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Profesora: Integrante:
Thamara Salome Maryuris Matos
REDACCIÓN
Según Hilda Basulto- es una actividad comunicativa de primer orden, que implica un
estado cultural avanzado de quien la ejercita. Como no se trata de un acto cuyo dominio
se practica de manera mecánica, sino de un proceso de construcción de productos
escritos, su aprendizaje y su práctica demandan un cuidadoso proceso de elaboración
de su materia prima y de su forma de expresión o presentación por medio de textos
escritos. De esta concepción dialéctica de la escritura -que vincula el pensar con el
escribir- deriva la necesaria y estrecha relación entre contenido y forma, que todo
redactor debe valorar como prioritaria y como eje de cualquier ejercicio que se proponga
realizar. En torno a ella giran, pues, las características o cualidades de la buena
redacción.
Estilo.
Gran libertad en el orden de las palabras; posibilidad de usar el sustantivo sin ayuda de
artículos que lo determinen; posibilidad de usar el verbo sin ayuda del pronombre sujeto;
escasa contracción de artículos y preposiciones; poco uso de preposiciones vacías, y
poca frecuencia de palabras de refuerzo. La aportación mayor al idioma español es la
del habla popular.
El idioma español se caracteriza por su dinamismo, demostrado por los siguientes datos:
predominio del verbo sobre las formas nominales; decadencia de la voz pasiva, y
predominio del gerundio sobre el participio.
Son modificativos aquellos vocablos o frases breves que alteran o modifican de algún
modo el sentido del pensamiento. La mayoría de ellos son adverbios o frases
adverbiales. Dichos modificativos deben colocarse lo más cerca posible de la palabra o
frase que modifican.
La unidad de propósito significa que en todo párrafo o período -formado por una serie
de frases encadenadas- tiene que haber cierta coherencia entre la idea principal
expresada (idea matriz) y las ideas complementarias o secundarias. Deben ligarse bien
las frases para evitar confusiones.
Conviene alternar las frases cortas con las largas para que lo escrito resulte variado,
armonioso. El problema de la variedad y armonía es en realidad un problema de
puntuación y partículas.
El idioma está perdiendo elegancia y pureza por falta de precisión. Cada día se habla y
se escribe peor. Se escribe apresuradamente, sin esforzarse, sin preocuparse del léxico
o de la sintaxis. Para evitar esta falta de precisión y de elegancia en el lenguaje, uno de
los procedimientos que recomiendan los especialistas en la materia consiste en emplear
con cierta reserva las palabras fáciles. Por palabras fáciles entendemos los vocablos de
muy amplia significación, voces vagas, imprecisas, incoloras, que a fuerza de servir para
todo, terminan por no servir para nada. En el idioma también se cumple la ley física,
según la cual lo que se gana en extensión se pierde en intensidad.
Nos empieza a invadir un modo de expresión que no está de acuerdo con el genio de
nuestro idioma: el uso -mejor, abuso- de la voz pasiva. Han influido en este fenómeno
las traducciones, sobre todo las del inglés y francés. Las circunstancias de hecho
imponen la pasiva por ser desconocido el agente activo, porque existe en el que habla
un interés en ocultarlo o sencillamente por ser indiferente a los interlocutores.
Cosa es probablemente la palabra de sentido más vago, más impreciso, el vocablo más
vulgar y trivial de la lengua. Algo sólo debe usarse cuando queramos dar a la frase un
sentido indeterminado, cuando queramos mencionar algo sin precisar lo que ese algo
sea. Los pronombres demostrativos esto y eso, por influencia francesa, se nos
introducen cada vez más en nuestro idioma. Pero la frase queda más elegante, más
española, si sustituimos dichos pronombres por el relativo o por el adjetivo demostrativo
seguido de un sustantivo.
El relativo relaciona algo en la frase: sustituye a un antecedente que se une a él con una
frase de la que el propio relativo forma parte. Que y cual se refieren a personas y a
cosas; quien sólo a personas y puede ir sin antecedente. En la mayoría de los casos
equivale a un demostrativo. Que, como partícula, es invariable e insustituible. El abuso
del pronombre relativo nos puede hacer caer en el equívoco, en las incorrecciones, y es
causa de pesadez en la lectura.
El empleo juicioso de las preposiciones puede servirnos para evitar las oraciones o
frases de relativo.
Los verbos ser, estar, encontrarse, haber (impersonal) y tener son verbos fáciles, de
amplia significación, y a los que se recurre fácilmente cuando se escribe a vuela pluma.
Pueden ser reemplazados por un verbo intransitivo pronominal que sea más expresivo.
Emplearemos correctamente el verbo hacer siempre que nos refiramos a una acción
manual, de manipulación o de artesanía. El verbo poner se puede reemplazar por otros
siempre que estos verbos den más precisión a la frase. Ciertos grupos formados por el
verbo poner más una preposición y un sustantivo pueden ser reemplazados
ventajosamente por una sola palabra, un verbo transitivo. Decir y ver son también verbos
fáciles.
Hay que conectar o enlazar debidamente las distintas frases que forman un párrafo,
para evitar las alteraciones innecesarias de persona, número o tiempo verbal entre
dichas frases. En realidad, el problema que estudiamos es de concordancia sintáctica
por una parte y sentido literario de otra.
Conviene eliminar, siempre que se pueda, al principio de un escrito, el enfático yo, por
motivo de sencillez, de familiaridad con el lector. Si se suprime el pronombre, el tono
resulta más agradable para el lector. Además, haciéndolo así, somos más fieles al
espíritu y fisonomía de nuestro idioma, cuyos verbos nos dicen la persona en la
desinencia. A veces basta posponer el pronombre. Cuando se quiere evitar la petulancia
del yo se cae a veces en el formalismo del nosotros -o nos-, fórmula ésta no siempre
apropiada. Si se escribe en nombre de una institución o empresa debe emplearse
siempre la primera persona del plural. Hay un caso en el que es preceptivo usar el uno:
cuando no puede utilizarse el se impersonal ni el pasivo, caso de los verbos reflexivos.
El arte de escribir consiste, a menudo, en saber jugar con varias fórmulas posibles sin
abusar de ninguna.
La repetición de ideas hay que evitarla porque debilita el estilo. Sólo se justifica cuando
la segunda expresión sirve para modificar la primera, alterándola o corrigiéndola. Hay
que evitar los pleonasmos vulgares. Las repeticiones de ideas son legítimas cuando en
un discurso o peroración nos sirve para describir el estado de ánimo del personaje. La
repetición de palabras conviene evitarla, sobre todo, cuando dichas palabras están
demasiado próximas la una de la otra, salvo en el caso de que dichas repeticiones sirvan
para dar más fuerza o emoción a la frase. Se admiten cuando se quiere llamar la
atención sobre una idea. También puede ser necesaria la repetición cuando lo exige el
empleo inevitable de la palabra adecuada. La repetición resulta inevitable con las
palabras de uso frecuente, es decir, con las palabras accesorias (preposiciones,
conjunciones, pronombres y artículos) y con las palabras fáciles.
Para evitar repeticiones pónganse en orden las ideas antes de escribir; evítense los
detalles insignificantes, causa del estilo difuso, poco preciso; obsérvese el matiz y
a. suprímase el vocablo, b. reemplácese sin dar otro giro a la frase, c. varíese lo escrito
dando otro giro a la frase. Cuando hay que matizar una expresión, por su contenido
espiritual, no debe dejarse el escritor llevar por la fácil pendiente de la sinonimia.
Téngase presente siempre que el lenguaje es pobre, limitado, en proporción con la
riqueza infinita de los pensamientos, los sentimientos y las vivencias.
Claridad
La primera característica de la buena redacción es la claridad. Si la intención de quienes
escribimos es que nos entienda un amplio público, esto nos exige claridad en las ideas
y transparencia expositiva; es decir -como indica Gonzalo Martín Vivaldi- “visión clara
de los hechos o de las ideas y exposición neta y tersa de los mismos”
A la claridad mental o de ideas debe corresponder un lenguaje fácil, basado en palabras
transparentes y frases breves, con el firme propósito de que el pensamiento de quien
escribe llegue a la mente del lector desde la primera lectura del escrito; una relectura
obligada del mismo estaría mostrando su oscuridad o su rareza, en tanto que su
relectura voluntaria o interesada indicaría que ha resultado atractivo o importante para
el lector.
Martín Vivaldi sostiene, además, que claridad significa expresión al alcance de un
hombre de cultura media y, por tanto, quiere decir: pensamiento diáfano, conceptos bien
digeridos y exposición limpia, con sintaxis correcta y vocabulario o léxico al alcance de
la mayoría, ni preciosista ni demasiado técnico. En otras palabras, a las ideas claras
debe corresponder una construcción de la frase basada en un orden lógico y sin
palabras rebuscadas.
Por su parte, Roberto Zavala Ruíz propone como primera obligación doméstica de la
redacción “comunicar el pensamiento del autor, siguiendo un orden lógico o atendiendo
al interés psicológico que lleva a destacar algunos elementos y a iluminar a media luz.
Los sostiene que quienes mejor manejan el idioma saben que la mejor palabra es la que
entiende la mayoría; que la claridad implica el empleo de términos de uso común, y que
esto no significa emplear un lenguaje corriente en el sentido peyorativo de esta palabra.
Y aclara que, aunque los libros técnicos y científicos requieren un vocabulario propio -
una jerga conocida y reconocida por minorías-, incluso esos textos se pueden y deben
escribir con un lenguaje general, entendible para lectores medianamente instruidos.
Por supuesto, subraya, la claridad obliga a escribir oraciones claras que formarán
párrafos claros, así como a hilvanar esos párrafos de la mejor manera. A esto contribuye
- agregamos- el empleo adecuado de las expresiones de conexión lógica, que en
nuestras sesiones de aprendizaje identificamos como “frases de pegamento” porque
sirven para darle ilación y coherencia al escrito.
La claridad es la presentación de la idea completa, sin que falten los detalles necesarios
para su cabal comprensión. Conviene tratar en cada párrafo un solo asunto pues de lo
contrario se corre el riesgo de provocar dudas o malas interpretaciones. Y los párrafos,
salvo casos excepcionales, no deben exceder las 10 líneas.
Concisión
Otra obligación de la prosa, como señala Zavala Ruíz, es la concisión, virtud o cualidad
que consiste en decir lo más con lo menos, ahorrar palabras y evitar lo innecesario. El
autor nos invita, con Azorín, a no entretenernos y destaca que ser conciso exige
precisión en el lenguaje, combatir el exceso verbal y el regodeo, y acabar con las
imprecisiones “que tratan de explicar a sus amigas, las vaguedades”.
Sobre esta segunda cualidad de la buena redacción, Martín Vivaldi anota que sólo
debemos emplear aquellas palabras que sean absolutamente precisas para expresar lo
que queremos decir. Conciso no quiere decir lacónico sino denso: “estilo denso es aquél
en que cada línea, cada palabra o cada frase están preñadas de sentido. Lo contrario
es la vaguedad, la imprecisión, el exceso de palabras; lo que vulgarmente se dice
retórica”.
La falta de concisión -advierte con Albalat- es el defecto general de los que empiezan
a escribir... La concisión es cuestión de trabajo. Es preciso limpiar el estilo, cribarlo,
pasarlo por el tamíz, quitarle la paja, clalificarlo... es preciso evitar lo superfluo, la
verborrea, la redundancia, el titubeo expresivo y el añadido de ideas secundarias que
nada fortalecen a la idea matriz, sino que más bien la debilitan. La concisión, en síntesis,
genera rapidez y viveza en el estilo de nuestra redacción, mediante el empleo de verbos
activos y dinámicos.
La concisión se obtiene al expresar el mayor número de ideas con la cantidad adecuada
de palabras. No se trata del lenguaje lacónico pues el laconismo -oscuridad del sentido
por la reducción extrema del número de palabras- vicia la claridad, la precisión y la
concisión. Un escrito conciso se sirve solo de los términos necesarios para transmitir el
concepto en forma transparente y completa. Para escribir de modo conciso, debe
evitarse la palabrería ociosa, útil solo para dificultar la comprensión del mensaje. El
circunloquio es un rodeo de palabras que implica demasía. Este vicio conduce a emplear
grupos de palabras en vez de palabras únicas o grupos más simples que expresan lo
mismo. .
Originalidad
Huir de las frases triviales (poner un granito de arena, poner los puntos sobre las íes,
tomar las medidas del caso, tomar cartas en el asunto, entrarle al asunto, de cara al
siglo XXI, de una u otra manera, para nadie es un secreto.) es el mejor ejercicio para
conseguir un estilo original. La originalidad reside, sobre todo, en el modo de exponer
los conceptos. Las expresiones banales, desprovistas de originalidad, adocenan el
texto. El estilo es poco original cuando abunda en frases manoseadas, que pueden
reemplazarse por otras más propias, por la expresión genuina.
Precisión
La precisión se refiere al uso de términos correspondientes de modo exacto al
significado que se desea exponer. Un texto es preciso cuando no se puede omitir una
sola palabra sin modificarle el sentido. Para lograr la precisión, es recomendable usar
palabras concretas en vez de abstracciones (si es posible), evitar las metáforas y
suprimir términos vagos como: serie, factor, elementos, aspectos ... Además, esta
cualidad obliga a eliminar adornos superfluos y exponer la idea sin rodeos innecesarios.
La redundancia, defecto opuesto a la precisión, consiste en utilizar palabras o ideas
inútiles por estar implicadas en el significado de otras. El énfasis en el pensamiento
conduce a esta repetición. Tanto el lenguaje oral como el escrito -la prosa periodística,
por ejemplo, ofrecen muestras de usos redundantes. He aquí algunos de los más
comunes. Traficar fraudulentamente: traficar = realizar negocios ilícitos. Resumir
brevemente: resumir = repetir abreviadamente lo esencial de un asunto o materia. Erario
público = Erario es el tesoro público.
Pero, sin embargo: ambas expresan circunstancias adversativas. Los textos sobre
salud o enfermería también presentan redundancias: Seres humanos son colocados en
estas máquinas que no les dan espacio ni siquiera para un quejido de dolor. / La
investigación será el pilar fundamental. / Escribir el período de tiempo comprendido por
un turno de trabajo. / Logros alcanzados. / Muchos pacientes están lisiados o
incapacitados emocionalmente por el gran exceso del alcance de la discapacidad física.
. Un tipo casi inadvertido de redundancia, proveniente del inglés, consiste en anteponer
el artículo a un sustantivo cuando no se necesita: Este hallazgo tiene una especial
implicación .. ./ Visión futura con un pensamiento a largo plazo./ El grupo tiene una
conciencia clara de su salud sexual... Asimismo, tal adición sobra cuando,
evidentemente, el período resulta más elegante sin el artículo: Velar porque no exista la
violencia en los hogares costarricenses.
La vaguedad atenta contra la precisión y la propiedad. Se presenta al sustituir un
término preciso por otro que expresa la idea solo en forma aproximada o general. Las
palabras de género neutro (esto, eso, aquello, ello) en lugar de los vocablos exactos
acentúan la imprecisión, por lo que el lector se pregunta a qué se refieren: En todo
momento, se evitó emitir juicios negativos sobre las personas. Ello (Este cuidado)
favoreció que hablaran .. ./ ... aunque el ambiente laboral es muy estresante, los y las
profesionales en Enfermería perciben esto (esta circunstancia) como una forma de
trabajo intensa, sin reflexionar en que esto podría acarrear serias consecuencias sobre
su salud.
Además de esto. los cambios repentinos de horario generan mucho estrés ... El estilo
preciso está limpio de redundancias y aderezos estériles; se concreta a la exposición de
conceptos y detalles específicos y es contrario a las manifestaciones de sentido general
y vago que entorpecen la comprensión acertada de las ideas. Desarrollar la habilidad
para escoger vocablos precisos y usarlos es sinónimo de eficacia. Con ellos, el
destinatario puede interpretar las ideas del autor en la misma forma como este las
concibió.
Aspectos a considerar
Fondo y Forma.
Toda redacción debe girar en torno a un tema propuesto de antemano. Lo primero que
debe hacer el redactor es pensar bien y ordenar el tema, luego aclarar las ideas que
éste le sugiere.
1) El fondo de la redacción lo constituyen las ideas que utiliza el autor para desarrollar
el tema. Los aspectos de sintaxis y contenido más importantes que se deben considerar
son: la coherencia, el contenido interesante, la fundamentación de las ideas,
la concordancia, orden y precisión de las ideas, la fluidez, el mensaje efectivo y original,
el vocabulario acertado y diverso.
a) Coherencia. - Cualquiera que sea su objetivo, todo escrito debe estar organizado de
tal manera que el acomodo de las ideas en los párrafos conserve una coherencia o
unidad lógica y clara. Un texto tiene un tema general o título y que cada párrafo
desarrolla una idea central (a veces la idea se desarrolla en más de un párrafo)
relacionada con el título del texto.
La coherencia también implica unidad de estilo. Cuide esta unidad. No olvide que la
lengua es comunicación y que las cualidades fundamentales del estilo son:
- Tono adaptado al tema
- Precisión
- Claridad
- Concisión
- Sencillez
- Originalidad
f) Mensaje efectivo y original: quizás lo más difícil en una redacción sea la posibilidad
de incluir ideas originales e interesantes del autor, pues lo más frecuente es dudar de
nuestra propia capacidad para crear conceptos nuevos, que a muy pocos se les hubiera
podido ocurrido y que además, mantenga la virtud de la lógica y sentido común.
Según Sandoval (1999), los principales errores del mensaje, que se consideran de fondo
son:
2) La forma es el modo particular que el autor tiene que expresar sus ideas.
Los aspectos formales de la redacción que se deben considerar son los siguientes:
márgenes, sangrías y otros espacios, limpieza, legibilidad, ortografía, puntuación,
distribución de las ideas en párrafo y estructura adecuada del texto.
a) Los márgenes: o espacios que se pueden dejar en el escrito, pueden tener las
siguientes medidas: margen izquierdo y superior, un espacio de 4 cm., margen derecho
y margen inferior de 2.5 cm.
b) Sangrías y otros espacios: la distribución y los espacios hermosean la presentación
del texto.
- La primera cuartilla del prefacio o de cada capítulo se iniciará con un "colgado", es
decir, con espacio en blanco de 6 cm a partir del tope superior de la página.
- Con excepción de la primera, las páginas restantes se enumerarán, de preferencia
al centro inferior, en las esquinas inferior derecha, o en el ángulo superior derecho.
- El primer párrafo de cada capítulo irá junto al margen, sin sangría; pero los párrafos
restantes dejarán en el primer renglón una sangría de 5 a 7 espacios o golpes de
máquina. esta es la norma universitaria más frecuente.
- Entre un párrafo y otro se dejarán dos espacios o renglones.
c) Limpieza: así como los espacios, la limpieza agrega virtudes estéticas al aspecto
formal del texto y estimula y facilita su lectura.
g) Distribución de las ideas en párrafos y estructura adecuada del texto: "Un párrafo
para cada idea y una idea para cada párrafo" puede ser un lema al escribir. El párrafo
bien construido contiene oraciones que se relacionan con una idea central y conforma
una unidad de pensamiento que se separa de la siguiente unidad por punto y aparte. No
conviene mezclar ideas centrales en un mismo párrafo ni escribir párrafos muy cortos ni
demasiado largos.
h) Estructura adecuada del texto: los textos tienen una organización, un cuerpo, una
estructura.