Efectuó una introducción al documento recordando la Carta Pastoral de Mons. Pedro
Candia del 30 de diciembre de 2012. En dicha Carta se ponía de manifiesto el flagelo de la drogodependencia y sus consecuencias sobre las personas, las instituciones y la sociedad en su conjunto. Al respecto, y recordando los rasgos característicos de la pastoral castrense, acentuó la necesidad de articular la pastoral con las iniciativas emanadas de cada una de las instituciones – Fuerzas Armadas y de Seguridad – donde los capellanes desarrollan su labor de evangelización. En este sentido, el documento presentado tiene como finalidad ser una respuesta diocesana, es decir, de una comunidad particular de fe que peregrina entre los hombres y mujeres de armas, frente a la problemática de la drogodependencia, el uso y abuso de sustancias psicoactivas y la prevención de conductas de riesgo. Por ello, estos Aportes, al modo de pautas, son una contribución que se pone a disposición del ámbito castrense para sumarse a los esfuerzos institucionales que tutelan el bienestar del personal. En el caso específico de nuestro Obispado Castrense, se trata de Aportes Pastorales, íntimamente vinculados con la práctica de la evangelización, de suerte que, a partir de una evangelización integral centrada en la persona, considerada como una unidad concreta y situada – no desvinculada ni desencarnada -, se pueda recorrer un camino de concientización para encarnar el Evangelio en las diversas situaciones existenciales, contribuyendo a recuperar el sentido verdadero, profundo y religioso de la vida. De esta manera, la coherencia en el testimonio de la fe, que reclama formas concretas de mostrar la fe en su dimensión social y cultural, debe salir al cruce de la persona humana sufriente que está en el centro del planteo junto a su entorno familiar y comunitario. El ámbito de acción pastoral, a través de propuestas concretas, deberá tener como propósito la concientización, la educación y la prevención para “llegar antes” que el sufrimiento se instale en la vida de las personas. Por ello, la vigilancia evangélica, la conversión pastoral y la renovación misionera tendrán que animar el compromiso y el protagonismo de cada uno de los capellanes para profundizar en una reflexión integral que aborde tres núcleos principales: a) la prevención de las adicciones, como objetivo primordial; b) el trabajo en red, como dinámica preventiva y c) el desarrollo de liderazgos locales. A partir de esta reflexión tendrán que surgir las distintas intervenciones pastorales siguiendo como ejes estructurales: a) el ámbito familiar, b) el contexto cultural y social y c) el acompañamiento de los procesos de terapia, rehabilitación y reinserción social. Por lo tanto, desde la tarea evangelizadora propiamente dicha, estaremos en condiciones de dar una respuesta estratégica, sistemática e integral centrada en la persona humana que adquiere su dignidad en el acto creador. Siendo imagen y semejanza de quien le ha dado el ser y en él lo conserva, el hombre – actor y víctima del pecado – es invitado a volver a Cristo de quien necesita y recibe la redención. De esta manera, el anuncio del Evangelio contribuirá a reforzar los ambientes resilientes, a generar hábitos saludables y a prevenir conductas de riesgo. En este sentido, es preciso reforzar y fortalecer nuestra conciencia eclesial, pues “tenemos recursos que ofrecer a nuestros fieles, tales como el acompañamiento, la escucha, la contención, el discernimiento, la formación e instrucción y el afianzamiento de los valores y las virtudes, para llevar adelante un trabajo preventivo en coordinación con todas aquellas iniciativas que, en tal sentido, emprendan nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad.”