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TEMA 8

LA VERDAD EN LAS MATEMÁTICAS Y EN LAS CIENCIAS EMPÍRICAS (SOCIALES Y NATURALES)


1. Introducción
El tratamiento del tema de la verdad se inicia en nuestra tradición probablemente a la vez que la reflexión
racional. Los comienzos de la filosofía occidental pueden interpretarse en esta clave. Las primeras preguntas de los
pensadores milesios fueron acerca de qué son verdaderamente las cosas, el mundo, lo real, cuál es la verdad de lo que se
nos presenta, dado que no es lo que en principio parece. Se abre, pues, la filosofía con una cuestión ontológica y
gnoseológica simultáneamente, aunque es el aspecto ontológico el determinante de esta reflexión en los primeros siglos de
su desarrollo. En este tramo inicial de la filosofía se configura una concepción de la verdad cuya influencia ha alcanzado
cuando menos, desde Parménides hasta Heidegger (en Teorías de la verdad en el siglo XX, de Marín y Frápolli (eds.))
Todas las épocas se han ocupado de manera significativa del tema de la verdad, en conexión con el contexto
cultural y filosófico de cada momento. La concepción de la verdad se ha ido decantando en un sentido, en el que el
surgimiento del modelo galileano-newtoniano de ciencia ha tenido una incidencia muy significativa. Tal vez por ser el
modo de conocimiento más potente creado en nuestra tradición, ha configurado un determinado tipo de concepción de la
verdad, predominante en muchos ámbitos filosóficos, científicos y prácticos de nuestras sociedades actuales.
Existen diferentes tipos de ciencias: atendiendo a su modo de trabajo, están las ciencias formales, que son
aquellas que no tienen una base empírica y trabajan con entidades formales; por ejemplo las matemáticas o la lógica; y las
ciencias empíricas. De acuerdo con su objeto de estudio, hay ciencias naturales, que son las que se refieren a fenómenos,
cosas o sucesos de la naturaleza; por ejemplo, la física, la química, la biología o la paleontología; y las ciencias humanas o
sociales, que son las que tienen por objeto de estudio las relaciones de los seres humanos entre sí y sus resultados; por
ejemplo, la sociología, la economía o la psicología.
Sobre la matemática se cree que su verdad se basa en la tesis clásica de la verdad matemática: la deducción a
partir de axiomas es condición necesaria y suficiente de la verdad. Pero este ideal regulativo de la justificación
matemática, sugerido tempranamente por la geometría euclídea, es muy discutible. Precisamente, las dos crisis de
fundamentos más importantes acaecidas a la matemática, la justificación de las geometrías no euclídeas y la detección de
contradicciones en la teoría de conjuntos, suponen dos quiebras sucesivas de la tesis clásica. Ante estas dificultades se
tendrán que examinar las diferentes soluciones: la formalista, la logicista y la constructivista o intuicionista. En el ámbito
de las ciencias humanas y sociales todavía no se ha llegado a obtener un consenso acerca de la fundamentación científica.
No tenemos una teoría de la ciencia o epistemología. Hay varias en pugna, las diversas posturas se reducen a proponer un
modelo de explicación científica según el canon de las ciencias naturales (positivismo), o un modelo diferente donde se
acentúa la peculiaridad del objeto socio-histórico, psicológico y el modo de aproximación a él (hermenéutica,
fenomenología, dialéctica, lingüística). En el ámbito de las ciencias empíricas el criterio de verdad será su verificación,
pero esto también trae consigo una serie de problemas como el de la inducción o la relatividad, que también generan
discusión. A pesar de esto se sabe que la verdad de la ciencia natural tiene que reunir cualidades como: que parta de los
fenómenos; que sea un conjunto ordenado de conocimientos; que busque regularidades; que esté especializada; que intente
ser objetiva; que busque la verdad (desde la parcialidad a la totalidad) y que sea autónoma y rigurosa.
Por lo dicho hasta aquí, en el tema La verdad en las matemáticas y en las ciencias empíricas (sociales y
naturales) hay que examinar en primer lugar la relación de las distintas esferas de la verdad con las ciencias, y, en segundo
lugar, la verdad que se da en el ámbito matemático, de la ciencia natural y de las ciencias sociales.
2. Distintos tipos de verdad en relación con las matemáticas, y las ciencias empíricas (naturales y sociales).
2.1 El concepto de verdad
Es posible detectar, según se ha señalado en diversos contextos, al menos tres raíces que nuestra tradición ha ido
incorporando históricamente a la concepción de verdad. Por eso si examinamos nuestra experiencia respecto a lo que
consideramos verdadero, podemos encontrar: primero, que llamamos verdadero a aquello que está realmente presente, al

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contraponerlo a lo imaginario o ilusorio. Surge aquí la raíz griega de la experiencia de la verdad (aletheia), como lo que
está patente. Es la dimensión que conecta con lo que es, con lo real.
En segundo lugar, también consideramos algo como verdadero cuando es fiable, cuando se puede confiar en
ello. Es la dimensión que la verdad tiene de autenticidad. Ésta puede entenderse de dos modos: o bien, como confianza en
las cosas, o bien como confianza en las personas. En cuanto se confía en la autenticidad de las cosas, se enlaza con la raíz
latina (veritas), que viene a expresar justamente aquello que es digno de crédito, lo que merece confianza, y por tanto,
resulta firme y seguro, es auténtico. Pero la confianza puede entenderse también referida a personas. Aquel en quien se
puede confiar muestra un rasgo de verdad, en cuanto autenticidad. La confianza adquiere el matiz de fidelidad, y ello a su
vez genera también seguridad, firmeza. Alguien en quien se puede confiar es alguien firmemente fiel a sus amigos, a su
tarea como intelectual, a sus creencias, a sus compromisos. Esta es la dimensión de la verdad puesta de manifiesto en la
tradición hebrea (emunah). Por último, se habla de verdad cuando algo coincide con lo que las cosas son. Aquí
"verdadero" tiene también un sentido de seguridad, de firmeza, pero surgida metodológicamente del ajuste con la realidad
de las cosas. Se trata pues de una representación adecuada, de un decir correctamente lo que es. En cierto modo se
produce una "juridificación" o "metodologización" de la comprensión de la verdad. He aquí la dimensión de la
adecuación, correspondencia (orthotes, adecuatio), presente en la mayor parte de las concepciones de la verdad.
2.2 Relaciones entre las diversas concepciones de verdad y las matemáticas y las ciencias empíricas
2.1 Teoría de la coherencia de la verdad y su relación con la matemática: Esta teoría defiende que un enunciado es
verdadero si es "coherente" con otros enunciados, y falso si no lo es. Algunos críticos se centran en lo que significa ser
coherente: "es consistente con" parece demasiado débil "es entrañado por", demasiado fuerte. Otros críticos atienden al
hecho de que al parecer algunos enunciados reciben un valor veritativo con independencia de que otros vayan a ser
evaluados en razón de su coherencia. Esta teoría es sobre todo plausible para sistemas axiomáticos, donde la coherencia
puede tomar la forma definida de ser derivable de los axiomas, la teoría se extiende también a enunciados contingentes. Y
eso se debe con frecuencia a la convicción de que la verdad o la falsedad de los enunciados aislados no pueden nunca, o
sólo raramente, ser establecidas de manera conclusiva. Y a veces se debe a la convicción de que puede haber varios
conjuntos de enunciados coherentes con idéntica pretensión a descubrir correctamente el mundo. La verdad entendida
como coherencia es el tipo de verdad propia de las matemáticas y la lógica, a las que se designa el nombre que vimos
anteriormente de ciencias formales, dado que sólo se preocupan de la estructura o forma del pensamiento.
2.2 Teoría de la verdad como correspondencia y su relación con la ciencia empírica: En esta teoría se entiende la verdad
como adecuación del pensamiento al mundo. El conocimiento que responde a este criterio de verdad está subordinado a la
experiencia. Por ello a las ciencias que se manejan dentro de este concepto de verdad se les llama ciencias empíricas.
Que lo que se diga sobre el mundo sea verdadero tiene que depender con seguridad de cómo sea el mundo. Esta
simple observación parece ofrecer un fuerte apoyo intuitivo a una de las explicaciones filosóficas de la verdad más
importantes, la teoría de la correspondencia, que dice que las proposiciones son verdaderas si y sólo si se corresponden
con los hechos. Sin embargo, pese a su evidente atractivo, esta explicación se ha enfrentado con una serie de críticas
dirigidas tanto a la concepción de los hechos como elementos del mundo, como la interpretación de la verdad como
relación. La teoría mantiene que la verdad de una proposición p requiere el cumplimiento de las dos condiciones
siguientes: 1) es un hecho que p, y 2) la proposición corresponde a ese hecho. Si dirigimos la atención a la relación de
correspondencia, por ejemplo, ¿tiene que reflejar la proposición la estructura del hecho?; es muy probable, sin embargo,
que tal pregunta pueda desembocar en un razonamiento circular, pues la condición 2) sería seguramente superflua: siendo
p verdadera si y sólo si es un hecho que p, todo lo requerido por la correspondencia es que para cada proposición
verdadera tenga que haber un hecho. Y, aun así, la reducida equivalencia sigue siendo significativa, si, como diría la teoría,
la asociación de una proposición verdadera con un hecho es una asociación de palabras con el mundo.
Pero, si los hechos están en el mundo tendría sentido preguntar dónde hay que encontrarlos, y, sin embargo,
cuestiones tales como "¿Dónde está el hecho de que la recesión ha terminado?" no parecen admitir ninguna respuesta.
Además, otros atributos asociados con elementos mundanos no tienen aplicación a hechos que no requieren espacio ni
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actúan sobre nada, y que no pueden ser medidos, disecados o destruidos. La tesis del teórico de la correspondencia se
reduciría entonces a afirmar una serie de trivialidades expresadas según el modelo de ""la nieve es blanca" es verdadera si
y sólo si la nieve es, de hecho, blanca" (esta forma de correspondencia se ha llamado concepto semántico de verdad).
La idea de que la verdad consiste en una relación entre palabras y el mundo es, sin embargo, difícil de
abandonar, incluso aunque la palabra "hecho" no sea apropiada para figurar como uno de los términos de esa relación.
¿Qué otra forma podría adoptar tal relación? No se trata de negar que nuestras palabras estén adheridas a los elementos del
mundo de modos diversos, sino que lo que se pone en duda es la idea de una relación que trascienda a todo lo que la
proposición dada podría presentar como asunto de su propia estructura interna. Así, supóngase que se dice que "la nieve es
blanca" es una proposición que nos presenta una relación de predicación, siendo "es blanca" el predicado de lo que es
nombrado por el término "nieve". Entonces, por supuesto, la proposición es verdadera si y solamente si se da esa relación,
esto es, si y sólo si la nieve (una sustancia que se encuentra en el mundo) es blanca. Todo lo que la supuesta relación de
correspondencia podría conseguir ha sido ya logrado con la afirmación de la proposición misma, sin necesidad de ir más
allá de la relación afirmada. No es necesario tener que singularizar un misterioso complejo contra el cual la proposición
como un todo pudiera ser contrastada (en Enciclopedia Oxford de filosofía de Honderich T., de 2001)
2.3 La verdad como relación histórico-objetiva: entre teoría y prácticas sociales: Como en la segunda teoría, es una verdad
que trasciende la esfera del mero enunciado teórico, pero en lugar de experimentación exige objetividad histórica,
contrastación práctico-social. Esta es la concepción en la cual descansa el método dialéctico histórico de las ciencias
sociales. La aparición y desarrollo de esta nueva concepción de la verdad viene aparejada al incremento de la evolución de
las ciencias sociales. Numerosas tendencias han dado aporte: teoría marxista de la verdad, concepción pragmática, teoría
sociológica de la verdad. Marx, Durkheim y Weber desplegaron las ideas principales, que luego fueron desarrolladas por
corrientes marxistas contemporáneas de un lado, y por el otro, por filósofos como M. Scheller y K. Mannheim.
Ni la realidad, ni la experiencia, ni la práctica social misma (como tales) son verdades por sí mismas, sino la
teoría (enunciado deductivo; proposición lingüística) que hagamos de ellas. La verdad se refiere a la relación teoría
(pensamiento) y prácticas históricas (realidades). La verdad no existe en el mundo teórico como mundo propio y aparte,
que se satisface a sí mismo (el mundo lógico-ideal); verdad inmanente. Tampoco la verdad es una propiedad de la cosa, de
lo real, del hecho-objeto trascendente, tal como si existiera como fenómeno del universo real y lo extrajéramos de él. La
verdad es una representación objetiva y creadora (y no simplemente pasiva y especular) aproximativamente exacta de la
realidad, de las prácticas sociales del ser humano como objetividad histórica. Por tanto, es indispensable la coherencia del
pensamiento para la verdad (pero ella no es en sí la verdad); se requiere la coincidencia del pensamiento con los procesos
reales (pero ella no es la verdad) en fin, se exige la objetividad histórica del pensamiento (en fuentes, en archivos, en
restos arqueológicos) como representación creadora de las prácticas sociales de la historia humana.
Estas teorías de la verdad tienen relación con las teorías pragmáticas de la verdad (donde lo verdadero es lo útil)
y con las teorías deflacionistas de la verdad (donde la verdad puede ser suprimida por ser inmanente a la propia cosa).
3. Verdad en las matemáticas y en las ciencias empíricas (sociales y naturales)
3.1 Verdad en las matemáticas
3.1.1 La tesis clásica de la verdad matemática: La matemática adquirió el estatuto de ciencia teórica en la Grecia clásica y
lo hizo en torno a los conocimientos geométricos figurativos. Los orígenes empíricos de éstos fueron trascendidos
mediante un proceso de abstracción, que los situó en un nivel especulativo en el cual la deducción fue adoptada como
método de justificación. A partir de ese momento la matemática fue ciencia. La matemática griega era básicamente
geometría figurativa. Aunque con ella coexistía la aritmética, ésta, aparte de estar menos desarrollada, se concebía
apoyada en la figuración geométrica (en Verdad matemática de Garrido J., 2003)
Pero la geometría no sólo constituía la parte más desarrollada de la matemática, sino que también fue la primera
en alcanzar una estructura deductiva global. En el siglo III a.C., Euclides, además de aportar importantes resultados al
conocimiento geométrico de su época, consiguió reformularlo. Puso de manifiesto que podía presentarse como una serie
de teoremas deducibles de unos pocos enunciados introducidos sin prueba. En otras palabras, dado que la deducción
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transmite la verdad, Euclides mostró que la verdad de todos los enunciados geométricos estaba garantizada si unos pocos
de ellos podían considerarse verdaderos. Por otro lado, los enunciados necesarios para deducir el resto de los axiomas o
postulados, aparte de poco numerosos, eran enormemente simples e intuitivos.
Aunque el desarrollo de la geometría ha exigido refinar su base axiomática, la esencia del tratado de Euclides ha
sido confirmada: durante siglos, los nuevos resultados geométricos encajaban como teoremas de unos pocos axiomas
simples. Este logro impresionante, alcanzado en la parte más avanzada de la matemática, dio sentido a la que puede
llamarse tesis clásica de la verdad matemática: Un enunciado es matemáticamente verdadero si y sólo si ese enunciado es
deducible de axiomas intuitivos. O, dicho de otro modo equivalente: La deducción desde axiomas intuitivos es condición
necesaria y suficiente de la verdad matemática. La tesis clásica de la verdad matemática debe entenderse únicamente como
una expresión esquemática del ideal regulativo que preside el contexto de justificación del conocimiento matemático. Se
limita a indicar los requisitos ideales de una justificación aceptable de las hipótesis o conjeturas generadas en la resolución
de los problemas matemáticos. Alcanzan el estatuto de teorema matemático los enunciados deducidos de otros más
simples, o de otros previamente deducidos a partir de esos más simples.
3.1.2 La crisis de los fundamentos de la matemática: Está bastante extendida la apreciación de que la justificación de las
geometrías no euclídeas y la detección de contradicciones en la teoría de conjuntos han constituido las dos principales
crisis de fundamentos en la historia de la matemática. En concreto, después del descubrimiento de las geometrías no
euclídeas, ningún otro hecho ha influido tan poderosamente en el desarrollo de los fundamentos de la matemática como la
aparición de las paradojas. El impacto de la segunda crisis es considerado mucho mayor que el de la primera. Una
explicación de por qué es así se obtiene de modo inmediato tomando como referencia la tesis clásica de la verdad
matemática. Pues, en primer lugar, el descubrimiento de que las geometrías no euclídeas eran legítimas teorías
matemáticas, pese a que en su punto de partida poseían al menos un axioma nada intuitivo, supuso que la deducción desde
axiomas intuitivos no era condición necesaria de la verdad matemática. Quedaba en pie, sin embargo, la parte más fuerte y
útil de la tesis clásica. Al menos la deducción desde axiomas intuitivos parecía ser condición suficiente de verdad
matemática. Por desgracia, el descubrimiento de contradicciones en el seno de la teoría de conjuntos quebró esta
expectativa. De dicha teoría, cuya base argumental era muy escueta e intuitiva, no sólo se deducía la matemática conocida
a inicios del siglo XX, sino también contradicciones o falsedades lógicas como por ejemplo enunciados como: A y no A
son falsos. En suma, de axiomas intuitivos se deducían enunciados que no podían ser matemáticamente verdaderos. Y este
segundo resultado era muchísimo más grave que la no "intuitividad" de axiomas. Pues no sólo quebraba la confianza en la
intuición como garantía o condición la de verdad matemática, sino que, además, se producía dentro de una teoría que
parecía construir la base del resto de la matemática.
Simplificando mucho, la geometría euclídea plana sería deducible de los cinco postulados. Aunque los cinco
postulados eran simples e intuitivos, el quinto, el axioma de las paralelas, resultaba algo menos intuitivo que los cuatro
restantes. Entre otros motivos porque el 5º exige admitir que las dos rectas mencionadas no se acercarán al prolongarse
indefinidamente. El propio Euclides en sus elementos intentó hacer el menor uso posible del 5º postulado, aunque no tuvo
más remedio que acabar utilizándolo, ya que sólo con los cuatro restantes no podía deducir todos los teoremas. Esta
circunstancia no constituía un problema fundamental, pues el axioma quinto no dejaba de ser razonable, pese a su carácter
menos intuitivo. Sin embargo, el deseo de simplicidad y elegancia (caracteres importantes que ya detectó Kuhn a la hora
de elegir matrices disciplinares) motivó que no pocos geómetras intentasen deducir el 5º postulado de los demás.
Dos de estos intentos corresponden a la geometría elíptica y la geometría hiperbólica. Una intenta demostrar la
geometría euclídea sin paralela y el otro con más de una recta que no se cruza con la otra pasando por un mismo punto.
Esto que parece intuitivamente imposible (la negación de que haya una paralela que pase por un punto exterior a la recta)
se demostró introduciendo espacios de más de dos dimensiones (por ejemplo, en una esfera, no existe paralela de un
círculo máximo). En conclusión: se demostró la no contradicción de la geometría plana sin paralelas, a partir de la no
contradicción de la geometría euclídea del espacio.

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3.1.3 Logicismo, constructivismo y formalismo: En la primera mitad del siglo XX, se enfrentaron tres concepciones
filosóficas de la matemática en una atmósfera especialmente candente de crisis de fundamentos, atizada por el
descubrimiento de contradicciones en la teoría de conjuntos. Estas concepciones son el logicismo, el constructivismo o
intuicionismo y el formalismo.
La tesis logicista nos dice que la matemática es reducible a la lógica, o, las verdades matemáticas son verdades
lógicas. Se remonta como hipótesis programática a Leibniz, quien la formuló en un momento avanzado el s. XVII, en que
la lógica usada en la matemática estaba por desarrollar. Esta tesis tuvo posibilidades de imponerse a fines del siglo XIX,
cuando Frege y Russell construyeron la lógica formal y estuvieron cerca de reducir a ella la matemática clásica.
Entre las motivaciones de Frege no sólo estaba el formular de modo más preciso la matemática, sino también el
derivar a ésta de las leyes lógicas, considerando en primer lugar la teoría que parecía entonces más básica, la aritmética.
Cuando Frege estaba a punto de publicar su fundamentación lógica de la aritmética, Russell le comunicó que había
detectado en su sistema lógico la paradoja que lleva su nombre. Hubo que modificar, en consecuencia, los puntos de
partida de la pretendida reducción lógica, hasta el punto de hacer indefendible la tesis de que tales supuestos eran
puramente lógicos. Aunque fracasaron en la pretensión de reducir la matemática a la lógica, los Fundamentos de la
aritmética de Frege y los Principia mathematica de Russell y Whitehead constituyeron importantes pasos den la
construcción de la matemática sobre la lógica y teoría de conjuntos.
La tesis logicista tenía muchos atractivos. Entre otros, proporcionaba una explicación de la certeza de la
matemática por su hipotético carácter lógico: verdad por la pura forma o verdad en toda interpretación. Por otra parte,
resolvía con nitidez el problema de la consistencia: el problema de demostrar la no contradicción de la matemática. Si la
matemática fuese lógicamente verdadera, sería también no contradictoria o consistente. Por último, en el contexto del
problema general de la verdad científica, permitía mantener un dualismo entre verdades analíticas (verdad lógica y verdad
por definición) y verdades sintéticas (verdad empírica). Hacía innecesaria la especificación de un difícil tercer lugar para
la verdad matemática, que no es empírica, pero tampoco puramente formal, sino se reduce a la lógica.
Por otra parte encontramos el intuicionismo o constructivismo: desarrollado sobre todo por Brouwer y Heyting,
propugna, en sus versiones radicales, una matemática alternativa a la clásica, basada en la tesis siguiente: Los objetos
matemáticos son entidades producidas en la mente a partir de (1) la intuición fundamental de los naturales y (2) el uso de
métodos de construcción efectiva. El constructivismo o intuicionismo es considerado como una concepción restrictiva. La
matemática clásica se permite excesivas libertades y así surgen, entre otras cosas, las paradojas. Como criterio de
existencia matemática el intuicionismo radical adopta el siguiente: Sólo existen los naturales y todo aquello que pueda
construirse de modo efectivo a partir de ellos. Peculiar y restrictivo es también el criterio de verdad matemática. Tras cada
enunciado matemático afirmativo verdadero, debe haber una demostración constructiva efectiva: el enunciado es
matemáticamente verdadero si y sólo sí describe una construcción mental que pueda efectuarse. Además para cada
enunciado matemático negativo verdadero, debe de haber una demostración constructiva efectiva, la de que el enunciado
implica contradicción: no A es matemáticamente verdadero si y sólo si describe una construcción mental en la cual,
supuesta efectuada la construcción descrita por A, se deduce contradicción. El intuicionismo matemático recibe tal nombre
simplemente por postular un acceso intuitivo especial a los naturales. El problema consiste en que al modo constructivista
se consiguen muy pocos resultados clásicos, muchos menos de los deseados por los propios intuicionistas.
Por último tendríamos el formalismo. El formalismo es la concepción de la matemática más influyente de las
tres enfrentadas en el periodo de la crisis de fundamentos. Es una filosofía de la matemática desarrollada al abrigo de un
programa de investigación ambicioso, el cual, ante la crisis de fundamentos, se revelaba como esencial para cualquiera,
formalista o no, que se preocupase por la justificación de la matemática. Este programa o proyecto consistía en resolver el
problema de la consistencia: demostrar, puesto que la intuición no era fiable ya, que la matemática no era contradictora.
El problema de la consistencia, inexistente hasta el siglo XIX, se convierte en vital en un momento en el cual (a)
no parece demostrable que la matemática sea lógicamente verdadera, ni que sea reconstruible, siquiera aproximadamente,
mediante la intuición de los naturales y la construcción efectiva; (b) los axiomas intuitivos pueden conducir a
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contradicción. En esta situación, Hilbert y sus seguidores se plantean directamente la elaboración y mejora de
demostraciones de consistencia para las teorías matemáticas. Esta tarea no es propiamente matemática, no consiste en
demostraciones en el seno de esta o aquella teoría matemática. Es una labor metamatemática, se plantea realizar
demostraciones de ciertas propiedades de las teorías matemáticas.
Las demostraciones de consistencia consistían en la búsqueda de interpretaciones que hiciesen verdaderas las
formas de los axiomas de las teorías en cuestión. Se denomina modelo de una teoría a cualquier interpretación que haga
verdaderas las formas de sus axiomas. A una teoría axiomatizada despojada de interpretación se le denomina sistema
formal. El sistema formal de una teoría está suficientemente descrito mediante la lista de las formas de sus axiomas y la
lista de saltos lógicos básicos que usa en la deducción de sus teoremas. En estos términos, las demostraciones originales
de consistencia consistían siempre en la búsqueda de un modelo para el sistema formal de la teoría en cuestión. Probaban
la consistencia o no contradicción de una teoría entendida como su verdad en al menos una interpretación, lo que se
denomina técnicamente consistencia semántica. Por último, eran necesariamente demostraciones relativas de consistencia:
relativas a la consistencia de otra teoría matemática que proporcionase el modelo o interpretación verdadera. En suma, las
demostraciones de consistencia semántica son siempre relativas, constituyen un avance en la medida en que trasladen la
cuestión de la consistencia a teorías menos dudosas, pero no resuelven de modo definitivo el problema de la consistencia.
Hay que precisar que los resultados de limitación de Gödel son barreras no superables por el programa
hilbertiano de justificación de la matemática. Como consecuencia de ello la filosofía formalista perdió fuelle. En suma la
tesis clásica de verdad matemática no es cierta, pero, a falta de otra cosa, y dadas las debilidades de las otras concepciones
de verdad, operamos como si lo fuese. En cualquier caso, el criterio también puede llegar a ser pragmático, pues el
desarrollo de nuevas matemáticas a partir de los problemas planteados conducen a nuevas aplicaciones en las teorías
científicas como la teoría cuántica y la teoría de la relatividad.
3.2 Verdad en las ciencias empíricas (sociales)
3.2.1 El principio de la reflexión histórica sobre la verdad en las ciencias sociales: Más allá de la disputa entre si tenían
que seguir las ciencias sociales el modelo de las naturales se advierte otra polémica mayor, más antigua, profunda y
abarcadora: ¿qué es la ciencia? Porque lo verdaderamente problemático e inquietante es observar la diversidad de criterios
que se aplican tras la palabra ciencia. Habría pues, que decir que el contencioso sobre la cientificidad o no de las ciencias
humanas, sociales o del espíritu, se da cita el debate sobre la ciencia y sobre lo que ella misma representa: saber
verdadero. Por esta razón, algunos teóricos del debate denominan a este problema de la fundamentación de las ciencias
sociales o humanas como tales ciencias, "la cuestión candente".
3.2.2 La primera polémica explícita de la filosofía de las ciencias sociales: positivismo decimonónico frente a
hermenéutica: Nos situamos en el siglo XIX, donde acontece para las ciencias del ser humano un despertar análogo al
conocido por las ciencias naturales en aquella época. El estudio sistemático del ser humano, de su historia, lengua,
instituciones…. adquiere en ese tiempo, y merced a hombres como Ranke y Mommsen en historiografía, W. von
Humboldt en lingüística, Tylor en antropología social, Saint-Simon, Comte, Spencer y Marx en sociología, una altura
comparable a la alcanzada por la ciencia galileano-newtoniana. Nos encontramos, por tanto, a mediados del siglo XIX
sobre los pilares de la tradición galileana, y unas ciencias humanas con grandes logros y con pretensiones cientificistas. En
estas circunstancias las principales posiciones al respecto pueden engarzarse en las dos grandes tradiciones del
pensamiento: el positivismo y la hermenéutica: El primero tendría como características: El monismo metodológico, el
modelo o canon de las ciencias naturales exactas, la explicación causal o Erklären como característica de la explicación
científica y el interés dominador de la naturaleza. Frente a la filosofía positivista de la ciencia, se fue fraguando sobre todo
una tendencia anti-positivista. A esta concepción metodológica se la denomina hermenéutica, atendiendo a algunos rasgos
características. Entre las figuras representativas de este tipo de pensamiento se encuentran filósofos, historiadores y
científicos como Droysen, Dilthey, Simmel y Max Weber, con los neokantianos de Baden, Windelband y Rickert, y Croce
y Collingwood fuera de Alemania. Lo que unifica a todos estos pensadores es su oposición a la filosofía positivista. El
rechazo a la física-matemática como canon ideal regulador de toda explicación científica; rechazo del afán predictivo y
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causalista de la reducción de la razón a razón instrumental. El descubrimiento de los hermeneutas, desde Droysen, es que
"la manifestación de los singular es comprendida (verstanden) como una manifestación o expresión de lo interior en
cuanto se retrotrae a lo interior. Para Droysen, el ser humano expresa su interioridad mediante manifestaciones sensibles, y
toda expresión humana sensible refleja una interioridad. No captar, por tanto, en una manifestación, conducta, hecho
histórico o social esa dimensión interna, equivale a no comprenderlo. Droysen fue el primero que utilizó la distinción
entre explicación y comprensión (Erklären y Verstehen) con intención de fundamentar el método de la historia.
Para Simmel (y el primer Dilthey) la comprensión, tiene una resonancia psicológica, es una empatía o
identificación afectivo-mental que reactualiza la atmósfera espiritual, sentimientos, motivos, valores, pensamientos, de sus
objetos de estudio. Pero Dilthey acentuará además en las ciencias humanas la presencia del investigador y la realidad
investigada al mismo universo histórico: el mundo cultural e histórico del ser humano. Se da, por tano, una unidad sujeto-
objeto que permite la comprensión desde dentro de los fenómenos históricos sociales humanos. La comprensión se funda
para Dilthey en esa identidad sujeto-objeto propia de las ciencias del espíritu. Se justifica de esta manera, además, la
autonomía de las ciencias del espíritu frente a las ciencias de la naturaleza.
Weber va a insistir en la comprensión como método característico de las ciencias, cuyos objetos presentan una
relación de valor que hace que dichos objetos se nos presenten relevantes, con una significatividad que no poseen los
objetos de las ciencias naturales, los átomos por ejemplo. Esta significatividad permite identificar y seleccionar tales
objetos. El investigador llega a la comprensión de tal significado porque puede compartir, mejor, comparte con el objeto,
los valores que atribuye el significado (en Filosofía de las ciencias humanas y sociales de Mardones J., 2007).
3.2.3 La segunda fase de la polémica o el racionalismo crítico frente a la teoría crítica: En el período entre guerras se
conoce el resurgimiento de la lógica, iniciado en 1850, tras un estancamiento que se remonta a 1350. El desarrollo de la
lógica se vinculó con el positivismo y dio como resultado, en la década de los años veinte, el denominado positivismo
lógico. A esta corriente pertenecen B. Russell, el primer Wittgenstein (o del Tractatus lógico-philosophicus) y el
denominado neopositivismo del círculo de Viena.
Típico de esta tendencia, englobada hoy dentro de lo que se denomina filosofía analítica, sería afirmar que
únicamente los enunciados sometidos a la lógica y la verificación empírica pueden ser calificados como científicos, como
verdaderos. Los demás deben ser considerados de antemano como absurdos y sin sentido. Científico es sólo, por tanto,
aquel análisis de la realidad que trabaje con estos dos pilares: la teoría de la relación lógico matemática y la fase o
verificación empírica. El gran objetivo, a la larga, claramente expresado por el representante más significativo del círculo
de Viena, R. Carnap, era típicamente positivista: reconstruir racionalmente todos los posibles enunciados de la ciencia
unitaria, universal, lógicamente trabada.
El racionalismo crítico de K. Popper arremete duramente contra el positivismo lógico del círculo de Viena.
Popper había tenido contactos con sus miembros en su Viena natal. En 1934 aparece su Logik der Forschung (Lógica de
la investigación) donde analiza, sutilmente, las reglas de juego de la obtención de las hipótesis y teorías científicas.
Constituye el fundamento de un criticismo racional o racionalismo crítico. Para Popper, la pretensión de verificar
empíricamente todo enunciado científico conduce a la muerte de la ciencia. La hipótesis científica más sencilla (por
ejemplo: "el cobre conduce la electricidad"), si hubiera de ser verificada experimentalmente, exigiría comprobar esta
cualidad en todo el cobre del universo. Pero esto, evidentemente, es imposible. Por tanto, las hipótesis científicas que
pretenden posibilitar el conocimiento de las leyes de la naturaleza y poder efectuar diagnósticos con validez para el futuro
no son verificables. Popper descubrirá al Círculo de Viena que su verificación está ligada a un dogma empirista que no se
puede sostener: la certeza última proporcionada por la percepción de los sentidos. Para el positivismo lógico, el edificio de
la ciencia se construía sobre las piedras elementales de los enunciados elementales, básicos, protocolarios, cuya certeza
venía dada por la percepción inmediata de los sentidos. Pero, aunque es innegable que una relación importante une las
experiencias perceptivas a los enunciados de base protocolarios, no hay tal justificación empírica. Los enunciados
elementales sólo se pueden justificar mediante otros enunciados. Además no hay percepción de los sentidos que no
suponga una interpretación. Así pues, la verdad de la ciencia es conjetural, hipotética, siempre sometida a revisión. Que
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los enunciados de la ciencia tengan una fundamentación última, exenta de toda ulterior crítica, es una fe, una ciencia que
desemboca en el famoso trilema de Münchhausen.
Por estas razones, dirá Popper, los enunciados científicos hay que entenderlos como esbozos arbitrarios,
creativos, que sólo tienen valor conjetural e hipotético y necesitan la comprobación ulterior. Y puesto que no podemos
comprobar todos los posibles casos subsumidos por una hipótesis científica, no podremos utilizar la verificación, sino la
falsificación. Es decir, lo que podemos hacer no será verificar "si todos los cisnes son blancos", sino comprobar "si algún
cisne no es blanco"; por ejemplo, negro. En resumen, la ciencia, para Popper, deja de ser un saber absolutamente seguro
para ser hipotético, conjetural. Deja de seguir un camino inductivo, para ser deductivo. Abandona el criterio de
verificación para seguir el de falsación. La ciencia no es posesión de la verdad, sino la búsqueda incesante, crítica, sin
concesiones, de la misma. Para Popper, este es el método científico al que se tienen que someter también las ciencias
sociales humanas. Hay pues, un monismo metodológico. Toda explicación científica adopta en último término, la forma de
un esquema lógico básico, donde el hecho o fenómeno que hay que explicar (explicandum) será la conclusión de una
inferencia lógica deductiva, cuyas premisas están constituidas por la teoría y las condiciones iniciales (exoplicans). El tipo
de explicación es causal en sentido amplio.
Durante las dos guerras mundiales también se fundó en el ámbito alemán un instituto de investigación social
anejo a la universidad de Frankfurt, que andando en el tiempo sería el origen de la llamada escuela de Frankfurt. Su
fundador y cabeza de fila es Horkheimer. Junto a él, trabajaron y modelaron las ideas de lo que se denominaría la teoría
crítica de la sociedad Adorno, Marcuse, Fromm, Löventhal, Polloch… Prosiguen la línea hegeliano-marxista, a la que
tratan de incorporar las aportaciones de Freud. Su pretensión es analizar la sociedad occidental capitalista y proporcionar
una teoría de la sociedad que posibilite a la razón emancipadora las orientaciones para caminar hacia una sociedad buena,
humana y racional. La teoría crítica de la escuela de Frankfurt se contrapuso desde sus orígenes a la tradición positivista.
Se puede decir que los miembros de la primera generación mantuvieron hasta su muerte una polémica permanente contra
el positivismo. En 1961, en el congreso de la Sociedad Alemana de sociología tuvo lugar una confrontación entre el
racionalismo crítico (K. Popper) y la teoría crítica (T. Adorno). La polémica fue proseguida por los discípulos más
conspicuos de ambos, H. Albert y J. Habermas. Horkheimer ya criticó duramente al positivismo en uno de los artículos
que se consideran fundacionales de la teoría crítica: Teoría tradicional y teoría crítica (1937). Aquí ya indicaba
Horkheimer el carácter de criterio último y justificador que reciben los hechos en el positivismo. Pero no hay tal captación
directa de lo empírico. El positivista no advierte que su ver, percibir, etc., está mediado por la sociedad (burguesa
capitalista) en la que vive. Si renuncia a percibir esta mediación de la totalidad social del momento histórico que vive, se
condena a percibir apariencias. La teoría crítica no niega con ello la observación, pero sí niega su primacía como fuente de
conocimiento. Tampoco rechaza la necesidad de atender a los hechos, pero se niega a elevarlos a la categoría de realidad
por antonomasia. Lo que es, no es todo, diría Adorno. Allí donde no se advierte el carácter dinámico, procesual, de la
realidad, cargado de potencialidades, se reduce la realidad a lo dado. Y tras las reducciones están las justificaciones. La
ciencia moderna, galileana, no ha advertido que es hija de unas condiciones socioeconómicas y que está profundamente
ligada con un desarrollo industrial. Privilegia una dimensión de la razón: la que atiende a la búsqueda de los medios para
conseguir unos objetivos dados. Pero esos objetivos o fines no se cuestionan, son puestos téticamente o
"decisionísticamente" por quienes controlan y pagan los servicios de la ciencia. La razón se reduce, así a razón
instrumental. Y su expresión más clara, la ciencia positivista, funciona, con el prestigio de sus éxitos tecnológicos y su
racionalización en la teoría de la ciencia, como una ideología legitimadora de tal unidimensionalización de la razón.
3.2.4 La tercera fase de la polémica: las aportaciones de Hempel y K. O. Apel y Habermas: Desde 1942, la corriente
positivista, en su versión de la filosofía analítica, trata de precisar el modelo o teoría de cobertura legal (Covering Law
Model or Theory). Consiste fundamentalmente en el esquema lógico-básico de K. Popper o de explicación causal. La
novedad estriba en que se pretende aplicar este modelo nomológico-deductivo a la historia. Hempel, el principal
representante de este esfuerzo por alargar el modelo de cobertura legal o de explicación por subsunción a la ciencia
histórica y social, sigue detentando una concepción positivista de la ciencia. Para Hempel una ley es una implicación
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universal (todos los A son B) o bien una correlación probabilística. Es decir, las leyes enuncian la concomitancia
(correlación) regular o uniforme de fenómenos. Ahora bien, en las explicaciones históricas nos topamos con un hecho: la
ausencia de referencias a leyes generales. ¿Por qué ocurre este hecho? La teoría de los representantes de la teoría o método
de subsunción oscila entre a) la excesiva complejidad de tales leyes y la insuficiente precisión con las que conocemos nos
impide una formulación completa y nos fuerza a mantenernos al nivel de los bosquejos explicativos (Hempel) b) las leyes
históricas son algo familiar que damos implícitamente por supuesto, y debido a su trivialidad no merecen explicitarse.
Por otro lado tenemos a J. Habermas y K. O. Apel. Estos coinciden con la línea fenomenológica, hermenéutica y
neowittgensteiniana en su crítica al positivismo. Pero introducen una perspectiva nueva, que quiere continuar los análisis
de Kant acerca de las relaciones entre razón teórica y razón práctica, y que Marx impulsó en su obra, aunque
frecuentemente lo expresara mal, obnubilado por el positivismo de su época. Esta perspectiva brota del análisis de los
intereses que rigen el conocimiento. La razón humana está imbricada inextricablemente con el interés. No hay
conocimiento sin interés. Habermas, siguiendo a Horkheimer, distinguirá entre el interés que dirige el conocimiento de la
naturaleza (ciencias naturales), que está orientado fundamentalmente al control y dominio de la misma, del interés
práctico de las ciencias que tratan de que se establezca una buena comunicación entre los dialogantes (ciencias histórico-
hermenéuticas), e interés emancipativo que orienta las ciencias sistemáticas de la acción o ciencias sociales. Cada uno de
estos intereses especifica unas reglas lógico -metodológicas. Pero ninguno de estos marcos metodológicos puede alzarse
con pretensiones de autonomía total ni de absoluto. En último término, lo que se demuestra es que las ciencias están
referidas al interés cognoscitivo emancipatorio, que se asienta sobre la autorreflexión y pugna por conducir al ser humano
a un ejercicio adulto de la razón, libre de la dependencia de poderes hipostasiados.
Por este camino desemboca Habermas en un análisis de las condiciones trascendentales o de presupuestos
universales que presuponen el ejercicio de la razón. Como toda la gran tradición filosófica, afirma que la razón es
intersubjetiva. Pero los fundamentos de tal ejercicio demostrativo de la razón los busca Habermas por medio del análisis
de los presupuestos universales de la comunicación o las condiciones universales que posibilitan la comprensión en
comunidad. Habermas y Apel llegan a la conclusión de que es posible la mediación dialéctica de Verstehen o comprensión
hermenéutica, mediante el Erklären, o la cuasi-explicación. Es decir, es posible que se deba hacer ciencia social crítico-
hermenéutica con un método que necesariamente tiene que utilizar tanto la interpretación como la explicación por causas,
orientada por el interés emancipativo y dirigida a hacer una sociedad buena, humana y racional.
3.2.5 La situación actual: los modelos históricos y procesuales: Una serie de filósofos de la ciencia que, en sentido amplio,
seguían la línea de K. Popper, han introducido una serie de correcciones en la obra del maestro. Descuella entre ellos I.
Lakatos, para quien el proceso de falsificación no aparece ni tan simple y lógico como da a entender Popper. Lakatos ve el
edificio científico más complejo y menos transparente. Ante las teorías e hipótesis científicas, no se produce una búsqueda
de su fallo. Al revés, los científicos defienden sus teorías con cinturones protectores o de seguridad. También la
publicación de La estructura de las revoluciones científicas supuso la entrada de las consideraciones histórico-sociales en
esta disciplina. La confrontación de teorías ya no aparecía como una pura demarcación racional o falsacionismo puro.
Entraban en liza diversos paradigmas o modos de comprender la ciencia, la competición entre escuelas o comunidades
científicas con su reconocimiento social o no, etc. Sólo cuando las anomalías detectadas son reconocidas por la mayoría o
por los miembros más influyentes de la comunidad científica, están dadas las condiciones para que ocurra un cambio de
paradigma o de matriz disciplinar. Th. Kuhn mostraba así la inoperancia del criterio propperiano de falsabilidad. Enseñaba
cómo funciona realmente la ciencia. Cuándo y en qué circunstancias cabe esperar una revolución o cambio, y cómo
funciona la ciencia "normalmente". Introducía, además, la atención al estudio de la dinámica del proceso mediante el cual
se obtiene el conocimiento científico. Las discusiones posteriores iban a acentuar una serie de aspectos acerca del carácter
no lineal ni acumulativo del desarrollo científico, así como la inconmensurabilidad de los paradigmas dependientes de sus
contextos histórico-sociales y el pluralismo de los métodos en la ciencia.
3.3 Verdad en las ciencias empíricas (naturales)

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La verdad científica es el conocimiento o conjunto de conocimientos objetivos sobre algún proceso o aspecto de
la realidad material, expresado en conceptos, leyes y teorías, que se obtiene por medio de la investigación científica. Las
verdades se alteran o enriquecen de acuerdo con el desarrollo de la ciencia y de las nuevas formas y relaciones que
adoptan los fenómenos de la realidad objetiva en su desenvolvimiento histórico.
3.3.1 Búsqueda de la verdad en las ciencias empíricas naturales: La verdad es una meta principal (aunque no la única) de
la ciencia. El realismo científico sostiene la existencia de una realidad objetiva, independiente de la percepción subjetiva
del ser humano. Para la ciencia el mundo existe en sí mismo, con independencia de la mente humana, y también es algo
real con lo que el sujeto entre en interacción causal y cognoscitiva. La ciencia entonces tiene por objetivo principal
conocer esa realidad, describirla, explicarla y predecirla. La ciencia se acerca cada vez más a la verdad, principalmente
gracias al método científico, siendo las nuevas teorías mejores que las anteriores. Sus aplicaciones prácticas también
suelen resultar más eficaces y eficientes. Esta "acumulación del conocimiento" es sumamente dinámica y exitosa. La
ciencia se acerca asintóticamente a la verdad (en Realismo científico de Dieguez, A., 1998).
3.3.2 Características de la verdad científica: (1) El conocimiento científico es fáctico: parte de los hechos los respeta y
siempre vuelve a ellos. La ciencia intenta descubrir los hechos tales como son. (2) El conocimiento científico trasciende
los hechos: descarta hechos, produce nuevos hechos y los explica. (3) La ciencia es analítica: aborda problemas
circunscriptos, uno a uno, y trata de descomponerlo todo en elementos. (4) La investigación científica es especializada:
consecuencia del enfoque analítico y que explica el mundo por sectores. (5) El conocimiento científico es claro y preciso:
sus problemas son distintos, sus resultados son claros, los problemas se formulan de manera clara, la ciencia parte de
nociones que va complicando y define la mayoría de sus conceptos. Crea lenguajes artificiales Procura medir y registrar
los fenómenos. (6) El conocimiento científico es comunicable, el secreto es enemigo del progreso científico. (7) El
conocimiento científico es verificable: debe aprobar el examen de la experiencia. (8) La investigación científica es
metódica: no es errática sino planteada. Los investigadores saben lo que buscan y cómo encontrarlo. La ciencia fáctica
emplea el método experimental concebido en un sentido amplio. Este método consiste en el test empírico de conclusiones
particulares extraídas de hipótesis generales. (9) El conocimiento científico es sistemático: no es un agregado de
informaciones inconexas, sino un sistema de ideas conectadas lógicamente entre sí. (10) El conocimiento científico es
general, ubica los hechos singulares en pautas generales, los enunciados particulares en esquemas amplios. (11) El
conocimiento científico es legal: busca leyes y las aplica. El conocimiento científico inserta los hechos singulares en
pautas generales llamadas "leyes naturales". (12) La ciencia es explicativa: intenta explicar los hechos en términos de
leyes, y las leyes en términos de principios. Se intenta explicar por qué ocurren los hechos y cómo ocurren y no de otra
manera. (13) El conocimiento científico es predictivo: trasciende la masa de los hechos de experiencia, imaginando cómo
puede haber sido el pasado u cómo podrá ser el futuro. La predicción pone a prueba la hipótesis y es la clave del control y
modificación del curso de los acontecimientos. (14) La ciencia es abierta: no conoce barreras a priori que limiten el
conocimiento. Tan pronto como ha sido una teoría establecida corre el riesgo de ser refutada, no hay criterios de autoridad.
(15) La ciencia es útil: porque busca la verdad, la ciencia es eficaz en la provisión de herramientas para el bien y para el
mal. La utilidad de la ciencia es una consecuencia de su objetividad sin proponerse necesariamente alcanzar resultados
aplicables, la investigación los provee a la corta o a la larga.
4. Conclusión.
Las matemáticas y las ciencias tienen, por distintos caminos, el mismo objetivo: hallar conocimiento verdadero.
BIBLIOGRAFÍA:

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 BUNGE, M., La ciencia: su método y su filosofía, Siglo XX, Buenos Aires (1997)
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Málaga (1998)
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(2003)
 HONDERICH, T. (ed), Enciclopedia Oxford de filosofía, Tecnos, (2001)
 MARDONES, J., M., Filosofía de las ciencias humanas y sociales: materiales para una fundamentación
científica, Anthropos, Barcelona, (2007)
 MARÍN, N., FRÁPOLLI, M., J., (eds.) Teorías de la verdad en el siglo XX, Madrid, Tecnos, (1997)
 NUÑEZ TENORIO, J., R., Metodología de las ciencias sociales, Alfadil/Trópicos, (1989)

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