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CÓMO COMBATIR LA NECESIDAD DE APROBACIÓN

Reflexiones como “Lo que piensen de mí no es asunto mío”, “No permitas que el ruido de las opiniones de los
demás ahoguen tu voz interior” o “La opinión de los demás sobre ti, no tiene porque convertirse en tu realidad” ,
son música para nuestros patrones mentales. A todos nos gusta sentirnos seguros de nosotros mismos, pero ¿lo
llevamos a la práctica? ¿Vivimos realmente en consecuencia con tales pensamientos? Aquí la cosa ya empieza a
cambiar, ¿verdad? La necesidad de aprobación empieza a desarrollarse en la infancia, en el establecimiento
de vínculos afectivos con nuestra familia. Necesitamos sentir que pertenecemos al grupo, que nos aman, que
desean estar con nosotros. Podemos decir que tal necesidad es imprescindible para poder sobrevivir en los
primeros años de vida. Ahora bien, cuando llegamos a la edad adulta, que se amplían nuestras ansías de darle
sentido a nuestra vida, debemos desprendernos del sentimiento de aprobación externa y empezar a poner
atención en la aceptación de nosotros mismos, es ahí donde descubriremos nuestra esencia y por ende nuestras
capacidades y habilidades emocionales para relacionarnos con los demás sin dependencias.

A todos nos gusta gustar, valga la redundancia, que nos halaguen, caer bien, etc. El dilema empieza cuando
necesitamos de ello para sentirnos plenos. Cuando nuestro comportamiento y estado de ánimo varía en función
de las opiniones o decisiones externas, ¡Houston, tenemos un problema!.

Sabremos que nuestra necesidad de aprobación se ha convertido en patológica cuando:

1. Estando en desacuerdo con la opinión o acción de la otra persona, me callo y le muestro mi mejor cara,
con el objetivo de que no se moleste conmigo.
2. Es la opinión externa la que determina mi estado de ánimo. Me siento pletórico/a y feliz cuando recibo un
halago, mientras que la tristeza y desesperanza se apodera de mí cuando lo que percibo es una crítica.
3. No establezco límites saludables. No sé decir “no”, es decir, las necesidades del otro son más importantes
que las mías propias.
4. Me preocupo en exceso sobre la imagen que doy a los demás. La falta de seguridad en uno mismo hace
que la prioridad sea cómo el otro me ve y no cómo yo me sienta.
5. Trato de pasar desapercibido/a por el temor de recibir una crítica o ser rechazado/a, lo que me puede
llevar a un aislamiento social.
Si te identificas con alguna de estas características, no te alertes, reconocer en ti un problema es el
principio de la solución. Así que, con el objetivo de ayudarte en esta búsqueda de equilibrio y
libertad emocional, te voy a mostrar algunas pautas que puedes empezar a trabajar:

1. Aceptación. Tú eres tan importante como los demás. Nadie te conoce más que tú a ti mismo/a. Vivir de
acuerdo a tus valores te hará sentir paz interior. Ser diferente no significa que seas mejor o peor.
2. La actitud con la que enfrentes el malestar determinará tu estado de ánimo. Si bien no puedes cambiar la
percepción que otra persona tenga de ti, sí puedes cambiar la manera en que te muestras ante tal situación.
3. Toma tus propias decisiones. Si dudas de las mismas puedes ayudarte a través de la formulación de
preguntas como: ¿en base a qué estoy tomando esta decisión? ¿lo hago por mí o por los demás? ¿me siento
bien con la misma o noto que voy en contra de mi voluntad?
4. Refuerza tu autoestima. Tienes que ser tu prioridad. No se trata de un problema de ego, se trata de dar
importancia a la valoración que haces de ti mismo/a. Si tú no estás bien contigo, no lo podrás estar con los
demás. Cuando pensamos que somos personas valiosas restamos poder a la desaprobación.
5. Comprende que no puedes gustar a todo el mundo. Cada ser humano es único, con sus gustos y
preferencias, pretender agradar a todos no hará más aumentar el sentimiento de frustración en ti.
6. Que exista una desavenencia en cuanto a tus ideas o comportamientos no implica que te rechacen como
persona. Acepta el error como una posibilidad de cambio, éste no te define.

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