Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Son aquellas que se refieren a la legitimidad de la pena, es decir, a sus fines. La pena persigue
fines estabilizadores, tutelares y preventivos, los cuales legitiman el Derecho Penal.
Las teorías de la pena se dividen en absolutas/de la retribución o relativas/de la prevención.
Conciben la pena como una retribución o castigo por el mal delictivo realizado y se expresan
mediante la Ley de Talión. Únicamente buscan infligir al delincuente un mal semejante o
equiparable al que realizó. Kant consideró que la pena retribuye el comportamiento delictivo y
no desempeña ninguna misión social. Distingue además entre pena judicial y pena natural. Para
que pueda imponerse la pena al sujeto, Kant exige que sea “digno de castigo” y a partir de esa
idea la ley penal es impecable: entiende que la ley penal es un imperativo categórico de la idea
de justicia, solo imponiéndose la pena en su justa medida se puede alcanzar la Justicia.
Las teorías absolutas son insostenibles en la actualidad, ya que confunden el medio con el fin y
justifican la pena de manera aislada de la Sociedad. Aunque la concepción de retribucionismo
se puede aún defender porque se ha desprendido de su idea tradicional.
Teorías relativas/de la prevención.
El fin de la pena se despliega o proyecta socialmente con un efecto preventivo de nuevos delitos,
con efectos sobre el propio delincuente o en la Sociedad en su conjunto. Destaca el autor Cesare
Bonnesana. Se distingue entre:
a) Prevención especial: la pena cumple un fin de prevención sobre el propio autor del
delito. Se impone sobre el delincuente con el fin de que no vuelva delinquir y
procurando su resocialización social. El representante más importante de esta teoría
es Franz Von Liszt, quien sostuvo que la pena cumple tres cometidos esenciales en
función del delincuente del que se trate:
Una función de prevención especial positiva, consistente en la corrección o
mejora del delincuente capaz y necesitado de corrección, esto es, el
delincuente primerizo o principiante de la carrera criminal.
Una función de prevención especial negativa, que se cifra en la
intimidación del delincuente no necesitado de corrección: el delincuente
ocasional.
Una función de prevención especial neutralizante, cuyo cometido es la
inocuización del delincuente no susceptible de corrección, esto es, el
delincuente habitual.
1
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Esta limitación de la función de la pena al ámbito del propio penado es insostenible, por varios
motivos:
Es falso y tendencioso el argumento de que los fines preventivo-generales
vulneran la dignidad del penado. El respeto a la dignidad humana depende del
contenido de la sanción penal (aspecto substancial), de la forma de la
aplicación de la pena (aspecto formal) y de la finalidad perseguida con dicha
imposición (aspecto teleológico).
La pena es una sanción jurídica pública, que impone el Estado a un sujeto,
miembro de la Sociedad. El proceso de imposición de ésta, así como su finalidad,
ha de exceder el umbral del propio penado, porque la pena es un instrumento
de estabilización social, no una sanción privada.
No es cierto que se manipule o utilice la persona al penado como para los
demás, lo que se “utiliza”, si es que se utilizare, es el propio significado de la
pena. Por lo cual, no se lesiona la dignidad del penado.
2
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
3
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
contradicción, podrá situarse un fin por delante del otro. La culpabilidad es el límite
de la pena.
d) Teoría modificada de la unión: formulada por Gössel, defiende que la pena persigue
cualquier tipo de prevención que sea correcto y adecuado a la idea de justicia.
Según este autor, la retribución es un elemento innegable de las sanciones penales,
pero no es el fin de las mismas. El fundamento de la pena se sitúa en la culpabilidad
del autor, que marca el límite de la gravedad de la pena. En los supuestos en los que
la acción no sea culpable, este fundamento tradicional es sustituido por otro
fundamento adicional: la peligrosidad criminal. En estos casos, corresponde la
imposición de una medida de seguridad acorde a la peligrosidad criminal del sujeto.
4
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
La opinión mayoritaria en la Dogmática penal sostiene que el Derecho penal cumple una
función de protección de bienes jurídicos. Esta función tutelar es, en su esencia, una función
de garantía, que en cuanto tal, a su vez, implica una función de prevención de futuros delitos.
Protección y prevención constituyen un binomio inseparable y mantienen una relación de
medio a fin. La protección de bienes jurídicos es el contenido de la función, y la prevención de
delitos es el objetivo final de la misma.
Los instrumentos o medios de los que se vale el Derecho penal para desempeñar su función de
tutela y prevención de bienes jurídicos son la pena y la medida de seguridad.
Sólo son bienes susceptibles de tutela penal los bienes y valores consubstanciales a la
convivencia social, frente a agresiones que comportan su propia lesión o inminente puesta en
peligro.
La construccional funcional-normativista de Jakobs ha sometido a dura crítica a la teoría del
bien jurídico. Afirma que el Derecho penal no protege bienes jurídicos, sino que activa una serie
de mecanismos una vez que el bien ya ha sido lesionado o puesto en peligro, quizá de manera
irreversible.
5
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Además, Jakobs añade otra crítica al concepto de bien jurídico: la lesión a un bien es un suceso
natural, no es privativo del Derecho penal. La lesión que interesa al Derecho penal ha de ser
normativamente definida. Con ello, se produce un cambio de paradigma en la propia
concepción del sistema punitivo de la Sociedad: no interesa tanto defender bienes cuanto
defender que la norma jurídico-penal mantenga su vigencia.
La función del Derecho penal, según Jakobs, es la confirmación de la vigencia de la norma: se
trata de una función de garantía de estructura o identidad normativa de la Sociedad. Sobre la
base de la dialéctica hegeliana, concibe Jakobs el delito “como la afirmación que contradice la
norma” y la pena “como respuesta que confirma la norma”, de manera que “la prestación que
realiza el Derecho penal consiste en contradecir a su vez la contradicción de las normas
determinantes de la identidad de la Sociedad. El Derecho penal, por tanto, confirma la identidad
social”, es decir, “restablece en el plano de la comunicación la vigencia perturbada de la norma”.
Función de control social:
Un sector doctrinal defiende que el Derecho (en general) y el Derecho penal (en particular)
cumplen una función de control social. Algún autor, desde perspectivas básicamente
criminológicas, asocia este cometido con la reacción social frente a la conducta desviada que
lesiona la norma.
El Derecho penal constituye, para estas posiciones doctrinales sobre una perspectiva unilateral
de la cuestión criminal, un sistema de control social primario y formalizado, que se integra en
el total sistema de control social: el control social penal sólo sería una mínima parte de ese
control social general, aunque la función social del Derecho penal es insustituible.
Puede afirmarse críticamente que la amplitud y la vaguedad que caracterizan al concepto de
control social lo hacen inaceptable en el sistema punitivo, ya que no aporta nada a la descripción
del ordenamiento punitivo.
Función ético-social (tutela del “mínimo ético”):
Otros autores sostienen que el Derecho penal cumple una función ético-social consistente en la
defensa de los principales valores éticos de la Sociedad, garantizando el “mínimo ético”
imprescindible para el desarrollo de la vida social, de modo que el Derecho penal desempeña
una “significativa función configuradora de las costumbres”.
Para esta corriente, el Derecho penal, al sancionar determinadas acciones delictivas, no protege
inmediatamente bienes jurídicos, sino que garantiza un respeto a tales bienes jurídicos. Se trata
pues de una función pedagógica.
Tampoco se libra esta doctrina de consideraciones críticas, puesto que en último extremo lleva
a inaceptables conclusiones, como la de confundir Derecho penal con la Moral o la Ética social.
Función promocional:
Otra corriente doctrinal sostiene que el Derecho penal cumple una función promocional:
promueve actitudes en el seno de la Sociedad, no tanto para satisfacer determinadas
necesidades sociales cuanto para promover la actitud de respeto y de alarma frente a esas
conductas. Desde este punto de vista se considera al Derecho penal como el motor o promotor
del cambio social. Esta supuesta función promocional guarda evidente similitud con la función
ético-social: ambas asignan al Derecho penal una función pedagógica.
6
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Entre las consideraciones críticas destacan: que el Derecho penal ni es ni debe ser motor ni
promotor del cambio social, puede (y debe), a lo sumo, limitarse a la protección de los bienes
esenciales, pero no imponer conductas; Además, este sistema conduce en sus extremas
consecuencias a un proceso de neocriminalización, ante la aparición de focos de peligros. En
definitiva, propugna un intervencionismo inaceptable como modelo punitivo en las modernas
Sociedades.
Función simbólica:
Según algunos autores, esta función llega a legitimar por sí sola el sistema penal. Desde esta
perspectiva, se señala que el Derecho penal ejerce sobre los ciudadanos un efecto psicológico
que genera sentimientos varios y contradictorios, pero que en última instancia tiende a que toda
la sociedad tenga la convicción de que las normas jurídicas se aplican.
Esta posición adopta como punto de partida la distinción entre “función instrumental” y
“función simbólica” del Derecho penal: la primera alude al ordenamiento punitivo como
mecanismo o instrumento positivo de protección de bienes jurídicos y prevención criminal,
mientras que la segunda consiste en el mero efecto psicológico que en los ciudadanos provoca
la actuación del Estado en materia penal.
Esta pretendida función simbólica del Derecho penal no es aceptable por varios motivos:
Incurre en contradictio in terminis, al confundir función con efecto, define la función del
Derecho penal por sus consecuencias, es decir, por su efecto psicológico sobre los ciudadanos,
lo que es contradictorio porque la consecuencia es posterior a la función; Aun aceptando esta
contrariedad, tampoco es aceptable porque no justifica, ni fundamenta, ni legitima la
intervención del Estado mediante el Derecho penal; por último, la presente doctrina vive de la
suposición de que el Derecho penal produce un efecto psicológico tanto en el legislador como
en los ciudadanos, dando por demostrado algo que hay que demostrar.
4. Principios limitadores del Ius puniendi
El ejercicio del Ius puniendi del Estado está sujeto a límites constitucionales para evitar un
posible abuso. Estos principios constitucionales los sistematizaremos en límites jurídico-
constitucionales stricto sensu y en límites objetivos-funcionales.
i. Límites constitucionales en sentido estricto:
Principio de legalidad: se resume en el principio “nullum crimen, nulla poena sine
lege”. La ley es la única fuente de creación normativa de los delitos y de
establecimiento de sanciones penales, de manera que, para sancionar una acción
delictiva, ha de tener una expresa cobertura legal en el momento de realización del
delito. Es exigencia jurídica fundamental del moderno Derecho penal. Comporta en
el orden penal una serie de postulados fundamentales: las garantías criminal,
penal, jurisdiccional y administrativa de ejecución.
Principio de igualdad: el Derecho penal es (debe ser) un Derecho para todos, que a
todos trata por igual, sin privilegios ni prerrogativas. Esta fundamental exigencia
representa el postulado esencial en virtud del cual nadie puede sufrir discriminación
ante la ley por causa alguna. Constituye un criterio rector, un punto de referencia
para múltiples problemas penales.
Principio de humanidad o respeto a la dignidad personal: el respeto a la dignidad
humana y al libre desarrollo de la personalidad (principio de humanidad) es una
exigencia imprescriptible en los Estados democráticos, y por ello encuentra acogida
7
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
8
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
segundo veta que el autor sea condenado o sancionado dos veces por el mismo
hecho injusto. No ha sido plasmado expresamente en el texto constitucional, hay
acuerdo casi unánime en la doctrina y en la jurisprudencia constitucional en
considerarlo implícito al principio de legalidad, que exige la existencia de lex
praevia y certa (art. 25.1 CE). No faltan autores ni jurisprudencia que fundamentan
este principio en otros artículos constitucionales (principio de proporcionalidad,
derecho de presunción de inocencia, etc.). A efectos de evitar una duplicidad
sancionatoria, es preciso que los ámbitos de las dos sanciones que corresponda
imponer no se superpongan, esto es, que ambas sanciones tengan un ámbito de
extensión propio, y respondan a una concreta necesidad y que sean previstas
legalmente con anterioridad.
ii. Límites Constitucionales Objetivo-Funcionales
Principio del acto: El Derecho penal moderno es un Derecho penal de acto, no de
autor ni de voluntad, porque sanciona al sujeto en tanto que realice una conducta
delictiva, pero nunca por meros pensamientos. Tiene dos vertientes
complementarias: por un lado, exige la exteriorización de la voluntad criminal en
una acción delictiva (nullum crimen sine actione); y por otro, el mero pensamiento
no puede ser fundamento de la sanción penal (cogitationis poenam nemo patitur)
Principio de culpabilidad normativa personal: conforme al cual la culpabilidad es el
fundamento (no hay pena sin culpabilidad) y el límite de la pena (la pena no podrá
rebasar el grado de culpabilidad del agente). Es acogido en el art. 5 CP, en virtud
del cual “no hay pena sin dolo imprudencia”. La adopción de este principio supone
el rechazo de la responsabilidad objetiva por el resultado.
Principio de protección de bienes jurídicos: constituye un requisito imprescindible
para la sanción de una acción que la misma entrañe una lesión o puesta en peligro
de un bien jurídico. Hay que resaltar dos aspectos importantes: por un lado, para
que el Derecho penal legítimamente pueda hacer aplicación de su poderoso
potencial jurídico, ha de partir de la existencia de un bien o valor que en la sociedad
se muestra susceptible, necesitado y merecedor de protección; por otro lado, el
bien o valor apreciable en la vida social deviene jurídico con el reconocimiento
normativo por parte de la ley penal de sus propiedades como objeto idóneo de la
protección penal. El bien o valor reconocido jurídicamente es el factor habilitante
que legitima la actuación penal: sin bien jurídico protegible, no hay delito.
Sociedad, bienes y Derecho constituyen una trilogía inseparable en el propio
concepto y en la estructura constitucional de un Sistema punitivo propio del Estado
social y democrático de Derecho.
Principio de prevención: es complementario al de protección de bienes jurídicos,
hasta el punto de que ambos principios confluyen en sus efectos: se protegen bienes
jurídicos con vistas a la prevención de la criminalidad. Tanto la prevención general
como especial persiguen el fin de alertar a los ciudadanos sobre las consecuencias
nocivas de cometer delitos, de manera que pretenden disuadirlos ante la comisión
de los mismos.
Principio de resocialización: en el Estado de Derecho, la pena es una sanción jurídica
que no se impone por capricho o por azar, no es un instrumento de uso arbitrario
para el legislador. Ha de estar orientada al cumplimiento de la función preventivo-
especial a través de la resocialización del delincuente, en cuanto destinatario
singular de la incriminación legal. El condenado a una pena es un sujeto socialmente
recuperable, y esta es la filosofía que debe inspirar el sistema de penas de acuerdo
9
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
con el programa de los fines de la pena proclamado en el artículo 25.2 CE: “Las penas
privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la
reeducación y reinserción social…”. Este precepto no identifica el único fin que han
de perseguir y al que han de estar orientadas las penas ni las sanciones penales,
pero sí proclama una fundamental pauta normativa y un básico criterio político-
criminal que ha de inspirar el sistema de sanciones penales. El tratamiento
resocializador consiste en crear en el condenado posibilidades de participación en
los sistemas sociales y en ofrecer alternativas al comportamiento criminal.
Otros principios penales: existen otros principios rectores que guían la actuación
jurídico-penal en el Estado de Derecho. Destacan el principio de subsidiariedad, el
principio de fragmentariedad, el principio de coercitividad o coactividad de las
normal penales, y, más dudosamente, el principio de intervención penal mínima.
5. Principio de resocialización
En el Estado de Derecho, la pena es una sanción jurídica que no se impone por capricho o por
azar, no es un instrumento de uso arbitrario para el legislador. Ha de estar orientada al
cumplimiento de la función preventivo-especial a través de la resocialización del delincuente,
en cuanto destinatario singular de la incriminación legal. El condenado a una pena es un sujeto
socialmente recuperable, y esta es la filosofía que debe inspirar el sistema de penas de acuerdo
con el programa de los fines de la pena proclamado en el artículo 25.2 CE: “Las penas privativas
de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción
social…”. Este precepto no identifica el único fin que han de perseguir y al que han de estar
orientadas las penas ni las sanciones penales, pero sí proclama una fundamental pauta
normativa y un básico criterio político-criminal que ha de inspirar el sistema de sanciones
penales. El tratamiento resocializador consiste en crear en el condenado posibilidades de
participación en los sistemas sociales y en ofrecer alternativas al comportamiento criminal.
Artículo 25
1. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento
de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación
vigente en aquel momento.
2. Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la
reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado
a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos
fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente limitados
por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. En
todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes
de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su
personalidad.
3. La Administración civil no podrá imponer sanciones que, directa o subsidiariamente,
impliquen privación de libertad.
6. Política criminal y Derecho penal mínimo.
La corriente del Derecho penal mínimo tiene el acierto de proponer una intervención limitada
y racional del sistema punitivo, pero sus propuestas no pasan, en muchos aspectos, una nómina
10
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
de deseos y buenas intenciones sin mayor concreción; es una aspiración idealista, una utopía
más que una realidad.
El término política criminal fue acuñado, a finales del siglo XVIII, por los juristas Kleinschrod y
Feuerbach, quienes concebían la política criminal como un arte de legislar. La conformación de
la Política criminal como disciplina científica no se alcanzó hasta muy avanzado el siglo XIX, de
la mano de Von Liszt.
El Derecho penal termina allí donde comienza la Política criminal, y viceversa. No hay Derecho
penal sin Política criminal ni Política criminal sin Derecho penal. Silva Sánchez asevera que todo
el Derecho penal se integra en la Política criminal. Este planteamiento no es plenamente
convincente por: en primer lugar, potencia superlativamente el papel de la Política criminal
frente a la Dogmática penal y en segundo término, lleva a la confusión entre Derecho penal y
Política criminal.
7. Principio de legalidad.
En Derecho penal rige el principio de legalidad, que es una máxima fundamental del Estado de
Derecho. De acuerdo con este principio, la única fuente de creación del Derecho penal en
sentido estricto es la ley, y esta reserva de ley se extiende tanto a la definición de delitos cuanto
a la imposición de penas:
1) La única forma de crear tipos de delito es mediante una ley y no mediante una
disposición normativa de rango inferior.
2) No puede imponerse ninguna sanción penal a una acción que no esté prevista como
delito o falta en una ley vigente anterior a su realización.
Destacar la importancia de la ley en Derecho penal es tarea superflua por evidente. La ley es la
única forma en que el legislador penal puede expresarse, al menos a la hora de configurar delitos
y definir penas. La ley desempeña un papel creador imprescindible. No existe otro mecanismo
normativo para crear delitos y penas al margen de la ley, que en España ha de ser una Ley
orgánica.
Es el único principio que puede proporcionar un fundamento seguro a la administración de
justicia. En el moderno Estado social y democrático del Derecho el principio de legalidad es una
garantía de seguridad jurídica, y también de implícito reconocimiento de libertad: en Derecho
está permitido todo aquello que no está prohibido por la ley. El principio de legalidad de los
delitos y las penas es comúnmente expresado por la expresión latina “nullum crimen, nulla
poena, sine lege”. Esta formulación se debe a la obra de Feuerbach.
El principio de legalidad penal constituye una exigencia insoslayable de la que no puede
prescindir el legislador penal y que ha de guiar su actuación a la hora de crear delitos y penas.
Constituye un principio fundamental que contiene un arsenal de garantías y de exigencias
normativas del máximo rango. Es tradicional destacar, por un lado, las garantías jurídicas que
implica el principio de legalidad y, por otro, las exigencias político-criminales que lleva implícita.
Las garantías jurídicas son la esencia del principio de legalidad, sin esas garantías no hay
principio de legalidad. En consecuencia, puede hablarse más propiamente del programa
dogmático y político-criminal del principio de legalidad, cuyo contenido material lo integran
las siguientes garantías jurídicas:
1. Principio de taxatividad (“nullum crimen, nulla poena sine lege certa”): La descripción
legal exige una lex certa. La ley ha de describir un delito con la máxima claridad y
11
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
El binomio esencial del Derecho penal viene integrado por la pareja de conceptos delito/pena.
El delito es el presupuesto conceptual y el fundamento jurídico de la sanción penal., y la pena
es la legitima consecuencia jurídica del delito, esto es, la sanción punitiva que se impone al acto
delictivo. Existen otros elementos esenciales del Derecho penal, como el binomio injusto
12
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
típico/medida de seguridad, pero el delito y la pena son los elementos básicos del Derecho
penal por antonomasia.
El delito y la pena son dos conceptos antagónicos entre sí, pero que al propio tiempo se
muestran interdependientes y correlativos recíprocamente. Ello significa, por un lado, que
delito y pena se contraponen conceptualmente en cuanto categorías antitéticas, de manera
que uno no puede ser explicado sin el otro, es decir, se exigen mutuamente. Del binomio
delito/pena se extraen, pues, dos principios esenciales: no existe ningún delito que no sea
conminado con una pena, y no existe ninguna pena que no presuponga la previa comisión de
un delito.
El delito es la infracción criminal, y en cuanto tal constituye el presupuesto conceptual y el
fundamento jurídico de la pena. Por su parte, ésta no es la única pero sí la más grave de cuantas
sanciones puede imponer al autor del delito el ordenamiento jurídico.
El delito no es un suceso natural sino la expresión de un sentido con relevancia normativa,
mediante el cual un sujeto plenamente imputable afirma su disconformidad con una norma
jurídica y pone en entredicho la vigencia de la misma: esto es, defrauda una expectativa
normativa, lesionando o poniendo en peligro un bien jurídico. El Ordenamiento jurídico ha de
reaccionar imponiendo al culpable una pena, cuyo significado es el siguiente: de un lado, afirma
que la norma quebrantada sigue manteniendo su vigencia, y, de otro, confirma la necesidad de
protección del bien jurídico lesionado o puesto en peligro con la comisión del delito y persigue
el fin de prevenir futuras agresiones al objeto de tutela típica mediante la ulterior comisión de
delitos.
El concepto de delito se configura dogmáticamente por la confluencia de varios elementos: la
acción en sentido amplio (engloba a la acción y a la omisión), la tipicidad, la antijuricidad, la
culpabilidad y la punibilidad. Cuando concurren todos esos elementos al mismo tiempo
estamos en presencia de un delito. Si falta siquiera sea uno de los elementos, no hay delitos.
¿Cómo han de estar situados los elementos del delito? A esta pregunta podríamos responder
igualmente con un símil arquitectónico: el delito es, desde esta perspectiva, equiparable a una
pirámide. En esta pirámide cada estrato valorativo, cada escalón, es necesario para pasar al
siguiente. Una vez concurren todos ellos, nos encontramos ante un delito. En cambio, si falta
alguno, no hay delito.
Punibilidad
Culpabilidad
Antijuricidad
Tipicidad
Como cada elemento presupone al anterior, la descripción del delito como acto punible significa
que además se trata de una acción necesariamente típica, antijurídica y culpable. Por ello, el
delito se define desde el punto de vista dogmático como la acción típica, antijurídica, culpable
y punible.
13
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
a) Acción u omisión: todo delito exige, como punto de partida, la realización de una acción
u omisión penalmente relevantes. El Derecho penal sanciona como delito únicamente
conductas personales exteriores voluntarias, y no meros pensamientos internos ni
acontecimientos no humanos. Ello significa que el Derecho penal rige el principio del
hecho, del acto o de la acción. No se sanciona al hombre por lo que es, sino por lo que
hace.
b) Tipicidad: con este elemento se identifica la subsumibilidad o adecuación de la
conducta a un precepto legal incriminador. En ese sentido, decimos que la conducta de
matar a una persona es típica, porque es reconducible a un tipo legal de delito, en este
caso: el delito de homicidio.
c) Antijuricidad: expresa la contrariedad de la acción típica a la norma jurídica y esa
confrontación ha de ser tanto formal como material: antijuricidad formal significa
infracción o quebrantamiento de la norma vigente, y antijuricidad material significa
lesión o puesta en peligro de un bien jurídico protegido por la ley penal. A la acción
típica y antijurídica se le llama también injusto típico.
d) Culpabilidad: es un juicio de reproche normativo y subjetivo que dirige el
ordenamiento jurídico al autor del acto típico y antijurídico: la culpabilidad expresa la
imputación subjetiva del injusto típico a su autor y la responsabilidad penal a que el
mismo se hace acreedor por la realización de la conducta que pudo y debió haberse
abstenido ejecutar.
e) Punibilidad: significa susceptibilidad, necesidad, y merecimiento de la pena a que
(desde el punto de vista jurídico-penal y político-criminal) es acreedora la acción típica,
antijurídica y culpable en cuestión. Algunos autores consideran que la punibilidad no es
propiamente un elemento del delito, sino algo accesorio o derivado, relativo a la
determinación de la pena y perteneciente al ámbito de las consecuencias jurídicas del
delito. Esta noción confunde punibilidad (elemento del delito) con penalidad
(característica relativa a la mensuración de la pena).
Cuando la conducta reúne todas estas características, que son elementos esencialmente
constitutivos de la categoría normativa de infracción penal, nos encontraremos ante el concepto
jurídico de delito.
La ausencia de al menos uno de ellos determinará que ya no tengamos delito: tertium non
datur. Hasta ahora hemos visto el aspecto positivo de los elementos del delito. Pero estos
elementos también tienen un aspecto negativo: se trata de aquellas causas o fundamentos
legales que si concurren excluyen cada elemento del delito. A estas causas se las llama
elementos negativos o negadores del delito. Pueden darse situaciones de:
a) Ausencia de acción: no cualquier movimiento corporal externo constituye,
automáticamente, una acción con relevancia penal, sino que existen algunas
limitaciones, bien sea por idoneidad del sujeto (no existe un sujeto activo idóneo para
llevar a cabo una acción penalmente relevante) o bien por la presencia de una causa de
ausencia de acción (El ser humano a veces ejecuta actos externos que, a pesar de la
capacidad básica de acción personal de su autor, no constituyen acción en sentido
penal, al mediar una causa de ausencia de acción, ya sea por incapacidad física o por
incapacidad psíquica).
b) Ausencia de tipicidad: acción penalmente relevante no es cualquier conducta humana
sino únicamente la acción típica. La falta de tipicidad se da en dos casos esenciales: en
la falta de un elemento del tipo/ausencia de tipo (por ejemplo, en vez de matar a una
persona, acto tipificado como homicidio, matar a su perro, que no sería homicidio) y en
14
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
9. Imputabilidad, culpabilidad.
Al autor no corresponde ningún juicio de culpabilidad cuando a él no le pudo haber sido exigible
otro comportamiento. En sentido normativo es demostrable el hecho de que el autor del injusto
típico pudo actuar de otro modo a como lo hizo, conforme a las condiciones personales de
conducta, por lo que es susceptible de ser subjetivamente imputado como responsable de una
acción antinormativa.
15
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
En los casos en los que las anteriores circunstancias solamente puedan ser objeto de
acreditación parcial, esta circunstancia será valorada a los efectos de atenuación de la pena.
5. Los modelos de organización y gestión a que se refieren la condición 1.ª del apartado 2
y el apartado anterior deberán cumplir los siguientes requisitos:
1º Identificarán las actividades en cuyo ámbito puedan ser cometidos los delitos que
deben ser prevenidos.
2º Establecerán los protocolos o procedimientos que concreten el proceso de formación
de la voluntad de la persona jurídica, de adopción de decisiones y de ejecución de las
mismas con relación a aquéllos.
16
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
El concepto penal de acción constituye el primer elemento del delito. Nos referimos a él no
como sinónimo de acción stricto sensu sino de conducta o de comportamiento que adquiere
una relevancia en Derecho penal.
Tanto la acción como la omisión consisten substancialmente en la infracción de un deber: en el
primer caso se infringe una norma prohibitiva y en el segundo, una norma preceptiva. Dentro
de la modalidad omisiva de acción, pueden distinguirse dos formas de realización del tipo: la
omisión pura o propia y la comisión por omisión (también llamada omisión impura o impropia),
que se diferencian en función del deber que se infringen en cada caso. De ese modo, tres son
las modalidades o formas de la acción penal en Derecho penal.
I. Acción:
17
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
caso se infringe. Por ello, las peculiaridades o características esenciales de la omisión pura o
propia hemos de encontrarlas en torno a la noción de deber, y concretamente en lo que se
refiere a:
a) Naturaleza del deber (deber de solidaridad mínima): se infringe un deber positivo que
conmina a toda persona a realizar una conducta positiva auxilio, salvamento o
colaboración en una situación de necesidad o desgracia. El deber de solidaridad se
diferencia, en tanto deber positivo, del deber negativo, cuyo contenido consiste en no
dañar a los demás. En la solidaridad mínima no basta con no causar daño, sino que se
exige hacer alguna conducta expresa de salvamento o de colaboración en beneficio de
un tercero o de la colectividad.
b) Titularidad del deber de solidaridad mínima: esta clase de deber afecta u obliga a todo
el mundo que se encuentre en la situación normativa. No se trata de un deber de
garante, que obliga únicamente a concretos sujetos especialmente determinados, sino
de un deber que no exige relación previa alguna entre autor y víctima, ni conducta
precedente de peligro al bien jurídico del autor, sino que otorga una protección erga
omnes a un bien jurídico. El titular del deber de solidaridad es cualquier persona, sin
requerirse en el autor una cualificación o rol especial, sino únicamente el rol general o
común de ciudadano.
c) Alcance del deber: el Derecho penal no exige del ciudadano que sea, siempre y en toda
circunstancia, un héroe. No le obliga, por tanto, a lo imposible, sino únicamente a una
conducta general y común de mínima solidaridad con los demás. El deber de solidaridad
tiene, pues, un límite: no se imputa cualquier resultado material que se derive de una
situación peligrosa, sino únicamente el no haber realizado una actividad de salvamento
o de información. La omisión pura se equipararía a la responsabilidad por delitos de
mera actividad, que son aquellos que no exigen para su consumación un resultado
material, sino que se consuman por la mera realización de la acción penalmente
relevante.
El deber de solidaridad da cuerpo y contenido a la omisión pura. Este deber es un producto del
Estado social de Derecho. En todo caso, la solidaridad mínima no es un deber moral, sino un
deber propiamente jurídico para el bienestar de la generalidad.
La naturaleza jurídica del delito de omisión pura ha sido discutida en la doctrina, distinguiéndose
varias posturas diferentes:
Teoría de la omisión como un puro “no-ser”: la esencia de la omisión estriba no ya en
no ser acción sino en un auténtico no ser nihilista.
Teoría de la omisión como concepto negativo de la acción: omisión por contraposición
a la acción, de manera que ambos conceptos, aun siendo opuestos (la omisión es la otra
cara de la moneda de la acción), también se exigen mutuamente
Teoría del no hacer una acción esperada: la omisión es, siempre, “no hacer una acción
jurídicamente esperada”, lo cual exige la existencia de una acción esperada que se
omite y la posibilidad de haber querido dicha acción esperada.
Los supuestos típicos consignados en nuestro Código penal son escasos. El más representativo
es la omisión del deber de socorro (art. 195 CP). Otros tipos de omisión pura son la omisión de
impedir la comisión de delitos o de promover su persecución (art. 450 CP), y la omisión del
deber de promover la persecución de delitos (art. 408 CP).
III. Comisión por omisión/omisión impura o impropia:
18
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
En cierto modo, la comisión por omisión constituye una forma mixta o hibrida de realización de
la conducta: por un lado, consiste en la infracción de una norma prohibitiva (como ocurre en
los supuestos de acción positiva) y, por otro, el delito consiste en un no hacer (como en los casos
de omisión pura o propia).
Al igual que la omisión pura, también la comisión por omisión viene especialmente caracterizada
por el deber jurídico infringido por el omitente: en aquel caso era un deber de solidaridad, en
este es un deber de garante. Las características son:
a) Naturaleza del deber (deber de garante): en la comisión por omisión por omisión se
infringe un deber de garante. Se trata de un deber que corresponde a aquellos sujetos
situados en una posición de garantía o en una posición de garante. La posición de
garante se vincula con la creación de un riesgo jurídicamente desaprobado. La
diferencia entre la naturaleza penal o extrapenal del deber, sino en el contenido y en
el alcance de cada uno de esos deberes (rol común versus rol especial, o si se quiere:
responsabilidad penal por solidaridad versus responsabilidad penal de garante).
b) Titularidad del deber de garante: el deber de garante no afecta a todo el mundo, sino
exclusivamente a sujetos especialmente obligados. La infracción de este deber origina
una responsabilidad de garante: comisión por omisión. El deber de garante se vincula
con la idea de institución jurídica.
c) Alcance del deber: en ocasiones, el ordenamiento jurídico no espera de un concreto
ciudadano que se comporte como cualquier otro, si no que espera algo más: ese algo
más, es plus de responsabilidad, es el deber de garante. La principal consecuencia
práctica de esta responsabilidad agravada es que no sólo se imputa la omisión
impropia, sino que también el resultado material.
d) En consecuencia, la posición de garante da la medida de la propia responsabilidad del
sujeto. Por ello, existe una correlación entre el deber de garante e imputación objetiva:
el garante es competente jurídicamente para evitar lesiones de derechos, de manera
que la posición de garante se vincula con una especial competencia para controlar el
riesgo para los bienes en peligro, con el expreso deber de evitación del resultado.
19
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
afirmar que toda actuación peligrosa precedente genera una posición de garante,
aunque la conducta sea fortuita.
d) Otro criterio que maneja la doctrina entre las fuentes de la posición de garante se halla
en la estrecha relación familiar, amical o sentimental entre víctima y ofensor. En estos
casos, la existencia de una comunidad de intereses o de comunidad de peligro genera,
para algunos autores, un especial deber de actuar que sitúa al omitente en posición.
e) Un autor alemán, Ludwig Traeger, puso de relieve las deficiencias que, en la práctica,
originaba el criterio del hacer precedente. Pone así de manifiesto la idea del dominio
de la cosa, cuya base esencial es la obligación del propietario que domina la situación a
actuar conforme a un determinado rol y en garantía de un determinado bien jurídico.
f) Otros autores consideran que la expectativa social genera de por sí un especial deber
jurídico de garante, de conformidad con el rol que el omitente desempeñe en la
sociedad. En todo caso, el garante-omitente será aquel sujeto que quiebra o defrauda,
por mor de su omisión, la expectativa social de actuar, pudiendo y debiendo hacerlo. El
criterio de mensuración de la aludida esperanza social es el rol que el omitente
desempeña en la sociedad: en función de su posición en el grupo social se determinará
la exigibilidad de un determinado deber, de una determinada forma de conducta.
ARTÍCULO 11 CP:
Los delitos que consistan en la producción de un resultado sólo se entenderán cometidos por
omisión cuando la no evitación del mismo, al infringir un especial deber jurídico del autor,
equivalga, según el sentido del texto de la ley, a su causación. A tal efecto se equiparará la
omisión a la acción:
a) Cuando exista una específica obligación legal o contractual de actuar.
b) Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para el bien jurídicamente
protegido mediante una acción u omisión precedente.
12. Imputación objetiva: principios y ejemplos del libro.
I. Principio del riesgo permitido (familiarización con el riego)
Las Sociedades modernas son Sociedades de riesgo. Multitud de acciones cotidianas exponen a
quienes las realizan a riesgos en diferentes magnitudes. Existen riesgos naturales o inevitables
y riesgos humanos, que a su vez pueden ser incontrolables o perfectamente controlables,
voluntarios e imputables. No todos los riesgos tienen la misma consideración para el Derecho
penal. Desde el punto de vista normativo, existen riesgos permitidos y riesgos no permitidos.
No existe un límite matemático exacto que los delimite al respecto. Ello quiere decir que el
grado de permisividad lo delimita la propia sociedad, en función de sus expectativas sociales.
Al margen de dónde se sitúe la línea fronteriza de la permisividad social, lo cierto es que en las
Sociedades actuales existe una conciencia del riesgo que ha originado que la misma sociedad se
haya familiarizado con el riesgo. El ser humano como ser social es, de por sí, generador de
riesgos. Pero si, como afirmamos, la Sociedad tolera parte de esos riesgos, entonces se le está
reconociendo al ciudadano una cierta capacidad de gestión de esos riesgos, de modo que se
convierte en un sujeto (parcialmente) idóneo en la gestión de riesgos sociales.
La Sociedad concede a quien es creador de riesgos también cierta capacidad de gestión para
disminuir o eliminar ese riesgo. Es decir, la capacidad de gestión de un riesgo tiene como
fundamento, paradójicamente, la permisividad social ante la creación del mismo. Y todo ello
genera una familiarización con el riesgo. Estos riesgos abarcados por la libertad del ciudadano
20
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
son riesgos permitidos, tolerables, socialmente adecuados, que no dan lugar a responsabilidad
alguna.
Existen también riesgos no permitidos, esto es, riesgos que sobrepasan la cota de lo
normalmente permisible en la Sociedad en función de las expectativas de cada lugar y de cada
momento. La creación o la no neutralización de esos riesgos sí genera una responsabilidad. En
estos casos, para saber si se ha creado un riesgo jurídicamente desaprobado es preciso revisar
el cometido de deberes inherentes al rol que obligaban al sujeto.
II. Principio de autopuesta en peligro, actuación a riesgo propio o imputación a la víctima.
Las relaciones sociales se encuentran un firme apoyo en la confianza mediada por lo social. Uno
confía razonablemente en que los demás ciudadanos respetarán la norma. Es posible que se
equivoque, pero, en condiciones normales, la confianza existe y esa confianza impulsa la
relación social.
La confianza social fomenta la interrelación de los ciudadanos y, además, facilita el
desenvolvimiento de la Sociedad. Por ello, la confianza precisa una pluralidad de sujetos.
Conforme a este principio, quien cumple su rol y confía razonablemente en que los demás
también lo van a cumplir queda exento de responsabilidad.
Tiene algunos límites o excepciones. La confianza nunca es unilateral, sino bilateral. Se confía,
pues, en quien ofrece confianza. Ergo si alguien, por su conducta manifiestamente antijurídica
o incorrecta, niega la posibilidad de que se confíe en su comportamiento, entonces no puede
alegarse en favor de uno que se ha confiado en él para verse, de esa forma, excluido de la
participación propia.
IV. Principio de prohibición de regreso: ¿imputación por cumplimiento del rol?
21
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
un sentido delictivo. La pregunta que se plantea es: ¿mantiene la conducta de quien ejerce el
rol su originario sentido neutral (adecuado al rol, socialmente inocuo) o pierde ese sentido
pasando a ser un comportamiento teñido de sentido delictivo?
Del delito en cuestión responden quienes configuraron su ámbito de organización de tal manera
que infringieron deberes pertenecientes a su rol y determinaron que se produjera una lesión.
Pero no responden en cambio (prohibición de regreso) quienes realizan aportes cotidianos o
neutrales en ejercicio de su rol ni quienes acceden a determinados conocimientos, no obstante
ser dichos aportes configuradores objetivamente de un suceso delictivo.
La prohibición de regreso se basa en un elemento fundamental: la conducta del titular del rol
ha de estar teñida de neutralidad y una conducta es neutral cuando precisamente se realiza en
el seno del ejercicio de un rol social, o lo que es lo mismo: una conducta neutral (adecuada a un
rol) es aquella que, por definición, carece de sentido delictivo. El sujeto no responde porque
no es garante de lo que el autor haga con su aportación.
Existen otros casos dudosos, a los que Jakobs denomina contextos caóticos y Polaino-Orts
situaciones de inminencia de riesgo. En ellos, el sujeto que realiza el rol, en principio, tiene en
su poder la llave para impedir una lesión inminente de un bien jurídico, de manera que se
convertiría en garante de la situación. Esta circunstancia determinaría que el rol inicial sucumbe
ante la inminencia del riesgo, dando paso a otro rol diferente (el de garante), de tal manera que
si se realizara una conducta favorecedora de la situación delictiva se haría partícipe de tal delito.
13. Causalidad: teoría de la equivalencia de las condiciones, Conditio sine qua non.
22
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Las teorías individualizadoras diferencian las categorías de causa y condición. Entienden que el
resultado es producto o efecto de muchas condiciones, pero que no todas las condiciones
tienen la misma significación ni idéntica entidad. La causa es la condición penalmente
relevante. Se distinguen:
Esta teoría postula el principio causa causae causa causati, conforme al cual quien es causa de
la causa es causa del mal causado. Para sus originarios formuladores no puede distinguirse
entre condiciones esenciales y no esenciales, pues todas las fuerzas que cooperan en la
producción del resultado son esenciales: toda condición es causa del resultado producido
conforme al criterio de la Conditio sine qua non, esto es, de la condición sin la cual el resultado
no se produciría.
Para esta teoría no toda condición es causa en términos jurídicos-penales, sino sólo aquella
jurídicamente adecuada para producir el resultado. La adecuación de la causa se mide en
23
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Teoría objetiva, para que la causalidad se determina con arreglo del parámetro objetivo
de la ordinaria regla de vida, en función del conocimiento deducido de la experiencia
que en el momento del hecho tendría el “hombre medio”, o conforme a un pronóstico
posterior objetivo desde el ángulo visual de un observador objetivo que lo contemple
a posteriori según un criterio imparcial, o de prognosis posterior que permita responder
interrogantes.
Teoría subjetiva, fundada en que la adecuación se determina bien desde el punto de
vista del sujeto activo según sus conocimientos concretos, o bien desde la perspectiva
del juez imparcial que observa el resultado con posterioridad al mismo.
14. Dolo y la culpa: imprudencia, manera de diferenciar el dolo eventual de la culpa con
representación.
El Código penal no contiene en su articulado una definición legal de dolo. Se menciona varias
veces y aún se alude a él indirectamente al regular el error de tipo (que es el reverso del dolo),
pero realmente no se ofrece una definición positiva de lo que sea dolo. La doctrina y la
jurisprudencia se han encargado de definir ese concepto.
La doctrina mayoritaria define el dolo por la confluencia de los dos elementos (cognitivo y
volitivo). De esa forma el dolo se define como el conocimiento y la voluntad de realización de
los elementos del tipo, de manera que se produce un resultado que es conocido y querido por
el autor. Por ello, en los delitos dolosos existe una coincidencia entre lo conocido, lo querido y
lo ocurrido.
Actúa dolosamente quien sabe lo que hace y quiere hacerlo. La doctrina discute cuál es el
ámbito que ha de abarcar tanto el conocimiento como la voluntad. El conocimiento propio de
dolo abarca, por lo general, a la totalidad de elementos (objetivos) del tipo injusto, porque si
el autor yerra sobre alguno de ellos quedará exento de responsabilidad (si el error era
invencible) o responderá en todo caso como delito imprudente (si el error fuera vencible), según
prescribe el art. 14.1 CP al regular el error de tipo.
Los elementos descriptivos son aquellos que describen una conducta u objeto, se aprecian a
primera vista, sin necesidad de una valoración mayor. Los elementos normativos no se aprecian
a primera vista, sino después de una operación valorativa en atención a las circunstancias del
caso. Ello quiere decir que el conocimiento en el que consiste el dolo no puede ser un
conocimiento absolutamente exhaustivo sino un conocimiento general de los elementos
típicos (especialmente de los descriptivos).
Además, se distingue entre elementos esenciales y elementos accidentales del tipo. Los de la
primera categoría son aquellos necesarios para que se produzca el delito (matar en un
homicidio), y los de la segunda son adicionales (alevosía, ensañamiento…). El conocimiento
propio del dolo debe abarcar en lo general los elementos esenciales; no así de los accidentales,
que será objeto de valoración judicial.
24
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
1) Dolo directo de primer grado: el autor persigue la realización del delito, esto es,
demuestra su resolución inequívoca tendente al fin delito.
2) Dolo directo de segundo grado: el autor no persigue el delito, pero sabe con seguridad
(o casi con toda seguridad) que su actuación dará lugar al delito.
3) Dolo eventual (dolus eventuales), también llamado dolo condicionado: el resultado no
es seguro sino únicamente posible o eventual, y aun así el autor lo acepta en el caso de
que se produzca.
La imprudencia origina una responsabilidad penal considerablemente más atenuada que la que
origina el delito doloso, aunque ambos casos tienen en común que consisten en la infracción de
una norma y de un deber propio. En la culpa el sujeto no quiere ni persigue ni acepta ni se
representa y asume resultado alguno como posible. Simplemente el sujeto se equivoca, y
ocasiona un resultado típico que le es imputable precisamente por su actuar imprudente.
Una parte de la doctrina distingue entre culpa consciente y culpa inconsciente: la imprudencia
propia es la culpa inconsciente, esto es: aquella en la que no existe previsión alguna del
resultado. Nos encontramos ante un error objetivo en la gestión de un ámbito de organización
propio; la culpa consciente es una figura híbrida entre la culpa y el dolo (eventual), que se
caracteriza, precisamente, porque el autor era consciente de la situación de riesgo existente.
En la frontera entre el dolo y la culpa se sitúan dos figuras de muy difícil distinción: el dolo
eventual y la culpa consciente. La dificultad proviene de la muy desdibujada línea que separa
ambas categorías, que comparten en cambio algunos elementos básicos: en ninguno de los
casos el sujeto quiere el resultado, pero en los dos puede llegar a aceptarlo caso de que se
produzca. Se han formulado al respecto esencialmente dos teorías: la teoría del consentimiento
o de la aprobación y la teoría de la probabilidad o de la representación.
Según la teoría del consentimiento habrá dolo eventual si el autor consiente o acepta la
producción del resultado, mientras que deberá apreciarse culpa consciente o con
representación cuando el autor confía en que el resultado no se produzca. Esta teoría ha
encontrado una amplia acogida en la doctrina y es acogida por el Tribunal Supremo.
25
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Los principales criterios de clasificación de los tipos de delitos son los siguientes:
Según la forma de la acción (acción y omisión): Los delitos se distinguen según la forma
de realización de la conducta típica:
o Delito de acción: donde la conducta consiste en un hacer activo.
o Delito de omisión pura o propia: donde se infringe un deber de solidaridad
mínima.
o Delito de comisión por omisión: donde se equipara a la omisión a la acción.
Según el grado de ejecución delictiva (consumados, tentados, actos preparatorios
punibles): según el grado de ejecución del delito se pueden distinguir:
o Delitos consumados: que alcanzan el grado máximo o perfecto de ejecución.
o Delitos tentados: son aquellos realizados en el grado ejecutivo imperfecto de
la tentativa (art. 16.1 CP: Hay tentativa cuando el sujeto da principio a la
ejecución del delito directamente por hechos exteriores, practicando todos o
parte de los actos que objetivamente deberían producir el resultado, y sin
embargo éste no se produce por causas independientes de la voluntad del
autor).
o Actos preparatorios punibles: son actos externos de manifestación, aun no
ejecutivos de delito, sino meramente preparatorios, y que aun así son delictivos:
conspiración, proposición y provocación (art 17 CP: 1. La conspiración existe
cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución de un delito y
resuelven ejecutarlo, 2. La proposición existe cuando el que ha resuelto cometer
un delito invita a otra u otras personas a participar en él, 3. La conspiración y la
proposición para delinquir sólo se castigarán en los casos especialmente
previstos en la ley; art 18.1 CP: La provocación existe cuando directamente se
incita por medio de la imprenta, la radiodifusión o cualquier otro medio de
eficacia semejante, que facilite la publicidad, o ante una concurrencia de
personas, a la perpetración de un delito), y dentro de esta última y como
modalidad singular de la misma, la apología (art. 18 CP: es apología, a los
efectos de este Código, la exposición, ante una concurrencia de personas o por
cualquier medio de difusión, de ideas o doctrinas que ensalcen el crimen o
enaltezcan a su autor. La apología sólo será delictiva como forma de
provocación y si por su naturaleza y circunstancias constituye una incitación
directa a cometer un delito).
Según el resultado delictivo (delitos de resultado material y de mera actividad):
o Delitos de resultado material: exigen la producción de una modificación
sensorialmente perceptible producida sobre un objeto material.
o Delitos de mera actividad: no requieren la producción de un resultado material,
lo cual no quiere decir que no tengan resultado.
Según la intensidad de afectación del bien jurídico (delitos de lesión y de peligro):
o Delitos de lesión: suponen la realización de una conducta que destruye o
menoscaba realmente el bien jurídico digno de tutela.
26
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
o Delitos de peligro: no se produce una lesión efectiva a un bien jurídico, sino una
puesta en peligro del mismo. Pueden ser de tres clases:
Delitos de peligro concreto: exigen para su consumación, la producción
de un peligro efectivo al bien jurídico. Este peligro supone un plus
ulterior de la acción y constituye un elemento del tipo.
Delito de peligro abstracto: el peligro no es elemento constitutivo del
tipo, sino un mero motivo del legislador para desvalorar una presunta
situación de peligro que no es concreta sino difusa, y a veces
meramente ficta.
Delitos de peligro hipotético (intrínseco): delitos que no exigen ni la
lesión ni la puesta en peligro de un bien jurídico, pero sí la ejecución de
una acción que, por sus características, acredita una idoneidad lesiva
hacia el objeto de protección de la norma.
Según la gravedad de la afectación al bien jurídico: en función del grado de incidencia
lesiva o afectación de un mismo bien jurídico pueden distinguirse:
o Tipo básico: es el tipo más elemental en la graduación lesiva a un mismo bien
jurídico, aquel sobre el cual operará, si los hubiere, la agravación o disminución
de la pena propias del tipo cualificado y privilegiado respectivamente.
o Tipo privilegiado: representa una menor incidencia lesiva en relación al tipo
básico, de manera que procede a la atenuación o disminución de la pena.
o Tipo cualificado: supone, en relación al tipo básico, una agravación por virtud
de especiales características objeto de desvaloración normativa.
o Delitos sui generis: es un delito propio, autónomo o independiente, aunque
presente cierta relación de analogía o similitud con otro tipo delictivo.
Según los sujetos:
o Delitos comunes: en los que el sujeto activo es un sujeto indiferenciado,
fungible, intercambiable, esto es: puede ser cualquiera.
o Delitos especiales: el sujeto activo no puede ser cualquiera, sino alguien
especialmente designado por una cualidad o característica específica.
o Delitos de propia mano: aquellos delitos que requieren o reclaman la
realización directa del tipo por parte del autor, en relación de tracto
inmanente, que requiere en el sujeto pasivo del delito una suerte de
participación pasiva.
o Delitos susceptibles indistintamente de autoría directa o mediata: son la
mayoría de los delitos, que pueden ser cometidos por un autor directo o por
persona interpuesta.
o Delitos unisubjetivos o individuales: pueden ser realizados por una sola
persona o por varias, aunque la descripción del sujeto activo es singular,
significa que basta un solo sujeto, aunque pueden ser muchos.
o Delitos pluripersonales o colectivos: exigen una pluralidad de sujetos activos.
Pueden ser:
De conductas convergentes: participan al menos dos sujetos cuyas
acciones imprescindibles concuerdan en un recíproco consentimiento
en la lesión de un bien jurídico.
De conductas contrapuestas: exigen que en la acción participen al
menos dos sujetos cuya intervención es imprescindible para que se
produzca el delito, pero requieren que un sujeto actúe voluntariamente
y el otro sujeto manifieste su oposición a la acción.
27
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
28
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
En las causas de ausencia de acción pueden distinguirse las causas de incapacidad física y las
causas de incapacidad psíquica o moral de acción. Ninguna de las causas de incapacidad (física
o psíquica) absoluta de acción se regula expresamente en el Código penal, pero nadie duda de
su eficacia como causas excluyentes.
La fuerza física irresistible constituye una causa de incapacidad física acción que afecta a la
facultad de realización de la conducta humana. En el vigente texto de 1995 no se describe. Bajo
el concepto de fuerza física irresistible se alude al constreñimiento físico ejercido sobre una
persona, de tal forma que quién actúa no lo hace por voluntad propia, sino violentado por una
voluntad externa que impide al sujeto manifestar su propia voluntad en el mundo externo. El
sujeto sometido a tal presión material propiamente no actúa como ser humano, sino que es
cosificado o degradado a instrumento mecánico. A este tipo de violencia física extrema
anuladora de la capacidad material de acción se la llama vis absoluta o vis ablativa.
La vis absoluta puede provenir bien de un evento natural bien de la acción de otro sujeto
responsable. En estos casos, se excluye la capacidad de acción del sujeto que, en el plano
material (ontológico), aunque el sujeto corporalmente intervenga, en estos supuestos no
responde penalmente porque su intervención ni siquiera es acción en sentido penal, y, por ello,
no infringe ningún deber en el plano del debe ser. Por tanto, en estos casos de fuerza física
irresistible responde quien procura esa fuerza o violencia como autor mediato (hombre de
detrás), que consiste en emplear a alguien (hombre de delante) como instrumento para
cometer el delito.
Para que pueda excluirse la acción, la fuerza física ha de ser realmente irresistible en términos
absolutos, esto es, fruto de una anulación total de la capacidad material de ejercicio de
29
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
La “voluntariedad” es característica esencial de toda conducta del hombre que pueda ser
considerada delictiva y, una vez que se ha eliminado su explícita mención, la garantía jurídica de
su exigencia ha de remitirse a la propia categoría normativa de las “acciones u omisiones”, para
apreciar que sólo puede ser objeto de incriminación una conducta humana voluntaria, personal
y externa, sin la cual no podrá haber delito alguno imputable al hombre como sujeto actuante.
Entre tales causas de incapacidad psíquica de acción han de analizarse las siguientes:
I. Inconciencia
Los estados de sueño también excluyen la acción penalmente relevante, porque en ellos no
existe ni conciencia ni capacidad de voluntad. En este sentido, la doctrina concibe el sueño
como una causa de involuntariedad. En la actualidad, nadie duda de que los hechos cometidos
en estado de sueño son penalmente irrelevantes. Pero existen varias excepciones a este
principio: la actio libera in causa (acción libre en su causa, consiste en la realización de un
movimiento durante el sueño pero que ha sido buscado de propósito antes de caer en dicha
situación), los casos de culpa consciente o de dolo eventual, o los casos de improvisación o
imprudencia previa.
IV. Sonambulismo
Se entiende por sonambulismo la modalidad específica de sueño anormal del durmiente que
deambula. Al igual que el sueño, los actos realizados en estado de sonambulismo carecen por
30
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
regla general de voluntariedad humana. Según la opinión de Polaino, lo más correcto es tratar
el sonambulismo como una causa de ausencia de acción, sobre la base de la incapacidad
psíquica de actuar.
V. Estado de hipnosis
El fenómeno del hipnotismo engloba aquellas situaciones especiales del sistema nervioso
generadas por maniobras de carácter artificial que ejercen un influjo psíquico sobre un sujeto,
anulando la capacidad de decisión de éste. Se distinguen diversos grados de hipnotismo: El
llamado pequeño hipnotismo, donde el hipnotizado queda mediatizado, pero sin embargo
conserva en todo momento su lucidez y capacidad de oposición a los deseos; y el denominado
gran hipnotismo, que afecta en profundidad a la capacidad psíquica de resolución personal de
voluntad del hipnotizado, queda anulada por completo.
Existen tres posiciones doctrinales: causa de ausencia de acción; causa de inimputabilidad, que
equipara la hipnosis al tratamiento de personalidades histéricas; y causa ambivalente, que
distingue los casos en que la sugestión es resistible por el hipnotizado de aquellos otros en que
es irresistible, la primera no excluye la capacidad de acción, la segunda sí.
Por su parte, existen unos elementos que sí concurren en la realización de una conducta humana
determinan la exclusión de la tipicidad de la misma como elemento básico del delito. A estas
causas se las llama causas de atipicidad. No se regulan en el Código penal, aunque pueden
distinguirse, en opinión de Polaino, cuatro causas básicas de atipicidad:
Una conducta es típica si reúne la totalidad de elementos del tipo. Ello significa que si falta
algún elemento del tipo nos encontramos ante una básica causa de atipicidad.
Una conducta que en otras circunstancias sería subsumible en un tipo penal, aquí resulta atípica
debido a que el contexto social la convierte en una acción socialmente tolerada o permitida.
El actual CP no contiene alusiones expresas, pero sí implícitas, al caso fortuito en los arts. 5, 10
y 12. De acuerdo con la regulación tradicional, la doctrina consideraba que el caso fortuito
excluía la culpabilidad. Pero ya entonces existían voces que cuestionaban la naturaleza jurídica
del caso fortuito. Es fortuito o accidental en sentido técnico aquello que no es previsible por el
hombre y, por tanto, lo que no puede ser imputado, ni objetiva ni subjetivamente, y, por ello,
ni a título de dolo ni a título de culpa. En opinión de Polaino, el caso fortuito excluye la tipicidad
de la conducta. Cuando deviene caso fortuito, el sujeto actúa dentro del riesgo permitido, de
manera que se excluye el carácter típico de la conducta realizada.
La doctrina mayoritaria distingue ambas figuras. El primer concepto sería constitutivo de una
causa de atipicidad, mientras que el segundo sería una causa de justificación, que manteniendo
la tipicidad de la conducta excluiría la antijuricidad de la misma. La distinción entre acuerdo y
consentimiento es entendida, en la dogmática penal actual, como artificial, dogmáticamente
improductiva e incorrecta. Es preferible considerar que acuerdo y consentimiento en su
31
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
contenido son lo mismo desde el punto de vista penal, y que ambas causas son excluyentes de
la tipicidad de la acción, esto es, eliminan los presupuestos para una imputación objetiva.
Los casos tradicionalmente definidos como acuerdo engloban los casos en los que la descripción
típica exige expresamente en su propia redacción positiva el actuar contra o sin la voluntad del
sujeto pasivo, o al menos si no exige tal voluntad contraria, la misma se desprende, se
presupone o se infiere como inherente a la actuación delictiva.
Bien jurídico es aquel bien o valor considerado por la norma penal digno, merecedor y
necesitado de protección jurídica penal frente a los más graves ataque que implican su lesión o
puesta en peligro. Lesión es la real incidencia de afectación negativa sobre el bien jurídico
consistente en la destrucción o grave menoscabo del mismo, determinante de la intervención
estatal mediante el Derecho penal. Puesta en peligro consiste en el sometimiento del bien
jurídico a una situación de grave riesgo concreto e inminente de la destrucción o menoscabo del
bien jurídico. Otros conceptos conexos delimitan desde fuera la categoría dogmática del bien
jurídico en el Derecho penal, entre los cuales cabe destacar los siguientes:
32
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Bien jurídico como valor cuya lesión es la esencia del injusto típico.
Bien jurídico, concepto de naturaleza prepositiva y esencia liberal.
Bien jurídico, concepto de naturaleza prepositiva y esencia liberal.
El bien jurídico, el objeto material y el objeto del bien jurídico.
Bien jurídico como momento de autorrealización personal.
Bien jurídico como unidad de función social portadora de valor.
Bien jurídico como estado de relación de la persona con los valores sociales.
Bien jurídico como objeto de valor susceptible de nocividad social y requerido de
protección penal.
Bien jurídico como factor político-criminal de la criminalización.
Bien jurídico como reafirmación de la vigencia de la norma.
18. Artículo 20: causas de exclusión.
5º El que, en estado de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno lesione un bien jurídico
de otra persona o infrinja un deber, siempre que concurran los siguientes requisitos:
33
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Primero. Que el mal causado no sea mayor que el que se trate de evitar.
En los supuestos de los tres primeros números se aplicarán, en su caso, las medidas de
seguridad previstas en este Código.
21. Artículo 19 ¿?
22. Ausencia de punibilidad
Las causas legales de ausencia de punibilidad integran supuestos en los que, por motivos
político-criminales, falta la necesidad, el merecimiento y la susceptibilidad de que la acción
injusta y culpable sea sancionada penalmente. Diversos fundamentos legales sirven de base a
la exclusión de la punibilidad del injusto típico subjetivamente imputado a su autor. Tales
elementos negativos del delito comparten la naturaleza jurídica de constituir motivaciones
legitimadoras de la exclusión de la punibilidad. Pueden diferenciarse los siguientes supuestos:
34
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Representan hipótesis en las que la norma penal requiere en la descripción legal la concurrencia
de una condición objetiva, de forma que si tal condición no concurre en la acción típica decae la
punibilidad de la misma. Tales condiciones se denominan “objetivas” porque dependen de la
participación de un tercero. Tales condiciones se consideran como características anexas al tipo.
Pueden entenderse como tales, entre otras: sentencia o auto de sobreseimiento o archivo,
sentencia condenatoria, falta de justificación, declaración de concurso, penalidad recíproca, etc.
Las atenuantes son reguladas en el art. 21 CP bajo la rúbrica legal “De las circunstancias que
atenúan la responsabilidad criminal”. Son los siguientes:
Son figuras de remisión, en tanto que se remiten a las eximentes completas del art. 20 CP, que
conforman elementos negativos del delito, al excluir uno de sus elementos esenciales. Cuando
la eximente no es completa, deja de ser elemento negativo del delito, esto es, ya no podrá
excluir, un elemento esencial del delito, pero sí tendrá una relevancia más reducida: atenuar la
responsabilidad penal. Las atenuantes de eximente incompleta son las siguientes:
35
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
La actuación bajo influjo de sustancias tóxicas es graduable, según los efectos que produzca en
el sujeto: si anula plenamente la capacidad de actuación, habrá eximente; si sólo la restringe,
habrá atenuante. Se incluye también la situación del síndrome de abstinencia a causa de su
dependencia de tales sustancias.
El mero transcurro del tiempo alcanza aquí relevancia penal. La ley contiene las siguientes
exigencias: que la dilación sea extraordinaria e indebida, que no sea atribuible al inculpado y
que no guarde proporción con la complejidad de la causa.
Las agravantes son reguladas en el art. 22 CP. La doctrina ha venido tradicionalmente señalando
que la consignación legal de las circunstancias agravantes es determinada por una pluralidad de
criterios. Se distingue entre circunstancias objetivas, relacionadas con la producción del delito,
y circunstancias subjetivas, determinadas en función de la cualidad o situación del sujeto.
Determinan que un injusto típico sea más grave, que el reproche normativo de culpabilidad del
autor sea más elevado, o que las exigencias de punibilidad sean más estrictas.
I. Alevosía.
Afecta a la significación del injusto típico, desvalorando agravatoriamente los medios, modos o
formas de comisión delictiva que aseguran la realización delictiva y excluyen la defensa del
ofendido. Exige el empleo de tales medios, pero no la producción efectiva de los objetivos de
aseguramiento de la ejecución y exclusión del riesgo. Es apreciable sólo en los delitos contra las
personas.
36
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Representa una específica modalidad de medios ejecutivos que entrañan aplicación de medio
engañoso en el momento de la ejecución del delito, que facilita la comisión del mismo o dificulta
la persecución del autor.
VII. Ensañamiento.
El presupuesto de esta circunstancia, que implica prevalimiento de una especial situación, viene
determinado por la existencia de una relación interpersonal de base que hace acreditar la
37
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
actitud de tranquilidad, exención de recelo y expectativa de fiabilidad que alguien tiene respecto
de otra persona.
Exige como fundamento de la agravación de responsabilidad que el sujeto ostente una cualidad
funcionarial que le coloca en situación de superioridad frente a la víctima y que efectivamente
se prevalga de esta posición jerárquica que le favorece en la concreción del tipo delictivo en que
concurre.
X. Reincidencia.
Afecta al elemento esencialmente constitutivo del delito integrado por la punibilidad, en virtud
de las condiciones de singular de singular peligrosidad del autor. La mera repetición de la
comisión de delitos de la misma naturaleza no determina, por sí misma, incremento de injusto
ni exasperación de culpabilidad. Acredita una mayor peligrosidad criminal del sujeto, que con
su conducta representa un foco de peligro de especial gravedad, la cual es preciso combatir de
manera adecuada, incrementando la sanción en los términos precisos para garantizar el
cumplimiento de los objetivos de prevención criminal.
La tentativa es el primer estadio ejecutivo punible de realización del delito. Viene definido en
el art. 16 CP, que afirma lo siguiente:
1. Hay tentativa cuando el sujeto da principio a la ejecución del delito directamente por hechos
exteriores, practicando todos o parte de los actos que objetivamente deberían producir el
resultado, y sin embargo éste no se produce por causas independientes de la voluntad del
autor.
2. Quedará exento de responsabilidad penal por el delito intentado quien evite
voluntariamente la consumación del delito, bien desistiendo de la ejecución ya iniciada, bien
impidiendo la producción del resultado, sin perjuicio de la responsabilidad en que pudiera
haber incurrido por los actos ejecutados, si éstos fueren ya constitutivos de otro delito.
3. Cuando en un hecho intervengan varios sujetos, quedarán exentos de responsabilidad penal
aquél o aquéllos que desistan de la ejecución ya iniciada, e impidan o intenten impedir, seria,
firme y decididamente, la consumación, sin perjuicio de la responsabilidad en que pudieran
haber incurrido por los actos ejecutados, si éstos fueren ya constitutivos de otro delito.
La esencia de la tentativa consiste, pues, en dar principio a la ejecución del delito, pero no final.
La definición normativa de tentativa contiene, pues, un límite mínimo y un límite máximo. De
un lado, la tentativa es un acto exterior pero además un acto exterior que consiste ya en el
comienzo de ejecución del delito. De otro lado, la tentativa puede consistir en la realización de
todos o simplemente de parte de los actos ejecutivos que integran el delito, pero sin llegar al
límite máximo representado por la consumación delictiva.
El concepto de resultado al que alude el art. 16.1 CP al definir la tentativa no debe emplearse
en el sentido naturalístico de menoscabo material de un bien jurídico, sino en un sentido
normativo como menoscabo de la vigencia de la norma, o sea, como producción de un riesgo
no permitido.
Artículo 27: Son responsables criminalmente de los delitos los autores y los cómplices.
38
Carlos Rodríguez Castillo – Curso 2017/2018
Artículo 28: Son autores quienes realizan el hecho por sí solos, conjuntamente o por medio de
otro del que se sirven como instrumento.
Artículo 29: Son cómplices los que, no hallándose comprendidos en el artículo anterior, cooperan
a la ejecución del hecho con actos anteriores o simultáneos.
El concurso real se aplica en el caso de que durante la comisión de un delito se realicen varios
actos de carácter ilegal. En este caso, el juez determinará que se acumulen las penas, siempre
que fuera posible por la naturaleza de los mismos. Es decir, es necesario que haya diferentes
tipos penales recogidos en diferentes títulos del código penal.
Cada uno de estos delitos se considera como un tipo penal con su propia pena. A la hora del
juicio se unifican formando una única pena que comprende todos los tipos penales. Es
importante mencionar que la pena final nunca puede superar el triple de la pena del delito más
grave.
El concurso ideal se da cuando un hecho (acción u omisión) comprende dos o más delitos. En
este caso, únicamente se castigará con el delito más grave en su mitad superior, sin que pueda
exceder de la suma de las penas por separado. Si se supera este límite se aplicará cada infracción
penal por separado.
El concurso medial se aplica cuando un delito es un medio necesario para la comisión de otro.
En este caso el juez castiga únicamente con la pena superior del delito más grave.
Artículo 16.2 y 3:
2. Quedará exento de responsabilidad penal por el delito intentado quien evite voluntariamente
la consumación del delito, bien desistiendo de la ejecución ya iniciada, bien impidiendo la
producción del resultado, sin perjuicio de la responsabilidad en que pudiera haber incurrido por
los actos ejecutados, si éstos fueren ya constitutivos de otro delito.
39