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Plasticidad Cerebral
El ser humano tiene una ventaja evolutiva que otras especies no tienen, y esto es porque
nacemos con un cerebro inmaduro. Nuestro cerebro cuando nacemos es maleable,
modificable, y es aquí donde interviene la experiencia que lo moldea y que nos permite
aprender. Todo ello nos hace ser inteligentes. Esta plasticidad es máxima en los
primeros años de vida, entre 1-3 años.
La experiencia moldea las regiones sinápticas y las hace más eficientes, pero lo importante
es que estas conexiones que nos benefician se consoliden y las que no se usen se
eliminen.
Pero esta ventaja nos hace más vulnerables bajo las condiciones de estrés, maltrato,
desnutrición y/o abandono, se puede ver gravemente alterado.
Cualquier tipo de estrés produce concentraciones de hormonas de estrés
(glucocorticoides) que preparan el cuerpo para luchar o huir (es un mecanismo que permite
enfrentarnos a un mundo hostil y favorece la supervivencia).
Cuando el estrés es traumatizante, en un cerebro inmaduro (0-3 años) puede
ocasionar graves alteraciones, y el cortisol se convierte en veneno sobre las
estructuras cerebrales todavía inmaduras:
- Provoca la pérdida acelerada de neuronas en el hipocampo.
- Anormalidades en el desarrollo cerebral por alteraciones de la poda neural.
- Retrasos en el proceso de mielinización.
- La alternación de la mielina ralentiza la comunicación entre neuronas.
- Inhibe la neurogénesis , inhibe formación de nuevas neuronas.
El cerebro sigue siendo plástico durante décadas. Los niños pueden aprender, pueden
mejorar, adaptarse, aprender a querer o a ser queridos, pueden aprender a ser buenas
personas, a leer, tablas multiplicar. Con más trabajo todo se consigue.
El cerebro inmaduro
Los bebés humanos nacen más inmaduros que el resto de bebés mamíferos, y necesitan
que sus padres se ocupen de ellos durante un período de tiempo más largo (si los padres
no tienen la capacidad, solo el cuidado puede evitar el deterioro del bebé, o incluso su
muerte).
Esto es responsable del salto cualitativo que comprende el pensamiento simbólico, es
decir, el razonamiento. Además, también implica un aumento de la circunferencia craneal.
Nacer con un cerebro más evolucionando implica nacer con un cerebro inmaduro, sin
terminar de hacer, y por tanto más vulnerable a las condiciones externas.
La inmadurez implica la dependencia de los niños a la calidad, cantidad y permanencia de
los cuidadores. También necesitan que por lo menos un adulto tenga las competencias
necesarias para cuidarlo, estimularlo, protegerlo y educarlo.
Al contrario, las criaturas al tener un cerebro inmaduro están más expuestos a las
negligencias y los malos tratos en un grado mayor que si tuviesen lugar en la edad adulta,
donde la corteza cerebral estará desarrollada.
Así, un número elevado de niños y niñas adoptados manifiestan problemas de
aprendizaje en la escuela. Esto se llama déficit cognitivo acumulativo, que consiste
en que al alumno que le falten los cimientos del aprendizaje y sus resultados
escolares iran empeorado curso tras curso, por lo que es difícil alcanzar el nivel de la
clase. Es muy importante detectarlo a tiempo y ayudar; y debe de ser tratado por
psicólogos especialistas en adopción y vínculos afectivos.
¿Por qué a los niños les cuesta tanto aprender a leer o las tablas multiplicar?
Muchos padres adoptivos se encuentran con el problema de que los niños olvidan cosas
que ayer sabían. Hay algo que les impide recuperar lo aprendido, porque en algún lugar
recóndito de su cerebro o en su sistema nervioso falla en la recuperación de datos, no en
almacenamiento. El niño no lo puede remediar, y no es su culpa, si no que él es la víctima.
Una de las consecuencias del abandono físico y emocional que han sufrido nuestros niños
en sus primeros meses/años de vida es el retraso o inmadurez en el desarrollo, alterando
sistema nervioso.
La pobreza extrema y la desnutrición severa durante el embarazo y los primeros años de
vida de un niño, pueden afectar el desarrollo del cerebro. Y también, una
institucionalización prolongada carente de unos cuidados y afectos mínimos, puede
provocar desajustes e inadaptación social y afectiva.
Los neurocientíficos han podido demostrar que los factores emocionales captados por el
cerebro llegan a influir directamente tanto en el crecimiento físico como en el desarrollo
madurativo del niño.
Si los estímulos son negativos el niño puede tener un retraso en el crecimiento, una mayor
susceptibilidad a las infecciones y un retraso en las funciones cerebrales, cognitivas,
motoras y sociales.
Ahora bien, en cuanto al tamaño del hipocampo, nos preguntamos si ¿ los niños criados
con afecto tienen un hipocampo más grande? Y a esta pregunta unos investigadores de
la Universidad de Washington confirman que el amor materno protege y favorece el
desarrollo cerebral del recién nacido, en concreto en el hipocampo.
Estés mismos autores realizaron una investigación entre la relación madre/hijo tras
someterles a una situación de estrés, y llegaron a la conclusión que el hipocampo aumenta
un 10 % con respecto a los que tienen poco contacto con sus madres. Este estudio fue el
primero que relaciona el tamaño del cerebro infantil con la forma en el que el niño fue
creado; aunque se haya realizado con el 95% de madres biológicas, los investigadores
insisten que el efecto del cerebro es el mismo si es con el padre, padres adoptivos o
abuelos.
Además del maltrato infantil, el estrés también está relacionado con la densidad de
receptores de glucorticoides durante la primera infancia, que son un grupo de mensajeros
químicos cuya condición sanguínea se eleva en baja condiciones de estrés. Por lo tanto,
las regiones cerebrales más vulnerables al estrés, son las que presentan estas
condiciones:
Finalmente, no se puede olvidar que el bebé al nacer está en estado de alerta, ya que
recibe una descarga de adrenalina. Si no es calmado, la adrenalina puede provocar
destrozos en áreas inmaduras del cerebro, como por ejemplo en el hipocampo,
amígdala…
DICHOSO HIPOCAMPO
El hipocampo es una estructura encefálica muy importante, parte del sistema límbico.
Se localiza en la parte medial del lóbulo temporal.
Pese a que hablemos del hipocampo en modo singular, hay que tener en cuenta que es
una estructura par, es decir, existe uno en cada hemisferio.
Unas de las situaciones más difíciles de entender por parte de los padres y de profesores,
es la de aquellos niños adoptados que, tras aprender el nuevo idioma e iniciar la
escolarización sin grandes problemas, a medida que avanzan los cursos escolares
se van quedando rezagados. Los expertos llaman a este proceso: Déficit cognitivo
acumulativo, es decir, los niños han tenido que aprender todo tan rápido que han
dejado “huecos” por el camino.
Además, El sistema educativo coloca a los niños en el curso que le corresponde según su
fecha de nacimiento, que a su vez, es desconocida en muchos casos, y que ha sido
asignada basándose en su altura, en su físico, o estimando el tiempo que el niño lleve en
el orfanato.
En resumen, El hipocampo es crucial para la memoria, porque incluso sin que nos
demos cuenta, recibe información sobre cada experiencia que vivimos, es decir,
parece no dormir nunca.
Todas las neuronas tienden a reagruparse en circuitos neuronales, por lo tanto, cuando la
información llega a destiempo es considerada irrelevante y tiende a perderse, sin llegar a
formar parte de esos circuitos neuronales. Por eso, a la hora de aprender es fundamental
que exista una gran exactitud a la hora de transmitir la información, y la mielina juega un
papel fundamental en esto. Un cerebro con menos mielina hace que las neuronas trabajen
a otro ritmo y esto se ve muy reflejado en el ámbito escolar. En una escuela hay las
mismas normas y las mismas metas, pero los alumnos aprenden a distintas velocidades.
Por lo que, una vaina de mielina más delgada modifica la velocidad de conducción de los
impulsos y descontrola la velocidad de conducción a través de los axones. El
engrosamiento de las capas de mielina, puede hacer que la velocidad de transmisión de la
información aumente o disminuya los milisegundos necesarios para la coordinación entre
las neuronas.