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Pedagógico 15.
Perspectivas
Noviembre, 2017 feministas
sobre las
Relaciones
Internacionales
Debido a las limitaciones de la literatura disponible en español, los documentos didácticos recogen
elaboraciones teóricas de la literatura más actual especialmente anglosajona. Así, los contenidos no tienen
por objetivo proponer un trabajo original sino más bien permitir el acceso a los estudiantes de pregrado
de carreras vinculadas con los Estudios Internacionales1.
1. Antecedentes2
Desde que la teorización feminista entró en el campo de las Relaciones Internacionales, ésta corriente ha
proliferado en formas mensurables como nuevo enfoque. Durante la primera década de este siglo, las
presentaciones de panel para el ámbito de la Teoría Feminista y Estudios de Género de la Asociación de
Estudios Internacionales han aumentado; las publicaciones de revistas, libros y otras derivaciones
académicas, reflejan lo siguiente:
Los indicadores de que la disciplina de las Relaciones Internacionales ha llegado a tomar en serio al
feminismo, se pueden encontrar en el creciente reconocimiento de la erudición feminista como un enfoque
paradigmático de las Relaciones Internacionales (Maliniak, Oakes, Peterson & Tierney, 2009), aumentando
la inclusión de la sapiencia feminista en textos introductorios en el ámbito de las Relaciones Internacionales
(Goldstein & Pevehouse, 2010; Steans, Pettiford & Diez, 2005; Baylis, Smith & Owens, 2007; Weber,
2009).
1El presente documento ha sido elaborado para el Proyecto de Innovación Docente de la USACH por los
asistentes de investigación Erika Celsi y Luciano Herrada bajo la coordinación de la Profesora Lucía Dammert.
2 El presente documento ha sido elaborado en base a “Perspectivas feministas sobre las Relaciones
Internacionales” - Laura Sjoberg & J. Ann Tickner (2013).
A pesar de todos estos notables acontecimientos sobre los derechos sociales de las féminas, las mujeres
aún siguen estando sub-representadas en la disciplina de las Relaciones Internacionales, una disciplina que
todavía está fuertemente influenciada por hombres y por normas asociadas con la masculinidad (Sjoberg,
2008), especialmente en los niveles superiores (Maliniak, Oakes, Peterson & Tierney, 2008).
La teoría feminista de las Relaciones Internacionales se ha preocupado por sacar a la luz estas
inequidades, ayudándonos a comprender las causas, y reflexionando en cómo ponerles fin a
estas prácticas.
El enfoque feminista se ha concebido de diversas maneras como: liberales, marxistas, radicales, socialistas,
psicoanalíticas, de punto de vista, poscoloniales y posmodernas (Tong, 2008).
Las tradiciones psicoanalíticas buscan las causas de la subordinación de las mujeres en las prácticas de
socialización de la infancia, por otro lado, las corrientes radicales, marxistas y socialistas, buscan
explicaciones en las estructuras del patriarcado que “naturalizan” la subordinación de las mujeres, o en el
mercado laboral con sus discriminaciones de género y divisiones entre el trabajo público (pagado) y
privado (no remunerado/doméstico). Más recientemente, el feminismo poscolonial y posmoderno han
enfatizado la necesidad de tomar en cuenta una variedad de estructuras de opresión asociadas con la
raza y la clase, así como el género.
Mientras que muchos teóricos de las relaciones internacionales piensan en el “género” como una categoría
descriptiva, para la mayoría del movimiento feminista es una herramienta analítica. Si se percibe el “sexo”
como en las categorías biológicas “masculino”, “femenino” u “otro”, el género es la característica esperada
asociada con la membresía percibida en esas categorías, entendidas como “masculinidades” y
“feminidades”. Los feministas, por otro lado, definen el género como un conjunto de características
variables, pero construidas social y culturalmente.
Las características asociadas con el género varían en el tiempo y la cultura, pero sirven para apoyar el
poder masculino y la subordinación femenina en la mayoría de las sociedades (Connell, 1995, Hooper,
2001, Zalewski & Parpart, 1998, 2008).
El trabajo de los académicos sobre el lado crítico del tercer debate abrió el espacio para las
perspectivas feministas.
El enfoque feminista estudia los discursos de la política global (Mohanty, 2003, Naples, 2003); silencios
en estos discursos políticos globales (Kronsell, 2006; Charlesworth, 1999); material de entrevistas del
trabajo de campo (Kleinman, 2007); y arte y otras representaciones de política (Sylvester, 2009; Heeg,
2010).
Los feministas afirman que no existe un estándar único de corrección metodológica para la
investigación (Reinharz, 1992), y no lo consideran deseable de construir.
Independientemente de los métodos y perspectivas metodológicas que elijan, el enfoque feminista coincide
en que, el género importa en lo que estudiamos, por qué estudiamos y en cómo estudiamos la política
global (Ackerly, Stern & True, 2006). Un objetivo importante para la investigación feminista es, desafiar
y repensar lo que queremos decir con “conocimiento”, dicho conocimiento construido en términos de
distinciones binarias tales como: racional/emocional, objetivo/subjetivo, global/local y público/privado,
donde el primer término es privilegiado y asociado a las masculinidades, automáticamente devalúa ciertos
tipos de conocimiento.
Las metodologías feministas, buscan descubrir las limitaciones de los enfoques que no consideran el género
al hacer afirmaciones de objetividad. Afirmando que todo el conocimiento es situado y, por lo tanto,
política, muchas feministas creen que luchar por la objetividad tiene consecuencias importantes y a menudo
negativas para la investigación.
La mayoría de las feministas de las relaciones acuerdan que, los cientistas sociales son parte del mundo
que intentamos comprender, y que ese mundo siempre cambia y se ve afectado por la forma en que lo
estudiamos (Ackerly & True, 2010).
Los académicos argumentan que, la diferencia entre los y las académicas feministas y otros académicos
de las relaciones internacionales es que, los movimientos feministas son explícitos acerca de los compromisos
políticos en sus estudios (Brown, 1988; Tickner, 2001). Estos compromisos políticos incluyen la emancipación
de género, la transformación de las relaciones desiguales de poder y la comprensión del mundo desde la
perspectiva de los márgenes políticos (Whitworth, 1994; Tickner, 2001).
Varias académicas feministas han sugerido que la crítica feminista de la disciplina sobre
los límites epistemológicos debe ir acompañada de una reformulación conceptual y
metodológica.
Las y los feministas no solo han buscado el rol de la mujer en diferentes ámbitos, por ejemplo, dentro del
poder estatal, en asuntos relacionados con la “alta política”, sino también en los movimientos sociales
(Naples, 2009), políticas migratorias, negociaciones de paz (Confortini, 2009), políticas ambientales
(Sapra, 2009; Detraz, 2009), tecnología de la información, problemas de salud global y organizaciones
terroristas (Alison, 2009; Sylvester & Parashar, 2009; Sjoberg, 2009; Sjoberg & Gentry, 2007).
¿Qué tipo de evidencia podría promover la afirmación de que las prácticas de la política internacional
tienen un género? ¿A través de qué mecanismos se perpetúan los tipos de poder necesarios para mantener
en pie las estructuras desiguales de género? ¿Hay alguna diferencia en el comportamiento de los estados
que sus políticas extranjeras y de seguridad a menudo se legitiman a través de apelar a varios tipos de
masculinidad hegemónica? Estas son preguntas empíricas que solo pueden responderse con referencia a
instancias históricas concretas, teniendo en cuenta que las mujeres están ubicadas de manera diferente en
términos de raza, clase y nacionalidad.
Para responder a las interrogantes anteriores, la investigación feminista mira hacia arriba y hacia abajo
(Sylvester, 1996):
- Mirar hacia arriba, permite investigar cómo se crean, mantienen y legitiman las estructuras del
poder político y económico, así como las formas dominantes de conocimiento.
- Mirar hacia abajo, implica investigaciones basadas en las vidas de aquellos que normalmente no
son considerados portadores de conocimiento; este tipo de investigación puede implicar buscar en
lugares extraños, para poder acceder a personas y datos, entre otras.
Dado este tipo de preguntas y objetivos de investigación, las perspectivas feministas sobre la seguridad y
la economía global van a ser bastante diferentes de los estudios de seguridad nacional convencionales y
la Economía Política Internacional.
6. Seguridad de Género
Al cuestionar el papel de los Estados como proveedores adecuados de seguridad, muchas feministas han
adoptado un enfoque de seguridad multidimensional y multinivel.
El objetivo emancipatorio de poner fin a la subordinación de las mujeres es consistente con una definición
amplia de seguridad que toma como punto de partida al individuo, situado en estructuras sociales más
amplias. Las feministas buscan comprender cómo la seguridad de individuos y grupos se ve comprometida
por la violencia, tanto física como estructural, en todos los niveles.
Considerando el género como una categoría de análisis, las feministas investigan cómo las estructuras
sociales desiguales tienen un impacto negativo en la seguridad de las personas y los grupos. Aludiendo a
que el comportamiento de los Estados en búsqueda de seguridad se describe en términos de género, las
feministas han señalado la masculinidad del discurso estratégico y cómo esto puede afectar la comprensión
y las prescripciones de la seguridad.
mujeres y niños, las mujeres y los niños constituyen una proporción significativa de muertes en las guerras
recientes. Como Young (2003) explica, “el rol del protector masculino coloca a aquellos protegidos,
paradigmáticamente mujeres y niños, en una posición subordinada de disciplina y obediencia”.
En situaciones de conflicto, las mujeres a menudo adquieren nuevos roles, y un mayor grado de
independencia que, con frecuencia, deben abandonar cuando finaliza la guerra. Algunos de los nuevos
roles que las mujeres adquieren durante la guerra, son: los de soldado, insurgente, terrorista o criminal de
guerra: volviéndose participes en los actos bélicos. Los estudios feministas sobre la complejidad de los roles
de las mujeres en la guerra y los impactos de la guerra en ellas ayudan a iluminar la interdependencia
conceptual y práctica de los conceptos de guerra y género.
En su crítica de género a la disciplina, las feministas de las Relaciones Internacionales han examinado las
historias sobre el realismo y neorrealismo, basando sus explicaciones y prescripciones para el
comportamiento de seguridad nacional de los Estados. No es solo en la cuestión de quién y qué género
está luchando en una guerra; las feministas ven muchos componentes de la guerra, tanto conceptualmente
como en la práctica. Como género las definiciones de guerra como acción estatal omiten muchos problemas
que conciernen a las mujeres y otros miembros feminizados del Estado (Sylvester, 2002). Las feministas
llaman la atención sobre el sufrimiento que el análisis de seguridad normalmente ignora, incluidos los
impactos de la guerra en las vidas de mujeres y hombres.
Si bien las mujeres han sido excluidas en gran medida de los ejércitos del mundo, ellas han estado
representado una variedad de movimientos por la paz. Los grupos de paz de mujeres solían recurrir a las
imágenes maternalistas para retransmitir su mensaje (El-Bushra, 2007). Ejemplos de ello son: los
Movimientos como la Huelga de Mujeres por la Paz (Swerdlow, 1990); el Campamento de Mujeres por la
Paz en Greenham Common (Kirk, 1989); Madres de la Plaza de Mayo (Hernández, 2002); el Comité de
Madres de Soldados en Rusia (Gerber & Mendelson, 2008); y Otra madre para la Paz en los Estados
Unidos (Gibbons, 2007). Estas organizaciones o agrupaciones han dibujado explícitamente las imágenes
maternas o femeninas para elaborar sus estrategias. La asociación de los hombres con la guerra y las
mujeres con la paz refuerza las jerarquías de género y las falsas dicotomías que contribuyen a la
devaluación de las mujeres y la paz. Esto permite a los hombres mantener el control y continuar dominando
la agenda de la política mundial, mientras que las voces de las mujeres, a menudo, se consideran poco
auténticas en asuntos de Política Exterior.
La investigación feminista sobre la paz ha tendido a alejarse de una posición esencialista que asume el rol
de las mujeres con la prosecución de la paz, para estudiar las formas en que las características
tradicionalmente asociadas con la feminidad pueden ser utilizadas por mujeres y hombres para reducir el
conflicto en la política global. Los estudios feministas de paz, pacificación y mantenimiento de la paz, han
analizado la inclusión en los procesos de paz (Hudson, 2009; Youngs, 2008; McEvoy, 2009), la
implementación de la Resolución 13254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Mujeres,
Paz y Seguridad (Basu, 2009; Cohn, Kinsella y Gibbings, 2004), la Liga Internacional de Mujeres por la
Paz y la Libertad (Confortini, 2009), la cuestión de la naturaleza de género de los impactos persistentes
del conflicto después de la paz (Walsh, 2009), el género en la justicia transicional (Campbell, 2007; Bell
& O'Rourke, 2007) y las dimensiones de género de la reconstrucción posconflicto (MacKenzie, 2009).
Aunque las feministas abordan la seguridad desde una serie de perspectivas diferentes, el enfoque
feminista sobre la seguridad puede verse como una serie de principios comunes (Sjoberg, 2009):
1) Las feministas tienen una comprensión amplia de lo que cuenta como un problema de seguridad y
de a quién se debe aplicar el concepto de seguridad.
2) Las feministas comparten una comprensión de la naturaleza de género de los valores apreciados
en el ámbito de la seguridad internacional.
3) Los académicos de la corriente feminista consideran que el género desempeña un papel amplio y
diverso en la teoría y la práctica de la seguridad internacional, como causal variable y un factor
constitutivo en la creación y perpetuación de la seguridad internacional.
El género y otras jerarquías sociales tienen efectos, no solo en cuestiones de seguridad nacional, sino
también en el funcionamiento de la economía global y la distribución desigual de recompensas económicas
que también afectan la seguridad individual, particularmente la seguridad de quienes están al margen de
la política global.
El silencio sobre el género se produce porque es invisible como los conceptos utilizados para el análisis, las
preguntas que se formulan y la preferencia por los niveles de análisis de la Economía Política Internacional
convencional (Marchand, 1996). En lugar de tratar de entender en qué condiciones la cooperación
económica entre los Estados es más o menos probable, las feministas buscan explicar las causas de las
diversas inseguridades económicas de las mujeres y otros grupos marginados, y las condiciones bajo las
cuales podrían aliviarse.
Las feministas han examinado cómo las estructuras jerárquicas de clase, raza y género se intersecan con
las fronteras nacionales, así como los efectos interactivos de estas jerarquías en el funcionamiento de la
economía global (Krause, 1996; Peterson, 1996). La erudición feminista en economía política ha rastreado
la naturaleza de género del desarrollo, ha analizado la división del trabajo por género a nivel mundial e
intentó reformular la comprensión de la globalización basada en los principios de la teoría feminista.
Las organizaciones internacionales comenzaron a construir proyectos para integrar mejor a las mujeres en
el proceso de desarrollo. Inicialmente, aparecieron problemas de género en la agenda de políticas bajo
la etiqueta “Mujeres en el Desarrollo” o WID (Woman In Development). Woman In Development, clasificó
los proyectos de desarrollo bajo tres enfoques:
a) El enfoque de bienestar, que fue diseñado para ayudar a las mujeres en sus roles como madres y
amas de casa.
b) El enfoque antipobreza, que apuntaba a reducir la pobreza de las mujeres centrándose en las
necesidades básicas.
c) El enfoque de eficiencia, que busca integrar de manera plena a las mujeres en la economía como
trabajadoras (Tickner, 2001).
La mayoría de las feministas preocupadas por el desarrollo ven una espada de doble filo:
la pobreza que afecta desproporcionadamente a las mujeres exacerba la desigualdad y la
desigualdad de género inhibe el desarrollo.
Muchas feministas han notado que existen numerosas dificultades para implementar políticas sensibles al
género. Si bien los efectos de la pobreza en las mujeres son claros, los efectos de las estrategias de
desarrollo sobre las mujeres (ya sea que estén directamente dirigidas a ayudarlas o no) están plagadas
de contradicciones que minan el desarrollo.
Cuando las mujeres ingresan al mundo laboral, están desproporcionadamente representadas en las
profesiones de cuidado o en industrias manufactureras “livianas”, vocaciones u ocupaciones que se eligen,
no solo sobre la base de la racionalidad del mercado y de la maximización de los beneficios, como lo
asume la teoría económico-liberal, sino debido a los valores y expectativas que a menudo se enfatizan en
la socialización femenina (Browne & Braun, 2008).
Las feministas socialistas en particular han enfatizado cómo las ideologías y estructuras de género, así
como las fuerzas del mercado, conducen a bajos salarios y cargas dobles. La mayoría de las feministas
creen que las mujeres continúan estando en desventaja con respecto a los hombres por esta división global
del trabajo que las relega desproporcionadamente a tareas de subsistencia y domésticas no remuneradas
o a salarios bajos, roles que responden a las nuevas demandas de mano de obra flexible pero que
efectivamente están subsidiando capitalismo.
Sobre los argumentos universales sobre la racionalización económica, las feministas afirman que, los efectos
negativos de la división del trabajo por género no pueden entenderse sin un análisis de las complejas
relaciones sociales en las que se integran las vidas de todos los individuos. Muchas feministas creen que la
subordinación de las mujeres es causada, no solo por las fuerzas impersonales del mercado, sino por
procesos que resultan de decisiones políticas, económicas y sociales conscientes, decisiones que a menudo
se basan en suposiciones sobre el género.
Estas reinterpretaciones de la economía política global han llevado a académicos feministas a buscar
lugares no convencionales para su conocimiento, incluidos, entre otros, el hogar individual, los flujos de
migración y tráfico humano y el comercio sexual (Pettman, 1996; Beeks & Amir, 2006). Las feministas han
combinado análisis ascendentes (por ejemplo, Bakker & Gill, 2003) con teorización estructural (por
ejemplo, Peterson, 2003) para argumentar que el análisis de género e incluso interseccional es crucial para
obtener una comprensión adecuada de la economía y la política de la globalización.
Si bien la dirección general del trabajo feminista es crítica de la subordinación de género, los diversos
tipos de feminismos realizan esa misma crítica de maneras muy diferentes, que a veces producen tensiones
entre las mismas teorías feministas. Por ejemplo, los feminismos liberales a menudo buscan corregir la
subordinación de género a través del activismo o la legislación sobre derechos de las mujeres, buscando
definiciones liberales occidentales de las necesidades de las mujeres para lograr esos objetivos (por
ejemplo, Caprioli & Boyer, 2001; Inglehart & Norris, 2003). Por otro lado, los movimientos feministas
poscoloniales (por ejemplo, Chowdhry & Nair, 2002), argumentan que esta no es solo una forma estrecha
y problemática de entender la subordinación de género, sino que, en ciertas partes del mundo, existe
violencia “justificada” por los valores y culturas occidentales. De otro modo, el movimiento post-
estructuralista, y los feminismos críticos son, a menudo conscientes de la falta de representatividad de las
nociones dicotómicas de género, y las diferencias entre sexo y género (por ejemplo, Steans, 1998,
Shepherd, 2008, Sylvester, 2002).
Comprender cómo el género se relaciona con otros ejes de jerarquía y discriminación a través de los niveles
de análisis en la política global, en un escenario internacional cada vez más complejo y diverso, será otro
desafío para la investigación feminista de las relaciones internacionales en el futuro.
15. Conclusión
Hay muchos feminismos en la disciplina de las Relaciones Internacionales, y junto con ello, una serie de
preocupaciones ontológicas y epistemológicas diferentes, que se enfrentan a una serie de desafíos a
medida que las Relaciones Internacionales con enfoque feminista continúan desarrollándose como un
programa de investigación.
Los eruditos feministas, han argumentado que, la teorización feminista de las Relaciones Internacionales es
necesariamente una disciplina y una transformación del mundo. Marysia Zalewski (2007), ha identificado
al feminismo como una fuerza desestabilizadora para las Relaciones Internacionales. Sarah Brown (1988),
explica que, esto se debe a que el enfoque feminista de las Relaciones Internacionales busca desarrollar
una comprensión que amenace la división del conocimiento que actualmente define la disciplina.
Es importante que las feministas de las Relaciones Internacionales permanezcan conectadas a la disciplina,
particularmente en un momento en que, existe una preocupación creciente con los temas de género en el
mundo de la política global. El enfoque feminista proporciona a los académicos de las Relaciones
Internacionales, una perspectiva través de la cual se pueden ver nuevos problemas de nuevas maneras.
Avanzar hacia una política global construida sobre bases donde el género, ya no es un sistema de opresión,
es una meta a la que dicho conocimiento puede contribuir.
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