente y no defendiendo sus derechos.

4.4. Actitud agresiva

Una manera de actuar y tomar las situaciones de tal manera que se


defienden los propios derechos independientemente de los de los
demás, llegando a ignorarlos o minusvalorarlos si son contrarios a los del
propio sujeto.
4.5. Actitud asertiva

Un tipo de actitud en la que el sujeto defiende sus propios opiniones y


derechos de forma consistente, pero respetando las de los demás y
siendo flexible de tal manera que se respeta al otro y se da espacio
para la negociación.

4.6. Actitud permisiva

Este tipo de actitud se vincula en gran medida a la propensión a ser


flexible en grado sumo, permitiendo y valorando desviaciones de la
norma.

5. SEGÚN EL TIPO DE ELEMENTOS QUE SE UTILIZAN PARA VALORAR LOS


ESTÍMULOS

Otro tipo de actitudes se vincula a nuestra manera de procesar la


realidad o al tipo de aspectos que se emplean para valorar cada
situación.

5.1. Actitud emocional/emotiva

La actitud emocional o emotiva es la que tienen aquellas personas


que tienden a basarse en lo emocional y valorar los afectos propios y
ajenos. Suelen ser más.generosos, románticos y afectivos tanto en sus
interacciones como a la hora de valorar las situaciones (a veces de
manera incluso contraria a la racionalidad).

5.2. Actitud racional

La tienen personas que se basan en el uso de la lógica y la razón a la


hora de valorar la realidad, a menudo ignorando aspectos irracionales
o emocionales.
IV. CARACTERÍSTICAS DE LAS ACTITUDES

 Las actitudes son adquiridas, son el resultado de las experiencias


y del aprendizaje que el individuo a obtenido a lo largo de su
historia de vida, que contribuye a que denote una tendencia a
responder de determinada manera y no de otra.

 Las actitudes son de naturaleza dinámica, es decir, pueden ser


flexibles y susceptibles a cambio, especialmente si tienen
impacto en el contexto en el que se presenta la conducta.

 Las actitudes son impulsoras del comportamiento, son la


tendencia a responder o a actuar a partir de los múltiples
estímulos del ambiente.

 Las actitudes son transferibles, es decir, con una actitud se puede


responder a múltiples y diferentes situaciones del ambiente.

V. LAS FUNCIONES DE LAS ACTITUDES SEGÚN DANIEL KATZ

Daniel Katz definió varias funciones que las actitudes cumplen en nuestras
vidas:

 Función utilitaria :
Según la función utilitaria o adaptativa simplemente nos acercamos a las
cosas que nos satisfacen y nos alejamos de las cosas que nos desagradan.
Por ello, nuestra actitud se forma de acuerdo con nuestra experiencia
directa en la vida diaria. Además, tratamos de adoptar la actitud del grupo
al que queremos pertenecer para encajar mejor en él. Sin embargo, esta
función no explica nuestra actitud hacia objetos abstractos.

 Función Cognitiva:
Otra función de las actitudes es la cognitiva, según la cual nuestra actitud
sirve para ordenar y simplificar la realidad en la que nos movemos. Por
ejemplo, la creación de prejuicios y estereotipos, aunque en parte van en
nuestra contra al hacernos creer ideas falsas, son útiles para simplificar la
información que nos llega del exterior y poder encajarla.

 Función defensiva del yo:


Por otro lado, la función defensiva del yo muestra que las actitudes que
adoptamos también están dirigidas a proteger nuestro autoconcepto de la
información que podría dañarlo. Como muestra la dimensión cognitiva de
la actitud, tendemos a tergiversar o ignorar la información que va en contra
de nuestras creencias, entre las cuales se encuentra la imagen que
tenemos de nosotros mismos.

 Función expresiva:
Por último, las actitudes cumplen una función expresiva, según la cual
adoptamos las actitudes que nos permiten satisfacer la necesidad de
expresar nuestros sentimientos. Además, puesto que consideramos que
nuestras convicciones son las correctas, las valoramos positivamente y el
hecho de expresarlas nos produce satisfacción. Al expresar nuestras
actitudes construímos positivamente nuestro autoconcepto, lo cual se
traduce en un aumento de nuestra autoestima.

VI. LA FORMACIÓN DE LAS ACTITUDES

Existen varias explicaciones sobre cómo se forman las actitudes,


aunque en general hay bastante consenso en cuanto a que son
aprendidas y no innatas.

 En 1968, Zajonc propuso la teoría de la simple exposición, según la


cual al exponernos prolongadamente a un objeto de actitud
concreto puede que desarrollemos una actitud positiva hacia él,
ya que con el tiempo obtenemos más información sobre él. Por
ejemplo, es fácil que te acabe gustando una canción que
escuchas repetidamente en el metro o por la radio, o que con el
paso del tiempo te acabe cayendo bien una persona que de
entrada te es indiferente.

 Otra explicación es el condicionamiento clásico propuesto por


Pavlov, según la cual aprendemos a partir de la relación que
establecemos entre los estímulos que recibimos. Un estímulo de
valor positivo o negativo puede modificar el valor de otro estímulo
si los relacionamos entre sí, por ejemplo, convirtiendo algo neutro
en positivo o negativo.

 Insko, mediante las teorías del condicionamiento instrumental,


propuso en 1965 que aprendemos las actitudes según los refuerzos
positivos y negativos que recibimos al manifestarlas.

 Bandura, en 1971, propuso la teoría del modelado, según la cual


aprendemos observando modelos y viendo las consecuencias de
su comportamiento.

Los procesos de socialización son una importante fuente de formación


de actitudes:

 La familia, o para el caso las personas que nos cuidan de


pequeños cumpliendo el rol de familia, son la primera fuente de
información que tenemos. Necesitamos esta información para
sobrevivir al menos durante los primeros años de vida, por lo que
se arraiga profundamente en nosotros y al crecer es la más difícil
de modificar.

 La escuela, por su parte, nos transmite información que está


ligada a valores. Nos enseña diversas maneras de entender el
mundo y las personas. A través de esta influencia nuestras
actitudes van a desarrollarse en un sentido u otro.
 Los medios de comunicación mantienen su influencia a lo largo
de nuestro desarrollo. Aunque los adultos somos más críticos y
tenemos más resistencia a su influencia, en el caso de los niños
representan una fuente de influencia muy negativa, ya que les
inculcan valores no deseables y desvían el desarrollo de sus
actitudes.

 Los grupos con los que nos relacionamos son otra fuente
influyente en nuestras actitudes. Al respecto, hay tres autores que
han aportado datos importantes:

o Hyman, en 1942, hizo una distinción entre lo que llamó


grupo de pertenencia y grupo de referencia. El primero se
refiere al grupo en el que estamos incluidos, al que
pertenecemos nos guste o no. El segundo se refiere al grupo
con el que nos identificamos, aunque no formemos parte
de él. Mientras que los grupos de pertenencia no
determinan nuestra actitud, ya que no compartimos sus
valores, los grupos de referencia son una fuerte influencia,
ya que nos identificamos con sus valores, los compartimos y
los entendemos como propios.

o Al respecto, Newcomb, en 1958, realizó el llamado estudio


de Bennington. Para ello siguió el caso de los estudiantes
conservadores que realizaron sus cuatro años de carrera en
una universidad progresista. Finalizados los cuatro años, los
estudiantes que habían entrado con una ideología
conservadora sólo la conservaron si su grupo de referencia
estaba fuera de la univerdidad, ya que no se identificaron
con los valores del grupo de pertenencia, en este caso los
de la universidad.
o Por último, Festinger, en 1954, propuso la teoría de la
comparación social. Esta teoría explica que las personas
tienen la necesidad de comparar sus actitudes con las de
los demás, de manera que si no coinciden es una señal de
que se pueden estar equivocando. Basándose en eso,
Festinger propuso que las personas buscamos a otras
personas para compararnos que tengan actitudes lo más
parecidas a las nuestras, ya que de esa manera no
tenemos la necesidad de modificarlas y así podemos
mantener nuestra propia actitud.

VII. ACTITUD Y APTITUD

Los términos actitud y aptitud generan ciertas confusiones debido a su


gran similitud al momento de ser pronuncias y escritas, pero es de gran
relevancia tener conocimiento de que ambos poseen diferentes
definiciones.

Aptitud de origen latín aptus que significa 'capaz para', es la idoneidad


que posee un individuo para ejercer un empleo o cargo y, la
capacidad o disposición para el buen desempleo de un negocio o
industria. En referencia a los objetos, es la cualidad que hacen que sea
adecuado para un fin determinado. En cambio, actitud es la voluntad
o disposición que posee un individuo para realizar una determinada
actividad, también este término hace referencia a la postura del
cuerpo humano o animal como fue referido anteriormente.
VOLUNTAD
La voluntad es la capacidad del ser humano de autodeterminación, de
llevar a cabo aquello que la inteligencia le presenta como un bien. Una
primera premisa para profundizar y comprender el funcionamiento de la
voluntad es ponerla en relación con el bien. La voluntad busca el bien,
está relacionada con el bien y no se entiende sin él, pues entonces no
existiría.

Ninguna persona en su sano juicio quiere hacer el mal por el mal,


porque la voluntad tiende necesariamente al bien. Cuando alguien
realiza una acción mala, es porque ve un bien para ella en aquello que
desea conseguir, aunque objetivamente sea malo.

Pongamos un ejemplo, consumir droga no es bueno ya que tiene


consecuencias nocivas en el cuerpo del hombre, sin embargo aquellas
personas que toman estupefacientes ven detrás algo bueno, quizá se
encuentren en un estado anímico bajo y quieran estar eufóricos lo que
les lleva a consumir estas sustancias, en ocasiones será el deseo de
aceptación en un determinado ambiente… en cualquier caso vemos
que esta acción no me beneficia porque además me crea una
adicción.

Entonces ¿por qué la voluntad determina consumirla? Puede deberse a


factores ambientales, a debilidad de la voluntad, a falta de criterio para
discernir que es malo para mí, a la ignorancia. En definitiva todo esto
puede llevar a la persona a tomar una decisión equivocada por un error
en la fase de deliberación de la voluntad. Puede deberse también a
una enfermedad psíquica. La inteligencia, ya se trate de cualquiera de
los casos anteriores, le presenta a la voluntad esa acción como un bien.
La voluntad necesita también ser educada, formada, orientada porque
no nace ya hecha, sino que se irá desarrollando y creciendo,
haciéndose fuerte a base de entrenamiento en acciones concretas.

Cada persona es distinta, tiene un temperamento que le caracteriza y


distingue de los demás, no hay dos personas iguales, cada uno tenemos
nuestras debilidades de la voluntad que por lo general son semejantes a
las de los otros y hemos de educarla.

Voluntad viene del verbo latino volo: querer. Significa: Voluntad de


querer. Acto de querer.

Seguramente hemos escuchado en varias ocasiones la frase querer es


poder, sin ir más lejos descubrimos que nos habla de la voluntad, que es
quien tiene la fuerza de querer.

¿Cuáles son las dos facultades superiores del hombre?

Voluntario es lo que procede de un principio intrínseco con


conocimiento del fin. Si algo me viene impuesto de fuera, si me
coaccionan a realizar una acción que es moralmente mala, entonces
no estamos ante un acto voluntario. Por tanto, podemos señalar
acciones que no son voluntarias:

- Lo violento-la coacción

- Lo que no puedo conocer o no conozco: no puedo querer aquello


que no conozco

Los puntos fuertes de la voluntad

Una voluntad sana nos lleva a tener firmeza en los propósitos, solidez en
los objetivos y ánimo frente a las dificultades. Estos son los síntomas por
los que detectamos una voluntad bien formada.
Quien tiene educada su voluntad no está atado a las circunstancias, es
más libre y puede llevar su vida hacia donde quiera. La voluntad nos
lleva incluso más lejos que la inteligencia. Pero educarla no tiene que ser
una tarea pesada, sino alegre, porque nos conduce a ser mejores.

El momento en que más feliz se siente una persona es cuando hace lo


que debe, lo oportuno y adecuado, aunque eso le suponga esfuerzo.

Una voluntad sólida, bien formada es como una armadura que nos
permite defendernos y atacar, nos protege de los vicios.

Es frecuente encontrarse con personas que han caído en la


dependencia y han destruido su dignidad por no haberse negado
aquella primera vez, dando rienda suelta a una felicidad ficticia;
algunos de ellos no pudieron evitar las malas compañías por temor a la
crítica y la soledad, aun sabiendo que no resultaría nada bueno, o
posiblemente creyendo poder tener la voluntad de dejarlo después.

La voluntad es el motor de los demás valores, no sólo para adquirirlos


sino para perfeccionarlos, ningún valor puede cultivarse por sí solo si no
hacemos un esfuerzo, pues todo requiere pequeños y grandes sacrificios
realizados con constancia.

No es de sorprenderse que en muchas ocasiones algo que iniciamos


con gusto, al poco tiempo –ya sea por dificultades o rutina- se convierta
en un verdadero reto. En este punto nos enfrentamos a la disyuntiva:
abandonar o continuar.

Es muy fácil dejarse llevar por el gusto, por aquello que me apetece y
me resulta más cómodo o fácil. En ocasiones nos lleva esto a dejar de
hacer cosas importantes; sin ir más lejos ocurre a veces que podemos
dedicar horas y horas a practicar un deporte, cultivar una afición o a
salir con los amigos, y esto nos lleva a abandonar por ejemplo el estudio,
los deberes familiares, el trabajo.
La intención no basta, como tampoco el saber lo que debemos hacer.
La voluntad se manifiesta en la acción.

INDICADORES DE LA BUENA VOLUNTAD

Al igual que las señales nos indican aquello que está prohibido o lo que
hay si giramos en esa dirección: un callejón sin salida, hay señales que
percibimos en nuestro interior cuando dejamos de hacer algo que
creemos que deberíamos hacer, o que nos habíamos propuesto, o algo
que consideramos bueno para nuestra salud y se nos enciende un piloto
rojo dentro que nos indica falta de voluntad.

Algunas señales que nos indican falta de voluntad son por ejemplo:

• retrasar el inicio de una labor

• dar prioridad en la acción a actividades que son más fáciles en lugar


de las importantes y urgentes

• esperamos a tener el ánimo suficiente para actuar

Hemos de tener en cuenta que nadie escapamos al influjo de la pereza


o la comodidad a la hora de actuar, dos verdaderos enemigos que
constantemente obstruyen nuestro actuar.

La voluntad se puede comparar con cualquiera de los músculos de


nuestro cuerpo, estos se hacen más débiles en la medida que dejan de
moverse. Lo mismo ocurre con la voluntad: cada situación que requiere
esfuerzo es una magnífica oportunidad para robustecerla, de otra
forma, se adormece y se traduce en falta de carácter,
irresponsabilidad, pereza, inconstancia...

¿Quién no conoce en su entorno a una persona que se distingue por su


fuerza de voluntad?: la repetición de las labores domésticas de una
madre; el padre de familia que cada día se levanta a la misma hora
para acudir a su trabajo; el empresario que llega antes y se va después
que todos sus empleados; quienes dedican un poco más de tiempo a
su trabajo y así no dejan asuntos pendientes; el deportista que entrena
horas extras...

Cada uno de ellos asume su responsabilidad, lucha una y otra vez todos
los días por cumplir y perfeccionar su quehacer cotidiano. Lo distinto en
ellos es la continuidad y la perseverancia, su voluntad está capacitada
para hacer grandes esfuerzos por períodos te tiempo más largos.

1. TEORÍAS SOBRE LA VOLUNTAD

La voluntad se ha presentado siempre como facultad específica del ser


humano. Ella permite al hombre adherirse a un objeto (cosa, persona,
acción) y mueve todo su ser en dirección a su consecución. En cuanto
facultad, compromete la totalidad de la persona y pone en movimiento
desde los afectos más elementales hasta las operaciones mentales más
elevadas.

− Si se pone en movimiento por dimensiones afectivas y aficiones


sensoriales y motrices, nos encontramos en un nivel puramente animal o
sensible, al cual llamamos tendencia. La tendencia o tensión, es
espontánea, inconsciente y automática. Y responde a la necesidad de
satisfacer necesidades básicas propias del individuo, como en el caso
de la comida, el bienestar o la continuidad de la especie. Todos los
seres sensibles quieren lo que les beneficia y rechazan lo que les
perjudica. Se adhieren a lo que les agrada y huyen de lo que produce
desagrado. Un mecanismo sensorial, arraigado en la totalidad del
organismo, les mueve a ajustarse a las condiciones vitales más propicias
para su desarrollo.

− Pero en el hombre funcionan otros dinamismos superiores. Le llevan a


querer, no solo en lo que es propio de la conservación de la vida
individual o de la especie, sino en terrenos que superan con mucho esos
aspectos radicales o vitales. En el hombre la voluntad se presenta como
una fuerza que le hace querer aquello que le presenta la inteligencia
como conveniente; incluso le hace posible llegar a querer aquello que
no le resulta conveniente.

Las teorías volitivas han oscilado entre quienes han reconocido su


autonomía y quienes la han hecho valorado como acción humana
consecuente con las otras funciones humanas, tanto superiores como
inferiores. Por eso, en la historia ha tenido más prensa la inteligencia que
la voluntad.

1.1. Teorías relativistas

Hay teorías que identifican la voluntad con las otras facultades,


negando que posea una dignidad o una identidad propia y especifica.
Han sido frecuentes las interpretaciones de quienes la convierten en
meras manifestaciones de las tendencias orgánicas o motrices. − W.
Wundt (18321920) la identificaba con los sentimientos de agrado o
desagrado que el ser vivo experimenta ante los objetos. − T. Ribot
(18391932), H. Ebbinghauss (18591909) y H. Spencer (18271903) la
reducían a efecto de imágenes motrices adquiridas por la experiencia.
− No han faltado también, como W. James (18421910), quienes han
negado la naturaleza original y diferencial, haciendo de ella una simple
manifestación de la inteligencia.

1.2. La teoría autónoma

La mejor interpretación de la voluntad fue la sostenida, entre otros, por


Juan Lindworski (+1929) en su libro “Psicología de la voluntad”. Entiende
la voluntad, al igual que la inteligencia, como una facultad superior
autónoma del ser racional. Ella le permite elegir o rechazar un objeto, al
margen de sus ventajas, de sus inconvenientes, de sus reclamos
sensoriales, de su atractivo intelectual.
El ser humano tiene voluntad, por encima de la sensorialidad e incluso
de la afectividad, siendo capaz de hacer lo que no le agrada o resistir
aquello que le atrae sensorialmente. Esta facultad va siempre unida a la
inteligencia, pero no puede ser confundida con ella. Y se basa en sus
afirmaciones, en experiencia, en la propia y en la ajena, ya que algo
nos dice que los hombres somos capaces de optar de manera
impredecible y original.

Entendida la voluntad de esta forma, los procesos del querer cobran


dimensiones muy diferentes a los movimientos del animal. El querer
animal supone una respuesta automática a un estímulo exterior o
interior.

El animal que ve la comida (estímulo externo) o que siente hambre


(estímulo interno), siempre reacciona de manera irresistible, poniendo
en funcionamiento su motricidad para conseguir la satisfacción de su
deseo. Sin embargo, el hombre puede superar esos mecanismos y
“desear” la comida, pero “decidir” no tomarla. Solo el hombre es capaz
de superar sus impulsos con su voluntad superior. Ese querer supone en
el hombre un proceso que va desde el conocer hasta el decidir.

2. ACTOS DE LA VOLUNTAD

La voluntad, como facultad superior, actúa de forma compleja.


Elabora sus decisiones y mantiene sus opciones por encima de los
estímulos. Este proceso sigue estos tres pasos:

2.1. Captación del objeto

Se entiende que en cierto momento se sufre una demanda o


estimulación por algo susceptible de ser querido o rechazado. Esta
captación procede de la inteligencia, pero no es solo una acción
lógica, mental, intelectual. En cierto sentido, la mente presenta el objeto
como apetecible o realizable. Si no se conocen los objetos, no se pone
en movimiento la voluntad. Por lo tanto, la captación del objeto como
“alcanzable” es una invitación a poner en juego el querer o no querer.
Estrictamente es un acto de la inteligencia, pero incoactivamente es un
acto de la voluntad.

Los objetos pueden ser sensoriales o motrices; y entonces se denominan


“móviles”. Llegan a la voluntad a través de los sentidos. Y se comportan
de forma similar a como lo hacen en los animales, aunque en el hombre
actúan suscitando la comprensión. El hombre piensa, por ejemplo, que
tiene hambre; el animal solo siente que lo tiene. Los móviles pueden ser
positivos (premios) o negativos (castigos).

Los primeros desencadenan el querer sin más. Los segundos promueven


el no querer o “querer negativo”. También pueden los objetos ser
superiores, abstractos, morales o intelectuales. Entonces se les denomina
“motivos”, y llegan más a la profundidad de la conciencia humana,
pues ponen en juego la inteligencia. Motivos son el honor, el deber, el
cumplir, la conciencia, la dignidad, la amistad, el poder o la sabiduría.
Según el modo de presentarse los objetos (móviles o motivos), la
voluntad será más consciente o más inconsciente, más clara o más
oscura, más diáfana o más confusa.

2.2. Deliberación

Cuando no hay más que un motor (motivo o móvil) la voluntad opta


entre el hacer o no hacer. Pero ordinariamente los motores se presentan
múltiples y, con frecuencia, contradictorios. Entra en juego el segundo
acto de la voluntad: deliberar. Es la confrontación de las fuerzas que
llevan a aceptar o rechazar el objeto. La deliberación va emparejada, y
también identificada, con la reflexión. La inteligencia razona, mientras
que la voluntad delibera.

Se comparan fuerzas, razones y sentimientos. Se busca una clarificación


de fuerzas; y la persona entera pondera a la vez razones, motivos,
conveniencias, sentimientos, impulsos y consecuencias. Por el modo de
ejecutar ese proceso deliberativo, la voluntad es más rápida (impulsiva)
o más tarda (morosa). El tiempo, aunque sea pequeño, siempre entra
en juego. Apenas si se pueden tomas decisiones instantáneas. Según la
claridad lograda en la deliberación, el acto de la volición es más ligero
o más ponderado; y según la comodidad o el esfuerzo, es más fácil o
más difícil.

Según la complejidad y la profundidad de los móviles y de los motivos,


es más natural y espontánea o más complicada forzosa. Y según los
sentimientos que acompañan se realiza más tranquila o más
compulsivamente. En todo caso, será más intencional y responsable si se
hace con mayor responsabilidad y consistencia. O será más confuso y
ligero si el fiel de la balanza deliberante no se ha inclinado claramente
hacia una dirección.

2.3. La opción o decisión

Es el acto final por el que la voluntad se inclina por una u otra de las
diversas posibilidades de adhesión que se presentan. Si la resolución es
positiva y la voluntad termina “queriendo”, se denomina volición (volere,
en latín “querer sí”). Si concluye “no queriendo”, o rehusando adherirse
al objeto presentado, entonces se llama “nolición” (nolere, en latín
“querer no”, rechazar, repudiar).

Si la volición positiva es un simple acto fugaz, lo llamamos acogida o


aceptación. Si se trata de un estado, o adhesión permanente y
profunda, lo llamamos amor. Si no se logra, pero la voluntad se inclina
hacia ello, se llama “deseo”. Si la volición es negativa, es decir nolitiva,
se produce el rechazo, el repudio (si es pasajero), o el estado de odio (si
es más profundo y permanente). También se dice aversión, si el rechazo
es más afectivo y estable.
Por el modo de optar, la voluntad puede actuar en diversas formas por
la intensidad con la que actúa. Es voluntad frágil e inestable la que se
conserva poco tiempo en lo elegido. Es firme y estable la que se
mantiene mucho tiempo en ello. Es voluntad segura y decidida la que
compromete a fondo a la persona. Es insegura, débil y vacilante la que
no termina de afianzarse del todo.

Es voluntad actual y concreta la que hace un simple acto de decisión. Y


es consensual o habitual, la que engendra un modo estable de
comportamiento. Detrás del acto de voluntad, vinculado a él, está
siempre la realización de lo decidido. Ordinariamente es en la ejecución
donde se muestra la opción tomada o la elección realizada. En ella se
adoptan los procesos o las acciones concretas que ponen en el terreno
de los hechos lo que la voluntad realiza en el de las intenciones.

3. CUALIDADES DE LA VOLUNTAD

Cada persona posee su voluntad diferente y original, del mismo modo


que tiene su inteligencia desigual y personal. Entre las cualidades que
diversifican la voluntad podemos señalar algunas. La claridad o
conciencia en las decisiones puede ser distinta en cada sujeto. Mientras
unos llegan a ver con claridad lo que quieren, otros se mantienen
confusos y sufren la oscuridad en lo que pretenden, con frecuencia de
forma desasosegada y conflictiva.

Por la intensidad, el acto de voluntad puede oscilar según los individuos


o, incluso, en distintos momentos del mismo sujeto. Llamamos voluntad
enérgica o fuerte a la que se aferra a la decisión después de haberla
tomado. Y es frágil la voluntad que se adhiere con debilidad al objeto
elegido y fácilmente lo sustituye por otro. Por la permanencia de las
opciones también es diferente. Llamamos voluble al que cambia
continuamente de opciones por razones fútiles y consideramos enérgico
al que mantiene sus opciones incluso cuando se ha equivocado al
tomarlas.

Hay personas que tienen una voluntad autónoma, personal e


independiente. Otras siempre buscan apoyos ajenos ante sus vacilantes
disposiciones y se muestran inseguros si sus decisiones no están avaladas
por otros.

Incluso es frecuente encontrar personas que sufren cuando tienen que


tomar decisiones; otras asumen sus decisiones con serenidad y hasta
regocijo, e inclusive gozan en ayudar a otros a tomar opciones. Lo
normal en las personas mayores es actuar con autonomía, serenidad,
claridad, fortaleza y responsabilidad cuando deben decidir los caminos
a aceptar en la vida.

Y lo normal en las personas inmaduras, como es el caso de los niños, es


la fragilidad e inconstancia, el predominio de los móviles sobre los
motivos, la inseguridad y el pronto olvido de lo decidido y la
dependencia psicológica de los adultos. La inversión de estos
panoramas es síntoma de desajuste. Tan anormal es un niño con
voluntad de hierro como un adulto con voluntad de paja.

4. DESAJUSTES VOLITIVOS

Como todas las facultades humanas, la voluntad es susceptible de


experimentar trastornos o desequilibrios. Ordinariamente pueden ser de
tres tipos:

La abulia. Es la carencia de voluntad atonía en el querer. Se caracteriza


por la incapacidad de opción auténtica, expresada con situaciones de
debilidad moral y de languidez en la conducta.

Existe una abulia caracterial o constitutiva, que se debe a rasgos de


personalidad y a pobreza de apoyos unas veces fisiológicos (languidez)
y otras veces psicológicos (apatía). Se manifiesta por inseguridad en el
proceso volitivo, por debilidad en las opciones, inconstancia en los
compromisos, imprecisión en las deliberaciones, confusión en las
determinaciones.

Pero es más perturbadora la abulia patológica, que consiste en la


incapacidad, con frecuencia angustiosa, de tomar decisiones. Las
causas neurológicas y endocrinas suelen ser las más frecuentes y
generales.

La hiperbulia. Es la desproporcionada intensidad en las decisiones y la


obstinación y fijación de la voluntad en los objetos elegidos. También
esta perturbación puede ser de dos tipos: caracterial y psicopática.

La hiperbulia provoca rigidez y obstinación, con frecuencia crispación.


Suele estar asociada a estados de aislamiento y desconfianza, y suscita
reacciones de agresividad y hasta de violencia y dureza en las
reacciones.

La disbulia. Es la distorsión o fluctuación volitiva, por oscuridad en la


captación de objetos, por desproporción en las deliberaciones, por
inestabilidad en las opciones. Los caprichos, por ejemplo, son formas de
disbulia. Los cambios frecuentes de proceder denotan inseguridad. El
temor obsesivo a equivocarse refleja carencia de voluntad sana.

La disbulia se manifiesta, sobre todo, en la desproporción en las


decisiones: rigidez en cosas intrascendentes o ligeras en las importantes;
improvisación en decisiones graves y parsimonia en temas
comprometedores. La disbulia temperamental es síntoma de desajuste
de personalidad.
5. LA FUERZA DE VOLUNTAD

Muchas personas creen que sus vidas podrían mejorar si tuvieran más de
esa cualidad esquiva conocida como la fuerza de voluntad. Con una
mayor fuerza de voluntad todos comeríamos de manera adecuada,
haríamos ejercicio con regularidad, evitaríamos las drogas y el alcohol,
ahorraríamos para la jubilación, no dejaríamos las cosas para más tarde
y en general alcanzaríamos todo tipo de metas.

Tomemos como ejemplo los resultados de la encuesta Stress in


America™ de la Asociación Americana de Psicología (APA, en inglés).
La encuesta pregunta, entre otros temas, sobre la capacidad de los
participantes para hacer cambios saludables en su estilo de vida. Los
encuestados frecuentemente responden que la falta de voluntad es su
principal motivo para no llevar a cabo estos cambios.

En 2011 el 27 por ciento de los participantes respondió que la falta de


fuerza de voluntad era la barrera más significativa para no cambiar. Si
bien muchos consideran que una fuerza de voluntad deficiente es
responsable de sus decisiones imperfectas, está claro que no se han
dado por vencidos. La mayoría de los encuestados cree que la fuerza
de voluntad es algo que se puede aprender.

Y quizás están en lo cierto. Estudios recientes sugieren que hay maneras


en las que la fuerza de voluntad puede ser efectivamente fortalecida
con la práctica. Así mismo, muchos encuestados respondieron que
tener más tiempo para sí mismos les ayudaría a sobreponerse a su falta
de fuerza de voluntad. Sin embargo la fuerza de voluntad no florece
automáticamente cuando se tiene más tiempo.

Entonces, ¿cómo resistir cuando se enfrenta una tentación?


Recientemente los científicos han hecho descubrimientos convincentes
sobre el funcionamiento de la fuerza de voluntad. Este informe explora
lo que sabemos actualmente sobre la fuerza de voluntad.
Lo que sabemos hoy es que la falta de fuerza de voluntad no es la única
razón por la cual una persona deja de alcanzar sus metas. Roy
Baumeister, PhD, investigador en temas de fuerza de voluntad y
psicólogo de la universidad del estado de la Florida describe tres
componentes necesarios para lograr un objetivo:

1) Establecer la motivación para hacer el cambio y fijar una meta clara.

2) Monitorear el comportamiento que lleva a la meta.

3) Ejercer la fuerza de voluntad. Ya sea la meta perder peso, dejar de


fumar, estudiar más o pasar menos tiempo en Facebook, la fuerza de
voluntad es un paso crítico para lograr dicha meta.

Reducida a su esencia, la fuerza de voluntad es la capacidad de resistir


las tentaciones al corto plazo para cumplir con las metas de largo plazo
y existen buenos motivos para hacerlo. Los psicólogos de la universidad
de Pensilvania Angela Duckworth, PhD, y Martin Seligman, PhD, hicieron
estudios sobre el autocontrol de alumnos del octavo grado durante el
transcurso de un año escolar. Primero midieron la autodisciplina (el
término que usan para denominar el autocontrol) por medio de
cuestionarios que profesores, padres y alumnos completaron. Luego
asignaron a los estudiantes una tarea en la cual tenían la opción de
recibir $1 inmediatamente o esperar una semana y recibir $2. Los
investigadores descubrieron que los estudiantes que habían obtenido un
puntaje alto en autodisciplina también obtenían mejores calificaciones,
tenían mejor récord de asistencia y mejores puntajes en los exámenes
estandarizados, y su probabilidad de ser admitidos a programas de
bachillerato competitivos era mayor. Los investigadores descubrieron
también que la autodisciplina es más importante que el coeficiente
intelectual en anticipar el éxito académico.

Otros estudios han encontrado patrones similares. June Tangney, PhD,


de la universidad George Mason, y un grupo de colegas, compararon la
fuerza de voluntad de un grupo de estudiantes a los cuales les pidieron
que completaran una serie de cuestionarios diseñados para medir su
autocontrol. Del mismo modo los científicos crearon una escala para
calcular la intensidad de la fuerza de voluntad. Descubrieron que los
puntajes de autocontrol iban mano a mano con mayores promedios
académicos, mayor autoestima, menos hábitos compulsivos al comer y
al beber y mejores habilidades para las relaciones interpersonales.

Los beneficios de la fuerza de voluntad parecen extenderse mucho más


allá de los años universitarios. Terrie Moffitt, PhD, de la universidad Duke,
y un grupo de colegas, estudiaron el autocontrol en un grupo de 1,000
individuos a los que se les hizo seguimiento desde su nacimiento hasta
los 32 años de edad como parte de un estudio de salud a largo plazo
en Dunedin, Nueva Zelanda. Junto con sus colegas, Moffitt descubrió
que los individuos con mayor autocontrol durante su niñez (según lo
reportado por profesores, padres y los niños mismos) llegaron a ser
adultos más saludables física y mentalmente, con menos problemas de
abuso de sustancias y menos condenas por actos criminales y con
mejores hábitos de ahorro y mayor seguridad financiera. Estos patrones
se mantuvieron aún después de ajustar los resultados para que
reflejaran el nivel socioeconómico de los participantes, sus vidas
familiares y su inteligencia general.

Resultados como estos confirman la importancia de la fuerza de


voluntad en casi todas las facetas de la vida.

6. EDUCACIÓN DE LA VOLUNTAD

La voluntad debe ser educada como lo tiene que ser la inteligencia. Y


se educa de manera espontánea y cotidiana, mediante la experiencia
de la vida, cada vez que se ejercen actos de voluntad ponderados. Y
se educa también con programas reflexivos, adaptados a las personas,
consecuentes con la psicología de la voluntad.

En general, la primera labor con respecto a la voluntad es promocionar


las fuerzas que la hacen rica, sólida y eficaz. La segunda labor es
prevenir los posibles desajustes. Porque, como las demás facultades,
también la voluntad puede ser susceptible de trastornos y desajustes,
pasajeros o permanentes.

Todo educador precisa ideas claras de cómo educar la voluntad de


sus educandos y por lo tanto precisa conocer la psicología de esta
facultad superior del hombre. En lo posible tiene que apoyarse en
programas inteligentes y ponderados.

Estos programas deben regirse por algunos criterios fundamentales,


entre los que se pueden resaltar los siguientes:

En la medida en que la persona va madurando y se hace mayor, los


motivos impuestos por autoridad deben ser reemplazados por los
propios basados en la reflexión. No es buen procedimiento decidir por
otro lo que él tiene que decidir por sí mismo. Incluso hay que dejar que
el dolor del fracaso ayude tomar conciencia de las propias acciones. La
experiencia de la vida resulta insustituible para la educación volitiva.

Los hábitos son apoyos insustituibles para la educación de la voluntad. Y


los hábitos buenos, las virtudes, son los ejes de toda educación sana de
la voluntad.

Exigir orden en las acciones, fidelidad en los compromisos,


mantenimiento de las decisiones, fortaleza en las dificultades y otras
cualidades similares, es educar la voluntad.

Hay que enseñar con la palabra y con el ejemplo personal, a cargar


con las consecuencias de las propias decisiones. Es una manera de
enseñar a pensar, que es deliberar; ayudar a elegir, que supone
renuncia a lo no elegido; y animar, y en ocasiones obligar, a conservar
las decisiones tomadas, que es lo contrario a la ligereza del cambio
constante e irreflexivo.

La voluntad se educa ayudando a descubrir la libertad y a obrar


conscientemente bajo sus exigencias. Esto solo se consigue de manera
graduada. Si no hay libertad no hay vida humana, sino respuestas
automáticas. La responsabilidad es precisamente el termómetro de la
libertad y sus exigencias son los mejores modos de formar la capacidad
de decidir. Educar la responsabilidad es una condición para llegar a la
plenitud humana.

¿Y CÓMO SE EDUCA LA VOLUNTAD?

1. Desarrollando intereses que conmueven e impulsan. Tener siempre


razones para obrar. Sin intereses fuertes no hay acciones firmes. Cuanto
más pequeño es el alumno, los intereses tienen que ser más y más
sensibles.

2. Promoviendo hábitos que faciliten la decisión. La voluntad necesita


un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de actos, en
donde uno se vence, lucha y cae, y vuelve a empezar.

3. Apoyando los comportamientos costosos en las ayudas ajenas.


Cuando los compañeros del camino en la vida obran de una manera,
el individuo se siente más inclinado a actuar en dicho modo. Es difícil ir
contra corriente.

4. Teniendo ideas claras y objetivos definidos. Cuando se sabe lo que se


quiere de verdad, la voluntad de comporta con más estabilidad y más
persistencia. Es más fácil explicar los mecanismos por donde hay que
dirigir la actividad, que ponerse uno a funcionar, aplicando las teorías y
los argumentos de otros.
5. Buscando apoyos en situaciones de agrado. Amistades sanas,
pertenencia a grupos coherentes, información de lo que se pretende a
personas serias que pueden orientar el trabajo o la empresa.

6. En ocasiones es bueno escribir los propósitos y ponerse a sí mismo


determinados castigos o sanciones, cuando no se cumple lo que se ha
determinado. Si luego se realiza el autocastigo con firmeza y fidelidad,
la voluntad queda pronto fortalecida.

7. Determinados apoyos espirituales (votos, promesas) o sociales


(compromisos, contratos, informaciones, publicación) o incluso afectivos
(honor, conciencia de sí mismo), ayudan de verdad a quienes recurren
a ellas.

8. Auto educándose a sí mismo con claridad de ideales: ponerse


horarios y calendarios en los compromisos, desarrollar actitudes de firme
y pronta realización de los deberes, seriedad ante la palabra dada, etc.

9. Sometiéndose a otra voluntad más fuerte. Es buena la medida si la


otra voluntad es de confianza (padres, profesores, amigos valiosos). No
es buena si la otra voluntad es capaz de abusar de uno mismo (malos
amigos, personas explotadoras).

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