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ANTENORORREGO
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HAYADELATORRE
LUISALVACASTRO
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TOR
OCTUBRE2015
Antenor Orrego:
Amauta y profeta
indoamericano
Conocimiento
Bien quisiera yo, que estas palabras mías al frente del gran libro de César Vallejo, que marca
una superación estética en la gesta literaria de América, fueran nada mas que lírico grito de
amor, tenue vibración del torbellino musical que ha suscitado siempre en mí la vida y la obra
de este hermano genial. Así debería ser, pero mi amor no fue de eludir el conocimiento.
Pienso que sólo quien comprende es el que con más veracidad ama, y que sólo quien ama es
el que más entrañablemente comprende. Hay, pues, una mayor o menor veracidad en el
amor, tanto o más que en el conocimiento que extrae para sí el máximum de comprensión
que necesita para su autor.
Una áurea mañana el niño se llena de estupor ante el sutil juego dinámico, ante los
gritos inarticulados de su muñeco. Su asombrada puerilidad toca por primera vez las
puertas del misterio. Espera que el milagro que se produce en sí mismo, el milagro de la
vida, le pueda ser revelado por esta criatura mecánica que tiene en sus manos. El futuro
hombre esgrime sus nervios, su corazón, su cerebro y su valor para lanzarse en su primera
aventura de conocimiento. ¿Por qué? gritan sus entrañas desde lo más acendrado de su ser.
Y este primer “por qué” rompe, con dolorida angustia, el desfile innumerable de “por
qués” que signan los escalones vitales del hombre, hasta el último, el de la muerte. El niño
decide destripar su muñeco. Le destripa.
Tras de haber vaciado las entrañas de trapo y de aserrín, tras de haber examinado
atentamente la arquitectura de su juguete, tras de haber apartado pieza por pieza todo el
montaje interior, tras de haber eliminado todo lo puramente formal en busca de las
esencias, el investigador se encuentra ante el primer cadáver de ilusión, ante el primer
conocimiento. Un tenue alambrillo arrollado en espiral; he aquí donde residía,
íntegramente, el secreto de la maravilla dinámica del muñeco. Esto no es vida; esto es una
mixtificación de la vida.
He aquí, a mi juicio, la posición fundamental de César Vallejo con respecto a la
poesía. Niño de prodigiosa virginidad, busca el secreto de la vida en sí misma. Ha tenido
sus muñecos en los cuales creía encontrar el principio primordial del gran arcano. Ha
descubierto que las artes no son sino versiones parciales, versiones escuetas, estilizadas del
Universo. Ha descubierto los estilos y los instrumentos para expresarlos: las técnicas.
César Vallejo esta destripando los muñecos de la retórica. Los ha destripado ya.
El poeta quiere dar una versión más directa, más caliente y cercana de la vida. El
poeta ha hecho pedazos todos los alambritos convencionales y mecánicos. Quiere encontrar
otra técnica que le permita expresar con más veracidad y lealtad su estilo de la vida. 4
La América Latina –creo yo– no asistió jamás a un caso de tal virginidad poética. Es
preciso ascender hasta Walt Whitman para sugerir, por comparación de actitudes vitales, la
puerilidad genial del poeta peruano. De esta labor ya se encargará la crítica inteligente; si
no hoy, mañana.
II
Introspección estética
El poeta quisiera vencer la trágica limitación del hombre para verter a Dios. El poeta
quisiera librarse del yugo de las técnicas para expresar el crudo temblor de la Naturaleza.
Más aún, el poeta quisiera matar el estilo para traducir la desnuda y fluida presencia del ser.
El poeta quisiera conocer sin estilo. Pero antes que poeta es hombre, y como hombre ama
también su límite. Sabe que es esta condición inexorable de su expresión, que el
conocimiento al ser expresado mata un tanto el conocimiento. Pero quiere un límite lo
menos límite posible. Pues si hay necesidad de un estilo y de una técnica, que sean lo
menos estilo y lo menos técnica.
Es así como Cesar Vallejo, por una genial y, tal vez hasta ahora, inconsciente
intuición, de lo que son en esencia las técnicas y los estilos, despoja su expresión poética de
todo asomo de retórica, por lo menos, de lo que hasta aquí se ha entendido por retórica,
para llegar a la sencillez prístina, a la pueril y edénica simplicidad del verbo. Las palabras
en su boca no están preñadas de desnudo temblor. Sus palabras no han sido dichas, acaban
de nacer. El poeta rompe a hablar, porque acaba de descubrir el verbo. Está ante la primera
mañana de la creación y apenas ha tenido tiempo de relacionar su lenguaje con el lenguaje
de los hombres. Por eso es su decir tan personal, y como prescinde de los hombres para
expresar al Hombre, su arte es ecuménico, es universal.
Los demás hombres vemos anatómicamente las cosas. Asistimos a la vida como
estudiantes de medicina ante el anfiteatro. Nuestra labor es una labor de disección.
Tenemos conocimiento de la pieza anatómica, pero no del todo vivo. Nuestro plano de
perspectiva es tan inmediato que el árbol nos oculta al bosque. Vemos los órganos de la
vista, separados, clasificados, abstraídos, pero no vemos el temblor vital que palpita en el
conjunto. En una palabra, hacemos análisis del hombre, pero no síntesis del hombre.
La pupila de este poeta percibe el panorama humano. Reconstruye lo que en
nosotros se encontraba disperso. Toma la pieza anatómica y la encaja en su lugar funcional.
Retrae hacia su origen la esencia de su ser, bastante oscurecida, chafada, desvitalizada por
su carga intelectualizada de tradición. De este modo, llega su arte a expresar al hombre
eterno y a la eternidad del hombre, pese a la ubicación local o nacional de su emoción. Su
plano de perspectiva está colocado en tal punto que le permite tener1a percepción, a la vez,
del árbol y del bosque.
El poeta asume entonces su máximo rol de humanidad, lo que equivale a su más alto
rol de expresión, lo que equivale, a su vez, a su máximo rol estético. El hombre solo
expresándose se relaciona con el mundo, se conecta con los demás hombres y es por esta
condición que alcanza su humanidad; y la estética es, a la postre, expresión. El ser
absolutamente inexpresivo no existe, es un ente de pura abstracción. Si existiera sería la
negación de toda facultad estética, de toda condición humana.
El poeta habla individualmente, particulariza el lenguaje, pero piensa, siente y habla 5
universalmente. Así es como han procedido siempre los grandes creadores. Han renovado
Antenor Orrego fue uno de los fundadores del Partido Aprista Peruano (1930), del cual se erigió en uno de
sus conductores más caracterizados, especialmente en las cruentas etapas de clandestinidad, por lo que
padeció largo tiempo en prisión (fue 8 veces encarcelado).
los lenguajes y las técnicas, pero han expresado el fondo común humano que es eterno.
Nosotros procedemos a la inversa. Particularizándolos, estrechamos, desvitalizamos nuestro
corazón y nuestro pensamiento, en cambio hablamos, nos expresamos, nos servimos de
técnicas que son universales y comunes. El creador vitaliza los lenguajes y las técnicas
particularizándolas, nosotros particularizamos y estrechamos el corazón humano
desvitalizándolo. Él hace síntesis constructiva, nosotros anatomía disgregadora. Nosotros
desarticulamos para conocer, él conoce articulando. Él acerca y conecta eslabones, nosotros
alejamos y dislocamos piezas. Él descubre y acopla identidades, nosotros acentuamos y
separamos diferencias. Para nosotros entre ser y ser, entre forma y forma hay abismos; para
él, entre ser y ser, entre forma y forma no hay sino continuidades. Nosotros percibimos los
tabiques, él percibe las trayectorias. Él mira a la Naturaleza en su integridad, que es vida;
nosotros miramos la Naturaleza en sus partes, que es muerte. Él percibe la vida trémula y
agitada, en toda su vehemencia funcional, nosotros la percibimos como clasificación, es
decir, como cadáver. Él mira al hombre en su destino, nosotros lo miramos en su anatomía
y, a lo sumo, en su fisiología. Él se siente continente del hombre, nosotros nos sentimos
contenidos del hombre. Él es causa de humanidad, nosotros células o elementos de
humanidad. Él dice: tú eres semejante a todos, nosotros decimos: tú eres distinto a todos.
Nosotros aislamos al hombre del Universo, él le liga totalmente, le hace solidario. Nosotros
particularizamos al mundo, él universaliza al hombre.
6
III
El vehículo musical
En toda expresión estética hay un quid divinum, un ritmo secreto de la entrañada
interioridad, un hábito latente que no está en la literalidad de la expresión, una ánima
ingrávida y eternizada que no está en las partes sino en el conjunto, una aureola que no
reside en la obra sino sobre o dentro de la obra, la cual no es sino la virtualidad musical de
sugerencia. Las artes todas; pintura, escultura, poesía, aspiran, en sus máximas altitudes, a
la expresión musical. Los grandes creadores solo fueron a condición de haber llegado a la
música de su arte y de su estilo.
Y es que la música es el elemento primario del universo. Es la expresión en que la
forma se desmaterializa casi totalmente. Se ha despojado de toda su carga fisiológica para
intentar una traducción más cercana y directa al corazón del hombre y del corazón del
mundo. Es la máxima potencia de estilización del universo, tanto, que a veces una sola nota
que vibra nos abre inmensas perspectivas de conocimiento y de emoción vitales. Las
mayores intuiciones, aquellas que colonizan para la conciencia extensas zonas de
pensamiento, nos asaltan como meros motivos melódicos, que el cerebro se encarga,
después de ordenarlas, de explicarlas y de hacerlas carne de verbo. Cuando las artes y los
artistas han vencido los planos inferiores de expresión llegan a un punto de intersección o
de convergencia, a un punto de abrazo, que es el ritmo. Allí se sienten semejantes; mas, se
sienten unos. Es el lazo de relación para todas las conciencias, posiblemente aún hasta para
la materia yerta que nos parece sumida en un sueño de eternidad.
Una misma sugerencia vital al ser expresada por un escultor, por un pintor, por un
pensador, por un poeta a pesar de los diversos caminos, de los diversos instrumentos que
emplean y de las diversas formas en que se concreta, alcanza un ritmo único que traduce, a
la postre, la misma esencia. Esto nos explica por qué un pensamiento, una acción, un
cuadro, una escultura, se nos presentan a veces con el mismo aire familiar, como si
procedieran del mismo punto generativo. Esto no es sino la latencia o presencia rítmica que
mora en la entraña de cada ser y de cada cosa y que constituye el ánima máter de la
ecuménica y secreta trabazón del mundo.
Pues bien, este ritmo no lo crea el artista, es una cosa dada ya, que solo reclama ser
descubierta. He aquí la más grande función del artista: descubrir el ritmo y por medio de su
arte, expresarlo. El artista no es sino un simple vehículo o conductor, el único sentido de la
palabra creación. Los ritmos de las cosas están esperando desde toda eternidad, un
revelador. Darío dijo, si mal no recuerdo, que cada cosa está aguardando su instante de
infinito. Este instante no es sino aquel en que el artista descubre el ritmo de cada cosa o de
cada ser, que, al mismo tiempo que lo relaciona con el Universo, también lo determina.
Y es tiempo de que volvamos los ojos al poeta de Trilce. ¡Cuántos “instantes de
infinito” descubiertos y colonizados ya para el espíritu humano, han establecido su morada
en el libro maravilloso llamando ojos, nervios, cerebros y corazones para que descubran a
su vez, lo que el poeta descubrió! ¡Cuántas trémulas palpitaciones de las zonas recogidas
allí para que el corazón del hombre conozca más, se descubra más y ame más! ¡Cuánta
música que dormía su sueño de eternidad, que viene a henchir de ritmo nuestra alegría y
nuestro dolor de conocimiento!
El poeta ha descubierto de nuevo la eternidad del hombre; ha descubierto los valores 7
primigenios del alma humana que son por esto mismo, los valores primigenios de la vida,
elevándolos a una extraordinaria altura metafísica. En el habla española, solamente Darío
alcanzó, en algunos instantes, en los mejores, este vuelo en que el ala a fuerza de ascender
se desdibuja y se esfuma para la pupila humana. Son los próceres Himalayas del espíritu en
que el pensamiento es metafísico, y la metafísica es trance emotivo, y el trance emotivo es
ritmo.
El poeta llega a estas regiones enteramente desnudo. Desnudo de convención y de
artificio. La veste retórica, el parámetro literario, como humilde trapillo de indigente, yace
abandonado y desgarrado, y el varón edénico presenta su carne a los besos de la luz, a los
hábitos de la noche, al temblor de las estrellas...
Y tú también, lector, vas a presentarte desnudo, abandonando tu trapillo literario,
para llegar al poeta. Si sabes algo, has como si no supieras nada; la virginidad emotiva y
rítmica de Trilce niégase a ser poseída por el presuntuoso ensorbecimiento del que “todo lo
sabe”, quiere carne pura que no esté maculada de malicia. No vayas a juzgar; anda a amar,
anda a temblar.
IV
Antenor Orrego E.
PALABRAS PROLOGALES 10
El Libro de la Nave Dorada
I. Aleluya invocativa
¡Almas tropicales, tórridas pupilas anegadas de luz, nervios templados en las fraguas del
sol, frentes erguidas hacia el combo cálido del americano cielo, pensamientos frenéticos y
caniculares que anunciáis ya el galope de la raza futura, glebas enardecidas de entrañas
pródigas y virginales, mares tibios, caldeados par el cotidiano beso solar, venid a sentir,
por milagro del arte, el jadeo de vuestro fuego, venid a palpar la recia encarnadura
luminosa y musical de vuestro Expresador. Este verbo espejea vuestra ardida maravilla;
esta voz concreta, articula en su registro vuestro cósmico mensaje, tan esperado por las
otras razas. Al fin, América, el porvenir ha cansado a los
siglos y he aquí tu hijo amasado con la ganga de tus
tierras y abrigado en lo más hondo de tu axila materna!
¡Pon la oreja atenta a los primigenios vagidos sinfónicos
de tu criatura bienamada. Esta vez el ruiseñor de la selva
ha levantado su tienda trashumante en los mástiles de las
barcas románticas y sobre los lomos de las alas
aladinescas. Simbad el Marino, que ha fatigado a la
aventura cruzando todos los caminos azules, coge la lira y
devuelve en canciones todo lo que a su corazón donóle el
trópico alucinado!
¡Este varón vertical ha nacido en donde también el
sol se verticaliza como en ninguna otra tierra. Versos
verticales lumínicos que caen desde el zenit sobre la
abatida tropa humana de otro lado del mar, angustiada y
desguarnecida, después de haberse desgarrado el
El libro de la nave dorada (1923)
Reúne poesías modernistas que costado fraterno a dentelladas feroces. Caen estas voces
Spelucín compusiera en la década zenitales como agua lustral y purificadora sobre este vil
anterior, y salieron a la luz en una rebaño sangrante que ha perdido su fe en la libertad y en
época en la que el vanguardismo ya el pensamiento, y que sólo espera el rebenque de los
había insurgido, pero pese a ello caporales del imperialismo que hacen en sí mismos la
merecieron críticas aprobatorias exaltación apoteósica de la violencia, de la espada y de
por su innegable calidad, y la fuerza!
convirtieron a su autor en el más
alto exponente del modernismo
¡Con estos heraldos radiantes entras, América
tardío en el Perú. virgen, en los senos de la historia nueva, para decir, a las
otras razas, tu mensaje de justicia, de amor, de belleza y de salvación! ¡El espíritu ha
comenzado a hablar por boca de tu raza!
¡La misma lengua que vibró de esperanza y de fe en la “Pinta” y en la “Niña”, va a
descubrir, también, la otra América que yacía sellada y hermética, acechando la explosión
de su diana!
¡Salve Mater admirabilis!
1
Este fragmento de las Palabras Prologales se publicó, asimismo, en la revista Repertorio Americano de
Costa Rica. Tomo XII, abril de 1926 págs. 88 y 89. N. del E.
verdeazulada. Los barcos no solamente han de ser vehículos de mercados y de codicias; lo
son, también, de cantos, de lágrimas, de ternuras, de pensamientos y de melancolías.
Oigamos al poeta:
que rivaliza con las mejores de Darío y que imprime a la expresión una melodía llena de
gracia. Sería cosa de nunca acabar si fuese a señalar las menudas bellezas de este verso tan
rico y tan vigoroso. Tomemos al acaso algunas.
He aquí un grito deslumbrado ante el encuentro del amor:
–1–
La leticia augural de la esperanza ilusionada rara vez se expresó con tanto acierto,
con una música interior tan original, tan personal y tan inédita como esta:
¿Recuerdas?...
¡Qué guapa la barca!
La llevó enlazada
una brisa parca
de la madrugada
Y sus tripulantes,
recios,
petulantes,
decían: ¡Nos vamos, nos vamos a la Isla Dorada!
Vocablo que se prende directamente a las cosas, vocablo recién nacido, como si
acabara de brotar del labio del hombre y que nos recuerda el imperio “reisigniano” sobre el
verbo:
Y como contraste, esta obra luminosa cual llama fulgurante que se clava a las pupilas
ávidas de luz:
Antenor Orrego
Trujillo, abril de 1926.
3
Garrido Malaver, Julio, Poesía Tres, Edit. Gráfica Labor S.A., Lima, marzo de 1988, pp.5-29. Edición
realizada por la Asesoría Cultural de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque.
para ser entera y plenamente libre”. Estas palabras quisieron ser un acicate urgente para
encender el creador ímpetu juvenil y, sobre todo, una cita de honor para hoy. Ambos
hemos concurrido con algún gajo más de vida ya vencido y con algunos pensamientos
nuevos. Ni un minuto menos, ni un minuto más: en la hora exacta, cuando la madurez
estética del poeta ha ingresado a su sazón plenaria. De estas palabras tienen que arrancar
mis actuales meditaciones sobre su obra.
En la ruta enardecida –¡ruta agónica!– de nuestras vidas, durante este tiempo,
muchas veces hemos marchado juntos, más bien, hemos sido vecinos asiduos del mismo
trajinante afán, mano a mano, con las esperanzas y las desesperanzas de la Patria. Ora,
envueltos en el oleaje encrespado y multitudinario del pueblo; ora, trenzados, a corazón
sobrado, en el hirviente dialogo y en la resonancia trepidante de la representación 24
nacional; ora, acezantes de esfuerzo y de expectativa en el vocerío de los comicios
públicos; ora, frente a frente, a dos rejas, cuyos barrotes enjaulaban nuestros pasos,
tajaban de vejamen nuestros rostros y subrayaban la trémula entraña de nuestras cuitas.
En todas estas varias situaciones, hemos ido cambiando señales, a veces furtivas y
silenciosas, de nuestra presencia fraternal. La simpatía flameante de la amistad calaba las
paredes impermeables de las celdas, –impermeables, no tanto por el material físico del
aislamiento, cuanto por la inquisición, a consigna, del carcelero– y, establecíase, luego,
un tácito ambiente de cálida comunicación que asistía y acompañaba nuestras mudas
soledades por momentos, insondables de amargura. Aún, tras las rejas, reventaban, día
tras día, los botones lucientes de su obra poética que viajaban presurosos a mi celda por
no sé qué arte taumatúrgico, inexplicable dentro de tan ceñida vigilancia. Horas llegaron
tan ancladas en fondo negro que sus versos fueron para mí la única claridad que me
llegaba de la vida en medio de la tiniebla. Versos escritos en el encalado de la pared
carcelaria con bastos trozos de carbón, únicos materiales de los que disponía el poeta
para su magnífico despliegue de canciones murales, allí donde sólo habían imperado
siempre, agazapados, los gemidos y las sombras de los desgraciados. De esta suerte, he
sido el testigo constante y fehaciente de su obra. Por eso sé que detrás, en la hondonada
densa e invisible, está el dolor agónico, las horas sanadas por la congoja; arriba, en el
vértice diáfano, visible ya para todos, está la cosecha de luz. Sé el calvario jadeante y
tenebroso que ha costado la siembra.
No conjeturo la impresión inmediata que produzcan mis palabras. Tal vez, algunos,
las crean excesivas. Así fue, exactamente, cuando hace treintaicinco años, dije lo que dije
sobre la obra de Cesar Vallejo. Recién hoy comienza a percatarse la gente –sobre todo, la
gente de letras– que entonces tuve razón. Nada parece ya excesivo ahora tratándose del
creador de Trilce. ¿Serán necesarios otros treinticinco años para que se crea lo mismo de
Garrido Malaver? Estremece pensarlo.
Según parece, la tumba ejerce sobre los peruanos un extraño sortilegio necrolátrico.
Esperan que mueran sus mejores hombres, que desciendan bajo la loza funeraria, como
briznas vencidas de la vida, que enmudezcan definitivamente, para celebrar su gloria
póstuma. Parece que el pensamiento y las obras de los vivos eminentes suscitan, en este
país, desconfianzas misteriosas. Sólo cuando el cadáver del hombre ha licenciado todas sus
palabras vivientes de revelación, de enseñanza o de belleza; cuando el cadáver ha quedado
tenso de estupor frente al augusto enigma de la muerte, entonces, rómpese el gélido
silencio con que lo circundaban mientras vivía.
Entonces, también, comienzan a florecer sobre el sepulcro las jaculatorias y las
apologías más desmesuradas y estridentes. Así ocurrió cuando Vallejo murió en Paris, un
viernes santo del cual tenía ya el recuerdo, olvidado casi, abandonado a fondo, y muerto de
silencio y... de hambre. Jamás el Perú podrá cancelar este bochorno.
Garrido ha demostrado ser, a través de su copiosa y extraordinaria producción,
enteramente libre. Como hay que requerirle a todo autentico artista. Tan libre, que ha
dejado de lado todo el florilegio poético de la mayor parte de sus contemporáneos; toda la
evanescencia trivial, todo el iridiscente y elegante parloteo de un purismo literario de
extracción europea, tan en boga hoy en el Perú. Libre, para dar una picada tan a fondo en el
abismo lejano de la vida y arrancar, desde el volcado ángulo de la sima, la estrella
fulgurante de su emoción poética.
Vallejo, también, descendió a uno de estos vértices abismales. Fue, igualmente, un
descenso a pique a esa zona animal de la angustia humana, a esa zona en que se trizan las 25
entrañas del hombre en la cuchilla abrasiva de la injusticia legalizada, del egoísmo glacial
de los privilegiados y de una época monstruosamente
deshumanizada. De esta oscuridad, extrajo el resplandor
y la hondura de su canto, hambriento de eternidad,
atenazado de criptofagia, de hambre oculta. Porque su
hambre físico y biológico no fue sino el símbolo externo,
el emblema visible, digamos, la máscara –aunque
parezca esto paradójico– de ese otro hambre interno que
residía en la raíz de su ser en el origen virginal de su
propia vida. De allí, que sus palabras nos lleguen desde
una tan remota profundidad que nos sacuden, como un
alarido desesperado del hombre.
Este otro, desciende, en la magnífica sinfonía de
este libro, hasta un estrato de la vida cósmica mucho más
lejano, hasta un paraje mucho más vertical y último del
ser del hombre. También es un hambriento angustiado
La dimensión de la piedra, obra de eternidad, mas, para hallar su propia certidumbre no
admirada de Garrido fue escrita en se detiene en el estrato animal de su angustia, sino que
1955 en Lima por Julio Garrido va mas allá, desciende a través de la perpendicular
Malaver, el prólogo escrito por su vertiginosa de la vida, hasta el estrato mineral en que
gran amigo Antenor Orrego. están asentados, como en un registro planetario de
milenios, el testimonio de su origen y su base primordial. Desciende hasta la piedra, hasta
el abismo gélido en que la vida no late, ni siquiera respira ya. Duerme un sueño gravitante
sin ensueños, duerme en los brazos absolutos de la Eternidad, de la cual aún no acaba de
desprenderse.
La angustia de este poeta es una angustia espiritual y metafísica. La angustia
lancinante del nombre ante el vacío y el terror de la Nada. No hay, de ello, precedente
alguno en lengua española, salvo el grito herido de San Juan de la Cruz; pero ese es un
grito, diríamos, dogmático, teológico, ascético. Este otro, es el grito virginal de un hombre
nuevo de América, que no ha renunciado a los esplendores de la vida y que acaba de
vislumbrar, súbitamente, la terrible realidad del ser y de la trascendencia humana, donde se
pierden las palabras por su impotencia para expresar con toda su frescura, el esplendor de
las intuiciones primigenias. El uno, habla desde la celda de un convento español,
sumergido en el yermo castellano, en que la tierra ha renunciado a todas sus galas y, por
eso, habla con un acento de inequívoca renunciación. El otro, desde el pedestal cósmico de
los Andes y desde el hermético enigma de la piedra, pero, es un acento que no renuncia a
nada, un acento de vida que lo afirma todo porque con este acento comienza una nueva
jornada humana, una nueva historia del hombre, mas alumbrada ya por el destello de la
trascendencia, como sorprendida por una iluminación inesperada y gratuita, “sorprendida
por un golpe de gracia”, dice el poeta. En América, el descubrimiento del valor humano de
la trascendencia, no es el remate espiritual de un pueblo, maduro por su larga experiencia
interior. Es el comienzo de un pueblo reciente, iluminado, desde su génesis, por una
prodigiosa experiencia trascendente, que determina una mayor apertura inicial de su
conciencia, hacia más dilatadas realidades futuras de la vida con dimensiones universales.
Este es el sentido más hondo de este gran poema de Garrido. Lo que fue un fin en Europa,
en América es un principio. El poeta siempre ha solido ser la voz que articulaba, por
adelantado, en los senos clarividentes de su emoción poética y en las imágenes diáfanas de 26
su expresión, las verdades y realidades más recónditas de su pueblo. Por esta razón se le
llamó siempre vate, el vidente, el anunciador, el zahorí de toda palingenesia.
Escuchemos algunos fragmentos de su canto:
y continúa:
¡Las formas plásticas y las otras, que creó la vida humana, prisioneras absolutas de la
piedra…! Audaz y profunda intuición, reveladora de la sabia economía de la vida cósmica.
En la piedra quedan encadenadas las imágenes de los éxitos y de las frustraciones del
hombre antiguo para que el nuevo ser humano, arrancado de la cápsula sellada y remota de
la piedra, aproveche la sabiduría de su experiencia almacenada en su entraña y continúe las
victorias anteriores, superando las caídas del hombre fenecido en los desgarrones del
tiempo para siempre muerto.
Sólo un hombre nuevo de la nueva América podía cantar así, con tal dimensión de
profundidad humana, con tan primordial hondura de la vida. Un hombre amasado en el
crisol deflagrante de este Continente, cuya vida surge de un apretado nudo de raíces
planetarias y que ha heredado, por ello, la sensibilidad vital, las intuiciones cósmicas y
telúricas del indio americano, pero que, también, posee la sensibilidad espiritual y la
experiencia alumbrada del hombre blanco en la dimensión de su trascendencia. Ningún
poeta americano, hasta ahora, trajo una expresión tan diáfana de la emoción metafísica y
trascendental del hombre. Pasma la riqueza expresiva y la ingente articulación de
imágenes y de intuiciones, sostenida a lo largo de tantas páginas, en un lenguaje tan
sencillo, tan simple y directo. Pasma que todo ello se desenvuelva alrededor de unas
cuantas realidades ontológicas, tan descarnadas, tan escuetas, tan desnudas de
presentaciones y realizaciones formales y fenoménicas. Pasma que esta riqueza se
desenvuelva alrededor de una gran imagen central, única, que incluye a todas las otras: la
imagen de la piedra.
Se necesita un coraje y una libertad, rebosantes de plenitud, para apartarse de todos
los tópicos literarios circulantes y remontar su emoción a tales niveles. La misma libertad
que necesitó Vallejo para remontar las formas retóricas de su época y lograr la versión
virginal de su alma americana con una entonación humana tan inédita y profunda, que se
convirtió en el primer mensaje universal de la Nueva América hacia el mundo. Garrido
Malaver trae el segundo mensaje universal del nuevo continente con una hondura 29
metafísica jamás alcanzada antes que él. Genial y pueril, porque solo la sensibilidad
edénica de un niño, iluminada por su asombrosa inocencia primordial, puede descubrir la
ingente vida espiritual que yace en la piedra como ensueño del infinito y como esperanza
cósmica del porvenir. ¡La planta de Anteo posándose, para elevarse, en la raíz planetaria de
la tierra!
¡Qué lejos estamos, con este poema de gran estilo, circundado, desde todos sus
costados, por los enigmas supremos de la vida; muy lejos de todo ese madrigalismo
multicolor y espejeante de nuestros poetas “puros” o de nuestros poetas “doctrinarios”.
Desde madrigalismo sensual y sexual, a ras de tierra, que viste, la mera tensión rijosa del
hombre ante la mujer, con imágenes triviales, con encajes y alamares estrujados de todas
las literaturas cosmopolitas y decadentes de esta hora de crisis mundial. Imágenes
pescadas con caña en la interlinea traducida de la peor y más desvitalizada literatura
europea. Poetas “elegantes” de salón, de tertulia académica y de “peña” literaria; poetas
de álbumes con marco dorado y de concursos con áureo estipendio. Poetas de juglaría y de
malabarismos ideológicos que no han sentido el zarpazo del cretinismo ambiente, ni el
restallante desgarrón de la miseria, ni la acometida zoológica de la fuerza, ni el
compromiso duro y quemante de una misión, de una pasión y de una convicción
histórica...!
¡Poetas que no han sufrido en ninguno de sus flancos humanos; que nunca han sido
agredidos, ni heridos, por el dolor zajante de la brutalidad, en su carne o en su espíritu!
Dolor indispensable “para recibirse de hombres”, como dijo Vallejo, ¿de dónde podían
haber sacado otra emoción y otras imágenes, que las suyas, para esa poesía de escaparate
y de bazar retóricos? Poesía ultra moderna, destilada a través de las alquitaras surrealistas,
ultraístas, expresionistas, dadaístas, abstractas, impresionistas, futuristas, puristas y
vanguardistas, le dernier cri de la mode, la última estridencia callejera y, por eso,
totalmente insignificante, sin trascendencia humana, sin pasmo de misterio, sin hambre de
eternidad que sólo se alumbra en el corazón del hombre, después de la experiencia
crepitante y pavorosa del sufrimiento, que nos descubre nuestra nada y nos sumerge en la
desesperación metafísica; después de “la noche oscura del alma, que dijo San Juan de la
Cruz.
***
Mas, antes de pasar adelante, hagamos una confrontación, que será útil, a una distancia de
casi medio siglo. La confrontación entre las técnicas y los modos de expresión de los dos
más grandes poetas que se han producido en el Perú: Cesar Vallejo y el autor de este
poema.
En Vallejo se ve, a primera vista, la pugna y el jadeo titánico contra la palabra.
Vallejo forcejea contra ese lastre muerto de la retórica, contra esa pátina inmemorial que
envuelve a la palabra gastada y, por eso, inventa, transforma el vocablo, lo crea. Tiene una
disposición prodigiosa para la troquelación de la palabra nueva porque posee, también, un
talento excepcional de intuición idiomática. Ejerce un dominio absoluto sobre el lenguaje
y, así, se explica que lo maneje con una destreza espontánea que rara vez se produce en un
escritor, en grado tan eminente. Vallejo es un renovador y un revolucionario del idioma. La
batalla estética de Vallejo es una batalla desgarrada contra los signos verbales, contra su
oxidación histórica, contra el rutinarismo consuetudinario del signo o de la cifra hablada, 30
“no hay cifra hablada que no sea espuma” dice. Quiere dar una versión virginal de la vida
y entonces acomete contra la grafía expresiva, momificada o carcomida por el orín del
hábito, contra la rutina literaria y el automatismo del lugar común retórico. Ese es su
problema estético principal. De allí, su miedo al desgaste y a la vacuidad de la palabra,
expresado algunas veces en sus escritos.
En Garrido no hay pugna, ni combate visible contra el vocablo. No hay jadeo
titánico contra la retórica. Él sabe que las palabras, aún aquellas que acaban de
troquelarse, son vasos materiales quebradizos y frágiles, canales rígidos que, para expresar
el asombro del espíritu, tienen que matarlo, de alguna manera. Sabe que las palabras son
conceptos disimulados, agazapados en la sombra, prontos a surgir por la escotilla de la
frase, creados por la mente racional del hombre para apoderarse de la maravilla
impalpable de la vida y agostarla en esquemas generales; sabe que todos los signos y las
cifras, todos los símbolos y emblemas son temporales y, por eso, asesinos de las
realidades permanentes y de toda fluencia vital, y que, cuando intentan expresarlas y
transmitirlas, las matan, vaciándolas de su esencia concreta y primigenia. Él no quiere
cifrar, ni descifrar las realidades ontológicas, porque todo lo cifrado está ya muerto,
porque todo lo descifrado ha licenciado su misterio antes, ha sido muerto previamente y es
un cadáver anticipado de la vida. De allí, que sus intuiciones metafísicas sobre el ser y la
trascendencia del hombre, y las imágenes para expresarlas, vaya a buscarlas en el ser de la
piedra, en ese estrato cósmico en que impera el silencio absoluto al que no llegaron antes
el vocerío literario, los signos, las cifras, los emblemas y los vocablos de los hombres...
El problema de expresión estética de Garrido es diferente al de Vallejo, diríamos, que
es opuesto completamente en sus medios técnicos, aunque sus objetivos últimos sean los
mismos: expresar la frescura y el estremecimiento virginales de la vida en su emoción
poética. Garrido quiere que la palabra no sea cifra muerta, ni signo rígido, ni símbolo
académico, ni referencia libresca. Él quiere que la palabra sea siempre una verdadera
criatura espontánea y viva, capaz de desplegarse en todas sus dimensiones expresivas;
quiere conservar entera su inocencia, como cuando por primera vez surgió de los labios del
hombre para articular su pasmo original ante el portento de la vida, que acababa de brotar
en la primera alborada del Universo. Por este motivo, el registro verbal de su lenguaje está
compuesto por las palabras más sencillas, ingenuas, simples y desnudas. Entonces, las
llena de pulpa primigenia, de misterio nuevo, de significación inesperada y de resonancia
vital. Las palabras de Garrido son palabras que desbordan la cifra gráfica que le asigna su
contenido, palabras que no cifran ni descifran nada sino que buscan significar, desde una
hondura casi inasequible, mucho más de lo que significaron antes. El artista ahonda el
fondo expresivo de la palabra enriqueciendo la red vital de su significado, llenándola de
resonancia hasta lograr que se desborde al exterior, que se proyecte hacia afuera y que se
derrame en luz como revelación, más allá de su cifra semántica y de su cifra gramatical y
periférica de sonido. Son palabras inocentes y profundas que no están limitadas, ni
chafadas por la paleta fonética y pictórica del diccionario. La hazaña de su genio de artista
es haber logrado que la palabra simple, sin distorsión alguna, alcance a tramitar la frescura
paradisíaca, el esplendor edénico de su emoción poética y metafísica ante el ser, el tiempo,
la trascendencia y la eternidad del hombre. Sus palabras son mensajes de revelación
porque son tan radicalmente inocentes que se acomodan a todas las múltiples dimensiones
de la realidad, como el niño, cuya alma primigenia, llega a la comprensión, a la amistad y
al amor de todos los hombres en sus diversas dimensiones vitales. Sin quererlo
deliberadamente las ha retrotraído a su sentido primordial, al amanecer semántico de su 31
cuna etimológica, de donde surge el despliegue de todas sus significaciones. Y así, llega a
una profundidad espontánea, tan grande y henchida, que la palabra se avergüenza de verse
con las enaguas de la retórica y, busca de por sí, la dimensión de su mayor desnudez, que
la vuelve traslúcida, apta para entregarse a su menester expresivo, desnudez que es,
también, la dimensión de su mayor hondura emocional y humana.
La palabra poética de Garrido se desborda de adentro hacia afuera y su dimensión
permanente no es fijarse en un significado sino convertirse a cada paso en reverberación
constante, en destello cambiante de emoción desde una zona escondida y pudorosa que no
se ve; en centella de sugerencia, de pensamiento y de emoción desde sus senos secretos,
crípticos, velados por su inocencia multidimensional. Este es el secreto de sus palabras
simples de la sabiduría inmemorial que expresan sin embargo, profundidades de vértigo.
La palabra en labios superficiales se queda a medio descubrir, con un trasfondo vago de
penumbra. Este poeta vuelca a cada instante su entraña recóndita y, así crea alrededor de
ella y, dentro de ella, una especie de atmósfera, más bien, un horizonte expresivo de
transparencia que siempre va más allá del significado preciso que le atribuye el uso
habitual. La palabra de Garrido, en realidad, no significa, ni define, sino descubre, revela,
alumbra realidades metafísicas, que se desgajan de ella, como dardos lumínicos que van a
prenderse directamente al corazón, al pensamiento, a la emoción del lector o del oyente.
De allí, que la frase de Garrido sea un apotegma epigráfico, sencillo y elíptico, a la manera
bíblica, cargado de sabiduría y de luz eterna. La frase de Vallejo es una obra maestra de
belleza verbal, una joya novísima que acaba de troquelarse en fragua de portentoso estilo.
Ambos son poetas profundos y sustantivales, diríamos, en oposición, a esa frondosidad, a
esa hojarasca adjetival de nuestros poetas folklóricos, descriptivos, madrigalescos y
ultramodernos, maestros en el ripio cabrilleante y pirotécnico que se agota calificando a las
cosas sin jamás nombrarlas.
Pero, continuemos con el tema central del poema.
La emoción del poeta ha descendido a la esquina más abismal de la vida para
encontrar el ser de la piedra anclado en el silencio de todos los silencios. En esa esquina en
que la vida yace enteramente vuelta sobre sí misma; en la que no hay otro signo de
expresión que su equilibrio integral, que no se proyecta, ni quiere proyectarse hacia
ninguna dimensión exterior que le sea extraña. Si en la tierra hay una imagen lejana de la
perfección de Dios, esta imagen no puede ser otra que la perfección de la piedra, que no
pide ni reclama nada porque se basta integralmente, en su insondable capsula interior y
sellada. La piedra es el santuario cósmico de su propia esencia. El poeta articula esta
iluminación del ser de la piedra, con estas palabras:
“La invisible fuerza que atrae a la materia
para que no se evada de la Tierra
es el dominio que la piedra tiene de sí propia,
en su estabilidad, su presencia en sí,
formando parte y totalidad de sí misma;
es el dominio que la piedra, por ser perfección absoluta,
ejerce sobre todo lo creado, capaz de alguna perfección todavía...”
Pero, el objetivo supremo del poeta es buscar el ser del hombre, porque él es, ante
todo, hombre. Su descenso no es un fin en sí mismo, no es un simple diletantismo
metafísico, sino una indagación, una sonda que lanza hacia abajo a la busca del misterio de 32
su esencia personal. Quiere una respuesta que le dé, a su angustia espiritual, el sentido
último de su origen y de su destino humano, y así exclama:
“La piedra es una espera de Dios”, dice, y en esta espera, muda en apariencia, en
cuyos flancos se ha roto el tiempo fenecido, el tiempo que transcurre, precisamente,
porque es el registro cadavérico de todos los fracasos del hombre, encuentra su revelación
suprema. La encuentra allí porque, a la vez, en el corazón de la piedra ha sido retenido el
tiempo que no trascurre, el tiempo que no ha sido frustración sino victoria del nombre,
porque le permite retornar hacia la fuente de donde partió, el tiempo presente siempre, que
no es pasado ni futuro sino el presente eterno la Eternidad. Aquí encuentra el sentido de la
trascendencia del hombre. El surgir, como un disparo de la vida desde su origen hacia la
tierra y el volver, desde ella, como un anhelo encendido, tras de la nada y de la angustia de
sus fracasos, en ascenso de vuelo, hacia su mismo origen, que es su última victoria.
Este encuentro de la eternidad como presente es el hallazgo de una de las más
profundas intuiciones y experiencias internas, a la que alcanzaron todos los místicos y
todos los grandes pensadores metafísicos de Oriente y Occidente. Siéntese el pasmo
estremecido del poeta cuando se alumbra esta revelación ante su conciencia virginal y
primigenia. Oigamos algunas de sus palabras:
Y añade:
Y esta magnífica metáfora breve, fulmínea, epigráfica, simple y elíptica, como una
sentencia del Libro de los Proverbios:
Serían interminables las citas de este género. Mejor es que el lector vaya
directamente a las páginas del libro. Quédase uno presa de estupor ante el despliegue de
una sabiduría tan honda y esencial, ante un tan ingente acervo de experiencias internas que
parecen arrancadas de los libros inmemoriales de la humanidad, de los Upanishads, del
Bagvad-Gita, de la Biblia, del libro de los Proverbios. No este poema para ser leído o
escuchado en la algarabía de los clubes, ni en el vocerío trivial de las conferencias o de las
audiciones literarias: es un verdadero libro de horas que se dirige a los escondidos
repliegues del ser humano. Un libro para leerse y meditarse, en aquellos momentos en que
el hombre se sumerge la totalidad de sí mismo, en el sagrario de su espíritu, en que busca
las respuestas esenciales a sus angustiosas y fundamentales interrogaciones. La emoción
del poeta y el destello de sus imágenes le guiarán al alumbramiento de su trascendencia, de
su eternidad y de su último destino. Aquí la poesía y el sentido religioso ingénito del
hombre están en la misma dimensión. El lector necesita ponerse en estado de gracia, como
se puso el poeta, para alcanzar la intuición iluminante de sus experiencias interiores. Sólo
de este modo entenderá y sacará fruto de esta meditación poética, que está al margen de
todo dogma y de toda confesión determinada. Si no es así, me adelanto a decirle, que no
comprenderá nada, ni extraerá provecho alguno de su lectura. No es este libro un simple
vagar estético, ni una mera rebusca de la belleza. Es una rebusca a través de la belleza, del
conocimiento trascendente del hombre. La poesía ha recuperado, en este poema, su
función suprema y excelsa de revelación. El arte es uno de los caminos hacia la Eternidad,
como lo creyeron los grandes guías espirituales de la humanidad en todas las épocas,
porque el arte es pensamiento y emoción profundos, desplegados en imágenes, henchidas
de revelación y de sabiduría primordiales.
Más, el poeta sabe, también, que la integración del ser del hombre en la tierra no se
realiza de un modo intemporal, sino, en la peripecia dramática de la historia, es decir,
dentro de una circunstancia geográfica y cronológica. Es el ser de un pueblo y de una 35
época histórica dada. Él sabe que la trascendencia del hombre sólo se revela hendiendo
transversalmente el horizonte de la historia, cortando tangencialmente el ámbito del
tiempo, como dice Jaspers. Sabe que su ser individual pertenece a otro ser más grande que
es el ser de su pueblo y a través de él se realiza. Por eso, proyecta su intuición poética
hacia el ser de América y su indagación emocional se convierte en un canto de la Nueva
América, epopeya lírica, aunque parezca paradójico.
En esta parte del poema, la sinfonía poética adquiere una amplitud humana, una
majestad y una grandeza de significación continental, que es preciso apelar a la riqueza
torrencial de la gran música orquestónica para hallarle un símil que la sugiera. Aquí se
coordinan los registros más disímiles en una gran armonía sideral y metafísica. El registro
del Ser y del Tiempo, el registro de la Trascendencia y de la Eternidad, el registro de la
Inmortalidad y de la Nada, el registro de la Cultura y de la Historia, el registro de los
vientos ululantes y la callada y majestuosa espera de los Andes, el registro múltiple del
hombre imperfecto y su anhelo de perfección como su último destino, el registro
cosmogónico del nuevo continente y su proyección histórica hacia un nuevo amanecer del
hombre. Toda esta raigambre cósmica entrelazada, unificada en un poderoso nudo
planetario que encuentra su consumación, como imagen, en la entraña silenciosa y
maternal de la piedra...
***
Esta vasta sinfonía orquestal de la piedra termina con un inesperado canto de amor, como
si fuera el cosmogónico “Cantar de los Cantares” del nuevo Mundo, pero, más inocente,
más desnudo de tremulación sensual, que el cantar bíblico. Es un epitalamio edénico,
circundado y sumergido en una atmósfera de casta y cristalina refulgencia. No hay el
menor hálito de paroxismo carnal, ni la devorante llama erótica de la embriaguez
dionisíaca. El erotismo antiguo, griego o romano, comenzaba y terminaba en el esplendor
físico del cuerpo, no tenía sino una dimensión inmediata, plástica y tangible, una
dimensión sin distancia; estaba envuelto, totalmente, en la voluptuosidad secreta de la
cubícula y de la terma y, velado, en la báquica penumbra del triclinium. Era, un amor casi
animal, a la vez epitalamio y banquete. A lo sumo, estaba envuelto en el fluido solar, en las
ondas cristalinas de la fuente y en las ráfagas acariciantes del aire en un rincón campesino.
O en la estimulante belleza de un paraje eglógico, donde sátiros y ninfas, lo acompañaban
con sus danzas y cantos orgiásticos. Era una pasión epidérmica que carecía de profundidad
cordial, de proyección emotiva y de horizonte patético de lejanía.
El amor en este poema tiene una múltiple dimensión creadora y más que contacto
inmediato y cercano, es la proyección transfigurada de los sueños creadores del hombre y 37
de la mujer, más allá de sí mismos. Él se siente el varón esencial que no agota su pasión
engendradora en el ámbito estrecho, en el contacto encapsulado de dos cuerpos sino que se
trasvasa hacia la amplitud del cosmos, y más allá aún, hasta convertirlo en el símbolo
inmediato y físico de su trascendencia. Para el griego, el más grande y fiel amor acababa
en la tumba; los amantes no se juraban jamás amor eterno porque sus almas, que eran más
bien sombras, iban a anegarse para siempre en el pozo sombrío del Hades.
Para el poeta que no cree en la muerte, que ha encontrado la certidumbre de la
eternidad y que sabe que todo es permanente expresión de luz, el amor es la suprema
dimensión del hombre, la lejana cúspide de su ser, el vértice cenital hasta donde debe
ascender transfigurado, desde los ángulos volcados y abismales de la vida, desde donde
está, al descender, se ha tornado en simas oscuras para el ojo y para el ser humano.
Entonces, el amor se convierte en nudo luminoso del Cosmos, en semilla de mundos, en
gérmenes de perfección que Dios tomará en sus manos para amasarlos en la trama de
nuevos universos. Quizás, el amor, esa esencia impalpable, fluida, etérea, condensándose,
solidificándose, en cierta manera, se hará visible y tomará cuerpo, como luz, para alumbrar
el Nuevo Tiempo que surge y el Nuevo Espacio, que será el nido de otra historia y de
criaturas más perfectas. Entonces, el hombre se convierte en la máxima potencia de su
varonía procreadora, convirtiéndose, también, en el colaborador de la Eternidad. ¡Sueños
de su Trascendencia que, tal vez, sean mañana nuevas y futuras realidades humanas...!
¡Asombra, que desde el turbio vórtice sensual y sexual del trópico, cargado de
paroxismos carnales y de espasmos eróticos desenfrenados, haya surgido la elevación, la
delicadeza, la profundidad, la cándida transparencia y el horizonte sideral amoroso de este
canto nupcial rebosante de ternura pudorosa, de castidad y de pureza humanas...!
Traigamos algunas de sus imágenes sinfónicas. Subrayo aquellas que, de pura y
sencilla profundidad, se tornan más traslúcidas que la palabra misma:
“Y de tanto buscarte,
quien sabe si se hubiera ahogado de caminos,
de soledades, de silencios, de olvidos
o habría anclado en una estrella”,
“Porque no sé si mi corazón que llevo y que me lleva
será capaz de ir a pie
hasta el manantial de mis alas que es tu ternura...”
“Porque no sé, si a costa de la piedra,
mi corazón podrá crecerte hasta los ojos...”
“Ya me habría vertido hasta lo último, como un reloj de arena,
para quedar en mí, como la ultima cáscara del vacío...”
“Amada,
en el tumulto de los días,
de las gentes,
de las cosas,
están las ruinas de la Vida
y las falsas efigies de la Muerte...
que una vez más aunque la nombre,
no existe...”
“Amada, hoy sé
que la piedra...
se abrirá como puerto libre
para que juntos, Tú y Yo, navegando
nos hagamos dueños absolutos de nosotros...”
“Yo sé...
lo inútil que resulta para el hombre
el no salirse de sí mismo,
aunque sea simplemente para romperse contra toda sombra
que le salga al paso...”
Antenor Orrego
40
PRÓLOGOS,
DISCURSOS,
ENTREVISTAS. 41
PALABRAS PROLOGALES A
EL AÑO TRÁGICO DE SERAFÍN DELMAR
Palabras prologales
Serafín Delmar recoge en este libro algunas impresiones, trazos rutilantes, vigorosos
aguafuertes, de la epopéyica insurrección civil de Trujillo. En el sentido literal y en la
interlínea trema el alma del pueblo que supo alzarse contra la última tiranía civilista. Allí
vibra, como en un diapasón espiritual, todo el vasto registro de la cólera proletaria. Vibra la
siniestra tragedia, el dolor lacerante y la lágrima viva del hombre del norte, frente a la
invasora tropelía del Imperialismo. La tragedia económica del campesino, la tragedia del
hombre de la gleba que esforzando el brazo y violentando la fatiga, de crepúsculo a
crepúsculo, no alcanza a ganar el pobre sustento cotidiano.
El autor mismo es una de las víctimas del año trágico. A través de las rejas del
Panóptico y en el diálogo celular de la prisión con algunos de los actores del drama
revolucionario, condenados como él, ha extraído la trágica angustia y la trémula ansiedad
dolorosa de aquellos días en que la metralla desgarrara a Trujillo. No es sólo el artista que
narra la escena, es, también, el hombre que siente sus flancos destrozados y sangrientos. De
allí, que este libro, escrito con toda la gallarda elegancia del artista, nos dé, también, el
sabor acre y tibio de la sangre abatida en suelo trujillano.
Estamos muy cerca de la gran epopeya civil para intentar siquiera el trazo
esquemático de su enorme significado histórico, No sólo me refiero a la cercanía
cronológica, a la perspectiva del tiempo, sino, también, y de una manera especial, a esa otra
cercanía síquica de todos aquellos que nacimos o crecimos en la heroica ciudad del norte y,
de consiguiente, fuimos, de alguna manera humildes instrumentos o vehículos de ese gran
movimiento que mañana alcanzará las proporciones de la leyenda. Otros serán los hombres
–nuestros hijos o nuestros nietos– los que tracen con línea vigorosa este primer gran
paneau de la epopeya y de la mitología de la Revolución. Nuestra estructuración emotiva
ha sido gastada y agotada por el detalle del episodio y por la grandeza abrumante de
acontecimiento, Sobre los
hombres de esta generación los
hechos inmediatos gravitarán
demasiado y de modo
ineludible. Pero, de esta tierra
abonada con tanta sangre viril,
surgirá mañana el gran 42
expresador o articulador de su
grandeza. Quizás ya esté en
camino de gloria y, acaso,
pisándonos el calcaño
retardado.
¿Anécdota novelada o
novela anecdótica? Lo cierto De izquierda a derecha: Pavletich, Carlos Manuel Cox, Magda
es que el escritor nos da a Portal, Serafín Delmar, Haya de la Torre, Enríquez y Vásquez Díaz.
través del personaje, a veces
real, a veces ficticio, grandes “manchas impresionistas” de auténtica verdad histórica. La
leyenda o la mentira empírica traducen mejor la verdad panorámica y el sentido profundo
de un acontecimiento. El personaje concreto es demasiado mezquino y carece de la fluidez
y elasticidad necesarias para expresarnos la entraña, el espíritu vivo de un hecho histórico.
Los pueblos lo saben mejor que los historiadores y, por eso, ellos mismos crean sus mitos
incaicos, aztecas o mayas, sino, también, –porque ha comenzado a crearlos– sus mitos de la
revolución.
Y porque este libro es uno de los primeros signos auténticos de la revolución es un
libro surgido de la gran masa anónima, de la gran masa oprimida y humilde, de la gran
fuerza colectiva y creadora que corre por los canales de la historia y que todo lo
transforma, lo remoza y lo renueva. El Perú, tras de un siglo de heroicidad oficial, tras de
un siglo de heroicidad apócrifa, jerárquica y civilista, se ha encontrado a sí mismo, ha
encontrado su propia, autentica y efectiva heroicidad. Ha encontrado los hilos ocultos y
hasta ahora invisibles de la intrahistoria, como diría Unamuno.
Aquí permítame el lector una anécdota personal sobre Trujillo y los departamentos
del norte.
Conversaba con un entrañable amigo de infancia y una de las personalidades más
fuertes y originales del Perú.
– Los pueblos del norte, me decía, son pueblos adormilados y pasivos. Nunca salió de
allí, a lo largo de toda nuestra historia republicana, ningún movimiento de rebeldía y,
acaso, no salga tampoco, ninguno en el porvenir.
Le repliqué, al punto, diciéndole que en Trujillo había madurado hondamente una
conciencia revolucionaria y que la primera insurrección civil del Perú contra el espíritu
colonial de la Republica se daría en los pueblos del norte y, sobre todo, en Trujillo.
Siete meses, después, mis palabras tenían plena y absoluta confirmación.
Hay en este libro ciertas páginas tan rápidas y nerviosas y que, por lo mismo,
alcanzan una fuerza esquemática extraordinaria, que la emoción se queda en grito, en gesto,
en aguda contorsión trágica. Páginas tensas y galopantes arrancadas de aquellos días
atirantados que sentían la urgencia de plasmar la epopeya.
Y digo sentían con un significado absolutamente metafórico, porque es imposible
medir, con entera conciencia, las grandes proyecciones de un hecho histórico de esta
naturaleza, que burla y rebasa todos los cálculos humanos.
El héroe de la revolución de Trujillo es el hombre de la fatalidad y del destino, como
dirían nuestros padres, que se entrega íntegro, con todas sus potencias, a las fuerzas que lo
conducen.
Marxistamente, diríamos, que es el hombre del determinismo histórico; el hombre
condicionado por las circunstancias económicas y sociales que lo rodean para ser el
instrumento de la revolución. 43
Y si quisiéramos recomponer, dialécticamente, este proceso, constataríamos:
Tesis: el agro, el campesino, el hombre de la economía rural y primitiva.
Antítesis: el ingenio, la fábrica, el industrialismo imperialista en la forma más álgida
que pudo darse entre nosotros, el hombre de la economía capitalista.
Síntesis: el hombre del porvenir y de la economía futura, el hombre de la revolución
y de la justicia social.
De este escenario el escritor ha sabido extraer la maravillosa pulsación trágica que
anima todo el libro. Emoción discriminada y recompuesta a través de una fina y delicada
sensibilidad. Porque no se trata de una fotografía mimética, de una reproducción calcada a
grosso modo de los hechos escuetos, sino de una alquitaración artística, de una
trasmutación emocional de la realidad para encontrar su sentido más profundo. En una
palabra el escritor ha puesto su temperamento en la narración; ha traducido el hecho a
través de sí mismo, impregnándole de su característica modalidad síquica. No hay otra
manera de ser artista y de ser narrador. Cuando se piensa se discrimina y se analiza; cuando
se narra se interpreta y se traduce. De otro modo el llamado mundo objetivo sería
inaccesible para nosotros porque sencillamente no lo comprenderíamos. Pensar es ordenar
el caos, estructurar u organizar lo heterogéneo; obrar es recomponer la realidad en un
sentido unitario y con un objetivo dado; narrar es estructurar y articular el significado
emotivo de un hecho o de un conjunto de hechos.
Y, ahora, dejo al lector que penetre con sus propios pasos en esta gran perspectiva
legendaria que se proyecta en un pequeño libro. No creo que después de leerlo haya algún
latinoamericano y, menos, algún peruano, con la suficiente sensibilidad histórica, que sea
indiferente a la trágica epopeya del 7 de julio, cuya grandeza palpita en estas páginas.
PRÓLOGO
Paternidad de la patria
Acontecimientos y personalidades son meros instrumentos de la historia y no la historia
misma. Ambos se suscitan, se aclaran, se definen, se influencian, se realizan, porque ambos
son órganos de una misma energía creadora. Tanto como las personalidades partean a los
hechos, éstos partean a las personalidades. Tanto como engendramos a los
acontecimientos, éstos nos engendran a nosotros. Somos a la vez filiación y paternidad,
hijos de los sucesos y padres de ellos. Procreamos y nos procrean espiritualmente. Este es
el sentido profundo de la tradición, del pasado como proyección continuadora. De esta
suerte, como ha dicho alguien, somos más padres de nuestro país y de nuestra patria que
hijos de ella. A diferencia de nuestra madre natural, nuestra madre patria crece y se
vigoriza al compás de nuestro esfuerzo, al compás de nuestro dolor y nuestro sacrificio, al
compás de nuestra responsabilidad paternal y de nuestra abnegación. El patriotismo en su
sentido más elevado no tiene otra significación que la de la persistencia por mejorar y
4
Los conceptos expuestos en el presente prólogo fueron recogidos en el libro Pueblo-Continente, previa
revisión del texto por el autor, como puede comprobarse de la lectura del capítulo 2do. de la Tercera Sección
(p.103 -135 de la 2da. edición). N. del E.
superar nuestras condiciones actuales. Aquellos que disfrutan de a patria no son hijos de
ella sino sus hijastros, hijastros del presupuesto, de sus pasiones, de sus intereses
personales, de sus vanidades y de sus odios. La patria es un proceso dialéctico en el sentido
hegeliano, es decir, un proceso móvil y progresivo, un proceso de superación vital, un
proceso de continuidad histórica, un permanente esfuerzo para vencer los elementos
negativos y ciegos que obstruyeron su renovación perenne. De allí que los más grandes y
abnegados patriotas se encuentren entre los temperamentos revolucionarios, vale decir,
entre aquellos hombres que lo sacrifican todo por ennoblecer y superar las condiciones
actuales de su país y de su raza.
El chauvinismo es un sentimiento restrictivo que arranca de los intereses creados del
ambiente. Detrás de él se emboscan las castas privilegiadas de un país que sostienen lo 45
establecido por mero instinto de lucro. Nadie amó más a Rusia, pongamos por caso, que los
que realizaron la revolución del 24 de octubre.
Acción y reacción
La nueva generación peruana ha sido actora y autora del movimiento aprista. Es el producto
de las condiciones espirituales, morales y económicas de su país y, a la vez, la energía 48
impulsora, encauzadora y directora de la nueva etapa. El determinismo histórico la ha
conformado, tanto como ella conforma y plasma los acontecimientos y los hechos. La
caducidad doctrinaria del civilismo no sólo no puede resolver ninguno de los problemas
nacionales porque tiene ante sí la fuerza dinámica del aprismo, sino porque éste ha
planteado nuevos problemas, para decirlo en una frase, porque ha planteado, desde un
punto de vista contemporáneo, el vasto problema de la evolución indoamericana. Desde
1923 Haya de la Torre habla de que ha de llegar la hora de la gran transformación. A partir
de la guerra europea, la inteligencia peruana en sus personalidades más representativas, que
figuran ahora en los cuadros militantes del Aprismo, revelan una inquietante y profunda
emoción social. El Aprismo viene a precisar, a servir como punto magnético de fuerza, a
transfundir en un vasto estremecimiento multitudinario, este nuevo estado de conciencia.
Al caudillismo militar y personalista sucede el héroe civil que es innumerable, que es la
masa misma que se deja matar heroicamente en Trujillo, que gime en las mazmorras del
Frontón, de la Intendencia y del Real Felipe, que agoniza en las selvas de Satipo y de
Madre de Dios. Nunca, creemos que la ergástula, en ningún país de América, haya
realizado una tan salvaje acción represiva. Un nuevo factor ha entrado en la historia
nacional y este factor es el pueblo que estuvo siempre desplazado de las oligarquías
civilistas.
La presencia del pueblo en la historia de mi país es la presencia de la libertad y de la
justicia. Cuando esta fuerza adquiere sus lineamientos definidos y el suficiente volumen
operativo, la transformación social llega, tiene que llegar, arrollando todos los obstáculos.
Se habla de la volubilidad de las masas en política y esta volubilidad es cierta cuando se
trata de simples turnos electorales, pero no cuando se trata de un gran movimiento
histórico, de una fe profunda en los destinos de un pueblo, de un movimiento de salvación
nacional. La mediocre miopía civilista confía demasiado en esta volubilidad de las masas
para sus propósitos de predominio y esa es su tremenda tragedia. Las castas dominantes se
encuentran ciegas y sordas ante los signos y las voces del tiempo. No ha habido caso en la
historia que la masa haya traicionado sus propios objetivos cuando ha sido consciente de
ellos y los objetivos civilistas no son precisamente los objetivos de la masa peruana. Hay
una fuerza poderosa en marcha que solamente es invisible para aquellos que están atacados
de irremediable daltonismo histórico. El civilismo peruano tiene un concepto estático de la
política y esa incomprensión o negación del dinamismo de la historia lo llevará, lo está
llevando, de modo irrecusable hacia su destrucción definitiva.
Y este despertamiento de la masa, este equipamiento ideológico y emocional para la
lucha por su liberación, esta precisión de sus objetivos históricos, ha sido la obra de la
juventud aprista. Tanto como ella es la resultante de las más hondas aspiraciones y
reivindicaciones del pueblo, es también la forjadora de su nueva conciencia.
Digestión vital
Si nos preguntamos cuál es la característica fundamental que diferencia la presente
generación de las anteriores, nos responderemos lo siguiente: en la actual generación se ha
realizado o está realizándose la asimilación, la conjugación, la digestión de dos mundos o
de dos culturas que han coexistido no solamente extrañas y aisladas, sino recíprocamente
hostiles y pugnaces. Desde los primeros días de la conquista este divorcio profundo se hace
evidente en todos los órdenes de la vida nacional y que por extensión se aplica 49
perfectamente a todos los órdenes de la vida latinoamericana. De un lado el mundo
descubierto por Colón y de otro el mundo que vino con Colón. La América autóctona y la
Europa invasora. El Perú de Atahualpa y el Méjico de Moctezuma frente a la España de
Cortés y Pizarro. Ambos eran entre sí factores excluyentes y divergentes. Ninguno de los
dos pudo asimilarse y conjugarse. Fue preciso una larga digestión de siglos para que
surgieran los órganos biológicos necesarios, capaces de transfundir en un nuevo conjunto
homogéneo y unitario estos dos elementos recíprocamente excluyentes y negativos.
En los primeros siglos tuvo que triunfar aparentemente la fuerza de las armas y de
la técnica europea. Y decimos aparentemente porque el otro mundo se mantuvo
indeclinable y señero, orgulloso de su grandeza pasada y consciente, en mayor grado de lo
que se cree, de sus propios valores culturales y espirituales. Así se estableció en nuestros
pueblos el hibridismo colonial como sistema de gobierno, como sistema político y
religioso y como realidad cultural y étnica. El criollo latinoamericano fue el producto de la
degradación de ambas culturas y de ambos órdenes espirituales y morales. Desde entonces
América fue un continente híbrido y sin valores propios, característicos y esenciales.
Ningún mensaje original fue posible que articuláramos para el mundo.
La Revolución de la Independencia fue el primer intento de revalidación del hombre
latinoamericano, pero desgraciadamente fue un intento fallido. La independencia nos trajo
meras fórmulas jurídicas y políticas, que no habíamos digerido, que no podíamos digerir y
que fueron la mera proyección mimética o de calco de los pueblos europeos, en plena
revolución liberal. Se hizo la independencia reclamándose con las frases de la revolución
francesa y acabó consolidando y afirmando el sistema feudal de la propiedad. De allí esa
monstruosa desarticulación de nuestra realidad jurídica, política, social y económica que
se prolonga hasta nuestros días. Mientras que se multiplicaban nuestras constituciones
avanzadas de un liberalismo de similor, el cacique, el gamonal y el latifundio eran las
auténticas instituciones nacionales.
El valor continental del aprismo consiste, precisamente, en haber hecho la digestión
de América; en haber refundido en su acción, en su pensamiento y en su impulso emotivo
esa intuición oscura y profunda de ser la concepción y la expresión de un nuevo y vasto
mensaje de la vida universal. América afirma en su actual revolución el propósito de
encontrarse a sí misma, de definirse en sus caracteres propios, esenciales y permanentes.
Keyserling lo llama el continente del tercer día de la creación y ciertamente de este vasto
reservorio de fuerzas primitivas y desaladas debe estructurarse una nueva expresión del
Espíritu.
Para comprender este fenómeno profundo de conjugación vital en América con toda
su precisión, basta analizar paso a paso, el pensamiento y, sobre todo, la formidable acción
operante del capitán o índice del movimiento aprista. Nos referimos a Haya de la Torre.
El equipo energético
Una empresa de cultura no puede ser ni ha sido nunca la obra de un hombre. Son precisas
múltiples capacidades para plantear, abrazar y recorrer una trayectoria. La eficiencia vital
de un movimiento se mide por su virtualidad de suscitación, de procreación y de
fecundación espiritual. Cuando un pensamiento permeabiliza las conciencias juveniles
impulsándolas a la creación, es signo cierto de que encierra dentro de sí una vigorosa
continuidad histórica. Esta tarea de fecundación la realiza el movimiento aprista en un
grado maravilloso. Lo prueba el fervor creativo de la juventud peruana de hoy. Y no la
juventud de una clase social determinada sino la juventud de todas las clases. El
despertamiento de la conciencia juvenil obrera, sobretodo, es un espectáculo de
extraordinaria fuerza emocionante. En el transcurso de tres años han surgido jefes y
conductores obreros que han demostrado en el pensamiento y en la acción una singular
capacidad operante y creativa. Esta es la mejor constatación de que nos encontramos frente
a un movimiento de larga y extensa resonancia histórica.
El autor de Síntesis Aprista es uno de los miembros juveniles de este equipo 51
energético. Su libro, obra de verdadera síntesis mental, es el libro didácticamente más
orgánico que se ha producido dentro del movimiento. Perspectiva ideológica global que
llega a su hora para trabar en un conjunto unitario, con seguro instinto pedagógico, las
bases racionales y científicas de la doctrina. Es cierto que el libro se resiente en su factura
de la vehemencia y del apresuramiento con que ha sido escrito, pero, es una
interpretación que realmente viene a traducir la formidable inquietud docente de las
nuevas generaciones peruanas.
Síntesis Aprista no requiere presentación alguna. A través de sus páginas se siente
palpitar un espíritu que ha sido ganado para la causa de la América nueva. Conciencia
despierta y vigilante que no se satisface con el solo impulso emocional del movimiento
sino que busca sustentarlo en bases racionales, precisarlo en principios ideológicos. Este
es un síntoma saludable en toda la juventud militante que en este momento realiza en el
Perú la beligerancia revolucionaria.
Estoy seguro que el libro de Saco será leído por todos los públicos de América con
creciente interés, a medida que se le conozca. Compendia en sus páginas el pensamiento de
una generación que lo ha sacrificado todo en su lucha contra las fuerzas ciegas y brutales
del continente; en su lucha epopéyica contra el caos latinoamericano que amenaza
devorarnos. Escribo estas líneas con un gran optimismo y con una fe vigorosa en el destino
futuro de nuestros pueblos. Tengo la certeza de que mañana la victoria será nuestra.
PRÓLOGO
Introducción
El compañero Oscar Idiáquez me pide unas palabras de introducción a este folleto, que
reúne algunos de los discursos más admirables del compañero Víctor Raúl Haya de la
Torre. Dos de ellos fueron pronunciados en Trujillo en medio de un ambiente de tensa y
doliente expectativa. Los vocablos del gran orador recogieron, como relicarios del
recuerdo, toda la palpitación trágica de esos días fúnebres, la integral y desgarrada angustia
de ese pueblo mártir. Los que lo oímos jamás podremos olvidar el tremendo sacudimiento
que nos estremeció a todos. Las palabras eran como saetas encendidas que surgían de los
labios del orador, que se desplegaban luego en el espacio cargándolo de eléctrica congoja y
que caían sobre los oyentes, como puntos de fuego que nos quemaban las entrañas y
reafirmaban nuestra fe. Diríase que no era un hombre corriente el que hablaba sino un
profeta que plasmaba una época. No fueron sus palabras aquellas que se las lleva
fácilmente el viento sino oraciones que forjaban realidades, verdaderas voces de conjuro,
palabras de extraordinario poder germinante que troquelaban historia. Los años que
sobrevinieron después en que se conjugaron tan dramáticas y extremas alternativas nos
están demostrando cuánta verdad hay en estas últimas frases. Arribaron días en que los 52
hombres, a cara o cruz, se jugaron su destino. Estaba transfigurado el orador y estaban
transfigurados los oyentes. Vióse en esas horas plásticamente, una poderosa acción
histórica en marcha. Horas inolvidables por la intensa emoción creadora que las envolvía.
Allí fue, literalmente, la obra del verbo humano anunciando una época nueva.
No puedo negarme a tan fraternal requerimiento porque soy el testimonio vivo y
fehaciente de esas horas estelares en que se echaron las primeras raíces del movimiento
aprista. Los que llegaron después a nuestras filas no tienen idea de la faena decisiva que
entonces se cumplió. Sin embargo, en la interlínea de las frases, en el seno escondido de
las palabras de estos discursos podrán intuir lo que ella significó para el futuro en toda su
radical trascendencia.
Estos últimos ochos años en que imperó una de las dictaduras más tenebrosas, han
dejado un vacío que es preciso colmar de alguna
manera. Durante ese lapso las recientes
generaciones de estudiantes y obreros estuvieron
desligadas de los principios doctrinarios que
informaron las bases del gran movimiento
histórico. También lo estuvieron del encendido
oleaje fraternal y emotivo que envolvió al pueblo
y que no fue sino una intensa ansiedad de
justicia, desde la cual se articularon en libros
perfectamente estructurados. De estas fuentes
primigenias los jóvenes han estado
desconectados durante este tiempo. De aquí la
necesidad imperativa de reactualizarlas por
medio de publicaciones que las difundan de
nuevo en la medida más amplia. No podrá
retomarse el hilo de la historia en toda su
fecunda integridad si las recientes generaciones
no vuelven a sentir el mismo estremecimiento
creador que sacudió a hombres y mujeres en los
Discurso de Haya de la Torre en la Plaza San días iniciales. Pues, sólo así se explica ese
Martín. coraje heroico en la lucha, ese don de sí mismos
y esa abnegada consagración a una causa grande; esa persistente vocación de sacrificio de
millares de peruanos que han hecho posible la eclosión de la nueva época histórica que ya
se alumbra.
El núcleo inicial del Aprismo se produjo en Trujillo alrededor de unos pocos
estudiantes y obreros en que se esclareció una nueva conciencia del mundo como
consecuencia de la guerra de 1914. Por consiguiente, también una nueva conciencia de la
patria. Fue un núcleo de amorosa fraternidad que abolió, desde el principio, esa irritante
diferencia de clases económicas y sociales, clima favorable para el cultivo del
resentimiento y del odio acerbo. Estudiantes y obreros se ligaron en una tarea común. Fue
una empresa generosa y positiva de redención humana y no, como se ha dicho algunas
veces, una explosión negativa de resentidos y postergados sociales. Esta última afirmación
ha sido una de las deformaciones más aviesas y torpes del oligarquismo colonial. Hay que
remarcar este hecho significativo con firme delineamiento para comprender el profundo
sentido de nuestro movimiento y su raíz más veraz y fecunda que garantiza su perennidad
y su larga proyección histórica. 53
En este núcleo inicial estuvieron Manuel Arévalo, Manuel Barreto, Luis F. Cáceres,
Oscar Idiáquez y tantos más, auténticos hijos del pueblo que sin haber pasado por colegios
superiores y universidades acrecentaron su cultura junto a sus hermanos intelectuales,
esclarecieron su juvenil conciencia y, sobre todo, ennoblecieron sus corazones en ese
estremecimiento emotivo por la salvación de su pueblo, el único que puede llevar al
hombre hasta el sacrificio. De estos nombres que acabo de subrayar, dos han muerto ya,
junto con millares de sus hermanos que los antecedieron unos y los siguieron otros en el
holocausto. Ambos murieron como auténticos héroes que entregaron, en olímpico gesto de
desprendimiento, su vida, su sangre, su juventud y su amor en oblación abnegada a su
pueblo. Ellos, sí, sellaron sus palabras de entusiasmo, de esperanza, de fe con sufrimiento
y las escribieron con su sangre que fecundó, para el heroísmo, la tierra en que nacieron.
Por eso, sus sepulcros no son ahora fosas de muerte sino urnas vibrantes de vida. No son
sarcófagos del pasado, sellados para siempre, sino lozas inmortales que se abren al futuro
como enseñanza, como prolongación de ejemplo y de historia. Sus sepulcros no encierran
una defunción definitiva destinada al olvido sino que abrigan a la vida perennizada para
que florezca en la posteridad como lumbre creadora.
DISCURSOS
Camaradas:
Una vez más voy a articular ante vosotros mi humilde palabra.
Cada día mi esperanza en vuestra grandiosa misión histórica se afinca con más fuertes, con
más entrañadas estribaciones religiosas. El trabajador representa junto con el estudiante el
elemento revelador, transformador y renovador del mundo. El obrero y el estudiante
peruano –¡oh dicha nuestra!– no están desligados de esa vasta tragedia universal que a estas
horas está consumándose en todas las latitudes de la tierra. Mientras el egoísmo
5
Publicado en el diario El Norte de Trujillo. 24 de enero de 1926, pág. 2. N. del E.
nacionalista gesticula en los histrionismos de la violencia y de la fuerza, vosotros levantáis
como bandera, turgiendo las bigornias de vuestros pechos, la más elevada, la más pura, la
más heroica emoción de la justicia histórica.
Nunca podré olvidar el consuelo que me disteis en aquellos días trágicos de 1924,
cuando la metralla perforó el pecho generoso de centenares de nuestros hermanos y cuando
las cárceles y las persecuciones gravitaban sobre todos aquellos que teníamos hambre y sed
de justicia. Entonces vi que nuestra raza amamantaba héroes, que nuestro pueblo expoliado
y sufrido era capaz de parir un continente nuevo. Entonces, también, recogido en mí
mismo, replegada mi fe, mi esperanza, mi corazón y mi cerebro, en uno de aquellos
instantes divinos de luz en que el alma cargada de tragedia constata el dolor de la injusticia,
juré consagrar toda mi vida, la significación entera de mi obra espiritual, al servicio del 54
oprimido.
No sé si mis capacidades puedan consagrarse con eficacia a este sacerdocio, pero sé
que desde entonces llevo una estrella en el alma que alumbra mis acciones; que mi vida y la
vida total del mundo tienen un sentido más profundo, más noble y más generoso.
Hay una característica que nos revela el alto grado del hombre contemporáneo. Esta
característica es su clarividencia histórica. Jamás el hombre ha estado más sumergido en la
vida global del mundo. Jamás ha sido de modo más intenso y más pleno la antena sensible
del sincronismo histórico. Este sentido luminoso de los acontecimientos y del porvenir, este
sentido de sus responsabilidades históricas es quizás el rasgo capital de su espíritu.
Pues bien, en nuestro país y en América, mientras las clases dominantes marchan
como soterradas en el pasado, el obrero y el estudiante asumen la máxima
contemporaneidad, la máxima conciencia histórica de su época.
Esta es, camaradas, nuestra salvación. Vivís en la historia y para la historia. Los
ciegos de nacimiento que no son nuestros gobernantes, nunca sabrán agradeceros lo
bastante. Las universidades populares de nuestro país con todas sus deficiencias, con todos
sus enormes vacíos, con todas sus insalvables improvisaciones, son las únicas sedes de la
conciencia histórica, de la íntima conciencia de la época.
Antes de terminar quiero que me acompañéis vosotros a rendir un homenaje al
creador de estos centros populares, al propulsor de sus actividades primeras, aquel
muchacho valeroso que apenas desprendido de los senos matemos ya tenía una amplia, una
generosa, una noble, una aguda conciencia histórica. Ya sabéis que me refiero a Víctor
Raúl Haya de la Torre.
Caso estupefaciente el de este mozo, por lo mismo que su individualidad de hoy es el
resultado de una paciente, de una fatigosa, de una dolorosa depuración. Esto en su vida es
un ejemplo de lo que puede una fuerte y una buena voluntad. Antes de librar la ruda batalla
externa contra las tinieblas, él libró en sí mismo la trágica batalla contra sus propias
tinieblas interiores. Antes de ser el conductor de los demás, él fue el conductor y el maestro
de sí mismo. Entre la sensualidad y la voluptuosidad hedonística, por un lado, y el
sacrificio, el don de sí mismo y sus responsabilidades, por otro, él supo elegir y alcanzar el
camino más áspero. Optó por el amor antes que por la voluptuosidad pero sabiendo con
entera conciencia que el amor asume enteras responsabilidades.
Camaradas, yo he visto la eclosión y el crecimiento de esta alma exasperada de
justicia. Yo he visto las siete caídas y he visto también las siete elevaciones angustiosas.
Yo he visto los desgarros lacerantes, yo he visto los sudores sangrientos, y he visto
chorrear el dolor de este corazón disputado por las fuerzas del mundo y por las fuerzas del
espíritu. Alma cargada de humanidad hasta su fondo más íntimo, alma sedienta de
ascensión que ha subido paso a paso el Calvario hasta arribar a la cima de las claridades.
Figuraos lo que sufriría y sufre esta alma en un ambiente de egoísmo reptante, en un
ambiente en que rara vez vibró la entera, la desgarrada pasión de un hombre que se entrega
a una fe. País de una cultura escéptica, irónica y desconfiada que no cree en nada ni en
nadie. Sin embargo, la pasión de Haya ha vencido; la pasión de Haya está creando una fe
colectiva, capaz de reconstruir nuestra agónica nacionalidad. Este es su mejor galardón.
Camaradas: os agradezco la benevolencia con que me habéis escuchado, con que me
escucháis en todo tiempo. De todas las satisfacciones de mi vida intelectual las más bellas,
las más puras, las más gratas a mi corazón serán siempre las que me habéis dado.
55
Un proceso de disolución
Si queremos caracterizar los últimos veinte años de la República no tenemos otra palabra a
la mano para expresar el proceso que está realizándose que la palabra disolución. Hace
veinte años que las clases dominantes están disolviéndose por su impotencia, por su
incultura, por su inmoralidad, por su ausencia absoluta de sentido político, por su
personalismo negativo y ciego. El poder ha sido en sus manos una facción, una
conspiración contra los intereses permanentes de la nacionalidad, una sedición de 56
oligarquías nepóticas y de grupos personalistas. Echad un vistazo panorámico sobre la
historia de estas dos últimas décadas y os convenceréis de la verdad de estas aserciones.
Nada se ha construido, nada se ha podido construir. Los partidos políticos no han sido
sino etiquetas de palabras que no respondieron a ninguna realidad efectiva. Carecieron
siempre de todo sentido de responsabilidad cívica. Los mismos hombres que actuaron con
Leguía o con Pardo se preparan actuar hoy con Sánchez Cerro y querrán actuar mañana con
Perico de los Palotes. Ha sido el mercenarismo político más descarado. Lo único que
persiguen es lo que el pueblo llama con una frase gráfica que no deja de tener su graciosa
intención: la teta fiscal. Hemos tenido y tenemos en nuestra política especímenes o
ejemplares zoológicos como aquel que cae siempre de pié en todos los gobiernos y, que por
consiguiente, no deja nunca de exprimir la inextinguible ubre de la hacienda pública. Y este
espécimen de parásito desvergonzado es ministro, presidente, senador, diputado, juez,
vocal y todo.
¿Dónde encontráis en nuestra vida política un solo principio director, una norma
orientadora, una sola idea puesta en acción para forjar una realidad del porvenir? Hemos
dado siempre vueltas a la misma noria y las seguiremos dando mientras las nuevas
generaciones no se decidan a intervenir activa y enérgicamente en el gobierno del país.
Cuando las clases dominantes no tienen o han perdido ya su responsabilidad histórica
asistimos al espectáculo repugnante a que estamos asistiendo estos días. Largas listas de
soplones magníficamente estipendiados, altas matronas orgullosas que vivían de la
delación, prensa degradada que cobraba el elogio, glorificaba el crimen y el robo.
Torturadores como Fernández Oliva que percibían sueldos fabulosos para acallar el grito de
justicia, pequeños tiranuelos de provincia que encanallaban a sus pies a todo un pueblo,
directores de salubridad que traficaban con la salud del ciudadano. Ningún espectáculo se
ha escatimado para nuestra vergüenza. Es preciso para encontrar algo comparable
retroceder algunos siglos hasta la Roma de la decadencia. Allí encontraréis de nuevo al
tirano glorificado sobre el dolor, el hambre y la sangre del pueblo.
No, nuestros partidos nunca han representado una conciencia responsable de la vida
política del país. Si la hubieran tenido nos hubieran ahorrado el supremo rubor de Leguía y
el leguiismo.
No opusieron ni pudieron oponer una sola resistencia. Bastó una embestida del
déspota para que estas armazones artificiales y mentirosas se desmoronaran desde sus
cimientos. Aquí cabe repetir lo que ya he dicho en otra ocasión:
“Tras un lento, angustioso y tétrico drama el país ha asomado a una especie de cima
de su historia. Drama que ha sido, más bien, un melodrama, un sainete bufo y grotesco, una
payasada clownesca. Melodrama de farándula con su tramoya, sus hilos y sus marionetes.
Ahora, lo único que precisa desear es que Leguía sea el postrer títere de esta mascarada. Lo
mejor que le puede ocurrir a Sánchez Cerro es representar a aquel personaje que sale ya sin
antifaz a la boca de escenario para decir al público: Señores, la pantomima ha terminado.
Pendientes de esta frase que se traduzca en hechos, los peruanos estamos con el oído
atento”.
Melodrama bufo, hemos dicho. Efectivamente ninguno de los partidos que actuó en
la vida del país tuvo principios, normas, orientaciones ideológicas que lo rigiera. Tuvieron
solo programas verbales sin ningún arraigo en la realidad inmediata y viva, tuvieron
bambalinas de intereses oligárquicos o de grupo, fueron en verdad, núcleos facciosos que
conspiraron siempre contra los intereses permanentes de la gran masa, es decir, del pueblo. 57
El Perú no ha pasado ni por la etapa conservadora, ni por la etapa liberal, ni aun por la
etapa capitalista dentro de sus partidos políticos. Los métodos y la táctica de la
industrialización capitalista se han establecido al margen de los partidos y por gravitación
propia de la época. La política ha sido siempre pura farsa melodramática y en el fondo del
cuadro, una tragedia de las más tétricas que registra la historia un pueblo ingenuo,
explotado, engañado, vejado y saqueado.
No hemos tenido pueblo en el sainete de la política nacional y porque no lo hemos
tenido, casi no tenemos historia. En los demás países, de un modo o de otro, parcial o
totalmente, la masa ha intervenido siempre porque sólo de su entraña se forma la historia.
De allí su vitalidad y su injerencia en el concierto del mundo. Entre nosotros ha sido
únicamente la farsa y el marionete. Por eso, Leguía no es caso aislado sino un hombre
representativo.
Hay que abrigar la esperanza que con la revolución de Arequipa acabe la mascarada y
comience el jadear de un pueblo que luche, que sufra, que ascienda y que, se supera,
mientras la farándula y los faranduleros queden postergados para siempre. Que tengamos
tragedia si se quiere entre los diversos grupos que se aprestan a la lucha política, pero ya no
una farándula de comediantes y pobres diablos que se regodean sobre la tragedia negra del
pueblo. No lo permitamos más. Leguía duró once años porque nosotros lo quisimos. Basta
ya de comediantes. Lo que necesitamos es verdadera lucha política e ideológica, lucha
ennoblecedora, fragorosa, combativa, pero lucha que cree y construya algo.
Si algo positivo ha tenido el gobierno de Leguía es hacer evidente este estado de
disolución en que se encontraban las clases dominantes, como para que todo el Perú se
percatara. Sólo en medio de una corrupción y de una inepcia general, era posible el
entronizamiento de un despotismo que hizo tabla rasa de todos los valores morales,
políticos y económicos. Las clases dominantes del Perú han estado a sueldo de Leguía y
ellas constituyeron el cerco de delación que ha mantenido en pie durante once años el
funesto régimen fenecido. Lo único organizado que había en el país es esta red subrepticia
y torva que arrojaba sus tentáculos hasta nuestros hogares mismos. La delación y el
espionaje fueron los únicos méritos que se recompensaban espléndidamente mientras los
maestros de escuela se morían de hambre.
Con los empréstitos malversados por Leguía en pagar soplones, en subvencionar
prensa mercenaria, en enriquecer a los suyos y en adjudicarse una inmensa fortuna
personal, el país queda comprometido por lo menos cincuenta años. Ha sido una batahola
de millones que han desaparecido sin provecho alguno para la colectividad. Tendremos que
trabajar y sudar hasta la angustia para pagarlos. Estamos sumidos en la miseria más
espantosa y a las puertas de la bancarrota.
El hecho mismo que el actual gobierno tenga por única plataforma política el asunto
de las sanciones a los defraudadores y que esta plataforma haya sido recibida con
beneplácito de la nación, está demostrando a las claras la magnitud de la ignominia
leguiista. El pueblo quiere que se juzgue y que se castigue a los culpables.
La creación de un tribunal especial de sanción, aparte de los tribunales ordinarios,
demuestra que la corrupción ha sido tan general y tan grave que era preciso la institución de
un organismo excepcional.
La presencia del tribunal de sanción en nuestro país es la prueba más evidente de la
corrupción de las clases directoras. El pueblo no confiará ya más en ellas y siente la
necesidad urgente y salvadora que otros hombres, aquellos que no estén manchados ni
corrompidos, tomen en sus manos las riendas del poder público. 58
Compañeros:
He aquí un esquema que a mi juicio sintetiza las aspiraciones de la gran masa peruana en
este momento y dentro del cual cabe todo el plan constructivo de las nuevas generaciones
que, desde hace diez años, vienen despertando y agitando la conciencia colectiva. Este
esquema, a la vez que nos hace ingresar al espíritu de la época, nos hace asumir en
plenitud nuestras responsabilidades históricas frente al presente y al porvenir. Contra este
esquema no cabe sino la oposición del pasado y el pasado ya hemos visto lo que es por
dolorosa experiencia. Nada tenemos que conservar en el país porque nada positivo se ha
hecho. Estamos gestando, debemos gestar la criatura de mañana: potente, alegre, justiciera,
vigorosa y sana.
Compañeros: saludemos al porvenir que ya llega y que solo llegará para nosotros en
la medida en que seamos conscientes de su llegada. Entonces nuestros hijos ya no comerán
el pan amargo que hemos comido nosotros y ya no se teñirán sus mejillas con la vergüenza
con que se han teñido las nuestras. Viviremos en un país libre y con hombres libres.
Yo sé que con mis palabras he traducido, bien o mal, las íntimas reivindicaciones
vuestras. El proletario y las clases medias son las únicas fuerzas sanas y las únicas que son
capaces de transformar el país. Vamos decididamente a esta transformación, no lo dudemos
un instante, porque entonces volverá a entronizarse el crimen, el robo y la explotación. Que
nuestros hijos no nos echen en cara mañana la acusación de que no supimos estar a la altura
de nuestro dolor y de nuestro sacrificio.
¡Compañeros en vuestras manos está el Perú nuevo!
CONFERENCIA
SOBRE DON MANUEL GONZALEZ PRADA6
APRA ofrece a sus lectores algunos fragmentos de la conferencia que el pensador trujillano
Antenor Orrego ofreciera en 1926 al pueblo de Otuzco, con motivo de la inauguración de la
6
Publicada en la revista Apra, N° 5,1 Época, noviembre 1930.
Universidad Popular González Prada. La acción represiva de las autoridades leguiistas
impidió que este hermoso trabajo fuera publicado en su oportunidad. APRA cumple con
darlo a conocer a sus lectores.
Compañeros:
El ala egregia de un pensamiento superior bate el aire esta noche. Por gracia del espíritu va
a incorporarse en sutil esencia viva, en potencial fuerza contagiante.
La sombra luminosa del maestro nos auspicia, la acción abnegada y generosa del
apóstol nos enseña un camino y nos impone un deber. Por primera vez la paloma
evangélica del espíritu, el pentecostés ardido de la gracia desciende sobre el Perú encarnado
en un hombre puro, de una pura y esclarecida espiritualidad humana. 60
Hombre nacido en una tierra de molicie, en posesión de todos los atributos efímeros:
la hermosura corporal, la riqueza, la salud, la
virilidad, crecido y educado en la capital fastuosa del
mítico El dorado suramericano, cuando vertíanse a
torrentes las millonadas corruptoras del guano y del
salitre; cuando ministros y áulicos de todo género
cotizábanse a precios excesivos. Hombre nacido para
el placer de la vida, mejor dicho, para el abuso y el
desgaste hedonístico de la vida, única concepción de
la existencia que suele alcanzar el muelle criollo
tropical cuando no es enteramente estúpido y
degenerado. Hombre rodeado de tantas circunstancias
envilecedoras que gravitaban tremendamente sobre
sus espaldas, llega, ante el pasmo de su ambiente
corrompido, a una cima ética insólita e inaudita en
una tierra en que cada mínimo talento no servía sino
para ofrecerse en el mercado de las cotizaciones
públicas.
Este hombre llega a la dignidad humana y, por
ende, a la renuncia de todas las apetencias del poder y
de la vanidad personal que entonces constituían y
constituyen ahora la impúdica y loca zarabanda Manuel González Prada (1844-1918),
republicana. gran espíritu anticlerical e iconoclasta,
Este hombre, ya lo sabéis bastante vosotros, se nació en Lima, en el seno de una familia
llamó mientras alentaba en vida corporal: Don aristocrática, tradicional y católica.
Manuel González Prada. No le extirpemos el don,
este estrambote pomposo que lo lleva tanto canalla dorado; llamémosle así porque en el
Perú es el único don que corresponde a una auténtica y enérgica virtud.
Trataré de sugerir en unos cuantos negativos la figura espiritual de este hombre, cuya
obra comienza a fructificar, precisamente, cuando la mayor parte la creía o la cree
fracasada y estéril.
El agitador ideológico
Para el burgués satisfecho y rutinario, para la colectividad asentada sobre la mentira y la
injusticia social nada hay más peligroso que el pensamiento. Pensar equivale a destruir la
iniquidad, a desconocer el antifaz del prejuicio y de la convención, a minar la simulación
jurídica, intelectual y ética que sostiene el privilegio. Los que viven y medran al amparo de
la mentira por fuerza tienen que temer al pensamiento. La razón es la suprema arma
destructora del hábito. Destruye iluminando, desquicia denunciando la mentira.
Para desdicha nuestra, el hombre es un animal de costumbre. Las convulsiones
históricas se explican fácilmente por su pureza para repensar lo que se le da como verdad
inconcusa, cerrada y definitiva. Detrás de los prejuicios ancestrales que hereda de
generación en generación no se ve sino el caos. Si no tuviera el pensamiento nuevo que lo
dinamiza aceptaría la esclavitud y el sometimiento sempiterno. Se acostumbra a ser sin
protesta la víctima de los más violentos. 61
Cuando la manumisión de los esclavos el liberto se dolía, por lo general, de su nueva
condición y habría vuelto por su gusto al látigo cruel del caporal que a cada fustazo hacían
brotar la sangre de su carne miserable. ¿Cómo se explicaría de otro modo la despótica
esclavitud antigua que duró milenios y cómo la esclavitud moderna que dura ya siglos y
que encuentra defensores hasta en los mismos obreros que la sufren en carne viva? La más
desoladora degradación del hombre no es tanto que tenga que sufrir la injusticia porque
todos la sufrimos de alguna manera. Lo más degradante es que el hombre se acostumbre, se
resigne de buen grado a ser víctima servil y perdurable de la violencia hecha hábito, ley
vigente o norma ética.
A pesar de todo el pensamiento es contagiante; se propaga y deflagra con una rapidez
y eficacia salvadoras. La libertad se genera sólo por gracia de su presencia. En todas las
épocas y en todos los pueblos surgen ciertos hombres que vienen a cumplir la gran función
vital de pensar y hacer pensar. Cuando, por un colapso frecuente ellos faltan, las sociedades
se anemizan en la injusticia y en la rutina, y acaban por desintegrarse fatalmente en el caos.
Prada aparece en un momento en que la rutina, la iniquidad y la mentira coloniales no
habían hecho sino trocarse en careta republicana y democrática. Pomposas constituciones
teóricas unas tras otras no hacían otra cosa que amparar el privilegio feudal de la conquista.
El caudillaje militar y civil asaltaba el poder, no en nombre de un principio político, sino en
nombre de un capricho o de una violencia opuesta a otra violencia. Una oligarquía ávida
había centralizado todo en sus manos. El oro extranjero derramábase pródigamente
cotizando ministerios y parlamentos. Se enajenaban las riquezas nacionales sin escrúpulo
alguno. La política en el Perú salvo raros casos no ha tenido nunca otro sentido que el de
locupletarse con el dinero fiscal o con los sobornos del extranjero. La gran batahola
corruptora del dinero que no respetaba ni talentos, ni virtudes, ni capacidades. Todo se
sometía a su influencia envilecedora.
El clero, por otra parte, adormecía la mentalidad popular, para sostener sus
privilegios. El Perú era una inmensa feligresía que pagaba bien la congrua sacerdotal. En
simples aldeas los párrocos en poco tiempo improvisaban fortunas. Las familias más
distinguidas anhelaban siempre consagrar alguno de sus hijos al sacerdocio. No existía
carrera más lucrativa. Los claustros conventuales eran los centros o emporios del
fanatismo. Allí se fraguaban las intrigas palaciegas; allí se confeccionaban ministerios; allí
se financiaban y organizaban revoluciones y motines. La influencia del púlpito era inmensa
como instrumento de propaganda.
El militarismo que, poco a poco, ha ido convirtiéndose en simple cuartelarismo de
soborno dictaba la ley con la espada. Teníamos generales y coroneles analfabetos.
Disputabanse entre ellos el poder y lo usufructuaban juntos con sus respectivos estados
mayores de algarada revolucionaria. La caja fiscal era el sueño de tanta marquetería
militarista, de tanta heroicidad bufa de opereta. En estos trances llega la guerra del Pacífico
y sucedió lo que tenía que suceder, lo que está sucediendo todavía.
Cuando estalla la voz potente de Prada se produce una suerte de vacío, de colapso o
de estupor. Era el primer hombre erguido que comenzaba a pensar auténticamente. Era el
hombre peligroso de la razón libertadora. Su palabra puso al sol todas las desnudeces
doradas; corriéronse todas las caretas quedando al descubierto los rostros y las vergüenzas
republicanas.
Aparecía por fin, una voz de amplio y enérgico registro. Articulación solitaria pero de
una dilatada proyección repercutiva. Voz apostólica y abnegada que nos enseña a asumir la
responsabilidad de nuestras acciones y de nuestros pensamientos. Nada de biombos y 62
trastiendas clandestinas. La verdad ha de gritarse a plena calle, ante el tumulto voraz de los
apetitos, ante el vocerío de las codicias insatisfechas, ante el mercado de las cotizaciones,
ante el vértice del lujo y de la feria; ante la pirotécnica de la mentira retórica que sirve a la
injusticia.
Era el enemigo: Había que lanzar contra él todos los arietes de la traición y la rutina.
La universidad y la iglesia vomitaron sus dardos encendidos y letales. Al pensamiento vivo
y desflagrante del maestro, se oponía un pensamiento escolástico, yerto y tullido que no
encontró regazo tibio en las almas. El atleta era de vigoroso temple y no fue fácil empresa
derribarle. A sus razones se oponían intereses; a su gritos de justicia, imprecaciones de
rencor y de despecho. Sabía que portaba en sus manos el porvenir y era indeclinable a las
tentaciones. Puso en circulación ideas que jamás surcaron los Andes. Abrió las ventanas
nacionales al mundo y acercó ante nuestras pupilas los horizontes lejanos de la Europa
contemporánea. Libre en un ambiente de turiferario servilismo; honesto en medio de una
conspiración de pícaros; hombre espiritual y de pensamiento ágil en una sociedad de
bellacos; enérgico y puro en un mercado de muelle y áulico libertinaje; ser de inquietudes
ideales sumergido en un estanque de torpe y denso materialismo; cerebro afinado y
penetrante, en una feria de gañanes de levita; varón justiciero, en una sociedad asentada en
el privilegio y en la explotación del desgraciado y del indio; amador de la belleza y de las
puras formas estéticas, en un mercado de bastos traficantes ultramarinos; culto en medio de
una barbarie feudal y eclesiástica; hombre del Ágora y para el Ágora conviviendo en la
báquica brutalidad de una tribu de esclavos; conocedor de varias lenguas europeas y lector
apasionado de los clásicos griegos y latinos en sus propios idiomas, en relación cotidiana
con una sociedad que se expresaba pobremente en una jerga chulesca, mitad española,
mitad criolla; hombre de ingenio sutil y de genio creador, en un pueblo dicharachero que
divertíase confeccionando colmos, retruécanos y rompecabezas; renovador y enriquecedor
de la expresión poética castellana aportando de las lenguas extranjeras nuevas formas
métricas, en un ambiente anquilosado de pedante preceptiva universitaria; valeroso y
erguido, en un pueblo de sometidos y de libertos, añorantes de la esclavitud colonial; voz
clara, determinada y perentoria donde se hablaba a la sordina, se intrigaba y chismeaba a
media voz y donde, por encogimiento y cobardía, se decapitaba toda resuelta modulación
viril; ciudadano libre y hombre civil dentro de un despotismo tartúfico de república
democrática, simulada por un biombo de constitución liberal; apóstol férvido predicando en
un desierto de corazones y de mentes petrificadas; sembrador de ideas y de doctrinas
avanzadas, en medio de la zambra criolla que soñaba en las regalías del presupuesto. Era el
agitador, el agitador-tipo, el primer agitador ideológico.
La obra y la acción de este hombre excepcional apenas comienza a fructificar. Lo
vislumbró en medio de su lucha cotidiana. Su tragedia nunca se resolvió en gesto doloroso
de negación y desaliento; floreció en alto, en prócero optimismo esperanzado y constructor.
Tal la voz egregia, tal el hombre y tal el alma inflamada que la articuló.
7
El texto de este discurso fue publicado en el periódico El Norte de Trujillo en el mes de marzo de 1931. N.
del E.
reclamamos el efectivo establecimiento de los derechos individuales, no como gracia, sino
como justicia sin privilegios para nadie”.
Nosotros los apristas tenemos el pecho inflamado con un ideal político que cumplir.
Estamos movidos no por intereses subalternos, sino por una doctrina. Nuestra campaña es
de persuasión y no de mercenarismo político ni de capitulerismo electoral: No queremos el
triunfo por el triunfo mismo, sino por el triunfo del orden, de la honestidad y de la justicia.
Queremos que venga el jefe del partido y los demás líderes para organizar políticamente
este país desorganizado.
Exijamos que ingrese al país Haya de la Torre. El Perú no puede prescindir del
cerebro y de la acción inmediata de este hombre eminente, honra de América y de la raza.
No exigimos sino que se cumpla un precepto de la carta fundamental. ¿Es acaso Haya de la 66
Torre un delincuente? ¿Está acaso colocado fuera de la ley? ¿Por qué se quiere prescindir
de su colaboración luminosa y decisiva en estos momentos, a la vez de liquidación y de
reconstitución política?
¡Pueblo de Trujillo!
¡Camaradas!
Viva el Partido Aprista Peruano
Viva Víctor Raúl Haya de la Torre.
Víctor Raúl:
Es con la gran voz efusiva de tu pueblo que te saludo. Es con la gran voz angustiada de tu
tierra materna que artculo estas palabras encendidas de homenaje. Enarbolas el gonfalón de
una generación beligerante y marcha contigo la esperanza, la resurrección y la victoria de
una nacionalidad en trance de muerte.
Por eso, no te queremos ni por encima ni por debajo de tu responsabilidad histórica,
sino en tu responsabilidad misma. Ni superhombre, ni infrahombre, sino hombre, con el
corazón y con los pies bien plantados, en la tragedia cotidiana de nuestra nacionalidad.
Vienes a polarizar, como punto magnético de fuerza, los anhelos y la acción de las
masas productoras de tu país que sólo pueden formularse y traducirse en realidades
concretas, ahondando y buscando, con mirada amorosa, las entrañas doloridas de la raza.
Tienes la vocación heroica y tienes ya la obra y el esfuerzo cumplidos. Esperamos
que mantengas este temple y esta tensión hasta la culminación final de la tarea y que te
constituyas en el factor decisivo de este instante dramático de la patria.
Desde hace diez meses, los cuadros partidarios y militantes del Aprismo han
realizado en el país la obra más estupenda de organización y educación políticas y sólo
esperan que tu mano experta sintonice y concierte estos surcos innumerables, grávidos de
8
Publicado en el diario La Tribuna en diversas oportunidades. Entre otras en las ediciones correspondientes al
31-8-1931 y 22-2-1962. N.E.
frutos promisorios.
¡Pueblo de Trujillo!...
Vuelve a tu seno el hijo heroico después de haber fortificado por los caminos del
mundo su pensamiento y su fe. Vuelve a tu seno a rematar, con mano enérgica, la batalla de
tu salvación. Vas a escuchar de nuevo la clara vibración de su palabra y vas a palpar, con el
hecho tangible de su acción, la grandeza de su obra creadora.
Ya tenemos aquí la antena más vibrante de la nacionalidad y ya percibimos a nuestro
lado el gran pulso de este corazón que no conoce los desmayos.
Este héroe auténtico está hecho de tu arcilla y esta estupenda escultura moral está
forjada con los mármoles de tu espíritu. Existe porque tú lo forjaste; porque de tu entraña se
extrajo esta magnífica encarnación humana, esta maravillosa encarnación del espíritu de 67
América.
¡Pueblo de Trujillo!
Articula el mejor y más limpio timbre de tu voz innumerable para lanzar tres hurras
por Víctor Raúl.
DISCURSO PRONUNCIADO
1° DE MAYO DE 1931, EL DÍA DEL OBRERO9
Compañeros:
Hoy quiero dirigirme, de una manera especial, a vosotros los trabajadores: los primeros en
la acción, los primeros en el sacrificio, los primeros en
la generosa donación de vuestras vidas. Como desde
hace diez años estamos de nuevo con vosotros, nos
hemos alistado en vuestras filas y sentimos en nuestra
carne y en nuestro espíritu la tremenda garra de nuestra
tragedia.
Hace 46 años amaneció en Chicago un día
trágico, un día cargado de augurios tenebrosos, un día
en que la injusticia y la violencia de la burguesía
armaron al polizonte y lo echaron sobre las masas
proletarias, hambrientas de pan y de justicia.
¿Qué postulaban estas masas heroicas?
Postulaban lo que después se ha convertido en ley
general del trabajo, postulaban la jornada de ocho
horas; postulaban hace medio siglo lo que nosotros en
el Perú estamos apenas postulando; lo que las Antenor Orrego representa para la
plutocracias imperialistas y las insolentes oligarquías juventud la .inteligencia y una serie de
valores, como la nobleza, honestidad,
criollas se niegan a reconocer apelando al subterfugio sencillez y principalmente, solidaridad.
legalista, al soborno de la fuerza armada, a la metralla
asesina, al engaño político y a la subversión de las leyes electorales.
9
El texto de este discurso no fue publicado. Se encontró entre los recortes dejados por el autor en poder de
sus familiares. N. del E.
Con estos instrumentos que ahora en sus manos son poderosos a causa de nuestra
ignorancia, de nuestra cobardía, de nuestra falta de fe, de nuestra desunión, pero que no
serán nada, que se trocarán en pompas de jabón que se las lleva el viento, si constituimos
un apretado haz de fuerzas militantes, si todas las clases explotadas nos unimos en un frente
común; si el intelectual, el obrero, el estudiante, el empleado y el campesino se hacen
conscientes del peligro y sienten vivamente, en la profundidad de sus entrañas la
solidaridad de sus intereses de clase.
Estamos viviendo una etapa decisiva de nuestra lucha, y nuestra victoria común será
la medida de la conciencia que tengamos de la importancia de nuestra unión. Pero unión
efectiva y resuelta, unión de fuerzas coherentes y conscientes, unión que nos permita
intervenir y controlar activamente el gobierno, unión de las clases productoras contra las 68
clases parásitas, no esa solidaridad falsa de oportunismos y de gobiernos que es la
solidaridad del miedo, sino la solidaridad de la convicción, del sacrificio y de la fe, que es
la solidaridad del valor y de la victoria del porvenir.
Compañeros:
En nombre del Comité Ejecutivo del Primer Sector del Norte del Partido Aprista
Peruano, os saludo a todos vosotros, camaradas de lucha hoy y mañana camaradas de
victoria.
¡Viva siempre la clase trabajadora del mundo!
¡Viva el Perú libre!
Con estas palabras terminó su discurso de saludo a Haya de la Torre, Antenor Orrego,
rector de la Universidad de Trujillo y uno de los más hábiles y valerosos periodistas del
nuevo Perú. La vida limpia y pura de Orrego, sus luchas permanentes e indoblegables por
la libertad del pensamiento que le valiera veinticinco años de una vida azarosa de prisiones,
persecuciones y amenazas; su profusa, certera, ética y notable labor de literato y de crítico
agudo y sagaz; su rectilínea actitud de político leal y consecuente a sus principios y su obra
de maestro ejemplar; le dan títulos suficientes para dirigirse en los términos que lo hace, a
la más prominente figura política del país.
Queridos amigos:
11
Inédito. N. del E.
del hombre para hacerse realidad concreta, para cuajarse en drama y acontecimientos
visibles y tangibles: belleza, poema, pensamiento, acción y hazaña históricos.
En la medida que convirtamos el destino en instrumento y expresión de nuestra
libertad, le habremos convertido, también en la magnífica herramienta de nuestra misión.
El destino es la piedra en bruto que tenemos que tallar; habremos de tajarla y bruñirla,
faceta por faceta, antes de arrancarle la refulgencia que nos alumbre y alumbre a todos los
hombres con su destello. Esta reverberación es la cultura que estamos obligados a crear,
desde nuestra América, como oblación de nosotros mismos al hombre de todos los
tiempos.
Los americanos de hoy estamos viviendo, para bien o para mal –¡procuremos que sea
para bien!– uno de los momentos más alucinantes de nuestra historia y de la historia del 76
mundo. Estamos sumergidos en una crisis planetaria, total del hombre y, dentro de esta
crisis estamos asistiendo, también, al brote palingenésico, al renacimiento de la nueva
América en su ingreso a la historia como factor decisivo de cultura, en el dintel mismo de
un paroxismo espiritual que nos sacude, también, a nosotros desde nuestras raíces. El
parangón de semejante coyuntura no podríamos encontrarlo sino en aquellos momentos
abismáticos, en aquellas instancias herméticas y acezantes en que la humanidad inicia
nuevos virajes creativos. Nuestro destino histórico nos ha llevado al quicio de esta
tremenda responsabilidad que es nuestra misión. Debemos alzamos espiritualmente hasta
esta altura a que nos ha levantado el misterioso oleaje de la historia. Desde América debe
surgir, está surgiendo ya un nuevo humanismo que, por la pulsación ecuménica de la hora
en que nace, incluye a todos los pueblos de la tierra, en una apertura integral y universal de
la conciencia humana, venciendo y superando todas sus limitaciones, todas sus oclusiones
anteriores, causantes de la presente crisis mundial.
No es un secreto esotérico lo que la humanidad espera y ha esperado siempre de
nosotros. Desde los días iniciales del Descubrimiento, aquí proyectó el hombre del viejo
Mundo transido de inenarrables tribulaciones, sus esperanzas de liberación. Aquí
proliferaron las utopías más generosas y aquí se soñaron, también, los falansterios de la
felicidad humana.
Mis últimas palabras que sean para agradecerles su propósito generoso de nominar su
revista con el título de un modesto libro mío. Es más de lo que puede esperar un humilde
escritor que ha consagrado su vida al esclarecimiento del destino y de la misión de la nueva
América. Que nuestro pueblo continente, no sea un descarnado destino ciego, donde
imperen estrictamente las fuerzas muertas y sepulcrales del pasado, sino, misión alumbrada
y esclarecida en beneficio de todos los pueblos y de todas las razas del mundo, depende
únicamente del uso que hagan de su libertad las juventudes de América. Depende de
ustedes y de su generación que tomarán, enseguida, el timón firmemente asentado en el
centro mismo de la rosa universal de los vientos y que orientarán, en definitiva, el rumbo
de la nave hacia el próximo amanecer de la historia, cuyo umbral estamos hollando ya con
los pies.
Esta fecha 29 de diciembre subraya en la historia peruana un hecho, cuyo perfil se destaca
desde entonces con una significación excepcionalmente singular. En la ciudad de Trujillo,
en cabildo abierto, convocado por el municipio de la ciudad, se declaró y se proclamó la
Independencia del Perú. El pronunciamiento trujillano constituyó el primer grito de libertad
adelantándose a las otras ciudades peruanas. Cabe ahora preguntar: ¿por qué se produjo esta
anticipación precisamente en Trujillo, cuando el clima de la Independencia estaba ya
generalizado en todos los pueblos de América, y en las demás regiones del Virreinato?
Claro está que concurrieron muchas circunstancias locales y nacionales inmediatas que la 77
favorecieron y a las cuales no me voy a referir en esta oportunidad. Pero, la causa
fundamental, la que nos da una explicación profunda y satisfactoria del acontecimiento hay
que buscarla en la fina sensibilidad cívica del pueblo trujillano que, desde entonces
comprendió hondamente el sentido, el alcance, la trayectoria extraordinaria de su misión
histórica. Así nos explicamos que las masas de la ciudad, enfervorizadas ante el gran
camino que se abría para la vida de América, presionaran a las autoridades coloniales para
que se proclamara y se jurara cuanto antes la Independencia, y éstas, a su vez, fueran
instrumentos fáciles y permeables a la resuelta voluntad de su pueblo.
Este aguzado sentido de su misión, esta alumbrada intuición histórica del pueblo
trujillano, la veremos corroborada un siglo después.
Alguna vez dije –y ahora quiero repetirlo de nuevo– que Trujillo está asentada en
una verdadera encrucijada cronológica, en una convergencia que parecía irremediable de
muchos caminos históricos. Por un flanco está Chan Chán, un camino de historia que se
quedó petrificado, muerto, congelado definitivamente, hace ya milenios. Por otro flanco,
un camino funerario de historia, que expiró para siempre, también hace poco más de un
siglo: la Colonia.
Recordemos, compañeros, que hace 700 años comenzó en el Cuzco un camino
histórico que estuvo destinado a realizar una fulgurante misión de cultura para los pueblos
indoamericanos. Fue entonces que se forjó el gran Imperio incaico, que troqueló en sus
instituciones jurídicas, políticas y administrativas, una forma de justicia social, que
alcanzó un grado tal de perfección que nunca lo lograron las grandes culturas antiguas, ni
tampoco los poderosos Estados modernos con toda su sabiduría científica y técnica. El
Imperio incaico fue un estado comunitario que suministró pan, techo, vestido y trabajo a
todos sus hijos, sin excepción. Se desconocieron las terribles desigualdades económicas
que se abatieron sobre los otros pueblos y no existieron los irritantes privilegios que
separan y dividen actualmente las clases sociales. El Imperio fue un modelo de justicia
distributiva porque la masa total de bienes y servicios alcanzaba a todos los hombres.
Pero, en este Imperio en que el hombre tenía pan, techo y vestido, carecía en
absoluto de libertad. El hombre era prisionero del Estado y siervo del Inca. Por esta razón
el inmenso imperio cayó despedazado al primer impacto de las huestes invasoras que lo
sometieron sin lucha y sin resistencia alguna. Del camino histórico que partió del Cuzco
surge un grito que tendrá siempre vigencia en nuestros pueblos porque ya una vez fue
alcanzado en plenitud. Este grito dice, justicia y debe ser la inspiración constante de
nuestra lucha actual porque nos viene de un remoto ayer que nos empuja a realizarla.
12
Inédito. N. del E.
Cuando llegó la Colonia nuestros pueblos perdieron la justicia que ya tenían y no
podían obtener el logro de la libertad. Por esta razón, después de cuatro siglos, nuestros
pueblos se rebelaron contra la Metrópoli española y proclamaron la Independencia política.
Este nuevo camino histórico que se inicia en 1821 forja un nuevo grito que dice: libertad,
que debe ser, también otra inspiración constante de nuestra lucha.
Durante un siglo que ha durado la República hemos obtenido apenas una justicia
incipiente, que ha estado bloqueada por el feudalismo retrasado y por las voraces
oligarquías criollas. Y una libertad en hipótesis que sólo ha existido en el papel de las
constituciones porque jamás hemos estructurado una verdadera democracia con la
presencia integral de nuestros derechos ciudadanos.
Necesitábamos iniciar una nueva jornada para vencer la influencia negativa de la 78
Colonia y este nuevo camino histórico, compañeros, ha partido de Trujillo. Ha partido de
esa encrucijada histórica en que se inmovilizaron y se congelaron antes varios caminos
que no lograron su verdadera y auténtica trayectoria. El último en congelarse fue esa
libertad proclamada por la Independencia y que quedó ahogada por el latifundismo
feudalista con sus tremendas contradicciones económicas y sociales.
Este camino histórico ha partido de Trujillo ya hace poco más de cinco lustroso. Un
grupo de estudiantes, encabezado por un mozo inspirado y valeroso dio el nuevo grito
hacia el porvenir. Ahora este mozo es el jefe del Partido Aprista y es ya un nombre
glorioso. Nuestro Víctor Raúl, el trujillano, por excelencia, pronunció entonces las
palabras decisivas; ¡libertad con pan!, es decir, ¡libertad con justicia!
Sobre este camino estamos, compañeros. Camino de historia, surgido de una doble
encrucijada histórica. Las masas trujillanas sintieron profundamente, otra vez, el llamado
de su misión histórica. Ofrendaron, de nuevo, vidas, sacrificios y sangre, como hace un
siglo. Crearon un martirologio que pasará a la historia, como un ejemplo y como luz
perdurables, porque de ellas ha surgido el nuevo grito de salvación.
Y ahora compañeros, pido un aplauso fervoroso, un aplauso con toda la plenitud de
nuestro afecto y de nuestra admiración, para el creador y guía de este último gran camino
histórico, que es nuestro compañero Víctor Raúl Haya de la Torre. Otro aplauso para los
mártires trujillanos. Compañeros ¡Viva Trujillo!
Ningún otro homenaje –me parece– de más esclarecida categoría para conmemorar
el primer grito de libertad surgido en Trujillo, que el intento de una nueva interpretación del
sentido más fértil que tuvo el movimiento de Independencia política en América Latina. Un
acontecimiento de tal trascendencia no puede localizarse en una región histórica angosta
porque brota de móviles generales que emergen de una reciente conciencia, que es común a
toda una vasta zona continental, que, en este caso, es la nuestra. Sin duda alguna, la
anticipación del pronunciamiento en la ilustre ciudad norteña, débese a que la sensibilidad
popular tuvo allí una mayor y más intensa agudeza para estimar, con hondura histórica
cabal, el opulento significado de un singular acontecimiento que existía latente en la
realidad inmediata de todos estos pueblos. No puede explicarse, por otra causa esa presión
irresistible, poderosa, indeclinable, que ejercitó la mayoría de la población sobre las
autoridades coloniales y que éstas interpretaron en el acto solemne del cabildo abierto en
que se declaró y proclamó la Independencia política, antes que en las otras ciudades
peruanas. Esta misma sensibilidad cívica se manifestó después en otras jornadas históricas,
y esta circunstancia corrobora nuestro aserto anterior. De esta suerte, quedó confirmada la
gloriosa nominación que recibiera, luego, el departamento. Tierra de la libertad fue siempre
Trujillo, con este nombre, pasó a la historia republicana porque fue también, por
excelencia, tierra del sacrificio, en oblación permanente de la Patria. 79
Se ha solido mirar el fenómeno de la Independencia política de América Latina, como
un reflejo de los acontecimientos que se produjeron en Europa, movilizados, a su vez, por
las nuevas corrientes de pensamiento que se suscitaron desde mediados del siglo XVIII. A
lo sumo, se concedía que fuera una derivación natural de la revolución norteamericana.
Una especie de contaminación sicológica, o de proliferación de una casi epidemia
microbiana. El morbo revolucionario de la época fue elevado a la categoría de factor
histórico, creador y decisivo. Otros escritores establecieron la secuencia de la Revolución
francesa, que, en cierto respecto, sería la proyección europea de lo que ocurrió en Estados
Unidos y que se articuló, patética y profundamente, en la alocución de Lincoln en
Gettysburg. Otros publicistas señalaban como causa principal, el contagio de las ideas de
los enciclopedistas a través de los intelectuales criollos, que se encontraban anhelosos de
arrancar el poder de la metrópoli y ejercerlo ellos mismos.
Para darse cuenta de la falsedad de este criterio, bastaba considerar que, bajo el
frondoso verbalismo jacobino de los discursos políticos, se consolidó un feudalismo
despótico y oligárquico. Tanto o más irritante que el régimen colonial porque se inauguró
con una pomposa hojarasca léxica, la cual remataba siempre con las palabras en mayúscula:
Libertad, Igualdad, Fraternidad. So capa de la proclamación de “Los Derechos del Hombre
y del Ciudadano”, se mantuvo el opresivo régimen económico, político y social de la
Colonia. Las resonancias de este hecho todavía la están sufriendo en carne viva todos
nuestros países. Las clientelas oligárquicas o plutocráticas y los personalismos castrenses
de las dictaduras son la prolongación de la obra de esos sedicentes caudillos, que afirmaban
inspirarse en el ideario del enciclopedismo francés. Son estos mismos capitanes de opereta
los que no comprendieron el noble espíritu y la acción continental de Bolívar, en el que se
encarnó, por vez primera, el sentimiento de unidad hemisférica, como un todo indivisible.
Son estos mismos hombres los que lo entorpecieron sistemáticamente hasta arrancarle esas
palabras lapidarias: “He arado en el mar”. La falsa expresión teórica del movimiento de
Independencia ha costado torrentes de sangre, más de un siglo de turbulencia anárquica y
ha impedido la sólida estructuración de una democracia auténtica, como en Estados Unidos,
que no necesitaron mimetismo alguno para conformarse orgánica y poderosamente en una
gran potencia.
La falsa designación de las verdaderas realidades de un pueblo, lo conducen
fatalmente a la confusión y al desorden. Los hombres y los pueblos que viven mintiéndose
a sí mismos acaban por creer en sus propias falacias. De esta equivocada designación del
movimiento de Independencia, arrancó todo el falseamiento de nuestra democracia
posterior.
Esta visión superficial, era consecuencia lógica de un concepto entonces generalizado
de la historia. Creíase que la historia de Europa era un centro absoluto del mundo, y que
los acontecimientos de los países “coloniales”, no eran sino la versión automática,
simiesca, epidémica de los acontecimientos europeos. Los pueblos coloniales estaban
invalidados para tener historia propia, historia que fuera la versión directa y genuina de sus
realidades. Mucha culpa de la afortunada resonancia de este tópico despectivo la tuvo
Hegel, cuando dijo: “Lo que ahora acontece aquí, en América, no es más que el eco del
viejo Mundo y el reflejo de ajena vida”.
Aparte de otras consideraciones, los historiadores olvidaron una gran verdad, aquella
que expresó magistralmente, Miguel de Unamuno. Nos referimos a lo que llamó la
intrahistoria, esa realidad invisible y, sin embargo, maciza y poderosa, que emerge de las
entrañas de un pueblo, que corre en los estratos más hondos de los acontecimientos 80
externos y acaba por imprimirles su genuina y auténtica significación humana. Estas
corrientes vitales y subterráneas suelen pasar inadvertidas para el teorizante apresurado o
para el profesor de oficio.
Miremos, desde este foco, lo que ocurrió con la Independencia.
Hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, alborea un nuevo espíritu de unidad
en América. Cada día se destaca con más precisión y arroja sobre acontecimientos y
personalidades una iluminación esclarecedora.
Al comienzo este sentimiento insurgió de un modo vago, pero estaba firmemente
asentado en la zona emotiva del hombre americano de esa época. Por primera vez apunta el
sentido continental de nuestro destino, como un todo espiritual e histórico indivisible. Esta
realidad no habría podido lograrse sino por la Conquista y a través de la Conquista.
Este designio capital se mantiene, por lo pronto, soterrado, invisible, camuflado,
pues, la vida colonial, cae, luego, en un aislacionismo casi absoluto, que convenía a la
metrópoli para el más complejo dominio de tan vasto imperio colonial.
Rotas las dos grandes unidades culturales de la antigua América que se articularon en
México y el Perú, la América colonial se atomiza, se hace parroquial, localista. Cada
comarca no mira sino a sí misma. Horizonte bien pequeño y mezquino que se agota en
querellas egoístas de bandos rivales. Ha desaparecido del escenario americano la
posibilidad de que surjan esas grandes personalidades como Moctezuma, como
Pachacútec, como Túpac Inca, capaces de mirar panorámicamente o, por lo menos en
extensas áreas geográficas, susceptibles de forjar estados universales.
Es la disgregación de un mundo que había logrado articularse culturalmente y su
retorno al caos, desde donde había surgido tras de esfuerzos milenarios. Las dos grandes
unidades, fueron precedidas de pequeñas unidades parciales, como las culturas Chavín,
Tiahuanaco, Nazca, los chancas, los mochica, los chimús, en el Perú; y como los mayas,
los toltecas, aztecas en México. La doble constelación mexicano-andina se rompió para
siempre y con ella la posibilidad de que se organizara la vida continental alrededor de estos
focos culturales. La cultura europea vino a superponerse por la fuerza, como una capa
extraña y superficial. La cultura invasora no pudo permanecer indemne, sumergida en este
caos. Las dos grandes capitales de la Colonia, México y Lima, se desenvuelven en medio
de festejos bizantinos, saraos pomposos, intrigas palaciegas y eclesiásticas. Las corrientes
culturales europeas se deformaron y sólo fueron débiles y mezquinos ecos de la metrópoli.
Tras de la disgregación colonial, América tenía que buscar otra unidad que diera
nuevo sentido integral a su destino, si aspiraba a incorporarse a la órbita común de la
cultura humana. Este nuevo equilibrio no podía plantearse en los términos antiguos. En
realidad, era todo el Occidente que se incorporaba al nuevo Mundo. El aislamiento
paradisíaco de las “Indias Occidentales” había terminado.
El choque con Europa al destruir las antiguas culturas había hecho posible una nueva
y unificada expresión del continente. América debía ser la forjadora de una expresión
cultural suya, original y auténtica.
Este es el mensaje que recoge la generación de la independencia americana. En toda
el área geográfica, ha aflorado una realidad continental que venía gestándose en la
intrahistoria. Tras del choque de dos orbes comenzó a generarse una zona de fusión a
través del mestizaje. Es la zona vital, en que se unifican los antagonismos continentales.
Esta es la zona en que América podía forjar una nueva unidad cultural y en la que
comienza a tener conciencia de su nuevo destino.
Bolívar es el primer hombre que tiene conciencia de esta realidad. No se afana en 81
buscar fundamentos ideológicos al movimiento en el enciclopedismo, sino en expresar a
través de su pensamiento y de su acción el sentido de la unidad continental. De allí su vivo
anhelo para lograr la formación de la Gran Colombia y para la estructuración de un gran
estado, más al sur, con Perú y Bolivia.
Ambos propósitos se frustraron por el mimetismo rutinario de Europa, que convenía
más a las rivalidades y ambiciones mezquinas de las oligarquías criollas.
Cuando el creador de la Gran Colombia pensó en su lecho de muerte que había arado
en el mar, estaba mirando el panorama suicida de dislocación en que cayó todo el
continente tras de la victoria. Abrumado por la angustia de este espectáculo, que era la
frustración de sus más caros designios tuvo que pensar que era “uno de los tres más
grandes mentecatos de la historia”. El héroe hubo de asistir al rebajamiento de la causa
americana hasta el menguado nivel de una lucha de facciones.
El primer resultado inmediato de la independencia era una traición al sentido
histórico del sentido continental.
Estos países perdieron la primera oportunidad que les ofreciera la historia. Cayeron
en lo peor que pudo haberles sucedido: conformarse política, jurídica y económicamente
bajo el modelo convencional de la Colonia.
La acción inmediata hacia la unidad hemisférica no podía ser otra que la
independencia política. Había que romper la osatura anquilosada de la Colonia para dejar
libres los cauces de expresión que necesitaba la realidad espiritual que estaba surgiendo.
Las causas cercanas de la Independencia, que fueron más bien pretextos, para la acción, hay
que señalarlas, claro está, en la revolución norteamericana. Las otras coyunturas están
determinadas, sin duda, por las nuevas ideas del siglo, por los métodos opresivos del poder
español, por la realidad económica y social de las colonias, por las reivindicaciones
políticas de los criollos, por la descomposición y decadencia de la monarquía española,
etcétera. Empero, la médula capital, la que moviliza a la generación entera es ese
sentimiento interior de unidad que acabamos de subrayar.
Hacia 1914, el proceso espiritual americano había alcanzado ya su madurez. Surge en
toda América un movimiento intelectual, cultural, político y artístico, de inspiración y
creación auténticamente nuevas. El continente comienza a salir de sus evasiones anteriores
en busca de sí mismo, en busca de sus expresiones genuinas y originales.
La generación de la Independencia abrió la brecha para esta faena decisiva. De ella
debe decirse, que fue la anunciadora, la precursora de una América que, emprendió, al fin,
su propia trayectoria, la suya y no la ajena.
Creemos que sólo bajo esta nueva luz se comprenden las multiformes consecuencias,
las resonancias a lejana distancia histórica de la gesta libertadora. Llegada la hora del
destino, todo el continente, incluyendo también a Estados Unidos, se estremece como
sacudido por una potente fuerza anímica. Esa portentosa uniformidad en el impulso de una
generación entera, esa radical y abnegada consagración de todos sus gestores, no pudo
obtener su raíz sino en los estratos más soterrados y fundamentales de la vida continental,
en lo que tenía de específica y genuina con respecto a los otros pueblos. Sin esta
maduración previa no habrían tenido ninguna repercusión ni las ideas de los
enciclopedistas, ni la Revolución francesa ni ninguna otra causa. América tenía su propia
realidad y su propia historia, solo así se explica la grandeza suprema de las personalidades
que dirigieron, organizaron y encabezaron la acción histórica de nuestros países. Detrás de
un Bolívar y de un San Martín, cuya grandeza y formato humanos puede competir con los
de los más grandes conductores de otros pueblos, hay evidentemente una realidad profunda 82
que los genera y de la cual ellos son su más alta expresión. No podían haber surgido jamás
del ocaso, y menos, de una realidad artificial que suele verse como simple reflejo de otras
realidades extrañas. América da, entonces, el paso inicial para encontrarse a sí misma en
toda su poderosa y ulterior gravitación histórica y humana.
Amigos míos: buenas noches.
29 de diciembre de 1958
13
Inédito. N. del E.
Pero no sólo nuestros cuerpos han sido envueltos y amasados por la esencia trujillana.
También nuestro espíritu ha surgido de la misma raíz. Sólo en esa tierra pudo nacer ese
movimiento histórico que es el Aprismo con toda su grandeza porque a sus esencias más
íntima y telúrica, se unieron las tremendas contradicciones económicas de la explotación
feudalista que impera aún en los grandes latifundios de caña. Allí se exprimió todo el dolor
de nuestro pueblo, allí se acendró esa tremenda y trágica angustia que después tuvo que
convertirse en vasta empresa de cultura popular, luego en partido político de lucha para
culminar en la orientación del destino de una raza, del destino de un continente entero en
que está surgiendo una nueva progenie humana, que salvará al mundo posiblemente de la
terrible crisis en que se debate actualmente.
Y porque somos hermanos auténticos y verdaderos, porque nos sentimos ligados a las 83
características y esencias de una misma tierra, que nos encomendó un excelso mandato que
tenemos que cumplirlo, nos sentimos amigos entrañables. Somos amigos y tenemos que
asistirnos y sostenernos mutuamente porque hemos surgido del mismo dolor; porque nos ha
trizado a todos las entrañas el mismo sufrimiento y porque nuestras tragedias personales, la
tragedia de cada uno de nosotros, ha sido un martirio semejante, una angustia parecida, una
tragedia común. Somos amigos porque cada uno de nosotros nos miramos con íntima
ternura en las pupilas de los demás. Somos amigos porque nuestros corazones han tenido
las mismas congojas, porque nuestros huesos se han estremecido bajo idénticos golpes de
la suerte. Somos amigos porque muchos de nosotros hemos compartido los mismos lechos
de miseria, de persecución y de lucha. Si no lo diré yo y que lo diga también, el negro
Oscar Idiáquez que está aquí, con quien tantas veces hemos dormido juntos en lechos
prestados por una noche por la generosidad aprista. Unas veces rondados por los sayones,
otras, bajo el desnudo cielo estrellado de los campos y en el lecho mismo de la tierra, que
es lecho de todos y que se torna el más suave de los lechos, porque recibe la fatiga del día y
el sueño invencible del trabajo realizado frente al peligro.
Y esta mancomunidad de esfuerzo y sufrimiento, que era el camino que nos llevaba a
todos a la redención, a la liberación de nuestro pueblo, tuvo que hacernos compañeros,
porque nos habíamos alistado en las filas militantes de nuestro gran partido. Nos sujetamos
espontánea y fervorosamente a una disciplina política porque sin ella no se puede llegar a
ninguna parte. Esta meta la anunció Víctor Raúl desde el comienzo, cuando habló en
nombre de los estudiantes y de los obreros de Trujillo, que iniciaron la faena de
pensamiento y de acción, con las palabras que son ya una divisa continental, diciendo pan
con libertad. Recuerden, amigos, compañeros y hermanos lo que les dije en diciembre del
año pasado cuando celebramos en la Casa del Pueblo, el aniversario de la proclamación de
la independencia en Trujillo. El indio peruano fue hace muchos siglos tras de la justicia
económica, que es la distribución equitativa de los productos de la tierra, y la realizó
magníficamente y con una perfección que no lo lograron las grandes culturas orientales y
que no lo han logrado todavía los grandes estados modernos con todos sus recursos, con
toda su ingente riqueza y con todos los medios técnicos de que disponen. El Perú de
entonces se hizo el ejemplo del mundo y continua siéndolo. Esta es una divisa que la hemos
heredado y que corre incorporada a nuestra sangre. Pero el indio peruano que tuvo pan, no
tuvo nunca libertad; fue un siervo del Inca y del Estado. Nosotros hemos retomado la faena
que nos dejaron nuestros antepasados, pero tenemos que completarla con la dimensión que
le faltaba. Por eso hemos amasado ese esclarecido grito que surge de nuestra tragedia, de la
tragedia y del sufrimiento de nuestro pueblo. Es la voz que nos dio la tierra trujillana y que
tenemos que repetir incesantemente en nuestra lucha: pan con libertad. Es la voz que
hemos escuchado todos en nuestros campos, en nuestras aldeas, en nuestras ciudades.
Sobre este camino histórico estamos compañeros.
Y de nuevo mi agradecimiento por este homenaje, el homenaje a dos soldados rasos
que han sabido ser, desde lo profundo de sus almas: hermanos, amigos, compañeros.
Gracias.
DISCURSO PRONUNCIADO 84
EL “DIA DE LA FRATERNIDAD APRISTA”14
14
Inédito. N. del E.
los primeros forjadores de la nueva historia y con ellos ha contraído el país una deuda
invalorable.
Esta faena inicial está continuándose y madurándose hoy con todos los apristas y
simpatizantes del país entero, con los líderes, como Prialé, que ha tomado hábilmente en
sus manos, en medio de la borrasca, el timón de la nave. Con las nuevas generaciones que
han heredado el mensaje del Aprismo y lo sienten profundamente en su pecho con los
viejos y veteranos dirigentes de todas partes que desde el primer momento comprendieron
el llamado de los nuevos tiempos y que lo está forjando actualmente con espíritu
indesmayable hacia el porvenir.
Este equipo brillante de viejos conductores, hombres y mujeres, aseguran y conducen
la victoria del movimiento por la experiencia adquirida a través de tantos años, por la 85
lucidez de la acción que se alumbra por el sacrificio, por la sabiduría del pensamiento que
ilumina la mente de los jóvenes. Nunca un movimiento de trayectoria perdurable en la
historia humana pudo alcanzar el triunfo sin la asistencia y la inspiración constantes de sus
promotores y gestores iniciales.
Hermano Víctor Raúl:
Has sido un hombre cabal porque no estuviste, ni por encima, ni por debajo de tu
responsabilidad, sino en tu responsabilidad misma. De pocos hombres se puede decir este
elogio con tanta largueza y con tan suprema autenticidad. Ha sido tu vida una aventura
fascinante y una proeza humana que se han tornado ejemplaridad para todos los hombres.
La jugaste con gallardo desprendimiento cara o cruz para forjar un futuro incierto, que ya
llega. Creaste una obra que se adelantó medio siglo y que todavía está vigente para las
generaciones que vienen porque es la historia misma que debe realizarse. Por eso tu pueblo
te ama con un acendramiento que tiene una hondura que parece enigmática, tal es su
profundidad insondable y, por eso, la historia te ha tomado ya para siempre en sus brazos.
ENTREVISTAS
REPERTORIO AMERICANO15
Sobre un cuestionario.
Trujillo (Perú), abril 28 de 1926.
Señor don J.D. García Monge
San José de Costa Rica
Estimado amigo:
Harto me alboroza unir mi humilde voz a tantas ilustres que se han articulado con efusión
admirativa para aplaudir la larga empresa de cultura y de conexión espirituales que está
usted verificando en nuestra América.
15
San José, Costa Rica, 11 de diciembre de 1926. N° 22, p.350.
Nadie ha realizado con tanta diafanidad, con tan libérrimo criterio, con tan ancho y
difuso miraje, con tanta probidad y honestidad intelectuales, con tanta eficacia y con
magnético don de simpatía, con proyección más rotunda, integral, luminosa y lejana la
tarea nobilísima de revelar, difundir, intercambiar y concordar el pensamiento americano.
Magisterios de esta naturaleza son los que nos nacen falta. El Repertorio es una suerte de
criba vital que separa la escurraja híbrida y esterilizante, de la sustancia nutricia, destinada
a organizarse en un precipitado radiante que transparente ante el mundo, el mensaje mental
y emocional de nuestra raza, como producto eliminado ya de lo pegadizo, extraño y
espurio que ha determinado siempre ese confusionismo heteróclito de que somos víctimas.
Para nosotros los americanos, sobre todo, es el espejo en que se reflejan nuestros valores
vitales intrínsecos y característicos y, gracias a él, nos estamos sintiendo como elementos 86
de un conglomerado espiritual que tiene una pulsación humana que revelar ante la tierra y
ante las otras razas.
La juventud intelectual americana, de modo especial, reclama perentoriamente, este
magisterio. Nuestro continente atraviesa un momento de singular responsabilidad y es
preciso que mientras Europa se desarticula entre violencias y nacionalismos frenéticos,
América se haga digna de recibir el “legado espiritual
que le asigna la historia”. Si no tenemos la suficiente
agudeza de sensibilidad histórica para asumir nuestras
fuerzas vitales más positivos y auténticos, nos
precipitaremos, tal vez, en la ruina definitiva, nos
abismaremos en la desintegración, en la dispersión y en
la demencia. Habremos sido, entonces, una raza estéril
tal vez, en la ruina definitiva, nos abismaremos en la
desintegración, en la dispersión y en la demencia.
Habremos sido, entonces, una raza estéril y parásita, un
monstruoso pleonasmo histórico que vivió del reflejo y
a expensas del pensamiento de las otras razas
creadoras. ¿Que habría sido, entonces, América, sino
un osario ultramarino, un contubernio étnico,
repugnante e infecundo, una suerte de sumidero en que
El Repertorio Americano (1974-1983): ha venido a podrirse la cultura occidental?
Primera revista académica, fundada por Con una intuición maravillosa ha emprendido
Joaquín García Monge, en la usted la tarea de mayor desplazamiento histórico,
Universidad Nacional de Costa Rica. quizá. No creo que exista una sola inteligencia
americana que no comprenda esto con excepcional
acuidad. Es de esperar que su iniciativa suscite parecidos magisterios en los demás países
porque es una necesidad que surge del momento inquietante y decisivo que vive el
continente.
Ahora me concretaré a las preguntas que plantea usted en su cuestionario, no sin
agradecerle antes su delicada invitación para intervenir en la encuesta del Repertorio.
1) ¿Por qué no se hacen grandes ediciones de sus libros?
2) ¿No lee el público hispanoamericano. O no le interesan sus escritores?
3) En caso de que no le interesen ¿Cuáles son las lecturas, o los autores que tal
público prefiere?
Voy a responder globalmente a las tres interrogaciones con otras tres afirmaciones
que, a mi entender, explican cabalmente el fenómeno:
1) La gran masa del público americano de habla española no lee, y no lee porque no
sabe leer, porque es analfabeto. Esta es la realidad fundamental y dolorosa. Con alguna que
otra excepción, los gobiernos americanos carecen del sentido de la responsabilidad
gubernativa, de un efectivo y auténtico sentido político. Porque política, en su significado
verdadero, es gobierno, buen gobierno, y gobernar es educar. Pero los gobiernos
americanos desgobiernan, corrompen, explotan. Todo es no más llegar a asaltar el poder y
llegados al poder, todo es asignar prebendas fiscales a los de la camarilla electorera,
locupleta ellos mismos y permitir la locupletación a los capituleros que tuvieron más coraje
y menos escrúpulo para falsificar las actas de sufragio o mixtificar el voto ciudadano. La
historia es ya demasiado sabida, cuando no se llega a lo más inaudito, a premiar con el 87
dinero público la delación, el homicidio, la traición, el asesinato cuartelario y sombrío.
¿Educar, enseñar? ¿Quién piensa en ello? Los presupuestos se consumen en organizar
la delación, en pagar numerosa policía secreta que persiga la conspiración y el crimen
político, en asignados pecuniarios espléndidos para la inepta representación diplomática
que nada representa; en satisfacer y sostener magníficamente al militar que puede alzarse
un día contra el régimen imperante. Entre tanto, el maestro o el educador se muere de
hambre y las escuelas, desmanteladas y antihigiénicas, no tienen un mal pupitre, ni
siquiera, con frecuencia, media docena de mapas raídos. ¿Cómo se explica, de otra manera
que ochenta millones de habitantes no puedan sostener con decoro a un solo escritor de su
raza?
2) La falta de contacto y de solidaridad racial. Cada uno de nuestros países vive
almenado en un negativo, torpe, y, a veces hasta, frenético nacionalismo. Los gobiernos y
la política profesional fomentan esta insularidad porque sólo pueden medrar a la sombra del
rencor, de la desconfianza, del odio, de la suspicacia de los pueblos entre sí.
En núcleos raciales tan homogéneos como los nuestros, en que no tienen sentido las
luchas de fronteras y de aduanas, es precisamente donde más abunda. Por esto los escritores
de un país son totalmente desconocidos en los otros países. Impera en nuestra vida un
provincialismo o aldeanismo pavorosos que nos mantienen aislados unos de otros.
Este nacionalismo llega a veces al absurdo. Cuando los jóvenes universitarios de esta
Universidad de Trujillo, designaron a Vasconcelos como maestro, el conservadorismo de
mi país puso el grito en el cielo y motejó de antipatriotas a los estudiantes. No fue la clase
popular, que simpatizó más bien con la actitud de los mozos, fue la seriedad académica y
plutocrática, eran los mismos doctos catedráticos que dictan, sin embargo en las clases,
derecho político y derecho americano.
Sólo una reducida minoría intelectual, tiene vagas noticias de las actividades
espirituales que se desarrollan en los otros países. No nos conocemos ni entre nosotros
mismos. ¿Cómo van pues, a conocemos y leernos las masas de nuestros pueblos que
ignoran nuestros nombres y que no saben bajo qué ideas, bajo qué bandera o bajo que fe
militamos?
Casi no hay crítica ni información bibliográfica, que acerque el libro al pueblo, y si la
hay es tan desmedrada y ciega, que exalta lo mediocre y lo malo y, lo que es peor,
confunde lo malo con lo bueno. Nuestro periodismo es mercenario y carece de autoridad
moral para dirigir el gusto y el interés intelectual de sus lectores. Así se improvisan
prestigios falsos y cada día el público desconfía más de la prensa.
Carecemos de casas editoriales y, por consiguiente, de los instrumentos necesarios
para la difusión. Es frecuente el caso de que el autor haga sacrificios pecuniarios para
publicar sus obras en ediciones, limitadas, como es natural, a no ser que deje la pluma y
coja la máquina de cálculo del comerciante.
Todo lo que fomente la disociación de nuestros pueblos es sencillamente criminal y
de allí la obligación de que cada uno de nosotros nos convirtamos en apóstoles militantes
de la solidaridad, del acercamiento y del conocimiento americanos. Todo esto y más se
podría decir, pero temo abusar de la hospitalidad del Repertorio y de la paciencia de los
lectores.
3) La literatura americana, salvando por cierto las excepciones gloriosas, ha sido
hasta hoy servil reproducción de la literatura europea. Por eso ha carecido siempre de
verdadero interés para las masas. Sólo en las últimas generaciones comienza a apuntar una
tendencia racial que es privativa de nuestro espíritu y que trata de articular la voz y 88
emoción nuestras. La América comienza a expresarse en su propia lengua y a revelar la
visión cósmica que concreta sus realidades y sus esperanzas. La América comienza a crear
su estética y se pueden ya pronunciar algunos nombres que pueden llamarse americanos sin
sospecha. En lo sucesivo para conocer el pensamiento americano no bastará leer los libros
europeos, será preciso leer los libros americanos. Esto es ya la iniciación y, entonces,
tendremos derecho a que el público americano nos lea.
Lo que nos cuenta el señor Antenor Orrego, director del diario El Norte.
Al prestigioso escritor, filósofo y periodista y autor de Notas marginales y
Monólogo eterno, lo entrevistamos en la misma dirección del popular diario, de donde la
tiranía de Leguía lo arrancara varias veces con miras a confinarlo en San Lorenzo y otras a
aprisionado en Lima.
El señor Orrego con esa cortesía y amabilidad que le caracterizan, se apresta a
satisfacer nuestra curiosidad periodística, más nutrida, mejor puesta en actitud tan
espectable, ante escritor de tan merecidos prestigios.
–¿Las veces que fue usted preso por los esbirros del régimen caído?
– Fueron dos. La primera vez el 1921 por el prefecto Molina Derteano, a raíz de los
movimientos huelguistas del valle de Chicama. Siendo director de La Libertad, Molina
Derteano pretendió que firmara un papel en el cual me abstendría de tomar parte en
movimientos públicos o subversivos, pero me negué y hecho preso, gracias a la
intervención del entonces Tigre, ministro doctor Germán Leguía y Martínez, se me puso en
libertad.
Después fui apresado en 1927. Era ministro Manchego Muñoz y notificado por el
prefecto Lama, con Alcides Spelucín marchamos presos a la capital. Pero al desembarcar
en el Callao por gestiones hechas por los representantes Escalante y Marquina fuimos
puestos en libertad. Demás está decir que comenzó a seguirnos un ejército de soplones. Fue
entonces que Alcides tomó el cargo de secretario de la Facultad de Letras. Debo agregar
además, que durante esa ocasión los escritores y periodistas limeños se portaron muy bien
16
Diario El Norte de Trujillo. Edición del 12 de setiembre de 1930.
conmigo.
– Además fue usted objeto de otras persecuciones?
Así es. En noviembre del año pasado el prefecto Lama, me hizo arrestar en el cuartel
de San Agustín, sin decirme el motivo de mi detención y he de morir sin saberlo. Lama
impartió órdenes para que se me encerrara en el más inmundo de los calabozos, pero
algunos amigos intercedieron alojándoseme en la prevención del mencionado cuartel,
comportándose bien conmigo el entonces mayor de guardias Luza.
Después, últimamente fui por paseo este año a Lima y había que ver como en todos
los puestos de policía del camino se me detenía, sometiéndoseme a un riguroso
interrogatorio. Y a las dos horas de haber llegado a Lima, ya los soplones me seguían. A
los tres días, recibí la visita de un conocido correveidile al servicio de la dictadura y me 89
notificó para que me presentara a la Intendencia por orden de Fernández Oliva. Fui a la
intendencia y este funcionario me dijo que ya mi nombre le era familiar, que me conocía y
con cierta sorna me hizo esta pregunta:
¿Ud. se habrá dado cuenta de lo bien organizada que está la policía?
Sí –le contesté–, una cosa admirable. Quién sabe si lo mejor que tiene el Perú.
Me manifestó en seguida que tenía informes de sus agentes en Berlín, Montevideo y
Buenos Aires, que decían que yo estaba en conexión con grupos revolucionarios
comunistas. Que sabía además que me había adherido al Congreso Antiimperialista de
Fráncfort.
– Y usted que le contestó?
Que era completamente falso, que no me había adherido a ninguna internacional.
Terminó por decirme que mi permanencia en Lima era molesta y peligrosa para el
gobierno y que debía regresar a Trujillo en el primer aeroplano, en el primer barco, en el
primer vehículo.
Recuerdo que al día siguiente de mi cumpleaños, escritores, periodistas y
catedráticos, me ofrecieron un banquete en el Astoria. Esa noche el restaurant se vio
cuajado de soplones, para oír y ver lo que se hacía. Se creía que había ido a Lima a
encabezar un formidable movimiento estudiantil.
No habíamos aún digerido las viandas del banquete cuando Fernández Oliva, me
llamó para decirme que debía regresar inmediatamente a Trujillo. Y regresé.
De nuevo en Trujillo
A raíz del triunfo de la revolución en Bolivia y de un movimiento estudiantil registrado en
Lima, recibí por entonces en mi casa la visita del comisario Pérez con un telegrama de
Blancas que más o menos decía: “Sábese que Antenor Orrego proyecta viaje a ésta,
notifíquesele para que se abstenga de hacerlo”. Entonces el prefecto La Rosa y Villanueva,
me notificó para que me presentara cada dos días a la prefectura.
– Se interesaba por el estado de su salud?
– Que salud ni que niño muerto. Era para saber si estaba o no en Trujillo.
– Nunca estuvo usted señor Orrego, en la isla de San Lorenzo?
– Estuve sí a punto de estarlo. Una vez llegó una orden de Lima; para que se me
remitiera a la isla, como personaje sospechoso para los intereses del gobierno.
Recordando a Mariátegui
– Su opinión sobre José Carlos Mariátegui?
– Con la desaparición de Mariátegui, el Perú ha perdido la mente política más
lúcida y uno de los espíritus más enérgicos y
firmes. Ningún escritor nacional, llegó a alcanzar
la universalidad y el prestigio de Mariátegui. En
muchos países solo conocen al Perú por
Mariátegui, y una prueba de la universalidad de
ese prestigio son los homenajes hechos por
muchas publicaciones y revistas extranjeras. De
esos homenajes he leído el de La vida literaria de
Buenos Aires. También en México y Cuba se le
han hecho otros y en Estados Unidos en la revista
de Waldo Frank.
En estos momentos Mariátegui habría sido
uno de los orientadores más luminosos de la
vida nacional. Cuando yo estuve en Lima este El Amauta que todos conocemos como
José Carlos se llamó en realidad José del
año, pude constatar una dolorosa circunstancia. Carmen Eliseo Mariátegui Lachira.
Fue la noche de la velada que se hizo a total
beneficio de la viuda de Mariátegui. No había ni la mitad de las butacas del teatro ocupadas
y eso naturalmente revela el desconocimiento que en el país se ha tenido de sus verdaderos
valores. A esa velada fui invitado a tomar parte, pero la orden de Fernández Oliva para
regresar a Trujillo me impidió hacerlo.
Verdaderos valores intelectuales
Respecto a las figuras de más relieve en el Perú, está en primer término con relieve
intelectual y estético, César Vallejo, que inicia a mi juicio algo que podría llamarse estética
americana en el sentido más auténtico y profundo de la palabra, y no de simple palabrería
andinista. Es algo más profundo, más vital. Otra figura muy conocida y apreciada en el
extranjero es César Falcón, temperamento de gran periodista moderno.
(A estas alturas del reportaje, el Sr. Orrego nos muestra el libro Pueblo sin Dios que
Falcón le dedica cariñosamente. Libro fustigante, terrible fustigante de las costumbres
serranas de un pueblo del Perú, en que se retrata de cuerpo entero al cura, al juez de paz, al
gobernador y al alcalde de nuestros pueblitos). 91
Continúa nuestro entrevistado:
Después hay que citar a Jorge Basadre de gran capacidad intelectual y autor de varios
libros. Hay también otros representantes de la cultura nacional dignos de citar.
Orrego periodista
– Cuéntenos algo de su vida de periodista.
– Yo debuté el año 1915, en el periodismo trujillano, como jefe de redacción del
diario La Reforma siendo director el doctor Cox. Después el periódico pasó a ser propiedad
del señor Urquiaga y entonces fue que me hice cargo de la dirección. Fue en La Reforma
precisamente que yo inicié el primer movimiento intelectual destacándose en él César
Vallejo, Eloy Espinoza, Xandóval, Federico Esquerre, Imaña, Cucho Haya de la Torre y
Juan Manuel Sotero (que paseaba su sprit, su splín y sus libros. Que conste que esto es del
cronista).
En La Reforma también debutaron Carlos Manuel Cox y Alberto Larco que murió.
Pero como en este periódico no tuviera la suficiente libertad para desarrollar mis ideas,
pasé como director del diario La Libertad, el mismo que hoy dirige Cucho y del que es
usted redactor. Era entonces de propiedad de los señores Armas y allí permanecí alrededor
de un año, hasta que fue cerrado por el prefecto Molina Derteano. En 1923 fundamos El
Norte asumiendo la dirección desde el primer momento hasta el presente, de cuyo sillón
solo me separaron temporalmente los apresamientos que le he contado y de que fueron
autores los esbirros del régimen caído.
Además como periodista he colaborado y colaboro en muchas publicaciones tanto
nacionales como extranjeras, Variedades, Mundial, Amauta, con mucha constancia en esta
última. Además escribo para la empresa “Al rededor de América” de La Habana que cuenta
con una revista y un diario. Les remito tres o cuatro artículos al mes y ellos en cambio me
remiten veinte artículos exclusivos para El Norte.
Orrego filósofo
Como usted sabe he publicado dos libros. El año 22 lancé a la circulación Notas marginales
y este año El monólogo eterno, todo escrito en forma de aforismos que es el género de
expresión que mejor se adapta a mi temperamento. Otros dos libros inéditos son
Panoramas que debió publicarse en la Editorial Minerva de José Carlos Mariátegui, libro
de ensayos filosóficos y otro Helios donde intento en este primer libro echar las bases de
una filosofía netamente americana. En Helios pienso darle una expresión más definida a
mis ideas. La idea capital del libro es la distinción entre el pensamiento y la razón. Además
tengo también artículos y proyectos de volúmenes que aún no sé cómo los vaya desarrollar.
El prestigioso escritor, tan difundido en América, coge un libro El monólogo eterno y
cariñosamente nos lo dedica.
Agradecemos y nos despedimos.
Hace un año, en estos días de enero, los detenidos apristas del Real Felipe y de El Frontón
declararon la huelga de hambre. Al grito de “Libertad o muerte”, cesaron de tomar
alimentos. El hecho conmovió al Perú y al mundo. No se ha registrado otro caso de huelga
colectiva con más espíritu de sacrificio. Los apristas se entregaron al hambre llenos de una
decisión heroica. Las mazmorras del Real Felipe y de El Frontón fueron el marco de la
lucha tremenda. Fueron días emocionados, plenos de fe y de coraje. Hubo episodios
múltiples. Para informar a nuestros lectores de las etapas de la huelga vamos en busca de
testigos y de actores. Encontramos a Antenor Orrego en su gabinete de trabajo. Es
codirector de Antorcha. El recio pensador y beligerante periodista estuvo también preso en
el Real Felipe. Participé en la huelga de hambre y fue uno de sus más firmes sostenedores.
Amablemente, con la sencillez que le es característica, se apresta a responder a nuestras
preguntas.
El lema de la huelga
–¿Quién fue el autor del lema?
–Creo que fue Tomás Vidal, sin poder asegurarlo. Durante todos esos días, el lema
fue repetido y escrito a toda hora. Los muros de la prisión quedaron materialmente
cubiertos con las inscripciones de “Libertad o muerte” y otros temas doctrinarios y de
lucha. Fueron días intensos esos –concluye–, la orden del Ejecutivo Nacional, salvó para el
Aprismo muchas vidas. Todos estaban resueltos a morir...
Orrego calla. Nuestro lápiz corre lo más rápidamente posible sobre las carillas. De
pronto, el periodista se vuelve hacia nosotros:
–¿Suficiente? Creo que ya...
–Si. Es bastante. Muchas gracias.
Y nos despedimos de Antenor Orrego. Nuestras manos quieren ser más cordiales para
estrechar las de este vigoroso luchador aprista.
95
CREO QUE EL ESTATUTO MARCARA UNA ETAPA DECISIVA
EN EL DESENVOLVIMIENTO DE LA UNIVERSIDAD
Antenor Orrego, maestro, filósofo y periodista, se interesó siempre por los problemas
universitarios. En 1917 presidió el Centro Federado de Estudiantes. Pertenece al mismo
grupo de Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo, Alcides Spelucín, José Eulogio
Garrido, Manuel Vásquez Díaz, Juan José Lora, Eloy Espinoza, Carlos Manuel Cox. Fue
colaborador de La Pluma de Zum Felde de Montevideo, de la revista Claridad que
dirigieron Mariátegui y Haya de la Torre; fundó con Alcides Spelucín el diario El Norte,
desempeñando la dirección hasta su clausura en 1934. En Lima, dirigió la publicación
Trinchera Aprista rara asumir luego la dirección de Chan-Chan, el órgano clandestino del
Partido del Pueblo, en el Norte. Es autor de los siguientes libros: Notas Marginales,
Monólogo eterno y Pueblo-Continente, y publicará próximamente Reconstitución de un
mundo, Discriminaciones y otros libros.
Integrante del grupo estudiantil que desde 1920 se hizo intérprete de la inquietud
espiritual de las nuevas generaciones, tan claramente expresado en el Congreso de
Estudiantes del Cuzco, Antenor Orrego tiene una palabra autorizada para expresarse sobre
la actual Reforma Universitaria. Lo interrogamos y nos responde con firmeza:
18
Publicado en La Tribuna del 19 de enero de 1946.
tenido su culminación en el Perú en julio de 1945. Es significativo que los hombres que han
tenido a su cargo la formulación del proyecto hayan pertenecido, casi todos, como
estudiantes al movimiento de reforma. Creo que el estatuto marcará una etapa decisiva en
el desenvolvimiento de la universidad nacional porque incorpora las experiencias recogidas
en el largo proceso al que me he referido. El estatuto no es el fruto de una especulación de
gabinete o académica, sino la eclosión viviente de un vibrante estremecimiento social,
espiritual y moral.
Exámenes antipedagógicos
El tipo de examen que ha imperado hasta ahora en nuestra docencia es no sólo
antipedagógico sino que constituye una tremenda tortura moral para el estudiante. Con
este criterio, la Comisión de Reforma ha definido en el articulado del estatuto, que el tipo
de examen consistirá en el estudio de los hábitos de trabajo del alumno, sus disposiciones
intelectuales, sus conocimientos y su aptitud para ingresar o persistir en el campo de la
investigación. El propósito de la comisión ha sido reemplazar el régimen memorista y de
mera información libresca por un régimen en que se constate la capacidad mental del
alumno dentro de la disciplina a que se refiera el examen. Lo importante no es que el
estudiante posea un nutrido acopio de datos sino que posea un cerebro capaz de un
pensamiento, original y autónomo y de reaccionar vitalmente ante los problemas que, a
cada paso, le plantea la realidad de su ambiente o de su contorno histórico.
99
20
Diario La Tribuna, 14 de setiembre de 1947.
La insurgencia del Norte
El maestro tiene una credencial: su voz mayor en el movimiento literario, filosófico y
político de Trujillo que hasta hoy sigue piloteando el rumbo del espíritu en nuestro país. El
reportaje se abre sobre este gratísimo tema.
El movimiento de Trujillo insurgió el año 1914 –nos dice– como un anhelo de total
renovación espiritual en la juventud del Norte. Fue la generación que recogió en el Perú la
pulsación histórica que trajo la guerra del 14, primera etapa de la vasta revolución mundial
que ha tenido su remate culminante en la última guerra. Su primera característica –agrega–
fue su anticolonialismo espiritual. Fue el primer movimiento intelectual de un grupo juvenil 100
perfectamente coordinado contra el espíritu de la colonia. Antes habían surgido casos
aislados, como Manuel González Prada, por ejemplo, pero por primera vez insurgía una
generación anticolonialista en la literatura, en la filosofía, en la pintura, en la poesía,
etcétera, que desarrolla un pensamiento y una acción definidos, precisos, orgánicos,
disciplinados, radicalmente diferentes a la acción y al pensamiento esporádicos.
Le solicitamos al pensador que nos precise otra de las características del movimiento de
Trujillo.
Su americanismo –nos responde–, o mejor dicho, su indoamericanismo fundamental,
que consistió en la revalidación de los valores intelectuales del continente, no en el sentido
de un indigenismo sepulcral, sino en el sentido de un indigenismo actual, contemporáneo,
enraizado profundamente en el espíritu original de la nueva América. No América como
tumba, o como sentido arqueológico, sino como cuna. No América como losa funeraria,
sino América como impulso y aliento de porvenir. Desde la conquista, el continente
comienza una nueva infancia que tiene como vasto telón de fondo un pasado milenario y
que por consiguiente tiene también un prodigioso destino, tal vez el más prodigioso destino
que hasta hoy haya contemplado la historia humana. Indoamericanismo fundamental y
radica es la esencia de este movimiento juvenil.
Los nuevos
–¿Qué opina de las nuevas generaciones?
–Me complace constatar que las últimas generaciones espirituales recogen,
continúan, y es necesario que superen con nuevos valores originales este gran movimiento
del Norte. La obra de los últimos tales como Mario Florián, Gustavo Valcárcel, Luis
Carnero Checa, Eduardo Jibaja, Guillermo Carnero Hoke, Ricardo Tello, Julio Garrido
Malaver y otros, continúa a mi juicio la estética de Vallejo y Spelucín, el pensamiento
político de Haya de la Torre y, en general, las características que he señalado del
movimiento que se inicia en Trujillo.
La obra
Luego, los protagonistas ausentes en el diálogo: los libros.
Hacia 1918 publico mi primer libro juvenil Notas marginales. Desde el año 1914
hago intensa vida periodística, y algunos años después publico el Monólogo eterno, libro
de aforística, estética y filosofía. Años después Pueblo-Continente, editado en Chile, cuya
segunda edición se hará probablemente en los meses venideros en Buenos Aires. Los
manuscritos de dos libros, Helios y Panoramas, son destruidos por las brigadas políticas
durante la persecución. Tengo listo para la publicación Discriminaciones, ensayos de
índole estética, literaria y filosófica. También tengo listo lo que considero mi libro
fundamental La reconstitución de un mundo, que continúa el planteamiento de los
problemas que apunto en Pueblo-Continente. También tengo en preparación Política y
democracia indoamericana, conjunto de ensayos sobre la realidad de nuestro continente, y
un libro de orientación espiritual para la juventud.
Nos despedimos llevándonos la última palabra como muestra de que hemos
charlado con uno de los hombres que está definiendo el sentido espiritual del mensaje
indoamericano.
El intenso trabajo que, el Partido del Pueblo, tiene sometido a Antenor Orrego, casi frustra
esta entrevista. En efecto, aunque aparentemente, el líder liberteño, está pletórico de salud, 102
parece que las duras jornadas que ha capitaneado, a partir de julio, le exigen un descanso.
Orgulloso de sus noches de vigilia, de su peregrinaje, del poder de persuasión que
tuvo que emplear antes de las elecciones; de sus actuales tareas en la reorganización del
partido; hay, sin embargo, cierto tono de melancólica añoranza, cuando piensa que, dentro
de un tiempo, podrá, otra vez, reintegrarse a sus ocupaciones habituales. A reiniciar sus
artículos para revistas extranjeras ahora obligadamente retrasados, a revisar los originales
de los libros que tiene listos para ingresar a la prensa.
Conversamos con Orrego, en el salón de una casa solariega de Trujillo. Escuchamos
su parsimonioso hablar, sus respuestas, siempre meditadas. Da la impresión de que es
enemigo de todo lo que significa vehemencia e improvisación. Y, también, apreciamos que
estaba agotado. Casi, diríamos, al borde del surmenage.
Por eso fuimos breves. Conseguimos nuestro objetivo, le entregamos un pliego de
preguntas. Porque una entrevista política a diferencia de las de otra laya es simplemente
eso: preguntas. Pero interrogaciones, en muchos casos indiscretas, que satisfagan los temas
que el lector común desea conocer. En política, una palabra más o una palabra menos
puede variar sustantivamente una respuesta. Por ello hay que publicarlas, textualmente.
Como se las ofrecemos a los lectores.
Antenor Orrego, estudió primaria y media en el Seminario de San Carlos y San
Marcelo, aquí en Trujillo. También los dos años de letras y cursos completos en la Facultad
de Ciencias Políticas y Administrativas y en la Facultad de Jurisprudencia, en la casa de
Bolívar.
Fueron compañeros de estudios de nuestro entrevistado: Víctor Raúl y Agustín Haya
de la Torre, Alcides Spelucín, el pintor Macedonio de la Torre, etc.
Como político organizó el primer comité aprista del país, aquí en Trujillo, poco antes
de que se organizara en Lima, siendo el primer Secretario regional del Norte.
Posteriormente desempeñó muchos cargos, entre ellos en 1949, la Secretaría del Comité
Nacional de Acción en Lima.
Como periodista, fue jefe de redacción del diario La Reforma en 1915. Luego dirigió
el diario Libertad. En 1923 fundó con Alcides Spelucín el diario El Norte, que aglutinó a su
alrededor a una élite intelectual conocida como Grupo Trujillo. Surgieron los poetas César
Vallejo, Alcides Spelucín, Oscar Imaña.
Como intelectual prologó en 1922 el famoso libro de César Vallejo Trilce y La Nave
Dorada de Alcides Spelucín. En ese mismo año publicó su primer libro Notas Marginales.
21
Entrevista hecha por el periodista Jorge Moral. Fue publicada en la revista Figuras, Año II, N° 11, febrero
de 1957.
Posteriormente El Monólogo Eterno y Pueblo Continente.
Actualmente, tiene listos para la impresión Memorial del Tiempo en que relata su
encuentro con César Vallejo, Discriminaciones y, Hacia un humanismo Americano y
Estudios Políticos.
Colabora, actualmente, en Cuadernos Americanos de México y Cuadernos de París.
En 1945 fue elegido senador por La Libertad. En 1930 designado delegado de los
departamentos del Norte para integrar la Junta de Gobierno que presidió Samanez Ocampo.
Y en 1946, tuvo la más discutida situación en su carrera: Fue elegido rector de la
Universidad de Trujillo. Esto le valió fuertes ataques de sus opositores que lo calificaron de
rector honoris causa, por carecer de título académico. He aquí el texto de la entrevista:
103
¿A qué obedece su viaje al departamento?
–Mi viaje al departamento obedece a una directiva emanada del Comité Ejecutivo Nacional
que ha dispuesto la reorganización total del partido en la República.
¿Es cierto que en la huelga de Cartavio ha habido injerencia aprista con fines políticos?
–El mismo día que llegué de Lima me encontré con un conflicto obrero en Cartavio que fue
rápida y fácilmente solucionado. Puedo asegurar que no hubo ninguna injerencia aprista en
el estallido de este conflicto porque nosotros estamos interesados, tanto como el mismo 104
Gobierno, en mantener un clima de paz social que permita consolidar un régimen
democrático, que elimine para siempre los golpes de Estado, que tanto daño han producido
en la vida del país a lo largo de más de un siglo en que predominó la usurpación facciosa
del poder público. Necesitamos consolidar nuestra democracia naciente, porque sin ella no
hay convivencia jurídica posible, sino opresión sistematizada de un grupo o de grupos
reducidos, por medio de instrumentos policiales represivos, ya demasiado conocidos. Esta
es la razón fundamental que ha originado todas nuestras tremendas crisis políticas que han
sido, en último término, crisis de orden constitucional. Tan cierto es esto, que cuando el
comando del partido pronunció la palabra “convivencia”, este vocablo tuvo casi un efecto
mágico, diríamos, porque agrupó, de inmediato, a todas las fuerzas políticas del país en un
solo frente de acción democrática.
¿Quién cree usted que debe ser rector de la universidad? ¿Volvería usted a postular? ¿No
cree que es indispensable tener título académico?
–Me parece muy prematuro responder desde hoy a esta pregunta. Entiendo que el mandato
del actual rector expira todavía, si estoy bien informado, dentro de dos años o poco menos.
Lo que sí debo recalcar es que yo no he postulado nunca ni postularé, tampoco, en lo 105
sucesivo, a ningún cargo. Los apristas no postulamos, sólo cumplimos un mandato. Cuando
en 1946 fui al rectorado de esta universidad, contra mi voluntad personal, acepté el
mandato del claustro de maestros, que me designó casi por unanimidad, pues sólo dos o tres
catedráticos, si mal no recuerdo, estuvieron en discrepancia; el mandato, también, de la
gran mayoría de estudiantes que reclamaron mi presencia; y el pedido del pueblo mismo de
Trujillo que en memorables comicios multitudinarios me reclamó frente a la universidad.
No solicité entonces ningún voto de catedrático alguno, ni la adhesión de ningún alumno.
Repito, yo no postulo ni postularé jamás para ningún cargo. Voy donde debo cumplir un
mandato.
Los títulos académicos suelen ser muy frecuentemente verdaderas patentes de corso
para justificar la presencia en los cargos de nulidades evidentes o de mediocridades
indiscutibles. Esta es una enseñanza casi milenaria que surge de la historia. Me reservo, sin
embargo, el derecho de opinar oportunamente sobre este asunto tan interesante.
AMÉRICA ES EL CONTINENTE
DE LAS GRANDES ESPERANZAS22
22
Publicado en la revista Cartel, Lima 1957, p. 4. N. del E.
Antenor Orrego enfoca problemas
Un bello ejemplo
Al requerir su opinión sobre el expresidente de Siria, Shukri al-Quwatli que acaba de
despojarse del poder por mutuo consenso, para dar paso a la fusión de los pueblos egipcio y
sirio en la novísima República Árabe Unida, contesta que es uno de los más bellos
ejemplos que debe ser tomado en cuenta en nuestros países.
Madurez política
En lo que respecta a la “convivencia política” que ya se ha elevado al plano de doctrina
jurídica, nos responde, que es el primer signo de madurez política que ha surgido en esta
etapa. No tiene plenitud aún, pero es el comienzo, agrega.
EDITORIAL
Plegaria
Para ser dicha el día de su tránsito y para ser llevada, junto a su pecho, en el ataúd, Antenor
Orrego escribió esta plegaria, testimonio emocionante de su fe, que fue entregada a su
esposa
ELAMAUTA DESCANSA
ORREGO Y LA TRIBUNA
115
EL PRECURSOR
23
Este artículo, con ligeras variaciones, se publicó inicialmente en la revista La Nueva Democracia de New
York con el título “Mi recuerdo de Antenor Orrego”. Luego fue reproducido, en dos oportunidades por el
diario La Tribuna (ediciones del 17 de agosto de 1960 y 21 de noviembre de 1961).
Hace algún tiempo leí unos versos de Rafael Alberti, que ahora evoco al desglosar de “mis”
cuadernos las líneas dedicadas al noble amigo ausente “a ti, sonoro, puro, quieto, blando,
incalculable al mar de la paleta...”
En el “mar” de mi paleta estuvo Antenor Orrego, alma de colores, desde que lo
conocí en Trujillo el año 1923. Y desde que le estreché la mano en la puerta del diario El
Norte, del que era director, donde alentaba las inquietudes de la generación más inquieta
del Perú del novecientos. En ese primer encuentro, le vi justo, sereno, bondadoso, de una
modestia y una generosidad incalculables.
Aprovechaba yo mi breve estancia en la capital de La Libertad para hacer apuntes de
la región, y retratos de mis nuevos amigos antes de proseguir mi viaje a Europa; entre otros,
el de José Eulogio Garrido, uno de los mentores más sagaces del “grupo intelectual” y el de 132
Macedonio de la Torre, quien daba ya pruebas de su genio. Orrego me impresiono
profundamente, sin duda por lo que conocía de sus escritos reveladores de la conciencia
americana, tan desconocida para la mayoría de nuestros escritores.
Por esos tiempos estaba en boga la teoría sobre el nimbo, puesta en práctica por los
prerrafaelistas, quienes la heredaron de los primitivos florentinos. Sostiene esta teoría que a
cada persona le corresponde un Nimbo, cuyos
colores coinciden con su carácter y aspecto físico.
Esto no era una novedad para mí. Desde hacía
mucho tiempo cultivaba el empeño de descubrir
nimbos en el motive, como decía Cézanne. En el
nimbo de Antenor Orrego me sorprendí de no
encontrar negros, ni blancos, ni grises. En los
colores que les correspondía vibran opacos verdes
de cañaverales, oro mate de tapiales, añiles y rosas
entre pardos polvorientos. Colores de Trujillo
pleno de poetas, de pueblo lleno de colores
heroicos, apasionados, violentos, tiernos o
melancólicos. Antenor era el gran motive para una
cabeza de estudios; cara alargada, mirada clara y
lejana, pálido y profundo como un retrato del
Greco.
Le he seguido luego en su vida y Felipe Cossio del Pomar Morropón - Piura
pensamiento. Le he visto entrar y salir de las 1888, Lima 1981, destacado pintor y escritor
prisiones del Perú con la misma imperturbable peruano, biógrafo de Víctor Raúl Haya de la
actitud que da la fuerza del espíritu invencible. Y Torre.
mientras en cada país de América oía repetir su nombre con admiración, y en cada
publicación de importancia leía sus artículos fecundos siempre de enseñanzas, en la patria
nuestra era evidente el empeño por ignorar al autor de Pueblo-Continente, una de las obras
más notables escritas sobre América Latina.
No hace mucho se mencionaba el nombre de Antenor Orrego como posible
embajador en un país amigo. “¿Antenor Orrego? –preguntó un diplomático nuestro–, no le
conozco... “Y bien podría conocerle por lo mucho que de él se ocupó la “gran prensa”,
cuando sin tener título doctoral ocupó la rectoría de la Universidad de La Libertad. ¿Qué
falta podría hacer a Antenor Orrego ese título, cuando su obra era sobrada garantía de
capacidad?
La última vez que estuve en Lima fue la última vez que compartimos nuestra
comprensión fraternal. Como sabía que me interesaban datos para mi nueva biografía sobre
Víctor Raúl Haya de la Torre, antes de partir me dio esta página, que ahora figura en mi
libro:
“Estamos en 1904 en el patiecito de la primaria, en el Colegio del Seminario
Conciliar de San Carlos y San Marcelo.
Una masa crepitante deambula y juega en el pequeño ámbito escolar. Bajo el
patrocinio del padre Graff, cada grupillo se entrega a su faena de gozo. Unos al rayuelo,
otros al trompo, otros a la pelota vasca, otros a la plática confidencial de su quehacer o de
su cuita infantiles.
Yo estoy, desde la orilla de una circunferencia rayada con tiza sobre el suelo,
arrodillado a medias, apuntando con los dedos apretados y con mi “tiracha” a un montículo 133
de bolas iridiscentes, que tientan mi codicia de niño. Al frente está Macedonio de la Torre,
mirando con ansiedad el resultado de mi disparo.
De pronto irrumpe Víctor Raúl como una tromba. Los menudos y ágiles pies barren
mi esperanza de un golpe. Las bolas se dispersan... Indignado me incorporo y corro tras el
agresor. Atravesamos el patio de primaria, invadimos el aula, salvamos el patio de media,
alcanzamos el patio del rectorado en carrera desolada… El agresor se refugia en la
habitación del padre Briand... Allí le sigo.
La gallarda y hermosa figura del sacerdote pone las manos sobre nuestras cabezas y
nos aplaca.
–¿Por qué se pegan? –nos dice con infinita bondad.
Y, luego clavando su mirada penetrante en mí, añade:
–Tú serás su primer maestro, el maestro, pero él –dirigiéndose a Víctor Raúl– será el
héroe de su nación y raza.
No entendimos mucho lo que nos dijo entonces. Pero ahora, cuando vuelvo las hojas
del tiempo hacia atrás y comienzo a “beber lo ya bebido”, como dijo César Vallejo, pienso
que aquel buen sacerdote tuvo mucho de profeta...”
Desde entonces Antenor y Víctor Raúl se dieron el primer abrazo que como
hermanos los ha unido toda la vida.
Nuestra Carátula
“Vanguardia” N° 153
(23-07-1960)
ANTENOR ORREGO
La desaparición del ilustre Antenor Orrego constituye una “pérdida irreparable para las
letras nacionales”. Por encima de las discrepancias ideológicas, se debe reconocer lo
meritorio de su obra, que ha recibido la consagración unánime de lo más cimero del
pensamiento americano.
Entre nosotros es muy poco conocida la obra de Orrego; su difusión y repercusión ha 137
sido mayor en el extranjero que en Perú. Esto se debe a que Orrego estuvo condenado a
permanecer al margen de los círculos intelectuales por las ideas que profesó durante toda su
vida.
La mayor parte de su obra está diseminada en numerosos artículos y ensayos
publicados en revistas y periódicos nacionales o extranjeros. Apenas si negó a publicar tres
libros en su largo periplo intelectual, dos de los
cuales datan de sus años juveniles.
Las ideas que supo defender con singular
altura están contenidas principalmente en su obra
medular, Pueblo-Continente, editada por primera
vez en Santiago de Chile, en 1939.
A lo largo de toda su obra se destaca el
propósito de descubrir el alma americana, de
interpretarla en la medida exacta de su proyección
futura y de crear una forma de expresión cultural
propia, ajena a las consignas importadas de Europa
sin beneficio de inventario.
La originalidad de su pensamiento lo llevó a
enunciar atrevidas concepciones de valía
indiscutible. En Pueblo-Continente se adelantó a
hablar de los “gérmenes culturales”, que después se
encontraron formulados en la obra monumental de
Toynbee. Para Orrego, en América se está Roy Soto Rivera, escribió más de 30 libros,
produciendo el alumbramiento de una nueva entre ellos, la biografía de Haya de la
cultura, a la que contribuyen el aporte de lo Torre. La rutina de sus últimos años,
europeo-occidental, importado por los españoles; transcurría entre el café Bohemia de las
de lo autóctono o indígena, que surge de nuestro galerías Gamesa, un restaurante de la calle
propio suelo y de lo oriental y africano que Palacio Viejo y su casa en la avenida
también nos viene de fuera. Todos estos Olímpica en la ciudad de Arequipa.
“gérmenes” se funden en un solo crisol, constituyendo” el primer pueblo continente de la
historia”, que tiene por escenario el ámbito geográfico que va desde el sur del río Bravo
hasta la Tierra del Fuego.
El desarrollo histórico de la cultura occidental, es explicado a través de tres etapas
definidas; a) el “localismo” de la Edad Media, en que los pueblos se desenvuelven en los
24
Reproducido en el diario La Tribuna de Lima N° 2253, agosto 26 de 1960, pág. 4. N. del E.
estrechos marcos de la comarca o del feudo; b) el “nacionalismo” que limita a los
modernos Estados; y, c) el “continentalismo”, hacia el que se van enrumbando los pueblos,
para conservar su existencia. El destino de la América Latina está entonces en la unión de
sus débiles y fragmentadas repúblicas, para conformar un todo orgánico, tal como quería el
Libertador Bolívar.
Estos son los aspectos más saltantes de su filosofía, que no llegó a culminar, por las
circunstancias dolorosas en que le tocó desenvolverse a lo largo de su fecunda existencia.
Queda, empero, pendiente la publicación del libro que hace poco anunció, bajo el
título sugerente de Hacia un humanismo americano, en el que “se desarrollan y precisan”
los temas anotados.
La referencia a su obra, no puede pasar por alto el calvario de su vida. Hombre 138
superior, supo del dolor y del martirio, que compartió con su pueblo en largos años de
cautiverio. Muchas veces intentaron acallar su voz o silenciar su pluma insobornable los
déspotas que se enseñorearon en el poder para expoliar al pueblo. Pero siempre tropezaron
con la barrera infranqueable de una convicción a toda prueba.
La muerte le salió al paso en el momento cumbre de su trayectoria intelectual.
Rodeado de la admiración y el respeto de su pueblo, Orrego se marcha legando a las nuevas
generaciones el mensaje de una obra meritoria y fecunda y el ejemplo viril de su vida sin
mácula.
Mentalmente libres
Haya de la Torre, en los más importantes pasajes de su libro, insiste en la autonomía
ideológica del Aprismo. Es decir, no una arrogante posición de aislamiento, sino la
utilización de los elementos que son intransferibles de nuestra realidad junto con las
grandes coordenadas del pensamiento universal. Así, nuestra ideología no rechaza la
permanencia del mensaje cristiano, con sus raíces helénicas y con la tradición bíblica. Ni
mucho menos liquida las conquistas de la filosofía alemana, Hegel, Feuerbach y Marx. Pero
igualmente acuerda plena validez filosófica –y en esto radica la disyuntiva dialéctica que
Haya de la Torre genialmente incluye como categoría del razonamiento histórico– a la
actual concepción de la física nuclear y el relativismo. De allí que cuando Orrego crea un
esquema histórico en donde ubica el escenario de nuestra actividad, con el nombre de
pueblo-continente resuelve la antinomia de Europa y América. Permitiendo de este modo
que el devenir de nuestra actividad, con el nombre de pueblo continente resuelve la
antinomia de Europa y América. Permitiendo de este modo que el devenir de nuestra
realidad, pueda ser interpretado como fenómeno propio de un nuevo estadio de la
civilización occidental.
Es indudable, que esa conciencia plena de la autonomía mental, que era necesaria
para movilizar las mejores energías del pueblo americano, tuvo su primer momento, en la
Revolución mexicana, en las palabras proféticas de los jóvenes de la Reforma Universitaria
y, especialmente en el Perú, en la intuición genial del proletariado que abrazó resueltamente
el credo libertario de los anarquistas, antes que las entelequias del marxismo europeo. De
allí que el “indigenismo”, un tanto incomprendido ahora y siempre encarado como un
negativismo racial, apunta al descubrimiento del alma y el paisaje americanos, por parte de
escritores y artistas plásticos. Actualmente ese nativismo, folklórico, es ya una reliquia,
cuando no una curiosidad intelectual que fija sus ojos en el turismo sajón. Pero advertido en
sus fuentes primigenias –Icaza y Azuela y en cierto modo Alegría en la literatura; Sabogal,
los muralistas mexicanos, Guayasamín en su primera época; algo de Chocano, mucho de
Vallejo y Octavio Paz en poesía, para citar ejemplos muy claros– cabe configurar lo que
buscaron todos aquellos que alguna vez se cobijaron resueltamente en un nacionalismo
nativo, ortodoxo y rebelde, allá en 1930.
Sólo con pueblo-continente, con la búsqueda de una posición nueva, es que el
anhelo de ser libres mentalmente, autónomos en la creación y seguros en un destino 144
superior, de nuestra vida política, artística y filosófica, se transfigura y resulta la conquista
de la historia universal por parte del hombre americano.
ORREGO Y VALLEJO
25
Felipe Cossío del Pomar, Víctor Raúl.
26
Alcides Spelucín, “Trayectoria literaria de César Vallejo”; Presente N° 3.
27
Cossío, Víctor Raúl.
28
Georgette Vallejo, Apuntes Bibliográficos de c.v., en Los Heraldos Negros, Perú Nuevo, 1959.
“El Grupo”, como se le llamaba, marchaba unido. Y así, unido en el espíritu
fraternal, y junto a los demás de la “generación vetada”, participaría decididamente en la
vida pública del país; en la literatura y la política, en la docencia y el arte, a pesar de todas
las proscripciones. “Era –dice Monguió– un grupo bohemio y revolucionario en más de un
sentido. De él salieron, por lo menos, un pensador y activista político y cultural, Antenor
Orrego, autor de varios libros, director de varios periódicos y revistas de Trujillo y Lima;
un gran poeta, Vallejo, y varios poetas distinguidos, Spelucín, Imaña, Xandóval y el líder
político Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador y jefe del APRA. Con el tiempo, entre
unos y otros habían de conmover el ambiente no sólo de Trujillo, sino de todo su país en
los campos de la literatura, del pensamiento y de la acción” 29. Cabe agregar un nombre
más, en el arte: Macedonio de la Torre. 150
Orrego resume la actitud de esa inquieta y brillante promoción. “Arrogante el
ademán, socrático el gesto, libre y potente el corazón, audaz, voraz, volador el
pensamiento; presta y prodiga la mano; estuporado y erguido, como una torre celeste, el
espíritu; concreto, luminoso y heroico el destino; encendido y magnético el paso;
justiciero, veraz y humilde el pecho. Los cantos brotaban espontáneamente de su fuente
prístina...”30. Empero, la conjunta actitud renovadora habría de ser impedida por los
dominantes intereses de siempre. Individualmente realizarían sus designios. La muerte o el
destierro, la miseria o la indiferencia, rubricaron su abandono. Ninguna generación pudo
tanto y fue tantas veces postergada.
Antenor Orrego fue el primero en escribir sobre Vallejo. Sus palabras prologales en
Trilce tiene la certeza de la justa interpretación a pesar de su carga emocional, fraterna por
lo demás. El profético prólogo contiene, sin duda, la más atinada valoración estética del
nuevo rumbo poético impreso por Vallejo. El certero análisis de la renovación estilística del
poeta fue ampliado por Orrego en Panoramas (1927). Allí escribe:
“La derogación del viejo andamiaje retórico no era un capricho o arbitrariedad del
poeta, era una necesidad vital. Cuando se comienza a comprender la obra de Vallejo, se
comienza a comprender también la necesidad de una técnica renovada y distinta”.
Esto define la actitud de Vallejo. Era el abordamiento de una nueva estructura formal
donde pudiera darse el conflicto vital del poeta. En su interesante estudio sobre Vallejo,
Xavier Abril anota que Orrego resuelve el secreto espiritual, que significa Trilce, “de una
manera excelente”, cuando escribe en el prólogo:
“...Retrae hacia su origen la esencia del ser...”
Cierto. La compleja paradoja humana se traduce patéticamente en la palabra de
Trilce. Palabra nacida con el libro. Giros, modismos, licencias, arcaísmos, adjetivaciones e
inventados vocablos, son utilizados para la traducción de vivencias intraducibles en el
lenguaje llano. El encuentro del hombre en su génesis promueve reacciones hondas apenas
intuibles en la tremenda humanidad del poeta.
Abril, con quien podríamos no estar de acuerdo cuando afirma que la lectura de un
poema de Mallarmé “determinó la transformación poética de César Vallejo”, sostiene, a
pesar de reconocer que el prólogo de Orrego contiene “Atisbos extraordinarios”, que ese
estudio, “en mínima parte, soslaya el principio fundamental del carácter de Trilce; porque –
dice Abril– “no se compadece la indagación poética del ser, admirable, sin duda, con las
29
Luis Monguió, Vallejo, Vida y Obra.
30
Orrego Palabras Prologales a La nave dorada de Spelucín.
efusiones cordiales y anecdóticas, propias de la crónica más que de un prólogo...”31.
Discrepamos. Precisamente lo extraordinario del prólogo de Orrego, creemos, es la
conjugación, que no tiene porque resultar incompatible o forzada, del certero juicio
estilístico y el suceso existencial de que participa el poeta. Sin duda el libro de Abril tiene
logradas interpretaciones, como cuando dilucida la influencia de Quevedo en Vallejo, pero
nos permitimos discrepar con él en el capítulo dedicado a Trilce, capítulo al parecer escrito
demasiado a prisa. Máxime cuando condiciona la orientación renovadora del poeta a la
lectura de un poema de Mallarmé. El mismo Vallejo define su posición en Trilce en la carta
que escribe sobre el libro a Orrego:
“El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la
responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizá, siento gravitar sobre mí una 151
hasta ahora desconocida obligación sacratísima de hombre y de artista: la de ser libre. Si no
he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa
fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo, y esta es mi mayor cosecha
artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad!; Dios sabe cuánto he
sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje. ¡Dios sabe hasta
qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya
a morir a fondo para mi pobre ánima viva!”32
El subrayado nuestro corrobora la idea expuesta. Cuando Vallejo expresa su temor de
que el “ritmo” no traspasará sus límites, se refiere al ritmo interior, a su requerimiento
sustancial de la comunicación inmediata, la que, en la fuerza de su vivencia, tienta las
mismas fronteras de la expresión, de la libertad. Bien dice Orrego que la transformación
estética de Vallejo obedecía “una necesidad vital”. También escribe que “sus palabras no
han sido dichas, acaban de nacer”, frase que destaca Coyné. En otra carta a Orrego el poeta
le escribe: “¡Quiero ser libre aun a truenes rodeado de espantoso ridículo con el aire de un
niño que se lleva la cuchara por las narices!” 33. Así se sentía el poeta ante la indiferencia
con que se había recibido su libro. Sólo el otro amigo, Luis Alberto Sánchez, dio cuenta de
la aparición de Trilce en Variedades.
Ahora que recordamos el año primero de la física e insustancial partida de Antenor
Orrego, importa evocar su tarea apasionada de vallejista sincero y veraz. Evocación ésta,
nunca completa por nunca abarcable la emoción fraternal que del inolvidable cholo
palpitaba en él. Había orientado su preciosa existencia al conocimiento certero del poeta.
Decía que “cada hombre es portador de una revelación que no le pertenece, sino que
pertenece a los demás”. Y frente a su destino descubridor de una palabra universal y eterna
imploraba: “¡He creído y he querido cumplir mi deber lo más alto que pude! ¡Estad seguros
que no pude más!”. Así de noble era. Así de modesto. Quienes lo conocieron de cerca lo
saben bien. Y quienes no lo conocieron lo intuimos igual.
31
Xavier Abril, Vallejo.
32
Carta de Vallejo a Orrego trascrita por Mariátegui.
33
Ibíd.
VIDAS PARALELAS: ANTENOR ORREGO Y MANUEL AREVALO
Dos vidas paralelas que se han reunido en el más allá nos llaman a reflexión sobre el
contenido moral de sus enseñanzas. La del maestro Antenor Orrego, filósofo y pensador,
cuyos restos descansan provisionalmente en el cementerio de Lima, desde julio del año
pasado, y la de Manuel Arévalo, que no tuvo descanso ni en la tumba de Colorado Chico,
pero cuya Cruz simbólica se alza para decir al viajero o caminante que cuando las ideas se 152
escriben con sangre jamás perecen.
Nadie como Antenor –que hasta por nombre le vino la sagacidad y la prudencia en el
discurrir y aconsejar– pudo resumir mejor los valores eternos de Manuel Arévalo. Ahí está
su ofrenda de Pueblo Continente. En ella Orrego concretó el mensaje del mártir para que se
cincelaran en el bronce de pedestal de la cruz que, sobre la pampa árida, haga florecer
reafirmaciones de fe y esperanza.
“El amor, lo puso un hijo humilde del pueblo, inteligencia lucida y bravo corazón de
héroe que hizo a su país la noble ofrenda de su sangre”.
La rebeldía juvenil de Manuel Arévalo en los años iníciales de la protesta no fue
algazara irresponsable, la crítica negativa ni el rencor subalterno de los incapaces. Al
contrario de las fuerzas ciegas o demoniacas de la Naturaleza, que sólo destruyen, la acción
de Manuel Arévalo –inspirada por elevadas motivaciones de justicia social– fue temple del
espíritu, valor de la conducta, pertinacia por alcanzar una meta. Su coraje no fue pasional in
promptu, ni arrebato fugaz. Era tensión hacia el objetivo.
Proclamó y enseñó la disciplina como virtud y supo prepararse pacientemente, en
medio del fragor de la lucha, hasta alcanzar una cabal formación espiritual. Sin
oportunidades educacionales consiguió burilar su inteligencia y nutrirla con ideas
cardinales. Clara mente comprensiva, desechó la paja y el relleno para ir directamente a los
principios rectores. Aprista raigal, no se deslumbró con los astros de otras constelaciones.
Observó nuestra tierra peruana con limpia inspiración para resolver nuestros problemas.
Rechazó con entereza fórmulas y recetas extrañas. Cumplió su tarea gloriosa y
sacrificadamente para que el hombre peruano alcanzara su destino de bienestar y de
progreso.
Manuel Arévalo no concibió la política al margen de la fe. Creía en las virtudes
esenciales del pueblo, en la luminosa verdad de la doctrina aprista, en la obra
transformadora de un movimiento cuyos guías, Víctor Raúl Haya de la Torre o Antenor
Orrego, son hombres de pensamiento. Y fue, paradigma de lealtad a su partido, que no
concibió con alas o fracciones, con disidentes encubiertos, o emboscados con radicalismo
de escaparate. Tenía que ser un bloque unitario que garantizara la victoria.
Así, hasta su sacrificio final, supo mantener al partido en la región norteña y en el
ámbito nacional, dentro de los cuatro principios cardinales que definiera y cumpliera.
Acción indeclinable, cuya meta es la victoria; fe en que las grandes causas no perecen por
el miedo; disciplina para que los integrantes del partido constituyan una legión aguerrida; y
unión fraternal entre dirigentes y militantes.
Junto a su recuerdo se hermana esa figura de héroe civil que se llama Antenor Orrego.
Sembrador de ideas, guía y maestro del pensamiento, luchador político como hay pocos, y
en cuya hombría, todos los que estuvimos cerca de él por muchas décadas, descansábamos
seguros de que no daría paso atrás. Antenor Orrego era de la estirpe de los que no se
arredran ante el peligro de perder la vida, ni ante la confusión de los inmaduros que pierden
la brújula, la orientación y el rumbo. Conocía a los hombres y a los jóvenes y no se
equivocó en alejar a los mezquinos y traidores. Cuando esos pocos quisieron amargarle y
alejarle de la acción sólo consiguieron que se empinara más. Entonces, como en sus viejos
tiempos de precursor de idealismos, esparció más claridad mental y ética. Acendro el
espíritu combativo de todos en esa lucha ideológica que los sovietizantes criollos pretenden
ganar por el terror, la demagogia o el desprestigio, guerra fría que Antenor Orrego ayudó a
ganar para el Aprismo. 153
Así estas dos almas inmortales que se han desvestido del ropaje terreno y de la arcilla
humana –que jamás los ancló en vida– para elevarse egregiamente a la gloria. Desde ella
nos trasmiten el mensaje peruanísimo de seguir luchando por una nación sin siervos ni
mendigos, sin explotadores ni explotados, sin huérfanos del destino, ni esclavos de la
ignorancia, el vicio o la mentira.
Compañeros:
Quizá sería una traición a la memoria de Antenor Orrego, si mi elogio a su vida y a su obra
rastreara por los detalles y acometiera la empresa olvidando sus consejos. No debo repetir
conceptos ni subrayar ideas ni pensamientos, sino descubrir las líneas generales de su vida
y de su obra. Extraer las esencias en una breve síntesis que no he querido dejar al azar,
porque este nuestro momento, debe ser un momento de recogimiento y de meditación,
como fue el trayecto de su vida. Por eso sacaría fuerzas de flaqueza para decir a todos los
aquí congregados, dirigentes del partido, compañero secretario general, nuestro hermano el
diplomático venezolano doctor Thibaldo González, y a toda la hermandad aprista, a los
fraternales amigos, devotos discípulos depositarios de su fe, cuánto debemos a sus
enseñanzas, a su ejemplo austero, a su amor y comprensión inagotables. Él, que nos hizo
amar la belleza, la tolerancia y el desinterés, tal vez escuche desde el panteón de nuestros
próceres, la mejor ofrenda de nuestra adhesión que es este diálogo colectivo que sostuvo en
vida desde hace más de cuatro décadas y que nosotros continuamos y debemos continuar
con su presencia espiritual. El calor de su palabra se extinguió hace un año cuando se nos
fue silenciosamente una madrugada, sin cerrar ni una puerta, como queriendo no
interrumpir el coloquio que seguiremos manteniendo con su presencia espiritual, con su
nunca dolida imagen, con el ánimo alegre de su portentosa verdad.
Antenor Orrego, vuelvo a subrayarlo, no murió de enfermedad ni de vejez, ni de
cansancio ni de pesimismo. Detúvose su corazón porque era cárcel estrecha. Detúvose su
mano de escritor y de artífice del pensamiento porque ya había sembrado la semilla de 155
tantas nobles ideas, de tan altos ideales. Se aquietó su cuerpo para no perturbar más el
rumor de su alma generosa que ascendió siempre. Fue ascenso permanente su vida, tal vez
para no oír los halagos del éxito, las loas del triunfo, los vítores de la culminación.
Calladamente se fue una madrugada, tan sólo unos minutos después que nos diera su
postrer mensaje. Se ha ido dejando la estela luminosa de su pensamiento, la huella honda
de su conducta intachable: Como Sócrates, también bebió la cicuta de las cárceles, de las
persecuciones e incomprensiones.
Tras de su partida definitiva quiso tal vez que fuéramos testigos de que no tuvo
flaquezas, ni debilidades ni claudicaciones con lo vulgar, lo malo y lo inferior. Se fue de
puro espíritu. Es natural mudar de estancia. Dejar la tierra. Por eso no hubo ninguna
estridencia en su tránsito, sólo el llanto callado de los seres amados al apagarse la lumbre
de sus ojos y el tono de su voz. La agonía de Antenor no fue, pues, la muerte, su lucha era
en torno a la vida. Lucha por mejorarla, embellecerla, ennoblecerla. ¿Para qué aferrarse
entonces a la prisión del cuerpo, si ya había ganado la inmortalidad?
Misión y destino
La misión y el destino de Antenor Orrego ha sido transmitir el mensaje de optimismo a las
juventudes del Perú y a las juventudes de América. Veinte años de meditación angustiosa
florecieron en su libro Pueblo-Continente, o ensayos para una interpretación de América
Latina. Este libro es el fruto de su misión docente. “Nuestra América tiene que encontrar su
propia alma; nada de imitaciones, ni de copia, ni de remedo. Debemos ser lo que somos”
así lo dijo y lo repito, extrayendo lo esencial de su pensamiento, en la medida en que
convertimos el destino en expresión de la libertad, lo habremos convertido también en la
magnífica herramienta de nuestra misión. Nuestro destino histórico nos ha llevado al borde
de nuestra responsabilidad en esta tremenda misión; debemos alzamos espiritualmente
hacia esa altura a que nos ha levantado el misterioso oleaje de la historia. “Desde América
debe surgir y está surgiendo ya un nuevo humanismo, que por la pulsación ecuménica de la
hora en que nace incluye a todos los pueblos de la tierra en una apertura integral de la
conciencia humana, venciendo y superando todas sus limitaciones y frustraciones
anteriores, causantes de la presente crisis mundial”. Y por último dijo así: “Política y
culturalmente, no seremos libres, sino simplemente libertos y manumitidos mientras
sintamos la añoranza de las palabras y de los ademanes extraños. Si sentimos el
pensamiento europeo como yugo y no como sustancia nutritiva y alumbradora, ¿cómo
habremos de alcanzar nuestra autonomía, nuestra soberanía y mayoría espiritual?”.
Así discurre su pensamiento imbuido siempre porque América surja con un
significado universal, para forjar una egregia misión humana que capte y exprese toda su
grandeza y originalidad. ¿Cómo podrá incorporarse en la historia y en el acontecer
espiritual del mundo? La imagen que nos presenta luego es la clave del apostolado y el
destino esencial de Orrego. “El brillante que destella como una luz, ante el resplandor del
sol, sólo puede ser porque hubo una mano que descendió tremulante y tranquila a las
entrañas de la tierra y lo extrajo para tallarlo y bruñirlo con su decisión de sacrificio, de
amor y de belleza”. Artista él mismo, y grande en su modestia, plasma sus meditaciones en
unas Notas Marginales, allá por 1922. Y en el Monólogo Eterno, siete años después, que
editara allá en Trujillo, la tierra norteña que inspirara a su pensamiento, fijara su acción y
mantuviera su vigilia. Desde entonces sólo actúa, piensa y escribe para su descubrimiento 156
de la “conciencia americana”. “Tengo la remota esperanza de que en el curso de estas
páginas, alguna frase estremecida, algún pensamiento encendido, alumbren algún sector de
nuestra vida informe y la ayuden a articularse en alguna conciencia de América”. Así
siempre presente el espíritu de América, que es el espíritu del Perú consustanciado, es
como discurre este hombre que supo empujar la historia de nuestro movimiento con
carácter de universalidad.
Antenor alienta con ademán comprensivo, penetrante y generoso la acción poética de
Vallejo. Su prólogo a la primera edición de Trilce, culminación de un largo y esforzado
magisterio, con que el pensador libra batalla contra la incomprensión, revela el mundo que
nace en el alma del poeta. Es el alma del artista protagónico, del poeta en busca de la
expresión propia y original. De ahí que años después levante su protesta contra quienes en
Europa regatearan personalidad estética americana a César Vallejo. “Me parece forzado y
absurdo –dice– ese intento de explicar la obra de Vallejo mediante factores
extracontinentales, al margen de su genuina circunstancia americana, mediante ingredientes
ideológicos que nunca tienen en ningún artista creador resonancias profundas y que son
sólo meros elementos superficiales y adventicios”. Vallejo es para Orrego la conciencia
nueva de América en el campo del arte, en el campo estético.
Anunciación de Pueblo-Continente
Por eso la anunciación que lanza en Pueblo Continente es plural en su manifestación. La
concepción de Antenor Orrego que acabo de anotar no se circunscribe a la producción
artística. Ella es faceta filosófica que ciñe y precisa el pensamiento americano, hecho de
síntesis dialéctica, oposición de contrarios. ¡Cuán lejos está su pensamiento de reptar por
los lugares comunes y vulgaridades interpretativas de quienes hacían de América campo de
colonización y suma aritmética de europeos e indios. La idea de Orrego no es racial sino
biológica. Es muy cierto aquello de que a una muerte y a una decadencia, sucede siempre
“un nuevo brote, un nuevo nacimiento”, son sus palabras. Muere y se descompone el indio,
pero también muere y se descompone el europeo, para que surja luego una nueva
estructuración, una nueva conformación fisiológica del espíritu americano. Afirma por
tanto que no hay muerte ni desintegración absoluta, ni en la naturaleza ni en la historia. Si
la evolución de la independencia nuestra, latinoamericana, se frustró porque no hubo lo que
él denomina “digestión vital”, ni asimilación entre los dos mundos que chocaron, en
cambio el valor continental de las presentes generaciones consiste, precisamente, en haber
hecho la digestión de América, en haber refundido en su acción, en su pensamiento y en su
impulso emotivo esa intuición oscura y profunda de ser la concepción y la expresión de un
nuevo vasto mensaje de la vida universal.
Para fijar el destino trascendente de América, la poderosa mente de Orrego bucea en
el abismo de lo desconocido, el encuentro de las dos estirpes y de los dos pueblos.
“Desgarrón histórico”, lo llama, a donde el metro para medir sus alcances, no es ni la
experiencia ni las leyes, ni las normas que ensayaran el hombre europeo o el hombre
oriental a través de los siglos. América es una nueva posibilidad humana. Es más,
constituimos los americanos una síntesis de razas y culturas, la síntesis del hombre político
o externo y el hombre subjetivo o interno. Oriente y Occidente que se dan la mano. Son
fuerzas para lograr la conciencia de sí mismas, la americanización de América. El destino
de América, según Orrego, es resolver en una unidad superior la encrucijada tácita en que 157
desemboca el mundo contemporáneo. Esta es la tarea de América.
Una vez que analiza la dimensión de América a la luz de su profunda intuición de
filósofo de la historia, Orrego se adentra en el camino de las primeras realizaciones. Recusa
el movimiento ruso, el de la Tercera Internacional, como un narcisismo que quiere verse a
sí mismo reflejado en el exterior, con el infantil propósito de pulir y azogar a los demás
pueblos para que le retornen su propia imagen, proyectándose en los otros. Por eso, a
Orrego, debe considerársele como e adelantado en la contienda de confusiones que trae la
guerra fría o guerra ideológica. Como el luchador más representativo, para afirmar al
margen de influencias extracontinentales, nuestra propia personalidad americana, que es la
única que puede conocer y resolver nuestros problemas fundamentales.
El líder y el equipo
Orrego tacha de ridículas y desvalorizadas las directivas estratégicas y las tácticas del
comunismo provenientes de Moscú, en las que se olvida que cada pueblo es algo concluso,
una ley en sí mismo, un proceso autonómico, un caso espiritual. Destruye la falacia de
imitar a Europa en sus tareas revolucionarias, puesto que el problema de América es
radicalmente distinto y su complejidad no se compadece con el simplismo que adolecen
todos los partidos comunistas y socialistas de América. La conciencia y el hecho
fundamental de que en ninguna parte, como en América, la revolución tiene un tan pleno
sentido de creación, rige el pensamiento de Orrego para descubrir el sentido vital de la
revolución indoamericana, de la revolución peruana. Con ella, formando parte de ella,
haciendo ella misma la revolución aparece el Aprismo en nuestro escenario. El Aprismo
como imperativo histórico, no es una teoría intemporal que haya surgido de la imaginación
abstracta de un ideólogo, no es una teoría ni un sistema académico que haya brotado por
obra del conjuro como el fiat lux, de la nada. Dentro de este enjuiciamiento global, Antenor
Orrego sitúa la personalidad del fundador del APRA, a quien saluda en 1931, con ese
discurso admirable, cuya síntesis nos las da después en Pueblo Continente, con estas
palabras:
“Haya de la Torre en su momento culminante, es el aglutinador político, el punto de
convergencia de una generación que polariza el pasado en lo que tiene de vital y el
porvenir en lo que tiene de trayectoria humana; en una palabra, la trayectoria pretérita y
presente y las posibilidades de transformación “sin lugares comunes, frases estereotipadas,
ideas sin sangre ni glóbulos rojos”.
¿Cómo interpreta el sufrimiento de miles de peruanos en las mazmorras de El
Frontón, de la Intendencia y del Real Felipe, de la Penitenciaría, que está cayendo bajo la
piqueta depuradora? (¡Tenía que serlo en un régimen de libertad!).
¿Cómo se explica la abnegación heroica de los que fueron tenebrosamente fusilados
en Huaraz, Cajamarca, Cajabamba, Huancavelica y Ayacucho, de esos miles de ciudadanos
y adolescentes abatidos frente a los muros de la vieja Chan Chan?
¿Cuál es el resorte moral de esa resistencia heroica de 30 años. De esa constancia
frente a la adversidad, de esa lealtad y consecuencia de nuestra militancia? Antenor Orrego
nos da la respuesta.
El hombre y el equipo
Antenor Orrego, enjuicia la obra creadora de Víctor Raúl Haya de la Torre desde el ángulo
de la acción, pero no de la actividad sin ideas ni doctrina, es el nuevo hombre de América,
el nuevo órgano biológico que necesita el continente para articular su destino. “De pocos
se puede afirmar con igual certeza, que encarnen y realicen esta concepción como el jefe
del Aprismo”. Junto con él, mancomunadamente con el hombre-acción está el equipo
energético, según en enfoque de Antenor Orrego, porque “una empresa de cultura no
puede ser ni ha sido nunca la obra de un hombre. Son precisas, muchas capacidades para
planear, abrazar y recorrer una trayectoria histórica. La eficacia vital de un movimiento se
mide por su virtualidad de suscitación, de procreación y de fecundación espirituales”.
Concluye así anunciando la aparición del nuevo tipo de hombre, el héroe civil, en
esta gesta por la conquista de la libertad, de la democracia, de la cultura, de la justicia
social, que es la libertad con pan.
Ante el primer alzamiento civil, la insurrección del 7 de julio del año 1932 en 160
Trujillo, seguido por las insurrecciones de Cajamarca, Huaraz, Ayacucho y Huancavelica,
surge en su espíritu la necesidad de una interpretación, que justifica con este
planteamiento: “Para el hombre primitivo o para el hombre actual sin sentido histórico, los
hechos no se relacionan ni se conectan unos con otros”.
Por lo tanto, una vez que analiza los factores económicos y el antagonismo de dos
generaciones, llega a la conclusión, que constituye la mejor síntesis del pensador y el
hombre de acción que es: también Antenor Orrego.
“Los hombres que de alguna manera fuimos los primeros vehículos de este
movimiento, sabemos ahora, con entera certidumbre, con prueba experimental irrecusable,
su formidable y positiva trayectoria hacia el porvenir. El resto son los episodios y
contingencias de la lucha que no nos inquietan mayormente. Un nuevo hombre y una
nueva conciencia están en marcha. Y éste es y será nuestro principal objetivo”.
Este es el telón de fondo del homenaje de esta noche. Son las ideas fundamentales de
Antenor. Más que ideas hechas como ustedes han escuchado, son suscitaciones. Él, como
maestro, no dio jamás pensamientos leves, ideas baladíes. Él fue un camino abierto dentro
de una corriente humana, que había escogido un rumbo aunque tuviera muchas veces que
sufrir los altibajos de toda lucha, en la cual han sido muchas las cruces, en la cual han sido
muchas las cicatrices, camino en el cual han sido felizmente muy pocos los desleales.
“Un esteta que hacía revoluciones. Un hombre que sentía la vida colectiva y que veía por
encima de las cosas en el individuo”.
Compañeros:
En realidad quedaría muy poco por decir, habiendo tanto, porque, con discreción, la noche
se nos acaba y el recuerdo no. Esta asamblea es una demostración elocuente de muchas
cosas... Al conjuro del recuerdo de Antenor Orrego no ha sido necesaria ninguna
publicidad para que viniesen tantos compañeros. Ha bastado sólo saber que nos íbamos a
reunir para conversar otra vez con Antenor Orrego. No creo que sea ésta, por su tono, por
su número y por su modo, una asamblea funeraria. Lo único que ocurre es que nos
habíamos olvidado un poco, por algunos meses, de un compañero que nunca había faltado
en nuestras reuniones, en nuestros recuerdos y que se hace presente una vez más.
Carlos Manuel Cox ha hecho un prólogo para un libro que puede salir uno de estos
días. Como si estuviera Orrego presente –porque así lo consideramos todos– yo no tengo
sino que repetir algunas cosas. Porque me parece que sería absurdo, ni dar despedidas, ni
recordar ausencia física, sino que todas son presencias dado que el movimiento sigue su
marcha con el recuerdo de los que aparentemente se fueron, pero que estando adelante de
nosotros, nos guían hacia el camino final.
Profeta
Yo encuentro que a Antenor lo estamos empezando a conocer. Como no lo considero ido,
sino presente, me parece que puedo empezar a discrepar con él, como solíamos discrepar en
presencia física. Discrepantes de los adjetivos, de los sustantivos, de los verbos y
coincidentes en lo esencial; en el pensamiento básico y en la acción. Antenor fue en
realidad, y va a ser por mucho tiempo, no el amauta, sino el profeta. Amauta según las
crónicas, según Garcilaso, es el que componía comedias y según otros el filósofo. Pero
profeta es otra cosa. Profeta viene de profesar y hacer profesión de algo. Hacer profesión de
algo es meterse en la sangre una idea, una vocación, un derrotero y hacer una sola cosa, un
solo hecho, un solo pensamiento, un solo pálpito, un solo latido. Una sola manera de ser y 162
hacer de aquello que uno se propone, de lo que es ineluctablemente el destino que uno tiene
por dentro. Los profetas lo son por eso. Antevieron lo que venía, no porque tuvieran mayor
clarividencia, sino porque se habían metido tan en la sangre, como la vida corriente que
podían sentirle los pulsos cuando ya iba a llegar, como los viejos baquianos que saben
cuándo llega la lluvia, sin ningún instrumento científico. Pero la perciben en sus frentes.
Los profetas, por haber profesado la vida, saben cómo viene la vida detrás del futuro
porque la tienen metida dentro de los tuétanos mismos. Y eso fue lo que ocurrió con
Orrego. De ahí que cuando se habla de la ideología de Orrego, yo a veces me siento un
tanto discrepante. Creo que lo que él tuvo por sobre todas las cosas, fue porque fue profeta
y artista. Fue un soberano intuitivo. Y la intuición lo guiaba para meterse de frente y de
rondón, sin preámbulos de asociaciones ni de lógica, de rondón, en el tuétano mismo de la
realidad sin esperar que ningún vericueto lo llevara a ella.
Y es por eso que en el último examen, atentos, sin prejuicios, llegamos a algunas
comprobaciones un tanto sorprendentes. El hombre que no ponía por delante el ideal del
occidente, el ideal de nuestro mundo occidental en que vivimos, fue seguramente el más
oriental de los pensadores del partido y uno de los orientalistas del Perú. Creía en todas
aquellas cosas que creen los orientales, creía en el alma por sobre todas las cosas. Era un
artista lleno de espiritualismo. Una contradicción viviente como tiene que ser todo lo que
tiene realmente vida. Porque aquello que no tiene contradicciones, eso no vive. Eso es
lápida abierta de antemano. Eso es un logos hecho de argumentos, si se quiere, para
cualquier cosa... Pero eso no es vida. La vida es contradicción. Orrego sigue viviendo
porque fue contradictorio: Oriental en lo occidental. Espiritual en lo materialista. En suma
paradójico y esteta en la realización revolucionaria. Un esteta que hacía revoluciones. Un
hombre que sentía la vida colectiva y que creía por encima de todas las cosas en el
individuo. Cuando se es así, es porque se vive de veras. Cuando se vive de veras se mete
uno en el arte y en la vida del pueblo y sobre todo en la vida de uno mismo que es la única
manera de llegar a los demás.
Hoy que se habla entre nosotros de un despertar de algunas disciplinas científicas. De
algunos modos de ser y de pensar, diríamos de algunos quehaceres mentales, entre ellos de
la filosofía, es curioso que ninguno o casi ninguno de los filósofos profesionales mencionen
jamás a Orrego, y está bien. El refrán vulgar dice: “no se debe nombrar la soga en casa del
ahorcado”... En este caso, los ahorcados pueden ser los filósofos y la soga es Orrego para
colgar a algunos todavía.
Inmensa tentativa
Si la filosofía es amar la ciencia y por amarla buscar el camino de la verdad, ¿es qué hay,
algún otro camino para buscar la verdad que aquel que señalaba Pascal “a tientas y
gimiendo”? Y sí alguien buscó la verdad a tientas y gimiendo –como decía Pascal– en el
Perú fue indudablemente Orrego que vivió a tientas y gimiendo, como debemos vivir todos
los que amamos la verdad. Aquel que no ande a tientas, es un vanidoso que cree haber
asegurado la estrella de la fortuna y haber asegurado la meta de la verdad. A tientas se
busca. A tientas se encuentra, para seguir buscando. Y a tientas fue la vida de Antenor
Orrego. Toda su obra es una inmensa tentativa. Carlos Manuel Cox la ha calificado de
camino abierto. No recuerdo el final de la frase, pero era muy bella. Como está escrita la
podemos releer. Pero toda la vida de Orrego fue una tentativa. Él ha hablado de suscitación. 163
Es verdad, suscitaciones y tentativas y solamente a tientas, que es como se tienta realmente,
es como vivió Orrego y cuando se vive a tientas se vive gimiendo, según la frase
pascaliana. Porque como no se encuentra lo que uno busca, gime uno de puro dolor de no
encontrar el final de su gran tentativa. Esta es la verdadera actitud filosófica. En el Perú la
mayor parte de los filósofos han encontrado la verdad de antemano...
Viven como los caracoles dentro del caparazón, llevan a cuestas su caparazón de
verdades y andan al mismo tiempo arrastrándose un poco a causa de su enorme peso...
Pero este filósofo nuestro fue como libélula con alas gráciles. Ustedes recuerdan las
frases de Orrego. No en sus libros solamente, –sobre todo en sus libros primeros– sino en
sus artículos, encontrarán que hay también una curiosa y nueva contradicción: Él, que
representaba el espíritu del futuro en el Perú, que oteaba constantemente cuáles podrían ser
los avatares que nos condujeran hacia el mañana, era un hombre contenido dentro de una
forma absolutamente barroca. Era un simplista, un pensador y un barroco. ¿No es acaso
ésta la fórmula de lo criollo en sus más altas acepciones?
El Perú es un país barroco desde el dicho popular, del folklore popular, en sus formas
más acendradas y filosóficas. Es barroco hasta el aprismo en las formaciones estéticas de
sus desfiles. Es barroco hasta en sus formaciones siempre un tanto recargadas. Es barroco
porque así nacimos. La mezcla de indios y españoles es lo que se llama espíritu criollo.
¿Acaso hay algo más barroco que la forma de Orrego? Barroco como era “El Lunarejo” en
el siglo XVII, que fue flor y esencia de lo criollo de entonces. Barroco como fue
Valdelomar, su gran maestro y suscitador, otro gran pensador de nuestra vida intelectual.
Barroco como es Vallejo, es un barroco simplista que sin embargo constantemente se da
botes contra sí mismo como ocurre con todo lo barroco y se encierra en la forma sin poder
encontrar el fondo para encontrar a través de esos desencuentros lo que al fin y al cabo se
llega a hallar.
Ternura esencial
Y es en estas contradicciones vitandas en donde está la sal, lo más perdurable de Antenor
Orrego y esa su enorme ternura.
Yo quiero decir unas cuantas palabras nada más, porque tenemos horario fijo para
esta reunión, sobre este otro aspecto que creo que es indispensable: la enorme ternura de
Orrego. Tierno hasta en la claridad de sus ojos. Tierno en el ademán tímido. Tierno en el
coloquiar constante, en el admitir la objeción de quien quiera que fuese y tuviera algo que
decir, aunque no qué pensar siempre, pero que diciendo parecía que pensaba y eso ya es
bastante, porque es el camino del pensamiento. Tierno en su humildad para aceptar los
comandos de acción de un partido, en el cual él era, con seguridad, muy superior a muchos.
Tierno en esa actitud de disciplina interior que era una manera de ser superior a todos y a sí
mismo. Que es la mayor victoria que puede lograr cualquiera de los seres mortales. Esa
ternura era esencial en Antenor Orrego. Tierno porque no tuvo adiós. Tierno porque sabía
no despreciar a quien lo odiaba o lo retaba, porque sabía ponerse en su caso y explicarse
sus razones. Eso de sustituir al loco en sus razones, es la gran obra de la sabiduría. Cuando
uno puede ser como los demás, sin dejar de ser uno mismo. O mejor dicho, ser como los
otros, para confirmarse en lo que uno es, significa llegar al camino recto de la sabiduría y
creo que en eso Antenor Orrego nos guía de la mano para poder perfeccionarnos en
nosotros, perfeccionando a los demás. Este es el logro auténtico del maestro. Y no sólo fue 164
maestro por eso, aparte de las lecciones que dictaba en la cátedra, sino maestro peripatético
como los viejos maestros de la época socrática. Maestro de la mano en el bolsillo, de
ademán con la otra mano. De ideas y vueltas por una acera de amaneceres que no
terminaban nunca. De auroras que siempre llegaron y se fueron nuevamente y de la gran
aurora que no llegó jamás. Pero maestro peripatético, de los que no pueden estarse sentados
porque les inducen los pies hacia el camino por recorrer. Maestro con la mirada, con el
pensamiento, peripatético con todo. Anduvo, fue, vino y nunca se detuvo, salvo en la cárcel
y en nuestros corazones, que abiertos esta noche a su memoria, no sólo lo recuerdan sino
que lo reciben de nuevo como una comunión para fructificarse con él. Para ser nuevamente
con él más nosotros, más él, más todo el Perú. (Gran ovación final).
ORREGO Y XANDOVAL
En reiteradas ocasiones, desde mis días colegiales en “San Juan” había oído a don
Francisco Xandóval hablar emocionadamente, con no sé qué unción y gratitud, cuando
venía a nuestras frecuentes pláticas el nombre de don Antenor, de ese hombre
inmensamente bueno, cuyo mejor elogio sea tal vez el que, en recuerdo de Martí, dijo
Rubén Darío: “Quién se acercó a él, se retiró queriéndolo”.
Un aura de simpatías, en permanente fluir, circundaba en efecto a este varón singular,
en que admirábamos tanto la altura luminosa de su pensamiento cordial. Todo emoción,
todo él, entrega generosa de sí mismo: Cuán tardíamente vengo a comprender ahora lo que
cierta vez me dijo don Antenor en animada charla: cómo a través de la emoción había
llegado a la aprehensión de ciertas verdades. ¡Qué extraño, qué velado me parecía entonces
todo aquello!
Digo que había oído más de una vez a don Francisco el elogio hondamente
admirativo de Antenor Orrego. De ahí que cuando, más tarde, me allegué al maestro ya
venía yo con predisposición para amarlo. Xandóval, niño aún, había sido su alumno en los
primeros años de media en el Colegio Seminario. Más tarde hizo con él periodismo en La
Reforma y en El Norte, y compartió a su lado inolvidables horas en las tertulias de grupo
del que don Antenor Orrego era animador principal.
Con la atención admirativa con que lo había oído en sus clases del Seminario hablar
una mañana sobre el milagro griego, Xandóval volvía ahora a escucharlo con renovado
interés en tanto discurría –conversador diserto– sobre el origen de las viejas culturas
orientales, sobre la génesis de nuestras civilizaciones aborígenes o sobre el porvenir de la
nueva América: Ora sobre algún tema elevado de filosofía o arte; ora en el comentario,
entusiasmado y hondo, de un poema de Verlaine o de un cuento de Poe. 165
Por eso cuando en octubre del año pasado mi grupo me encomendó visitar al maestro
Orrego, para los efectos del homenaje que le preparábamos, creía de mi deber acercarme al
lecho de enfermo en que yacía Xandóval, víctima de la impericia médica que lo había
desahuciado, para llevar un mensaje suyo al maestro. Xandóval me dijo entonces palabras
que recibió emocionado don Antenor Orrego en su casa de Miraflores:
“Llévale a Antenor –me había dicho Xandóval– un abrazo cordial, afectuoso e
íntimo. Dile que, próxima ya mi muerte, quiero escribir sobre nuestro grupo, sobre aquellos
inolvidables días que hemos compartido juntos. Y quiero hacerla sobre todo para perfilar
su figura y la honda influencia que ejerció en mí espíritu y en el de los demás muchachos
del grupo. Dile que acaso él ignore el afecto y gratitud que siento por él; que ha tenido que
ignorarlo por mi vida misantrópica y porque no he sido confidencial ni parlero. Pero dile
también que con todo el bien que me ha hecho nunca jamás de sus labios recibí una palabra
de estímulo o de elogio. Lo cual, después de todo, me ha sido de provecho: porque los
elogios no hacen bien ciertamente en la juventud”.
Recordando las tenidas literarias de entonces, las prolongadas charlas en “El Predio”,
cerca de Mansiche, ante el verdor vivificante de las campiñas próximas, Xandóval agregó:
“Yo que no hacía sino escuchar aprendí muchas cosas que son la base de mi actual
cultura. Dile que mi gratitud se mantendrá siempre, aunque, próxima mi muerte, ya no
valga la pena... Que quiero sin embargo dejar constancia de mi afecto hacía él escribiendo
esas memorias para que quede en manos de vosotros, los jóvenes...”
Trémulo de emoción a la que le movía siempre una natural proclividad, y con un
temblor de lágrimas en los claros ojos, don Antenor escuchaba, recogido en sí mismo, el
mensaje del amigo enfermo. Allí, frente a su mesa de trabajo que una permanente inquietud
intelectual mantenía siempre ocupada, el maestro me respondió aquella tarde:
“Dígale a Pancho que él sabe de mi cariño hacia él; y que ha llegado a realizar en su
vida lo que yo había esperado siempre... Que el mensaje que me envía es una de las cosas
que me han estremecido más profundamente en estos últimos tiempos.
Velada por la emoción, la voz añadió: “Tengo la esperanza de que vivirá algún
tiempo más todavía”...
“Dígale que lo siento como una prolongación de aquellos maravillosos días que
vivimos juntos; y que vengo de la Argentina profundamente emocionado al ver que los
hondos mensajes de nuestro grupo, que tienen valor artístico, se propagan por el mundo
hasta lejanos lugares sin que nos demos cuenta.
“Hágame el favor de decirle que su figura se me perfila en la emoción de mi corazón
con un sentido que no pueden expresar las palabras en realidad. Que es para mí satisfacción
singularísima volver a escuchar sus palabras, sentir su ternura que siempre se prodigó a
través de tantas horas... Y que no deje de enviarme lo que escriba... que llegará
profundamente a mi corazón...”
Ante el recuerdo, hecho presencia, del amigo enfermo, guardamos ambos un silencio
prolongado. Cuando se reanudó la conversación se habló de la Argentina, (donde el
maestro estuvo recientemente), de la amplia y juvenil inquietud en ese hermano país; del
simposio que acababa de celebrarse en Córdoba sobre la vida y la obra de César Vallejo;
del homenaje, en fin, que los muchachos de Trilce le ofreceríamos en breve.
Aún me parece ver a don Antenor, sentado en su amplio sillón tapizado de verde,
sencillo, afable, paternal, dialogando animadamente, en tanto su diestra, su fina diestra
ducal, cortaba el humo del infalible cigarrillo, al ritmo de la conversación...
Xandóval le ha sobrevivido y ha recobrado en gran parte su salud. Hoy, ante la 166
muerte del maestro, su dolor, como el mío, es recogido y hondo.
He querido escribir estas líneas, acaso extensas, como proemio de los versos que doy
a continuación y que Xandóval dedicó a don Antenor hace justamente cuarenta años. Los
conservó desde hace una década y son los mismos que di al maestro en Buenos Aires en
una apacible tarde de setiembre...
He aquí los versos: devota ofrenda que deposito ahora ante la omnipresencia de su
recuerdo amado:
El verso de mí mismo
Para Antenor Orrego, fraternalmente
Francisco Xandóval
Trujillo, La Reforma, 12 de noviembre 1919.
Borde
Para Antenor Orrego
Francisco Xandóval
Trujillo, abril de 1920
ANTENOR ORREGO
Antenor Orrego Espinoza, claro varón, escritor insigne, exdirector de La Tribuna estuvo 171
ligado a este periódico desde las épocas anteriores a su fundación. Porque Orrego fue padre
de un diario provinciano, nuncio y promotor de las mismas ideas que profesa y difunde La
Tribuna. Orrego fundó en Trujillo, en la segunda década del siglo, el diario El Norte,
vocero de las inquietudes juveniles de la región en que nacieran, además del suave y lúcido
amauta, César Vallejo y Haya de la Torre. El Norte fue centro de inquietudes políticas,
filosóficas y literarias, suscitadas por ese gran estimulador de vocaciones profundas que fue
Antenor Orrego. En las columnas del diario norteño se desbrozaron las rutas, claras y
peruanísimas, que luego La Tribuna extendió y propagó hacia todos los rumbos de la
nación,
Antenor fue un colaborador permanente de La Tribuna. En todas sus épocas, este
diario reclamó el consejo y la pluma del amauta. Muchas veces fue afilado editorialista. Las
frases de Orrego restallaban entonces sobre los verdugos con vigor insuperable. Otras
tocaban las notas más altas de la moral partidaria. Así el número de La Tribuna
Clandestina, del 22 de febrero de 1949, tenía un mensaje a Haya de la Torre. Decía en él
Orrego:
“Quienes hemos consagrado toda nuestra vida a una causa que sabemos es grande y
que está transformando, desde su raíz, la historia de nuestro pueblo, no podemos retroceder
ni un ápice, pase lo que pase. Eso sí, me causan amargura y vergüenza los desertores y los
cobardes que se han dejado ganar por el terror. Pero, felizmente, han sido pocos. Es un
ejemplo y una enseñanza confortadores para la nación la enhiesta firmeza de los hombres
del partido, que han respondido noblemente a la brutal agresión y están junto a tí en sus
puestos de lucha.
“Como si hubiera sido necesaria una última y radical purificación de ti mismo que
quemara en tu corazón las postreras briznas de personalismo antes de que comenzaras la
meteórica ascensión de tu destino –que ya toca a tus puertas, han conspirado contra ti todas
las amarguras que un hombre puede soportar sobre la tierra... Te abrazo contra mi corazón,
hermano mío.– Antenor”.
Orrego fue llamado a la dirección de La Tribuna al reaparecer ésta en su sétima
época, en julio de 1957. Estuvo al frente del periódico hasta abril de 1958. Su salud
empezaba a resentirse ya, y pasó a ocupar la presidencia del Consejo de Redacción. Pero su
columna editorial, “Efigie del tiempo”, se mantuvo, interdiaria, con sus claridades
repentinas, su estilo cuidado, su profundidad sin esfuerzo. Era una gran cátedra de moral,
de política y de periodismo que sólo cesó con su muerte. Lo describió así a su muerte La
Tribuna:
“Menudo, canoso, suave de manos y de voz, de ancha frente que en sus años
maduros extremaron profundas entradas, sus ojos verdes miraban con bondadosa franqueza,
de pronto subrayada, por el plegarse malicioso de una sonrisa cordial. Cruzó toda su vida
por una hirviente senda de pasiones sin que el alma se le recalentara nunca al fuego
esterilizante del rencor. Estilista de singular riqueza y elegancia, ha dejado páginas de
antología. Nació para pensador y vivió como combatiente, leal a su pueblo y a su América.
Aprendió la lección de los iluminados de Asia y de los filósofos de Europa y porfió por
aprisionar un fragmento de esa eternidad que ayer lo ha reclamado por eterno. Hombre
bueno, leal y sabio, ha muerto como vivió, con sencillez, con dignidad y en decorosa
pobreza. Habremos de enterrarle como quería el pueblo: en olor de multitud”.
ANTENOR ORREGO:
PENSADOR Y CREADOR LITERARIO35
ALGUNAS CONSIDERACIONES
SOBRE ANTENOR ORREGO
para entonces
nosotros los que lo aguardamos en provincias
empapadas las manos de cariño
aceitaremos los resortes de las gargantas
el grito ha de volar siguiendo la
trayectoria de sus pasos
Tras un cuarto de siglo de su ausencia física de esta América de su pasión, Antenor Orrego,
será siempre uno de los
valores humanos; creador
indiscutible y auténtico en
el campo del
pensamiento.
175
La presencia de
Antenor Orrego se
destaca en nuestro
horizonte literario con un
perfil heroico en un tono
superlativo de bondad, y
de amor a todas las causas
Los hermanos Orrego Spelucín: Antenor, Liliana y Alicia, hijos del filósofo nobles. Citando frases
trujillano Antenor Orrego Espinoza. del gran poeta Alcides
Spelucín: “¡espada
bíblica y antorcha revolucionaria! He aquí sus blasones heráldicos si ahora fuera posible
tenerlos”.
Orrego, ha sido la hipotenusa en un triángulo admirable, formado con Haya de la
Torre y Mariátegui, con raíces fecundas en el pueblo peruano. Fue él quien comenzó a
clamar justicia y regar la simiente, convergiendo, cada día, intelectuales y obreros hacia el
centro de un mismo ideal, haciendo brotar raudales de luz en la vida de nuestro pueblo,
pidiendo él mismo seguir al conductor Haya de la Torre en esta gran cruzada que
comprometía a todos los hombres libres del Perú.
Pertenecía a la estirpe de los Montalvos, Martís y González Prada. Reveló e intuyó al
creador más genial de la poesía hispanoamericana Cesar Vallejo, aseverando –sin lugar a
dudas– que sería uno de los poetas más geniales de la literatura universal. Además, Ciro
Alegría, Macedonia de la Torre, Alcides Spelucín, Oscar Imaña, Juan José Lora, Nicanor
de la Fuente, Francisco Xandóval, los hermanos Abraham y Felipe Arias Larreta, el
Caricaturista Esquerre, etc. recibieron la sabiduría del maestro.
Sus divagaciones filosóficas calaron profundamente sinnúmero de disciplinas, él nos
enseñó lo que es verdadera ciencia, verdadero arte, verdadera política y lo que es más
importante aún, nos enseñó a pensar sin imitaciones, como auténticos americanos, aquí en
nuestro propio continente como seres pensantes de nuestra propia realidad, nos instigó a
encontrar nuestro camino, nuestro propio destino, nuestro pueblo-continente.
Sería muy largo, exponer en un breve artículo sus innumerables facetas de escritor,
filósofo, poeta, político, educador. Sabía alentar y corregir, no había en su voz ni en su
gesto nada que contradiga la amplia y profunda luz de su espíritu que supo avizorar, por los
caminos de la filosofía, el destino de América. ¿No son acaso estas ideas, enunciadas hace
medio siglo, las que están tomando forma en el mundo latinoamericano de hoy?
36
Revista Avances de Investigación N° 5. Instituto de Investigación para el Desarrollo “Antenor Orrego”,
Lima, julio de 1987.
176
CARTA ABIERTA A
FIDEL CASTRO
27-01-1959 177
Permítame llamarle con este vocativo casi familiar aunque no hayamos cambiado
nunca, personalmente, ninguna frase. Los lazos que nos unen a los que hemos padecido por
la libertad de nuestros pueblos y por el alumbramiento de una nueva conciencia
continental, son lazos mucho más poderosos que los vínculos naturales que surgen de la
sangre. Son más amigos y hermanos nuestros esos nombres que nos acompañaron desde
lejos y que estuvieron siempre, en espíritu, junto a nosotros en aquellos momentos
angustiosos de dramática agonía en que luchábamos contra los sombríos despotismos que
crucificaron a nuestras patrias. Ha existido en todo tiempo –y existe, desde luego, hoy– un
tácito diálogo permanente que salva las fronteras convencionales y las distancias
geográficas que nos separan. Con este solo título le escribo estas palabras.
Ha cumplido usted la primera etapa de su tarea histórica, etapa rebosante de coraje,
de heroísmo, de sacrificio, de ejemplaridad para todos nuestros pueblos, pero no,
ciertamente, lo más difícil. Ha roto usted ese mito desmoralizante, forjado por la cobardía
agazapada, que andaba ya 178
congelado y como un lugar
común, en muchas medrosas
conciencias americanas, y que
afirmaba que la revoluciones
populares eran impotentes para
superar los inmensos recursos
técnicos y militares en que se
amparaban los tiranos para
oprimimos. Este solo hecho,
asume inconmensurable
significación moral para la
libertad y el porvenir de nuestro
continente, pero, con eso, no ha
hecho usted sino empezar. Desde
Fidel Castro y Salvador Allende, dos hombres representativos
de la izquierda en América Latina.
este momento su misión adquiere
otro sentido y va a operar en un
escenario diferente, que ya le plantea otras responsabilidades de extensa proyección
histórica. Esta segunda faz de su tarea requiere sacrificios mayores, una generosa,
abnegada y clarividente consagración de esencia impersonal que reclama la ofrenda de su
vida entera. La sombra gloriosa y apostólica de Martí, transfigurada en una evidente y
constante admonición estará siempre presente en sus actos para inspirarle. Es preciso que
nuestros pueblos vean en usted la resurrección del Apóstol Mártir, cuyo espíritu se encarna
de nuevo para tomar fuertemente en las manos el timón de la nave en esta hora tan
procelosa pero, también, tan henchida de esperanzas.
Ya ha comenzado usted a palpar las primeras dificultades contra las cuales no se
puede combatir con fusiles. Para vencerlas es menester movilizar las totales fuerzas
espirituales y morales de su pueblo. Allí está el venero inagotable de las armas que ahora
necesita usted en la nueva fase de su lucha que tiene que ser, también, victoriosa, como la
de Sierra Maestra. Ya se ha disparado la primera agresión a mansalva contra la Revolución
cubana. Se pretende desprestigiar, arrebatándole el respaldo moral del mundo, a una proeza
de tan varonil y preclara trascendencia. Se intenta presentarla como una tenebrosa y
frenética taifa de bandidos, presa de insaciable sed de odio y de venganza; se vilipendia a
unos hombres que dejaron, heroicamente, por el espacio de dos años, jirones de sus vidas
en los riscos y escarpas de las montañas. Las agencias internacionales de noticias están
hablando del “baño de sangre” en Cuba y los periódicos que pertenecen a una oscura y
tácita complicidad con las tiranías más repulsivas de Latinoamérica, se encargan de
comentarlas y propaladas para extraviar y confundir a la opinión pública. Los hombres que
comprendemos estas pérfidas maniobras porque las hemos sufrido en carne propia,
sabemos que los tribunales revolucionarios no hacen sino cumplir, sujetándose a estrictas
normas legales, la justicia que les reclama un pueblo crucificado. Estas mismas agencias
internacionales jamás propalaron, ni denunciaron los sucesivos “baños de sangre” de
Batista, como veinte mil cadáveres torturados en su abono, ni el terror sistematizado que
ejercitó el déspota contra el pueblo cubano durante un tan prolongado y agónico lapso.
Estas agencias, tampoco denunciaron los innumerables “baños de sangre” que empaparon a
los pueblos de América que gimieron bajo el oprobio sanguinario de las dictaduras en el
transcurso de más de cinco lustroso. Para todos los hombres libres esta mala fe ya es un
hecho evidente, y pronto la torva maquinación se ha desarmado y se ha puesto, 179
ostensiblemente, al descubierto.
Pero surgirán nuevas maquinaciones acerbas, desde muchos lados, contra la
Revolución cubana. Algunas se disimularán en la penumbra para agredirla con el puñal
aleve de la traición, como lo están haciendo en las otras democracias indoamericanas.
Contra todas ellas hay que luchar con serenidad y con denuedo para vencerlas en
definitiva. Es imperativo organizar un vigoroso frente de defensa y de resistencia de todas
nuestras democracias para derrotar al enemigo común que a veces se mimetiza con sutil
habilidad y destreza para mejor atacarnos. El actual Gobierno cubano y sus dirigentes están
ahora en situación envidiable para comenzar y movilizar esta iniciativa salvadora.
Empero, nuestra mejor herramienta de lucha es imprimir un impulso de grandeza
histórica a todas nuestras democracias actuales. Esa es la esencia de la faena que le espera
a usted con premura inmediata. Tiene usted que trascender, de cierta manera, el horizonte
localista y particular de la Revolución cubana y darle una dimensión continental, como lo
quiso y lo pensó, proféticamente, Martí. Ha llegado el momento. Tiene usted la suficiente
autoridad para cumplir esta jornada esclarecida. Todos nuestros países, divididos ahora por
fronteras convencionales, constituyen un solo pueblo: en realidad, un Pueblo-Continente,
desde México hasta Argentina, que pronto debe alcanzar la categoría de un estado mundial
organizándose jurídica, política y económicamente en un gran Estado-Continente. Si fuera
posible, en la nueva Constitución cubana podría figurar alguna norma que consignara esta
suprema aspiración de nuestros países. Como primer paso, podríase declarar la vigencia de
la ciudadanía continental para que ningún latinoamericano se sintiera extranjero en Cuba.
Constituirá un ejemplo aleccionante que luego, seguirían las otras democracias
indoamericanas. Sería éste un inicial principio de unificación.
Nuestra vida histórica no puede ya continuar fraccionada ante la presencia de los
grandes estados mundiales de hoy, como Estados Unidos, Rusia, China y Europa que van
unificándose con apremio acelerado. Pero, aparte de estas razones decisivas, de carácter
político y económico, personalmente, tengo la convicción que en América ha comenzado a
generarse una cultura integral, de amplísimas bases universales y humanas, que ha de
constituirse como la única salida posible de las tremendas e irresolubles contradicciones en
que está sumergido el mundo actual con la crisis contemporánea. Creo que nuestros
pueblos deben prepararse conscientemente para el cumplimiento de esta insigne misión
histórica. Por brillante y necesario que sea aún el magisterio europeo para nosotros, el
Viejo Mundo es ya pasado con respecto a la misión actual de América, –irremediablemente
pasado–, porque hemos comenzado a transitar nuestros propios caminos y a forjar nuestro
genuino destino cultural. No es éste un alarde apresurado de infantilismo sino la
clarividente certidumbre de una nueva conciencia continental que está esclareciéndose en
las recientes generaciones americanas. Esta conciencia irá confirmando cada día, con
mayor firmeza, la existencia más profunda y significativa de nuestros países.
En estos momentos cruciales en que se está poniendo a prueba la Revolución cubana,
el pueblo peruano, que ha sufrido en llaga viva el baño de ignominia en muchas dictaduras,
y el Aprismo, que ha encabezado su denodada cruzada de liberación democrática, están
acendradamente con usted, querido amigo, y con su gran pueblo.
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