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Historia de México-4
Tema: El Régimen porfirista y Revolución Mexicana
Objetivo: Identificar las características más importantes
del periodo conocido como régimen porfirista y Destacar
los acontecimientos más importantes del periodo conocido como
Revolución Mexicana 1910-1917.
Régimen porfirista

José de la Cruz Porfirio Díaz Mori nombre completo, huérfano de padre desde los tres
años, Porfirio Díaz ingresó en el Seminario de Oaxaca para seguir la carrera eclesiástica,
pero pronto cambió de opinión. Cursó luego estudios de leyes en el Instituto de Ciencias y
Artes, donde fue discípulo del futuro presidente liberal Benito Juárez, quien impartía
derecho civil; en adelante sería seguidor suyo en lo político. El Instituto fue clausurado por
orden del presidente Santa Anna en 1854. Ese mismo año intervino en la Revolución de
Ayutla y apoyó al general Juan Álvarez para derrocar a Antonio López de Santa Anna.

Poco después, Porfirio Díaz ingresó en el ejército, y su carrera militar fue meteórica. En la
guerra de Reforma (1858-1861), conflicto civil en el que se enfrentaron conservadores y
liberales, apoyó la causa liberal. La guerra concluyó con la victoria de los liberales y llevó a
la presidencia a Benito Juárez (1861); finalizada la contienda, Porfirio Díaz fue ascendido a
general y elegido diputado.

Apenas un año más tarde tomó de nuevo las armas contra la invasión francesa (1862-
1863) y la coronación de Maximiliano I (1864-1867) como emperador de México. Fue jefe
de brigada en Acultzingo en abril de 1862 y ese mismo año participó en la batalla de Cinco
de Mayo al lado de Ignacio Zaragoza. En 1867 protagonizó una brillante acción militar en
Puebla: tras sitiar la ciudad, realizó un asalto sangriento y rápido contra las tropas del
emperador Maximiliano, que se refugiaron en los cerros de Loreto y Guadalupe. Sin
perder tiempo, avanzó hacia la capital de la República y la tomó el 2 de abril de 1867,
hecho que fue de gran trascendencia militar, pues adelantó la caída del Imperio de
Maximiliano y el triunfo de Juárez.
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Aspectos políticos del régimen porfirista

La época que va desde 1877 hasta 1911 se llama el Porfiriato por que la domina la figura
de Porfirio Díaz. Salvo el periodo de 1880 a 1884 que fue ocupada en la presidencia por
Manuel González.

Porfirio Díaz, de origen oaxaqueño, ha sido definido por los historiadores como caudillo en
su juventud, estadista en la madures y dictador en su vejes.

En 1871 se interesó nuevamente en la elección para la presidencia del país y participo


como candidato. Esta vez Benito Juárez fue reelecto y Díaz lanzo, El 8 de noviembre del
mismo año, el plan de la noria, alegando como propósito de su levantamiento de la
defensa de la constitución de 1857 y el principio de la no reelección del ejecutivo federal.

La rebelión fracaso y Porfirio Díaz emigro a cuba y a estados unidos posteriormente


regreso amnistiado por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada.
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Plan de Tuxtepec

En 1876 se adelantó a la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada y el 15 de enero de ese


año dio a conocer el plan de Tuxtepec que pretendía legitimar el golpe militar contra
Lerdo de Tejada.

Esta vez la buena fortuna sonrió a Porfirio Díaz y después de 10 años de lucha política
finalmente logro escalar el poder presidencial

Gobiernos de Porfirio Díaz Mori

Ocupo el cargo de presidente de México el 5 de mayo de 1877 al 22 de mayo de 1911,


salvo 4 años en los que permitió la presidencia a Manuel González. Resulta irónico que
Díaz quien había luchado contra la reelección en los planes de la Noria y Tuxtepec.

En lo político Porfirio Díaz instauro un centralismo presidencial en el que el poder


ejecutivo se tornó absoluto y domino sobre los poderes legislativo y judicial.

En los estados de la república se impusieron gobernadores fieles al presidente, de manera


que la federación desapareció de hecho, el liberalismo y la democracia fueron el disfraz de
la dictadura.

Manuel del Refugio González Flores

Manuel González contaba con toda la confianza del General Díaz cuando fue elegido
Presidente de la República para el período de 1880-1884 dándole a don Porfirio la
Secretaría de Fomento y posteriormente la gubernatura de Oaxaca.

González era un político diestro, aunque tenía mala fama, y sabía ser generoso con sus
adversarios, lo que llamó la atención de Díaz, que sabía que el país estaba cansado de
tanta guerra y tiranía.

Durante su gobierno, Manuel González reanudó relaciones diplomáticas con el Reino


Unido y Francia, impulsó la creación del Ferrocarril Central Mexicano, terminó su línea
troncal de la Ciudad de México al Paso del Norte, dio concesiones para la creación de la
primera red de telégrafos en el país y se puso en servicio el de México a Morelia y el de
México a Celaya. La comunicación submarina entre Veracruz - Tampico - Brownsville
permitió la comunicación de México con todo el mundo. También por decreto del 20 de
diciembre de 1882, se estableció que a partir del mes de enero de 1884 se usaría
exclusivamente el sistema métrico decimal en toda la República. Ese mismo año tuvo la
fundación del Banco Nacional de México hoy Banamex, como producto de la fusión del
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Banco Mercantil Mexicano, creado en 1881, y el Banco Nacional Mexicano, inaugurado en


1882.

Sin embargo, las reformas hacendarias y el bajo presupuesto con el que contaban las arcas
del país lo obligaron a pedir préstamos. Estos préstamos sólo podían venir de Londres, por
lo que Ignacio Mariscal, Ministro de Relaciones Exteriores fue enviado a negociar el
restablecimiento de relaciones entre ambos países. Los resultados de esta negociación y
las demás medidas adoptadas para solucionar la crisis hicieron que la población nunca le
perdonara esas faltas mientras fue Presidente, debido a los frecuentes escándalos de
corrupción y malos manejos en el gobierno de González. En noviembre de 1883, la
emisión de la moneda de níquel de 1, 2 y 5 centavos, que sustituía al circulante de plata
en esas denominaciones, provocó un motín en el Zócalo. El valor de González, quien bajó
del carruaje en el que llegaba para enfrentar a la multitud, evitó que hubiera una crisis
mayor.

En 1884 año de crisis mundial iniciada por una pronunciada caída de Wall Street, el
gobierno de González anunció que empezaría a pagar la deuda externa. En el llamado año
terrible en el comercio y de ayunos en la burocracia, el anunciar que como parte del
arreglo habría una emisión de bonos excedentes por 15 millones de pesos, provocó el
llamado motín de la deuda inglesa, que duró 4 días y sus noches y provocó serios
destrozos en el centro de la ciudad de México. El enojo no fue por el acuerdo en sí, sino
por los bonos que la gente supuso destinados a llenar bolsillos de los gobernantes.

Ese mismo año de 1884 el gobierno de González publicó el nuevo Código de comercio,
que actualizó las disposiciones legales para esa actividad y dio marco legal a las
instituciones bancarias que comenzaron a surgir.

El principal cargo imputado a González durante su gobierno fue el de corrupción. Se


supone que fue auspiciado por el propio Porfirio Díaz y Manuel Romero Rubio. Según los
estudios de Francisco Bulnes, el objetivo de Díaz y Romero Rubio era, "evitar que González
le tomara gusto a la silla presidencial, y así hacer que se la devolviese a Díaz en 1884".

Cuando entregó el poder a Porfirio Díaz para que éste cumpliera su segundo mandato, fue
declarado gobernador de Guanajuato por la Legislatura de dicho estado. Fue dueño de
una hacienda de Chapingo lugar donde falleció, cumplía su tercer período consecutivo de
gobernador en ese estado, donde fue muy popular. Murió de cáncer de páncreas el 8 de
mayo de 1893 y fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres.
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Revolución Maderista

Dos días antes de la fecha señalada


para el levantamiento armado
convocado por Madero en el plan de
San Luis, en la ciudad de Puebla se
enfrentaron un grupo de maderistas
encabezados por Aquiles Serdán a
las fuerzas del gobierno. El resultado
fue dramático para la causa
revolucionaria: Aquiles y sus
hombres cayeron víctimas de la
represión porfirista.

El domingo 20 de noviembre de 1910, cerca de las 6 de la tarde, Madero cruzó la frontera


para asumir el mando de la rebelión cerca de Ciudad Porfirio Díaz (Piedras Negras) pero se
llevó una fuerte decepción al encontrar a su tío Catarino Benavides con apenas una
docena de hombres. Madero consideró que la revolución había fracasado y regresó a
Estados Unidos sin saber que varios grupos rebeldes se habían levantado en armas en los
estados del norte de la República.

Tras varios meses de espera, y luego de ver cómo se desarrollaba la revolución, finalmente
el 14 de febrero de 1911, Francisco I. Madero cruzó la frontera para ponerse al frente del
movimiento y estableció su cuartel en Guadalupe, Chih., días después avanzó sobre Villa
Ahumada. El 1 de marzo Madero llegó con su columna a San Buenaventura, Chih., ahí lo
esperaban más de 300 hombres que habían ocupado el pueblo los días anteriores. Se
organizó un mitin y Madero saludó y reconoció el patriotismo de los guerrilleros
chihuahuenses.

Los días transcurrían y era necesario dar un golpe militar que favoreciera a la revolución,
motivo por el cual, el 4 de marzo Madero se trasladó a Galeana, Chihuahua para planear el
asalto a la importante población de Casas Grandes.

El ataque de los maderistas comenzó a las 5 de la mañana. En los primeros minutos


comenzaron a tomar posiciones sobre los federales, la victoria parecía un hecho. Cerca de
las 7.15 de la mañana los federales fueron apoyados por una columna de 562 soldados
con dos morteros lo cual provocó un contra ataque en el cual los maderistas tuvieron que
retirarse. Siguió después el combate para desalojar a los maderistas de algunas casas
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situadas al sur de la población, fue necesario emplear artillería para desalojarlos de dichas
casas; el combate se concluyó después de mediodía. Los maderistas derrotados perdieron
8 carros de provisiones, tuvieron un total de 58 muertos, 41 prisioneros, perdieron 207
caballos 153 mulas, 150 monturas, 101 rifles y el propio Madero salió herido. Los
federales contaron 13 muertos y 23 heridos y la columna auxiliar 24 muertos y 37 heridos,
entre éstos el citado coronel García Cuellar. El 22 de abril de 1911, Madero y sus tropas
establecieron su cuartel general en las márgenes del Río Bravo muy cerca de Ciudad
Juárez.

Con los revolucionarios frente a Ciudad Juárez, las partes en conflicto aceptaron un
armisticio pero no se llegó a ningún arreglo. El 8 de mayo se iniciaron los primeros
combates, desde las trincheras de un bando contra otro. Ese mismo día, desobedeciendo
las órdenes de Madero, Villa y Orozco incrementaron sus ataques por el sur y el oeste de
Ciudad Juárez. Avanzaron los hombres y adelantaron las trincheras. Madero envía un
emisario con bandera blanca a la línea de fuego para que dejen de disparar sus hombres,
pues se encuentran bajo un armisticio, pero el abanderado es abatido a tiros, sin saber
quiénes le dispararon si los propios maderistas o los federales. Un mayor número de
rebeldes se va sumando al ataque y entonces empiezan a avanzar sobre la ciudad
neutralizando las trincheras construidas por los defensores, y dinamitando las casas de
adobe, obligando a los federales a responder horadando pared por pared y en tremenda
lucha cuerpo a cuerpo. Los combates se extienden hasta el día 9. Finalmente Madero
autoriza a sus hombres a lanzarse al ataque y Orozco y Villa toman finalmente Ciudad
Juárez el 10 de mayo. La caída de ciudad Juárez significó el triunfo de la revolución
maderista. El 21 de mayo de 1911 se firmaron los tratados de Ciudad Juárez que pusieron
fin al movimiento. En ellos, se acordó la renuncia del presidente Díaz y del vicepresidente
Ramón Corral, el interinato de Francisco León de la Barra, que convocaría a nuevas
elecciones y el licenciamiento (desarme) de las tropas revolucionarias.
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Decena Trágica

Se le conoce así al periodo de 10 días de


combates que sacudieron a la ciudad de
México en 1913, cuando un grupo de
rebeldes encabezados por Bernardo Reyes,
Félix Díaz y Manuel Mondragón -y parte
del ejército mexicano- derrocaron al
presidente Francisco I. Madero.

El enfrentamiento comenzó el domingo 9


de febrero cuando los sublevados intentaron tomar el Palacio Nacional pero fracasaron,
muriendo en el acto el general Bernardo Reyes. Tras el primer fracaso, Félix Díaz y Manuel
Mondragón se atrincheraron en el edificio de la Ciudadela. El presidente Madero otorgó a
Victoriano Huerta el mando del ejército para enfrentar a los rebeldes. Durante los
siguientes días, las principales calles del centro de la ciudad fueron escenario de intensos
combates, bombardeo y disparos de ambos bandos que provocaron decenas de muertos
entre la población civil.

Para evitar una epidemia, los cadáveres fueron reunidos en distintas calles y luego se les
prendió fuego, lo que daba a la ciudad un aspecto aún más siniestro. Muchos edificios
públicos, casas y embajadas sufrieron tremendos daños. Para los colaboradores cercanos
del presidente Madero resultó extraño que Huerta no pudiera derrotar a los sublevados
considerando que tenía mucho más fuerzas y mejores pertrechos de guerra, en cambio los
rebeldes no alcanzaban los 600 hombres y todos estaban atrincherados en la Ciudadela.
Como se temía, Victoriano Huerta aprovechó las circunstancias para sus propios intereses
y apoyado por el embajador estadounidense Henry Lane Wilson pactó con los rebeldes.

El 18 de febrero se consumó la traición: el presidente Madero, el vicepresidente José


María Pino Suárez, y el diputado Gustavo Madero hermano del presidente fueron
aprehendidos y los rebeldes desfilaron victoriosos por la capital.

Al caer la noche del 18 de febrero, Victoriano Huerta y Félix Díaz firmaron el pacto de la
Ciudadela, conocido también como pacto de la embajada, porque contó con el apoyo del
embajador estadounidense Henry Lane Wilson, en el cual se estipuló que Huerta asumiría
la presidencia provisional y en los siguientes meses convocaría a elecciones en las que
participaría Félix Díaz.

Sin embargo, era necesario revestir con fórmulas legales el golpe de estado. ¿Cómo
obtener las renuncias de Madero y Pino Suárez cuando estaban investidos con la voluntad
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popular? Al consumarse la traición de Huerta el 18 de febrero de 1913, el presidente y el


vicepresidente fueron confinados en la Intendencia de Palacio Nacional pero no se les veía
la menor intención de renunciar a sus cargos.

El brutal asesinato de Gustavo Madero perpetrado por instrucciones de Félix Díaz en la


Ciudadela, la madrugada del 19 de febrero, precipitó los acontecimientos. En medio del
dolor y la tragedia, la familia hizo lo posible por conservar las vidas de Madero y Pino
Suárez.

Huerta, por su parte, deseaba que el golpe de estado fuese revestido con las formas
legales necesarias para legitimar al nuevo régimen. Ambas partes sabían que para la
consecución de sus fines estaban de por medio la renuncias del presidente y del
vicepresidente. Huerta encontró en Pedro Lascuráin el personaje adecuado para concluir
su maniobra política sin mancharse las manos con un acto de ilegalidad. En su carácter de
secretario de relaciones exteriores y por mandato de ley, a Lascuráin le correspondía
tomar la presidencia en caso de ausencia o renuncia del presidente. Bajo este argumento,
Lascuráin se convirtió en el mediador para obtener el preciado documento.

Por la mañana del día 19 de febrero, un Lascuráin vacilante se presentó en Palacio para
suplicar al presidente que renunciara exigiendo garantías y se comprometió a garantizar la
seguridad de sus vidas, pero nunca le informó que su hermano Gustavo había sido
brutalmente asesinado unas horas antes.

Lascuráin ciertamente guardó las formas legales con apoyo del Congreso. Los diputados
aceptaron las renuncias de Madero y Pino Suárez y tomaron protesta al Secretario de
Relaciones como nuevo titular del poder ejecutivo quien no intentó por medio alguno,
retener el poder, lo tuvo durante 45 minutos, en los cuales nombró secretario de
gobernación a Huerta y presentó su renuncia. De esa forma, Huerta alcanzó la presidencia
y una de sus primeras medidas fue ordenar los asesinatos de Madero y Pino Suárez
ocurridos, la noche del 22 de febrero de 1913.
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Francisco Villa y Emiliano Zapata.

Emiliano Zapata

(San Miguel Anenecuilco, México, 1879 -


Morelos, 1919) Revolucionario mexicano. En
el complejo desarrollo de la Revolución
mexicana de 1910, los llamados líderes
agraristas recogieron las justas aspiraciones de
las clases rurales más humildes, que se habían
visto abocadas a la miseria por una arbitraria
política agraria que los desposeía de sus
tierras. De todos ellos, Emiliano Zapata sigue
siendo el más admirado.

Frente a la ambición sin escrúpulos o la inconsistencia ideológica de Pancho Villa o Pascual


Orozco, y frente a una idea de revolución más ligada a la guerra por el poder que a la
transformación social, Emiliano Zapata se mantuvo fiel a sus ideales de justicia y dio
absoluta prioridad a las realizaciones efectivas. Desgraciadamente, esa misma firmeza y
constancia frente a los confusos vientos revolucionarios determinaron su aislamiento en el
estado de Morelos, donde acometió fecundas reformas desde una posición de virtual
independencia que ningún gobierno podía tolerar. Su asesinato, instigado desde la
presidencia, conllevó la rápida disolución de su obra y la exaltación del líder, que entraría
en la historia como uno de los grandes mitos revolucionarios del siglo XX.

Pancho Villa

(José Doroteo Arango Arámbula, también llamado


Francisco Villa; San Juan del Río, Durango, 1878 -
Parral, Chihuahua, 1923) Revolucionario mexicano
que lideró, junto con Emiliano Zapata, el sector
agrarista de la Revolución mexicana. Campesino
pobre, huérfano y con escasa formación, cuando
estalló la Revolución de 1910 llevaba muchos años
fugitivo en las montañas a causa de un asesinato;
dedicado al bandolerismo, gozaba de admiración
y popularidad entre los campesinos por sus
acciones contra los hacendados ricos.
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Pancho Villa secundó de inmediato los planteamientos de Francisco I. Madero, que en su


Plan de San Luis llamó a alzarse en armas, el 20 de noviembre de 1910, contra el régimen
de Porfirio Díaz, prometiendo a los campesinos la devolución de las tierras injustamente
arrebatadas durante la prolongada dictadura porfirista (1876-1911), que había reprimido
duramente toda oposición política. Apodado el Centauro del Norte por sus
correligionarios, Pancho Villa contribuyó con su ejército al rápido triunfo de la Revolución,
que en apenas seis meses logró expulsar del poder y del país a Porfirio Díaz (1911).

Pese a la tibieza de sus reformas, Pancho Villa apoyó la presidencia progresista de Madero
(1911-1913) y combatió luego la dictadura contrarrevolucionaria de Victoriano Huerta
(1913-1914), al que logró derrocar en colaboración con Emiliano Zapata y con el líder
constitucionalista Venustiano Carranza. Pero después de la victoria de esta segunda
revolución, Villa y Zapata se sintieron defraudados por Carranza, y volvieron a tomar las
armas, ahora contra él. Esta vez la suerte militar no estuvo de su parte: en 1915 el general
carrancista Álvaro Obregón derrotó a los villistas, afianzando a Venustiano Carranza en la
presidencia (1915-1920).

Perdido desde entonces su poder político y militar, Villa fue asesinado en 1923; la misma
suerte había corrido, cuatro años antes, Emiliano Zapata. Pese a la justicia de sus
reivindicaciones (se calcula que, en 1910, un millar de terratenientes daba empleo a tres
millones de campesinos sin tierras), ni siquiera sus ideales sobrevivieron a su fracaso. Los
sucesivos presidentes se reclamaron herederos de la Revolución, pero Venustiano
Carranza y sus inmediatos sucesores (Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, que
dominaría la escena política hasta 1936) se limitaron a domesticarla, sin llegar nunca a
emprender una verdadera reforma agraria.

Convención de Aguascalientes 1914

El triunfo sobre la dictadura Huerta no significó la paz para la nación. Desde meses antes
de que concluyera la revolución, las relaciones entre la División del Norte al mando de
Pancho Villa y la primera jefatura de la revolución constitucionalista, en manos de
Carranza, se habían resquebrajado, y se anunciaba un enfrentamiento inminente.

Con la intención de llegar a un acuerdo entre las fuerzas revolucionarias en pugna y


alcanzar la paz, se propuso la realización de una Convención Revolucionaria en una ciudad
neutral, para lo cual fue designada la ciudad de Aguascalientes.
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El 10 de octubre de 1914, para sellar el pacto que debía surgir de las sesiones, antes de
iniciar los trabajos de la convención revolucionaria cada uno de los principales jefes Villa,
Obregón, Ángeles, Villarreal, entre otros pasaron al estrado y depositaron su firma sobre
alguna de las franjas de la bandera nacional como si con ello quisieran invocar a la Patria
para atestiguar la trascendencia del momento. Había iniciado la Soberana Convención
Revolucionaria.

Gran expectación y temor causó la presencia de los revolucionarios en Aguascalientes. Si


la ciudadanía había logrado sortear los violentos días de la revolución contra Victoriano
Huerta, la gente no estaba tan segura de salir bien librada de aquel difícil trance. No era
para menos, en ningún otro momento de la historia de Aguascalientes, como en aquellos
meses de octubre y noviembre de 1914, se podían contar tantas armas listas para ser
disparadas.

Las mujeres temían salir de sus hogares, niños y ancianos procuraban no probar su suerte
con algún soldado ebrio, las cantinas y salones se mostraban abarrotados. Cientos de
soldados ocupaban las calles, se asoleaban en las plazas y jardines esperando órdenes de
sus superiores. Algunos ejércitos se encontraban en las afueras de la ciudad, listas para
movilizarse. Los principales caudillos no se sentían más seguros.

Nada impidió que las suspicacias y la desconfianza prevalecieran durante las semanas que
duró la Convención Revolucionaria. Para nadie era un secreto que nada se lograría dentro
del teatro Morelos. El encuentro de revolucionarios en Aguascalientes sólo era el preludio
del desencuentro definitivo. En los primeros días de noviembre, cuando la Convención
designó presidente de la república al general Eulalio Gutiérrez y los revolucionarios
dejaron la ciudad, la sociedad de Aguascalientes finalmente recuperó su tranquilidad, sólo
para perderla al siguiente año, cuando la revolución comenzó a devorarse a sí misma, y el
centro del país, se convirtió en el escenario donde debían enfrentarse las dos fuerzas más
poderosas: la División del norte al mando de Pancho Villa, contra el Ejército del noroeste
comandado por Álvaro Obregón. Se aproximaban los años más desgarradores del siglo XX
mexicano. Las ambiciones políticas de los caudillos arrastraron a la revolución
constitucionalista a su fracaso. La usurpación de Huerta pronto quedó en el olvido. En el
porvenir de la Patria se divisaba nuevamente la violencia revolucionaria entre quienes
habían sido compañeros de lucha por más de un año. Las facciones en pugna comenzaban
a delinearse. A Carranza lo respaldaba la División del Noroeste comandada por el general
Obregón y la del Noreste bajo la autoridad de Pablo González. El villismo, con sus
veinticinco mil hombres, gozaba del apoyo moral de los intelectuales maderistas que
desconfiaban cada vez más de los desplantes autoritarios don Venustiano. En Morelos el
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zapatismo, siempre aislado, esperaba una oportunidad para imponer a la revolución la


bandera del plan de Ayala.

Aunque México se encontraba al borde de la guerra, nadie quería dar el primer paso. No
al menos en los momentos en que aún se festejaba la caída de Huerta. En su carácter de
Primer Jefe, Carranza convocó a una asamblea revolucionaria para limar asperezas y llegar
a un entendimiento definitivo que condujera al país hacia el sendero de la paz.

Con excepción de sus incondicionales, nadie creyó en los nuevos aires democráticos de
Carranza. No había buena fe en su convocatoria. Don Venustiano sabía que ni Villa ni
Zapata correrían el riesgo de presentarse en la capital, por lo cual la asamblea lo ratificaría
como Primer Jefe. Todo era una farsa; un engaño que se demostraba observando la lista
de revolucionarios encarcelados -Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Manuel Bonilla, entre
otros- por cuestionar la legitimidad de Carranza y criticar sus procedimientos políticos.

A instancias de otros jefes como Obregón, cuyo poder no podía ser menospreciado, la
asamblea cambió su sede y fue llevada a una ciudad neutral. A partir del 10 de octubre de
1914 iniciaron los trabajos de la Soberana Convención Revolucionaria en el teatro Morelos
de Aguascalientes. Era la última posibilidad para alcanzar la paz.

Como un acto de buena voluntad y tratando de convencer al mundo que sobre el interés
personal se levantaba el interés nacional, los principales generales estamparon sus firmas
en la bandera mexicana como si con ello invocaran a la Patria para atestiguar el doloroso
parto del cual salía la nación regenerada. Así, uno a uno, los jefes -Villa, Obregón, Ángeles,
Villarreal, entre otros- pasaron al escenario del teatro Morelos y se inclinaron frente al
pabellón tricolor extendido sobre una mesa de madera, para rubricar en alguna de sus
franjas. Por un momento los revolucionarios se llenaron de Patria.

En una de las primeras sesiones, el general Ángeles tomó la palabra para establecer que
era indispensable la presencia de todos los grupos revolucionarios en Aguascalientes; sólo
así la convención podía erigirse soberana. Pidió entonces se extendiera la invitación a las
fuerzas zapatistas para que enviaran una representación. La propuesta fue bien recibida y
el propio general Ángeles fue designado para viajar a Morelos a invitar personalmente a
Emiliano Zapata Los comisionados regresaron a la ciudad de Aguascalientes confiados en
que la presencia del zapatismo ayudaría en la consecución de la paz. En su paso por
México, Ángeles brindó asilo a José Vasconcelos que huía de la persecución carrancista
desatada en la capital en contra de los opositores de don Venustiano. El hecho, que
parecía insignificante, era reflejo de la situación nacional. El grupo carrancista no daba
muestras de querer la reconciliación.
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La Convención de Aguascalientes naufragó. Los principales jefes militares sólo buscaron


ganar tiempo para reorganizarse militarmente y tomar posiciones. Durante las sesiones
Obregón se comportó con ambigüedad, Carranza inflexible y Villa amenazador. Con la
llegada de los zapatistas –que fueron ovacionados- el discurso adquirió un tono
sentimentalista y patriotero donde se exaltaba el sufrimiento del pueblo mexicano. Y
mientras se invocaba a la Patria en la tribuna, los ejércitos se aprestaban para el combate.

El discurso zapatista terminó por imponerse. El plan de Ayala fue adoptado por un
numeroso grupo de revolucionarios; Carranza fue destituido como primer Jefe y a través
de una votación el general Eulalio Gutiérrez alcanzó la presidencia de la república. Como
era de esperarse don Venustiano no reconoció ninguno de los acuerdos alcanzados por los
convencionistas y estableció su gobierno en Veracruz. Obregón se plegó a la autoridad del
Primer Jefe y le declaró la guerra al Villismo. Veía en la influencia de Ángeles sobre Villa
una de las razones fundamentales del fracaso de la Convención: “El esfuerzo de todos los
hombres honrados, por restablecer la paz en la República acaba de declararse impotente
ante la perversidad de la trinidad maldita, que forman Ángeles, Villa y Maytorena”.

Los ejércitos de la Convención se encaminaron a la ciudad de México y en los primeros


días de diciembre Villa y Zapata –los dos caudillos más populares de la revolución- se
reunieron en Xochimilco. El 6 de diciembre, cincuenta mil hombres de ambos ejércitos
desfilaron por las calles de la capital de la república. Terminaba el año y 1915 tocaba a las
puertas de la historia nacional como el año de la devastación.

Movimiento Constitucionalista 1917

El movimiento constitucionalista fue la segunda etapa (1913-1917) de la Revolución


mexicana, dirigida por Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, entre otros.

La revolución constitucionalista surge como rechazo a la usurpación de Victoriano Huerta,


que coludido con la embajada estadounidense en México, derrocó y asesinó al presidente
Francisco I. Madero, en febrero de 1913.

Poco después surgen las diferencias entre los revolucionarios, que se dividen en dos
bandos: Emiliano Zapata y Francisco Villa (quienes apoyan al gobierno emanado de la
Convención de Aguascalientes) y Obregón y Carranza. Luego de dos años de lucha, Villa y
Zapata son vencidos y Carranza puede afianzar su gobierno.

Finalmente, la última fase de la revolución constitucionalista coincide con el Congreso


Constituyente de 1916, que reformará la constitución para incluir las demandas
revolucionarias.

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