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LA CRÍTICA SOCIAL HACE ACTO DE

PRESENCIA EN LA SECCIÓN OFICIAL


CONIN DEN GÄNGEN

Seminci acoge la segunda película del realizador alemán,Thomas Stuber, con tímidos aplausos, una
visión descorazonadora de la reunificación alemana. Ben Attia presenta en la Sección Punto de
Encuentro su segunda película Weldi, sobre un padre que acude a Siria para encontrar a su hijo,
enrolado en las filas de DAESH.

La sección oficial ha programado la película alemana In den Gängen (En los pasillos), presentada
en la pasada edición de la Berlinale y por la que el director fue galardonado con el premio al mejor
cineasta del país germano. A partir de un cuento muy corto, del escritor Clemens Meyer, Thomas
Stuber presenta un relato de incomunicación y alienación en el contexto de la extinta RDA, donde
la reunificación trajo consigo una esperanza de libertad y felicidad que sólo se ha conseguido
parcialmente. La felicidad en la era del trabajo precario consiste en eso, en mantener trabajos mal
pagados y alienantes donde la propia vida se vive términos de estricta supervivencia, sin espacios
para la propia realización personal. La película muy sobria y larga, más teniendo en cuenta lo breve
del relato en el que se basa, funciona sobre la interacción de tres personajes, el protagonista
Christian, un joven con un pasado conflictivo que entra a trabajar en un hipermercado con aprendiz
de reponedor, Marion, una mujer casada insatisfecha con su vida marital y de la que se enamora el
joven Christian, y el maduro Bruno, el mentor de Christian en la empresa, un veterano de la
empresa que la conoció cuando esta estaba estatalizada y se especializaba en el transporte. Las
influencias en el esquematismo con el que transcurre la narración, mínima, y la tosquedad de los
personajes beben mucho del universo del cineasta finés Aki Kaurismaki, cuya acidez para glosar las
miserias del actual sistema socio-económico sobrevuelan toda la película de Stuber. También el
universo onírico y colorista de Wes Anderson, cuya colorista fotografía imita Stuber en multitud de
interminables planos que transcurren por los pasillos del hipermercado, con la sola presencia de
Christian y su grúa colocando innumerables pales en los estantes de un supermercado donde la
incomunicación y la alienación de los trabajadores resulta tan desgarradora para el espectador como
a veces exasperante, debido a unas decisiones en el montaje de la película que privilegian la
recreación de una atmósfera determinada, más que una coherencia y linealidad en la historia.

La cinta aborda demasiados temas sin decantarse por ninguno en concreto. La crítica al capitalismo
que se manifiesta en la proliferación de trabajos rutinarios y alienantes, el tema del rito del paso,
como conjunto de actividades que marcan la transición de un estado a otro de la vida, algo que
teorizara el antropólogo Arnold Van Gennep, y que en la película se manifiesta en todo el ritualismo
del novato que entra en una empresa y que tiene que pasar por una serie de ritos sociales hasta
conseguir se aceptado como uno más, el del amor imposible que Christian siente hacia su
desgraciada compañera Marion o el de la incomunicación en la sociedad actual donde el individuo
masa es sólo un número más en las estadísticas, cuyas emociones y sentimientos se ocultan en aras
del funcionamiento de un sistema económico, aparentemente exitoso, pero que encubre multitud de
injusticias y sufrimientos.
Es de agradecer que Stuber en esta su segunda película haya optado por un enfoque más arriesgado
y se haya alejado del cine naturalista de impronta documentalista de su primer largometraje, A
Heavy Heart, sobre un muñeco roto del mundo del boxeo, sin embargo el resultado dista mucho de
resultar completamente convincente. Demasiado metraje y ciertas decisiones en el casting, en
especial la poco convincente actuación de la germana Sandra Hüller, famosa por su interpretación
en Toni Erdman en el papel de la infeliz Marion. Un papel que se prestaba a muchos más matices y
que la actriz de Turingia esquematiza en demasía.

Se esperaba con cierta expectación la segunda película del Tunecino Mohammed Ben Attia, Weldi.
En esta ocasión su película se presentaba en la sección Punto de Encuentro, reservada para primeras
y segundas películas. No se entiende muy bien que esta su segunda película se adscriba a la sección
paralela del festival y no a la sección oficial. Lamentablemente Ben Attia no consigue presentar una
película de esas que los críticos llaman redonda. A diferencia de Hedi donde los personajes se
subordinan más a las exigencias de la trama, en Wedi, Attia está más interesado en explorar las
miedos y los anhelos de un padre ultraprotector,Riadh, de esos que los americanos llaman padres
helicópteros, que en narrar la historia de la conversión de un joven tunecino, Sami el hijo de Riadh,
al radicalismo islamista en las filas del DAESH. Para hacerlo, Attia sigue la senda de sus maestros,
los hermanos Dardenne, y opta por un cine social y marcadamente naturalista. Como ocurre en la
película de Thomas Stuber, In den Gängen, sobre metraje para abordar una historia narrada desde la
perspectiva de un padre que quiere asegurar el futuro de su hijo, en un Túnez, marcado por las
amenazas del radicalismo y el auge capitalista.

Multitud de aspectos se apuntan en el film relativos a la sociedad tunecina ( laicismo, jubilación,


miedo al futuro…) que enmarcan un contexto de incertidumbre por deambulan unos personajes a la
deriva. En cualquier caso es de agradecer que Ben Attia haya querido crecer creativamente en esta
su segunda película, aunque el resultado no haya sido el esperado.

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