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OCTUBRE2015
Antenor Orrego:
Amauta y profeta
indoamericano

Antenor Orrego: Amauta y Profeta Indoamericano


LUIS ALVA CASTRO
Editor

Cuidado de la edición: Alejandro Cruz Espinoza


Lima, 03 de octubre de 2015
Diseño caratula: Héctor Cubillas

© Instituto Víctor Raúl Haya de la Torre


2
Silencioso, apático, tímido fácilmente se le olvida después de la presentación. Nunca
habla este señor Orrego. En las charlas de grupo solo se le verá aprobar con movimientos
de cabeza, abierta en la cara su sonrisa de bueno. Siéntese al lado de ella poesía simple y
suave de la provincia. Los que no le conocen sino someramente pueden pensar. Qué
simpática persona es el señor Orrego, no? Y nada más. Pero algún día en el mostrador de
un hotel o en la espera de una peluquería hemos cogido al azar un periódico en el que,
inesperadamente, un artículo, una crónica o un cuento nos ha magnetizado los ojos, y nos
ha hecho exclamar, después: ¿quién ha escrito esto? –Antenor Orrego se nos habrá
dicho– ¡Antenor Orrego! Pero si es imposible. Yo conozco a este señor. No puede ser.
Más, pronto la realidad nos castigará la mala costumbre de creer en los talentos que se
confiesan por las calles y levantan cátedra de oratoria en mesas de “café”.

Juan Parra del Riego


Publicada en Balnearios, Lima 1916
PRÓLOGOS
3

PALABRAS PROLOGALES A TRILCE

Conocimiento
Bien quisiera yo, que estas palabras mías al frente del gran libro de César Vallejo, que marca
una superación estética en la gesta literaria de América, fueran nada mas que lírico grito de
amor, tenue vibración del torbellino musical que ha suscitado siempre en mí la vida y la obra
de este hermano genial. Así debería ser, pero mi amor no fue de eludir el conocimiento.
Pienso que sólo quien comprende es el que con más veracidad ama, y que sólo quien ama es
el que más entrañablemente comprende. Hay, pues, una mayor o menor veracidad en el
amor, tanto o más que en el conocimiento que extrae para sí el máximum de comprensión
que necesita para su autor.
Una áurea mañana el niño se llena de estupor ante el sutil juego dinámico, ante los
gritos inarticulados de su muñeco. Su asombrada puerilidad toca por primera vez las
puertas del misterio. Espera que el milagro que se produce en sí mismo, el milagro de la
vida, le pueda ser revelado por esta criatura mecánica que tiene en sus manos. El futuro
hombre esgrime sus nervios, su corazón, su cerebro y su valor para lanzarse en su primera
aventura de conocimiento. ¿Por qué? gritan sus entrañas desde lo más acendrado de su ser.
Y este primer “por qué” rompe, con dolorida angustia, el desfile innumerable de “por
qués” que signan los escalones vitales del hombre, hasta el último, el de la muerte. El niño
decide destripar su muñeco. Le destripa.
Tras de haber vaciado las entrañas de trapo y de aserrín, tras de haber examinado
atentamente la arquitectura de su juguete, tras de haber apartado pieza por pieza todo el
montaje interior, tras de haber eliminado todo lo puramente formal en busca de las
esencias, el investigador se encuentra ante el primer cadáver de ilusión, ante el primer
conocimiento. Un tenue alambrillo arrollado en espiral; he aquí donde residía,
íntegramente, el secreto de la maravilla dinámica del muñeco. Esto no es vida; esto es una
mixtificación de la vida.
He aquí, a mi juicio, la posición fundamental de César Vallejo con respecto a la
poesía. Niño de prodigiosa virginidad, busca el secreto de la vida en sí misma. Ha tenido
sus muñecos en los cuales creía encontrar el principio primordial del gran arcano. Ha
descubierto que las artes no son sino versiones parciales, versiones escuetas, estilizadas del
Universo. Ha descubierto los estilos y los instrumentos para expresarlos: las técnicas.
César Vallejo esta destripando los muñecos de la retórica. Los ha destripado ya.
El poeta quiere dar una versión más directa, más caliente y cercana de la vida. El
poeta ha hecho pedazos todos los alambritos convencionales y mecánicos. Quiere encontrar
otra técnica que le permita expresar con más veracidad y lealtad su estilo de la vida. 4
La América Latina –creo yo– no asistió jamás a un caso de tal virginidad poética. Es
preciso ascender hasta Walt Whitman para sugerir, por comparación de actitudes vitales, la
puerilidad genial del poeta peruano. De esta labor ya se encargará la crítica inteligente; si
no hoy, mañana.

II

Introspección estética
El poeta quisiera vencer la trágica limitación del hombre para verter a Dios. El poeta
quisiera librarse del yugo de las técnicas para expresar el crudo temblor de la Naturaleza.
Más aún, el poeta quisiera matar el estilo para traducir la desnuda y fluida presencia del ser.
El poeta quisiera conocer sin estilo. Pero antes que poeta es hombre, y como hombre ama
también su límite. Sabe que es esta condición inexorable de su expresión, que el
conocimiento al ser expresado mata un tanto el conocimiento. Pero quiere un límite lo
menos límite posible. Pues si hay necesidad de un estilo y de una técnica, que sean lo
menos estilo y lo menos técnica.
Es así como Cesar Vallejo, por una genial y, tal vez hasta ahora, inconsciente
intuición, de lo que son en esencia las técnicas y los estilos, despoja su expresión poética de
todo asomo de retórica, por lo menos, de lo que hasta aquí se ha entendido por retórica,
para llegar a la sencillez prístina, a la pueril y edénica simplicidad del verbo. Las palabras
en su boca no están preñadas de desnudo temblor. Sus palabras no han sido dichas, acaban
de nacer. El poeta rompe a hablar, porque acaba de descubrir el verbo. Está ante la primera
mañana de la creación y apenas ha tenido tiempo de relacionar su lenguaje con el lenguaje
de los hombres. Por eso es su decir tan personal, y como prescinde de los hombres para
expresar al Hombre, su arte es ecuménico, es universal.
Los demás hombres vemos anatómicamente las cosas. Asistimos a la vida como
estudiantes de medicina ante el anfiteatro. Nuestra labor es una labor de disección.
Tenemos conocimiento de la pieza anatómica, pero no del todo vivo. Nuestro plano de
perspectiva es tan inmediato que el árbol nos oculta al bosque. Vemos los órganos de la
vista, separados, clasificados, abstraídos, pero no vemos el temblor vital que palpita en el
conjunto. En una palabra, hacemos análisis del hombre, pero no síntesis del hombre.
La pupila de este poeta percibe el panorama humano. Reconstruye lo que en
nosotros se encontraba disperso. Toma la pieza anatómica y la encaja en su lugar funcional.
Retrae hacia su origen la esencia de su ser, bastante oscurecida, chafada, desvitalizada por
su carga intelectualizada de tradición. De este modo, llega su arte a expresar al hombre
eterno y a la eternidad del hombre, pese a la ubicación local o nacional de su emoción. Su
plano de perspectiva está colocado en tal punto que le permite tener1a percepción, a la vez,
del árbol y del bosque.
El poeta asume entonces su máximo rol de humanidad, lo que equivale a su más alto
rol de expresión, lo que equivale, a su vez, a su máximo rol estético. El hombre solo
expresándose se relaciona con el mundo, se conecta con los demás hombres y es por esta
condición que alcanza su humanidad; y la estética es, a la postre, expresión. El ser
absolutamente inexpresivo no existe, es un ente de pura abstracción. Si existiera sería la
negación de toda facultad estética, de toda condición humana.
El poeta habla individualmente, particulariza el lenguaje, pero piensa, siente y habla 5
universalmente. Así es como han procedido siempre los grandes creadores. Han renovado

Antenor Orrego fue uno de los fundadores del Partido Aprista Peruano (1930), del cual se erigió en uno de
sus conductores más caracterizados, especialmente en las cruentas etapas de clandestinidad, por lo que
padeció largo tiempo en prisión (fue 8 veces encarcelado).

los lenguajes y las técnicas, pero han expresado el fondo común humano que es eterno.
Nosotros procedemos a la inversa. Particularizándolos, estrechamos, desvitalizamos nuestro
corazón y nuestro pensamiento, en cambio hablamos, nos expresamos, nos servimos de
técnicas que son universales y comunes. El creador vitaliza los lenguajes y las técnicas
particularizándolas, nosotros particularizamos y estrechamos el corazón humano
desvitalizándolo. Él hace síntesis constructiva, nosotros anatomía disgregadora. Nosotros
desarticulamos para conocer, él conoce articulando. Él acerca y conecta eslabones, nosotros
alejamos y dislocamos piezas. Él descubre y acopla identidades, nosotros acentuamos y
separamos diferencias. Para nosotros entre ser y ser, entre forma y forma hay abismos; para
él, entre ser y ser, entre forma y forma no hay sino continuidades. Nosotros percibimos los
tabiques, él percibe las trayectorias. Él mira a la Naturaleza en su integridad, que es vida;
nosotros miramos la Naturaleza en sus partes, que es muerte. Él percibe la vida trémula y
agitada, en toda su vehemencia funcional, nosotros la percibimos como clasificación, es
decir, como cadáver. Él mira al hombre en su destino, nosotros lo miramos en su anatomía
y, a lo sumo, en su fisiología. Él se siente continente del hombre, nosotros nos sentimos
contenidos del hombre. Él es causa de humanidad, nosotros células o elementos de
humanidad. Él dice: tú eres semejante a todos, nosotros decimos: tú eres distinto a todos.
Nosotros aislamos al hombre del Universo, él le liga totalmente, le hace solidario. Nosotros
particularizamos al mundo, él universaliza al hombre.
6
III

El vehículo musical
En toda expresión estética hay un quid divinum, un ritmo secreto de la entrañada
interioridad, un hábito latente que no está en la literalidad de la expresión, una ánima
ingrávida y eternizada que no está en las partes sino en el conjunto, una aureola que no
reside en la obra sino sobre o dentro de la obra, la cual no es sino la virtualidad musical de
sugerencia. Las artes todas; pintura, escultura, poesía, aspiran, en sus máximas altitudes, a
la expresión musical. Los grandes creadores solo fueron a condición de haber llegado a la
música de su arte y de su estilo.
Y es que la música es el elemento primario del universo. Es la expresión en que la
forma se desmaterializa casi totalmente. Se ha despojado de toda su carga fisiológica para
intentar una traducción más cercana y directa al corazón del hombre y del corazón del
mundo. Es la máxima potencia de estilización del universo, tanto, que a veces una sola nota
que vibra nos abre inmensas perspectivas de conocimiento y de emoción vitales. Las
mayores intuiciones, aquellas que colonizan para la conciencia extensas zonas de
pensamiento, nos asaltan como meros motivos melódicos, que el cerebro se encarga,
después de ordenarlas, de explicarlas y de hacerlas carne de verbo. Cuando las artes y los
artistas han vencido los planos inferiores de expresión llegan a un punto de intersección o
de convergencia, a un punto de abrazo, que es el ritmo. Allí se sienten semejantes; mas, se
sienten unos. Es el lazo de relación para todas las conciencias, posiblemente aún hasta para
la materia yerta que nos parece sumida en un sueño de eternidad.
Una misma sugerencia vital al ser expresada por un escultor, por un pintor, por un
pensador, por un poeta a pesar de los diversos caminos, de los diversos instrumentos que
emplean y de las diversas formas en que se concreta, alcanza un ritmo único que traduce, a
la postre, la misma esencia. Esto nos explica por qué un pensamiento, una acción, un
cuadro, una escultura, se nos presentan a veces con el mismo aire familiar, como si
procedieran del mismo punto generativo. Esto no es sino la latencia o presencia rítmica que
mora en la entraña de cada ser y de cada cosa y que constituye el ánima máter de la
ecuménica y secreta trabazón del mundo.
Pues bien, este ritmo no lo crea el artista, es una cosa dada ya, que solo reclama ser
descubierta. He aquí la más grande función del artista: descubrir el ritmo y por medio de su
arte, expresarlo. El artista no es sino un simple vehículo o conductor, el único sentido de la
palabra creación. Los ritmos de las cosas están esperando desde toda eternidad, un
revelador. Darío dijo, si mal no recuerdo, que cada cosa está aguardando su instante de
infinito. Este instante no es sino aquel en que el artista descubre el ritmo de cada cosa o de
cada ser, que, al mismo tiempo que lo relaciona con el Universo, también lo determina.
Y es tiempo de que volvamos los ojos al poeta de Trilce. ¡Cuántos “instantes de
infinito” descubiertos y colonizados ya para el espíritu humano, han establecido su morada
en el libro maravilloso llamando ojos, nervios, cerebros y corazones para que descubran a
su vez, lo que el poeta descubrió! ¡Cuántas trémulas palpitaciones de las zonas recogidas
allí para que el corazón del hombre conozca más, se descubra más y ame más! ¡Cuánta
música que dormía su sueño de eternidad, que viene a henchir de ritmo nuestra alegría y
nuestro dolor de conocimiento!
El poeta ha descubierto de nuevo la eternidad del hombre; ha descubierto los valores 7
primigenios del alma humana que son por esto mismo, los valores primigenios de la vida,
elevándolos a una extraordinaria altura metafísica. En el habla española, solamente Darío
alcanzó, en algunos instantes, en los mejores, este vuelo en que el ala a fuerza de ascender
se desdibuja y se esfuma para la pupila humana. Son los próceres Himalayas del espíritu en
que el pensamiento es metafísico, y la metafísica es trance emotivo, y el trance emotivo es
ritmo.
El poeta llega a estas regiones enteramente desnudo. Desnudo de convención y de
artificio. La veste retórica, el parámetro literario, como humilde trapillo de indigente, yace
abandonado y desgarrado, y el varón edénico presenta su carne a los besos de la luz, a los
hábitos de la noche, al temblor de las estrellas...
Y tú también, lector, vas a presentarte desnudo, abandonando tu trapillo literario,
para llegar al poeta. Si sabes algo, has como si no supieras nada; la virginidad emotiva y
rítmica de Trilce niégase a ser poseída por el presuntuoso ensorbecimiento del que “todo lo
sabe”, quiere carne pura que no esté maculada de malicia. No vayas a juzgar; anda a amar,
anda a temblar.

IV

La vida circunstancial del hombre


Por el tiempo en que el poeta rompe a decir sus primeros ritmos, en oscura ciudad de
América, en Trujillo, aldea agraria y de universitarias presunciones, de vida sosegada y
mansa, como sus verdes y estáticos cañaverales, nace la acendrada fraternidad que nunca
hubo de declinar, entre el que estas palabras escribe y el mágico creador de Trilce. Era él un
humilde estudiante serrano, con modestas ansias de doctorarse, como tantos pobres indios
que engulle despiadadamente la universidad. Recuerdo aquel día, vívido y florecido aún en
mi corazón, en que el azar me trajo a las manos “Aldeana”, pequeño poemita rural, de
deleitoso ambiente cerril y campesino. Fue el “sésamo ábrete” que me franqueó la
abismática riqueza a artista. Mi admiración y mi amor rindiéronse genuflexos ante el indio
maravilloso. Comenzaba a forjarse, a yunque cordial y a puro martillo de vida, Los
Heraldos Negros.
En torno a una mesa de café o de restorán, previo un ansioso inquirimiento, casi
siempre infructuoso por nuestros magros bolsillos de estudiantes, para allegar los dineros
con que habíamos de pagar el viático y el vino, reuníamos José Eulogio Garrido,
aristofánico y buenamente incisivo; Macedonio de la Torre, de múltiples y superiores
facultades artísticas, perpetuamente distraído y pueril; Alcides Spelucín, uncioso y serio
como un sacerdote; César A. Vallejo, de enjuto, bronceado y enérgico pergeño, con sus
dichos y hechos de inverosímil puerilidad; Juan Espejo, niño balbuceante y tímido aún;
Oscar Imaña, colmado de bondad cordial y susceptible exageradamente a las burlas y pullas
de los otros; Federico Esquerre, bonachón, manso, irónico, con la risa a flor de labio; Eloy
Espinoza, a quien llamábamos “el Benjamín”, con su desorbitada y ruidosa alegría de vivir;
Leoncio Muñoz, de generoso y férvido sentido admirativo; Víctor Raúl Haya de la Torre,
en quien se apuntaban ya sus excepcionales facultades oratorias; y dos o tres años después,
Juan Sotero, de criolla y aguda perspicacia irónica; Francisco Xandóval, dueño de pávidos
y embrujados poderes mediumnicos; Alfonso Sánchez Urteaga, pintor de gran fuerza,
demasiado mozo, que tenia pegado aún a los labios el dulzor de los senos maternales, y 8
algunos otros muchachos de fresco corazón y encendida fantasía. Este ha sido y éste es el
hogar espiritual del poeta.
Otro día, el ágape fraterno solíase consumar, a base de cabrito y chicha, ante el
sedante paisaje de Mansiche y en la humilde vivienda de algún indio. Frescas mozas de
ojos ingenuos y de formas elásticas presentábannos las criollas viandas. Se llamaban
Huamanchumo, Piminchumo, Anhuamán, Ñique. Servidos éramos por autenticas princesas
de la más clara y legítima estirpe chimú, descendientes directas de los poderosos y
magníficos curacas de Chan Chan.
La Playa de Huamán solitaria y solemne, de olas voraces y traidoras, solía también
ser el escenario de estas líricas y férvidas juntas moceriles. Recitábanse allí a Darío, Nervo,
Walt Whitman, Verlaine, Paul Fort, Samain, Maeterlinck y tantos otros que poblaban de
aladas y melódicas palabras la sonoridad inarticulada del mar, que abría a nuestra fantasía
viajera sus “caminos innumerables”.
Rondas nocturnas, pensativas y de encendida cordialidad, unas; gárrulas y
alborotadas, otras. Más de una vez la algarada juvenil turbó el sueño tranquilo de la vieja
ciudad provinciana. Con frecuencia los amaneceres sorprendíannos en estos trajines que
tenían un adulzorado sabor romántico, apagando como de un soplo, la feérica fogata de
nuestros ensueños.
La despreocupada irreverencia moceril que no se curaba de las eminencias
universitarias, ni de las consagradas y oficiales sabidurías de pupitre, tuvo que provocar,
como provocó, una tensa hostilidad en el ambiente. La docta suficiencia de catedráticos
aldeanos cuya cultura literaria, bastante humilde, apenas podía digerir algunas estrofas
sueltas de Núñez de Arce y de Espronceda, cuya curiosidad mental se alimentaba o mejor,
se había alimentado hacía treinta años, con las novelas de Pérez Escrich, Julio Verne y
Alejandro Dumas, se irritó con las audacias y las zumbas de los mozos. El poeta de los
Heraldos Negros y de Trilce fue la víctima propiciatoria de los más ineptos e ineficaces que
no estaban desprovistos de cierta senil malignidad. Un buen señor que no se si ha muerto ya
y que si mal no recuerdo, se apellidaba Pacheco, digno émulo del De Queiróz, se hizo el
instrumento pasivo de los otros que no se atrevían a presentar batalla a cara descubierta. Así
comenzó una heroica lucha que algunos años más tarde debía rendir tan pródigos frutos
para la cultura y elevación mental de Trujillo.
Por este tiempo, conocimos a un grupo de muchachas que nos brindaron gentil
acogida. Las llamábamos con cierta intención, entre benévola y humorística, con nombres
alegóricos o de la antigüedad clásica; –“Mirtho” era la del poeta. Una noche, mientras
tomábamos un restaurador chocolate, los celos pusieron en manos del enamorado cantor un
Smith & Watson con el cual se proponía vengar el sentimental agravio. No pocos esfuerzos
nos costó disuadirle de la medioeval y caballeresca empresa. Al día siguiente partió a Lima.
Llegaron horas negras. El poeta pensaba, por entonces, salir al extranjero. Tenía ya
su viaje preparado, pero antes quiso por última vez, visitar el pequeño pueblo donde había
nacido, sentir el tibio y sedante abrazo de su hogar, en el cual no estaba ya la buena madre
viejecita que, tantas mañanas y tantas tardes, esperó que los altos cerros cuyas faldas
subrayó, al alejarse, la inquieta sombra del hijo, se lo devolvieran de nuevo. El hijo vino
cuando los senos maternales eran ya ausencia definitiva. Aquí le esperaba la terrible y
trágica prueba de su vida. Quien conozca el sórdido ambiente espiritual de los pobladores
serranos en el Perú, se dará cuenta cabal de la maraña tinterillesca y lugareña en que cayó a
ingenuidad del poeta. El varón que había nacido con los mayores dones de sensibilidad y de 9
pureza ética, que era simple y bondadoso, como un niño, fue acusado de los más turbios
crímenes. Abogado hubo que sostuvo ante el Tribunal la acusación de ladrón, de
incendiario y hasta de homicida. Hubo otro, este, camarada de estudios universitarios, que
se prestó a fraguar jamás inicua instrucción curialesca. Así vengaba del genio la mediocre
ineptitud abogadil. No quiero nombrar aquí a estos dos desdichados por no cubrirlos de
ignominia. La generosidad del poeta también les ha perdonado ya.
Mientras la justicia ventilaba la causa, el acusado, con mandamiento de prisión,
vivió los días más angustiosos y ásperos. Días de alaridos interiores y de bruno agravio.
Tenía yo una minúscula casita de campo donde fue a refugiarse el perseguido. Largas
noches de insomne pesadilla ante el paisaje estático y fúnebre, ante los encelados rumores
del campo y ante los pávidos ojos de la noche muerta que eternizaba nuestra desesperanza.
Hubieron, sin embargo, horas dulcificadas, las mas de las veces, por la presencia fraternal
de algunos de los muchachos que se ha nombrado antes y que iban a visitamos.
Después de dos meses, el poeta comenzó a sentir temores de ser sorprendido y
resolvióse a salir a otro lugar que ofrecía, al parecer, mayor seguridad. No fue como
esperaba, porque al día siguiente cayó en manos de sus jueces que le condujeron a la cárcel.
La juventud intelectual de Trujillo y la prensa estallaron en airado grito de protesta,
iniciando una enérgica campaña de rehabilitación. Siguieron, luego, los artistas e
intelectuales de Arequipa y Lima y la prensa de Chiclayo. El suceso tuvo dolorosa
repercusión en todo el país. Aquí debo nombrar a un inteligente abogado, admirador del
poeta, que se prestó, generosamente, a hacer la defensa, hombre valeroso y de gran
corazón, el doctor Carlos A. Godoy.
Seis meses fueron de brava lucha, contra la morosidad y rutinarismo de los
organismos judiciales. Aquella hermandad de muchachos que parecía cosa frívola y
epidérmica a los ojos de los fenicios, se irguió prepotente y bizarra contra la insidia, contra
la calumnia y la difamación, contra el engranaje gastado y acuchillante de la justicia. Esta
vez el acontecimiento juvenil venció la modorra del Código, ante el pasmo y a pesar de los
oficiantes mismos de la ley. Este hecho blasonó a Trujillo por sobre todos los
pseudoblasones que suele ostentar.
El poeta, durante el tiempo que duró su prisión, mantúvose en tal dignidad y varonía
que impuso respeto a todos. No imploró justicia reptando por los estrados judiciales, si la
pidió y exigió, verticalmente, como un hombre. Y al fin, la rehabilitación se produjo,
plenaria, íntegra, absoluta.
En este oscuro período de dicterio el espíritu del poeta crecióse superando su
potencialidad creadora. Allí se estilaron con sangre de su sangre, los mejores versos de
Trilce. Donaba ritmos y marcaba agravios. Que América y la posteridad tengan en cuenta
las ciliciadas lonjas cordiales que vale este libro.

Trujillo, Setiembre de 1922

Antenor Orrego E.

PALABRAS PROLOGALES 10
El Libro de la Nave Dorada

I. Aleluya invocativa
¡Almas tropicales, tórridas pupilas anegadas de luz, nervios templados en las fraguas del
sol, frentes erguidas hacia el combo cálido del americano cielo, pensamientos frenéticos y
caniculares que anunciáis ya el galope de la raza futura, glebas enardecidas de entrañas
pródigas y virginales, mares tibios, caldeados par el cotidiano beso solar, venid a sentir,
por milagro del arte, el jadeo de vuestro fuego, venid a palpar la recia encarnadura
luminosa y musical de vuestro Expresador. Este verbo espejea vuestra ardida maravilla;
esta voz concreta, articula en su registro vuestro cósmico mensaje, tan esperado por las
otras razas. Al fin, América, el porvenir ha cansado a los
siglos y he aquí tu hijo amasado con la ganga de tus
tierras y abrigado en lo más hondo de tu axila materna!
¡Pon la oreja atenta a los primigenios vagidos sinfónicos
de tu criatura bienamada. Esta vez el ruiseñor de la selva
ha levantado su tienda trashumante en los mástiles de las
barcas románticas y sobre los lomos de las alas
aladinescas. Simbad el Marino, que ha fatigado a la
aventura cruzando todos los caminos azules, coge la lira y
devuelve en canciones todo lo que a su corazón donóle el
trópico alucinado!
¡Este varón vertical ha nacido en donde también el
sol se verticaliza como en ninguna otra tierra. Versos
verticales lumínicos que caen desde el zenit sobre la
abatida tropa humana de otro lado del mar, angustiada y
desguarnecida, después de haberse desgarrado el
El libro de la nave dorada (1923)
Reúne poesías modernistas que costado fraterno a dentelladas feroces. Caen estas voces
Spelucín compusiera en la década zenitales como agua lustral y purificadora sobre este vil
anterior, y salieron a la luz en una rebaño sangrante que ha perdido su fe en la libertad y en
época en la que el vanguardismo ya el pensamiento, y que sólo espera el rebenque de los
había insurgido, pero pese a ello caporales del imperialismo que hacen en sí mismos la
merecieron críticas aprobatorias exaltación apoteósica de la violencia, de la espada y de
por su innegable calidad, y la fuerza!
convirtieron a su autor en el más
alto exponente del modernismo
¡Con estos heraldos radiantes entras, América
tardío en el Perú. virgen, en los senos de la historia nueva, para decir, a las
otras razas, tu mensaje de justicia, de amor, de belleza y de salvación! ¡El espíritu ha
comenzado a hablar por boca de tu raza!
¡La misma lengua que vibró de esperanza y de fe en la “Pinta” y en la “Niña”, va a
descubrir, también, la otra América que yacía sellada y hermética, acechando la explosión
de su diana!
¡Salve Mater admirabilis!

II. Hacia el escenario público


El capricho de la fortuna –¡azarosa y arbitraria, la muy mujer!– me ha concedido un raro
privilegio: el de tomar de la mano a dos de los más fuertes espíritus de mi generación para
cruzar la antesala inédita de la poesía, balbuceada apenas en la intimidad admirativa y 11
fraterna, o a lo más, desterrada y vergonzante, con el gorro del rubor sobre la testa juvenil,
en las columnas fenicias de los diarios peruanos, ceñida miserablemente entre el aviso de
una zapatería y el anuncio de salchichas y jamones frescos –pongamos por caso–, para
asomarse después ante el público, ya en la morada digna, pero onerosa del libro que no se
vende o que se vende poco. Uno de ellos, el poeta Vallejo, el indio de Trilce, excesivo y
potente como las jorobas audaces de los Andes. El otro, este gran señor del trópico y de los
mares, que, negado el tiempo de arrojo y de grandeza para su arrebato, ha podido ser sólo el
filibustero de los crepúsculos y el lírico pirata de la luz y de los fuertes y tórridos colores.
En ambos trances gloriosos mi mano ha temblado de amor y de estupor al destacar
hacia el primer plano del escenario las siluetas de los triunfadores del tiempo y de la muerte
que aventaban por vez primera la gavilla de sus cantos, ¡Sálvenme ese amor y ese estupor,
y sálveme, sobre todo, el azar que me hizo vivir tan cercano a los dos milagros melodiosos!
¡He creído y he querido cumplir mi deber lo más alto y noblemente que pude! ¡Estad
seguros de que no pude más!
Tuve otro privilegio todavía: el de asistir cotidianamente, paso a paso, al romper de
cada alba y al plegarse el broche de cada tiniebla, uno a uno, al jadeo sementador y
prolífico, de estos estremecimientos que han asentado su morada en cada página.
Hermano incorporado a mi costado más puro y más íntimo; hermano incrustado a
mi entraña más veraz y más diáfana. ¡Tantos años ha melificado su bondad ante mis pasos;
tantas veces la solicitud casi materna de su cariño apartó con discreta ternura la espina que
debió herirme y siempre la delicadeza de su sensibilidad moral, delicadeza como el fiel de
una balanza de precisión, que no se alteró ni falló por jamás de los jamases. Y todo ello
dentro de mi vida arrebatada, dentro de la violencia de mi sangre áspera que no siempre
supo guardar, como él, el inaudito equilibrio y la justeza de su buena y cálida serenidad!
Potente filibustero de crepúsculos y de barcas rosas, es, además, mano piadosa y
pródiga de dineros que no abundan en sus cofres claveteados líricamente. Yo sé de cierta
anécdota –¡y también categoría ética de las más puras!– en que unas monedas
pacientemente ahorradas para el soñado viaje al extranjero, escape de la esperanza juvenil
hacia la ilusión, fundiéronse, crepitantes de caridad, un día negro y de dolor excesivo ante
los pies yertos de un féretro. ¡Buen dinero, caliente dinero ese que sirvió para mercar el
pasaje de una fúnebre vida hacia la eternidad!
Pero el viaje de la esperanza juvenil hubo de realizarse siempre, a pesar del heroico
sacrificio. Abriéronse y multiplicáronse las puertas como se abren y se multiplican siempre
al paso encendido de todos los buenos. Y unos meses más tarde se fue en uno de esos
barcos que tantas veces cantara alucinado, hacia una rada que su fe suponía “más serena y
más quieta”; se fue dejando prendida a mis pupilas una acre lágrima tenaz que no pude
arrancarme del todo hasta su retorno.
Fue esta época la de las supremas embriagueces dionisíacas. Arrogante el alemán,
socrático el gesto, libre y potente el corazón; audaz, voraz, volador el pensamiento; presta y
pródiga la mano; estuporado y erguido, como una torre celeste, el espíritu; concreto,
luminoso y heroico el destino; encendido y magnético el paso; justiciero, veraz y claro el
propósito; permeable, férvido, honesto y humilde el pecho. Los cantos brotaban
espontáneamente de su fuente prístina; más bien todas las palabras eran canciones.
Era el coro moceril de la clara esperanza, de la melodiosa canción y de la nueva
vida. Allí Alcides Spelucín, allí César Vallejo, allí Oscar Imaña, allí Eloy Espinosa, allí
Juan Espejo, allí Víctor Raúl Haya, allí José Eulogio Garrido, allí Macedonio de la Torre, 12
allí Federico Esquerre, allí también nuestro visitante de algunos meses, Juan Parra del
Riego, que luego fue a cantar y a morir melodiosamente en Montevideo; allí todos los
demás, cada uno con su esperanza y con su futuro, pero todos con el amor purificado y
acendrado en las pruebas más ásperas.
El remanso de la ciudad aldeana cobijaba a tanta y tan disparada inquietud moza. La
tarde nos reunía casi siempre para no separamos hasta muy entrada la noche, y a veces,
hasta muy entrado el amanecer. Veladas prolongadísimas que se quemaban, con
extraordinaria premura. Entonces no sentíamos la sucesión, ni el caminar fragoroso de las
horas. Suprimíamos el tiempo.
Pronto en estas veladas el ambiente quedaba saturado de pensamiento crepitante y, a
veces, de un hálito emocional que se calaba hasta el hondón de nuestras almas. El contagio
era inevitable. Una suerte de lazo magnético o fluídico nos unía a todos en un circuito o
conjunto integral sin que nos lo propusiéramos. Era insoportable a nuestra sensibilidad todo
artificio, toda formula protocolaria, toda exhibición vanidosa y pedantesca, toda frívola y
mentirosa baladronada. El que lo hacía estaba perdido, y si no enmendaba su yerro, pronto
se operaba una tacita y salvadora selección. Habíase constituido de ese modo espontáneo y
sutil una especie de tribunal ético en el que cada uno éramos los juzgados y los jueces, a la
vez. Este poderoso control nos seguía y nos ha seguido siempre en toda la trayectoria de
nuestra vida. Podíamos desafiar la hostilidad y el estigma de todo un pueblo, pero éramos
incapaces de soportar la desaprobación de este tribunal, cuyos fallos sabíamos que eran la
expresión de la más ancha, de la más generosa, pero también de la más inexorable justicia.
Esta circunstancia tan pasmosa por sencilla y hasta por pueril, disciplinó
poderosamente nuestra conducta y, sobre todo, nuestra moralidad individual.
Así aprendimos que era preciso vivir conforme a nuestros pensamientos, sin
traicionar jamás a nuestra intimidad. Todos éramos catecúmenos y maestros y, a la vez que
aprendíamos de los otros, dábamos también sin reservas de lo nuestro. Creo, porque me he
convencido de ello, que ésta es la única docencia viva. Cada hombre es portador de una
revelación que no le pertenece, sino que pertenece a los demás. Lo sé por mí mismo,
porque si hay algo de vigoroso en mi pensamiento personal, se lo debo a la enseñanza de
estos hermanos míos que han sido y lo son para mí una constante revelación cotidiana. Muy
poco es lo que puede alumbrar un hombre por sí solo; muy poco es lo que trae
intrínsecamente suyo. Fuerza es que se agarre a las realidades luminosas de los otros y que
aprenda a ser humilde.
En estas veladas, como he dicho, se generaba una intensa espiritualidad. Vivíamos
una vida mental realmente noble y superior. Mentes lúcidas y curiosas todas, cada una
aportaba un alcance y una luz nuevos. Así nos reeducamos y nos adueñamos de disciplinas
espirituales que la escuela y la universidad no nos supieron dar. Así se explica que sin
cultura previa y sin maestros, pudiéramos vivir al día con el pensamiento contemporáneo
más avanzado.
Pero esta era la faz, interna, disciplinaria y doméstica puede decirse. Nuestra vida
tenía, además, una faz expansiva, contagiante, objetiva sobre el público. No queríamos
resignarnos a hacer vida de “torre de marfil” y de cenáculo. Nos parecía mezquina, egoísta
y estéril. Era preciso salir de nosotros mismos, y salimos.
Como no éramos, como no podíamos ser conformistas, porque hubiera sido la
negación de nosotros mismos, tuvimos que chocar con todo y con todos. Las instituciones,
los poderes públicos, las convenciones sociales, la
universidad, la plutocracia explotadora e insolente, 13
las mentiras consagradas, las rutinas de clase, la
falta de honestidad y de honradez, el servilismo
rebajado, la expoliación del trabajador, el
burocratismo, la política profesional, la ignorancia
presuntuosa, etc., etc., hubieron de sufrir en carne
viva nuestros ataques. Por caminos invisibles y casi
providenciales llegó un momento que tuvimos la
prensa en las manos. ¡Poderoso instrumento de
lucha! Lo usamos sin embargo con una probidad
insospechable. En las horas de mayor ímpetu
pasional supimos guardar siempre una digna e
integra mesura. Nada que fuera extraño o superfluo
a nuestro misterio de espíritu. La lucha comienza en
La Reforma, continua en La Libertad, culmina en El
Norte. Diez años de vida enérgica y de docencia
Alcides Alejandro Spelucín Vega (Ascope, combativa. Los intereses, las vanidades y las
Perú 1895 – Bahía Blanca, Argentina, 1976), rutinas heridas alzáronse airadas ante tan resuelta
fue un poeta, educador y político peruano. actitud pugnaticia. Calumnia, difamación, rencor,
Como poeta es considerado como un agresión material y cobarde, leyenda oscura y
notable exponente del modernismo tardío
(década de 1920).Su obra poética es breve,
nefanda a media voz. Pero la obra se hacía y
pero muy bien elaborada. nuestras almas se templaban en el fragor. La
miseria y el desprecio rondaron alrededor de
muchos de nosotros. Pero no hubo ninguna flaqueza, no se produjo ninguna claudicación
vergonzante.
Los frutos de esta empresa idealista no es hora aún de palparlos en toda plenitud en
que todo se cotizaba, se supo por primera vez que hay algo que es inaccesible al dinero y
que es posible vivir plenamente las ideas. Bastaría esta lección.
En este ambiente moral e intelectual comenzó a vivir y a cantar el poeta.
Luego un día partió, como lo dijimos, hacia extranjeras tierras. Hizo escalas de
ensueño y también escalas de dolor. Sus cartas nos traían el drama de su corazón. Ecuador,
Panamá, Centro América, Cuba y, luego, Estados Unidos. En La Habana vivió un tiempo
largo. Sufrió, amó, trabajó para el pan y, sobre todo, cantó para el espíritu. Después un salto
hasta Nueva York, la babélica urbe de monstruosos y voraces tentáculos, en que se
confunden y trasudan todos los instintos, apetitos, vicios y concupiscencias cosmopolitas;
en ese enorme contubernio humano, en que impera el dólar como un dios.
El poeta cae en plena Wall Street, inmenso cauce rubio de oro, colmado por
millones de cadáveres, de angustias, de lágrimas y de tragedias anónimas. Empresario
mundial, que ya no se contenta con haber proletarizado al hombre, sino que esta
proletarizando naciones enteras que trabajan para su esplendor y que las ha esclavizado con
su dinero.
El corazón lírico del mozo constata también, como aquel otro grande corazón de
Nicaragua, que “tras la Quinta Avenida, la miseria va vestida de dolor, dolor, dolor”, y
siente apretársele el espíritu de frío. La insolencia de este progresismo materialista que
llega hasta la fiebre, par fuerza había de desgarrar el corazón piadoso del poeta. Más aún,
cuando tuvo que aprestar él también, las manos para la dura tarea y ser uno de los
innumerables explotados dentro de un capitalismo monstruoso que había llegado a crear la 14
técnica más hábil para exprimir los jugos vitales del hombre hasta el agotamiento en la
forja frenética de millones.
Retornó a La Habana y allí comenzó a recibir los mensajes de la tierra amada que le
exigía la restitución de su presencia. Un día colmado de nostalgia, hinchó sus velas líricas y
navegó hacia la “rada más serena y mas quieta” de su solar materna. Su alma no había
envejecido; los dolores y el lodo de la ruta habíanlo vigorizado. Su alma pura venía con
mayor confianza en los valores puros de la vida.
En Lima una tarde sorpresiva, sin aviso previo y sin espera, casi de súbito, el azar
nos puso uno frente al otro. ¡Cuánta vida y cuanto drama representaba para mí la presencia
del hermano que creía lejano! Abriéronse cálidos nuestros brazos para la acogida y apenas
pudimos balbucir alga. ¡Teníamos tanto que decirnos, teníamos tanta sed de nuestras
presencias!
Al regreso, en la aldea bienamada ya no estábamos todos. La vida había dispersado
algunos por distintas rutas, pero el núcleo estaba allí. Reanudamos, como antes, el ágil
diálogo socrático.
La fiesta espiritual era sobre todo para mí, con ninguno de los demás mi
pensamiento y mi vida interior fluían más enteros. La cultura, la comprensión universalista,
la curiosidad y la bondad del poeta enardecían y acrecían mi actividad mental. Nada le es
extraña a esta emersoniana inteligencia que llega a todo con ardiente simpatía. Conciencia
tan difundida en la anchura del universo, que semeja un penetrante y sutil registrador
cósmico. Todos mis pensamientos y mis creaciones, antes de recibir el primer golpetazo de
luz, se han puesto en contacto con el cálido costado de este hermano mío. Hombre que sabe
salirse tanto de sí mismo hasta amar y comprender generosamente la obra de los otros.
¡Cuántas horas inolvidables hemos hecho juntos el viaje maravilloso del pensamiento! El
alcance de nuestras pupilas se multiplicaba y llegábamos a ciertos vislumbres que aislados
no habríamos podido lograrlo.
Nadie podría hacer con más amor este prólogo que yo, y también nadie con más
imparcialidad, aunque suene a paradoja. Él me sabe insobornable ante la obra estética y no
hay fuerza en el mundo que me obligue a atribuirle excelencias que no existen. El amor
auténtico no miente porque se rebajaría, pero nadie ve con mas hondura, nadie revela con
más claridad, ni nadie como él descubre lo que está oculto, velado para los otros. ¡Que mi
amor asista siempre a mi conocimiento al escribir estas páginas!
III. Categorización estética
Para comprender en su cabal significado la categoría estética de este libro, es preciso
advertir que estas páginas corresponden sólo a la primera etapa de la vida del poeta. Es la
voz del niño que revela el primer estupor virginal ante la vida que irrumpe en su corazón.
La pupila se emborracha de luz y de color y su sensibilidad se pasma ante el milagro de la
forma. Se diría un pintor o un escultor que canta. La forma, he ahí el camino por donde el
poeta llega al Conocimiento, a su conocimiento del mundo. Su estética es una estética
formal; una estética del volumen y de la extensión concreta. Una expresión griega,
parnasiana, apolínea, grafica, si cabe.
Es difícil encontrar una mirada que persiga con tan fina voluptuosidad el ritmo de la
línea, del contorno, del trazo objetivo y casi táctil de las cosas. No es la fría y monótona 15
descripción que fatiga a fuerza de detalle. Una palabra, un adjetivo, una frase le bastan para
entregarnos palpitante de luz el esplendor estético de la forma.
Pero no es esa voluptuosidad intelectual y fría del parnasiano que no traspasa el
sobrehaz o la percepción externa y visual de las cosas. Es un alma tremante y efusiva que se
sirve de la forma como un instrumento o símbolo de su pasmo lírico. La forma es sólo una
metáfora de la realidad y por eso el poeta metaforiza con ella sus más profundos estados
anímicos, hasta tal extremo que alcanza a veces a “formalizar” emociones abstractas. Tiene
del parnasiano el amor acendrado de la línea, del color y de la luz; y tiene de lírico el pasmo
y estremecimiento dionisiacos. Rara vez se han concordado estas dos aptitudes que parecen
divergentes y exclusivas entre sí. El poeta es la unidad viva y la armonización integral de
ambas. Es la ecuación resuelta de los dos términos que con frecuencia se antagonizan y se
niegan.
Es el poeta del Sueño de Maya, pero como manifestación humanizada del Espíritu y
de las Esencias. No la forma per se, aislada, la forma por la forma misma, sino el esplendor
musical de la forma como traducción, como estado transitivo, como mediatización del ser y
del pensamiento en sí. En esta poesía la forma no devora al espíritu sino que le sirve de
vehículo revelador.
Este equilibrio le imprime precisamente su carácter singular, su categorización
estética. Mientras que para otros la forma lo es todo, para él es una manera de acercarse a la
esencia, un simple camino de conocimiento. Así la forma no es una cosa muerta, petrificada
y definitiva; es un instrumento, un vehículo y una revelación de la vida. Detrás del sueño de
Maya, del fenómeno, están el noumeno y las esencias puras. Es el misticismo de la forma
aunque se crea paradójico.
En el pensamiento vulgar sin hondura metafísica y trascendente, la forma se desplaza
de su ejercicio funcional, de su fin cósmico, hasta hacerse negativa y ciega. Es el
materialismo estético de cierto arte que no comprende que la realidad concreta es una
simple metáfora. Este es el parnasianismo que destaco el valor decorativo como valor
estético supremo. Es el positivismo literario, que corresponde a ese positivismo científico y
filosófico que no acepta mas instrumento de conocimiento que la experiencia. Nunca se
estrechó y se rebajó hasta tal grado el espíritu del hombre que en el ciclo del positivismo,
que desechó tanta luz y tantas revelaciones vitales. Fue el otro extremo del racionalismo
idealista que nos escamoteó la realidad objetiva hasta considerarla como una alucinación.
Pero históricamente ambos han sido necesarios para que sea posible la realización de
una armonía vital en el espíritu del hombre.
Esta armonía se ha producido estéticamente, en esta poesía casi infantil por el vigor y
la frescura de su visión, en que el espíritu va hacia la forma y la forma va hacia el espíritu.
En César Vallejo, la categoría estética es la virginización técnica del verbo para que
se adaptara a la virginidad de su visión. En Alcides Spelucín, la realidad estética categórica
es la virginización formal de las cosas, o mejor, la virginización funcional de la forma que
esta siempre petrificada y yerta para el otro ojo vulgar. Por eso, mientras el uno es un
revolucionario de la retórica, el otro es un revolucionario del significado vital de la forma,
como presencia real y objetiva. Y es curioso constatar, que mientras el revolucionario de la
forma estética deja intactas las formas de la realidad objetiva; el revolucionario de la
representación funcional de las formas objetivas deja intactas las formas tradicionales de la
estética. 16
He aquí dos puertas por donde es posible vislumbrar, tal vez, el destino remoto, pero
inexorable y fatal, de una América, hermética todavía, pero que ha comenzado a organizar
su verbo para el grito de la revelación.

IV. El trópico y el mar como ambientes poéticos. Luz, color, música 1


El gran protagonista de esta poesía es el mar; el mar tropical; ardiente, luminoso y
alucinado. Mejor dicho, el mar es la metaforización de este lirismo, deslumbrante como un
saetazo de luz. En él encuentra el símil, la metáfora, la imagen y la objetivación de su
estremecimiento interior y efusivo. Es el espejo y el vehículo plasmable de su fervor
estético.
No conozco una idealización más rica del mar que la de este libro. El mar es y ha
sido siempre el ambiente natural más parco y monótono para la imagen y la metáfora. Ha
sido la materia poética de composiciones aisladas y sueltas, pero rara vez el personaje
central de toda una obra poética tan bien organizada, trabada y rica como esta. Es preciso
verla realizada para convencerse y comprender una vez más, que la sensibilidad del artista
lo es todo. En este aspecto Spelucín no tiene par en América.
El poeta nace a la emoción marina. Cuando sus pupilas rompen las tinieblas del seno
materno, al clarear de la primera aurora, lo primero que percibe es el estuario infinito de su
libro. La inmensa llanura misteriosa de rutas innumerables, donde se abrazan todas las
culturas, todas las civilizaciones y los hombres de todas las razas hacen un llamado
irrevocable a sus pasos viajeros. Su alma niña, a la luz recién nacida de los cielos remotos,
a los feéricos crepúsculos del Oriente, siente la atracción perentoria, la saudade magnética
y fascinante de comarcas ignotas, de urbes trepidantes y radiosas, de cálidas bahías de
ensueño. Quiere hollar los lomos turgentes de todas las ondas que se abren a sus pies y que
traen el ritmo de azules y encantados parajes. ¡El mar, siempre el mar, el mar dilectísimo
que acusa melodiosamente al mundo, con su eterna romanza!
Una y otra vez la riqueza emotiva del artista siempre encuentra motivos para animar
y humanizar el camino de todos los caminos. Esta emoción marina, esta viajera pertinaz
arma su aduar de ensueño en las playas más inhóspitas y desnudas. El poeta también,
como toda la cohorte de romeos celestes, quiere nombrar con su verbo a esta esfinge móvil
y melodiosa que nada articula. Enhiesta su gonfalón lírico y despliega sus nervios para
modular el grito musical que se cuaja desde toda eternidad en esas extrañas brunas de piel

1
Este fragmento de las Palabras Prologales se publicó, asimismo, en la revista Repertorio Americano de
Costa Rica. Tomo XII, abril de 1926 págs. 88 y 89. N. del E.
verdeazulada. Los barcos no solamente han de ser vehículos de mercados y de codicias; lo
son, también, de cantos, de lágrimas, de ternuras, de pensamientos y de melancolías.

Oigamos al poeta:

Fletados de crepúsculo, de los muelles de Oriente


zarpan a la hora sexta muchos barcos divinos...
se van en theoría, meditativamente,
como un éxodo blanco de pájaros marinas.
(Los barcos de la tarde).
17
Los ojos que han mirado sus siluetas de oro;
las alas que han seguido de cerca sus cordajes;
las canciones sonámbulas que cantaran en coro
las líricas sirenas, compañeras de viajes;
(Los barcos de la tarde).

Era un coro fantástico de fantásticas violas


junto al peñón que hacía de quimera atril.
(La barca rosa)

La barca pescadora, en un gran gesto alado,


bate sus lonas claras a la tarde sanguina,
rumba quilla al poniente, y a toda ventolina
se pierde con su viejo marinero tatuado.
(En purpura)

Medio deshecha, con su enorme boquete en el costado,


francamente es triste condición esa de la “Musardina”.
¡Tírala allá, tan lejos, a toda ventolina,
como un pájaro herido al que nadie ha curado!
(Elegía de la Musardina)

En la lírica hispanoamericana constituye la poesía de Spelucín una nota


característica y típica, por su fuerza creadora, por su vuelo emocional y efusivo, por su
miraje nuevo y auténticamente original de las cosas. En medio del nutrido y gárrulo corro
que se alza de la retórica vaciedad sudamericana, esta voz nos revela la América nueva.
Esta deslumbrante sensibilidad pictórica transmuta el color y la luz en emoción
estética. Luz y color inconfundiblemente tropicales. Verbo radioso que esta anegado en el
torrente de claridades zenitales que se proyectan del límpido cielo. El poeta no solo
expresa el color objetivo, no solo transporta la realidad inmediata y táctil, no solo lo
incrusta, fotográficamente, en el verso, sino que lo piensa y lo permeabiliza en el espíritu;
lo siente como estados de conciencia, como acendrada entraña de su sensibilidad. ¡Pensar
el color, he aquí lo que le diferencia de tanto rimador superficial y descriptivo!
En Chocano el trópico se encuentra únicamente como alegoría, como enunciación
verbal y epidérmica. En Spelucín se halla transfundido y simbolizado. Se diría, para
emplear un símil fisiológico, que esta “digerido”.
Es preciso insistir, sobre todo, en el significado de esta última palabra, porque es la
que revela el efectivo y sutil americanismo del poeta. Como lo dije al hablar de la obra de
Vallejo, nuestro americanismo ha sido antes externo, decorativo, de un sobrehaz vulgar y
adocenado, y, a veces, puramente convencional, falso y de artificio oropelesco. Exotismo
trashumante y de Baedeker que se importaba a Europa para divertir a la estética bobería
cosmopolita, para despertar como aderezo o salpimenta literaria, el gusto estragado y
fatigado del estetismo europeo. Para ese gusto depravado que no percibe ya la armonía
estética organizada, sino que se complace con lo monstruoso que es lo único capaz de
sacudirle el nervio átono y tórpido. Americanismo decorativo y gesticulante de Niágaras,
Amazonas, Cotopaxis, tangos, rumbas y selvas impenetrables y bravías, tan lejos del grito
entrañado, de la articulación estética de una raza que tiene una emoción de la vida y una 18
visión original del Universo. Americanismo de tramoya escénica del cual se había
escamoteado al Espíritu, al hombre americano. Literatismo fácil de escaparate, de
exhibición y de feria.
El americanismo del poeta es otro; es el auténtico y puro en que canta y se expresa la
criatura humana. Es el trasunto de una música nueva; el ritmo revelatriz de una pulsación
cósmica. Viene a expresar el misterio anímico de nuestra raza hasta hace poco
completamente hermético e inarticulado para el mundo. Hay en su entraña un pasmo
religioso y sobrecogido, un estupor juvenil y viril ante la maravilla cósmica.

V. La técnica, el lenguaje y el estilo


En el Perú hay un fenómeno singular que revela la miseria intelectual y espiritual en que
vegeta. Cuando la obra literaria o artística sale a las manos del público, con respecto a la
actualidad del creador, es ya caduca y envejecida. No hay empresas editoriales que paguen
el libro o que siguiera lo editen facilitando su difusión, ni público con la suficiente
curiosidad para interesarse por la producción intelectual. El autor se ve en el caso de pagar
para que se le lea. El ejercicio intelectual es, como en ningún otro país, heroico.
Esto mismo ocurre con nuestro poeta. Este libro que debió salir hace seis o siete
años, solo puede hacerlo ahora. No representa, pues, con mucho, la actualidad estética del
creador. Es un libro de la adolescencia, la labor poética primigenia, que apenas rompe el
claustro de la anónima intimidad. El poeta ha recorrido desde entonces mucho camino
ascendente y gozoso; también mucha senda dolorosa. El espíritu está hoy más granado, la
visión más luminosa, el vehículo expresivo más rico, más agilizado y más potente; el
pensamiento mas deslumbrado de sabiduría, más extenso de panorama, más valorizado por
el acumulamiento de intuiciones; el corazón más religioso, más estremecido y más abierto
hacia el mundo. Es preciso marcar esto para que el lector se dé cuenta cabal de la pasmosa
precocidad del poeta que cuando escribe este libro es casi un niño.
Caso singular en que no se percibe, el jadeo angustiante para apoderarse de su
instrumento expresivo. Desde los primeros versos se advierte una maestría, una fácil
elegancia, un don verbal tan extraordinario que el lector tiene la impresión de que el poeta
nace dueño de todos los secretos de la versificación. No se comprende cómo ni cuándo se
ha cumplido esta tarea previa que es la primera barrera que el catecúmeno encuentra a su
paso. Y no se crea que se trate de una habilidad técnica vulgar. Es la expresión límpida,
original y henchida de donaire, que de los mismos defectos que señala la preceptiva clásica
suele sacar partido para la belleza del verbo. Ved, por ejemplo, esta maravillosa cacofonía:
Campo “rosa” es su fina basquiña;
“rosa rosa el rosal” de sus pies.

que rivaliza con las mejores de Darío y que imprime a la expresión una melodía llena de
gracia. Sería cosa de nunca acabar si fuese a señalar las menudas bellezas de este verso tan
rico y tan vigoroso. Tomemos al acaso algunas.
He aquí un grito deslumbrado ante el encuentro del amor:

Yo me quede suspenso junto al azul marino.


El corazón vigía, musitó: ¡Esta es!
Animaba sus velas un hálito divino 19
y una Victoria trunca decoraba el bauprés.

–1–

Era la ignota barca soñada o presentida;


la taumaturga barca que nos arma el Amor,
y llega a nuestras playas una vez en la vida,
con sus vinos celestes y su vago temblor!

La leticia augural de la esperanza ilusionada rara vez se expresó con tanto acierto,
con una música interior tan original, tan personal y tan inédita como esta:

¿Recuerdas?...
¡Qué guapa la barca!
La llevó enlazada
una brisa parca
de la madrugada
Y sus tripulantes,
recios,
petulantes,
decían: ¡Nos vamos, nos vamos a la Isla Dorada!

Vocablo que se prende directamente a las cosas, vocablo recién nacido, como si
acabara de brotar del labio del hombre y que nos recuerda el imperio “reisigniano” sobre el
verbo:

¡Pasa un viejo rugoso: su cachimba humeante


donde el incienso grato de un buen “capitán” crepita,
va sahumando nostalgias de Ultramar o de Atlante,
a la mañana blanca como una margarita!

Imágenes fuertes, palpitantes y audaces;


Hasta que, ya muy tarde, desplegué la cortina,
y nada... ¡Sólo afuera, lejos de mi vitrina,
La Luna iba rondando como una hambrienta loba!
O esta otra:

¡Mi espíritu, en la Noche, como un hambriento can,


deambula, corre, ladra y escruta las alturas,
en busca de la Luna su cuotidiano pan!

Expresiones de una potente sugerencia gráfica, como aquella impresión de la noche


que finaliza en estos dos tercetos:

Las brujas, entre el marco de este lienzo diabólico,


cabalgan en las aspas de un “molino simbólico, 20
moledor de tinieblas en la noche del trópico”.
¡Y en un alucinante parpadeo orquestónico,
el recio puente llora un viejo mal armónico
con su mediojo insomne, entristecido, hidrópico!

Y como contraste, esta obra luminosa cual llama fulgurante que se clava a las pupilas
ávidas de luz:

La campiña, en la clara mañana aurisolada,


parece una esmeralda en cárcel de oro fino.
¡Oh, magna epifanía! ¡La Tierra esta enjoyada!
¡La Mañana es la fiesta polícroma del trino!

Esta consumada habilidad verbal se patentiza desde las primeras páginas. Su


inmenso registro lírico no cae jamás en la monotonía. En sus senos se orquestan las más
variadas modulaciones y con frecuencia nos sorprende con melodías tan recónditas y
nuevas que son una fiesta para el oído y para el espíritu. Fiesta musical de cámara cuyas
más sutiles delicadezas no llegan sino a los oídos de los iniciados y de los escogidos.
Sencillez elegante y recia que brota espontánea y libre y que corre como un arroyuelo
lumínico. Aparte de la emoción profunda que suscita, hay un placer casi físico al leer estos
versos que se entregan con tanta desnudez a nuestro corazón y a nuestros labios. Cuando se
lee la última página, surge una secreta pena ante el acabamiento de algo que creímos
inextinguible en nuestro deslumbramiento estético.
Esta poesía es tan magnética que se pega contumaz a los oídos y es frecuente
sorprender la imitación indeliberada o indeliberada en muchas obras poéticas de la última
generación. Claro que son ecos no más de la fuente musical, pero reveladores de la
influencia directa y poderosa que ejerce el poeta.
Pero este libro no registra la ingente complejidad espiritual del creador.
Individualidad caleidoscópica que refleja la ultima maravilla del Universo. Apenas las
últimas composiciones finales servirán al lector como leve indicio del súbito vuelo
metafísico que cobrará la unción lírica de mañana.
Antes de llegar a término es preciso destacar ante la atención del público: “Elegía de
la Musardina”, “Baltic Bar”, “Viñeta antigua”, “El mito cotidiano”, “El Cristo de la
sonrisa”, “La danza en La Mayor”, y este magnífico grito amoroso que no resistimos a la
tentación de trascribirlo entero:
¿No me darás la arcilla de la cantera rosa
donde labrar mi vaso para gustar Amor?
¿No me darás un poco de tierra melodiosa
donde plasmar la fiebre de mi ensueño, Señor?
¡Mi vida es un estanque de agua bituminosa!
¡Lanza en él una estrella de ternura y de albor,
y en el plinto de mi alma, pon un mármol de diosa,
aunque sea truncado como Venus, Señor!

¡Por los líricos ritos, por vésperos y auroras,


por la lepra de luna que cilicia mis horas, 21
heme triste, heme buena, heme humilde, Señor!...
Apto estoy para ungirme con tus celestes dones;
pero, si voy enfermo, sangrante de canciones,
con mi lepra de luna... ¿Quién me querrá, Señor?

Antenor Orrego
Trujillo, abril de 1926.

PRÓLOGO A PALABRAS DE TIERRA2

He aquí la anunciación de un nuevo cantor, de un aeda de la Sierra peruana, que es como


decir, un nuevo aeda de la tierra. Bien afincadas sus
plantas en el suelo maternal y bien coordinada su
modulación en el registro de sus vientos. Aeda en el
noble sentido antiguo: trashumante de ensueños,
peregrino de metáforas, trajinante de caminos. Él nos
va a decir el tremor musical de sus pasos en la quena
de su sierra, en la guitarra de su costa y en la
cornamusa de su selva. Es el aeda nuevo de una tierra
nueva. Olvidó en una noche de tempestad y de truenos
todas las palabras, todos los vocablos y todas las
imágenes de Europa; en una noche en que su tierra se
estremeció y rugió de ansia y de rabia cósmica
buscando los hombres que pudieran articular, en
modulación humana, su grito, su tristeza, su alegría y
su canto.
El poeta Garrido escuchó su llamado y ha
concurrido a la cita, transida e1alma en su vocación Julio Garrido Malaver es uno de los
poetas más hondos y sinceros del Perú
de canto. Ha comenzado a balbucear el lenguaje que
actual. Nació en Celendín (Cajamarca)
le pide su tierra: a triturar las viejas palabras y a el año de 1909. Fue premiado en 1929
por su «Canto a la Raza»
2
Garrido Malaver, Julio, Poesía Uno, Ed. Gráfica Labor S.A., Marzo de 1988, pp.9-14. Edición realizada por
la Asesoría Cultural de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque.
amasarlas de nuevo con la sangre de su corazón. Este pequeño libro es la primera faena,
bien lograda, eso sí, en su intención primigenia. El niño no aprende a hablar su lenguaje
personal e íntimo sino destrozando las aristas de los viejos vocablos de sus mayores. Por
eso, antes que romper el habla, mastica las palabras, como mastica sus alimentos; las taja,
las desgarra, las exprime, las estruja hasta tocar su médula viva y apoderarse de la esencia
que necesita para forjar en sonido, la interna entonación que busca. Es la brega heroica y
dolorosa con la palabra extraña que nos viene de fuera, como un gorro de bazar, para
nuestro pensamiento o para nuestra emoción, pero que precisa sumirse dentro de nosotros,
empaparse de nuestros humores, traficar la red encendida de nuestras venas, abrevarse en
el oxígeno que encuentra en nuestra sangre y surgir después a la luz, como una célula de
nuestra propia emoción. 22
Célula de sí mismo y, por ello, también, célula viva de la tierra nuestra. Aquí está
precisamente, el secreto del gran arte. Si el artista es fuerte y persevera, si no se contagia
de la expresión ajena, si no chafa su verbo con los alamares de la moda, si no oxida su
canción con el viento de las circunstancias adventicias, si profundiza y zahonda su
emoción y su pensamiento hasta encontrar sus perfiles singulares, entonces gana el mundo
una voz que no puede parecerse a las otras y que le dice cosas inauditas.
La palabra arrancada desde el suelo, prieta como el tallo que emerge de la gleba, se
lanza, cual cálido dardo, hacia el espacio, y en el ápice de su culminación, fulgura en
estrellas de luz. Solo entonces puede sumergirse en las almas de los hombres y articularles
el mensaje, que siempre es una expectativa milenaria de belleza, porque todos estamos
aguardándola.
América y la progenie que ha comenzado a surgir de su entraña está preparando este
mensaje y lo espera en una expresión de gran estilo. Hemos repetido la frase en varias
oportunidades. Y volvemos a repetirla ahora. El arte que crearon las otras culturas y las
otras razas será un arte provincial y pequeño frente al arte ecuménico y universal que
creara y ha empezado a crear el espíritu de América.
No voy a hacer un análisis de esta poesía, ni a recoger las pepitas de oro que cintilan
en el trascurso de este libro. Estas el lector las irá espigando a lo largo de su lectura. Pero,
sí, voy a señalar dos características esenciales que revelan la prócera jerarquía del creador
y que nos dan la posibilidad de una gran entonación poética. Ambas fueron, también,
aunque con distinta expresión, las dos características de la obra de César Vallejo.
La primera, el don de recoger directamente las imágenes, las metáforas, los símiles,
de su contorno telúrico. Gran parte de la actual poesía americana está sumida en un
ambiente abstracto, falso, traducido, mediatizado por la reminiscencia erudita, cuando no
par la imitación grotesca de otras literaturas. Impresionismo, dadaísmo, expresionismo,
surrealismo, que fueron las floraciones de procesos históricos y estéticos ajenos a nosotros
y que jamás alcanzarán a constituirse en instrumentos adecuados para nuestra estructura
emocional, pasional o sensitiva. La sabia americana, brava sabia para el bizantinismo
mental y estético de Europa, acaba por marchitarlas, desintegrarlas, como la sangre de un
hombre en el sistema circulatorio de otro hombre con distinto índice de coagulación. Ya
nuestros poetas están cantando en romance español, como si las formas poéticas que
empleó Lope, o las formas populares de España, pudieran ser o tuvieran la posibilidad de
ser las mismas formas populares de América. No es nada para ellos cuatro o cinco siglos
de distancia, y, sobre todo, no es nada un mundo nuevo con una raza nueva.
¡Ay, la Nueva España, la Nueva Castilla, la Nueva Granada, no fueron sino nombres
de conquista militar, pero con continente, época y tierras distintas…!
Como contraste, la poesía de Garrido tiene un ambiente concreto, directo, y un
ambiente nuestro, silvestre e infantil, si se quiere, pero, sin retorta literaria, sin matrices de
química intelectual, sin alquitara de gabinete. Garrido como Vallejo, se siente libre.
Veremos en el curso de su producción, qué uso hace de su libertad, y si realmente tiene el
suficiente genio poético para ser entera y plenamente libre.
La segunda característica de la poesía de Garrido, es su indigenismo auténtico y
contemporáneo, su indigenismo con historia vigente. Porque la reacción contra el mimo
simiesco de Europa, no produjo otra cosa –salvo excepciones singulares– que la sumersión
de nuestro arte en un indigenismo necrolátrico y arqueológico. Emergió la tumba milenaria
con su fascinación de catafalco pretendiendo dar sus directivas a la vida, como si el Egipto
de Tutankamón, o la Babilonia milenaria, o simplemente la Grecia de Pericles, o la Roma 23
de César tomaran la iniciativa en las orientaciones vitales de la cultura europea. Para leer y
comprender a Garrido no se necesita un lexicón quechua, ni un vocabulario aimara, sino
poseer la emoción, la visión y la sensibilidad de la América actual y contemporánea.
Habla y traduce directamente lo que ve, trasmuta el paisaje en estado de conciencia y
en nota musical, recrea su mundo dentro de sí mismo y logra un arte personal, una versión
singular de la realidad, sin caer jamás en ese chapucero descripcionismo escolar, de que
tanto se ha abusado en nuestra literatura.
He aquí una muestra magnífica y sencilla:

“Te digo que allá en la Selva


“hasta la sombra quema.

“Te digo que hasta la propia muerte


“te habla con idioma caliente.

“Te digo que hasta el miedo quema


“cuando choca en la frente.

“Te digo que también el silencio


“tiene ardiendo los dedos...

Miraflores, Diciembre, 1940.

PROLOGO A LA DIMENSIÓN DE LA PIEDRA3

“Un poema del ser y de la trascendencia”


Hace quince años escribí lo siguiente, en el pórtico del primer libro del autor de este
poema, “Palabras de Tierra”: “Garrido, como Vallejo, se siente libre. Veremos en el
curso de su producción, que uso hace de su libertad si realmente tiene el suficiente genio

3
Garrido Malaver, Julio, Poesía Tres, Edit. Gráfica Labor S.A., Lima, marzo de 1988, pp.5-29. Edición
realizada por la Asesoría Cultural de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque.
para ser entera y plenamente libre”. Estas palabras quisieron ser un acicate urgente para
encender el creador ímpetu juvenil y, sobre todo, una cita de honor para hoy. Ambos
hemos concurrido con algún gajo más de vida ya vencido y con algunos pensamientos
nuevos. Ni un minuto menos, ni un minuto más: en la hora exacta, cuando la madurez
estética del poeta ha ingresado a su sazón plenaria. De estas palabras tienen que arrancar
mis actuales meditaciones sobre su obra.
En la ruta enardecida –¡ruta agónica!– de nuestras vidas, durante este tiempo,
muchas veces hemos marchado juntos, más bien, hemos sido vecinos asiduos del mismo
trajinante afán, mano a mano, con las esperanzas y las desesperanzas de la Patria. Ora,
envueltos en el oleaje encrespado y multitudinario del pueblo; ora, trenzados, a corazón
sobrado, en el hirviente dialogo y en la resonancia trepidante de la representación 24
nacional; ora, acezantes de esfuerzo y de expectativa en el vocerío de los comicios
públicos; ora, frente a frente, a dos rejas, cuyos barrotes enjaulaban nuestros pasos,
tajaban de vejamen nuestros rostros y subrayaban la trémula entraña de nuestras cuitas.
En todas estas varias situaciones, hemos ido cambiando señales, a veces furtivas y
silenciosas, de nuestra presencia fraternal. La simpatía flameante de la amistad calaba las
paredes impermeables de las celdas, –impermeables, no tanto por el material físico del
aislamiento, cuanto por la inquisición, a consigna, del carcelero– y, establecíase, luego,
un tácito ambiente de cálida comunicación que asistía y acompañaba nuestras mudas
soledades por momentos, insondables de amargura. Aún, tras las rejas, reventaban, día
tras día, los botones lucientes de su obra poética que viajaban presurosos a mi celda por
no sé qué arte taumatúrgico, inexplicable dentro de tan ceñida vigilancia. Horas llegaron
tan ancladas en fondo negro que sus versos fueron para mí la única claridad que me
llegaba de la vida en medio de la tiniebla. Versos escritos en el encalado de la pared
carcelaria con bastos trozos de carbón, únicos materiales de los que disponía el poeta
para su magnífico despliegue de canciones murales, allí donde sólo habían imperado
siempre, agazapados, los gemidos y las sombras de los desgraciados. De esta suerte, he
sido el testigo constante y fehaciente de su obra. Por eso sé que detrás, en la hondonada
densa e invisible, está el dolor agónico, las horas sanadas por la congoja; arriba, en el
vértice diáfano, visible ya para todos, está la cosecha de luz. Sé el calvario jadeante y
tenebroso que ha costado la siembra.
No conjeturo la impresión inmediata que produzcan mis palabras. Tal vez, algunos,
las crean excesivas. Así fue, exactamente, cuando hace treintaicinco años, dije lo que dije
sobre la obra de Cesar Vallejo. Recién hoy comienza a percatarse la gente –sobre todo, la
gente de letras– que entonces tuve razón. Nada parece ya excesivo ahora tratándose del
creador de Trilce. ¿Serán necesarios otros treinticinco años para que se crea lo mismo de
Garrido Malaver? Estremece pensarlo.
Según parece, la tumba ejerce sobre los peruanos un extraño sortilegio necrolátrico.
Esperan que mueran sus mejores hombres, que desciendan bajo la loza funeraria, como
briznas vencidas de la vida, que enmudezcan definitivamente, para celebrar su gloria
póstuma. Parece que el pensamiento y las obras de los vivos eminentes suscitan, en este
país, desconfianzas misteriosas. Sólo cuando el cadáver del hombre ha licenciado todas sus
palabras vivientes de revelación, de enseñanza o de belleza; cuando el cadáver ha quedado
tenso de estupor frente al augusto enigma de la muerte, entonces, rómpese el gélido
silencio con que lo circundaban mientras vivía.
Entonces, también, comienzan a florecer sobre el sepulcro las jaculatorias y las
apologías más desmesuradas y estridentes. Así ocurrió cuando Vallejo murió en Paris, un
viernes santo del cual tenía ya el recuerdo, olvidado casi, abandonado a fondo, y muerto de
silencio y... de hambre. Jamás el Perú podrá cancelar este bochorno.
Garrido ha demostrado ser, a través de su copiosa y extraordinaria producción,
enteramente libre. Como hay que requerirle a todo autentico artista. Tan libre, que ha
dejado de lado todo el florilegio poético de la mayor parte de sus contemporáneos; toda la
evanescencia trivial, todo el iridiscente y elegante parloteo de un purismo literario de
extracción europea, tan en boga hoy en el Perú. Libre, para dar una picada tan a fondo en el
abismo lejano de la vida y arrancar, desde el volcado ángulo de la sima, la estrella
fulgurante de su emoción poética.
Vallejo, también, descendió a uno de estos vértices abismales. Fue, igualmente, un
descenso a pique a esa zona animal de la angustia humana, a esa zona en que se trizan las 25
entrañas del hombre en la cuchilla abrasiva de la injusticia legalizada, del egoísmo glacial
de los privilegiados y de una época monstruosamente
deshumanizada. De esta oscuridad, extrajo el resplandor
y la hondura de su canto, hambriento de eternidad,
atenazado de criptofagia, de hambre oculta. Porque su
hambre físico y biológico no fue sino el símbolo externo,
el emblema visible, digamos, la máscara –aunque
parezca esto paradójico– de ese otro hambre interno que
residía en la raíz de su ser en el origen virginal de su
propia vida. De allí, que sus palabras nos lleguen desde
una tan remota profundidad que nos sacuden, como un
alarido desesperado del hombre.
Este otro, desciende, en la magnífica sinfonía de
este libro, hasta un estrato de la vida cósmica mucho más
lejano, hasta un paraje mucho más vertical y último del
ser del hombre. También es un hambriento angustiado
La dimensión de la piedra, obra de eternidad, mas, para hallar su propia certidumbre no
admirada de Garrido fue escrita en se detiene en el estrato animal de su angustia, sino que
1955 en Lima por Julio Garrido va mas allá, desciende a través de la perpendicular
Malaver, el prólogo escrito por su vertiginosa de la vida, hasta el estrato mineral en que
gran amigo Antenor Orrego. están asentados, como en un registro planetario de
milenios, el testimonio de su origen y su base primordial. Desciende hasta la piedra, hasta
el abismo gélido en que la vida no late, ni siquiera respira ya. Duerme un sueño gravitante
sin ensueños, duerme en los brazos absolutos de la Eternidad, de la cual aún no acaba de
desprenderse.
La angustia de este poeta es una angustia espiritual y metafísica. La angustia
lancinante del nombre ante el vacío y el terror de la Nada. No hay, de ello, precedente
alguno en lengua española, salvo el grito herido de San Juan de la Cruz; pero ese es un
grito, diríamos, dogmático, teológico, ascético. Este otro, es el grito virginal de un hombre
nuevo de América, que no ha renunciado a los esplendores de la vida y que acaba de
vislumbrar, súbitamente, la terrible realidad del ser y de la trascendencia humana, donde se
pierden las palabras por su impotencia para expresar con toda su frescura, el esplendor de
las intuiciones primigenias. El uno, habla desde la celda de un convento español,
sumergido en el yermo castellano, en que la tierra ha renunciado a todas sus galas y, por
eso, habla con un acento de inequívoca renunciación. El otro, desde el pedestal cósmico de
los Andes y desde el hermético enigma de la piedra, pero, es un acento que no renuncia a
nada, un acento de vida que lo afirma todo porque con este acento comienza una nueva
jornada humana, una nueva historia del hombre, mas alumbrada ya por el destello de la
trascendencia, como sorprendida por una iluminación inesperada y gratuita, “sorprendida
por un golpe de gracia”, dice el poeta. En América, el descubrimiento del valor humano de
la trascendencia, no es el remate espiritual de un pueblo, maduro por su larga experiencia
interior. Es el comienzo de un pueblo reciente, iluminado, desde su génesis, por una
prodigiosa experiencia trascendente, que determina una mayor apertura inicial de su
conciencia, hacia más dilatadas realidades futuras de la vida con dimensiones universales.
Este es el sentido más hondo de este gran poema de Garrido. Lo que fue un fin en Europa,
en América es un principio. El poeta siempre ha solido ser la voz que articulaba, por
adelantado, en los senos clarividentes de su emoción poética y en las imágenes diáfanas de 26
su expresión, las verdades y realidades más recónditas de su pueblo. Por esta razón se le
llamó siempre vate, el vidente, el anunciador, el zahorí de toda palingenesia.
Escuchemos algunos fragmentos de su canto:

“Y me sorprende la idea más antigua sobre el hombre


como un golpe de gracia”

dice estremecido de misterio y, luego, añade:

“más arriba de todo lo creado,


más adentro de todo lo que la luz encuentra,
más allá de todo lo esperado...”

y continúa:

“En la piedra hay un alma de silencio perfecta,


en la piedra hay un grito detenido
esperando la hora”

“¡La piedra es una espera de Dios


es la segura espera
de que el hombre ha de volver a Él,
blando como la luz y diáfano como el mejor retoño de los cielos...!

En mi próximo libro Hacia un nuevo humanismo americano, en el capitulo en que se


estudian las tremendas contraposiciones que se producen en la constitución de la Nueva
América, digo lo siguiente:
“La primera tensión polar y la más fundamental de todas, debe resolver la
antinomia biológica y psíquica entre el europeo y el indio americana, criatura esta última
plasmada en el légamo primieval de la tierra, que surge de la entraña misma de la sustancia
terrena. Cuerpo y alma que se estructuran descendiendo hasta la máxima densidad del
planeta, como no pudo alcanzarlo ninguna otra criatura humana. Este descenso vertical
hasta el centro de la tierra –casi ya en la inmediata cercanía de los vórtices plutónicos, allí
donde suele ubicarse el reino de los gnomos legendarios– nace la contextura roqueña del
indio, diríase, granítica y mineral, como aposentada firmemente en el costado geológico y
puramente terráqueo del planeta. Este dominio de la máxima densidad de la tierra por la
naturaleza humana, imparte al indio americano un vigor y energía telúricos que lo hacen
potencialmente apto para ascender a las mayores alturas de la vida y expresarlas, con tan
lúcido impulso, que el espíritu puede tornarse poderoso por haber subyugado los materiales
más espesos y densos, aquellos materiales que han resistido al esfuerzo de las otras razas.
El milenario mito de Anteo que vuela más alto y se vuelve invencible, cuando su planta se
posa en la tierra, es un símbolo de la sabiduría antigua para expresar que la vida humana se
alzará tan alta, espiritualmente, sólo en la medida en que estructure sus bases primordiales
en la tierra, en la medida en que se una a su madre, a la raíz cósmica de donde brota su
vida; y se debilitará, frustrando sus más altas posibilidades, agostándose, con peligro de
desintegrarse, cuando se separe de ella. Sabia enseñanza, pues, el hombre aún cuando
trascienda de sí mismo hacia otras esferas, es una criatura, eminentemente, de realización 27
terrena. Su campo de batalla es este globo sublunar y denso; allí debe tramitar su lucha por
la superación espiritual de sí mismo. Esta es la enseñanza, también, de todas las religiones
superiores”.
El poeta Garrido Malaver realiza, en su ser, literalmente, el símbolo vivo del antiguo
mito. Ningún poeta americano ubicó en más próceras alturas espirituales, la modulación
sinfónica, la trama palpitante de su emoción poética. Temperamento metafísico, por
excelencia, de profundas y ricas intuiciones ontológicas, encuentra su material de
expresión, sus imágenes más poderosas y hondas, su revelación y articulación más
traslucidas y fulgurantes, en el estrato más denso de la vida; allí donde no hay latido, ni
vibración alguna, allí donde la “existencia”, el “ser”, el “tiempo”, la “nada” se han
quedado como pasmados para siempre en brazos de la Eternidad. Allí están, a la espera de
una luz lejana que se ha quedado apretada, acurrucada, envuelta en una esquina de la
materia; allí está el ser en potencia que no existe aún, pero que es allí donde aguarda la
eclosión de una nueva alborada, que no ha nacido todavía.
Más el poeta no se queda allí. En el seno escondido de esta caverna espesa, anclada
en el ángulo mas vertical de la tiniebla, encuentra la inmortalidad del hombre, se cerciora
de que la muerte no existe, de que todo es vida en permanente transformación y expresión
de luz. Allí, en el socavón abismático y sombrío de la vida, sorprende la fúlgida estrella de
la trascendencia humana hacia su origen, la otra raíz estelar y divina del hombre, y la saca
luminosa hacia la superficie de la tierra y la muestra a todas las criaturas, como él, trizadas
por la incertidumbre de su último destino.
Escuchemos al poeta:

“Sé que la piedra no es lo muerto,


ni la osamenta de los siglos
ni lo que ha cerrado su ciclo evolutivo
ni lo por siempre duro, y frío, y apagado,
ni lo que ser no pudo”

“Sé que la piedra es la confesión de Dios, aún detenida,


de lo que ha sido y es el hombre,
esperando asistir a lo que será el hombre”

“Al pie de la piedra


se queda el Tiempo que transcurre...”
“Ese morir del Tiempo
es lo único que muere de absoluta Muerte;
ese tanto morir junto a la piedra,
constituye las simas, los abismos,
en los que algo se ahoga a cada instante”

“...gime la propia luz, de saber que la piedra es piedra,


porque se está mirando a su profundo
y en su profunda mora sin transcurso...”

...“verdad es que la piedra es Vida infranqueable, 28


ensimismada, perfecta en sus ocultas dimensiones”

“Está en la piedra escrito


el secreta del origen del hombre
la imagen de su primera angustia
y la flor esencial de sus victorias”

“Y el hombre aun no sabe que en la piedra


quizá podrá encontrar el camino preciso
que lo ponga en contacto
con el conocimiento de la verdad más alta”

“...Cuando la piedra, por acción del hombre,


hecha golpe de sí misma o al golpe de hierro cotidiano
acepta ser la prisionera de las formas
que la imaginación de luz herida
viene dictando hace milenios
la verdad es que tales formas
son prisioneras de la piedra”

¡Las formas plásticas y las otras, que creó la vida humana, prisioneras absolutas de la
piedra…! Audaz y profunda intuición, reveladora de la sabia economía de la vida cósmica.
En la piedra quedan encadenadas las imágenes de los éxitos y de las frustraciones del
hombre antiguo para que el nuevo ser humano, arrancado de la cápsula sellada y remota de
la piedra, aproveche la sabiduría de su experiencia almacenada en su entraña y continúe las
victorias anteriores, superando las caídas del hombre fenecido en los desgarrones del
tiempo para siempre muerto.
Sólo un hombre nuevo de la nueva América podía cantar así, con tal dimensión de
profundidad humana, con tan primordial hondura de la vida. Un hombre amasado en el
crisol deflagrante de este Continente, cuya vida surge de un apretado nudo de raíces
planetarias y que ha heredado, por ello, la sensibilidad vital, las intuiciones cósmicas y
telúricas del indio americano, pero que, también, posee la sensibilidad espiritual y la
experiencia alumbrada del hombre blanco en la dimensión de su trascendencia. Ningún
poeta americano, hasta ahora, trajo una expresión tan diáfana de la emoción metafísica y
trascendental del hombre. Pasma la riqueza expresiva y la ingente articulación de
imágenes y de intuiciones, sostenida a lo largo de tantas páginas, en un lenguaje tan
sencillo, tan simple y directo. Pasma que todo ello se desenvuelva alrededor de unas
cuantas realidades ontológicas, tan descarnadas, tan escuetas, tan desnudas de
presentaciones y realizaciones formales y fenoménicas. Pasma que esta riqueza se
desenvuelva alrededor de una gran imagen central, única, que incluye a todas las otras: la
imagen de la piedra.
Se necesita un coraje y una libertad, rebosantes de plenitud, para apartarse de todos
los tópicos literarios circulantes y remontar su emoción a tales niveles. La misma libertad
que necesitó Vallejo para remontar las formas retóricas de su época y lograr la versión
virginal de su alma americana con una entonación humana tan inédita y profunda, que se
convirtió en el primer mensaje universal de la Nueva América hacia el mundo. Garrido
Malaver trae el segundo mensaje universal del nuevo continente con una hondura 29
metafísica jamás alcanzada antes que él. Genial y pueril, porque solo la sensibilidad
edénica de un niño, iluminada por su asombrosa inocencia primordial, puede descubrir la
ingente vida espiritual que yace en la piedra como ensueño del infinito y como esperanza
cósmica del porvenir. ¡La planta de Anteo posándose, para elevarse, en la raíz planetaria de
la tierra!
¡Qué lejos estamos, con este poema de gran estilo, circundado, desde todos sus
costados, por los enigmas supremos de la vida; muy lejos de todo ese madrigalismo
multicolor y espejeante de nuestros poetas “puros” o de nuestros poetas “doctrinarios”.
Desde madrigalismo sensual y sexual, a ras de tierra, que viste, la mera tensión rijosa del
hombre ante la mujer, con imágenes triviales, con encajes y alamares estrujados de todas
las literaturas cosmopolitas y decadentes de esta hora de crisis mundial. Imágenes
pescadas con caña en la interlinea traducida de la peor y más desvitalizada literatura
europea. Poetas “elegantes” de salón, de tertulia académica y de “peña” literaria; poetas
de álbumes con marco dorado y de concursos con áureo estipendio. Poetas de juglaría y de
malabarismos ideológicos que no han sentido el zarpazo del cretinismo ambiente, ni el
restallante desgarrón de la miseria, ni la acometida zoológica de la fuerza, ni el
compromiso duro y quemante de una misión, de una pasión y de una convicción
histórica...!
¡Poetas que no han sufrido en ninguno de sus flancos humanos; que nunca han sido
agredidos, ni heridos, por el dolor zajante de la brutalidad, en su carne o en su espíritu!
Dolor indispensable “para recibirse de hombres”, como dijo Vallejo, ¿de dónde podían
haber sacado otra emoción y otras imágenes, que las suyas, para esa poesía de escaparate
y de bazar retóricos? Poesía ultra moderna, destilada a través de las alquitaras surrealistas,
ultraístas, expresionistas, dadaístas, abstractas, impresionistas, futuristas, puristas y
vanguardistas, le dernier cri de la mode, la última estridencia callejera y, por eso,
totalmente insignificante, sin trascendencia humana, sin pasmo de misterio, sin hambre de
eternidad que sólo se alumbra en el corazón del hombre, después de la experiencia
crepitante y pavorosa del sufrimiento, que nos descubre nuestra nada y nos sumerge en la
desesperación metafísica; después de “la noche oscura del alma, que dijo San Juan de la
Cruz.

***

Mas, antes de pasar adelante, hagamos una confrontación, que será útil, a una distancia de
casi medio siglo. La confrontación entre las técnicas y los modos de expresión de los dos
más grandes poetas que se han producido en el Perú: Cesar Vallejo y el autor de este
poema.
En Vallejo se ve, a primera vista, la pugna y el jadeo titánico contra la palabra.
Vallejo forcejea contra ese lastre muerto de la retórica, contra esa pátina inmemorial que
envuelve a la palabra gastada y, por eso, inventa, transforma el vocablo, lo crea. Tiene una
disposición prodigiosa para la troquelación de la palabra nueva porque posee, también, un
talento excepcional de intuición idiomática. Ejerce un dominio absoluto sobre el lenguaje
y, así, se explica que lo maneje con una destreza espontánea que rara vez se produce en un
escritor, en grado tan eminente. Vallejo es un renovador y un revolucionario del idioma. La
batalla estética de Vallejo es una batalla desgarrada contra los signos verbales, contra su
oxidación histórica, contra el rutinarismo consuetudinario del signo o de la cifra hablada, 30
“no hay cifra hablada que no sea espuma” dice. Quiere dar una versión virginal de la vida
y entonces acomete contra la grafía expresiva, momificada o carcomida por el orín del
hábito, contra la rutina literaria y el automatismo del lugar común retórico. Ese es su
problema estético principal. De allí, su miedo al desgaste y a la vacuidad de la palabra,
expresado algunas veces en sus escritos.
En Garrido no hay pugna, ni combate visible contra el vocablo. No hay jadeo
titánico contra la retórica. Él sabe que las palabras, aún aquellas que acaban de
troquelarse, son vasos materiales quebradizos y frágiles, canales rígidos que, para expresar
el asombro del espíritu, tienen que matarlo, de alguna manera. Sabe que las palabras son
conceptos disimulados, agazapados en la sombra, prontos a surgir por la escotilla de la
frase, creados por la mente racional del hombre para apoderarse de la maravilla
impalpable de la vida y agostarla en esquemas generales; sabe que todos los signos y las
cifras, todos los símbolos y emblemas son temporales y, por eso, asesinos de las
realidades permanentes y de toda fluencia vital, y que, cuando intentan expresarlas y
transmitirlas, las matan, vaciándolas de su esencia concreta y primigenia. Él no quiere
cifrar, ni descifrar las realidades ontológicas, porque todo lo cifrado está ya muerto,
porque todo lo descifrado ha licenciado su misterio antes, ha sido muerto previamente y es
un cadáver anticipado de la vida. De allí, que sus intuiciones metafísicas sobre el ser y la
trascendencia del hombre, y las imágenes para expresarlas, vaya a buscarlas en el ser de la
piedra, en ese estrato cósmico en que impera el silencio absoluto al que no llegaron antes
el vocerío literario, los signos, las cifras, los emblemas y los vocablos de los hombres...
El problema de expresión estética de Garrido es diferente al de Vallejo, diríamos, que
es opuesto completamente en sus medios técnicos, aunque sus objetivos últimos sean los
mismos: expresar la frescura y el estremecimiento virginales de la vida en su emoción
poética. Garrido quiere que la palabra no sea cifra muerta, ni signo rígido, ni símbolo
académico, ni referencia libresca. Él quiere que la palabra sea siempre una verdadera
criatura espontánea y viva, capaz de desplegarse en todas sus dimensiones expresivas;
quiere conservar entera su inocencia, como cuando por primera vez surgió de los labios del
hombre para articular su pasmo original ante el portento de la vida, que acababa de brotar
en la primera alborada del Universo. Por este motivo, el registro verbal de su lenguaje está
compuesto por las palabras más sencillas, ingenuas, simples y desnudas. Entonces, las
llena de pulpa primigenia, de misterio nuevo, de significación inesperada y de resonancia
vital. Las palabras de Garrido son palabras que desbordan la cifra gráfica que le asigna su
contenido, palabras que no cifran ni descifran nada sino que buscan significar, desde una
hondura casi inasequible, mucho más de lo que significaron antes. El artista ahonda el
fondo expresivo de la palabra enriqueciendo la red vital de su significado, llenándola de
resonancia hasta lograr que se desborde al exterior, que se proyecte hacia afuera y que se
derrame en luz como revelación, más allá de su cifra semántica y de su cifra gramatical y
periférica de sonido. Son palabras inocentes y profundas que no están limitadas, ni
chafadas por la paleta fonética y pictórica del diccionario. La hazaña de su genio de artista
es haber logrado que la palabra simple, sin distorsión alguna, alcance a tramitar la frescura
paradisíaca, el esplendor edénico de su emoción poética y metafísica ante el ser, el tiempo,
la trascendencia y la eternidad del hombre. Sus palabras son mensajes de revelación
porque son tan radicalmente inocentes que se acomodan a todas las múltiples dimensiones
de la realidad, como el niño, cuya alma primigenia, llega a la comprensión, a la amistad y
al amor de todos los hombres en sus diversas dimensiones vitales. Sin quererlo
deliberadamente las ha retrotraído a su sentido primordial, al amanecer semántico de su 31
cuna etimológica, de donde surge el despliegue de todas sus significaciones. Y así, llega a
una profundidad espontánea, tan grande y henchida, que la palabra se avergüenza de verse
con las enaguas de la retórica y, busca de por sí, la dimensión de su mayor desnudez, que
la vuelve traslúcida, apta para entregarse a su menester expresivo, desnudez que es,
también, la dimensión de su mayor hondura emocional y humana.
La palabra poética de Garrido se desborda de adentro hacia afuera y su dimensión
permanente no es fijarse en un significado sino convertirse a cada paso en reverberación
constante, en destello cambiante de emoción desde una zona escondida y pudorosa que no
se ve; en centella de sugerencia, de pensamiento y de emoción desde sus senos secretos,
crípticos, velados por su inocencia multidimensional. Este es el secreto de sus palabras
simples de la sabiduría inmemorial que expresan sin embargo, profundidades de vértigo.
La palabra en labios superficiales se queda a medio descubrir, con un trasfondo vago de
penumbra. Este poeta vuelca a cada instante su entraña recóndita y, así crea alrededor de
ella y, dentro de ella, una especie de atmósfera, más bien, un horizonte expresivo de
transparencia que siempre va más allá del significado preciso que le atribuye el uso
habitual. La palabra de Garrido, en realidad, no significa, ni define, sino descubre, revela,
alumbra realidades metafísicas, que se desgajan de ella, como dardos lumínicos que van a
prenderse directamente al corazón, al pensamiento, a la emoción del lector o del oyente.
De allí, que la frase de Garrido sea un apotegma epigráfico, sencillo y elíptico, a la manera
bíblica, cargado de sabiduría y de luz eterna. La frase de Vallejo es una obra maestra de
belleza verbal, una joya novísima que acaba de troquelarse en fragua de portentoso estilo.
Ambos son poetas profundos y sustantivales, diríamos, en oposición, a esa frondosidad, a
esa hojarasca adjetival de nuestros poetas folklóricos, descriptivos, madrigalescos y
ultramodernos, maestros en el ripio cabrilleante y pirotécnico que se agota calificando a las
cosas sin jamás nombrarlas.
Pero, continuemos con el tema central del poema.
La emoción del poeta ha descendido a la esquina más abismal de la vida para
encontrar el ser de la piedra anclado en el silencio de todos los silencios. En esa esquina en
que la vida yace enteramente vuelta sobre sí misma; en la que no hay otro signo de
expresión que su equilibrio integral, que no se proyecta, ni quiere proyectarse hacia
ninguna dimensión exterior que le sea extraña. Si en la tierra hay una imagen lejana de la
perfección de Dios, esta imagen no puede ser otra que la perfección de la piedra, que no
pide ni reclama nada porque se basta integralmente, en su insondable capsula interior y
sellada. La piedra es el santuario cósmico de su propia esencia. El poeta articula esta
iluminación del ser de la piedra, con estas palabras:
“La invisible fuerza que atrae a la materia
para que no se evada de la Tierra
es el dominio que la piedra tiene de sí propia,
en su estabilidad, su presencia en sí,
formando parte y totalidad de sí misma;
es el dominio que la piedra, por ser perfección absoluta,
ejerce sobre todo lo creado, capaz de alguna perfección todavía...”

Pero, el objetivo supremo del poeta es buscar el ser del hombre, porque él es, ante
todo, hombre. Su descenso no es un fin en sí mismo, no es un simple diletantismo
metafísico, sino una indagación, una sonda que lanza hacia abajo a la busca del misterio de 32
su esencia personal. Quiere una respuesta que le dé, a su angustia espiritual, el sentido
último de su origen y de su destino humano, y así exclama:

“…he subido a la piedra para verme y sentirme


en todo el horizonte de mi oscuro destino”.

“La piedra es una espera de Dios”, dice, y en esta espera, muda en apariencia, en
cuyos flancos se ha roto el tiempo fenecido, el tiempo que transcurre, precisamente,
porque es el registro cadavérico de todos los fracasos del hombre, encuentra su revelación
suprema. La encuentra allí porque, a la vez, en el corazón de la piedra ha sido retenido el
tiempo que no trascurre, el tiempo que no ha sido frustración sino victoria del nombre,
porque le permite retornar hacia la fuente de donde partió, el tiempo presente siempre, que
no es pasado ni futuro sino el presente eterno la Eternidad. Aquí encuentra el sentido de la
trascendencia del hombre. El surgir, como un disparo de la vida desde su origen hacia la
tierra y el volver, desde ella, como un anhelo encendido, tras de la nada y de la angustia de
sus fracasos, en ascenso de vuelo, hacia su mismo origen, que es su última victoria.
Este encuentro de la eternidad como presente es el hallazgo de una de las más
profundas intuiciones y experiencias internas, a la que alcanzaron todos los místicos y
todos los grandes pensadores metafísicos de Oriente y Occidente. Siéntese el pasmo
estremecido del poeta cuando se alumbra esta revelación ante su conciencia virginal y
primigenia. Oigamos algunas de sus palabras:

“Si el hombre se adentrara en la piedra,


sin la sabiduría falsa que lo hace hombre,
con esplendor de niño sustentado en un ángel,
sabría que la piedra no es dura ni fría...
Y de ella tomaría tal cantidad de imágenes
que lo harían el niño de las eternidades...”

Y añade:

“...bien podría nutrirse de la luz


que la piedra ha libertado del infinito espacio, para sí;

... las minerales músicas...


que de tan músicas,
han llegado a la armonía incomparable del silencio;

la claridad que se hace agua, viento, raíz,


mano, canto, lagrima, soledad...”

Y esta magnífica metáfora breve, fulmínea, epigráfica, simple y elíptica, como una
sentencia del Libro de los Proverbios:

“Pero, el hombre, es aún en forma y vuelo,


la imperfección vagando entre sus alas”...
33
Continúan atropellándose las imágenes con diáfana reverberación de misterio:

“Si le fuera dado al hombre nutrirse de la piedra,


como del pan se nutre,
como se nutre de la luz...”

se encontraría en contacto íntimo con su radical profundidad humana:

“Con la esencia del verdadero Tiempo


y hasta con la verdad de Dios y su existencia;
quizá también, si así, el hombre,
llegaría a saberse en sus raíces más lejanas
para ser algo más que sucesivos episodios de latidos...”
“Pero, ¡pobre hombre!
no ha encontrado ni ha de encontrar aún
la manera de valerse de la piedra para otra cosa
que no sea la prisión de sus propios sueños...”

“La piedra me enseña que el hombre


no se encuentra en sus huellas ya en pasado
él se queda, un poco en cada huella;
se queda en todo lo que de él, presintiendo eternidad,
no es capaz de vivir su eternidad...”

con el Tiempo que le falta y que solo le será revelado,


cuando llegue a su plenitud, a su equilibrio,
a la conjugación en presente, de su esencial esencia...”
“...la piedra,
no es tentada por la soledad
ni herida por el olvido...
Por eso no se inquieta en presencia de la luz,
no teme a la sombra,
no aspira alas para alcanzar al astro y sumergirse
en la infinitud que no le produce ninguna angustia”.

“Lo inmortal, en la piedra,


ha de ser el equilibrio entre forma y esencia;
en tanto que en el hombre
su forma, su materia,
prisión es de la luz esencial que debe el hombre libertar
para así consagrar su eternidad eterna”.

“yo la contemplo y la palpo, simplemente,


con la ilusión de que alguna vez ha de decirme,
en idioma que nadie ha ejercido,
si la eternidad es la suprema verdad de la Vida
o si la Eternidad es Vida de la Muerte”. 34

Y aquí llega el poeta a la plena certidumbre de su trascendencia y expresa este


milagro de profundidad con palabras tan sencillas que se tornan traslúcidas porque el
poeta ha volcado, hacia afuera, la entraña de su inocencia expresiva:

“Y digo lo que digo,


porque subido en ella (la piedra)
pude saber que el horizonte en que nací,
era más ancho de lo que me aseguraban mis ojos;
porque subido en ella sentí que me crecía el corazón
hasta rozar la bóveda del cielo...”

“El sueño de la piedra


quizá será su estarse despierta para sí,
mientras que el sueño del hombre
es el ensayo de dejarse a sí mismo, más allá de sus sentidos...”

“Yo tengo devoción por la piedra


porque ella me enseña a liberarme cada día que pasa
sin encontrarme muerto!...

Serían interminables las citas de este género. Mejor es que el lector vaya
directamente a las páginas del libro. Quédase uno presa de estupor ante el despliegue de
una sabiduría tan honda y esencial, ante un tan ingente acervo de experiencias internas que
parecen arrancadas de los libros inmemoriales de la humanidad, de los Upanishads, del
Bagvad-Gita, de la Biblia, del libro de los Proverbios. No este poema para ser leído o
escuchado en la algarabía de los clubes, ni en el vocerío trivial de las conferencias o de las
audiciones literarias: es un verdadero libro de horas que se dirige a los escondidos
repliegues del ser humano. Un libro para leerse y meditarse, en aquellos momentos en que
el hombre se sumerge la totalidad de sí mismo, en el sagrario de su espíritu, en que busca
las respuestas esenciales a sus angustiosas y fundamentales interrogaciones. La emoción
del poeta y el destello de sus imágenes le guiarán al alumbramiento de su trascendencia, de
su eternidad y de su último destino. Aquí la poesía y el sentido religioso ingénito del
hombre están en la misma dimensión. El lector necesita ponerse en estado de gracia, como
se puso el poeta, para alcanzar la intuición iluminante de sus experiencias interiores. Sólo
de este modo entenderá y sacará fruto de esta meditación poética, que está al margen de
todo dogma y de toda confesión determinada. Si no es así, me adelanto a decirle, que no
comprenderá nada, ni extraerá provecho alguno de su lectura. No es este libro un simple
vagar estético, ni una mera rebusca de la belleza. Es una rebusca a través de la belleza, del
conocimiento trascendente del hombre. La poesía ha recuperado, en este poema, su
función suprema y excelsa de revelación. El arte es uno de los caminos hacia la Eternidad,
como lo creyeron los grandes guías espirituales de la humanidad en todas las épocas,
porque el arte es pensamiento y emoción profundos, desplegados en imágenes, henchidas
de revelación y de sabiduría primordiales.
Más, el poeta sabe, también, que la integración del ser del hombre en la tierra no se
realiza de un modo intemporal, sino, en la peripecia dramática de la historia, es decir,
dentro de una circunstancia geográfica y cronológica. Es el ser de un pueblo y de una 35
época histórica dada. Él sabe que la trascendencia del hombre sólo se revela hendiendo
transversalmente el horizonte de la historia, cortando tangencialmente el ámbito del
tiempo, como dice Jaspers. Sabe que su ser individual pertenece a otro ser más grande que
es el ser de su pueblo y a través de él se realiza. Por eso, proyecta su intuición poética
hacia el ser de América y su indagación emocional se convierte en un canto de la Nueva
América, epopeya lírica, aunque parezca paradójico.
En esta parte del poema, la sinfonía poética adquiere una amplitud humana, una
majestad y una grandeza de significación continental, que es preciso apelar a la riqueza
torrencial de la gran música orquestónica para hallarle un símil que la sugiera. Aquí se
coordinan los registros más disímiles en una gran armonía sideral y metafísica. El registro
del Ser y del Tiempo, el registro de la Trascendencia y de la Eternidad, el registro de la
Inmortalidad y de la Nada, el registro de la Cultura y de la Historia, el registro de los
vientos ululantes y la callada y majestuosa espera de los Andes, el registro múltiple del
hombre imperfecto y su anhelo de perfección como su último destino, el registro
cosmogónico del nuevo continente y su proyección histórica hacia un nuevo amanecer del
hombre. Toda esta raigambre cósmica entrelazada, unificada en un poderoso nudo
planetario que encuentra su consumación, como imagen, en la entraña silenciosa y
maternal de la piedra...

Escuchemos algunos fragmentos:

“La piedra en esta América nuestra


no es la piedra que se quedó guardando
signos del hombre que murió para siempre;
en ella, está balbuceante, día a día,
en procura de idiomas siderales,
nuestra alma primigenia que supervive a toda muerte,
más de horizonte cada vez...”

“En la piedra de América,


está esculpiendo nuestra ansiedad de vuelo
quizá más que la imagen de nuestro mejor sueño,
quizá si hasta la única imagen de la luz
y hasta la creadora y cósmica soledad de Dios...”

Y sigue cantando la palingenesia americana:


“...los Andes nos articulan en un sueño de grandeza
nunca antes soñado por el hombre...”
“Nuestras montañas se nievan para que en ellas
se contemplen los cielos”.

y esta imagen fúlgida:

“y para que la noche caiga a sus pies y se rompa


hasta la última osatura de su sombra...”
“...porque los Andes 36
quizá si en su profunda de raíz de equilibrio
a más de sus imágenes ya eternas,
contienen las imágenes de nuestra Historia
que no se ha realizado todavía,
pero que alguna vez alcanzará su exacta plenitud
que bien podrá ser la plenitud del hombre y de la Vida”

“Yo creo que en cada piedra americana,


a más de su propia perfección y grandeza,
a más de su actitud de eternidad
a más de su presencia que no admite todavía negaciones absolutas
mora un alma en laboreo cotidiano de su esperanza y de su luz
y hasta las alas múltiples
que no redondearon la plenitud de vuelos infinitos...”
“Cuando todo se destruye
es que volvemos a la piedra
para encontrar la huella de lo que fuimos
en un tiempo ya muerto;
volvemos a buscarnos
y nos sorprendemos y nos deslumbramos
de saber que en el pasado no hemos hecho más cosa que perdemos
y legarle a la piedra la misión de propalar con su duro silencio
irrebatible,
la imagen de lo que pudimos ser y no hemos sido...”
“Allá, quietud de la piedra
hace a la luz del día, arrodillarse a sus raíces
y pedirle que hable
que dialogue con ella sobre lo que es el Tiempo Verdadero...”

***

Esta vasta sinfonía orquestal de la piedra termina con un inesperado canto de amor, como
si fuera el cosmogónico “Cantar de los Cantares” del nuevo Mundo, pero, más inocente,
más desnudo de tremulación sensual, que el cantar bíblico. Es un epitalamio edénico,
circundado y sumergido en una atmósfera de casta y cristalina refulgencia. No hay el
menor hálito de paroxismo carnal, ni la devorante llama erótica de la embriaguez
dionisíaca. El erotismo antiguo, griego o romano, comenzaba y terminaba en el esplendor
físico del cuerpo, no tenía sino una dimensión inmediata, plástica y tangible, una
dimensión sin distancia; estaba envuelto, totalmente, en la voluptuosidad secreta de la
cubícula y de la terma y, velado, en la báquica penumbra del triclinium. Era, un amor casi
animal, a la vez epitalamio y banquete. A lo sumo, estaba envuelto en el fluido solar, en las
ondas cristalinas de la fuente y en las ráfagas acariciantes del aire en un rincón campesino.
O en la estimulante belleza de un paraje eglógico, donde sátiros y ninfas, lo acompañaban
con sus danzas y cantos orgiásticos. Era una pasión epidérmica que carecía de profundidad
cordial, de proyección emotiva y de horizonte patético de lejanía.
El amor en este poema tiene una múltiple dimensión creadora y más que contacto
inmediato y cercano, es la proyección transfigurada de los sueños creadores del hombre y 37
de la mujer, más allá de sí mismos. Él se siente el varón esencial que no agota su pasión
engendradora en el ámbito estrecho, en el contacto encapsulado de dos cuerpos sino que se
trasvasa hacia la amplitud del cosmos, y más allá aún, hasta convertirlo en el símbolo
inmediato y físico de su trascendencia. Para el griego, el más grande y fiel amor acababa
en la tumba; los amantes no se juraban jamás amor eterno porque sus almas, que eran más
bien sombras, iban a anegarse para siempre en el pozo sombrío del Hades.
Para el poeta que no cree en la muerte, que ha encontrado la certidumbre de la
eternidad y que sabe que todo es permanente expresión de luz, el amor es la suprema
dimensión del hombre, la lejana cúspide de su ser, el vértice cenital hasta donde debe
ascender transfigurado, desde los ángulos volcados y abismales de la vida, desde donde
está, al descender, se ha tornado en simas oscuras para el ojo y para el ser humano.
Entonces, el amor se convierte en nudo luminoso del Cosmos, en semilla de mundos, en
gérmenes de perfección que Dios tomará en sus manos para amasarlos en la trama de
nuevos universos. Quizás, el amor, esa esencia impalpable, fluida, etérea, condensándose,
solidificándose, en cierta manera, se hará visible y tomará cuerpo, como luz, para alumbrar
el Nuevo Tiempo que surge y el Nuevo Espacio, que será el nido de otra historia y de
criaturas más perfectas. Entonces, el hombre se convierte en la máxima potencia de su
varonía procreadora, convirtiéndose, también, en el colaborador de la Eternidad. ¡Sueños
de su Trascendencia que, tal vez, sean mañana nuevas y futuras realidades humanas...!
¡Asombra, que desde el turbio vórtice sensual y sexual del trópico, cargado de
paroxismos carnales y de espasmos eróticos desenfrenados, haya surgido la elevación, la
delicadeza, la profundidad, la cándida transparencia y el horizonte sideral amoroso de este
canto nupcial rebosante de ternura pudorosa, de castidad y de pureza humanas...!
Traigamos algunas de sus imágenes sinfónicas. Subrayo aquellas que, de pura y
sencilla profundidad, se tornan más traslúcidas que la palabra misma:

“Si no fuera por la piedra


que me mantiene fuertemente a mí adherido,
ya mi corazón habría salido de mi pecho
para buscarte por el mundo...”

“Y de tanto buscarte,
quien sabe si se hubiera ahogado de caminos,
de soledades, de silencios, de olvidos
o habría anclado en una estrella”,
“Porque no sé si mi corazón que llevo y que me lleva
será capaz de ir a pie
hasta el manantial de mis alas que es tu ternura...”
“Porque no sé, si a costa de la piedra,
mi corazón podrá crecerte hasta los ojos...”
“Ya me habría vertido hasta lo último, como un reloj de arena,
para quedar en mí, como la ultima cáscara del vacío...”

“Todo nos dejará cuando dejemos de latir


en la parte del ser que tenemos para dejarlo”.

“Para siempre juntos, tú y yo nos estamos yendo 38


en el fluido camino del río que nos llevó aquel día,
después que descubrimos que tu sangre y mi sangre
eran rojas y cálidas
porque florecimos hasta no descubrirnos ya con nuestros ojos...”
“Tú y yo sabemos que la piedra,
no ha cavado abismo entre tu luz
y mi horizonte encadenado...”
“Amada,
hoy le hablo a la piedra
para que ablande sus costados
y yo pueda entender su verdad esencial
que yo podría tomar
para todas las muertes que nos falta morir...
para jamás morir...”
“...y este amor de amarte, hasta perder, como he perdido para siempre toda noción de
fin...”

“Bien sabes que la piedra es dura


por lo blanda que es la vida para la muerte fácil...”

“Asciendo a cada uno de los días caídos,


en las hojas del árbol
que creció en vecindad con el abismo...”

“Amada,
en el tumulto de los días,
de las gentes,
de las cosas,
están las ruinas de la Vida
y las falsas efigies de la Muerte...
que una vez más aunque la nombre,
no existe...”

“Amada, hoy sé
que la piedra...
se abrirá como puerto libre
para que juntos, Tú y Yo, navegando
nos hagamos dueños absolutos de nosotros...”

“Yo sé...
lo inútil que resulta para el hombre
el no salirse de sí mismo,
aunque sea simplemente para romperse contra toda sombra
que le salga al paso...”

“…Te diré únicamente y te daré,


toda la transparencia y el azul que he salvado 39
de las ruinas del Tiempo y de las mías propias...”
Y me salgo de mí,
“…no a buscarte desde la luz
hacia la piedra en su secreta esencia;
sino a la propia entonación de mi alma...
salvada mi alma, como la última órbita,
salvada para todas las definitivas claridades...”
con la piedra subida hasta mi sueño
con la piedra clavada hasta mis pies,
con la piedra interpuesta
entre el cielo y tu sonrisa...”

“Monologo en la piedra y Dios me oye;


Y tú Amada me oyes;
y ya el cielo está más cerca de los hombres.
Y ha vuelto Dios a renovar sus ojos...”

Es la profundidad y la inocencia del hombre que ha vuelto a nacer, que se ha


empujado a sí mismo hacia su segundo nacimiento; que ha vuelto a ser niño con toda la
sabiduría del hombre que se asomó a todos los abismos. Es el Poeta.
¡Hombre universal del mundo, estrecha este libro contra tu pecho, estrújalo contra tu
corazón, para que suelte todo el zumo de su latido, porque sólo así conocerás el amplio y
rico latido humano que te trae tu América, porque ésta es más tuya que mía. Pues, es la
hija trasfigurada de tu agonía sufriente por milenios, porque ella sólo fue posible por la
crucifixión de todas tus progenies en su horno cósmico de tragedia!...
Hemos llegado al final de este comentario. ¿Qué más le falta a este libro? Ni una
palabra más de su autor, que ha dicho todo lo que tenía que decir de la mejor manera que
pudo hacerlo, con su gran talento de artista y con la penetrante intuición de su emoción
poética. Por el momento, sólo tiene la vibración admirativa de mi modesta voz, pero, en
cuyo fondo último palpita la certidumbre de su extraordinaria proyección en la cultura de
América, como fehaciente valor universal de un mundo nuevo. No dudo que será
reconocido así, si no hoy, mañana; lo digo con las mismas palabras con que anuncié el
genio de César Vallejo en el prólogo a Trilce, en 1922, cuando estuvo circundado y, hasta
cercado, por el silencio y por la despectiva y vejatoria injuria de sus contemporáneos
Empero, le falta todavía a este libro, la palabra esclarecedora de la crítica y el
reconocimiento de los hombres más eminentes y generosos, que no saben callar ante
ningún valor de auténtica significación humana. Yo los reclamo para esta obra que no
alcanzará su última dimensión de siembra, sino sumergiéndose, integralmente, –aún en la
interlínea de sus significaciones–, en e1corazón viviente de su pueblo.

Antenor Orrego

San Isidro, agosto 8 de 1955.

40
PRÓLOGOS,
DISCURSOS,
ENTREVISTAS. 41

PALABRAS PROLOGALES A
EL AÑO TRÁGICO DE SERAFÍN DELMAR

Palabras prologales
Serafín Delmar recoge en este libro algunas impresiones, trazos rutilantes, vigorosos
aguafuertes, de la epopéyica insurrección civil de Trujillo. En el sentido literal y en la
interlínea trema el alma del pueblo que supo alzarse contra la última tiranía civilista. Allí
vibra, como en un diapasón espiritual, todo el vasto registro de la cólera proletaria. Vibra la
siniestra tragedia, el dolor lacerante y la lágrima viva del hombre del norte, frente a la
invasora tropelía del Imperialismo. La tragedia económica del campesino, la tragedia del
hombre de la gleba que esforzando el brazo y violentando la fatiga, de crepúsculo a
crepúsculo, no alcanza a ganar el pobre sustento cotidiano.
El autor mismo es una de las víctimas del año trágico. A través de las rejas del
Panóptico y en el diálogo celular de la prisión con algunos de los actores del drama
revolucionario, condenados como él, ha extraído la trágica angustia y la trémula ansiedad
dolorosa de aquellos días en que la metralla desgarrara a Trujillo. No es sólo el artista que
narra la escena, es, también, el hombre que siente sus flancos destrozados y sangrientos. De
allí, que este libro, escrito con toda la gallarda elegancia del artista, nos dé, también, el
sabor acre y tibio de la sangre abatida en suelo trujillano.
Estamos muy cerca de la gran epopeya civil para intentar siquiera el trazo
esquemático de su enorme significado histórico, No sólo me refiero a la cercanía
cronológica, a la perspectiva del tiempo, sino, también, y de una manera especial, a esa otra
cercanía síquica de todos aquellos que nacimos o crecimos en la heroica ciudad del norte y,
de consiguiente, fuimos, de alguna manera humildes instrumentos o vehículos de ese gran
movimiento que mañana alcanzará las proporciones de la leyenda. Otros serán los hombres
–nuestros hijos o nuestros nietos– los que tracen con línea vigorosa este primer gran
paneau de la epopeya y de la mitología de la Revolución. Nuestra estructuración emotiva
ha sido gastada y agotada por el detalle del episodio y por la grandeza abrumante de
acontecimiento, Sobre los
hombres de esta generación los
hechos inmediatos gravitarán
demasiado y de modo
ineludible. Pero, de esta tierra
abonada con tanta sangre viril,
surgirá mañana el gran 42
expresador o articulador de su
grandeza. Quizás ya esté en
camino de gloria y, acaso,
pisándonos el calcaño
retardado.
¿Anécdota novelada o
novela anecdótica? Lo cierto De izquierda a derecha: Pavletich, Carlos Manuel Cox, Magda
es que el escritor nos da a Portal, Serafín Delmar, Haya de la Torre, Enríquez y Vásquez Díaz.
través del personaje, a veces
real, a veces ficticio, grandes “manchas impresionistas” de auténtica verdad histórica. La
leyenda o la mentira empírica traducen mejor la verdad panorámica y el sentido profundo
de un acontecimiento. El personaje concreto es demasiado mezquino y carece de la fluidez
y elasticidad necesarias para expresarnos la entraña, el espíritu vivo de un hecho histórico.
Los pueblos lo saben mejor que los historiadores y, por eso, ellos mismos crean sus mitos
incaicos, aztecas o mayas, sino, también, –porque ha comenzado a crearlos– sus mitos de la
revolución.
Y porque este libro es uno de los primeros signos auténticos de la revolución es un
libro surgido de la gran masa anónima, de la gran masa oprimida y humilde, de la gran
fuerza colectiva y creadora que corre por los canales de la historia y que todo lo
transforma, lo remoza y lo renueva. El Perú, tras de un siglo de heroicidad oficial, tras de
un siglo de heroicidad apócrifa, jerárquica y civilista, se ha encontrado a sí mismo, ha
encontrado su propia, autentica y efectiva heroicidad. Ha encontrado los hilos ocultos y
hasta ahora invisibles de la intrahistoria, como diría Unamuno.
Aquí permítame el lector una anécdota personal sobre Trujillo y los departamentos
del norte.
Conversaba con un entrañable amigo de infancia y una de las personalidades más
fuertes y originales del Perú.
– Los pueblos del norte, me decía, son pueblos adormilados y pasivos. Nunca salió de
allí, a lo largo de toda nuestra historia republicana, ningún movimiento de rebeldía y,
acaso, no salga tampoco, ninguno en el porvenir.
Le repliqué, al punto, diciéndole que en Trujillo había madurado hondamente una
conciencia revolucionaria y que la primera insurrección civil del Perú contra el espíritu
colonial de la Republica se daría en los pueblos del norte y, sobre todo, en Trujillo.
Siete meses, después, mis palabras tenían plena y absoluta confirmación.
Hay en este libro ciertas páginas tan rápidas y nerviosas y que, por lo mismo,
alcanzan una fuerza esquemática extraordinaria, que la emoción se queda en grito, en gesto,
en aguda contorsión trágica. Páginas tensas y galopantes arrancadas de aquellos días
atirantados que sentían la urgencia de plasmar la epopeya.
Y digo sentían con un significado absolutamente metafórico, porque es imposible
medir, con entera conciencia, las grandes proyecciones de un hecho histórico de esta
naturaleza, que burla y rebasa todos los cálculos humanos.
El héroe de la revolución de Trujillo es el hombre de la fatalidad y del destino, como
dirían nuestros padres, que se entrega íntegro, con todas sus potencias, a las fuerzas que lo
conducen.
Marxistamente, diríamos, que es el hombre del determinismo histórico; el hombre
condicionado por las circunstancias económicas y sociales que lo rodean para ser el
instrumento de la revolución. 43
Y si quisiéramos recomponer, dialécticamente, este proceso, constataríamos:
Tesis: el agro, el campesino, el hombre de la economía rural y primitiva.
Antítesis: el ingenio, la fábrica, el industrialismo imperialista en la forma más álgida
que pudo darse entre nosotros, el hombre de la economía capitalista.
Síntesis: el hombre del porvenir y de la economía futura, el hombre de la revolución
y de la justicia social.
De este escenario el escritor ha sabido extraer la maravillosa pulsación trágica que
anima todo el libro. Emoción discriminada y recompuesta a través de una fina y delicada
sensibilidad. Porque no se trata de una fotografía mimética, de una reproducción calcada a
grosso modo de los hechos escuetos, sino de una alquitaración artística, de una
trasmutación emocional de la realidad para encontrar su sentido más profundo. En una
palabra el escritor ha puesto su temperamento en la narración; ha traducido el hecho a
través de sí mismo, impregnándole de su característica modalidad síquica. No hay otra
manera de ser artista y de ser narrador. Cuando se piensa se discrimina y se analiza; cuando
se narra se interpreta y se traduce. De otro modo el llamado mundo objetivo sería
inaccesible para nosotros porque sencillamente no lo comprenderíamos. Pensar es ordenar
el caos, estructurar u organizar lo heterogéneo; obrar es recomponer la realidad en un
sentido unitario y con un objetivo dado; narrar es estructurar y articular el significado
emotivo de un hecho o de un conjunto de hechos.
Y, ahora, dejo al lector que penetre con sus propios pasos en esta gran perspectiva
legendaria que se proyecta en un pequeño libro. No creo que después de leerlo haya algún
latinoamericano y, menos, algún peruano, con la suficiente sensibilidad histórica, que sea
indiferente a la trágica epopeya del 7 de julio, cuya grandeza palpita en estas páginas.

Miraflores, setiembre 20 de 1933.


SINTESIS APRISTA DE ALFREDO SACO MIRÓ QUESADA

PRÓLOGO

El sentido vital de la revolución indoamericana 4

Alfabeto y gramática de la historia

Se ha dicho y se ha repetido luego con bastante insistencia que existe en el proceso de la


historia y, singularmente, en aquellas etapas de gran tensión creadora, una recíproca acción,
una interacción continua entre el hombre y su época, entre el individuo y su contorno 44
histórico, entre la personalidad y su ambiente social. O hablando en términos más
concretos, que tanto como el hombre suscita los acontecimientos, cuanto éstos plasman,
modelan o estructuran las personalidades individuales.
Esta afirmación es cierta en determinado sentido. En el sentido de que épocas y
hombres, acontecimientos y personalidades son la expresión directa, la traducción
morfológica de una posibilidad histórica, de una realidad en potencia, cuya consumación
puede acelerarse o retrasarse según la cantidad y la calidad de acción inteligente que
involucren los hechos o que desplieguen las individualidades eminentes. No pueden
caminar señeros y aislados dos elementos complementarios que realizan la misma tarea, los
cuales, por fuerza, tienen que accionarse, penetrarse, influenciarse mutuamente, como
vehículos que son de una misma energía creativa. Gracias a ellos, que son sus órganos de
expresión, se realiza la historia, como gracias a la existencia de los seres y a las leyes
cósmicas y universales se realiza la vida en toda su vasta significación. Hombres y
acontecimientos son el alfabeto, la gramática de la historia. Así como reuniendo las letras
se forman las palabras y reuniendo éstas se expresan los pensamientos, así también los
acontecimientos, los hechos, los sucesos, los hombres y las personalidades hacen la
composición gramatical que expresa una época, una etapa, una modalidad histórica dada.

Paternidad de la patria
Acontecimientos y personalidades son meros instrumentos de la historia y no la historia
misma. Ambos se suscitan, se aclaran, se definen, se influencian, se realizan, porque ambos
son órganos de una misma energía creadora. Tanto como las personalidades partean a los
hechos, éstos partean a las personalidades. Tanto como engendramos a los
acontecimientos, éstos nos engendran a nosotros. Somos a la vez filiación y paternidad,
hijos de los sucesos y padres de ellos. Procreamos y nos procrean espiritualmente. Este es
el sentido profundo de la tradición, del pasado como proyección continuadora. De esta
suerte, como ha dicho alguien, somos más padres de nuestro país y de nuestra patria que
hijos de ella. A diferencia de nuestra madre natural, nuestra madre patria crece y se
vigoriza al compás de nuestro esfuerzo, al compás de nuestro dolor y nuestro sacrificio, al
compás de nuestra responsabilidad paternal y de nuestra abnegación. El patriotismo en su
sentido más elevado no tiene otra significación que la de la persistencia por mejorar y

4
Los conceptos expuestos en el presente prólogo fueron recogidos en el libro Pueblo-Continente, previa
revisión del texto por el autor, como puede comprobarse de la lectura del capítulo 2do. de la Tercera Sección
(p.103 -135 de la 2da. edición). N. del E.
superar nuestras condiciones actuales. Aquellos que disfrutan de a patria no son hijos de
ella sino sus hijastros, hijastros del presupuesto, de sus pasiones, de sus intereses
personales, de sus vanidades y de sus odios. La patria es un proceso dialéctico en el sentido
hegeliano, es decir, un proceso móvil y progresivo, un proceso de superación vital, un
proceso de continuidad histórica, un permanente esfuerzo para vencer los elementos
negativos y ciegos que obstruyeron su renovación perenne. De allí que los más grandes y
abnegados patriotas se encuentren entre los temperamentos revolucionarios, vale decir,
entre aquellos hombres que lo sacrifican todo por ennoblecer y superar las condiciones
actuales de su país y de su raza.
El chauvinismo es un sentimiento restrictivo que arranca de los intereses creados del
ambiente. Detrás de él se emboscan las castas privilegiadas de un país que sostienen lo 45
establecido por mero instinto de lucro. Nadie amó más a Rusia, pongamos por caso, que los
que realizaron la revolución del 24 de octubre.

Substancia objetiva de la historia


Empero ¿cómo se engendra lo que expresan los acontecimientos y las personalidades;
cómo se engendra la posibilidad o la potencia misma de la historia?
Es el marxismo que nos da la respuesta. Así como las relaciones de producción y de
cambio son independientes de la voluntad aislada de los hombres, toda la sustancia íntima
de la historia, toda la trama esencial del espíritu, toda la superestructura del pensamiento y
de la inteligencia, son autónomas del hombre mismo como voluntad individual, como
fuerza operante aislada y unitaria. La personalidad está sujeta a este determinismo que ha
sido engendrado por el hombre mismo como colectividad, como energía corporativa, como
espíritu grupal, como herencia universal y humana. No somos, pues, creadores ni lo son los
hechos, sino en el sentido que somos fieles traductores o expresadores de estas fuerzas
dinámicas que son médula eternamente fluyente de la historia.

Idea, personalidad y heroísmo


Las ideas para ser vivas, para tener vigencia contemporánea, para ser viables y potables, es
decir, para tener beligerancia histórica, es preciso que surjan de las condiciones
económicas y sociales de la época y que luego se encarnen como energía emotiva y
racional, como voluntad de realización, como proselitismo político, como creación ética y
estética, en las individualidades y temperamentos mejor dotados y capacitados para su
expresión. Quiere decir que las ideas, para tener eficacia histórica y creativa, deben correr
la aventura personal, deben realizar la peripecia dramática y aún trágica de una vida o de
un conjunto de vidas, deben impregnarse y sumirse en las vidas individuales y heroicas. De
lo contrario son ideas muertas, congeladas en la teoría y en el sistema, ahogadas en la mera
especulación metafísica. Y esto es lo que marca la distinción entre la idea revolucionaria y
la idea utópica, entre la idea que surge de la realidad social y a la vez la transforma y la
supera, y la idea que queda flotante sin tomar carne en el dolor y en la tragedia de la
historia.
Creo firmemente que sin las contradicciones económicas, sociales, políticas y
espirituales de la época no hubiera surgido un temperamento político como Lenin, pero
creo, también, que sin él no se habría consumado la Revolución rusa, pese a la guerra
europea, pese a las contradicciones económicas y sociales de la época. Es cierto lo que dice
Zinóviev en el prólogo a El comunismo de izquierda: Lenin ha dicho la palabra decisiva en
casi todas las cuestiones. La Revolución de octubre en la medida en que en tiempo de
revolución puede y hasta debe hablarse del papel de la personalidad, la Revolución de
octubre digo, y el papel que en ella ha desempeñado nuestro partido son, en nueve décimas
partes, obra de mano de Lenin. Y luego añade: Yo no puedo figurarme lo que hubiera
sucedido si no le hubiéramos tenido en aquel momento... Sólo Lenin podía soportar este
peso y los que al principio vacilaban tuvieron que seguirlo. Él solo salvó a Petrogrado,
Rusia, nuestra revolución. Hoy habrá ya pocos sabios que se atrevan a reírse todavía de la
teoría de espera de Lenin. Hoy estamos seguros que era el único camino bueno: Ceder
espacio al enemigo para ganar tiempo. 46
Y no quiero vigorizar con esto el fetichismo del grande hombre o el mesianismo del
caudillo. Es preciso afirmar hasta la saciedad que el genio nada puede hacer surgir de la
nada. Es apenas el ejecutor, si así puede hablarse, de los designios de su época y de su
pueblo. Simple vehículo de expresión y de realización de una etapa, simple coordinador
del pensamiento y de la acción de numerosas personalidades, simple fuerza aglutinante y
convergente en el sentido de un objetivo social.
El hombre superior lo es en tanto se mantiene fiel en pensamiento y en acción, en
idea y en sacrificio, en conducta y en responsabilidad a los imperativos de su misión
histórica. El hombre superior es siempre cronológico, no es un ser intemporal en el sentido
de quedarse al margen de los acontecimientos, a la vera del tiempo y de la historia. Su
grandeza, su única grandeza, reside precisamente en eso. De allí que todo hombre
realmente grande sea el nombre de una disciplina, de una fe, de una pasión ejecutora, de
una emoción operante, de un servicio humano o colectivo.
Esta pasión y esta emoción son objetivas, aunque parezca ello una paradoja.
Objetivas en el sentido de que trascienden al servicio y a la liberación de los otros. Es lo
contrario del hedonismo personalista y subjetivo del hombre ordinario, que es incapaz de
rebasar su placer y sus intereses inmediatos, sus intereses y sus concupiscencias
personales. O mejor dicho, lo personal es en el hombre superior lo colectivo, lo social, lo
humano.

Aprismo: imperativo histórico


Llega el movimiento aprista en circunstancias en que la nacionalidad estaba sazonada,
grávida para su nacimiento. Las condiciones económicas, sociales, morales y políticas lo
habían engendrado en las entrañas mismas del pueblo, en los senos profundos de la
intrahistoria latinoamericana. El Aprismo no es una teoría intemporal que haya surgido de
la imaginación abstracta de un ideólogo; no es una teoría o un sistema académico que haya
brotado por obra de conjuro, como el fiat lux de la nada. La inteligencia no ha hecho sino
constatar la realidad trágica y sangrante que urgía su expresión inmediata. Por ser un
movimiento histórico, condicionado por un determinismo económico, social y moral, se
nos aparece como una inexorable fatalidad biológica. Movimiento profundamente vital que
engendra también sus propios instrumentos de realización y de expresión. Surge Haya de la
Torre como producto de su pueblo, de su raza y de su época. Y hablo de raza en el sentido
cósmico de América y no en el estrecho significado de una tabulación antropológica. Haya
de la Torre es el aglutinador, el punto de convergencia de una generación que polariza el
pasado y el porvenir, la tragedia pretérita y las posibilidades de transformación. Es el
presente operante que interpreta y realiza la acción inmediata, eficaz y necesaria. Porque el
hombre superior es eficaz siempre. En su eficacia y en su necesidad reside su virtualidad
histórica. Puede no tener el éxito espectacular que el oportunismo simplista reclama a cada
paso o que la codicia burocrática anhela como único fin y sentido de una revolución, pero
es eficaz porque ha definido una larga trayectoria histórica, una trayectoria ineludible, un
proceso biológico del cual no se podrá ya prescindir en lo sucesivo.
Esto es lo que no quieren o no pueden comprender los exterminadores criollos a
outrance, los exterminadores bufos o siniestros que se figuran que organizando una razzia
o un progromo, organizando la persecución y el
asesinato colectivos de algunos centenares se puede 47
matar un movimiento que tiene profundas y
ahincadas raíces en la historia, de un movimiento
que ha hecho renacer la fe ciudadana en un pueblo
dolorido y sin esperanza de salvación, de un
movimiento que por la torpeza política y la
crueldad cavernaria del civilismo peruano, se ha
convertido en una suerte de impulsión mística que,
a la larga, más tarde o más temprano, cumplirá sus
objetivos históricos.
Demuestran una falta absoluta de experiencia
histórica y una ausencia también absoluta de
perspicacia quienes se figuran ingenuamente que el
movimiento aprista es el resultado pura y
exclusivamente, de la propaganda de sus líderes o
conductores. Es pueril afirmar que se puede crear
un movimiento artificial del volumen del Aprismo
solamente con discursos, conferencias y voces de
orden, por muy elocuentes que fueran. La Es en 1945 cuando el APRA volvió a la
propaganda aprista ha tenido un éxito clamoroso legalidad al participar en la coalición del
porque definía y expresaba un estado de Frente Democrático Nacional (FDN). Haya
de la Torre y el mariscal Óscar R.
conciencia del pueblo. Hoy o mañana el fenómeno Benavides se pusieron de acuerdo para
debía realizarse. Se ha realizado ahora porque el lanzar como candidato a la presidencia
movimiento estaba, lo repito, sazonado, grávido por el FDN al jurista arequipeño José Luis
para su nacimiento. Nadie ni nada podría diferirlo. Bustamante y Rivero. El 20 de mayo de
La personalidad de Haya de la Torre no es 1945, Haya reapareció en público, tras
producto del acaso, sino una imperativa necesidad diez años de estar en la clandestinidad,
histórica, es uno de aquellos instrumentos que ocasión en la que pronunció su “Discurso
forja el tiempo y que aparecen con carácter del Reencuentro”, ante una multitudinaria
concentración de sus partidarios en la
inexorable. Plaza San Martín.
Ha llegado el Aprismo, como llega la
primavera o como llega el verano, como brota la flor de su tallo o como madura la espiga.
El civilismo había colmado la medida y no podría ni puede tener ya virtualidad de
gobierno. Fue incapaz de rebasar, en todos los aspectos de la vida nacional el espíritu de la
colonia. Coloniales eran sus hombres, coloniales eran sus métodos, coloniales eran su
acción y su pensamiento político, si puede hablarse del pensamiento al tratarse del
civilismo peruano. La prueba de esta caducidad irremediable se encuentra en que frente a la
acción dinámica y transformadora del Aprismo, los gobiernos que se han sucedido hasta
aquí no han acertado a oponer sino un programa policiaco, de persecución sistemática, de
obturación y de exterminio. Ya sabemos que la debilidad de los gobiernos que son
incapaces de generar una política constructiva, se amparan detrás de las bayonetas y de la
metralla. Esta es la demostración más evidente de la vitalidad de un movimiento que rebasa
la algarada del club político o de la agencia electoral.

Acción y reacción
La nueva generación peruana ha sido actora y autora del movimiento aprista. Es el producto
de las condiciones espirituales, morales y económicas de su país y, a la vez, la energía 48
impulsora, encauzadora y directora de la nueva etapa. El determinismo histórico la ha
conformado, tanto como ella conforma y plasma los acontecimientos y los hechos. La
caducidad doctrinaria del civilismo no sólo no puede resolver ninguno de los problemas
nacionales porque tiene ante sí la fuerza dinámica del aprismo, sino porque éste ha
planteado nuevos problemas, para decirlo en una frase, porque ha planteado, desde un
punto de vista contemporáneo, el vasto problema de la evolución indoamericana. Desde
1923 Haya de la Torre habla de que ha de llegar la hora de la gran transformación. A partir
de la guerra europea, la inteligencia peruana en sus personalidades más representativas, que
figuran ahora en los cuadros militantes del Aprismo, revelan una inquietante y profunda
emoción social. El Aprismo viene a precisar, a servir como punto magnético de fuerza, a
transfundir en un vasto estremecimiento multitudinario, este nuevo estado de conciencia.
Al caudillismo militar y personalista sucede el héroe civil que es innumerable, que es la
masa misma que se deja matar heroicamente en Trujillo, que gime en las mazmorras del
Frontón, de la Intendencia y del Real Felipe, que agoniza en las selvas de Satipo y de
Madre de Dios. Nunca, creemos que la ergástula, en ningún país de América, haya
realizado una tan salvaje acción represiva. Un nuevo factor ha entrado en la historia
nacional y este factor es el pueblo que estuvo siempre desplazado de las oligarquías
civilistas.
La presencia del pueblo en la historia de mi país es la presencia de la libertad y de la
justicia. Cuando esta fuerza adquiere sus lineamientos definidos y el suficiente volumen
operativo, la transformación social llega, tiene que llegar, arrollando todos los obstáculos.
Se habla de la volubilidad de las masas en política y esta volubilidad es cierta cuando se
trata de simples turnos electorales, pero no cuando se trata de un gran movimiento
histórico, de una fe profunda en los destinos de un pueblo, de un movimiento de salvación
nacional. La mediocre miopía civilista confía demasiado en esta volubilidad de las masas
para sus propósitos de predominio y esa es su tremenda tragedia. Las castas dominantes se
encuentran ciegas y sordas ante los signos y las voces del tiempo. No ha habido caso en la
historia que la masa haya traicionado sus propios objetivos cuando ha sido consciente de
ellos y los objetivos civilistas no son precisamente los objetivos de la masa peruana. Hay
una fuerza poderosa en marcha que solamente es invisible para aquellos que están atacados
de irremediable daltonismo histórico. El civilismo peruano tiene un concepto estático de la
política y esa incomprensión o negación del dinamismo de la historia lo llevará, lo está
llevando, de modo irrecusable hacia su destrucción definitiva.
Y este despertamiento de la masa, este equipamiento ideológico y emocional para la
lucha por su liberación, esta precisión de sus objetivos históricos, ha sido la obra de la
juventud aprista. Tanto como ella es la resultante de las más hondas aspiraciones y
reivindicaciones del pueblo, es también la forjadora de su nueva conciencia.

Digestión vital
Si nos preguntamos cuál es la característica fundamental que diferencia la presente
generación de las anteriores, nos responderemos lo siguiente: en la actual generación se ha
realizado o está realizándose la asimilación, la conjugación, la digestión de dos mundos o
de dos culturas que han coexistido no solamente extrañas y aisladas, sino recíprocamente
hostiles y pugnaces. Desde los primeros días de la conquista este divorcio profundo se hace
evidente en todos los órdenes de la vida nacional y que por extensión se aplica 49
perfectamente a todos los órdenes de la vida latinoamericana. De un lado el mundo
descubierto por Colón y de otro el mundo que vino con Colón. La América autóctona y la
Europa invasora. El Perú de Atahualpa y el Méjico de Moctezuma frente a la España de
Cortés y Pizarro. Ambos eran entre sí factores excluyentes y divergentes. Ninguno de los
dos pudo asimilarse y conjugarse. Fue preciso una larga digestión de siglos para que
surgieran los órganos biológicos necesarios, capaces de transfundir en un nuevo conjunto
homogéneo y unitario estos dos elementos recíprocamente excluyentes y negativos.
En los primeros siglos tuvo que triunfar aparentemente la fuerza de las armas y de
la técnica europea. Y decimos aparentemente porque el otro mundo se mantuvo
indeclinable y señero, orgulloso de su grandeza pasada y consciente, en mayor grado de lo
que se cree, de sus propios valores culturales y espirituales. Así se estableció en nuestros
pueblos el hibridismo colonial como sistema de gobierno, como sistema político y
religioso y como realidad cultural y étnica. El criollo latinoamericano fue el producto de la
degradación de ambas culturas y de ambos órdenes espirituales y morales. Desde entonces
América fue un continente híbrido y sin valores propios, característicos y esenciales.
Ningún mensaje original fue posible que articuláramos para el mundo.
La Revolución de la Independencia fue el primer intento de revalidación del hombre
latinoamericano, pero desgraciadamente fue un intento fallido. La independencia nos trajo
meras fórmulas jurídicas y políticas, que no habíamos digerido, que no podíamos digerir y
que fueron la mera proyección mimética o de calco de los pueblos europeos, en plena
revolución liberal. Se hizo la independencia reclamándose con las frases de la revolución
francesa y acabó consolidando y afirmando el sistema feudal de la propiedad. De allí esa
monstruosa desarticulación de nuestra realidad jurídica, política, social y económica que
se prolonga hasta nuestros días. Mientras que se multiplicaban nuestras constituciones
avanzadas de un liberalismo de similor, el cacique, el gamonal y el latifundio eran las
auténticas instituciones nacionales.
El valor continental del aprismo consiste, precisamente, en haber hecho la digestión
de América; en haber refundido en su acción, en su pensamiento y en su impulso emotivo
esa intuición oscura y profunda de ser la concepción y la expresión de un nuevo y vasto
mensaje de la vida universal. América afirma en su actual revolución el propósito de
encontrarse a sí misma, de definirse en sus caracteres propios, esenciales y permanentes.
Keyserling lo llama el continente del tercer día de la creación y ciertamente de este vasto
reservorio de fuerzas primitivas y desaladas debe estructurarse una nueva expresión del
Espíritu.
Para comprender este fenómeno profundo de conjugación vital en América con toda
su precisión, basta analizar paso a paso, el pensamiento y, sobre todo, la formidable acción
operante del capitán o índice del movimiento aprista. Nos referimos a Haya de la Torre.

La nota tónica del movimiento


Si queremos caracterizar de un trazo la médula más profunda del movimiento aprista, la
deus ex máchina que moviliza este vasto estremecimiento colectivo, tenemos que emplazar
nuestra observación, no ya en la mera personalidad, es decir en la mera proyección escénica
del jefe y suscitador del movimiento, sino en su individualidad profunda y esencial, en las
raíces creativas de su espíritu. Haya es por excelencia el hombre nuevo de América, el
hombre cuyo cerebro y cuya acción reaccionan originalmente frente a las concretas 50
realidades económicas, espirituales y morales del continente. Es el hombre de la digestión
vital de América. En su pensamiento y en su acción se concilian y se funden las
contradicciones que en la vida continental se mantenían irresolubles. Es la antinomia
secular de la conquista y del incanato trasmutada en un todo unitario. Es la asimilación
entrañada de elementos excluyentes y dispares que se resuelven en la articulación de un
nuevo mensaje universal y humano. El hombre de América ha solido ser el hombre
devorado por los libros europeos, el hombre que había perdido su facultad espontánea de
reaccionar vitalmente sobre su propia realidad específica, porque era el producto de una
antinomia histórica, cuyos términos se negaban recíprocamente, Y dicho está que los
hombres como los pueblos sólo son, en el sentido esencial de la palabra, cuando salen de
sus propias entrañas. Nunca tuvo mayor vigencia que en nuestro caso el mito de Saturno.
Por eso, la cultura colonial que ha sido también la cultura de la República, ha sido el mimo,
el calco, la escurraja de la cultura europea. Los hombres cultos de América han sido cultos
por inducción, por mimetismo libresco y no por asimilación y digestión vital. El alimento
que permanece extraño dentro del aparato digestivo se torna destructivo y tóxico. El veneno
es la sustancia que no se asimila, que no se incorpora como tejido, como célula, como
sangre, dentro de su organismo. Ya sabemos hasta qué punto nos envenenaban las ideas
inasimilables de la Revolución francesa y cómo lo que pudo ser nuestra liberación fue la
tragedia de nuestra esclavitud.
La mayor significación de Haya de la Torre es haberse constituido, como
pensamiento, como acción, como fuerza emotiva, como valoración ética de esta vasta y
profunda intuición de la América nueva. En haberse hecho el coordinador de una
conciencia que palpita y alumbra en las recientes generaciones latinoamericanas, Sin ella la
obra de Haya de la Torre habría sido baldía y estéril, sin repercusión y sin contagio posible.
Obra de juventud tiene que ser culminada por las juventudes sucesivas del
continente. No se trata de un turno electoral, sino de una vasta empresa de cultura en el que
se juega la expresión espiritual del nuevo mundo. De allí que el movimiento tenga una raíz
mística, el misticismo de toda creación que pugna contra las fuerzas ciegas, para alcanzar
el alumbramiento y aflorar hacia la luz.

El equipo energético
Una empresa de cultura no puede ser ni ha sido nunca la obra de un hombre. Son precisas
múltiples capacidades para plantear, abrazar y recorrer una trayectoria. La eficiencia vital
de un movimiento se mide por su virtualidad de suscitación, de procreación y de
fecundación espiritual. Cuando un pensamiento permeabiliza las conciencias juveniles
impulsándolas a la creación, es signo cierto de que encierra dentro de sí una vigorosa
continuidad histórica. Esta tarea de fecundación la realiza el movimiento aprista en un
grado maravilloso. Lo prueba el fervor creativo de la juventud peruana de hoy. Y no la
juventud de una clase social determinada sino la juventud de todas las clases. El
despertamiento de la conciencia juvenil obrera, sobretodo, es un espectáculo de
extraordinaria fuerza emocionante. En el transcurso de tres años han surgido jefes y
conductores obreros que han demostrado en el pensamiento y en la acción una singular
capacidad operante y creativa. Esta es la mejor constatación de que nos encontramos frente
a un movimiento de larga y extensa resonancia histórica.
El autor de Síntesis Aprista es uno de los miembros juveniles de este equipo 51
energético. Su libro, obra de verdadera síntesis mental, es el libro didácticamente más
orgánico que se ha producido dentro del movimiento. Perspectiva ideológica global que
llega a su hora para trabar en un conjunto unitario, con seguro instinto pedagógico, las
bases racionales y científicas de la doctrina. Es cierto que el libro se resiente en su factura
de la vehemencia y del apresuramiento con que ha sido escrito, pero, es una
interpretación que realmente viene a traducir la formidable inquietud docente de las
nuevas generaciones peruanas.
Síntesis Aprista no requiere presentación alguna. A través de sus páginas se siente
palpitar un espíritu que ha sido ganado para la causa de la América nueva. Conciencia
despierta y vigilante que no se satisface con el solo impulso emocional del movimiento
sino que busca sustentarlo en bases racionales, precisarlo en principios ideológicos. Este
es un síntoma saludable en toda la juventud militante que en este momento realiza en el
Perú la beligerancia revolucionaria.
Estoy seguro que el libro de Saco será leído por todos los públicos de América con
creciente interés, a medida que se le conozca. Compendia en sus páginas el pensamiento de
una generación que lo ha sacrificado todo en su lucha contra las fuerzas ciegas y brutales
del continente; en su lucha epopéyica contra el caos latinoamericano que amenaza
devorarnos. Escribo estas líneas con un gran optimismo y con una fe vigorosa en el destino
futuro de nuestros pueblos. Tengo la certeza de que mañana la victoria será nuestra.

Miraflores, abril de 1934

PRÓLOGO

PALABRAS DE HAYA DE LA TORRE

Introducción
El compañero Oscar Idiáquez me pide unas palabras de introducción a este folleto, que
reúne algunos de los discursos más admirables del compañero Víctor Raúl Haya de la
Torre. Dos de ellos fueron pronunciados en Trujillo en medio de un ambiente de tensa y
doliente expectativa. Los vocablos del gran orador recogieron, como relicarios del
recuerdo, toda la palpitación trágica de esos días fúnebres, la integral y desgarrada angustia
de ese pueblo mártir. Los que lo oímos jamás podremos olvidar el tremendo sacudimiento
que nos estremeció a todos. Las palabras eran como saetas encendidas que surgían de los
labios del orador, que se desplegaban luego en el espacio cargándolo de eléctrica congoja y
que caían sobre los oyentes, como puntos de fuego que nos quemaban las entrañas y
reafirmaban nuestra fe. Diríase que no era un hombre corriente el que hablaba sino un
profeta que plasmaba una época. No fueron sus palabras aquellas que se las lleva
fácilmente el viento sino oraciones que forjaban realidades, verdaderas voces de conjuro,
palabras de extraordinario poder germinante que troquelaban historia. Los años que
sobrevinieron después en que se conjugaron tan dramáticas y extremas alternativas nos
están demostrando cuánta verdad hay en estas últimas frases. Arribaron días en que los 52
hombres, a cara o cruz, se jugaron su destino. Estaba transfigurado el orador y estaban
transfigurados los oyentes. Vióse en esas horas plásticamente, una poderosa acción
histórica en marcha. Horas inolvidables por la intensa emoción creadora que las envolvía.
Allí fue, literalmente, la obra del verbo humano anunciando una época nueva.
No puedo negarme a tan fraternal requerimiento porque soy el testimonio vivo y
fehaciente de esas horas estelares en que se echaron las primeras raíces del movimiento
aprista. Los que llegaron después a nuestras filas no tienen idea de la faena decisiva que
entonces se cumplió. Sin embargo, en la interlínea de las frases, en el seno escondido de
las palabras de estos discursos podrán intuir lo que ella significó para el futuro en toda su
radical trascendencia.
Estos últimos ochos años en que imperó una de las dictaduras más tenebrosas, han
dejado un vacío que es preciso colmar de alguna
manera. Durante ese lapso las recientes
generaciones de estudiantes y obreros estuvieron
desligadas de los principios doctrinarios que
informaron las bases del gran movimiento
histórico. También lo estuvieron del encendido
oleaje fraternal y emotivo que envolvió al pueblo
y que no fue sino una intensa ansiedad de
justicia, desde la cual se articularon en libros
perfectamente estructurados. De estas fuentes
primigenias los jóvenes han estado
desconectados durante este tiempo. De aquí la
necesidad imperativa de reactualizarlas por
medio de publicaciones que las difundan de
nuevo en la medida más amplia. No podrá
retomarse el hilo de la historia en toda su
fecunda integridad si las recientes generaciones
no vuelven a sentir el mismo estremecimiento
creador que sacudió a hombres y mujeres en los
Discurso de Haya de la Torre en la Plaza San días iniciales. Pues, sólo así se explica ese
Martín. coraje heroico en la lucha, ese don de sí mismos
y esa abnegada consagración a una causa grande; esa persistente vocación de sacrificio de
millares de peruanos que han hecho posible la eclosión de la nueva época histórica que ya
se alumbra.
El núcleo inicial del Aprismo se produjo en Trujillo alrededor de unos pocos
estudiantes y obreros en que se esclareció una nueva conciencia del mundo como
consecuencia de la guerra de 1914. Por consiguiente, también una nueva conciencia de la
patria. Fue un núcleo de amorosa fraternidad que abolió, desde el principio, esa irritante
diferencia de clases económicas y sociales, clima favorable para el cultivo del
resentimiento y del odio acerbo. Estudiantes y obreros se ligaron en una tarea común. Fue
una empresa generosa y positiva de redención humana y no, como se ha dicho algunas
veces, una explosión negativa de resentidos y postergados sociales. Esta última afirmación
ha sido una de las deformaciones más aviesas y torpes del oligarquismo colonial. Hay que
remarcar este hecho significativo con firme delineamiento para comprender el profundo
sentido de nuestro movimiento y su raíz más veraz y fecunda que garantiza su perennidad
y su larga proyección histórica. 53
En este núcleo inicial estuvieron Manuel Arévalo, Manuel Barreto, Luis F. Cáceres,
Oscar Idiáquez y tantos más, auténticos hijos del pueblo que sin haber pasado por colegios
superiores y universidades acrecentaron su cultura junto a sus hermanos intelectuales,
esclarecieron su juvenil conciencia y, sobre todo, ennoblecieron sus corazones en ese
estremecimiento emotivo por la salvación de su pueblo, el único que puede llevar al
hombre hasta el sacrificio. De estos nombres que acabo de subrayar, dos han muerto ya,
junto con millares de sus hermanos que los antecedieron unos y los siguieron otros en el
holocausto. Ambos murieron como auténticos héroes que entregaron, en olímpico gesto de
desprendimiento, su vida, su sangre, su juventud y su amor en oblación abnegada a su
pueblo. Ellos, sí, sellaron sus palabras de entusiasmo, de esperanza, de fe con sufrimiento
y las escribieron con su sangre que fecundó, para el heroísmo, la tierra en que nacieron.
Por eso, sus sepulcros no son ahora fosas de muerte sino urnas vibrantes de vida. No son
sarcófagos del pasado, sellados para siempre, sino lozas inmortales que se abren al futuro
como enseñanza, como prolongación de ejemplo y de historia. Sus sepulcros no encierran
una defunción definitiva destinada al olvido sino que abrigan a la vida perennizada para
que florezca en la posteridad como lumbre creadora.

San Isidro, noviembre 29 de 1956.

DISCURSOS

DISCURSO PRONUNCIADO EN EL CENTRO DE


ESTUDIANTES Y OBREROS DE TRUJILLO5

Camaradas:
Una vez más voy a articular ante vosotros mi humilde palabra.
Cada día mi esperanza en vuestra grandiosa misión histórica se afinca con más fuertes, con
más entrañadas estribaciones religiosas. El trabajador representa junto con el estudiante el
elemento revelador, transformador y renovador del mundo. El obrero y el estudiante
peruano –¡oh dicha nuestra!– no están desligados de esa vasta tragedia universal que a estas
horas está consumándose en todas las latitudes de la tierra. Mientras el egoísmo

5
Publicado en el diario El Norte de Trujillo. 24 de enero de 1926, pág. 2. N. del E.
nacionalista gesticula en los histrionismos de la violencia y de la fuerza, vosotros levantáis
como bandera, turgiendo las bigornias de vuestros pechos, la más elevada, la más pura, la
más heroica emoción de la justicia histórica.
Nunca podré olvidar el consuelo que me disteis en aquellos días trágicos de 1924,
cuando la metralla perforó el pecho generoso de centenares de nuestros hermanos y cuando
las cárceles y las persecuciones gravitaban sobre todos aquellos que teníamos hambre y sed
de justicia. Entonces vi que nuestra raza amamantaba héroes, que nuestro pueblo expoliado
y sufrido era capaz de parir un continente nuevo. Entonces, también, recogido en mí
mismo, replegada mi fe, mi esperanza, mi corazón y mi cerebro, en uno de aquellos
instantes divinos de luz en que el alma cargada de tragedia constata el dolor de la injusticia,
juré consagrar toda mi vida, la significación entera de mi obra espiritual, al servicio del 54
oprimido.
No sé si mis capacidades puedan consagrarse con eficacia a este sacerdocio, pero sé
que desde entonces llevo una estrella en el alma que alumbra mis acciones; que mi vida y la
vida total del mundo tienen un sentido más profundo, más noble y más generoso.
Hay una característica que nos revela el alto grado del hombre contemporáneo. Esta
característica es su clarividencia histórica. Jamás el hombre ha estado más sumergido en la
vida global del mundo. Jamás ha sido de modo más intenso y más pleno la antena sensible
del sincronismo histórico. Este sentido luminoso de los acontecimientos y del porvenir, este
sentido de sus responsabilidades históricas es quizás el rasgo capital de su espíritu.
Pues bien, en nuestro país y en América, mientras las clases dominantes marchan
como soterradas en el pasado, el obrero y el estudiante asumen la máxima
contemporaneidad, la máxima conciencia histórica de su época.
Esta es, camaradas, nuestra salvación. Vivís en la historia y para la historia. Los
ciegos de nacimiento que no son nuestros gobernantes, nunca sabrán agradeceros lo
bastante. Las universidades populares de nuestro país con todas sus deficiencias, con todos
sus enormes vacíos, con todas sus insalvables improvisaciones, son las únicas sedes de la
conciencia histórica, de la íntima conciencia de la época.
Antes de terminar quiero que me acompañéis vosotros a rendir un homenaje al
creador de estos centros populares, al propulsor de sus actividades primeras, aquel
muchacho valeroso que apenas desprendido de los senos matemos ya tenía una amplia, una
generosa, una noble, una aguda conciencia histórica. Ya sabéis que me refiero a Víctor
Raúl Haya de la Torre.
Caso estupefaciente el de este mozo, por lo mismo que su individualidad de hoy es el
resultado de una paciente, de una fatigosa, de una dolorosa depuración. Esto en su vida es
un ejemplo de lo que puede una fuerte y una buena voluntad. Antes de librar la ruda batalla
externa contra las tinieblas, él libró en sí mismo la trágica batalla contra sus propias
tinieblas interiores. Antes de ser el conductor de los demás, él fue el conductor y el maestro
de sí mismo. Entre la sensualidad y la voluptuosidad hedonística, por un lado, y el
sacrificio, el don de sí mismo y sus responsabilidades, por otro, él supo elegir y alcanzar el
camino más áspero. Optó por el amor antes que por la voluptuosidad pero sabiendo con
entera conciencia que el amor asume enteras responsabilidades.
Camaradas, yo he visto la eclosión y el crecimiento de esta alma exasperada de
justicia. Yo he visto las siete caídas y he visto también las siete elevaciones angustiosas.
Yo he visto los desgarros lacerantes, yo he visto los sudores sangrientos, y he visto
chorrear el dolor de este corazón disputado por las fuerzas del mundo y por las fuerzas del
espíritu. Alma cargada de humanidad hasta su fondo más íntimo, alma sedienta de
ascensión que ha subido paso a paso el Calvario hasta arribar a la cima de las claridades.
Figuraos lo que sufriría y sufre esta alma en un ambiente de egoísmo reptante, en un
ambiente en que rara vez vibró la entera, la desgarrada pasión de un hombre que se entrega
a una fe. País de una cultura escéptica, irónica y desconfiada que no cree en nada ni en
nadie. Sin embargo, la pasión de Haya ha vencido; la pasión de Haya está creando una fe
colectiva, capaz de reconstruir nuestra agónica nacionalidad. Este es su mejor galardón.
Camaradas: os agradezco la benevolencia con que me habéis escuchado, con que me
escucháis en todo tiempo. De todas las satisfacciones de mi vida intelectual las más bellas,
las más puras, las más gratas a mi corazón serán siempre las que me habéis dado.

55

CONFERENCIA LEIDA POR ANTENOR ORREGO


EN LA REAPERTURA DE LAS
UNIVERSIDADES GONZALEZ PRADA

Diario El Norte de Trujillo. 27 de setiembre de 1930


Compañeros:
Después de un lapso de más o menos ocho años heme aquí de nuevo ante vosotros
para inaugurar las actividades de la Universidad González Prada. Tarea ésta gustosísima
para mí, gratísima para mi espíritu, cara para mi corazón llagado y vejado de proletario.
Porque os dije siempre la verdad, porque no prostituí jamás la majestad de la palabra,
porque no quise nunca hipotecar mi acción cotidiana, porque no vendí mi pensamiento y
porque no cedí a los halagos del poder, se me aisló de vosotros, se ahogo con la fuerza y
con la persecución las verdades que pugnaban en mi labio y que se encresparon varias
veces en el grito encendido de la acusación.
He sufrido bastante; vosotros lo sabéis. No vengo aquí a quejarme porque la queja es
de los débiles. Vengo aquí a abrazaros otra vez, con la emoción intensa, con la vibración
cordial y embriagadora de quien estando encarcelado recobra de pronto el uso pleno de la
libertad, vengo aquí para proyectar la poca luz que en estos momentos de tremenda
inquietud y de fulgurante esperanza ha podido hacerse en mi cerebro. He sufrido bastante,
pero estoy dispuesto a sufrir otra vez, y la otra, y las demás.
Pero vosotros habéis sufrido más que yo. He asistido al mancornamiento de vuestro
grito y de vuestro esfuerzo de la libertad durante once años tétricos, he visto cómo la
metralla se azotaba en vuestra carne hambrienta de pan y en vuestro espíritu; sediento de
justicia, os he visto bajo el rebenque brutal de la tiranía, mártires de vuestra extraordinaria
capacidad de vida y de vuestro asco, y de vuestra indignación contra el servilismo
degradante de las clases dominantes. Mientras ellas se alistaban en las filas de la
soplonería, mientras ellas se cotizaban a alto y a bajo precio, mientras ellas inciensaban y
glorificaban al tirano, mientras sus hijas iban a prostituirse a los ministerios y a amenizar
las noches del déspota en las camas mullidas de Palacio, vosotros mordíais vuestra
amargura y vuestro hambre, vuestras hijas, y vuestras mujeres, haciendo maravillas de
economía, repetían el milagro de la multiplicación del pan y de los peces.
Pan amargo de estos once años últimos; pan duro y de aristas cortantes que se
atragantaba en nuestro cuello; pan de vergüenza y de indignación, pan de bascas y pan de
impotencia.
Ya se acabaron estos once años fatídicos. ¿Volverán a repetirse? ¡Alerta proletarios!
Tenéis el músculo, la fuerza y la vida.

Un proceso de disolución
Si queremos caracterizar los últimos veinte años de la República no tenemos otra palabra a
la mano para expresar el proceso que está realizándose que la palabra disolución. Hace
veinte años que las clases dominantes están disolviéndose por su impotencia, por su
incultura, por su inmoralidad, por su ausencia absoluta de sentido político, por su
personalismo negativo y ciego. El poder ha sido en sus manos una facción, una
conspiración contra los intereses permanentes de la nacionalidad, una sedición de 56
oligarquías nepóticas y de grupos personalistas. Echad un vistazo panorámico sobre la
historia de estas dos últimas décadas y os convenceréis de la verdad de estas aserciones.
Nada se ha construido, nada se ha podido construir. Los partidos políticos no han sido
sino etiquetas de palabras que no respondieron a ninguna realidad efectiva. Carecieron
siempre de todo sentido de responsabilidad cívica. Los mismos hombres que actuaron con
Leguía o con Pardo se preparan actuar hoy con Sánchez Cerro y querrán actuar mañana con
Perico de los Palotes. Ha sido el mercenarismo político más descarado. Lo único que
persiguen es lo que el pueblo llama con una frase gráfica que no deja de tener su graciosa
intención: la teta fiscal. Hemos tenido y tenemos en nuestra política especímenes o
ejemplares zoológicos como aquel que cae siempre de pié en todos los gobiernos y, que por
consiguiente, no deja nunca de exprimir la inextinguible ubre de la hacienda pública. Y este
espécimen de parásito desvergonzado es ministro, presidente, senador, diputado, juez,
vocal y todo.
¿Dónde encontráis en nuestra vida política un solo principio director, una norma
orientadora, una sola idea puesta en acción para forjar una realidad del porvenir? Hemos
dado siempre vueltas a la misma noria y las seguiremos dando mientras las nuevas
generaciones no se decidan a intervenir activa y enérgicamente en el gobierno del país.
Cuando las clases dominantes no tienen o han perdido ya su responsabilidad histórica
asistimos al espectáculo repugnante a que estamos asistiendo estos días. Largas listas de
soplones magníficamente estipendiados, altas matronas orgullosas que vivían de la
delación, prensa degradada que cobraba el elogio, glorificaba el crimen y el robo.
Torturadores como Fernández Oliva que percibían sueldos fabulosos para acallar el grito de
justicia, pequeños tiranuelos de provincia que encanallaban a sus pies a todo un pueblo,
directores de salubridad que traficaban con la salud del ciudadano. Ningún espectáculo se
ha escatimado para nuestra vergüenza. Es preciso para encontrar algo comparable
retroceder algunos siglos hasta la Roma de la decadencia. Allí encontraréis de nuevo al
tirano glorificado sobre el dolor, el hambre y la sangre del pueblo.
No, nuestros partidos nunca han representado una conciencia responsable de la vida
política del país. Si la hubieran tenido nos hubieran ahorrado el supremo rubor de Leguía y
el leguiismo.
No opusieron ni pudieron oponer una sola resistencia. Bastó una embestida del
déspota para que estas armazones artificiales y mentirosas se desmoronaran desde sus
cimientos. Aquí cabe repetir lo que ya he dicho en otra ocasión:
“Tras un lento, angustioso y tétrico drama el país ha asomado a una especie de cima
de su historia. Drama que ha sido, más bien, un melodrama, un sainete bufo y grotesco, una
payasada clownesca. Melodrama de farándula con su tramoya, sus hilos y sus marionetes.
Ahora, lo único que precisa desear es que Leguía sea el postrer títere de esta mascarada. Lo
mejor que le puede ocurrir a Sánchez Cerro es representar a aquel personaje que sale ya sin
antifaz a la boca de escenario para decir al público: Señores, la pantomima ha terminado.
Pendientes de esta frase que se traduzca en hechos, los peruanos estamos con el oído
atento”.
Melodrama bufo, hemos dicho. Efectivamente ninguno de los partidos que actuó en
la vida del país tuvo principios, normas, orientaciones ideológicas que lo rigiera. Tuvieron
solo programas verbales sin ningún arraigo en la realidad inmediata y viva, tuvieron
bambalinas de intereses oligárquicos o de grupo, fueron en verdad, núcleos facciosos que
conspiraron siempre contra los intereses permanentes de la gran masa, es decir, del pueblo. 57
El Perú no ha pasado ni por la etapa conservadora, ni por la etapa liberal, ni aun por la
etapa capitalista dentro de sus partidos políticos. Los métodos y la táctica de la
industrialización capitalista se han establecido al margen de los partidos y por gravitación
propia de la época. La política ha sido siempre pura farsa melodramática y en el fondo del
cuadro, una tragedia de las más tétricas que registra la historia un pueblo ingenuo,
explotado, engañado, vejado y saqueado.
No hemos tenido pueblo en el sainete de la política nacional y porque no lo hemos
tenido, casi no tenemos historia. En los demás países, de un modo o de otro, parcial o
totalmente, la masa ha intervenido siempre porque sólo de su entraña se forma la historia.
De allí su vitalidad y su injerencia en el concierto del mundo. Entre nosotros ha sido
únicamente la farsa y el marionete. Por eso, Leguía no es caso aislado sino un hombre
representativo.
Hay que abrigar la esperanza que con la revolución de Arequipa acabe la mascarada y
comience el jadear de un pueblo que luche, que sufra, que ascienda y que, se supera,
mientras la farándula y los faranduleros queden postergados para siempre. Que tengamos
tragedia si se quiere entre los diversos grupos que se aprestan a la lucha política, pero ya no
una farándula de comediantes y pobres diablos que se regodean sobre la tragedia negra del
pueblo. No lo permitamos más. Leguía duró once años porque nosotros lo quisimos. Basta
ya de comediantes. Lo que necesitamos es verdadera lucha política e ideológica, lucha
ennoblecedora, fragorosa, combativa, pero lucha que cree y construya algo.
Si algo positivo ha tenido el gobierno de Leguía es hacer evidente este estado de
disolución en que se encontraban las clases dominantes, como para que todo el Perú se
percatara. Sólo en medio de una corrupción y de una inepcia general, era posible el
entronizamiento de un despotismo que hizo tabla rasa de todos los valores morales,
políticos y económicos. Las clases dominantes del Perú han estado a sueldo de Leguía y
ellas constituyeron el cerco de delación que ha mantenido en pie durante once años el
funesto régimen fenecido. Lo único organizado que había en el país es esta red subrepticia
y torva que arrojaba sus tentáculos hasta nuestros hogares mismos. La delación y el
espionaje fueron los únicos méritos que se recompensaban espléndidamente mientras los
maestros de escuela se morían de hambre.
Con los empréstitos malversados por Leguía en pagar soplones, en subvencionar
prensa mercenaria, en enriquecer a los suyos y en adjudicarse una inmensa fortuna
personal, el país queda comprometido por lo menos cincuenta años. Ha sido una batahola
de millones que han desaparecido sin provecho alguno para la colectividad. Tendremos que
trabajar y sudar hasta la angustia para pagarlos. Estamos sumidos en la miseria más
espantosa y a las puertas de la bancarrota.
El hecho mismo que el actual gobierno tenga por única plataforma política el asunto
de las sanciones a los defraudadores y que esta plataforma haya sido recibida con
beneplácito de la nación, está demostrando a las claras la magnitud de la ignominia
leguiista. El pueblo quiere que se juzgue y que se castigue a los culpables.
La creación de un tribunal especial de sanción, aparte de los tribunales ordinarios,
demuestra que la corrupción ha sido tan general y tan grave que era preciso la institución de
un organismo excepcional.
La presencia del tribunal de sanción en nuestro país es la prueba más evidente de la
corrupción de las clases directoras. El pueblo no confiará ya más en ellas y siente la
necesidad urgente y salvadora que otros hombres, aquellos que no estén manchados ni
corrompidos, tomen en sus manos las riendas del poder público. 58

Hacia un periodo de construcción


En la medida en que el pueblo sea consciente de la renovación en los métodos y en los
hombres de gobierno; será posible acometer una tarea verdaderamente constructora. El
pueblo no puede, no debe ser indiferente ante esta realidad que es necesario crear. Es
preciso que asumamos todos nosotros la conciencia de nuestra responsabilidad histórica y
que nos decidamos de una vez por todas a crear un país que desgraciadamente no lo
tenemos. Aquí cabe glosar unas palabras de Unamuno que encierran una profunda verdad.
La nación no es nuestra madre, es nuestra hija. Nosotros tenemos que gestarla, tenemos que
sacarla de la nada, tenemos que extraerla de nuestras propias entrañas y con la desgarradura
de nuestro dolor.
Sin esfuerzo, sin sacrificio, sin consagración, sin desinterés no podremos jamás, crear
un país y nosotros y nuestros hijos seremos siempre víctimas de los políticos profesionales
que en todo tiempo han hecho nuestra tragedia.
Necesitamos plantear principios y normas que, a la vez, que nos hagan ingresar de
lleno en el espíritu de la época, sirvan de canales vitales a la intensa inquietud constructora
que se agita en este instante. Voy a proponer algunos a la consideración de vosotros que
pueden servir como puntos de referencia alrededor de los cuales se aglutinen vuestros
propios pensamientos y vuestras propias iniciativas:
1.– Abolición total del latifundio que absorbe todas las fuerzas vitales de la nacionalidad.
Enérgica política agraria en beneficio de la gran masa trabajadora y productora.
2.– Separación de la Iglesia y del Estado. Ley del divorcio absoluto. Libertad completa de
cultos.
3.– Extirpamiento de todos los monopolios y privilegios que existen de hecho en el país.
4.– Gratuidad de la enseñanza primaria, media y superior y, por consiguiente, acceso libre
al mérito y no al dinero como hoy, a los colegios y universidades.
5.– Enseñanza laica dejándose al individuo la elección de creencia y al hogar el
adoctrinamiento religioso.
6.– Implantación de salarios y sueldos mínimos de conformidad con las necesidades del
empleado y del trabajador.
7.– Participación del obrero y empleado en las utilidades de las empresas industriales.
8.– Entrega inmediata y gratuita a las comunidades indígenas de los fondos de los
conventos y congregaciones religiosas.
9.– Abolición inmediata del contrato de enganche, sistema feudal que establece en la
forma más irritante la explotación del hombre por el hombre.
10.–Ampliación de los derechos reconocidos a los empleados, según las leyes existentes y
aplicación de éstas en beneficio de los trabajadores.
11.–Jornada de ocho horas.
12.–Reconocimiento de los derechos de libertad de prensa, de reunión y de asociación.
13.–Nacionalización de la enseñanza y de las industrias. Política de autonomía económica
contra la absorción de los imperialismos.
14.–Universalidad, efectividad y respeto del sufragio popular, voto secreto.
15.–Reforma y renovación del Poder Judicial.
16.–Implantación de la autonomía municipal de manera tal que el municipio sea el
organismo verdaderamente representativo del pueblo. 59
17.–Intensa política de culturización del indio y del trabajador. Aplicación a estos fines de
una fuerte partida del presupuesto nacional. Multiplicación de las escuelas y formación
de un profesorado moral y eficiente.

Compañeros:
He aquí un esquema que a mi juicio sintetiza las aspiraciones de la gran masa peruana en
este momento y dentro del cual cabe todo el plan constructivo de las nuevas generaciones
que, desde hace diez años, vienen despertando y agitando la conciencia colectiva. Este
esquema, a la vez que nos hace ingresar al espíritu de la época, nos hace asumir en
plenitud nuestras responsabilidades históricas frente al presente y al porvenir. Contra este
esquema no cabe sino la oposición del pasado y el pasado ya hemos visto lo que es por
dolorosa experiencia. Nada tenemos que conservar en el país porque nada positivo se ha
hecho. Estamos gestando, debemos gestar la criatura de mañana: potente, alegre, justiciera,
vigorosa y sana.
Compañeros: saludemos al porvenir que ya llega y que solo llegará para nosotros en
la medida en que seamos conscientes de su llegada. Entonces nuestros hijos ya no comerán
el pan amargo que hemos comido nosotros y ya no se teñirán sus mejillas con la vergüenza
con que se han teñido las nuestras. Viviremos en un país libre y con hombres libres.
Yo sé que con mis palabras he traducido, bien o mal, las íntimas reivindicaciones
vuestras. El proletario y las clases medias son las únicas fuerzas sanas y las únicas que son
capaces de transformar el país. Vamos decididamente a esta transformación, no lo dudemos
un instante, porque entonces volverá a entronizarse el crimen, el robo y la explotación. Que
nuestros hijos no nos echen en cara mañana la acusación de que no supimos estar a la altura
de nuestro dolor y de nuestro sacrificio.
¡Compañeros en vuestras manos está el Perú nuevo!

CONFERENCIA
SOBRE DON MANUEL GONZALEZ PRADA6

APRA ofrece a sus lectores algunos fragmentos de la conferencia que el pensador trujillano
Antenor Orrego ofreciera en 1926 al pueblo de Otuzco, con motivo de la inauguración de la

6
Publicada en la revista Apra, N° 5,1 Época, noviembre 1930.
Universidad Popular González Prada. La acción represiva de las autoridades leguiistas
impidió que este hermoso trabajo fuera publicado en su oportunidad. APRA cumple con
darlo a conocer a sus lectores.

Compañeros:
El ala egregia de un pensamiento superior bate el aire esta noche. Por gracia del espíritu va
a incorporarse en sutil esencia viva, en potencial fuerza contagiante.
La sombra luminosa del maestro nos auspicia, la acción abnegada y generosa del
apóstol nos enseña un camino y nos impone un deber. Por primera vez la paloma
evangélica del espíritu, el pentecostés ardido de la gracia desciende sobre el Perú encarnado
en un hombre puro, de una pura y esclarecida espiritualidad humana. 60
Hombre nacido en una tierra de molicie, en posesión de todos los atributos efímeros:
la hermosura corporal, la riqueza, la salud, la
virilidad, crecido y educado en la capital fastuosa del
mítico El dorado suramericano, cuando vertíanse a
torrentes las millonadas corruptoras del guano y del
salitre; cuando ministros y áulicos de todo género
cotizábanse a precios excesivos. Hombre nacido para
el placer de la vida, mejor dicho, para el abuso y el
desgaste hedonístico de la vida, única concepción de
la existencia que suele alcanzar el muelle criollo
tropical cuando no es enteramente estúpido y
degenerado. Hombre rodeado de tantas circunstancias
envilecedoras que gravitaban tremendamente sobre
sus espaldas, llega, ante el pasmo de su ambiente
corrompido, a una cima ética insólita e inaudita en
una tierra en que cada mínimo talento no servía sino
para ofrecerse en el mercado de las cotizaciones
públicas.
Este hombre llega a la dignidad humana y, por
ende, a la renuncia de todas las apetencias del poder y
de la vanidad personal que entonces constituían y
constituyen ahora la impúdica y loca zarabanda Manuel González Prada (1844-1918),
republicana. gran espíritu anticlerical e iconoclasta,
Este hombre, ya lo sabéis bastante vosotros, se nació en Lima, en el seno de una familia
llamó mientras alentaba en vida corporal: Don aristocrática, tradicional y católica.
Manuel González Prada. No le extirpemos el don,
este estrambote pomposo que lo lleva tanto canalla dorado; llamémosle así porque en el
Perú es el único don que corresponde a una auténtica y enérgica virtud.
Trataré de sugerir en unos cuantos negativos la figura espiritual de este hombre, cuya
obra comienza a fructificar, precisamente, cuando la mayor parte la creía o la cree
fracasada y estéril.

El agitador ideológico
Para el burgués satisfecho y rutinario, para la colectividad asentada sobre la mentira y la
injusticia social nada hay más peligroso que el pensamiento. Pensar equivale a destruir la
iniquidad, a desconocer el antifaz del prejuicio y de la convención, a minar la simulación
jurídica, intelectual y ética que sostiene el privilegio. Los que viven y medran al amparo de
la mentira por fuerza tienen que temer al pensamiento. La razón es la suprema arma
destructora del hábito. Destruye iluminando, desquicia denunciando la mentira.
Para desdicha nuestra, el hombre es un animal de costumbre. Las convulsiones
históricas se explican fácilmente por su pureza para repensar lo que se le da como verdad
inconcusa, cerrada y definitiva. Detrás de los prejuicios ancestrales que hereda de
generación en generación no se ve sino el caos. Si no tuviera el pensamiento nuevo que lo
dinamiza aceptaría la esclavitud y el sometimiento sempiterno. Se acostumbra a ser sin
protesta la víctima de los más violentos. 61
Cuando la manumisión de los esclavos el liberto se dolía, por lo general, de su nueva
condición y habría vuelto por su gusto al látigo cruel del caporal que a cada fustazo hacían
brotar la sangre de su carne miserable. ¿Cómo se explicaría de otro modo la despótica
esclavitud antigua que duró milenios y cómo la esclavitud moderna que dura ya siglos y
que encuentra defensores hasta en los mismos obreros que la sufren en carne viva? La más
desoladora degradación del hombre no es tanto que tenga que sufrir la injusticia porque
todos la sufrimos de alguna manera. Lo más degradante es que el hombre se acostumbre, se
resigne de buen grado a ser víctima servil y perdurable de la violencia hecha hábito, ley
vigente o norma ética.
A pesar de todo el pensamiento es contagiante; se propaga y deflagra con una rapidez
y eficacia salvadoras. La libertad se genera sólo por gracia de su presencia. En todas las
épocas y en todos los pueblos surgen ciertos hombres que vienen a cumplir la gran función
vital de pensar y hacer pensar. Cuando, por un colapso frecuente ellos faltan, las sociedades
se anemizan en la injusticia y en la rutina, y acaban por desintegrarse fatalmente en el caos.
Prada aparece en un momento en que la rutina, la iniquidad y la mentira coloniales no
habían hecho sino trocarse en careta republicana y democrática. Pomposas constituciones
teóricas unas tras otras no hacían otra cosa que amparar el privilegio feudal de la conquista.
El caudillaje militar y civil asaltaba el poder, no en nombre de un principio político, sino en
nombre de un capricho o de una violencia opuesta a otra violencia. Una oligarquía ávida
había centralizado todo en sus manos. El oro extranjero derramábase pródigamente
cotizando ministerios y parlamentos. Se enajenaban las riquezas nacionales sin escrúpulo
alguno. La política en el Perú salvo raros casos no ha tenido nunca otro sentido que el de
locupletarse con el dinero fiscal o con los sobornos del extranjero. La gran batahola
corruptora del dinero que no respetaba ni talentos, ni virtudes, ni capacidades. Todo se
sometía a su influencia envilecedora.
El clero, por otra parte, adormecía la mentalidad popular, para sostener sus
privilegios. El Perú era una inmensa feligresía que pagaba bien la congrua sacerdotal. En
simples aldeas los párrocos en poco tiempo improvisaban fortunas. Las familias más
distinguidas anhelaban siempre consagrar alguno de sus hijos al sacerdocio. No existía
carrera más lucrativa. Los claustros conventuales eran los centros o emporios del
fanatismo. Allí se fraguaban las intrigas palaciegas; allí se confeccionaban ministerios; allí
se financiaban y organizaban revoluciones y motines. La influencia del púlpito era inmensa
como instrumento de propaganda.
El militarismo que, poco a poco, ha ido convirtiéndose en simple cuartelarismo de
soborno dictaba la ley con la espada. Teníamos generales y coroneles analfabetos.
Disputabanse entre ellos el poder y lo usufructuaban juntos con sus respectivos estados
mayores de algarada revolucionaria. La caja fiscal era el sueño de tanta marquetería
militarista, de tanta heroicidad bufa de opereta. En estos trances llega la guerra del Pacífico
y sucedió lo que tenía que suceder, lo que está sucediendo todavía.
Cuando estalla la voz potente de Prada se produce una suerte de vacío, de colapso o
de estupor. Era el primer hombre erguido que comenzaba a pensar auténticamente. Era el
hombre peligroso de la razón libertadora. Su palabra puso al sol todas las desnudeces
doradas; corriéronse todas las caretas quedando al descubierto los rostros y las vergüenzas
republicanas.
Aparecía por fin, una voz de amplio y enérgico registro. Articulación solitaria pero de
una dilatada proyección repercutiva. Voz apostólica y abnegada que nos enseña a asumir la
responsabilidad de nuestras acciones y de nuestros pensamientos. Nada de biombos y 62
trastiendas clandestinas. La verdad ha de gritarse a plena calle, ante el tumulto voraz de los
apetitos, ante el vocerío de las codicias insatisfechas, ante el mercado de las cotizaciones,
ante el vértice del lujo y de la feria; ante la pirotécnica de la mentira retórica que sirve a la
injusticia.
Era el enemigo: Había que lanzar contra él todos los arietes de la traición y la rutina.
La universidad y la iglesia vomitaron sus dardos encendidos y letales. Al pensamiento vivo
y desflagrante del maestro, se oponía un pensamiento escolástico, yerto y tullido que no
encontró regazo tibio en las almas. El atleta era de vigoroso temple y no fue fácil empresa
derribarle. A sus razones se oponían intereses; a su gritos de justicia, imprecaciones de
rencor y de despecho. Sabía que portaba en sus manos el porvenir y era indeclinable a las
tentaciones. Puso en circulación ideas que jamás surcaron los Andes. Abrió las ventanas
nacionales al mundo y acercó ante nuestras pupilas los horizontes lejanos de la Europa
contemporánea. Libre en un ambiente de turiferario servilismo; honesto en medio de una
conspiración de pícaros; hombre espiritual y de pensamiento ágil en una sociedad de
bellacos; enérgico y puro en un mercado de muelle y áulico libertinaje; ser de inquietudes
ideales sumergido en un estanque de torpe y denso materialismo; cerebro afinado y
penetrante, en una feria de gañanes de levita; varón justiciero, en una sociedad asentada en
el privilegio y en la explotación del desgraciado y del indio; amador de la belleza y de las
puras formas estéticas, en un mercado de bastos traficantes ultramarinos; culto en medio de
una barbarie feudal y eclesiástica; hombre del Ágora y para el Ágora conviviendo en la
báquica brutalidad de una tribu de esclavos; conocedor de varias lenguas europeas y lector
apasionado de los clásicos griegos y latinos en sus propios idiomas, en relación cotidiana
con una sociedad que se expresaba pobremente en una jerga chulesca, mitad española,
mitad criolla; hombre de ingenio sutil y de genio creador, en un pueblo dicharachero que
divertíase confeccionando colmos, retruécanos y rompecabezas; renovador y enriquecedor
de la expresión poética castellana aportando de las lenguas extranjeras nuevas formas
métricas, en un ambiente anquilosado de pedante preceptiva universitaria; valeroso y
erguido, en un pueblo de sometidos y de libertos, añorantes de la esclavitud colonial; voz
clara, determinada y perentoria donde se hablaba a la sordina, se intrigaba y chismeaba a
media voz y donde, por encogimiento y cobardía, se decapitaba toda resuelta modulación
viril; ciudadano libre y hombre civil dentro de un despotismo tartúfico de república
democrática, simulada por un biombo de constitución liberal; apóstol férvido predicando en
un desierto de corazones y de mentes petrificadas; sembrador de ideas y de doctrinas
avanzadas, en medio de la zambra criolla que soñaba en las regalías del presupuesto. Era el
agitador, el agitador-tipo, el primer agitador ideológico.
La obra y la acción de este hombre excepcional apenas comienza a fructificar. Lo
vislumbró en medio de su lucha cotidiana. Su tragedia nunca se resolvió en gesto doloroso
de negación y desaliento; floreció en alto, en prócero optimismo esperanzado y constructor.
Tal la voz egregia, tal el hombre y tal el alma inflamada que la articuló.

El escritor, el literato y el artista


Remontemos la historia peruana en medio siglo. Un poco más, un poco menos –no urge
aquí la rigurosa precisión de la fecha– eclosiona una vida intelectual superior en medio de
la literaria garrulería simiesca que reproduce, rebajando y deformando, hasta la caricatura,
el lloriqueo romántico de España y el énfasis falso y mentiroso de Europa. Una turbamulta
de malos poetas elegiacos que se quejaban de la vida sin haberla vivido y, lo que es peor 63
aún, sin haberla sufrido; y una densa cohorte de escritores que escribían sin haber pensado
jamás una sola idea y, lo que es mucho peor, sin haber tenido jamás un solo impulso ideal y
generoso, ni como artistas ni como hombres, habían irrumpido, desde el periódico, desde la
revista y desde el libro, hacía algunos lustros ya, en la naciente vida republicana. Todos
estos portaliras que rimaban trinos desgarrados en los salones aristocráticos de sus amos, a
quienes incensaban, y que apilaban octavas y décimas lánguidas en los álbumes de sus casi
analfabetas amadas, no tenían otro objetivo en la vida que explotar su indigente talento, a
trueque de piltrafas monetarias, sirviendo al político estúpido y venal y justificando las
iniquidades, las injusticias y los privilegios que a cada paso tocaban su corazón sin
conmoverlo. El arte y el pensamiento para ellos, simple juego o pasatiempo decorativo, no
asumía la tremenda responsabilidad y seriedad humana, el ingente valor constructivo que
como función vital le corresponde dentro de los organismos colectivos. Extraños al crujido
del dolor humano, indiferentes a la pulsación angustiosa de la tragedia histórica, fueron
incapaces de representar, dentro de su raza y de su pueblo, el llamado del espíritu.
Sin elevados objetivos éticos es imposible que se produzca un arte original y vivo. La
literatura peruana era un trasunto rebajado y prostituido de la literatura europea. Los
escritores eran impotentes para hacer una transposición idealizada e interpretada de la
realidad que fluía ante sus pupilas. La expresión estética era una simple producción de un
eco lejano, fuera del calor y del regazo materno de su raza. No había alquitara propia, era el
regusto falsificado de esencias ajenas. Desolador este frío sin una brizna de rescoldo
hogareño.
Ya en los otros pueblos hermanos la raza nueva había comenzado a hablar con cierto
acento de anunciación; en el nuestro, a pesar de una vigorosa cultura pasada, permanecía
muda, estuporada, sumida en colapso, con el pasmo y el sobrecogimiento de la bota
española que oprimía sus entrañas palpitantes, visibles todavía las contracciones
estertóricas de la agonía.
El mestizo, degradado, sin las virtudes de sus ancestros y con todos sus defectos, era
ajeno a toda elevada inquietud; a todo estremecimiento que no fuera el epidérmico y
sensual de la vida vegetativa y medular. Extraño caso el de nuestros pueblos, que,
invirtiendo el orden fisiológico, su juventud ha sido una ancianidad valetudinaria. Extraño
caso de holgamiento y pereza orgánica, en la época del desplazamiento potente de todas las
fuerzas vitales que en la naturaleza no piden sino crear, que en el proceso de la existencia
cósmica no piden sino desplegarse, ascender, fecundar y difundirse en el perpetuo rittornelo
de la gran ola kármica, que la cosmogonía de la India expresa con tan abismante y sutil
pasmo místico.
Y es que la juventud es un don que también es necesario conquistar sobre todo, en los
pueblos. No basta nacer, es preciso hacerse joven. La época colonial y el comienzo de la
república es la emigración de una raza europea, agotada y exangüe, que trasmonta los
mares para agonizar en América. Nuestra juventud va a iniciarse y debemos conquistarla
haciéndonos dignos de don tan magnífico, individual como colectivamente. El primer joven
del Perú es don Manuel González Prada, él nos insufla el primer impulso vital de
remozamiento. Su aparición es un hito, una antena de anuncio, una avanzada de nuestra
juvenilidad vigorosa.
Joven fue toda su vida; niño grande, gran niño constructivo que nos marcó la
responsabilidad del porvenir. El calendario rara vez coincide con las fechas realmente
vitales. Nacemos a comienzos, a mediados o a fines del año oficial, pero nuestro primer año 64
de vida comenzamos a contarlo desde el primer día que nacemos. El calendario señala al
Perú algunos siglos de existencia, pero nuestro pueblo nace realmente cuando se yergue la
gran figura juvenil de González Prada. Esa frase suya que se ha trasmitido con tanto vigor:
“Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra” es un símbolo, cuyo alcance tal vez ni su
creador, vislumbró, en todo su significado porvenirista. Con esas perentorias palabras
históricas quedó abolida la vieja herencia española y se inicia la vigencia de una juventud
cuyas posibilidades se proyectan a las edades futuras.
Como vehículo de su pensamiento, como instrumento trasmisor de su espíritu, como
palanca motora y transitiva de su ímpetu renovador, supo troquelar, en la fragua de su
corazón y de su cerebro, una prosa bellísima, enérgica y diáfana; de un diapasón tan
dilatado y rico que solo puede sufrir su comparación la de los más grandes escritores del
habla española. Prosa viva y fuerte; prosa eficaz y castigadora como un fustazo; prosa
huída y de alta tonalidad como para penetrar en la sordera criolla; como para tonificar y
desgarrar en ese marasmo átono que habíamos heredado del coloniaje. Lenguaje recio, de
médula acerada, erguido, catilinario, de macizo temple expresivo, como para forjar el
dicterio, como para revestir el anatema, como para esgrimir el rebenque de la justicia. El
viejo vocablo castizo, en sus labios se rejuvenece, cobra una vigorosa gallardía; se hace
pugnaticio y militante, salta como un púgil, se enarca rampante y acometivo, se hincha de
indignación y de cólera vengadora, y estalla, y deflagra como una granada. EI venablo
inflamado va derechamente al rostro del canalla o del cobarde, y le signa con su marca, y lo
fulmina, y le confunde en la vergüenza. Mano diestra y ojo certero para el disparo. Prosa
sugestiva, de extraordinaria capacidad plástica, prosa rotunda y radiante, que metaforiza la
realidad y las ideas con lúcida destreza. Prosa original y personal, de una osatura prócera y
noble, como jamás se produjo dentro del mestizaje retórico y gárrulo.
Como lo fue en la prosa, un maestro y un iniciador, lo fue también en la poesía. Es
verdad que ésta no alcanza la alta orquestación del cantor genial, pero fue la única y
solitaria voz lírica que nos trajo un estremecimiento personal y vigoroso, dentro de la
desvaída legión de los rimadores de entonces. Enriqueció la métrica, e introdujo diversas
formas expresivas, cuando la poesía española languidecía en la sonajería paralítica de la
época. En la forma polirrítmica llegó a troquelar composiciones realmente admirables que
desafiarán la guadaña del tiempo.
Fue, como le repito, una figura solitaria. Su obra intelectual no tuvo seguidores
inmediatos. Ha sido preciso que pase una generación para tomar el hilo de la influencia del
escritor. Todos los que en este momento se forman intelectualmente han bebido y beben en
la egregia fuente del maestro. Recién comienza a alumbrar en la superficie la corriente que
ha estado soterrada. Ya brotarán los surtidores y se formará el torrente.
HABLA ANTENOR ORREGO7

(Discurso pronunciado en la Plaza de Trujillo)


¡Pueblo de Trujillo!
El país acaba de librar una nueva jornada cívica en defensa de sus libertades conculcadas.
No será la última porque estamos comenzando apenas la reivindicación de nuestros 65
derechos. No hay que olvidarlo. Estemos con el ojo atento y con el brazo y el corazón
prestos para la batalla. Nuestras libertades ciudadanas son simples y pomposas teorías que
sólo existen escritas en el papel. En la práctica somos un pueblo de esclavos. Aún en estos
momentos se pone en tela de juicio el derecho que tiene un ciudadano eminente como Haya
de la Torre para ingresar a su país. Aún para magistrados, para los llamados hombres de la
ley, las leyes son meras paparruchas sin importancia. Todavía no hemos practicado ni se
practican desde el gobierno los derechos más elementales del hombre. Estamos
completamente desorganizados material, espiritual y moralmente.
Me pregunto yo, ¿qué crimen colectivo y ancestral ha cometido nuestro país para que
le toque en suerte semejante vergüenza? ¿Hasta cuándo no seremos capaces de redimirnos?
Hablamos de democracia y nuestros mejores hombres están tácitamente perseguidos los
unos, desterrados los otros. Hablamos de orden legal y estamos sometidos a la peor y más
monstruosa de las violencias. Hablamos de justicia y nuestras masas de trabajadores están
hambrientas y oprimidas. Hablamos de libertad y el pueblo está ya perdiendo la noción de
opinar libremente.
Contra este desorden y contra esta subversión el Partido Aprista Peruano propugna
sus principios organizadores. Es curioso que los eternos conspiradores, los pequeños
grupos oligárquicos de Lima, que en todo tiempo han subvertido los intereses de las
mayorías nacionales, nos llamen a nosotros subversivos, a nosotros los apristas que hemos
dotado al país de un partido perfectamente organizado y con una sólida doctrina económica
política, la única que puede salvamos del desorden, de la injusticia, de la miseria y de la
violencia en que vivimos.
Oigamos la palabra del jefe del partido:
“El Partido Aprista no pide privilegios especiales, ni ha pretendido entrar en la
distribución de los puestos públicos, botín de victoria. El Partido Aprista sólo pide libertad:
de opinión, de organización y de sufragio. Pide exclusivamente el uso de medios legales
para el desarrollo de su acción política. A nuestra demanda solo se ha respondido con la
violencia. Nosotros resistiremos hasta que sea posible resistir esta forzosa incitación a la
violencia”.
“La tarea inmediata de nuestro partido es exigir libertad de palabra, de prensa, de
organización en nombre de los derechos elementales de todo pueblo que se llama libre. Y
estas libertades no las pedimos solo para nosotros. Queremos que todos los ciudadanos del
país puedan ejercerlas, salvo los que estén condenados por los jueces. Consecuentemente

7
El texto de este discurso fue publicado en el periódico El Norte de Trujillo en el mes de marzo de 1931. N.
del E.
reclamamos el efectivo establecimiento de los derechos individuales, no como gracia, sino
como justicia sin privilegios para nadie”.
Nosotros los apristas tenemos el pecho inflamado con un ideal político que cumplir.
Estamos movidos no por intereses subalternos, sino por una doctrina. Nuestra campaña es
de persuasión y no de mercenarismo político ni de capitulerismo electoral: No queremos el
triunfo por el triunfo mismo, sino por el triunfo del orden, de la honestidad y de la justicia.
Queremos que venga el jefe del partido y los demás líderes para organizar políticamente
este país desorganizado.
Exijamos que ingrese al país Haya de la Torre. El Perú no puede prescindir del
cerebro y de la acción inmediata de este hombre eminente, honra de América y de la raza.
No exigimos sino que se cumpla un precepto de la carta fundamental. ¿Es acaso Haya de la 66
Torre un delincuente? ¿Está acaso colocado fuera de la ley? ¿Por qué se quiere prescindir
de su colaboración luminosa y decisiva en estos momentos, a la vez de liquidación y de
reconstitución política?
¡Pueblo de Trujillo!
¡Camaradas!
Viva el Partido Aprista Peruano
Viva Víctor Raúl Haya de la Torre.

EL SALUDO DE ANTENOR ORREGO


A HAYA DE LA TORRE EL DOMINGO 26 DE JULIO DE 1931
EN LA PLAZA DE ARMAS DE TRUJILLO8

Víctor Raúl:
Es con la gran voz efusiva de tu pueblo que te saludo. Es con la gran voz angustiada de tu
tierra materna que artculo estas palabras encendidas de homenaje. Enarbolas el gonfalón de
una generación beligerante y marcha contigo la esperanza, la resurrección y la victoria de
una nacionalidad en trance de muerte.
Por eso, no te queremos ni por encima ni por debajo de tu responsabilidad histórica,
sino en tu responsabilidad misma. Ni superhombre, ni infrahombre, sino hombre, con el
corazón y con los pies bien plantados, en la tragedia cotidiana de nuestra nacionalidad.
Vienes a polarizar, como punto magnético de fuerza, los anhelos y la acción de las
masas productoras de tu país que sólo pueden formularse y traducirse en realidades
concretas, ahondando y buscando, con mirada amorosa, las entrañas doloridas de la raza.
Tienes la vocación heroica y tienes ya la obra y el esfuerzo cumplidos. Esperamos
que mantengas este temple y esta tensión hasta la culminación final de la tarea y que te
constituyas en el factor decisivo de este instante dramático de la patria.
Desde hace diez meses, los cuadros partidarios y militantes del Aprismo han
realizado en el país la obra más estupenda de organización y educación políticas y sólo
esperan que tu mano experta sintonice y concierte estos surcos innumerables, grávidos de

8
Publicado en el diario La Tribuna en diversas oportunidades. Entre otras en las ediciones correspondientes al
31-8-1931 y 22-2-1962. N.E.
frutos promisorios.
¡Pueblo de Trujillo!...
Vuelve a tu seno el hijo heroico después de haber fortificado por los caminos del
mundo su pensamiento y su fe. Vuelve a tu seno a rematar, con mano enérgica, la batalla de
tu salvación. Vas a escuchar de nuevo la clara vibración de su palabra y vas a palpar, con el
hecho tangible de su acción, la grandeza de su obra creadora.
Ya tenemos aquí la antena más vibrante de la nacionalidad y ya percibimos a nuestro
lado el gran pulso de este corazón que no conoce los desmayos.
Este héroe auténtico está hecho de tu arcilla y esta estupenda escultura moral está
forjada con los mármoles de tu espíritu. Existe porque tú lo forjaste; porque de tu entraña se
extrajo esta magnífica encarnación humana, esta maravillosa encarnación del espíritu de 67
América.
¡Pueblo de Trujillo!
Articula el mejor y más limpio timbre de tu voz innumerable para lanzar tres hurras
por Víctor Raúl.

DISCURSO PRONUNCIADO
1° DE MAYO DE 1931, EL DÍA DEL OBRERO9

Compañeros:
Hoy quiero dirigirme, de una manera especial, a vosotros los trabajadores: los primeros en
la acción, los primeros en el sacrificio, los primeros en
la generosa donación de vuestras vidas. Como desde
hace diez años estamos de nuevo con vosotros, nos
hemos alistado en vuestras filas y sentimos en nuestra
carne y en nuestro espíritu la tremenda garra de nuestra
tragedia.
Hace 46 años amaneció en Chicago un día
trágico, un día cargado de augurios tenebrosos, un día
en que la injusticia y la violencia de la burguesía
armaron al polizonte y lo echaron sobre las masas
proletarias, hambrientas de pan y de justicia.
¿Qué postulaban estas masas heroicas?
Postulaban lo que después se ha convertido en ley
general del trabajo, postulaban la jornada de ocho
horas; postulaban hace medio siglo lo que nosotros en
el Perú estamos apenas postulando; lo que las Antenor Orrego representa para la
plutocracias imperialistas y las insolentes oligarquías juventud la .inteligencia y una serie de
valores, como la nobleza, honestidad,
criollas se niegan a reconocer apelando al subterfugio sencillez y principalmente, solidaridad.
legalista, al soborno de la fuerza armada, a la metralla
asesina, al engaño político y a la subversión de las leyes electorales.

9
El texto de este discurso no fue publicado. Se encontró entre los recortes dejados por el autor en poder de
sus familiares. N. del E.
Con estos instrumentos que ahora en sus manos son poderosos a causa de nuestra
ignorancia, de nuestra cobardía, de nuestra falta de fe, de nuestra desunión, pero que no
serán nada, que se trocarán en pompas de jabón que se las lleva el viento, si constituimos
un apretado haz de fuerzas militantes, si todas las clases explotadas nos unimos en un frente
común; si el intelectual, el obrero, el estudiante, el empleado y el campesino se hacen
conscientes del peligro y sienten vivamente, en la profundidad de sus entrañas la
solidaridad de sus intereses de clase.
Estamos viviendo una etapa decisiva de nuestra lucha, y nuestra victoria común será
la medida de la conciencia que tengamos de la importancia de nuestra unión. Pero unión
efectiva y resuelta, unión de fuerzas coherentes y conscientes, unión que nos permita
intervenir y controlar activamente el gobierno, unión de las clases productoras contra las 68
clases parásitas, no esa solidaridad falsa de oportunismos y de gobiernos que es la
solidaridad del miedo, sino la solidaridad de la convicción, del sacrificio y de la fe, que es
la solidaridad del valor y de la victoria del porvenir.
Compañeros:
En nombre del Comité Ejecutivo del Primer Sector del Norte del Partido Aprista
Peruano, os saludo a todos vosotros, camaradas de lucha hoy y mañana camaradas de
victoria.
¡Viva siempre la clase trabajadora del mundo!
¡Viva el Perú libre!

DISCURSO EN EL SENADO DE LA REPÚBLICA

Debate sobre Reforma Universitaria10


El señor Orrego.– Señor presidente: El dictamen de la
Comisión de Educación, que ya conocen los señores
senadores, y la exposición verbal del señor senador Encinas,
han fundamentado con admirable precisión y dominio del
tema, el sentido y el alcance técnico de la reforma
universitaria.
No voy a incurrir, pues, en redundancia, volviendo sobre
los mismos tópicos que ya están suficientemente explicados.
Quiero solamente remarcar ciertos aspectos del estatuto, que
me parecen fundamentales y que le imprimen su pulsación
característica.
El estatuto, señor presidente, ha sido el resultado de un
largo y sazonado proceso histórico que ha durado cinco
lustros, que se inició en 1920, con la celebración del Antenor Orrego, filósofo,
Congreso de Estudiantes del Cuzco, como resonancia del escritor, poeta, ensayista y
movimiento de Córdoba. Congreso que trazó las crítico, nació en la hacienda de
Montán, Chota, Cajamarca.
10
Diario de los Debates del Senado de la República. 25 de marzo de 1946 - 1° Legislatura Ordinaria de 1946
– pp.608 - 614.
orientaciones que canalizaron el movimiento reformista, y que culminara en 1945 en que se
inauguró una auténtica y definitiva etapa democrática. Y digo definitiva, señor presidente,
porque estamos atravesando un período que ya no es reversible, que ya no puede volver las
espaldas a la historia. Un período que está maduro ya para afrontar las responsabilidades
del futuro.
En este largo proceso dramático hemos sido actores muchos de los hombres presentes
en esta sala; que, no obstante haber egresado ya hace muchos años de las aulas
universitarias, continúan siendo auténticos estudiantes, porque sienten la profunda
inquietud de transformación, porque sienten la necesidad imperativa de que la universidad
rompa sus moldes medioevales, quiebre para siempre el espíritu feudal que las clases
colonialistas le habían impuesto como dictadura del pasado. Sí, señor presidente, los 69
estudiantes han sido los principales protagonistas de este drama histórico, porque aun
aquellos nombres que hemos formado parte de la Comisión Parlamentaria de Reforma; y
aquellos que desde fuera nos han ayudado con sus orientaciones y con sus consejos, no
hemos legislado como parlamentarios, como maestros o como catedráticos, sino como
auténticos estudiantes que han librado las vibrantes, las tremendas batallas de la
universidad. Es por eso, señor presidente, que tenemos el conocimiento y la experiencia
necesarios para comprender el rumbo auténtico y el camino verdadero de la universidad
nueva. La nueva generación universitaria ha culminado gallardamente esta batalla histórica
y la ha culminado creando el clima propicio para que la victoria sea definitiva y no se
malogre.
Hemos tenido que admirar en los actuales jóvenes universitarios la energía y la
contención, el coraje y el sentido de la medida, la firmeza de convicciones y la mesura de
actitudes, cualidades sin las cuales hubiera caído, una vez más la universidad en el caos.
Debo decir, señor presidente, que la reforma solamente ha sido posible, porque la
actual generación universitaria ha estado madura para la libertad y porque ha estado
madura también para acometer la obra del futuro. Debo declarar a los estudiantes del Perú
que aquí está la obra palpitante que ellos crearon; que nosotros, los legisladores, no hemos
hecho sino coordinar en un articulado legal la obra que ellos amasaron con su pensamiento,
con su acción, con su sacrificio.
Y es necesario, señor, decirlo muy claro, que el estatuto ha sido el resultado de un
largo choque político, entre la buena y generosa política de los estudiantes y la mala
política de las dictaduras y de las tiranías. Y así como la actual etapa democrática que vive
el país ha sido el resultado de un violento choque político que ha durado 20 años porque
política hemos estado haciendo todos nosotros, desde abajo, o desde arriba, durante estos
años; así también la universidad, que ahora se oficializa con el estatuto es el resultado del
choque violento de los jóvenes universitarios en su afán de crear una nueva universidad y la
docencia vieja de San Marcos, que no era sino la prolongación de las dictaduras que vivían
en la Casa del Pizarro. Por eso, el actual estatuto ha traído lo que no trajeron los otros, un
rumbo claro y preciso para la universidad y el haberlo reconocido es, precisamente, el gran
acierto de la Comisión Parlamentaria de Reforma Universitaria. Puede haber errores u
omisiones de detalle que deben enmendarse y corregirse sobre la marcha de la experiencia.
El estatuto no es sino un canal elástico que trata de dar forma al material que nos traiga el
tiempo con su apremio y con su riqueza incalculable; pero, la universidad sabe dónde va. Y
el haber reconocido este rumbo, señor presidente, es precisamente lo que dije, el acierto
principal de la Comisión Interparlamentaria; lo hemos reconocido, porque todos los
miembros de la comisión hemos estado sumergidos en este vibrante proceso histórico, que
es el movimiento reformista.
El drama de la universidad ha sido también nuestro drama personal. Por eso el
estatuto no está constituido por un articulado frio y académico sino que está respaldado por
veinte años de lucha dolorosa y por varias promociones de sacrificados. Como todas las
grandes causas, el proceso de la Reforma Universitaria ha tenido también su martirologio
cruento y es por eso, señor presidente, que la sangre de los estudiantes ha surgido como
lumbre, como orientación y como camino en las decisiones y deliberaciones de la
Comisión Interparlamentaria. Los cinco primeros artículos del estatuto constituyen la base
fundamental de la reforma y es, precisamente, la que a mi amigo el señor senador Fernando
Tola le parece retórico y verbalista. El artículo primero declara que la universidad es la
asociación de maestros, de alumnos y de graduados; es decir, la universidad en sus tres 70
dimensiones integrales, como un todo o núcleo viviente que surge del presente y se
proyecta como fluencia al porvenir. Este artículo rompe con el concepto antiguo de la
universidad, que parecía querer reducida al cuerpo profesoral de las aulas, como si los
egresados no fueran parte sustancial de ella, como si no estuvieran bebiendo las enseñanzas
de su fuente maternal y como si no estuvieran obligados a volver a su seno a enriquecerla
con la cosecha de su pensamiento, de su experiencia y de su acción.
El artículo 2 constituye el sentido o dimensión social de la reforma, porque vincula
estrechamente la universidad al país, al pueblo donde surge. La universidad no es un vivero
aristocrático de investigadores o de profesionales privilegiados que sienten desprecio por el
pueblo; la universidad es un vivero generoso y abnegado de trabajadores que, con su
pensamiento y con su acción elevaran el nivel moral y material de las masas populares.
El artículo 3 da a la universidad su dimensión ética, porque declara que todos sus
miembros habrán de trabajar por el bien material, espiritual y moral de los asociados y por
el bien material, moral y espiritual del país.
El artículo 4 da a la reforma su sentido internacional, porque la ciencia y el
conocimiento no son sólo de un país, sino de todo el mundo. Este artículo dispone que la
universidad establecerá relaciones académicas y espirituales con todas las universidades del
mundo, y especialmente con las universidades de nuestro continente. El artículo 5, señor
presidente, da a la universidad su más excelsa dimensión espiritual, porque reconoce una
verdad profunda que nos enseña la historia y cuya enseñanza debemos aprovecharla;
declara que ella tiene como misión contribuir a la formación del tipo espiritual de
universidad que se adapta a los pueblos de este continente y, además, debe discernir y
esclarecer las formas peculiares de la cultura indoamericana en relación con la cultura
universal.
Esta verdad, señor, es una verdad profunda, porque como ya lo he dicho, la
universidad no puede trasladarse de un país a otro, como se adquiere mercancías o
implementos técnicos, por la sencilla razón de que la cultura no se importa, ni se paga con
dinero. La cultura importada es una cultura de repetición, sin valor vital alguno. La cultura
hay que vivirla como percance dramático, y aún trágico, dentro de nosotros mismos y
dentro de nuestra propia historia. Debe ser la cultura que surge de un continente como el
nuestro en que están forjándose nuevas formas de vida y de historia. No puede ser la
misma universidad que surge de un proceso maduro de muchos siglos.
Se ha necesitado 20 años de un proceso doloroso y se ha necesitado también que la
sangre de los estudiantes regara las calles de Lima. Por eso, nosotros, no podemos
traicionar a esa sangre que surgió ante nosotros como orientación, como camino y como
rumbo.
Ahora, señor presidente, voy a referirme a ciertas impugnaciones hechas al estatuto.
Se dice, en un doble ataque, que incide contra su espíritu esencial, de un lado, que la
universidad debe consagrarse a la formación de especialistas, de expertos, reclamados
urgentemente por nuestro país que está en plena ascensión vital, que necesita la explotación
de sus ingentes recursos naturales y que debe tecnificar todas sus actividades industriales y
económicas. De otro lado, se dice que la universidad debe consagrarse a la formación de
tipos de cultura general, de hombres que sean capaces de tener un concepto general del
mundo, que sean capaces de leer en las lenguas clásicas, en latín y en griego, a Pitágoras, a
Platón, a Sócrates, a Polibio.
Creo, señor presidente, que ambos puntos de vista carecen de razón, porque son
exagerados, porque pecan por exceso. Por eso, el estatuto, siguiendo el sabio consejo de 71
Horacio, poeta latino que debe conocer muy bien el doctor Tola, ha establecido que son
necesarios los dos procesos de cultura universitaria.
Estamos, señor presidente, ante el problema fundamental de la enseñanza que se
plantea para la época contemporánea. De un lado, el tiro del experto, del técnico, que
necesita aplicar prácticamente su disciplina científica, y de otro lado, el hombre de cultura
general, el político, el filósofo, el estadista, que debe tener un concepto general del mundo
en que vive, del proceso histórico de su época. De ambos tipos de cultura necesita nuestra
época, señor presidente, y necesita nuestro pueblo: de especialistas y expertos que no
solamente tengan el sentido de su especialidad, sino que tengan ojos también para ver el
sentido general del mundo y de la historia, de hombres de cultura humanista y general que
no se dediquen a repetir solamente sentencias griegas o latinas, sino que sientan o que
tengan el concepto cabal de los problemas sociales, morales, políticos y económicos de su
época.
Me parece un error propugnar solamente la creación del tipo del especialista puro,
que no tenga, o que no sepa el sentido del mundo en que vive, que tampoco sepa el sentido
de su propio destino y que no tenga, tampoco, la sensibilidad necesaria para comprender los
altos valores eternos en su sentido espiritual y moral, como me parece absurdo también la
resurrección en nuestra época de aquel tipo humanista del Renacimiento o de aquellos tipos
clásicos de griegos y de latinos, porque son tipos de hombres que surgirían de épocas ya
muertas.
Ya el mundo y los pueblos no pueden volver la vista hacia atrás. Se exponen a correr
el riesgo de que les ocurra lo mismo que le ocurrió a la mujer de Lot. Ya lo dijo el viejo
Heráclito, “no podemos estar dos veces en las aguas del mismo río”. Todo cambia, todo se
transforma y todo fluye hacia el porvenir.
Por estas razones, señor presidente, el estatuto, siguiendo el sabio consejo de Horacio
se ha puesto en el justo medio. De un lado, restablece el estudio del latín y del griego y por
otro lado, incorpora a la universidad los institutos técnicos y las escuelas profesionales. Así
se moldeará, señor, el hombre integral que necesita nuestra época.
Se ha dicho, también, señor presidente, que el estatuto se ha hecho artificialmente
desde fuera, por personas que no tenían ninguna vinculación con la docencia universitaria,
y que ha debido ser formulado por la universidad misma. Esta aserción es falsa e inexacta.
La Comisión Interparlamentaria de Reforma Universitaria está constituida por el Dr.
Encinas, exrector de la Universidad de San Marcos; por el Dr. Aguilar, exrector de la
Universidad del Cuzco; por el doctor Luis Alberto Sánchez, catedrático de la Universidad
de San Marcos; por el ingeniero Haro, vinculado a la Escuela de Ingenieros; por el diputado
Mujica, vinculado a la Universidad Católica, y, por el que habla, profundamente vinculado
a la Universidad de Trujillo. Además, la comisión ha estado en frecuente contacto y cambio
de ideas con la Universidad de Lima y ha discutido con los actuales rectores de Lima,
Cuzco, Arequipa y Trujillo. Ellos han expresado su beneplácito al estatuto y están
conformes con su espíritu. Además, hemos recibido sugestiones del actual rector de San
Marcos, muchas de las cuales hemos incorporado al articulado. Pero hay más, señor
presidente. El estatuto ha incorporado todas las conclusiones del último Congreso de
Estudiantes Universitarios. Por último, el estatuto es el resultado de un largo, trabajoso y
doloroso proceso histórico. No es improvisado y hemos aportado a su articulado toda la
experiencia de cinco lustroso.
Se ha dicho también que la comisión ha carecido del sentido de la realidad nacional y
que ha tratado de copiar los sistemas educativos de Oxford y Cambridge. Cada vez que se 72
trata de realizar algo nuevo, cada vez que se trata de eliminar lo viejo, donde hay intereses,
donde hay expectativas, y donde hay rutinas que se sienten lesionadas, al punto surge como
argumento contra la reforma, el sentido utópico de ella. Nosotros, los apristas, que hemos
estado veinticinco años luchando por la renovación total del país, sabemos el significado
preciso y el alcance de esta argumentación sofística. A esta clase de impugnadores ha
respondido brillantemente Luis Alberto Sánchez, en la Cámara de Diputados, diciendo que
peor hubiera sido que nos quedásemos con la universidad vieja que esta escindida en una
tremenda tensión anárquica, que solamente ha podido ser conjurada al anuncio del estatuto
y que peor hubiera sido traer al Senegal en lugar de a Oxford y Cambridge.
También se dice que el estatuto es impracticable, porque no existen ni maestros y que
es necesario formarlos antes. Dicen estos señores que no puede haber universidad sin
maestros y nosotros afirmamos que no hay maestros sin universidad. En suma, es el antiguo
problema trágico e irresoluble de Perogrullo sobre cual fue primero: el huevo o la gallina.
El estatuto establece, también, la Facultad de Educación con una misión más amplia
que la actual de Pedagogía. Esta vez, señor, hemos comenzado por la gallina, incubadora de
hombres, de maestros y de investigadores y. sobre todo, incubadora de renovación y de
porvenir.
Y no quiero, señor presidente, seguir fatigando la atención de los señores senadores.
Pero como tengo también ciertas veleidades clásicas, porque suelo a veces leer a Sócrates, a
Platón y a Polibio, se me ha pegado una frase que pugna por salir de mis labios, y la vaya
decir: “Aquel que ataca lo nuevo y lo juvenil en nombre de la rutina y de la tradición, es un
insensato”. Pero aquel que ataca lo juvenil en nombre del pasado, de lo cadavérico, está
condenado para siempre por los dioses a las espantosas torturas del averno.
(Aplausos de los señores senadores, y en las galerías).

Diario La Tribuna (1946)

¡PUEBLO DE TRUJILLO, AQUÍ ESTÁ TU HÉROE;


HÉROE DE TRUJILLO, AQUÍ ESTÁ TU PUEBLO!

Con estas palabras terminó su discurso de saludo a Haya de la Torre, Antenor Orrego,
rector de la Universidad de Trujillo y uno de los más hábiles y valerosos periodistas del
nuevo Perú. La vida limpia y pura de Orrego, sus luchas permanentes e indoblegables por
la libertad del pensamiento que le valiera veinticinco años de una vida azarosa de prisiones,
persecuciones y amenazas; su profusa, certera, ética y notable labor de literato y de crítico
agudo y sagaz; su rectilínea actitud de político leal y consecuente a sus principios y su obra
de maestro ejemplar; le dan títulos suficientes para dirigirse en los términos que lo hace, a
la más prominente figura política del país.

Compañero Jefe del Partido:


Vuelvo a saludarte ahora a nombre del pueblo heroico de Trujillo, que es también
nuestro pueblo bienamado, como hace 15 años en esta misma plaza y en este mismo sitio,
cual si confluyeran, por decreto del Destino, el punto cenital de tu nacimiento, el punto 73
cenital de tu sacrificio y el punto cenital de tu gloria.
Retornabas entonces de Europa, que fue para ti, no un lugar de placer o de recreo
como ha solido ser el viejo Mundo para muchos americanos que eludían sus
responsabilidades históricas; Europa fue para ti un lugar de retiro, de meditación y de
estudio donde preparaste, acendraste y concentraste las fuerzas espirituales con que habías
de acometer la gran obra redentora que has realizado durante estos tres últimos lustroso
Comenzaba, también, la etapa sombría de las angustias, la tercera hora de la agonía,
la tremenda prueba del sacrificio que debía fecundar su excelsa tarea creadora, porque el
dolor ha fecundado siempre la obra de los grandes elegidos de la historia.
Ahora vuelves a la tierra trujillana después de haber recogido el testamento de Santa
Marta, como el ejecutor y el realizador fulgurante del pensamiento de Bolívar. Traes en tus
brazos la aurora resplandeciente de la nueva América y tras de tus pasos el clamor
multitudinario de un continente que ha vuelto a encontrar su destino, después de cuatro
siglos de evasión y de extravío.
Vuelves, otra vez, al seno del pueblo de Trujillo a recoger, sin duda, las profundas
intuiciones y las potencias telúricas de este suelo, porque en fa maravillosa gesta del
Aprismo ha habido siempre una misteriosa polarización entre el hombre del Destino y la
tierra del Destino.
Estrecha y misteriosa polarización que nos explica ese atirantamiento inaudito, esa
poderosa tensión heroica entre la tierra empujando al héroe hacia su holocausto y el héroe
empujando a la tierra hacia su martirio.
Porque sólo de esa misteriosa polarización, de esa angustia mancomunada del
hombre y de la tierra, podía surgir esa nueva América con que soñara Bolívar. La historia
no lo cuenta, pero, ciertamente, el gran moribundo, en sus postreros instantes de agonía,
volvió el rostro anhelante, hacia el Sur, porque vislumbró que en el Perú estaba latente el
germen de la Historia que debía hacer realidad su grandioso sueño. Y esta sería, sin duda,
la última intuición genial del vidente de la Gran Colombia.
En esta cita de honor están los vivos y los muertos porque la verdadera historia es un
abrazo estremecido entre el sepulcro que sabe prolongarse hacia el porvenir y los vivos que
saben recoger la exhortación permanente que surge del sacrificio de Mansiche y aquí está
también este nuestro pueblo que sabe cómo y a costa de qué, se construye la Historia.
Compañero Jefe del Partido:
Aquí está tu pueblo que ya no podrá separarse de ti en lo sucesivo, porque es uno
contigo mismo; porque ambos son una misma realidad sustancial, porque la posteridad
habrá de confundirlos en la proyección refulgente de la leyenda.
Pueblo de Trujillo, aquí está tu héroe; héroe de Trujillo, aquí está tu pueblo!
DISCURSO DE HOMENAJE A HAYA DE LA TORRE
AL SERLE OTORGADO EL HONORIS CAUSA

(Trujillo, octubre, 1946)

Aquí está, señor, la Universidad de Trujillo en pleno; aquí está en su corazón, en su


pensamiento y en su esperanza. Esta masa es la prolongación de aquellos claustros en que 74
se encendieron nuestros ensueños juveniles, en que se nutrieron nuestros pensamientos con
la raíz telúrica de nuestra tierra y en que se selló para siempre el pacto de vida y de muerte
de las presentes
generaciones de
estudiantes y de
maestros con el
pueblo de nuestra
Patria.
Este
homenaje, señor,
es el homenaje de
la universidad
reformada al
constructor, al
soldado y al
profeta de la
reforma. Vos
quisisteis que la
cultura no se
perdiera en la
En el año 1946, el filósofo Antenor Orrego fue elegido rector de la Universidad de
política y, por
Trujillo. El rector impone la cinta de Doctor Honoris Causa a V.R.H.T. Presencian el
eso,
acto el poeta Julio Garrido Malaver y el alcalde de Trujillo Manuel Delfín Magot. nuestra
generación, que
es la generación de todos los maestros que están presentes, forjó el instrumento para que la
cultura se encendiera para el pueblo, o más bien para que la universidad fuera la
prolongación del pueblo en la cultura.
El artículo 5° del estatuto, que es la traducción legal de esa profunda y poderosa
intuición que presidió el movimiento reformista, reconoce que tenemos la obligación de
forjar nuestra propia universidad, que la cultura debe estar sumergida en las propias
esencias telúricas de nuestro pueblo, que la cultura no se importa como las mercancías o los
implementos técnicos, y, en fin, que la cultura debemos vivirla y padecerla como peripecia
dramática y aun trágica dentro de nuestra propia historia y en el corazón de nuestra propia
vida.
Señores, yo soy el rector de una profecía de Haya de la Torre. Allá hacia 1920 ó 1921
–no recuerdo bien–, Haya de la Torre que debía pronunciar una conferencia en la plaza de
Toros que fue, desde luego, impedida por la policía, irrumpió, a la cabeza de estudiantes y
de obreros, a los claustros de nuestra universidad. Allí entre adoctrinamiento de maestro y
arenga de revolucionario, me proclamó como futuro rector de la Universidad Reformada de
Trujillo.
Y como las palabras de Haya no se las lleva el viento, sino que son palabras mágicas
que crean historia y que forjan destino; que son palabras que llevan en su seno el
cumplimiento concreto de las realidades, aquí me tenéis, señores, como rector de la
Universidad Nacional de Trujillo. Yo siempre he amado las palabras de Haya, pero, desde
que soy rector de esta universidad, en verdad, he comenzado a temerlas.
Señor doctor Víctor Raúl Haya de la Torre, recibid este homenaje de nuestra
universidad, que no es un homenaje protocolario a un personaje oficial, sino al Apóstol de 75
la Reforma Universitaria y al Profeta realizador de la nueva América.

MENSAJE A LOS ESTUDIANTES AMERICANOS


DESDE BUENOS AIRES11

Queridos amigos:

Me llega el generoso requerimiento de ustedes en momentos en que estoy totalmente


sumergido en la meditación de nuestro destino americano. Por esta razón, quiero hablarles
hoy, en unas breves palabras, de la relación polar que existe entre el destino y la misión de
una agrupación humana, que en este caso, es la nuestra. El destino, que es alineamiento en
el presente de fuerzas que emergen desde las más profundas raíces históricas de un pueblo,
no se convierte en auténtica misión sino por una decisión radical, consciente, voluntaria,
luminosa y heroica del nombre que pertenece a ese pueblo. El destino nos viene del
pretérito, ya hecho y consumado, como impulsión y base de nuestro arranque histórico. La
misión nos llega del futuro, es el flujo torrencial del porvenir que se precipita para que lo
forjemos y lo hagamos consumación humana. El destino es, en gran medida, la coerción
invisible del pasado vivo que aun opera sobre nosotros y que no podemos eludir, y ni es
saludable y vital eludirlo. Nuestro destino surge del pasado maravilloso de la vieja
América, cuyos gérmenes vitales se han incorporado a nuestro ser, y luego, de Europa,
cuyas esencias dinámicas se han transfundido a nuestra vida pero que, para nosotros, es
pasado también. No olvidemos esto –¡pasado!– por deslumbrante y palpitante aun que sea
su magisterio. El destino contiene en su seno –digamos– las letras del alfabeto histórico
con las cuales tenemos que componer las frases –acontecimientos, obras, ciencias, arte,
filosofía– que constituyen la expresión gramatical de nuestro mensaje. Este mensaje es
nuestra misión, la cual es enteramente obra de la iniciativa, de la libertad humana. Vale
decir, pensamiento alumbrado y alumbrante en permanente y agónico despliegue creativo;
decisión heroica de consagración y ofrenda, plasmación constante y dolorosa de un futuro
que nos llama desde las entrañas más abismales y hondas de nuestro ser histórico. El
porvenir está en presencia viviente en cada uno de los instantes de nuestra existencia de
hoy. Es el clamor de la vida que está buscando, desde la eternidad, la franquía y aceptación

11
Inédito. N. del E.
del hombre para hacerse realidad concreta, para cuajarse en drama y acontecimientos
visibles y tangibles: belleza, poema, pensamiento, acción y hazaña históricos.
En la medida que convirtamos el destino en instrumento y expresión de nuestra
libertad, le habremos convertido, también en la magnífica herramienta de nuestra misión.
El destino es la piedra en bruto que tenemos que tallar; habremos de tajarla y bruñirla,
faceta por faceta, antes de arrancarle la refulgencia que nos alumbre y alumbre a todos los
hombres con su destello. Esta reverberación es la cultura que estamos obligados a crear,
desde nuestra América, como oblación de nosotros mismos al hombre de todos los
tiempos.
Los americanos de hoy estamos viviendo, para bien o para mal –¡procuremos que sea
para bien!– uno de los momentos más alucinantes de nuestra historia y de la historia del 76
mundo. Estamos sumergidos en una crisis planetaria, total del hombre y, dentro de esta
crisis estamos asistiendo, también, al brote palingenésico, al renacimiento de la nueva
América en su ingreso a la historia como factor decisivo de cultura, en el dintel mismo de
un paroxismo espiritual que nos sacude, también, a nosotros desde nuestras raíces. El
parangón de semejante coyuntura no podríamos encontrarlo sino en aquellos momentos
abismáticos, en aquellas instancias herméticas y acezantes en que la humanidad inicia
nuevos virajes creativos. Nuestro destino histórico nos ha llevado al quicio de esta
tremenda responsabilidad que es nuestra misión. Debemos alzamos espiritualmente hasta
esta altura a que nos ha levantado el misterioso oleaje de la historia. Desde América debe
surgir, está surgiendo ya un nuevo humanismo que, por la pulsación ecuménica de la hora
en que nace, incluye a todos los pueblos de la tierra, en una apertura integral y universal de
la conciencia humana, venciendo y superando todas sus limitaciones, todas sus oclusiones
anteriores, causantes de la presente crisis mundial.
No es un secreto esotérico lo que la humanidad espera y ha esperado siempre de
nosotros. Desde los días iniciales del Descubrimiento, aquí proyectó el hombre del viejo
Mundo transido de inenarrables tribulaciones, sus esperanzas de liberación. Aquí
proliferaron las utopías más generosas y aquí se soñaron, también, los falansterios de la
felicidad humana.
Mis últimas palabras que sean para agradecerles su propósito generoso de nominar su
revista con el título de un modesto libro mío. Es más de lo que puede esperar un humilde
escritor que ha consagrado su vida al esclarecimiento del destino y de la misión de la nueva
América. Que nuestro pueblo continente, no sea un descarnado destino ciego, donde
imperen estrictamente las fuerzas muertas y sepulcrales del pasado, sino, misión alumbrada
y esclarecida en beneficio de todos los pueblos y de todas las razas del mundo, depende
únicamente del uso que hagan de su libertad las juventudes de América. Depende de
ustedes y de su generación que tomarán, enseguida, el timón firmemente asentado en el
centro mismo de la rosa universal de los vientos y que orientarán, en definitiva, el rumbo
de la nave hacia el próximo amanecer de la historia, cuyo umbral estamos hollando ya con
los pies.

Lima, 22 de mayo de 1955.

ESQUEMA DEL DISCURSO PRONUNCIADO


EL 29 DE DICIEMBRE DE 1958
EN EL AULA MAGNA DEL PARTIDO DEL PUEBLO12

Esta fecha 29 de diciembre subraya en la historia peruana un hecho, cuyo perfil se destaca
desde entonces con una significación excepcionalmente singular. En la ciudad de Trujillo,
en cabildo abierto, convocado por el municipio de la ciudad, se declaró y se proclamó la
Independencia del Perú. El pronunciamiento trujillano constituyó el primer grito de libertad
adelantándose a las otras ciudades peruanas. Cabe ahora preguntar: ¿por qué se produjo esta
anticipación precisamente en Trujillo, cuando el clima de la Independencia estaba ya
generalizado en todos los pueblos de América, y en las demás regiones del Virreinato?
Claro está que concurrieron muchas circunstancias locales y nacionales inmediatas que la 77
favorecieron y a las cuales no me voy a referir en esta oportunidad. Pero, la causa
fundamental, la que nos da una explicación profunda y satisfactoria del acontecimiento hay
que buscarla en la fina sensibilidad cívica del pueblo trujillano que, desde entonces
comprendió hondamente el sentido, el alcance, la trayectoria extraordinaria de su misión
histórica. Así nos explicamos que las masas de la ciudad, enfervorizadas ante el gran
camino que se abría para la vida de América, presionaran a las autoridades coloniales para
que se proclamara y se jurara cuanto antes la Independencia, y éstas, a su vez, fueran
instrumentos fáciles y permeables a la resuelta voluntad de su pueblo.
Este aguzado sentido de su misión, esta alumbrada intuición histórica del pueblo
trujillano, la veremos corroborada un siglo después.
Alguna vez dije –y ahora quiero repetirlo de nuevo– que Trujillo está asentada en
una verdadera encrucijada cronológica, en una convergencia que parecía irremediable de
muchos caminos históricos. Por un flanco está Chan Chán, un camino de historia que se
quedó petrificado, muerto, congelado definitivamente, hace ya milenios. Por otro flanco,
un camino funerario de historia, que expiró para siempre, también hace poco más de un
siglo: la Colonia.
Recordemos, compañeros, que hace 700 años comenzó en el Cuzco un camino
histórico que estuvo destinado a realizar una fulgurante misión de cultura para los pueblos
indoamericanos. Fue entonces que se forjó el gran Imperio incaico, que troqueló en sus
instituciones jurídicas, políticas y administrativas, una forma de justicia social, que
alcanzó un grado tal de perfección que nunca lo lograron las grandes culturas antiguas, ni
tampoco los poderosos Estados modernos con toda su sabiduría científica y técnica. El
Imperio incaico fue un estado comunitario que suministró pan, techo, vestido y trabajo a
todos sus hijos, sin excepción. Se desconocieron las terribles desigualdades económicas
que se abatieron sobre los otros pueblos y no existieron los irritantes privilegios que
separan y dividen actualmente las clases sociales. El Imperio fue un modelo de justicia
distributiva porque la masa total de bienes y servicios alcanzaba a todos los hombres.
Pero, en este Imperio en que el hombre tenía pan, techo y vestido, carecía en
absoluto de libertad. El hombre era prisionero del Estado y siervo del Inca. Por esta razón
el inmenso imperio cayó despedazado al primer impacto de las huestes invasoras que lo
sometieron sin lucha y sin resistencia alguna. Del camino histórico que partió del Cuzco
surge un grito que tendrá siempre vigencia en nuestros pueblos porque ya una vez fue
alcanzado en plenitud. Este grito dice, justicia y debe ser la inspiración constante de
nuestra lucha actual porque nos viene de un remoto ayer que nos empuja a realizarla.

12
Inédito. N. del E.
Cuando llegó la Colonia nuestros pueblos perdieron la justicia que ya tenían y no
podían obtener el logro de la libertad. Por esta razón, después de cuatro siglos, nuestros
pueblos se rebelaron contra la Metrópoli española y proclamaron la Independencia política.
Este nuevo camino histórico que se inicia en 1821 forja un nuevo grito que dice: libertad,
que debe ser, también otra inspiración constante de nuestra lucha.
Durante un siglo que ha durado la República hemos obtenido apenas una justicia
incipiente, que ha estado bloqueada por el feudalismo retrasado y por las voraces
oligarquías criollas. Y una libertad en hipótesis que sólo ha existido en el papel de las
constituciones porque jamás hemos estructurado una verdadera democracia con la
presencia integral de nuestros derechos ciudadanos.
Necesitábamos iniciar una nueva jornada para vencer la influencia negativa de la 78
Colonia y este nuevo camino histórico, compañeros, ha partido de Trujillo. Ha partido de
esa encrucijada histórica en que se inmovilizaron y se congelaron antes varios caminos
que no lograron su verdadera y auténtica trayectoria. El último en congelarse fue esa
libertad proclamada por la Independencia y que quedó ahogada por el latifundismo
feudalista con sus tremendas contradicciones económicas y sociales.
Este camino histórico ha partido de Trujillo ya hace poco más de cinco lustroso. Un
grupo de estudiantes, encabezado por un mozo inspirado y valeroso dio el nuevo grito
hacia el porvenir. Ahora este mozo es el jefe del Partido Aprista y es ya un nombre
glorioso. Nuestro Víctor Raúl, el trujillano, por excelencia, pronunció entonces las
palabras decisivas; ¡libertad con pan!, es decir, ¡libertad con justicia!
Sobre este camino estamos, compañeros. Camino de historia, surgido de una doble
encrucijada histórica. Las masas trujillanas sintieron profundamente, otra vez, el llamado
de su misión histórica. Ofrendaron, de nuevo, vidas, sacrificios y sangre, como hace un
siglo. Crearon un martirologio que pasará a la historia, como un ejemplo y como luz
perdurables, porque de ellas ha surgido el nuevo grito de salvación.
Y ahora compañeros, pido un aplauso fervoroso, un aplauso con toda la plenitud de
nuestro afecto y de nuestra admiración, para el creador y guía de este último gran camino
histórico, que es nuestro compañero Víctor Raúl Haya de la Torre. Otro aplauso para los
mártires trujillanos. Compañeros ¡Viva Trujillo!

UNA NUEVA INTERPRETACIÓN DE LA REVOLUCIÓN


DE LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA

Antenor Orrego, insigne representativo del pensamiento filosófico trujillano, pronunció en


las Jornadas Trujillanas, el siguiente y medular discurso:

Ningún otro homenaje –me parece– de más esclarecida categoría para conmemorar
el primer grito de libertad surgido en Trujillo, que el intento de una nueva interpretación del
sentido más fértil que tuvo el movimiento de Independencia política en América Latina. Un
acontecimiento de tal trascendencia no puede localizarse en una región histórica angosta
porque brota de móviles generales que emergen de una reciente conciencia, que es común a
toda una vasta zona continental, que, en este caso, es la nuestra. Sin duda alguna, la
anticipación del pronunciamiento en la ilustre ciudad norteña, débese a que la sensibilidad
popular tuvo allí una mayor y más intensa agudeza para estimar, con hondura histórica
cabal, el opulento significado de un singular acontecimiento que existía latente en la
realidad inmediata de todos estos pueblos. No puede explicarse, por otra causa esa presión
irresistible, poderosa, indeclinable, que ejercitó la mayoría de la población sobre las
autoridades coloniales y que éstas interpretaron en el acto solemne del cabildo abierto en
que se declaró y proclamó la Independencia política, antes que en las otras ciudades
peruanas. Esta misma sensibilidad cívica se manifestó después en otras jornadas históricas,
y esta circunstancia corrobora nuestro aserto anterior. De esta suerte, quedó confirmada la
gloriosa nominación que recibiera, luego, el departamento. Tierra de la libertad fue siempre
Trujillo, con este nombre, pasó a la historia republicana porque fue también, por
excelencia, tierra del sacrificio, en oblación permanente de la Patria. 79
Se ha solido mirar el fenómeno de la Independencia política de América Latina, como
un reflejo de los acontecimientos que se produjeron en Europa, movilizados, a su vez, por
las nuevas corrientes de pensamiento que se suscitaron desde mediados del siglo XVIII. A
lo sumo, se concedía que fuera una derivación natural de la revolución norteamericana.
Una especie de contaminación sicológica, o de proliferación de una casi epidemia
microbiana. El morbo revolucionario de la época fue elevado a la categoría de factor
histórico, creador y decisivo. Otros escritores establecieron la secuencia de la Revolución
francesa, que, en cierto respecto, sería la proyección europea de lo que ocurrió en Estados
Unidos y que se articuló, patética y profundamente, en la alocución de Lincoln en
Gettysburg. Otros publicistas señalaban como causa principal, el contagio de las ideas de
los enciclopedistas a través de los intelectuales criollos, que se encontraban anhelosos de
arrancar el poder de la metrópoli y ejercerlo ellos mismos.
Para darse cuenta de la falsedad de este criterio, bastaba considerar que, bajo el
frondoso verbalismo jacobino de los discursos políticos, se consolidó un feudalismo
despótico y oligárquico. Tanto o más irritante que el régimen colonial porque se inauguró
con una pomposa hojarasca léxica, la cual remataba siempre con las palabras en mayúscula:
Libertad, Igualdad, Fraternidad. So capa de la proclamación de “Los Derechos del Hombre
y del Ciudadano”, se mantuvo el opresivo régimen económico, político y social de la
Colonia. Las resonancias de este hecho todavía la están sufriendo en carne viva todos
nuestros países. Las clientelas oligárquicas o plutocráticas y los personalismos castrenses
de las dictaduras son la prolongación de la obra de esos sedicentes caudillos, que afirmaban
inspirarse en el ideario del enciclopedismo francés. Son estos mismos capitanes de opereta
los que no comprendieron el noble espíritu y la acción continental de Bolívar, en el que se
encarnó, por vez primera, el sentimiento de unidad hemisférica, como un todo indivisible.
Son estos mismos hombres los que lo entorpecieron sistemáticamente hasta arrancarle esas
palabras lapidarias: “He arado en el mar”. La falsa expresión teórica del movimiento de
Independencia ha costado torrentes de sangre, más de un siglo de turbulencia anárquica y
ha impedido la sólida estructuración de una democracia auténtica, como en Estados Unidos,
que no necesitaron mimetismo alguno para conformarse orgánica y poderosamente en una
gran potencia.
La falsa designación de las verdaderas realidades de un pueblo, lo conducen
fatalmente a la confusión y al desorden. Los hombres y los pueblos que viven mintiéndose
a sí mismos acaban por creer en sus propias falacias. De esta equivocada designación del
movimiento de Independencia, arrancó todo el falseamiento de nuestra democracia
posterior.
Esta visión superficial, era consecuencia lógica de un concepto entonces generalizado
de la historia. Creíase que la historia de Europa era un centro absoluto del mundo, y que
los acontecimientos de los países “coloniales”, no eran sino la versión automática,
simiesca, epidémica de los acontecimientos europeos. Los pueblos coloniales estaban
invalidados para tener historia propia, historia que fuera la versión directa y genuina de sus
realidades. Mucha culpa de la afortunada resonancia de este tópico despectivo la tuvo
Hegel, cuando dijo: “Lo que ahora acontece aquí, en América, no es más que el eco del
viejo Mundo y el reflejo de ajena vida”.
Aparte de otras consideraciones, los historiadores olvidaron una gran verdad, aquella
que expresó magistralmente, Miguel de Unamuno. Nos referimos a lo que llamó la
intrahistoria, esa realidad invisible y, sin embargo, maciza y poderosa, que emerge de las
entrañas de un pueblo, que corre en los estratos más hondos de los acontecimientos 80
externos y acaba por imprimirles su genuina y auténtica significación humana. Estas
corrientes vitales y subterráneas suelen pasar inadvertidas para el teorizante apresurado o
para el profesor de oficio.
Miremos, desde este foco, lo que ocurrió con la Independencia.
Hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, alborea un nuevo espíritu de unidad
en América. Cada día se destaca con más precisión y arroja sobre acontecimientos y
personalidades una iluminación esclarecedora.
Al comienzo este sentimiento insurgió de un modo vago, pero estaba firmemente
asentado en la zona emotiva del hombre americano de esa época. Por primera vez apunta el
sentido continental de nuestro destino, como un todo espiritual e histórico indivisible. Esta
realidad no habría podido lograrse sino por la Conquista y a través de la Conquista.
Este designio capital se mantiene, por lo pronto, soterrado, invisible, camuflado,
pues, la vida colonial, cae, luego, en un aislacionismo casi absoluto, que convenía a la
metrópoli para el más complejo dominio de tan vasto imperio colonial.
Rotas las dos grandes unidades culturales de la antigua América que se articularon en
México y el Perú, la América colonial se atomiza, se hace parroquial, localista. Cada
comarca no mira sino a sí misma. Horizonte bien pequeño y mezquino que se agota en
querellas egoístas de bandos rivales. Ha desaparecido del escenario americano la
posibilidad de que surjan esas grandes personalidades como Moctezuma, como
Pachacútec, como Túpac Inca, capaces de mirar panorámicamente o, por lo menos en
extensas áreas geográficas, susceptibles de forjar estados universales.
Es la disgregación de un mundo que había logrado articularse culturalmente y su
retorno al caos, desde donde había surgido tras de esfuerzos milenarios. Las dos grandes
unidades, fueron precedidas de pequeñas unidades parciales, como las culturas Chavín,
Tiahuanaco, Nazca, los chancas, los mochica, los chimús, en el Perú; y como los mayas,
los toltecas, aztecas en México. La doble constelación mexicano-andina se rompió para
siempre y con ella la posibilidad de que se organizara la vida continental alrededor de estos
focos culturales. La cultura europea vino a superponerse por la fuerza, como una capa
extraña y superficial. La cultura invasora no pudo permanecer indemne, sumergida en este
caos. Las dos grandes capitales de la Colonia, México y Lima, se desenvuelven en medio
de festejos bizantinos, saraos pomposos, intrigas palaciegas y eclesiásticas. Las corrientes
culturales europeas se deformaron y sólo fueron débiles y mezquinos ecos de la metrópoli.
Tras de la disgregación colonial, América tenía que buscar otra unidad que diera
nuevo sentido integral a su destino, si aspiraba a incorporarse a la órbita común de la
cultura humana. Este nuevo equilibrio no podía plantearse en los términos antiguos. En
realidad, era todo el Occidente que se incorporaba al nuevo Mundo. El aislamiento
paradisíaco de las “Indias Occidentales” había terminado.
El choque con Europa al destruir las antiguas culturas había hecho posible una nueva
y unificada expresión del continente. América debía ser la forjadora de una expresión
cultural suya, original y auténtica.
Este es el mensaje que recoge la generación de la independencia americana. En toda
el área geográfica, ha aflorado una realidad continental que venía gestándose en la
intrahistoria. Tras del choque de dos orbes comenzó a generarse una zona de fusión a
través del mestizaje. Es la zona vital, en que se unifican los antagonismos continentales.
Esta es la zona en que América podía forjar una nueva unidad cultural y en la que
comienza a tener conciencia de su nuevo destino.
Bolívar es el primer hombre que tiene conciencia de esta realidad. No se afana en 81
buscar fundamentos ideológicos al movimiento en el enciclopedismo, sino en expresar a
través de su pensamiento y de su acción el sentido de la unidad continental. De allí su vivo
anhelo para lograr la formación de la Gran Colombia y para la estructuración de un gran
estado, más al sur, con Perú y Bolivia.
Ambos propósitos se frustraron por el mimetismo rutinario de Europa, que convenía
más a las rivalidades y ambiciones mezquinas de las oligarquías criollas.
Cuando el creador de la Gran Colombia pensó en su lecho de muerte que había arado
en el mar, estaba mirando el panorama suicida de dislocación en que cayó todo el
continente tras de la victoria. Abrumado por la angustia de este espectáculo, que era la
frustración de sus más caros designios tuvo que pensar que era “uno de los tres más
grandes mentecatos de la historia”. El héroe hubo de asistir al rebajamiento de la causa
americana hasta el menguado nivel de una lucha de facciones.
El primer resultado inmediato de la independencia era una traición al sentido
histórico del sentido continental.
Estos países perdieron la primera oportunidad que les ofreciera la historia. Cayeron
en lo peor que pudo haberles sucedido: conformarse política, jurídica y económicamente
bajo el modelo convencional de la Colonia.
La acción inmediata hacia la unidad hemisférica no podía ser otra que la
independencia política. Había que romper la osatura anquilosada de la Colonia para dejar
libres los cauces de expresión que necesitaba la realidad espiritual que estaba surgiendo.
Las causas cercanas de la Independencia, que fueron más bien pretextos, para la acción, hay
que señalarlas, claro está, en la revolución norteamericana. Las otras coyunturas están
determinadas, sin duda, por las nuevas ideas del siglo, por los métodos opresivos del poder
español, por la realidad económica y social de las colonias, por las reivindicaciones
políticas de los criollos, por la descomposición y decadencia de la monarquía española,
etcétera. Empero, la médula capital, la que moviliza a la generación entera es ese
sentimiento interior de unidad que acabamos de subrayar.
Hacia 1914, el proceso espiritual americano había alcanzado ya su madurez. Surge en
toda América un movimiento intelectual, cultural, político y artístico, de inspiración y
creación auténticamente nuevas. El continente comienza a salir de sus evasiones anteriores
en busca de sí mismo, en busca de sus expresiones genuinas y originales.
La generación de la Independencia abrió la brecha para esta faena decisiva. De ella
debe decirse, que fue la anunciadora, la precursora de una América que, emprendió, al fin,
su propia trayectoria, la suya y no la ajena.
Creemos que sólo bajo esta nueva luz se comprenden las multiformes consecuencias,
las resonancias a lejana distancia histórica de la gesta libertadora. Llegada la hora del
destino, todo el continente, incluyendo también a Estados Unidos, se estremece como
sacudido por una potente fuerza anímica. Esa portentosa uniformidad en el impulso de una
generación entera, esa radical y abnegada consagración de todos sus gestores, no pudo
obtener su raíz sino en los estratos más soterrados y fundamentales de la vida continental,
en lo que tenía de específica y genuina con respecto a los otros pueblos. Sin esta
maduración previa no habrían tenido ninguna repercusión ni las ideas de los
enciclopedistas, ni la Revolución francesa ni ninguna otra causa. América tenía su propia
realidad y su propia historia, solo así se explica la grandeza suprema de las personalidades
que dirigieron, organizaron y encabezaron la acción histórica de nuestros países. Detrás de
un Bolívar y de un San Martín, cuya grandeza y formato humanos puede competir con los
de los más grandes conductores de otros pueblos, hay evidentemente una realidad profunda 82
que los genera y de la cual ellos son su más alta expresión. No podían haber surgido jamás
del ocaso, y menos, de una realidad artificial que suele verse como simple reflejo de otras
realidades extrañas. América da, entonces, el paso inicial para encontrarse a sí misma en
toda su poderosa y ulterior gravitación histórica y humana.
Amigos míos: buenas noches.

29 de diciembre de 1958

ESQUEMA DEL DISCURSO PRONUNCIADO


EN EL HOMENAJE OFRECIDO POR EL BURÓ DE LA LIBERTAD
EL 27 DE JUNIO DE 195913

Hermanos, amigos, compañeros:


Estas palabras iniciales, este vocativo con que comienza esta plática de agradecimiento por
la fiesta que han querido ustedes ofrecernos, definen con claridad y justeza las tres
dimensiones espirituales por excelencia de la fraternidad trujillana. Esa fraternidad me dio
la tónica esencial del partido en sus comienzos, que permitió convertirse después en una
fuerza histórica decisiva para el destino de la Patria y del continente y sólo su vigencia
viviente asegurará que esta fuerza se perennice a lo largo del tiempo y que cumpla su
misión libertadora de nuestro pueblo. Ustedes lo saben mejor que yo. Lo saben por
intuición porque nacieron y crecieron en Trujillo, en esa atmósfera telúrica rebosante de
incitaciones heroicas, y lo saben por su inteligencia, porque comprenden que la gran gesta
del Aprismo tiene sus raíces más hondas en estos tres valores esenciales del alma trujillana.
Somos hermanos porque todos nos sentimos desprendidos de la misma copa familiar,
porque todos nos sentimos ligados por el mismo cordón umbilical que nos une al mismo
seno materno de la tierra. Están impregnados nuestros huesos, nuestra carne corporal, la
realidad física de nuestro ser, de ese aire tonificante y vitalizador de Trujillo, de Moche, de
Huanchaco, de Chocope, de Chicama, de Ascope, de Laredo; de ese aire que reside en
todos los parajes de esa tierra de maravilla y de milagro que es la nuestra y que ha impreso
su sello inconfundible, su huella perdurable en nuestro semblante, en nuestros gestos, en
nuestras acciones, en el tono de nuestra voz, en nuestro pensamiento, en nuestra palabra.

13
Inédito. N. del E.
Pero no sólo nuestros cuerpos han sido envueltos y amasados por la esencia trujillana.
También nuestro espíritu ha surgido de la misma raíz. Sólo en esa tierra pudo nacer ese
movimiento histórico que es el Aprismo con toda su grandeza porque a sus esencias más
íntima y telúrica, se unieron las tremendas contradicciones económicas de la explotación
feudalista que impera aún en los grandes latifundios de caña. Allí se exprimió todo el dolor
de nuestro pueblo, allí se acendró esa tremenda y trágica angustia que después tuvo que
convertirse en vasta empresa de cultura popular, luego en partido político de lucha para
culminar en la orientación del destino de una raza, del destino de un continente entero en
que está surgiendo una nueva progenie humana, que salvará al mundo posiblemente de la
terrible crisis en que se debate actualmente.
Y porque somos hermanos auténticos y verdaderos, porque nos sentimos ligados a las 83
características y esencias de una misma tierra, que nos encomendó un excelso mandato que
tenemos que cumplirlo, nos sentimos amigos entrañables. Somos amigos y tenemos que
asistirnos y sostenernos mutuamente porque hemos surgido del mismo dolor; porque nos ha
trizado a todos las entrañas el mismo sufrimiento y porque nuestras tragedias personales, la
tragedia de cada uno de nosotros, ha sido un martirio semejante, una angustia parecida, una
tragedia común. Somos amigos porque cada uno de nosotros nos miramos con íntima
ternura en las pupilas de los demás. Somos amigos porque nuestros corazones han tenido
las mismas congojas, porque nuestros huesos se han estremecido bajo idénticos golpes de
la suerte. Somos amigos porque muchos de nosotros hemos compartido los mismos lechos
de miseria, de persecución y de lucha. Si no lo diré yo y que lo diga también, el negro
Oscar Idiáquez que está aquí, con quien tantas veces hemos dormido juntos en lechos
prestados por una noche por la generosidad aprista. Unas veces rondados por los sayones,
otras, bajo el desnudo cielo estrellado de los campos y en el lecho mismo de la tierra, que
es lecho de todos y que se torna el más suave de los lechos, porque recibe la fatiga del día y
el sueño invencible del trabajo realizado frente al peligro.
Y esta mancomunidad de esfuerzo y sufrimiento, que era el camino que nos llevaba a
todos a la redención, a la liberación de nuestro pueblo, tuvo que hacernos compañeros,
porque nos habíamos alistado en las filas militantes de nuestro gran partido. Nos sujetamos
espontánea y fervorosamente a una disciplina política porque sin ella no se puede llegar a
ninguna parte. Esta meta la anunció Víctor Raúl desde el comienzo, cuando habló en
nombre de los estudiantes y de los obreros de Trujillo, que iniciaron la faena de
pensamiento y de acción, con las palabras que son ya una divisa continental, diciendo pan
con libertad. Recuerden, amigos, compañeros y hermanos lo que les dije en diciembre del
año pasado cuando celebramos en la Casa del Pueblo, el aniversario de la proclamación de
la independencia en Trujillo. El indio peruano fue hace muchos siglos tras de la justicia
económica, que es la distribución equitativa de los productos de la tierra, y la realizó
magníficamente y con una perfección que no lo lograron las grandes culturas orientales y
que no lo han logrado todavía los grandes estados modernos con todos sus recursos, con
toda su ingente riqueza y con todos los medios técnicos de que disponen. El Perú de
entonces se hizo el ejemplo del mundo y continua siéndolo. Esta es una divisa que la hemos
heredado y que corre incorporada a nuestra sangre. Pero el indio peruano que tuvo pan, no
tuvo nunca libertad; fue un siervo del Inca y del Estado. Nosotros hemos retomado la faena
que nos dejaron nuestros antepasados, pero tenemos que completarla con la dimensión que
le faltaba. Por eso hemos amasado ese esclarecido grito que surge de nuestra tragedia, de la
tragedia y del sufrimiento de nuestro pueblo. Es la voz que nos dio la tierra trujillana y que
tenemos que repetir incesantemente en nuestra lucha: pan con libertad. Es la voz que
hemos escuchado todos en nuestros campos, en nuestras aldeas, en nuestras ciudades.
Sobre este camino histórico estamos compañeros.
Y de nuevo mi agradecimiento por este homenaje, el homenaje a dos soldados rasos
que han sabido ser, desde lo profundo de sus almas: hermanos, amigos, compañeros.

Gracias.

DISCURSO PRONUNCIADO 84
EL “DIA DE LA FRATERNIDAD APRISTA”14

(22 de febrero de 1960)

Compañero y hermano Víctor Raúl:


Traigo en mis manos un recado cordial que los miembros del Buró de La Libertad y los
apristas de todo el país me han dado el honor insigne de transmitirte. Esta es una sencilla
fiesta de fraternidad, de esa fraternidad, que en su primer despliegue de amor surgió de tu
pecho generoso y se difundió, como un poderoso flujo torrencial, en la acción, en el
pensamiento, en el corazón, en el nuevo ser histórico de tu pueblo. Expresión de
fraternidad que ha llegado a ser como un símbolo de prodigio en la acción diaria, en el
esfuerzo pujante y acezante de todos estos años estremecidos, en la peripecia trágica y
dolorosa de nuestra lucha.
Y están aquí presentes José Figueres,
Salvador Allende, Luis Beltrán Prieto, Jaime
Lusinchi Lacerna, y otros hermanos más. Han
venido de puntos cardinales opuestos de
nuestra América, a participar en este saludo y
en este homenaje de la fraternidad. Su
presencia es el testimonio objetivo y visual de
que en nuestra América se han salvado ya en
espíritu las fronteras artificiales y
convencionales del pasado que nos dividían y
que nuestro continente indoamericano es hoy
una poderosa unidad viviente y operante que se
presenta ante el mundo con un nuevo destino.
Ha sido organizada esta fiesta por el Buró
de La Libertad. Aquí están muchos viejos
Caricatura de Antenor Orrego, por Esquerriloff compañeros que han estado junto a nosotros a
lo largo de treinta años alentando nuestras
vidas con su devoción, con su fe, con su lealtad, llevada hasta el sacrificio... y hasta el
martirio... Sin su devoción y fidelidad constantes e invariables ese núcleo inicial que
comenzó en Trujillo nuestro gran movimiento, habría perecido destrozado y sorbido por
las fuerzas negativas que imperaban entonces en nuestra Patria. Ellos han sido en realidad

14
Inédito. N. del E.
los primeros forjadores de la nueva historia y con ellos ha contraído el país una deuda
invalorable.
Esta faena inicial está continuándose y madurándose hoy con todos los apristas y
simpatizantes del país entero, con los líderes, como Prialé, que ha tomado hábilmente en
sus manos, en medio de la borrasca, el timón de la nave. Con las nuevas generaciones que
han heredado el mensaje del Aprismo y lo sienten profundamente en su pecho con los
viejos y veteranos dirigentes de todas partes que desde el primer momento comprendieron
el llamado de los nuevos tiempos y que lo está forjando actualmente con espíritu
indesmayable hacia el porvenir.
Este equipo brillante de viejos conductores, hombres y mujeres, aseguran y conducen
la victoria del movimiento por la experiencia adquirida a través de tantos años, por la 85
lucidez de la acción que se alumbra por el sacrificio, por la sabiduría del pensamiento que
ilumina la mente de los jóvenes. Nunca un movimiento de trayectoria perdurable en la
historia humana pudo alcanzar el triunfo sin la asistencia y la inspiración constantes de sus
promotores y gestores iniciales.
Hermano Víctor Raúl:
Has sido un hombre cabal porque no estuviste, ni por encima, ni por debajo de tu
responsabilidad, sino en tu responsabilidad misma. De pocos hombres se puede decir este
elogio con tanta largueza y con tan suprema autenticidad. Ha sido tu vida una aventura
fascinante y una proeza humana que se han tornado ejemplaridad para todos los hombres.
La jugaste con gallardo desprendimiento cara o cruz para forjar un futuro incierto, que ya
llega. Creaste una obra que se adelantó medio siglo y que todavía está vigente para las
generaciones que vienen porque es la historia misma que debe realizarse. Por eso tu pueblo
te ama con un acendramiento que tiene una hondura que parece enigmática, tal es su
profundidad insondable y, por eso, la historia te ha tomado ya para siempre en sus brazos.

ENTREVISTAS

REPERTORIO AMERICANO15

Libros y autores hispanoamericanos

Sobre un cuestionario.
Trujillo (Perú), abril 28 de 1926.
Señor don J.D. García Monge
San José de Costa Rica

Estimado amigo:
Harto me alboroza unir mi humilde voz a tantas ilustres que se han articulado con efusión
admirativa para aplaudir la larga empresa de cultura y de conexión espirituales que está
usted verificando en nuestra América.

15
San José, Costa Rica, 11 de diciembre de 1926. N° 22, p.350.
Nadie ha realizado con tanta diafanidad, con tan libérrimo criterio, con tan ancho y
difuso miraje, con tanta probidad y honestidad intelectuales, con tanta eficacia y con
magnético don de simpatía, con proyección más rotunda, integral, luminosa y lejana la
tarea nobilísima de revelar, difundir, intercambiar y concordar el pensamiento americano.
Magisterios de esta naturaleza son los que nos nacen falta. El Repertorio es una suerte de
criba vital que separa la escurraja híbrida y esterilizante, de la sustancia nutricia, destinada
a organizarse en un precipitado radiante que transparente ante el mundo, el mensaje mental
y emocional de nuestra raza, como producto eliminado ya de lo pegadizo, extraño y
espurio que ha determinado siempre ese confusionismo heteróclito de que somos víctimas.
Para nosotros los americanos, sobre todo, es el espejo en que se reflejan nuestros valores
vitales intrínsecos y característicos y, gracias a él, nos estamos sintiendo como elementos 86
de un conglomerado espiritual que tiene una pulsación humana que revelar ante la tierra y
ante las otras razas.
La juventud intelectual americana, de modo especial, reclama perentoriamente, este
magisterio. Nuestro continente atraviesa un momento de singular responsabilidad y es
preciso que mientras Europa se desarticula entre violencias y nacionalismos frenéticos,
América se haga digna de recibir el “legado espiritual
que le asigna la historia”. Si no tenemos la suficiente
agudeza de sensibilidad histórica para asumir nuestras
fuerzas vitales más positivos y auténticos, nos
precipitaremos, tal vez, en la ruina definitiva, nos
abismaremos en la desintegración, en la dispersión y en
la demencia. Habremos sido, entonces, una raza estéril
tal vez, en la ruina definitiva, nos abismaremos en la
desintegración, en la dispersión y en la demencia.
Habremos sido, entonces, una raza estéril y parásita, un
monstruoso pleonasmo histórico que vivió del reflejo y
a expensas del pensamiento de las otras razas
creadoras. ¿Que habría sido, entonces, América, sino
un osario ultramarino, un contubernio étnico,
repugnante e infecundo, una suerte de sumidero en que
El Repertorio Americano (1974-1983): ha venido a podrirse la cultura occidental?
Primera revista académica, fundada por Con una intuición maravillosa ha emprendido
Joaquín García Monge, en la usted la tarea de mayor desplazamiento histórico,
Universidad Nacional de Costa Rica. quizá. No creo que exista una sola inteligencia
americana que no comprenda esto con excepcional
acuidad. Es de esperar que su iniciativa suscite parecidos magisterios en los demás países
porque es una necesidad que surge del momento inquietante y decisivo que vive el
continente.
Ahora me concretaré a las preguntas que plantea usted en su cuestionario, no sin
agradecerle antes su delicada invitación para intervenir en la encuesta del Repertorio.
1) ¿Por qué no se hacen grandes ediciones de sus libros?
2) ¿No lee el público hispanoamericano. O no le interesan sus escritores?
3) En caso de que no le interesen ¿Cuáles son las lecturas, o los autores que tal
público prefiere?
Voy a responder globalmente a las tres interrogaciones con otras tres afirmaciones
que, a mi entender, explican cabalmente el fenómeno:
1) La gran masa del público americano de habla española no lee, y no lee porque no
sabe leer, porque es analfabeto. Esta es la realidad fundamental y dolorosa. Con alguna que
otra excepción, los gobiernos americanos carecen del sentido de la responsabilidad
gubernativa, de un efectivo y auténtico sentido político. Porque política, en su significado
verdadero, es gobierno, buen gobierno, y gobernar es educar. Pero los gobiernos
americanos desgobiernan, corrompen, explotan. Todo es no más llegar a asaltar el poder y
llegados al poder, todo es asignar prebendas fiscales a los de la camarilla electorera,
locupleta ellos mismos y permitir la locupletación a los capituleros que tuvieron más coraje
y menos escrúpulo para falsificar las actas de sufragio o mixtificar el voto ciudadano. La
historia es ya demasiado sabida, cuando no se llega a lo más inaudito, a premiar con el 87
dinero público la delación, el homicidio, la traición, el asesinato cuartelario y sombrío.
¿Educar, enseñar? ¿Quién piensa en ello? Los presupuestos se consumen en organizar
la delación, en pagar numerosa policía secreta que persiga la conspiración y el crimen
político, en asignados pecuniarios espléndidos para la inepta representación diplomática
que nada representa; en satisfacer y sostener magníficamente al militar que puede alzarse
un día contra el régimen imperante. Entre tanto, el maestro o el educador se muere de
hambre y las escuelas, desmanteladas y antihigiénicas, no tienen un mal pupitre, ni
siquiera, con frecuencia, media docena de mapas raídos. ¿Cómo se explica, de otra manera
que ochenta millones de habitantes no puedan sostener con decoro a un solo escritor de su
raza?
2) La falta de contacto y de solidaridad racial. Cada uno de nuestros países vive
almenado en un negativo, torpe, y, a veces hasta, frenético nacionalismo. Los gobiernos y
la política profesional fomentan esta insularidad porque sólo pueden medrar a la sombra del
rencor, de la desconfianza, del odio, de la suspicacia de los pueblos entre sí.
En núcleos raciales tan homogéneos como los nuestros, en que no tienen sentido las
luchas de fronteras y de aduanas, es precisamente donde más abunda. Por esto los escritores
de un país son totalmente desconocidos en los otros países. Impera en nuestra vida un
provincialismo o aldeanismo pavorosos que nos mantienen aislados unos de otros.
Este nacionalismo llega a veces al absurdo. Cuando los jóvenes universitarios de esta
Universidad de Trujillo, designaron a Vasconcelos como maestro, el conservadorismo de
mi país puso el grito en el cielo y motejó de antipatriotas a los estudiantes. No fue la clase
popular, que simpatizó más bien con la actitud de los mozos, fue la seriedad académica y
plutocrática, eran los mismos doctos catedráticos que dictan, sin embargo en las clases,
derecho político y derecho americano.
Sólo una reducida minoría intelectual, tiene vagas noticias de las actividades
espirituales que se desarrollan en los otros países. No nos conocemos ni entre nosotros
mismos. ¿Cómo van pues, a conocemos y leernos las masas de nuestros pueblos que
ignoran nuestros nombres y que no saben bajo qué ideas, bajo qué bandera o bajo que fe
militamos?
Casi no hay crítica ni información bibliográfica, que acerque el libro al pueblo, y si la
hay es tan desmedrada y ciega, que exalta lo mediocre y lo malo y, lo que es peor,
confunde lo malo con lo bueno. Nuestro periodismo es mercenario y carece de autoridad
moral para dirigir el gusto y el interés intelectual de sus lectores. Así se improvisan
prestigios falsos y cada día el público desconfía más de la prensa.
Carecemos de casas editoriales y, por consiguiente, de los instrumentos necesarios
para la difusión. Es frecuente el caso de que el autor haga sacrificios pecuniarios para
publicar sus obras en ediciones, limitadas, como es natural, a no ser que deje la pluma y
coja la máquina de cálculo del comerciante.
Todo lo que fomente la disociación de nuestros pueblos es sencillamente criminal y
de allí la obligación de que cada uno de nosotros nos convirtamos en apóstoles militantes
de la solidaridad, del acercamiento y del conocimiento americanos. Todo esto y más se
podría decir, pero temo abusar de la hospitalidad del Repertorio y de la paciencia de los
lectores.
3) La literatura americana, salvando por cierto las excepciones gloriosas, ha sido
hasta hoy servil reproducción de la literatura europea. Por eso ha carecido siempre de
verdadero interés para las masas. Sólo en las últimas generaciones comienza a apuntar una
tendencia racial que es privativa de nuestro espíritu y que trata de articular la voz y 88
emoción nuestras. La América comienza a expresarse en su propia lengua y a revelar la
visión cósmica que concreta sus realidades y sus esperanzas. La América comienza a crear
su estética y se pueden ya pronunciar algunos nombres que pueden llamarse americanos sin
sospecha. En lo sucesivo para conocer el pensamiento americano no bastará leer los libros
europeos, será preciso leer los libros americanos. Esto es ya la iniciación y, entonces,
tendremos derecho a que el público americano nos lea.

LOS HOMBRES DE TRUJILLO


QUE HAN SIDO VÍCTIMAS DE LA TIRANÍA 16

Lo que nos cuenta el señor Antenor Orrego, director del diario El Norte.
Al prestigioso escritor, filósofo y periodista y autor de Notas marginales y
Monólogo eterno, lo entrevistamos en la misma dirección del popular diario, de donde la
tiranía de Leguía lo arrancara varias veces con miras a confinarlo en San Lorenzo y otras a
aprisionado en Lima.
El señor Orrego con esa cortesía y amabilidad que le caracterizan, se apresta a
satisfacer nuestra curiosidad periodística, más nutrida, mejor puesta en actitud tan
espectable, ante escritor de tan merecidos prestigios.
–¿Las veces que fue usted preso por los esbirros del régimen caído?
– Fueron dos. La primera vez el 1921 por el prefecto Molina Derteano, a raíz de los
movimientos huelguistas del valle de Chicama. Siendo director de La Libertad, Molina
Derteano pretendió que firmara un papel en el cual me abstendría de tomar parte en
movimientos públicos o subversivos, pero me negué y hecho preso, gracias a la
intervención del entonces Tigre, ministro doctor Germán Leguía y Martínez, se me puso en
libertad.
Después fui apresado en 1927. Era ministro Manchego Muñoz y notificado por el
prefecto Lama, con Alcides Spelucín marchamos presos a la capital. Pero al desembarcar
en el Callao por gestiones hechas por los representantes Escalante y Marquina fuimos
puestos en libertad. Demás está decir que comenzó a seguirnos un ejército de soplones. Fue
entonces que Alcides tomó el cargo de secretario de la Facultad de Letras. Debo agregar
además, que durante esa ocasión los escritores y periodistas limeños se portaron muy bien

16
Diario El Norte de Trujillo. Edición del 12 de setiembre de 1930.
conmigo.
– Además fue usted objeto de otras persecuciones?
Así es. En noviembre del año pasado el prefecto Lama, me hizo arrestar en el cuartel
de San Agustín, sin decirme el motivo de mi detención y he de morir sin saberlo. Lama
impartió órdenes para que se me encerrara en el más inmundo de los calabozos, pero
algunos amigos intercedieron alojándoseme en la prevención del mencionado cuartel,
comportándose bien conmigo el entonces mayor de guardias Luza.
Después, últimamente fui por paseo este año a Lima y había que ver como en todos
los puestos de policía del camino se me detenía, sometiéndoseme a un riguroso
interrogatorio. Y a las dos horas de haber llegado a Lima, ya los soplones me seguían. A
los tres días, recibí la visita de un conocido correveidile al servicio de la dictadura y me 89
notificó para que me presentara a la Intendencia por orden de Fernández Oliva. Fui a la
intendencia y este funcionario me dijo que ya mi nombre le era familiar, que me conocía y
con cierta sorna me hizo esta pregunta:
¿Ud. se habrá dado cuenta de lo bien organizada que está la policía?
Sí –le contesté–, una cosa admirable. Quién sabe si lo mejor que tiene el Perú.
Me manifestó en seguida que tenía informes de sus agentes en Berlín, Montevideo y
Buenos Aires, que decían que yo estaba en conexión con grupos revolucionarios
comunistas. Que sabía además que me había adherido al Congreso Antiimperialista de
Fráncfort.
– Y usted que le contestó?
Que era completamente falso, que no me había adherido a ninguna internacional.
Terminó por decirme que mi permanencia en Lima era molesta y peligrosa para el
gobierno y que debía regresar a Trujillo en el primer aeroplano, en el primer barco, en el
primer vehículo.
Recuerdo que al día siguiente de mi cumpleaños, escritores, periodistas y
catedráticos, me ofrecieron un banquete en el Astoria. Esa noche el restaurant se vio
cuajado de soplones, para oír y ver lo que se hacía. Se creía que había ido a Lima a
encabezar un formidable movimiento estudiantil.
No habíamos aún digerido las viandas del banquete cuando Fernández Oliva, me
llamó para decirme que debía regresar inmediatamente a Trujillo. Y regresé.

De nuevo en Trujillo
A raíz del triunfo de la revolución en Bolivia y de un movimiento estudiantil registrado en
Lima, recibí por entonces en mi casa la visita del comisario Pérez con un telegrama de
Blancas que más o menos decía: “Sábese que Antenor Orrego proyecta viaje a ésta,
notifíquesele para que se abstenga de hacerlo”. Entonces el prefecto La Rosa y Villanueva,
me notificó para que me presentara cada dos días a la prefectura.
– Se interesaba por el estado de su salud?
– Que salud ni que niño muerto. Era para saber si estaba o no en Trujillo.
– Nunca estuvo usted señor Orrego, en la isla de San Lorenzo?
– Estuve sí a punto de estarlo. Una vez llegó una orden de Lima; para que se me
remitiera a la isla, como personaje sospechoso para los intereses del gobierno.

Una opinión del momento


– Señor Orrego, ¿qué piensa usted sobre el actual movimiento?
–Para mí el hecho saltante del actual movimiento se caracteriza por las medidas de
sanción adoptadas para con los defraudadores del Estado. Por lo demás no sé qué
orientaciones tomará.
– Su opinión sobre el señor Haya de la Torre en el actual momento?
– Con Víctor Raúl Haya de la Torre se define una generación nacional tanto política
como intelectual. Por hoy resulta la figura que se destaca con más relieve en el país, por su
popularidad y su prestigio. Es una figura nueva que no está gastada y que es la admiración
del pueblo. Además con Víctor Raúl se produce el primer temperamento político del país,
porque las otras figuras siempre han carecido de ese instinto político necesario. 90
Si Víctor Raúl asume y comprende el alcance de su responsabilidad histórica de este
momento, entonces el país salvaría una nueva etapa de civilidad y cultura política, por lo
que precisa que venga al Perú así como los demás exilados que son los más relevantes
valores de país.
– Otra opinión más sobre la juventud
– De la necesidad de que la juventud nacional forme un solo bloque, que sea
solidario, pero no con aquella solidaridad artificial de simple banderilla, sino de solidaridad
profunda. Aquella solidaridad que arranca de sus más hondas responsabilidades históricas.

Recordando a Mariátegui
– Su opinión sobre José Carlos Mariátegui?
– Con la desaparición de Mariátegui, el Perú ha perdido la mente política más
lúcida y uno de los espíritus más enérgicos y
firmes. Ningún escritor nacional, llegó a alcanzar
la universalidad y el prestigio de Mariátegui. En
muchos países solo conocen al Perú por
Mariátegui, y una prueba de la universalidad de
ese prestigio son los homenajes hechos por
muchas publicaciones y revistas extranjeras. De
esos homenajes he leído el de La vida literaria de
Buenos Aires. También en México y Cuba se le
han hecho otros y en Estados Unidos en la revista
de Waldo Frank.
En estos momentos Mariátegui habría sido
uno de los orientadores más luminosos de la
vida nacional. Cuando yo estuve en Lima este El Amauta que todos conocemos como
José Carlos se llamó en realidad José del
año, pude constatar una dolorosa circunstancia. Carmen Eliseo Mariátegui Lachira.
Fue la noche de la velada que se hizo a total
beneficio de la viuda de Mariátegui. No había ni la mitad de las butacas del teatro ocupadas
y eso naturalmente revela el desconocimiento que en el país se ha tenido de sus verdaderos
valores. A esa velada fui invitado a tomar parte, pero la orden de Fernández Oliva para
regresar a Trujillo me impidió hacerlo.
Verdaderos valores intelectuales
Respecto a las figuras de más relieve en el Perú, está en primer término con relieve
intelectual y estético, César Vallejo, que inicia a mi juicio algo que podría llamarse estética
americana en el sentido más auténtico y profundo de la palabra, y no de simple palabrería
andinista. Es algo más profundo, más vital. Otra figura muy conocida y apreciada en el
extranjero es César Falcón, temperamento de gran periodista moderno.
(A estas alturas del reportaje, el Sr. Orrego nos muestra el libro Pueblo sin Dios que
Falcón le dedica cariñosamente. Libro fustigante, terrible fustigante de las costumbres
serranas de un pueblo del Perú, en que se retrata de cuerpo entero al cura, al juez de paz, al
gobernador y al alcalde de nuestros pueblitos). 91
Continúa nuestro entrevistado:
Después hay que citar a Jorge Basadre de gran capacidad intelectual y autor de varios
libros. Hay también otros representantes de la cultura nacional dignos de citar.

Orrego periodista
– Cuéntenos algo de su vida de periodista.
– Yo debuté el año 1915, en el periodismo trujillano, como jefe de redacción del
diario La Reforma siendo director el doctor Cox. Después el periódico pasó a ser propiedad
del señor Urquiaga y entonces fue que me hice cargo de la dirección. Fue en La Reforma
precisamente que yo inicié el primer movimiento intelectual destacándose en él César
Vallejo, Eloy Espinoza, Xandóval, Federico Esquerre, Imaña, Cucho Haya de la Torre y
Juan Manuel Sotero (que paseaba su sprit, su splín y sus libros. Que conste que esto es del
cronista).
En La Reforma también debutaron Carlos Manuel Cox y Alberto Larco que murió.
Pero como en este periódico no tuviera la suficiente libertad para desarrollar mis ideas,
pasé como director del diario La Libertad, el mismo que hoy dirige Cucho y del que es
usted redactor. Era entonces de propiedad de los señores Armas y allí permanecí alrededor
de un año, hasta que fue cerrado por el prefecto Molina Derteano. En 1923 fundamos El
Norte asumiendo la dirección desde el primer momento hasta el presente, de cuyo sillón
solo me separaron temporalmente los apresamientos que le he contado y de que fueron
autores los esbirros del régimen caído.
Además como periodista he colaborado y colaboro en muchas publicaciones tanto
nacionales como extranjeras, Variedades, Mundial, Amauta, con mucha constancia en esta
última. Además escribo para la empresa “Al rededor de América” de La Habana que cuenta
con una revista y un diario. Les remito tres o cuatro artículos al mes y ellos en cambio me
remiten veinte artículos exclusivos para El Norte.

Orrego filósofo
Como usted sabe he publicado dos libros. El año 22 lancé a la circulación Notas marginales
y este año El monólogo eterno, todo escrito en forma de aforismos que es el género de
expresión que mejor se adapta a mi temperamento. Otros dos libros inéditos son
Panoramas que debió publicarse en la Editorial Minerva de José Carlos Mariátegui, libro
de ensayos filosóficos y otro Helios donde intento en este primer libro echar las bases de
una filosofía netamente americana. En Helios pienso darle una expresión más definida a
mis ideas. La idea capital del libro es la distinción entre el pensamiento y la razón. Además
tengo también artículos y proyectos de volúmenes que aún no sé cómo los vaya desarrollar.
El prestigioso escritor, tan difundido en América, coge un libro El monólogo eterno y
cariñosamente nos lo dedica.
Agradecemos y nos despedimos.

LOS APRISTAS DEMOSTRARON 92


FUERZA MORAL EXTRAORDINARIA17

Antenor Orrego hace interesante descripción de la huelga de hambre


Por: Ciro Alegría

Hace un año, en estos días de enero, los detenidos apristas del Real Felipe y de El Frontón
declararon la huelga de hambre. Al grito de “Libertad o muerte”, cesaron de tomar
alimentos. El hecho conmovió al Perú y al mundo. No se ha registrado otro caso de huelga
colectiva con más espíritu de sacrificio. Los apristas se entregaron al hambre llenos de una
decisión heroica. Las mazmorras del Real Felipe y de El Frontón fueron el marco de la
lucha tremenda. Fueron días emocionados, plenos de fe y de coraje. Hubo episodios
múltiples. Para informar a nuestros lectores de las etapas de la huelga vamos en busca de
testigos y de actores. Encontramos a Antenor Orrego en su gabinete de trabajo. Es
codirector de Antorcha. El recio pensador y beligerante periodista estuvo también preso en
el Real Felipe. Participé en la huelga de hambre y fue uno de sus más firmes sostenedores.
Amablemente, con la sencillez que le es característica, se apresta a responder a nuestras
preguntas.

Un movimiento de características únicas


– No conozco en la historia –nos dice Antenor– una huelga que haya asumido las
proporciones de la de entonces. Hubo una energía unánime para mantenerla a través de
doce días. Sólo se la suspendió por orden expresa y terminante del Comité Ejecutivo
Nacional de emergencia. Todos los compañeros demostraron una fuerza moral
extraordinaria, en contraste con los miembros de otros partidos –muy revolucionarios–, que
se sentían desfallecidos y sin ánimo. Una muestra de esta energía es el hecho de que
17
Publicado en la edición del 29 de enero de 1934, pp.3 y 4. Está ilustrado con una fotografía que tiene la
siguiente leyenda: “Refiere anécdotas de la huelga de hambre”. Antenor Orrego fue traído preso de Trujillo.
Recluido en los aljibes, fue uno de los sostenedores de la huelga. Cuentan los que estuvieron presos con él,
que fue el más animoso y ayudaba en todo sentido a los debilitados huelguistas. En la presente foto, hace
recuerdos y los trasmite a nuestro redactor Ciro Alegría. Asimismo está ilustrado con un fotograbado del
bisemanario aprista Liberación (Año I, N° 4, Casas Matas, 29 de enero de 1933) hecho a mano en los días de
la huelga de hambre. Allí aparece una ilustración con el lema “libertad o muerte” y la relación de los
prisioneros que participaron en las 264 horas de huelga de hambre contra la tiranía tanto en el Real Felipe
como en El Frontón N. del E.
durante toda la huelga, no se suspendió la labor de docencia que se verificaba dentro de la
prisión.
–¿Y los periódicos?
–Tampoco dejaron de publicarse. Salían dos periódicos. La Voz del Aljibe y
Liberación, dirigidos por Víctor Polay y Tomás Vidal, con dibujos de Alejandro Spelucín y
Esquerriloff, quienes también se encontraban en la prisión.

El origen de la huelga de hambre


–¿Cuál fue el origen de la huelga?
–El proceso de la huelga fue largo. Arrancaba de la política de represión ejercitada aun 93
dentro de la prisión misma por el régimen sanchista, el cual tenía su mejor instrumento en
el ministro de Gobierno Chávez Cabello. La huelga se produjo como una protesta general
por la prisión injusta de que éramos objeto y a fin de alcanzar comodidades elementales
dentro de la prisión.
–¿Había una gran rigidez...
–Más que eso. Se nos molestaba en todas las formas. Hasta la huelga no podíamos salir
de las cuadras a tomar el sol. Salíamos sólo el tiempo preciso para satisfacer elementales
necesidades físicas. Vivíamos en salas oscuras, tanto que la luz artificial tenía que ser en
ellas perennes. La comida era de calidad pésima y estaba servida por una mujer que nos
llenaba de insultos. Además, teníamos que comer dentro de las mismas cuadras, en un
ambiente asqueroso, frente a latas llenas de excremento y orines que habían rebalsado y
estaban desparramados por el suelo.

Una disciplina extraordinaria


–¿No se alteró la disciplina?
–En ningún momento. Se la mantuvo en forma
extraordinaria. Uno de los que desempeñó un gran rol de
organizador y mantenedor de la huelga fue Tomás Vidal.
Él probó una energía sin par. Lo que sí hubo a granel fue
anécdotas, episodios de sabor humorístico.
–A ver, cuente, Antenor...
–Bien. Víctor Polay demostró ser un actor
dramático extraordinario. La guardia estaba empeñada en
extraer de la cuadra a los más débiles y los huelguistas
estaban empeñados en que nadie saliera. Este era un
acuerdo tomado en asamblea. Hubo necesidad de que
ingresaran a la cuadra setenta u ochenta guardias a sacar
Ciro Alegría Bazán, nació en a los más graves. Alejandro Spelucín estaba tirado en su
Sartibamba (Huamachuco, de-
catre y los guardias fueron hacia él con ánimo de
partamento de La Libertad), el 4 de
noviembre de 1909 y falleció en llevárselo. Entonces Polay, arrastrándose y gritando, en
Chaclacayo (Lima). un arranque de neto corte dramático, se acercó a la cama
de Spelucín, gritando:
–Mi hermanito, se lo llevan. No se lleven a mi hermanito...
Tal fue la emoción que puso Polay, que conmovió a los guardias, quienes dejaron a
Spelucín. Naturalmente que ninguno de ellos se encontraba en circunstancias de dar tales
escenas. De ese día, Polay era llamado Sada Yaco, igual que la gran trágica japonesa...
Orrego sonríe. Luego calla y hace recuerdos.

La marcha hacia Satipo


–¿Y la extracción de huelguistas para mandarlos a Satipo?
–En mi vida no recuerdo otra escena más macabra ni más llena de tragedia que la de
aquella noche. Había más de sesenta presos en la sala en que me encontraba. Todos tirados
sobre sus camastros, exánimes y
desnudos. Hicieron varias 94
intenciones para extraer
prisioneros pero todos se
negaron a salir. No les fue
posible. A las dos de la mañana
del sexto día se presentaron
doscientos hombres de la
Guardia Republicana, con orden
expresa de disparar sobre quien
hiciera resistencia. Metieron
camiones hasta el patio. Y
comenzaron a sacar a los
compañeros y a levantarlos En la fotografía los hermanos: Ciro Alegría, Hilda Alegría, Danilo
hasta los camiones. Era un Alegría, Gerardo Alegría y Helmer Alegría Bazán.
cuadro dantesco, imposible de
describir. Los huelguistas salían arrastrándose, desnudos, casi inconscientes. Lograban
pararse algunos de ellos... Nosotros no sabíamos donde los llevaban. Al otro día nos
informamos que los habían conducido a las montañas de Satipo, a excepción de dos o tres,
quienes se encontraban demasiado graves y tuvieron que dejarlos en el Hospital de
Guadalupe.

Algunas mejoras consiguieron


–Después de la huelga –prosigue Orrego–, conseguimos algunas mejoras dentro del
régimen de la prisión. La comida mejoró un tanto y se nos dejaba salir, por grupos, al patio
a tomar sol durante una hora. Hubo más tolerancia para las visitas de familiares y amigos y
se permitió una mejor organización de la UPGP., la que funciono en forma intensa. Se
dictó un curso de marxismo y se explicó todo el Plan de Acción Inmediata del PAP.

El lema de la huelga
–¿Quién fue el autor del lema?
–Creo que fue Tomás Vidal, sin poder asegurarlo. Durante todos esos días, el lema
fue repetido y escrito a toda hora. Los muros de la prisión quedaron materialmente
cubiertos con las inscripciones de “Libertad o muerte” y otros temas doctrinarios y de
lucha. Fueron días intensos esos –concluye–, la orden del Ejecutivo Nacional, salvó para el
Aprismo muchas vidas. Todos estaban resueltos a morir...
Orrego calla. Nuestro lápiz corre lo más rápidamente posible sobre las carillas. De
pronto, el periodista se vuelve hacia nosotros:
–¿Suficiente? Creo que ya...
–Si. Es bastante. Muchas gracias.
Y nos despedimos de Antenor Orrego. Nuestras manos quieren ser más cordiales para
estrechar las de este vigoroso luchador aprista.

95
CREO QUE EL ESTATUTO MARCARA UNA ETAPA DECISIVA
EN EL DESENVOLVIMIENTO DE LA UNIVERSIDAD

Nos dijo Antenor Orrego18

Antenor Orrego, maestro, filósofo y periodista, se interesó siempre por los problemas
universitarios. En 1917 presidió el Centro Federado de Estudiantes. Pertenece al mismo
grupo de Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo, Alcides Spelucín, José Eulogio
Garrido, Manuel Vásquez Díaz, Juan José Lora, Eloy Espinoza, Carlos Manuel Cox. Fue
colaborador de La Pluma de Zum Felde de Montevideo, de la revista Claridad que
dirigieron Mariátegui y Haya de la Torre; fundó con Alcides Spelucín el diario El Norte,
desempeñando la dirección hasta su clausura en 1934. En Lima, dirigió la publicación
Trinchera Aprista rara asumir luego la dirección de Chan-Chan, el órgano clandestino del
Partido del Pueblo, en el Norte. Es autor de los siguientes libros: Notas Marginales,
Monólogo eterno y Pueblo-Continente, y publicará próximamente Reconstitución de un
mundo, Discriminaciones y otros libros.
Integrante del grupo estudiantil que desde 1920 se hizo intérprete de la inquietud
espiritual de las nuevas generaciones, tan claramente expresado en el Congreso de
Estudiantes del Cuzco, Antenor Orrego tiene una palabra autorizada para expresarse sobre
la actual Reforma Universitaria. Lo interrogamos y nos responde con firmeza:

Anhelo espiritual de la juventud


–¿Qué opinión le merece el nuevo estatuto universitario?
–El nuevo estatuto universitario, que se está debatiendo en la Cámara de Diputados,
cristaliza, a mi juicio, ese interno anhelo espiritual que surgió en la juventud peruana desde
1920 con el Primer Congreso Nacional de Estudiantes del Cuzco, que presidió Víctor Raúl
Haya de la Torre, y que fue, en realidad, la proyección espiritual del movimiento de
reforma que surgió en Córdoba y que tuvo una amplia repercusión continental. Es un hecho
digno de notarse que la primera universidad que articuló este espíritu de la juventud
estudiantil de América fue la Universidad de Trujillo, a los pocos días de haberse iniciado
el movimiento en Córdoba.
El nuevo estatuto universitario es el resultado de un largo proceso histórico que ha

18
Publicado en La Tribuna del 19 de enero de 1946.
tenido su culminación en el Perú en julio de 1945. Es significativo que los hombres que han
tenido a su cargo la formulación del proyecto hayan pertenecido, casi todos, como
estudiantes al movimiento de reforma. Creo que el estatuto marcará una etapa decisiva en
el desenvolvimiento de la universidad nacional porque incorpora las experiencias recogidas
en el largo proceso al que me he referido. El estatuto no es el fruto de una especulación de
gabinete o académica, sino la eclosión viviente de un vibrante estremecimiento social,
espiritual y moral.

La universidad, asociación de maestros


–¿Está de acuerdo con los verdaderos fines de la universidad? 96
–Mi opinión es que los fines de la universidad están claramente definidos en el
capítulo primero del estatuto, que constituye, las bases normativas de lo que la Comisión
Interparlamentaria cree que deben ser los fundamentos de la universidad peruana. Aparte
de que la universidad se considera como la asociación de maestros, alumnos y graduados
con el objeto de investigar todo lo relativo al conocimiento humano, el estatuto le imprime
un carácter social eminentemente constructivo. Es digno de notarse que en el artículo 6 el
estatuto expresa que la “universidad peruana tiene como misión normativa contribuir a la
creación del tipo espiritual de universidad apropiada a los pueblos de nuestro continente; y
que se ocupará además, de esclarecer y suscitar las formas culturales peculiares de los
pueblos indoamericanos en relación con la cultura universal”. Este artículo indica la
autonomía espiritual que ha primado en los miembros de la Comisión de Reforma, pues,
que ya no se trata de calcar la universidad europea o norteamericana sino de construir un
tipo de universidad que sea la expresión auténtica del espíritu de nuestros pueblos.
–¿Su opinión sobre: el cogobierno, el funcionamiento de las escuelas preparatorias y
la supresión de los exámenes?
–Me parece que la participación del estudiantado en el gobierno de la universidad es
uno de los grandes aciertos del estatuto porque, de esta suerte, tanto los catedráticos como
los estudiantes y los graduados, que son los tres factores íntimamente relacionados a la vida
de la universidad, colaborarán íntima y solidariamente en su progreso moral, espiritual y
material.
La Escuela Preparatoria y el Colegio Universitario son organismos que se hacían
necesarios para que el estudiante universitario ingrese a los estudios profesionales con un
sólido bagaje de cultura general. Tengo la certeza que esta innovación dará sus frutos
inmediatos, elevando el nivel mental de nuestros profesionales.

Exámenes antipedagógicos
El tipo de examen que ha imperado hasta ahora en nuestra docencia es no sólo
antipedagógico sino que constituye una tremenda tortura moral para el estudiante. Con
este criterio, la Comisión de Reforma ha definido en el articulado del estatuto, que el tipo
de examen consistirá en el estudio de los hábitos de trabajo del alumno, sus disposiciones
intelectuales, sus conocimientos y su aptitud para ingresar o persistir en el campo de la
investigación. El propósito de la comisión ha sido reemplazar el régimen memorista y de
mera información libresca por un régimen en que se constate la capacidad mental del
alumno dentro de la disciplina a que se refiera el examen. Lo importante no es que el
estudiante posea un nutrido acopio de datos sino que posea un cerebro capaz de un
pensamiento, original y autónomo y de reaccionar vitalmente ante los problemas que, a
cada paso, le plantea la realidad de su ambiente o de su contorno histórico.

Rector de la Universidad Nacional de Trujillo 19


En la Universidad de Trujillo cuyos claustros fueron testigos de la gran inquietud
estudiantil del año 1923, cuando se produjo el movimiento de reforma en la ciudad de
Córdoba, ha sido nombrado un nuevo rector. Esta designación ha recaído en la persona de
un hombre cuya vida ha estado dedicado al estudio y al servicio de la lucha por la libertad.
Se trata del doctor Antenor Orrego, maestro, cultivador apasionado de la filosofía y 97
vigilante soldado de la democracia.
Antenor Orrego hizo sus estudios de instrucción media en el Seminario Conciliar de
San Carlos y San Marcelo de Trujillo, de esta ciudad, junto con Haya de la Torre, Alcides
Spelucín. Macedonio de la Torre y otras destacadas figuras de aquella generación. Cursó
estudios universitarios de Letras, Jurisprudencia y Ciencias Políticas y Administrativas en
la Universidad de Trujillo: luego cursó en Lima los cursos doctorales de Filosofía.
Hacia 1914 ingresó como redactor a la Reforma, trabajó después en el diario La
Libertad; fundó más tarde en compañía de Alcides Spelucín el diario El Norte en la ciudad
norteña.
En esos días surgió en Trujillo un interesante e intenso movimiento literario y
artístico cuyo foco
fue precisamente El
Norte, el que habría
de tener profunda
repercusión en todo
el país. Fundó
también la revista La
Semana y colaboró
en la revista Iris, de
carácter cultural, en
donde surgió el
inquieto grupo de
intelectuales llamado
“grupo de Trujillo”,
al que pertenecían
Antenor Orrego, en el rectorado de la Universidad Nacional de Trujillo. Haya, Vallejo,
Spelucín, Orrego,
Imaña, Vásquez Díaz, y posteriormente, Carlos Manuel Cox, Ciro Alegría, Camilo Blas,
Eloy Espinoza y otros.
El Norte fue el centro de reunión de este grupo intelectual que fuera el primero en
tener sentido social y en contacto con el pueblo, y al que se considera precursor del
movimiento Aprista.
Hacia 1930 se hace cargo de la Secretaría Regional del Partido Aprista Peruano en el
norte, cuya sede es Trujillo. Después de la segunda revolución de Arequipa y cuando
19
Entrevista publicada en la revista Sayari, Año II, N° 7, julio de 1946.
Samanez Ocampo llegó a Lima, fue nombrado delegado de los Pueblos del Norte ante la
Junta de Gobierno de esa época.
En mayo de 1932 se inicia la persecución contra el Aprismo y Orrego es capturado
para ser remitido preso a Lima, donde permanece 15 meses en las prisiones del Sexto, la
Intendencia, Real Felipe y El Frontón.
Durante toda la época de Benavides estuvo perseguido con riesgo de su vida pues
había orden de dársele muerte junto con Arévalo, ya que ambos sostenían el movimiento
de resistencia clandestino en el Norte. En esta época dirigió Chanchán, órgano subterráneo
que polarizó la rebeldía popular.
En 1938 vuelve a Lima en plena persecución y se incorpora al Comité Ejecutivo
Nacional como secretario de Cultura. Continúa en este puesto hasta 1945, en que se 98
renueva el CEN. Durante 1944, sufre dos prisiones en la Intendencia y en 1945 el partido
postula su candidatura a una senaduría por La Libertad.
Ha publicado tres libros: Notas marginales, Monólogo eterno y Pueblo-Continente.
Tiene en preparación Reconstitución de un mundo ampliación de la tesis de Pueblo-
Continente y para publicar Discriminaciones, estudios filosóficos y políticos. Su obra es
ampliamente conocida en el continente, habiendo colaborado en importantes revistas como
Nueva Democracia de Nueva York, La Pluma de Montevideo, Antorcha y Nosotros de
México, Repertorio Americano de Costa Rica, etc.
Tal la personalidad del nuevo rector de la Universidad de Trujillo, cuyas
declaraciones ofrecemos:
–La Universidad y la ciudad misma de Trujillo tienen ya una larga tradición en el
sentido de la reforma universitaria. Fue la primera universidad del Perú en que se produjo
el movimiento estudiantil reformista. Ocurrió casi simultáneamente con el movimiento de
Córdoba. “Siendo todavía estudiante de la Facultad de Jurisprudencia en 1918 los alumnos
formulamos al rectorado algunas peticiones insinuando la renovación del espíritu de la
universidad y los métodos de enseñanza, que en ese entonces eran completamente arcaicos.
Ya antes, en 1912 se había producido también algunos otros movimientos, pero de carácter
más bien reivindicatorio”,
La organización y reglamentación del Colegio Universitario, es, puede decirse, el
núcleo cultural de la universidad reformada. Labor ésta sumamente difícil pero no
insuperable y que debe acometerse inmediatamente. El Colegio Universitario es el
fundamento de la escuela profesional porque está destinado a preparar al alumno en
aquellos conocimientos generales que son la base de todo hombre culto que ejerce una
profesión dentro de la sociedad.
Hay, también, que reglamentar y renovar los métodos de enseñanza para lograr lo que
el estatuto se propone. No se trata ya de simple acumulación de conocimientos en una
materia dada sino de la formación intelectual del estudiante a fin de que pueda pensar por sí
mismo con criterio independiente. Ello significa una tarea ardua que solamente puede
perfeccionarse con el tiempo, pero es urgente iniciarla ya desde ahora, de conformidad con
el espíritu del estatuto.
A la gravitación puramente profesional que imperaba en la universidad anterior, debe
suceder una integral coordinación de los tres objetivos de la universidad moderna:
“profesión, investigación y cultura”. No todos los profesionales están llamados a ser
investigadores pero todos los profesionales y los investigadores deben ser hombres cultos.
La cultura en sí es esa concepción del humanismo que trabajaba en un todo orgánico y
unitario los conocimientos de una época y de un pueblo”.
En los países de América la faena cultural tiene una extraordinaria significación,
porque necesitamos vincular dentro de una estructura orgánica los conocimientos que nos
vienen de Europa y de otros países con el conocimiento profundo de nuestra propia
realidad en todos los ámbitos del saber humano. La cultura no es simple acumulación de
ideas y de conocimientos, sino una experiencia viva que se inserta en la existencia de un
pueblo o de un conjunto de pueblos. La cultura tenemos que vivirla dentro de nosotros
mismos y dentro de nuestra propia historia. Y la universidad debe ser foco donde se realice
esta suprema y viviente coordinación porque solamente así podremos saber lo que es
nuestro y lo que es ajeno”.

99

ENTREVISTA CON ANTENOR ORREGO 20

Antenor Orrego, el ilustre autor de Notas marginales, El monólogo eterno y Pueblo-


Continente, es una de las más sugestivas personalidades de nuestro ambiente intelectual.
Pensador original y profundo, ha sido considerado como uno de los más certeros
orientadores espirituales de la nueva América; escritor de singulares méritos, su magnífica
prosa hace recordar por fuerza, aquella vigorosa estirpe de los Montalvos, de los Martíes,
de los González Prada; maestro, forjador de almas, alumbrador de conciencias y señalador
de caminos, varias generaciones tomaron luz en sus enseñanzas y dignidad en su ejemplo.
Cuando Haya de la Torre era motejado de iluso o calumniado de “vendido al oro chileno”,
Antenor Orrego lo proclamó “La más lúcida inteligencia política de la juventud”; cuando
César Vallejo sufría las más sangrientas burlas y las más cáusticas diatribas del
conservadorismo literario peruano, Antenor Orrego reveló las ingentes riquezas de su obra
y lo anunció como “el creador más genial de la poesía americana”. Y así muchos otros:
Ciro Alegría, Macedonia de la Torre, Alcides Spelucín, Oscar Imaña, Juan José Lora,
Nicanor de la Fuente, Francisco Xandóval, Julio Esquerre, etcétera, recibieron, en mayor o
menor grado, de la cordialidad y de la sabiduría de este maestro, oportunos estímulos y
eficaces enseñanzas. Por todo esto, su palabra ha de tener viva repercusión en las nuevas
generaciones intelectuales de nuestro país.
La presencia de Antenor Orrego se destaca en nuestro horizonte literario con un perfil
heroico, dibujado sobre el telón de fondo de la angustia creadora, en un tono superlativo de
bondad, y de amor a todas las causas nobles que crepitan y se espuman en el corazón de la
juventud. Orrego es un maestro en la dimensión total de la palabra. Saluda con el espíritu y
acoge siempre la pregunta con sencillez para madurar la respuesta a la sombra de todas las
esperanzas. Es un hombre. Tal es la palabra. Cercado por el drama de la creación, su obra
está cincelada entre las pausas que le da su beligerancia política.
Orrego tiene almacenada en su espíritu la inspiración de un dolor universal tallado en
el destino promisor del continente americano. Cuando el tono agudo de su inteligencia
reposa en el peldaño de un instante propicio, salta como un resorte, el sonido y la idea
apretados en su alma y nos da el quilate más fino de su personalidad. Así nos brindó
Pueblo-Continente, texto de belleza y de profundidad humana que ha tenido la virtud de
tocar el diapasón dorado de la juventud de América.

20
Diario La Tribuna, 14 de setiembre de 1947.
La insurgencia del Norte
El maestro tiene una credencial: su voz mayor en el movimiento literario, filosófico y
político de Trujillo que hasta hoy sigue piloteando el rumbo del espíritu en nuestro país. El
reportaje se abre sobre este gratísimo tema.
El movimiento de Trujillo insurgió el año 1914 –nos dice– como un anhelo de total
renovación espiritual en la juventud del Norte. Fue la generación que recogió en el Perú la
pulsación histórica que trajo la guerra del 14, primera etapa de la vasta revolución mundial
que ha tenido su remate culminante en la última guerra. Su primera característica –agrega–
fue su anticolonialismo espiritual. Fue el primer movimiento intelectual de un grupo juvenil 100
perfectamente coordinado contra el espíritu de la colonia. Antes habían surgido casos
aislados, como Manuel González Prada, por ejemplo, pero por primera vez insurgía una
generación anticolonialista en la literatura, en la filosofía, en la pintura, en la poesía,
etcétera, que desarrolla un pensamiento y una acción definidos, precisos, orgánicos,
disciplinados, radicalmente diferentes a la acción y al pensamiento esporádicos.

Indoamericanismo radical y fundamental

Le solicitamos al pensador que nos precise otra de las características del movimiento de
Trujillo.
Su americanismo –nos responde–, o mejor dicho, su indoamericanismo fundamental,
que consistió en la revalidación de los valores intelectuales del continente, no en el sentido
de un indigenismo sepulcral, sino en el sentido de un indigenismo actual, contemporáneo,
enraizado profundamente en el espíritu original de la nueva América. No América como
tumba, o como sentido arqueológico, sino como cuna. No América como losa funeraria,
sino América como impulso y aliento de porvenir. Desde la conquista, el continente
comienza una nueva infancia que tiene como vasto telón de fondo un pasado milenario y
que por consiguiente tiene también un prodigioso destino, tal vez el más prodigioso destino
que hasta hoy haya contemplado la historia humana. Indoamericanismo fundamental y
radica es la esencia de este movimiento juvenil.

Presencia de Macedonio de la Torre


La obra la tenemos al alcance de la mano y de la admiración. Un bello cuadro de
Macedonio de la Torre nos distrae la charla por breves minutos. Fruto de ese movimiento
que mantiene en ebullición al pueblo peruano, el cuadro del pintor trujillano merece el
elogio de Antenor Orrego; nada de anecdótico en el paisaje costeño; nada de temática
tendenciosa, pero ¡qué acierto y qué pureza de color y de línea! Dejamos al cuadro colgado
en la pared y en el recuerdo.
En el movimiento de Trujillo –continúa– son creadores mayúsculos: César Vallejo y
Alcides Spelucín en la poesía; Víctor Raúl Haya de la Torre en la política; Carlos Manuel
Cox y Manuel Vásquez Díaz en la economía; Ciro Alegría en la novela; Macedonio de la
Torre y Julio Esquerre en la pintura; Daniel Hoyle en la música. En la filosofía de la
historia y la crítica literaria intervino modestamente mi persona.
La quiebra de la torre de marfil
Mi generación –dice luego– se acercó a los dolores y al espíritu del pueblo, y ahora vive y
se inspira en el mismo. Es la negación completa de la camarilla literaria al uso limeño. Es
la quiebra de la torre de marfil, del señoritismo literario y empingorotado, del cenáculo
aristocrático del arte por el arte, de la poesía pura, de la bohemia y de los “manifiestos” de
cantina, del enmasculamiento miedoso, cobarde y traficante que se refugiaba y que se
refugia aún en las redacciones de los grandes periódicos reaccionarios. Esta generación,
constituida por varias promociones, no reconoce sino como precursor o padre espiritual a
Manuel González Prada.
101
El testimonio de Amauta
En seguida, Antenor Orrego nos declara que el espíritu del movimiento no se circunscribió
a Trujillo. Es evidente, porque pronto se extendió a todos los departamentos del Norte,
tuvo amplia repercusión en el Sur y después llegó a Lima, donde lo recogió íntegramente
José Carlos Mariátegui. Prueba de esta afirmación es que la revista Amauta, en sus valores
intelectuales más salientes, se alimentó con la producción literaria, filosófica y artística de
la generación del Norte.

Los nuevos
–¿Qué opina de las nuevas generaciones?
–Me complace constatar que las últimas generaciones espirituales recogen,
continúan, y es necesario que superen con nuevos valores originales este gran movimiento
del Norte. La obra de los últimos tales como Mario Florián, Gustavo Valcárcel, Luis
Carnero Checa, Eduardo Jibaja, Guillermo Carnero Hoke, Ricardo Tello, Julio Garrido
Malaver y otros, continúa a mi juicio la estética de Vallejo y Spelucín, el pensamiento
político de Haya de la Torre y, en general, las características que he señalado del
movimiento que se inicia en Trujillo.

La obra
Luego, los protagonistas ausentes en el diálogo: los libros.
Hacia 1918 publico mi primer libro juvenil Notas marginales. Desde el año 1914
hago intensa vida periodística, y algunos años después publico el Monólogo eterno, libro
de aforística, estética y filosofía. Años después Pueblo-Continente, editado en Chile, cuya
segunda edición se hará probablemente en los meses venideros en Buenos Aires. Los
manuscritos de dos libros, Helios y Panoramas, son destruidos por las brigadas políticas
durante la persecución. Tengo listo para la publicación Discriminaciones, ensayos de
índole estética, literaria y filosófica. También tengo listo lo que considero mi libro
fundamental La reconstitución de un mundo, que continúa el planteamiento de los
problemas que apunto en Pueblo-Continente. También tengo en preparación Política y
democracia indoamericana, conjunto de ensayos sobre la realidad de nuestro continente, y
un libro de orientación espiritual para la juventud.
Nos despedimos llevándonos la última palabra como muestra de que hemos
charlado con uno de los hombres que está definiendo el sentido espiritual del mensaje
indoamericano.

OPINA SOBRE EL APRA Y DEFINE LAS DISCREPANCIAS


DENTRO DE LA UNIDAD DE SU PARTIDO21

El intenso trabajo que, el Partido del Pueblo, tiene sometido a Antenor Orrego, casi frustra
esta entrevista. En efecto, aunque aparentemente, el líder liberteño, está pletórico de salud, 102
parece que las duras jornadas que ha capitaneado, a partir de julio, le exigen un descanso.
Orgulloso de sus noches de vigilia, de su peregrinaje, del poder de persuasión que
tuvo que emplear antes de las elecciones; de sus actuales tareas en la reorganización del
partido; hay, sin embargo, cierto tono de melancólica añoranza, cuando piensa que, dentro
de un tiempo, podrá, otra vez, reintegrarse a sus ocupaciones habituales. A reiniciar sus
artículos para revistas extranjeras ahora obligadamente retrasados, a revisar los originales
de los libros que tiene listos para ingresar a la prensa.
Conversamos con Orrego, en el salón de una casa solariega de Trujillo. Escuchamos
su parsimonioso hablar, sus respuestas, siempre meditadas. Da la impresión de que es
enemigo de todo lo que significa vehemencia e improvisación. Y, también, apreciamos que
estaba agotado. Casi, diríamos, al borde del surmenage.
Por eso fuimos breves. Conseguimos nuestro objetivo, le entregamos un pliego de
preguntas. Porque una entrevista política a diferencia de las de otra laya es simplemente
eso: preguntas. Pero interrogaciones, en muchos casos indiscretas, que satisfagan los temas
que el lector común desea conocer. En política, una palabra más o una palabra menos
puede variar sustantivamente una respuesta. Por ello hay que publicarlas, textualmente.
Como se las ofrecemos a los lectores.
Antenor Orrego, estudió primaria y media en el Seminario de San Carlos y San
Marcelo, aquí en Trujillo. También los dos años de letras y cursos completos en la Facultad
de Ciencias Políticas y Administrativas y en la Facultad de Jurisprudencia, en la casa de
Bolívar.
Fueron compañeros de estudios de nuestro entrevistado: Víctor Raúl y Agustín Haya
de la Torre, Alcides Spelucín, el pintor Macedonio de la Torre, etc.
Como político organizó el primer comité aprista del país, aquí en Trujillo, poco antes
de que se organizara en Lima, siendo el primer Secretario regional del Norte.
Posteriormente desempeñó muchos cargos, entre ellos en 1949, la Secretaría del Comité
Nacional de Acción en Lima.
Como periodista, fue jefe de redacción del diario La Reforma en 1915. Luego dirigió
el diario Libertad. En 1923 fundó con Alcides Spelucín el diario El Norte, que aglutinó a su
alrededor a una élite intelectual conocida como Grupo Trujillo. Surgieron los poetas César
Vallejo, Alcides Spelucín, Oscar Imaña.
Como intelectual prologó en 1922 el famoso libro de César Vallejo Trilce y La Nave
Dorada de Alcides Spelucín. En ese mismo año publicó su primer libro Notas Marginales.

21
Entrevista hecha por el periodista Jorge Moral. Fue publicada en la revista Figuras, Año II, N° 11, febrero
de 1957.
Posteriormente El Monólogo Eterno y Pueblo Continente.
Actualmente, tiene listos para la impresión Memorial del Tiempo en que relata su
encuentro con César Vallejo, Discriminaciones y, Hacia un humanismo Americano y
Estudios Políticos.
Colabora, actualmente, en Cuadernos Americanos de México y Cuadernos de París.
En 1945 fue elegido senador por La Libertad. En 1930 designado delegado de los
departamentos del Norte para integrar la Junta de Gobierno que presidió Samanez Ocampo.
Y en 1946, tuvo la más discutida situación en su carrera: Fue elegido rector de la
Universidad de Trujillo. Esto le valió fuertes ataques de sus opositores que lo calificaron de
rector honoris causa, por carecer de título académico. He aquí el texto de la entrevista:
103
¿A qué obedece su viaje al departamento?
–Mi viaje al departamento obedece a una directiva emanada del Comité Ejecutivo Nacional
que ha dispuesto la reorganización total del partido en la República.

¿Puede señalar en qué consisten las “discrepancias democráticas dentro de la unidad” a


que se han referido algunos dirigentes trujillanos?
–Las discrepancias en una organización humana de viviente trayectoria histórica son
naturales y saludables, porque ningún conjunto humano debe ni puede eliminarlas.
Pretender hacerlo sería no sólo imposible sino también absurdo y perjudicial, porque
quedarían eliminada también la iniciativa, la libertad de cada individuo, que es,
precisamente, la fuente de toda faena creadora y original en el mundo. Las Instituciones no
son un rebaño, ni un hato irresponsable y gregario de autómatas.
Empero, las discrepancias en un partido político, en cualquier organismo colegiado
qué persigue fines sociales concretos, debe terminar desde el momento en que se llega a
una decisión por mayoría. Cuando la discrepancia intenta proyectarse fuera de este límite,
se convierte en una traición latente que rompe la unidad del organismo, el cual requiere de
todas sus fuerzas coordinadas para el logro de sus fines, ideales, doctrinarios y
programáticos de gobierno en beneficio del país. Es, entonces, que debe recaer sobre el
culpable o culpables las sanciones disciplinarias correspondientes para evitar la
anarquización de cualquier organismo institucional que sea.

¿A qué obedece la reorganización que está efectuando su partido?


–El objetivo principal de la reorganización obedece a la preparación adecuada del Congreso
Nacional que se reunirá próximamente en Lima. Este reajuste de los cuadros directivos del
partido aspira a lograr un completo respaldo de las masas militantes desde sus bases, es
decir, desde los distritos y caseríos en cada provincia. Los comités anteriores habían sido
casi improvisados en la clandestinidad e integrados, sucesivamente, a medida que las
circunstancias de la lucha política lo requería, y adolecían, por eso, de una sólida
sustentación y de cierta dislocación en el desenvolvimiento de sus diversas actividades que
era urgente remediar para obtener una mayor e inmediata eficacia práctica en nuestras filas.

En su concepto, ¿a qué se debe la escasez de líderes capacitados en un departamento con


fuerte porcentaje de votos apristas?
–En mi concepto, la escasez de líderes capacitados en el departamento no es tanta como se
cree. Aquí hay dirigentes muy capaces y experimentados en todas las actividades
partidarias. Mi reciente gira a la provincia de Pacasmayo ha sido para mí de una evidencia
indiscutible en este aspecto.
Pero sí es menester subrayar que las últimas promociones de jóvenes apristas no han
tenido acceso fácil, ni un contacto próximo y asiduo con la doctrina, las enseñanzas y
experiencias del partido, acumuladas a lo largo de cinco lustros de lucha, a causa de la
represión sin cuartel de la última dictadura. Los libros mismos en que se expone la doctrina
y el pensamiento del partido estaban soterrados y era imposible obtenerlos.

¿Es cierto que en la huelga de Cartavio ha habido injerencia aprista con fines políticos?
–El mismo día que llegué de Lima me encontré con un conflicto obrero en Cartavio que fue
rápida y fácilmente solucionado. Puedo asegurar que no hubo ninguna injerencia aprista en
el estallido de este conflicto porque nosotros estamos interesados, tanto como el mismo 104
Gobierno, en mantener un clima de paz social que permita consolidar un régimen
democrático, que elimine para siempre los golpes de Estado, que tanto daño han producido
en la vida del país a lo largo de más de un siglo en que predominó la usurpación facciosa
del poder público. Necesitamos consolidar nuestra democracia naciente, porque sin ella no
hay convivencia jurídica posible, sino opresión sistematizada de un grupo o de grupos
reducidos, por medio de instrumentos policiales represivos, ya demasiado conocidos. Esta
es la razón fundamental que ha originado todas nuestras tremendas crisis políticas que han
sido, en último término, crisis de orden constitucional. Tan cierto es esto, que cuando el
comando del partido pronunció la palabra “convivencia”, este vocablo tuvo casi un efecto
mágico, diríamos, porque agrupó, de inmediato, a todas las fuerzas políticas del país en un
solo frente de acción democrática.

¿Qué puestos políticos solicitarán al Gobierno en este departamento?


–El partido no solicita puestos políticos. Lo que existe es un entendimiento de leal
colaboración entre el actual gobierno y el partido, para la designación, en algunos lugares,
de autoridades que respondan adecuadamente a los intereses, deseos y aspiraciones de los
pueblos. El partido no ha solicitado a gobierno alguno puestos políticos, los que ocupó
fueron conquistados por voto popular.

¿Podría señalarnos qué nombres se barajan para esos cargos?


–Ignoro qué nombres se están barajando para los “puestos políticos” a los que usted se
refiere.

¿Cuándo cree que se realizarán las elecciones municipales? ¿Concurrirán a ellas


independientemente como partido o irán en alianzas o grupos?
–La respuesta a esta pregunta está condicionada a los dispositivos que señale la próxima
ley de elecciones municipales, cuyo anteproyecto se está contexturando en el seno de la
comisión especial designada por el Ejecutivo. Si los apristas concurriremos a esas
elecciones independientemente o de acuerdo con otros grupos, debe resolverlo el próximo
Congreso Nacional del partido, al que ya me he referido anteriormente. Como opinión
meramente personal, puedo adelantar que el partido incluirá en sus listas a todos los
hombres de prestigio moral indiscutible y que sean capaces de desarrollar una labor
proficua en beneficio del pueblo, sin discriminar su filiación política o doctrinaria. Es el
sentido de la convivencia proclamada por el Comando Nacional Aprista desde el primer
momento.
¿Qué actitud adoptarían con los parlamentarios elegidos con votos apristas que se
apartaran, visiblemente, de la línea del partido?
–Su pregunta es demasiado amplia y envuelve, por lo tanto, múltiples implicaciones que
sería difícil precisarlas en la simple respuesta de un reportaje, que tiene necesariamente que
ser breve.

¿Quién cree usted que debe ser rector de la universidad? ¿Volvería usted a postular? ¿No
cree que es indispensable tener título académico?
–Me parece muy prematuro responder desde hoy a esta pregunta. Entiendo que el mandato
del actual rector expira todavía, si estoy bien informado, dentro de dos años o poco menos.
Lo que sí debo recalcar es que yo no he postulado nunca ni postularé, tampoco, en lo 105
sucesivo, a ningún cargo. Los apristas no postulamos, sólo cumplimos un mandato. Cuando
en 1946 fui al rectorado de esta universidad, contra mi voluntad personal, acepté el
mandato del claustro de maestros, que me designó casi por unanimidad, pues sólo dos o tres
catedráticos, si mal no recuerdo, estuvieron en discrepancia; el mandato, también, de la
gran mayoría de estudiantes que reclamaron mi presencia; y el pedido del pueblo mismo de
Trujillo que en memorables comicios multitudinarios me reclamó frente a la universidad.
No solicité entonces ningún voto de catedrático alguno, ni la adhesión de ningún alumno.
Repito, yo no postulo ni postularé jamás para ningún cargo. Voy donde debo cumplir un
mandato.
Los títulos académicos suelen ser muy frecuentemente verdaderas patentes de corso
para justificar la presencia en los cargos de nulidades evidentes o de mediocridades
indiscutibles. Esta es una enseñanza casi milenaria que surge de la historia. Me reservo, sin
embargo, el derecho de opinar oportunamente sobre este asunto tan interesante.

¿Cuándo vendrá Haya de la Torre al Perú?


–Ignoro la fecha en que pueda venir Víctor Raúl Haya de la Torre al Perú.

¿Qué porcentaje de apristas cree que hay en el departamento?


–Creo, después de las experiencias de las últimas elecciones y de las que han surgido de
mis últimas visitas, que en el departamento de La Libertad el Aprismo ha alcanzado un 90
por ciento entre el pueblo y la juventud actuales.

EL FILÓSOFO DEL APRA REAFIRMA


LA POSICIÓN DE SUS IDEALES

AMÉRICA ES EL CONTINENTE
DE LAS GRANDES ESPERANZAS22

Entrevista por Francisco Paredes Santolalla

22
Publicado en la revista Cartel, Lima 1957, p. 4. N. del E.
Antenor Orrego enfoca problemas

La personalidad de Antenor Orrego es polifacética, fecunda. Es ampliamente conocida.


Avisor y prologuista exacto de poetas intensos como César Vallejo y Julio Garrido
Malaver. Parlamentario, ensayista, crítico, filósofo, autor del libro Pueblo Continente y
gran ciudadano. Preso muchas veces y por muchos años por defender los ideales
revolucionarios del Aprismo. Tal es en apretada síntesis el maestro Orrego.
La entrevista se realiza en las oficinas del diario La Tribuna, del que es director.
Queremos saber lo que piensa acerca de la unión de Siria y Egipto, de la Reforma
Universitaria problema palpitante del país sobre la “política de convivencia” y las
106
sugerentes caídas de los déspotas en Indoamérica.

Los pueblos continentes


Es la tendencia de los pueblos de la misma raíz histórica que tienden a formar bloques
unitarios por imperativo de su tradición cultural, religiosa, económica y política. Tal el
ejemplo de los Estados Unidos, Rusia, India, China y hoy los países de Siria y Egipto que
van a conformar un poderoso Estado Árabe. Más adelante, dice, que los pueblos modernos
no pueden reducirse a pequeñas unidades geográficas y tienen que renunciar a sus
soberanías pequeñas para llegar a la “soberanía continental”.
Seguidamente el maestro afirma, refiriéndose a los países indoamericanos, que las
divisiones estatales, no son sino convencionales, artificiales, que lo ideal es llegar a la vasta
unidad. Puntualiza que el “Mercado Común Latinoamericano” es la antecámara de la gran
coordinación política del pueblo-continente de mañana.

Un bello ejemplo
Al requerir su opinión sobre el expresidente de Siria, Shukri al-Quwatli que acaba de
despojarse del poder por mutuo consenso, para dar paso a la fusión de los pueblos egipcio y
sirio en la novísima República Árabe Unida, contesta que es uno de los más bellos
ejemplos que debe ser tomado en cuenta en nuestros países.

Sustancialidad del movimiento universitario


La palabra “reforma” puntualiza Orrego, me parece que no expresa el sentido radical del
movimiento universitario. Empero, agrega, que la primera pregunta que se deben hacer
nuestros alumnos, es “qué tipo de universidad debe hacerse y qué tipo de hombre va a
formarse”. Si no se responde a estos dos planteamientos de manera clara y precisa –
repone– no se arribará a ningún terreno realista y práctico en el debate de otros aspectos de
la universidad moderna.
Seguidamente el maestro, dice, que las bases de la futura universidad, deben surgir de
la entraña del pueblo mismo, más no una universidad simplemente copiada del extranjero.
Tiene que ser nueva –señala–, transformada desde sus raíces para que se constituya en foco
de activa indagación de la realidad latinoamericana. Subraya asimismo que la razón del
concepto último, es obvia, por cuanto nuestros países responden a una realidad única, que
están creando una cultura original y propia que debe incorporarse al acervo universal.
Afirma también Orrego que se deben traer profesores extranjeros y métodos nuevos
para que nos ayuden a esclarecer nuestra propia realidad, pero partiendo directamente de
las condiciones psicológicas e históricas de nuestros pueblos. Enfatiza, asimismo, que la
nueva universidad debe dar al estudiante, una amplísima base humanista que le imparta un
conocimiento universal del mundo sin descuidar la capacitación profesional, de
especialidad o técnica.
En lo que respecta al “cogobierno”, afirma que debe existir, porque la eficacia de la
intervención de los alumnos en la universidad, quedó demostrada en la aplicación del
estatuto de 1946 y consiguientemente en otros países latinoamericanos en donde se aplicó
con gran fruto. Afirma, de igual manera, que las “cátedras libres y paralelas” imponen
capacidad científica y pedagógica de los maestros, para que de esta suerte la universidad 107
quede libre de camarillas oligárquicas y académicas.

Madurez política
En lo que respecta a la “convivencia política” que ya se ha elevado al plano de doctrina
jurídica, nos responde, que es el primer signo de madurez política que ha surgido en esta
etapa. No tiene plenitud aún, pero es el comienzo, agrega.

Fin de los déspotas


Como pregunta final de nuestro cuestionario le pedimos su opinión y qué le sugieren las
sucesivas caídas de los déspotas en Indoamérica. Contesta que por fin, en nuestros pueblos
se van imponiendo los sistemas democráticos, y que es revelador, ya que con el tiempo,
nuestros pueblos van a vivir un estado jurídico y civilizado tan necesario para el
desenvolvimiento de nuestros países termina afirmando el maestro Antenor Orrego.
ANTENOR ORREGO:
AMAUTA Y PROFETA
INDOAMERICANO 108

EDITORIAL

El Círculo de Estudios Jurídicos Políticos Antenor Orrego Espinoza de la Universidad


Nacional de Trujillo herederos del pensamiento filosófico, humanista e integracionista,
rinde homenaje a quien es maestro y exrector de nuestra universidad, el filósofo
combatiente, doctor Antenor Orrego Espinoza.
En el 16° Aniversario de su fallecimiento, nuestro Círculo de Estudios, mantiene viva
la flama de la evocación y del recuerdo, nutriéndonos con la savia invisible de sus
mensajes ejemplarizadores.
Antenor Orrego Espinoza es uno de los hombres que más ha contribuido a forjar en
su “pueblo-continente” una comunión de espíritus; tenía el alma limpia, abierta y generosa.
Por eso fue posible su invicto magisterio sobre hombres de todas las edades; ellos lo
tuvieron como compañero de lucha y de dolor.
Animador de varias generaciones, fundador y líder del PAP, al cual dio lo mejor de
su vida y de su obra. Antenor Orrego fue llamado por el pueblo “El Amauta”. Su vida de
lucha y su indesmayable vocación revolucionaria lo ungieron al pináculo del respeto y la
admiración multitudinaria. Su selecto y recio espíritu, su tenaz labor intelectual, su aporte a
la renovación de ideas y de la literatura en el Perú lo encumbraron en todos los círculos
intelectuales del país y del continente.
Antenor Orrego encarnó toda una época del pensamiento y la acción revolucionaria.
La visión del genio poético de Vallejo y del pueblo-continente, su adhesión a las luchas
auténticamente revolucionarias del pueblo oprimido, lo consagran históricamente y lo
hacen llegar gloriosamente a la inmortalidad.
Nuestra revista tiene como nombre Horas de Lucha frase imperativa, dinámica,
suscitadora, de acción positiva en estas circunstancias de grave crisis, fundamentalmente
moral, por las que atravesamos los peruanos en general. Aparece nuestro primer número en
Trujillo, testigo del nacimiento de muchos hombres ilustres y testigo también de heroicas
gestas, motivo por el cual es llamado con justa razón: Trujillo, ciudad heroica.
Horas de Lucha sostendrá el fervor y la constancia combativa de nuestra obra, puesta
al servicio de la juventud estudiosa y de la comunidad peruana por sus irrenunciables
aspiraciones auténticamente revolucionarias. Esperamos pueblo peruano hacernos
merecedores de tu preferencia, teniéndote en cada número como nuestro lector y a manera
de saludo podemos decirte: “No devores libros, lee y aplica sus conocimientos”; “Si sabes
algo enseña. Si ignoras algo aprende”. Más siempre recuerda que “A nosotros no se nos
enseña a claudicar ni a ser cobardes; sino a razonar y a ser hombres de verdad”.
Por ello los jóvenes tenemos que dejar de lado las frivolidades y el comportamiento 109
simplista, para tomar nuestro puesto de lucha e incorporarnos a la legión de héroes
anónimos que rediman, indefectiblemente a nuestro casi muerto Perú. Y la reanimación
moral, así mismo la económica, cultural, política y social, constituirá nuestra victoria
popular y continental.

Plegaria
Para ser dicha el día de su tránsito y para ser llevada, junto a su pecho, en el ataúd, Antenor
Orrego escribió esta plegaria, testimonio emocionante de su fe, que fue entregada a su
esposa

Desde todos los evos oscuros de la eternidad,


Dios está descendiendo sobre mí.
Soy el vértice supremo de las fuerzas
esenciales que se actualizan en mi carne.
Soy el punto neutro en que el ave
reposa y se apresta para el vuelo.
Soy el hijo eterno del Padre Eterno.
¡Grande espíritu del mundo, acompáñame
en mi camino de Dios hacia Dios!

ORREGO, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE TRUJILLO

Orrego, como senador de la República formó parte de la Comisión Interparlamentaria que


redactó el estatuto universitario de 1946.
Al ponerse éste en ejecución, el estudiantado y el profesorado de la Universidad de
La Libertad le ungieron rector.
Durante los tres años de su rectorado, el más brillante que se recuerda en los anales de
la institución, fue adquirido el terreno donde empezó a construirse la Ciudad Universitaria,
por donativo del acaudalado trujillano don Vicente Gonzales Orbegoso Moncada; se ideó la
creación de la Facultad de Medicina, para lo cual se contrató los servicios del eminente
médico e investigador peruano, de la Universidad de Chicago, doctor Eleazar Guzmán
Barrón; se otorgaron numerosas becas a profesores y estudiantes para que se perfeccionaran
en el extranjero; se creó el instituto encargado de observar y restaurar los monumentos
arqueológicos de Chan Chan; realizó una extensa labor de extensión universitaria; creó
nuevas cátedras; dio carácter facultativo a los departamentos de Química, Educación y
Ciencias Económicas y, en suma, elevó ostensiblemente el nivel de los estudios y el
prestigio de la casa de estudios que fundara el libertador Simón Bolívar.

AMAUTA ORREGO: 110


VIDA Y OBRA PARA EL PUEBLO PERUANO

Por: Andrés Townsend E.


Una inteligencia lúcida y profunda, interesada en las verdades esenciales; un corazón
colmado de generosa y viril ternura, que a nadie suyo escatimar; una actitud inabdicable de
apóstol al servicio de la causa de pueblo, hicieron de Antenor Orrego Espinoza, fallecido
ayer, cifra y compendio de aptitudes humanas extraordinarias, y valor nacional, cuya
pérdida habrá de ser llorada por todos los peruanos sin banderías ni facciones, como vacío
irreparable de nuestra presencia en el mundo de las ideas y las letras.
Venía Orrego de una familia arraigada, de antiguo, en la sierra del norte del Perú y
cuya estirpe vasca se revelaba en los claros ojos de Antenor y en su tez rosada. Nació en el
andino ambiente de la Hacienda Montán, el 22 de mayo de 1892, pero desde muy niño le
llevaron a Trujillo. Por adopción, por temperamento, por afinidad y cariño, Antenor Orrego
se convirtió en
un hijo
auténtico de la
ciudad hidalga
y quijotesca, a
cuya dialéctica
continuidad
revolucionaria
él supo prestar
un contingente
precursor y
decisivo. Cursó
en el colegio
Andrés Townsend Ezcurra (23 de marzo de 1915 - 31 de julio de 1994) fue un del Seminario
abogado, novelista y político peruano, miembro del Partido Aprista Peruano, fue de San Carlos
íntimo amigo de Víctor Raúl Haya de la Torre. El 7 de diciembre de 1964 fundó el y San Marcelo
Parlamento Latinoamericano en Lima. sus estudios
primarios y
secundarios. Los superiores, en la Universidad de La Libertad.
Antenor Orrego fue, desde temprano, un punto focal de irradiación de inquietudes.
En 1914, se fundó, alrededor de su persona, el Grupo Trujillo, integrado por espíritus
juveniles penetrados de un profundo afán de renovación en las letras y en la actitud cívica
y humana. Fue el Grupo Trujillo un plantel de varones ejemplares, entre los cuales habrían
de brillar, con luces propias que Antenor Orrego fue el primero en advertir, el lírico y vital,
César Vallejo y el adolescente de vocación revolucionaria que fue Haya de la Torre. Lector
de clásicos y modernos, fino analista y gustador tanto de lo consagrado como de lo exótico,
Orrego perfiló, desde entonces, su hondura de pensador y su aptitud de maestro. Gracias a
su magisterio, de socrática informalidad y eficiencia, un grupo entero de hombres de
excepción, obtuvo precozmente, y en la lejanía provinciana, una visión de alcances
universales. Pocas personas en la historia intelectual del Perú han tenido como Orrego
tamañas virtudes de suscitador.
Pero Antenor Orrego no era hombre hecho para la prédica claustral. Espíritu 111
generoso, alma grande, se identificó desde sus años mozos con las inquietudes y
sufrimientos del hombre del pueblo. Se negó, quien podía haberlo hecho con título
intransferible y dignísimo, a habitar la torre de marfil de los estetas y corrió al llano, a
juntar su voz, su brazo y su corazón a los del trabajador de la caña. Así se le vio entre los
directores de las huelgas del Valle de Chicama, en 1918-1921, que fueron de las primeras y
más gloriosas de la historia altiva del proletariado de La Libertad. Era entonces como la
encarnación de una protesta, la de Trujillo, ciudad asfixiada por el verde cerco de un
cañaveral que le arrebató su riqueza y que, a través de un puerto propio, pobló de silencios
y pobrezas las que fuera opulenta capital del norte del Perú. En 1921 Orrego fue
condenado por la injusticia con su primera prisión político-social. Siete veces más a lo
largo de su batalladora vida (en 1928, 1929, 1932, 1934, 1935 y 1950) este suave profeta
de América habría de verse condenado al diálogo interminable con las rejas y los muros de
una cárcel.
Hermano mayor de una generación profundamente renovadora y revolucionaria,
Antenor Orrego la dirigió en la zona norteña a través de La Semana, de La Reforma, de La
Libertad y, en particular, de El Norte, diario de singular dignidad literaria y tipográfica
que, durante años, fue una de las tribunas más genuinas del pensamiento antiimperialista y
antifeudal del Perú. Desde su retiro trujillano, Orrego contribuyó a Amauta de Mariátegui
con ensayos definidores. Pero acaso su mayor galardón de aquella época haya sido
descubrir el genio inédito de Cesar Vallejo y anunciar con una exclamación memorable de
gozo, el alumbramiento de Trilce y su hermético mensaje.
En 1931 cabildos populares le nombraron para representar al Norte del Perú en la
Junta de gobierno de Samanez Ocampo. Pero en Lima designaron a un rico hacendado en
su lugar. Desde la aparición del APRA, en 1924, Orrego era uno de los líderes más
autorizados, y supo contribuir con significativos aportes, a su orientación y a sus doctrinas.
Como secretario regional del Norte del Partido Aprista, como dirigente del Comité de La
Libertad, como miembro del Comité Ejecutivo Nacional y secretario del Comando de
Acción en la clandestinidad, Antenor Orrego demostró eximias calidades de militante y
líder. Ellas le valieron las prisiones que hemos enumerado y cuya suma de meses, le robó a
Antenor largos años de vida libre. Conoció el Real Felipe, la Intendencia, el Sexto y el
Frontón. Fue maestro de las Universidades Populares del presidio y redactor de La Tribuna
clandestina.
Electo senador por La Libertad en 1945 fue uno de los miembros más sabios y
ponderados de aquella Cámara. La Reforma Universitaria de Trujillo se encarnó muy
naturalmente en Orrego al ser elegido rector de la casa fundada por Bolívar. No hay
memoria en el claustro trujillano de una gestión más fecunda en las realizaciones y en
iniciativas que la de Antenor Orrego de 1946 a 1948, año en que el manotazo de la
usurpación le quitó su investidura. Del rectorado y de la curul, volvió a las catacumbas, al
trabajo heroico de la ilegalidad. Asilado Víctor Raúl Haya de la Torre en 1949, los
documentos del Partido del Pueblo en aquellos años de dictadura, llevan el sello elegante y
emotivo de la prosa de Antenor. A su cargo estuvo La Tribuna desde julio de 1957 a abril
de 1958.
Acaso la dimensión en que este claro varón de Trujillo habrá de quedar con más
permanencia en nuestra historia haya de ser la de su obra filosófica. Orrego fue en nuestro
país lo que Vasconcelos en México en la época creadora de su Indología y de su Raza
cósmica: un descubridor y un intérprete del alma americana. Vivió Antenor
constantemente inclinado sobre el ancho torso de América para auscultar su latido 112
profundo y entender y filiar las vibraciones de su espíritu. Era un creyente fervoroso en la
autenticidad indoamericana y gozaba anotando los signos de nuestra independencia y
nuestra madurez espiritual. Alzándose sobre lo lugareño y episódico, entendió a la manera
de José Martí, que el mundo americano era esencialmente uno, y adelantándose a las
concepciones universalistas, que en la teoría y en la práctica, ponderan hoy la efectividad y
trascendencia de las unidades regionales, Antenor Orrego dio el nombre insustituible de
“Pueblo-Continente” a nuestra América. El libro de ensayos, que lleva este nombre
(editado por primera vez en Chile en 1939), hace de Orrego un precursor genial de la
moderna semántica política y de la nueva historiografía mundial.
Menudo, canoso, suave de manos y de voz, de ancha frente que en sus años maduros
extremaron profundas entradas, sus ojos verdes miraban con bondadosa franqueza, de
pronto subrayada, por el plegarse malicioso de una sonrisa cordial. Cruzó toda su vida por
una hirviente senda de pasiones sin que el alma se le recalentara nunca al fuego
esterilizante del rencor. Estilista de singular riqueza y elegancia, ha dejado páginas de
antología. Nació para pensador y vivió como combatiente, leal a su pueblo y a su América.
Aprendió la lección de los iluminados de Asia y de los filósofos de Europa y porfió por
aprisionar un fragmento de esa eternidad que ayer lo ha reclamado por entero. Hombre
bueno, leal y sabio, ha muerto como vivió; con sencillez, con dignidad y en decorosa
pobreza. Habremos de enterrarlo como quería el pueblo: en olor de multitud.

La Tribuna, 18 de julio de 1960.

ELAMAUTA DESCANSA

Por: Nicanor Mujica


Esta página editorial, que tantas veces se enjoyó con el magistral pensamiento de Antenor
Orrego, ahora se siente ajada y vacía sin el temblor de su pluma. Nuestro luto no es formal:
es profundo. Desaparece con el Amauta Orrego una de las figuras cimeras del pensamiento
filosófico indoamericano y universitario del Aprismo que en la lozanía de su avanzada
madurez daba en cada discurso y en cada uno de sus vigorosos artículos y ensayos una
sensación extraordinaria de frescura y de poder creador.
Los que nos iniciamos en el Aprismo en las horas aurorales de los treinta,
encontramos ya en el gran movimiento de las masas peruanas, la gravitación de la
gigantesca sombra de pensador de Orrego, cuyo peso se acrecienta cuando se piensa que
Orrego fue también un hombre de acción.
Amigo de Haya de la Torre, de Alcides
Spelucín, hermano, y en cierta forma mentor
intelectual de ambos, antes que fueran apristas,
en su diálogo eterno –como el que él glosara en
famosas páginas– forjaron juntos la ideología
salvadora de los pueblos latinoamericanos.
Amauta en su caso, equivale, asimismo, a 113
precursor. Porque conocedor profundo de las
esencias americanas, sabía cuál era el camino a
seguir. Así como su diagnóstico sociopolítico
fue exacto, así acertó también con toques
divinos señalando premonitoriamente a César
Vallejo, cuando éste era un desconocido en el
Nicanor Mujica Álvarez-Calderón (1913 - 2003) mundo de las letras.
fue un político y embajador peruano. Desde
Pero el gran cajamarquino de
1931 militó en el APRA, fue dirigente juvenil y
encargado de conservar el Manuscrito de El
nacimiento y liberteño de adopción y vida, no
Antiimperialismo y el Apra, una obra de Víctor fue solamente el pensador que rompe los
Raúl Haya de la Torre. signos oscuros de los tiempos y los
transforman en claro alfabeto. Si vivió
plenamente el mundo de un renacimiento intelectual sin par, cuál fue el que protagonizó el
Grupo de Trujillo, en los años a caballo del 20, cuando sonó a rebato la campana histórica
de la lucha, supo abandonar las galas de la inteligencia pura, para adentrarse, a pie
descalzo, por los senderos pedregosos transitados por el sufrido pueblo.
Afiliado al Partido, cuya ideología contribuyó a forjar, entró de lleno en el fragor de
la sangre. A la hora de las elecciones de 1931, tuvo el gesto patricio de quedarse atrás, sin
postular representación, dejando a los más jóvenes la tarea de ir a la Constituyente. Antes
de esa fecha, al frente de El Norte, había apoyado radicalmente las grandes huelgas de los
valles azucareros, apretados ya por la garra imperialista. Sufrió los sinsabores de la
persecución durante el oncenio. Pero ello fue poca cosa en relación con lo que debía
padecer durante la larga época de martirio que sufriera el Partido del Pueblo en la carne de
sus mejores hombres. Arrojado a los aljibes del Real Felipe, era allí como un profeta
bíblico predicando serenamente, bajo las sombrías y salitrosas bóvedas. Muchos recuerdan
aún esas maravillosas conversaciones socráticas en las que la flama de su ánima alumbraba
el rincón siniestro. También estuvo relegado en las guaneras de Chincha. Los obreros que
compartieron su cautiverio templaron su cerebro al contacto de este preclaro pensamiento.
La Gran Clandestinidad de 1934 a 1945 lo encontró en su puesto. Inspirador director y
padre fraterno del mártir Manuel Arévalo, estuvo con él, codo a codo, en las horas
tremendas, en las que Trujillo y sus alrededores eran recorridos por mesnadas de
pretorianos ebrios de sangre. Arévalo partió para siempre, con los huesos destrozados. En
la alta mansión donde voló el mártir habrá recibido ya a su maestro, con los grandes y rotos
brazos abiertos.
Como el rector de la Universidad de Trujillo, el hombre de ideas nuevas y el luchador
social, encontró un cauce para su capacidad constructiva. Senador por La Libertad, había
contribuido a forjar el Estatuto Universitario. Fue el autor del pórtico de este documento
trascendental. Encontró un claustro raquítico. Entregó una universidad potente. Los
mezquinos lo mordieron entonces alegando que no tenía título académico. Como si los
Amautas pudieran graduarse por promociones.
Amigo dilecto de Mariátegui, de Valdelomar, Eguren, de Chocan o, amigo epistolar
de don Manuel González Prada, antítesis viva y triunfal del intelectual al servicio de la
oligarquía, fue uno de los pilares de la revista Amauta. Sencillo en su hablar, fraterno con
sus menores, generoso con el enemigo de todo tamaño, recibió últimamente el homenaje
cariñoso y filial de la juventud intelectual de Trujillo –que luego de haber excurrado de su
lado a los alacranes con andar de lobos, que lo mordieron en su momento– lo colocó en su
lugar legítimo e ilustre en el Parnaso de los luchadores, los hombres y los profetas de la 114
nueva Indoamérica que nace en brazos de Amautas como él.

La Tribuna, 18 de julio de 1960.

ORREGO Y LA TRIBUNA

Por: Manuel Solano R.


Manuel Seoane escogió al amauta Antenor Orrego para que tomara en sus manos el timón
de la nueva etapa de La Tribuna. Su reposo, su carácter apacible, tenaz y firme en sus
principios, pero sin exaltaciones, lo hacía el hombre más adecuado para conducir nuestro
diario, en esta época en la que era necesario caminar por el
tranquilo mar de la convivencia política y del Estado de
Derecho, con dignidad, altura y sacrificio; combatiendo a los
enemigos de afuera y sofrenando el ímpetu de los de casa,
desacostumbrados, por razón de las implacables
persecuciones, a esta actitud serena y responsable. Era
necesario salvar la constitucionalidad y el trance de nuestro
ingreso a un período democrático estable y definido.
Sus maneras apacibles y bondadosas lo rodearon del
afecto de todos los que comenzaron a laborar en esta casa
periodística, donde se han alimentado, y alimentan tantas
inquietudes y donde el espíritu libre trabaja para el bienestar
de todos, sin egoísmos ni iniquidades.
Sabía alentar y corregir. No había en su voz ni en su
El Diario La Tribuna lo fundó
gesto nada que contradijera la amplia y profunda luz de su
Manuel Seoane en los años
treinta, y desde entonces es el
espíritu que supo avizorar, por los caminos de la filosofía,
órgano oficial del APRA. el destino de América como Pueblo-continente. Sus
artículos de esa Efigie del tiempo eran el trasunto de sus
visiones indoamericanas, lecciones, juicios, predicciones del acontecer de estos agitados
días del mundo, donde nuevas experiencias nos llevan hacia nuevas luces. Su mirada era la
que irradiaba toda la luz que venía del interior, de lejanas edades, para pulirse y ser
convertida en pensamientos, que han de mantener viva la fe de nuestro pueblo y de
América, y que han de ser la permanente lección del Amauta, generador de promociones
intelectuales y políticas, que son el presente y el futuro del Perú. Ante sus restos mortales,
los redactores de La Tribuna depositamos la ofrenda de nuestro homenaje y nuestro dolor
al gran maestro y al gran hermano desaparecido.

La Tribuna, 18 de Julio de 1960.

115

AMAUTA Y PROFETA INDOAMERICANO


Ante la tumba del Maestro y Hermano

Por: Luis López Aliaga


Antenor se ha ido, pero no se ha despedido de su fe. Con su partida material se reabren los
grandes capítulos de un ideario que ya es credo en una nación e impulso multitudinario en
muchos continentes. ¿Quién antes que él estructuró un ideario continental e hizo ver que
aislados nuestros pueblos son víctimas propiciatorias? Acaso Bolívar oteó la inmensidad de
lo continental y promovió la cita histórica. Pero no dio con la primacía de una ideología
que más tarde los hombres hicieron evangelio y con ella marcharían poseídos de una fe. Y
este maestro, sin estruendos, sí lo hizo. En torno a su persona la juventud trujillana pudo
ver un poco más allá de la política aldeana que naufraga en el chismorreo. El nivel
intelectual fue elevado por la prédica de este hombre sencillo que en su diminuta armazón
física llevaba la titánica fe de un apóstol auténtico. Y grandes y chicos, pobres y ricos,
indiscriminadamente, rodearon al predicador y fueron sus discípulos o fervorosos amigos.
Eran los tiempos que Nicolás de Piérola, demostraba el poder de la civilidad. Era la aurora
de la era atómica. Eran los comienzos de este siglo grávido de sorpresas para el género
humano. Luego las primeras décadas, la primera guerra mundial y el gran alumbramiento
de una ideología continental.
Antenor se nos aleja hoy, pero deja a muchos pueblos el breviario político de los
pueblos continentes. No es el sentido imperialista y expansivo de las grandes comunidades.
Es la fusión de los chicos para abatir a los fuertes y soberbios. Es lo que viene haciendo el
África y Asia al quebrar los eslabones de siglos de humillación y vasallaje. Es lo que hará
América Latina uniendo las 20 repúblicas para darse una personalidad a tono con sus
enormes riquezas y el crecimiento de sus poblaciones. Es el amor a la humanidad
acercándose uno a otros en el enorme regazo continental. Es la luminosa idea de este
hermano mayor que se nos aleja dejándonos tan magnífica herencia política que debemos
saber aprovechar para el bien de nuestros hermanos de América Latina y de todos los
pueblos oprimidos en el orbe.
Cuánto quisiéramos los apristas que los hombres que se baten por su independencia
nacional en Argelia o en el Congo, y que más tarde llegarán a formar las grandes
federaciones continentales, supieran que antes que la conferencia afroasiática de Bandung,
la de Accra o El Cairo hubo un modesto ciudadano del Perú que extendió su mirada sobre
los problemas de otros continentes. Y ese es el mérito de la obra de este pensador oriundo
de la tierra de los verdaderos amautas. Por eso lo consideramos siempre como el precursor
de nuestras ideas políticas y generador vital del ideario aprista.
Los militantes del sindicalismo tenemos en esta vida no sólo el ejemplo sino el
acicate. Antenor supo darnos el consejo de hermano sin herir los sentimientos de orgullo de
la clase trabajadora. Sabía que en el movimiento sindical hay una poderosa fuerza creadora
y mucho recuerdo sus sugerencias cuando él actuaba de director de La Tribuna. Por eso
creo que nuestra columna sindical está hoy de duelo y que su personal vive bajo una
intensa congoja fraternal.
Si la lejanía y la nostalgia nos agrandan los ojos para ver las personalidades de
verdadero relieve, yo creo que con la ausencia de Antenor Orrego vamos a ver cuán grande 116
fue el maestro ponderado y sencillo que nunca lo vimos escalar a codazos en esta gusanera
humana. Entonces vemos, nítidamente, los verdaderos quilates del maestro que enseñó a
fuerza de persecución y ausencia de jactancia.
Y para los políticos devorados por la pasión y el antagonismo podemos decirles que
vean en la figura de Antenor Orrego al ideólogo que supo batallar sin odiosidades
mezquinas. El maestro creyó siempre que en todos los peruanos y los hombres que luchan
por el progreso social hay mucho de imperfecto. Pero como no fue un fatalista alimentó la
idea y la fe en que el Aprismo es el ancho camino para que todos nos entendamos en el
gran servicio a la humanidad.

La Tribuna, 18 de julio de 1960.

ORREGO, PENSADOR DE LA CONTINENTALIDAD

Por: Armando Cruz Cobos


Si hemos de considerar a Karl Jaspers, el pensador de la universalidad, Antenor Orrego
alcanza, por vía de su exaltación filosófica del ser telúrico indoamericano, la supracategoría
de pensador de la continentalidad. En el mismo minuto de su adiós a la existencia, Orrego
trascendentalizó en la muerte su permanencia en el devenir de nuestros pueblos. De su
Pueblo-Continente, ha pasado de lo telúrico a lo cósmico consubstancializándose a la tierra
nutrida derivando de ella, del hontanar peruano, la inminente presencia del Ser continental,
que es, tanto que criatura ontológica suya, pensamiento puro. Migaja telúrica, espíritu
cósmico. Porque, si Jaspers tuvo razón cuando afirmó que “la universalidad del pensar no
es solamente el estado de factor de la realidad humana, sino también el postulado de su
liberación para venir a ser ella misma”. Orrego, al abarcar en su quehacer filosófico la
realidad tiempo-espacial de la historia indoamericana, le otorgó continentalidad al pensar
aprista desde nosotros mismos. Por eso, en él, como en César Vallejo y Haya de la Torre
discurre y discurrirá siempre una corriente trascendental que parece expresarse en palabras
y sólo se vale de éstas para el descifre telúrico de las claves cósmicas. Trujillanos los tres,
sintetizan de suyo, no sólo al Perú sino a nuestra América: en poesía que sigue siéndolo
vaciada a todos los idiomas; en metafísica política que define al Ande y emerge como
raíces humanas de toda una vastedad geográfica y sociológica circunstante; en teoría y
doctrina de un movimiento popular que conjuga tiempo, espacio e historia americanos,
definiendo su auténtico e intransferible lugar en el mundo cambiante de nuestros días.
Mundo universal como el de nunca antes, en cuyo tránsito las Américas han de dar de sí
una civilización novomúndica, basada en la “justicia social y el pan con libertad”. O lo que
es exactamente, como estimativa aprista: “Interamericanismo democrático sin imperio”.
Vallejo, Orrego, Haya de la Torre: A la raíz-rumbo. Norte peruano en voces unísonas.
Norte continental. Bronces que cantan en tañidos; que piensan desde la vibración molecular
del hierro y el cobre en lo telúrico; que convocan a la comunión en la acción responsable
desde el APRA. Trilogía preeminente en el proyecto trascendental del Ser americano que
se amasa en sí mismo. Canto, pensamiento, comunión: Verdad que se hace y rehace desde 117
el fondo del pueblo. Desde el corazón y la consciencia de las multitudes nuestras
políticamente no anónimas, sino como Haya de la Torre, Orrego y Vallejo: cifras
homónimas en la diversa universalidad de valores de nuestro Pueblo-Continente.
Antenor Orrego deja una obra dual, magna en concreciones y atisbos esotéricos.
Como maestro hace de su pensamiento escrito una cátedra popular. Como militante aprista,
vive en la muerte cotidiana del sacrificio austero por su partido, por los fueros ciudadanos,
por la siembra incesante y fructífera de una nueva democracia emanada del Ser esencial
peruano e indoamericano. Supo rebasar la aldea mental, hurgando en ella los raigones de la
continentalidad, para universalizar un mensaje nuestro. No tuvo horizontes de patria chica,
ni nacionalismos xenófobos. No vivió para vegetar, sino para pensar haciendo. No murió
como Vallejo, “en París con aguacero”, ni como Túpac Amaru, descuartizado por la
tracción de cuatro caballos coloniales.
Pudo quedar en México, allá a la vera de la meseta del Anáhuac, teniendo como
anfiteatro las volcánicas ondulaciones cordilleranas de la “Mujer Dormida”. Pero no; vino
a cerrar sus ojos a Lima, como González Prada o don José Gálvez. Aquí, con la nostalgia
perenne de su lar trujillano en el alma, descendió del avión que le trajo de México y sin
calentar apenas la almohada del regreso, voló otra vez, ahora hacia la infinitud sin retorno.
Yo no pude verle antes de sus dos viajes postreros.
Ayer, cuando su cadáver yacía en la Casa del Pueblo, y el misterio del tránsito de la
vida a la muerte, de lo telúrico a lo cósmico, se operaba en su torno, de él a nosotros y de
nosotros a su espíritu, yo pensé concentradamente en algo que leí hace muchos años sobre
la posibilidad de que, los grandes muertos pudieran escuchar en capilla ardiente las
oraciones y los llantos contiguos por vía del séptimo sentido que les anclaba a la tierra al
mismo tiempo que les diversificaba en el Cosmos. Y de súbito mi angustia ante la
despedida póstuma al pensador de la continentalidad, se trocó en conciencia de que él
seguirla junto a su pueblo-continente, vivo en su pensamiento escrito y eterno en la
búsqueda filosófica de la Verdad entrevista. Muerto para la maldad del mundo. Enhiesto y
tremolante en el devenir americano, como mástil y bandera de nuestra diversa y aprista
universalidad.

La Tribuna, 18 de julio de 1960.

PARA QUE LO REPITA EL TIEMPO


Por: Julio Garrido Malaver
Tenía madre y padre.
Pero había nacido en la entraña doliente del pueblo, de la única entraña en la que se han
gestado todas las auroras humanas. De la única entraña que han florecido y florecerán todas
las eternidades.
No hubo estrella anunciadora. Ni presagio mayor. Por eso tuvo que ser, desde el
instante en que la luz hirió sus ojos, creador infatigable de su destino de hombres y de
pueblos.
Supo de la soledad y la tristeza, por eso estuvo capacitado para la auténtica 118
fraternidad y la sana alegría.
Gustó la mordedura de la ingratitud, por eso jamás dejó de tener anchos sus brazos
para todos.
Y bajo el dolor de las noches dentadas de crueldad, puso sus sienes a reposar sobre
su corazón. Fue por eso que un día
del Tiempo abrió sus heridas
luminosas por las que el Perú
comenzó a fluir en las primeras
palabras hechas preguntas,
preguntas que se han ido
contestando, que seguirán siendo
contestadas hasta más allá del
último día, que es el único
imposible para la vida y para la luz
que seguirá ejerciendo su eterna
santidad.
Se dijo a toda voz que era la
Julio Garrido Malaver y Haya de la Torre ingresando a suya: ¿Qué es el Perú? ¿Qué es
Celendín en 1962. La frondosa producción literaria que nuestra América? ¿Tiene un
destino el Perú? ¿Tiene un destino
publicó Julio Garrido Malaver (Celendín 1909 – Trujillo 1997),
abarca varios géneros: poesía, cuento, novela y teatro. nuestra América?
Y en contestarse esas
preguntas afinó su alma, su corazón, su voz, el relámpago que había traído consigo como
el precioso encargo de todas nuestras edades.
Se contestó buscando a Dios en la Belleza, en los ojos amados y los amantes ojos, en
la mirada dolorida del pueblo, en sus heridas, en sus angustias, en sus miserias, en sus
lágrimas, en sus virtudes, en sus puños crispados, en el grito anudado a su garganta. Se
contestó en el pan ausente, en el niño naciendo con el sello de la muerte. Se contestó en los
huesos silenciadores de las épocas, en los brotes y yemas no advenidos, en todo lo naciente,
en los frutos cayendo de las manos del hombre, en las leyes atadas al cuello de la vida. Se
contestó en lo tanto caído en el martirio, en cuanto hacía forma y presencia, en lo que no
había sido pero que tenía que ser.
Y nos sorprendió en lo que nos faltaba, pero, también, en lo que traíamos desde las
raíces, con la aguda y sencilla raíz de su misión.
Y estuvo presente en todos nuestros afanes y desvelos; en todos nuestros instantes; en
nuestro Tiempo que muere porque hemos aprendido a medirlo, y, en el Tiempo verdadero
que aún no hemos descubierto enteramente. Estuvo para decimos su palabra, con su propia
voz, palabra que no podía ser sino el Mensaje de la más alta y sublime esperanza.
Por él supimos los hombres de esta parte del mundo que teníamos un destino y que
estábamos en capacidad de dar a la humanidad un Mensaje que debía ser el Mensaje más
grande que pueblo alguno de la Tierra haya donado nunca.
Por él supimos que nosotros nacimos espíritu, unidad de ideas y destino. Por él
estábamos seguros de encontrar para el hombre que ha perdido la dorada ecuación de sus
creencias, una nueva ecuación de Amor que nos difunda en condición de hermanos que se
encuentran después de vencidas las noches de la duda, de la descreencia y las miserias.
Tal, algo de que podrán decir futuras generaciones de nuestro hermano, amigo, 119
compañero y maestro, Antenor Orrego, que llega hoy para todos al irse... Oigámoslo desde
lo más hondo de nuestros corazones, con verdadera devoción de raíces. Tenemos que ser
capaces de florecer ante la claridad heroica de su presencia definitiva.

La Tribuna, 24 de julio de 1960.

EL PRECURSOR

Por: Carlos Manuel Cox


Conciudadanos, amigos, compañeros del partido:
Es difícil y doloroso encargo articular la congoja que embarga al Comité Ejecutivo
Nacional del Partido Aprista Peruano ante la ausencia definitiva de nuestro gran hermano
Antenor Orrego. Mi respeto por su vida y obra, mi cariño entrañable y sincerísimo quizá
excusen mi atrevimiento. No tengo otro título que haber sido discípulo y admirador de tan
egregio peruano.
Hay en la vida de Antenor Orrego estancias señeras, expresiones magníficas de un
alma que tenía el don singular de explicar una filosofía como ética de acción; de afirmar los
valores creadores del espíritu con sin par maestría de educador, y, al mismo tiempo, con
fraterna sencillez. Supo así mismo imprimir a la conducta esa mansedumbre no exenta de
firmeza que lo erigieron siempre y por doquiera en el maestro y guía, en el creador y
suscitador, en el soldado de una causa y en adalid de un movimiento. Pocos como él se
entregaron con mayor desinterés, con más noble apostolado, con más ardido entusiasmo
también a la tarea de orientar a la juventud y a la misión de servir a su pueblo.
Se enorgullecía no de su propia obra o pensamiento sino de su poder creador que
podía impulsar en los demás y en el grado de pasión y sinceridad que se ponía en ellas.
Quiero referirme primero al precursor del movimiento político que hoy congrega en
el Perú a tan extraordinarias multitudes. Muy temprano nació a la vida del espíritu y desde
entonces mucha ha sido la luz que esparció. Se sabe que en Trujillo se forjaron sus sueños,
sus ideales, sus esperanzas. Trabajador intelectual infatigable, fue paradigma de estudioso
y observador. Su juventud era constante y fresca gimnasia del espíritu y una atenta
preparación para las altas tareas que le trazó el destino. Así antes de ser rector de la
universidad que fundara el libertador Simón Bolívar, ya lo era de la juventud y del pueblo
trujillano.
No le bastó ejercer la enseñanza desde la cátedra del periodismo local y en el ágora
de la ciudad. Tampoco defender con pasión la justicia, la democracia, las libertades civiles.
Hubo de padecer el ideal, puesto que sólo así posibilitaba la construcción de un Perú para
las generaciones futuras. Su primera adversidad fue el confinamiento en Lima, junto con
ese otro gran hermano nuestro: Alcides Spelucín.
Luego retornó a la tierra norteña en la hora de la siembra y asumió la Secretaría
General del Comité Regional del Norte del Partido. Maestro ante todo, declino su
candidatura ante el Congreso Constituyente de 1931, no obstante el voto ciudadano que lo
ungiera en los comicios internos del partido. Allá quedó con su sencillez y generosidad, 120
cumpliendo la tarea de forjador de hombres, uno de cuyos símbolos vive ya en la Historia:
Manuel Arévalo, el mártir.
Aquel instante de la vida peruana bien podemos recordarla por su vigencia con las
palabras de Haya de la Torre en su discurso del 8 de
diciembre de 1931: “A la conciencia del pueblo se llega,
como hemos llegado nosotros, con la luz de una doctrina,
con el profundo amor de una causa de justicia, con el
ejemplo glorioso del sacrificio... ¡Sólo cuando se llega al
pueblo se gobierna, desde abajo o desde arriba!”.
La hora del sacrificio llegó también para Antenor
Orrego. Se jugó entero la libertad y la vida. Estuvo en los
aljibes del Real Felipe del Callao con Daniel Hoyle,
Ramiro Prialé, entre otros muchachos de su temple y
dignidad. Las posteriores etapas de la vida clandestina del
partido, ya en Lima o bien en Trujillo, las vive con la
infatigable constancia de su hombría insuperada. Vivía Carlos Manuel Cox Roose (Trujillo,
el drama de sus ideales, pues ya lo había escrito el año 1902 - Lima, 1986) fue un abogado,
29. “Si el hombre supiera que el destino es libertad economista y político, uno de los
estaría salvado para siempre”. fundadores del Partido Aprista
La tercera estancia de la vida de Antenor Orrego Peruano y su primer secretario
me parece hallarla en las ideas de su libro Pueblo- general.
Continente. Ahí establece la relación telúrica del hombre, el suelo y la historia para
sostener que nuestra América es el primer pueblo-continente de la historia. Escuchemos al
pensador:
“Todo nos impulsa visiblemente, hasta para los ojos menos zahorís, a crear y
constituir una cultura más universal que la europea. El mismo standard del hombre
latinoamericano, que tiene una misma pulsación cósmica, determina su destino histórico.
Europa nos ha educado y tiene aún que educarnos, pero nosotros tenemos la
responsabilidad de rebasar sus limitaciones inherentes, alumbrando, clarificando y
definiendo nuestra misión histórica y humana. No es por el camino de la educación
mimetista que la cumpliremos, sino por el camino de la diferenciación y de la creación
original. Sería insensato no comprenderlo”.
¿No son, acaso, estas ideas, enunciadas hace un cuarto de siglo, las que están
tomando forma en el mundo latinoamericano de hoy para defensa y porvenir del planeta
que habitamos frente al posible empleo de la guerra nuclear?
Permitidme, por último, que recuerde estos años postreros de la última instancia de su
trayectoria. Estuvo en cautiverio al asumir la Secretaría General de Comité Nacional de
Acción. Por cerca de dos años, se le arrojó en una celda del Panóptico sin más luz que una
bombilla eléctrica. Libertado retorno a la brega por las libertades públicas y fue uno de los
artífices del régimen democrático actual. Por su continuidad y nacimiento bregó con la
palabra y la acción. Cosechó no pocas incomprensiones. Debemos proclamarlo ahora que
no puede ofenderse su modestia. Parejamente al héroe civil se ha dado en Antenor Orrego
el caso extraordinario del hombre sin amarguras, el maestro por excelencia, el varón
generoso que comprendió las sombras, egoísmos y debilidades de la condición humana. Y
en todo momento irradió siempre, en círculos cada vez más amplios, su personalidad
gigante, su corazón generoso de peruano, que es estímulo, acicate para las generaciones
venideras. 121
Al agradecer a los amigos que se han servido acompañamos en este homenaje
póstumo al ilustre pensador, quiero también trasmitir a los apristas todos del Perú el
mensaje postrero de sus recientes viajes a la Argentina y México.
Reafirmación en nuestra doctrina.
Lealtad a nuestro Partido.
Solidaridad plena con nuestro jefe Víctor Raúl
Compañeros: ¡¡En el dolor... hermanos!!

La Tribuna, 24 de julio de 1960.

DEFENSOR DEL TRABAJADOR

Por: Arturo Sabroso Montoya


Compañeros y amigos: No hay lenguaje capaz de dar exacta interpretación al sentimiento
que se me encarga exponer en este homenaje póstumo a
nuestro gran hermano y maestro.
No traemos aquí una congoja. Antenor no se va por
el camino sin regreso. El se quedará para siempre con
nosotros, porque su obra inmortal que es él mismo, nos las
legó como heredad de luz a nuestra ruta. Su muerte física
es una imponente reafirmación. Por eso no nos apena en el
sentido recóndito del término. Sentimos, sí, que se
interrumpan sus facultades en plena lucidez y cuando tanto
esperábamos de su fecundo talento. Y nuestra resignación
en esta hora, además, recoge una valiosa recompensa,
verificando que un hombre de tan magníficas cualidades
humanas, como Antenor, era un acendrado soldado del
Aprismo. Comprobación subrayante de la evidencia y Arturo Sabroso Montoya,
amplitud de nuestra doctrina. temprano líder aprista y
Su historia, como la de los grandes, no necesita destacado líder sindicalista.
rebuscarse escarbando el tiempo en pos de bellezas. Su presencia en las lides de la justicia
nos muestra inicio glorioso: casi un adolescente toma sitio en la defensa de los
explotados, allá en los feraces valles norteños del poderío feudal. Su voz de amor alienta a
los oprimidos y su admonición fustiga a los opresores. Su sensibilidad, desde su amanecer
juvenil, lo incorpora definitivamente a la causa de los humildes y desposeídos de todos los
derechos, identificándose con la aspiración de sus anhelos hasta su aliento final, como lo
vemos aquí humilde en su grandeza moral.
Joven estudiante, une sus inquietudes a otros pergeñadores de un futuro mejor para
la Patria: Haya de la Torre, nuestro jefe epónimo, César Vallejo, el poeta que como tantos
valores provinciales sufrió el silenciamiento de los colonialistas y Alcides Spelucín, otro
apasionado de las bellezas sociales y otros más. Antenor Orrego estimulaba ese núcleo
potencial. A Vallejo lo calificó de genio de la poesía de habla hispana. No se dice esto 122
ahora. Se hizo conocer por todos los grupos que como el del Norte buscaban el mismo
derrotero. Desde la revista Amauta, se considera a Antenor Orrego como el filósofo de las
nuevas generaciones. Cuando los movimientos sociales pugnan por la organización que
dé formas científicas a sus anhelos económicos y políticos, tienen en estos jóvenes
idealistas, el conjunto realizador que juntamente a trabajadores de todas las actividades
dan nacimiento al APRA. Si Víctor Raúl crea la doctrina, Antenor analiza sus contornos
de proyecciones indoamericanas en Pueblo-Continente. Es el filósofo más autorizado de
la acción política de nuestros pueblos.
Más tarde, en las jornadas por la justicia y la libertad, cuando los caminos se llenan
de cruces y las cárceles de honrados presos sin proceso, este hombre probo y nobilísimo
es befado por el atropello en la ergástula colonial Real Felipe, donde Rodil torturaba a los
patriotas. Orrego dejó jirones de su vida preciosa en el orín de las rejas, más siempre con
su sonrisa franca y su espíritu fraterno. Su ejemplar comprensión ganóle la admiración
respetuosa de cuantos conocieron su aporte ejemplar. Para usar término suyo: Antenor fue
por excelencia el aglutinador de nuestra unidad partidaria, de manuales e intelectuales.
Antenor Orrego, muere en gratitud nacional. Los trabajadores asalariados
expresamos nuestro sentimiento general. Los cañaveleros silencian su machete y los
sindicatos todos inclinan sus estandartes simbólicamente ante su deceso. Y más aún, los
elementos dirigentes del movimiento obrero que tanto recibimos de su pluma de escritor
profundo le traemos contritos nuestra siempreviva de gratitud.
Antenor: ¡¡Gracias por tu vida en beneficio de la justicia y la libertad...!!

La Tribuna, 24 de julio de 1960.

PERUANO, APRISTA Y ESCRITOR

Por: Luis Alberto Sánchez


Señores:
Es muy difícil, si posible, trasmitir la exacta dimensión del sentimiento que como
peruanos, escritores y apristas nos posee frente a la muerte de Antenor Orrego. Como
peruanos, como escritores y como apristas, triada indisoluble, no lo olvidemos. Los que
jamás hemos sido sectarios ni fanáticos, por el ejercicio de la inteligencia que de oficio nos
corresponde, insistimos, empero en los dichos tres lados de este ineludible triangulo rector.
Porque no cabe otro modo de hablar de Orrego, ni se le puede despedir desde otra
plataforma, digo, trípode, que el constituido por aquellos tres elementos o vertientes de su
personalidad de pensador y de hombre: peruano, aprista y escritor.
No es el elogio de última hora; lo pensé y dije siempre así, y sé que ese es el
concepto expreso e íntimo de todos quienes realmente aman la vocación de la inteligencia
en el Perú y más allá del Perú, en América. Orrego desconcertaba a menudo porque usaba
la facultad del pensamiento para engendrar ideas, no para repetirlas, porque la originalidad
le fue vicio congénito e incurable, y porque se emborrachaba de esguinces verbales, de
parábolas y alegorías, como un visionario, miembro de alguna Suprema Secta de Iniciados 123
en el desvelamiento de los grandes misterios de la vida.
Como peruano, dedicó toda su
capacidad a defender la justicia y la
belleza. Para lo primero, nos brinda su
conducta inmarcesible despojada de
retóricas, ascética y aleccionadora,
tanto que termina hoy en la luminosa
opulencia de su pobreza material.
Dotado de mil dones, pudo ser mucho
en el campo de lo tangible, pero
prefirió hacer profesión de maestro y
de servidor, ambos oficios para, con y
en su Patria. Si ser escritor peruano
significa meterse en las esencias
mismas de la Nación e identificarse
con su castigado pero esperanzado
pueblo, Orrego lo fue a cabalidad. Luis Alberto Félix Sánchez Sánchez (Lima, 12 de octubre de
No escatimó jamás el sacrificio a 1900 - Lima, 6 de febrero de 1994) fue un escritor, abogado,
historiador, periodista, crítico literario, traductor y político
cambio de servir. Los que le peruano.
conocimos de cerca y los que le
miraron de lejos coinciden todos en que no se halla flaqueza moral en este hombre.
¿Podríamos aspirar a mejor distintivo regulador de lo peruano?
Por ser peruano, tan raigal, tuvo que ser aprista. Quien escrudiñe la historia de las
ideas del Perú en los últimos 30 años, hallará inexorablemente que del único lado político
del que partieron principios y doctrinas constructivas, aunque las realizaciones pudieran
haberse frustrado a veces, fue de parte del Aprismo. Un hombre que pensara de veras en los
problemas del Perú, sin pedir recetas extrañas, tenía que ser aprista y vincular, sin
posibilidad de divorcio, las soluciones de nuestra Patria con las del continente. La tesis del
“pueblo-continente”, una de las bases del Aprismo, tuvo en Orrego su más profundo y
seguro intérprete. El presente, o sea lo que entonces, cuando Orrego publicó aquel libro,
parecía remoto futuro, ha justificado y justifica la visión premonitora del filósofo. ¿Quién
no es hoy partidario de la unidad continental, y no pretende descubrir el Mediterráneo,
echando al olvido la obra agorera y justa del insigne visionario?
Como escritor fue su deleite forjar frases deslumbrantes como centellas, de agilidad
circense, densas de sentido vital. Si alguien tiene derecho a reclamarse númen tutelar de
nuestro más grande poeta contemporáneo, César Vallejo, es Orrego. Él lo descubrió, y él
vaticinó su grandeza el mismo día de febrero de 1916, en que llegó a Trujillo la noticia de
la muerte de Rubén Darío. Ello señaló a la sensibilidad perspicua de Abraham Valdelomar.
Él se arriesgó a prologar el entonces libro indescifrable y nefando, Trilce. Fue Orrego
piloto de El Norte, en compañía de Alcides Spelucín, famosa aventura literaria de la que,
por ser tan espléndida, no queda ni siquiera una colección completa en nuestra Biblioteca
Nacional; esparcidos los huérfanos ejemplares de tan magnífico periódico a los malos
vientos de la policía política, tan insistente e indeseable contertulia de Antenor Orrego y los
que formábamos su familia del espíritu. Empleaba Orrego un estilo a veces barroco, en
momentos con hermosos retorcimientos de columna salomónica, dorado de oros viejos y
nuevos como un retablo bizantino o como uno de sus maravillosos estofados que realzan
las pinturas de las escuelas cuzqueña y quiteña, orgullo de nuestro arte criollo. 124
Ninguno de los tres libros que publicó Orrego –y hay cuatro inéditos, en espera de
impresor inteligente– circula hoy. Todos son joyas bibliográficas. De Orrego casi no se
conoce sino la prosa inmediata del periodista. Sé ha olvidado inclusive la espléndida
presentación polémica de sus ideas, en Amauta, que él contribuyó a crear y engrandecer.
Todo ello en aras de la contagiosa superficialidad que nos alienta ahora, en tributo fiel a la
improvisación contemporánea. Habrá tiempo de devolver a aquellas páginas su permanente
actualidad y su insólita hondura, no hoy ni aquí, dentro de la obligada brevedad de este
póstumo saludo al compañero que despliega la última vela de sus mástiles.
Pero hay algo, sí, que no puede dejarse de decir, con orgullo de escritores, con
satisfacción de peruanos, con devoción de apristas, y es que Orrego fue hasta el fin leal a
sus principios, defensor alegre y severo de sus banderas, y que no abandonó su creador
diálogo socrático (quizá la impronta mejor de su carácter y de su vida), ni tan siquiera en la
hora de partir.
Amarga ironía: explorador tenso y tenaz de su pueblo-continente, había vivido
anclado por el deber de ciudadano, en la rada de su Patria nativa. Ya en trance de
emprender el vuelo final, como para ensayarlo, salió a beber el inmenso horizonte de la
pampa argentina, con su pasión peruana, la de Vallejo, a cuestas, y a sumergirse, tal vez en
demasiado audaz y tardío esfuerzo, entre las crestas y gargantas del Anáhuac mexicano.
Entrenada el ala para romper alturas y derrotar distancias, ¿cómo no iba a intentar hazaña
mayor quien no dio tregua a su curiosidad ni dio sosiego a su docencia? Y así se nos ha ido,
en el tercer viaje, esta vez al infinito, con su traslúcida sonrisa de niño, sus claros ojos de
profeta, su gesto de conversante apasionado, sencillo, profundo y llano, envuelto en su
conducta intachable y apostólica como en un halo de santidad cívica, de esa su santidad
intelectual y cívica de que venimos a dejar testimonio aquí, sus compañeros de vocación y
oficio, trabajadores intelectuales como él, y como él, peruanos, escritores y apristas.
Antenor: De vuelta de tu cielo, que era la tierra, descansa en paz.

La Tribuna, 24 de julio de 1960.


ORIENTADOR Y GUIA

Por: María Colina de Gotuzzo


Traigo la palabra angustiada, el profundo dolor de la representación parlamentaria por La
Libertad, en esta hora de duelo continental, ante la pérdida de uno de los más ilustres hijos
de nuestra región.
Su trayectoria de indesmayable luchador, lo coloca desde
los años juveniles a la vanguardia de los movimientos, que
desde el ámbito de la cultura, buscan las sendas propicias para
confirmar una patria mejor, y en los cenáculos de una juventud 125
que vibra con estos mismos ideales, y siente rasgado el corazón
por el dolor de una Patria sin esperanzas. Antenor Orrego es el
gran consejero, el gran hermano, que con visión profunda, con
sentido humanista y con enaltecedora fe, enmarca los caminos
para la gran transformación. Un espíritu tan amplio como el de
Antenor Orrego, que se refleja en el azul de sus ojos, como
llevando dentro de ellos la límpida lucidez de nuestras
serranías, no podía ser tan sólo la expresión de esa parte del Diputada María Mercedes
territorio que lo viera nacer. Como los cóndores majestuosos Colina Lozano de Gotuzzo
de Chavín, levanta las alas de su vuelo por el continente
americano, como bandera que recoge el pensamiento bolivariano de la unidad continental.
Profundo conocedor del alma humana, Antenor Orrego, en sus múltiples facetas, de
pensador, escritor, maestro y político, es, por sobre todo, el gran filósofo de la revolución
en el Perú y en Indoamérica; es el forjador de conciencias, es la voz permanente de aliento
y de orientación en la vía crucis de los pueblos indoamericanos por su redención, y no sólo
dio a esta gran obra el aporte de su mente y de su corazón, sino también el de su actitud
física por la materialización, por la realización de sus ideas renovadoras, sufriendo la
dureza de las prisiones y el embate de las tiranías, como sólo pueden hacerlo los que dan su
vida por amor a la humanidad.
En la aurora de esta gran transformación indoamericana, cuando los pueblos levantan
sus banderas de justicia, cuando se vislumbra la unidad de nuestro continente, la sombra
del viajero eterno del pensamiento que parte hacia la ruta ignorada, se crece por sobre los
suelos americanos, como un gran manto de amor, de esperanza y de fe. Su vida, que surge
en el Norte del Perú, nos deja un legado que ha de ser el Norte eterno en el que se forjen
los que aman la justicia y la libertad.
No es una despedida, porque no pueden despedirse quienes comulgaron en la
idealidad del pensamiento; por ello, ante los restos gloriosos del orientador y guía de
Indoamérica, estamos aquí para decirle a Antenor Orrego nuestra reafirmación de fe
aprista, como el mejor homenaje a las enseñanzas que su vida nos prodigara.
Compañero Antenor Orrego: Descansa en la paz de los que supieron ganarla en la
vida con una trayectoria pura, limpia y honrada, descansa en la paz de tus hermanos en la
lucha, en la victoria y en el dolor.

La Tribuna, 24 de julio de 1960.


ANTENOR ORREGO, EL AMAUTA

Por: Emilio Vásquez


La muerte acaba de cegar una de las vidas más limpias del mundo intelectual, esto es, del
pensamiento trascendente del Perú. Filósofo en la más noble acepción del término, Antenor
Orrego, fue, una lección viviente de altísima conducta cívica. Parece como si toda la tabla
de los valores se hubiera realizado para hacerlo un grande más entre los grandes de la 126
América.
Su vida cotidiana, como su prosa, acusaba grave serenidad; sus actitudes frente al
movido panorama del mundo peruano, han sido en todo momento una invitación a la
valentía; pero no a esa valentía desafiante, desaprensiva y beligerante por el puro hecho de
beligerar. Por eso, desde muy temprano, Antenor Orrego se dio a la política. Y con qué
entereza, con qué valor, con qué caudal de fe en la prevalencia del espíritu y su verdad
sobre los menudos guijarros materiales del camino de la vida.
Fundador del APRA, con Víctor Raúl, fue también el filósofo del novísimo
movimiento, es decir, fue su orientador; y como orientador –claro está– tenía que ser
maestro, esto es, un educador cordial. Como educador fue tolerante, comprensivo,
intuitivo, certero enrumbador de los entusiasmos de la juventud. De esa juventud
responsable y renovadora, de esa juventud norteña de 1920, que acudía a sus enseñanzas, a
sus consejos, y, ante todo a escuchar sus lecciones de hombría, frente al futuro. Difícil –
muy difícil– decir en la escuela, en la cátedra, o bien en el inesperado discurrir de la vida,
la palabra suscitadora y el ejemplo que entrañan idea y realización, pensamiento vital y
hombría de todas veraz.
Antenor Orrego –¿quién lo había de dudar?– fue el paradigma de los hombres
cabales. Positivo, indiscutible, objetiva razón de ser de su propia prédica, de la “razón
vital” que ha alentado su “esperanza y desesperanza de la patria”, según lo decía en alguna
página de las muchas proféticas que él sabía trazar con mano maestra. Por eso el ilustre
desaparecido, pertenecía a la pléyade de los hombres genuinamente americanos, vale decir
universales.
Desde los años posteriores al centenario de la independencia del Perú –o desde
antes– nos viene, a nosotros particularmente, el conocimiento de Antenor Orrego.
Tenemos a la vista los trabajos polémicos que publicara Amauta (la gran revista de José
Carlos Mariátegui). A través de los cuales conocimos a quien, tras el esbozo, iría
madurando sus grandes meditaciones de pensador y notable expositor didáctico. Fue y
tenía que ser, como hombre nuevo, inspirador indudable de uno de los principios del
aprismo “la americanización de América”, conclusión de hondas meditaciones que poco
después, Luis Alberto Sánchez y José Carlos Mariátegui, dirían “peruanicemos el Perú”.
Por la sencilla razón de haber dicho lo que debe decir un peruano de raíces
populares y americano de verdad, se pretende vanamente soslayar el pensamiento
revolucionario de Orrego. A fuerza de silencio (que es consigna de las oligarquías de éste
y del otro lado), se pretende callar a este pensador macizo. Se cree, inclusive
ingenuamente, que va a ir a dar al pozo del olvido. Un sociólogo que espigue en el
contenido de la comunidad que estudia; un historiador que penetre en las acciones y
reacciones del pueblo que va en busca constante de un futuro, tiene por fuerza que
proclamar su credo político. Porque mediante la política se realizan los grandes ideales.
Sólo la política permitirá comprobar si el pensamiento último de las más severas
revisiones históricas, son la razón vital o no de determinados planteamientos. Sólo
mediante la política es posible arrancarles a los detentadores y reticentes, el futuro de la
patria. Sólo mediante la política es posible prevenir el futuro nacional, a fin de que las
generaciones que vienen no hallen campos desiertos, caminos escabrosos y erizados de
prevenciones y odios, de obstáculos de todo orden. Consuetudinariamente egoístas, las
fuerzas egoístas tienen que ser reducidas por la gravitación justiciera de la política. Pero
para eso hay que pensar con el pensamiento del pueblo, amarlo y organizarlo. Así pensó y 127
así lo hizo Antenor Orrego. Así pensó el maestro que debían discernirse y plantearse los
grandes problemas. Pero para realizar el futuro, es preciso combatir, beligerar
serenamente. Y, quien combate debe tener una bandera. El no tenerla es peligroso, y acaso
inmoral. El francotiradorismo, por eso, no es moral. Antenor Orrego tuvo su bandera –el
primero entre los primeros–. La suya fue definida e indubitable: la bandera aprista,
indoamericana.
Como todo hombre auténtico de letras, Orrego supo decir su mensaje. Lo dijo desde
los días iniciales de su carrera de luchador. Al fundarse el Partido Aprista Peruano tomó él,
el primero, su puesto de combate. Su hombría y su serenidad en la lucha han sido un acicate
para perseverar, cada uno, al pie de su bandera. ¡Qué equivocadas estuvieron la intriga y la
delación a querer acallar la voz del maestro! Qué lejos de conocer el temple del varón
desaparecido estuvieron aquellos que, blandiendo la fusta y la espada, esperaron apagar la
voz honda del hombre de ideas, del hombre que piensa en términos de futuro del pueblo, de
la patria, de la humanización del hombre, esto es, por quienes hay que sufrir, hay que
padecer y hay que morir. Sobre todo del hombre peruano, a quien pedía sencillez,
serenidad, a la par que altivez y varonía en la lucha por las grandes reivindicaciones. Hay
que sobrellevar estoicamente la dura carga del destino histórico del Perú: “la revolución”,
decía como debe decir todo pensador. Por eso soportó con paciencia la persecución, la
mazmorra, la celda.
“Acezante de esfuerzo y de expectativas” jamás el viejo líder del APRA, hubo de dar
muestras de, siquiera, la más leve nota de abandono de sus ideas u olvido de su bandera: de
la “bandera nuestra”, cuajada de sangre y ahíta, siempre y siempre, de esperanzas y agonías
del futuro social del hombre y del pueblo peruano. “Horas llegaron tan ancladas en fondo
negro que sus versos fueron para mí –dice en el prólogo puesto al poemario La Dimensión
de la Piedra, de Julio Garrido Malaver– la única claridad que me llegaba de la vida en
medio de la tiniebla”. Todos esos vejámenes carcelarios y mucho más aún, no sirvieron
para nada, al fin de cuentas, sino es para demostrar que el Partido del Pueblo, por ser del
pueblo es inextinguible. Cada vez salía de las prisiones, sin embargo, mayormente
optimista, acaso más alegre y lleno su gran corazón de fe en la causa de pueblo. Se le llamó
Amauta, expresivo vocablo que le venía al maestro a cabalidad. Su magisterio hizo grandes
en el pensamiento, grandes en la acción y grandes en la conducta cívica. Por eso el nombre
de Antenor Orrego, ha de perdurar en la memoria de los días y el recuerdo del pueblo, de su
pueblo, por derecho propio. En vida fue grande también en el pensar y en el hacer. Su
lección de civilizador ha de ser, por lo tanto, símbolo y estímulo permanentes.
Parece como si para esta ocasión hubieran sido escritas por el Amauta, hoy
desaparecido, estas palabras, acerca de cuya forma y contenido –para nosotros brillantes–
hay que meditar hondamente:
“Según parece, la tumba ejerce sobre los peruanos un extraño sortilegio necrolátrico.
Esperan que mueran sus mejores hombres, que desciendan bajo la losa funeraria, como
briznas vencidas de la vida, que enmudezcan definitivamente, para celebrar su gloria
póstuma. Parece que el pensamiento y las obras de los vivos eminentes suscitan, en este
país, desconfianzas misteriosas. Sólo cuando el cadáver del hombre ha licenciado todas sus
palabras vivientes de revelación, de enseñanza o de belleza; cuando el cadáver ha quedado
tenso de estupor frente al augusto enigma de la muerte, entonces (sólo entonces), rómpese
el gélido silencio con que lo circundaban mientras vivía”.

La Tribuna, 25 de julio de 1960 128

EL AMAUTA Y LA REFORMA UNIVERSITARIA

Por: Mario Cama Miranda


El Perú siempre fue un país de las grandes injusticias, contradicciones y frustraciones.
Desde los días alborales de la Independencia tuvo sus caídas y retrocesos ante el brote
astuto de los capituleros, la viveza criolla de los tiranos y la nefasta maquinación de los
círculos minoritarios dueños del poder para usufructuar en nombre de la Patria.
Por desgracia, la muerte arrebató a los que debieran quedarse siempre, dejando en
cambio a los falsos becerros de oro, ídolos de barro, en la hipócrita prédica de su falsificada
verdad, que cuando fracasan en su intentona de fabricar admiradores, escupen el veneno de
su propia ineptitud.
La universidad como reflejo de la realidad nacional, tuvo breves momentos aurorales,
pero más sufrió el feudalismo de la cátedra como reparto de botín de guerra en un festín de
compadres al amparo de la dictadura y con la complicidad del silencio y la indiferencia de
los allegados en esta labor destructora del patrimonio cultural del país.
Cuando la fuerza juvenil quiso trazar el camino de la Reforma Universitaria, que es
parte de la revolución nacional, las oscuras fuerzas movieron hilos invisibles para teñir con
sangre y vestir de luto el horizonte americano. En medio de estas tormentas, de vaivenes y
azares, la historia nos presenta la pugna de dos corrientes concretas: los reformistas y los
antireformistas (disfrazados bajo cualquier etiqueta, hasta de pro-reformistas).
La Reforma no nació para ser repetida como proclama de conveniencia, sino para
hacerla a costa de cualquier sacrificio, y en el Perú seguirá como mero discurso electorero
en mítines circunstanciales, mientras no se renueve la docencia y los alumnos adquieran
responsabilidad en el movimiento, necesitándose además de un Parlamento que recoja y
oiga las aspiraciones de la juventud.
La universidad peruana en el trienio de 1945-1948 gozó de un feliz rejuvenecimiento,
orientándose a grandes pasos hacia la fundamental tarea de ser el receptáculo de las
necesidades de la nación, aportando trabajos e ideas para construir un mejor futuro
concorde con la voz del pueblo.
El estatuto universitario, Ley 10555, no sólo consagró los postulados reformistas,
sino sentó las bases de una nueva estructura de una universidad reformada y democrática,
sin artículos privativos ni enunciados tímidos como la nueva Ley 13417, que ha producido
el justo rechazo de catedráticos, graduados, empleados y el estudiantado nacional,
expresado en huelga general que repercute aún en San Fernando hasta la derogatoria del
injustificable artículo 34.
El trinomio de los ilustres rectores de aquel trienio de entonces, doctor Luis Alberto
Sánchez, de San Marcos; doctor Antenor Orrego, de Trujillo y doctor Alfredo Yépez
Miranda, del Cuzco, no sólo cumplieron con elementales labores administrativas, sino con
su calificada capacidad y alta calidad de maestros, realizaron un gobierno de fecunda labor
educativa y de extensión universitaria hacia las vitales necesidades del pueblo peruano.
La universidad peruana quedó ensombrecida durante los ocho años de la dictadura de 129
Odría, quien desde el Palacio de Gobierno nombró a las juntas reorganizadoras que
desorganizaron y corrompieron la universidad hasta realizar la barbarie de despojar de su
investidura a los rectores, enviar a las cárceles y al destierro a los catedráticos y estudiantes
reformistas, asesinando, inclusive, a muchos como Juan Mac Lean Bedoya. A los
verdaderos maestros que fueron encarcelados, sustituyeron, por el sistema de
nombramientos directos, una mayoría de adulones e incapaces, salvo honradas excepciones.
Los nuevos catedráticos optaron el grado académico, ya en la docencia, y éstos hoy
predican la ciencia y hablan de moral, cuando en la práctica de su habitual inmoralidad son
los sobornadores de los estudiantes débiles, para hacer el papel de traidores, y ellos
usufructuar los beneficios de una posición y un sueldo de profesor cacique.
Estos últimos años significan para la universidad la búsqueda incesante de su propio
destino; algo se viene haciendo, pero falta mucho. El estudiantado necesita recuperar la
fuerza básica de su unidad y los catedráticos reformistas, en cumplimiento de su alta
misión, deben brindar su decidida colaboración a la estructuración de una universidad sin
privilegios ni prebendas para nadie.
La muerte de maestros como: Antonio Lorena, Fortunato L. Herrera, Sergio Bernales
y Antenor Orrego, hoy llorado por todos sus alumnos, significa para la universidad peruana
el eclipse de sus faros más luminosos. Para la Reforma Universitaria la invalorable pérdida
de un valiente conductor en todas las horas de la adversidad, porque Antenor Orrego, junto
con otros líderes, militó en la Reforma desde sus primeros años de estudiante. Por eso el
estudiantado reformista del Perú, ante la inesperada muerte del maestro y amauta de la
juventud, doctor Antenor Orrego, guarda silencioso duelo, con un permanente luto en el
alma, ante el brusco apagarse de la luz que iluminó más allá de las fronteras de la patria,
obligándonos a redoblar el esfuerzo en el mantenimiento de los ideales Reformistas y
Democráticos al servicio del pueblo, al pie de cuya bandera ha ofrendado su ejemplar vida.

La Tribuna, 26 de julio de 1960.


ANTENOR ORREGO A TRAVES DE SUS PRÓLOGOS

Por: Miguel A. Varillas


Antenor Orrego, humano... al fin, no ha podido escaparse ni de sus propias sentencias:
“Según parece, la tumba ejerce sobre los peruanos un extraño sortilegio necrolático.
Esperan que mueran sus mejores hombres, que desciendan bajo la losa funeraria, con
briznas vencidas de la vida, que enmudezcan definitivamente para celebrar su gloria
póstuma. Parece que el pensamiento y sus obras de los vivos eminentes suscitan, en este
país, desconfianzas misteriosas. Sólo cuando el cadáver del hombre ha silenciado todas sus
palabras vivientes de revelación, de enseñanza o de belleza; cuando el cadáver ha quedado 130
tenso de estupor frente al augusto enigma de la muerte, entonces rómpese el gélido silencio
con que lo circundaban mientras vivía (De su prólogo a La dimensión de la piedra, de Julio
Garrido Malaver).
¡Efectivamente! Marginado, porque supo mantener una línea política de izquierda,
que él contribuyó a crear y a darle dimensiones continentales, su voz sólo era oída de
“prólogos”, cuando los que le pedían tenían la valentía de soportar las consecuencias y
sabían que sus obras se harían grandes si iban acompañadas de su sin par crítica. Y si no,
ahí están César Vallejo, Alcides Spelucín o Julio Garrido Malaver para demostrarlo. Los
prólogos de Trilce, el Libro de la nave dorada y La dimensión de la piedra, hablan por sí
solos.
Ahora, la tumba de Orrego Espinoza es la única que podrá gustar de sus sabrosas
lecturas, ya no sólo en prólogos sino en obras completas.
La intelectualidad trujillana, peruana y americana llora la pérdida material de uno de
sus más grandes representantes. Político, periodista, filósofo, educador, ensayista y crítico
literario, su muerte ha sido necesaria para que comience a ejercer entre nosotros ese extraño
sortilegio necrolático, del que nos hablaba. De entre sus muchas cualidades, la humildad y
modestia están pugnando con su clarividencia y visión profética de su pensamiento.
Humilde, hasta sentirse orgulloso de su pequeñez; clarividente, poseedor del sentido de la
revelación, porque supo aprisionar en su corazón el secreto del artista que no puso sino ojos
en la naturaleza; visionario, porque supo ver el más allá de nuestro acaecer histórico;
profético, porque se conoció a sí mismo y luego el porvenir; único porque tuvo el valor de
no imitar las gesticulaciones de los otros hombres; valiente, porque cuarenta veces al día
estaba en peligro de muerte y a todos los supo vencer sabiendo que al siguiente tendría que
vencer treintinueve veces más; puro, porque pecó, se quemó y sangró para poder evitar la
tentación, el fuego y la espina; justo, humanizó su conciencia, y prohombre, porque nos
deja una escuela que sintetiza al peruano de mañana.
Antenor Orrego nos da parte de su vida en los prólogos hechos a otras figuras de las
letras peruanas. Claro que cuando él prologó sus obras, sólo su clarividencia y
conocimiento sabían que más tarde llegarían a ser valores. Una faceta de ella es la que me
propongo dar a conocer, por ser para mí más cautivadora, sin dejar de reconocer sus otras
cualidades. Es la de periodista.
Eran los años mozos en que junto con una pléyade de trujillanos ilustres luchaban por
cambiar el rumbo de la nave de nuestra patria. Allí estaban Spelucín (poeta peruano,
actualmente en Argentina); César Vallejo (poeta peruano de dimensiones universales);
Macedonio de la Torre (famoso pintor); Víctor Raúl Haya de la Torre (famoso político y
fundador del APRA); Juan Parra del Riego (muerto en Montevideo); Oscar Imaña,
Federico Esquerre, y otros. Nos habla de su manera de vivir. Se desenvolvían en un
ambiente moral e intelectual. Una vida mental y realmente noble y superior, que tenía a la
vez una faz expansiva contagiante y objetiva sobre el público. No quisieron resignarse a
hacer vida de “torre de marfil” y de cenáculo. Era preciso salirse de ellos mismos, y,
salieron. Nos dice Orrego, sobre sus actividades periodísticas y lo que él entendía sobre el
periodismo en las palabras prologales al “Libro de la nave dorada”, de Alcides Spelucín:
“Como no éramos, como no podíamos ser conformistas, porque hubiera sido la
negación de nosotros mismos, tuvimos que chocar con todo y con todos. Las instituciones,
los poderes públicos, las convenciones sociales, la universidad, la plutocracia explotadora e
insolente, las mentiras consagradas, las rutinas de clase, la falta de honestidad y de 131
honradez, el servilismo rebajado, la expoliación del trabajador, el burocratismo, la política
profesional, la ignorancia presuntuosa, etc. hubieron de sentir en carne viva nuestros
ataques. Por caminos invisibles y casi providenciales llegó un momento que tuvimos la
prensa en las manos. ¡Poderoso instrumento de lucha! Lo usamos sin embargo con una
probidad insospechable. En las horas de mayor ímpetu pasional supimos guardar siempre
una digna e íntegra mesura. Nada que fuera extraño o superfluo a nuestro ministerio del
espíritu. La lucha comienza en La Reforma, continúa en La Libertad, culmina en El Norte.
Diez años de vida enérgica y de docencia combativa. Los intereses, las vanidades y las
rutinas heridas alzaronse airadas ante tan resuelta actitud pugnaticia. Calumnia, difamación,
rencor, agresión material y cobarde, leyenda oscura y nefanda a media voz. Pero la obra se
hacía y nuestras almas se templaban en el fragor. La miseria y el desprecio rondaron
alrededor de muchos de nosotros. Pero no hubo ninguna flaqueza, no se produjo ninguna
claudicación vergonzante”.
Ojalá que la obra de Antenor Orrego salga pronto a la luz. Es el mejor homenaje que
pueden hacer sus admiradores. Pues es necesario que se conozca. Felizmente, poco a poco
se está superando otra de esas proféticas sentencias orreguianas dichas cuarenta años atrás:
“En el Perú hay un fenómeno singular que revela la miseria intelectual y espiritual en que
vegeta. Cuando la obra literaria o artística sale a las manos del público, con respecto a la
actualidad del creador, es ya caduca y envejecida. No hay empresas editoriales que paguen
el libro o que siquiera lo editen facilitando su difusión, ni el público con la suficiente
curiosidad para interesarse por la producción intelectual. El autor se ve en el caso de pagar
para que se le lea. El ejercicio intelectual es, como en ningún otro país, heroico”.

La Tribuna, 3 de agosto de 1960.

MIS RECUERDOS DE ANTENOR ORREGO 23

Por: Felipe Cossío del Pomar

23
Este artículo, con ligeras variaciones, se publicó inicialmente en la revista La Nueva Democracia de New
York con el título “Mi recuerdo de Antenor Orrego”. Luego fue reproducido, en dos oportunidades por el
diario La Tribuna (ediciones del 17 de agosto de 1960 y 21 de noviembre de 1961).
Hace algún tiempo leí unos versos de Rafael Alberti, que ahora evoco al desglosar de “mis”
cuadernos las líneas dedicadas al noble amigo ausente “a ti, sonoro, puro, quieto, blando,
incalculable al mar de la paleta...”
En el “mar” de mi paleta estuvo Antenor Orrego, alma de colores, desde que lo
conocí en Trujillo el año 1923. Y desde que le estreché la mano en la puerta del diario El
Norte, del que era director, donde alentaba las inquietudes de la generación más inquieta
del Perú del novecientos. En ese primer encuentro, le vi justo, sereno, bondadoso, de una
modestia y una generosidad incalculables.
Aprovechaba yo mi breve estancia en la capital de La Libertad para hacer apuntes de
la región, y retratos de mis nuevos amigos antes de proseguir mi viaje a Europa; entre otros,
el de José Eulogio Garrido, uno de los mentores más sagaces del “grupo intelectual” y el de 132
Macedonio de la Torre, quien daba ya pruebas de su genio. Orrego me impresiono
profundamente, sin duda por lo que conocía de sus escritos reveladores de la conciencia
americana, tan desconocida para la mayoría de nuestros escritores.
Por esos tiempos estaba en boga la teoría sobre el nimbo, puesta en práctica por los
prerrafaelistas, quienes la heredaron de los primitivos florentinos. Sostiene esta teoría que a
cada persona le corresponde un Nimbo, cuyos
colores coinciden con su carácter y aspecto físico.
Esto no era una novedad para mí. Desde hacía
mucho tiempo cultivaba el empeño de descubrir
nimbos en el motive, como decía Cézanne. En el
nimbo de Antenor Orrego me sorprendí de no
encontrar negros, ni blancos, ni grises. En los
colores que les correspondía vibran opacos verdes
de cañaverales, oro mate de tapiales, añiles y rosas
entre pardos polvorientos. Colores de Trujillo
pleno de poetas, de pueblo lleno de colores
heroicos, apasionados, violentos, tiernos o
melancólicos. Antenor era el gran motive para una
cabeza de estudios; cara alargada, mirada clara y
lejana, pálido y profundo como un retrato del
Greco.
Le he seguido luego en su vida y Felipe Cossio del Pomar Morropón - Piura
pensamiento. Le he visto entrar y salir de las 1888, Lima 1981, destacado pintor y escritor
prisiones del Perú con la misma imperturbable peruano, biógrafo de Víctor Raúl Haya de la
actitud que da la fuerza del espíritu invencible. Y Torre.
mientras en cada país de América oía repetir su nombre con admiración, y en cada
publicación de importancia leía sus artículos fecundos siempre de enseñanzas, en la patria
nuestra era evidente el empeño por ignorar al autor de Pueblo-Continente, una de las obras
más notables escritas sobre América Latina.
No hace mucho se mencionaba el nombre de Antenor Orrego como posible
embajador en un país amigo. “¿Antenor Orrego? –preguntó un diplomático nuestro–, no le
conozco... “Y bien podría conocerle por lo mucho que de él se ocupó la “gran prensa”,
cuando sin tener título doctoral ocupó la rectoría de la Universidad de La Libertad. ¿Qué
falta podría hacer a Antenor Orrego ese título, cuando su obra era sobrada garantía de
capacidad?
La última vez que estuve en Lima fue la última vez que compartimos nuestra
comprensión fraternal. Como sabía que me interesaban datos para mi nueva biografía sobre
Víctor Raúl Haya de la Torre, antes de partir me dio esta página, que ahora figura en mi
libro:
“Estamos en 1904 en el patiecito de la primaria, en el Colegio del Seminario
Conciliar de San Carlos y San Marcelo.
Una masa crepitante deambula y juega en el pequeño ámbito escolar. Bajo el
patrocinio del padre Graff, cada grupillo se entrega a su faena de gozo. Unos al rayuelo,
otros al trompo, otros a la pelota vasca, otros a la plática confidencial de su quehacer o de
su cuita infantiles.
Yo estoy, desde la orilla de una circunferencia rayada con tiza sobre el suelo,
arrodillado a medias, apuntando con los dedos apretados y con mi “tiracha” a un montículo 133
de bolas iridiscentes, que tientan mi codicia de niño. Al frente está Macedonio de la Torre,
mirando con ansiedad el resultado de mi disparo.
De pronto irrumpe Víctor Raúl como una tromba. Los menudos y ágiles pies barren
mi esperanza de un golpe. Las bolas se dispersan... Indignado me incorporo y corro tras el
agresor. Atravesamos el patio de primaria, invadimos el aula, salvamos el patio de media,
alcanzamos el patio del rectorado en carrera desolada… El agresor se refugia en la
habitación del padre Briand... Allí le sigo.
La gallarda y hermosa figura del sacerdote pone las manos sobre nuestras cabezas y
nos aplaca.
–¿Por qué se pegan? –nos dice con infinita bondad.
Y, luego clavando su mirada penetrante en mí, añade:
–Tú serás su primer maestro, el maestro, pero él –dirigiéndose a Víctor Raúl– será el
héroe de su nación y raza.
No entendimos mucho lo que nos dijo entonces. Pero ahora, cuando vuelvo las hojas
del tiempo hacia atrás y comienzo a “beber lo ya bebido”, como dijo César Vallejo, pienso
que aquel buen sacerdote tuvo mucho de profeta...”
Desde entonces Antenor y Víctor Raúl se dieron el primer abrazo que como
hermanos los ha unido toda la vida.

México, agosto de 1960.

Nuestra Carátula
“Vanguardia” N° 153
(23-07-1960)

ANTENOR ORREGO

Por: Eudocio Ravines


Sus partidarios le llamaban “El Amauta” por su calidad de hombre sapiente y sagaz.
Antenor Orrego fue primordialmente un promotor de cultura en un país de analfabetos. Y
aquí residió su heroísmo y su nobleza.
Antenor Orrego fue como una estrella que apareció en Trujillo. Su luz iluminó un
círculo en el que se fueron reuniendo valores que habían de ser de primera magnitud.
Orrego ilumino la figura de César Vallejo y la obra inmortal del poeta mayor del Perú
contemporáneo. Y Orrego ilumino asimismo los caminos y los primeros pasos de Víctor
Raúl Haya de la Torre y del equipo que, más tarde, se constituyera en fundador del APRA.
Tempranamente Orrego se dejó ganar por ese “complejo de Redentor” que es el
cultivo del pensamiento en el Perú. Aprendió a filosofar, intentó su filosofema vernáculo,
pidió la palabra y dio su mensaje, que fue un mensaje humano, profundo, noblemente
humano.
Nada de lo que es peruano le fue ajeno. Filosofó sobre el Perú, hizo sociología sobre
el Perú, forjó literatura sobre el Perú; se hizo político y 134
militante y combatiente y dirigente, Se dio entero a los
peruanos. Vivió en las prisiones infames destinadas a los
“políticos” por los dictadores de antaño. Fue víctima de la
dureza sin par con que la tiranía de Sánchez Cerro se ensañó
con la intelectualidad del Perú. Y en las cavernas pétreas del
castillo del Real Felipe hacia filosofía para suavizar la
crueldad que golpeaba inmisericorde a los prisioneros.
Su creación más valiosa fue la concepción de los
pueblos-continente. Las décadas han pasado después que él
enunciara su teoría sociológica, y los acontecimientos y sobre
todo el proceso de la realidad histórica, no han hecho sino
remachar su idea otorgándole valor y dándole vitalidad de
Eudocio Ravines (Cajamarca,
tipo científico.
1897 - México, 25 de enero de
1979) fue un político, escritor y Mas, por encima de todo esto, la virtud capital de este
periodista peruano. promotor de pensamiento, fue su calidad humana, su
incansable bondad, su apasionada vocación de darse a los
demás. Amó a su país con pasión intensa y sobre todo, permanente; soñó en su progreso;
tuvo optimismo saludable ante el porvenir. No imprecó; no siguió la huella amarga de
González Prada; fue un leal y abnegado servidor de la gran obra de creación del régimen
democrático, del cual estamos disfrutando. La libertad que gozamos, la paz dentro de la
cual vivimos, la magnífica creación que se está gestando en el Perú, tienen con Antenor
Orrego una de esas deudas que no se pueden pagar nunca.
Fue un genuino intelectual; fue un magnífico hombre de pensamiento; pero, por sobre
todo, fue un firme y estoico combatiente.

SE NOS FUE ANTENOR ORREGO

Por: Antero Peralta Vásquez


Juzgar generosamente a las personas que acaban de morir es, por lo menos entre los
peruanos, de rigor. Es, incluso, de buen tono honrar su memoria. Tal vez a causa del
respeto que nos inspira el misterio de la muerte –el terror cósmico, dirían los metafísicos–.
El caso es que el deceso como tal nos despoja, porque sí, de todos aquellos resortes
psíquicos que condicionan nuestro comportamiento intervivos, nos impulsa a echar tierra
sobre los aspectos negativos de la biografía del difunto y nos obliga a expresar el sobado
juicio de clisé. “Era tan bueno... Y así se ve que el hecho de la muerte purifica y sublima a
todos”.
Algunas veces somos tan excesiva, cruel y perversamente generosos que no nos
contentamos con ponderar los merecimientos efectivos del extinto, sino que nos permitimos
colgarle, con fines de propaganda política, por ejemplo, virtudes y excelencias que nunca
las tuvo ni pudo tenerlas humanamente hablando. Exagerando o inventando meritos
exponemos al ridículo o al vituperio la memoria del finado. En este sentido, nada más
envilecido que el discurso necrológico, por lo regular tan convencional e insincero, que 135
revela con la misma objetivación hiperbólica a toda suerte de gentes: a los justos y a los
réprobos, a los apóstoles de alguna causa y a los “soplones” más repugnantes. Y así, si nos
atuviéramos a los panegíricos póstumos que convierten en pardos a todos los muertos,
tendríamos que declarar la quiebra de toda escala de valores.
Hay, sin embargo, una manera de desbaratar el hechizo. Y es la que consiste en
juzgar a las personas, no por las mentiras piadosas o canallescas que se dijeron con ocasión
de su muerte, sino por los elogios, críticas y diatribas que se produjeron a propósito de las
peripecias de su vida.
Y este es el caso de Orrego, quien se ha actualizado –que es cosa muy diferente– con
motivo de su fallecimiento. Pues Orrego no acaba de hacerse notable con el hecho de su
muerte. Orrego ha traspuesto los umbrales de la eternidad ya lleno de gloria.
En el caso de Orrego no se trata ya de atribuirle méritos imaginarios, sino
simplemente de reconocer y sopesar los que supo conquistar a fuerza de talento y de
hombría de bien. Con este criterio no es aventurado afirmar que con la desaparición de
Antenor Orrego pierde el Partido Aprista Peruano a uno de sus grandes, el Perú a uno de
sus intelectuales de mayor relieve e Indoamérica toda a uno de sus más altos pensadores.
El escritor, el filósofo, el político, son las facetas principales de la poliédrica
personalidad de Orrego. Como periodista de gran estilo solía tomar, con fruición estética,
el pulso de los acontecimientos. Como literato de gusto alquitarado se solazaba bruñendo
con sumo cuidado cada frase suya. Escritor siempre elegante, de prosa equilibrada en su
textura, precisa y clara en su contenido y pausada y armoniosa en su elocución. Cuando él
mismo leía sus escritos lo hacía con la entonación de un moscardoneo cadencioso. Desde
los primeros tiempos de El Norte de Trujillo, hasta los recientes de La Tribuna de Lima,
artículos del amauta cajamarquino denuncian no sólo al cronista que registra los hechos y
al comentarista que ilustra a veces ciertos sucesos de importancia, sino también y, sobre
todo, al escritor cabal que además interpreta el sentido de los acaeceres cotidianos y
descubre, por debajo de ellos, los fenómenos de germinación subyacentes, o atisba, por
encima de los mismos, sus posibles proyecciones en el futuro.
Como filósofo no se redujo a estudiar y comentar la historia de la filosofía y las
grandes corrientes del pensamiento filosófico actual, ni a despejar, en forma andina, los
múltiples problemas que preocupan a los filósofos, sobre todo, europeos. No fue un
filósofo de gabinete. Fue, ante todo un trabajador de campo, un pensador profundo que se
propuso actuar en función de sus ideas; y vivió su pensamiento plenamente, padeciéndolo
con gran dignidad.
Estudiaba la filosofía, a mi modo de ver, únicamente para su gasto. No a la manera de
los profesores ordinarios que asimilan las teorías en detalle para exponerlas luego
metódicamente. Orrego recomendaba a la memoria sólo la esencia de cada tesis. Citando a
los grandes pensadores no tomaba en consideración los detalles circunstanciales de sus
teorías sino y nada más que su quinta esencia. Y tales citas servían únicamente para
confrontar sus propios puntos de vista.
Comentando allá por 1947 la Historia de la cultura de Alfred Weber y barajando las
tesis más en boga de Martín Heidegger, Karl Jaspers y Nicolai Hartmann, pude sacar en
claro una cosa, que Orrego como todos los filósofos, estaba obsesionado por una especie de
idea fija, una especie de hobby. Tenía su centro de interés especulativo: el problema de la
cultura. Y tenía su tesis predilecta: la de los pueblos-continente. Y es que Orrego, igual que
otros filósofos, tuvo también, hace más de 30 años, su alumbramiento intuitivo: su visión
de la unidad indoamericana. Desde entonces ha vivido al servicio de ella. Por lo demás, 136
¿qué filósofo no está identificado con el postulado capital de su sistema? Orrego, ni más ni
menos que otros filósofos, ha vuelto una y cien veces sobre el mismo tema –el de la unidad
continental–, pero cada vez con nuevas ideas y nuevos argumentos para reforzar a los
anteriores; y para esclarecer y fundamentar mejor la tesis original.
A Orrego no le seducían las cuestiones meramente especulativas, la que podríamos
llamar la filosofía pura. Sostenía que el pensamiento debe ser algo vivo y operante, algo
que trascendiendo del pueblo, se revierta sobre el mismo pueblo, para orientarlo,
movilizarlo y llevarlo a planos superiores de existencia.
Como político ha trazado, con el ejemplo de su vida sacrificada, una senda de
dignidad cívica. Sin reptar como los políticos criollos; con sólo prestar su asentimiento,
pudo haber disfrutado de situaciones espectables. Pero él, uno de los fundadores del Partido
Aprista, tomó la determinación de luchar por la causa de la justicia social y asumió, por
ende, desde el comienzo, las responsabilidades consiguientes a su actitud. Se entregó a la
lucha por entero. Calumniado, perseguido y preso en cien oportunidades, fue a dar, pese a
su prestigio literario y su valía oral, a los aljibes del Real Felipe y a las celdas de muchos
lugares de reclusión. Fue un auténtico héroe civil.
Orrego no era orador de masas sino un expositor de cátedra. Sus intervenciones en el
Senado de la República se caracterizaron, no por los recursos de la oratoria, sino por la
solidez lógica de su argumentación.
Orrego era irónico, y agudo en la apreciación de sus “colegas”, pero nunca descortés
o malcriado. Hombre de temperamento delicado, suave, era una estela en su modo de ser y
de producirse. Como maestro, como compañero y como amigo hacía derroche de afecto y
de bondad infinita.
Como rector de la Universidad Nacional de Trujillo brilló de modo excepcional.
Como ciudadano supo granjearse el cariño y la admiración del pueblo. La grandiosidad de
su sepelio es una prueba elocuente de ello.
Como personalidad inconfundible es en verdad insustituible, ni qué decirse que
irreparable en su pérdida.

De Noticias, Arequipa, julio 24 de 1960.


EL MENSAJE FILOSÓFICO DE ANTENOR ORREGO 24

Por: Roy Soto Rivera


De Noticias de Arequipa, julio 24, 1960

La desaparición del ilustre Antenor Orrego constituye una “pérdida irreparable para las
letras nacionales”. Por encima de las discrepancias ideológicas, se debe reconocer lo
meritorio de su obra, que ha recibido la consagración unánime de lo más cimero del
pensamiento americano.
Entre nosotros es muy poco conocida la obra de Orrego; su difusión y repercusión ha 137
sido mayor en el extranjero que en Perú. Esto se debe a que Orrego estuvo condenado a
permanecer al margen de los círculos intelectuales por las ideas que profesó durante toda su
vida.
La mayor parte de su obra está diseminada en numerosos artículos y ensayos
publicados en revistas y periódicos nacionales o extranjeros. Apenas si negó a publicar tres
libros en su largo periplo intelectual, dos de los
cuales datan de sus años juveniles.
Las ideas que supo defender con singular
altura están contenidas principalmente en su obra
medular, Pueblo-Continente, editada por primera
vez en Santiago de Chile, en 1939.
A lo largo de toda su obra se destaca el
propósito de descubrir el alma americana, de
interpretarla en la medida exacta de su proyección
futura y de crear una forma de expresión cultural
propia, ajena a las consignas importadas de Europa
sin beneficio de inventario.
La originalidad de su pensamiento lo llevó a
enunciar atrevidas concepciones de valía
indiscutible. En Pueblo-Continente se adelantó a
hablar de los “gérmenes culturales”, que después se
encontraron formulados en la obra monumental de
Toynbee. Para Orrego, en América se está Roy Soto Rivera, escribió más de 30 libros,
produciendo el alumbramiento de una nueva entre ellos, la biografía de Haya de la
cultura, a la que contribuyen el aporte de lo Torre. La rutina de sus últimos años,
europeo-occidental, importado por los españoles; transcurría entre el café Bohemia de las
de lo autóctono o indígena, que surge de nuestro galerías Gamesa, un restaurante de la calle
propio suelo y de lo oriental y africano que Palacio Viejo y su casa en la avenida
también nos viene de fuera. Todos estos Olímpica en la ciudad de Arequipa.
“gérmenes” se funden en un solo crisol, constituyendo” el primer pueblo continente de la
historia”, que tiene por escenario el ámbito geográfico que va desde el sur del río Bravo
hasta la Tierra del Fuego.
El desarrollo histórico de la cultura occidental, es explicado a través de tres etapas
definidas; a) el “localismo” de la Edad Media, en que los pueblos se desenvuelven en los
24
Reproducido en el diario La Tribuna de Lima N° 2253, agosto 26 de 1960, pág. 4. N. del E.
estrechos marcos de la comarca o del feudo; b) el “nacionalismo” que limita a los
modernos Estados; y, c) el “continentalismo”, hacia el que se van enrumbando los pueblos,
para conservar su existencia. El destino de la América Latina está entonces en la unión de
sus débiles y fragmentadas repúblicas, para conformar un todo orgánico, tal como quería el
Libertador Bolívar.
Estos son los aspectos más saltantes de su filosofía, que no llegó a culminar, por las
circunstancias dolorosas en que le tocó desenvolverse a lo largo de su fecunda existencia.
Queda, empero, pendiente la publicación del libro que hace poco anunció, bajo el
título sugerente de Hacia un humanismo americano, en el que “se desarrollan y precisan”
los temas anotados.
La referencia a su obra, no puede pasar por alto el calvario de su vida. Hombre 138
superior, supo del dolor y del martirio, que compartió con su pueblo en largos años de
cautiverio. Muchas veces intentaron acallar su voz o silenciar su pluma insobornable los
déspotas que se enseñorearon en el poder para expoliar al pueblo. Pero siempre tropezaron
con la barrera infranqueable de una convicción a toda prueba.
La muerte le salió al paso en el momento cumbre de su trayectoria intelectual.
Rodeado de la admiración y el respeto de su pueblo, Orrego se marcha legando a las nuevas
generaciones el mensaje de una obra meritoria y fecunda y el ejemplo viril de su vida sin
mácula.

Arequipa, 20 de julio de 1960

ANTENOR ORREGO, FILÓSOFO DE AMERICA

Por: Medardo Revilla


Hace ya un mes que Antenor Orrego, filósofo de América por antonomasia, se fue, sin
esperanza de regreso, a descubrir los arcanos paisajes de allende la vida. Recordando su
excelsa personalidad, su vocación profunda de escritor, no sería extraño que, de pronto,
poseído de ímpetu admonitivo, nos diera aún, en la “Efigie del Tiempo”, la entrega esta vez
celeste de su pensamiento o nos hiciera las prédicas luminosas de pensador amoroso y
tierno, enamorado de la patria, de Indoamérica y de la justicia. Más si no fuese así,
aguardemos que cumpliéndose aquel pensamiento suyo sobre la vitalidad de las ideas y de
su tangible e histórica realización, las generaciones de hoy y de mañana tengan que ver,
cotidianamente, así en el centro de trabajo como en los campos, en el aula de estudio como
en la concentración política, la materialización dialéctica de las enseñanzas del sabio
maestro. Su partida, así, no será óbice para que su presencia sea perenne en este valle.
Acotamos, sin ambages, que Antenor Orrego es el filósofo de América por
antonomasia. Y lo afirmamos así, sinceramente, porque la copiosa creación intelectual de
Antenor (desperdigada en infinidad de periódicos y revistas) apuntó el rumbo por el campo
de la problemática político-social que se desprende de la realidad de los pueblos en este
hemisferio. Desde su primera juventud oteó, inquieto y vibrante, el suelo patrio y auscultó
empeñosamente, con vigor, la entraña de la vida y de los pueblos de esta promisoria zona
del mundo, que es el continente americano. En la época auroral de su existencia, en El
Norte, con elegante e indomable bizarría, señaló y denunció ante el mundo entuertos
sociales que, por pasar inadvertidos, nadie censuraba. Las gentes asombrábanse ante la
valentía del censor. ¡Y cómo iluminábanse las conciencias y los rostros con la luz del
eximio pensador! Desde aquellos días jamás el luchador arrió banderas. Jamás el preclaro
escritor toleró sofisticamientos de la verdad. Preocupación cardinal suya, fue hundir su
pensamiento en lo que es y en lo que debe ser América, conocer sus aspiraciones y exaltar
sus ideales. Y no omitió sacrificio para que alcance su destino histórico y, sin vacilar en el
aserto en esto, Orrego superó a Vasconcelos, aquel otro pensador que tanto ha contribuido
a incrementar el conocimiento de América. Pues Orrego, en Pueblo-Continente, muestra
más pergaminos, más adecuación ontológica que el insigne mexicano. A nuestro juicio, el 139
autor de la Raza Cósmica incide más en lo etnológico que en lo anímico, más en el aspecto
sociológico que en el político, más en la esfera del intelectualismo especulativo (a fuer de
antiintelectualista) que en el avizoramiento de la realidad concreta. Sin embargo hay, sin
perjuicio de los aspectos originales de cada uno, una visible semejanza, un paralelismo
cierto e innegable. Paralelismo de uno y de otro pensador que puede expresarse
sintéticamente en que:
a) Fueron hijos del pueblo que, merced a sus propios méritos, conquistaron cimera
posición en el campo del pensamiento indoamericano;
b) Sintieron el vivo deseo de conocer el destino histórico de América y dedicaron a tan
noble inquietud, notables libros: Orrego, Pueblo-Continente y Vasconcelos, Indología y
la Raza Cósmica;
c) A su momento, se constituyeron en abanderados de la reorganización de la enseñanza
universitaria (Vasconcelos en la Universidad Nacional de México y Orrego en la
Universidad Nacional de La Libertad, fundada por Bolívar);
d) Gustaron y cultivaron el ensayo como medio para asir la entraña de las cosas y el quid
de los problemas humanos; y
e) Cultivaron un estilo esteticista para la concepción de los problemas y aún para
exponerlos.
Pero los méritos de Antenor Orrego como filósofo no se quedan aquí. Es necesario e
importante recordar que ha sido el más avisado y fino exegeta del pensamiento político-
filosófico de Víctor Raúl Haya de la Torre. Son notables los artículos, de perenne vigencia,
publicados en La Tribuna, en los que divulga, magistralmente, las concepciones del jefe
del Aprismo, muy en especial, aquellos que dedicó al análisis, comentario y apología de la
doctrina sobre el “Espacio-Tiempo Histórico”.
Finalizamos estas líneas cerrando por el momento el cofre que guardan los recuerdos
de la vigorosa personalidad de Orrego, que fue maestro, escritor, periodista, descubridor de
hombres, férreo luchador político y, antes que nada y sobre todo, genuino filósofo. Filósofo
al modo socrático, de tan humano y libérrimo, de tan profundo y analítico, de tan amante
de la verdad y de su pueblo.
“Soy el punto neutro del ave que reposa y se apresta para el vuelo”.
Dijo, emocionado, antes de morir... Punto neutro de un ave eternamente voladora,
que surca espacios y confines insospechados, Antenor es más, mucho más, que semejante
ave de maravilla... Puesto que no es inconsciente como ella y puesto que sufrió más que
ella. Puesto que hombres como él son la razón de ser de ésa y de todas las aves de la
creación... Puesto que los mismos ángeles precisan de ese punto neutro sin el cual no puede
haber vuelo alguno y cuyo secreto llevose al más allá el hermano y fraternal compañero en
la lucha.

La Tribuna, agosto 17 de 1960.

UN RECUERDO DESDE LEJOS

Por: Rolando Andrade Talledo.


140
Hace un año el prestigioso intelectual y maestro Antenor Orrego se nos fue con sus días y
sus noches, con sus esperanzas y angustias; con su serenidad de fondo. Hace un año que se
ha perdido en la eternidad. Sin embargo, Antenor Orrego no ha muerto. De su potencia
vital, de su fortuna espiritual, aún estamos alimentándonos. Es deber nuestro conservar la
semilla luminosa que sembró a través de toda su vida.
La presencia del amauta Orrego es cada día más patente. Sus obras constituyen un
remanso de pensamientos que no se puede olvidar. En cada paso que demos hacia adelante
siempre lo encontramos pronto a alumbramos el camino. Sus lecciones de vida, humanidad
e inteligencia han quedado grabadas en el corazón de todos los jóvenes. Hoy que, nos
encontramos en un estado de crisis, a pesar que muchos no quieran reconocerlo, hoy más
que nunca la juventud necesita de maestros verdaderos, de hombres de raíz humana; por
ello, la juventud sigue sintiendo la ausencia de Antenor Orrego. El año pasado fue un año
terrible y doloroso para nuestra patria porque perdimos dos pilares de nuestra nacionalidad.
Perdimos al maestro Porras, con su innegable amor por este Perú de “lugarejos tristes” y a
la vez perdimos al amauta Orrego, que supo conservar su fe en la juventud, la patria del
mañana, hasta el último momento de su vida. En el fondo, el amauta Orrego vivió y murió
como un poeta. Su vida fue un poema, pero muy pocos la han comprendido, muy pocos han
sabido desenterrar el amor y la esperanza que estaban velados por tiernas y bellas figuras.
Así, pues, no sólo fue al descubridor del más grande poeta del Perú: César Vallejo, sino que
fue también un poeta en el discurrir de su vida y de su pensamiento.
Podemos también decir que el valor de Orrego como pensador es indiscutible. Ha
sido uno de los ensayistas más preclaros que ha tenido el Perú. Se dio íntegro a la tarea de
señalar los derroteros de Indoamérica y esto le dio la talla de un pensador continental. No
se satisfacía con los límites nacionales, sino que aspiraba a renovar la conciencia de nuestra
América, de esta América que siempre se ha perdido, ya sea encarcelándose en falsos
chauvinismos nacionales o en ideologías importadas. Orrego creía en la posibilidad de una
América unida, de un pueblo-continente americano. El amauta no sólo escuchaba a la
historia hecha, no se limitaba a estrechos esquemas spenglerianos. Recordemos que, en
vida, Orrego fue el hombre de bien, de amor, que trascendía muchas veces lo que otros
consideraban como meta. Era un hijo predilecto de esta tierra americana herida y silenciosa,
soñadora e inquieta, por esto aspiraba, no sólo a contemplar, sino también a actuar. Y en
esto nunca se hizo a un lado, nunca se evadió.
Antenor Orrego siempre supo ser, ante todo, un hombre de principios que rebasaban
al hombre mismo: un hombre puro y combatiente, que supo soportar los mayores
sufrimientos y escarnios de las dictaduras, porque sabía que marchaba hacia la perfección,
cumpliendo su destino que no era otro sino el de despertar la conciencia de este pueblo que
hasta ahora parece dormido. Recuperándose estoicamente regresó con más convicción y
ahínco a su puesto de atalaya, siempre avizorando nuevo horizonte de paz y de amor para
este Perú que lo fustigó y lo desgarró duramente.
La tarea de Antenor Orrego ha sido una de las más señeras de nuestra historia en los
últimos cincuenta años. Él fue quien dio la mano fraterna de bienvenida a la amargura y
esperanza de César Vallejo. La vida y la obra de Orrego van unidas, caminan del corazón y
no de la mano, con la vida y la obra del inolvidable “cholo”. Fue también el primero en
reconocer el valor de la obra de Ciro Alegría y del “poeta niño” Juan Luis Velásquez. Tuvo
un sentido profético, que le permitió revelarnos a los grandes valores de la poesía y
narrativa contemporáneas del Perú. 141
En el momento actual en que vivimos, en el que nos damos cuenta que la conciencia
del hombre se está desnaturalizando, es cuando necesitamos y debemos acudir a los
verdaderos maestros, a aquellos que supieron ahondar en las entrañas espirituales del
pueblo, y que busca en ellas la fuente de su vida. Por eso en cada palabra que decimos y en
cada silencio que olvidamos sentimos la presencia de hombres como Antenor Orrego. La
sentimos por nuestra juventud, por nuestro incondicional amor a la verdad, y porque
sabemos que Orrego fue uno de sus incansables defensores. Pero todos defienden aquello
que es suyo, algo que guardan en lo íntimo de sí mismos. Por eso podríamos aventurarnos a
decir que Orrego vio la verdad, y esta visión le fue posible por la digna y auténtica vida que
llevó. Este es el privilegio de los grandes hombres, de los humildes, de los silenciosos, de
los que siempre quieren permanecer anónimos. Siempre habrá gentes que, con la
conciencia aparentemente apacible y justa, de espaldas a la verdad, conservarán para su
prójimo mentiras sublimes. La juventud debe estar alerta. Las sublimes mentiras con las
que se le ofrece el ilusorio y cómodo dominio del mundo, no son sino una trampa; sólo la
verdad, que padece persecución, es la auténtica salvación de su futuro.
Así, pues, hace un año ya, en un lluvioso mes de julio, cuando el invierno apretaba
las mejillas, el Amauta Orrego se remontó hacia la eternidad que tanto buscaba. Siempre
hemos creído, que lejos de todo prejuicio partidario, lejos de todo sentimiento mezquino de
discrepancias políticas, debemos rendir nuestro homenaje de reconocimiento y respeto a los
hombres que supieron defender la vida. Al hombre que nunca se traicionó. A aquel que
siempre nos hablaba de una nueva esperanza, de una nueva luz, de un amanecer en donde
todos los hombres vivieran sin odio ni pasiones, en donde reinara lo más sublime y tierno
del corazón humano.
Quiero expresar en estas líneas mi profundo homenaje de reconocimiento, respeto y
amor por el hombre y por todo lo que representaba la obra de Antenor Orrego. La juventud
actual tiene una delicada misión: Hacer justicia a aquellos que siempre lucharon por ella, a
aquellos que sufrieron el odio cainita de los poderosos, a quienes dieron su vida por la vida
misma.
Antenor Orrego se despidió de nosotros un día de julio. Se despidió pero nunca nos
dijo adiós. Acaso podemos rendirle un homenaje más fiel con sus propias palabras, cuando
refiriéndose a Vallejo, nos dice: “Por eso funda con su voz una nueva cultura y por eso
esclarece el misterio permanente del hombre; que a cada paso se renueva, tomando a la
claridad lograda a constituir de nuevo una cifra enigmática de permanente interrogación”.
Esperamos para muy pronto la publicación de sus obras inéditas, que nos guiarán con
mayor seguridad por la difícil ruta que conduce a la armonía y a la justicia. La labor que
viene realizando la viuda y los hijos del Amauta Orrego debe contar con el apoyo de todos
los verdaderos peruanos, de todos los que sepan aquilatar el valor de un hombre de verdad
y la trascendencia de su pensamiento.

La Tribuna, 16 de julio de 1961.

ANTENOR ORREGO Y EL LEGADO DE SU PENSAMIENTO

Por: Fernando González 142

No obstante que el concepto de “generación” ha sido superado como sistema para


interpretar los fenómenos históricos, cabe usar genéricamente esa denominación, fácil y
didáctica para lograr una comprensión cabal de una época. En ese sentido, se logra un
acercamiento mayor al señalar como la “generación del 98”, a la rebeldía literaria de los
españoles, así como es resueltamente más cómodo ubicar a Hemingway. Dos Passos, y
otros dentro de los lineamientos de “the lost generation”. De esa manera igualmente
podemos comprender, valorizar y analizar las principales figuras que se movieron
intelectualmente cerca de Antenor Orrego; comprendiendo la hora inicial del autor de
Pueblo-Continente; como el aflorar de una de las generaciones más sorprendentes y
decisivas del Perú contemporáneo.
El clima espiritual en que se
forjó Antenor Orrego, no solamente
presagiaba grandes
acontecimientos, sino también
contribuyó poderosamente a teñir
con determinadas características –
de las que se hablará más adelante–
a todos los contemporáneos del
Amauta. El Perú, en los primeros
veinte años del siglo, estaba
sufriendo el impacto del proceso
industrial. Los capitales foráneos
venían cada vez en mayor cantidad César Vallejo, acompañado de Antenor Orrego, Víctor Raúl
y más libremente, iniciándose el Haya de la Torre, Macedonio de la Torre, Alcides Spelucín,
desenvolvimiento de un Carlos Valderrama, y otros integrantes del Grupo Norte.
Trujillo, 1915
proletariado fabril que
ansiosamente buscaba ubicarse en el panorama social. Ya la prédica vigorosa de González
Prada había calado hondamente en los espíritus rebeldes y tan sólo faltaba la acción pugnaz
para que el Perú se sacudiera del letargo; esa acción vendría con las universidades
populares, la Reforma Universitaria, la madurez del sindicalismo anarquista y finalmente
con la fundación del APRA.
Allá en el norte peruano
En 1916 los jóvenes trujillanos, al igual que otros muchachos ubicados en otras regiones
del país, sentían la vibración interna de un clima social nuevo y diferente. Los del norte se
decían: “El Grupo Intelectual de Trujillo”, el poeta Parra del Riego los denomino más tarde
“la bohemia de Trujillo”. Pero lo importante es que se habían aproximado espiritualmente
una pléyade de hombres capaces de transformar la historia de un país, a saber: César
Vallejo, Alcides Spelucín, Daniel Hoyle, Carlos Valderrama, Federico Esquerre, José
Eulogio Garrido, Víctor Raúl Haya de la Torre, Manuel Vásquez Díaz, Oscar Imaña, Carlos
Manuel Cox, Agustín Haya de la Torre, Ciro Alegría, Juan Espejo, Eloy Espinoza y
muchos más. 143
Luego posteriormente cuando muchos de los nombrados se trasladaron a Lima, se
unían a otros grupos, logrando encontrarse, en las aulas universitarias o en la amistad
diaria, Luis Alberto Sánchez, Porras Barrenechea, Manuel J. Abastos, Jorge Guillermo
Leguía.
Pero lo que fuera efervescencia juvenil, aliento romántico en unos, fiebre pasajera en
otros, se ha convertido en el puñado de individuos que lograron enrumbar a nuestro país
por caminos audaces, constructivos, y que aún no han sido superados. Es en última
instancia, ese derrotero del país y la acción intelectual de Antenor Orrego una de las más
espléndidas fuentes de investigación social e histórica, con la que indudablemente es
posible hallar las más certeras claves para analizar el panorama actual de nuestra cultura.
Por qué, ¿cuál es el legado de Orrego? Ante todo, la originalidad de un pensamiento
filosófico hondamente resuelto a esclarecer la conciencia histórica del ser americano.

Mentalmente libres
Haya de la Torre, en los más importantes pasajes de su libro, insiste en la autonomía
ideológica del Aprismo. Es decir, no una arrogante posición de aislamiento, sino la
utilización de los elementos que son intransferibles de nuestra realidad junto con las
grandes coordenadas del pensamiento universal. Así, nuestra ideología no rechaza la
permanencia del mensaje cristiano, con sus raíces helénicas y con la tradición bíblica. Ni
mucho menos liquida las conquistas de la filosofía alemana, Hegel, Feuerbach y Marx. Pero
igualmente acuerda plena validez filosófica –y en esto radica la disyuntiva dialéctica que
Haya de la Torre genialmente incluye como categoría del razonamiento histórico– a la
actual concepción de la física nuclear y el relativismo. De allí que cuando Orrego crea un
esquema histórico en donde ubica el escenario de nuestra actividad, con el nombre de
pueblo-continente resuelve la antinomia de Europa y América. Permitiendo de este modo
que el devenir de nuestra actividad, con el nombre de pueblo continente resuelve la
antinomia de Europa y América. Permitiendo de este modo que el devenir de nuestra
realidad, pueda ser interpretado como fenómeno propio de un nuevo estadio de la
civilización occidental.
Es indudable, que esa conciencia plena de la autonomía mental, que era necesaria
para movilizar las mejores energías del pueblo americano, tuvo su primer momento, en la
Revolución mexicana, en las palabras proféticas de los jóvenes de la Reforma Universitaria
y, especialmente en el Perú, en la intuición genial del proletariado que abrazó resueltamente
el credo libertario de los anarquistas, antes que las entelequias del marxismo europeo. De
allí que el “indigenismo”, un tanto incomprendido ahora y siempre encarado como un
negativismo racial, apunta al descubrimiento del alma y el paisaje americanos, por parte de
escritores y artistas plásticos. Actualmente ese nativismo, folklórico, es ya una reliquia,
cuando no una curiosidad intelectual que fija sus ojos en el turismo sajón. Pero advertido en
sus fuentes primigenias –Icaza y Azuela y en cierto modo Alegría en la literatura; Sabogal,
los muralistas mexicanos, Guayasamín en su primera época; algo de Chocano, mucho de
Vallejo y Octavio Paz en poesía, para citar ejemplos muy claros– cabe configurar lo que
buscaron todos aquellos que alguna vez se cobijaron resueltamente en un nacionalismo
nativo, ortodoxo y rebelde, allá en 1930.
Sólo con pueblo-continente, con la búsqueda de una posición nueva, es que el
anhelo de ser libres mentalmente, autónomos en la creación y seguros en un destino 144
superior, de nuestra vida política, artística y filosófica, se transfigura y resulta la conquista
de la historia universal por parte del hombre americano.

Desde este pueblo-continente


Antenor Orrego se despojó de las ataduras humanas en el instante que nuestro continente
necesitaba, más que nunca, de firmeza intelectual. Es indudable que la conciencia social de
las mayorías americanas está asentada. Que el pueblo sigue, con intuición genial, los
choques y contradicciones de la política mundial, dentro de un severo cautelar de los
valores más universales; ante todo la libertad.
Pero cabe examinar ciertos aspectos de nuestra realidad que exigen una solución. Si
los contemporáneos de Haya de la Torre, Orrego y su generación, respiraron el clima del
liberalismo, estuvieron iluminados por los chispazos finales del positivismo y lograron un
insurgir heroico de las entrañas mismas de América, en cambio bien puede decirse que la
juventud actual sale del seno mismo de la reacción, de la intolerancia, de la más espantosa
distorsión intelectual que nuestra época ha visto en América. Antenor Orrego, al igual que
todos los que conforman el cuadro de los fundadores del Aprismo, mantuvieron siempre el
espíritu de las Universidades Populares. Maestros generosos y sinceros. Pero, luego,
especialmente luego de la dictatorial que surgió en 1948, la juventud no tuvo claros
orientadores ideológicos. Argentina se vio sometida a la exacerbación patriotera y que
restó importancia al hecho que Bernardo Houssay obtuviera el Premio Nobel, ello basta
como ejemplo. Venezuela, Perú, Colombia, Centroamérica y tantos países del continente,
vieron desaparecer las garantías ciudadanas. Y tanto en escuelas, como en los centros de
educación superior vino una sistemática campaña de erradicar el pensamiento libre. Con
absoluta tolerancia, y complicidad aún para que las llamadas ideas subversivas “fueran
reemplazadas por un marxismo decimonónico, feble a la penetración soviética y que hoy
cobre auge con agrupaciones políticas que pretenden romper la disciplina de los cuadros de
obreros, estudiantes que forman el Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales.
El reclamo urgente de volver a las raíces mismas del movimiento de liberación
americana, especialmente al sustento filosófico hace que la figura de Antenor Orrego cobre
máxima importancia. Tenemos un vigoroso caudal de ideas propias, firmes de gran
severidad científica, ellas son el mejor instrumento para canalizar los ideales de la
juventud, para guiar la rebeldía popular y lograr que los azares de la lucha mundial no
vulneren nuestra realidad. Orrego fijó sus ojos esperanzados en Cuba, y advirtió las
posibilidades que la Revolución fuera usufructuada por los epígonos moscovitas. Reclamó
independencia mental. Levantó las nobles y heroicas banderas que su generación había
enarbolado por más de 30 años. Pero también insistió en la necesidad impostergable de
preparar al continente para que nuestra voz sea escuchada en el plano mundial. No hay
documentos más señeros e iluminantes que los que Orrego publicó en La Tribuna con el
nombre de la “Efigie del Tiempo”. Arte y política, internacionalismo y humanismo, ciencia
y amor, todos los matices de su honda sabiduría brotaron de su pluma en esa columna
periodística. Su publicación, sistemática y en forma de libro, es urgente.
Ha pasado ya un año. La figura crece, se hace gloriosa y va siendo incorporada a la
más pura veta del pensamiento revolucionario de la filosofía americana. Antenor Orrego, el
Amauta, el maestro de jóvenes con voz poética, rector ilustre de Trujillo y legislador en
horas felices para el Perú, aguarda la posteridad. Ya que su obra, en manos de los jóvenes 145
que amó, se prolonga en nuevas inquietudes, en obras que desde la literatura, el ensayo, la
historia, y la ciencia mantienen la actitud de Orrego: originalidad, humanismo, curiosidad
intelectual, generosidad. ¿Discípulo? ¡Sí! Y discípulos que mantendrán la continuidad del
pensamiento nacional, hacia el universo, hacia la integración definitiva del espíritu
universal, en la historia y el reconocimiento de la eternidad del hombre.
La Tribuna, 16 de julio de 1961.

ANTENOR ORREGO, HUXLEY Y LA ESENCIA DEL HOMBRE

Por: Carlos Alberto Izaguirre


Estas líneas fueron escritas en 1952, en El Panóptico, al paso apenas de días de una lucha
en la que casi cotidianamente me era permitido
departir con Antenor, en nuestras tareas clandestinas
por mantener la unidad del Partido del Pueblo,
llevando esperanza y fe a nuestros castigados cuadros
e información constante a las bases de nuestra
organización partidaria.
Antenor Orrego fue incomunicado en una celda
sin luz del primer piso de esa prisión y durante
muchísimos meses no tuvo visitas y su
correspondencia fue sometida a rigurosa censura al
extremo de buscarse claves ocultas hasta en la
puntuación de sus cartas. Había desempeñado hasta el
Carlos Alberto Eizaguirre Alzamora (21 momento de su prisión el puesto de secretario
de noviembre de 1901 - 28 de enero de general del Aprismo y se extremó con él, por eso, la
1980) fue un abogado y político peruano, vigilancia hasta límites increíbles.
miembro del Partido Aprista Peruano. El Cuando su salud fue quebrantándose
10 de mayo de 1924, lanzó la idea de lentamente y trascendió ese hecho en otros países, la
rendir homenaje a las madres, creando administración del penal resolvió darle una hora
así El Día de la Madre.
diaria de cortos paseos en un pequeño patio del
segundo piso que daba a habitaciones un tanto distantes entre sí, en las que se nos mantenía
secuestrados a Belisario Spelucín y a mí desde los primeros meses de 1951. No
disponíamos, entonces, para vislumbrar el ancho mundo, cada uno de nosotros, más que de
una ventanita de un decímetro cuadrado, por el que nos fue dado un día inolvidable
sentirnos cerca de Antenor. Cuando éste pasaba, en su paseo obligado, a algunos metros de
nuestras celdas, fugazmente cambiábamos opiniones sobre los problemas del espíritu y del
mundo. Recuerdos de Antenor, de Manuel Arélvalo, rumores sobre la situación del jefe del
Aprismo, y dentro de otros planos, preguntas y respuestas acerca de libros, del
existencialismo de Heidegger, Sartre o Avagnano, o una historia de cómo Julio Garrido
Malaver había llenado las paredes de su oscura celda con sus inspiraciones poéticas hasta
obtener un poco de papel y lápiz a fin de que no las cubriese con su producción literaria,
eran los temas obligados de nuestros brevísimos diálogos. 146
Así en nuestra vida, en esas horas, mientras el viento esparcía muy lejos lo que más
amábamos, familiares, amigos de las últimas jornadas de lucha, un quehacer diaspórico que
dilataba nuestro espíritu ante el soplo de la esperanza y lo contraía de dolor cuando la
tragedia a veces nos golpeaba individualmente.
Tuve especial cuidado de anotar cuanto de más hondo me dijo el inolvidable maestro,
y cuando un año después nos reunimos en la misma celda pude sistematizar algunas de esas
impresiones, luego de preparar el café que tanto gustaba a Anterior, pasándolo como a él le
agradaba a fuerza de cucharadas continuadas de agua hervida. Un sentimiento inexplicable
me consumía al indicarme que él viajaría al seno de su Dios antes que nosotros y
consideraba que el destino había sido muy pródigo conmigo al brindarme esas horas de
comunidad que ya nunca se interrumpieron. Hoy continúo el diálogo de lo que más nos
preocupó a ambos, aunque en niveles diversos de existencia.
De cuántos libros leímos para comentarlos, los de Aldous Huxley nos dieron pie para
meditaciones. Un día nos tocó plantearnos el problema biológico y filosófico que implica la
prolongación indefinida de la vida por medios artificiales y las interrogaciones sobre la
eternidad, la experiencia del bien fuera del tiempo, el tiempo como sustancia del mal, el
valor de las instituciones democráticas para el respeto y desarrollo de la personalidad, la
necesidad de la seguridad económica para librarnos de esa cuantía de preocupaciones y
reducir el mundo del temor, de la avaricia, del odio y de mando al mínimo. También el
examen de la radical impropiedad de todo aserto acerca de nuestra naturaleza animal y
mucho más aún de todo aserto acerca de Dios, del espíritu o la eternidad en el supuesto de
que pudiéramos tener intuición directa de las realidades humanas y para trasmitirlas
utilizáramos vocablos aplicables sólo al pensamiento estrictamente del hombre. Todos
estos problemas planteados por Huxley nos preocuparon muchas veces intensamente.
Antenor extraía conclusiones positivas de la profunda desolación de una filosofía
desolada, hija de un tiempo de crisis y al referirse a Huxley en más de una oportunidad me
explicó algunas de sus coincidencias. No le inquietaba la respuesta acerca de la necesidad
de explicar y fundamentar racionalmente las expresiones directas que nos llevan fuera del
nivel humano a la eternidad. Estaba firmemente convencido que llegaría al fin el instante
en que la humanidad poseería una forma de conocimiento y un método que le hagan tener
fe en lo único que realmente pueda emanciparla. En aquellos días planteó categóricamente
la tesis de que la esencia del hombre está formada de varias capas sucesivas y temporales,
cuyo entretejimiento con sus acciones y reacciones consiguientes al ser reemplazadas unas
por otras constituían el drama vital de su personal existencia. Cuatro años después he visto
ampliamente desarrollada esta concepción en un estudio del filósofo acerca de la
“Indagación del ser histórico de la nueva América”.
Antenor encontraba una semejanza fácilmente captable entre el ser individual del
hombre y el ser colectivo de los pueblos, hallando en uno y otro capas ónticas sucesivas
que van nihilizándose, unas tras otras hasta llegar a una última y profunda, y de esta
concepción plena de autenticidad arribaba a concepciones propias de la Filosofía de la
Historia y a un tema que se iba apoderando de él cada vez más: la búsqueda del ser
histórico de la nueva América.
Antenor tenía el convencimiento de que el ser humano posee un instrumento de
intuición que puede llegar a la plenitud espiritual y a un encuentro con la eternidad aún en
nuestro nivel de existencia, pero creía que ello es posible sólo a base de meditación, de
concentración profunda, de santidad interna y de emancipación espiritual, mediante un
perfeccionamiento espiritual y moral. No obstante sus diecisiete meses de prisión unicelular 147
y de incomunicación absoluta, en una celda oscura y fría, estaba estructurando
gozosamente las concepciones de sus libros aún inéditos. Si el pasado, el presente y el
futuro vienen al mundo por la conciencia humana, en la ontología fenomenológica de
Sartre, ¿no puede venir también al mundo por esta misma conciencia una revelación de
existencias y fenómenos apenas vislumbrados? Sin duda, el animal no conoce sino un
mundo de dos dimensiones y nos ha sido dado a los hombres conocer las tres dimensiones
clásicas. Mediante Einstein se ha probado la existencia de una cuarta dimensión y hoy
estamos seguros que hay colores que no percibimos, sonidos que no escuchamos y
armonías incaptadas por nuestros pobres órganos materiales. Antenor sostenía que llegaría
el tiempo en que, desarrollado el cerebro y ejercitada la conciencia, en etapas más
desarrolladas de evolución, captarán nuestros descendientes, cuando hayan pasado miles de
millones de años, dimensiones que hoy no vislumbramos, polvo dorado de realidades
insospechadas.
Un día le dije: si somos una existencia desdichada e indigente y sin embargo Dios nos
circunda ¿ese Dios está fuera de nosotros como algo trascendente? Si no estamos aún
henchidos de él ¿Qué somos? ¿Somos, entonces, una nada sin sentido y sin rumbo? ¿En
qué plano debemos catalogarnos? Si no somos un soplo de Dios, parte siquiera mínima de
él, tal vez dormida cuando nuestra indigencia es mayor, ¿a qué jerarquía pertenecemos?
Una jerarquía no divina, ¿en virtud de qué facultad o por obra de qué puede henchirse de
aquello que no está en su ser? ¿Es que estamos hechos de una sustancia no diferente o casi
análoga a Dios, en camino de despertarse? ¿Qué impulso hace que uno quiera estar
henchido de Dios? ¿Y de dónde viene ese impulso que nos lleva a ese anhelo?
El Dios de Antenor era un Dios inmanente y trascendente a la vez. Se sentía hijo de
Dios, y por eso, sin duda, para el día de su tránsito y para ser llevada, junto a su pecho en el
ataúd, Antenor escribió esa plegaria que más de una vez nos sigue llenando los ojos de
lágrimas:
“Desde todos los evos oscuros de la eternidad,
Dios está descendiendo sobre mí”.
El filósofo, en torno de las preocupaciones de Huxley al resolver el problema de la
seguridad económica, considera que son muchas las posibilidades humanas de darse nuevas
estructuras sociales, políticas y estatales y cree que debe escucharse la voz de la nueva
América que emerge de dos negaciones totales y radicales y que ha de llegar al ser del
nuevo hombre americano, nueva síntesis vital emergente del diálogo cósmico de dos
mundos antagónicos, de lo que ya está abolido y superado históricamente para llegar a lo
que ha de ser el sí de la nueva América de Garcilaso de la Vega, Bolívar, San Martín,
Sarmiento, Montalvo, Martí, Haya de la Torre y cuantos varones excelsos han marcado
hasta hoy una nueva ruta a nuestra América.

La Tribuna, 16 de julio de 1961

ORREGO Y VALLEJO

Por: Julio Ortega Cuentas


148
Del grupo que entre 1913 y 1923 conmovió a la conservadora y aristocrática Trujillo con su
bohemia impertinente, pocas amistades permanecerían tan firmes como la de Cesar Vallejo
y Antenor Orrego. Incluso más allá de la muerte. Ido Vallejo, Orrego siguió fiel al amigo.
Fue de los pocos que no intentaron, siquiera utilizar el nombre del poeta con fines terceros.
Hubo también con Vallejo, como con Mariátegui, la baja intentona del juego político, entre
las menores.
Antenor Orrego, lo saben bien quienes lo conocieron de cerca, tenía el alma buena.
Buena de voluntad. Y sensible la vocación; pocos meses antes de su muerte había dicho en
el homenaje que le ofreció la juventud del grupo Trilce, de Trujillo: “La certidumbre de que
mi vida no había sido enteramente vana, la percibí últimamente en la ciudad de Córdoba
cuando hablé de la poesía de César Vallejo definiendo su sentido americanista y universal”.
Así sentía Orrego su
íntima relación con la
obra de Vallejo. Como
lo esencial de su propia
existencia. Él, sencillo y
modesto por naturaleza,
cuando hablaba del
poeta erguíase con la
certidumbre del
descubridor y la dual
dimensión –la del
hermano y la suya
propia– gravitaba en
mágico y emocional
El poeta César Vallejo, brindando, en foto inédita. Una de las pocas
conjugamiento. Por
fotografías donde se le ve sonriendo. eso en la mesa
redonda sobre la
poesía de Vallejo celebrada en Córdoba, luego de la intervención de Antenor, el auditorio,
arrobado, dejó correr significativas lágrimas.
“El capricho de la fortuna –¡azarosa y arbitraria, la muy mujer!– me ha concedido
un raro privilegio: el de tomar de la mano a dos de los más fuertes espíritus de mi
generación para cruzar la antesala inédita de la poesía...”, escribía Orrego refiriéndose a
Vallejo y Spelucín.
1913. Primer año de la Facultad de Letras de la Universidad de Trujillo. Jóvenes
inquietos. Entre ellos uno, de negro impecable, indígenas y angulosas las facciones. Es
César Vallejo. Aplicado, gana siempre las mejores notas. Allí también Víctor Raúl Haya de
la Torre, aguileña la nariz, liberal el espíritu. Se harían grandes amigos. “Yo te voy a
enseñar a aprender bien los pasos”, le dice Vallejo. “Yo te voy a enseñar a patear la pelota”,
responde Haya25. Fue Víctor Raúl quien llevó al poeta donde Orrego, ya su amigo, quien
laboraba de jefe de Redacción en La Reforma. Orrego se emociona cuando lee los poemas.
“Es un genio”, exclama efusivo. Lo recuerda Alcides Spelucín: “César Vallejo aparece en
los círculos intelectuales de Trujillo hacia 1915. Un experto vigía de nuestras letras,
Antenor Orrego, anunció su llegada con esa vibrante cordialidad que le es peculiar... El
saludo de Orrego fue coreado por todos nosotros, y a partir de entonces Vallejo tuvo un
sitio en nuestras reuniones habituales y un puesto preferencial en nuestra lírica y romántica 149
vanguardia”26.
“La Bohemia de Trujillo” transcurría entre las reuniones cotidianas en casa de José
Eulogio Garrido, el único a quien se trataba de “usted”, algunas aventuras y excursiones y
no pocos provocaciones. El grupo, dirigido por Garrido y Orrego, tenía por rival a un
círculo de poetas atildados y señoritos, integrado por Víctor Alejandro Hernández y varios
catedráticos. Estos son los preferidos, los otros “los malditos”. Los roces son continuos. Y
hasta se produce un atentado contra Vallejo, a quien tratan de cortar la melena. Cuando
Clemente Palma recibe en Variedades el poema de Vallejo ya tenía noticias de estas
rivalidades. “Sabemos que es usted de esos mamarrachos que deshonran a la sociedad
trujillana”, escribe en su “Correo Franco”. Víctor Raúl quiere reivindicar al amigo. Por
entonces actúa en Trujillo una compañía española donde Haya gana amigos. Y de acuerdo
con ellos planea escribir una comedia. Lo hace. La pieza, Triunfa Vanidad, tiene por héroe
a un poeta humilde y despreciado en su país, Vallejo, por cierto. Pero un viaje a Europa
cambia situaciones. Y apresura un happy end: vuelve el poeta cargado de honores y de
fama, ganando la mano de su novia que el padre se negaba a conceder, antes, por la
condición del poeta, pero luego, ante el prestigio del vate, la otorga: “¡Los inmortales son
ellos, nosotros, que los desdeñamos!”, dice un personaje refiriéndose a los poetas. La
representación fue un éxito. Al día siguiente Vallejo escribe en La Reforma un soneto para
la pieza de Haya. Pero la alegría fue corta: los padres de Orrego fallecerían en esos mismos
días.
La historia se hacía entre anécdotas. Una noche de jolgorio en Los Tumbos, el
restaurante frecuentado, se recordó la muerte de Rubén Darío, recién acaecida. “Bueno –
dice Vallejo–, creo que hoy debemos declarar muerto y sepultado a Darío. ¡Señores, Rubén
Darío ha muerto!”; Orrego se yergue inmediatamente: “Exacto –exclama–, Rubén Darío,
poeta de América, ha muerto. Pero yo declaro aquí, en esta noche, que ha nacido otro poeta
de América, el renovador de la poesía de nuestra lengua, y ese poeta eres tú, cholo Vallejo.
¡Eres tú! Como tal te consagro, porque tu nombre, hoy apenas conocido o neciamente
combatido, será algún día saludado y admirado como el más grande de los creadores de la
nueva poesía castellana...”27. Vallejo, sobrecogido, llora en silencio.
Georgette, la esposa del poeta, ha de anotar, años más tarde, que Antenor es “el
amigo más recordado por Vallejo”28.

25
Felipe Cossío del Pomar, Víctor Raúl.
26
Alcides Spelucín, “Trayectoria literaria de César Vallejo”; Presente N° 3.
27
Cossío, Víctor Raúl.
28
Georgette Vallejo, Apuntes Bibliográficos de c.v., en Los Heraldos Negros, Perú Nuevo, 1959.
“El Grupo”, como se le llamaba, marchaba unido. Y así, unido en el espíritu
fraternal, y junto a los demás de la “generación vetada”, participaría decididamente en la
vida pública del país; en la literatura y la política, en la docencia y el arte, a pesar de todas
las proscripciones. “Era –dice Monguió– un grupo bohemio y revolucionario en más de un
sentido. De él salieron, por lo menos, un pensador y activista político y cultural, Antenor
Orrego, autor de varios libros, director de varios periódicos y revistas de Trujillo y Lima;
un gran poeta, Vallejo, y varios poetas distinguidos, Spelucín, Imaña, Xandóval y el líder
político Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador y jefe del APRA. Con el tiempo, entre
unos y otros habían de conmover el ambiente no sólo de Trujillo, sino de todo su país en
los campos de la literatura, del pensamiento y de la acción” 29. Cabe agregar un nombre
más, en el arte: Macedonio de la Torre. 150
Orrego resume la actitud de esa inquieta y brillante promoción. “Arrogante el
ademán, socrático el gesto, libre y potente el corazón, audaz, voraz, volador el
pensamiento; presta y prodiga la mano; estuporado y erguido, como una torre celeste, el
espíritu; concreto, luminoso y heroico el destino; encendido y magnético el paso;
justiciero, veraz y humilde el pecho. Los cantos brotaban espontáneamente de su fuente
prístina...”30. Empero, la conjunta actitud renovadora habría de ser impedida por los
dominantes intereses de siempre. Individualmente realizarían sus designios. La muerte o el
destierro, la miseria o la indiferencia, rubricaron su abandono. Ninguna generación pudo
tanto y fue tantas veces postergada.
Antenor Orrego fue el primero en escribir sobre Vallejo. Sus palabras prologales en
Trilce tiene la certeza de la justa interpretación a pesar de su carga emocional, fraterna por
lo demás. El profético prólogo contiene, sin duda, la más atinada valoración estética del
nuevo rumbo poético impreso por Vallejo. El certero análisis de la renovación estilística del
poeta fue ampliado por Orrego en Panoramas (1927). Allí escribe:
“La derogación del viejo andamiaje retórico no era un capricho o arbitrariedad del
poeta, era una necesidad vital. Cuando se comienza a comprender la obra de Vallejo, se
comienza a comprender también la necesidad de una técnica renovada y distinta”.
Esto define la actitud de Vallejo. Era el abordamiento de una nueva estructura formal
donde pudiera darse el conflicto vital del poeta. En su interesante estudio sobre Vallejo,
Xavier Abril anota que Orrego resuelve el secreto espiritual, que significa Trilce, “de una
manera excelente”, cuando escribe en el prólogo:
“...Retrae hacia su origen la esencia del ser...”
Cierto. La compleja paradoja humana se traduce patéticamente en la palabra de
Trilce. Palabra nacida con el libro. Giros, modismos, licencias, arcaísmos, adjetivaciones e
inventados vocablos, son utilizados para la traducción de vivencias intraducibles en el
lenguaje llano. El encuentro del hombre en su génesis promueve reacciones hondas apenas
intuibles en la tremenda humanidad del poeta.
Abril, con quien podríamos no estar de acuerdo cuando afirma que la lectura de un
poema de Mallarmé “determinó la transformación poética de César Vallejo”, sostiene, a
pesar de reconocer que el prólogo de Orrego contiene “Atisbos extraordinarios”, que ese
estudio, “en mínima parte, soslaya el principio fundamental del carácter de Trilce; porque –
dice Abril– “no se compadece la indagación poética del ser, admirable, sin duda, con las

29
Luis Monguió, Vallejo, Vida y Obra.
30
Orrego Palabras Prologales a La nave dorada de Spelucín.
efusiones cordiales y anecdóticas, propias de la crónica más que de un prólogo...”31.
Discrepamos. Precisamente lo extraordinario del prólogo de Orrego, creemos, es la
conjugación, que no tiene porque resultar incompatible o forzada, del certero juicio
estilístico y el suceso existencial de que participa el poeta. Sin duda el libro de Abril tiene
logradas interpretaciones, como cuando dilucida la influencia de Quevedo en Vallejo, pero
nos permitimos discrepar con él en el capítulo dedicado a Trilce, capítulo al parecer escrito
demasiado a prisa. Máxime cuando condiciona la orientación renovadora del poeta a la
lectura de un poema de Mallarmé. El mismo Vallejo define su posición en Trilce en la carta
que escribe sobre el libro a Orrego:
“El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la
responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizá, siento gravitar sobre mí una 151
hasta ahora desconocida obligación sacratísima de hombre y de artista: la de ser libre. Si no
he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa
fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo, y esta es mi mayor cosecha
artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad!; Dios sabe cuánto he
sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje. ¡Dios sabe hasta
qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya
a morir a fondo para mi pobre ánima viva!”32
El subrayado nuestro corrobora la idea expuesta. Cuando Vallejo expresa su temor de
que el “ritmo” no traspasará sus límites, se refiere al ritmo interior, a su requerimiento
sustancial de la comunicación inmediata, la que, en la fuerza de su vivencia, tienta las
mismas fronteras de la expresión, de la libertad. Bien dice Orrego que la transformación
estética de Vallejo obedecía “una necesidad vital”. También escribe que “sus palabras no
han sido dichas, acaban de nacer”, frase que destaca Coyné. En otra carta a Orrego el poeta
le escribe: “¡Quiero ser libre aun a truenes rodeado de espantoso ridículo con el aire de un
niño que se lleva la cuchara por las narices!” 33. Así se sentía el poeta ante la indiferencia
con que se había recibido su libro. Sólo el otro amigo, Luis Alberto Sánchez, dio cuenta de
la aparición de Trilce en Variedades.
Ahora que recordamos el año primero de la física e insustancial partida de Antenor
Orrego, importa evocar su tarea apasionada de vallejista sincero y veraz. Evocación ésta,
nunca completa por nunca abarcable la emoción fraternal que del inolvidable cholo
palpitaba en él. Había orientado su preciosa existencia al conocimiento certero del poeta.
Decía que “cada hombre es portador de una revelación que no le pertenece, sino que
pertenece a los demás”. Y frente a su destino descubridor de una palabra universal y eterna
imploraba: “¡He creído y he querido cumplir mi deber lo más alto que pude! ¡Estad seguros
que no pude más!”. Así de noble era. Así de modesto. Quienes lo conocieron de cerca lo
saben bien. Y quienes no lo conocieron lo intuimos igual.

La Tribuna, 16 de julio de 1961.

31
Xavier Abril, Vallejo.
32
Carta de Vallejo a Orrego trascrita por Mariátegui.
33
Ibíd.
VIDAS PARALELAS: ANTENOR ORREGO Y MANUEL AREVALO

Por: Carlos Manuel Cox


(De La Libertad, órgano del Buró de La Libertad, 22-11-1961)

Dos vidas paralelas que se han reunido en el más allá nos llaman a reflexión sobre el
contenido moral de sus enseñanzas. La del maestro Antenor Orrego, filósofo y pensador,
cuyos restos descansan provisionalmente en el cementerio de Lima, desde julio del año
pasado, y la de Manuel Arévalo, que no tuvo descanso ni en la tumba de Colorado Chico,
pero cuya Cruz simbólica se alza para decir al viajero o caminante que cuando las ideas se 152
escriben con sangre jamás perecen.
Nadie como Antenor –que hasta por nombre le vino la sagacidad y la prudencia en el
discurrir y aconsejar– pudo resumir mejor los valores eternos de Manuel Arévalo. Ahí está
su ofrenda de Pueblo Continente. En ella Orrego concretó el mensaje del mártir para que se
cincelaran en el bronce de pedestal de la cruz que, sobre la pampa árida, haga florecer
reafirmaciones de fe y esperanza.
“El amor, lo puso un hijo humilde del pueblo, inteligencia lucida y bravo corazón de
héroe que hizo a su país la noble ofrenda de su sangre”.
La rebeldía juvenil de Manuel Arévalo en los años iníciales de la protesta no fue
algazara irresponsable, la crítica negativa ni el rencor subalterno de los incapaces. Al
contrario de las fuerzas ciegas o demoniacas de la Naturaleza, que sólo destruyen, la acción
de Manuel Arévalo –inspirada por elevadas motivaciones de justicia social– fue temple del
espíritu, valor de la conducta, pertinacia por alcanzar una meta. Su coraje no fue pasional in
promptu, ni arrebato fugaz. Era tensión hacia el objetivo.
Proclamó y enseñó la disciplina como virtud y supo prepararse pacientemente, en
medio del fragor de la lucha, hasta alcanzar una cabal formación espiritual. Sin
oportunidades educacionales consiguió burilar su inteligencia y nutrirla con ideas
cardinales. Clara mente comprensiva, desechó la paja y el relleno para ir directamente a los
principios rectores. Aprista raigal, no se deslumbró con los astros de otras constelaciones.
Observó nuestra tierra peruana con limpia inspiración para resolver nuestros problemas.
Rechazó con entereza fórmulas y recetas extrañas. Cumplió su tarea gloriosa y
sacrificadamente para que el hombre peruano alcanzara su destino de bienestar y de
progreso.
Manuel Arévalo no concibió la política al margen de la fe. Creía en las virtudes
esenciales del pueblo, en la luminosa verdad de la doctrina aprista, en la obra
transformadora de un movimiento cuyos guías, Víctor Raúl Haya de la Torre o Antenor
Orrego, son hombres de pensamiento. Y fue, paradigma de lealtad a su partido, que no
concibió con alas o fracciones, con disidentes encubiertos, o emboscados con radicalismo
de escaparate. Tenía que ser un bloque unitario que garantizara la victoria.
Así, hasta su sacrificio final, supo mantener al partido en la región norteña y en el
ámbito nacional, dentro de los cuatro principios cardinales que definiera y cumpliera.
Acción indeclinable, cuya meta es la victoria; fe en que las grandes causas no perecen por
el miedo; disciplina para que los integrantes del partido constituyan una legión aguerrida; y
unión fraternal entre dirigentes y militantes.
Junto a su recuerdo se hermana esa figura de héroe civil que se llama Antenor Orrego.
Sembrador de ideas, guía y maestro del pensamiento, luchador político como hay pocos, y
en cuya hombría, todos los que estuvimos cerca de él por muchas décadas, descansábamos
seguros de que no daría paso atrás. Antenor Orrego era de la estirpe de los que no se
arredran ante el peligro de perder la vida, ni ante la confusión de los inmaduros que pierden
la brújula, la orientación y el rumbo. Conocía a los hombres y a los jóvenes y no se
equivocó en alejar a los mezquinos y traidores. Cuando esos pocos quisieron amargarle y
alejarle de la acción sólo consiguieron que se empinara más. Entonces, como en sus viejos
tiempos de precursor de idealismos, esparció más claridad mental y ética. Acendro el
espíritu combativo de todos en esa lucha ideológica que los sovietizantes criollos pretenden
ganar por el terror, la demagogia o el desprestigio, guerra fría que Antenor Orrego ayudó a
ganar para el Aprismo. 153
Así estas dos almas inmortales que se han desvestido del ropaje terreno y de la arcilla
humana –que jamás los ancló en vida– para elevarse egregiamente a la gloria. Desde ella
nos trasmiten el mensaje peruanísimo de seguir luchando por una nación sin siervos ni
mendigos, sin explotadores ni explotados, sin huérfanos del destino, ni esclavos de la
ignorancia, el vicio o la mentira.

Lima, 15 de febrero de 1961.

ANTENOR ORREGO, MAESTRO INOLVIDABLE

Por: Julio Garrido Malaver


Todavía resuenan en lo más hondo de mi corazón las últimas palabras que pronunciara, en
rueda de hermanos, en la eterna ciudad de Trujillo. Regresábamos de Huamachuco, donde
había pronunciado una de sus hermosas conferencias que resultó ser la última que le
escuchamos. Estábamos todos; quienes habíamos llegado a su vera de maestro hacía como
treinta años y las hornadas juveniles que habrán de ser recientes en todo tiempo en las filas
esclarecidas y pujantes de nuestro partido.
Había dicho, allá, en lo más alto de la sierra: “he sacado mis manos hacia afuera del
carro y he sentido como si el aire se hubiera roto entre mis manos cual dulce cristal que
copia el aire”. Su vida había comenzado a romperse para difundirse.
Y elevó su voz, hasta alturas que supieron verter todas las profundidades de su
grandeza, los perfiles de su pensamiento que van creciendo, en condición de anuncios, en
todo lo que habrá de ser mañana la expresión singular y deslumbrante de las nuevas
generaciones y sus gestas.
Fue Antenor un hombre excepcional. Lo más invalorable de sí supo darlo en esas
reuniones fraternales, como la que estoy recordando. Pero en aquella ocasión, tuvo su voz
algo más que sus propias ideas. Nos dio el entendimiento de todos los poderes que nos
vienen del pueblo, de la tierra que amamos, de la realidad que informa y crea y recrea
nuestras actitudes y nuestras devociones.
Amaba tanto a nuestra Patria que nos dijo por ella y para ella, que supiéramos damos
hasta más allá de todos los sufrimientos y martirios.
Nos enseñó que la vida nos dieron para amarla, para hacerla bella por el camino de la
libertad humana. Y afirmó que la libertad es el atributo esencial del hombre.
Nunca vimos al maestro en más luminosa actitud. Nunca lo sentimos más en nosotros
mismos que en su última estada en Trujillo, en aquella tierra que tanto amó y que sigue
amando desde la lumbre de su recuerdo que es para todos los trujillanos y para todos los
apristas, diadema de orgullo.
Y nosotros le dijimos lo que él recibió como se recibe a manos simples lo que saben
dar la fe entrañable y el cariño que todavía podemos tener quienes de todas las refriegas
hemos salvado lo esencial que tendrá su propia definición de madurez y de luz.
Hoy que se cumple el segundo aniversario de su viaje final, lo sentimos en todo lo
que dijo, en todo lo que ampararon sus miradas de enseñanza, en todo lo que pensamos y 154
exigimos a la vida; lo vemos surgir perfecto y total, para hablarnos como siempre, de que
tenemos un destino y de que debemos seguir cumpliendo con la santa misión que nos
hemos impuesto.
Antenor está presente en todos los corazones y habrá de asomarse a todas las miradas
de quienes seguiremos batallando por la democracia y hasta a los ojos de los niños, –que
advienen a la vida, para saber, un día, que fuimos los padres de su esperanza, que ojalá
nunca se caiga como algo que debe romperse contra los caminos de la incomprensión, las
dificultades y el odio.
Y desde esta hora, queremos decirle al maestro eterno que estamos atentos a sus
latidos, incorporados ya a lo permanente de nuestro pueblo, latidos que van a florecer en
todo tiempo para que nuestra Patria siga buscando su rumbo, hasta edificar su nuevo día,
que será un día para todos y el nacimiento de los nuevos cielos que nos faltan para el vuelo
glorioso de los sueños detenidos aún por la mano de las sombras que tratan de erguirse
como nuevas montañas ciegas e insensibles a toda claridad.

La Tribuna, 17 de julio de 1962.

ELOGIO DE ANTENOR ORREGO

Por: Carlos Manuel Cox


(Pronunciado en el Aula Magna de la Casa del Pueblo, Lima)

Compañeros:
Quizá sería una traición a la memoria de Antenor Orrego, si mi elogio a su vida y a su obra
rastreara por los detalles y acometiera la empresa olvidando sus consejos. No debo repetir
conceptos ni subrayar ideas ni pensamientos, sino descubrir las líneas generales de su vida
y de su obra. Extraer las esencias en una breve síntesis que no he querido dejar al azar,
porque este nuestro momento, debe ser un momento de recogimiento y de meditación,
como fue el trayecto de su vida. Por eso sacaría fuerzas de flaqueza para decir a todos los
aquí congregados, dirigentes del partido, compañero secretario general, nuestro hermano el
diplomático venezolano doctor Thibaldo González, y a toda la hermandad aprista, a los
fraternales amigos, devotos discípulos depositarios de su fe, cuánto debemos a sus
enseñanzas, a su ejemplo austero, a su amor y comprensión inagotables. Él, que nos hizo
amar la belleza, la tolerancia y el desinterés, tal vez escuche desde el panteón de nuestros
próceres, la mejor ofrenda de nuestra adhesión que es este diálogo colectivo que sostuvo en
vida desde hace más de cuatro décadas y que nosotros continuamos y debemos continuar
con su presencia espiritual. El calor de su palabra se extinguió hace un año cuando se nos
fue silenciosamente una madrugada, sin cerrar ni una puerta, como queriendo no
interrumpir el coloquio que seguiremos manteniendo con su presencia espiritual, con su
nunca dolida imagen, con el ánimo alegre de su portentosa verdad.
Antenor Orrego, vuelvo a subrayarlo, no murió de enfermedad ni de vejez, ni de
cansancio ni de pesimismo. Detúvose su corazón porque era cárcel estrecha. Detúvose su
mano de escritor y de artífice del pensamiento porque ya había sembrado la semilla de 155
tantas nobles ideas, de tan altos ideales. Se aquietó su cuerpo para no perturbar más el
rumor de su alma generosa que ascendió siempre. Fue ascenso permanente su vida, tal vez
para no oír los halagos del éxito, las loas del triunfo, los vítores de la culminación.
Calladamente se fue una madrugada, tan sólo unos minutos después que nos diera su
postrer mensaje. Se ha ido dejando la estela luminosa de su pensamiento, la huella honda
de su conducta intachable: Como Sócrates, también bebió la cicuta de las cárceles, de las
persecuciones e incomprensiones.
Tras de su partida definitiva quiso tal vez que fuéramos testigos de que no tuvo
flaquezas, ni debilidades ni claudicaciones con lo vulgar, lo malo y lo inferior. Se fue de
puro espíritu. Es natural mudar de estancia. Dejar la tierra. Por eso no hubo ninguna
estridencia en su tránsito, sólo el llanto callado de los seres amados al apagarse la lumbre
de sus ojos y el tono de su voz. La agonía de Antenor no fue, pues, la muerte, su lucha era
en torno a la vida. Lucha por mejorarla, embellecerla, ennoblecerla. ¿Para qué aferrarse
entonces a la prisión del cuerpo, si ya había ganado la inmortalidad?

Misión y destino
La misión y el destino de Antenor Orrego ha sido transmitir el mensaje de optimismo a las
juventudes del Perú y a las juventudes de América. Veinte años de meditación angustiosa
florecieron en su libro Pueblo-Continente, o ensayos para una interpretación de América
Latina. Este libro es el fruto de su misión docente. “Nuestra América tiene que encontrar su
propia alma; nada de imitaciones, ni de copia, ni de remedo. Debemos ser lo que somos”
así lo dijo y lo repito, extrayendo lo esencial de su pensamiento, en la medida en que
convertimos el destino en expresión de la libertad, lo habremos convertido también en la
magnífica herramienta de nuestra misión. Nuestro destino histórico nos ha llevado al borde
de nuestra responsabilidad en esta tremenda misión; debemos alzamos espiritualmente
hacia esa altura a que nos ha levantado el misterioso oleaje de la historia. “Desde América
debe surgir y está surgiendo ya un nuevo humanismo, que por la pulsación ecuménica de la
hora en que nace incluye a todos los pueblos de la tierra en una apertura integral de la
conciencia humana, venciendo y superando todas sus limitaciones y frustraciones
anteriores, causantes de la presente crisis mundial”. Y por último dijo así: “Política y
culturalmente, no seremos libres, sino simplemente libertos y manumitidos mientras
sintamos la añoranza de las palabras y de los ademanes extraños. Si sentimos el
pensamiento europeo como yugo y no como sustancia nutritiva y alumbradora, ¿cómo
habremos de alcanzar nuestra autonomía, nuestra soberanía y mayoría espiritual?”.
Así discurre su pensamiento imbuido siempre porque América surja con un
significado universal, para forjar una egregia misión humana que capte y exprese toda su
grandeza y originalidad. ¿Cómo podrá incorporarse en la historia y en el acontecer
espiritual del mundo? La imagen que nos presenta luego es la clave del apostolado y el
destino esencial de Orrego. “El brillante que destella como una luz, ante el resplandor del
sol, sólo puede ser porque hubo una mano que descendió tremulante y tranquila a las
entrañas de la tierra y lo extrajo para tallarlo y bruñirlo con su decisión de sacrificio, de
amor y de belleza”. Artista él mismo, y grande en su modestia, plasma sus meditaciones en
unas Notas Marginales, allá por 1922. Y en el Monólogo Eterno, siete años después, que
editara allá en Trujillo, la tierra norteña que inspirara a su pensamiento, fijara su acción y
mantuviera su vigilia. Desde entonces sólo actúa, piensa y escribe para su descubrimiento 156
de la “conciencia americana”. “Tengo la remota esperanza de que en el curso de estas
páginas, alguna frase estremecida, algún pensamiento encendido, alumbren algún sector de
nuestra vida informe y la ayuden a articularse en alguna conciencia de América”. Así
siempre presente el espíritu de América, que es el espíritu del Perú consustanciado, es
como discurre este hombre que supo empujar la historia de nuestro movimiento con
carácter de universalidad.
Antenor alienta con ademán comprensivo, penetrante y generoso la acción poética de
Vallejo. Su prólogo a la primera edición de Trilce, culminación de un largo y esforzado
magisterio, con que el pensador libra batalla contra la incomprensión, revela el mundo que
nace en el alma del poeta. Es el alma del artista protagónico, del poeta en busca de la
expresión propia y original. De ahí que años después levante su protesta contra quienes en
Europa regatearan personalidad estética americana a César Vallejo. “Me parece forzado y
absurdo –dice– ese intento de explicar la obra de Vallejo mediante factores
extracontinentales, al margen de su genuina circunstancia americana, mediante ingredientes
ideológicos que nunca tienen en ningún artista creador resonancias profundas y que son
sólo meros elementos superficiales y adventicios”. Vallejo es para Orrego la conciencia
nueva de América en el campo del arte, en el campo estético.

Anunciación de Pueblo-Continente
Por eso la anunciación que lanza en Pueblo Continente es plural en su manifestación. La
concepción de Antenor Orrego que acabo de anotar no se circunscribe a la producción
artística. Ella es faceta filosófica que ciñe y precisa el pensamiento americano, hecho de
síntesis dialéctica, oposición de contrarios. ¡Cuán lejos está su pensamiento de reptar por
los lugares comunes y vulgaridades interpretativas de quienes hacían de América campo de
colonización y suma aritmética de europeos e indios. La idea de Orrego no es racial sino
biológica. Es muy cierto aquello de que a una muerte y a una decadencia, sucede siempre
“un nuevo brote, un nuevo nacimiento”, son sus palabras. Muere y se descompone el indio,
pero también muere y se descompone el europeo, para que surja luego una nueva
estructuración, una nueva conformación fisiológica del espíritu americano. Afirma por
tanto que no hay muerte ni desintegración absoluta, ni en la naturaleza ni en la historia. Si
la evolución de la independencia nuestra, latinoamericana, se frustró porque no hubo lo que
él denomina “digestión vital”, ni asimilación entre los dos mundos que chocaron, en
cambio el valor continental de las presentes generaciones consiste, precisamente, en haber
hecho la digestión de América, en haber refundido en su acción, en su pensamiento y en su
impulso emotivo esa intuición oscura y profunda de ser la concepción y la expresión de un
nuevo vasto mensaje de la vida universal.
Para fijar el destino trascendente de América, la poderosa mente de Orrego bucea en
el abismo de lo desconocido, el encuentro de las dos estirpes y de los dos pueblos.
“Desgarrón histórico”, lo llama, a donde el metro para medir sus alcances, no es ni la
experiencia ni las leyes, ni las normas que ensayaran el hombre europeo o el hombre
oriental a través de los siglos. América es una nueva posibilidad humana. Es más,
constituimos los americanos una síntesis de razas y culturas, la síntesis del hombre político
o externo y el hombre subjetivo o interno. Oriente y Occidente que se dan la mano. Son
fuerzas para lograr la conciencia de sí mismas, la americanización de América. El destino
de América, según Orrego, es resolver en una unidad superior la encrucijada tácita en que 157
desemboca el mundo contemporáneo. Esta es la tarea de América.
Una vez que analiza la dimensión de América a la luz de su profunda intuición de
filósofo de la historia, Orrego se adentra en el camino de las primeras realizaciones. Recusa
el movimiento ruso, el de la Tercera Internacional, como un narcisismo que quiere verse a
sí mismo reflejado en el exterior, con el infantil propósito de pulir y azogar a los demás
pueblos para que le retornen su propia imagen, proyectándose en los otros. Por eso, a
Orrego, debe considerársele como e adelantado en la contienda de confusiones que trae la
guerra fría o guerra ideológica. Como el luchador más representativo, para afirmar al
margen de influencias extracontinentales, nuestra propia personalidad americana, que es la
única que puede conocer y resolver nuestros problemas fundamentales.

El líder y el equipo
Orrego tacha de ridículas y desvalorizadas las directivas estratégicas y las tácticas del
comunismo provenientes de Moscú, en las que se olvida que cada pueblo es algo concluso,
una ley en sí mismo, un proceso autonómico, un caso espiritual. Destruye la falacia de
imitar a Europa en sus tareas revolucionarias, puesto que el problema de América es
radicalmente distinto y su complejidad no se compadece con el simplismo que adolecen
todos los partidos comunistas y socialistas de América. La conciencia y el hecho
fundamental de que en ninguna parte, como en América, la revolución tiene un tan pleno
sentido de creación, rige el pensamiento de Orrego para descubrir el sentido vital de la
revolución indoamericana, de la revolución peruana. Con ella, formando parte de ella,
haciendo ella misma la revolución aparece el Aprismo en nuestro escenario. El Aprismo
como imperativo histórico, no es una teoría intemporal que haya surgido de la imaginación
abstracta de un ideólogo, no es una teoría ni un sistema académico que haya brotado por
obra del conjuro como el fiat lux, de la nada. Dentro de este enjuiciamiento global, Antenor
Orrego sitúa la personalidad del fundador del APRA, a quien saluda en 1931, con ese
discurso admirable, cuya síntesis nos las da después en Pueblo Continente, con estas
palabras:
“Haya de la Torre en su momento culminante, es el aglutinador político, el punto de
convergencia de una generación que polariza el pasado en lo que tiene de vital y el
porvenir en lo que tiene de trayectoria humana; en una palabra, la trayectoria pretérita y
presente y las posibilidades de transformación “sin lugares comunes, frases estereotipadas,
ideas sin sangre ni glóbulos rojos”.
¿Cómo interpreta el sufrimiento de miles de peruanos en las mazmorras de El
Frontón, de la Intendencia y del Real Felipe, de la Penitenciaría, que está cayendo bajo la
piqueta depuradora? (¡Tenía que serlo en un régimen de libertad!).
¿Cómo se explica la abnegación heroica de los que fueron tenebrosamente fusilados
en Huaraz, Cajamarca, Cajabamba, Huancavelica y Ayacucho, de esos miles de ciudadanos
y adolescentes abatidos frente a los muros de la vieja Chan Chan?
¿Cuál es el resorte moral de esa resistencia heroica de 30 años. De esa constancia
frente a la adversidad, de esa lealtad y consecuencia de nuestra militancia? Antenor Orrego
nos da la respuesta.

Mística del movimiento


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“No hay, ni ha habido nunca una tarea de gran envergadura histórica, no hay siquiera una
obra puramente individual –si esto es posible en el rigor del término–, con cierta
profundidad, fecundidad y trascendencia humanas, que no haya sido movilizada, aventada,
impulsada por una fuerza espiritual, una mística”.
Orrego es el pensador nato; mente dispuesta siempre a la meditación, el vuelo
constante hacia las regiones de la especulación filosófica y metafísica. Sin embargo su
pensamiento no se detiene en las soluciones teóricas, en las abstracciones y en los
enunciados lógicos. Las leyes del pensamiento tienen sentido a condición de que sean una
encarnación vital. “Una ideología cualquiera podrá ser el instrumento, dice, el método o el
camino de una transformación, pero no la transformación misma. Muchos espíritus
superficiales creen, ingenuamente, que con El Capital de Marx en la mano se puede hacer
todas las revoluciones del mundo. Confunden el instrumento o herramienta con la obra.
Una ideología no es sino el fundamento racional, el emplazamiento lógico y científico de
una revolución”.
Por eso Antenor Orrego sostiene que las ideas sólo tienen eficacia revolucionaria si
encarnan en el alma y en la vida íntegra de un pueblo. Así podemos considerarlo como un
vitalista; como un activista; hombre representativo de un movimiento que lo explica en
función de la pluralidad en diversas manifestaciones filosóficas, estéticas, morales,
sociales, científicas o políticas. En su función de pensador se ve en la obligación de
plantear con exactitud los movimientos colectivos a fin de darles “sentido definido y
creador”.
Afirma, por consiguiente, “que el planteamiento racional del Aprismo ha sido exacto
como nos lo revela los varios años de lucha en que el movimiento ha adquirido un volumen
y una fuerza creadora que no sospecharon las oligarquías dominantes”. Sostiene que el
Aprismo no es solamente un partido político sino una empresa espiritual y de cultura. Es,
también, un movimiento ético de vasta envergadura multitudinaria. Esa es la prueba
irrecusable de su acertada ubicación lógica. Las ideas corren dentro de los sentimientos y
estos dentro de las ideas”.
Secuencia histórica y lógica de tal enunciado es “el fracaso de los partidos socialistas
y comunistas en América Latina” porque “no han sabido insertar el marxismo en las
condiciones privativas de América en el alma del continente”. Además, Orrego se explica
el fracaso de esos partidos a causa del intento programático de transformar las realidades
desde afuera, y no como el Aprismo ha hecho desde adentro hacia afuera. Desde el núcleo
hacia la periferia.
Espacio-Tiempo-Histórico
En la segunda edición de Pueblo-Continente, publicada en Buenos Aires el año 1957, se
remite en una nota a un artículo publicado en La Tribuna, sobre el libro de Haya de la
Torre Espacio-tiempo-histórico, “que avanza –dice– una explicación más profunda de la
realidad indoamericana y que partiendo del marxismo y de la Teoría de la Relatividad,
formula la filosofía política más original que se
haya producido en nuestros pueblos”.
“Por primera vez en nuestros pueblos se
coordina una teoría que al mismo tiempo que
explica y clarifica la posición genuina de 159
América, supera también la explicación
científica de la historia universal. Es un gran
honor para el Perú que el jefe del Aprismo
haya llegado a plantear y resolver con tanta
claridad los problemas y las interrogaciones
que todo hombre estudioso se formula ante la
crisis radical de los acontecimientos
contemporáneos. Con Haya de la Torre el
pensamiento político de América asume su
mayoría de edad y expresa su independencia y
su madurez espiritual”.
Juzga Antenor Orrego que los
fundamentos básicos de la teoría del Espacio-
tiempo-histórico están constituidos por dos
Pueblo-Continente, obra de Antenor Orrego, conclusiones “agudas y geniales” que resume
dedicada a la juventud americana. Fue así:
publicada en Santiago de Chile en 1939. Aquí Primera.– “Que la dualidad absoluta
propugna la revalorización de la raza americana entre materia y espíritu ya no puede
para convertirla en una raza de proyección sostenerse frente a las últimas conclusiones
universal. Así plantea: “Nuestra América tiene
de la física y de la ciencia moderna, y que,
que encontrar su propia alma; nada de
imitaciones ni de copias, ni de remedo. Debemos
por consiguiente, materialismo y
ser lo que somos”. Orrego reclama el espíritu espiritualismo son simples palabras que no
creativo y la autonomía mental, libre de toda explican ni aclaran nada”; y,
influencia foránea, que permita buscar la propia Segunda.– “Con respecto a la teoría
identidad cultural. clásica de Marx, que el concepto de la lucha
de clases como motor permanente de la
historia, encuentra su contradicción sin salida en el propio marxismo, que afirma que el
movimiento socialista del mundo va precisamente a la supresión de las clases, a la
democracia pura sin clases económicas con lo cual, añade, la historia queda sin motor que
la impulse en el momento mismo en que se realice el socialismo”.

El hombre y el equipo
Antenor Orrego, enjuicia la obra creadora de Víctor Raúl Haya de la Torre desde el ángulo
de la acción, pero no de la actividad sin ideas ni doctrina, es el nuevo hombre de América,
el nuevo órgano biológico que necesita el continente para articular su destino. “De pocos
se puede afirmar con igual certeza, que encarnen y realicen esta concepción como el jefe
del Aprismo”. Junto con él, mancomunadamente con el hombre-acción está el equipo
energético, según en enfoque de Antenor Orrego, porque “una empresa de cultura no
puede ser ni ha sido nunca la obra de un hombre. Son precisas, muchas capacidades para
planear, abrazar y recorrer una trayectoria histórica. La eficacia vital de un movimiento se
mide por su virtualidad de suscitación, de procreación y de fecundación espirituales”.
Concluye así anunciando la aparición del nuevo tipo de hombre, el héroe civil, en
esta gesta por la conquista de la libertad, de la democracia, de la cultura, de la justicia
social, que es la libertad con pan.
Ante el primer alzamiento civil, la insurrección del 7 de julio del año 1932 en 160
Trujillo, seguido por las insurrecciones de Cajamarca, Huaraz, Ayacucho y Huancavelica,
surge en su espíritu la necesidad de una interpretación, que justifica con este
planteamiento: “Para el hombre primitivo o para el hombre actual sin sentido histórico, los
hechos no se relacionan ni se conectan unos con otros”.
Por lo tanto, una vez que analiza los factores económicos y el antagonismo de dos
generaciones, llega a la conclusión, que constituye la mejor síntesis del pensador y el
hombre de acción que es: también Antenor Orrego.
“Los hombres que de alguna manera fuimos los primeros vehículos de este
movimiento, sabemos ahora, con entera certidumbre, con prueba experimental irrecusable,
su formidable y positiva trayectoria hacia el porvenir. El resto son los episodios y
contingencias de la lucha que no nos inquietan mayormente. Un nuevo hombre y una
nueva conciencia están en marcha. Y éste es y será nuestro principal objetivo”.
Este es el telón de fondo del homenaje de esta noche. Son las ideas fundamentales de
Antenor. Más que ideas hechas como ustedes han escuchado, son suscitaciones. Él, como
maestro, no dio jamás pensamientos leves, ideas baladíes. Él fue un camino abierto dentro
de una corriente humana, que había escogido un rumbo aunque tuviera muchas veces que
sufrir los altibajos de toda lucha, en la cual han sido muchas las cruces, en la cual han sido
muchas las cicatrices, camino en el cual han sido felizmente muy pocos los desleales.

La parábola del maestro Antenor


Un discípulo pidió al maestro que, con el índice, le indicara la dirección acertada del vasto
horizonte, donde comienzan y acaban todos los caminos. No quería la verdad, porque él la
buscaría por su propia cuenta, sólo quería sugestiones de caminos para recorrerlos,
necesitaba señales, direcciones que no encontraba en los enigmas.
El maestro le respondió con la parábola del tiempo presente: “Si fueras un hombre
sencillo –dijo– con la sola simplicidad de tu alma, encontrarías por ti mismo la dirección
acertada de tu ruta. Bastaría que ames la Verdad por sobre todas las cosas, que estuvieras
dispuesto a sacrificar por ella aún tu propia vida”.
–Pero necesito narrarte la trayectoria del esfuerzo y de la sabiduría humana– Y
brevemente, en apretada síntesis, refirió al discípulo la evolución del hombre, la historia de
sus logros y realizaciones; su crecimiento hacia el exterior y su retorno hacia dentro, de la
periferia al núcleo hasta que, de pronto, cubiertos los cielos de satélites artificiales que,
alcanzando la velocidad de la luz, llegaba el hombre a detener el tiempo, inmovilizándolo.
Hasta que, ya sin espacio y sin tiempo, frente a frente de la eternidad, no tenía ya dimensión
alguna.
En último esfuerzo, redondeó su parábola, la parábola del tiempo presente, con estas
o parecidas palabras:
–Entonces comprenderás también, hijo mío, el hombre para llegar a la eternidad por
el buen camino, tenía que interiorizarse tanto en su propia profundidad hasta tocar su
perfección a través de su máxima hondura. Allí estaría ese valor vital que descuidó y,
acaso, despreció al comienzo de su hazaña histórica. Pero ese valor inaudito sólo puede
encontrarse aquí mismo, sin salir de la tierra. Ningún otro Edén planetario podría ofrecerle
las condiciones más favorables para lograrlo. Se trataría de modelar la belleza moral de su
espíritu, a través del dominio de sí mismo. Sólo así el hombre estaría listo para trascender
de sí mismo y alcanzar la dimensión suprema, la dimensión de lo eterno... 161
La eternidad estaba aguardando al hombre en la profundidad de su propia
conciencia. Estaba a la vuelta de sus viajes interplanetarios, sentada, esperándolo en el
umbral de su humilde cabaña, de su morada.
Dijo esto y calló el maestro Antenor Orrego en la madrugada del 17 de julio de
1960...

La Tribuna, 23 de julio de 1961

INTERPRETACIÓN DEL AMAUTA

Por: Luis Alberto Sánchez


(En el primer aniversario de su muerte.– Casa del Pueblo.–17 de julio de 1961, Lima)

“Un esteta que hacía revoluciones. Un hombre que sentía la vida colectiva y que veía por
encima de las cosas en el individuo”.

Compañeros:
En realidad quedaría muy poco por decir, habiendo tanto, porque, con discreción, la noche
se nos acaba y el recuerdo no. Esta asamblea es una demostración elocuente de muchas
cosas... Al conjuro del recuerdo de Antenor Orrego no ha sido necesaria ninguna
publicidad para que viniesen tantos compañeros. Ha bastado sólo saber que nos íbamos a
reunir para conversar otra vez con Antenor Orrego. No creo que sea ésta, por su tono, por
su número y por su modo, una asamblea funeraria. Lo único que ocurre es que nos
habíamos olvidado un poco, por algunos meses, de un compañero que nunca había faltado
en nuestras reuniones, en nuestros recuerdos y que se hace presente una vez más.
Carlos Manuel Cox ha hecho un prólogo para un libro que puede salir uno de estos
días. Como si estuviera Orrego presente –porque así lo consideramos todos– yo no tengo
sino que repetir algunas cosas. Porque me parece que sería absurdo, ni dar despedidas, ni
recordar ausencia física, sino que todas son presencias dado que el movimiento sigue su
marcha con el recuerdo de los que aparentemente se fueron, pero que estando adelante de
nosotros, nos guían hacia el camino final.
Profeta
Yo encuentro que a Antenor lo estamos empezando a conocer. Como no lo considero ido,
sino presente, me parece que puedo empezar a discrepar con él, como solíamos discrepar en
presencia física. Discrepantes de los adjetivos, de los sustantivos, de los verbos y
coincidentes en lo esencial; en el pensamiento básico y en la acción. Antenor fue en
realidad, y va a ser por mucho tiempo, no el amauta, sino el profeta. Amauta según las
crónicas, según Garcilaso, es el que componía comedias y según otros el filósofo. Pero
profeta es otra cosa. Profeta viene de profesar y hacer profesión de algo. Hacer profesión de
algo es meterse en la sangre una idea, una vocación, un derrotero y hacer una sola cosa, un
solo hecho, un solo pensamiento, un solo pálpito, un solo latido. Una sola manera de ser y 162
hacer de aquello que uno se propone, de lo que es ineluctablemente el destino que uno tiene
por dentro. Los profetas lo son por eso. Antevieron lo que venía, no porque tuvieran mayor
clarividencia, sino porque se habían metido tan en la sangre, como la vida corriente que
podían sentirle los pulsos cuando ya iba a llegar, como los viejos baquianos que saben
cuándo llega la lluvia, sin ningún instrumento científico. Pero la perciben en sus frentes.
Los profetas, por haber profesado la vida, saben cómo viene la vida detrás del futuro
porque la tienen metida dentro de los tuétanos mismos. Y eso fue lo que ocurrió con
Orrego. De ahí que cuando se habla de la ideología de Orrego, yo a veces me siento un
tanto discrepante. Creo que lo que él tuvo por sobre todas las cosas, fue porque fue profeta
y artista. Fue un soberano intuitivo. Y la intuición lo guiaba para meterse de frente y de
rondón, sin preámbulos de asociaciones ni de lógica, de rondón, en el tuétano mismo de la
realidad sin esperar que ningún vericueto lo llevara a ella.
Y es por eso que en el último examen, atentos, sin prejuicios, llegamos a algunas
comprobaciones un tanto sorprendentes. El hombre que no ponía por delante el ideal del
occidente, el ideal de nuestro mundo occidental en que vivimos, fue seguramente el más
oriental de los pensadores del partido y uno de los orientalistas del Perú. Creía en todas
aquellas cosas que creen los orientales, creía en el alma por sobre todas las cosas. Era un
artista lleno de espiritualismo. Una contradicción viviente como tiene que ser todo lo que
tiene realmente vida. Porque aquello que no tiene contradicciones, eso no vive. Eso es
lápida abierta de antemano. Eso es un logos hecho de argumentos, si se quiere, para
cualquier cosa... Pero eso no es vida. La vida es contradicción. Orrego sigue viviendo
porque fue contradictorio: Oriental en lo occidental. Espiritual en lo materialista. En suma
paradójico y esteta en la realización revolucionaria. Un esteta que hacía revoluciones. Un
hombre que sentía la vida colectiva y que creía por encima de todas las cosas en el
individuo. Cuando se es así, es porque se vive de veras. Cuando se vive de veras se mete
uno en el arte y en la vida del pueblo y sobre todo en la vida de uno mismo que es la única
manera de llegar a los demás.
Hoy que se habla entre nosotros de un despertar de algunas disciplinas científicas. De
algunos modos de ser y de pensar, diríamos de algunos quehaceres mentales, entre ellos de
la filosofía, es curioso que ninguno o casi ninguno de los filósofos profesionales mencionen
jamás a Orrego, y está bien. El refrán vulgar dice: “no se debe nombrar la soga en casa del
ahorcado”... En este caso, los ahorcados pueden ser los filósofos y la soga es Orrego para
colgar a algunos todavía.

Inmensa tentativa
Si la filosofía es amar la ciencia y por amarla buscar el camino de la verdad, ¿es qué hay,
algún otro camino para buscar la verdad que aquel que señalaba Pascal “a tientas y
gimiendo”? Y sí alguien buscó la verdad a tientas y gimiendo –como decía Pascal– en el
Perú fue indudablemente Orrego que vivió a tientas y gimiendo, como debemos vivir todos
los que amamos la verdad. Aquel que no ande a tientas, es un vanidoso que cree haber
asegurado la estrella de la fortuna y haber asegurado la meta de la verdad. A tientas se
busca. A tientas se encuentra, para seguir buscando. Y a tientas fue la vida de Antenor
Orrego. Toda su obra es una inmensa tentativa. Carlos Manuel Cox la ha calificado de
camino abierto. No recuerdo el final de la frase, pero era muy bella. Como está escrita la
podemos releer. Pero toda la vida de Orrego fue una tentativa. Él ha hablado de suscitación. 163
Es verdad, suscitaciones y tentativas y solamente a tientas, que es como se tienta realmente,
es como vivió Orrego y cuando se vive a tientas se vive gimiendo, según la frase
pascaliana. Porque como no se encuentra lo que uno busca, gime uno de puro dolor de no
encontrar el final de su gran tentativa. Esta es la verdadera actitud filosófica. En el Perú la
mayor parte de los filósofos han encontrado la verdad de antemano...
Viven como los caracoles dentro del caparazón, llevan a cuestas su caparazón de
verdades y andan al mismo tiempo arrastrándose un poco a causa de su enorme peso...
Pero este filósofo nuestro fue como libélula con alas gráciles. Ustedes recuerdan las
frases de Orrego. No en sus libros solamente, –sobre todo en sus libros primeros– sino en
sus artículos, encontrarán que hay también una curiosa y nueva contradicción: Él, que
representaba el espíritu del futuro en el Perú, que oteaba constantemente cuáles podrían ser
los avatares que nos condujeran hacia el mañana, era un hombre contenido dentro de una
forma absolutamente barroca. Era un simplista, un pensador y un barroco. ¿No es acaso
ésta la fórmula de lo criollo en sus más altas acepciones?
El Perú es un país barroco desde el dicho popular, del folklore popular, en sus formas
más acendradas y filosóficas. Es barroco hasta el aprismo en las formaciones estéticas de
sus desfiles. Es barroco hasta en sus formaciones siempre un tanto recargadas. Es barroco
porque así nacimos. La mezcla de indios y españoles es lo que se llama espíritu criollo.
¿Acaso hay algo más barroco que la forma de Orrego? Barroco como era “El Lunarejo” en
el siglo XVII, que fue flor y esencia de lo criollo de entonces. Barroco como fue
Valdelomar, su gran maestro y suscitador, otro gran pensador de nuestra vida intelectual.
Barroco como es Vallejo, es un barroco simplista que sin embargo constantemente se da
botes contra sí mismo como ocurre con todo lo barroco y se encierra en la forma sin poder
encontrar el fondo para encontrar a través de esos desencuentros lo que al fin y al cabo se
llega a hallar.

Ternura esencial
Y es en estas contradicciones vitandas en donde está la sal, lo más perdurable de Antenor
Orrego y esa su enorme ternura.
Yo quiero decir unas cuantas palabras nada más, porque tenemos horario fijo para
esta reunión, sobre este otro aspecto que creo que es indispensable: la enorme ternura de
Orrego. Tierno hasta en la claridad de sus ojos. Tierno en el ademán tímido. Tierno en el
coloquiar constante, en el admitir la objeción de quien quiera que fuese y tuviera algo que
decir, aunque no qué pensar siempre, pero que diciendo parecía que pensaba y eso ya es
bastante, porque es el camino del pensamiento. Tierno en su humildad para aceptar los
comandos de acción de un partido, en el cual él era, con seguridad, muy superior a muchos.
Tierno en esa actitud de disciplina interior que era una manera de ser superior a todos y a sí
mismo. Que es la mayor victoria que puede lograr cualquiera de los seres mortales. Esa
ternura era esencial en Antenor Orrego. Tierno porque no tuvo adiós. Tierno porque sabía
no despreciar a quien lo odiaba o lo retaba, porque sabía ponerse en su caso y explicarse
sus razones. Eso de sustituir al loco en sus razones, es la gran obra de la sabiduría. Cuando
uno puede ser como los demás, sin dejar de ser uno mismo. O mejor dicho, ser como los
otros, para confirmarse en lo que uno es, significa llegar al camino recto de la sabiduría y
creo que en eso Antenor Orrego nos guía de la mano para poder perfeccionarnos en
nosotros, perfeccionando a los demás. Este es el logro auténtico del maestro. Y no sólo fue 164
maestro por eso, aparte de las lecciones que dictaba en la cátedra, sino maestro peripatético
como los viejos maestros de la época socrática. Maestro de la mano en el bolsillo, de
ademán con la otra mano. De ideas y vueltas por una acera de amaneceres que no
terminaban nunca. De auroras que siempre llegaron y se fueron nuevamente y de la gran
aurora que no llegó jamás. Pero maestro peripatético, de los que no pueden estarse sentados
porque les inducen los pies hacia el camino por recorrer. Maestro con la mirada, con el
pensamiento, peripatético con todo. Anduvo, fue, vino y nunca se detuvo, salvo en la cárcel
y en nuestros corazones, que abiertos esta noche a su memoria, no sólo lo recuerdan sino
que lo reciben de nuevo como una comunión para fructificarse con él. Para ser nuevamente
con él más nosotros, más él, más todo el Perú. (Gran ovación final).

La Tribuna, 23 de julio de 1976

ORREGO Y XANDOVAL

Una visita en el recuerdo

Por: Teodoro Rivero Ayllón


(Del diario “Norte”, Trujillo 28 de Julio de 1960)

En reiteradas ocasiones, desde mis días colegiales en “San Juan” había oído a don
Francisco Xandóval hablar emocionadamente, con no sé qué unción y gratitud, cuando
venía a nuestras frecuentes pláticas el nombre de don Antenor, de ese hombre
inmensamente bueno, cuyo mejor elogio sea tal vez el que, en recuerdo de Martí, dijo
Rubén Darío: “Quién se acercó a él, se retiró queriéndolo”.
Un aura de simpatías, en permanente fluir, circundaba en efecto a este varón singular,
en que admirábamos tanto la altura luminosa de su pensamiento cordial. Todo emoción,
todo él, entrega generosa de sí mismo: Cuán tardíamente vengo a comprender ahora lo que
cierta vez me dijo don Antenor en animada charla: cómo a través de la emoción había
llegado a la aprehensión de ciertas verdades. ¡Qué extraño, qué velado me parecía entonces
todo aquello!
Digo que había oído más de una vez a don Francisco el elogio hondamente
admirativo de Antenor Orrego. De ahí que cuando, más tarde, me allegué al maestro ya
venía yo con predisposición para amarlo. Xandóval, niño aún, había sido su alumno en los
primeros años de media en el Colegio Seminario. Más tarde hizo con él periodismo en La
Reforma y en El Norte, y compartió a su lado inolvidables horas en las tertulias de grupo
del que don Antenor Orrego era animador principal.
Con la atención admirativa con que lo había oído en sus clases del Seminario hablar
una mañana sobre el milagro griego, Xandóval volvía ahora a escucharlo con renovado
interés en tanto discurría –conversador diserto– sobre el origen de las viejas culturas
orientales, sobre la génesis de nuestras civilizaciones aborígenes o sobre el porvenir de la
nueva América: Ora sobre algún tema elevado de filosofía o arte; ora en el comentario,
entusiasmado y hondo, de un poema de Verlaine o de un cuento de Poe. 165
Por eso cuando en octubre del año pasado mi grupo me encomendó visitar al maestro
Orrego, para los efectos del homenaje que le preparábamos, creía de mi deber acercarme al
lecho de enfermo en que yacía Xandóval, víctima de la impericia médica que lo había
desahuciado, para llevar un mensaje suyo al maestro. Xandóval me dijo entonces palabras
que recibió emocionado don Antenor Orrego en su casa de Miraflores:
“Llévale a Antenor –me había dicho Xandóval– un abrazo cordial, afectuoso e
íntimo. Dile que, próxima ya mi muerte, quiero escribir sobre nuestro grupo, sobre aquellos
inolvidables días que hemos compartido juntos. Y quiero hacerla sobre todo para perfilar
su figura y la honda influencia que ejerció en mí espíritu y en el de los demás muchachos
del grupo. Dile que acaso él ignore el afecto y gratitud que siento por él; que ha tenido que
ignorarlo por mi vida misantrópica y porque no he sido confidencial ni parlero. Pero dile
también que con todo el bien que me ha hecho nunca jamás de sus labios recibí una palabra
de estímulo o de elogio. Lo cual, después de todo, me ha sido de provecho: porque los
elogios no hacen bien ciertamente en la juventud”.
Recordando las tenidas literarias de entonces, las prolongadas charlas en “El Predio”,
cerca de Mansiche, ante el verdor vivificante de las campiñas próximas, Xandóval agregó:
“Yo que no hacía sino escuchar aprendí muchas cosas que son la base de mi actual
cultura. Dile que mi gratitud se mantendrá siempre, aunque, próxima mi muerte, ya no
valga la pena... Que quiero sin embargo dejar constancia de mi afecto hacía él escribiendo
esas memorias para que quede en manos de vosotros, los jóvenes...”
Trémulo de emoción a la que le movía siempre una natural proclividad, y con un
temblor de lágrimas en los claros ojos, don Antenor escuchaba, recogido en sí mismo, el
mensaje del amigo enfermo. Allí, frente a su mesa de trabajo que una permanente inquietud
intelectual mantenía siempre ocupada, el maestro me respondió aquella tarde:
“Dígale a Pancho que él sabe de mi cariño hacia él; y que ha llegado a realizar en su
vida lo que yo había esperado siempre... Que el mensaje que me envía es una de las cosas
que me han estremecido más profundamente en estos últimos tiempos.
Velada por la emoción, la voz añadió: “Tengo la esperanza de que vivirá algún
tiempo más todavía”...
“Dígale que lo siento como una prolongación de aquellos maravillosos días que
vivimos juntos; y que vengo de la Argentina profundamente emocionado al ver que los
hondos mensajes de nuestro grupo, que tienen valor artístico, se propagan por el mundo
hasta lejanos lugares sin que nos demos cuenta.
“Hágame el favor de decirle que su figura se me perfila en la emoción de mi corazón
con un sentido que no pueden expresar las palabras en realidad. Que es para mí satisfacción
singularísima volver a escuchar sus palabras, sentir su ternura que siempre se prodigó a
través de tantas horas... Y que no deje de enviarme lo que escriba... que llegará
profundamente a mi corazón...”
Ante el recuerdo, hecho presencia, del amigo enfermo, guardamos ambos un silencio
prolongado. Cuando se reanudó la conversación se habló de la Argentina, (donde el
maestro estuvo recientemente), de la amplia y juvenil inquietud en ese hermano país; del
simposio que acababa de celebrarse en Córdoba sobre la vida y la obra de César Vallejo;
del homenaje, en fin, que los muchachos de Trilce le ofreceríamos en breve.
Aún me parece ver a don Antenor, sentado en su amplio sillón tapizado de verde,
sencillo, afable, paternal, dialogando animadamente, en tanto su diestra, su fina diestra
ducal, cortaba el humo del infalible cigarrillo, al ritmo de la conversación...
Xandóval le ha sobrevivido y ha recobrado en gran parte su salud. Hoy, ante la 166
muerte del maestro, su dolor, como el mío, es recogido y hondo.
He querido escribir estas líneas, acaso extensas, como proemio de los versos que doy
a continuación y que Xandóval dedicó a don Antenor hace justamente cuarenta años. Los
conservó desde hace una década y son los mismos que di al maestro en Buenos Aires en
una apacible tarde de setiembre...
He aquí los versos: devota ofrenda que deposito ahora ante la omnipresencia de su
recuerdo amado:

El verso de mí mismo
Para Antenor Orrego, fraternalmente

Sé de un muchacho al borde de unos veinte años rudos, –hermético de vida y ebrio de


corazón– que, con su único traje y sus pocos saludos, cruza por estas calles grandes como
un perdón.
Él ha simplificado su vida en poca cosa: (con el dinero apenas si se cruza un adiós)
me dice que le bastan su chiquilla jugosa, sus amigos, sus versos y un pedazo de Dios.
Por la mañana, el pobre, se levanta temprano; y, el cigarro en la boca, realista y
humano, se dirige a su sana labor cobradoril.
Ya, por la tarde, cambia; que, al dejar la maleta, se deja al mercader y se trae aL poeta
como quien trae al labio una risa infantil.
Sé de un muchacho al borde de unos veinte años, dijo, –triste porque una tarde fue
larga su orfandad– que con su hat de paja y su silencio amigo, no le hace mal a nadie en su
mansa ciudad.
En tanto él está lleno de no sé qué exotismos y llora el que en su tierra se tenga que
morir. Su cuchitril, en plétora de raros modernismos; su barrio, en un absurdo cansancio de
existir.
Más como al frente vive su dulce y fresca Rosa, el muchacho se torna la vida
melodiosa; noble grupo de amigos la ha tornado mejor.
Y así hoy está en espera de acabar este verso, para rondar con ellos su Trujillo –
universo del brazo Whitmaniano de su amigo Antenor.

Francisco Xandóval
Trujillo, La Reforma, 12 de noviembre 1919.

Borde
Para Antenor Orrego

Mañana no estarás. Ya será ausencia


Y no habrá quien nos charle, ¡quien me charle!

No habrá alegría para mi existencia


a quien cuando pidió quisiste darle.

Te nos vas, Antenor. ¡Sonoro día,


filo de eternidad, labio que nombra!
Onda de amor y de sabiduría 167
eres hasta hoy; mañana, ausencia y sombra.

Se nos van tu bohemia, tu algazara,


tu palabra, tu fe, tu noche clara
de verano, tu ritmo, tu emoción.

Y así desde este marzo, el aguacero


me está borrando ahora tu sendero
¡y se me irá, solito, el corazón!

Francisco Xandóval
Trujillo, abril de 1920

HAYA DE LA TORRE Y ANTENOR ORREGO34

Por: Julio Galarreta González


Allá, en 1934, vi por primera vez a Haya de la Torre quien impresionó la sensibilidad de
mis matinales años moceriles, tanto por la plenitud briosa de su juventud como por la
resonancia vibrante de su oratoria en discurso electoral pronunciado desde un balcón de la
Municipalidad Provincial de Huamachuco. Años después, en 1936, lo reencontré junto a
Antenor Orrego, cuando leí con fruición unas páginas políticas del primero y el bello libro
El monólogo eterno del segundo. Eran mis días de estudiante interno en el Colegio
Nacional San Juan de Trujillo. La amical cordialidad de un compañero de aula puso en mis
manos ambas lecturas, acompañadas –en mis horas furtivas de lector– por las páginas
combativas de Horas de lucha de González Prada. Primero alterné con Antenor Orrego, en
fugaz entrevista realizada al concurrir con Sigfrido Narváez a una reunión convocada por
Alfredo Tello para informamos sobre las tareas que deberíamos realizar como japistas. Con
Haya de la Torre alterné a partir de una noche de reunión aprista, a fines de mayo de 1944,
aunque tiempo atrás –durante una de mis prisiones– habría recibido sus estimulantes y
orientadoras esquelas.
34
Del libro Haya de la Torre en mi recuerdo. Ed. Escuela Nueva S.A. Lima-Perú 1991, págs. 21-23.
Conversando con Víctor Raúl sobre Antenor, le informé que solo había leído El
monólogo eterno. Entonces me manifestó que ese libro pequeño por su volumen, pero
grande por su contenido, yo debería releerlo, pues en sus páginas están en esencia tanto el
pensamiento como el estilo literario del amauta Orrego. Al informarle que aún no había
leído Pueblo-Continente, me recomendó leerlo y releerlo. Esa noche, inquietante de
clandestinidad, en Haya de la Torre aprecié a un magnífico escoliasta del libro orreguiano.
Recuerdo que reiterativo me dijo que en el libro está en pensamiento el columbro y el
diseño de Indoamérica como pueblo continente y que, además tenía páginas deslumbrantes
que suscitan en el alma juvenil idealismo y heroicidad. En este último sentido, Víctor Raúl
me sugirió leer para mi inquietud juvenil Las fuerzas morales de José Ingenieros. Estando
en Arequipa el c. Ántero Peralta me proporciono el libro de Orrego, el que leí con deleite 168
hasta convertirme en devoto admirador de su singular estilo literario.
En 1946 Haya de la Torre dispuso que yo viajara a Trujillo a cumplir en la región
norte la misma misión que durante dos años tuve en el sur; delegado del Comando
Nacional de la JAP. En una noche de plática, para mi plena de recuerdos y expectativas,
Víctor Raúl me instruyó respecto de la labor que debería realizar en unión de todos los
universitarios apristas para ayudar a Antenor Orrego en su propósito de hacer de la
Universidad Nacional de Trujillo un centro irradiador de un espíritu creador y proyectivo
de la cultura peruana e indoamericana. Me manifestó que con motivo de la elección de las
autoridades universitarias, los compañeros de la universidad trujillana elegirían como rector
al autor de Pueblo-Continente. Aquella vez me habló largamente de Antenor Orrego que
Víctor Raúl conoció y con quien alternó en aquel memorable Grupo Norte, cuyo conductor
y orientador fue, precisamente, Orrego. Se prodigó en reminiscencias de aquellos días de
insurgencia juvenil y de sus figuras protagónicas: Alcides Spelucín, César Vallejo,
Macedonio de la Torre, José Eulogio Garrido, Oscar Imaña, Juan Espejo Asturrizaga,
Federico Esquerre, Francisco Xandóval.
Cuando Antenor Orrego fue elegido rector, yo estuve muy cerca de él, pues era
delegado de los estudiantes ante el Consejo Universitario. En una mañana de diálogo en el
rectorado, Antenor me manifestó que Víctor Raúl le había recomendado confiar en mi
colaboración y, asimismo, orientar al grupo de dirigentes universitarios, entre quienes se
destacaban Celso Becerra, Romualdo Biaggi, Máximo Vílchez, Nicéforo Espinoza, Orestes
Romero, Miguel Maticorena, entre otros. Al ser elegido rector Antenor Orrego, en un
discurso en el local partidario dije a los compañeros que con Antenor Orrego había
ingresado el pueblo-continente vale decir, Indoamérica a la universidad creada por Bolívar
y Sánchez Carrión. Sabedor de tal discurso, Orrego nos reunió en el rectorado a un grupo
de dirigentes universitarios, reunión que se repitió en varias oportunidades y, en las cuales,
nos explicó sus ideas medulares sobre la misión de una auténtica universidad y la de los
estudiantes en ella.
En octubre de 1946, Haya de la Torre pronunció un brillante y motivador discurso en
el Paraninfo de la universidad, al ser declarado doctor honoris causa por el rector Orrego.
Aquella noche memorable, el claustro universitario fue testigo de las sabias palabras
pronunciadas por dos de los más altos representantes de la intelectualidad peruana de
nuestro siglo: Haya de la Torre y Antenor Orrego. En esta ocasión invocó a los jóvenes
intelectuales apristas a fin de que realicen, como exégetas, lúcida y exhaustiva
investigación en la obra literaria de nuestro Amauta y entreguen ensayos medulares sobre
la densidad y originalidad de su pensamiento filosófico y sobre la singularidad de su estilo
literario, uno de los más brillantes en la lengua española.
EL GALLO VUELVE A CANTAR TRES VECES

(Memento sobre Antenor Orrego)

Por: Luis Alberto Sánchez


Un “filósofo”, cuyas predilecciones de círculo suelen ser tan numerosas como superficiales, 169
se resistía a admitir que Orrego tuviese algo de filósofo. He leído a Guyau, a Kierkegaard, a
Unamuno, a Ruysbroek, a Novalis, y me he preguntado siempre qué hay de común entre
ellos y los filosofantes de pensamiento con unikini o bikini, según la moda. No me lo he
podido responder. Desde luego debido a mi infinita ignorancia que, aunque confesa, lo que
disminuye su gravedad, no deja de ser vitanda.
Los nombres anteriores no aparejan sistema alguno. Retratan de emociones,
sensaciones, o actitudes vitales. Para mí un poeta no es el que redacta un tratado sobre el
poema, sino el que crea un ámbito espiritual, de imaginación, emoción o sensibilidad, sin
observar otra regla que su inexorable urgencia de expresarse. Creo que “el método de
composición” con que Poe quiso explicar “El cuervo”, es uno de los mejores cuentos
policiales que escribiera el autor de “El escarabajo de oro”. Así pasa con los filósofos. Sin
poesía no existe forma alguna de proyección humana: sin poesía, que significa creación.
Científicos y filósofos coinciden en sus propias auras poéticas, órbitas de creación, y
ninguna importancia tiene, salvo las didácticas, que ellos conozcan los “como hacer”, si no
practican el “hacer”. La diferencia entre un educando y un educador, según ciertas
interpretaciones oficinescas también será esa: el que guía o educa, y el que trata de
encontrar los modos de guiar o educar sin saber hacia dónde guiaría o conduciría.
Orrego era fundamentalmente un poeta; por tanto un creador. Los tres libros que
publicó reúnen un conjunto de larvas, de gérmenes, que no alcanzó a desarrollar porque la
vida le impidió dar término a lo que, sin embargo, florecerá en sus discípulos. Utilizó a
menudo un lenguaje cerrado, no oscuro, pero sí denso, cuajado de metáforas, de hipérbatos,
como buen chimú que era, y los chimús siempre fueron barrocos, o prebarrocos, según se
advierte en sus parientes mayas y zapotecas; y como buen descendiente de españoles del
siglo de oro, fue arcaizante él mismo, a fuer de moderno, como ocurre en Darío y en
Vallejo, grandes manejadores de arcaísmos y neologismos, de palabras raigales que nunca
acaban de ser nuevas ni dejan de ser antiguas.
Tenía Orrego, desde sus primeros años, cuando empujó el carro de nuestro
modernismo, huérfano de doctrinarios, tenía una entrañable devoción por la belleza. El
filósofo que no sepa de este amor, será un científico extraviado en las sendas de la
reflexión, sin haber acabado de ser científico, porque en la ciencia existe subyacente y real
una suerte de belleza, de armonía que cincela los períodos de Ramón y Cajal, que hace
cabales los de Henri Poincaré, Si Orrego fue hombre de partido creo yo que lo hizo como
una manera de cumplir un mandato de belleza, que la hay en el sometimiento voluntario, en
la humildad querida, en servir a los que no sabrían cómo servirse a sí mismos.
Cuando aparecen los “colónidas”, Orrego, oriundo de Cajamarca, tierra de altos y
claros cielos, apropiada a astrólogos y pensadores, era un joven no distante en edad de los
promotores de aquel que fuera el más vigoroso y audaz movimiento intelectual de nuestra
historia. Nacido en 1892, tenía igual edad que Vallejo y cuatro años menor que
Valdelomar, con lo que se coloca en el centro mismo de esa promoción desconcertante, a la
que hirió en lo vivo la sorpresa de la Primera Guerra Mundial. Era el crepúsculo de “la
belle époque” y el inicio de la “emoción social”. Valdelomar parodiaría a D’Annunzio, el
de Fiume, en lo estético y populachero. Vallejo se debatiría entre el nirvana sonoro de
Herrera y Reissig y las exigencias de la implacable modestia provinciana. Orrego quiso ser
el teórico. Sus Notas marginales y sus Aforísticas así lo señalan. De ellas salieron muchas
de las “Neuronas” de Valdelomar, y bajo el generoso y fraterno impulso de una
comprensión siempre a flor de inteligencia, se atrevió Trilce a asomarse en un piélago de 170
mediocridad poética como era el nuestro en 1922.
Más tarde, ya en plena lucha política, Orrego, que conservó cierta actitud sacerdotal,
intenta explicar con el lenguaje de las ideas abstractas, es decir, puras, la tesis aprista de
Pueblo-Continente (1938). Pero no se busque en sus complicados períodos, alusiones a lo
inmediato. Sus alas son para altas esferas, no para rozar tejados. De ahí que cuando le
hunden en la prisión, resulte superado y liberándose, confortado con sus meditaciones y
confortando a los demás con sus enseñanzas. No hay cliente de El Frontón que no recuerde
al maestro peripatético, cazando sueños en un acantilado, ante la absorta mirada de las
gaviotas, los lobos de mar, los gendarmes y los presos comunes.
Se dirá: ¿y en dónde está la filosofía de Orrego? ¿Cuáles son sus pensamientos
cardinales? ¿Fue un intelectualista? ¿Cierto que cultivaba la filosofía hindú en sus últimos
tiempos? Preguntas ociosas y apresuradas, porque la valoración de las larvas orreguianas
no será factible hasta dentro de algunos lustros, cuando la chatura de los que miraron en él
a un “sectario”, se rindan ante la evidencia de su castigada prosa barroca y su apretado
pensamiento, celador de bellezas.
Se podría intentar aquí una definición de la belleza, sobre todo de la belleza que
cultivaba Orrego, y llegaríamos a un fecundo desacuerdo. Si por belleza se entiende lo
bueno, o lo proporcionado, o lo útil, también podría entenderse la devoción a los demás, es
decir, la abnegación, o el servicio desinteresado y profundo. Era la doctrina que practicaba
Orrego. Artista de pura cepa, y pensador permanente, trataba de explicar y explicarse sus
pasmos estéticos, de donde nacían diversas apreciaciones. Así también encontró la clave
estética del aprismo, desde su memorable discurso de recepción a Haya de la Torre en julio
de 1931 hasta sus elocuentes palabras como rector de la Universidad de Trujillo, quince
años más tarde.
Este menudo, ojiazul y rubianco agitador de ideas (mucho más que amauta, pues, el
amauta encierra mucho de burócrata de la inteligencia, y Orrego no lo fue jamás), supo
aunar la inquietud del bohemio, la inestabilidad del revolucionario, el secreto del
conspirador, el entusiasmo del esteta, la preocupación del ideólogo, la gracia del poeta y el
estoicismo del aprendiz de mártir. Se prodigó en palabras y consejos, reservando para
después la redacción sistemática de sus muchas meditaciones. Ha dejado una obra impresa
corta, y una casi igual, inédita, que, naturalmente, no recibe estímulo de las casas de
Cultura donde se convierte ésta en proselitismo o en burocracia. Lo cual no quiere decir
que este eclipse interesado de Orrego perdure más allá de lo que suelen durar ciertos ocasos
momentáneos, pálida hora del “sol de los muertos”. Para entonces, y no ha de ser dentro de
mucho, volveremos sobre el hombre y su terna, sobre este permanente nadador de doctrinas
e imágenes, cuya resaca continúa arrojando a la playa, olvidados, sorprendentes tesoros.
La Tribuna, Lima viernes 17 de julio de 1964.

ANTENOR ORREGO

Exdirector de La Tribuna (1957-1958)

Antenor Orrego Espinoza, claro varón, escritor insigne, exdirector de La Tribuna estuvo 171
ligado a este periódico desde las épocas anteriores a su fundación. Porque Orrego fue padre
de un diario provinciano, nuncio y promotor de las mismas ideas que profesa y difunde La
Tribuna. Orrego fundó en Trujillo, en la segunda década del siglo, el diario El Norte,
vocero de las inquietudes juveniles de la región en que nacieran, además del suave y lúcido
amauta, César Vallejo y Haya de la Torre. El Norte fue centro de inquietudes políticas,
filosóficas y literarias, suscitadas por ese gran estimulador de vocaciones profundas que fue
Antenor Orrego. En las columnas del diario norteño se desbrozaron las rutas, claras y
peruanísimas, que luego La Tribuna extendió y propagó hacia todos los rumbos de la
nación,
Antenor fue un colaborador permanente de La Tribuna. En todas sus épocas, este
diario reclamó el consejo y la pluma del amauta. Muchas veces fue afilado editorialista. Las
frases de Orrego restallaban entonces sobre los verdugos con vigor insuperable. Otras
tocaban las notas más altas de la moral partidaria. Así el número de La Tribuna
Clandestina, del 22 de febrero de 1949, tenía un mensaje a Haya de la Torre. Decía en él
Orrego:
“Quienes hemos consagrado toda nuestra vida a una causa que sabemos es grande y
que está transformando, desde su raíz, la historia de nuestro pueblo, no podemos retroceder
ni un ápice, pase lo que pase. Eso sí, me causan amargura y vergüenza los desertores y los
cobardes que se han dejado ganar por el terror. Pero, felizmente, han sido pocos. Es un
ejemplo y una enseñanza confortadores para la nación la enhiesta firmeza de los hombres
del partido, que han respondido noblemente a la brutal agresión y están junto a tí en sus
puestos de lucha.
“Como si hubiera sido necesaria una última y radical purificación de ti mismo que
quemara en tu corazón las postreras briznas de personalismo antes de que comenzaras la
meteórica ascensión de tu destino –que ya toca a tus puertas, han conspirado contra ti todas
las amarguras que un hombre puede soportar sobre la tierra... Te abrazo contra mi corazón,
hermano mío.– Antenor”.
Orrego fue llamado a la dirección de La Tribuna al reaparecer ésta en su sétima
época, en julio de 1957. Estuvo al frente del periódico hasta abril de 1958. Su salud
empezaba a resentirse ya, y pasó a ocupar la presidencia del Consejo de Redacción. Pero su
columna editorial, “Efigie del tiempo”, se mantuvo, interdiaria, con sus claridades
repentinas, su estilo cuidado, su profundidad sin esfuerzo. Era una gran cátedra de moral,
de política y de periodismo que sólo cesó con su muerte. Lo describió así a su muerte La
Tribuna:
“Menudo, canoso, suave de manos y de voz, de ancha frente que en sus años
maduros extremaron profundas entradas, sus ojos verdes miraban con bondadosa franqueza,
de pronto subrayada, por el plegarse malicioso de una sonrisa cordial. Cruzó toda su vida
por una hirviente senda de pasiones sin que el alma se le recalentara nunca al fuego
esterilizante del rencor. Estilista de singular riqueza y elegancia, ha dejado páginas de
antología. Nació para pensador y vivió como combatiente, leal a su pueblo y a su América.
Aprendió la lección de los iluminados de Asia y de los filósofos de Europa y porfió por
aprisionar un fragmento de esa eternidad que ayer lo ha reclamado por eterno. Hombre
bueno, leal y sabio, ha muerto como vivió, con sencillez, con dignidad y en decorosa
pobreza. Habremos de enterrarle como quería el pueblo: en olor de multitud”.

La Tribuna, edición extraordinaria, 16 de mayo de 1961.


172

ANTENOR ORREGO:
PENSADOR Y CREADOR LITERARIO35

Por: Julio Galarreta González


En Trujillo, ciudad donde forjó su cultura y nutrió su inquietud social, Antenor Orrego
apareció en los años 20 como mentor y conductor de una juvenil pléyade de intelectuales y
artistas de la más alta valía, nucleados en torno del gran periódico El Norte, donde, además
de Orrego, su director, destacáronse Alcides Spelucín, César Vallejo, Haya de la Torre,
Oscar Imaña, José Eulogio Garrido, Macedonio de la Torre, Francisco Xandóval, Manuel
Vásquez Díaz, Carlos Manuel Cox, Nicanor de la Fuente, Juan José Lora, Juan Espejo
Asturrizaga y los músicos Daniel Hoyle y Carlos Valderrama, y, más adelante, Ciro
Alegría, Alfredo Rebaza Acosta y el pintor Mariano Alcántara la Torre. Desde El Norte y
Trujillo, la ciudad de las gestas bravías y los cruentos martirologios, Antenor Orrego
ejerció notable magisterio de conducta cívica y de efervescencia espiritual, plasmando en
su creación literaria los hitos imperecederos de original y fecunda siembra de ideas,
convertidas en recio, lúcido y avizor pensamiento indoamericano.
Tras un cuarto de siglo de su muerte, de su ausencia física de este Perú de su pasión,
de su lucha, de su desvelo, nada significativo y consecuente se ha hecho ni por él, ni por su
obra. Tiempo es ya que aparezca una biografía orgánica e integral de este Amauta peruano,
en la que nuestros jóvenes puedan conocer el paradigma aleccionante de su vida y la fuerza
irradiante de su ideario. De igual manera se siente el apremio de la reedición de sus libros y
la publicación de lo inédito. ¿Por qué hasta hoy no se ha recogido en obra impresa sus
artículos aparecidos en la revista Amauta de Mariátegui? ¿Por qué no se lanza una nueva y
masiva edición de Pueblo-Continente?
Antenor Orrego será siempre uno de los valores humanos de la más noble y alta
jerarquía representativa del APRA, tanto por su militancia heroica en el Partido Aprista
Peruano cuanto por su rol señero de creador auténtico en el campo del pensamiento y de la
bella palabra. Cuando se escriba la semblanza de este personaje protagónico de la vida y de
la cultura indoamericanas, surgirá –para perennizarse en la posteridad– el perfil singular de
un creador por antonomasia en la filosofía y en la literatura.
35
Del libro El Perú en sus creadores literarios, págs. 76-77. “EDIMSA”, Lima-Perú, 1989.
En la filosofía de la historia, las tesis ideológicas de Pueblo-Continente –su libro
cardinal– constituyen la interpretación profunda, original y trascendente de la cultura de
Indoamérica. Entendiéndolo así, este libro contiene, en su estructura filosófica, las ideas
matrices y el asidero raigal del Aprismo, cuya formulación doctrinaria en el ámbito
sociopolítico surge con trazos definitivos y proyectiva virtualidad en El antiimperialismo y
el Apra de Haya de la Torre. La pristinidad y autenticidad del pensamiento de Antenor
Orrego se realza en la joyante reverberación de un estilo literario, cuya magnificencia
revela al artista que supo crear en nuestro idioma una modalidad sintáctica de la que fluye
la palabra con melodía, cromatismo y sugerencia, vitalizada con excelsos valores de
expresividad y significación.
Esta dualidad, no dicotómica, sino integradora de pensamiento y estilo en la obra de 173
Orrego se anunciaba ya en sus libros iniciales: Notas Marginales (1922) y Monólogo
Eterno (1929), se definió en Pueblo-Continente (1939) y se confirmó en sus libros
póstumos: Discriminaciones (1965) y Hacia un humanismo americano (1966); este último
constituye, en su esencialidad ideológica, esclarecimiento y ampliación de tesis expuestas
en su libro medular de indoamericanidad.
Antenor Orrego, ideólogo y artista, creador de un pensamiento indoamericano y de un
estilo, el estilo orreguiano, en la lengua española, ha quedado en la Historia del Perú, unido
a cuatro figuras humanas de excepcional relieve: discípulo de González Prada, maestro de
Manuel Arévalo, compañero de Haya de la Torre y profeta de César Vallejo.

ALGUNAS CONSIDERACIONES
SOBRE ANTENOR ORREGO

Por: Nicanor A. de la Fuente


Es el hombre con más proporción siglo veinte que conozco
tiene amplia frente:
estadium para el gimnasio de sus ideas
su nariz exalta las curvas del horizonte
las hace más precisas
contempla la indumentaria de su cráneo
con los ojos acorrala las perspectivas de la emoción
¡va más allá de la estética de los hombres!
capta al artista
como capta la vida
todas las células las traspone
las analiza hasta las vértebras
y luego bien clarificados
los coloca en las ventanas de la gloria

DE TRUTILLO HA DISPARADO MÁS DE UNA


AFIRMÁCION
la eternidad le es su agradecida.
con su palabra violenta los cerrojos de la conciencia
su alma alcanza todos los cálculos matemáticos
de la ternura tagoriana
en cada escala de sus entrañas
se prodiga Dios a manos llenas
lleva un nombre sin recodos y sin vacilaciones
habita a un centímetro del corazón de los obreros
en el barrio del maximalismo
yo quiero... anhelo... espero 174
ver las letras de su nombre iluminadas
en el más alto torreón de la fama...

para entonces
nosotros los que lo aguardamos en provincias
empapadas las manos de cariño
aceitaremos los resortes de las gargantas
el grito ha de volar siguiendo la
trayectoria de sus pasos

el mundo girará sobre sus talones


sacudirán sus lomos los caminos
desdoblando sus curvas
y aligerándose de baches y guijarros
el plumero de la brisa los limpiara del polvo eterno

para llegar a su conocimiento


afilé las pupilas de mi espíritu
en el esmeril del sol
eran birbiquis de fuego mis miradas
me agarré de sus frases para vivir mi realidad mental
y en las profundidades de sus ojos
puse a flote mi alma
a este hombre hay que quererlo con el mejor
recodo que tenga el corazón
yo lo he constatado así
sus críticos dirán lo contrario
a Jesucristo también lo falsifico la historia

El Norte, mayo 22 de 1928


EL PERFIL DE MI PADRE36

Por: Alicia Orrego Spelucín

Tras un cuarto de siglo de su ausencia física de esta América de su pasión, Antenor Orrego,
será siempre uno de los
valores humanos; creador
indiscutible y auténtico en
el campo del
pensamiento.
175
La presencia de
Antenor Orrego se
destaca en nuestro
horizonte literario con un
perfil heroico en un tono
superlativo de bondad, y
de amor a todas las causas
Los hermanos Orrego Spelucín: Antenor, Liliana y Alicia, hijos del filósofo nobles. Citando frases
trujillano Antenor Orrego Espinoza. del gran poeta Alcides
Spelucín: “¡espada
bíblica y antorcha revolucionaria! He aquí sus blasones heráldicos si ahora fuera posible
tenerlos”.
Orrego, ha sido la hipotenusa en un triángulo admirable, formado con Haya de la
Torre y Mariátegui, con raíces fecundas en el pueblo peruano. Fue él quien comenzó a
clamar justicia y regar la simiente, convergiendo, cada día, intelectuales y obreros hacia el
centro de un mismo ideal, haciendo brotar raudales de luz en la vida de nuestro pueblo,
pidiendo él mismo seguir al conductor Haya de la Torre en esta gran cruzada que
comprometía a todos los hombres libres del Perú.
Pertenecía a la estirpe de los Montalvos, Martís y González Prada. Reveló e intuyó al
creador más genial de la poesía hispanoamericana Cesar Vallejo, aseverando –sin lugar a
dudas– que sería uno de los poetas más geniales de la literatura universal. Además, Ciro
Alegría, Macedonia de la Torre, Alcides Spelucín, Oscar Imaña, Juan José Lora, Nicanor
de la Fuente, Francisco Xandóval, los hermanos Abraham y Felipe Arias Larreta, el
Caricaturista Esquerre, etc. recibieron la sabiduría del maestro.
Sus divagaciones filosóficas calaron profundamente sinnúmero de disciplinas, él nos
enseñó lo que es verdadera ciencia, verdadero arte, verdadera política y lo que es más
importante aún, nos enseñó a pensar sin imitaciones, como auténticos americanos, aquí en
nuestro propio continente como seres pensantes de nuestra propia realidad, nos instigó a
encontrar nuestro camino, nuestro propio destino, nuestro pueblo-continente.
Sería muy largo, exponer en un breve artículo sus innumerables facetas de escritor,
filósofo, poeta, político, educador. Sabía alentar y corregir, no había en su voz ni en su
gesto nada que contradiga la amplia y profunda luz de su espíritu que supo avizorar, por los
caminos de la filosofía, el destino de América. ¿No son acaso estas ideas, enunciadas hace
medio siglo, las que están tomando forma en el mundo latinoamericano de hoy?
36
Revista Avances de Investigación N° 5. Instituto de Investigación para el Desarrollo “Antenor Orrego”,
Lima, julio de 1987.
176
CARTA ABIERTA A
FIDEL CASTRO
27-01-1959 177

La presente carta, que Bohemia da a la publicidad por estar


solidarizada con sus pronunciamientos, viene de un país
hermano en momentos históricos de gran importancia para
Cuba y para el continente. Su autor, Antenor Orrego, tiene
plena autoridad para dirigirse a Fidel Castro, por haber
figurado desde su inicio con Haya de la Torre, en ese gran
movimiento de pueblo y de juventudes, orientador principal
de la necesaria emancipación latinoamericana, que es el
Aprismo. Tiene sobrados títulos y responsabilidades, como
sembrador de ideas en el libro, el ensayo y el periodismo
durante muchos años; como prisionero y desterrado por su fe
política; como dirigente del Partido del Pueblo peruano en la
etapa clandestina, y senador de su país. En cierta ocasión,
fue balaceado en las calles de Lima por esbirros de la
dictadura de Odría. Ésta palpitante experiencia le ha hecho
comprender la trascendencia y el relieve singular que
distinguen al acontecimiento cubano en el escenario de las
Américas. Por todos estos rasgos, la carta abierta a Fidel
Castro pertenece a los documentos para la historia.

Querido y admirado amigo:

Permítame llamarle con este vocativo casi familiar aunque no hayamos cambiado
nunca, personalmente, ninguna frase. Los lazos que nos unen a los que hemos padecido por
la libertad de nuestros pueblos y por el alumbramiento de una nueva conciencia
continental, son lazos mucho más poderosos que los vínculos naturales que surgen de la
sangre. Son más amigos y hermanos nuestros esos nombres que nos acompañaron desde
lejos y que estuvieron siempre, en espíritu, junto a nosotros en aquellos momentos
angustiosos de dramática agonía en que luchábamos contra los sombríos despotismos que
crucificaron a nuestras patrias. Ha existido en todo tiempo –y existe, desde luego, hoy– un
tácito diálogo permanente que salva las fronteras convencionales y las distancias
geográficas que nos separan. Con este solo título le escribo estas palabras.
Ha cumplido usted la primera etapa de su tarea histórica, etapa rebosante de coraje,
de heroísmo, de sacrificio, de ejemplaridad para todos nuestros pueblos, pero no,
ciertamente, lo más difícil. Ha roto usted ese mito desmoralizante, forjado por la cobardía
agazapada, que andaba ya 178
congelado y como un lugar
común, en muchas medrosas
conciencias americanas, y que
afirmaba que la revoluciones
populares eran impotentes para
superar los inmensos recursos
técnicos y militares en que se
amparaban los tiranos para
oprimimos. Este solo hecho,
asume inconmensurable
significación moral para la
libertad y el porvenir de nuestro
continente, pero, con eso, no ha
hecho usted sino empezar. Desde
Fidel Castro y Salvador Allende, dos hombres representativos
de la izquierda en América Latina.
este momento su misión adquiere
otro sentido y va a operar en un
escenario diferente, que ya le plantea otras responsabilidades de extensa proyección
histórica. Esta segunda faz de su tarea requiere sacrificios mayores, una generosa,
abnegada y clarividente consagración de esencia impersonal que reclama la ofrenda de su
vida entera. La sombra gloriosa y apostólica de Martí, transfigurada en una evidente y
constante admonición estará siempre presente en sus actos para inspirarle. Es preciso que
nuestros pueblos vean en usted la resurrección del Apóstol Mártir, cuyo espíritu se encarna
de nuevo para tomar fuertemente en las manos el timón de la nave en esta hora tan
procelosa pero, también, tan henchida de esperanzas.
Ya ha comenzado usted a palpar las primeras dificultades contra las cuales no se
puede combatir con fusiles. Para vencerlas es menester movilizar las totales fuerzas
espirituales y morales de su pueblo. Allí está el venero inagotable de las armas que ahora
necesita usted en la nueva fase de su lucha que tiene que ser, también, victoriosa, como la
de Sierra Maestra. Ya se ha disparado la primera agresión a mansalva contra la Revolución
cubana. Se pretende desprestigiar, arrebatándole el respaldo moral del mundo, a una proeza
de tan varonil y preclara trascendencia. Se intenta presentarla como una tenebrosa y
frenética taifa de bandidos, presa de insaciable sed de odio y de venganza; se vilipendia a
unos hombres que dejaron, heroicamente, por el espacio de dos años, jirones de sus vidas
en los riscos y escarpas de las montañas. Las agencias internacionales de noticias están
hablando del “baño de sangre” en Cuba y los periódicos que pertenecen a una oscura y
tácita complicidad con las tiranías más repulsivas de Latinoamérica, se encargan de
comentarlas y propaladas para extraviar y confundir a la opinión pública. Los hombres que
comprendemos estas pérfidas maniobras porque las hemos sufrido en carne propia,
sabemos que los tribunales revolucionarios no hacen sino cumplir, sujetándose a estrictas
normas legales, la justicia que les reclama un pueblo crucificado. Estas mismas agencias
internacionales jamás propalaron, ni denunciaron los sucesivos “baños de sangre” de
Batista, como veinte mil cadáveres torturados en su abono, ni el terror sistematizado que
ejercitó el déspota contra el pueblo cubano durante un tan prolongado y agónico lapso.
Estas agencias, tampoco denunciaron los innumerables “baños de sangre” que empaparon a
los pueblos de América que gimieron bajo el oprobio sanguinario de las dictaduras en el
transcurso de más de cinco lustroso. Para todos los hombres libres esta mala fe ya es un
hecho evidente, y pronto la torva maquinación se ha desarmado y se ha puesto, 179
ostensiblemente, al descubierto.
Pero surgirán nuevas maquinaciones acerbas, desde muchos lados, contra la
Revolución cubana. Algunas se disimularán en la penumbra para agredirla con el puñal
aleve de la traición, como lo están haciendo en las otras democracias indoamericanas.
Contra todas ellas hay que luchar con serenidad y con denuedo para vencerlas en
definitiva. Es imperativo organizar un vigoroso frente de defensa y de resistencia de todas
nuestras democracias para derrotar al enemigo común que a veces se mimetiza con sutil
habilidad y destreza para mejor atacarnos. El actual Gobierno cubano y sus dirigentes están
ahora en situación envidiable para comenzar y movilizar esta iniciativa salvadora.
Empero, nuestra mejor herramienta de lucha es imprimir un impulso de grandeza
histórica a todas nuestras democracias actuales. Esa es la esencia de la faena que le espera
a usted con premura inmediata. Tiene usted que trascender, de cierta manera, el horizonte
localista y particular de la Revolución cubana y darle una dimensión continental, como lo
quiso y lo pensó, proféticamente, Martí. Ha llegado el momento. Tiene usted la suficiente
autoridad para cumplir esta jornada esclarecida. Todos nuestros países, divididos ahora por
fronteras convencionales, constituyen un solo pueblo: en realidad, un Pueblo-Continente,
desde México hasta Argentina, que pronto debe alcanzar la categoría de un estado mundial
organizándose jurídica, política y económicamente en un gran Estado-Continente. Si fuera
posible, en la nueva Constitución cubana podría figurar alguna norma que consignara esta
suprema aspiración de nuestros países. Como primer paso, podríase declarar la vigencia de
la ciudadanía continental para que ningún latinoamericano se sintiera extranjero en Cuba.
Constituirá un ejemplo aleccionante que luego, seguirían las otras democracias
indoamericanas. Sería éste un inicial principio de unificación.
Nuestra vida histórica no puede ya continuar fraccionada ante la presencia de los
grandes estados mundiales de hoy, como Estados Unidos, Rusia, China y Europa que van
unificándose con apremio acelerado. Pero, aparte de estas razones decisivas, de carácter
político y económico, personalmente, tengo la convicción que en América ha comenzado a
generarse una cultura integral, de amplísimas bases universales y humanas, que ha de
constituirse como la única salida posible de las tremendas e irresolubles contradicciones en
que está sumergido el mundo actual con la crisis contemporánea. Creo que nuestros
pueblos deben prepararse conscientemente para el cumplimiento de esta insigne misión
histórica. Por brillante y necesario que sea aún el magisterio europeo para nosotros, el
Viejo Mundo es ya pasado con respecto a la misión actual de América, –irremediablemente
pasado–, porque hemos comenzado a transitar nuestros propios caminos y a forjar nuestro
genuino destino cultural. No es éste un alarde apresurado de infantilismo sino la
clarividente certidumbre de una nueva conciencia continental que está esclareciéndose en
las recientes generaciones americanas. Esta conciencia irá confirmando cada día, con
mayor firmeza, la existencia más profunda y significativa de nuestros países.
En estos momentos cruciales en que se está poniendo a prueba la Revolución cubana,
el pueblo peruano, que ha sufrido en llaga viva el baño de ignominia en muchas dictaduras,
y el Aprismo, que ha encabezado su denodada cruzada de liberación democrática, están
acendradamente con usted, querido amigo, y con su gran pueblo.

180

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