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Arias, Eibe, Manuel J.. Responsabilidad criminal: circunstancias modificativas y su fundamento en el Código Penal; una visión desde la
doctrina y la jurisprudencia del Tribunal Supremo 2007, J.M. BOSCH EDITOR, 2007. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/bibliouniaccsp/detail.action?doc
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RESPONSABILIDAD
CRIMINAL
Circunstancias modificativas y su fundamento
en el Código Penal. Una visión desde la doctrina
y la jurisprudencia del Tribunal Supremo
Copyright © 2007. J.M. BOSCH EDITOR. All rights reserved.
2007
BOSCH EDITOR
Arias, Eibe, Manuel J.. Responsabilidad criminal: circunstancias modificativas y su fundamento en el Código Penal; una visión desde la
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Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el Código Penal vigente, queda
terminantemente prohibido, reproducir toda o parte de esta obra, sin la autorización de los
titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios.
ISBN: 978.84.7698.799.5
Depósito legal:
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BIBLIOGRAFIA. ...........................................................................................273
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inconcreción terminológica1.
1
Vid. SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal y artículo 66 del Código Penal, Ed. Comares, Granada, 2000, p. 29.
Las dificultades a la hora de encontrar un concepto de circunstancia del delito no son exclusivas
de nuestro sistema jurídico. Así, en Italia, sucede otro tanto como pone de manifiesto MEL-
CHIONDA, un autor que ha trabajado profusamente nuestra materia. Vid. MELCHIONDA,
A.: Le circostanze del reato, Origine, Sviluppo e Prospettive di una controversa categoría pe-
nalistica, Ed. CEDAM, Padova, 2000, p. 70, remitiéndose a su vez a la puesta de manifiesto
por COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN y GONZALEZ CUSSAC, en la doctrina española,
de tal problema.
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accidente de tiempo, lugar, modo, etc., que está unido a la sustancia de algún hecho
o dicho principal2. Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Len-
gua, circunstancia es: “1. Accidente de tiempo, lugar, modo, etc., que está unido a
la sustancia de algún hecho o dicho. 2. Calidad o requisito. 3. Conjunto de lo que
está en torno a alguien; el mundo en cuanto mundo de alguien”3. Las circunstan-
cias vienen a ser hechos, generalmente de carácter accidental4, que por su íntima
relación con otros influyen en los efectos jurídicos de éstos. De alguna manera, de
las circunstancias –lato sensu- en que se haya cometido el hecho, depende el que
éste sea constitutivo o no de un determinado delito o se considere más o menos
grave la conducta, y consiguientemente reciba una mayor o menor pena. Es decir,
se podría sostener, pues, que existe un concepto amplio de circunstancia, dentro
del cual aparece la categoría de circunstancia modificativa de la responsabilidad
criminal, que es una especie dentro de ese concepto amplio de circunstancia. O
dicho en otras palabras, no toda circunstancia es circunstancia modificativa de la
responsabilidad criminal, sino tan sólo aquéllas a las que la ley ha anudado expre-
samente dicho efecto. Dentro del universo de las circunstancias, a nosotros nos va
a interesar distinguir, especialmente, entre las circunstancias fundamentadoras y
las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal.
2
Circunstancia es “lo que está alrededor”, Vid. BOLDOVA PASAMAR, M. A.: La comu-
nicabilidad de las circunstancias y la participación delictiva, Ed. Prensas Universitarias de
Zaragoza-Ed. Civitas, 1ª ed., Madrid, 1995, p. 38. Si circunstancia del delito es lo que está
alrededor del mismo (circum stat), implica, debido a su naturaleza, la idea de accesoriedad, lo
que determina que su presencia presupone la existencia de un delito principal, perfecto en su
estructura. Las circunstancias son accesorias, son no esenciales para la existencia del delito.
Mientras que la falta de un elemento esencial hace que un hecho no pueda considerarse delito,
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o pase de una a otra figura delictiva, la ausencia o defecto de una circunstancia no influye en la
existencia del delito o de un determinado delito. “Las circunstancias pueden existir o no existir,
sin que el delito en su forma normal falte y por lo tanto tienen carácter eventual”, Vid. ANTO-
LISEI, F.: Manuale di diritto penale. Parte generale, 6ª ed. aggiornata, a cura di Luigi Conti,
Ed. Giuffrè, Milano, 1969, p. 339 y ANTOLISEI, F.: Istituzioni di Diritto Penale, Ed. Giuffrè,
Milano, 2000, p. 237. En el mismo sentido MANTOVANI, F.: Diritto penale: Parte generale,
Ed. CEDAM, Padova, 1979, p. 341, señala que como demuestra la etimología (circum-stare),
las circunstancias son elementos accidentales, accesorios del delito, y por lo tanto no son nece-
sarios para su existencia pero inciden en su gravedad y se revelan como índice de la capacidad
de delinquir del sujeto, conllevando por ello una modificación de la pena.
3
Vid. Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, 22ª ed., Madrid, 2001.
4
Presentan un doble carácter accidental, ontológico y funcional. Precisamente este doble
carácter accidental es lo que ha llevado a un importante sector de la doctrina a considerarlas
como parte de la teoría de la pena. No obstante, en mi opinión, a pesar de su carácter accidental,
y de su función como instrumento de medición de la pena no puede ignorarse que la mayoría
de las circunstancias inciden en la gravedad del delito, en lo injusto o en la culpabilidad, y por
ello no debe existir obstáculo a incluirlas en la teoría de éste.
5
SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias ..., op. cit., p. 26 y 27.
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de” o “en torno a” algo a lo que se adhiere y que existe con anterioridad, para nosotros,
el delito, o como ALONSO ALAMO señala “aquello que se encuentra en torno a un
hecho sin afectar a su esencia”6. JIMÉNEZ DE ASUA7 define las circunstancias como
“todo lo que modifica un hecho o un concepto sin alterar su esencia”.
a la realización del hecho o que suponen especiales condiciones del autor determinando la modula-
ción de la pena aplicable”, de manera que, sostienen estos autores “su toma en consideración exige,
obviamente, la previa comprobación de la existencia del delito con todos sus elementos”.
7
JIMÉNEZ DE ASUA, L.: Lecciones de Derecho Penal, Obra compilada y editada, Ed.
Pedagógica Iberoamericana, Colección Clásicos del Derecho, p. 297.
8
O como señalaba QUINTERO OLIVARES, G.: Derecho Penal. Parte General, 2ª ed.,
Ed. Marcial Pons, Madrid, 1992, op. cit., p. 598, dos catálogos: un catálogo de circunstancias
atenuantes y un catálogo de circunstancias agravantes.
9
LANDECHO VELASCO, C.M.-MOLINA BLÁZQUEZ, C.: Derecho Penal Español.
Parte General, Ed. Tecnos, 5ª ed., Madrid, 1996, op. cit., p. 404, se refieren a estas circunstan-
cias como “comunes”, frente a las especiales, de la Parte Especial. COBO DEL ROSAL, M.-
VIVES ANTÓN, T.S.: Derecho Penal. Parte General. 5ª ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia,
1999, p. 874 se refieren también a estas circunstancias como “genéricas o comunes”, de las que
dicen, conforme a su concepción de las circunstancias como realidad inserta en la teoría de la
pena, que “tienen una general virtualidad para todos los delitos cumpliendo la función que les
es genuina y propia de modificar la pena”
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COBO DEL ROSAL, M.-VIVES ANTÓN, T.S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed.,
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Especial-, sin que unas y otras puedan ser confundidas, ya que aunque coincidirá
en ocasiones la aplicación a unas y otras de determinadas reglas legales -como las
relativas a la comunicabilidad de las circunstancias a los partícipes en el delito (art.
65)-, en otras ocasiones se regirán por normas diferentes –así sucede por ejemplo
con las reglas relativas a la medición de la pena del art. 66, ya que el artículo 67
excluye a las circunstancias especiales de la aplicación de tal precepto-.
op. cit., p. 875, califican a estas también como específicas o especiales, señalando, no obstante,
que forman parte del delito llegando a perder la función modificativa de la pena y tratándose,
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los robos13. Debemos pues partir de que, admitiendo que por su caracterización
material u ontológica unas y otras son circunstancias, por razones sistemáticas y de
régimen jurídico, unas deben ser calificadas como circunstancias generales y otras
de circunstancias especiales o específicas.
quince años para las del artículo 179, cuando concurra alguna de las siguientes circunstan-
cias: 1.ª Cuando la violencia o intimidación ejercidas revistan un carácter particularmente
degradante o vejatorio. 2.ª Cuando los hechos se cometan por la actuación conjunta de dos
o más personas. 3.ª Cuando la víctima sea especialmente vulnerable, por razón de su edad,
enfermedad o situación, y, en todo caso, cuando sea menor de trece años. 4.ª Cuando, para
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Pues bien, como vemos, y a pesar de reconocer que existen diversos y discrepan-
tes posicionamientos dogmáticos a la hora de aproximarnos al concepto de lo que
constituye una circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal, en este
trabajo se ha optado por reconocer que no se puede negar el carácter de circunstancia
a lo que realmente lo es desde un punto de vista material. En este sentido no se puede
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significación-, cuando se las pone en relación con las normas de la Parte Especial,
en la que se encuadran las figuras delictivas concretas, evitando de esta suerte, y
merced a esta técnica, la -en otro supuesto- farragosa necesidad de repetir en cada
uno de los tipos penales las reglas generales expuestas en la Parte General y que,
en principio, y por ello, van dirigidas al conjunto de los tipos de la Parte Especial.
Y por último responde a consideraciones político-criminales, y ello por cuanto, por
una parte, han sido razones exclusivamente pragmáticas, utilitarias, o si se quiere,
político-criminales –en el sentido de que no afectan a injusto o culpabilidad-, y no
estrictamente dogmáticas, las que han dado lugar a la inclusión en dicho catálogo
de determinadas circunstancias posteriores a la ejecución de lo injusto culpable,
como sucede con las atenuantes de confesión de la infracción o la de reparación
del daño14, por otra parte, toda vez que el legislador ha considerado político-cri-
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Estas circunstancias no son incluibles ni en la modificación de lo injusto ni en la de la
culpabilidad sino que responden a razones estrictamente político-criminales, de prevención,
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oportunidad o de necesidad de pena. Vid., entre otros CEREZO MIR, J.: Curso de Derecho
Penal Español. Parte General. Teoría Jurídica del delito/2, III, Ed. Tecnos, Madrid, 2001, p.
152 y 155; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., Ed.
tirant lo blanch, Valencia, 1999, p. 910-911; DE VICENTE REMESAL, J.: El comportamiento
postdelictivo, Universidad de León, 1985, pp. 369 ss.; GONZALEZ CUSSAC, J.L.: Teoría
general de las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, Ed. Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Valencia, 1988, p. 146 ss.; MIR PUIG, S.: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., Barcelona, reimpresión 1999, p. 638; MUÑOZ CONDE, F.- GARCIA
ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, op.
cit., p. 547; ORTS BERENGUER, E. en Comentarios al Código Penal de 1995, I, Ed. tirant lo
blanch, Valencia, 1996, p. 207-208.
15
En este sentido, señala QUINTERO OLIVARES, G.: Derecho Penal. Parte General, 2ª
Reed., Ed. Marcial Pons, Madrid, 1992, p. 609 y 610, las circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal en la manera en que se ofrecen en el Código penal, “son expresión de
una política criminal determinada”.
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Llegados a este punto, por consiguiente, admitimos que son circunstancias las
previstas en la Parte General (generales) así como las previstas en la Parte Especial
(especiales), y si bien unas y otras son circunstancias, en sentido material, sin em-
bargo las consecuencias jurídico-penales de la concurrencia de unas u otras difiere.
En este sentido sería preciso a su vez añadir que la presencia de las circunstancias
generales en el caso concreto puede dar lugar a sustanciales diferencias punitivas
en función de cómo hagan acto de presencia las mismas; es decir, la Ley debe
contemplar necesariamente una peculiar punición del caso concreto en función del
grado de injusto y culpabilidad concurrente así como atendiendo a otros factores
político-criminales de necesaria o al menos conveniente toma en consideración.
De este modo, así como en determinadas ocasiones la concurrencia de las circuns-
tancias modificativas de la responsabilidad criminal no determina sino una mera
modulación de la pena en el marco penal abstracto previsto por la Ley para el delito
en el que intervienen (situaciones que podríamos denominar de “ordinarias”), en
otras ocasiones ya por la índole de la circunstancia concurrente, ya por el número
o el tipo de las que concurren, se generan situaciones en las que la aplicación de
la pena va a discurrir por niveles o planos diferentes al previsto como ordinario
por la Ley en la correspondiente figura del delito de que se trate (situaciones que
podríamos denominar de “extraordinarias”).
del mismo art. 66 del Código penal modificado por la Ley Orgánica 11/2003, de
29 de septiembre, (BOE de 30 de septiembre de 2003), sobre medidas concretas
en materia de seguridad ciudadana, violencia doméstica e integración social de los
extranjeros, que entró en vigor el día 1 de octubre de 2003; en tanto que situacio-
nes “extraordinarias” que determinan un efecto extraordinario sobre la pena16 son
las contempladas por el art. 66 regla 4ª, en su redacción originaria o en las reglas
2ª, 4ª (facultativamente), 5ª (facultativamente), y 7ª (en determinados casos) del
mismo art. 66 del Código penal modificado por la Ley Orgánica 11/2003, de 29
de septiembre, o los supuestos previstos en el art. 68 en relación con las eximentes
incompletas, entre otros supuestos17.
16
MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., Ed.
Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, op. cit., p. 547 se refieren a estas circunstancias generales
extraordinarias calificándolas de circunstancias productoras de “efectos especiales”.
17
Vid. ORTS BERENGUER-GONZALEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte
General y Parte Especial, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, p. 278 ss.
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Por su parte, por lo que respecta a las circunstancias especiales o específicas, es-
tas no se rigen por las reglas del artículo 66 por resultar vetado expresamente en el
artículo 67 del Código penal, y en su seno deben diferenciarse dos subcategorías:
de un lado las configuradoras de un nuevo marco penal, coadyuvando, con el tipo
básico de que se trate, a determinar un marco punitivo concreto, dentro del cual,
también a posteriori, podrán, en su caso, entrar en juego las circunstancias genera-
les, y de otro, las que operan ya dentro del marco penal concreto determinado por
el tipo (delito circunstanciado en sentido estricto).
18
ALONSO ALAMO sostiene la tesis de que las eximentes incompletas y la minoría de edad
no pertenecen al concepto de circunstancia en sentido estricto, manteniendo que la inclusión de
las eximentes incompletas dentro del catálogo de las circunstancias atenuantes de la responsabi-
lidad criminal, es meramente formal, partiendo de que el lenguaje legislativo, en este punto, no
es definitivamente vinculante para el intérprete. Vid. ALONSO ALAMO, M.: El sistema de las
circunstancias del delito. Estudio general. Tesis doctoral, Universidad de Valladolid, Facultad
de Derecho, 1981, p. 194 ss.; para ésta, la exclusión de las eximentes incompletas y la minoría
de edad del concepto de circunstancia en sentido estricto derivaría de que tanto unas como la
otra “operan internamente al correspondiente elemento del delito, es decir, a la antijuricidad
o la culpabilidad”, Ibidem, p. 206; es decir, no se trata ya de que su presencia responda a un
menor desvalor de la conducta del sujeto o del resultado o de un menor reproche de su compor-
tamiento al sujeto, sino que para ALONSO ALAMO las eximentes incompletas suponen “una
alteración, originaria jurídicamente, del propio elemento del delito que venga en considera-
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ción, fundamentalmente de los juicios, graduables como todo juicio de valor, de antijuricidad
o de culpabilidad”, Vid. Ibidem, p. 196; lo que las diferenciaría de las circunstancias en sentido
estricto, ya que en éstas últimas se dan variaciones meramente accidentales a dichos elemen-
tos esenciales. Nosotros no compartimos el razonamiento de ALONSO ALAMO, por cuanto
entendemos que las eximentes incompletas y la minoría de edad sí suponen una graduación de
lo injusto o de la culpabilidad, y por tanto, en las mismas hacen acto de presencia las notas de
secundariedad y accesoriedad típicas de las circunstancias modificativas de la responsabilidad
criminal, mas no obstante, y aquí está la diferencia, no se rigen por el mismo régimen jurídico
que las circunstancias generales ordinarias, y ello por cuanto el legislador ha valorado de dife-
rente forma la presencia de esos datos en el caso de las eximentes incompletas y la minoría de
edad por una parte, y en el caso de las circunstancias generales ordinarias por la otra, lo que ha
dado lugar a que la mayor intensidad que el legislador ha reconocido suponen las primeras so-
bre lo injusto y la culpabilidad preexistentes, se refleja en su operatividad en un plano diferente
y en un momento anterior a la entrada en juego de las circunstancias generales ordinarias, las
cuales, por otra parte, no tienen que afectar, necesariamente, al elemento injusto o culpabilidad
–a diferencia de las eximentes incompletas- sino que pueden venir fundamentadas –y así sucede
en determinados casos que en su momento veremos- por razones de política criminal. De ma-
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conforme al art. 66 del Código según las respectivas redacciones anterior y pos-
terior a la Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre- la aplicación de un marco
punitivo diferente al previsto ordinariamente por la Ley para la figura delictiva de
que se trate; del mismo modo habrá que reconocer la existencia de circunstancias
especiales determinadoras de un nuevo marco penal, previstas en la Parte Especial
(tipos agravados o atenuados)19; y por último las circunstancias especiales confi-
guradoras del delito circunstanciado, en el que las circunstancias operan dentro del
marco señalado para el tipo penal correspondiente, pero sin poder compensarse
con las circunstancias generales.
nera que por tanto, y en síntesis, aun concurriendo los elementos secundariedad y accesoriedad,
falta la nota o característica de tener operatividad en un momento, plano y marco idéntico a las
restantes circunstancias generales, lo que a mi juicio, y así lo sostenemos, sin provocar el tener
que negarles el carácter de verdaderas circunstancias, nos lleva a calificarlas de circunstancias
generales extraordinarias. CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 350, sostiene también una
postura discrepante respecto al razonamiento de ALONSO ALAMO de que las eximentes in-
completas y la minoría de edad representen modificaciones valorativas, internas, de los elemen-
tos esenciales del delito, defendiendo, por el contrario, que tanto las eximentes incompletas,
como la minoría de edad, como las circunstancias en sentido estricto gradúan la medida de lo
injusto o de la culpabilidad una vez comprobada la existencia de dichos elementos, y por tanto,
concluye CEREZO, tanto la minoría de edad, como las eximentes incompletas se enmarcarían
dentro del concepto de circunstancias en sentido estricto. GONZALEZ CUSSAC, J.L.: Teoría
general ..., op. cit., p. 86 y ss., diferencia entre un concepto legal impropio de circunstancia
y un concepto legal propio. Así, aún reconociendo lo discutible de la cuestión, niega que las
eximentes incompletas y la minoría de edad puedan ser consideradas auténticas circunstan-
cias modificativas de la responsabilidad criminal en sentido estricto, apoyando su opinión, de
forma parecida a la tesis mantenida por ALONSO ALAMO, en el hecho de que las eximentes
incompletas se basan en idéntico presupuesto que las eximentes completas, es decir, que actúan
negando la antijuridicidad o la culpabilidad, o dicho de otro modo, afectando directamente a
elementos esenciales del delito, si bien no absolutamente, si al menos parcialmente, situación
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por la que quedarían explicados sus privilegiados efectos atenuatorios. De este modo GON-
ZALEZ CUSSAC –si bien su argumentación va referida al Texto Refundido de 1973- situará
en un extremo lo que son estrictamente las circunstancias modificativas de la responsabilidad
criminal, concepto que vendría integrado por las correspondientes circunstancias del art. 21, 22
y 23 excepto las eximentes incompletas y la minoría de edad; en otro extremo estarían situados
conceptos absolutamente diferentes de las circunstancias stricto sensu, como serían, según su
tesis, las eximentes completas y la mayoría de las circunstancias de la Parte Especial, y luego,
en un plano intermedio se situarían las eximentes incompletas y la minoría de edad.
19
Sin embargo debe reconocerse que no toda la doctrina coincide en reconocer a estas ca-
racterísticas su condición de verdaderas circunstancias modificativas de la responsabilidad cri-
minal. Así, por ejemplo, la niegan, entre otros, RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal
Español. Parte General, 9ª ed., Ed. Dykinson, Madrid, 1985, p. 694. Este autor sostiene que
salvo los supuestos de causas personales de atenuación o agravación de la pena, todos los ele-
mentos incorporados a la “descripción de los diferentes tipos en los libros II y III del Código,
son elementos constitutivos y carecen, respecto a los delitos o faltas a que están incorporados,
de función alguna atenuatoria o agravatoria en el delito en cuestión”. Vid. ALONSO ALAMO,
M.: El sistema ..., op. cit., p. 274 y ss., excluyendo también del concepto de circunstancia las
23
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las elementos accidentales de los tipos de delito”, sin que merezcan, para este autor, el califica-
tivo de auténticas circunstancias modificativas.
20
Estas notas son predicables tanto de las circunstancias generales como de las especiales.
21
Este tratamiento jurídico unitario de las circunstancias generales configuradoras de las
que denominamos “situaciones ordinarias” que aquí se postula, no debe ser confundido con el
planteamiento que PEREZ ALONSO, E.J.: Teoría General de las circunstancias: especial con-
sideración de las agravantes indeterminadas en los delitos contra la propiedad y el patrimonio,
Instituto de Criminología de la Universidad Complutense de Madrid, Ed. Edersa, Madrid, 1995,
p. 116, formuló de cambiar el criterio tradicional de diferenciar entre elementos accidentales
comunes y especiales, y pasar a un tratamiento unitario de los elementos accidentales, ya sean
genéricos o específicos; aquí se defiende que el tratamiento jurídico unitario se debe dispensar,
como efectivamente sucede en nuestro Derecho en las reglas 1ª a 3ª del art. 66 en la redacción
original del Código penal de 1995 y en las reglas 1ª, 3ª, 6ª y en determinados supuestos de per-
sistencia del fundamento cualificado de agravación de la regla 7ª del mismo art. 66 del Código
penal modificado por la Ley Orgánica 11/2003, a las circunstancias generales. El planteamiento
de PEREZ ALONSO, es criticable dado que el mismo conduciría a un mismo tratamiento de
elementos accidentales de carácter general y de los elementos accidentales especiales, ya con-
24
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circunstancias presentan un carácter “eventual”; Vid. DELPINO, L.: Diritto Penale. Parte Ge-
nerale, Edizioni Giuridiche Simone, Napoli, p. 437.
24
La doctrina italiana ha venido tradicionalmente afirmando el carácter accesorio o acce-
soriedad –accessorietà- de las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal. Así,
para MALINVERNI, A.: “Circostanze del reato”, en Enciclopedia del Diritto, VII, Ed. Giu-
ffrè, Milano, 1960, p. 66, las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal tienen
como carácter común el hecho de ser elementos accesorios al presuponer la existencia del
delito, respecto al que suponen un mero “plus”, y poseen al mismo tiempo un carácter eventual
o accidental respecto al mismo, porque pueden aparecer, o faltar, mientras que el delito sigue
existiendo; en el mismo sentido ANTOLISEI, F.: Istituzioni di Diritto Penale, Ed. Giuffrè,
Milano, 2000, p. 239; del mismo modo, para ROMANO, M.: Commentario sistematico del
codice penale, V. I, 2ª ed. ren. y amp., Ed. Giuffré, Milano, 1995, p. 593, las circunstancias son
elementos accidentales y accesorios del delito, en el sentido de que pueden faltar (en concreto o
en abstracto) sin que el delito en sus elementos constitutivos falte; del mismo modo, para SAL-
TELLI, C.- ROMANO DI FALCO, E.: Commento teorico-pratico del nuovo codice penale,
I, con prefazione del guardasigilli Alfredo Rocco, Ed. Delle Mantellate, Roma, 1930, p. 357,
“los elementos accidentales, en los delitos, son circunstancias que pueden o no hacer acto de
25
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por último, nota esencial de las circunstancias generales ordinarias es, como ya
hemos dicho –y exclusivamente para ellas- su operatividad en un mismo mo-
mento y plano.
presencia, y no importa que concurran o no para que se pueda afirmar la existencia del delito
en sus elementos esenciales. Si concurren no poseen otra eficacia que la de modificar la canti-
dad y no la calidad del delito; modifican el delito desde el punto de vista de su gravedad, en el
sentido de que establecen un plus o un minus de gravedad del delito y por lo tanto aumentan o
disminuyen la pena”.
25
No obstante, y como en su momento veremos, existen circunstancias que no van referidas
ni a lo injusto ni a la culpabilidad sino que responden a razones de política criminal.
26
Esta nota del carácter y función accesoria de las circunstancias también se da tanto en las
circunstancias generales extraordinarias como en las circunstancias especiales. Lo que sucede
es que tanto en unas como en otras esa función accidental determina el establecimiento de un
marco punitivo nuevo y diferente al establecido para el tipo básico, salvo en el caso del delito
circunstanciado. El carácter accidental de las circunstancias modificativas de la responsabilidad
26
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De manera que, por tanto, y de la mano del anterior razonamiento, habría que di-
ferenciar entre elementos esenciales del delito –essentialia delicti- o configurado-
res del sustrato mismo del delito, y elementos accidentales –accidentialia delicti-,
o no fundamentadores de ese sustrato27. Dentro de los elementos accidentales están
los que tan sólo inciden en la pena a imponer, por la mayor o menor gravedad de la
acción o del resultado, o por la mayor o menor reprochabilidad que suponen, o bien
por razones político-criminales28. Como hemos visto, estos elementos no esencia-
les hacen acto de presencia tanto en la Parte General como en la Parte Especial, y
si bien un sector doctrinal considera que las circunstancias, que como elementos
accidentales se ubican en la Parte Especial, no son stricto sensu tales, sino que
al crear un marco punitivo nuevo pierden tal carácter29, nuestra posición –como
criminal ha llevado a autores, como BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE, I.: Lecciones de De-
recho Penal. Parte General, (Berdugo, Arroyo Zapatero y otros), 2ª ed., Ed. Praxis, Barcelona,
1999, p. 313, a proclamar su carácter contingente, de manera que no es preciso constatar una
circunstancia para proclamar la presencia de lo injusto o de la culpabilidad.
27
Como señala RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª
ed., Ed. Dykinson, Madrid, 1985, p. 690, los elementos accidentales condicionan el quantum,
pero no el sí de la pena. GARRAUD, señalaba en 1914 que mientras los hechos constitutivos
del delito son los que fundan el objeto de la incriminación establecida por la ley y sin los que no
se dará el delito o se dará un delito de naturaleza diferente, las circunstancias agravantes cons-
tan de hechos accesorios, que se conectan a un elemento material o moral esencial del delito,
aumentando la ilicitud de la acción o la culpabilidad del agente. A diferencia de los elementos
esenciales, señala GARRAUD, los elementos accidentales o circunstanciales se pueden separar
del delito al que acompañan, sin modificar su carácter; en ausencia de un elemento constitutivo,
el hecho previsto por la ley deja de ser un hecho ilícito, o se transforma en un delito de género
diferente. Vid. en Francia: GARRAUD, R.: Traité théorique et pratique du droit pénal français,
vol. II, 3ª ed., Ed. Recueil Sirey, París, 1914 , p. 713; en Bélgica: HAUS, J.J.: Principes géné-
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raux du droit pénal belge, 3ª ed., revue, corrigée et augmenté, Ed. Ernest Thorin, Paris, 1879,
p. 147; PRINS, A.: Science pénale et droit positif, Ed. Librairie A. Maresco, Ainé, Bruxelles-
París, 1899, p. 294; en Italia ROCCO, A.: L’oggetto del reato e della tutela giuridica penale:
contributo alle teorie generali del reato e della pena, Ed. Fratelli Bocca, Torino, 1913, p. 507.
28
Como señala MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., Barcelona, reimpre-
sión 1999, p. 629, el que las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal sean
elementos accidentales del delito, ello no quiere decir que no afecten a elementos esenciales
del mismo (injusto y culpabilidad), aumentando o disminuyendo su respectiva cantidad, ahora
bien, este autor reconoce, no obstante, que existen determinadas circunstancias (la de confesión
de la infracción y la de reparación o disminución del daño) que no inciden ni en lo injusto ni
en la culpabilidad, si bien, sostiene este autor, no puede dejar de reconocerse lo correcto que
supone contemplar, tanto de lege lata como de lege ferenda, la posibilidad de atemperar la pena
en determinados supuestos por razones preventivas o de expectativas de comportamiento futuro
del delincuente, aún tratándose de hechos o datos obtenidos con posterioridad a la comisión del
delito.
29
Vid. SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias..., op. cit., p. 28 a 47.
En parecidos términos DIAZ ROCA, R.: Derecho Penal. Parte General. Ley Orgánica 10/95,
27
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Por tanto, de lo que llevamos dicho se colige que existen determinados hechos
que conforman y configuran aspectos nucleares del delito –essentialia delicti-, de
de 23 de noviembre, Ed. Tecnos, Madrid, 1996, op. cit., p. 198, para quien las circunstancias
especiales o específicas al incorporarse a los delitos, pierden la función modificativa de la pena,
tratándose de auténticos elementos constitutivos del tipo. A mi juicio este razonamiento se
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queda corto, en el sentido de que no debe existir objeción a reconocer y por ende, admitir, que
determinadas circunstancias, pese a pertenecer al tipo de lo injusto de un delito cualificado o
privilegiado, pueden suponer al mismo tiempo una modificación o graduación de lo injusto
especifico del tipo de lo injusto del delito básico al que el tipo derivado se refiere.
30
Lo que únicamente es predicable de las circunstancias generales ordinarias.
31
Por la infracción del deber jurídico que compete al sujeto activo.
32
En este mismo sentido JESCHECK, H-H.: Tratado de Derecho Penal. Parte General,
4ª ed. (trad. J.L. Manzanares Samaniego), Ed. Comares, Granada, 1993, p. 240; MAURACH-
ZIPF: Derecho Penal. Parte General. 1, Trad. de la 7ª ed. alemana, Ed. Astrea, Buenos Aires,
1994, p. 371; ROXIN, C.: Derecho Penal. Parte General, Tomo I, Fundamentos. La estructura
de la teoría del delito, trad. y notas LUZÓN PEÑA, DIAZ y GARCIA CONLLEDO, DE VI-
CENTE REMESAL, 1ª ed., Ed. Civitas, Madrid, 1997, p. 337.
33
En contra MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª
ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, op. cit., p. 294, para quien los delitos especiales impro-
pios son verdaderos delitos autónomos, distintos de los comunes y no simples agravaciones.
34
BACIGALUPO ZAPATER, E.: Principios de Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., Ed.
Akal, Madrid, 1997, p. 382.
28
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ubican, constituyendo un sector, dentro de la teoría del delito, no pudiendo ser consideradas,
simplemente, criterios de graduación de la pena, ya que los efectos que producen en la pena
derivan de la previa modificación –accidental- de lo injusto o de la culpabilidad del delito que
se trate. En palabras de PEREZ ALONSO, E.J.: Op. cit., p. 136, el criterio correcto de diferen-
ciación entre las circunstancias meramente modificativas de la responsabilidad criminal y las
circunstancias constitutivas de elementos esenciales del delito o fundamentadoras de la respon-
sabilidad criminal ha de encontrarse en que las circunstancias constitutivas de elementos esen-
ciales del delito o fundamentadoras de lo injusto culpable, si se suprimen mentalmente impiden
la presencia del delito –incluso del tipo básico-, en tanto que las circunstancias modificativas de
la responsabilidad criminal, suprimidas mentalmente no impiden la presencia del delito –ya sea
el cualificado o privilegiado o el tipo básico del que aquellos derivan-. En parecidos términos
BOLDOVA PASAMAR, M.A.: Op. cit., p. 285. No obstante esta tesis no es correcta del todo,
ya que existen elementos cuya supresión mental no impide el delito, como el dolo o el resulta-
do, y que no obstante, no son, desde luego, circunstancias modificativas de la responsabilidad.
36
ANTÓN ONECA-RODRIGUEZ MUÑOZ: Derecho Penal, Ed. Gráfica Administrativa,
Madrid, 1949 y 2ª ed., anotada y puesta al día por José Julián Hernández Guijarro y Luis Bene-
ytez Merino, Ed. Los Berrocales del Jarama (Madrid) Akal, D.L. 1986, p. 323.
29
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Ahora bien, sin perjuicio de volver sobre lo anterior más adelante, en especial
para deslindar entre los diferentes conceptos que subyacen dentro de la categoría
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de elementos accidentales del delito, llegados a este punto, y con carácter previo
a ello, enseguida se advierte la necesidad de establecer un criterio para diferenciar
cuándo nos encontramos ante un elemento esencial y cuándo estamos ante un
elemento accidental, sobre todo por cuanto un mismo hecho puede desempeñar
ambos papeles, es decir, un mismo hecho podría ser, y en la práctica así sucede,
37
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., Barcelona, reimpresión 1999, p.
629.
De esta opinión ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 313 a 335, en relación
38
con el delito circunstanciado, si bien hay que reconocer que ante la inexistencia en nuestro
ordenamiento jurídico de una regla paralela a la prevista en el art. 69 del Código Penal italiano,
no es posible compensar estas circunstancias con las generales, y por ello poca virtualidad
práctica tiene la distinción. En este sentido se pronuncia CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit.,
p. 351 y 352, nota (15), que considera “sugestiva” la figura del delito circunstanciado si bien
llega a la conclusión de que es irrelevante si no se admite la compensación de las circunstancias
especiales con las generales.
30
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elemento esencial o elemento accidental del delito, dependiendo del caso. Esta
realidad nos lleva, inequívocamente, a tener que descartar de antemano el acudir a
criterios ontologicistas a la hora de tratar de diferenciar entre elementos esenciales
del delito y elementos accidentales, y ello por cuanto el ser del hecho, y lo que el
mismo significa, a priori, y con carácter general, no nos dará la clave de su carác-
ter esencial o accidental, debiendo acudirse, por el contrario, a analizar la norma
e interpretarla con los criterios hermenéuticos que se encuentran a disposición del
intérprete, para alcanzar el significado del hecho en cuestión, y desde una pers-
pectiva normativa determinar si el dato o la situación contemplada por la norma
tiene carácter esencial o es un mero accidente del delito, o como señala ALONSO
ALAMO39 remitiéndose a ANTOLISEI, la investigación debe realizarse por la vía
legislativa, o más concretamente, “habrá que investigar la función que en cada
caso se atribuye al dato por el ordenamiento jurídico”40.
Decíamos que el art. 66 del Código Penal regula, a través de sus tres primeras
reglas, conforme a su redacción originaria41, la determinación de la responsabili-
dad criminal concreta, derivada de la concurrencia de lo que son estricta y genui-
39
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 210.
40
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 208-209 señala que: “Un hecho o ca-
racterística puede ser valorado legislativamente como elemento esencial o circunstancia. La
misma materia puede cumplir funciones diferentes. No cabe, pues, distinguirlos en el terreno
ontológico. La distinción puede realizarse sólo en el plano jurídico a través de un proceso de
valoración e interpretación. La valoración legal del dato es, en este sentido, definitiva”. En
realidad, como señalaba GARRAUD, el tema resulta harto conflictivo y problemático: “(...),
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Por tanto, no se pueden confundir las circunstancias que conforman los tipos
cualificados o privilegiados con las que conforman los tipos autónomos o sui
generis, ya que si bien las primeras van a configurar un delito que deriva del
básico, y en principio parece netamente independiente del mismo, y por tanto
podrían considerarse elemento esencial y no accidental de éste, han de consi-
derarse accidentales respecto al tipo básico, que permanecerá independiente-
mente de que concurra la circunstancia especial o no. Es decir, la concurrencia
de dicha circunstancia, al provocar una mayor o menor graduación de injusto o
culpabilidad, da lugar a la entrada de un tipo derivado y dependiente –íntima-
mente conexo- del básico por cuanto el legislador así lo ha dispuesto, pero esas
circunstancias cuya concurrencia ha determinado la entrada en juego del tipo
cualificado o privilegiado, si bien podrían considerarse elemento esencial del
mismo tipo cualificado o privilegiado, sin embargo no dejan de ser un elemento
accidental del tipo básico. Por ejemplo la alevosía en el tipo del asesinato (art.
139 del Código Penal). Esta circunstancia, cuya naturaleza de tal es innegable,
actúa en el art. 139 como circunstancia especial y por tanto no es compensable
con las ordinarias, ya que por una parte lo prohíbe el artículo 67 del Código
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penal, y por otra se trata de una circunstancia prevista –apreciándose por tanto
inherencia expresa- por el tipo de la Parte Especial. Pues bien, respecto a su
carácter de elemento esencial o accidental, si bien debe reconocerse que es un
elemento esencial del delito de asesinato, y que no existiendo dicha circunstan-
cia –en ausencia de las restantes del art. 139- no podrá entrar en juego el tipo
cualificado de asesinato, sin embargo es una circunstancia accidental respecto
al tipo básico (delito de homicidio doloso del art. 138). Por lo dicho, el carácter
accidental de la circunstancia ha de ir siempre referido al tipo básico de la Parte
Especial. Eso es precisamente lo que sucede con las circunstancias generales,
tanto las generadoras de situaciones o efectos ordinarios como de situaciones
o efectos extraordinarios, y por lo mismo debe aplicarse el mismo criterio a las
circunstancias especiales, las cuales, como hemos visto, son utilizadas por el le-
gislador para formular tipos penales nuevos estableciendo un marco penal nuevo
respecto al establecido para el tipo básico, precisamente por cuanto el desvalor
de acción y de resultado que suponen, o el especial reproche al autor que impli-
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can, determinan que en lugar de que dicha circunstancia provoque los efectos
punitivos de las reglas 1ª a 3ª del art. 6644, se sustraiga a dichas reglas y se le dis-
pense un tratamiento propio por razones político-criminales. En este sentido, no
son elementos accidentales, por ejemplo, y por tanto no pueden ser consideradas
circunstancias, las características personales que han sido tomadas en cuenta por
el legislador para la conformación de los delitos especiales propios, pues al no
existir un tipo básico al que dichos tipos vayan referidos, no puede hablarse de
circunstancia accidental que cualifique o privilegie la conducta, sino que aquí se
trata de elementos netamente esenciales45.
44
O las reglas 1ª, 3ª, 6ª y en determinados supuestos de persistencia del fundamento cua-
lificado de agravación la regla 7ª del mismo art. 66 del Código penal modificado por la Ley
Orgánica 11/2003.
45
A diferencia de las características, cualidades o condiciones, que conforman las circuns-
tancias personales en los delitos especiales impropios, supuestos en los que dichas circunstan-
cias cualifican y agravan respecto al tipo básico, y por tanto, en referencia a éste, son elementos
accidentales, pues existan o no, el tipo básico se dará lo mismo.
46
Vid., en este sentido a BOLDOVA PASAMAR, M.A.: Op. cit., p. 290 y 291. En Italia un
importante sector de la doctrina viene propugnando como nota caracterizadora de las circuns-
tancias, además de las vistas, la de su especialidad respecto a los elementos constitutivos de la
infracción. En este sentido, para ANTOLISEI, F.: Manuale di diritto penale. Parte generale,
6ª ed. aggiornata, a cura di Luigi Conti, Ed. Giuffrè, Milano, 1969, p. 341, en el delito circuns-
tanciado deben concurrir todos los elementos del delito simple, y a mayores, el ulterior dato,
hecho o relación circunstancial; por su parte, MALINVERNI, A.: “Circostanze del reato”, en
Enciclopedia del Diritto, VII, Ed. Giuffrè, Milano, 1960, p. 67, afirma expresamente que entre
delito y circunstancias hay una relación de género-especie; para MANTOVANI, F.: Diritto
penale: Parte generale, Ed. CEDAM, Padova, 1979, p. 345 ss., las circunstancias no deben, por
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Así pues, partiendo del concepto que identifica a tipo de lo injusto como lo injusto
específico de una determinada figura delictiva, podemos afirmar que la ley penal
conforma, por una parte, tipos básicos o fundamentales, es decir, tipos en los que se
contienen los elementos fundamentales de una determinada conducta delictiva, y por
otra parte, añadiendo a éstos determinados elementos nuevos y adicionales, la ley pe-
nal conforma tipos derivados. Pues bien, dentro de estos tipos derivados del básico
o fundamental, habría que diferenciar dos categorías en función de la mayor o menor
dependencia que vengan a tener respecto al tipo básico: así habría que diferenciar de
definición, mutar el tipo de delito, sino sólo graduar su gravedad, pudiendo así configurar cir-
cunstancias tan sólo los elementos que sean una especificación, una peculiaridad, una variante
de intensidad de los correspondientes elementos generales de los tipos simples, de suerte que
las circunstancias –en opinión de este autor- se mantendrían en relación species - genus con los
elementos del tipo simple, de suerte que entre el delito circunstanciado y el delito simple se dará
una relación de especialidad, en la medida en que el delito circunstanciado vendría a ser así una
suerte de sub-espécimen del espécimen del delito simple, en el que se englobaría integralmente
como una hipótesis particular. MANTOVANI considera que no podrán ser circunstancias aque-
llos elementos que más que especificar, sustituyan a un elemento del tipo simple o vengan a
añadirse a los elementos de éste. Cuando el elemento analizado más que constituir una species
del correspondiente elemento del tipo simple, se presente incompatible con él, o se trate de
un elemento meramente alternativo o heterogéneo y ajeno a todos los elementos de aquel, no
podremos hablar de un delito circunstanciado respecto a uno básico, sino que en estos casos es-
taremos frente a dos figuras autónomas de delitos, de suerte que entre ellas existirá una relación
de incompatibilidad, es decir de exclusión reciproca. En otras palabras, son circunstancias, en
particular, aquellos elementos que se añaden en calidad de ulteriores datos, hechos o relaciones
respecto a aquellos que componen el delito básico, por lo tanto el delito circunstanciado pre-
senta en su interior la totalidad de los elementos del delito básico más el elemento que integra
la circunstancia; no serán así delitos circunstanciados respecto a uno básico, sino genuinos
delitos autónomos respecto a aquellos, las figuras que sustituyan componentes individuales del
delito básico, de suerte que en la figura así conformada no se comprendan todos los elementos
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del mismo. Vid. en este sentido ZAZA, C.: Le circostanze del reato, Vol. I, Elementi generali e
circostanze comuni, Ed. Cedam, Padova, 2002, p. 13 a 15. Un autorizado sector de la doctrina
italiana suele referirse a los supuestos de tipos cualificados o privilegiados, respecto a un tipo
básico o simple, como la manifestación del principio de especialidad en materia de circuns-
tancias, reafirmando así que las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal
presentarían el carácter o la nota de “especialidad”; para PADOVANI resulta fundamental en
la tarea del intérprete examinar si entre el tipo cualificado o privilegiado y el tipo básico existe
una relación de especialidad, es decir que el tipo cualificado o privilegiado incluya todos los
requisitos propios también del tipo básico o simple, con uno o más requisitos especializados; si
esto no se verifica se debe sin falta excluir que nos encontremos ante una genuina cualificación
o ante un tipo privilegiado respecto de uno básico; o dicho de otro modo, si el tipo analizado no
es especial respecto al tipo básico no será un delito circunstanciado respecto de éste, sino un de-
lito autónomo, y ello por cuanto para PADOVANI –como sucede para un autorizado sector de la
doctrina italiana- “...la especialidad es condición necesaria, aunque insuficiente...” para afirmar
la naturaleza circunstancial de una determinada figura delictiva respecto de otra; PADOVANI
reconoce que a la hora de escrutar si nos encontramos ante un delito circunstanciado respecto
de uno básico o ante un delito sui generis o autónomo es importante tomar en consideración,
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entre otros factores, el título en el que se encuentra inmersa la figura delictiva, la eventual
calificación legislativa, la eventual referencia a la disciplina dictada para las circunstancias, la
eventual previsión de un distinto nomen iuris, y en suma a cuantos indicios apunten hacia cuál
fue la voluntad del legislador al respecto. Vid. PADOVANI, T.: Diritto penale, Ed. Giuffrè,
Milano, 1990, p. 312; del mismo modo, para ROMANO, allí donde falte una relación de espe-
cialidad entre el tipo cualificado/privilegiado y el tipo básico no existirá un delito meramente
circunstanciado, sino un delito autónomo, pero al margen de ello, para analizar y concretar si
nos encontramos ante un delito circunstanciado o no, es preciso atender, además de su carácter
especial, a determinados factores como “...la eventual calificación legal expresa o bien, a falta
de esta, a la semejanza léxica o histórico-sistemática con casos expresamente calificados o
también a la presencia en la figura delictiva de expresiones como “la pena es aumentada” o
“la pena es disminuida” ...”, Vid. ROMANO, M.: Commentario sistematico del codice penale,
V. I, 2ª ed. ren. y amp., Ed. Giuffré, Milano, 1995, p. 596-597.
47
COBO DEL ROSAL, M.-VIVES ANTÓN, T.S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed.,
op. cit., p. 438.
36
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Pues bien, como hemos dicho, los elementos conformadores de los tipos autó-
nomos o delitos sui generis son esenciales para la presencia de este delito, y en la
medida en que estos delitos –a diferencia de lo que sucede con los privilegiados
o cualificados- se han separado de forma sustancial del delito básico, sirven úni-
camente para fundamentar lo injusto específico de la figura sui generis, pero no
para graduar o modular lo injusto o la culpabilidad del tipo básico al que tan sólo
remotamente van unidos.
48
Vid. GARCIA ALBERO, R.: Non bis in idem material y concurso de leyes penales, Ed.
Cedecs, Barcelona, 1995, p. 323; PEÑARANDA RAMOS, E.: Concurso de leyes, error y par-
ticipación en el delito, Ed. Civitas, Madrid, 1991, p. 136 ss.
49
Criterios señalados por BOLDOVA PASAMAR, M.A.: Op. cit., p. 292 como los “indicios
de sustantividad” más aceptados por la doctrina, señalando que resultan menos decisivos el
nomen iuris, la pena ex novo, la ubicación sistemática y la referencia legal a un tipo de autor que
el bien jurídico protegido por las figuras y el sentido de la ley y la finalidad del legislador. Vid.
CUELLO CONTRERAS, J.: “La frontera entre el concurso de leyes y el concurso ideal de de-
litos: El delito sui generis”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales (XXXI-I), 1978,
p. 90 ss.. En la doctrina italiana, y en relación con la diferenciación entre supuestos de delitos
sui generis y los tipos cualificados o privilegiados, MANTOVANI señala que en la mayoría de
los casos es la misma ley la que indica, en la rubrica o con determinadas formulas empleadas en
la redacción de los preceptos, que nos encontramos ante una circunstancia, aunque no siempre
pueda atribuirse a la nomenclatura legislativa un valor decisivo; por otra parte, cuando no exis-
tan indicaciones legislativas, o de existir, éstas no puedan considerarse resolutivas, hace falta
valerse de otros criterios exegéticos y lógicos, Vid. MANTOVANI, F.: Diritto penale: Parte
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generale, Ed. CEDAM, Padova, 1979, p. 344; en el mismo sentido NUVOLONE, P.: Il Sistema
del diritto penale, 2ª ed., Ed. CEDAM, Padova, 1982, p. 428, para quien “En la mayoría de
los casos es la misma norma la que indica, en su rubrica, que se trata de una circunstancia.
No se puede atribuir, sin embargo, a la nomenclatura legislativa una eficacia absolutamente
resolutiva. Otras veces aunque a falta dicha indicación, la norma lleva en su contexto las lo-
cuciones “la pena es aumentada...” o “ la pena es disminuida...”; y dichas locuciones, por lo
menos, autorizan a suponer que el elemento que determina la agravación o la atenuación de la
pena base sea una circunstancia. Allí donde dichos criterios formales no sirvan de nada, pero
también allí donde ellos estén presentes, puesto que, como se ha dicho, no se pueden conside-
rar del todo resolutivos, será necesario valerse de criterios interpretativos de caracter lógico
y sistemático”; PAGLIARO, A.: Principi di diritto penale. Parte generale, 4ª ed., Ed.: Giuffrè,
Milano, 1993, p. 450 señala que para la diferenciación entre supuestos de delitos sui generis y
los tipos cualificados o privilegiados debe atenderse a los signos exteriores de los que se pueda
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las figuras delictivas a las que van unidas, pero algunas de ellas, además, actúan
graduando o modulando lo injusto específico de un tipo básico al que van unidas.
En este sentido, la alevosía, en el artículo 139 del Código penal, es una circuns-
tancia que conforma un tipo agravado respecto al homicidio del artículo 138. Mas
esta circunstancia -que cuando aparece en el artículo 139 forma parte del tipo de lo
injusto-, al mismo tiempo que fundamenta lo injusto específico de la figura agrava-
da de asesinato, supone una mayor gravedad de lo injusto específico del delito de
homicidio del artículo 138, lo que permite predicar de la misma, el que se trata de
una verdadera circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal, ya que en
ella hace acto de presencia su carácter meramente accidental, toda vez que, supri-
mida mentalmente, entrará en juego el tipo básico de homicidio del artículo 138.
valencia. La polémica sobre la distinción entre estos elementos constitutivos y/o accidentales y
la discusión paralela en relación con los elementos, cualidades o relaciones de carácter personal
en los delitos especiales, su pertenencia a delitos especiales propios o impropios, la relevancia
en estos últimos de las circunstancias de carácter personal y todas las consecuencias que ello
puede traer en otras áreas de la Parte General del Derecho penal como autoría y participación ha
hecho correr ríos de tinta no sólo en la dogmática española, sino también en la de los países de
nuestro entorno cultural más próximo. En Francia ha sido mucho lo escrito en relación con esta
temática en relación con el delito de falsedad en documento público cometida por funcionario.
Vid. GARÇON, E.: Code pénal annoté, annoté par Marcel Rousselet, Maurice Patin, Marc An-
cel, Ed. Libraire Sirey, Paris, 1952-1959, tome premier (art. 1 à 294) - tome deuxième (art. 295-
401) - tome troisième (art. 402 à 463), tomo I, art. 145-147, nn. 1059-1060, p. 614-615; siendo
ardua la polémica en relación a si la condición de funcionario constituía una mera circunstancia
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de agravación o bien el precepto cualificado por el sujeto (art. 145 del Código de 1810) era un
tipo autónomo constitutivo de un delito propio; idénticos problemas se plantearon en muchos
otros ámbitos como el relativo a la naturaleza y efectos de la concurrencia de la circunstancia
de premeditación (préméditation) y de la emboscada (guet-apens), que agravaban el delito de
homicidio, calificándolo de asesinato (assasinat) según el art. 296 del Code Napoleon; o la
concurrencia de la circunstancia de parentesco que determinaba la concurrencia del parricidio
(parricide) del art. 299 del viejo Code pénal; o en determinados casos de concurrencia de la cir-
cunstancia agravante de envenenamiento (empoisinnement); en múltiples supuestos por un sec-
tor de la doctrina se ha defendido la naturaleza meramente circunstancial de estas características
de agravación mientras que para otro sector de la doctrina la concurrencia de tales circunstancias
en los casos discutidos determinaría realmente la presencia de un verdadero crime spécifique o
crimen sui generis; la discusión y polémicas doctrinales ha llegado al extremo de cuestionarse
si el carácter voluntario de la acción es un elemento constitutivo o meramente accidental del
homicidio doloso. Vid. GARÇON, E.: Code pénal annoté, annoté par Marcel Rousselet, Mau-
rice Patin, Marc Ancel, Ed. Libraire Sirey, Paris, 1952-1959, tome premier (art. 1 à 294) - tome
deuxième (art. 295-401) - tome troisième (art. 402 à 463), tomo II; MELCHIONDA, A.: Le
circostanze del reato…, op. cit., p. 189 ss.
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1ª del art. 2251; ahora bien, al analizar la alevosía que aparece en el art. 139.1ª52,
ésta ya no opera en este tipo como circunstancia general ordinaria, sino como una
circunstancia especial del delito cualificado de asesinato, y si bien es cierto que
tal circunstancia determina ahora la configuración y conformación de una figura
agravada respecto al homicidio, en realidad no puede aceptarse que se trate –como
acertadamente critica BOLDOVA53- de una unidad valorativa nueva e indepen-
diente del delito de homicidio –como sostenía en relación al Código penal de 1973
ALONSO ALAMO54-, pues tal como señala MIR PUIG55, no deja de ser una cir-
cunstancia, y su carácter esencial tan sólo puede ir referido en relación con el delito
de asesinato, pero no así respecto al tipo básico de homicidio del que deriva el
delito de asesinato; en este último caso, la alevosía es una característica accidental
respecto de aquel. En este caso, al tratarse de una circunstancia especial, a la ale-
vosía no le serán aplicables las reglas penológicas del art. 66 del Código Penal56,
51
Dispone el art. 22 el Código Penal : “Son circunstancias agravantes: 1.ª Ejecutar el hecho
con alevosía. Hay alevosía cuando el culpable comete cualquiera de los delitos contra las per-
sonas empleando en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente
a asegurarla, sin el riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa por parte del
ofendido”.
52
Dispone el art. 139 del Código Penal que: “Será castigado con la pena de prisión de
quince a veinte años, como reo de asesinato, el que matare a otro concurriendo alguna de las
circunstancias siguientes: 1.ª Con alevosía. 2.ª Por precio, recompensa o promesa. 3.ª Con en-
sañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido”.
53
BOLDOVA PASAMAR, M.A.: Op. cit., p. 287 y 288.
54
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 278 ss., 331.
55
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., Barcelona, reimpresión 1999, p.
629, nota (3).
56
Dispone el art. 66 del Código Penal de 1995 en su redacción original que: “En la aplicación
de la pena, los Jueces o Tribunales observarán, según haya o no circunstancias atenuantes o
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circunstancia atenuante, aplicarán la pena en la mitad inferior de la que fije la ley para el delito.
2.ª Cuando concurran dos o más circunstancias atenuantes, o una o varias muy cualificadas, y
no concurra agravante alguna, aplicarán la pena inferior en uno o dos grados a la establecida
por la ley, atendidos el número y la entidad de dichas circunstancias atenuantes. 3.ª Cuando
concurra sólo una o dos circunstancias agravantes, aplicarán la pena en la mitad superior de
la que fije la ley para el delito. 4.ª Cuando concurran más de dos circunstancias agravantes y
no concurra atenuante alguna, podrán aplicar la pena superior en grado a la establecida por la
ley, en su mitad inferior. 5.ª Cuando concurra la circunstancia agravante de reincidencia con la
cualificación de que el culpable al delinquir hubiera sido condenado ejecutoriamente, al menos,
por tres delitos comprendidos en el mismo título de este Código, siempre que sean de la misma
naturaleza, podrán aplicar la pena superior en grado a la prevista por la ley para el delito de
que se trate, teniendo en cuenta las condenas precedentes, así como la gravedad del nuevo delito
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cometido. A los efectos de esta regla no se computarán los antecedentes penales cancelados o
que debieran serlo. 6.ª Cuando no concurran atenuantes ni agravantes aplicarán la pena esta-
blecida por la ley para el delito cometido, en la extensión que estimen adecuada, en atención
a las circunstancias personales del delincuente y a la mayor o menor gravedad del hecho. 7.ª
Cuando concurran atenuantes y agravantes, las valorarán y compensarán racionalmente para
la individualización de la pena. En el caso de persistir un fundamento cualificado de atenuación
aplicarán la pena inferior en grado. Si se mantiene un fundamento cualificado de agravación,
aplicarán la pena en su mitad superior. 8.ª Cuando los jueces o tribunales apliquen la pena
inferior en más de un grado podrán hacerlo en toda su extensión. 2. En los delitos imprudentes,
los jueces o tribunales aplicarán las penas a su prudente arbitrio, sin sujetarse a las reglas
prescritas en el apartado anterior.”
57
Dispone el art. 138 del Código Penal: “El que matare a otro será castigado, como reo de
homicidio, con la pena de prisión de diez a quince años”.
58
Dispone el artículo 67 del Código Penal que: “Las reglas del artículo anterior no se
aplicarán a las circunstancias agravantes o atenuantes que la Ley haya tenido en cuenta al
describir o sancionar una infracción, ni a las que sean de tal manera inherentes al delito que
sin la concurrencia de ellas no podría cometerse”.
41
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Por lo que toca al delito circunstanciado59 en sentido estricto, hace unos ins-
tantes nos hemos referido a que, dentro de la categoría de las circunstancias mo-
dificativas de la responsabilidad criminal, junto a las circunstancias generales,
admitíamos las circunstancias especiales. Pues bien, dentro de las circunstancias
especiales están las que configuran el delito circunstanciado. Estas son las únicas
Es preciso advertir que con la expresión delito circunstanciado podemos estar refiriéndo-
59
nos a dos realidades diferentes: a cualquier delito en el que concurran circunstancias modifica-
tivas, en sentido lato, o al delito circunstanciado stricto sensu, es decir a aquélla figura típica
de la Parte Especial en la que la circunstancia que acompaña al elemento esencial ocasiona la
graduación o modulación de la pena dentro del marco abstracto del propio tipo penal.
42
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60
ALONSO ALAMO restringe el concepto de circunstancias a las previstas en la Parte
General –excluyendo la minoría de edad y las eximentes incompletas- y aceptando de la Parte
Especial tan sólo a las configuradoras del delito circunstanciado. Nosotros como extendemos
más el concepto de circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal, empleamos el
término “especiales” para aludir a todas las circunstancias de la Parte Especial. Vid. ALONSO
ALAMO, M.: El sistema ..., op. cit., p. 193 ss., 207 ss., 274 ss., 280 ss., 313. ss
61
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 313 y 314. ALONSO ALAMO, M.: “Cir-
cunstancias del delito e inseguridad jurídica”, en Cuadernos de Derecho Judicial, monográfico,
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admitir que en el Código Penal de 1944 (Texto Refundido de 1973) tampoco exis-
tía ningún precepto paralelo al art. 69 del Codice, sin embargo acababa admitiendo
por vía interpretativa la posible compensación por aplicación de la regla tercera del
art. 61, equivalente a la regla 1ª del art. 66 en su primitiva redacción y a las reglas
6ª y en determinados casos de la regla 7ª de la actual redacción, y el artículo 60,
equivalente al actual artículo 65 del Código penal.
Por lo que toca a los llamados factores de medición de la pena, éstos no inte-
gran el concepto de circunstancia en sentido estricto por faltar en los mismos el
carácter de concreción y determinación propios del concepto que utilizamos de
circunstancia, aunque debe reconocerse que vienen a operar desde una perspectiva
material como tales66. Estos factores generalmente responden a un fundamento
también dogmático o político criminal similar al de las circunstancias en sentido
estricto, es decir, bajo ellos subyace generalmente una mayor o menor gravedad
de injusto o culpabilidad, ahora bien, dichos factores se separan de éstas en que
su operatividad generalmente deviene indeterminada e imprecisada ab initio no
rigiéndose por normas estrictas como sucede con las circunstancias –art. 66-, de
suerte que corresponde al aplicador del Derecho la concreta apreciación del factor
y de su trascendencia práctica, obviamente siempre en el marco de una interven-
ción que debe estar dominada por la objetividad en la actuación de éste, y en el
respeto de los principios esenciales del Derecho penal, y por supuesto en el marco
general de la revisabilidad de las resoluciones judiciales.
agravantes aplicarán la pena establecida por la ley para el delito cometido, en la extensión que
estimen adecuada, en atención a las circunstancias personales del delincuente y a la mayor o
menor gravedad del hecho”.
44
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De lo hasta aquí dicho, podemos sintetizar pues, que las circunstancias mo-
dificativas de la responsabilidad criminal, pueden ser: generales ordinarias y
generales extraordinarias (las contempladas en la Parte General del Código, con-
cretamente en los artículos 21, 22 y 23), así como especiales (las contempladas en
la Parte Especial del Código). Como ya hemos dicho, desde nuestra postura resulta
coherente sostener que las circunstancias generales extraordinarias son verdade-
ras circunstancias por lo ya dicho, al suponer en esencia datos, hechos o relaciones
concretas y determinadas que son tenidas en cuenta por la ley para medir la grave-
dad de lo injusto o la culpabilidad, pero es preciso reconocer que existe un sector
en la doctrina69 que considera que tales características no merecen el calificativo
de circunstancia. Así, se sostiene por algunos, que del catálogo de circunstancias
generales habría que excluir las eximentes incompletas del art. 21.1ª70, merecien-
68
RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª Ed., Ed. Dy-
kinson, Madrid, 1985, p. 693, critica en relación al Código Penal derogado, el que en el mismo
subsistieran supuestos de auténtica pena arbitraria de la mano de las circunstancias innomina-
das de los arts. 344 y 554, que permitían la imposición de penas, en el primero de los casos, de
entre 6 meses y 1 día y 12 años, y entre 1 mes y 1 día y 20 años en el segundo de los casos.
69
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., p. 194 y ss.; SALINERO ALONSO, C.: Teoría
general de las circunstancias ..., op. cit., p. 41 y ss., entre otros.
70
Así por ejemplo QUINTERO OLIVARES, G.: Derecho Penal..., 2ª ed., op. cit., p. 601
y 602, quien tan sólo señala a favor de su consideración como circunstancias atenuantes, su
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La posición dogmática de que las eximentes incompletas del art. 21.1ª no de-
ben ser consideradas circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal
en sentido estricto no es, ciertamente, la mayoritaria en la doctrina, sin embargo
reseñaremos en líneas generales cuales son los argumentos esgrimidos a favor de
tal exclusión71. Se defiende por determinados autores, que las circunstancias mo-
dificativas de la responsabilidad criminal en sentido estricto poseen tres notas o
caracteres fundamentales: en primer lugar su carácter secundario respecto a un in-
justo culpable preexistente, es decir, que la operatividad de la circunstancia modi-
ficativa de la responsabilidad criminal tiene sentido en tanto y en la medida en que
preexista un injusto culpable, un delito preexistente; en segundo lugar el poseer
un carácter y función accidental respecto de ese injusto culpable, de manera que
su virtualidad consiste en modular o graduar la pena legal, previa la constatación
de la afectación a lo injusto o a la culpabilidad, y en tercer lugar la operatividad
drid, 1996, op. cit., p. 200 y 201 considera que las circunstancias eximentes incompletas son
“atenuantes impropias” ya que su naturaleza y configuración es diferente al de las atenuantes
en sentido estricto, siendo figuras próximas a las eximentes completas. BUSTOS RAMÍREZ,
J.: Manual de derecho penal español. Parte general, 1ª ed., Ed. Ariel, Barcelona, 1984, p. 362
y 363 señala que las eximentes incompletas no son verdaderas circunstancias modificativas de
la responsabilidad criminal “ya que no se hace referencia a un elemento accidental dentro del
injusto, sino a la concurrencia incompleta del injusto en sí mismo”, siguiendo, en este sentido,
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de las mismas que tiene lugar en un mismo momento y plano, de manera que la
concurrencia de las referidas circunstancias, y en la medida en que ello denota un
mayor o menor desvalor de la conducta (de la acción o del resultado), o una mayor
o menor reprochabilidad, producirá una alteración de los efectos del delito de for-
ma accidental, ya modulando o graduando la pena señalada legalmente al mismo,
es decir, modificando la responsabilidad criminal derivada de lo injusto culpable
preexistente72, todo ello conforme a unas reglas comunes previstas en el artículo
66 del Código penal.
En mi opinión, estas posturas pecan, además, por pretender limitar los posibles
efectos de la concurrencia de una circunstancia, y por consiguiente de la graduación
de lo injusto o de la culpabilidad derivado de dicha concurrencia, dentro del estricto
marco preestablecido para el delito básico, afectado tan sólo por las reglas relativas
a la participación y grado de ejecución del delito, sin aceptar que el legislador haya
podido preferir, en un momento determinado, otorgar a la concurrencia de la misma
una repercusión diferente de las que con carácter general se contemplan en las tres
primeras reglas del art. 66 del Código de 1995 en su primitiva redacción73. Así, el
carácter de magnitudes graduables de lo injusto y de la culpabilidad, no significa,
en este sentido, y como ya hemos dicho, que un comportamiento pueda ser más o
menos antijurídico, ya que una conducta o es antijurídica o no lo es, pero sí es cierto
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que una determinada conducta puede revestir un mayor o un menor desvalor (tanto
en la acción como en el resultado), y del mismo modo una conducta puede ser más
o menos reprochable al sujeto. Por ello, en la medida en que injusto y culpabilidad
admiten graduación, las circunstancias que rodean al hecho permiten atribuir a esas
conductas más o menos desvaloradas, o más o menos reprochables, la sanción penal
72
En este sentido SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias..., op.
cit., p. 47 a 49.
73
Como señala ZUGALDIA ESPINAR, J-M. (Dtor.): Derecho Penal. Parte General, Ed.
tirant lo blanch, Valencia, 2002, p. 775-776, el Código emplea una diversa técnica legislativa
en materia de circunstancias, utilizando el catálogo general, configurando tipos especiales en la
Parte Especial, y ello con la finalidad de “otorgar un distinto tratamiento penológico de ambas
clases de circunstancias en sede de determinación de la pena”, operando las generales en fase
de determinación cuantitativa de la pena y las especiales en fase de determinación cualitativa
de la pena, con un nuevo marco penal abstracto, todo ello por razones preventivas y de política
criminal.
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74
Y con las reglas 1ª, 3ª, 6ª y en determinados supuestos de persistencia del fundamento
cualificado de agravación con la regla 7ª del mismo art. 66 del Código penal modificado por la
Ley Orgánica 11/2003.
75
En efecto, el capitulo III, del Título I, del Libro I del Código Penal lleva por título “De
las circunstancias que atenúan la responsabilidad criminal”, y del mismo modo, el artículo 21
comienza con la dicción: “Son circunstancias atenuantes ...”
76
Dispone concretamente el art. 68 del Código Penal: “En los casos previstos en la circuns-
tancia 1ª del artículo 21, los Jueces o Tribunales podrán imponer, razonándolo en la sentencia,
la pena inferior en uno o dos grados a la señalada por la Ley, aplicándola en la extensión que
estimen pertinente, atendidos el número y la entidad de los requisitos que falten o concurran,
las circunstancias personales del autor y, en su caso, el resto de las circunstancias atenuantes
o agravantes”. Es preciso señalar que la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, por la que
se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal contempla, para su
entrada en vigor el día 1 de octubre de 2004 , una nueva redacción para el art. 68 del siguiente
tenor: “En los casos previstos en la circunstancia primera del artículo 21, los jueces o tribunales
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A este razonamiento, además, no debe ser óbice el hecho de que una vez deter-
minado el marco penal por virtud de la concurrencia de la circunstancia eximente
de que se trate, puedan operar dentro del mismo ex post las circunstancias gene-
impondrán la pena inferior en uno o dos grados a la señalada por la ley, atendidos el número y
la entidad de los requisitos que falten o concurran, y las circunstancias personales de su autor,
sin perjuicio de la aplicación del artículo 66 del presente Código”.
77
Lo mismo sucede, como hemos visto, en el supuesto de que concurran dos o más cir-
cunstancias atenuantes o una muy cualificada, supuesto en el que el artículo 66.4ª en su
inicial redacción establece que: “Cuando sean dos o más las circunstancias atenuantes o una
sola muy cualificada, los Jueces y Tribunales, razonándolo en la sentencia, podrán imponer
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la pena inferior en uno o dos grados a la señalada por la Ley, aplicándola en la extensión
que estimen pertinente, según la entidad y número de dichas circunstancias”. Del mismo
modo, el actual art. 66.1, en su regla 2ª establece que: “2.ª Cuando concurran dos o más
circunstancias atenuantes, o una o varias muy cualificadas, y no concurra agravante algu-
na, aplicarán la pena inferior en uno o dos grados a la establecida por la ley, atendidos el
número y la entidad de dichas circunstancias atenuantes”, y la regla 4ª, contempla que: “4.ª
Cuando concurran más de dos circunstancias agravantes y no concurra atenuante alguna,
podrán aplicar la pena superior en grado a la establecida por la ley, en su mitad inferior”, y
la regla 5ª dispone: “5.ª Cuando concurra la circunstancia agravante de reincidencia con la
cualificación de que el culpable al delinquir hubiera sido condenado ejecutoriamente, al me-
nos, por tres delitos comprendidos en el mismo título de este Código, siempre que sean de la
misma naturaleza, podrán aplicar la pena superior en grado a la prevista por la ley para el
delito de que se trate, teniendo en cuenta las condenas precedentes, así como la gravedad del
nuevo delito cometido”, mientras que la 7ª establece que: “7.ª Cuando concurran atenuantes
y agravantes, las valorarán y compensarán racionalmente para la individualización de la
pena. En el caso de persistir un fundamento cualificado de atenuación aplicarán la pena
inferior en grado”.
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Se trata, pues, de que las eximentes incompletas del art. 21.1ª, si bien poseen
el carácter o nota secundaria que se proclamó presente en las circunstancias mo-
dificativas de la responsabilidad criminal, y también poseen carácter y función
accesoria e individualizadora, en la medida en que gradúan ya lo injusto, ya la
culpabilidad, sin embargo debe reconocerse que la intensidad de su operatividad
es diferente de las circunstancias generales ordinarias, y ello en la medida en que
la valoración realizada por el legislador en relación con los supuestos correspon-
dientes a las eximentes incompletas difiere sustancialmente de la valoración que el
mismo legislador realiza en los supuestos de circunstancias generales ordinarias,
lo que se traduce en consecuencias y efectos muy diferentes entre la aparición de
unas y otras. De este modo, la presencia de una eximente incompleta da lugar,
conforme las reglas contenidas en el art. 68 del Código Penal, a la aparición de
un marco penal nuevo, y tan sólo previa aquélla determinación abstracta podrán
intervenir las circunstancias generales ordinarias.
llevan a tener que rechazar los planteamientos dogmáticos que niegan el carácter
Con la inicial redacción del art. 68 del Código penal de 1995 resultaba lógico defender
78
que en este caso, no vinieran ya en aplicación las tres primeras reglas del artículo 66 en relación
con las circunstancias generales ordinarias, ya que la dicción del artículo 68 así lo ponía de
manifiesto al señalar que la pena a imponer en los casos de eximentes incompletas será la pena
inferior en uno o dos grados a la señalada por la Ley “aplicándola en la extensión que estimen
pertinente, atendidos el número y la entidad de los requisitos que falten o concurran, las cir-
cunstancias personales del autor y, en su caso, el resto de las circunstancias atenuantes o agra-
vantes”; sin embargo, tras la modificación operada al art. 68 por la Ley Orgánica 15/2003, de 25
de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código
Penal, con entrada en vigor el día 1 de octubre de 2004 , ahora, “En los casos previstos en la
circunstancia primera del artículo 21, los jueces o tribunales impondrán la pena inferior en
uno o dos grados a la señalada por la ley, atendidos el número y la entidad de los requisitos que
falten o concurran, y las circunstancias personales de su autor, sin perjuicio de la aplicación
del artículo 66 del presente Código”, es decir, ahora se contempla expresamente la aplicación
simultánea de la rebaja de la pena en uno o dos grados y la aplicación de las reglas del art. 66.
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de circunstancia general de las mismas, y nos lleva a afirmar, por el contrario, que
las mismas son circunstancias generales extraordinarias, al ser extraordinario el
efecto que produce en la rebaja de la pena. Simplemente de lo dicho se colige, con
facilidad, que el legislador ha realizado una valoración diferente de las eximentes
incompletas y de las circunstancias generales ordinarias, de manera que esa dife-
rente valoración ha dado lugar a que el legislador haya establecido una operativi-
dad situada en planos diferentes a unas y otras, por lo que, si bien no cabe admitir,
desde una perspectiva dogmática, su confusión, ello tampoco puede suponer el
tener que negarles su carácter de verdadera circunstancia a ambas.
El artículo 21.1ª del Código Penal dispone que son circunstancias atenuantes:
“Las causas expresadas en el capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los
requisitos necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos”. El
artículo 20, como ya hemos visto, contempla siete supuestos de exención de res-
ponsabilidad criminal79. En este sentido, la concurrencia de una causa de exención
de la responsabilidad criminal determina la inexistencia del delito precisamente
por la falta del correspondiente elemento al que va unida (antijuridicidad o culpa-
bilidad), de manera que si concurre una causa de justificación, el comportamiento
no será antijurídico sino lícito, y por tanto no existirá delito al faltarle al comporta-
miento un elemento esencial, y lo mismo para los casos en que concurra una causa
de inimputabilidad o de inculpabilidad, casos en los que pese a la existencia de una
acción típica y antijurídica, en la medida en que falte el elemento culpabilidad, es
decir, la reprochabilidad personal de la acción típica y antijurídica al sujeto, no
podrá existir delito. Las eximentes incompletas, por el contrario80, parten de la
concurrencia de esos elementos que se dan por supuestos, es decir, la operatividad
de una eximente incompleta se produce en el marco de un injusto culpable previo,
alcanzando significación jurídico-penológica, en la medida en que su concurrencia
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79
Los números 1º, 2º y 3º son causas de inimputabilidad, los números 4º, 5º y 7º son causas
de justificación, y el número 6º es una causa de inculpabilidad.
80
De hecho, algún autor, como OBREGÓN GARCIA, A.: “Art. 21”, en Comentarios al
Código penal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 629, sostiene que la calificación de “eximentes
incompletas” con que se designa a estas circunstancias no es la más correcta, ya que si son
incompletas no son eximentes, y por tanto más que eximentes incompletas son atenuantes ex-
traordinarias, proponiendo la sustitución de dicha expresión –que tampoco tiene apoyatura le-
gal- por otras como “cuasieximentes” o “subeximentes”. No obstante tener sentido la crítica,
en nuestro trabajo nos referiremos a estas figuras como “eximentes incompletas” por ser la
expresión que nuestra tradición jurídica ha venido empleando para referirse a estas circunstan-
cias atenuantes.
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ra bien la valoración que el legislador hace a ese menor desvalor o a ese menor
reproche que suponen las eximentes incompletas, posee una mayor intensidad y
eficacia que la valoración que el propio legislador tiene en relación con los efectos
que para el desvalor de la conducta y la reprochabilidad suponen las circunstancias
generales ordinarias, lo que se traduce, en la práctica, en la colocación de la ope-
ratividad de unas y otras en planos y momentos diferentes. Así, la consecuencia de
la aparición de una eximente incompleta determina ex art. 68 del Código Penal la
fijación de un marco penal nuevo dentro del cual podrán operar las circunstancias
generales ordinarias a posteriori, circunstancias que, como vemos, operan pues
en un momento y plano ulterior. Por consiguiente, en las eximentes incompletas
concurren las notas características de las circunstancias generales ordinarias, es
decir, su carácter secundario y su carácter accesorio o accidental, pero falta en las
mismas la tercera nota, es decir el operar de manera sistemática en un mismo plano
y momento, nota que, como hemos dicho, tan sólo se proclama de las circunstan-
cias generales ordinarias, por lo que las circunstancias eximentes incompletas
se califican, en nuestro estudio, como circunstancias generales extraordinarias,
fundamentalmente por su operatividad con mayor intensidad atenuatoria que las
ordinarias.
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Al margen de ello, y buena prueba de que la minoría de edad era una verdadera
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81
En este sentido MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., Barcelona, reimpre-
sión 1999, p. 633, nota (12) señala que las eximentes incompletas son circunstancias atenuantes
privilegiadas porque atenúan la pena en mayor medida que las ordinarias, y es evidente que
“según la terminología de la ley son circunstancias atenuantes, como afirmaba antes el art. 9 y
ahora el 21del Código Penal”. En sentido contrario, sosteniendo que no tiene relevancia la ter-
minología empleada por el Código en este punto, por existir una gran confusión terminológica
en toda esta materia, SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias..., op. cit.,
p. 43. Esta misma autora, Ibidem, p. 29, alude, en esta materia, a la existencia de una falta de
precisión metodológica potenciada por una manifiesta inconcreción terminológica.
82
CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 350. Si bien a mi juicio esta definición debería
ser matizada en el sentido de que existen circunstancias que sin operar sobre lo injusto o la
culpabilidad responden a razones estrictamente político-criminales.
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aquellos supuestos en los que el sujeto, aún no teniendo la edad cronológica que
permitiría dar entrada a la atenuante privilegiada contemplada en el art. 9.3ª, sin
embargo presentaba una edad biológica de un sujeto menor de 18 años y mayor
de 1683.
Cuestión diferente es que en la actualidad sea preciso matizar que aunque lite-
ralmente el art. 21.1ª del Código Penal se refiera como circunstancias atenuantes
a las causas expresadas “en el capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los
requisitos necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos”, en
rigor el precepto debería referirse, de forma más precisa, a las causas expresadas
en el “artículo anterior” y no en el “capítulo anterior”, y ello por cuanto la mi-
noría de edad según el art. 19 del propio texto legal, queda al margen del referido
precepto. A este respecto, la previsión contenida en el art. 69 del Código Penal y
en el art. 4 de la Ley reguladora de la responsabilidad penal de menores 5/2000 de
12 de enero, en cuanto a que las disposiciones de ésta Ley puedan ser aplicables a
los mayores de 18 años y menores de 21, siempre que concurran las condiciones
necesarias que exige dicho art. 4 citado, en modo alguno puede dar lugar a consi-
derar que nos encontremos ante un supuesto o una circunstancia de atenuación en
sentido estricto, sino exclusivamente que el agente comprendido entre los 18 y 21
años puede ser enjuiciado procesalmente -y eventualmente corregido- con arreglo
al procedimiento, trámites y por el órgano competente a la jurisdicción de Meno-
res, atendidas las circunstancias personales del inculpado y su grado de madurez.
Ley penal, que es tenido en cuenta por la misma en la medida en que su presencia
suele denotar una alteración en la gravedad de la culpabilidad o de lo injusto o
bien se contempla en la ley por razones estrictamente político-criminales, y que en
cualquiera de los casos da lugar a una afectación en la penalidad que corresponda,
precisamente por esa relevancia que su presencia supone en lo injusto, la culpa-
bilidad o por razones político-criminales, afectación que, en cualquier caso tiene
lugar, de acuerdo con las consecuencias directas o reglas que la propia ley penal
establece. Las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal se divi-
den en circunstancias del delito y circunstancias post-delictivas. Tanto unas como
otras pueden ser circunstancias generales o especiales, pero mientras que las pri-
meras pueden ser circunstancias agravantes o atenuantes, las circunstancias post-
delictivas tan sólo pueden operar como circunstancias atenuantes o privilegiantes
83
Vid. en este sentido las SSTS de 22 de noviembre de 1982 o 3 de febrero de 1991.
54
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84
Respecto a las circunstancias ubicadas en la Parte General, la doctrina suele referirse a las
mismas con expresiones como circunstancias en sentido estricto, genéricas o generales.
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85
Con un afán diferenciador entre las circunstancias que nosotros denominamos ordinarias
y las extraordinarias contempladas en la regla 4ª del artículo 66 en su primitiva redacción, es
decir, las circunstancias atenuantes muy cualificadas o la concurrencia de dos o más circunstan-
cias atenuantes, CHOCLAN MONTALVO, J.A.: “La regla 4ª del artículo 66 del Código Penal
(una interpretación adecuada al principio de culpabilidad)”. Actualidad Jurídica Aranzadi, nº
349, 2 de julio de 1998, llega a mantener que lo más correcto sistemáticamente hubiera sido el
que la consecuencia penológica establecida en la regla 4ª del art. 66 debería haber conformado
un precepto autónomo como sucede con el artículo 68 para las eximentes incompletas, con lo
que se resolverían no pocas dudas acerca de que tratamiento dispensar a la concurrencia de una
circunstancia atenuante muy cualificada o varias atenuantes y una circunstancia agravante.
86
Se trata en este caso de lo que MAQUEDA ABREU, M.L.: “El error sobre las circunstan-
cias. Consideraciones en torno al art. 6 bis a) del Código Penal”, en Cuadernos de Política Cri-
minal, núm. 21, 1983, p. 704, consideró como aquellas circunstancias que vendrían a configurar
los denominados subtipos agravados o privilegiados, es decir circunstancias que sin perder su
conexión con el tipo principal, conforman los denominados tipos cualificados, privilegiados o
no autónomos, que determinan el establecimiento de un marco penal propio y diferente del tipo
básico, marco penal dentro del cual operarán, a posteriori, las circunstancias generales.
55
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accidentales del delito, sino elementos esenciales, como sucede con determinadas
características personales en los delitos especiales propios, con las circunstancias
personales en los delitos comunes subjetivamente delimitados, o en general, con
las circunstancias conformadoras de los delitos autónomos, independientes o sui
generis.
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realidad, si bien las diferentes legislaciones se inclinan por uno u otro modelo,
en la práctica no existen sistemas puros, por lo que la doctrina que se ha ocupado
de la materia habla de la existencia de sistemas mixtos con tendencia en uno u
otro sentido87.
87
SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias modificativas de la res-
ponsabilidad criminal y artículo 66 del Código Penal, Ed. Comares, Granada, 2000, p. 7.
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88
Vid. BOLDOVA PASAMAR, M. A.: La comunicabilidad de las circunstancias y la par-
ticipación delictiva, Ed. Prensas Universitarias de Zaragoza-Ed.Civitas,1ª ed., Madrid, 1995,
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p. 38. En parecidos términos RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte
General, 9ª ed., Ed. Dykinson, Madrid, 1985, p. 690 y 691, para quien el criterio actual proce-
de del Código de 1848, cuya regulación en esta materia “permanece inalterada en sus líneas
fundamentales hasta hoy”. Se trata, como señala QUINTERO OLIVARES, G.: Derecho Penal.
Parte General. Reed. 2ª ed., Ed. Marcial Pons, Madrid, 1992, p. 598, de que nuestro sistema
responde, como característica más relevante, al denominado “sistema de catálogo”, en el que
existen dos catálogos, el de circunstancias atenuantes y el de circunstancias agravantes, a los
que debe añadirse la circunstancia mixta de parentesco o relación afectiva, y ello a diferencia
de otros sistemas, en los que el legislador se ha limitado a dar criterios orientadores o establecer
circunstancias en el marco de cada infracción penal concreta.
89
Es importante destacar que este texto legal incorpora en nuestra legislación expresamente
el principio ilustrado de legalidad penal limitando de forma muy estricta las facultades juris-
diccionales en la determinación de la pena. Así, en el art. 108 se establecía que: “Ningún juez
o tribunal podrá jamás aumentar ni disminuir las penas prescritas en la ley sino en los casos
y términos expresados en el art. 102. Tampoco podrá nunca variar, conmutar, dispensar ni
alterar, en manera alguna, las penas que la ley señale, ni dejar de aplicarlas en los casos
respectivos”.
58
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90
En el catálogo de circunstancias del Código penal de 1870 se introducen novedades res-
pecto al modelo anterior. Ahora se modifica la reincidencia limitándola a haber sido ejecutoria-
mente condenado por un delito comprendido en el mismo título del Código, se incluye como
agravante “ser vago el culpable”, se introduce una definición más completa de la alevosía, des-
aparece como agravante el delito medial, el parentesco se incorpora como circunstancia mixta
(art. 10.1), se amplia la circunstancia de estragos, se incluye la agravante de “realizar el delito
por medio de imprenta, litografía, fotografía u otro medio análogo que facilite la publicidad”
(art. 10.5) y desaparece el uso de armas como circunstancia agravante genérica; por otra parte,
el citado texto legal introduce en su art. 87 la figura de la “eximente incompleta” por primera
vez en nuestro Derecho penal.
91
Con el Código Penal de 1928 se amplió el arbitrio judicial, el catálogo de circunstancias
atenuantes (arts. 64 y 65) y el de agravantes (arts. 66, 67 y 70) así como el de mixtas (arts. 68
y 69). Vid. BELESTA SEGURA, L.: “El artículo 66 del nuevo Código Penal y el arbitrio judi-
cial”, en Actualidad Penal, año 2002, nº XXXV. Respecto a la ampliación del arbitrio judicial,
son innumerables los preceptos del Código de 1928 que hacen descansar la última decisión en
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el libre y prudente arbitrio o expresiones similares, del órgano jurisdiccional, como acontece
con los arts. 138, 140.1 y 2, 143, 151.3 y 4, 151.1, 152.2, 153, 154, 155, 156, 158.1 y 2, 159.4 y
160, de suerte que como en la misma Exposición de Motivos del Código se expone, ni todos los
delincuentes son iguales ni lo son las circunstancias en que los delitos se cometen, y por ello, y
de ahí, las diversas manifestaciones del arbitrio judicial que se otorga y amplía, arbitrio que se
hace descansar, en última instancia, en la confianza dispensada a la Magistratura española.
92
En relación a este Código, señala QUINTERO OLIVARES, G.: Derecho Penal ..., 2ª ed.,
op. cit., p. 599, que el mismo supuso la única excepción en relación con la nota de la obliga-
toriedad de apreciación de las circunstancias -que destaca como nota característica de todos
nuestros Códigos penales-, señalando que en este Código se contemplaba que “al menos una
parte de las circunstancias agravantes fueran apreciadas solamente si el Tribunal entendía que
habían tenido trascendencia en la ejecución del hecho”, en tanto que el Código de 1944 volvió
al sistema de apreciación obligatoria por parte del Juez. En el Código penal de 1932 se deroga-
ron la pena de muerte y las perpetuas, se ensanchó el círculo de algunas eximentes, se aumentó
el número de las atenuantes, se restringió el círculo de las agravaciones, se abrió el arbitrio del
juez para rebajar las penas en caso de atenuación calificada y se hizo facultativo el aumento de
la pena a todos los casos en que concurrieran circunstancias agravantes (salvo la reincidencia).
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La Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, dentro del Libro Primero
93
“Disposiciones generales sobre los delitos y las faltas, las personas responsables, las penas,
medidas de seguridad y demás consecuencias de la infracción penal”, en el Título Primero “De
la infracción penal”, en el Capítulo III “De las circunstancias que atenúan la responsabilidad
criminal” regula en el artículo 21 el catálogo de circunstancias atenuantes del siguiente modo:
Son circunstancias atenuantes: “1.ª Las causas expresadas en el capítulo anterior, cuando no
concurrieren todos los requisitos necesarios para eximir de responsabilidad en los respectivos
casos. 2.ª La de actuar el culpable a causa de su grave adicción a las sustancias mencionadas
en el número 2.º del artículo anterior. 3.ª La de obrar por causas o estímulos tan poderosos que
hayan producido arrebato, obcecación u otro estado pasional de entidad semejante. 4.ª La de
haber procedido el culpable, antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige contra él,
a confesar la infracción a las autoridades. 5.ª La de haber procedido el culpable a reparar el
daño ocasionado a la víctima, o disminuir sus efectos, en cualquier momento del procedimiento
y con anterioridad a la celebración del acto del juicio oral. 6.ª Cualquier otra circunstancia
de análoga significación que las anteriores.” Del mismo modo, en el Capítulo IV, dentro del
artículo 22, contempla el catálogo de circunstancias agravantes de la responsabilidad criminal
del siguiente modo: Son circunstancias agravantes: “1.ª Ejecutar el hecho con alevosía. Hay
alevosía cuando el culpable comete cualquiera de los delitos contra las personas empleando en
la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el
riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido. 2.ª Ejecutar
el hecho mediante disfraz, con abuso de superioridad o aprovechando las circunstancias de
lugar, tiempo o auxilio de otras personas que debiliten la defensa del ofendido o faciliten la
impunidad del delincuente. 3.ª Ejecutar el hecho mediante precio, recompensa o promesa. 4.ª
Cometer el delito por motivos racistas, antisemitas u otra clase de discriminación referente a
la ideología, religión o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que pertenezca, su
sexo u orientación sexual, o la enfermedad o minusvalía que padezca. 5.ª Aumentar deliberada
e inhumanamente el sufrimiento de la víctima, causando a ésta padecimientos innecesarios para
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la ejecución del delito. 6.ª Obrar con abuso de confianza. 7.ª Prevalerse del carácter público que
tenga el culpable. 8.ª Ser reincidente. Hay reincidencia cuando, al delinquir, el culpable haya
sido condenado ejecutoriamente por un delito comprendido en el mismo título de este Código,
siempre que sea de la misma naturaleza. A los efectos de este número no se computarán los an-
tecedentes penales cancelados o que debieran serlo”. Además, en el capítulo V se regula, dentro
del artículo 23, la denominada circunstancia mixta de parentesco, del siguiente modo: “Es
circunstancia que puede atenuar o agravar la responsabilidad, según la naturaleza, los motivos
y los efectos del delito, ser o haber sido el agraviado cónyuge o persona que esté o haya estado
ligada de forma estable por análoga relación de afectividad, o ser ascendiente, descendiente o
hermano por naturaleza o adopción del ofensor o de su cónyuge o conviviente.”; la redacción
de éste último precepto ha sido dada por el artículo primero, número uno de la Ley Orgánica
11/2003, de 29 de septiembre, BOE de 30 de septiembre de 2003, de medidas concretas en ma-
teria de seguridad ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros, que
ha modificado el Código penal en varios preceptos y que entró en vigor el día 1 de octubre de
2003. La redacción originaria del Código penal de 1995 en relación con esta circunstancia era
la siguiente: “Es circunstancia que puede atenuar o agravar la responsabilidad según la natu-
raleza, los motivos y los efectos del delito, ser el agraviado cónyuge o persona a quien se halle
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que toca a las circunstancias atenuantes, por adscribirse al sistema mixto, es decir,
enumerando una serie de atenuantes en el catálogo y añadiendo al final una cláu-
sula general para permitir a los tribunales la apreciación de otras que no constan
de forma determinada en el catálogo –a través de la llamada atenuante de análoga
significación94-, y por lo que respecta a las circunstancias agravantes, el nuestro
es un sistema, como corresponde a un país liberal-democrático, de determinación
taxativa.
ligado de forma estable por análoga relación de afectividad, ascendiente, descendiente o her-
mano por naturaleza, por adopción o afinidad en los mismos grados del ofensor”. Por último,
es interesante señalar el catálogo de causas de exención de la responsabilidad criminal previstas
en el art. 20, toda vez que, como hemos visto, las circunstancias atenuantes 21.1ª, 21.2ª y 21.6ª
así lo requieren. Así, dentro del Capítulo II “De las causas que eximen de la responsabilidad cri-
minal”, del Título I, del Libro I del Código Penal, en el artículo 20, se contempla un catálogo de
causas de exención de la responsabilidad criminal del siguiente tenor: Están exentos de respon-
sabilidad criminal: “1.º El que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier
anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme
a esa comprensión. El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido
provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o debido prever
su comisión. 2.º El que al tiempo de cometer la infracción penal se halle en estado de intoxica-
ción plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias
psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos, siempre que no haya sido buscado con
el propósito de cometerla o no se hubiese previsto o debido prever su comisión, o se halle bajo
la influencia de un síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia de tales sustancias, que
le impida comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión. 3.º El que,
por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia, tenga alterada
gravemente la conciencia de la realidad. 4.º El que obre en defensa de la persona o derechos
propios o ajenos, siempre que concurran los requisitos siguientes: Primero. Agresión ilegítima.
En caso de defensa de los bienes se reputará agresión ilegítima el ataque a los mismos que
constituya delito o falta y los ponga en grave peligro de deterioro o pérdida inminentes. En
caso de defensa de la morada o sus dependencias, se reputará agresión ilegítima la entrada
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indebida en aquélla o éstas. Segundo. Necesidad racional del medio empleado para impedirla o
repelerla. Tercero. Falta de provocación suficiente por parte del defensor. 5.º El que, en estado
de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno lesione un bien jurídico de otra persona o in-
frinja un deber, siempre que concurran los siguientes requisitos: Primero. Que el mal causado
no sea mayor que el que se trate de evitar. Segundo. Que la situación de necesidad no haya sido
provocada intencionadamente por el sujeto. Tercero. Que el necesitado no tenga, por su oficio
o cargo, obligación de sacrificarse. 6.º El que obre impulsado por miedo insuperable. 7.º El que
obre en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo. En
los supuestos de los tres primeros números se aplicarán, en su caso, las medidas de seguridad
previstas en este Código”.
94
Vid. PUIG PEÑA, F.: Derecho Penal. Parte General (vol.1), 7ª ed., Ed. Mateu Cromo Artes
Gráficas, Madrid, 1988, p. 415, quien señala que en relación con las circunstancias atenuantes
existen cuatro sistemas: el sistema de configuración genérica de circunstancias atenuantes, con-
forme al cual las mismas son de libre apreciación por el juzgador; el sistema de determinación
específica o taxativa de circunstancias atenuantes, conforme al cual el juzgador debe atenerse
estrictamente a las circunstancias señaladas expresamente por la norma, fuera de las que no cabe
que el órgano jurisdiccional aprecie alguna; el sistema mixto, conforme al que simultáneamente
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En cualquiera de los casos, el encorsetamiento del aplicador del Derecho debe ser
más aparente que real, ya que éste siempre podrá interpretar las normas relativas a las
a la previsión expresa de atenuantes se abre la posibilidad a dar entrada a otras –como sucede en
nuestro Derecho con la atenuante de análoga significación del art. 21.6ª-, y por último el sistema
que conecta directamente las circunstancias atenuantes con las figuras delictivas concretas de la
Parte Especial o con las penas, desconectando las mismas de la Parte General.
95
Ahora bien, es innegable que nuestro sistema, da un cierto margen de maniobra al Juzga-
dor, al menos en lo tocante a las circunstancias atenuantes, ya que no ha optado por un sistema
de numerus clausus en el catálogo de circunstancias sino que ha instaurado, como hemos re-
ferido, un modelo mixto en el que se combinan las ventajas del catálogo cerrado –seguridad
jurídica- con una cláusula general (art. 21.6ª) que permite la apreciación de atenuaciones no
previstas específicamente en el catálogo. Por otra parte, cuando el artículo 66 en su regla 1ª
-en su primitiva redacción-, contempla en orden a la individualización judicial de la pena, la
posibilidad de que el órgano jurisdiccional pueda recorrer todo el marco abstracto de la pena
para el supuesto de que no concurran circunstancias atenuantes ni agravantes o concurran unas
y otras, debiendo atender a la mayor o menor gravedad del hecho y a las circunstancias del de-
lincuente, es obvio que está dejando en manos del Juzgador un margen de maniobra no escaso.
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Ahora bien, es evidente que en la medida en que la resolución que sobre el particular adopte el
órgano jurisdiccional debe ser motivada, no podemos confundir la discrecionalidad judicial con
la arbitrariedad. En estos supuestos, los jueces deben amoldarse a los parámetros fijados por la
Ley, y razonar en la sentencia la individualización fijada. Así, no concurriendo circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal, o hallándonos ante una situación de pluriconcu-
rrencia de circunstancias atenuantes y agravantes, el Juzgador podrá recorrer todo el marco de
la pena que la ley fija al delito, pero deberá individualizar la pena en ese marco, en atención a las
circunstancias personales del delincuente y a la mayor o menor gravedad del hecho, debiendo
razonar en la sentencia su decisión individualizadora, y ello a los oportunos efectos de colmar
la tutela judicial efectiva del sujeto y posibilitar la revisión por instancias superiores al órgano
decisor. De todas formas hay que reconocer que por parte de un determinado sector doctrinal
se ha criticado el modelo español, propugnando las ventajas del modelo alemán. Vid. BACI-
GALUPO ZAPATER, E.: “La individualización de la pena en la reforma penal”, en la Revista
de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, monográfico, nº 3, 1980, p. 65 y
ss. En realidad puede afirmarse que si bien en un primer momento la contemplación expresa en
los textos legales de las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal respondió
al fundamental deseo de limitar el excesivo arbitrio judicial, en la actualidad el significado de
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tal categoría hay que conectarlo más bien a que la seguridad jurídica -en conjunción con el
principio de proporcionalidad- exigen una precisa configuración legislativa de los supuestos
de hecho conformadores de las infracciones penales y la consiguiente determinación y concre-
ción de la pena correlativamente al grado de injusto y culpabilidad concurrentes. El legislador
configura las infracciones penales con diversas técnicas legislativas y merced a determinadas
circunstancias que en unas ocasiones constituyen elementos esenciales de la infracción, y en
otras ocasiones constituyen elementos accidentales, es decir, elementos que no constituyen ni
excluyen la presencia del delito, sino que únicamente lo modifican en su gravedad –supuesto en
el que estrictamente podremos hablar de circunstancias modificativas de la responsabilidad-.
96
En este sentido, como señala la STS de 25 de julio de 2000: “La jurisprudencia se ha
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98
Vid. SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias modificativas de la res-
ponsabilidad criminal y artículo 66 del Código Penal, Ed. Comares, Granada, 2000, p. 10, nota (9).
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 207 a 220, también excluye del concepto de circuns-
tancias a las que aún reconociendo que lo son materialmente, sirven para conformar tipos cualificados
o privilegiados en la Parte Especial, ya que son, según esta autora, elementos esenciales por conformar
unidades valorativas nuevas. ALONSO ALAMO tras sostener que estas características guardan con
las circunstancias generales “vínculos y afinidades significativas”, y reconocer que no resulta posible
realizar una distinción entre ellas en el plano ontológico, sostiene que legislativamente un mismo dato
puede ser valorado bien como elemento esencial, bien como circunstancia, de manera que las caracte-
rísticas que son empleadas por el legislador para diferenciar los delitos entre sí, o bien éstos de los he-
chos irrelevantes para el Derecho penal deben ser considerados elementos esenciales, en tanto que las
características tenidas en cuenta por el legislador simplemente para aumentar o disminuir la pena legal,
son circunstancias en sentido estricto, concluyendo con que: “Si una característica forma parte de la
descripción de la acción punible y la ley establece frente a ella una penalidad autónoma, aumentada
o disminuida, ese hecho o característica no es circunstancia”.
99
Así, CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 351, señala que: “En el concepto de circunstancia
están comprendidas no sólo las atenuantes y agravantes comunes o generales, aplicables en principio
en todos o en varios delitos, comprendidas en los artículos 21, 22 y 23 del Código Penal, sino también,
en un sentido amplio, las que sirven para formar tipos atenuados (privilegiados) o agravados (califi-
cados) en la Parte especial del Código”. MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal.
Parte General, 4ª ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, op. cit., p. 544 diferencian entre circuns-
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tancias generales –contempladas en los artículos 21 a 23- y que en principio proyectan su operatividad
sobre todos los delitos de la Parte Especial –salvo los supuestos de inherencia que se verán en su mo-
mento- y las circunstancias específicas previstas en determinados tipos penales de la Parte Especial.
100
BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE, I.: Lecciones de Derecho Penal. Parte General,
(Berdugo, Arroyo Zapatero y otros), 2ª ed., Ed. Praxis, Barcelona, 1999, p. 313.
101
ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: “La individualización de la pena en el borrador de parte
general del anteproyecto de Código Penal de 1990” en Cuadernos de Política Criminal, núm.
44, p. 465, proponía la eliminación del catálogo de circunstancias atenuantes, de suerte que
tales circunstancias fueran de libre apreciación por los tribunales en una suerte de numerus
apertus, como acontece con la atenuante de análoga significación, y también la eliminación
del catálogo de circunstancias agravantes, debiendo éstas incorporarse en los tipos de la parte
especial, defendiendo al mismo tiempo la eliminación de las reglas de determinación de la pena
vinculadas al catálogo de circunstancias. A la hora de determinar la pena, lo fundamental, en
opinión de éste autor es atender a la personalidad del autor y las repercusiones de la pena en
su resocialización, de suerte que debería admitirse la posibilidad de rebaja de la pena en grado
aunque haya circunstancias agravantes, si hay atenuantes de especial significación, y asimismo
debería evitarse el atender a razones de prevención general a la hora de individualizar la pena.
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aquellas conductas humanas que desea evitar por implicar las mismas la lesión
o puesta en peligro de los valores e intereses más esenciales para la comunidad.
Así pues, el legislador, a la hora de elaborar el catálogo de conductas prohibi-
das, selecciona y cataloga conductas humanas que estima lesivas, o en cual-
quier caso peligrosas e inadecuadas para la conservación de los valores dignos
de protección, asignando a las mismas una determinada sanción penal. Ahora
bien, llegados a este punto, debemos situar el papel y esencia que presentan las
circunstancias. Las circunstancias son, como ya hemos visto, datos, hechos o
relaciones concretas y determinadas contempladas por la ley y que miden, en
general, la gravedad de lo injusto y de la culpabilidad, salvados los supuestos
que aludía Aristóteles, no es tarea fácil. Cristián Tomasio, en su época (s. XVII-XVIII) y a la
hora de tratar sobre la naturaleza de las cosas aludía también a la “difficilis quaestio de natura
naturae”.
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Señala en este sentido DELPINO, L.: Diritto Penale. Parte Generale, Edizioni Giuridi-
104
che Simone, Napoli, p. 437, que la ratio essendi de las circunstancias reside en la exigencia
de adecuar la pena al real desvalor del hecho, atribuyendo relevancia a situaciones o factores,
diversos de los elementos constitutivos del delito, cuya presencia da lugar o determina una
agravación o una atenuación de la pena.
105
Visto el tema que nos ocupa desde otra perspectiva, en Italia, para MALINVERNI
A.: “Circostanze del reato”, en Enciclopedia del Diritto, VII, Ed. Giuffrè, Milano, 1960,
p. 69, la catalogación de las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal
viene a responder a una suerte de “progresivo acercamiento” de la pena al delito y al reo;
se trataría, como señala ZAZA, C.: Le circostanze del reato, Vol. I, Elementi generali e
circostanze comuni, Ed. Cedam, Padova, 2002, p. 69, de colmar la distancia existente entre
la pena legalmente prevista para el delito tipificado y la realidad; para ROMANO, M.:
Commentario sistematico del codice penale, V. I, 2ª ed. ren. y amp., Ed. Giuffré, Milano,
1995, p. 594, las circunstancias especifican las figuras del delito de las que son accesorias,
reduciendo la separación entre las previsiones de cada uno de los tipos de ilícito y la va-
riedad de los modos en los que los hechos se presentan en la realidad. Las circunstancias,
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Ahora bien, si esto es así, no es menos cierto que la estructura esencial del delito
no es monolítica sino que generalmente admite la inclusión en su seno de diversos
elementos que pueden aparecer o no en un determinado supuesto delictivo. En
este sentido, por ejemplo el dolo o el resultado son elementos que pertenecen a la
estructura esencial del delito, pero su falta no determina necesariamente, y en todo
caso, la inexistencia del delito, ya que cabe la posibilidad de que en un determina-
do caso la ausencia del dolo vaya pareja a la existencia de imprudencia –siempre
que el comportamiento imprudente resulte punible-, y lo mismo en relación con los
supuestos de ausencia del resultado, ya que su falta impide la consumación de los
delitos de resultado, pero no impide la presencia de la tentativa de delito ni la pre-
sencia de un delito de mera actividad –si se admitiera tal figura-; en estos casos, el
dolo y el resultado no dejan de ser elementos pertenecientes a la estructura esencial
del delito y no se trata, obviamente de elementos accidentales, o de circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal, y ello es así por cuanto, conforme a
la tesis aquí sustentada, el dolo y el resultado aunque materialmente pudiera defen-
derse que implican una agravación respecto al supuesto imprudente o a la tentativa
de delito o al delito de mera actividad paralelos –discutible especialmente en este
último supuesto-, jamás podrían ser considerados como meras “circunstancias”
que se limiten a modificar la responsabilidad criminal ni a cumplir una función
accesoria o secundaria, sino que vienen a configuran un delito con sustantividad
propia como sucede con cualquier elemento de un tipo básico.
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Una de las principales diferencias entre las circunstancias genéricas y las espe-
cíficas es de orden dosimétrico107, lo que se pone de manifiesto en dos considera-
ciones: por una parte en que las específicas determinan de ordinario una diferencia
de tratamiento punitivo más acusado que las generales, y en segundo lugar, las
circunstancias específicas suelen actuar en la determinación del marco punitivo
previo a la intervención de las circunstancias generales, aunque como hemos visto
las circunstancias generales extraordinarias también determinan un nuevo marco
punitivo de acuerdo, por ejemplo, con las reglas del artículo 68 y 4ª del artículo
66 del Código penal de 1995 en su primitiva redacción, al igual que acontece con
la minoría de edad. Por otra parte, la pertenencia de unas y otras a diferentes ele-
mentos del delito determina consecuencias diferentes, por ejemplo, en cuanto al
tratamiento de su eventual compensación. Así, podemos adelantar que la pertenen-
cia de las circunstancias generales ordinarias a la antijuridicidad o culpabilidad
permitirá su compensación de acuerdo con las reglas legales, lo que no sucede con
las circunstancias especiales o específicas referidas a lo injusto, ya que sobre las
mismas, al pertenecer al tipo, existe una interdicción de realizar transacciones.
107
BOLDOVA PASAMAR, M.A.: La comunicabilidad ..., op. cit., p. 44 y 45.
108
Así, entre otras muchas, en la STS de 10 de noviembre de 2000 se alude a la circunstancia
agravante de disfraz como circunstancia de “naturaleza objetiva”, o en la STS de 8 de noviem-
bre de 2001 en la que se alude a la circunstancia de obrar por causas o estímulos tan poderosos
que hayan producido arrebato, obcecación u otro estado pasional de entidad semejante “de
naturaleza inequívocamente subjetiva”.
109
Vid. MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed.,
Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, op. cit., p. 546, señalando que la distinción entre circuns-
tancias objetivas y subjetivas en atención a si suponen una modulación de lo injusto o de la
culpabilidad es una distinción que “requiere muchas matizaciones”. COBO DEL ROSAL, M.-
VIVES ANTÓN, T.S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 882 a 886 tras recono-
cer que la clasificación entre circunstancias objetivas, subjetivas y mixtas ha sido el criterio más
ampliamente difundido en la doctrina y jurisprudencia, acaban reconociendo la gran confusión
existente desde que SILVELA incurriera en el error de identificar configuración legal, natura-
leza y fundamento de las circunstancias, reconociendo que ha existido una gran impropiedad
en la utilización de los términos objetivo y subjetivo por parte de la doctrina en esta materia
al tratar de afirmar la naturaleza de las circunstancias conforme a uno u otro término. Vid.
68
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Ahora bien, sentado lo anterior, es preciso adelantar ya que, hoy en día, superadas
concepciones dogmáticas pretéritas -caracterizadas por la rigidez en la separación de
1987, p. 448; STEFANI, G.: Droit pénal général (Gaston Stefani, Georges Levasseur, Bernard
Bouloc), Ed. Dalloz, 14º ed., Paris, 1992, p. 443; aunque es preciso señalar que tal distinción
ha sido objeto de arduas críticas doctrinales por su inoperatividad, en la práctica, por no pocos
autores y en la medida en que las circunstancias subjetivas o personales implicaban el reflejo de
determinadas características propias del agente o de sus relaciones personales con la víctima o
determinadas actitudes personales específicas de tipo subjetivo, se hizo derivar de la pretendida
naturaleza subjetiva o personal su estricta aplicación sólo en el agente al que iban referidas, de
suerte que no podrían comunicarse ni a los cómplices ni a los coautores; del mismo modo, las
circunstancias reales u objetivas eran inherentes al hecho principal, y por ello resultaban comu-
nicables a los restantes partícipes en el delito en la medida en que tales circunstancias objetivas
iban referidas a la misma estructura material del hecho ilícito. Es decir, no sólo en España, sino
también en otros países de nuestro entorno cultural próximo, como en Francia, se hizo depender
la comunicabilidad de las circunstancias de la naturaleza reconocida a las mismas. Finalmente,
en Francia, al igual que sucedió en nuestro pais, las críticas a la distinción entre la naturaleza
subjetiva y objetiva de las circunstancias derivó en el reconocimiento del carácter mixto de
las mismas. Vid. BOUZAT, P.: Traité de droit pénal et de criminologie (Pierre Bouzat et Jean
Pinatel), 2ª ed., Ed. Dalloz, Paris, 1970, p. 767; GARRAUD, R.: Traité théorique et pratique du
droit pénal français, vol. III, 3ª ed., Ed. Recueil Sirey, París, 1916, p. 171; JEANDIDIER, W.:
Droit pénal general, 2ª ed., Ed. Dalloz, París, 1991, p. 319; MERLE, R.: Traité de Droit Cri-
minel (Roger Merle, Andre Vitu), I, Problemes generaux de la sciencie criminelle. Droit penal
general, 6ª ed., Ed. Cujas, París, 1984, p. 661; RASSAT, M.L.: Droit pénal, Ed. Presses Uni-
versitaires de France, París, 1987, p. 584; STEFANI, G.: Droit pénal général (Gaston Stefani,
Georges Levasseur, Bernard Bouloc), Ed. Dalloz, 14º ed., Paris, 1992, p. 243. En nuestro país,
la doctrina más autorizada ha terminado por aceptar que todas las circunstancias son realmente
mixtas o heterogéneas, al componerse al mismo tiempo de elementos objetivos y subjetivos.
Vid. SALINERO ALONSO, C.: “Naturaleza jurídica, fundamento y comunicabilidad de las
circunstancias modificativas” en Libro Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos, In memoriam,
Vol. I, Ed. Universidad de Salamanca-Universidad de Castilla-La Mancha, (Dtores. L. ARRO-
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a la personalidad del ofensor; para éste autor, tales circunstancias no deberían denominarse cir-
cunstancias “del delito”, sino que la doctrina debería referirse a las mismas como circunstancias
referidas a los índices de la personalidad del “sujeto”. Vid. MALINVERNI, A.: “Circostanze
del reato”, en Enciclopedia del Diritto, VII, Ed. Giuffrè, Milano, 1960, p. 67.
112
Que tan sólo tendría sentido mantener si permaneciésemos anclados en la orientación
formal-positivista, afortunadamente superada.
113
En este sentido BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual..., 1989, op. cit., p. 362 señala que la
clasificación y diferenciación entre circunstancias objetivas, subjetivas y mixtas –proveniente
en última instancia de la tendencia causalista de dividir el delito en su aspecto objetivo y su
aspecto subjetivo- resulta incongruente con la actual concepción del delito en la medida en que
no cabe una separación tajante entre lo objetivo y lo subjetivo del delito.
114
En el mismo sentido SALINERO ALONSO, C.: “Naturaleza jurídica, fundamento y co-
municabilidad de las circunstancias modificativas” en Libro Homenaje al Dr. Marino Barbero
Santos, In memoriam, Vol. I, Ed. Universidad de Salamanca-Universidad de Castilla-La Man-
cha, (Dtores. L. ARROYO ZAPATERO, I. BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE), 1ª ed., 2001,
p. 1299.
71
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Ahora bien, si esto es así, hay que reconocer, no obstante, que por un sector
importante de la doctrina así como por la jurisprudencia, se ha venido tradi-
cionalmente vinculando el carácter y naturaleza objetiva de determinadas cir-
cunstancias a la antijuridicidad, y su comunicabilidad a la previsión del artículo
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60.2 del Código Penal derogado, que viene a ser el artículo 65.2116 del vigente
115
Con la orientación sistemática finalista y la restricción de la culpabilidad al juicio de repro-
che personal contra el autor que pudo actuar de otro modo, se produjo un desplazamiento del dolo
natural –desprovisto de la conciencia de la antijuridicidad- y de la culpa -como infracción objetiva
del deber de cuidado- al tipo subjetivo del delito, restando a la culpabilidad tan sólo el análisis de
la voluntad de acción criminal (la imputabilidad del sujeto, la conciencia de la antijuridicidad y
la exigibilidad de la conducta). La tipicidad pues, a partir de este estadio evolutivo, incluye tanto
elementos objetivos como subjetivos, de manera que ahora no se trata ya de que los elementos
subjetivos sean excepciones presentes tan sólo en determinados tipos penales –como acontecía
con los planteamientos dogmáticos de la orientación teleológico-valorativa-, sino que forman
parte del dolo o de la misma finalidad del sujeto, y por tanto del tipo subjetivo de cualquier delito.
La subjetivización de la antijuridicidad provocó también la necesidad de defender un injusto per-
sonal, y al mismo tiempo se acabó admitiendo que lo injusto no se agotaba en el daño social del
hecho, es decir en el desvalor de resultado, sino que también comprendía el desvalor de acción.
116
Dispone el art. 65.2 del Código Penal que las circunstancias que consistan: “... en la
ejecución material del hecho o en los medios empleados para realizarla, servirán únicamente
72
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Código Penal, en tanto que, al mismo tiempo, han venido vinculando el carác-
ter y naturaleza subjetiva de determinadas circunstancias a la culpabilidad y su
comunicabilidad a la previsión del número 1 del artículo 60 del Código Penal
derogado, que viene a ser ahora el artículo 65.1117 del mismo cuerpo legal118.
Esta vinculación ha sido criticada fuertemente por diversos autores119, y ello en
el sentido de que, en primer lugar, el propio Código, en el artículo 65.1 y 2 para
nada alude a un supuesto carácter objetivo o subjetivo de las circunstancias a
las que se refiere, sino que las reglas previstas en dicho precepto, van dirigidas
a las circunstancias en función del respectivo carácter personal de las mismas
–apartado primero- o de su referencia a la ejecución del hecho –apartado segun-
do-120, mientras que, en segundo lugar, ha sido la propia evolución de la teoría
general del delito la que de alguna manera deja sin sentido –que tal vez pudiera
tenerlo para la concepción clásica del delito- esa división y separación radical
entre lo objetivo y lo subjetivo y la atribución de lo objetivo a la antijuridicidad
y la atribución de lo subjetivo a la culpabilidad, pues hoy nadie duda ya, por
ejemplo, de la existencia de elementos subjetivos de lo injusto y de elementos
para agravar o atenuar la responsabilidad de los que hayan tenido conocimiento de ellas en el
momento de la acción o de su cooperación para el delito”.
117
Dispone el art. 65.1 del Código Penal de 1995, en su redacción original, que: “Las cir-
cunstancias agravantes o atenuantes que consistan en la disposición moral del delincuente, en
sus relaciones particulares con el ofendido o en otra causa personal, servirán para agravar
o atenuar la responsabilidad sólo de aquellos en quienes concurran”; tras la reforma operada
por la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, con entrada en vigor el día 1de octubre de
2004 el apartado primero del art. 65 quedó redactado del siguiente modo: “Las circunstancias
agravantes o atenuantes que consistan en cualquier causa de naturaleza personal agravará o
atenuarán la responsabilidad sólo de aquéllos en quienes concurran”.
118
El artículo 65 del Código Penal de 1995, en su literalidad originaria, presenta una redac-
ción prácticamente idéntica a la del art. 60 del Código Penal anterior. Vid. CEREZO MIR, J.:
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Derecho Penal. Parte General. Lecciones, 2ª ed., UNED, Madrid, 2000, p. 204.
119
DIEZ RIPOLLES, J.L.: “Naturaleza de las circunstancias modificativas, su referencia a
los elementos del delito y el artículo 60 del Código penal español”, en Anuario de Derecho Pe-
nal y Ciencias Penales, T. XXX, 1977, p. 641 a 649; SALINERO ALONSO, C.: Teoría general
de las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal y artículo 66 del Código
Penal, Ed. Comares, Granada, 2000, p. 55 a 64; COBO DEL ROSAL, M.-VIVES ANTÓN,
T.S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 883 y 884. BOLDOVA PASAMAR,
M.A.: Op. cit., p. 59 a 68.
120
Es preciso advertir en este momento que ni siquiera puede afirmarse, al contrario de
lo que refieren algunos autores (Vid. BOLDOVA PASAMAR, M.A.: La comunicabilidad ...,
Op. cit., p. 62 nota 96) que todo lo subjetivo sea personal y por ende incomunicable, ya que
por ejemplo, reconociendo el aspecto subjetivo de lo injusto, no puede negarse que la parti-
cipación en lo injusto implica la participación tanto en el aspecto objetivo como en el subje-
tivo, por tanto no puede afirmarse que todo lo subjetivo sea personal e intransferible (podrá
admitirse, eso sí, que los elementos subjetivos vinculados a la culpabilidad sean personales e
intransferibles, más no podrá predicarse tal carácter de los elementos subjetivos vinculados
a lo injusto).
73
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124
El caso concreto es también un factor importante a tener en cuenta por cuanto existen
circunstancias que sin ser puramente personales ni ejecutivas, es decir, siendo mixtas, su sen-
tido teleológico puede variar dependiendo del caso concreto. Vid. SALINERO ALONSO, C.:
Teoría general de las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal y artículo 66
del Código Penal, Ed. Comares, Granada, 2000, p. 73 y 74.
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125
DIEZ RIPOLLES, J.L.: “Naturaleza de las circunstancias modificativas, su referencia
a los elementos del delito, y el artículo 60 del Código penal español”, en Anuario de Derecho
Penal y Ciencias Penales, T.XXX, 1977, p. 649.
126
Para SALINERO ALONSO, C.: “Naturaleza jurídica, fundamento y comunicabilidad de
las circunstancias modificativas” en Libro Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos, In memo-
riam, Vol. I, Ed. Universidad de Salamanca-Universidad de Castilla-La Mancha, (Dtores. L.
ARROYO ZAPATERO, I. BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE), 1ª ed., 2001, p. 1299 se trata
de una clasificación no sólo injustificada, sino “altamente perturbadora y nociva” en relación
con el tema de la pretendida naturaleza jurídica de las circunstancias.
127
Tal vez sea preferible el planteamiento que sostiene al respecto SALINERO ALONSO,
C.: “Naturaleza jurídica, fundamento y comunicabilidad de las circunstancias modificativas” en
Libro Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos, In memoriam, Vol. I, Ed. Universidad de Sala-
manca-Universidad de Castilla-La Mancha, (Dtores. L. ARROYO ZAPATERO, I. BERDUGO
GOMEZ DE LA TORRE), 1ª ed., 2001, p. 1304, al señalar que no cabe hablar de la “naturaleza
jurídica” de las circunstancias como si se tratara de algo único para todas las circunstancias
agravantes o atenuantes, sino que tan sólo cabe referirse, stricto sensu, a la naturaleza de cada
concreta circunstancia analizada.
75
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128
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 370, 400. Asimismo, en su artículo “Cir-
cunstancias del delito e inseguridad jurídica”, en Circunstancias modificativas de la responsa-
bilidad criminal, Cuadernos de Derecho Judicial, Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
marzo de 1995, p. 53, sostiene que las circunstancias forman parte del tipo, entendido este en
sentido amplio, o tipo conjunto, integrador del tipo de lo injusto y del tipo de la culpabilidad,
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reconociendo que no forman parte del tipo de lo injusto ni del tipo de la culpabilidad en sentido
estricto.
129
CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 96 y 97.
130
QUINTERO OLIVARES, G.: Derecho Penal..., 2ª ed., op. cit., p. 606, coincide en sos-
tener que “indudablemente las circunstancias modificativas genéricas no pertenecen al tipo de
delito”.
131
Por el contrario defienden que poseen naturaleza típica las circunstancias generales:
GIMBERNAT ORDEIG, E.: “Algunos aspectos de la reciente doctrina jurisprudencial sobre
los delitos contra la vida (dolo eventual, relación parricidio-asesinato)”, Anuario de Derecho
Penal y Ciencias Penales, Tomo XLIII, Fas.II, 1990, p. 434 y 435; MAQUEDA ABREU, M.L.:
“El error sobre las circunstancias. Consideraciones en torno al art. 6 bis a) del Código Penal”,
Cuadernos de Política Criminal, nº 21, 1983, p. 711 y PEREZ ALONSO, E.J.: Op. cit., p. 117,
señalando este autor que: “todas las circunstancias del delito, ya sean genéricas o específicas,
tienen la misma naturaleza típica, es decir, son elementos conformadores del tipo penal corres-
pondiente, al que vienen a graduar en su gravedad”.
132
En el mismo sentido ZAZA, C.: Le circostanze del reato, Vol. I, Elementi generali e cir-
costanze comuni, Ed. Cedam, Padova, 2002, p. 13.
76
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133
Es decir, en el caso de admitir la naturaleza típica de las circunstancias generales referi-
das a lo injusto, tendría que admitirse que el tipo de lo injusto sufriera transacciones, lo que no
resulta admisible dogmáticamente; por otra parte, la consideración de que las circunstancias
generales referidas a la gravedad de lo injusto pertenecen a la antijuridicidad y admiten com-
pensaciones, resulta congruente con este elemento del delito al que no es ajeno otro similar
supuesto de ponderación como la relativa a intereses. Vid. BOLDOVA PASAMAR, M.A.: La
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Vaya por delante, sin perjuicio de lo que más adelante se dirá, que por lo que
toca al fundamento o razón de ser de las circunstancias, en este trabajo –e inde-
pendientemente de lo ya dicho- se defiende que las mismas presentan un doble
fundamento: dogmático y político-criminal140.
de tal suerte que esas circunstancias especiales no forman parte del tipo, no son típicas,
sino que pertenecen a la antijuridicidad, que no es así una categoría puramente negativa.
La antijuridicidad integraría así a las circunstancias genéricas referidas a lo injusto y a
las circunstancias especiales no integradas en el tipo de lo injusto. De alguna manera
vendría admitiendose así, en relación con las circunstancias especiales que no se integran
en el tipo de lo injusto, la existencia de una suerte de delito circunstanciado, si bien,
obviamente, debe señalarse de nuevo, que en nuestro Derecho no existe un precepto que
permita su compensación con las circunstancias generales.
138
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 413 y ss. 436 ss., 439. En este senti-
do, la posición que defiende ALONSO ALAMO, consiste en sostener que los preceptos de la
Parte Especial son normas penales incompletas, y ello por cuanto la materia de prohibición
que contienen no se limita al simple contenido del precepto concreto de la Parte Especial, sino
que puede venir, en determinados casos, complementada por, entre otros preceptos, las cir-
cunstancias descritas en la Parte General del Código –a las que hemos llamado circunstancias
generales-. De esta manera, se sostiene con esta postura, habría que defender la existencia de
un tipo amplio o conjunto, dentro del cual habría que ubicar, por una parte, al tipo de lo injus-
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to, a su vez dividido en tipo subjetivo y tipo objetivo, y por el tipo de la culpabilidad. En este
sentido, las circunstancias pueden operar y por tanto ir referidas, -formando parte del mismo- al
tipo objetivo, al tipo subjetivo (ambos integrados dentro del tipo de lo injusto), y al tipo de la
culpabilidad, y de ese modo graduarían lo injusto o la culpabilidad en función de la categoría
dogmática sobre la que actúen.
139
LANDECHO VELASCO, C.M.-MOLINA BLÁZQUEZ, C.: Derecho Penal Español.
Parte General, Ed. Tecnos, 5ª ed., Madrid, 1996, op. cit., p. 243 admiten la posibilidad de ha-
blar de un “tipo de la culpabilidad” en referencia al conjunto de presupuestos necesarios para
que una conducta sea culpable, aunque acaban admitiendo que se trata de una expresión poco
usada en Derecho Penal.
140
Otros autores, como SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal y artículo 66 del Código Penal, Ed. Comares,
Granada, 2000, p. 86, sostienen asimismo que las circunstancias presentan un doble funda-
mento: dogmático o político-criminal, afirmando el fundamento dogmático de la mayoría y el
político-criminal de algunas, no obstante nosotros defendemos un doble fundamento de todas
las circunstancias, si bien debe reconocerse que en la mayoría prima el fundamento dogmático
sobre el político-criminal y en una minoría éste sobre aquél.
78
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Por otra parte es preciso señalar que entre las circunstancias generales o espe-
ciales y los elementos esenciales a los que van referidas, no existen diferencias
ontológicas o materiales, lo que explica que el artículo 67 excluya de las reglas
del artículo 66 (relativas a la determinación de la pena en función de la concu-
rrencia o no de las circunstancias) a las circunstancias agravantes o atenuantes
que la ley haya tenido en cuenta al describir o sancionar una infracción, ni a las
141
En este sentido, por ejemplo COBO DEL ROSAL, M.-VIVES ANTÓN, T.S.: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 887, quienes tras reconocer que hablar de la naturaleza
objetiva o subjetiva de las circunstancias resulta una impropiedad, señalan que se trata de cau-
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que sean de tal manera inherentes al delito que sin la concurrencia de ellas no
podría cometerse 142.
Sentado esto, baste añadir, en relación con la naturaleza jurídica de las circuns-
tancias modificativas de la responsabilidad criminal, que las mismas, como señaló
ALONSO ALAMO143 remitiéndose a la doctrina italiana, no presentan vincula-
ción alguna con los elementos accidentales del negocio jurídico ni –al menos en
principio- con las condiciones objetivas de punibilidad, siendo ambas categorías
absolutamente distintas de la propia esencia de las circunstancias modificativas
de la responsabilidad criminal, y ello por cuanto a diferencia de los elementos
accidentales del negocio jurídico, y pese a coincidir en su condición de elemen-
tos accidentales, la voluntad privada nada puede en materia de circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal, y por otra parte, de la presencia de
la circunstancia del delito no depende la previa existencia del mismo en tanto que
los elementos accidentales del negocio jurídico dependen de la voluntad privada
y pueden convertirse merced a la misma en elementos esenciales del negocio. Por
lo que toca a las condiciones objetivas de punibilidad, éstas permanecen siempre
fuera del marco de lo prohibido en tanto que las circunstancias en ningún caso
funcionan objetivamente144.
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142
Vid. ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 438 y nota (6).
143
ALONSO ALAMO, M.: El sistema ..., op. cit., p. 369 a 373.
144
En efecto, las condiciones objetivas de punibilidad, o de mayor o menor punibilidad, no
pertenecen a lo injusto ni a la culpabilidad, obedeciendo únicamente a razones político-crimi-
nales. Vid. entre otros, CEREZO MIR, J.: Curso de Derecho Penal Español. Parte General.
III, Teoría jurídica del delito/2, 1ª ed., Ed. Tecnos, Madrid, 2001, p. 275 ss.; COBO DEL RO-
SAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 429 ss.; DELITALA,
G.: Diritto Penale. Raccolta degli scritti, Ed. Giuffrè, Milán, 1976, pp. 56, 73-74; MAPELLI
CAFFARENA, B.: Estudio jurídico-dogmático sobre las llamadas condiciones objetivas de
punibilidad, Ministerio de Justicia, Madrid, 1990, p. 20 ss.; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C.:
Las condiciones objetivas de punibilidad, Ed. Edersa, Madrid, 1989, pp. 30 ss., 76 ss; para
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 117, 144 ss., las condiciones
objetivas de punibilidad pertenecen, no obstante, al tipo de injusto penal. QUINTERO OLIVA-
RES-MORALES PRATS-PRATS CANUT: Manual de Derecho Penal. Parte General, 3ª ed.,
Ed. Aranzadi, Pamplona, 2002, p. 452 parecen dar a entender que las condiciones objetivas de
mayor punibilidad vendrían a operar materialmente como circunstancias agravantes específicas
mientras que FARALDO CABANA, P.: Las causas de levantamiento de la pena, Ed. Tirant lo
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Blanch, Valencia, 2000, p. 258 ss. admite la virtualidad de las condiciones objetivas de menor
punibilidad como atenuantes específicas de política criminal. En nuestro Derecho penal, sin
embargo, y con la concepción tradicional del principio de culpabilidad, difícil resultará ad-
mitir la concurrencia y operatividad de las condiciones objetivas de mayor punibilidad como
circunstancias agravantes de carácter especial, aunque sí podría admitirse la concepción de las
condiciones objetivas de menor punibilidad como circunstancias especiales basadas en razones
estrictamente político-criminales, en la medida en que servirían para atenunar la pena y por ello
no entrarían en conflicto con el citado principio de culpabilidad.
145
Como señala ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 340, la ratio de una cir-
cunstancia puede cambiar y asumir un sentido que sin contradecir la letra de la ley, corresponda
a las concepciones sociales del momento. En este sentido, la circunstancia no se diferencia de
lo que sucede con la propia ley penal. Permítasenos el excurso en este punto. Como es sabido,
dentro de los posibles sentidos que presenta la norma, en relación con la determinación de
cual ha de ser el vinculante para la vida jurídica, la doctrina alude a tres teorías: la subjetiva,
la objetiva y la ecléctica. La teoría subjetiva parte de que el intérprete debe buscar cuál fue la
voluntad del legislador que redactó y promulgó el precepto (voluntas legislatoris), tal fue la
tesis defendida por la llamada Escuela de la Exégesis, pero que se haya prácticamente abando-
nada en la actualidad; en segundo lugar, se encuentra la que denominamos teoría objetiva, es
decir, aquella que se fundamenta en que el intérprete debe buscar el sentido objetivo del texto
de la ley en el momento actual (voluntas legis); y por último, se encontraría la llamada teoría
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ecléctica, formulada por Zimmermann, que parte de la teoría subjetiva, pero que admite la ob-
jetiva en aquellos casos en que se produjera una modificación de la situación regulada por los
preceptos legales. La mayoría de la doctrina española sigue la doctrina objetiva (GIMBERNAT,
CEREZO, LUZÓN PEÑA o COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN) y ello en la medida en que
permite una adaptación de la ley a las nuevas circunstancias. Entre las críticas que se formulan
a la teoría subjetiva está la especial dificultad práctica de conocer cuál ha sido la voluntad del
legislador en un determinado momento histórico, máxime si tenemos en cuenta que se trata de
que el “legislador” es algo plural (parlamentarios, grupos parlamentarios, Cámaras ....) y no un
sujeto individual, de suerte que resulta cuando menos difícil imaginar, como señala LUZÓN
PEÑA, de entre esa amalgama de intervinientes, cual haya de ser, unitariamente, esa voluntas
legislatoris o mens legislatoris. En este sentido, ya decía BINDING que el legislador era un
mito. El único inconveniente de esta teoría objetiva es, como señala CEREZO, el riesgo que
puede comportar para la seguridad jurídica, por ello, siguiendo aquí a COBO DEL ROSAL-
VIVES ANTÓN y a LUZÓN PEÑA, para evitar que resulte lesionada la seguridad jurídica, la
interpretación debe mantenerse dentro de los límites del sentido literal posible del precepto, que
marca el límite máximo de toda interpretación.
146
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 342.
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Llegados a este punto, es preciso advertir que para determinación del sentido,
de la naturaleza íntima, ratio o telos a que alude ALONSO ALAMO, se hace pre-
ciso que el investigador tome en consideración el fundamento histórico de la cir-
cunstancia, es decir, sus precedentes históricos, y como no, la propia formulación
legal de la circunstancia en el momento de su análisis, y la propia realidad social
del momento, y tras esa penetración en la esencia de la misma debe determinarse si
ella presenta una ratio o esencia personal o ejecutiva147. Apriorísticamente sí puede
afirmarse al menos, que se pueden formular dos grupos de circunstancias: las que
presentan una esencia o ratio personal y la que presentan una ratio o esencia ejecu-
tiva o material. Las primeras son las que consisten en la disposición moral del de-
lincuente, en sus relaciones particulares con el ofendido, o en otra causa personal,
en tanto que las segundas son las que consisten en la ejecución material del hecho
o en los medios empleados para realizarla148. Ahora bien, una vez determinada,
mediante el momento teleológico, la ratio personal o ejecutiva de la circunstancia,
debe procederse a su comprensión valorativa, en el juicio de culpabilidad o de an-
tijuridicidad. Obviamente en este momento las diferencias puede ser sustanciales
en función de las posturas dogmáticas desde las que se afronte el problema, pero
en cualquiera de los casos, sólo tras la superación del tal juicio, y por tanto tras la
determinación de si la circunstancia va referida a la culpabilidad o a la antijuridici-
dad, podrá entrarse en el análisis de la comunicabilidad de la misma.
147
En este sentido la doctrina no es unánime a la hora de referirse a la dicotomía circuns-
tancias personales-ejecutivas. Por ejemplo, ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p.
353, formula la clasificación en “personales e impersonales”; MIR PUIG, S.: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., Barcelona, reimpresión 1999, p. 630 alude a circuntancias “personales
y objetivas”; MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª
ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, op. cit., p. 548 alude a circunstancias “personales y
materiales”.
148
Vid. artículo 65 del Código Penal de 1995.
82
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lidad149, no obstante sí existen circunstancias que poseyendo una ratio mixta, sin
embargo van referidas a lo injusto y se resuelven, en orden a la comunicabilidad,
por el párrafo primero del artículo 65 del Código Penal, y ello por imposición del
principio de culpabilidad, por lo que las reglas generales en esta materia no fun-
cionan.
Pero injusto y culpabilidad son magnitudes graduables que precisan ser va-
lorados respectivamente de forma unitaria e integral para la determinación de la
responsabilidad criminal. En este sentido, el elemento esencial del delito y aquélla
o aquéllas circunstancias que vayan eventualmente referidas al mismo formarán
una unidad valorativa. No tendría razón de ser una valoración separada de am-
bos elementos, antes bien, la correcta valoración del supuesto exige contemplar
en toda su intensidad la gravedad intrínseca del desvalor de acción, del desvalor
del resultado y la mayor o menor reprochabilidad, y tales desvalores o juicio de
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149
Como señala la doctrina científica más autorizada, en la moderna Ciencia del Derecho
penal, la participación es participación en lo injusto cometido por el autor, no participación en
la culpabilidad. En este sentido CEREZO MIR, J.: Derecho Penal. Parte General-Lecciones,
2ª ed., UNED, Madrid, 2000, p. 199; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed.,
Barcelona, 1998, 2ª reimpresión, julio 1999, p. 394 y 395.
83
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lo que la defensa de tal valoración separada con la finalidad de ser congruente con
la pretensión de fundamentar la naturaleza de las mismas como meras causas de
modificación de la pena, en base a un fundamento meramente político-criminal,
resultaría en última instancia contraria a las necesidades derivadas de una orienta-
ción meramente preventiva o utilitarista del Derecho penal en general y en materia
de circunstancias en particular.
150
Dentro de nuestra doctrina vinculan las circunstancias a la teoría del delito, y en concreto
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a los elementos injusto y culpabilidad autores como: ALONSO ALAMO, M.: El sistema de
las circunstancias del delito..., op. cit., p. 3 ss., 338 ss.; ANTON ONECA, J.: Derecho Penal,
Ed. Gráfica Administrativa, Madrid, 1949 y 2ª ed., anotada y puesta al día por José Julián Her-
nández Guijarro y Luis Beneytez Merino, Ed. Los Berrocales del Jarama (Madrid) Akal, D.L.
1986, p. 366-367, 384; BACIGALUPO ZAPATER, E.: Principios de Derecho Penal Español.
Parte General, 2ª ed., Ed. Akal, Madrid, 1990, p. 107 ss.; BOLDOVA PASAMAR, M.A.: La
comunicabilidad de las circunstancias ..., op. cit., p. 39 ss.; BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual
de Derecho Penal. Parte General, 3ª ed., Ed. Ariel, Barcelona, 1989, p. 361 ss.; CEREZO MIR,
J.: Curso de Derecho Penal Español, Parte General, II, Teoría jurídica del delito, 6ª ed., p.
349 ss.; CEREZO MIR, J.: Curso de Derecho Penal Español, Parte General, III, Teoría jurí-
dica del delito/2, 1ª ed., op. cit., p. 147 ss.; CORDOBA RODA-RODRÍGUEZ MOURULLO:
Comentarios al Código Penal, Tomo I, op. cit., p. 424 ss.; DIEZ RIPOLLES, J.L.: “Naturaleza
de las circunstancias modificativas, su referencia a los elementos del delito y el artículo 60 del
Código penal español”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, T. XXX, 1977, p.
598 ss.; LUZÓN DOMINGO, M.: Derecho Penal del Tribunal Supremo, Tomo I, Ed. Hispano
Europea, Barcelona, 1964, p. 254, 350 ss.; MAQUEDA ABREU, M.L.: “El error sobre las
circunstancias. Consideraciones en torno al art. 6 bis a) del Código penal”, en Cuadernos de
84
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No obstante lo anterior, existe también otra orientación dogmática –que no por ser
minoritaria en nuestro país está menos fundada- que defiende la pertenencia de las
circunstancias a la teoría de la pena, y ello por cuanto se parte, de acuerdo con estos
planteamientos, de que las circunstancias actúan como simples causas de medición
de la pena ya que operan una vez que el delito se ha constatado, sin afectar a sus
elementos –lo que según nuestra postura sucedería exclusivamente con las dos
circunstancias referidas-151.
Política Criminal, Ed. Edersa, nº 21, Madrid, 1983, p. 704; MIR PUIG, S.: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 643 ss.; MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho
Penal. Parte General, 4ª ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, op. cit., p. 543 ss.; PUENTE
SEGURA, L.: Circunstancias eximentes, atenuantes y agravantes de la responsabilidad crimi-
nal, Ed. Colex, Madrid, 1997, p. 313; TERRADILLOS BASOCO, J.: “Incidencia de la posi-
ción o situación personal, pública y privada, en la responsabilidad criminal”, en Cuadernos de
Derecho Judicial, monográfico, Madrid, 1995, p. 72 ss.; VALLE MUÑIZ, J.M.: “Fundamento,
alcance y función de las causas de justificación incompletas en el Código penal español”, en
Comentarios al Nuevo Código penal (Dtor. G. QUINTERO OLIVARES, Coord. J.M. VALLE
MUÑIZ), Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 200. Adscriben las circunstancias a la teoría del
delito pero considerando que las mismas ponen de manifiesto una mayor o menor perversi-
dad o peligrosidad del sujeto BERNALDO DE QUIROS Y PEREZ, C.: Derecho Penal. Parte
General, Ed. José M. Cajica, Jr., Puebla (México), 1948, p. 132, 144; CUELLO CALON, E.:
Derecho Penal. Parte General (revisada por Camargo Hernández), 17ª ed., tomo I, Vol. II, Ed.
Bosch, Barcelona, 1975, p. 547 ss.; FERRER SAMA, A.: Comentarios al Código Penal, I, Ed.
Sucesores de Nogués, Murcia, 1946, p. 326 ss.; JIMÉNEZ DE ASUA, L.: La ley y el delito.
Principios de Derecho Penal, 5ª ed., Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1967, p. 443.
151
Esta postura es defendida, entre otros, por ALTES MARTI, M.A.: La alevosía (Estudio de
determinados aspectos de la agravante núm. 1 del art. 10 del Código penal), Ed. Universidad
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ticularidad y sus circunstancias, en las que se concreta”, de suerte que: “...las circunstancias
son determinaciones ulteriores, más allá de los elementos esenciales y constitutivos del delito,
que acceden al mismo, modificando la entidad o, como se dice, la cantidad política, y consi-
guientemente tiene efectos en la pena”; ZAZA afirma la pertenencia de las circunstancias a la
pena (Vid. ZAZA, C.: Le circostanze del reato, Vol. I, Elementi generali e circostanze comuni,
Ed. Cedam, Padova, 2002, p. 71 ss., en especial 75), y además defiende que las circunstan-
cias no pueden cumplir con carácter general una función de prevención general –que tan sólo
podría resultar admisible para las circunstancias atenuantes post-delictuales- sino a lo sumo
una función de prevención especial reeducativa. La jurisprudencia también se ha inclinado por
reseñar tal función como aconteció con la Cass.pen. 31.5.91, ap. I, GP, 1992, II, 704, cuando
se estableció que las circunstancias constituyen elementos accidentales del delito que califican
especificamente la gravedad y evidencian la mayor o menor capacidad para delinquir del reo,
por lo que su previsión y aplicación están íntimamente vinculadas a la relevancia criminal del
hecho-delito y corresponden a una exigencia de prevención especial relacionada a la mayor o
menor consistencia de la desadaptacion social que el delito representa.
152
COBO DEL ROSAL, M.-VIVES ANTÓN, T.S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed.,
op. cit., p. 877 a 880.
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dad criminal –que serían tan sólo las generales o genéricas de los artículos 21 a 23
del Código-, son auténticas “causas modificativas de la pena”, sin que las mismas
guarden relación alguna esencial con el delito, sino tan sólo con el quantum de
la pena153. La pretensión de la doctrina mayoritaria –sostienen estos autores- de
reconducir las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal a la es-
tructura fundamental del delito es más bien un criterio de lege ferenda que de lege
lata, revelando “más un deseo que una realidad”154.
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153
Estos autores sostienen que aún admitiendo que injusto y culpabilidad son magnitudes
graduables, también lo es la pena, prestándose mucho más a la graduación y medición que los
elementos del delito.
154
COBO DEL ROSAL, M.-VIVES ANTÓN, T.S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed.,
op. cit., p. 879.
87
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lo 9.9ª del derogado Código Penal sobre todo tras haber sido objetivada por la últi-
ma jurisprudencia del Tribunal Supremo anterior al nuevo Código Penal. Aquella
circunstancia recogía el comportamiento del arrepentido tras la realización del
hecho punible, lo que evidentemente impedía referir la misma a la culpabilidad
del sujeto o a la antijuridicidad concurrente en el propio hecho punible –que ha-
bía acontecido con anterioridad al arrepentimiento-155. El Código Penal de 1995
155
Esta circunstancia fue objeto de vivas controversias entre los defensores de la fundamen-
tación dogmática, y por tanto de la pertenencia de las circunstancias a la teoría del delito, y los
partidarios de la fundamentación político-criminal de las circunstancias, y por tanto defensores
de la pertenencia de las mismas a la teoría de la pena, y ello por cuanto para los primeros tal
circunstancia suponía el tener que reconocer que no todas tenían fundamentación dogmática, y
que la de arrepentimiento espontáneo venía a suponer una excepción a la regla general, mien-
tras que para los defensores de la pertenencia de las circunstancias a la teoría de la pena, esta
circunstancia era su apoyo fundamental para tratar de tirar por tierra los planteamientos relati-
vos a la fundamentación dogmática de éstas.
89
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Hemos matizado también, que tan sólo las circunstancias del delito presen-
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haber procedido el culpable, antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige contra él,
a confesar la infracción a las autoridades”.
157
Dispone el art. 21.5ª que es circunstancia atenuante: “La de haber procedido el culpable
a reparar el daño ocasionado a la víctima, o disminuir sus efectos, en cualquier momento del
procedimiento y con anterioridad a la celebración del acto del juicio oral”.
158
Habría que añadir aquí al conjunto de las circunstancias que poseen fundamento ne-
tamente político-criminal la atenuante analógica del artículo 21.6ª en cuanto vaya referida a
cualquiera de las vistas. Vid. SALINERO ALONSO, C.: “Naturaleza jurídica, fundamento y
comunicabilidad de las circunstancias modificativas” en Libro Homenaje al Dr. Marino Bar-
bero Santos, In memoriam, Vol. I, Ed. Universidad de Salamanca-Universidad de Castilla-La
Mancha, (Dtores. L. ARROYO ZAPATERO, I. BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE), 1ª ed.,
2001, p. 1313.
159
Sin perjuicio de que en muchas de ellas pueda concurrir también una cofundamentación
político-criminal.
90
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Pues bien, debe insistirse pues en que muchas de las circunstancias tienen su
razón de ser en que gradúan lo injusto, ya sea por presentar un mayor o menor
desvalor de acción o de resultado, mientras que otras gradúan la culpabilidad, por
suponer un comportamiento más o menos reprochable, pero debe reconocerse que
existen circunstancias que sin suponer un mayor desvalor de acción ni de resulta-
do, ni tampoco implicar mayor o menor reprochabilidad de la conducta al sujeto,
sin embargo producen el efecto de graduar la pena por razones utilitaristas o de po-
lítica-criminal, es decir por cuanto el legislador penal ha considerado conveniente
que las mismas gradúen la pena en atención a que su concurrencia atenuatoria
supone fomentar la reparación del daño o facilitar la persecución judicial de las
infracciones, o por otros motivos, lo que en suma viene a requerir una menor nece-
sidad de pena tanto desde el punto de vista de prevención especial, como desde la
perspectiva de la prevención general160.
160
Vid. SALINERO ALONSO, C.: Teoría general de las circunstancias..., op. cit., p. 85.
91
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161
Adoptando al respecto también posturas eclécticas ALTES MARTI, M.A.: “Circunstan-
cias modificativas de la responsabilidad criminal en el Código penal de 1995”, en Estudios
Jurídicos en memoria del Profesor Casabó Ruiz, vol. 1, Universidad de Valencia, Valencia,
1997, p. 80-81; ORTS BERENGUER, E.: Atenuante de análoga significación, Ed. Universidad
de Valencia, Valencia, 1978, p. 30 ss.; Vid. SALINERO ALONSO, C.: “Naturaleza jurídica,
fundamento y comunicabilidad de las circunstancias modificativas” en Libro Homenaje al Dr.
Marino Barbero Santos, In memoriam, Vol. I, Ed. Universidad de Salamanca-Universidad de
Castilla-La Mancha, (Dtores. L. ARROYO ZAPATERO, I. BERDUGO GOMEZ DE LA TO-
RRE), 1ª ed., 2001, p. 1306 ss.
92
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Ahora bien, volviendo a lo dicho, y aún cuando debe reconocerse que en todas
las circunstancias subyacen en mayor o menor medida determinadas motivaciones
político-criminales162, puede admitirse, al menos por razones expositivas, que aten-
diendo a la esencia primaria de cada circunstancia, atendiendo en última instancia
a su razón de ser o su fundamento, es posible distinguir entre circunstancias afec-
tantes a lo injusto, circunstancias referidas a la culpabilidad, circunstancias mixtas
y circunstancias que responden a razones estrictamente político-criminales.
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O de reconocer que tanto lo injusto como la culpabilidad son categorías formadas también
162
por contenidos político-criminales, como señalan BOLDOVA PASAMAR, M.A.: Op. cit., p.
40 y DIEZ RIPOLLES, J.L.: La categoría de la antijuricidad en Derecho Penal, “Anuario de
Derecho Penal y Ciencias penales”, Tomo XLIV, Fas.III, 1991, p. 743, 778 y ss.
93
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A) Circunstancias atenuantes:
163
Vid. VALLE MUÑIZ, J.M.: “Fundamento, alcance y función de las causas de justifica-
ción incompletas en el Código Penal español”, ADPCP, 1992, p. 561 ss.
95
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164
La generalidad de la doctrina coincide en que para la apreciación de las eximentes como
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incompletas, y por tanto para la apreciación de las causas de justificación como incompletas es
preciso que concurran los elementos esenciales de las mismas.Vid. CEREZO MIR, J.: Curso
..., II, op. cit., p. 357-358; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 634;
MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 552;
ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, VVAA, Ed. Tirant lo blanch,
Valencia, 2002, p.616 ss.
165
Vid. CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 366; CORDOBA RODA, J.: Las eximentes
incompletas en el código penal, Ed. Universidad de Oviedo, Oviedo, 1966, p. 39 ss.. En sentido
contrario, y entre otras, las STS de 17 de octubre de 1960, 16 de abril de 1962, 19 de diciembre
de 1980, 23 de julio de 1987, 24 de julio de 1989, 29 de junio de 1990, 22 de mayo de 1992, 7
de abril de 1994 o 27 de abril de 1994.
166
El conocimiento por parte del sujeto de que no concurren los elementos inesenciales de
la causa de justificación no impide, en principio, su apreciación como incompleta de concurrir
los requisitos para ello.
167
Parte de la doctrina exige tan sólo el correlato del dolo considerando innecesario el ele-
mento subjetivo añadido, salvo que venga expresamente exigido por el precepto legal permisi-
vo. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso ..., t. II, op. cit., p. 198-199, nota 51).
96
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justificación exige la concurrencia del valor de acción y del valor del resultado, es
decir, la concurrencia de todos los elementos subjetivos y objetivos que sirven de
base a las causas de justificación. La sola concurrencia de los elementos objetivos de
la causa de justificación, en la medida en que presupone la ausencia de un elemento
esencial de la misma cual es el respectivo elemento subjetivo fundamentador de la
esencia de la causa de justificación determinará que no podamos apreciar la con-
currencia de una causa de justificación incompleta168. La concepción de lo injusto
de nuestro Derecho que diferencia entre un desvalor de la acción y un desvalor del
resultado, determina que los elementos subjetivos de las causas de justificación han
de considerarse elementos esenciales, de forma que su no concurrencia determinará
la imposibilidad de apreciar la causa ni siquiera de forma incompleta169. Tan sólo
cabría apreciar una atenuante por analogía a las causas de justificación incompletas
por la vía del art. 21.6ª en relación con el 21.1º del Código170.
168
Sin embargo, para un sector de la doctrina, en tales casos habrán de aplicarse las reglas de
la tentativa pues la concurrencia de los elementos objetivos de la causa de justificación elimi-
nará el desvalor del resultado, permaneciendo tan sólo el desvalor de la acción ante la ausencia
del elemento subjetivo de justificación; de esta suerte estaremos ante un desvalor de acción sin
desvalor de resultado, de forma similar a los supuestos de tentativa, lo que justificaría, en opi-
nión de estos autores, la punición de tales supuestos a título de tentativa de delito. Vid. GOMEZ
BENITEZ, J.M.: El ejercicio legítimo del cargo (Discrecionalidad administrativa y error en
Derecho penal), Ed. Universidad Complutense, Facultad de Derecho, Sección de Publicacio-
nes, Madrid, 1980, p. 184, 191; MAQUEDA ABREU, M.L.: ”Los elementos subjetivos de
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justificación”, en La Ley, 1984, pp. 1104 y 1108; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal.
Parte General, 2002, op. cit., p. 618. Falta por explicar adecudamente por quienes defienden
esta postura, la solución a dispensar a los supuestos de delito imprudente.
169
En sentido contrario, admitiendo la operatividad de la causa de justificación incompleta
en tales casos MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª
ed., op. cit., p. 362-363. Vid. también, admitiendo la operatividad de la causa de justificación
como incompleta en tales casos a COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte
General, 5ª ed., op. cit., p. 506 ss.; LUZÓN PEÑA, D-M.: Curso de Derecho Penal, op. cit.,
p. 629; SOLA RECHE, E.: “Sobre el concepto de tentativa inidónea” en El nuevo derecho
penal español : estudios penales en memoria del profesor José Manuel Valle Muñiz, Quintero
Olivares, Morales Prats (coord.); pról. Quintero Olivares, Ed. Aranzadi, Pamplona, 2001, p.
778; VALLE MUÑIZ, J.M.: “Fundamento, alcance y función de las causas de justificación
incompletas en el Código Penal español”, ADPCP, 1992, p. 594;
170
Vid. CEREZO MIR, J.: Curso..., t II, op.cit., p. 200- 204.
171
En el Código penal de 1822 la legítima defensa tenía un ámbito de operatividad limitado
a los ataques a la vida o integridad corporal del agredido, esto es, en relación con los delitos de
homicidio y lesiones, regulándose en la Parte Especial. El Código penal de 1848 contempló ya
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legítima defensa en la Parte General, extendiendo su operatividad tanto a la persona como a los
derechos, como sucede en la actualidad. Sin embargo el Código penal de 1944 introdujo una
restricción en relación con la defensa de los bienes, al exigir, para la operatividad de la circuns-
tancia eximente de legítima defensa, que la agresión sobre los bienes tenía que ser constitutiva
de delito y los pusiera en peligro de deterioro o pérdida inminentes. En relación con la agresión
ilegítima en el caso de defensa de los bienes, el Código de 1995 reputa como tal el ataque a los
mismos que constituya delito o falta, mejorando la técnica del Texto de 1973 que refería tan
sólo al ataque que constituyera delito, aunque la doctrina siempre vino defendiendo su opera-
tividad incluso en el caso de que la agresión ilegítima fuera constitutiva de simple falta. Las
SSTS de 24 de septiembre de 1992, 8 de febrero de 1995 y 5 de febrero de 1996 señalan que
para la apreciación de la legítima defensa, tanto como eximente completa como incompleta,
debe concurrir el elemento básico de la agresión ilegítima. En los casos de error sobre la concu-
rrencia de una agresión ilegítima estaremos ante un supuesto de error sobre la concurrencia de
los elementos objetivos de una causa de justificación no ante una posible eximente incompleta,
y ello ya que la agresión ilegítima es un elemento esencial de la citada causa de justificación. Es
preciso señalar, no obstante, que la jurisprudencia no es uniforme en el tratamiento de la cues-
tión. Partiendo de que la legítima defensa putativa se produce cuando el agente cree errónea-
mente que se encuentra frente a esa agresión ilegítima, la jurisprudencia oscila –como lo hace la
doctrina- considerando unas veces que el error es un error de tipo, vencible o invencible, y en
otras ocasiones considera tal error como un error de prohibición, vencible o invencible.
172
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 441, considera innecesa-
rio el ánimo de defensa aunque si considera imprescindible conocer y querer los presupuestos
objetivos de la situación. En realidad la legítima defensa es una causa de justificación fundada
en la necesidad de autoprotección, regida como tal por el principio del interés preponderante,
que exige la concurrencia del elemento subjetivo «animus defendendi», el cual, como señala
la Sentencia del TS de 2 de Octubre de 1981, no es incompatible con el propósito de matar al
injusto agresor o «animus necandi», desde el momento que el primero se circunscribe a la con-
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ciencia de que se está obrando en legítima defensa, en tanto que el segundo lleva además ínsito
el ánimo o voluntad de matar necesario para alcanzar el propuesto fin defensivo.
173
El agente debe obrar en «estado» o «situación defensiva», es decir, en «estado de necesi-
dad defensiva», necesidad que es cualidad esencial e imprescindible, de suerte que si del lado
de la agresión ilegítima ésta debe existir en todo caso, para que se postule la eximente completa
o incompleta, del lado de la reacción defensiva ésta debe ser también y siempre necesaria para
que pueda afirmarse la eximente en cualquiera de sus grados. La necesidad de defensa implica
su oportunidad, implica que sin la misma la lesión de los bienes jurídicos puestos en peligro
por la agresión resultará inevitable. No habrá necesidad de defensa en los casos en los que
la reacción defensiva no sea necesaria para evitar la lesión de los bienes jurídicos puestos en
peligro por la agresión, ni tampoco en aquellos supuestos en los que la reacción defensiva sea
enormemente excesiva y extrema que excluya la propia necesidad de defensa.
174
La valoración del elemento “necesidad racional del medio empleado para impedir o
repeler la agresión” es una cuestión compleja como ya señalaron las Sentencias del Tribunal
Supremo de 30 de marzo y 26 de abril de 1993, 5 y 11 de abril, 15 de diciembre de 1995 y 4 de
diciembre de 1997, entre otras, constituyendo en suma dicha valoración un juicio de valor sobre
la proporcionalidad entre las condiciones, instrumentos y riesgos de la agresión y las propias
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vocación suficiente por parte del defensor175. Por consiguiente, siempre que con-
curran los tres requisitos esenciales y falte alguno o algunos de los inesenciales176
debe apreciarse la presencia de una causa de justificación incompleta.
de los medios y comportamientos defensivos, juicio de valor que obliga a tomar en cuenta no
tanto la identidad o semejanza de los medios agresivos y defensivos en cuanto el Código en
absoluto equipara la racionalidad del medio con la proporcionalidad del medio, sino el com-
portamiento adoptado con el empleo de tales medios, dadas las circunstancias del caso, por lo
que más que la semejanza material de los instrumentos o armas empleados debe ponderarse la
efectiva situación en que se encuentran el agresor y agredido, en la que puede jugar el estado
anímico del agredido y la perturbación que en su raciocinio sobre la adecuación del medio de-
fensivo empleado pueda causar el riesgo a que se ve sometido por la agresión. Por tanto, para
juzgar la necesidad racional del medio empleado en la defensa, no sólo debe tenerse en cuenta
la naturaleza del medio, en sí, sino también el uso que de él se hace y la existencia o no de otras
alternativas de defensa menos gravosas en función de las circunstancias concretas del hecho. Se
trata por tanto de un juicio derivado de una perspectiva «ex ante».
175
Es preciso relacionar la provocación por parte de quien se defiende ulteriormente con la
agresión ilegítima. La operatividad de la causa de justificación completa de legítima defensa
exige que el sujeto que se defiende no haya provocado de forma suficiente al agresor. Es decir,
no basta con cualquier tipo de provocación, sino que la Ley habla de provocación “suficiente”
en el sentido de causal, adecuada y eficaz. Si no hay provocación suficiente por parte del defen-
sor, cabe invocar una legítima defensa completa si concurren las demás circunstancias, frente
a la agresión ilegítima; por el contrario, si ha existido una provocación suficiente por parte del
defensor, no cabrá invocar en ningún caso la causa de justificación completa, sino en todo caso,
incompleta. La valoración de si la provocación ha sido o no suficiente ha de hacerse atendiendo
a parámetros objetivos y subjetivos, considerando la índole de la provocación y el efecto que
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reacción se anticipa por no existir aún ataque o se prorroga indebidamente por haber cesado la
agresión, supuestos en que en ningún caso puede hablarse de legítima defensa. En la segunda, si
falta la proporcionalidad de los medios, nos hallamos ante un exceso intensivo o propio.
179
La falta de proporcionalidad o racionalidad puede dar lugar a formas excesivas de legíti-
ma defensa o exceso en la defensa.
180
Efectivamente, en la STS de 18 de diciembre de 2003 se afirmó que el exceso intensivo
puede ser cubierto por la concurrencia de una situación de error invencible de prohibición, por
la creencia de que se adoptan los medios necesarios adecuados a la defensa que se considera
imprescindible para salvar la propia vida y también puede ser cubierto por la aplicación de
la eximente completa de miedo insuperable, no apreciada autónomamente, sino inserta en la
legítima defensa, sirviendo de cobertura al exceso intensivo, si hubiera elementos para su esti-
mación como profundizó la sentencia de 24 de febrero de 2000 recordando que desde la vieja
sentencia de 31 de mayo de 1922, se relaciona el miedo insuperable con la legítima defensa,
que son dogmáticamente compatibles. La diferencia estriba en que la legítima defensa requiere
de una agresión actual de la que se deriva un peligro inminente y el miedo insuperable es un
estado emotivo que perturba las facultades psíquicas impidiendo al agente el raciocinio (STS
de 21 de febrero de 1936). La sentencia de 30 de octubre de 1985 dijo que la inadecuación del
100
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medio reporta la simple aplicación de la eximente incompleta, a no ser que la presencia del
miedo insuperable preste cobertura para alcanzar el total grado exonerativo.
181
Vid. STS de 26 de febrero de 2004, 12 de julio de 2004. La causa de justificación incom-
pleta de legítima defensa no cabe en los supuestos de exceso eventual, consciente, voluntario o
deliberado en la causación del mal excesivo al inicial agresor bajo el amparo justificativo de la
legítima defensa, aunque sí cabe en los supuestos de exceso voluntario en el medio defensivo,
por razones de seguridad, sin voluntad específica de causar un mal excesivo al inicial agresor.
182
Vid. en este sentido BOLEA BARDON, C.: “El exceso intensivo en la legítima defensa
putativa (A propósito de la STS de 9 de marzo de 1993. Ponente: José Augusto de Vega Ruiz
y de la STS de 5 de octubre de 1999. Ponente: Martín Canivell)”, en Revista Electrónica de
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Ciencia Penal y Criminología, RECPC 03-01 (2001); CEREZO MIR, Curso...II, op.cit., p.
356; DIEZ RIPOLLES, J.L.: “La categoría de la antijuricidad en Derecho Penal”, en Anuario
de Derecho Penal y Ciencias Penales, Tomo XLIV, Fasc. III, 1991, pp. 743 y ss., 761 y ss.;
LUZON PEÑA, Curso ..., pp. 343 y 582; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed.,
Barcelona, reimpresión 1999, p. 629; VALLE MUÑIZ, J.M.: “Fundamento, alcance y función
de las causas de justificación incompletas en el Código Penal español, ADPCP, 1992, p. 569.
183
Vid. BOLDOVA PASAMAR, M.A.: La comunicabilidad ..., op. cit., p. 51; CEREZO
MIR, Curso...II, op.cit., p. 356; DIEZ RIPOLLES, “La categoría de la antijuricidad en Derecho
Penal”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, Tomo XLIV, Fasc. III, 1991, pp. 743
y ss., 761 y ss.; LUZON PEÑA, Curso ..., pp. 343 y 582; VALLE MUÑIZ, J.M.: “Fundamento,
alcance y función de las causas de justificación incompletas en el Código Penal español, ADP-
CP, 1992, p. 569; VALLE MUÑIZ, J.M.: en Comentarios al Nuevo Código Penal, VVAA.,
Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 202; VALLE MUÑIZ, J.M.: El elemento subjetivo de jus-
tificación y la graduación del injusto penal, Ed. PPU, Barcelona, 1994, p. 112 ss.. En sentido
contrario, considerando que la causa de justificación incompleta genera un supuesto de menor
reprochabilidad al transmutarse la naturaleza de la causa de justificación COBO DEL ROSAL-
VIVES ANTÓN: Derecho Penal..., 5ª ed., op. cit., p. 879, nota (20).
101
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184
Como señala la STS de 9 de diciembre de 1985 el estado de necesidad, como eximente
y como figura jurídico-penal, hizo acto de aparición en el Derecho español, de modo tímido e
incipiente, en los Códigos de 1848 y 1870, los cuales sólo comprendían en la exención a los
daños causados en propiedad ajena para evitar un mal, ensanchándose su ámbito de aplicación
en el CP 1928, donde se le admitía en protección o amparo de vida, salud, honor o intereses, ob-
teniendo un reconocimiento todavía más amplio en el Código de 1932, el que, sin embargo, no
lo aceptaba en los casos de conflicto de bienes de igual rango o entidad, y llegando a su apogeo
en el Código de 1944 y en el CJM 1945, textos legales donde no se condiciona la naturaleza
de los bienes o derechos susceptibles de protección mediante el sacrificio de otros, se admite el
estado de necesidad propio y el ajeno, y se da cabida a los conflictos de bienes de igual valor en
lo que respecta a su naturaleza.
185
La situación de estado de necesidad a que alude la Ley presupone siempre la existencia
de una situación de colisión o conflicto de intereses, bienes o deberes (el conflicto ha de ser
absoluto, y así lo exige el TS en SSTS. de 6 Nov. 1943, 28 Nov. 1944, 20 May. 1967, 2 Sep.
1968, 16 May. 1969, 23 Sep. y 15 Nov. del mismo año, 31 Oct. 1978, 2 Jul. y 26 Oct. 1979, 6
Nov. y 14 Jul. 1981, 26 Feb. y 16 Sep. 1982 y 22 Abr. 1983), de manera que se da una situación
de peligro objetivo para un bien jurídico propio o ajeno –auxilio necesario-, en que aparece
como inminente (que el mal temido tiene que ser actual o al menos inminente lo ha señalado
el TS desde sus sentencias de 8 Jun. 1935, 28 Nov. 1944, 20 Jun. y 27 Feb. 1947, 22 Oct. del
mismo año, 9 Nov. 1949, 3 Feb. y 1 May. 1954, 31 Oct. 1957, 7 Feb. y 28 Dic. 1962) la produc-
ción de un mal grave (SSTS de 6 Nov. 1943, 28 Nov. 1944, 22 Oct. 1946 y 3 Feb. 1954), que
deviene inevitable si no se lesionan bienes jurídicos de terceros o si no se infringe un deber. La
situación de estado de necesidad exige así, de un lado, la necesaria amenaza de un mal actual
y absoluto, real y efectivo, imperioso, grave e inminente, injusto e ilegítimo; no basta pues
con la presencia de cualquier clase de peligro, sino que el mal que se augura y teme, o se ma-
nifiesta, ha de ser real y efectivo y grave por la naturaleza de los bienes jurídicos amenazados
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y la importancia de lo que se avecina, y también inminente, de tal modo que no se les ponga
en trance leve de deterioro o erosión, sino de destrucción o perecimiento, y sin que se trate de
evitar simples molestias o un perjuicio ínfimo, sino un mal auténtico (STS de 9 de diciembre
de 1985); y de otro lado se requiere la imposibilidad de poner remedio a la situación de nece-
sidad recurriendo a vías lícitas (sentencia de 3 Oct. 1996), siendo preciso que el necesitado no
tenga otro medio de salvaguardar el peligro que le amenaza que el de infligir un mal al bien
jurídico ajeno (sentencias de 19 Oct. 1998; 26 Ene., 20 May., 7 Jun., 6 Jul., 23 Sep. y 1 Oct.
1999; y 24 Ene. 2000). De este modo, estará el sujeto en una situación de necesidad cuando el
mal grave e inminente que amenaza no sea evitable por otro procedimiento menos perjudicial,
esto es, sin producir la lesión o con una lesión de menor gravedad de los bienes jurídicos o sin
infringir un deber. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso...II, op. cit., p.246 ss., 360 ss.; en parecidos
términos MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit.,
p. 375-376. La jurisprudencia del TS (Vid. entre otras muchas las SSTS números 43/98 de 23
de enero, 306/98 de 27 de marzo y 585/98 de 27 de abril) considera de forma constante que la
situación de estado de necesidad actúa como presupuesto conceptual de la eximente, y requiere
la presencia de una situación de peligro objetivo, real y actual para un bien jurídico propio o
ajeno. Tanto la doctrina como la jurisprudencia requieren que la producción del mal debe ser
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inminente, grave y sin que pueda ser soslayado o evitado por otras vías o procedimientos menos
lesivos o perjudiciales. Dicho mal amenazante ha de tener los caracteres de absoluto, real y
efectivo, imperioso, grave e inminente (Vid. SSTS 6 Nov. 1943, 28 Nov. 1944, 22 Oct. 1946, 3
Feb. 1954, 3 Dic. 1976, 21 Jun. 1982, 22 Abr., 16 May., 15 Jul. y 11 Oct. 1983, 9 Feb., 20 Abr.,
7 May. y 11 Jun. 1985, 16 Jul. 1986, 18 Oct. y 6 Nov. 1990, 17 Ene. y 20 Mar. 1991, 24 Nov.
1997; 14 May. y 19 Oct. 1998; 26 Ene., 20 May., 7 Jun., 6 Jul. y 1 Oct. 1999; y 24 Ene. 2000).
La jurisprudencia es reacia a la aplicación de la circunstancia eximente de estado de necesidad
si el reo pudo disponer de otro medio viable y menos perjudicial para impedir el mal mayor
que la causación del mal menor (Vid. SSTS de 28 Nov. 1944, 25 Ene. 1965, 20 May. 1967, 23
Sep. 1969, 5 Feb. 1974, 26 Feb., 16 Sep. y 17 Nov. 1982, 9 Oct. 1992, 23 Oct. 1995, 28 Mar.
y 14 Oct. 1996, entre otras). Como señalan las SSTS de 9 Dic. 1985 y 21 Ene. 1986 cuando
no se han agotado las vías legítimas para la salvación del bien, así como cuando se recurre a
un medio innecesariamente perjudicial, faltará, en verdad, al presunto estado de necesidad la
cualidad de absoluto. El agotamiento de las vías legítimas no debe interpretarse en términos de
virtualidad absoluta, sino que dicha exigencia ha de atemperarse en sintonía con las especiales
circunstancias concurrentes, teniendo en cuenta la situación concreta en que se encuentra el
sujeto e instrumentos de que dispone. Vid. STS de 24 Nov. 1997.
186
Este elemento subjetivo o ánimo de actuar con el fin de evitar un mal propio o ajeno es
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compatible con otras motivaciones del sujeto. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso ..., II, op. cit., p.
275; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p.
522; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., p. 469.
187
Respecto al mal originador del estado de necesidad puede irse produciendo poco a poco,
es decir, fraguándose con el tiempo, aunque en esa evolución ha de llegar un momento en que
se produzca un agobio tal que hace inminente remediarla (STS. 667/96 de 8 de octubre). La
penuria económica solo integrará estado de necesidad, cuando determine la pérdida, falta o dis-
minución de bienes básicos, como alimentos, vivienda, asistencia médica, según la STS 15/98
de 14 de diciembre.
188
De la presente exigencia se deduce que cabe apreciar la causa de justificación como com-
pleta –de concurrir los restantes requisitos, obviamente- cuando la situación de necesidad haya
sido provocada imprudentemente por el sujeto.
189
Es irrelevante el que la acción del sujeto que actúa amparado por el estado de necesidad
sea dolosa o imprudente. En ambos casos cabe apreciar el estado de necesidad ya como exi-
mente completa, ya como eximente incompleta. Vid. STS de 29 de octubre de 1976 y de 14 de
diciembre de 1983. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 276; MIR PUIG, S.: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 470.
103
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La jurisprudencia (STS de 5 Nov. 1994, 14 Oct. 1996, 24 May. 1997 y 20 de Mayo de
1999, entre otras muchas) viene señalando como requisitos que deben concurrir para poderse
estimar el estado de necesidad como eximente: a) pendencia acuciante y grave de un mal propio
o ajeno, que no es preciso haya comenzado a producirse, bastando con que el sujeto de la acción
pueda apreciar la existencia de una situación de peligro o riesgo intenso para un bien jurídica-
mente protegido y que requiera realizar una acción determinada para atajarla; b) necesidad de
lesionar un bien jurídico de otro o de infringir un deber con el fin de soslayar aquella situación
de peligro; c) que el mal o daño causado no sea mayor que el que se pretende evitar, debiéndose
ponderar en cada caso concreto los intereses en conflicto para poder calibrar la mayor o menor
o igual entidad de los dos males, juicio de valor que «a posteriori» corresponderá formular a los
Tribunales de Justicia; d) que el sujeto que obra en ese estado de necesidad, no haya provocado
intencionadamente tal situación; y e) que ese mismo sujeto, en razón de su cargo u oficio, no
esté obligado a admitir o asumir los efectos del mal pendiente o actual.
191
Vid. STS de 26 de Octubre de 2001. En los casos en que el sujeto haya actuado creyen-
do erróneamente que resultaba inevitable su acción lesiva para evitar un mal propio o ajeno,
cuando ello no era así realmente, estaremos en presencia de un estado de necesidad putativo
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pero no ante un estado de necesidad incompleto y por consiguiente no podrá hablarse de causa
de justificación incompleta sino ante un error sobre los presupuestos objetivos de una causa de
justificación.
192
Al igual que sucede con la legítima defensa, la falta de proporción o exceso en el mal cau-
sado puede dar lugar al estado de necesidad imperfecto (Sentencias de 5 de febrero de 1974, 22
de abril y 25 de octubre de 1983, 15 de febrero de 1985 y otras). Dentro del estado de necesidad
completo o incompleto hay que encuadrar el llamado hurto famélico o miserable (en cuyo no-
men pueden quedar evidentemente incluidos otros ataques patrimoniales como las defraudacio-
nes), que para que se dé como eximente completa o incompleta es menester que sea inevitable,
entendiendo esta exigencia, esencia de la eximente, con una cierta flexibilidad, pues el recurso
subsidiario de acudir a la beneficencia pública o privada no siempre será factible por la urgencia
del caso, lugar en que ocurra la necesidad, crisis económica que dificulta tal recurso, etc. Esto
sentado (SS 9 Dic. 1985 y 13 Nov. 1989), la falta de alguno de los requisitos exigidos, en par-
ticular el exceso del mal causado con relación a la necesidad sentida, dará paso a la eximente
incompleta e incluso a la atenuante analógica (SS 5 Mar. y 8 Abr. 1988). Respecto al este delito,
como señaló la STS de 9 de Diciembre de 1985, integrado en el estado de necesidad, y como
conflicto desigual de bienes, se halla el denominado, en sentido amplio (pues puede afectar a
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cualquier clase de infracción contra la propiedad), hurto necesario, miserable o famélico, el que
concurrirá en aquellos casos en los que se toman los bienes ajenos, sin la voluntad de su dueño,
para subvenir a las más primarias y perentorias necesidades humanas, tales como alimentación,
vestido, habitación y asistencia médico-farmacéutica, y en los que no se halla en conflicto,
como sostenía la doctrina tomista, la vida o la propia supervivencia, con la propiedad de bienes
ajenos, pero sí, por lo menos, entran en pugna los sufrimientos que el hambre, la desnudez, la
intemperie o la enfermedad desatendida deparan al ser humano, con el respeto a la propiedad
de los bienes ajenos. Aún cuando en pasados tiempos (SSTS de 8 de Jun. 1935, 8 Jun. 1943, 20
Feb. 1957 y 26 Ene. 1960) el Tribunal Supremo exigía para la apreciación de esta circunstancia,
ya como eximente, ya como atenuante, un previo y penoso peregrinar en demanda de auxilio
por establecimientos públicos y privados de beneficencia, así como que se probara que consti-
tuía la penuria un peligro inminente para la vida, hallándose el necesitado al borde de perecer
por inanición, más modernamente, por ejemplo, las SSTS de 18 Feb., 17 Abr. y 9 May. 1972 y
27 Dic. 1973, exigen, para la estimación de esta modalidad de estado de necesidad: realidad,
gravedad e inminencia del mal; que se actúe a instancias o impulsos del estado de precariedad,
penuria o indigencia en que se halle el sujeto activo del delito o su familia; que no se trate de
mera estrechez económica, más o menos agobiante; que se pruebe que se han agotado todos los
recursos que en la esfera personal, profesional y familiar podía utilizar, que no hay otra solución
que la de proceder de modo antijurídico; y que las cosas o bienes obtenidos sean aplicados a la
satisfacción de las necesidades primarias del reo o de su familia, sin que se haya tomado más de
lo estrictamente indispensable.
193
Es lo que sucedió en la STS de 26 de octubre de 2001 en la que el TS desestimando
un recurso de casación formulado por el Ministerio Fiscal y confirmando la Sentencia de la
Audiencia Provincial de Madrid (Sección 17ª), en relación con un delito de tráfico de drogas
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señaló: “...a la extrema gravedad e inminencia del mal, se añade la imposibilidad de evitarlo
por el único medio lícito y eficaz de pagar la intervención quirúrgica, una vez fracasado el
intento de obtener su importe, sin tampoco disponer de tiempo para esperar mejor fortuna.
No se trata aquí, como tantas otras veces de una situación de pobreza más o menos real y
de difusos contornos, dificílmente encajables dentro de un verdadero conflicto grave y actual
entre bienes jurídicos concretos, sino ante una angustiosa necesidad de obtener con rapidez
un dinero imprescindible para salvar la vida de un hijo en inminente peligro de muerte. El que
el mal de hipotética causación a la salud pública se considere mayor que el que se trataba de
evitar obsta la apreciación de la eximente completa pero no la del estado de necesidad como
atenuante, que es la calificación acertadamente estimada por la Sala de instancia”. Caso si-
milar fue resuelto en la Sentencia del Tribunal Supremo de 30 Oct. 2000, dictada en el recurso
de casación 86/2000 en el que con relación a un delito contra la salud pública se apreció la
eximente incompleta de estado de necesidad a una madre que sufría la necesidad apremiante de
obtener dinero para sufragar el coste de la intervención quirúrgica a la que el hijo de la acusada
debía someterse para salvar su vida. Y asimismo el supuesto contemplado por la Sentencia de la
Audiencia Provincial de Madrid, Sección 4ª, de 19 de Septiembre de 2001en la que se dispuso:
“El conjunto de las circunstancias anteriormente referidas, que como puede observarse no
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es solamente una dificultad económica, que reiteradamente ha señalado este Tribunal que no
puede dar lugar al estado de necesidad ni como completo, ni como incompleto, ni como analó-
gica, pues no se da la circunstancia de que el mal que se pretende evitar sea de igual o mayor
entidad que el cometido con el delito, pues el tráfico de cocaína constituye uno de los males
sociales más graves por las gravísimas consecuencias que ocasiona su consumo, que abarcan
no sólo al consumidor en el plano físico, psíquico, económico y social, sino a su familia, y a la
sociedad por generar una fuente inagotable de delincuencia, y su comparación con el interés
enfrentado conlleva a una abrumadora primacía en favor de la salud pública colectiva sobre
una particular situación de dificultad económica, que en ningún caso justificaría la agresión a
la salud de la comunidad (SSTS 5 Oct. 1998, 26 Ene de 1999, 7 de junio de 1999 y 22 de junio
de 1999); sino que la misma transciende a un plano de carácter personal, como es la necesidad
de tratamiento médico de una persona gravemente enferma e íntimamente allegada, como es su
madre, que no queda cubierta por un sistema de Seguridad Social al no existir el mismo en su
país de origen, determina que sí pueda entenderse que existe al menos una equiparación entre
el mal que se pretende evitar y el mal que se comete con el delito. Ahora bien, ello no alcanza
la suficiente intensidad como para entender que exista una eximente completa, como postula la
defensa, sino solamente una incompleta, dada la existencia de otras posibilidades alternativas
para la consecución del dinero para sufragar los gastos de la enfermedad de menor incidencia
que el mal que supone el delito cometido.”. También aprecian la eximente incompleta de esta-
do de necesidad en supuestos similares las Sentencias de la Audiencia Provincial de Madrid,
Sección 5ª, de 10 de octubre de 2000, y la misma Audiencia Provincial de Madrid, Sección 5ª
en Sentencia de 28 Mar. 2000, entre otras. La jurisprudencia de la Sala Segunda del Tribunal
Supremo (STS 667/96 de 8 de octubre, 1157/98 de 5 de octubre y 1296/98 de 20 de octubre)
ha considerado que el estado de necesidad integra semieximente cuando el mal causado por
el delito es mínimamente menor que el que se trata de evitar y se aprecia en la situación del
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agente comisor una necesidad muy poderosa para realizar la acción. También se ha admitido
la semieximente de estado de necesidad cuando no consta que el comisor del delito hubiese
agotado previamente todos los medios de que disponía para remediar el mal que le amenazaba
y que trató de evitar mediante la perpetración de la infracción punitiva (SSTS. de 8 Jun. 1994
y de 23 Oct. 1995).
194
Como la defendida en nuestro país por GIMBERNAT ORDEIG, E.: “El estado de necesi-
dad: un problema de antijuridicidad”, en Estudios de Derecho penal, Ed. Tecnos, Madrid, 1990,
p. 155 ss., 218 ss. y por LUZÓN PEÑA, D-M.: Curso ...., op. cit., p. 622, para quien es correcta
la teoría unitaria “...que concibe todo estado de necesidad como causa de justificación”; en el
mismo sentido LUZÓN PEÑA, D-M.: Aspectos esenciales de la legítima defensa, Ed. Bosch,
Barcelona, 1978, p.243 ss.. Seguidores también de las teorías unitarias: CUERDA RIEZU, A.:
La colisión de deberes en Derecho Penal, Ed. Tecnos, Madrid, 1984, p. 314 ss.; ROLDAN
BARBERO, H.: La naturaleza juridical del estado de necesidad en el Código penal español:
crítica a la teoría de la exigibilidad de la conducta adecuada a la norma, Ed. Fundación Juan
March, Madrid, 1980, p. 7 y 8; ROLDAN BARBERO, H.: “Estado de necesidad y colisión de
intereses”, en Cuadernos de Política Criminal, nº 20, 1983, p. 545.
195
Vid. la amplia exposición que al respecto de esta teoría formula CEREZO MIR, J.: Cur-
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vez, el estado de necesidad exculpante, conflicto entre bienes iguales o de la misma entidad, al
no ser exigible que se deje sacrificar el interés amenazado, pese a que ninguno de ellos preva-
lezca sobre el otro, causa de exculpación fundada en que el Derecho no puede imponer actitudes
de heroicidad al dirigirse con sus advertencias y admoniciones ordenadoras al hombre medio.
Vid. la ejemplificadora STS de 24 de noviembre de 1997, dictada en el recurso de casación
3137/1995. En la STS de 20 de marzo de 1991 se dispuso que si el mal causado es menor que
el que se trata de evitar (ataque a la propiedad de otro para conservar la vida, integridad física
o salud propios), estaremos ante una causa de justificación y si hay paridad entre ambos bienes
jurídicos tutelados estaremos ante una causa de inculpabilidad, conforme a la teoría diferencia-
dora del estado de necesidad, predominante en la doctrina. En Alemania fue el parágrafo 34 del
StGB de 1975 el que por primera vez incorporó al texto punitivo la regulación del estado de ne-
cesidad como causa de justificación. Hasta ese momento tan sólo existía una expresa regulación
del estado de necesidad disculpante en el parágrafo 54 del StGB de 1871. La doctrina alemana
comenzó a labrar los orígenes de la teoría diferenciadora de manos de GOLDSCHMIDT, en
1913 y FREUDENTHAL, en 1922, quienes fueron seguidos posteriormente por LISZT, SCH-
MIDT y MEZGER. Vid. JAKOBS, G.: Derecho Penal. Parte General, 1997, op. cit., pp. 492
ss., 588 ss.; JESCHECK, H-H.: Tratado de Derecho Penal. Parte General, op. cit., p. 322 ss.;
107
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MAURACH-ZIPF: Derecho Penal. Parte General, I, op. cit., p. 465 ss.; ROXIN, C.: Derecho
Penal. Parte General, Tomo I, op. cit., p. 671 ss.
197
Y correlativamente que cuando el conflicto de intereses discurre sobre bienes de igual
valor estaremos ante una causa de inculpabilidad al no poderse sostener el derecho a sacrificar
uno de ellos para salvar al otro. Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 518.
198
Si el sujeto estaba en la creencia errónea que el mal causado no era mayor que el que
trataba de evitar, cuando en realidad sí lo era, estaremos ante un supuesto de estado de nece-
sidad putativo.
199
Siempre que la conducta realizada no implique una grave infracción del respeto debido a
la dignidad de la persona, ya que en tal caso pese a que el mal causado sea menor al que se trató
de evitar, y aunque concurran todos los restantes requisitos exigidos para la apreciación de la
eximente de estado de necesidad, estaremos ante una causa de inculpabilidad. Vid. CEREZO
MIR, J.: Curso..., II, op.cit., p. 270, 362, nota (61); y siempre que la conducta sea objetivamente
idónea para salvar el interés mayor, ya que si no lo es, podremos estar ante una causa de incul-
pabilidad pero no de justificación, Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 526.
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o ajeno, el mal causado es menor del que se trataba de evitar, pero la conducta
implica un grave atentado a la dignidad de la persona200, o la conducta no era ob-
jetivamente idónea para salvar el interés mayor201, ya que si la conducta implica
un grave atentado a la dignidad humana o bien no resultaba objetivamente idónea
para salvar el interés mayor, podremos estar ante una causa de menor culpabilidad
pero no de justificación incompleta. De manera que de concurrir esta conducta
que implique un grave atentado a la dignidad de la persona, o que resulte que no
era objetivamente idónea para salvar el interés mayor, ya concurran o falten los
requisitos inesenciales de la causa de estado de necesidad, no podremos afirmar
la misma como causa de justificación ni completa ni incompleta, sino como causa
de inculpabilidad completa –si concurren los tres requisitos- o causa de menor
culpabilidad o reprochabilidad –si faltan alguno o algunos- y además si estaba
considerablemente disminuida la capacidad del sujeto de obrar de acuerdo con las
exigencias del ordenamiento jurídico. Serán asimismo supuestos de menor repro-
chabilidad y no causas de justificación incompletas, los supuestos en que el mal
causado resulte ser igual al que se trataba de evitar, pero falten los requisitos 2º y/o
3º del número 5º del artículo 20 y además si estaba considerablemente disminuida
la capacidad del sujeto de obrar de acuerdo con las exigencias del Derecho 202.
200
Vid. en este sentido la sugerente propuesta de restricción formulada por CEREZO MIR,
J.: Curso..., II, op. cit., p. 268, 270, 362, nota (61).
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201
Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 526, 695, 696.
202
Vid. CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 272, 273, 362.
203
Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.cit.,
p. 478 ss. Para la operatividad de la obediencia debida, como causa de justificación dentro del
cumplimiento de un deber, es preciso que la orden recibida, cuyo cumplimiento origina la comi-
sión de una infracción penal, no sea clara y manifiestamente ilícita. No cabe obediencia debida
ante una orden manifiestamente contraria a la Constitución y no se ejercita un derecho o se
cumple con un deber en los casos en que la actuación que se trata de justificar entra en colisión
con bienes jurídicos ajenos de especial preponderancia, como el derecho fundamental al secreto
de las comunicaciones. Vid. STS de 22 de marzo de 2001. Si el mandato no infringe de forma
clara, manifiesta y terminantemente una ley, y ha sido dictado dentro de los límites de la res-
pectiva competencia y aparece revestido de las formalidades legales conforme a la teoría de la
apariencia, debe ser obedecido y tal obediencia encuentra amparo en esta causa de justificación.
Vid. MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit.,
p. 389-390. Como señalan COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte Gene-
ral, 5ª ed., op. cit., p. 478, por remisión al prólogo de la obra de RIVACOBA Y RIVACOBA La
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b) En los casos en los que el deber cumplido sea de rango inferior al de omitir la
acción prohibida o de realizar la acción ordenada, en los delitos de omisión,
lisis particular del ejercicio de la coacción directa por las fuerzas y cuerpos de seguridad del
Estado en materia de seguridad y orden públicos, Ed. J.M. Bosch, Barcelona, 1995, p. 228 ss.
Si por el contrario, la intervención no es necesaria, nos encontraríamos ante una extralimitación
manifiesta impeditiva de la aplicación de la exención completa o incompleta como señalaron
las SSTS de 15 de marzo de 1990, 24 de enero de 1994 y 31 de enero de 1997. Respecto a la
incongruencia, inoportunidad o desproporción de la intervención, la Sala Segunda del Tribunal
Supremo ha señalado en reiteradas ocasiones, al analizar la posible aplicación de la causa de jus-
tificación de cumplimiento del deber con relación a los supuestos de intervención o actuación de
agentes de la autoridad, que éstos tienen no sólo la facultad, sino también, el deber de actuar en
el ejercicio de su cargo utilizando medios violentos, incluso las armas, que reglamentariamente
tienen asignadas, en su misión de garantizar el orden jurídico y servir a la paz colectiva “con
la decisión necesaria y sin demora cuando de ello depende evitar un daño grave, inmediato e
irreparable”, pero al mismo tiempo “rigiéndose por los principios de congruencia, oportunidad
y proporcionalidad” conforme al apartado c) del art. 5.4 LO 2/86, de 13 Mar., cuyo apartado d)
concreta que “solamente deberán utilizar las armas en situaciones en que exista un riesgo ra-
cionalmente grave para su vida, su integridad física o la de terceras personas, o en aquellas cir-
cunstancias que puedan suponer un grave riesgo para la seguridad ciudadana y de conformidad
con los principios a que se refiere el apartado anterior”, todo ello de forma congruente con el
art. 104 de la Constitución Española y las líneas marcadas por la Declaración de la Policía hecha
por el Consejo de Europa de 8 de mayo de 1979, y por el Código de conducta para funcionarios
encargados de hacer cumplir la Ley, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas
el 17 de diciembre de 1979 (Vid. SSTS de 10 de julio de 1991, 10 y 16 de diciembre de 1991,
11 de junio y 6 de noviembre de 1992, 16 de noviembre de 1994, 14 de febrero de 1997 o 16 de
enero de 1998, entre otras). La Sala Segunda del Tribunal Supremo ha señalado que conforme
a tales normas y directrices, en estos casos, para la aplicación de la eximente de cumplimiento
del deber es necesario que concurran los siguientes tres requisitos esenciales: 1.º) que el sujeto
activo sea una autoridad o funcionario público autorizado por las disposiciones correspondien-
tes a hacer uso de medios violentos en el ejercicio de los deberes de su cargo; 2.º) que el posible
delito se haya producido en el ejercicio de las funciones del cargo correspondiente y 3.º) que
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para el cumplimiento del deber concreto en cuyo ámbito se está desarrollando su actividad le sea
necesario hacer uso de la violencia (necesidad en abstracto) porque, sin tal violencia, no le fuera
posible cumplir con la obligación que en ese momento le incumbe. La ausencia de cualquiera de
esos tres requisitos dará lugar a la imposibilidad de apreciar la causa de justificación ni siquiera
como incompleta. Ahora bien, son también requisitos que deben concurrir para apreciar la causa
de justificación como completa: 4.º) que la violencia concreta utilizada sea la menor posible para
la finalidad pretendida, esto es, por un lado, que se utilice el medio menos peligroso, y, por otro
lado, que ese medio se use del modo menos lesivo posible, todo ello medido con criterios de
orden relativo, es decir, teniendo en cuenta las circunstancias concretas del caso, entre ellas las
posibilidades de actuación de que dispusiere el agente de la autoridad (necesidad en concreto)
(Vid. ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 611); y 5.º)
proporcionalidad de la violencia utilizada en relación con la situación que origina la interven-
ción de la fuerza pública. La falta de cualquiera de estos dos últimos requisitos, o incluso de los
dos, de concurrir los tres primeros, podrá dar lugar a la apreciación de la causa de justificación
como incompleta. Vid., por todas STS, Sala Segunda, de lo Penal, de 15 de Enero de 2003. Por
tanto, si la intervención violenta es desproporcionada y excesiva en relación con la precisa para
evitar el mal para cuya solución o prevención está autorizado el agente, el alcance justificador
111
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de esa conducta es sólo parcial y limitado a constituir una eximente incompleta con el efecto de
atenuante. Como señaló la STS de 13 de julio de 2001 es difícil determinar el grado de necesidad
de la actuación del agente, tanto para él mismo al actuar, como luego para el juez, al aplicar la
ley. La STS de 29 de noviembre de 1999 sentó que concurre un exceso o desproporción en el
cumplimiento del deber exigido a cualquier agente de la autoridad cuando en el ejercicio de sus
funciones no se guardan las normas que la prudencia exige a cualquier ciudadano y mucho más a
un miembro de la policía que debe estar preparado psicológicamente para defender a la sociedad
pero con la mesura y proporción que cada caso requiera. El TS en SS de 25 de marzo de 1992,
2 de julio de 1993, 24 y 17 de enero de 1994 y 14 de mayo de 1998 habla de fuerza o violencia
«proporcional a la función a realizar» y de «racionalmente imprescindible». Vid. MIR PUIG,
S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 492. La proporcionalidad implica un juicio
de ponderación de intereses o, si se quiere, un juicio de ponderación de males que sobre la mar-
cha ha de llevar a cabo el Agente, de manera que ha de imponerse el ejercicio de la racionalidad
que, por encima incluso de la ponderación de intereses, tenga en cuenta, en definitiva, lo más
apropiado para la defensa del Derecho.
208
Vid. CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 363.
209
La STS de 16 de mayo de 1983, dictada en el conocido “Caso Almería” apreció la concu-
rrencia de una eximente incompleta de obediencia debida al concurrir un exceso en el cumpli-
miento del deber de obediencia en los siguientes términos: “Que la disciplina militar -entrando
en la temática de los recursos de la defensa- exige con mayor rigor el deber de obediencia en
un Cuerpo, como la Guardia Civil, de organización y estructura castrense, pero no es un deber
absoluto de obediencia ciega, pasiva o automática, como revela el propio Código de Justicia
Militar (art. 185.12) al excluir dicho deber «cuando las órdenes entrañan la ejecución de actos
que manifiestamente sean contrarios a las leyes y usos de la guerra o constituyan delito, en
particular contra la Constitución» ; y conscientes de esta realidad, los acusados recurrentes
al impugnar la sentencia de instancia y sostener la exención plena de responsabilidad lo ha-
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cen apoyándose en el error sobre la ilicitud del mandato creyéndole de buena fe legítimo, de
acuerdo con la doctrina penal dominante, ya recogida en alguna declaración jurisprudencial
(S 18 Nov. 1980), que lleva la obediencia debida al ámbito de las causas de inculpabilidad por
la senda del error, si el subordinado no pudo apreciar la antijuridicidad del mandato, o por el
expediente de la inexigibilidad de otra conducta; pero tal posición resulta insostenible porque
los recurrentes, que siguieron en todo momento y circunstancias los avatares de este suceso,
estaban en condiciones de comprender la manifiesta antijuridicidad de la orden, al interpre-
tarla en el sentido de acción con propósito homicida contra unos sujetos cuyas posibilidades
de fuga no pasaban de la pura entelequia, y esta notoriedad, como en los supuestos del delito
atroz -atrocitatem facinoris- del Derecho histórico, liberaba a los subordinados del deber de
obediencia, sin que pudieran escudarse en la inexigibilidad de otra conducta porque la orden
de fuego es la voz de mando para disparar, y pudiendo hacerlo con estricta finalidad intimi-
datoria, o dirigiendo el tiro a otras zonas del automóvil, no obstante optaron por secundar la
misma actitud del superior, disparando el Teniente Ayudante ráfagas del subfusil que portaba
a distancia de 2 mts. y medio del vehículo con entrada por la luneta trasera del mismo, y el
Guardia Fernández Llamas llegó al extremo de realizar 2 acciones de fuego, una, coetánea-
mente con los otros 2 acusados, sobre el flanco izquierdo del coche, y otra, cuando estaba el
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NA HUERTA: Las circunstancias atenuantes en el Código penal de 1995, Ed. Aranzadi, 1997,
p. 208, en los supuestos en que el inferior jerárquico cumpla una orden legítima adecuadamente
estará amparado por la causa de justificación completa; si incurre en algún exceso en el cumpli-
miento de la orden legítima podrá concurrir una causa de justificación incompleta; si el inferior
cumple la orden sin cerciorarse de su ilicitud y por miedo a una sanción, no operará la causa de
justificación como incompleta, sino en todo caso el miedo insuperable como causa eximente
completa o incompleta, en su caso; los supuestos de cumplimiento de la orden sin examen de
su licitud al amparo del prestigio de quien emana la misma constituye un supuesto de error
sobre los presupuestos objetivos de la causa de justificación y finalmente, constituyen también
supuestos de error sobre los presupuestos objetivos de la causa de justificación los casos en los
que se cumple la orden creyendo que debía obedecerse.
210
En aquéllos supuestos en los que el sujeto actúa en cumplimiento de un deber de obe-
diencia, los elementos esenciales de la causa de justificación serán la existencia misma de una
relación jurídica de carácter jerárquica, la efectiva existencia de una orden emanada en el seno
de la referida relación jurídica, la consiguiente existencia de un deber jurídico de obediencia
dimanante de esa relación jurídica de carácter jerárquica, y el ánimo o voluntad de cumplir con
el deber.
113
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211
El obrar en ejercicio de un derecho, oficio o cargo por vías ilegítimas impide la aprecia-
ción de la causa de justificación tanto completa como incompleta, pues es un elemento esencial
de la causa el pretender un ejercicio legítimo del mismo.
212
Por ejemplo, los padres ostentan un derecho de corrección sobre sus hijos, consistente en
el derecho de castigar moderadamente a los mismos, menores de edad, con una finalidad edu-
cativa en el ámbito de la relación familiar. Ahora bien, esta facultad o derecho de corrección de
los padres no es ilimitada. En este sentido, y conforme a los arts. 154.2 y 268 del Código Civil,
debe ejercerse de manera “razonable y moderada”. Existe pues, un uso lícito del ius corrigen-
di, pero el exceso en el mismo no se encuentra justificado, y por consiguiente tales conductas
ilícitas pueden ser punibles, aunque la presencia de los elementos esenciales de la causa de
justificación expliquen el que el contenido de injusto de tales supuestos pueda ser menor y mo-
tive la posibilidad de apreciación de una causa de justificación incompleta con la consiguiente
reducción de la pena. Para poder apreciar el derecho de corrección amparado por la causa de
justificación del ejercicio legítimo de un derecho, se requiere la concurrencia del derecho de
corrección, la necesidad de desplegar la conducta para ejercitar ese derecho de corrección, que
el interés superior del caso concreto sea el educativo en detrimento de otros intereses como la
integridad o la libertad del hijo, que la salvaguardia del correcto e integral desarrollo del menor
sea el interés preponderante, y que en definitiva no exista otro medio menos lesivo para cumplir
el fin educativo que la realización de la acción típica. Si existen abusos o extralimitaciones en el
ejercicio de este derecho, es decir, que no se respete la limitación de su ejercicio de una manera
razonable y moderada (art. 268 CC), o se trate de un ejercicio desproporcionado para conseguir
el fin educativo atendiendo al resultado lesivo originado al menor no concurrirá la causa de jus-
tificación completa, pudiendo concurrir, a lo sumo, tal causa como incompleta, según los casos.
Vid. BACIGALUPO ZAPATER, E.: Principios de Derecho Penal. Parte General, Ed. Akal,
Madrid, 1997, p. 274; CEREZO MIR, J.: “La eximente de obrar en cumplimiento de un deber,
oficio o cargo”, ADPCP, 1987, p. 285-286; CERVELLÓ DONDERIS, V.: “El delito de malos
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tratos; su delimitación con el derecho de corrección”, en Poder Judicial. 2ª época, núm. 33,
marzo 1994, p. 58 ss.; CUERDA RIEZU, A.: La colisión de deberes en Derecho Penal, Ed. Tec-
nos, Madrid, 1984, p. 225-226; MARIN DE ESPINOSA CEBALLOS, E.B.: “La intervención
del Derecho Penal en los castigos a los hijos, un análisis comparado”, en Revista Electrónica
de Ciencia Penal y Criminología, RECPC 01-07 (1999); MORALES PRATS, F.: Comentarios
al nuevo Código Penal. Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 190 y 191; PRATS CANUT, J. M.:
Comentarios a la Parte Especial del Derecho Penal, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 150 y
151. Para MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed.,
op. cit., p. 386-387 ningún tipo de delito puede quedar justificado por el derecho de corrección,
ya que si en otra época pudo tener sentido, en la actualidad se encuentra en completa crisis al no
admitirse ya ni el ejercicio de la violencia, ni la privación de libertad, ni las injurias como méto-
dos educativos legítimos. La STS de 18 de febrero de 1999 resolvió la aplicación de una causa
de justificación incompleta de ejercicio legítimo de un derecho oficio o cargo en relación con
la actividad periodística, en los siguientes términos: “Está fuera de toda duda que la situación
sanitaria de los establecimientos penitenciarios es un tema que interesa a la opinión pública
y sobre el que esta opinión tiene derecho a estar informada como lo tiene en relación con casi
todos los sectores en que se desenvuelve la actividad de la Administración Pública. En con-
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secuencia, y con independencia de cuáles sean las verdaderas vías de contagio del SIDA, no
podría negarse que era un hecho noticiable, en la ocasión de autos, la circunstancia de que dos
internos de la prisión provincial de Las Palmas, padeciendo el síndrome de inmunodeficiencia
adquirida, estuviesen destinados en los servicios de cocina del citado establecimiento. El acu-
sado, pues, podía honestamente pensar que, publicando este hecho cuya veracidad ciertamente
le constaba, informaba a la opinión pública de algo que la misma tenía derecho a conocer, lo
que no puede ser desconectado del interés colectivo en que el remedio de los eventuales fallos
de la Administración sea impulsado, cuando preciso sea, por la presión de la opinión pública.
Es por ello por lo que hemos dicho más arriba que en la conducta del acusado parece existir
un principio de justificación que podría estar tipificado como eximente en el art. 20.7 CP. La
justificación, sin embargo, no es plena por lo que la antijuridicidad típica de la conducta no
puede reputarse desaparecida aunque sí considerablemente atenuada. Para que el ejercicio,
por parte del acusado, del derecho a la información hubiese sido plenamente legítimo, de for-
ma que hubiese integrado la correspondiente circunstancia eximente de la responsabilidad cri-
minal, hubiese sido necesario que el acceso a los datos reservados relativos a la enfermedad de
los titulares y su posterior publicación se presentasen como el único procedimiento por el que
cupiese informar a la opinión pública del hecho noticiable. No era así, puesto que lo noticiable,
en cualquier caso, era la mera presencia de enfermos de SIDA en la cocina de la prisión, no
la identidad de los mismos. Podrá argüirse que sin tener conocimiento de la identidad de los
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y del mismo modo, aún no revelándose fin particular alguno en la actuación del
agente, si el delito cometido resultó completamente innecesario en relación con los
deberes del cargo, se apreciará también la circunstancia agravante. En definitiva,
pues, el ánimo de aprovechamiento de la ventaja que supone el elemento objetivo
de superioridad consistente en la cualidad pública es lo que distingue esta circuns-
tancia de agravación de la eximente incompleta de cumplimiento de un deber o
ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo.
Según el art. 21 del Código penal son circunstancias atenuantes: “6ª Cualquier
otra circunstancia de análoga significación que las anteriores”213. Al tratarse de
una analogía in bonam partem ningún problema de legalidad o seguridad jurídica
puede existir en la aceptación de esta figura atenuatoria para las eximentes in-
completas en general214 y por tanto para las causas de justificación incompletas en
particular215.
213
Los Códigos de 1848 y 1870 declararon atenuante cualquier otra circunstancia “de igual
entidad y análoga a las anteriores”, pero el texto de 1932 suprimió la referencia a la igual
entidad y dejó tan sólo el criterio de la analogía. Mas tarde, el Código Penal de 1944 -y sus
sucesivas reformas- modificaron el texto precedente y pasó el adjetivo de “análoga” de la cir-
cunstancia al de su significación, con lo que la voluntad amplificadora se puso de relieve, al no
ser precisa ya la semejanza con una determinada especie de atenuantes (enumeradas en el art.
9 del anterior Código), siendo suficiente con la correspondencia analógica con su significación.
En el mismo sentido se pronuncia el Código Penal vigente de 1995, que en su art. 21,6ª estima
como atenuante: “cualquier otra circunstancia de análoga significación que las anteriores”.
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Vid. MARQUEZ DE PRADO Y NORIEGA, M.D.: La atenuante por analogía: una situación
incierta, Poder Judicial, CGPJ, 2ª época, nº 33, Marzo 1994, p. 108; MIR PUIG, S.: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 640. Vid. SSTS de 12 de mayo de 1983, 22 de abril de
1983 y 7 de enero de 1999.
214
Sin embargo el Tribunal Supremo ha mantenido en varias ocasiones la imposibilidad de
apreciar las eximentes incompletas por analogía, como sucedió con la STS de 3 de junio de
1948 en al que se señaló que: “...el Tribunal sentenciador hubo de apreciar en el delito sancio-
nado y a favor de todos los reos la circunstancia eximente incompleta de estado de necesidad,
núm.7 del art. 8º del Código penal, si bien con referencia errónea a la 10 del art. 9º, ya que
la analogía indicada en esta última se extiende únicamente a cualquiera de las otrs causas de
atenuación de carácter genérico u ordinario que en el mismo precepto se mencionan, pero en
modo alguno puede relacionarse con las de exención comprendidas en el que le precede, cuyos
efectos específicos y privilegiada trascendencia para caso de no ser apreciadas íntegramente,
como en el de autos acontece, se determinan y señalan por modo singular en el nú. 1º del citado
artículo 9º y en el 66 del propio Código sustantivo, que obligan a rebajar uno o dos grados la
pena correspondiente al delito de que se trata”, y como asimismo sucedió con la STS de 10
de marzo de 1951 al establecer que: “Que tampoco es procedente la apreciación de la circuns-
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Para la apreciación de una atenuante por analogía no es suficiente con que nos
encontremos ante una circunstancia que implique una menor culpabilidad o un
menor injusto216, sino que es preciso que ambas circunstancias respondan a una
misma ratio y tengan el mismo fundamento, sin que sea preciso, por otra parte, el
que la circunstancia analógica tenga la misma entidad ni idéntico sustrato fáctico
al de otra de las contempladas en el art. 21217. En este sentido, la expresión «análo-
tancia modificativa 10 del art. 9 del Código penal por analogía con referencia al estado de
necesidad atribuido al recurrido puesto que tal situación sólo puede estimarse como eximente
completa a tenor del número 7º del artículo 8 o como incompleta en armonía con el art. 66,
ambos de aquel Código, pero nunca como atenuante genérica”.
215
La STS de 2 de Febrero de 1996 aprecia una atenuante analógica a la circunstancia exi-
mente incompleta de estado de necesidad en un caso en el que: “Ciertamente, el conjunto de
circunstancias que configuran el hecho enjuiciado permitirían estimar en el presente caso la
atenuante analógica cuestionada, pese a no concurrir en el presente caso todos los requisitos
que la jurisprudencia viene exigiendo ordinariamente para la apreciación del estado de nece-
sidad -como se pone de manifiesto en la sentencia recurrida-; precisamente en atención a las
particularidades que aquí concurren: la acusada atravesaba una “difícil situación económi-
ca”, hasta el punto de que no había podido abonar los recibos de luz y de agua -a causa de ello
le habían cortado el suministro de agua a su domicilio- “teniendo una hija deficiente mental
profunda”, que no controlaba los esfínteres y se encontraba menstruando -según se argumentó
en la instancia-“. Ya había apreciado una circunstancia atenuante analógica a la causa de jus-
tificación incompleta de estado de necesidad la STS de 14 de julio de 1982, pero rechazó tal
situación, entre otras, en las SSTS de 29 de enero de 1991 o 30 de diciembre de 1992.
216
Para ORTS BERENGUER, E.: Atenuante de análoga significación (Estudio del art. 9.10
del Código penal), Universidad de Valencia, Valencia, 1978, p. 70 ss., y “Las circunstancias
atenuantes en el Proyecto de Código penal de 1980”, en Cuadernos de Política Criminal, nº
14, 1981, p. 260-261, debería apreciarse siempre una atenuante por analogía en aquéllos casos
en los que la circunstancia implicara una menor gravedad de la culpabilidad, o del daño, o que
respondiera a razones de justicia material o a motivaciones político-criminales idénticas a las
atenuantes expresamente previstas en el catálogo; en el mismo sentido ZUGALDIA ESPINAR,
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J.M.: “Art. 21.6”, en Comentarios al Código Penal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 796.
217
Así se pronuncian CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 368-369 y DIEZ RIPOLLES,
J.L.: “La categoría de la antijuricidad en Derecho Penal”, en Anuario de Derecho Penal y Cien-
cias penales, Tomo XLIV, Fas. III, 1991, p. 745. La jurisprudencia del Tribunal Supremo, por
todas la Sentencia de 22 de febrero de 1988 o la de 15 de septiembre de 1993, sostuvo que la
analogía o afinidad a que se refiere la circunstancia atenuante de análoga significación había de
ser establecida atendiendo no a la similitud formal, morfológica o descriptiva, ni a la identidad
de significado externo, sino a la semejanza de valor o de sentido, llegando a afirmar que la
análoga significación se ha de establecer a partir del sentido informador de todas las atenuantes
consideradas en su conjunto global y en algún caso, que la analogía podría basarse en la totali-
dad al ordenamiento jurídico o en el Derecho natural, considerando que la atenuante de análoga
significación constituía una cláusula general de individualización de la pena, que permite pro-
porcionar mejor la pena a la culpabilidad del autor, más que por la vía de una analogía formal
con los supuestos específicamente contemplados como atenuantes, a través de una analogía con
la idea genérica básica que informa dichos supuestos. Sin embargo, la doctrina mayoritaria y
más reciente de la Sala Segunda del TS, por todas, SSTS de 9 de febrero, 12 y 14 de mayo y 21
de julio de 1993, 4 de marzo de 1994, 8 de noviembre de 1995 o 29 de abril de 1999, requiere
117
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circunstancias posteriores a la comisión del delito, pero aquí empieza y acaba la similitud con
el caso analizado, porque, como es patente, los males generados por las dilaciones indebidas
provienen de la lesión de un derecho fundamental del autor del ilícito que es atribuible al órgano
jurisdiccional, de suerte que, constituyendo la pena una pérdida de esos derechos, la doctrina
más moderna estima que las lesiones de derechos constitucionales que son consecuencia de un
desarrollo irregular del proceso que concluye con la imposición de la pena, deben ser abonadas
a ésta como compensación reparadora del derecho constitucional infringido y soportado por el
autor del hecho.
218
Vid. en este sentido las SSTS de 23 de septiembre de 1996, 17 de septiembre de 1999, 18
de octubre de 1999 y 25 de octubre de 2001.
219
Ahora bien, la jurisprudencia es constante a la hora de señalar que la facultad que ostentan
los jueces de estimar la concurrencia de una circunstancia atenuante de análoga significación a
las anteriores no puede alcanzar nunca al supuesto en el que falten los requisitos básicos para
ser estimada una concreta atenuante, porque ello equivaldría a crear atenuantes incompletas
o a permitir la infracción de la norma, sin que tampoco pueda exigirse una similitud y una
correspondencia absoluta entre la atenuante analógica y la que sirve de tipo de referencia pues
ello equivaldría a hacer inoperante el humanitario y plausible propósito de que hablaban las
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Las atenuantes por analogía a las causas de justificación incompletas son meras
circunstancias atenuantes y no eximentes incompletas a los efectos de la pena, sin
perjuicio de que puedan ser consideradas como muy cualificadas, en su caso220.
de referencia, pueda tener una especial cualificación, y ello ni siquiera cuando la analogía se
establezca respecto a una eximente incompleta. La STS de 18 de Septiembre de 1997 apreció
la concurrencia de una circunstancia atenuante analógica a la eximente incompleta de estado de
necesidad como muy cualificada argumentando que: “Se estima por este Tribunal concurrente
en el supuesto de autos la atenuante por analogía de eximente incompleta del estado de necesi-
dad del núm. 10 en relación con el 1 del art. 9 y art. 8.7 CP 1973, correspondiente con el núm. 6
en relación con el 1 del art. 21 y art. 20.5 del vigente Código de 1995, interpretación analógica
viable en cuanto cabe deducir que, pese a la no previsión específica legal, a la falta de expre-
sión literal, el supuesto se halla inmerso en la voluntad legislativa. Procediendo su acogimien-
to en aras de alcanzar la mejor y más acertada individualización de la pena, acogiéndonos al
sistema de numerus apertus en orden a la apreciación de circunstancias atenuantes institucio-
nalizado en el CP (Cfr. TS S 20 Feb. 1989). Habiéndose sancionado jurisprudencialmente la
posibilidad de estimación de una atenuante analógica de una eximente incompleta (SS 27 Abr.
1990, 16 Sep. y 28 Oct. 1991). La sentencia constata la condición de «antiguo toxicómano» del
esposo de M.ª del Rosario V. B., siendo ello lo que impulsó a la misma a llevarle a la prisión la
pequeña cantidad de heroína que le fue ocupada en afán de satisfacer sus más o menos perento-
rias necesidades. No existen los datos precisos para apreciar, siquiera en grado de incompleta,
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justificación incompletas está en que las mismas suponen una menor gravedad de
lo injusto y presentan una ratio idéntica a la de la causa de justificación incompleta
a la que van referidas221.
la eximente de estado de necesidad, mas no cabe duda que la actuación de la acusada tuvo una
motivación humanitaria dirigiendo su acción -en su sentir y pensar- hacia la evitación de un mal
ajeno que, si bien podía ser paliado de otros modos, para la inculpada se ofreció éste como más
expeditivo, aun a costa de lesionar un bien jurídico digno de apreciación. Es de apreciar la ate-
nuante analógica de que se ha hecho mención, que se aplicará como muy calificada en atención
a las circunstancias del hecho y de la inculpada”. Defendiendo la dificultad de admitir una ate-
nuante analógica como muy cualificada especialmente en relación con las eximentes incompletas,
Vid. GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 161.
221
La atenuación de la responsabilidad por analogía ha tenido en su evolución legislativa,
como hemos visto, un criterio amplificador en cuanto a su apreciación, permitiendo sucesiva-
mente un mayor ámbito de actuación a los Tribunales para acoger todas aquellas circunstancias,
de análoga significación que las atenuantes específicas y que representen una aminoración de la
culpabilidad del sujeto o de la antijuridicidad de su conducta, permitiendo una mejor adecuación
de la pena al principio de proporcionalidad. Como señala la sentencia del Tribunal Supremo de
22 de enero de 1987 «la atenuante analógica que se recoge en el número 10ª del art. 9º supuso
el reconocimiento a los Jueces y Tribunales de una potestad de suma trascendencia a la hora
de juzgar, al objeto de hacerse adecuado eco de supuestos que, ofreciendo dificultades para su
adecuada y correcta subsunción en el catálogo de circunstancias de tipificación legal que le
preceden, merezcan al Juzgador una consideración semejante; se huye pues del cerrado criterio
del «numerus clausus» permitiendo unas mejoras y concretas realizaciones de justicia merced al
otorgamiento de unas facultades arbitrales, ciertamente limitadas en cuanto que en su caso no
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del delito consumado en los supuestos de falta del elemento subjetivo de la causa
de justificación cuando concurren tan sólo los elementos objetivos –a diferencia
de las tesis que defienden la aplicación de las reglas de la tentativa-; si el elemento
subjetivo de la causa de justificación es un elemento esencial de la misma, su au-
sencia impide la apreciación de la causa de justificación como completa y como
incompleta; no obstante, la concurrencia de los elementos objetivos de la justifica-
ción podría dar lugar a la apreciación de una circunstancia atenuante análoga a la
causa de justificación incompleta, pues es lo cierto que tal supuesto constituye una
situación de análoga significación a una causa de justificación incompleta224.
B) Circunstancias agravantes:
recoge una previa agresión ilegítima por parte del recurrente quien agredió al guarda de segu-
ridad de una discoteca propinándole un puñetazo en la cara y ello determinó la reacción de éste
último que el Tribunal de instancia considera desproporcionada”.
224
Vid. en este mismo sentido CEREZO MIR, J.: “Consideraciones generales sobre las causas
de justificación en el derecho penal español”, en Festschrift für Jescheck, Duncker & Humblot,
Berlín, 1985, p. 455; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª
ed., op. cit., p. 507, aunque con matizaciones; MAQUEDA ABREU, M.L.: “Los elementos subje-
tivos de justificación”, en La Ley, 1984, p. 1109; VALLE MUÑIZ, J.M.: “La naturaleza graduable
de lo injusto y la actuación en desconocimiento del presupuesto objetivo de una causa de justi-
ficación”, en Política Criminal y nuevo Derecho penal. Libro Homenaje al Prof. C. Roxin, Ed.
J.M. Bosch, Barcelona, 1997, p.457-458; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte
General, 2002, op.cit., p. 619.
225
La expresión española de alevosía tiene el equivalente francés de “perfidie”; el italiano y
portugués de “perfidia”, el inglés de “perfidy” y el alemán de “treulosigkeit”.
226
El Código penal derogado disponía un concepto legal de alevosía muy similar al actual
en el Libro Primero, Título Primero “De los delitos y faltas y de las circunstancias que eximen
la responsabilidad criminal, la atenúan o la agravan”, Capítulo IV “De las circunstancias que
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Señala CEREZO que la apreciación de la alevosía exige que el sujeto haya ele-
gido o utilizado los medios, modos o formas de ejecución con el fin de asegurarla
y de evitar los riesgos procedentes de una posible defensa de la víctima sin que
sea preciso que el sujeto “haya elegido determinados medios, modos o formas de
ejecución con el fin de asegurarla e impedir la posible defensa de la víctima”, sino
que “basta con que utilice los medios, modos o formas de ejecución con los fines
mencionados”227. Ahora bien, para la apreciación de la indicada circunstancia es
necesario que la seguridad en la ejecución y la indefensión de la víctima sean deli-
beradamente buscadas o aprovechadas por el agresor228.
mas de ejecución, que sin haberlos buscado, se le presentan, y los emplee o utilice encaminados
para el aseguramiento del hecho sin peligro para su persona. Vid. STS de 2 de enero de 1931. Sin
embargo, para ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit. p. 387 es discutible que pueda
apreciarse tal circunstancia “cuando la situación no ha sido ni procurada ni esperada de propósi-
to, sino aprovechada de improviso por el delincuente”.
228
Como señala la jurisprudencia, la dinámica comisiva propende, inexorable e inequívoca-
mente, a eliminar cualquier oportunidad de reacción de la víctima. Cfr. SSTS de 10 de mayo de
1984, 25 de enero de 1985, 7 de febrero de 1985, 9 y 25 de abril de 1985, 21 de octubre de 1985,
13 de junio y 10 de noviembre de 1986, 14 y 19 de febrero de 1987, 29 de febrero y 31 de mayo
de 1988, 24 de noviembre de 1989, 24 de octubre de 1990, 8 de marzo de 1994, 23 de mayo de
1995 y 17 de diciembre de 1996 entre otras. En sentido estricto, la alevosía viene a conformar una
conducta con sentido propio y autónoma, aunque íntimamente relacionada con la que contempla
el delito sobre el que actúa. Vid. SEGRELLES DE ARENAZA, I.: “Art. 22.1” en Comentarios al
Código Penal, Tomo II, Dtor. Cobo del Rosal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 853 y 858.
229
Vid. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, 1990, op. cit.,
p. 374-375; MORA ALARCÓN, J.A.: Suma de Derecho Penal. Parte General y Especial, Ed.
Edisofer, S.L., Madrid, 1996. p. 131. La STS de 26 de abril de 2002, entre otras muchas, señala
122
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maldad”230, se integra siempre por un elemento subjetivo231, toda vez que para
su apreciación es precisa la simultánea coincidencia de la finalidad de asegurar
la ejecución y la finalidad de evitar los riesgos que para la persona del agresor
pudieran proceder de una eventual defensa del ofendido que potencialmente
al menos debe admitirse como posible232, no obstante esto, el Tribunal Supre-
mo en determinados casos viene admitiendo la posibilidad de una alevosía
“objetivada”, como en el caso en que se cause la muerte o lesiones, aún sin
interposición de medios alevosos, a un niño233, un anciano234, un ciego235 o un
inválido, lo que resulta criticable en la medida en que la letra de la ley exige
que los medios, modos o formas, tiendan directa y especialmente a asegurar la
ejecución, y por ello, si en el sujeto no concurre la doble finalidad señalada, en
las circunstancias descritas, y habida cuenta de la concurrencia del aprovecha-
miento de una mera situación de hecho de inferioridad de la víctima, parece
que sería preferible la apreciación de la circunstancia de abuso de superioridad
antes que la de alevosía236. No existe objeción dogmática alguna a la aprecia-
que: “La alevosía requiere los siguientes elementos: a) normativo que se cumple si acompaña a
cualquiera de los delitos contra las personas; b) instrumental que puede afirmarse si la conducta
del agente se enmarca en un actuar que asegure el resultado, sin riesgo para su persona, en algu-
nas de las modalidades que se distinguen en el asesinato alevoso; y c) culpabilístico, consistente
en el ánimo de conseguir la muerte sin ofrecer a la víctima posibilidad alguna de defensa”. En
el mismo sentido las SSTS de 12 de marzo de 1998, 8 de abril de 1998, 1 de julio de 1998, 16 de
octubre de 1998, 5 de marzo de 1999, 24 de septiembre de 1999, 24 de noviembre de 1999, 9 de
octubre de 2000 y 6 de noviembre de 2000, entre otras muchas.
230
Vid. SSTS de 12 de marzo de 1992, 7 de noviembre de 1994 y de 27 de febrero de 1995.
231
En este sentido COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª
ed., op. cit., p. 893. El elemento subjetivo de esta circunstancia es especialmente destacado por
CAMARGO HERNANDEZ, C.: La alevosía, Ed. Bosch, Barcelona, 1953, p. 33.
232
Queremos decir con esto que para la concurrencia de la circunstancia agravante de alevosía
debe exigirse que la víctima potencialmente pueda defenderse, pueda reaccionar potencialmente
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contra el ataque, ya que si la víctima está imposibilitada para defenderse no puede concurrir tal
circunstancia al exigirse legalmente que los medios, modos o formas empleados por el agente,
además de tender a asegurar la ejecución, se empleen con tendencia para eliminar el riesgo de
reacción defensiva de la víctima. Los medios, modos o formas de ejecución, tienden a asegurarla
y a evitar que se materialice una potencial defensa de la víctima, que lógicamente debe poder
preexistir. En el mismo sentido RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte
General, 9ª ed., op. cit., p. 728.
233
Vid. SSTS de 25 de junio de 1878, 21 de mayo de 1892, 14 de marzo de 1893, 7 de mayo de
1902, 28 de febrero de 1907, 1 de febrero de 1912, 28 de marzo de 1916, 5 de julio de 1943, 27 de
octubre de 1948, 24 de marzo de 1960 o 16 de mayo de 1968, entre otras muchas.
234
Vid. SSTS de 20 de febrero de 1872, 12 de julio de 1875, 8 de marzo de 1878, 14 de julio
de 1893 o 26 de junio de 1918, entre otras muchas.
235
Vid. SSTS de 4 de julio de 1884 o 17 de abril de 1914, entre otras.
236
En este sentido se pronuncia la doctrina mayoritaria: Vid. ALTES MARTI, M.A.: La alevo-
sía ..., op. cit., p. 124; ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., anotada y puesta al día por J.J.
Hernández Guijarro y L. Beneytez Merino, Ed. Akal, Madrid, 1986, p. 386; BERDUGO GOMEZ
DE LA TORRE, I.-ARROYO ZAPATERO, L.: Lecciones de Derecho Penal. Parte General, Ed.
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entre los sujetos es inevitable, con lo que no puede concurrir un abuso de la desigualdad; MUÑOZ
CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 558 y MUÑOZ
CONDE, F.: Derecho Penal. Parte Especial, Ed. Tirant lo Blanch, 12ª ed., Valencia, 1999, p. 51,
muestran su opinión favorable a apreciar en tales casos la agravación de abuso de superioridad y
no de alevosía; PRATS CANUT, J.M.: en Comentarios al Nuevo Código Penal, Dtor. G. Quintero
Olivares, Coord. J.M. Valle Muñiz, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 219; en el mismo sentido
SERRANO GOMEZ, A.: Derecho Penal. Parte Especial, 4ª ed., Ed. Dykinson, Madrid, 1999, p.
37. En este sentido, la STS de 9 de marzo de 1989 no estimó concurrente la circunstancia agravante
de alevosía en un homicidio en el que la víctima era un recién nacido con el siguiente y acertado
razonamiento: “En el caso, muerte de un recién nacido causada por la madre y abuela del mismo
propinándole un fuerte golpe en la cabeza, no puede estimarse concurrente el elemento tendencial
de la alevosía, ya que los culpables no se aprovechan de la situación de desvalimiento en que el
neonato se encuentra, no aprovechan situación alguna, no hay aseguramiento buscado, y el niño
nunca podrá defenderse ni colocar al autor en situación arriesgada, por lo que los actores no
emplean ningún medio, modo o forma que tienda a asegurar la muerte, debiendo, por tanto, ser
rechazado e motivo fundado de la inaplicación del art. 10.1 CP”; por el contrario, en la STS de 17
de marzo de 1997, juzgándose asimismo la muerte ocasionada por una abuela sobre sus nietos de 2
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nal de 1995”, en Delitos contra las personas, Manuales de Formación Continua, 3, Ed. Consejo
General del Poder Judicial, Madrid, 1999, p. 293; Vid. CAMARGO HERNANDEZ, C.: La
alevosía, op. cit., p. 68.
238
ALONSO ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del delito, op. cit., p. 482 desta-
ca que la doble finalidad de asegurar la ejecución y asegurar al ejecutor constituye el ánimo ten-
dencial de la alevosía; este sentido ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 386.
Vid. STS de 27 de octubre de 1934. En esta sentencia se señala que: “caracteriza la alevosía el
empleo de medios, modos y formas que tiendan directa y especialmente a asegurar la ejecución
del delito, sin riesgo para la persona del culpable procedente de la defensa que pudiera hacer
el ofendido, de donde se deduce que el legislador no quiso extremar el concepto de liberación
del peligro del agente hasta el punto de que hubiese de ser materialmente imposible, dada la
forma de su actuación, la defensa del agraviado, porque basta que los medios utilizados tien-
dan, es decir, se encaminen a facilitar su propósito delictivo y que, por ellos precisamente, sea
difícil una reacción defensiva de la víctima contra su agresor”; Vid. MARTÍN GONZALEZ,
F.: La alevosía en el Derecho español, Ed. Comares, Granada, 1988, p. 68 a 74 destacando su
carácter tendencial; SEGRELLES DE ARENAZA, I.: “Art. 22.1” en Comentarios al Código
Penal, Tomo II, Dtor. Cobo del Rosal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 865 y ss.; niega el carácter
125
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tendencial de esta circunstancia DEL ROSAL BLASCO, B.: “La alevosía en el Código penal
de 1995”, en Delitos contra las personas, Manuales de Formación Continua, 3, Ed. Consejo
General del Poder Judicial, Madrid, 1999, p. 293.
239
En este sentido COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General,
5ª ed., op. cit., p. 893.
240
Para SEGRELLES DE ARENAZA, I.: “Art. 22.1” en Comentarios al Código Penal,
Tomo II, Dtor. Cobo del Rosal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 889 y ss., la alevosía presenta una
estructura de resultado cortado por lo que el que efectivamente se haya asegurado o no la ejecu-
ción es irrelevante, siendo lo importante el que se hayan empleado medios, modos o formas de
ejecución que hayan tendido de forma especial y directa a asegurarla. Si el agente ataca armado
a otro creyendo que está dormido e indefenso cuando en realidad se encuentra fingiendo estarlo
y se encuentra preparado para repeler la agresión habrá alevosía, lo mismo que si el agresor cree
a la víctima dormida completamente indefensa y el disparo no produce el resultado muerte por
encontrarse el sujeto durmiendo con un chaleco antibalas, en ambos supuestos habrá alevosía;
por el contrario, si el agente acomete a otro creyendo que el sujeto agredido se encuentra ar-
mado y dispuesto para la defensa, sin estarlo realmente no habrá alevosía. En el primero de los
casos se justifica la apreciación de la circunstancia en el hecho de que desde una perspectiva
ex ante, el agente empleó para la agresión medios, modos o formas de ejecución que tendieron
directa o especialmente a asegurarla sin el riesgo que para su persona pudiera proceder de la
defensa de la víctima, al creerla dormida e indefensa, aún cuando en realidad no lo estuviera,
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mientras que en el segundo supuesto el sujeto, desde una perspectiva ex ante, no empleó para
la agresión medios, modos o formas de ejecución que tendieron directa o especialmente a ase-
gurarla sin el riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa de la víctima, sino que
creyó atacar a alguien que se encontraba en postura de defensa, haciéndole frente. Como se
evidencia, resultará fundamental analizar en el caso concreto la tendencia del agente antes que
el resultado mismo. La alevosía es una circunstancia que se deriva de los medios, modos o for-
mas empleados en la comisión del hecho delictivo, independientemente del resultado alcanzado
por los autores del hecho incriminado. Cfr. STS de 17 de abril de 1996. En este sentido, si cabe
admitir la concurrencia de una forma imperfecta de ejecución del delito contra las personas de
que se trate, no cabe admitir sin embargo la forma imperfecta de ejecución de la alevosía, de
tal manera que o bien acompaña siempre al delito, sea cualquiera la fase de su vida a la que
haya llegado (consumado, tentativa), o bien es inaplicable si el quehacer del agente no admite
ese calificativo, por no haberse conducido del modo definido en el art. 22.1ª del Código penal.
Como señala SEGRELLES DE ARENAZA, I.: “Art. 22.1” en Comentarios al Código Penal,
Tomo II, Dtor. Cobo del Rosal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 893 a 895 no cabe la tentativa, ni
acabada ni inacabada, de las circunstancias, y por consiguiente no cabe admitir dogmáticamen-
te la tentativa de alevosía.
126
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previa agresión por parte del ofendido, ni una defensa activa por parte del mis-
mo, del mismo modo que cuando el agente avisa al agredido de su propósito
de ataque o éste tenía motivos sobrados para sospechar un ataque inminente;
sin embargo, la mera concurrencia de una defensa pasiva, autoprotección o
defensa dentro del marco del instinto de conservación por parte de la víctima
no impedirá la apreciación de la alevosía. No obstante lo dicho, la alevosía no
podrá excluirse simplemente porque la víctima haya tenido conocimiento de
que existía una posibilidad de agresión por parte del autor ni tampoco cuan-
do el agredido tenía alguna posibilidad de defensa ya que cuando el atacante
utiliza un arma de fuego frente a una persona desarmada, tal posibilidad es
meramente ilusoria241.
241
Cfr. STS de 12 de julio de 1997, aunque es preciso advertir, como señaló el TS en su
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Sentencia de 5 de noviembre de 1980 que el uso de armas de fuego podrá entrañar abuso de
superioridad instrumental por el medio, pero no siempre es alevoso.
242
En este sentido se pronuncia la generalidad de la doctrina Vid. ALTES MARTI, M.A.:
La alevosía ..., op. cit., p. 123; COBO DEL ROSAL-DEL ROSAL BLASCO (VVAA): Código
penal Comentado, Ed. Akal, Madrid, 1990, p. 756; DEL ROSAL-COBO DEL ROSAL-RODRI-
GUEZ MOURULLO: Derecho Penal Español. Parte Especial, Ed. Silverio Aguirre Torre, Ma-
drid, 1962, p. 199; GRACIA MARTIN, L.: Delitos contra bienes jurídicos fundamentales. Vida
humana independiente y libertad, Ed. Tirant lo blanch, Valencia, 1993, p. 133; SEGRELLES DE
ARENAZA, I.: “Art. 22.1” en Comentarios al Código Penal, Tomo II, Dtor. Cobo del Rosal, Ed.
Edersa, Madrid, 1999, p. 858 a 860.
243
Vid. PRATS CANUT, J.M.: en Comentarios al Nuevo Código Penal, Dtor. G. Quintero
Olivares, Coord. J.M. Valle Muñiz, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 219.
244
La esencia y núcleo de la alevosía, como circunstancia constitutiva del delito de asesinato
--art. 139.1 CP 1995 o como agravante ordinaria en otros delitos contra las personas --art. 22.1
CP 1995--, radica en la inexistencia de posibilidades de defensa por parte de la persona atacada.
En éste sentido se han pronunciado, entre otras, las SSTS de 12 de mayo de 1992, 24 de abril
de 2000.
127
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245
Así se pronuncia la jurisprudencia mayoritaria. Cfr. SSTS de 3 de febrero de 1995, 18 de
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2002 habla de “discutible compatibilidad” entre el dolo eventual y la alevosía. En relación con
la posibilidad de que la alevosía se comunique a los partícipes a título de dolo eventual Vid.
MARTIN GONZALEZ, F.: La alevosía en el Derecho español, Ed. Comares, Granada, 1988,
op. cit., p. 183, con remisión a FRANK y ANTON ONECA; SEGRELLES DE ARENAZA, I.:
“Art. 22.1” en Comentarios al Código Penal, Tomo II, Dtor. Cobo del Rosal, Ed. Edersa, Ma-
drid, 1999, p. 902 y ss. lo rechaza, admitiendo tan sólo el dolo directo respecto a esta circuns-
tancia.
248
Vid. STS de 2 de octubre de 1935. En esta sentencia se cuestionó la concurrencia de la
alevosía en un caso de homicidio en el que el disparo había tenido lugar de manera inopinada y
rápida, no buscada de propósito ni preparada fríamente, sino nacida del desarrollo del suceso.
El Tribunal Supremo determinó que “para la existencia de alevosía basta el carácter súbito
e inesperado de la agresión de forma que el agredido no pueda proveer a su defensa, sin que
sea precisa la premeditación sobre los medios o modos empleados, pues tal circunstancia es
compatible con la resolución rápida o dolo de ímpetu”. En este sentido CONDE-PUMPIDO
FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, 1990, op. cit., p. 374.
249
Señala en este sentido la STS de 7 de diciembre de 1994 que: “La incompatibilidad de
la alevosía en los delitos culposos es consecuente a la falta de dolo en la comisión del delito;
la alevosía es una circunstancia mixta que requiere de un elemento objetivo, consistente en el
130
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empleo de medios, modos y formas de ejecución del delito, y de un elemento subjetivo que se
concreta en la intencionalidad de no correr riesgo alguno por parte del agresor que provenga
de una posible reacción defensiva de la víctima; la imprudencia supone, por el contrario, una
falta de previsión en las posibles consecuencias de un determinado evento”; en el mismo sen-
tido Vid. STS de 11 de junio de 1997: “La posible concurrencia de la alevosía no se cuestiona
cuando el sujeto actúa con dolo directo. Tampoco se duda que dicha circunstancia no puede ser
apreciada cuando el hecho se comete por imprudencia”.
250
Vid. MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en el Derecho español, Ed. Comares, Gra-
nada, 1988, p. 94-95.
251
Dada la claridad del precepto, no cabe invocar la apreciación de esta circunstancia en el
marco de las faltas contra las personas (Libro III, Título I del Código penal) al resultar impedido
por el principio de legalidad penal. La referencia y limitación de la alevosía al marco de los
delitos contra las personas proviene del Código penal de 1870; en el Código de 1932 se proyec-
taba sobre los delitos contra la vida y la integridad corporal, volviéndose en el texto de 1944 a
los delitos contra las personas.
252
Todos los Códigos posteriores al de 1848 han circunscrito la alevosía al ámbito de los de-
litos contra las personas. El Código de 1973, dentro de su Libro II (Delitos y sus penas) contenía
un Título VIII en el que bajo la intitulación de “Delitos contra las personas” se dividía en un
capítulo I (Del homicidio), capítulo II (Del infanticidio), capítulo III (Del aborto), capítulo IV (De
las lesiones) y un capítulo V (Disposición general). No obstante, la jurisprudencia del Tribunal
Supremo admitía la aplicabilidad de esta agravante a figuras delictivas ubicadas fuera del Título
VIII del Libro II al amparo de una interpretación material y no formal de los delitos contra las
personas, como sucedía con la alevosía en relación con el delito de robo con homicidio o con
lesiones corporales, o en relación con el homicidio del Jefe del Estado. En la STS de 23 de enero
de 1987 se señaló que: “El requisito normativo de la alevosía, consistente en que tal circunstancia
no puede apreciarse más que en los delitos contra las personas, ha sido interpretado por la ju-
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risprudencia en el sentido de que puede existir en los delitos contra la vida o la integridad de las
personas puros, y también en cualquier tipo de infracciones que asocien un atentado contra dicha
vida o integridad con otro contra otro bien jurídico cualquiera; estimándose que es apreciable en
el homicidio del Jefe del Estado, de su sucesor o de un Jefe de Estado extranjero (Cfr. TS 2.ª SS 27
Dic. 1878 y 28 Ago. 1913), en los delitos de piratería y genocidio, y en el robo con homicidio (Cfr.
TS 2.ª SS 18 Abr. 1908, 28 Jun. 1922, 21 Ene. 1965, 13 May. 1969, 11 May. 1982 y 2 Nov. 1983)”;
en la STS de 8 de mayo de 1989 se dispuso, en este sentido que: “La alevosía (...) no puede operar
más que en los delitos contra las personas o en aquellos en los que se maridan una infracción
contra dichas personas, con cualquier otro bien jurídico, como sucede en los delitos de homicidio
del Jefe del Estado, piratería, genocidio y robo con homicidio o acompañado por lesiones”. Vid.
CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 375. En este sentido, se defendía que a pesar de la –en
principio- aplicabilidad de la alevosía sólo en los delitos contra la vida y la integridad corporal,
debía admitirse no obstante la misma en relación con el robo con homicidio, porque no obstante
estar configurado este delito como infracción contra la propiedad, su naturaleza especial suponía
también un ataque contra la vida, que resultaba ser un bien jurídico de mayor importancia que
aquél, unidad jurídica inescindible en la que cada uno de sus elementos componentes conservaba
su genuina individualidad al efecto de recibir las agravantes que, incidiendo por separado en uno
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u otro, afluían al conjunto (Vid. STS de 21 de enero de 1965, 13 de mayo de 1969, 11 de mayo de
1982, 2 de noviembre de 1983 y 25 de abril de 1985. No obstante es preciso señalar que tal criterio
tampoco resultó pacífico en un principio, ya que existió una corriente dogmática y jurisprudencial
que sostenía que el todo indivisible únicamente permitía las circunstancias que podían concurrir y
apreciarse en todos y cada uno de los delitos que lo integran, con lo que no cabía su apreciación en
el delito de robo con homicidio (Vid. en este sentido las SSTS de 3 de junio de 1884, 25 de mayo
de 1886 y 26 de enero de 1979). Admitiendo la concurrencia de la alevosía en el delito de robo
con homicidio como única excepción a la regla de que la misma sólo puede ser apreciada en rela-
ción con los delitos contra las personas Vid. PUIG PEÑA, F.: “Alevosía” en Nueva Enciclopedia
Jurídica Seix, tomo II, op. cit., p. 561; para BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal.
Parte General, Ed. Ariel, 3ª ed. Barcelona, 1989, p. 366, no debería apreciarse tal circunstancia
en el indicado delito.
253
En este sentido CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 375; en el mismo sentido COBO
DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., Valencia, 1999, op. cit., p.
893; DEL ROSAL BLASCO, B: “La alevosía en el Código penal de 1995”, en Delitos contra las
personas, Manuales de Formación Continua, 3, Ed. Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
1999, p. 287 defiende que la alevosía no exceda del límite de los delitos contra la vida y contra la
salud de manera similar al Código de 1932; DIAZ ROCA, R.: Derecho Penal General. Ley Orgá-
nica 10/95, de 23 de noviembre, Ed. Tecnos, Madrid, 1996, p. 212 la circunstancia de alevosía tan
sólo puede apreciarse en los delitos contra la vida e integridad de las personas; LANDECHO VE-
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LASCO-MOLINA BLÁZQUEZ: Derecho Penal Español, 5ª ed., op. cit., p. 419 sostienen que la
circunstancia es proyectable sobre los delitos contra la vida o contra la integridad corporal; LOPEZ
GARRIDO-GARCÍA ARAN: El Código penal ..., op. cit., p. 54; para MARIN DE ESPINOSA
CEBALLOS, E.B.: Derecho Penal. Parte General, Dtor. ZUGALDIA ESPINAR, J.M., (VVAA),
Ed. tirant lo blanch, Valencia, 2002, p. 910-911, es apreciable en los delitos contra la vida y la sa-
lud; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 647; para MUÑOZ CONDE-
GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 558 tal circunstancia afecta hoy
a los delitos de homicidio, aborto y lesiones; en el mismo sentido BERDUGO GOMEZ DE LA
TORRE, I.-ARROYO ZAPATERO, L.: Lecciones de Derecho Penal. Parte General, Ed. Praxis,
Barcelona, 1999, p. 319; SUAREZ MIRA-JUDEL PRIETO-PIÑOL RODRÍGUEZ: Manual de
Derecho Penal. I. Parte General, 1ª ed, Ed. Civitas, Madrid, 2002, p. 285-286; PRATS CANUT,
J.M.: en Comentarios al Nuevo Código Penal, Dtor. G. Quintero Olivares, Coord. J.M. Valle Mu-
ñiz, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 220 restringe la aplicabilidad de la alevosía a las tipicidades
cuyo bien jurídico sea personalísimo y consistan en una agresión de carácter físico, pero admite su
aplicabilidad, entre otros, a delitos contra la libertad sexual. Vid. Ibidem, p. 231.
254
En este sentido, la alevosía puede hacer acto de presencia en relación con el magnicidio,
con el atentado contra la vida o la integridad corporal de un Jefe de Estado extranjero o de per-
132
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Ahora bien, el que se afirme con carácter general que la circunstancia sea apli-
cable a cualquiera de los delitos contra la vida humana independiente y contra la
integridad corporal y la salud no empece a que no pueda venir en aplicación como
consecuencia de las reglas generales en materia de inherencia, como sucede con
el asesinato cuando el mismo se aprecia por matar a otro con alevosía, o por im-
posibilidad conceptual, como sucede con el homicidio consentido del art. 143.3 y
4255.
sonas internacionalmente protegidas por un Tratado, que se hallen en España, en los delitos de
terrorismo y de genocidio. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 375-375; con opinión
contraria MUÑOZ CUESTA, J.: “Alevosía”, en Las circunstancias agravantes en el Código
penal de 1995, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1997, p. 28, quien limita la operatividad de la circuns-
tancia agravante de alevosía a los delitos de homicidio, aborto y lesiones. La STS de 5 de junio
de 1918 rechazó la alevosía en relación con el delito de atentado por ser un delito afectante tan
sólo al orden público. RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español, Parte General,
9ª ed., op. cit., p. 727, nota (23), criticaba el que nuestro Tribunal Supremo se hubiera apartado
de la literalidad del precepto apreciando tal circunstancia en los delitos de robo con homicidio,
al tratarse en su opinión de un mero delito contra la propiedad, o en los delitos contra la vida
del Jefe del Estado como el atentado del anarquista Sancho Alegre contra Alfonso XIII. Para
QUINTERO OLIVARES, G.: Curso de Derecho Penal. Parte General, Ed. Cedecs, 1ª ed.,
Barcelona, 1996, op. cit., p. 556, conforme a la interpretación histórica procedería entender
aplicable tal circunstancia a los delitos comprendidos en los cuatro primeros Títulos del Libro
II del Código penal.
255
Vid. ALTES MARTI, M.A.: La alevosía (Estudio de determinados aspectos de la agra-
vante del nº 1 del art. 10 del Código penal), Ed. Universidad de Valencia, Valencia, 1982,
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p. 105 y ss.; CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 375, nota (15); FERRER SAMA, A.:
Comentarios al Código penal, I, Tomo I, Murcia, 1946, p. 331; MIR PUIG, S.: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., op. cit. p. 647-648. Por otra parte es evidente que la circunstancia agra-
vante general de alevosía no puede concurrir con el delito de homicidio, ya que de concurrir un
homicidio alevoso estaremos en presencia de un asesinato y la alevosía será entonces no una
circunstancia general sino una circunstancia específica. Otra cosa es que podamos encontrarnos
con la apreciación de la circunstancia agravante de alevosía en un homicidio cualificado por
precio, recompensa o promesa o con ensañamiento, es decir, en un asesinato en el que no se
haya apreciado la alevosía como circunstancia específica. No puede apreciarse la alevosía en
relación con el delito de lesiones en riña tumultuaria del art. 154 del Código penal toda vez que
resultará imposible conocer al autor y la forma concreta de acometimiento. Por todo ello, como
señalaba ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 389, la referencia que se ha
venido manteniendo de que el ámbito de la alevosía se proyectaba sobre los delitos contra las
personas resulta a un tiempo demasiado amplia y demasiado corta, toda vez que hay delitos
contra las personas a los que no cabe aplicar tal circunstancia y hay delitos no encuadrados bajo
dicha estricta nomenclatura formal-clasificatoria a los que sí debe admitirse la apreciación de tal
circunstancia de agravación por razones materiales; en el mismo sentido CONDE-PUMPIDO
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proyectándose ambas sobre diferentes tipos de personas, pero significando en el fondo una
misma realidad. La Ley 3ª, tít. 27 de la Partida 7ª determinaba la concurrencia de asesinato por
la presencia de traición, considerándose en la Ley 1ª, tít. 2, Partida 7ª a la traición como aque-
lla circunstancia “que con semejanza de bien trae mal”, siendo “la más vil cosa é la peor que
puede caber en corazón de hombre, naciendo de ella tres cosas contrarias á la lealtad, que son
éstas: tuerto, mentira y vileza”; la traición era así la maldad de los hombres “que no se atreven
a tomar venganza de otra guisa de los que mal quieren, sino encubiertamente y con engaño”.
No obstante, en ésta última Ley se diferenciaba entre la traición y la alevosía, de suerte que
la traición como tal quedaba reservada para los delitos cometidos contra el Rey, su Señorío o
“contra pro-comunal de la tierra”, mientras que la alevosía era apreciable en los delitos come-
tidos contra otras personas. En el Fuero Real se confunde inicialmente la alevosía y la traición
al contemplarse de manera única en la ley 2ª, tít. 17, lib. IV la pena que merece el que “matare
á otro á trayción ó aleve”, pena que no era otra sino ser arrastrado y ahorcado; sin embargo
los bienes del traidor pasaban en su totalidad a poder del Rey, en tanto que el alevoso tan sólo
perdía la mitad de los suyos, correspondiendo la otra mitad a sus herederos. Vid. ALONSO
ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del delito, op. cit., p. 469; ANTÓN ONECA,
J.: Derecho Penal, 2ª ed., op.cit., p. 388. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso de Derecho Penal, II,
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op.cit., p. 376, nota 17; CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General,
1990, op. cit., p. 373; PUIG PEÑA, F.: “Alevosía” en Nueva Enciclopedia Jurídica Seix, tomo
II, op. cit., p. 560.
261
“Toda muerte se dice segura salvo aquella que fuere hecha en pelea o en guerra o en riña”.
En la Nueva Recopilación el tratamiento de la alevosía tenía lugar en las leyes 11 del tít. 26, del
lib. 8º y en la ley 10 del tít. 33; en la Novísima Recopilación seguía considerándose la traición
y la alevosía como una misma realidad. Así, en la ley 2ª del tít. 21, del lib. 12 se contemplaba la
“Pena del que mate á otro á traición ó aleve y del que hiciere muerte segura”, y aunque al menos
formalmente se diferenciaba entre el “obrar á traición” y el “obrar sobre seguro” –a diferencia
de lo que ocurrirá en los Códigos de 1822 y 1848-, en realidad se consideraba que el hacer muerte
segura constituía un caso aleve. Es en esta Novísima Recopilación cuando se incorpora la noción
de “obrar sobre seguro”. En el Tratado de Antonio de la PEÑA, se señalaba que: “Se comete,
además, traición, cuando siendo compañero de otro, yendo por el camino seguro, lo matase, o
estando sentado a la mesa con él, o siendo su amigo, lo matase, porque está claro que traía en
el ánimo otra cosa que la que mostraba”, y “se dice cometer traición, cuando una cosa se tiene
en el corazón y otra en la apariencia de las palabras y obras que se hacen”. Para CARRARA
“Del enemigo que amenazador nos acomete podemos ponernos en guardia y hasta defendernos,
pero del que se nos acerca con la sonrisa en los labios es imposible protegernos”. Vid. ALONSO
ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del delito, op. cit., p. 470; CONDE-PUMPIDO
FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, 1990, op. cit., p. 373; MARTÍN GONZALEZ,
F.: La alevosía en el Derecho español, Ed. Comares, Granada, 1988, p. 11 a 14; PUIG PEÑA, F.:
“Alevosía” en Nueva Enciclopedia Jurídica Seix, tomo II, op. cit., p. 560.
262
Que se recogía no como circunstancia general sino como circunstancia calificativa del
asesinato en el art. 609, circunstancia 3. Vid. MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en el
Derecho español, Ed. Comares, Granada, 1988, p. 14.
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263
El “obrar sobre seguro” en este Código implicaba actuar “ya sorprendiendo descuidada,
dormida, indefensa o desapercibida a otra persona... ya llevándola con engaño o perfidia, o pri-
vándole antes de la razón, de las fuerzas, de las armas o de cualquier otro auxilio para facilitar el
asesinato; ya empeñándola en una riña o pelea provocada... con ventaja conocida; o ya usando
de cualquier otro artificio para cometer el delito con seguridad o sin riesgo para el agresor o
para quitar la defensa al acometido”. Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p.
388; PUIG PEÑA, F.: “Alevosía” en Nueva Enciclopedia Jurídica Seix, tomo II, op. cit., p. 560.
264
La circunstancia agravante de alevosía aparece en éste Código como una circunstancia
general en su artículo 10.2, con vocación de generalidad, es decir, sin limitar su aplicación a una
clase determinada de delitos. Al igual que en el Código de 1822 la alevosía significaba “obrar
á traición y sobre seguro”. A diferencia de la Novísima Recopilación, ahora se exigía, para la
apreciación de la alevosía, la concurrencia simultánea de haber obrado “a traición” y “sobre
seguro”, con lo que parecía exigirse la concurrencia de las referidas sub-circunstancias al uní-
sono para poder apreciar la circunstancia de alevosía. Vid. ALTES MARTI, M.A.: La alevosía
(Estudio de determinados aspectos de la agravante del nº 1 del art. 10 del Código penal), Ed.
Universidad de Valencia, Valencia, 1982, p. 24-25; MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en
el Derecho español, Ed. Comares, Granada, 1988, p. 16 a 19 y 97.
135
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las figuras delictivas comprendidas en el Título VIII, del Libro II del Código, es decir, en rela-
ción con el parricidio, asesinato, homicidio, infanticidio, aborto, lesiones y duelo. En relación
con el delito de asesinato la circunstancia de alevosía estaba contemplada expresamente como
circunstancia específica en el art. 418. Vid. ALTES MARTI, M.A.: La alevosía (Estudio de
determinados aspectos de la agravante del nº 1 del art. 10 del Código penal), Ed. Universidad
de Valencia, Valencia, 1982, p. 26 a 30; MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en el Derecho
español, Ed. Comares, Granada, 1988, p. 19 a 21.
268
Si bien también se admitía la misma conforme al art. 66.1º cuando “dadas las condiciones
personales del agresor o agredido, o las circunstancias del hecho, o los medios de ejecución
empleados, se dificulta o debilita notablemente la defensa”. ALTES MARTI, M.A.: La alevosía
(Estudio de determinados aspectos de la agravante del nº 1 del art. 10 del Código penal), Ed.
Universidad de Valencia, Valencia, 1982, p. 34-35; MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en
el Derecho español, Ed. Comares, Granada, 1988, p. 21.
269
Vid. ALTES MARTI, M.A.: La alevosía (Estudio de determinados aspectos de la agra-
vante del nº 1 del art. 10 del Código penal), Ed. Universidad de Valencia, Valencia, 1982, p. 35
y ss.; MANZANARES SAMANIEGO, J.L.-CREMADES, J.: Comentarios al Código penal,
Ed. La Ley-Actualidad, Madrid, 1996, p. 13.
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c) Fundamento de la agravación.
previa excogitación o selección de medios de ejecución, de los que se escoge el que elimina
todo riesgo y toda posibilidad defensiva procedente de la que pudiera oponer el ofendido, re-
quiere, inexcusablemente, que el infractor, sea de modo deliberado, sea de manera súbita, se
haya representado que, obrando de determinado modo, facilitaba la comisión del delito hasta
el punto de eliminar o suprimir toda posibilidad defensiva o de preservación de la víctima y,
consciente de ello, haya requerido o deseado obrar de esa forma”. En diversos momentos, la
jurisprudencia del Tribunal Supremo insistió de forma reiterada en la necesidad de armonizar
y compatibilizar las teorías objetivas y subjetivas en que se venía fundamentando por separado
la agravante específica de alevosía como cualificativa del asesinato (plus de antijuridicidad o
mayor culpabilidad respectivamente), y en este sentido merecen ser destacadas las SSTS de 24
de enero de 1983, 5 de mayo de 1983 y 1 de junio de 1983. En los últimos tiempos la jurispru-
dencia mantiene que ambos elementos han de entenderse imprescindibles para la existencia de
la alevosía, lo que determinaría su carácter mixto. Así, en la STS de 23 de abril de 2003 se seña-
la: “La alevosía, cuya concurrencia transfigura el homicidio en asesinato, ofrece dos aspectos
complementarios que patentizan su carácter mixto, pues su vertiente objetiva consiste en un
modus operandi que asegura el resultado, elimina la posible defensa de la víctima y, en con-
secuencia, evita riesgos al agente, mientras que en su faceta subjetiva incluye un componente
137
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teleológico, que se traduce en que el dolo del agente ha de proyectarse tanto sobre la acción en
sí como sobre la indefensión de la víctima, bien entendido que la situación no precisa ser crea-
da o buscada de propósito porque basta su aprovechamiento. En definitiva, su fundamento está,
de acuerdo con la referida naturaleza mixta objetivo-subjetiva, en un plus de antijuridicidad y
de culpabilidad (Cfr. TS 2.ª SS 19 Ene., 26 Mar. y 27 May. 1991 y 4 Jun. 1992)”; en el mismo
sentido afirmando su naturaleza mixta y su doble fundamento en un plus de antijuridicidad y
culpabilidad las SSTS de 8 de junio de 1981, 30 de junio de 1983, 10 de mayo de 1984, 2 de
diciembre de 1986, 23 de febrero de 1987, 16 de junio de 1987, 24 de octubre de 1987, 18 de
noviembre de 1987, 15 de febrero de 1988, 29 de febrero de 1988, 5 de abril de 1988, 31 de
mayo de 1988, 24 de octubre de 1988, 29 de septiembre de 1989, 24 de noviembre de 1989, 3
de junio de 1991, 24 de enero de 1992, 25 de enero de 1993, 9 de marzo de 1993, 9 de junio de
1993, 30 de junio de 1993, 8 de noviembre de 1993, 11 de mayo de 1994, 6 de junio de 1994,
30 de noviembre de 1994, 7 de diciembre de 1994, 2 de febrero de 1995, 11 de octubre de 1995,
8 de marzo de 1996, 16 de octubre de 1996, 25 de noviembre de 1996, 17 de diciembre de 1996,
20 de diciembre de 1996, 21 de marzo de 1997 (en esta sentencia se señala que la alevosía im-
plica una mayor peligrosidad, una mayor culpabilidad y también una mayor antijuridicidad), 15
de abril de 1999, 19 de junio de 1999, 20 de septiembre de 1999, 13 de marzo de 2000, 28 de
diciembre de 2000 y 10 de febrero de 2003. En las SSTS de 7 de mayo y 10 de junio de 1958,
18 de marzo y 27 de diciembre de 1954, 7 de julio y 9 de noviembre de 1955, 6 de octubre de
1980, 19 de mayo de 1981, 13 de marzo de 1984, 28 de mayo de 1984, 16 de octubre de 1984,
31 de enero de 1985, 16 de octubre de 1985, 20 de noviembre de 1985, 31 de enero de 1986, 27
de noviembre de 1986, 18 de diciembre de 1986, 10 de mayo de 1989, 29 de junio de 1989, 15
de abril de 1991, 20 de abril de 1991, 10 de octubre de 1991, 28 de diciembre de 1996, 23 de
mayo de 1997, 1 de octubre de 1999 y 13 de julio de 2000 se consideró a la alevosía como una
circunstancia predominantemente objetiva.
271
Entre los múltiples planteamientos dogmáticos al respecto pueden señalarse, por ejemplo,
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los sostenidos por ALTES MARTI, M.A.: La alevosía (Estudio de determinados aspectos de la
agravante del nº 1 del art. 10 del Código penal), Ed. Universidad de Valencia, Valencia, 1982,
p. 69 y ss., en especial 82, 99 y 100, considerando que su fundamento es netamente político
criminal; BACIGALUPO ZAPATER, E.: Estudios sobre la Parte Especial del Derecho Penal,
2ª ed., Ed. Akal, Madrid, 1994, p. 38, para quien la alevosía implicaría que el agente aprovechó
la indefensión de la víctima quebrantando además la confianza especial que ésta le proporcionó,
viniendo a implicar tal conducta una mayor reprochabilidad por el hecho al concurrir esa espe-
cial traición de la confianza depositada en el sujeto activo; para CAMARGO HERNANDEZ,
C.: La alevosía, Ed. Bosch, Barcelona, 1953, p. 41 esta circunstancia encuentra su fundamento
o razón de ser en la mayor culpabilidad que supone su concurrencia; GARCIA ARAN, M.:
Los criterios de determinación de la pena en el Derecho español, Edicions de la Universitat de
Barcelona, 1982, p. 150 o por ALVAREZ GARCIA, J.: Código penal comentado, (Coord. por
J.López Barja de Quiroga y L. Rodríguez Ramos), Ed. Akal, Madrid, 1990, p. 71, para los que
la causa de agravación tiene su razón de ser en cuanto los ataques alevosos tienen lugar contra
bienes especialmente importantes (la vida y la integridad de las personas); para otros autores,
como DEL ROSAL BLASCO, B.: “La alevosía en el Código penal de 1995”, en Delitos contra
las personas, Manuales de Formación Continua, 3, Ed. Consejo General del Poder Judicial,
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Madrid, 1999, p. 281-282, la alevosía representa un ánimo cobarde y una más firme decisión de
asegurar la lesión del bien jurídico sin riesgos, implicando por ello un mayor menosprecio por
el bien jurídico, no constituyendo, por ende, un mayor injusto sino determinando una mayor
culpabilidad; para MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en el Derecho español, Ed. Coma-
res, Granada, 1988, p. 56 a 58 y 245, esta circunstancia se fundamenta en la mayor repulsa
social, en el más acentuado reproche social sobre la acción y sobre el autor.
272
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 646.
273
Si el agente emplea medios, modos o formas de ejecución tendentes a asegurar la eje-
cución y a la eliminación de la defensa que pueda provenir de terceras personas, pero no de
la víctima, no habrá alevosía. Vid. STS de 6 de julio de 1910. Vid. LANDECHO VELASCO-
MOLINA BLÁZQUEZ: Derecho Penal Español, 5ª ed., op. cit., p. 418.
274
Como señala CEREZO MIR: Curso... II, op. cit., p. 377 y notas 23 a 25, en el concepto
legal de alevosía se hace referencia a la finalidad de evitar los riesgos procedentes de la posible
defensa de la víctima, pero no de terceras personas, con lo que el sujeto que actúa alevosamente
puede no obrar de forma cobarde desde el momento en que la situación, objetivamente, y por
la concurrencia de terceras personas, suponga para el mismo un evidente riesgo, no procedente
de la víctima, pero si de otras personas. Por ello, señala éste autor, la agravante de alevosía ha
sido apreciada en relación con ataques contra la vida de monarcas cuando se encontraban ro-
deados de su escolta, como sucedió en las SSTS de 27 de diciembre de 1878 en relación con un
atentado contra S.M. D. Alfonso XII (“porque el reo, colocándose en medio de la multitud de
personas que esperaban a su Majestad, eligiendo el sitio más estrecho de las calles por donde
tenía que transitar, y disparando el arma en el momento en el que los que le rodeaban tenían
la vista fija en la Augusta Persona, contra la que hizo el disparo, acto que ejecutó sin riesgo
para sí, que procediese de la defensa que pudiera hacer el Monarca, puesto que no pudo aper-
cibirse, ni se apercibió de la agresión de que fue víctima, ni por ello poner en riesgo su vida el
delincuente por la defensa que Su Majestad pudiera hacer”) y en la de 28 de agosto de 1913 en
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relación con un atentado sufrido por S.M. D. Alfonso XIII que tuvo lugar el día 13 de abril de
1913 cuando el Rey regresaba el día de la jura de bandera seguido de su Estado Mayor y escolta
(“la doble e instantánea agresión, tanto más inesperada para la regia persona que de ella fue
objeto, cuanto que venía de una fiesta patriótica, seguida de su Estado Mayor y de algunas de
las fuerzas del Ejército que en ella habían tomado parte, no puede menos de estimarse alevosa,
dada la imposibilidad de defenderse personalmente en que la víctima se vio colocada, y lo re-
pentino y brusco de la acometida, siendo indiferente por esta razón que llevara o no armas, ya
que no tenía tiempo para hacer uso de las mismas”). (Colección Legislativa, Tomo 19, número
4800, p. 452 y Tomo 91, número 20, p. 49). En la misma línea de CEREZO se pronunciaban
también ALTES MARTI, M.A.: La alevosía (Estudio de determinados aspectos de la agravante
del nº 1 del art. 10 del Código penal), Ed. Universidad de Valencia, Valencia, 1982, p. 145 y
ss.; FERRER SAMA, A.: Comentarios al Código penal, I, Ed. Sucesores de Nogués, Murcia,
1946, p. 340; CORDOBA RODA, J.: en CORDOBA RODA-RODRIGUEZ MOURULLO: Co-
mentarios al Código penal, tomo I, Ed. Ariel, Barcelona, 1972, p. 548, pese a reconocer que el
resultado es injusto; DEL ROSAL BLASCO B.: “La alevosía en el Código penal de 1995”, en
Delitos contra las personas, Manuales de Formación Continua, 3, Ed. Consejo General del Po-
der Judicial, Madrid, 1999, p. 296-297; MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en el Derecho
español, Ed. Comares, Granada, 1988, p. 88 y ss.; Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal,
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2ª ed., op. cit., p. 389 y nota (22). LUZÓN CUESTA señalaba por un error tipográfico que el
Tribunal Supremo en tales sentencias había desestimado la alevosía. Vid. LUZÓN CUESTA,
J.M.: Compendio de Derecho Penal. Parte General, Ed. Dykinson, 2ª ed., Madrid, 1986, p.
187; tal error fue corregido en el apéndice a la segunda edición publicado en la misma editorial
en 1987, p. 60; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 647 señala que
en ambas sentencias la circunstancia agravante de alevosía fue desestimada; en el mismo senti-
do CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, 1990, p. 375 también
afirma erróneamente que en ambos casos no se apreció la alevosía al encontrarse los monarcas
con sus escoltas; para éste último autor habrá que estar al caso concreto, señalando que en el
atentado contra el presidente Kennedy estuvo presente la alevosía. Nuestro Tribunal Supremo
en reiteradas Sentencias ha sentado que ni el texto legal ni la doctrina jurisprudencial desau-
torizan la aplicación de la agravante de alevosía cuando existe posible reacción defensiva de
terceras personas. Vid. SSTS de 28 de octubre de 1871, 27 de junio de 1872, 11 de febrero de
1874, 21 de enero de 1876, 27 de diciembre de 1880, 24 de enero de 1881, 16 de enero de 1884,
9 de julio de 1902, 20 de abril de 1904, 6 de julio de 1910, 28 de agosto de 1913, 19 de mayo
de 1914, 22 de noviembre de 1916, 22 de junio de 1948, 22 de octubre de 1952, 6 de junio de
1959, 22 de octubre de 1969, 10 de diciembre de 1974 o de 31 de mayo de 1982. En definitiva,
para la apreciación de la alevosía es irrelevante que de hecho concurra un evidente peligro para
el sujeto activo proveniente de la defensa de terceras personas ajenas a la víctima. (defensa de
terceros Rey). En sentido contrario se pronuncia SEGRELLES DE ARENAZA, I.: “Art. 22.1”
en Comentarios al Código Penal, Tomo II, Dtor. Cobo del Rosal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p.
887 y ss., para quien lo importante para la apreciación de esta circunstancia es que efectivamen-
te exista una real tendencia a asegurar la ejecución de forma objetiva, de manera que cuando
el sujeto tan sólo se centra en la persona de la víctima pero no presta atención a que objetiva-
mente concurrían medios de defensa provenientes de terceros (escoltas), realmente el sujeto no
emplea medios, modos o formas que tienden de forma directa y especial a asegurar el delito de
forma objetiva, sino tan sólo de forma subjetiva, respecto de la persona de la víctima, no siendo
en tales circunstancias apreciable la circunstancia. La presencia de cobardía suele apreciarse en
relación con la denominada alevosía de prevalimiento, desvalimiento o indefensión (Vid. infra),
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como, entre otras muchas, en las SSTS de 16 de octubre de 1996, 26 de marzo de 1997, 30 de
abril de 1997, 24 de septiembre de 1997, 11 de febrero de 1998, 5 de mayo de 1998, 16 de julio
de 1998; sin embargo, en ocasiones la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha configurado a
la cobardía como un elemento inescindible de toda forma de alevosía. Vid. en este sentido la
STS de 27 de diciembre de 1988 en la que se señaló que: “(...) la alevosía está determinada:
a) en cuanto a la dinámica de la actividad, por el aseguramiento del resultado sin riesgo para
el agente, con la consiguiente indefensión de la víctima; b) en cuanto a la culpabilidad, aparte
de la concurrencia del dolo proyectado sobre la acción del agente, por un ánimo tendencial
dirigido hacia la indefensión del sujeto pasivo, lo cual denota vileza o cobardía en el obrar,
y c) una especial repulsa social, superior a la que intrínsecamente implica el resultado”. El
elemento de la cobardía en la alevosía se ha visto desde el momento en el que la falta de riesgo
en el ejecutante se añade al aseguramiento del hecho, haciendo acto de presencia implícita para
un amplio sector de la doctrina y la jurisprudencia, en la regulación contemplada en todos los
Códigos desde el de 1822 y especialmente desde el de 1870, con la excepción del de 1928.
275
ALONSO ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del delito, op. cit., p. 471-472,
476, 481; en el mismo sentido TORIO LOPEZ, A.: “Estudio de la reforma de los delitos contra
la vida (parricidio-asesinato)”, en Repercusiones de la Constitución en el Derecho Penal. Al-
gunos problemas específicos, Semana de derecho penal en memoria del profesor Julián Pereda,
140
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supresión del riesgo que para el agente pudiera provenir de la defensa de la víctima
implica un recorte sustancial del ámbito de operatividad de la alevosía en atención
a si sólo se exigiera para su operatividad la comisión del delito mediante el empleo
en su ejecución de medios, modos o formas que tendieran directa y especialmente
a su aseguramiento279.
d) Clases de alevosía.
del hecho delictivo y de evitar la defensa de la víctima, con lo que resulta cuestionado el que
tales supuestos merezcan una agravación en la medida en que difícilmente puede apreciarse por
el comportamiento alevoso un mayor injusto o una mayor necesidad de prevención, lo contrario
supone pretender convertir al homicidio en una especie de duelo medieval de tipo caballeresco;
Vid. en el mismo sentido QUINTERO OLIVARES, G.: Derecho Penal. Parte General, Ed.
Marcial Pons, reed. 2ª ed., Madrid, 1992, p. 613-614; QUINTERO OLIVARES, G.: Manual de
Derecho Penal. Parte General, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1999, p. 724-725; en el mismo sentido
crítico BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALARÉE: Lecciones de Derecho Penal, Vol.
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II, op. cit., p. 403-404, para quienes resulta difícil fundamentar tal agravante “ya que todo sujeto
que realiza un delito, lógicamente, tiende a asegurarlo y buscar la indefensión de la víctima
en el mayor grado posible”; en el mismo sentido CARBONELL MATEU, J.C.-GONZALEZ
CUSSAC, J.L.: Derecho Penal. Parte Especial, VIVES ANTÓN y otros, Ed. Tirant lo Blanch,
3ª ed., Valencia, 1999, p. 68, 70; PRATS CANUT, M.: Comentarios al Nuevo Código Penal,
Dtor. Quintero Olivares, Coord. Valle Muñiz, Ed. Aranzadi, Pamplona 1996, op. cit., p. 218-
219; QUINTANO RIPOLLÉS, A.: Comentarios al Código Penal, Ed. Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1946, p. 210.
279
Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 387. Para DEL ROSAL-
COBO DEL ROSAL-RODRIGUEZ MOURULLO: Derecho Penal Español..., op. cit., p. 199
y para SEGRELLES DE ARENAZA, I.: “Art. 22.1” en Comentarios al Código Penal, Tomo II,
Dtor. Cobo del Rosal, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 873, los medios de aseguramiento tan sólo
pueden ser medios físicos, debiendo excluirse los morales.
280
La agresión en emboscada concurre cuando el agente se parapeta en los accidentes pro-
pios del terreno para, el pasar desprevenido el ofendido, realizar súbitamente el ataque. Vid.
SSTS de 12 de abril de 1878, 7 de enero de 1913, 18 de abril de 1940. Vid. PUIG PEÑA, F.:
“Alevosía”, en Enciclopedia Jurídica Seix, tomo II, op. cit., p. 563.
142
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281
La agresión por la espalda constituye uno de los supuestos típicos de la alevosía. No
obstante, no todos los casos de agresión por la espalda permiten apreciar tal circunstancia. Así,
no cabe su apreciación, pese a darse el ataque por la espalda, en los casos de riña mutuamente
aceptada o en el caso de previo aviso por parte del agresor cuando el agredido huía de aquel.
Vid. SSTS de 6 de julio de 1910 y 9 de julio de 1918. Vid. PUIG PEÑA, F.: “Alevosía”, en
Enciclopedia Jurídica Seix, tomo II, op. cit., p. 562. En todo caso es evidente que para la
apreciación de la alevosía no es suficiente con la concurrencia objetiva de una situación de in-
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defensión, sino que es preciso, además, el ánimo por parte del agente de buscar y aprovecharse
de esa situación; sin dicho ánimo no cabe la alevosía aún tratándose de un golpe por la espalda.
Vid. GIMBERNAT ORDEIG, E.: Introducción a la Parte General del Derecho Penal Español,
op. cit., p. 92.
282
Esta forma de alevosía es similar al “guet-apens” del art. 298 del Código penal francés de
1810, hoy desaparecida. Vid. MARCHENA GOMEZ, M.: Código Penal de 1995, Ed. Comares,
Granada, 1997, p. 82. Actualmente tal circunstancia ha sido sustituida por la premeditación. En
efecto, el artículo 221-3 del Código penal francés, en la redacción de la ley nº 94-89 de 1 de
febrero de 1994, art 6 y 373, Diario Oficial de 2 de febrero de 1994 en vigor desde el 1 de marzo
de 1994 dispone que: “El homicidio cometido con premeditación constituye un asesinato. Será
castigado con reclusión criminal a perpetuidad”. En realidad la desaparecida figura de “guet-
apens” del texto francés, venía definida en el art. 298 del Code Penal, como la espera durante
más o menos tiempo en uno o diversos lugares a un individuo para darle muerte o para realizar
sobre él actos de violencia. Tal circunstancia, como señaló la STS de 4 de junio de 1992 resul-
taba más restrictiva que la configuración que nuestro Derecho ha hecho de la alevosía desde el
Código penal de 1822 y posteriores, desde su configuración inicial con una genérica referencia
a obrar «a traición y sobre seguro».
143
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de suerte que el ataque presente determinados medios, modos o formas dirigidos precisamente
al aseguramiento de la ejecución del delito evitando los riesgos de la posible defensa de la vícti-
ma. La consideración dogmática que se mantenga sobre éste punto tiene la máxima importancia
en relación con el delito de asesinato, dadas las limitaciones que ésta postura implica para la
apreciación de la alevosía en relación con los casos en los que la víctima sea una persona obje-
tivamente desvalida por razones intrínsecas. Para MUÑOZ CUESTA, J.: “Alevosía”, op. cit.,
p. 29-30, cabe la apreciación de esta forma de alevosía en relación con personas objetivamente
indefensas, ya que tal aceptación, sostiene, encajaría –en general- en “una interpretación literal
y teleológica de la alevosía, pues lo que se pretende en definitiva es castigar la facilidad en
la comisión del delito y la falta de riesgo para el agresor de la defensa que pudiera hacer el
ofendido, lo que sin duda es apreciable en seres indefensos”. Vid. GOMEZ RIVERO, C.: “Pre-
supuestos y límites de la alevosía y el ensañamiento en el Código penal” en Revista Derecho y
Proceso Penal, Ed. Aranzadi, Año 2000, número 4, p. 41 ss.
285
Para ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 389 no cabe apreciar la ale-
vosía cuando la situación de indefensión de la víctima es un mero accidente de la lucha, es decir,
si se inició la lucha con la posibilidad de defensa por parte de la víctima y “luego caída y des-
armada continúa el reo la agresión, no existe agravante”; Vid. CEREZO MIR, J.: Curso... II,
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duce cierto tiempo después de la finalización de la lucha, una vez que la víctima
contaba con que la agresión no continuaría, cabe la apreciación de la circunstancia
de darse todos sus requisitos286.
En este sentido es preciso reseñar, por otra parte, que cabe también admitir la
concurrencia de la denominada alevosía sobrevenida, típica de aquellos casos en
op. cit., p. 379. En la STS de 8 de mayo de 1981 se dispuso que: “Precisamente el hecho de que
las numerosas disputas y cuestiones habidas entre los sujetos, nunca hubiesen tenido mayor
trascendencia en orden a poner en peligro la vida, ni gravemente, la integridad son circuns-
tancias que, racionalmente, inducen a albergar la creencia de que, en ningún caso, llegaría a
producirse un ataque de naturaleza mortal, lo que impide sostener, como hace el procesado,
que no hubo alevosía en el ataque mortal que al fin se produjo argumentando que la víctima
no se encontraba desprevenida y tenía motivos para sospechar la posible reacción violenta del
procesado por el hecho de haberse dado con anterioridad aquellas disputas”; del mismo modo
en la STS de 27 de junio de 1989 se dispuso que: “En el caso, aun admitiendo la determinación
letal impulsiva en el actor, en el curso de la agria disputa sostenida con su mujer, y siendo las
desavenencias y discusiones muy frecuentes en el matrimonio, la mujer no pudo presagiar que
en ese caso tal disputa iba a terminar trágicamente para ella, siendo prueba de ello el hecho
de que la víctima siguiera sentada en el asiento delantero contiguo al conductor en posición
relajada, sin mostrar el menor recelo cuando el marido con alguna excusa pasó a la parte
trasera el habitáculo del vehículo en el que se encontraban, situándose a espaldas de su mujer,
y por otro lado, el quehacer del sujeto activo, no por impulsivo fue menos leve y asegurador de
la ejecución de sus siniestros propósitos, pues pese a lo repentino de la resolución se cubrió las
manos con pañuelo, trapo, guante u otro elemento textil, cogiendo con sus manos la cadena y
el collar que aportaba su esposa y tirando fuertemente hacia sí, no pudiendo ella poner la más
leve resistencia, la degolló, todo lo cual revela, por un lado que la mujer se hallaba totalmente
desprevenida, sin que presagiara la agresión de que iba a ser objeto, y de otro, que el procesa-
do no arremetió ciegamente contra su esposa, sino que obró de manera pérfida y taimada, bus-
cando la posición más favorable para el aseguramiento de sus propósitos, debiendo por todo
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ello considerar que el agente obró de modo objetivo y subjetivamente alevoso”; sin embargo,
en la STS de 26 de enero de 1996, en sentido contrario se estableció que: “No cabe hablar de
concurrencia de alevosía en el comportamiento de los condenados, ya que esta circunstancia
exige que el acometimiento de que se haga víctima al agredido sea rápido, inesperado, súbito
y no precedido de disputa, y, según los hechos probados, hubo previa discusión antes de desa-
rrollarse la acción, por lo que debe rechazarse también la denuncia que se hace de no haberse
aplicado la causa de agravación de la responsabilidad criminal prevista en el art. 10.1 CP a la
conducta de los acusados”; en la STS de 28 de octubre de 1996 el Tribunal Supremo admitió
la compatibilidad de la alevosía con una discusión previa, cuando uno de los contendientes no
puede esperar una actitud exasperada de la otra parte, que vaya mas allá de la confrontación
verbal y se deslice hacia una agresión desproporcionada, que pille de sorpresa al acometido.
286
Vid. en este sentido MUÑOZ CUESTA, J.: “Alevosía”, op. cit., p. 30-31. Este es el caso
contemplado por la STSJ de Madrid, Sala de lo Civil y Penal de 16 de diciembre de 1998 en la
que se estableció que: “No existe, en el caso, infracción del art. 22.1 CP 1995 con referencia
a la alevosía, puesto que, como consigna la sentencia recurrida, el disparo se produjo por
la espalda, de forma imprevista e inopinada y cuando la disputa del recurrente y el fallecido
había cesado por lo menos 15 minutos antes, careciendo de toda base fáctica la afirmación
145
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los que con ocasión de cursos o series delictivas plurales –aunque cronológicamen-
te inmediatas, pero en cualquier caso tras una interrupción temporal significativa
de la inicial acción no alevosa- concurre ex post una segunda acción alevosa, es
decir, inmediatamente tras haber cesado una previa acción no alevosa pero ya ilíci-
ta penalmente. En estos casos, la segunda acción –alevosa- supone una actuación
desgajada de los primeros ataques no alevosos, presuponiendo la concurrencia
de dos acciones diferentes, próximas e inmediatas temporalmente, pero distintas,
aunque unidas y entroncadas por la coincidencia de la persona atacada; la segunda
debe ser una nueva y diferente agresión, diversa a la antes realizada a través de una
acción diferente. En este segundo estadio de la acción agresiva se aprovecha por
el sujeto activo la situación de absoluta indefensión en que se encuentra la víctima
para realizar, a través de una acción diferente, una nueva agresión que remata a la
víctima o profundiza y agrava las lesiones287.
del recurrente en orden a que el disparo se operó en el curso de una riña, disputa o pelea”.
Asimismo, el Tribunal Supremo en Sentencia de 24 de abril de 2000 ha dispuesto que: “Una
reiterada jurisprudencia considera incompatible con la alevosía la existencia de una situación
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de riña o disputa previa, pues tal situación hace que pueda esperarse el ataque constitutivo
del delito. Pero tal doctrina tiene una doble matización: a) que no exista un cambio cualitativo
importante, pues puede haber alevosía cuando, por ejemplo, en una riña meramente verbal,
uno de los contendientes, de repente, saca una navaja de forma inesperada para matar o lesio-
nar, b) que no haya cesado el incidente anterior, pues cuando éste se ha dado por terminado y
después hay una agresión súbita, puede concurrir esta agravante”; en el mismo sentido la STS
de 2 de octubre de 2000.
287
Vid. STS de 9 de diciembre de 1996 y 29 de noviembre de 1997. En la STS de 8 de julio
de 1944 se concluyó con la imposibilidad de apreciar la circunstancia agravante de alevosía
en un caso en el que el agresor, que había sido golpeado previamente por la ulteriormente
agredida, había actuado alevosamente no ab initio, sino una vez iniciado el desarrollo de la
acción y estando inmerso en la misma, de suerte que la alevosía para poder ser apreciada debe
estar presente desde el comienzo mismo de la acción. La necesidad de que la alevosía exista
desde el momento inicial de la agresión y comprenda la totalidad de la acción es resaltado por
CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, 1990, op. cit., p. 374 y
por MARTÍN GONZALEZ, F.: La alevosía en el Derecho español, Ed. Comares, Granada,
1988, p. 89 a 92.
146
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288
Vid. STS de 7 Jun. 1995. En las SSTS de 15 de diciembre de 1986, 12 de julio de 1991,
15 de febrero de 1993 y 20 de 20 septiembre de 1999 así se admite al señalarse como supuesto
de alevosía sobrevenida: “(...) cuando, producida la situación de indefensión por el ataque de
terceros, el agente aprovecha tal situación para agredir sobre seguro a la víctima, en cuyo caso
el ánimo tendencial de aseguramiento del ataque y exclusión del riesgo está presente en su
conducta desde el principio al fin, esto es, la alevosía concurre ya desde el inicio de la acción
que le es propia y que es la que debe ser penalmente valorada”.
289
Dispone en este sentido la STS de 28 de abril de 1997 que: “Para la apreciación de la
impropiamente denominada «alevosía sobrevenida», la doctrina jurisprudencial más reciente
exige la existencia de dos acciones separadas por una cesura, en tanto que la reputa inaplica-
ble en los supuestos en que la dinámica comisiva, aunque esté descompuesta en varios actos,
responde a una acción continuada y sin interrupciones desde su iniciación (Cfr. TS 2.ª SS 19
Feb. y 16 May. 1996)”; en el mismo sentido la STS de 27 de septiembre de 1997 al disponer
que: “La jurisprudencia ha venido exigiendo respecto a la denominada alevosía sobrevenida
la existencia de dos acciones separadas por una cesura temporal cuya duración es irrelevante,
pero de tal modo que si en la primera secuencia existió una posibilidad de defensa, si en la
acción emprendida tras la cesación de la primera se reinicia otra conducta con intención y
circunstancias distintas en la que ya se utilizan medios alevosos por el agente, consciente de
que así aseguraba el resultado de sus nuevos intentos y acción y de su carencia de riesgo al
cometerla, puede apreciarse la agravante. Sin embargo, si lo que existió desde el principio fue
una sola acción o si compuesta por varios actos éstos respondían a una sola acción continuada
y sin interrupciones desde su inicio, no se puede admitir la alevosía sobrevenida, porque ésta
debe referirse al hecho punible en su integridad (Cfr. TS 2.ª SS 4 Dic. 1995 y 19 Feb., 16 May.
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y 23 Nov. 1996)”.
290
En este sentido, como dice la STS de 29 de septiembre de 1989: “No puede fundarse
la alevosía en la actuación ulterior del procesado -alevosía sobrevenida- que, tras haber le-
sionado gravemente a la víctima, al salir ésta huyendo, fue perseguida por aquél, hasta que
cayó debilitado por la pérdida de sangre, procediendo el agresor, inclinado sobre la víctima,
a darle nuevas cuchilladas; ello no representa más que la prosecución o persistencia de la
acción iniciada para acabar con la vida de su adversario, la materialización última del ánimo
homicida, pues se trata de que el agente, advertido de las circunstancias favorables advenidas,
trate de llevar a término una infracción de características distintas a la emprendida -alevosía
sobrevenida”. En la STS de 4 de diciembre de 1995 se dispone que: “La alevosía es un medio o
forma de comisión del hecho delictivo que proporciona una situación de superioridad sobre la
víctima, de ahí su parentesco con el abuso de superioridad, derivada de las circunstancias que
rodean la acción. En la modalidad de alevosía de prevalimiento es necesario que la situación
de indefensión concurra desde el comienzo de la agresión y no como consecuencia de una
acción de acometimiento que coloca a la víctima en situación de indefensión después de haber
recibido uno o varios golpes que vencen la natural resistencia inicial, continuando el actor
con su progresión delictiva hasta conseguir su propósito de lesionar o de acabar con la vida
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posibilidad de apreciarla si, una vez iniciada la acción delictiva sin carácter alevo-
so, se iniciara después otra distinta, contra el mismo sujeto pasivo, en que pudiera
apreciarse tal alevosía sobrevenida. Sin embargo, en el caso analizado por la refe-
rida resolución, y pese a que en el relato fáctico de la sentencia se recogía que el
agresor había dado muerte a la víctima asiéndola “por el cuello presionando hasta
que quedó desvanecida y como observó que seguía con vida, la remató estrangu-
lándola”, lo que en principio podría hacer incardinar dicha conducta en un com-
portamiento alevoso sobrevenido, sin embargo, no se daba el requisito de que se
hubiera iniciado una acción delictiva sin carácter alevoso, y se continuara después
otra distinta, ya alevosa, contra el mismo sujeto pasivo, pues en el citado supuesto
se apreció unidad de acción. En efecto, la imposibilidad de apreciar un supuesto
de alevosía sobrevenida en el caso analizado derivó de que no había una acción
inicial y posteriormente otra alevosa, sino que solo existía una misma acción, do-
losa; en el caso referido se habían realizado en un solo acto dos delitos, homicidio
y aborto a través de una sola secuencia que sucesivamente había progresado, sin
que pudieran apreciarse dos acciones distintas. De todo ello el Tribunal Supremo
concluyó que resultaba más correcta la apreciación de la agravante de abuso de
superioridad, por la desproporción de fuerzas existente entre agresor y víctima, en
vez de la circunstancia alevosa.
Obviamente, si se considera que han existido dos acciones separadas y con des-
conexión temporal, cabrá apreciar con relativa frecuencia un concurso de delitos,
y así, si la inicial acción no alevosa perseguía el resultado de muerte no alcanzado,
habrá de ser calificada como de tentativa de homicidio, mientras que al lograrse el
resultado merced a la segunda acción ya alevosa, habrá que apreciar un asesinato
consumado, concurriendo un evidente concurso entre ambas infracciones. Respec-
to a si dicho concurso habrá de ser considerado concurso real o ideal, parece más
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lógico considerarlo como concurso real al no existir unidad de acción y darse una
heterogeneidad de hechos; del mismo modo, si el sujeto activo intenta un asesina-
to sin lograr el resultado y posteriormente, con mediación de un lapsus temporal
considerable, consuma un homicidio, habrá de reconocerse un concurso real de
delitos entre la tentativa de asesinato y el homicidio consumado293. Ahora bien, en
el primero de los supuestos, si el sujeto en el marco de una única acción despliega
un comportamiento alevoso ex post, y no ex ante, es decir, en el curso de la acción
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294
Vid. MUÑOZ CONDE, F.: Derecho Penal. Parte Especial, 12ª ed., op. cit., p. 52; SE-
RRANO GOMEZ, A.: Derecho Penal. Parte Especial, Ed. Dykinson, 4ª ed., Madrid, 1999, p.
36. Para el Tribunal Supremo, en la Sentencia de 21 de marzo de 1984 una conducta será alevo-
sa cuando lo sea ex ante, es decir, desde el inicio de la acción o de la dinámica comisiva, de tal
modo que si es alevosa ab initio, no dejará de serlo porque, inmediatamente después, de modo
incidental, pueda el agredido contar con alguna posibilidad reactiva o de defensa; y si dicho
comportamiento no es alevoso desde el primer momento, no lo será aunque, como consecuen-
cia de las primeras acciones agresivas, la víctima, viva todavía, se halle inerme, indefensa y
privada de toda oportunidad de defenderse, de eludir las nuevas acciones ofensivas del agresor
o de contrarrestarlas de algún modo.
150
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2.- Ejecutar el hecho mediante disfraz (art. 22.2ª del Código penal).
295
Sobre las diferentes posturas que se han mantenido al respecto Vid. BAJO FERNÁNDEZ, M.:
Manual de Derecho Penal. Parte Especial (Delitos contra las personas), 2ª ed., 4ª reimp. Ed. Cen-
tro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1992, p. 69; CARBONELL MATEU, J.C.-GONZALEZ
CUSSAC, J.L.: Derecho Penal. Parte Especial, VIVES ANTÓN y otros, Ed. Tirant lo Blanch, 3ª
ed., Valencia, 1999, p. 69; DEL ROSAL BLASCO, B.: “La alevosía en el Código penal de 1995”,
en Delitos contra las personas, Manuales de Formación Continua, 3, Ed. Consejo General del Poder
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Judicial, Madrid, 1999, p. 294 a 296; GIMBERNAT ORDEIG, E.: “El ocasionamiento de muerte
que empieza como homicidio y acaba como asesinato”, en Estudios de Derecho Penal, Ed. Tecnos,
Madrid, 1990, p. 266 a 274; GONZALEZ RUS, J.J.: en Curso de Derecho Penal Español. Parte Es-
pecial, I, en Dtor. Cobo del Rosal, VVAA, Ed. Marcial Pons, Madrid, 1996, p. 76-77; QUINTANO
RIPOLLES, A.: Tratado de la Parte Especial del Derecho penal, tomo I, Vol. 1, 2ª ed., puesta al día
por E. GIMBERNAT ORDEIG, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1972, p. 256.
296
Vid. DIAZ PALOS, F.: “Disfraz”, en Nueva Enciclopedia Jurídica Seix, Tomo VII, Ed.
Seix Barral, Barcelona, 1980, p.535 ss.; QUINTERO OLIVARES, G.: Curso de Derecho Pe-
nal. Parte General, Ed. Cedecs, Barcelona, 1996, op. cit., p. 557 destaca que el precepto agrava
por cometer el delito “mediante” disfraz y no “portando” disfraz.
297
Vid. QUINTERO OLIVARES-MORALES PRATS-PRATS CANUT: Manual de Dere-
cho Penal. Parte General, 2.ª ed., Pamplona, 2000, pág. 733, destacan el carácter funcional.
POLAINO NAVARRETE, M.: “Art. 22.2”, en Comentarios al Código penal, T. II, (Dtor. Cobo
del Rosal), Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 926 a 928 defiende un concepto normativo y amplio de
disfraz conforme a su propia esencia abarcando al fraude y la astucia de la anterior redacción.
298
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 535 señala que el delito cometido me-
diante disfraz es siempre un delito cometido mediante engaño, de suerte que el disfraz es un
151
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las mujeres (STS 12 de noviembre de 1887, 26 de febrero de 1904), gafas de sol (SSTS 24 de
noviembre de 1995, 11 de junio de 1999, 17 de abril de 2000, 18 de julio de 2002), cubrirse el
rostro con harina (STS de 15 de marzo de 1887), pasamontañas (SSTS 9 de diciembre de 1986,
21 de enero de 1987, 31 de octubre de 1988, 21 de febrero de 2003, 5 de marzo de 2003, 25 de
marzo de 2004, 5 de mayo de 2004, 20 de mayo de 2004), pelucas (SSTS de 10 de marzo de
2000), capuchas (STS 10 de marzo de 2001, 27 de junio de 2001), braga polar (STS 25 de junio
de 2002), ataviados con pelucas, barba y bigotes postizos, gafas de sol y esparadrapos en las
yemas de los dedos (STS 23 de abril de 2001), peluca y gafas (STS 27 de enero de 2001), una
braga militar y gafas de sol (STS 29 de octubre de 2001), braga militar, gorras y guantes (STS
29 noviembre 2001), tiznarse la cara y fingir la voz (STS 23 de junio de 1898), gorra (SSTS 24
de noviembre de 1995, 25 de marzo de 1999, 11 de junio de 1999, 10 de marzo de 2000, 17 de
abril de 2000, 29 noviembre 2001, 18 de julio de 2002), vestir el autor ropas de mujer (STS 25
de mayo de 1880), una peluca rubia, la cara maquillada, unos tapones de algodón en el interior
de las fosas nasales, gafas de montura oscura y el rostro parcialmente cubierto por una bufanda
oscura, vistiendo chaquetón tres cuartos de color gris marengo (STS 13 de septiembre de 2002),
el taparse la cara con un paño (SSTS 30 de abril de 1872, 2 de abril de 1996), una peluca rubia,
maquillaje en la cara, algodón en las fosas nasales para deformar la nariz y gafas, vestido con un
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ciones de Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., Ed. Praxis, Barcelona, 1999, p. 323; BUSTOS
RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, 3ª ed., Ed. Ariel, Barcelona, 1989,
p. 368; idem para BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones de Derecho
Penal, V.II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 407; CEREZO MIR, J.: Curso...II, op. cit., 394; CON-
DE PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, Ed. Colex, Madrid, 1990, p.
376; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 649; MUÑOZ CONDE,
F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 558; RODRÍGUEZ
DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 730; RODRIGUEZ
MOURULLO, G.: Comentarios al Código Penal, I, en CORDOBA RODA-RODRIGUEZ
MOURULLO, op. cit., p. 628; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General,
2002, op. cit., p. 912. Para POLAINO NAVARRETE, M.: “Art. 22.2”, en Comentarios al Có-
digo penal, T. II, (Dtor. Cobo del Rosal), Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 925, su fundamento se
encuentra en el desvalor de la forma fraudulenta de comisión de comportamientos delictivos, y
también (op. cit., p. 927) en el desvalor social y jurídico de que se hace acreedora la utilización
por el autor de un medio fraudulento de ejecución delictiva.
304
Se requiere la utilización dolosa, consciente o voluntaria del artificio persiguiendo la facilitación
de la ejecución o la impunidad, por lo que si la concurrencia del disfraz es meramente accidental o for-
153
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ciación no se exige tampoco que haya sido plenamente eficaz, pues en tal caso no se aplicaría
nunca en los supuestos de su utilización para facilitar la impunidad del sujeto, por la sencilla
razón de que su eficacia plena impediría juzgar al culpable (Vid. SSTS 2 de octubre de 1989,
10 de octubre de 1996 y 17 de junio de 1999). Lo importante es analizar la eficacia o idoneidad
objetiva desde una perspectiva ex ante, bastando para integrar la agravación que el dispositivo
sea hábil, en abstracto, para impedir la identificación aunque en el supuesto concreto no se logre
tal objetivo. BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, 3ª ed., Ed.
Ariel, Barcelona, 1989, p. 368, señala que para la apreciación de la circunstancia no basta con
llevar disfraz si la víctima sabe quién se esconde detrás y sus propósitos; idem para BUSTOS
RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones de Derecho Penal, V.II, Ed. Trotta, Ma-
drid, 1999, p. 407. Para PUIG PEÑA, F.: Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., Madrid, 1988,
p. 471, es más importante el propósito que la perfección con que el disfraz se realice.
306
No es necesario que el disfraz usado impida de hecho el percatarse de las facciones o
figura del delincuente, bastando con que en tal punto se produzcan notorias dificultades, sin
que pueda servir para dicha agravación un enmascaramiento parcial, imperfecto o demasiado
rudimentario (SSTS de 25 de junio y 11 de diciembre de 1987, 20 de octubre de 1998).
307
El Tribunal Supremo, haciéndose eco de la dificultad dogmática de situar su fundamento
154
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cuando el acusado pensaba que no era visto por nadie es cuando se levantó el pasamontañas.
Fue por tanto, un hecho distinto a la voluntad del recurrente (pudo ser visto desde el almacén
a través de un espejo) lo que posibilitó pudiera ser identificado”.
309
Así para BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones de Derecho Pe-
nal, V.II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 407 el empleo del disfraz después de la comisión del
delito, para eludir su persecución, no constituye agravante. Vid. SSTS de 2 de abril de 1996 (“la
finalidad perseguida con el disfraz no se ha logrado, pues durante el transcurso de su virulenta
acción dijo ella en voz alta “toma hijo de puta, por lo que has hecho a nuestro hijo”, con lo
que deshizo voluntariamente la eficacia de su disfraz, porque dio a entender claramente a la
víctima que esa agresión era la venganza por el daño que había causado a su hijo. Si, además
se tiene presente que la agresión se produjo tres días después del juicio oral por razón de la
violación de su propio hijo, y que todos ellos se conocían por razón de vecindad, se confirma
la ineficacia del disfraz”); 8 de febrero de 2000 en la que se establece que: “la razón de la
agravante es la mayor impunidad que se desprende de este medio empleado para la comisión
del delito ya que tiende a dificultar la identidad de su autor; en la medida que el interesado se
desprende en el escenario del delito del medio que oculta su rostro, desaparece la razón de la
agravante”; 25 de junio de 2002 en la que se dice: “no le falta razón al recurrente en la protesta
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que formula, pues si bien es cierto que, en un primer momento, aquél se cubría parcialmente el
rostro, también es cierto que, como claramente expone el relato de hechos probados, en el cur-
so de la misma acción delictiva se lo descubre, y lo hace por decisión propia, lo que destruye la
significación agravatoria prevista en el art. 22.2 del C. Penal, que viene a sancionar el plus de
ilicitud y reproche que merece buscar la impunidad, ocultando la identidad física”.
310
Vid. SSTS de 24 de octubre de 1995: “La utilización del disfraz si bien no se produce en
el momento inicial de la acción delictiva, se extiende durante la mayor parte del tiempo en que
se desenvuelve la consumación del atraco por lo que resulta irrelevante que durante un leve
espacio de tiempo el recurrente actuase a cara descubierta porque la protección del disfraz le
acompañó durante la realización del núcleo principal de la acción delictiva. El hecho de que
uno de los clientes del banco le reconociese por haberlo visto cuando aún no se había puesto
la media por la cabeza no elimina la efectividad del disimulo de sus rasgos identificadores”;
20 de octubre de 1998: “El hecho de tener los rostros desfigurados mientras se realizaban las
amenazas y sustracciones propias del atraco, así como durante el traslado forzado de emplea-
dos y clientes hasta el interior del recinto de la caja donde los dejaron para huir con mayor
facilidad, es claro que dificultó la identificación de los asaltantes, aunque los dos entraron en
el local y recorrieron parte del mismo con la cara descubierta colocándose la media ya en el
interior cuando comenzó el acto de intimidación con la pistola”; 3 de mayo de 2000: “Cierto
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que en los hechos probados se recoge que Araceli V. L., esposa de José J. F., cuando alertada
por las voces de su marido salió al patio que hay junto a la cocina a pedir auxilio, vio el rostro
de Antonio E. que tenía el pasamontañas levantado. Más, como dice el Fiscal en su informe,
no puede negarse que el acusado pretendió impedir su identificación, y que objetivamente la
dificultó en la ejecución del hecho, por más que en algún momento se subiera el pasamontañas.
Como ha dicho esta Sala la agravante de disfraz opera precisamente porque el inculpado no
consigue evitar su identificación, lo que puede ocurrir cuando es visto por algún testigo antes
de colocarse el disfraz, o tras desprenderse del mismo. Según la sentencia de 30 Ene. 1989,
cuando no hay razones para apreciar desistimiento en el delito de robo, tampoco las hay para
admitirlo respecto a la circunstancia agravante de disfraz”.
311
Para MORA ALARCÓN, J.A.: Suma de Derecho Penal. Parte General y Especial, Ed.
Edisofer, Madrid, 1996, p. 133, si el sujeto se despoja de la máscara tras haber fracasado en el
delito, al intentar la huida, se apreciará la circunstancia. Vid. SSTS de 5 de junio de 1997, 15 de
septiembre de 1999, 10 de noviembre de 2000, 1 de marzo de 2002.
312
Según el art. 22 son circunstancias agravantes: “2.ª Ejecutar el hecho mediante disfraz, con
abuso de superioridad o aprovechando las circunstancias de lugar, tiempo o auxilio de otras
personas que debiliten la defensa del ofendido o faciliten la impunidad del delincuente”. En el art.
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10 del Código penal de 1973 se disponía que son circunstancias agravantes: “8.º Abusar de supe-
rioridad o emplear medio que debilite la defensa.” La supresión en el actual art. 22.2ª del Código
penal de la referencia que el art. 10. 8º del Código penal de 1973 hacía al empleo de medios que
debiliten la defensa ha sido aplaudido por la doctrina toda vez que el empleo de medios que debi-
liten la defensa no puede sino ser considerado como una modalidad específica del más genérico
abuso de superioridad. Vid. ARROYO DE LAS HERAS, A.: “Abuso de superioridad”, en Las
circunstancias agravantes en el Código penal de 1995, VVAA, op.cit., p. 54-55. La redacción que
presentaba el anterior art. 10.8º provenía del Código penal de 1870, habiendo sido respetada por
las reformas de 1932 y 1944. Sin embargo, el Código penal de 1928 contemplaba en el art. 66. I
al lado de la alevosía pura, que consistía en obrar a traición y sobre seguro, una especie de alevo-
sía leve, que consistía en que cuando dadas las condiciones personales de agresor y víctima, o las
circunstancias del hecho, o los medios de ejecución empleados, se dificultaba o debilitaba nota-
blemente la defensa, y por otra parte, el art. 67.7ª contemplaba el abuso de superioridad al dima-
nante de la edad, desarrollo o salud del ofendido, aunque como señala DIAZ PALOS, F.: “Abuso
de superioridad”, en Nueva Enciclopedia Jurídica Seix, t. II, op. cit., p. 126, en el fondo el conte-
nido del art. 66.I y el art, 67.7ª configuraban conjuntamente a la circunstancia de abuso de supe-
rioridad, sin que pudiera hablarse de dos conceptos de tal circunstancia diferentes. En la doctrina
se discutió si el abuso de superioridad y el empleo de medios que debiliten la defensa respondían
o no a un mismo concepto y si por tanto eran o no una misma circunstancia. Frente a quienes el
empleo de medios que debiliten la defensa no era sino una manifestación del genuino abuso de
superioridad, y por tanto nos encontraríamos ante una única circunstancia –abuso de superioridad-
y una mera manifestación específica de la misma –empleo de medios que debiliten la defensa-
(Vid. BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, 3ª ed., Ed. Ariel Dere-
cho, Barcelona, 1989, p. 369; DIAZ ROCA, R.: Derecho Penal General. Ley Orgánica 10/95 de
23 de noviembre, op. cit., p. 212; en el mismo sentido MORA ALARCÓN, J.A.: Suma de Derecho
Penal. Parte General y Especial, Ed. Edisofer, Madrid, 1996, p. 133), para otros, apoyándose en
el propio texto de la ley, entre el abuso de superioridad y el empleo de medios que debiliten la
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defensa había una clara diferencia, tratándose en realidad de dos circunstancias agravantes dife-
renciadas; para éste sector doctrinal la distinción entre una y otra circunstancia se residenciaba en
que mientras el abuso de superioridad iría referido a los supuestos de superioridad física o de
fuerzas, el empleo de medios que debiliten la defensa quedaría reservada para los casos de despro-
porción de medios instrumentales, materiales o de ejecución. Vid. ALONSO ALAMO, M.: El
sistema de las circunstancias del delito, op. cit., p. 508 para quien se trataría de dos circunstancias
diversas con el mismo fundamento; ANTÓN ONECA. J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 403;
para COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 3ª ed., Ed. Tirant lo
Blanch, Valencia, 1990, p. 689-690, eran dos circunstancias diferentes, de suerte que mientras que
el abuso de superioridad se concretaba en el aprovechamiento de una ventaja determinada exis-
tente (mayor fuerza física, diferencia de edad...) para la comisión del delito, el empleo de medio
que debilite la defensa comprendería los supuestos en los que se dificultaba mediáticamente la
respuesta defensiva de la víctima sin llegar a anular las posibilidades de defensa, esto es, sin llegar
a constituir verdadera alevosía; PUIG PEÑA, F.: Derecho Penal (Parte General), 2ª ed., 1988, p.
442 se trataría de dos circunstancias con una base común; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Dere-
cho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 730-731, para quien el abuso de superioridad
y el empleo de medio que debilite la defensa eran dos circunstancias diferentes reunidas en un
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mismo número del artículo 10; para éste autor el abuso de superioridad quedaría constreñido a los
supuestos de intervención de varias personas en la comisión del delito, siempre que no constitu-
yeran cuadrilla ni estuvieran armadas, o en la ventaja de la fuerza física, diferencia de edad u otra
circunstancia de aseguramiento similar; cuando se buscara la superioridad aplastante para evitar
todo riesgo de la defensa de la víctima vendría en aplicación la alevosía y no el abuso de superio-
ridad; el empleo de medio que debilite la defensa se referiría, en opinión de RODRÍGUEZ DE-
VESA, a los casos en que se emplearan modos de ejecución que impidieran o dificultaran una
reacción adecuada del ofendido, pero sin propósito de evitar riesgos personales, lo que la diferen-
ciaría de la alevosía. No obstante, incluso para los que consideraban que en el art. 10.8º se conte-
nían dos circunstancias, se consideraba que respondían ambas a una misma ratio, y por tanto no
cabía dar lugar a dos agravaciones distintas en un mismo caso: Vid. ALONSO ALAMO, M.: El
sistema de las circunstancias del delito, op. cit., p. 508-509. La circunstancia de la superioridad es
contemplada a lo largo de la Parte Especial del Código de 1995 en diversos momentos como en el
art. 180 en relación con las agresiones sexuales al contemplar como circunstancia agravante espe-
cífica la de que: “4.ª Cuando, para la ejecución del delito, el responsable se haya prevalido de una
relación de superioridad (...)”; o en relación con los abusos sexuales el art. 181.3 al contemplar
como elemento esencial del referido delito “cuando el consentimiento se obtenga prevaliéndose
el responsable de una situación de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la víctima”;
o en el art. 184.2 en relación con el acoso sexual al contemplar como agravante específica: “Si el
culpable de acoso sexual hubiera cometido el hecho prevaliéndose de una situación de superiori-
dad laboral, docente o jerárquica”; o como elemento esencial del delito en los arts. 188.1 al esta-
blecerse que: “El que determine, empleando violencia, intimidación o engaño, o abusando de una
situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima, a persona mayor de edad
a ejercer la prostitución o a mantenerse en ella, será castigado con las penas de prisión de dos a
cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses” y 188.2 al establecerse que: “Será castigado
con las mismas penas el que directa o indirectamente favorezca la entrada, estancia o salida del
territorio nacional de personas, con el propósito de su explotación sexual empleando violencia,
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313
CEREZO MIR, J.: Curso... t. II, op. cit., p. 379-380.
314
El precepto no se refiere strictu sensu a una superioridad jerárquica como refiere PUIG
PEÑA, F.: Derecho Penal (Parte General), 2ª ed., 1988, p. 442, aunque tampoco necesaria-
mente se requiere para apreciar la circunstancia una superioridad de tipo físico como por el
contrario afirma dicho autor.
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315
La jurisprudencia ha basado la agravante de abuso de superioridad en el empleo de armas
o elementos contundentes, incluyéndose por constante jurisprudencia entre esas armas utiliza-
das, no sólo las de fuego, sino también las navajas y demás armas blancas Vid. SSTS de 16 de
enero de 1985, 23 de noviembre de 1989, 3 de diciembre de 1991 y 4 de noviembre de 1992. En
la STS de 22 de febrero de 1993 se dispuso “No cabe duda que el abuso de superioridad requie-
re una diferencia esencial entre el que agrede y su víctima; pero es claro que ello es de apreciar
cuando el agresor está armado de un arma de fuego y la víctima desarmada, dado que tales
armas reducen de una manera extraordinaria las posibilidades de defensa de esta última”.
316
Como señalan SUAREZ MIRA RODRÍGUEZ-JUDEL PRIETO-PIÑOL RODRÍGUEZ:
Manual de Derecho Penal. Parte General, op. cit., p. 288-289 remitiéndose a QUINTANO
y RODRÍGUEZ MOURULLO, mientras que la agresión alevosa busca la total y plena inde-
fensión de la víctima, en el abuso de superioridad se pretende tan sólo el debilitamiento de la
defensa, no su anulación. En la STS de 19 de mayo de 1981 ya se estableció que: “El abuso
de superioridad se distingue de la alevosía en que ésta supone la eliminación o supresión de
toda defensa procedente del ofendido, mientras que el abuso de superioridad sólo debilita o
aminora esta defensa”.
317
Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 403-404.
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318
Vid. en este sentido POLAINO NAVARRETE, M.: “Artículo 22.2” en Comentarios al Có-
digo Penal, Dirigidos por Manuel Cobo del Rosal, Tomo II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 931.
319
Vid. STS de 23 de julio de 1883.
320
Mientras que en la alevosía el elemento subjetivo consistía en actuar con la doble fi-
nalidad de asegurar la ejecución e impedir los riesgos procedentes de una posible defensa de
la víctima, en el abuso de superioridad el elemento subjetivo consiste en la conciencia de la
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mico del agresor sobre la víctima, determinando así un desequilibrio de fuerzas en favor del
primero derivada de cualquier circunstancia, bien por razón del medio empleado --superiori-
dad medial o instrumental-- bien por la concurrencia de una pluralidad de atacantes; b) que
esa superioridad disminuya notablemente las posibilidades de defensa del ofendido, sin que
llegue a eliminarlas, pues de lo contrario se trataría de un caso de alevosía, que constituye la
frontera superior; c) que tal desequilibrio se use o aproveche por el agresor para la mejor y
más impune realización del delito, de modo que pueda hablarse de un abuso de tal situación,
abuso que, por su propia nota de uso excesivo o indebido, requiere la consciencia de que se
excede en su actuación, conociendo el sujeto la existencia de esa superioridad y la ventaja que
ello le proporciona, y d) que esa superioridad no sea inherente al delito, por constituir uno de
sus elementos típicos, o porque, por razón de sus circunstancias, el delito tenga que realizarse
necesariamente así, para poder alcanzarse la consumación. En el caso, los hechos se han
calificado de homicidio con abuso de superioridad, al considerarse que el uso de un arma de
fuego frente a una persona desarmada no elimina totalmente las posibilidades de defensa de
esta última, subsistiendo en todo caso la posibilidad de huir y zafarse de la agresión”; en pa-
recidos términos se han manifestado las SSTS de 2 de febrero de 1988, 29 de octubre de 1989,
25 de enero de 1991, 24 de mayo de 1991, 4 de noviembre de 1992, 11 de octubre de 1993,
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b) Fundamento de la agravación.
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326
Vid. en este sentido a DIAZ ROCA, R.: Derecho Penal General. Ley Orgánica 10/95 de
23 de noviembre, op. cit., p. 213.
327
En este sentido ALONSO ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del delito, op.
cit., p. 516, Vid. especialmente las pp. 517 a 520 criticando los posicionamientos doctrinales
y jurisprudenciales que han afirmado que el abuso de superioridad representaría, de base, una
mayor culpabilidad; BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, 3ª ed.,
op. cit., p. 369; BUSTOS RAMÍREZ, J.-HORMAZABAL MALARÉE: Lecciones de Derecho
Penal, Vol. II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 408; CEREZO MIR, J.: Curso ..., II, op. cit., p. 381.
Para ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 404, el abuso de superioridad
presentaría el mismo fundamento que la alevosía. El Tribunal Supremo ha fundamentado en
múltiples ocasiones la agravante de abuso de superioridad en la vileza y abyección de senti-
mientos que mostraría el autor en estos casos, el cual aprovecha y se prevale de la situación de
inferioridad de la víctima para el mayor logro de sus antijurídicos propósitos, Vid. SSTS de 19
de mayo de 1981 y 30 de noviembre de 1981 (mayor abyección de sentimientos), 25 de enero
de 1982 (bajeza en el obrar, causante de una mayor repulsa, por el ente social, de lo que en sí
lleva el delito), 2 de diciembre de 1982 (cierta bajeza o crueldad, causante de una mayor repulsa
por la sociedad). En las SSTS de 18 de diciembre de 1957, 28 de octubre de 1963, 17 de mayo
de 1968, de 28 de mayo de 1968, 12 de marzo de 1969, 13 de marzo de 1969, 25 de noviembre
de 1975, 17 de enero de 1977, 16 de junio de 1978 y 19 de mayo de 1981, entre otras muchas,
se mantuvo el criterio de que el fundamento de la mayor punición de la agravante de abuso de
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do entre la conducta alevosa –más grave- y aquella conducta en que la víctima dis-
pusiera de una completa normalidad defensiva328. Entre ambos supuestos se sitúa
la conducta agravada por la concurrencia del abuso de superioridad, caracterizada
por cuanto en estos casos además de darse una situación objetiva de desproporción
o desequilibrio de fuerzas entre agente y víctima, el sujeto activo abusa de tal si-
tuación en orden a la facilitación de la ejecución del hecho.
Ciertamente con carácter general puede afirmarse que todo delito, por su con-
sumación, pone de manifiesto la concurrencia de un abuso de superioridad natural
por parte del sujeto activo sobre la víctima, de suerte que el sujeto activo de todo
delito busca debilitar la defensa de la víctima, razón por la que podría cuestionarse
incluso la misma procedencia de esta agravación, al igual que hemos visto al ana-
lizar la alevosía329. Pero en esa línea puede afirmarse aún que existen supuestos en
los que sin necesidad de llegar el sujeto activo a anular total y completamente la
defensa del ofendido, concurre no obstante un especial desvalor de acción y una
especial peligrosidad de la misma, en la medida en que concurre un aprovecha-
miento consciente por parte del sujeto activo de la desproporción de fuerzas de
que goza respecto a la víctima, cuyas posibilidades de defensa aparecían, ya en
principio y desde una perspectiva ex ante, disminuidas. En estos supuestos parece
lógico que tal aprovechamiento consciente de la situación de abuso de superiori-
dad contemplado incluso ex ante por el propio sujeto activo, sea merecedora por
su desvalor de una agravación especial.
328
Como señala la STS de 20 de mayo de 1983, el abuso de superioridad puede considerarse
una circunstancia agravante representativa de una actuación intermedia ubicada entre una con-
ducta delictiva corriente y otra calificada de aleve.
329
Vid. QUINTERO OLIVARES, G.: Curso de Derecho Penal. Parte General, 1996, op.
cit., p. 558. Señalaba DIAZ PALOS, F.: “Abuso de superioridad”, en Nueva Enciclopedia Ju-
rídica Seix, t. II, op. cit., p. 127, que habida cuenta de que el abuso de superioridad vendría a
constituir una circunstancia desgajada de la circunstancia matriz que sería la alevosía, y toda
vez que entre una y otra circunstancia no existiría, en su opinión, diferencia alguna, “ni de
naturaleza, ni de accidente”, “no falta autor que pida su supresión”. Para DIAZ ROCA, R.:
Derecho Penal General. Ley Orgánica 10/95, de 23 de noviembre, Ed. Tecnos, Madrid, 1996, p.
212, aún reconociendo las críticas doctrinales existentes en relación con la subsistencia de esta
agravante, ha señalado que la necesidad de esta circunstancia agravante quedaría de manifiesto
desde el momento en que, no siendo posible admitir en nuestro Derecho penal la existencia de
agravantes incompletas, el legislador ha querido no obstante agravar cualquier técnica comisiva
que implique no “sólo la indefensión de la víctima, sino también la merma en sus posibilidades
de defensa”.
164
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330
No obstante es preciso señalar que por la doctrina y la jurisprudencia se ha discutido
también acerca de si el abuso de superioridad estaría asimismo acotado al ámbito de los delitos
contra las personas como sucede con la alevosía. Así, para VIADA y para DIAZ PALOS el
abuso de superioridad tan sólo podía ser apreciado en los delitos contra las personas al igual que
acontecía con la alevosía. Vid. DIAZ PALOS, F.: “Abuso de superioridad”, en Nueva Enciclo-
pedia Jurídica Seix, t. II, op. cit., p. 127. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p.
404, reconociendo la inexistencia de una restricción legalmente impuesta como por el contrario
acontecía con la alevosía, se hacía eco de que para la jurisprudencia, aunque con salvedades,
la circunstancia agravante de abuso de superioridad tan sólo podía ser apreciada en los delitos
contra las personas. Para las SSTS de 31 de enero de 1984 y 8 de febrero de 1991 esta circuns-
tancia operaría tan sólo en las infracciones contra las personas o en las de naturaleza compleja,
en las que el atentado contra las personas se asocia a un ataque contra otros bienes jurídicos.
En la actualidad, como razona ARROYO DE LAS HERAS, A.: “Abuso de superioridad”, en
Las circunstancias agravantes en el Código penal de 1995, op.cit., p. 59, del texto de la ley no
se desprende motivo alguno para poder razonar en este sentido, antes bien, cuando la ley ha
querido acotar el ámbito de aplicación de alguna circunstancia lo ha hecho expresamente, como
sucede con la alevosía, por lo que parece más razonable admitir que el ámbito de aplicación del
abuso de superioridad han de ser todos los delitos contemplados en la Parte Especial, salvo en
aquellos casos en que, por razones de inherencia o incompatibilidad, no resulte aplicable dicha
circunstancia; en el mismo sentido DIAZ ROCA, R.: Derecho Penal General. Ley Orgánica
10/95, de 23 de noviembre, op. cit., p. 213 y con menos énfasis CONDE PUMPIDO FERREI-
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RO, C.: Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., Ed. Colex, Madrid, 1990, op. cit., p. 376; ha-
ciéndose eco de la polémica y sin decantarse por una postura definida al respecto PUIG PEÑA,
F.: Derecho Penal (Parte General), 2ª ed., 1988, p. 443. La reciente STS de 3 de enero de 2001
refiere esta circunstancia tan sólo al ámbito de los delitos contra las personas; por el contrario
las SSTS de 5 de junio de 1995, 7 de febrero de 1997, 6 de mayo de 1997 y 9 de julio de 1997
consideran que tal circunstancia es aplicable, en principio, a toda clase de delitos.
331
STS de 20 de mayo de 1983.
332
Vid. BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, 3ª ed., op. cit.,
p. 369; BUSTOS RAMÍREZ, J.-HORMAZABAL MALARÉE: Lecciones de Derecho Penal,
Vol. II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 408; MARCHENA GOMEZ, M.: Código penal de 1995,
Ed. Comares, Granada, 1997, p. 87. Vid. SSTS de 25 de abril de 1964, 16 de junio de 1978,
19 de diciembre de 1983, 31 de enero de 1984, 6 de marzo y 30 de septiembre de 1985, 2 de
febrero de 1988, 14 de abril de 1992, 8 de julio de 1992, 6 de noviembre de 1992, 8 de no-
viembre de 1993, 7 de diciembre de 1993, 26 de febrero de 1994, 18 de marzo de 1994, 5 de
abril de 1994, 27 de abril de 1994, 9 de diciembre de 1994, 27 de febrero de 1996, 10 de mayo
de 1996, 30 de abril de 1997, 5 de mayo de 1998, 4 de julio de 1998 y 13 de marzo de 2000,
entre otras muchas.
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que entre una y otra circunstancia podría advertirse la existencia de una diferencia
cuantitativa, señalándose que con la actuación alevosa se persigue por el sujeto activo
la total indefensión de la víctima, mientras que en la actuación caracterizadora del
abuso de superioridad basta con que la potencial defensa del ofendido resulte mera-
mente debilitada333, sin embargo en el abuso de superioridad no se emplean ni buscan
medios, modos o formas que tiendan directa y especialmente a asegurar la ejecución
del delito, ni se persigue la no concurrencia de riesgos para la persona del agresor que
puedan provenir de la defensa de la víctima, ni se tiende a la anulación completa de
las posibilidades de defensa de ésta; mientras que en la alevosía la ventaja del agresor
se residencia en los medios, modos o formas de ejecución empleados, en el abuso de
superioridad la ventaja reside en la inferioridad de la víctima334. Al margen de ello debe
señalarse que existen también aspectos sustanciales o cualitativos diferenciadores en-
tre una y otra circunstancia: ya no sólo en lo referente al aspecto subjetivo ya referido,
sino especialmente en el elemento de la clandestinidad y la insidia caracterizadoras
de los comportamientos alevosos, que no es típico del abuso de superioridad335. A
diferencia de la alevosía, para la apreciación de la circunstancia agravante de abuso de
333
Vid. las SSTS de 19 de mayo de 1981, 15 de junio de 1983 y 16 de enero de 1985 entre
otras, en las que se señala que la diferencia entre las agravantes de abuso de superioridad y ale-
vosía es puramente cuantitativa: en la alevosía se elimina toda posibilidad defensiva, mientras
que en el abuso de superioridad simplemente se debilita o aminora. Se ha criticado por antinatu-
ral el criterio diferenciador de que la alevosía tienda a lograr la indefensión completa de la víc-
tima mientras que el abuso de superioridad busca sólo debilitar la misma sin anularla, ya que no
puede dejar de reconocerse que todo agresor pretenderá siempre anular la reacción defensiva de
la víctima para asegurarse su propósito delictivo sin que quepan, de ordinario, términos medios.
No obstante, la jurisprudencia ha acudido de ordinario a criterios cuantitativos y de gravedad
para discernir entre la alevosía strictu sensu y la alevosía de segundo grado (abuso de superio-
ridad). Vid. SUAREZ MIRA RODRÍGUEZ-JUDEL PRIETO-PIÑOL RODRÍGUEZ: Manual
de Derecho Penal. Parte General, op. cit., p. 289. Para CONDE PUMPIDO FERREIRO, C.:
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Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., op. cit., p. 376 el abuso de superioridad es “consumible”
por la alevosía. PUIG PEÑA, F.: Derecho Penal (Parte General), 2ª ed., 1988, p. 444 se hace
eco de que para la jurisprudencia del Tribunal Supremo, en un primer momento, el abuso de
superioridad estaría embebido en la alevosía aunque en un segundo momento matizaría tal afir-
mación señalando que tal situación, aún siendo la regla general, admitiría excepciones.
334
Vid. BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE, I.-ARROYO ZAPATERO, L. y otros: Leccio-
nes de Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., Ed. Praxis, Barcelona, 1999, p. 319; GIMBERNAT
ORDEIG, E.: Introducción a la Parte General del Derecho Penal Español, op. cit., p. 98.
335
Esta es la opinión de ALONSO ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del delito,
op. cit., p. 510; en el mismo sentido BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte
General, 3ª ed., op. cit., p. 369; BUSTOS RAMÍREZ, J.-HORMAZABAL MALARÉE: Lec-
ciones de Derecho Penal, Vol. II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 408, para quienes no cabe en bue-
na doctrina y en sentido estricto considerar el abuso de superioridad como una alevosía menor
o de segundo grado, ya que entre la alevosía y el abuso de superioridad no concurren tan sólo
diferencias meramente cuantitativas, sino cualitativas y conceptuales: mientras que en la alevo-
sía va ínsita la clandestinidad, ello no es requerido en el abuso de superioridad, añadiendo que
“por eso no hay alevosía al golpear a un niño, pero sí puede haber abuso de superioridad”.
166
Arias, Eibe, Manuel J.. Responsabilidad criminal: circunstancias modificativas y su fundamento en el Código Penal; una visión desde la
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336
MARIN DE ESPINOSA CEBALLOS, E.B.: Derecho Penal. Parte General, (VVAA),
Dtor. ZUGALDIA ESPINAR, Ed. Tirant lo blanch, Valencia, 2002, p. 912-913. Para ANTÓN
ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 404-405, el abuso de superioridad y la alevosía se
comportarían como dos círculos concéntricos, de mayor radio la primera, lo que determina que
la misma posea un sector propio ajeno a la alevosía, y mientras que la alevosía denota siempre
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la presencia inmanente de un abuso de superioridad por parte del agente sobre la víctima, el
abuso de superioridad no conlleva necesariamente implícito, de alguna forma, un comporta-
miento alevoso. En la STS de 8 de junio de 1988 se afirma también que en puridad, el abuso
de superioridad es una agravatoria de radio más amplio que la alevosía. ANTÓN reconocía la
posibilidad de admitir la existencia en determinados supuestos de concursos de leyes entre la
alevosía y el abuso de superioridad, concursos que deberían ser resueltos en base al principio
de especialidad a favor de la apreciación de la alevosía., quedando además el abuso de superio-
ridad “de esfera más amplia, reservado para la zona no cubierta por la alevosía”; en el mismo
sentido ALONSO ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del delito, op. cit., p. 509-510.
Vid. CONDE PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., op. cit., p.
376; DIAZ ROCA, R.: Derecho Penal General. Ley Orgánica 10/95, de 23 de noviembre, op.
cit., p. 213; Vid. sobre este tema a PUIG PEÑA, F.: Derecho Penal (Parte General), 2ª ed.,
1988, p. 444 que traza la frontera entre la alevosía y el abuso de superioridad en el hecho de que
ésta circunstancia, a diferencia de la primera, es personal.
337
Vid. en este sentido la STS de 13 de marzo de 2000.
338
Vid. GIMBERNAT ORDEIG, E.: Introducción a la Parte General del Derecho Penal
Español, op. cit., p. 98.
167
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a) Evolución legislativa.
339
La cuadrilla había sido objeto de especial atención por la legislación histórica española. Así
se contemplaba una especial punición de la actuación en cuadrilla en Las Partidas, en la Ley 4ª,
tít. XVIII, Part. 4ª o en la Pragmática de Felipe IV, de 6 de julio de 1663 (luego Ley 1ª, tít. XVII,
lib. XII de la Novísima Recopilación), facultándose a cualquier persona que tuviera oportunidad
de “ofenderles, matarlos y prenderlos, sin incurrir en pena alguna, trayéndolos vivos o muertos
ante los jueces de los distritos donde fueren presos o muertos; y que pudiendo ser habidos sean
arrastrados, ahorcados y hechos quartos y puestos por los caminos y lugares donde hubiesen de-
linquido y sus bienes sean confiscados para nuestra Cámara”. Vid. PUIG PEÑA, F.: “Cuadrilla”
en Enciclopedia Jurídica Seix, t.VI, Ed. Seix Barral, Barcelona, 1985, p. 30.
168
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delito con ocasión de incendio, naufragio u otra calamidad o desgracia. 12ª Eje-
cutarlo con auxilio de gente armada o de personas que aseguren o proporcionen
la impunidad. 16.º Ejecutar el hecho (…) en su morada (del ofendido), cuando no
haya provocado el suceso”340.
en Comentarios al Código penal, Tomo II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 935, el vigente precepto
integra en su seno hasta seis agravantes diferentes.
342
Vid. MANZANARES SAMANIEGO, J.L.: Comentarios al Código penal, Ed. La Ley
Actualidad, Madrid, 1996, p. 13; MORA ALARCÓN, J.A.: Suma de Derecho Penal. Parte
General y Especial, Ed. Edisofer, Madrid, 1996, p. 134.
343
Vid. STS de 25 de julio de 2000. Ahora bien, es preciso señalar, como indicó acertada-
mente la Sentencia de la Audiencia Provincial de Cantabria, Sección 1ª, de 17 de Mayo de 2000,
que el contenido de la nueva circunstancia no es el resultado, sin más de una mera adicción de
las circunstancias anteriormente previstas en el anterior Código Penal (despoblado, morada,
nocturnidad... etc.) ya que en ocasiones en el núm. 2 del actual art. 22 quedarán incluidos y
excluidos supuestos anteriormente no comprendidos o a la inversa. Y todas las diversas circuns-
tancias contenidas en este número deben contemplarse a la luz del último inciso del precepto,
que le acerca a la alevosía casi en los mismos términos en que se manifiesta la relación de ésta
con el abuso de superioridad.
344
Vid. SSTS de 22 de diciembre de 1973, 18 de mayo de 1977, 29 de octubre de 1979, 30
de septiembre de 1981, 26 de abril de 1983, 24 de agosto de 1986, 25 de junio de 1988, 23 de
noviembre de 1996 y 24 de septiembre de 1997.
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justificará su apreciación como incremento del desvalor de la acción. Vid. STS de 9 de abril
de 2002. Como señala POLAINO NAVARRETE, M.: “Art. 22.2”, en Comentarios al Código
penal, Tomo II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 934, basta con que concurra una sola de dichas
circunstancias (debilitación de la defensa del ofendido o facilitación de la impunidad del delin-
cuente) para que proceda venga en aplicación la agravante.
346
Como un lugar descampado, consistente en un camino de tierra y arbustos alejado de
cualquier casa habitada y de la carretera; o en otro lugar descampado, donde únicamente había
piedras, rocas y árboles; o un lugar totalmente deshabitado. Vid. SSTS 25 de julio de 2000 y
19 de febrero de 2001.
347
Vid. STS de 21 de julio de 2003.
348
La agravante de morada del ofendido prevista en el número 16 del artículo 10 del Código
derogado, constituía una agravación por razón del lugar donde el delito tenía lugar, considerán-
dose a estos efectos morada el espacio cerrado destinado a desarrollar la vida privada e íntima
de sus usuarios y que pueda configurarse como una zona de extensión de la personalidad en
el espacio. Según la jurisprudencia del TS morada había de ser entendido, a estos efectos, en
sentido amplio como todo lugar más o menos habitable, reservado a personas o familias, donde
se satisfacen las condiciones de la vida doméstica, cualquiera que sea el título por el que se
170
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disfrute la habitación. Más ampliamente, por morada se entendía cualquier espacio cerrado que
sirviera para que alguien realizase sus actividades domésticas (comer, dormir, descansar, etc.)
bien sea de modo permanente o accidental, entendiéndose que constituye morada, no sólo el
domicilio habitual, sino también los sitios de residencia accidental, la habitación de un hotel o
pensión en cuanto al cliente que la ocupa, incluso la tienda de campaña o la caravana o vehí-
culo que durante un viaje o permanentemente es utilizada para albergar a personas, sin que la
humildad o modestia del lugar pueda servir de excusa para negar tal condición como ocurre con
las chabolas del extrarradio de las ciudades y sin que haya de tenerse en cuenta la legitimidad
o ilegitimidad de la ocupación, siendo necesario, en todo caso, por exigencias del dolo como
elemento del delito, que el autor del hecho conozca que se encuentra habitado el lugar donde
desarrolla su actividad criminal (Vid. STS de 7 de abril de 1995). Esta agravante entrañaba una
mayor antijuridicidad en el comportamiento del sujeto activo de la infracción, porque impli-
caba una falta de respeto a la santidad del hogar ajeno, antes al contrario implicaba el ultraje y
profanación del derecho a la intimidad que en los domicilios se ejerce por las personas (STS de
16 de mayo de 1991). Como se dice, la agravante como tal ha desaparecido del vigente Código
penal, pero cabe apreciar la agravación por aprovechamiento de las circunstancias del lugar si
la ejecución en la morada del ofendido tiene lugar con ocasión o aprovechándose por parte del
sujeto activo de una debilitación de las defensas del ofendido o una facilitación de la impunidad
del delincuente.
349
Para la apreciación de la circunstancia agravante analizada no basta con la acreditación
de la concurrencia de las circunstancias ambientales objetivas previstas en el precepto en el
momento de la comisión de los hechos, sino que es precisa también la acreditada concurrencia
del elemento subjetivo de la búsqueda o aprovechamiento de las facilidades que proporciona-
ba el entorno en donde se desarrolla la conducta delictiva. Dicha acreditación no siempre es
fácil, toda vez que se trata de escrutar el propósito o ánimo del autor, por lo que la jurispru-
dencia pone especial atención a la realidad material que rodea el hecho y sus circunstancias.
En este sentido, para patentizar la concurrencia del elemento subjetivo no es necesario llegar
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a la conclusión de que el autor del hecho punible diseñó y estudió minuciosamente todos los
pasos necesarios para consumar su propósito, escogiendo el lugar y tiempo en el que iba a
desarrollar su acción. La jurisprudencia de la Sala Segunda del TS ha venido considerando,
y esta doctrina es válida también para la actual redacción de la circunstancia agravante, que
basta con el aprovechamiento de las condiciones ambientales para integrar el factor subjetivo
necesario para concretar los efectos agravatorios. Lo que verdaderamente caracteriza a todos
los medios y circunstancias concurrentes en el artículo 22.2ª del Código Penal es la consecución
de un fin común a todos ellos, que no es otro que el debilitamiento de la defensa del ofendido
y la facilitación de la impunidad del delincuente. Habrá que analizar pues, si las circunstancias
topográficas del lugar contribuían funcionalmente a la indefensión de la víctima, a la vez que
facilitaban la comisión del hecho, por lo que basta el aprovechamiento de ellas para concluir
la procedencia de la agravante de lugar. Vid. STS de 25 de julio de 2000. Como señala CERE-
ZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 387, esta circunstancia tan sólo tiene sentido en los delitos
dolosos, no en los imprudentes. En tal sentido, las SSTS de 19 Abr. 1995, 23 May. 1996 y 23
Nov. 1996, entre otras han sentado que son en definitiva dos los elementos que la integran: el
objetivo de haberse cometido el delito en paraje solitario, a distancia de núcleos urbanos, lo que
exige una valoración concreta en cada caso, y el subjetivo del prevalimiento de esta situación,
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ya haya sido buscado a propósito o aprovechado con el fin de provocar una mayor indefensión
y/o una mayor impunidad, porque en definitiva, todas las circunstancias agrupadas en el núm.
2º del actual art. 22 participan de alguna manera de rasgos de naturaleza alevosa.
350
Así parece referirlo la STS de 25 de julio de 2003 en la que se dispone: “En el caso en-
juiciado no concurrió una sino dos de dichas modalidades, intensificándose así el injusto de
la acción y agravándose la culpabilidad de sus autores. En primer lugar, el acusado llevó a la
víctima a un paraje solitario provocando una situación de mayor desvalimiento y en segundo
lugar, la agresión contra ella tuvo tres ejecutores armados con distintos instrumentos como lo
demuestra la diversidad de las heridas inferidas, lo que supuso sin duda de ningún género un
claro desequilibrio de fuerzas entre agresores y agredida. Si esto último hubiera sido bastante,
de acuerdo con la constante doctrina de esta Sala, para apreciar la agravante de abuso de
superioridad, el aprovechamiento deliberado del lugar para la comisión del hecho añade una
razón más que justificaba la aplicación de la pluriforme circunstancia que hoy ocupa el núm.
2º del art. 22 CP”. En la STS de 4 de febrero de 2002 se dispuso: “Los motivos cuarto, quinto
y sexto del recurso pueden ser objeto de respuesta en un mismo fundamento jurídico. Los tres
se amparan en el art. 849.1.º LECrim., denunciándose: a) en el cuarto, una infracción por
aplicación indebida de la circunstancia agravante, prevista en el núm. 2.º del art. 22 CP, que
consiste en ejecutar el hecho con abuso de superioridad, b) en el quinto, otra infracción por
aplicación indebida de una agravante prevista en la misma norma, que consiste en ejecutar
el hecho aprovechando las circunstancias de lugar y tiempo y c) en el sexto, una infracción
legal que radica, según opina la parte recurrente, en haberse apreciado como circunstancias
autónomas las dos agravantes anteriormente mencionadas. Empezando el examen de estos
tres motivos de casación por el sexto, advertimos de entrada que el mismo carece de contenido
toda vez que en el apartado c) del fundamento de derecho tercero de la sentencia del Tribunal
Superior de Justicia claramente se acepta el motivo del recurso de apelación en que se impug-
naba precisamente la aplicación por separado de las dos citadas agravantes en la sentencia
del Tribunal del Jurado. En la sentencia ahora recurrida no se ha incurrido en la infracción
denunciada en el sexto motivo de casación precisamente porque en ella se dice que el apelante
acusó «acertadamente» a la sentencia del Tribunal de Jurado «de violación de lo establecido
en el art. 22.2.º del Código Penal al estimar la concurrencia de dos agravantes» . Cosa distinta
es que el Tribunal Superior de Justicia, pese a considerar que el abuso de superioridad y el
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aprovechamiento de las circunstancias de lugar y tiempo constituyen ya, legalmente, una sola
agravante, haya considerado justificada la pena impuesta por el Tribunal del Jurado habida
cuenta de que concurrieron en el hecho dos formas distintas y acumuladas de debilitamiento
de la defensa de la ofendida. En relación con este problema, esta Sala debe hacer las siguientes
puntualizaciones: A) La refundición en el núm. 2.º del art. 22 CP vigente de las circunstancias
agravantes que antes ocupaban los números 7.º, 8.º, 12.º y 13.º del art. 10 CP 1973 no debe
hacer pensar que todas ellas y en todo caso han perdido su autonomía, debiendo entenderse,
por el contrario, que continúa siendo posible la apreciación simultánea de más de una, cuando
así lo exija su distinta morfología o la diversa finalidad perseguida por el culpable con la uti-
lización de los medios comisivos previstos en el núm. 2.º del art. 22 CP. B) En el caso resuelto
por la sentencia recurrida no vemos inconveniente en considerar que se concrete en una sola
circunstancia agravante el mayor contenido de injusto y la más intensa reprochabilidad que in-
corporaron a la acción del acusado el desequilibrio de fuerzas a su favor y el aprovechamiento
de la oscuridad y el despoblado que rodearon los hechos. C) No obstante la concurrencia de
una sola circunstancia agravante, estamos plenamente de acuerdo con el Tribunal Superior de
Justicia, por las razones que el mismo aduce, en el mantenimiento de la pena impuesta por el
Tribunal de Jurado aunque la misma tuviese por base la concurrencia de dos agravantes. Por
lo demás, es evidente que desde el marco de referencia de una declaración de hechos probados
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que es intangible puesto que está construida sobre el veredicto del Jurado, no puede conside-
rarse ilegal la apreciación de la circunstancia agravante prevista en el núm. 2.º del art. 22 CP.
La apreciación de esta circunstancia está más que justificada en el presente caso por la concu-
rrencia en la acción típica de dos accidentes comisivos que, reforzándose mutuamente, contri-
buyeron de modo innegable a debilitar la defensa de la ofendida: el abuso de la superioridad
física del acusado y el aprovechamiento tanto de la oscuridad de la madrugada de un día de
diciembre como del abandono que suponía para la víctima encontrarse a merced del acusado
en un lugar apartado y solitario, circunstancia ambas de las que aquél era consciente, como
lo era de que sin su desafortunada concurrencia la ejecución del hecho le hubiese sido sensi-
blemente más difícil”. Para BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones de
Derecho Penal, Vol. II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 409, la circunstancia de aprovechamiento
de circunstancias de lugar o tiempo que debiliten la defensa del ofendido o faciliten la impuni-
dad del delincuente aumenta el desvalor del resultado.
351
Es irrelevante que la propia víctima no se aperciba de la mayor indefensión realmente
concurrente, Vid. STS de 9 de abril de 2002.
352
Puesta de manifiesto por la STS de 16 de Febrero de 1999.
353
Para ARROYO DE LAS HERAS-MUÑOZ CUESTA-GOYENA HUERTA: Las circuns-
tancias agravantes en el Código penal de 1995, op. cit., p. 65, 74 ss., el fundamento de la
agravante de despoblado –integrada en la agravante de lugar-, al igual que el de la circunstancia
de nocturnidad –integrada en la agravante de tiempo-, hay que encontrarlo en la situación de
desigualdad en la relación culpable-víctima derivada del lugar o momento de la comisión del
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delito; para COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 895, facilitan la ejecución o la impunidad; para MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte
General, 5ª ed., op. cit., p. 649, esta circunstancia tiene su fundamento en que representa una
mayor peligrosidad del hecho por la especial facilidad de comisión y por la especial facilidad de
impunidad; para MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª
ed., op. cit., p. 557, supone una mayor facilidad de ejecución o facilita la impunidad del culpa-
ble; para ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 913,
el fundamento de esta circunstancia se encuentra en la mayor gravedad del hecho al ejecutarlo
buscando la debilidad de la víctima y también la impunidad del delincuente.
354
Es la tesis correctamente defendida por la Audiencia Provincial de Cantabria, Sección 1ª,
en Sentencia de 17 de mayo de 2000, en la que se resuelve: “Por lo que respecta a la alegada,
por la acusación particular, concurrencia de dos de las circunstancias agravantes encuadra-
das actualmente en el núm. 2 del art. 22 circunstancia de lugar --habitación-- y de tiempo
--por producirse de noche y a las 4 de la madrugada--, debe indicarse que el contenido de la
nueva circunstancia no es el resultado, sin más de una mera adicción de las circunstancias
anteriormente previstas en el anterior Código Penal (despoblado, morada, nocturnidad... etc.)
ya que en ocasiones en el núm. 2 del actual art. 22 quedarán incluidos y excluidos supuestos
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circunstancia prevista en el núm. 2 del art. 22 (la sentencia del T.S. de 28 Feb. 1998 ya indicaba
claramente en este sentido que «el hecho de que el asesinato se lleve a cabo en el lugar donde
moraba la víctima está ya embebido en la circunstancia de atacarla cuando dormía y ese dato
ha sido valorado como propio de una conducta alevosa»). A igual conclusión denegatoria de
su concurrencia debe llegarse por lo que respecta a la pretendida, por parte de la acusación
particular, aplicación de la circunstancia de tiempo (por ser de noche y - de la madrugada),
ya que el fundamento de esta circunstancia coincide con el de la anterior circunstancia y la
compatibilidad o incompatibilidad --en ese caso-- con la alevosía se plantea en los mismos
términos que los indicados en relación a la circunstancia de lugar”.
355
En efecto, así se pronuncia la STS de 22 de octubre de 1998 al señalar: “El contenido
del número 2.º del art. 22 del Código Penal engloba una serie de circunstancias agravantes
que antes tenían expresión independiente en el Código Penal derogado, entre ellas las de des-
poblado y nocturnidad, que ahora tienen la posibilidad de ampliarse a lugares o tiempos que
presenten la nota de debilitar la defensa del ofendido o facilitar la impunidad del delincuente,
quien las hubiera aprovechado, lo que exige la consciencia de esa peculiaridad y el propósito
de valerse de ella para facilitar el hecho, ya por debilitación de las posibilidades defensivas de
la víctima, ya de la propia impunidad”.
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La agravación por el auxilio de otras personas358 exige que el autor sea conscien-
te y quiera recibir dicho auxilio –de cooperador/es necesario/s y/o cómplice/s- y
que debilite la defensa de la víctima o facilite su impunidad. Su fundamento se
encuentra también en una mayor gravedad de lo injusto por presentar un mayor
desvalor de la acción359, presenta también una mayor peligrosidad y al mismo
tiempo responde a consideraciones político-criminales en aquellos casos en los
que el auxilio tenga lugar para facilitar la impunidad del delincuente.
356
Con arreglo a constante doctrina del TS (SSTS de 29 de octubre de 1974, 25 de noviem-
bre de 1975, 8 de junio de 1983, 28 de abril de 1986, 22 de mayo de 1984 y 13 y 23 de junio
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de 1988) la nocturnidad como circunstancia de agravación se integra por tres elementos o re-
quisitos: dos de ellos objetivos y, el tercero, de naturaleza subjetiva; oscuridad, lo que equivale
a ausencia total de luz natural o solar; soledad, pues es preciso que, además de la oscuridad,
se trate de horas intempestivas, sin tránsito de gentes, las cuales se encuentran recogidas en la
intimidad de su hogar o dedicadas al descanso nocturno; y que dichas soledad y oscuridad se
busquen de propósito por el agente o agentes para conseguir mayores facilidades comisivas o
hayan sido, al menos, aprovechadas por los infractores.
357
No tiene sentido predicar la aplicabilidad de esta circunstancia agravante a los delitos
imprudentes.
358
Comprende en su seno a las antiguas agravantes de auxilio de gente armada o de personas
que aseguren o proporcionen la impunidad y la cuadrilla.
359
Para BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones de Derecho Penal,
Vol. II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 409, la circunstancia de aprovechamiento del auxilio de
otras personas que debiliten la defensa del ofendido o faciliten la impunidad del delincuente
aumenta el desvalor del resultado por la mayor certeza en la lesión del bien jurídico.
360
Vid. BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE, I.: Lecciones de Derecho Penal. Parte Gene-
ral, 2ª ed., Ed. Praxis, Barcelona, 1999, p. 319.
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361
Es decir, cuando las circunstancias de tiempo y/o lugar se dan de forma accidental u
ocasional no tiene sentido su apreciación al faltar el elemento subjetivo. Como aconteció con
el caso analizado en la STS de 25 de junio de 1990: “Concurrió el elemento objetivo exigido
para tal agravación, pues el hecho ocurrió de noche y en lugar sin iluminación alguna, pero
faltó el elemento subjetivo, ya que la idea criminal ocurrió en tales circunstancias objetivas,
pero sin que las mismas fueran buscadas de propósito ni tampoco intencionadamente aprove-
chadas. Simplemente ocurrió un incidente en la carretera, no bien precisado por deficiencias
probatorias, sin que haya prueba alguna sobre preconcebidos deseos de venganza tan brutales
como para originar la intención homicida previamente al hecho mismo del golpe criminal, y
en este incidente, ocurrido de noche y en lugar oscuro y solitario, se produjo el desgraciado
suceso que ahora nos ocupa” .
362
Por ejemplo la comisión de un delito de falsedad o de estafa de noche, o en despoblado.
363
En la STS de 27 de enero de 1988 se dice: “La Ley considera como agravante el hecho de
cometerse el delito amparándose en la oscuridad de la noche, y a las cinco horas de un día 5
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de enero en que se cometió el hecho puede afirmarse la nocturnidad como fenómeno o concepto
físico-geográfico ya que dicha hora queda fuera de los tránsitos crepusculares, ahora bien,
ubicado el establecimiento robado en zona urbana debió constar acreditado en el «factum» la
inexistencia de alumbrado artificial que desvaneciera las sombras de la noche. La parquedad
expresiva del relato impide formar juicio sobre el elemento objetivo de la agravación solicitada
por el Ministerio Fiscal, y, por ende ha de estimarse el primer motivo del recurso fundado en
la aplicación indebida de la circunstancia”.
364
Como el supuesto previsto en la STS de 17 de marzo de 1992: “Fuera de que los hechos
tuvieron lugar a últimas horas de la noche, en realidad no puede concluirse que los acusa-
dos actuasen buscando de propósito la posible impunidad que la oscuridad nocturna pudiera
proporcionarles. Todo discurre en zona urbana, con alumbrado normal, a horas en que no es
inhabitual la presencia de personas en un bar. Un individuo penetró en el establecimiento
durante el desarrollo de los actos; otro vecino se apercibió de las anormalidades que ocurrían
y avisó a la Guardia Civil; no es acusable esa soledad y desamparo de que se ha hecho mérito.
El motivo ha de claudicar y ser desestimado”; y lo mismo en el caso resuelto por la STS de 8
de Noviembre de 1996 en la que se dijo: “...la luz artificial emitida por unas farolas no lejanas
al lugar de los hechos, el ser éste punto de paso para llegar a unas casas distantes 190 m y la
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El Código penal de 1822, por influjo del Código penal francés, englobaba en
la parte segunda, título III, capítulo VI la rúbrica “de los abusos de confianza”,
proximidad de un parque municipal, en el que a las horas en que se produce la agresión --por
ser verano-- no era infrecuente la presencia de personas, constituyen obligada referencia ex-
cluyente de la apreciación de la nocturnidad y despoblado”.
365
Vid. CONDE PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., Ed.
Colex, Madrid, 1990, p. 381.
366
En la Sentencia de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Sección 2ª, de 7
de Septiembre de 1999 se excluyó la agravante de nocturnidad y despoblado por la falta del
elemento subjetivo en los siguientes términos: “En la realización de los expresados delitos de
atentado y homicidio imputados a Domingo Manuel L. L., no han concurrido las circunstancias
agravantes de nocturnidad y despoblado, invocadas por varias acusaciones, pues teniendo en
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cuenta la dinámica delictiva de la que aquellos derivaron -cazar furtivamente de noche con
luz artificial-, no puede decirse que concurra el elemento subjetivo de tales agravantes, pues
evidentemente aquellas no fueron buscadas de propósito”.
367
La jurisprudencia (SSTS 5 Feb., 23 Sep. y 26 Nov. 1981, 3 Feb. y 11 Nov. 1982, 6
Abr. y 22 May. 1984 y 8 Jul. 1985, 20 Feb. y 25 Jun. 1986, 23 Ene. 1987 y 21 Abr. 1989) ha
venido señalando como elementos de la nocturnidad: a) el elemento objetivo de que el delito
sea perpetrado durante la noche, amparado el agente en las sombras y oscuridad inherentes a
aquélla, por lo que dejará de apreciarse ante la existencia de luz natural o artificial impeditivas
de la inadvertencia, por falta de iluminación, de la actividad comisiva de aquél, suponiendo,
asimismo, una situación de soledad, lo que pone de relieve el propósito del culpable de contar
con la inasistencia de personas que pudieran obstaculizar sus proyectos, auxiliar a la víctima o
facilitar la identificación del agente, es decir, de asegurar la ejecución del delito, actuando con
mayor libertad y notable reducción del coeficiente de riesgo; b) el elemento subjetivo o ánimo
tendencial consistente en que la noche sea elegida o buscada de propósito para la ejecución del
delito en aras de las finalidades apuntadas, o, al menos que, sin buscarla intencionalmente, se
aproveche el inculpado deliberadamente de ella para la facilitación ejecutiva de la infracción
criminal, mejor condición en la huida y consecución de la inspirada impunidad.
177
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catalogando los delitos que implicaban una ruptura de los vínculos de lealtad y
fidelidad. Con posterioridad, y partir del Código de 1848 se abandonó tal técnica,
pasando a conceptuarse la circunstancia de abuso de confianza como circunstancia
genérica de agravación, dejando a los jueces la determinación de los supuestos
concretos en los que tal circunstancia sería operativa. A partir de este momento,
serán los Tribunales de Justicia los que, a la vista del caso, habrán de determinar
cuando nos encontramos ante un supuesto de confianza susceptible de dar lugar a
la apreciación de la circunstancia de agravación que analizamos.
370
Vid. en este sentido DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.6”en Comentarios al Có-
digo Penal, op. cit., p. 1026.
371
En este sentido DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.6”en Comentarios al Código
Penal, op. cit., p. 1027, 1030.
372
La confianza debe existir antes de la comisión del ilícito, o la menos surgir en el mo-
mento de la comisión y ser objeto de aprovechamiento para la ejecución. Vid. DE LA MATA
BARRANCO, N.: “Art. 22.6”en Comentarios al Código Penal, op. cit., p. 1032; SUAREZ
RODRÍGUEZ, C.: “La circunstancia agravante de obrar con abuso de confianza”, en Estudios
Penales y Criminológicos, tomo XVIII, Universidad de Santiago, 1995, p. 257.
373
Vid. CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 398-399; DE LA MATA BARRANCO, N.:
“Art. 22.6”en Comentarios al Código Penal, op. cit., p. 1027 ss.; SUAREZ RODRÍGUEZ, C.:
“La circunstancia agravante de obrar con abuso de confianza”, en Estudios Penales y Crimino-
lógicos, tomo XVIII, Universidad de Santiago, 1995, p. 247.
374
Vid. DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.6”, en Comentarios al Código Penal, op.
cit., p. 1028, 1029, 1030, 1032; SUAREZ RODRÍGUEZ, C.: “La circunstancia agravante de
obrar con abuso de confianza”, en Estudios Penales y Criminológicos, tomo XVIII, Universi-
dad de Santiago, 1995, p. 248.
178
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activo que es traicionado por éste. Desde el momento en que la vida social y el
tráfico jurídico ordinario funciona merced a una mínima confianza y presunción
de buena fe, es evidente que la confianza a la que se refiere el precepto no es esa
“mínima confianza” necesaria e implícita en las relaciones sociales ordinarias,
sino que el precepto de refiere a una relación de confianza mayor que surge en
determinado tipo de vinculaciones más estrechas entre los sujetos. De entender lo
contrario, la aplicación de la circunstancia de agravación no tendría límites vinien-
do en aplicación en cualquier traición derivada de un mínimo contacto social, lo
que no resulta lógico.
La agravación tiene lugar por cuanto el sujeto activo, además de cometer una
infracción criminal, traiciona el especial deber de lealtad que le vinculaba, de for-
ma más o menos estrecha, y de forma más o menos permanente en el tiempo375, al
sujeto pasivo, aprovechándose de forma consciente y voluntaria de esa especial y
cualificada relación de confianza para facilitar la ejecución del delito376. Cuanto
mayores sean los vínculos de unión y confianza entre los sujetos, la traición, el
aprovechamiento de la relación y el abuso, denotará un mayor contenido de in-
justo. Es evidente, por otra parte, que la existencia de esa relación de confianza,
que es traicionada por el sujeto activo, facilita la ejecución del delito, y ello en la
medida en que el sujeto pasivo habrá relajado la protección de sus bienes jurídicos
en relación con el sujeto activo, por lo que la agravación no operará si, a pesar de la
confianza, el sujeto pasivo ex ante se mostraba receloso y protector de sus bienes,
pese a que las protecciones hayan sido burladas.377 Ahora bien, debe admitirse
375
Creo que la duración temporal de la relación es irrelevante para la apreciación de la
circunstancia, ya que cabe perfectamente entender concurrente una relación o vinculación in-
tersubjetiva de escasa duración temporal pero muy intensa en cuanto a la recíproca exigencia
de lealtad. En el mismo sentido DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.6”, en Comentarios
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al Código..., op. cit., p. 1029-1030 y SUAREZ RODRÍGUEZ, C.: “La circunstancia agravante
de obrar con abuso de confianza”, en Estudios Penales y Criminológicos, tomo XVIII, Univer-
sidad de Santiago, 1995, p. 249.
376
En este sentido MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 648. La
facilitación de la ejecución es esencial, sin tal facilitación no puede aplicarse la agravación. Es
fundamental el aprovechamiento de esa relación de confianza para la comisión del delito, ya
que la comisión del mismo, pese a la existencia de confianza, sin aprovechamiento de la misma,
no permitiría la apreciación de la cualificación. Vid. PUIG PEÑA, F.: Derecho Penal. Parte
General, 2ª ed., Madrid, 1988, p. 467.
377
Vid. STS de 22 de abril de 1948. Para CEREZO MIR, no es preciso que la ejecución
del delito se haya visto realmente facilitada, sino que basta con que el sujeto se aproveche
consciente y voluntariamente de la relación de confianza con el fin de facilitar la ejecución del
delito y que dicho facilitamiento no aparezca ex ante como absolutamente improbable. Vid.
CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 399. Por el contrario, para MUÑOZ CUESTA, J.: Las
circunstancias agravantes en el Código penal de 1995, op. cit., p. 142, para la apreciación de
la circunstancia se requiere al mismo tiempo la existencia de un vínculo de confianza de carác-
ter subjetivo y que concurra una mayor facilitad en la comisión del delito. CONDE PUMPIDO
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6. Prevalerse del carácter público que tenga el culpable (art. 22.7ª del Código
penal).
FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, Ed. Colex, Madrid, 1990, p. 392 considera
que si el sujeto pasivo ha tomado precauciones, aunque sean burladas, la circunstancia no se
apreciará.
378
Vid. SSTS de 21 de junio de 1960, 3 de febrero de 1981, 28 de junio de 1989, 26 de
mayo de 1993. Como señala la STS de 28 de junio de 1989: “...no es necesario que la confian-
za proceda del sujeto pasivo del delito, aunque esto sea lo normal, sino que puede otorgarla
persona distinta de aquél como puede serlo la empresa, patrón o superior jerárquico del autor
del delito, lo que así acontece en los casos de hospedaje y hostelería, en que los huéspedes
son los perjudicados, en tanto que los lazos de confianza se anudan con el dueño o gerente del
hotel”. Crítico con esta posibilidad, y admitiéndola en muy contados supuestos DE LA MATA
BARRANCO, N.: “Art. 22.6”, en Comentarios al Código..., op. cit., p. 1031.
379
Para ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 539 ss. su fundamento es mixto o
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BERNAT ORDEIG, E.: Introducción a la Parte General del Derecho Penal Español, op. cit.,
p. 99, su fundamento se encuentra en la deslealtad; para MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte
General, 5ª ed., op. cit., p. 645 ss. se trata de una circunstancia agravante que denota una mayor
peligrosidad del hecho por la especial facilidad de comisión determinada por los sujetos; para
MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., p. 546, su
fundamento se encuentra en que la víctima se encuentra más desprotegida frente al sujeto en
quien confía, y por ello es una circunstancia referente a lo injusto; para MUÑOZ CUESTA, J.:
Las circunstancias agravantes en el Código Penal de 1995, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1997, p.
142, su fundamento se encuentra en la mayor reprochabilidad; para RODRÍGUEZ DEVESA,
J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 731, se trata de una circuns-
tancia de agravación por determinar una mayor antijuridicidad por la técnica de comisión del
delito; para RODRÍGUEZ MOURULLO, G.: Comentarios al Código penal, I, Ed. Ariel, Bar-
celona, 1972, op. cit., p. 654-664, su fundamento se encuentra en la mayor reprochabilidad que
implica por el aprovechamiento de la mayor facilitad de ejecución quebrantando la lealtad debi-
da; para ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 918, su
fundamento se encuentra en la facilidad para la comisión del delito al aprovecharse el sujeto de
la confianza con la víctima, implicando por ello un mayor contenido de injusto. Para el Tribunal
Supremo hay abuso de confianza cuando se quebranta la lealtad puesta en el agente en el curso
de relaciones humanas de las más variadas clases: compañerismo, convivencia, subordinación,
comunidad, amistad, relación doméstica y asimiladas de hospedaje oneroso o gratuito, de ser-
vicio o dependencia, laborales o profesionales, atentando a deberes sociales, morales o éticos
que el sujeto no duda conculcar y hollar en aras de la mejor consecución de su doloso designio
criminal. Para BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, Ed. Ariel,
3ª ed. Barcelona, 1989, p. 369 es irrelevante la naturaleza de la relación personal, que no ha de
ser necesariamente jurídica; idem para BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE:
Lecciones de Derecho Penal, V.II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 405. El prevalimiento por el
culpable de la confianza que le fue dispensada, propicia y facilita la ejecución del hecho en con-
diciones de privilegio o ventaja respecto de cualquier otra persona ajena al vínculo constatado
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Jueces y Magistrados, son autoridad los ministros, los alcaldes, los Jueces de Paz, los notarios,
los decanos de las Facultades Universitarias, los Secretarios Judiciales, los concejales, los De-
legados de Hacienda, los Jefes Provinciales de Correos, y tienen la condición de funcionarios, a
efectos penales, “todo aquel que ejercite alguna actividad que, por su carácter social y trascen-
dencia colectiva, esté encomendada al Estado, Comunidad Autónoma, Provincia, Municipio
o Entes Públicos dependientes más o menos de los mismos, y ello aun cuando los servicios
presten en calidad de intermediario o mediador de la Administración o, en fin, se trate de un
funcionario de facto”, señalando que han sido considerados como tales, por la jurisprudencia:
los concejales, los empleados de notarías, los colaboradores en el servicio de Correos, los auxi-
liares del Registro de la Propiedad, los agentes de cambio y bolsa, los ordenanzas de cualquier
administración Pública, los médicos, farmacéuticos y enfermeras que prestan servicios en el
INSALUD así como en los organismos equivalentes de las Comunidades Autónomas o Enti-
dades Locales, los catedráticos de universidad, los soldados que cumplen el servicio militar,
los corredores de comercio, los funcionarios del INSALUD o de los organismos equivalentes
de las Comunidades Autónomas o Entidades Locales, los funcionarios interinos, los auxiliares
administrativos de los Entes Públicos, los funcionarios en prácticas, los contratados laborales
al servicio de la Administración, los funcionarios de empleo, los empleados de las empresas
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del Código Penal de 1973, lo que resulta extrapolable al actual art. 24 del Código de 1995, el
concepto de funcionario del citado precepto es propio y privativo del campo penal, rigiendo a
todos los efectos de aplicación de sus normas. No se trata, pues, de una norma en blanco que
pueda remitir la definición a otras disposiciones, del Derecho Administrativo o Laboral, con las
que puede no concordar (Vid. SSTS de 27 de marzo de 1982 o 25 de junio de 1986). El concepto
de funcionario del art. 24 que figura bajo el epígrafe “Disposiciones generales”, es mucho más
amplio que el del Derecho Administrativo y ello es lógico atendiendo a la distinta finalidad.
Aquí lo que importa es proteger penalmente el ejercicio de la función pública en orden a sus
propios fines, garantizando a un tiempo los intereses de la Administración (y su prestigio) y
los de los administrados. Y en torno a la función pública y al origen del nombramiento gira la
definición penal de funcionario: lo es el que participa del ejercicio de una función pública y por
cualquiera de las tres vías de designación que recoge el precepto, de suerte que nada importan
en este campo ni los requisitos de selección para el ingreso, ni la categoría por modesta que fue-
re, ni el sistema de retribución, ni el estatuto legal y reglamentario, ni el sistema de previsión, ni
aún la estabilidad o temporalidad. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 396, afirmando
que el funcionario de facto tiene carácter público, y por tanto podría apreciársele la circuns-
tancia aunque no encajaría en sentido estricto en el número 2 del art. 24 del Código penal. En
183
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385
Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 407; CEREZO MIR, J.: Curso...
II, op. cit., p. 397; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 648-649.
386
Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 899.
387
Por todas STS de 25 de octubre de 1988.
388
Vid. DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.7”, en Comentarios al Código..., op. cit.,
p. 1056 ss.
389
Vid. STS de 8 de febrero de 1968.
390
Vid. ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 919.
391
Vid. BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE-ARROYO ZAPATERO: Lecciones de Dere-
cho Penal. Parte General, 2ª ed., Ed. Praxis, Barcelona, 1999, p. 321, para los que la circuns-
tancia está limitada a los delitos comunes cometidos por funcionarios públicos que actúan con
la finalidad de prevalerse de su cargo; QUINTERO OLIVARES, G.: Curso de Derecho Penal.
Parte General, Ed. Cedecs, Barcelona, 1996, p. 561; como señala ZUGALDIA ESPINAR,
J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 918-919, esta circunstancia opera en los
delitos comunes y no en los especiales, pues en caso contrario se produciría una vulneración
del principio non bis in idem.
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deriva del prevalimiento del carácter público, pero no del abuso del cargo o fun-
ción pública del sujeto, es decir, la agravación se caracteriza por cuanto el sujeto
“aprovecha” la cualidad de funcionario, pero no dentro de la actividad que le es
inherente, a fin de gozar de una mayor facilidad para conseguir la realización del
delito392. Otra cosa es que, efectivamente, las funciones del cargo público que os-
tente el sujeto, deben permitirle acceder a una facilitación de la ejecución del deli-
to, ya que de no ser así su cargo público nada tendrá que ver con el delito y por ello
no existirá prevalimiento393. La extralimitación del funcionario en el ejercicio de
sus propias funciones públicas no da lugar a esta circunstancia de agravación sino
en todo caso a un delito especial por la específica infracción de deber concurrente.
Para la apreciación de la circunstancia importa, por consiguiente, que el hecho
ilícito tenga lugar dentro de la esfera de actuación pública del sujeto, pero fuera
de su campo de atribuciones propias. El delito de falsedad en documento público
cometido por funcionario sólo es aplicable al supuesto en el que el funcionario
cometa el delito abusando de su cargo con ocasión de las funciones y competencias
propias del mismo en el desarrollo de sus actividades públicas394. Si el delito es
cometido por quien es funcionario público pero sin tener lugar con ocasión de las
funciones o competencias públicas del mismo395, cometerá un delito de falsedad en
documento público por particular396, aunque en tal caso, si se prevalió de su cargo
392
Vid. SSTS de 20 de diciembre de 1911, 2 de julio de 1941, 30 de enero de 1953, 29 de
octubre de 1956, 4 de marzo de 1957, 31 de mayo de 1969, 5 de diciembre de 1973, 18 de marzo
de 1983, 9 de junio de 1987 y 6 de julio de 1990, entre otras.
393
DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.7”, en Comentarios al Código Penal, op. cit.,
p. 1060.
394
Vid. BACIGALUPO ZAPATER, E.: Estudios sobre la parte especial del Derecho penal,
Ed. Akal, Madrid, 1990 , p. 328-329; CAMARGO HERNÁNDEZ, C.: “Falsificación de docu-
mentos públicos”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, Tomo X, 1957, p. 531;
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CUELLO CALON, E.: Derecho Penal, Tomo II, (Parte Especial), Vol. I, 14ª ed., Ed. Bosch,
Barcelona, 1982, p. 261; FERRER SAMA, A.: Comentarios al Código Penal, Tomo III, 1ª ed.,
Ed. Sucesores de Nogués, Murcia, 1948, p. 340; GARCIA CANTIZANO, M.C.: Falsedades
documentales, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, p.333 ss.; MUÑOZ CONDE, F.: Derecho
Penal. Parte Especial, 12ª ed., 1999, op. cit., p. 698; ORTS BERENGUER, E.: en Derecho
Penal. Parte Especial, (VIVES ANTÓN-BOIX REIG-ORTS BERENGUER-CARBONELL
MATEU-GONZALEZ CUSSAC), 3ª ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, p. 718; PUIG
PEÑA, F.: Derecho Penal. Parte Especial, Tomo II, 7ª ed., Ed. Mateu Cromo Artes Gráficas,
Madrid, 1988, p. 178; QUERALT JIMÉNEZ, J.: Derecho penal español. Parte especial, Vol.
I, 1ª ed., Ed. Bosch, Barcelona, 1986, p. 377; SERRANO GOMEZ, A.: Derecho Penal. Parte
Especial, Ed. Dykinson, 4ª ed., 1999, p. 686.
395
Que habrán de determinarse conforme a la específica regulación jurídica-funcionarial.
Vid. CASAS BARQUERO, E.: “Reflexiones técnico-jurídicas sobre los delitos de falsedad del
Título III, del Libro II del Código penal”, en Documentación jurídica, Vol. II, nº 37/40, 1983,
p. 1059.
396
Vid. SSTS de 21 de marzo de 1989, 5 de febrero de 1991, 29 de octubre de 1992 o 3 de
noviembre de 1993, entre otras muchas.
185
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público para facilitarse la comisión del delito, es decir, si puso su cargo público al
servicio del propósito delictivo, aprovechándose así de las ventajas que el cargo le
ofrecía para ejecutar el hecho delictivo con mayor facilidad y menor riesgo, vendrá
en aplicación la circunstancia agravante genérica. Por tanto, diferentes realidades
son el abuso de la función pública y el prevalimiento del carácter público que os-
tenta el culpable.
y del mismo modo, aún no revelándose fin particular alguno en la actuación del
agente, si el delito cometido resultó completamente innecesario en relación con los
deberes del cargo, se apreciará también la circunstancia agravante399.
397
En esta sentencia, dictada en el conocido popularmente como “caso Amedo”, se señala
que esta circunstancia “Sólo puede apreciarse en personas que tengan carácter público, como
primera condición, siempre que se ponga esa naturaleza pública al servicio de los propósitos
criminales, como segundo condicionante, pro domo sua, porque se utiliza únicamente en ven-
taja propia”.
398
El elemento subjetivo o intencional es requerido por la jurisprudencia del TS. Vid. SSTS
de 18 de octubre de 1982, 30 de octubre de 1987, 25 de octubre de 1988, 6 de julio de 1990, 18
de mayo de 1993, 19 de julio de 1993, 23 de noviembre de 1994, 6 de octubre de 1995, 2 de
diciembre de 1997.
399
Vid. SSTS de 30 de octubre de 1987 y 1828/1993, de 19 de julio.
186
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400
En este sentido ALONSO ALAMO, M.: El sistema de las circunstancias del de-
lito..., op. cit., p. 560; BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE-ARROYO ZAPATERO:
Lecciones de Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., Ed. Praxis, Barcelona, 1999, p. 323;
BUSTOS RAMÍREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, Ed. Ariel, 3ª ed.
Barcelona, 1989, p. 370; idem para BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE:
Lecciones de Derecho Penal, V.II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 406; CEREZO MIR, J.:
Curso ...II, op. cit., p. 397; DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.7”, en Comentarios
al Código Penal, op. cit., p. 1064; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Espa-
ñol. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 732; TERRADILLOS BASOCO, J.: «Incidencia de
la posición o situación personal, pública o privada, en la responsabilidad criminal», en
CDJ, 1995, núm. VII, p. 75; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte Gene-
ral, 2002, op. cit., p. 918.
401
Negando este fundamento y considerando esta circunstancia, como las restantes,
como una auténtica causa de medición de la pena GONZALEZ CUSSAC, J.L.: “Pre-
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valecimiento de cargo público”, op. cit., p. 454. Para RODRÍGUEZ MOURULLO, G.:
Comentarios..., I, op. cit., p. 676, el fundamento de esta circunstancia, al igual que las
circunstancias de abuso de superioridad y abuso de confianza, se encuentra en que implica
una mayor reprochabilidad; para TERRADILLOS BASOCO, esta circunstancia supone
también una mayor culpabilidad, Vid. TERRADILLOS BASOCO, J.: «Incidencia de la
posición o situación personal, pública o privada, en la responsabilidad criminal», en CDJ,
1995, núm. VII, p. 80.
402
Vid. SSTS de 29 de octubre de 1956, 5 de diciembre de 1973, 6 de julio de 1990, 23 de
noviembre de 1994, 2 de febrero de 1995, 17 de octubre de 1998.
403
No será aplicable la agravación si el status es imaginario, irreal o fingido. Vid. STS de
30 de octubre de 1987. Vid. DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.7”, en Comentarios al
Código Penal, op. cit., p. 1060; TERRADILLOS BASOCO, J.: «Incidencia de la posición o
situación personal, pública o privada, en la responsabilidad criminal», en CDJ, 1995, núm. VII,
p. 75.
404
Vid. SSTS de 3 de abril de 1952, 29 de octubre de 1956, 30 de octubre de 1987, 25 de
octubre de 1988, 6 de julio de 1990, 2 de marzo de 1990, 12 de mayo de 1992, 18 de mayo de
1993, 6 de octubre de 1995.
187
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El art. 23 del Código penal dispone que: “Es circunstancia que puede atenuar
o agravar la responsabilidad, según la naturaleza, los motivos y los efectos del
delito, ser o haber sido el agraviado408 cónyuge o persona que esté o haya estado
405
Vid. ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 741; ANTÓN ONECA, J.: Derecho
Penal, 2ª ed., op. cit., p. 433; BAJO FERNÁNDEZ, M.: El parentesco en el Derecho Penal,
Ed. Bosch, Barcelona, 1973, p. 35-36; CARMONA SALGADO, C.: “Art. 23”, en Comentarios
al Código Penal, Edersa, op. cit., p. 1096-1097; CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 400;
COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 915;
CONDE PUMPIDO FERREIRO, C.: Derecho Penal. Parte General, Ed. Colex, Madrid, 1990,
p. 393; MESTRE DELGADO, E.: La atenuante y la agravante de parentesco, Ed. Tecnos, Ma-
drid, 1995, p. 12 ss.; RODRIGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General,
9ª ed., op. cit., p. 766-767.
406
Vid. QUINTANO RIPOLLES, A.: Comentarios al Código penal, 2ª ed., actualizada por
E. GIMBERNAT, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1966, p. 249-250.
407
Vid. al respecto MESTRE DELGADO, E.: La atenuante y la agravante de parentesco,
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por amor y afecto, suministra droga a un hijo para calmar sus males, como el síndrome de
abstinencia, aunque sí podría caber la circunstancia atenuante analógica a la de parentesco por
la vía del art. 21.6º. Vid. DOVAL PAIS, A.: “Ámbito de aplicabilidad de la circunstancia mixta
de parentesco según la naturaleza del delito y delitos de tráfico de drogas”, en Revista Penal,
nº 6, 2000, p. 31 ss., 43 ss. Para GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes en el
Código penal de 1995, op. cit., p. 207 ss., con apoyo en las SSTS de 15 de diciembre de 1982,
6 de julio de 1992 y 29 de noviembre de 1995 no resulta admisible la aplicación de esta agra-
vante en los llamados delitos de peligro como el tráfico de drogas o la tenencia ilícita de armas,
delitos ambos cuyo bien jurídico protegido es la salud pública o la seguridad general de los
ciudadanos, y no los derechos o intereses de un concreto familiar del sujeto activo; ni tampoco,
por la misma razón, en los delitos de falsedad en documento mercantil, aunque reconoce que la
jurisprudencia del Tribunal Supremo no es firme en relación con el delito de tráfico de drogas,
como lo demuestra la STS de 20 de abril de 1993 que admitió que el parentesco revelaba un
menor desvalor. En realidad, en relación con los delitos contra la salud pública se ha estimado
inaplicable la circunstancia de parentesco en la STS de 6 de julio de 1992 y en el Auto de 29
de noviembre de 1995, por no existir agraviado en los delitos contra la salud pública, al atentar
contra un colectivo indeterminado y no poder apreciarse por tanto relación de parentesco o de
otra naturaleza con el agraviado, pero las STS de 20 de abril de 1993, 137/97 de 11 de junio de
1997, 1032/97 de 14 de julio y 15 de abril de 2002, si apreciaron la circunstancia de parentesco
o convivencia como atenuante, en el caso de suministro la droga a una persona que padecía
síndrome de abstinencia por parte de alguno de los familiares previstos en el art. 23 o por su
cónyuge o pareja de hecho. En la última resolución se aplica como atenuante muy cualificada
la circunstancia de parentesco con el siguiente argumento: “Lo que es indudable es que en el
supuesto de autos el acto de tráfico de drogas merece menor reproche social por la relación de
parentesco entre la donante y la donataria, por mover a la primera una motivación altruista
o humanitaria --aunque mal entendida-- de satisfacer el deseo de consumo de droga de su
familiar, y por haberse arriesgado la donante a ser detenida y sometida a proceso, solo por
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La actual redacción proviene de la reforma que tuvo lugar en virtud del número
uno del artículo primero de la Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, de
medidas concretas en materia de seguridad ciudadana, violencia doméstica e inte-
gración social de los extranjeros («B.O.E.» 30 septiembre), en vigor desde el día
1 de octubre de 2003, que ha ampliado notablemente los supuestos de aplicación
de la circunstancia en relación con su precedente redacción411. Como se observa
comparando la actual redacción con la originaria, la circunstancia alcanza ya en
estos momentos a los ex cónyuges así como a las ex parejas y también a los ascen-
dientes, descendientes y hermanos, por naturaleza o adopción del ofensor, de su
cónyuge o pareja de hecho, por lo que es obvio que ha desbordado notablemente el
marco estricto del parentesco412.
circunstancias agravantes ..., op. cit., p. 221-222. Por el contrario, para BORJA JIMÉNEZ, E.:
Las circunstancias atenuantes en el ordenamiento jurídico español, op. cit., p. 217-218 tal mu-
tación es acertada por cuanto el verdadero elemento definidor de las relaciones matrimoniales y
las cuasi-matrimoniales no es tanto la permanencia como la estabilidad.
410
Independientemente de que los sujetos pertenezcan o no al mismo sexo, Vid. en este
sentido a QUINTERO OLIVARES, G.: Curso de Derecho Penal. Parte General, 1996, op.
cit., p. 565; TERRADILLOS BASOCO, J.: “Incidencia de la posición o situación personal, pú-
blica o privada, en la responsabilidad criminal”, en CDJ, 1995, núm. VII, p. 85-86. En sentido
contrario CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 400, para quien conforme a la concepción
ético-social dominante el precepto no contemplaría las relaciones de análoga afectividad siendo
los sujetos de diferente sexo.
411
En efecto, la primitiva redacción del art. 23 disponía: “Es circunstancia que puede ate-
nuar o agravar la responsabilidad según la naturaleza, los motivos y los efectos del delito,
ser el agraviado cónyuge o persona a quien se halle ligado de forma estable por análoga
relación de afectividad, ascendiente, descendiente o hermano por naturaleza, por adopción o
afinidad en los mismos grados del ofensor”. Ha terminado la polémica suscitada con la anterior
redacción en relación a si cabían en el seno de la circunstancia los supuestos de matrimonios
separados de hecho o judicialmente, o incluso los matrimonios putativos. Sin embargo, debe
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recordarse que el Pleno no Jurisdiccional de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de fecha 18
de febrero de 1994 sentó que a efectos penales no subsistía el vínculo matrimonial en los casos
de destrucción o deterioro considerable o intenso “de hecho” de la relación conyugal, aunque
requiera que dicha destrucción de hecho sea clara, no bastando con una mera interrupción de la
vida conyugal, no con meras riñas verbales entre los cónyuges, sino que es necesario, además,
que se exteriorice o manifieste en datos tan objetivables como la vida en domicilios distintos.
412
Esta crítica ya la formulaba CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 400 en relación
con la redacción del precepto tras la reforma urgente y parcial del viejo Código penal, de 25
de junio de 1983 al introducir a la “persona a quien se halle ligado de forma permanente por
análoga relación de afectividad”. Vid. Para COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 916 esta circunstancia no puede ya denominarse “de
parentesco”, dada su redacción; MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal.
Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 560-561; por su parte CARMONA SALGADO, C.: “Art. 23”,
en Comentarios al Código Penal, Edersa, op. cit., p. 1095, repara en que mal puede tildarse a la
circunstancia de “parentesco” cuando la vinculación existente entre cónyuges o entre los unidos
por relación de análoga afectividad no es, en sentido estricto, de parentesco, sino familiar o de
afectividad.
190
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413
No cuando opere como circunstancia atenuante.
414
Vid. en este sentido, BAJO FERNÁNDEZ, M.: “Relación de afectividad análoga a la de
parentesco”, en Comentarios a la legislación penal, t. V, vol. 1º, Ed. Edersa, Madrid, 1985,
p. 314; CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 401; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte
General, 5ª ed., op. cit., p. 657; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte
General, 9ª ed., op. cit., p. 768. Para GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes...,
op. cit., p. 222, no existe vulneración del principio de legalidad desde el momento en que la
circunstancia agravante derivada de una relación familiar está expresamente contemplada en
el texto legal, habiéndose limitado el legislador a fijar, como presupuesto de hecho de la agra-
vante, todas las relaciones humanas cuyo contenido afectivo es análogo al que existe dentro
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del matrimonio, encontrándonos más ante una interpretación analógica que ante la analogía in
malam partem.
415
CARMONA SALGADO, C.: “Art. 23”, en Comentarios..., op. cit., p. 1106 ss.
416
Carácter potestativo que fue introducido expresamente por la reforma de 25 de junio de
1983, ya que con anterioridad el art. 11 disponía que: “Es circunstancia que atenúa o agrava
la responsabilidad, según la naturaleza, los motivos y los efectos del delito...”. No obstante, ya
con anterioridad a la reforma, doctrina y jurisprudencia defendían el que en el caso concreto la
circunstancia pudiera no ser apreciada, ni como atenuante ni como agravante, si no revelaba una
diferente medida de injusto culpable. Vid. CARMONA SALGADO, C.: “Art. 23”, en Comen-
tarios..., op. cit., p. 1105, 1107; CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 402; MIR PUIG, S.:
Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 657; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho
Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 767. Vid. también las SSTS de 2 de julio de
1930, 15 de abril de 1942, 12 de noviembre de 1949, 8 de noviembre de 1962, 14 de marzo de
1964, 28 de abril de 1976 o 31 de enero de 1981 que antes de la reforma de 1983 ya defendían
esta posibilidad, al contrario de lo que había preconizado, en base a la literalidad del precepto
la antigua jurisprudencia, como las SSTS de 19 de noviembre de 1872, 10 de julio de 1877, 2
de marzo de 1882, 2 de febrero de 1894 o de 22 de marzo de 1905.
191
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los motivos y los efectos del delito, por lo que también, puede, a sensu contrario,
resultar irrelevante a efectos de la modificación de la responsabilidad criminal en
la medida en que la concurrencia de aquélla relación resulte intrascendente para
la gravedad de lo injusto culpable417. Es decir, no basta con la mera concurrencia
objetiva de una de las relaciones intersubjetivas previstas en el precepto, sino que
habrá de estarse también, a la naturaleza, los motivos y los efectos del delito418.
417
Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 916; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 657-658. De he-
cho, si la vinculación entre las personas a las que se refiere el precepto se ha roto, surgiendo
entre las mismas una situación de odio, o enemistad, y desapareciendo todo nudo afectivo entre
los sujetos, no tiene sentido apreciar la circunstancia, ni como agravante ni como atenuante,
pese a que legalmente pueda existir un parentesco. Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstan-
cias atenuantes..., op. cit., p. 226; MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal.
Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 561. La jurisprudencia viene también estableciendo, de forma
uniforme, que respecto a la operatividad del parentesco, no pueden señalarse reglas fijas, pues
ha de atenderse a las circunstancias particulares del caso, tomándose en consideración los cri-
terios que a tal fin determina el art. 23: dos de carácter objetivo, la naturaleza y los efectos del
delito, y otro subjetivo, los motivos del delincuente. Conjugando todos ellos podrá llegarse a
determinar si la concreta relación ha de ser utilizada para agravar o atenuar la pena o, incluso,
si debe ser considerada irrelevante (por todas STS 27 de diciembre de 1991).
418
Conforme a la STS de 15 de noviembre de 1986 por naturaleza se ha de entender la índo-
le la de la infracción perpetrada o, especialmente, la clase de bien jurídico violado o contra el
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cual se atenta, los motivos equivalen a los móviles que impulsaron al agente a actuar de modo
antijurídico y los efectos, no son tanto el resultado del hecho punible, como las consecuencias
de toda especie producidas o desencadenadas por la infracción.
419
Parece difícil admitir la posibilidad de apreciar esta circunstancia de agravación con oca-
sión de la comisión de un delito imprudente contra las personas.
420
Para BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes en el ..., op. cit., p. 232, el
parentesco opera casi siempre como agravante en los delitos contra la libertad sexual, susci-
tándole dudas la violación del marido a la esposa. Para GOYENA HUERTA, J.: Las circuns-
tancias agravantes..., op. cit., p. 212 ss., el parentesco operará como circunstancia agravante,
entre otros, y sin que pueda ser interpretado rígidamente, en los siguientes delitos: homicidio,
asesinato, inducción o cooperación al suicidio, aborto cometido por un tercero, lesiones, lesio-
nes al feto, detenciones ilegales, amenazas, coacciones, torturas, agresiones sexuales, abusos
sexuales, acoso sexual, exhibicionismo y provocación sexual, delitos relativos a la prostitución,
omisión del deber de socorro, robo con violencia o intimidación en las personas, extorsión,
robo de uso de vehículos a motor ejecutado con violencia o intimidación, ocupación de un
inmueble o usurpación de un derecho real inmobiliario realizada con violencia o intimidación
en las personas.
192
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421
Este ha sido el criterio tradicional de nuestra doctrina y jurisprudencia (Vid. por todas
SSTS de 24 de enero de 1954, 18 de junio de 1955, 31 de enero de 1981, 15 de septiembre de
1986, 24 de mayo de 1989, 8 de febrero de 1990, 27 de diciembre de 1991, 26 de mayo y 13 de
octubre de 1992, 13 de octubre de 1993, 15 de junio de 1994, 12 de julio de 1994, 4 de febrero
de 1995), basándose en la existencia de diversos preceptos en la Parte Especial de los que se
deduciría que la condición de pariente debía agravar en relación con los delitos contra las per-
sonas, como sucedía con las agravaciones específicas respecto a un tipo básico, como el parrici-
dio, lesiones graves o delitos contra la honestidad del anterior Código, mientras que en la Parte
Especial existía también la excusa absolutoria entre parientes para delitos patrimoniales sin vio-
lencia o intimidación que orientaba en el sentido de que el parentesco en esta clase de delitos,
cuando menos podía atenuar la responsabilidad criminal. Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho
Penal, 2ª ed., op. cit., p. 433-434; BAJO FERNÁNDEZ, M.: El parentesco en el Derecho Pe-
nal, op. cit., p. 59 ss., 68 ss., 74 ss.; BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op.
cit., p. 227-228, sin embargo, BORJA JIMÉNEZ llega a admitir que la circunstancia de paren-
tesco puede operar en los delitos contra el patrimonio como agravante (Vid. op.cit. pp. 231 ss.);
CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 402; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 916-917 señalan que no cabe aventurar un rígido pro-
nunciamiento a este respecto, ya que dependerá de los casos; CONDE PUMPIDO FERREIRO,
C.: Derecho Penal. Parte General, Ed. Colex, Madrid, 1990, p. 393; FERRER SAMA, A.: Co-
mentarios al Código penal, I, op. cit., p. 439-440; GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias
atenuantes..., op. cit., p. 163 ss.; GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op.
cit., p. 211; MESTRE DELGADO, E.: La atenuante y la agravante de parentesco, Ec. Tecnos,
Madrid, 1995, p. 36-37; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 657;
MORA ALARCÓN, J.A.: Suma de Derecho Penal. Parte General y Especial, Ed. Edisofer,
Madrid, 1996, p. 138; MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte Ge-
neral, 4ª ed., op. cit., p. 561; PUENTE SEGURA, L.: Circunstancias eximentes, atenuantes y
agravantes de la responsabilidad criminal, Ed. Colex, Madrid, 1997, p. 591 ss.; PUIG PEÑA,
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F.: Derecho Penal. Parte General, 2ª ed., Madrid, 1988, p. 485 ss.; RODRÍGUEZ DEVESA,
J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 767; ZUGALDIA ESPINAR,
J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 922. No obstante, la jurisprudencia ha
admitido la operatividad de esta circunstancia como atenuante en relación con los delitos contra
las personas en determinados y especiales supuestos como los analizados en las SSTS de 19 de
junio de 1923, 10 de octubre de 1947, 15 de septiembre de 1986, 22 de marzo de 1988, 11 de
marzo de 1997, 15 de abril de 1997 o 6 de mayo de 1997. La jurisprudencia ha sentado que cabe
admitir el parentesco como atenuante en relación con los delitos contra las personas, cuando el
sujeto actúa por poderosos estímulos superiores al respeto familiar o en base a razones extrañas
al orden parental (Vid. SSTS de 5 de diciembre de 1973, 31 enero 1981, 10 octubre 1988, 13 de
octubre de 1993). BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes en el ordenamiento
jurídico español, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, p. 220 ss. pone un claro ejemplo en el
que el parentesco debe operar como circunstancia atenuante en un delito contra las personas: el
hijo que mata a su padre a su ruego por los graves dolores que sufre por su enfermedad terminal
y que ejecuta la acción, a petición de su progenitor, y por amor a éste, con la única finalidad de
no seguir viendo a su padre sufrir; por el contrario, el hijo que da muerte a su progenitor para
recibir pronto la herencia no se hace acreedor precisamente de una circunstancia atenuante.
193
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por ausencia, sino de la afectividad, sí al menos de intereses comunes más o menos intensos,
existiendo enemistad, intereses contrapuestos o cualquier otra razón origen del distanciamiento
entre los sujetos activo y pasivo del delito (Vid. STS de 12 de julio de 1994). La jurisprudencia
del Tribunal Supremo ha venido tradicionalmente exigiendo la presencia de afecto personal
entre los sujetos para la operatividad de la circunstancia, como aconteció en las sentencias 2
de febrero de 1954, 15 de octubre de 1957, 26 de febrero de 1966, 10 de marzo de 1.982, 23 de
octubre de 1.984, 15 de septiembre de 1986, 15 de octubre de 1.986, 22 de Marzo de 1.988, 27
de diciembre de 1991, 20 de abril y 13 de octubre de 1.993, 12 de julio de 1994. En la STS de
27 de diciembre de 1991 se sentó: “Parece que la modificación legal introducida en este art.
11 por L.O. 8/1983, que ha ampliado su aplicación a los supuestos en que, sin existir vínculo
matrimonial, haya una relación permanente de análoga afectividad, ha de constituir un argu-
mento más en favor de la tesis jurisprudencial afirmativa antes expuesta, al menos en los casos
en que el parentesco lo sea entre cónyuges, de modo que no opere esta circunstancia mixta
cuando la relación matrimonial haya cesado por resolución judicial de separación o simple-
mente de hecho sin resolución judicial alguna o, incluso, cuando, persistiendo la convivencia,
exista un distanciamiento afectivo debidamente acreditado. En conclusión, en los casos como
el presente, en que hubo una agresión física del marido contra su esposa con resultado de
lesiones, cuando ambos vivían judicialmente separados y se encontraban enemistados por los
problemas económicos que tal separación los había originado, según dice la propia sentencia
recurrida en su relación de hechos probados, al no existir afectividad entre los cónyuges, que
es la verdadera razón de ser de la posible agravación de la pena en estos casos, ha de enten-
derse, conforme a la doctrina antes expuesta, que no cabe aplicar la mencionada circunstancia
mixta”. Como vemos, un tema verdaderamente controvertido ha sido el de intentar consensuar
la aplicabilidad de la circunstancia mixta de parentesco en relación con la pervivencia del afecto
en la relación subyacente. Se discutió mucho en doctrina y jurisprudencia acerca de si para la
apreciación de la circunstancia debía pervivir la “affectio maritalis”, así como cuáles podían ser
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del Tribunal se convocó la Junta General de la Sala, la que tuvo lugar el 18 de Febrero de 1.994
y en ella tras amplia deliberación y exposición de las posturas mantenidas por todos y cada
uno de los Magistrados integrantes en la misma, se acordó por “mayoría”, la no aplicación del
artículo 405 del Código Penal en los supuestos de destrucción de “hecho” de la relación con-
yugal entre los sujetos activo y pasivo del ilícito contra la vida, ya que tal situación impide la
justificación de un mayor reproche del autor. Tal tesis fue seguida posteriormente en Sentencia
de 28 de marzo de 1994, entre otras. Por consiguiente, parece que el Tribunal Supremo con-
sidera determinante para la operatividad del parentesco como circunstancia modificativa de la
responsabilidad no la mera concurrencia objetiva del mismo –como parecía exigirse en el tipo
del parricidio- sino la pervivencia de la relación de afectividad. De este modo, parece lógico
defender que para estimar como agravante la relación matrimonial -o la similar de hecho- se
precisa que continúe existente la “affectio maritalis”, máxime teniendo en cuenta que, desapa-
recido en el Código vigente el especial delito de parricidio, lo único que, en su caso, podrá ya
aplicarse será la repetida circunstancia mixta de su art. 23, en el que se mantiene la posibilidad
o no de su aplicación, que, por tanto, habrá de depender de las circunstancias concurrentes en
cada caso concreto. (Vid. STS de 25 de septiembre de 1995).
427
Como resolvieron las SSTS de 12 de noviembre de 1984, 22 de marzo de 1988, 26 de
enero de 1996, 15 de abril de 1997 y 6 de mayo de 1997.
428
Vid. ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 748; ANTÓN ONECA, J.: Derecho
Penal, 2ª ed., op. cit., p. 434; BAJO FERNÁNDEZ, M.: El parentesco en el Derecho Penal,
op. cit., p. 57-58; CEREZO MIR, J.: Curso..., II, op. cit., p. 403; CORDOBA RODA, J.: “El
parentesco como circunstancia mixta de modificación de la responsabilidad penal”, en Anuario
de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1967, p. 175; MESTRE DELGADO, E.: La atenuante
y la agravante de parentesco, op. cit., p 38-39; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General,
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que aún cuando la acción presente un mayor desvalor, y por tanto concurra una
mayor gravedad de lo injusto430, sin embargo la menor gravedad de la culpabilidad
compensa, incluso superándolo, aquel incremento de injusto.
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agente; para CORDOBA RODA, J.: Comentarios al Código penal, T. I, (CORDOBA RODA-
RODRIGUEZ MOURULLO-DEL TORO MARZAL-CASABO RUIZ), Ed. Ariel, Barcelona,
1972, p. 786-787, el parentesco agrava por razones de antijuridicidad; GOYENA HUERTA, J.:
Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 209, con apoyo en las SSTS de 6 julio de 1992 y
15 de septiembre de 1986, encuentra el fundamento de esta agravante en el mayor desvalor de
la conducta del culpable.
430
De esta opinión CEREZO MIR, J.: Curso... II, op. cit., p. 404; CORDOBA RODA, J.:
en Comentarios al Código Penal, I, (CORDOBA RODA-RODRIGUEZ MOURULLO), op.
cit., p. 787; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 658. Para BAJO
FERNÁNDEZ, responde siempre ya sea atenuante o agravante, exclusivamente, a una menor
o mayor reprochabilidad. Vid. BAJO FERNÁNDEZ, M.: El parentesco en Derecho Penal, Ed.
Bosch, Barcelona, 1973, p. 39 ss; en el mismo sentido, afectando a la culpabilidad, en todo
caso, ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 745 ss.
197
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A) Circunstancias atenuantes:
lación a qué debe entenderse por imputabilidad: desde el más extendido y aceptado
de capacidad de culpabilidad, a otros múltiples que exigirían un estudio específico
y que detenernos en ellos desbordarían el objeto de nuestro análisis. No obstante,
y dada la redacción de los números 1º y 2º del art. 20 del Código penal, a mi juicio
431
Sin que, por otra parte, la minoría de edad pueda dar lugar a una eximente incompleta,
como acertadamente expone OBREGÓN GARCIA, A.: “Art. 21”, en Comentarios al Código
Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 647. En todo caso es preciso matizar que la previsión
contenida en el art. 69 del Código Penal y en el art. 4 de la Ley reguladora de la responsabilidad
penal de menores 5/2000 de 12 de enero, respecto a que esta Ley puede ser aplicada a las per-
sonas mayores de 18 años y menores de 21, siempre que concurran las condiciones necesarias
que exige dicho art. 4, no implica que estemos ante una circunstancia atenuante de la respon-
sabilidad criminal, sino que el imputado comprendido en el ámbito de edad referido, puede
ser enjuiciado y en su caso sancionado por el órgano jurisdiccional competente en materia de
menores, todo ello conforme a dicha Ley reguladora de la responsabilidad penal de menores,
todo ello atendidas las circunstancias personales del inculpado y su grado de madurez.
199
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Así como los sujetos que carecen de capacidad de culpabilidad están exentos
de responsabilidad criminal, pues es evidente que no puede ser objeto de juicio de
reproche alguno quien no pudo motivarse por la norma, ni pudo comprender el
carácter ilícito del hecho o actuar conforme a dicha comprensión, los sujetos que
en el momento del hecho poseían capacidad de culpabilidad, pero presentaban una
capacidad disminuida, son responsables penalmente pero la Ley penal contempla
una atenuación de su responsabilidad en atención a dicha semiimputabilidad.
Conforme al art. 21.1ª del Código penal son circunstancias atenuantes –si bien
atenuantes privilegiadas por la vía del art. 68- las causas expresadas en el capítulo
anterior, cuando no concurrieren todos los requisitos necesarios para eximir de
responsabilidad en sus respectivos casos, de ahí que hayan de considerarse como
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432
Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 576; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 579 ss.
433
Vid. BLANCO LOZANO, C.: “El concepto penal de imputabilidad”, en La Ley, Año
XXIII, nº 5461, 16 de enero de 2002.
200
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Ahora bien, si ciertamente difícil resulta emitir reglas con vocación de generali-
dad en el ámbito amplio de las circunstancias modificativas de la responsabilidad
criminal, más difícil si cabe es pretender principios generales en concreta relación
con las circunstancias relativas a la semiimputabilidad. Habrá de ser fundamen-
talmente el análisis del caso específico435, y más concretamente la conjunción de
434
Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 583; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op.
cit., p. 703; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p.
668.
435
Como señala la jurisprudencia, las apreciaciones sobre la imputabilidad de un sujeto en
un determinado caso no tienen necesariamente que ser transferidas a otro caso. Vid. SSTS de
16 de mayo de 1989 y 15 de junio de 1990.
201
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436
El artículo 20.1 del vigente Código penal ha sustituido la alusión al “enajenado” por la
más comprensiva de “cualquier anomalía o alteración psíquica”. Vid. ARROYO DE LAS HE-
RAS, A.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 27; BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circuns-
tancias atenuantes en el ordenamiento jurídico español, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, p.
28, valorándola como más correcta desde la perspectiva de la disciplina psiquiátrica; CEREZO
MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 58 ss., especialmente p. 60, aún reconociendo que el término
“enajenación” resultaba impreciso, sin embargo, la nueva fórmula de “anomalía o alteración
psíquica” es todavía más imprecisa que la anterior. La jurisprudencia ha venido admitiendo,
entre otros, dentro de los casos de eximente incompleta de anomalía o alteración psíquica a su-
puestos de oligofrenia (Vid. SSTS de 10 de junio de 1983, 2 de julio de 1984, 12 de noviembre
de 1984, 28 de enero de 1985, 21 de marzo de 1985, 23 de septiembre de 1985, 11 de octubre
de 1986, 22 de enero de 1987, 27 de abril de 1987, 27 de mayo de 1987, 5 de octubre de 1988,
20 de febrero de 1989, 19 de abril de 1990, 25 de junio de 1990, 20 de junio de 1991, 28 de
mayo de 1993, 6 de octubre de 1994, 13 de diciembre de 1994, 30 de noviembre de 1996, 10 de
junio de 1997, 7 de abril de 2000 y 13 de octubre de 2004); esquizofrenia (SSTS 21 de octubre
de 1980, 16 de febrero de 1981, 22 de diciembre de 1984 , 28 de febrero de 1985, 4 de octubre
de 1985, 16 de febrero de 1988, 30 de octubre de 1989, 28 de noviembre de 1990, 12 de junio
de 1991, 16 de junio de 1992, 15 de diciembre de 1992, 30 de octubre de 1996, 20 de enero de
1997, 19 de abril de 1997, 6 de octubre de 1997, 10 de junio de 1999, 26 de diciembre de 2000,
18 de julio de 2002 o 17 de marzo de 2003); paranoia (SSTS 15 de octubre de 1984, 22 de enero
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mero trastorno del control de los impulsos, no puede encuadrarse ni en la enfermedad mental
incompleta, ni, menos aún, en el trastorno mental transitorio incompleto. La Sentencia de la
Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 16 de noviembre de 1990,
considera la ludopatía como una circunstancia atenuante por analogía partiendo de que dicho
trastorno, en el caso analizado, era una auténtica enfermedad, que implicaba una dependencia
biopsicológica y conductual, constituida por impulsos irresistibles hacia algo, para cuya conse-
cución se supedita todo, como sentimientos, normas éticas, sociales y familiares, y sobre todo,
disponibilidades económicas, al tratarse de una adicción creciente, que encierra al individuo
que lo padece, en espacios psicológicos alterados, con repercusiones sensibles en su conducta
y voluntad, por razón al trastorno que, efectivamente, le afecta y si bien no le priva plenamente
de actividad intelectual y de imputabilidad, sí las atenúa notablemente, ya que el afectado se
va haciendo crónica y progresivamente incapaz de resistir la tentación de jugar, con incidencia
grave en los objetivos personales-familiares y profesionales y tal dependencia le lleva a realizar
hechos delictivos, ante los cuáles no está en condiciones de oponer una decidida voluntad para
su no ejecución, presentando diversos estados de desviación psicopática. La posterior STS de
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29 de abril de 1991 considera que la ludopatía se caracteriza por la pérdida de control o de habi-
lidad para dejar de jugar, de suerte que el juego deja de ser un entretenimiento para convertirse
en una necesidad que le lleva a sufrir pérdidas repetidas y excesivas en constante búsqueda de
un cambio de fortuna, admitiendo que dicha alteración podría determinar la aplicación de la
circunstancia de exención incompleta o bien una circunstancia de atenuación por la vía analó-
gica del art. 9 número 10 del antiguo Código Penal. En la línea de admitir la posibilidad de que
la ludopatía pueda operar como eximente incompleta han apuntado también las SSTS de 18 de
febrero de 1994 y 26 de febrero de 1997, si bien hasta el momento no he encontrado ninguna re-
solución del Alto Tribunal aplicando tal eximente incompleta a un caso concreto. En la STS de
22 de octubre de 2002, 19 de noviembre de 2002 y en la de 9 de mayo de 2003 se ha apreciado
como atenuante de análoga significación si bien parecen admitir éstas dos últimas, sin duda, la
posibilidad de que quepa la eximente incompleta en su caso.
437
El momento temporal es trascendente a estos efectos, al igual que sucede en los supuestos
de semieximentes de intoxicación o de actuación bajo el síndrome de influencia. Vid. BORJA
JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 33.
438
Vid. MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 634.
439
En el sentido de antijuridicidad material y no formal.
203
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Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 28.
440
441
Sin embargo, el Tribunal Supremo no mantiene una postura uniforme en relación con
la admisibilidad de la operatividad como muy cualificadas de las atenuantes analógicas a las
eximentes incompletas basadas en supuestos de semiimputabilidad. Si en determinados casos,
como en la STS de 28 de mayo de 1986 se dijo que si las mismas han de ser estimadas con
intensidad superior a la genérica por presentar el sujeto una especial disminución de sus facul-
tades intelectivas y volitivas sería la correspondiente eximente incompleta y no la atenuante
por analogía muy calificada la que sería procedente usar, en otras ocasiones, como en las SSTS
de 14 de octubre de 1987 y 27 de marzo de 1989 y las en ésta última referidas, entre otras, se
admitió la posibilidad de apreciar la atenuante muy calificada por analogía en estos supuestos.
Se admiten sin embargo sin reparo alguno las atenuantes analógicas a las eximentes incom-
pletas, como ordinarias, en las SSTS de 12 y 27 de marzo de 1985, 27 de enero, 1 de julio y
19 de diciembre de 1986, 10 de mayo y 19 de septiembre de 1988, 6 de marzo de 1989, 20 de
septiembre y 6 de noviembre de 1992, 4 de octubre de 1993 y 31 de mayo de 1994 en relación
con la antigua eximente incompleta de enajenación mental.
204
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Al igual que acontece con las causas de justificación incompletas, para la apre-
ciación de la eximente incompleta de anomalía, alteración psíquica o trastorno
mental transitorio se requiere la concurrencia de los elementos esenciales de la
correspondiente eximente completa443, en este caso, de la eximente contemplada
en el art. 20.1º del Código penal, es decir, que concurra una anomalía o alteración
psíquica, o bien que, en su caso, el trastorno mental transitorio, que debe existir, no
haya sido provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o habiendo
previsto o debido prever su comisión444.
442
BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 32.
443
En este sentido la totalidad de la doctrina, por todos Vid. MIR PUIG, S.: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 634; MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal.
Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 552; OBREGÓN GARCIA, A.: “Art. 21”, en Comentarios al
Código penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 630.
444
Por consiguiente, en buena lid, no puede caber la apreciación de una eximente ni com-
pleta ni incompleta de trastorno mental transitorio en los supuestos de actio libera in causa,
como tampoco cabe la apreciación en tales supuestos de una atenuante analógica. La referencia
expresa del art. 20.1º al trastorno mental transitorio tiene sentido en la medida en que se da
una expresa regulación a los problemas de la actio libera in causa, pues en lo demás, puede
afirmarse que el trastorno mental transitorio se engloba dentro de las anomalías o alteraciones
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psíquicas. Vid. ARROYO DE LAS HERAS, A.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p.
35-36; CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 57, 103. No obstante lo anterior, sigue siendo
posible diferenciar conceptualmente la anomalía o alteración psíquica permanente o duradera y
el trastorno mental transitorio. En primer lugar, si la actio libera in causa cabe en el trastorno
mental transitorio, es obvio que no puede caber en los supuestos de anomalía o alteración psí-
quica. En este sentido, y a diferencia de las anomalías o alteraciones permanentes, el trastorno
mental transitorio es una anomalía o alteración puramente transitoria que supone el oscureci-
miento, ofuscación u obnubilación de las facultades cognoscitivas, de las volitivas, o de ambas
a la vez, si no momentáneos o efímeros, al menos repentinos y de escasa duración, y por su
misma naturaleza, al mismo potencialmente puede ser dominado en determinados casos. De
otra parte, para la posibilidad de apreciar el trastorno mental transitorio, ya como completo o in-
completo, no es precisa la concurrencia de una base patológica en el sujeto, pudiendo apreciarse
en sujetos completamente normales que se ven afectados por dicho trastorno transitorio. Vid.
SSTS de 26 de octubre de 1992, 7 julio 1995, 16 de octubre de 1998. Vid. BORJA JIMÉNEZ,
E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 75; DOVAL PAIS, A.: “Las consecuencias jurí-
dico-penales de la enajenación mental y el trastorno mental transitorio: regulación actual”, en
Cuadernos de Política Criminal, nº 40, Madrid, 1990, p. 5 ss., 57 ss.
205
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451
Vid. SSTS de 14 de julio de 1999 y 7 de mayo de 2002 entre otras muchas.
452
Sobre este punto, la doctrina se encuentra dividida. A favor de esta posibilidad Vid. CERE-
ZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 104; MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho
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Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 429; en contra de dicha posibilidad Vid. CASTELLO
NICAS, N.: “Art. 20.2”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 206-
207. El Tribunal Supremo no admite la operatividad de la atenuante analógica a esta eximente
incompleta en los supuestos de intoxicación por bebidas alcohólicas o drogas tóxicas, ni como
ordinaria ni como muy cualificada al existir la atenuante ordinaria del art. 21.2ª, lo que es más
que discutible, ya que cabe imaginar un supuesto de consumo ocasional en el que no exista una
grave adicción y sin embargo, en el momento en que se producen los hechos tenga su capacidad
de culpabilidad disminuida por el citado consumo ocasional de bebidas alcohólicas o drogas
tóxicas, si bien su estado de afectación a la capacidad de culpabilidad no justifique la aplicación
de la eximente incompleta.; parece que para éstos supuestos sí sea procedente la apreciación de
la atenuante analógica a la eximente incompleta, ya como ordinaria, ya como muy cualificada,
pues en caso contrario quedará una laguna inasumible por el sistema. Vid. SSTS de 14 de julio
de 1998, 22 de febrero de 1999, 1 de septiembre de 1999.
453
Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 91; CARMONA
SALGADO, C.: “Art. 20.3”, en Comentarios al Código penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p.
269 ss.; MORALES PRATS, F.: La alteración en la percepción (art. 8 CP): contenido y límites,
Ed. Centro de Estudios Judiciales, Vol. 3, Madrid, 1994, p. 65 ss..
208
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454
Caso analizado en la STS de 17 de abril de 2003.
455
Como sucedió con la STS de 22 de Junio de 1989.
456
Sobre el miedo insuperable se han formulado los más diversos planteamientos. Desde
su consideración como una auténtica causa de justificación, y por consiguiente el que cabe
una causa de justificación incompleta de miedo insuperable (en este sentido GIMBERNAT
ORDEIG, E.: Introducción a la Parte General del Derecho Penal Español, op. cit., p. 66), que
es una causa afectante a la imputabilidad y por consiguiente que como eximente incompleta
supondría una menor imputabilidad (JIMÉNEZ DE ASUA, L.: Tratado de derecho penal. Tomo
VI, La culpabilidad y su exclusión, Ed. Losada, Buenos Aires, 1962, p. 905; QUINTANO RI-
POLLES, A.: Curso de Derecho Penal, I, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1963, p.
341, 351 ss.), a considerarlo como causa inculpabilidad basada en un supuesto de inexigilidad,
en el sentir de la doctrina mayoritaria (ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit.,
p. 310 ss.; BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes...., op. cit., p. 111 ss.; CERE-
ZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 139 ss.; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 696 ss.; DIAZ PALOS, F.: “Miedo insuperable”, en
209
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es menor del que se trataba de evitar, pero la conducta suponga un grave atentado
a la dignidad de la persona457, o la conducta no era objetivamente idónea o justa
para salvar el interés mayor458. Suponen también una menor reprochabilidad, y por
Nueva Enciclopedia Jurídica Seix, Tomo XVI, Ed. Francisco Seix, Barcelona, 1978, p. 347 ss.;
HIGUERA GUIMERÁ, J.F.: La eximente de miedo insuperable en el Derecho penal común y
militar español, Ed. Bosch, Barcelona, 1991, p. 81 ss.; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte
General, 5ª ed., op. cit., p. 622; MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte
General, 4ª ed., op. cit., p. 450 ss.; QUINTANAR DIEZ, M.: “Art. 20.6”, en Comentarios al
Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 441-442; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: De-
recho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 643; VARONA GOMEZ, D.: El miedo
insuperable: una reconstrucción de la eximente desde una teoría de la justicia, Ed. Comares,
Granada, 2000, p. 118 ss.).
457
Vid. supra el análisis del estado de necesidad como causa de justificación incompleta.
458
Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 526, 695, 696. Sobre que la acción sea además un medio justo o adecuado para conseguir
210
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tanto pueden ser encauzados a través de esta eximente incompleta, los supuestos
en que el mal causado sea igual al que se trataba de evitar, pero falten los requisitos
2º y/o 3º del número 5º del artículo 20 y además estaba considerablemente dismi-
nuida la capacidad del sujeto de obrar de acuerdo con las exigencias del Derecho.
mismo una menor culpabilidad y por ello no cabrá apreciar la eximente incompleta
que analizamos, sino a lo sumo una atenuante analógica a la eximente incompleta.
Para la operatividad de la eximente incompleta se requiere que el sujeto responda
al estímulo al menos con angustia o alarma al generar una efectiva limitación en
sus posibilidades de actuar conforme a Derecho. Una situación en la que el sujeto
actuase bajo una situación de auténtico pánico o pavor habría que reconducirla
más bien a un supuesto de inimputabilidad o de semiimputabilidad por trastorno
mental transitorio completo o incompleto, mientras que en los casos de terror fal-
un fin justo como requisito del estado de necesidad como causa de justificación Vid. ROMEO
CASABONA, C.M.: El médico y el Derecho Penal, I, La actividad curativa, (Licitud y respon-
sabilidad penal), Ed. Bosch, Barcelona, 1981, p. 379 ss.
459
Vid. STS de 21 de junio de 1999 que viene manteniendo una línea prácticamente unifor-
me en este entendimiento desde la STS de 26 de octubre de 1915.
460
Vid. STS de 26 de febrero de 1986.
211
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taría incluso la acción, por lo que no vendría en juego una causa de inculpabilidad,
ni completa ni incompleta, sino la ausencia de una genuina acción relevante para
el Derecho penal461.
461
Vid. ampliamente DIAZ PALOS, F.: “Miedo insuperable”, en Nueva Enciclopedia Jurí-
dica Seix, op. cit., p. 348 ss.
462
En este sentido ARROYO DE LAS HERAS, A.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit.,
p. 65 ss., para quien la determinación de si el miedo es o no insuperable requiere de un juicio
valorativo referido al hombre medio o generalidad de las personas, pero debiendo atenderse
asimismo a las particulares condiciones concurrentes en el sujeto. Para este autor, la supera-
bilidad del miedo no impide en absoluto la posibilidad de apreciar el miedo insuperable como
eximente incompleta. En el mismo sentido CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 148. En
opinión del TS expresado en Sentencias de 15 de abril y 12 de diciembre de 1980, 29 de abril
de 1981 y 26 de mayo de 1983, entre otras, la insuperabilidad del miedo supone su imposibili-
dad de ser dominado o neutralizado por el individuo sobreponiéndose a su acoso psicológico.
El Tribunal Supremo viene admitiendo la posibilidad de apreciar el miedo insuperable como
eximente incompleta o, en su caso, como atenuante analógica del art. 21.6ª (antiguo art. 9.10ª),
fundamentalmente en los casos de ausencia del requisito de insuperabilidad del miedo (Cfr.
SSTS de 31 de marzo de 1986, 4 de diciembre de 1989, 29 de junio y 9 de octubre de 1990 y
24 de septiembre de 1992).
463
El miedo insuperable como eximente completa aparece por primera vez en nuestros Có-
digos en el art. 21 del Código penal de 1822 al establecerse que: “En ningún caso puede ser
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considerado como delincuente ni culpable el que comete la acción contra su voluntad, forzado
en el acto por alguna violencia material a que no haya podido resistir, o por alguna orden de
las que legalmente esté obligado a obedecer y ejecutar. Compréndase en la violencia material
las amenazas y el temor fundado de un mal inminente y tan grave que basta para intimidar a
un hombre prudente, y dejarle sin arbitrio para obrar”, mientras que el art. 22 contemplaba la
eximente incompleta del siguiente modo: “Si las amenazas o el temor no hubieren sido suficien-
tes para causar estos efectos, o si la violencia aunque efectiva fuere tal que se hubiere podido
resistir a ella sin riesgo inminente y grave de la persona, se castigará al que cometa la acción
por cualquiera de estas con la tercera a las dos terceras partes de la pena que la ley señale
contra dicha acción”. En el art. 8 nº 10 del Código penal de 1848 se contemplaba la eximente
completa de miedo insuperable con la siguiente redacción: “Están exentos de responsabilidad
criminal: (...) El que obra impulsado por miedo insuperable de un mal mayor”, redacción que
pasó al Código de 1850 sin alteración alguna. El Código de 1870 dispuso a estos efectos que
está exento de responsabilidad criminal: “El que obra impulsado por miedo insuperable de un
mal igual o mayor”, desde donde pasó al Código de 1932, al Código de 1944 y al Texto Re-
fundido de 1973 sin variaciones. El Código de 1995 regula la eximente señalando la exención
completa para “El que obre impulsado por miedo insuperable”.
212
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464
En este sentido se pronuncia la doctrina mayoritaria. Vid. CASTELLO NICAS, N.: La
imputabilidad penal del drogodependiente, Ed. Comares, Granada, 1997, p. 304; CEREZO
MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 112-113; GONZALEZ CUELLAR GARCIA, A.: en Código
Penal. Doctrina y jurisprudencia, I, (CONDE PUMPIDO FERREIRO y ALBACAR LOPEZ
(Dtores), Ed. Trivium, Madrid, 1997, p. 756; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General,
5ª ed., op. cit., p. 635; MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General, 4ª
ed., op. cit., p. 553; QUINTERO OLIVARES-MORALES PRATS-PRATS CANUT: Manual
de Derecho Penal. Parte General, Ed. Aranzadi, 1999, p. 722; QUINTERO OLIVARES, G.:
Curso de Derecho Penal. Parte General, Ed. Cedecs, Barcelona, 1996, p. 555; aunque no faltan
posturas que discrepan sobre dicha fundamentación, o la matizan en diversos sentidos. Así,
para BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 122 ss., su fundamento
condensa razones político-criminales, una menor imputabilidad en el sujeto y/o una menor
exigibilidad, según los casos y el punto de vista del análisis; para DE LA CUESTA ARZA-
MENDI, J.L.: “Imputabilidad y nuevo Código penal”, en El Nuevo Código penal: presupuestos
y fundamentos, (VVAA), Ed. Comares, Granada, 2000, p. 320, el fundamento se encuentra en
la motivación del sujeto; en el mismo sentido RODRÍGUEZ MOURULLO, G.: Comentarios
al Código penal, Ed. Civitas, Madrid, 1997, p. 112, el fundamento habría que buscarlo no en el
terreno de la imputabilidad del sujeto sino en el ámbito de la motivación; para SUAREZ MIRA
RODRÍGUEZ, C.: La imputabilidad del consumidor de drogas, Ed. Tirant lo blanch, Valencia,
2000, p. 213 ss., el fundamento puede encontrarse bien en la menor imputabilidad o en la menor
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la responsabilidad penal relativas a los delitos cometidos bajo la influencia de drogas tóxicas,
estupefacientes o sustancias psicotrópicas”, en Jornadas sobre Psiquiatría forense. Centro de
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467
Por ello, en la STS de 26 de junio de 2003 no fue apreciada esta circunstancia atenuante,
pues el estado de drogodependencia y la influencia decisiva en la capacidad de conocer y querer
debe referirse al momento de la ocurrencia del delito, y no a otro posterior.
468
Por eso en la STS de 3 de noviembre de 2003 no fue apreciada dicha circunstancia toda
vez que el sujeto, aún siendo drogodependiente, tenía en su poder droga como para consumir-
la.
469
Cfr. SSTS 628/2000, de 11 de abril y 293/2001 de 28 de febrero.
470
La apreciación de la intensidad de la adicción y su influencia en la imputabilidad del su-
jeto es un elemento normativo que determinará en su caso la posibilidad de apreciar una causa
de inimputabilidad completa (eximente), incompleta (eximente incompleta) o una mera atenua-
ción ordinaria, análoga o incluso una atenuante muy cualificada, dependiendo de los casos.
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No debe existir inconveniente alguno, por otra parte, para que esta atenuante
pueda apreciarse como ordinaria o como muy cualificada472 y de que asimismo
quepa la atenuante de análoga significación a la atenuante de grave adicción473.
471
Vid. en este sentido MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General,
4ª ed., op. cit., p. 554.
472
No obstante, esta cuestión ha sido, y es, ciertamente polémica. Mientras que un sector de
la doctrina y de la jurisprudencia considera que no cabe la apreciación de la misma como muy
cualificada, ya que no encuentran sentido a una cualificación especial de la circunstancia de
grave adicción cuando existe la eximente incompleta de intoxicación (Vid., entre otros, CAS-
TELLO NICAS, N.: La imputabilidad penal del drogodependiente..., op. cit., p. 304; PADILLA
ALBA, H.R.: “Art. 21.2º”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p.
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688), o bien consideran que no cabe atenuar la pena en los casos de intoxicación no causada por
una grave adicción (MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 635, para
quien si la disminución de la imputabilidad es muy notable lo que cabe es estimar una eximente
incompleta del art. 21.1ª en relación con el art. 20.2º, partiendo de que la misma exige una grave
adicción unida a la intoxicación); otro sector de la doctrina no muestra objeción a tal posibili-
dad, máxime cuando la circunstancia de grave adicción no exige la existencia de intoxicación
efectiva en el momento de la comisión de la infracción criminal (Vid., entre otros, CEREZO
MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 104; SUAREZ MIRA RODRÍGUEZ, C.: La imputabilidad del
consumidor de drogas..., op. cit., p. 218-219. Para BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias
atenuantes..., op. cit., p. 132-133 la polémica no tiene sentido ya que las consecuencias puniti-
vas de apreciar la eximente incompleta del art. 21.1ª en relación con el art. 20.2º o la atenuante
del art. 21.2ª como muy cualificada son las mismas, por lo que la discusión carece, en opinión
de éste autor, de trascendencia práctica. El Tribunal Supremo, en SS de 26 de junio de 1985,
28 de octubre de 1986, 29 de enero de 1988, 21 de diciembre de 1989 y 30 de mayo de 1991,
entre otras muchas, ha sentado que las atenuantes serán muy cualificadas cuando alcancen una
intensidad superior a la normal de la respectiva circunstancia, teniendo en cuenta las condicio-
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4. La de obrar por causas o estímulos tan poderosos que hayan producido arre-
bato, obcecación u otro estado pasional de entidad semejante (art. 21.3ª).474
entre otras.
474
El Código penal de 1822 ya incluía en su artículo 107 determinadas circunstancias ate-
nuantes relativas a la afectividad, entre las que se hacía constar el “arrebato de una pasión
que haya influido en el delito”. El Código de 1848 recogía en su artículo 9, entre otras, las
atenuantes de provocación o amenaza por parte del ofendido, la de vindicación próxima y la de
obrar por estímulos tan poderosos que naturalmente hayan producido arrebato y obcecación.
Estas circunstancias pasaron con muy ligeros retoques al Código de 1870, y de ahí al Código
de 1928 con pequeñas diferencias y al Código de 1932, donde se diferencian las atenuantes de
arrebato y obcecación como atenuantes diferentes. El Código de 1944 no introdujo diferencia
cualitativa alguna respecto al Código de 1932 en relación con estas circunstancias, aunque in-
trodujo entre las atenuantes las de obrar por motivos morales, altruistas o patrióticos de notoria
importancia. La ley Orgánica de 25 de junio de 1983, de Reforma urgente y parcial del Código
penal eliminó del Código las atenuantes de provocación y amenaza adecuadas, vindicación y
motivos morales, altruistas y patrióticos, dándose una nueva redacción a la atenuante de estado
pasional que quedará del siguiente modo: “La de obrar por causas o estímulos tan poderosos
que hayan producido arrebato, obcecación u otro estado pasional de semejante entidad”. El
Código penal de 1995 ha introducido un ligerísimo retoque –injustificable, de otro lado- al
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precepto que quedó redactado, definitivamente, del siguiente modo: “La de obrar por causas o
estímulos tan poderosos que hayan producido arrebato, obcecación u otro estado pasional de
entidad semejante”.
475
Incide en que las circunstancias atenuantes de arrebato u obcecación sólo deben estimar-
se en los casos en los que el autor debe ser considerado psicológicamente como una persona
normal CORTES BECHIARELLI, E.: “Art. 21.3”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed.
Edersa, Madrid, 1999, p. 722.
476
Supone una menor imputabilidad para la generalidad de la doctrina española Vid. BOL-
DOVA PASAMAR, M.A.: La comunicabilidad de las circunstancias..., op. cit., p. 85; CAR-
MONA SALGADO, C.: “Los estados emotivos y pasionales como causa de atenuación: sus
incidencias y delimitaciones con la circunstancia de trastorno mental transitorio”, en Anuario
de Derecho Penal y Ciencias Penales (XXXIV-I), 1981, p. 438; CARMONA SALGADO, C.:
La circunstancia atenuante de arrebato u obcecación, Universidad de Granada, 1983, p. 57-58;
CASTRO PEREZ, B.F.: “El delincuente pasional como sujeto mentalmente anómalo” en Los
delincuentes mentalmente anormales, Madrid, 1963, p. 173, 175-176; COBO DEL ROSAL-
VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 909; CONDE PUMPIDO
FERREIRO, C.: Código Penal. Doctrina y jurisprudencia, op. cit., p. 766; CORDOBA RODA-
RODRIGUEZ MOURULLO: Comentarios al Código Penal, I, Ed. Ariel, Barcelona, 1972, p.
502-503; CORTES BECHIARELLI, E.: Arrebato u obcecación, Ed. Marcial Pons, Madrid,
1997, p. 205 ss.; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 636-637;
MUÑOZ CONDE, F.-GARCIA ARAN, M.: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., p. 554;
MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 116; ORTS BERENGUER,
E.: “Las circunstancias atenuantes en el Proyecto de Código penal de 1980”, en Cuadernos de
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Política Criminal, 1981, p. 255; ORTS BERENGUER, E.: “La atenuante de estado pasional”
en Comentarios a la Legislación Penal. La reforma del Código Penal de 1983, tomo V, vol.
1º, Ed. Edersa, Madrid, 1985, p. 276; QUINTERO OLIVARES-MORALES PRATS-PRATS
CANUT: Manual de Derecho Penal. Parte General (3ª ed.), Ed. Aranzadi, Pamplona, 2002, p.
735; RODRÍGUEZ DEVESA-SERRANO GOMEZ: Derecho Penal Español. Parte General,
18ª Ed., Ed. Dykinson, Madrid, 1995, p. 715. Para MATALLIN EVANGELIO, A.: La circuns-
tancia atenuante de arrebato, obcecación u otro estado pasional de entidad semejante, Ed.
tirant lo blanch, Valencia, 1999, p. 269 ss. y para BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias
atenuantes en el Ordenamiento Jurídico Español, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, p. 146,
la citada circunstancia está también cofundamentada por razones político-criminales, concre-
tamente por una menor necesidad de pena. Para ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit.,
p. 690 ss. se trata de una circunstancia atenuante perteneciente a la culpabilidad subjetivamente
concebida, aunque no puede negar su relación con la imputabilidad, Vid. especialmente pp. 699
ss.; para CEREZO MIR, J.: Curso... III, op. cit., p. 150-151 su fundamento está en que supone
una menor reprochabilidad por los motivos por los que actúa el sujeto y para ZUGALDIA ES-
PINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 906 disminuye la culpabilidad
por encontrarse el autor bajo un determinado estado emocional.
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477
Vid. MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 115-116. Uno de
los elementos diferenciadores entre el arrebato y la obcecación está en la mayor prolongación
temporal de éste último. Vid. COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte
General, 5ª ed., op. cit., p. 909; ORTS BERENGUER, E.: “Las circunstancias atenuantes en el
Proyecto de Código penal de 1980”, en Cuadernos de Política Criminal, 1981, p. 255. Sobre
la diferenciación entre las emociones y las pasiones y con referencias al pensamiento kantiano
Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 375 ss.; MIR PUIG, S.: Derecho
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Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 636; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal
Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 713.
478
Vid. STS de 14 de abril de 2004.
479
Para la jurisprudencia mayoritaria (Vid. por todas, y entre muchas, las SSTS de 27 de
febrero de 1992, 8 de mayo de 1996 o la más reciente de 13 de febrero de 2002), el estímulo
ha de ser tan importante que permita explicar -no justificar- la concreta reacción producida. La
jurisprudencia suele exigir, además, que la activación de los impulsos ha de ser debida a circuns-
tancias no rechazables por las normas socioculturales de convivencia. (Vid. SSTS de 3 de mayo
de 1988, 30 de junio de 1989, 27 de marzo de 1990, 28 de mayo de 1992, 14 de marzo de 1996,
13 de febrero de 2002 y la más reciente de 14 de abril de 2004, entre otras muchas, y BORJA
JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 144-145; ORTS BERENGUER-GON-
ZALEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte General y Parte Especial, Ed. Tirant lo
Blanch, Valencia, 2004, p. 314). Respecto a si el acto de la víctima que provoca dichos estímulos
tiene que tener la consideración de injusto, en el sentido de reprochado socialmente, de manera
que los actos legítimos de la víctima no pueden dar lugar a un estímulo valorable para aplicar la
atenuación de arrebato u obcecación, esta ha sido la postura tradicional de la jurisprudencia, y
ha sido aceptado además por parte de la doctrina Vid., por todos MUÑOZ CUESTA, J.: Las cir-
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cunstancias atenuantes..., op. cit., p. 118, sin embargo, tal postura no parece lógica ya que lo que
importa a la hora de valorar la procedencia de atenuar la responsabilidad criminal en estos casos
es la intensidad o incidencia que en la imputabilidad del sujeto hayan producido los estímulos, de
manera que no se trata de valorar los estímulos en sí mismos sino si éstos han afectado, y de qué
modo, a la imputabilidad o capacidad de culpa del agente. Como señala MIR PUIG, S.: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 636, en esta labor no nos movemos en el ámbito de lo
injusto sino en el marco de la imputación personal y por ello lo trascendente es la intensidad de
los motivos, no su valoración. Vid. también rechazando la exigencia de la moralidad del estímu-
lo CORTES BECHIARELLI, E.: “Art. 21.3”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa,
Madrid, 1999, p. 724 ss. y también críticamente MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho
Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 554. La circunstancia no opera en los supuestos de riña
mutuamente aceptada (Vid. SSTS de 20 de marzo de 1985, 29 de mayo de 1989, 20 de junio de
1989, 27 de julio de 1991, 30 de septiembre de 1991, 22 de octubre de 1992, 7 de diciembre de
1993, 7 de marzo de 1995, 14 de octubre de 1998, 7 de julio de 1999, 12 de noviembre de 2001 o
9 de febrero de 2004), aunque sí puede operar si tras el enfrentamiento discurre un lapsus temporal
suficientemente amplio (Vid. SSTS de 29 de septiembre de 1987 o 21 de octubre de 1991), como
para que el impulso perviva, pero desconectado de la riña.
480
Generalmente la jurisprudencia exige que los estímulos han de proceder de la persona
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que resulta después ser víctima de la agresión (entre otras SSTS de 22 de junio de 1993, 12 de
diciembre de 1993 o 26 de enero de 1996), aunque parece lógico que deba admitirse que pueda
no ser así en determinados supuestos, máxime cuando el precepto no lo exige. La doctrina no se
muestra uniforme en relación con esta cuestión Vid., en contra CORTES BECHIARELLI, E.:
“Art. 21.3”, en Comentarios al Código penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 727; MUÑOZ
CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 119 y los autores allí citados. Sobre
la relación de causalidad Vid. PUENTE SEGURA, L.: Circunstancias eximentes, atenuantes y
agravantes de la responsabilidad criminal, Ed. Colex, Madrid, 1997, p. 386 ss.
481
La conexión temporal o inmediatez entre los estímulos y la reacción que pretende bene-
ficiarse de la atenuación es exigida en multitud de sentencias del Tribunal Supremo, de suerte
que una desconexión temporal impide la apreciación de la atenuante ya que tal reacción más
que producto del estado pasional se aproxima a la venganza. Por todas Vid. SSTS de 10 de no-
viembre de 1980, 24 de enero, 16 de febrero y 20 de junio de 1985, 14 de junio y 4 de Octubre
de 1988, 11 de enero de 1990, 6 de mayo, 8 de mayo, 5 de junio y 24 de octubre de 1991, 14
de abril de 1992. Críticamente con tal exigencia CORTES BECHIARELLI, E.: “Art. 21.3”, en
Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 712 ss.
482
Si la reacción resulta absolutamente discordante por notorio exceso con el hecho motiva-
220
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doctrina y la jurisprudencia del Tribunal Supremo 2007, J.M. BOSCH EDITOR, 2007. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/bibliouniaccsp/detail.action?doc
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Pero el art. 21.3ª contempla al lado del arrebato y la obcecación “otro estado pasio-
nal de entidad semejante”. Como se infiere de su redacción, la Ley está refiriéndose
a la posibilidad de que los citados estímulos hayan desembocado en que el sujeto se
encuentre en una situación de ánimo desordenado que sin ser en sentido estricto un
arrebato u obcecación, presente una intensidad similar, afectando a la voluntad sobre-
excitándola o a la inteligencia, provocando una ofuscación rápida y momentánea484.
dor, no cabe aplicar la atenuación salvo con relación a sujetos que padezcan alguna anomalía
psíquica. Vid. SSTS de 14 de marzo de 1996 y 30 de junio de 2004. Para la apreciación de esta
atenuante es exigible la proporcionalidad, lo que significa que el exceso de la reacción impide
la estimación de la disminución de la imputabilidad, de forma que no cabe la misma cuando
se trate de una respuesta desproporcionada. Vid. en este sentido, además, las SSTS de 18 de
febrero de 2003 y 2 de marzo de 2004. Críticamente con la exigencia de la proporcionalidad en
la reacción para la apreciación de la atenuante CORTES BECHIARELLI, E.: “Art. 21.3”, en
Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 726 ss.
483
Vid. por todas, STS de 14 de abril de 2004.
484
Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 149 ss.; COBO
DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 910; MATA-
LLIN EVANGELIO, A.: La circunstancia atenuante de arrebato..., op. cit., p. 214 ss.; MIR
PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 636, para quien dentro de estos
estados pasionales habrá de incardinar las antiguas atenuantes de provocación y vindicación
próxima; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 116.
485
La posibilidad de su apreciación como muy cualificada dependerá de que concurran es-
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tímulos poderosos de intensidad superior a los ordinarios que generen una alteración de la im-
putabilidad más profunda que la ordinaria, a cuyos efectos será preciso analizar las condiciones
del culpable, los antecedentes de hecho y cuantos elementos o datos puedan detectarse y ser
relevadores del merecimiento y punición de la conducta del inculpado. Vid. BORJA JIMÉNEZ,
E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 152 ss.; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circuns-
tancias atenuantes..., op. cit., p. 120 ss. La jurisprudencia ha estimado concurrente como muy
cualificada esta circunstancia en muchas ocasiones, como en las SSTS de 2 de noviembre de
1990, 15 de abril de 1991, 7 de octubre de 1992, 20 de diciembre de 1995, 15 de octubre de
2001, 17 de octubre de 2001. Ciertamente en determinados supuestos la especial intensidad de
la afectación que sufre el sujeto con base en aquellos estímulos puede determinar que el sujeto
llegue a estar inmerso en un trastorno mental transitorio, completo o incompleto, de manera
que la afectación en la imputabilidad del sujeto provocada por aquellos estímulos puede hacer
que el sujeto incurra en una eximente completa de trastorno mental transitorio, en una exi-
mente incompleta de trastorno mental transitorio, en una atenuante muy cualificada de estado
pasional, en una atenuante ordinaria de estado pasional o incluso en una atenuante analógica a
la ordinaria de estado pasional o a la eximente incompleta de trastorno mental transitorio. Vid.
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 637. ANTÓN ONECA, J.: De-
221
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respecto a si cabe la atenuante por analogía a la del art. 21.3ª, no veo objeción legal
alguna a ello, aunque es cierto que las opiniones se fragmentan entre los que no la
admiten, dado que la misma circunstancia está contemplando “otro estado pasio-
nal de entidad semejante” al arrebato u obcecación, con lo que resultaría innece-
sario acudir a la figura de la atenuante por analogía y los que no ponen objeción en
su admisibilidad, al menos teórica486.
recho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 376-377 niega la posibilidad de aplicar la eximente incompleta
de trastorno mental transitorio, en estos supuestos, en base en una situación de estado pasional
especialmente intenso.
486
Considera innecesaria la atenuante analógica BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias
atenuantes.., op. cit., p. 150; para COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte
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General, 5ª ed., op. cit., p. 910 la previsión de la analogía en la circunstancia 3ª del art. 21 es
una abundantia iuris, reconociendo, no obstante, que el legislador “quizá haya deseado, en este
caso, dar mayor énfasis y claridad o subrayar la vigencia de antiguas atenuantes que también
constituían estados pasionales”.
487
ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 292 criticaba el escaso uso que la judica-
tura venía haciendo del amplio margen de arbitrio que esta circunstancia otorgaba a la misma; la
misma crítica hace ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 382.
488
Semejanza que no ha de ser plena o completa, sino que basta “un sentido similar o com-
partir la idea genérica” con la atenuante a la que va referida. Vid. ORTS BERENGUER-GON-
ZALEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte General y Parte Especial, Ed. Tirant
lo blanch, Valencia, 2004, p. 315-316.
489
Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 382; ORTS BERENGUER,
E.: Atenuante de análoga significación: estudio del art. 9, 10º del Código Penal, Ed. Univer-
sidad de Valencia, Valencia, 1978, op. cit., p. 22 defiende que ésta circunstancia es, en sentido
estricto, un supuesto de interpretación analógica más que de analogía, de manera que a su tra-
vés se permite la introducción de circunstancias de atenuación semejantes a las expresamente
previstas.
222
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490
La posibilidad de apreciar circunstancias atenuantes por analogía se encontraba ya en
el vetusto Código penal de 1822 en el que se permitía al Juzgador apreciar circunstancias que
favorecieran al procesado que tuvieran una perfecta semejanza y analogía con otras literalmente
expresadas. Posteriormente, en el Código penal de 1848, en su artículo 9 se contemplaba tam-
bién como atenuante analógica “Y últimamente cualquiera otra circunstancia de igual entidad
y análoga a las anteriores”, de donde pasó inalterada al art. 9 del Código de 1870; por su parte,
el Código penal de 1928, en su artículo 64.9 contemplaba la atenuante analógica del siguiente
modo: “Cualquiera otra circunstancia previa, simultánea o posterior a la infracción y de igual
entidad o análoga significación que las anteriores, así como las que en otros artículos especia-
les establece este Código”. El Código penal de 1944 en su artículo 9.10 contemplaba la circuns-
tancia del siguiente modo: “Y, últimamente, cualquiera otra circunstancia de análoga significa-
ción que las anteriores”. Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ªed., op. cit., p. 381; MIR
PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 640; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.:
“Art. 21.6”, en Comentarios al Código penal..., op. cit., p. 796. La referencia a “las anteriores”,
pone de manifiesto que el ámbito literal de posible aplicación de las circunstancias analógicas se
proyecta exclusivamente sobre las circunstancias eximentes incompletas y atenuantes previstas
en el art. 21, sin que pueda proyectarse sobre otras atenuantes diferentes como las previstas en
la Parte Especial o la atenuante de parentesco, si bien respecto a ésta cuestión, la jurisprudencia
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supone que entre el dato, hecho o relación que pretende operar como circunstancia
analógica y alguna de las circunstancias atenuantes previstas en el Código exista
una semejanza de ratio o fundamento.
Pues bien, del mismo modo que hemos visto supra que existen atenuantes por
analogía a las causas de justificación incompletas, debe afirmarse también la posi-
bilidad de apreciar atenuantes por analogía a las causas de semiimputabilidad y a
las causas de exclusión de la culpabilidad incompletas (art. 21.6ª en relación con el
art. 21.1ª), y del mismo modo atenuantes por analogía a las atenuantes ordinarias
de grave adicción y a la de estados pasionales, aunque con distinto fundamento a
aquéllas.
razones político criminales, las atenuantes por analogía a las mismas tienen tam-
bién idéntico fundamento. De manera que por consiguiente, genéricamente puede
afirmarse que las atenuantes por analogía pueden tener un triple fundamento: res-
ponder a un menor grado de injusto, responder a una menor reprochabilidad y bien
responder a razones político-criminales492.
Dada la redacción del art. 21.6ª, y como ya hemos señalado al analizar las
citadas eximentes incompletas, a mi juicio no existe razón alguna, ni legal, ni
dogmática, ni jurisprudencial para excluir la posibilidad de que existan circuns-
Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 196.
491
Vid. MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 640-641; ORTS BE-
492
RENGUER, E.: Atenuante de análoga significación: estudio del art. 9, 10º del Código Penal,
Ed. Universidad de Valencia, Valencia, 1978, op. cit., p. 57-58; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.:
“Art. 21.6”, en Comentarios al Código penal..., op. cit., p. 796.
224
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Supuestos que pueden englobarse en este apartado serían las circunstancias ate-
nuantes analógicas a las eximentes incompletas de anomalía o alteración psíquica,
atenuantes analógicas a la eximente incompleta de intoxicación plena, atenuantes
analógicas a la eximente incompleta de alteraciones en la percepción, atenuantes
analógicas al estado de necesidad como eximente incompleta por ser menor la cul-
pabilidad y atenuantes analógicas al miedo insuperable como causa de semiincul-
pabilidad. Como se ha referido, estas circunstancias atenuantes analógicas pueden
ser apreciadas como ordinarias o como muy cualificadas, según los casos .
Por otra parte, la posibilidad de apreciar las atenuantes analógicas como muy
cualificadas suponen también una elogiosa posibilidad pues en no pocos casos, la
Vid. en este sentido ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: “Art. 21.6”, en Comentarios al Código
493
225
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respuesta atenuatoria que se requiere excede de los limitados efectos de una mera
circunstancia atenuante ordinaria, con lo que la posibilidad de su apreciación como
muy cualificadas permitirá ajustar la pena al juicio de reprochabilidad que corres-
ponda, máxime teniendo en cuenta que cabe la posibilidad de que no sea posible
apreciar una causa de inimputabilidad o inculpabilidad incompleta en el caso de
que se trate.
494
Antes bien la STS de 24 de octubre de 1994 señaló que en términos generales, es muy di-
fícil entender que una circunstancia atenuante de carácter analógico lo pueda ser en el grado de
muy calificada “pues la analogía supone el término comparativo con otra recogida en el mismo
precepto y no en otro distinto, de tal manera que si esta última -la que sirve de comparación-
no puede aplicarse de modo directo, mal puede entenderse la analogía con el carácter de dupli-
cada. Además, cuando la analogía se emplea respecto al art. 9.1 CP, tal postura de exoneración
parcial de la responsabilidad criminal se hace aún más complicada, ya que, per saltum, lo
que se está procurando no es una analogía puramente atenuatoria, sino una analogía con una
eximente completa, fuera de su contexto, cual es la del art. 8.1 CP”, siguiendo en este sentido
anteriores resoluciones que iban en esa misma línea como la STS de 26 de Junio de 1985.
226
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como se venía exigiendo tradicionalmente-, sino que parece ser suficiente para
su apreciación que la misma se refiera a la idea básica que inspira el sistema de
circunstancias atenuantes, es decir, la menor entidad del injusto, el menor reproche
de culpabilidad o la mayor utilidad a los fines de cooperar con la justicia desde una
perspectiva de política criminal. De aceptarse esta posibilidad es evidente que el
campo de operatividad de las atenuantes analógicas se ensanchará enormemente,
como está ocurriendo ya especialmente en relación con las atenuantes analógicas
por razones de oportunidad o por motivaciones político criminales, como veremos
en su momento.
Ahora bien, lo que debe estar claro es que la posibilidad de acudir al expediente
de las atenuantes por analogía nada tiene que ver con la posibilidad de admitir las
atenuantes incompletas495. Las atenuantes por analogía no son una puerta falsa
para dar entrada a las atenuantes incompletas como ha establecido el Tribunal Su-
premo en reiteradas ocasiones y a lo que ya nos hemos referido supra al tratar las
circunstancias atenuantes por analogía a las causas de justificación incompletas. El
Tribunal Supremo ha señalado en diversas resoluciones496 que si bien para apreciar
una atenuante por analogía no es precisa la concurrencia de todos los elementos
de la circunstancia con la que existe relación, ya que lo contrario conduciría al
absurdo y a negar sentido a la misma existencia de las atenuantes por analogía,
no cabe tampoco apreciar atenuantes por analogía en supuestos en los que falten
elementos básicos de las circunstancias atenuantes a las que van referidas, ya que
lo contrario supondría dar entrada a la admisibilidad de las atenuantes incompletas
o a permitir la infracción de las normas497. Lo importante, como ya hemos referido,
es la ratio o fundamento de las circunstancias. Cabe perfectamente apreciar una
circunstancia analógica cuando faltándole algún elemento a la circunstancia a la
que va referida aquella, sin embargo exista entre ambas idéntico fundamento o
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495
Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 202. Pese a esto,
para GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 161, las atenuantes
por analogía son una suerte de atenuantes incompletas.
496
Vid. SSTS de 3 de febrero de 1995 y 18 de octubre de 1999.
497
Exigiendo que concurran en las atenuantes analógicas los elementos básicos de las ate-
nuantes del catálogo, el Tribunal Supremo convierte a las atenuantes por analogía en atenuantes
incompletas. Vid. las críticas al respecto de MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª
ed., op. cit., p. 641; Vid. también las críticas de ORTS BERENGUER, E.: Atenuante de aná-
loga significación..., op. cit.,p. 223 ss.; VAZQUEZ IRUZUBIETA, C.: Nuevo Código penal
comentado (Ley 10/1995, de 23 de noviembre), Ed. Edersa, Madrid, 1996, p. 74; y ZUGALDIA
ESPINAR, J.M.: “Art. 21.6”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999,
p. 793 ss.
498
ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: “Art. 21.6”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Eder-
sa, Madrid, 1999, op. cit., p. 794.
227
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ción con la significación de la atenuante que se invoca, debiendo existir entre ellas
esa ligazón significativa en que consiste la razón de ser de esta atenuante prevista
en el art. 21.6ª499.
499
Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 382; COBO DEL ROSAL-
VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 913; MIR PUIG, S.: De-
recho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 640; ORTS BERENGUER, E.: Atenuante de
análoga significación..., op. cit., p. 223 ss.
500
Vid. al respecto ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op.
cit., p. 908.
501
SSTS de 14 de octubre de 1992 y 15 de septiembre de 1993.
502
Vid. SSTS de 9 de febrero de 1993, 14 de mayo de 1993 y 4 de marzo de 1994. MIR PUIG,
S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 641, propone una interpretación intermedia
de suerte que la analogía debe darse en relación con los efectos de modificación de injusto, de
imputación personal o de conveniencia de pena y también respecto a la específica razón que
constituye el fundamento de la atenuante de que se trate, sin que sea preciso predicar o exigir la
analogía de los elementos. Esta propuesta intermedia es criticada por ZUGALDIA ESPINAR,
J.M.: “Art. 21.6”, en Comentarios al Código penal..., op. cit., p. 795 por innecesaria.
228
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Dicha reforma introdujo un número 3 al referido artículo, que reza del siguiente modo: “3.
503
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B) Circunstancias agravantes:
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504
Vid., en este sentido, las SSTS de 22 de febrero de 1988 y 9 de abril de 1999, entre
otras.
505
Vid. SSTS de 4 de enero de 1999 y 9 de abril de 1999, entre otras.
506
Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 204 ss.; ORTS
BERENGUER, E.: La atenuante de análoga significación..., op. cit., p. 225; ZUGALDIA ES-
PINAR, J.M.: “Art. 21.6” en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p.
795 ss.
507
Sus orígenes más remotos se encuentran en la Lex Cornelia de sicaris en Roma, que ya
contemplaba la agravación específica para la comisión de crímenes de sangre por dinero. El Có-
digo penal español de 1822 no incluía a esta circunstancia como agravante genérica aunque sí
la contemplaba en la tipificación del delito de asesinato. El Código penal de 1848 contemplaba
en el art. 10.3ª como circunstancia agravante de la responsabilidad criminal el cometer el de-
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manifiesto una mayor culpabilidad del sujeto ejecutor por el móvil bajo, abyecto o
fútil que le guió. Su fundamento se encuentra para el ejecutor en que su conducta
resulta más reprochable por el móvil económico o de lucro que le impulsó a cometer
el delito511. Dado su fundamento, si el sujeto ya estaba resuelto a cometerlo, el hecho
de que medie a mayores precio, recompensa o promesa no agravará su conducta512, y
del mismo modo, dado su fundamento, un precio, recompensa o promesa sin entidad
lito mediando precio, recompensa o promesa, al igual que se contemplaba como circunstancia
específica del asesinato. En el Código penal de 1870 se modifica la circunstancia genérica en
el sentido de que se sustituye el término “mediando” por el de “mediante”, manteniéndose la
circunstancia agravante y la específica con ligeros retoques lingüísticos hasta el vigente Código
penal de 1995. Vid. amplias referencias al Derecho histórico en MARTINEZ PEREZ, C.: “La
circunstancia agravante de precio, recompensa o promesa”, en Cuadernos de Política Criminal,
nº 19, Ed. Edersa, Madrid, 1983, pp. 39 ss.
508
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su Vigésima segun-
da edición, precio, del latín pretĭum, significa valor pecuniario en que se estima algo.
509
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su Vigésima segun-
da edición, recompensa es acción y efecto de recompensar, entendiéndose por ello retribuir o
remunerar un servicio.
510
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su Vigésima segun-
da edición, por promesa, del latín promissa, pl. de promissus, debe entenderse expresión de la
voluntad de dar a alguien o hacer por él algo.
511
En este sentido se pronuncia la doctrina mayoritaria. Vid. ALONSO ALAMO, M.: El
sistema..., op. cit., p. 652; ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 390-391;
CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit. p. 159; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 896; CORDOBA RODA-RODRIGUEZ MOURULLO:
Comentarios al Código Penal, I, Ed. Ariel, Barcelona, 1972, p. 558; DE LA MATA BARRAN-
CO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 949;
MARTINEZ PEREZ, C.: “La circunstancia agravante de precio, recompensa o promesa”, en
Cuadernos de Política Criminal, nº 19, Ed. Edersa, Madrid, 1983, pp. 56 ss., quien siguiendo
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Vid. DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II,
Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 945; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op.
cit., p. 101.
514
Vid. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 390; CEREZO MIR, J.:
Curso..., III, op. cit., p. 159; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte
General, 5ª ed., op. cit., p. 896; GIMBERNAT ORDEIG, E.: Introducción a la Parte General
del Derecho Penal Español, Ed. Universidad Complutense, Madrid, 1979,p. 93; MARTINEZ
PEREZ, C.: “La circunstancia agravante de precio, recompensa o promesa”, en Cuadernos de
Política Criminal, nº 19, Ed. Edersa, Madrid, 1983, p. 46; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circuns-
tancias agravantes..., op. cit., p. 100; ORTS BERENGUER-GONZALEZ CUSSAC: Compen-
dio de Derecho Penal. Parte General y Especial, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, p. 318;
QUINTERO OLIVARES, G.: Curso de Derecho Penal. Parte General, Ed. Cedecs, Barcelona,
1996, p. 559; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed.,
op. cit., p. 743. Discrepando de la opinión mayoritaria, y admitiendo una interpretación amplia
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admitiendo otros caracteres diferentes al estrictamente económico MIR PUIG, S.: Derecho
Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 652. Sin aclarar su postura pero exponiendo claramente
los distintos posicionamientos DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios
al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 943 ss.
515
Vid. ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 653; DE LA MATA BARRANCO,
N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 943.
516
MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 101 exige que el
acuerdo sea necesariamente expreso no pudiendo admitirse con carácter tácito.
517
En el mismo sentido para MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op.
cit., p. 101, quien admite que los implicados puedan sentar las bases.
518
Para DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II,
Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 945 el acuerdo ha de ser necesariamente previo al hecho, lo que no
nos parece razonable pues ninguna objeción debe existir a que el mismo pueda ser simultáneo.
519
En el mismo sentido DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al
Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 945.
520
MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 101 incide en que no
es preciso que el acuerdo sea previo, sino que puede ser simultáneo a la comisión del hecho.
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Vid. ampliamente MARTINEZ PEREZ, C.: “La circunstancia agravante de precio, recom-
pensa o promesa”, en Cuadernos de Política Criminal, nº 19, Ed. Edersa, Madrid, 1983, pp. 53 ss.
Prácticamente en los mismos términos MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias agravantes...,
op. cit., p. 101. Aceptando también la posibilidad de que la propuesta inicial parta del mismo
ejecutor DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed.
Edersa, Madrid, 1999, p. 947 y MARTOS NÚÑEZ, J.A.: “La circunstancia de precio, recompensa
o promesa en el sistema penal español”, en Poder Judicial, nº 36, Madrid, 1994, p. 68.
522
En este sentido ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 390-391; CEREZO
MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 159-160; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal.
Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 896; CORDOBA RODA-RODRIGUEZ MOURULLO: Comen-
tarios al Código Penal, I, Ed. Ariel, Barcelona, 1972, p. 560; DE LA MATA BARRANCO, N.:
“Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 953; MARTINEZ
PEREZ, C.: “La circunstancia agravante de precio, recompensa o promesa”, en Cuadernos de
Política Criminal, nº 19, Ed. Edersa, Madrid, 1983, pp. 47 ss.; MARTOS NÚÑEZ, J.A.: “La cir-
cunstancia de precio, recompensa o promesa en el sistema penal español”, en Poder Judicial, nº
36, Madrid, 1994, p. 64; MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 651 lo
admite, sobre todo al haberse sustituido la expresión “cometer el delito” del antiguo art. 10,2ª por
la actual expresión “Ejecutar el hecho” del art. 22.3ª; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias
agravantes..., op. cit., p. 102-103; QUINTANO RIPOLLES, A.: Comentarios al Código penal,
Ed. Revista de Derecho Privado, 2ª ed., Madrid, 1966, p. 209-210; QUINTERO OLIVARES, G.:
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Curso de Derecho Penal. Parte General, Ed. Cedecs, Barcelona, 1996, p. 559; RODRÍGUEZ
DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 743.
523
Vid. MARTINEZ PEREZ, C.: “La circunstancia agravante de precio, recompensa o pro-
mesa”, en Cuadernos de Política Criminal, nº 19, Ed. Edersa, Madrid, 1983, pp. 48, nota (35)
con referencias a CASTEJON, GROIZARD, SÁNCHEZ TEJERÍNA y otros. De esta opinión
CARBONELL MATEU, J.C.: en Comentarios al Código penal de 1995, vol. II, Ed. Tirant lo
blanch, Valencia, 1996, p. 237 y ORTS BERENGUER-GONZALEZ CUSSAC: Compendio de
Derecho Penal. Parte General y Especial, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, p. 318. Para
MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 559 es
dudoso que pueda aplicarse también al que paga. La jurisprudencia mayoritaria y más antigua
ha venido defendiendo su aplicabilidad a ambos, como en las SSTS de 5 de octubre de 1881,
26 de junio de 1884, 20 de junio de 1894, 30 de julio de 1894, 30 de noviembre de 1933, 20
de noviembre de 1947, 25 de febrero de 1977, 7 de julio de 1983, 25 de enero de 1985, 25 de
abril de 1985, 28 de octubre de 1986, 21 de octubre de 1991, 14 de septiembre de 1992, 13 de
noviembre de 1998, que consideran que la agravante de precio es predicable tanto respecto al
sicario, como respecto al que, mediante el precio entregado o prometido, corrompe a tercero y
le induce a ejecutar un hecho delictivo.
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Vid. CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op.cit., p. 159-160.
525
Vid. ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 653; ANTÓN ONECA, J.: Derecho
Penal, 2ª ed., op. cit., p. 391.
526
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 651.
527
DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed.
Edersa, Madrid, 1999, p. 947; MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte Ge-
neral, 4ª ed., op. cit., p. 559.
528
Así se dispuso en la STS de 10 de abril de 2003 al establecerse que un mismo ingrediente
fáctico no se puede tener en cuenta doblemente para la calificación, primero para la inducción
y después para agravar la conducta del sujeto mediante la aplicación de la agravante ordinaria
de precio. El Tribunal Supremo en esta resolución, partiendo de que el precio no es inherente a
la autoría por inducción -pues el influjo psíquico en que ésta se resuelve puede basarse en otras
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circunstancias o elementos como el ascendiente moral que se tenga sobre el autor material, por
ejemplo, sirviendo en estos casos la promesa de una recompensa de refuerzo de lo anterior-
señala que cuando lo que ha movido a los autores materiales es exclusivamente el pago de un
precio por la ejecución del hecho, y el influjo psíquico se obtiene exclusivamente mediante
dicho acicate económico, dicho ingrediente no puede valorarse dos veces para configurar la
inducción y para agravar la conducta. La precedente STS 1813/02, desestimó la apreciación de
la agravante de precio al inductor, exponiendo que si hay inducción porque mediando precio se
creó el dolo en el ejecutor, no cabe apreciar la agravante de precio si ya ha sido tomada en con-
sideración para conformar conceptualmente la inducción, añadiendo “apoyándonos en una rei-
terada Jurisprudencia, la aplicación de la agravante de precio requiere que éste sea el resorte
para la realización del hecho, de lo que resulta que el precio se convierte en instrumento de la
inducción, esto es, el precio se integra en la inducción por lo que no cabe una doble valoración
jurídica, como inductor partícipe, equiparado al autor en su penalidad, y como presupuesto de
la agravación específica”. Esta postura, no obstante, ya fue adoptada por el Tribunal Supremo
en no tan recientes Sentencias como las de 5 de julio de 1954, 20 de junio de 1950, 28 de febrero
de 1.966, 23 de noviembre de 1.970, 21 de septiembre de 1.982,17 de noviembre de 1983 o 5
de noviembre de 1985.
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estaba gestando la que ulteriormente sería Ley Orgánica 10/1995, pone a las claras
que la misma sirvió, políticamente, para aplacar una determinada demanda social
que urgía de prontas medidas531. Finalmente, el Código penal de 1995 contempla
en el art. 22.4ª la circunstancia agravante de: “Cometer el delito por motivos ra-
cistas, antisemitas u otra clase de discriminación referente a la ideología, religión
o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que pertenezca, su sexo u
529
Vid. MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 103; ZUGAL-
DIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 915.
530
Vid. DE LA MATA BARRANCO, N.: “Art. 22.3”, en Comentarios al Código Penal, II,
Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 954 ss.
531
Como señaló la STS de 24 de abril de 2002 esta precipitada introducción respondió a
una preocupación política suscitada a su vez por la alarma social provocada por el incremento
de actos delictivos contra las personas y el patrimonio con trasfondo xenófobo y racista y re-
lacionados con los orígenes étnicos o nacionales o con la ideología, religión o creencias de la
víctima.
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La doctrina ha criticado la redacción del precepto que analizamos poniendo de manifiesto
su carácter farragoso, redundante, semánticamente poco afortunado y excesivamente amplio
que ha configurado un auténtico “aluvión normativo”. Vid. ARROYO DE LAS HERAS, A.:
Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 113 ss.; BERISTAIN IPIÑA, A.: “Art. 22.4”, en
Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 978 y CEREZO MIR, J.: Cur-
so..., III, op. cit., p. 161 la referencia a la raza es redundante tras haberse hecho referencia previa
a los motivos racistas; CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 161, la referencia a motivos
antisemitas es superflua , toda vez que tal motivación estaría ya incluida en la comisión del
delito por motivos racistas o por discriminación por razón de religión o etnia de la víctima;
criticando también la expresa referencia al antisemitismo por innecesaria Vid. BUENO ARUS,
F.: “La discriminación racial y el Código Penal español”, en Eguzkilore, nº 11 extraordinario,
San Sebastián, 1997, p. 196; GOMEZ NAVAJAS J.: “Apología del genocidio y provocación
a la discriminación en el Código Penal de 1995”, en Diario La Ley, Tomo III, Madrid, p.
1843; GONZALEZ CUSSAC, J.L.: “Presente y futuro de las circunstancias modificativas”,
en Circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, (Del Río Fernández, Dtor.),
Cuadernos de Derecho Judicial, núm. VII, Madrid, 1995, p. 40; DIEZ RIPOLLES, J. L.: “Las
circunstancias genéricas modificativas de la responsabilidad criminal en el PCP de 1992”, en
Diario La Ley, tomo II, Madrid, 1993, p. 2; LANDA GOROSTIZA, J.M.: La política criminal
contra la xenofobia y las tendencias expansionistas del Derecho penal, Ed. Comares, Granada,
2001, p. 195; RENART GARCIA, F.: “La agravación del delito por motivos discriminatorios:
análisis del art. 22.4º del Código penal de 1995”, en Diario La Ley, año XXIII, nº 5626, 4 de
octubre de 2002; RUIZ VADILLO, E.: “Art. 22.4.º”, en Código Penal. Doctrina y Jurispru-
dencia (CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C., Dtor), 1.ª ed., Ed. Trivium, Madrid, 1997, p. 856
ss. Algunos autores consideran que la referencia a la raza y a la etnia supone una reiteración al
considerarlos términos equivalentes. Vid. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C.: Contestacio-
nes de Derecho penal al Programa de Judicatura. Parte General, 1.ª ed., Ed. Colex, Madrid,
1996, p. 299; VAZQUEZ IRUZUBIETA, C.: Nuevo Código Penal Comentado (Ley 10/1995,
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de 23 de noviembre), Ed. Edersa., Madrid, 1996, p. 81. Diferenciando, por el contrario, entre
los términos raza y etnia Vid. ARROYO DE LAS HERAS, A.: Las circunstancias agravan-
tes..., op. cit., p. 118; BERISTAIN IPIÑA, A.: “Art. 22.4”, en Comentarios al Código penal, II,
Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 979; BORJA JIMÉNEZ, E.: Violencia y criminalidad racista en
Europa occidental: la respuesta del Derecho penal, Ed. Comares, Granada, 1999, p. 254; CON-
DE-PUMPIDO FERREIRO, C.: Contestaciones de Derecho penal al Programa de Judicatura.
Parte General, 1.ª ed., Ed. Colex, Madrid, 1996, p. 299 ss.; CUERDA ARNAU, M..L.: “Art.
22.4”, en Comentarios al Código Penal de 1995, (VIVES ANTÓN, coord..) vol. I, Ed. Tirant
lo Blanch, Valencia, 1996, p. 243; GOMEZ NAVAJAS, J.: “Apología del genocidio y provoca-
ción a la discriminación en el Código Penal de 1995”, en Diario La Ley, Tomo III, Madrid, p.
1843; LANDA GOROSTIZA, J.M.: La intervención penal frente a la xenofobia: problemática
general con especial referencia al «delito de provocación» del artículo 510 del Código Penal,
Ed. Universidad del País Vasco, Bilbao, 1999, p. 53; PUENTE SEGURA, L.: Circunstancias...,
op. cit., p. 511; RODRIGUEZ RAMOS, L.: “Discriminación punible”, en Comentarios a la
legislación penal, tomo V, vol. 2.º (Cobo del Rosal, Dtor.), Ed. Edersa, Madrid, 1985, p. 637
ss. Otro problema terminológico que se presenta es en relación con la acotación del término
nación. Cabría entender su operatividad en un sentido amplio, entendiendo por nación a los
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grupos que presentan una misma identidad cultural e idiomática diferenciadora o restringir su
acepción al ámbito de la nación como Estado con gobierno, soberanía y personalidad jurídica
internacional. La primera posibilidad extendería enormemente la aplicabilidad de la circunstan-
cia y la segunda la acotaría considerablemente. El Diccionario de la Real Academia Española
de la Lengua permitiría cualquiera de las dos soluciones pues en su vigésima segunda edición
considera nación tanto al conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno
como al conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma
y tienen una tradición común. A mi juicio, en la medida en que estamos hablando de interpretar
el ámbito de aplicación de una circunstancia agravante, parece prudente adoptar una interpre-
tación restrictiva, y no extensiva, del precepto, y por ello acotar la interpretación de nación a
estos efectos agravatorios a la pertenencia a un determinado Estado con gobierno, soberanía y
personalidad jurídica internacional. En el mismo sentido RENART GARCIA, F.: “La agrava-
ción del delito por motivos discriminatorios: análisis del art. 22.4º del Código penal de 1995”,
en Diario La Ley, año XXIII, nº 5626, 4 de octubre de 2002. De otra parte, las genéricas,
imprecisas e inseguras referencias a conceptos tan amplios como la ideología, creencias, sexo,
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orientación sexual, enfermedad y minusvalía han dado lugar a enormes polémicas doctrinales y
a que se haya abogado, de lege ferenda, por la sustitución de muchas de ellas. Vid. ampliamente
al respecto RENART GARCIA, F.: “La agravación del delito por motivos discriminatorios:
análisis del art. 22.4º del Código penal de 1995”, en Diario La Ley, año XXIII, nº 5626, 4 de
octubre de 2002.
533
Ampliación propuesta por RODRÍGUEZ DEVESA-SERRANO GOMEZ: Derecho Pe-
nal Español. Parte General, 18ª ed., Ed. Dykinson, Madrid, 1995, p. 739.
534
La mayoría de la doctrina se inclina por considerar que esta circunstancia denota una
mayor reprochabilidad y por ende una mayor gravedad de la culpabilidad. En este sentido Vid.
BERISTAIN IPIÑA, A.: “Art. 22.4”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid,
1999, p. 972, aunque admite simultáneamente que esta circunstancia implica un aumento del
injusto del hecho; BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones de Derecho
penal, tomo II, Ed. Trotta, Madrid, 1999, pág. 410; CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p.
161; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho penal. Parte General, 5.ª ed., op. cit., p.
897; CUERDA ARNAU, M,L.: “Art. 22.4”, en Comentarios al Código Penal de 1995, (VIVES
ANTÓN, coord..) vol. I, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, pág. 240; GANZENMÜLLER-
ESCUDERO-FRIGOLA: Eximentes, atenuantes y agravantes en el Código Penal de 1995.
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Personas criminalmente responsables, Ed. Bosch, Barcelona, 2000, pág. 231; PUENTE SE-
GURA, L.: Circunstancias eximentes, atenuantes y agravantes de la responsabilidad criminal,
Ed. Colex, Madrid, 1997, pág. 508; RODRIGUEZ MOURULLO-JORGE BARREIRO: Co-
mentarios al Código Penal, 1.ª ed., Ed. Civitas, Madrid, 1997, p. 138. No obstante, en la línea
de considerar que el fundamento de esta causa de agravación se encuentra en razones de mayor
antijuridicidad y no de mayor culpabilidad Vid. MIR PUIG, S.: Derecho penal. Parte General,
5.ª ed., p. 652, para quien revela un mayor contenido del injusto subjetivo del hecho; LAU-
RENZO COPELLO, P.: “La discriminación en el Código Penal de 1995”, en Estudios Penales
y Criminológicos, núm. XIX, Santiago de Compostela, 1996, p. 281 ss., para quien supone un
mayor injusto por representar un mayor desvalor del resultado; LANDA GOROSTIZA, J.M.:
La política criminal contra la xenofobia y las tendencias expansionistas del Derecho penal,
Ed. Comares, Granada, 2001, p. 188 ss.; ARROYO DE LAS HERAS, A.: Las circunstancias
agravantes..., op. cit., p. 112, por representar un mayor desvalor de resultado. Para ZUGAL-
DIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, esta circunstancia no representa
una mayor reprochabilidad sino que agrava por los móviles del autor que pertenecen a su fuero
interno; en el mismo sentido se pronuncian MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Pe-
nal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 559.
535
El TS en Sentencia de 24 de abril de 2002 la entendió claramente aplicable a un supuesto
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en el que, de forma clara e inequívoca, se puso de relieve en el relato de hechos la real existen-
cia de una palpable y evidente motivación ideológica en los sujetos contra otros que resultaron
amenazados y agredidos, de tendencia ideológica opuesta, condenándose así a determinados
sujetos pertenecientes a un grupo de “cabezas rapadas” que habían atacado a un miembro del
Sindicato de Estudiantes de Izquierda que se estaba pegando pasquines.
536
Así en la STS de 13 de marzo de 2003 se llegó a la conclusión de la procedencia de la
agravación con esta argumentación: “La sala de instancia sitúa el uso de la expresión «moro
de mierda», dirigida por la acusada B. G. al luego lesionado, en el inicio del incidente, que se
prolongó de inmediato en la acción de la otra acusada consistente en tirar al suelo las flores
que vendía aquél, que, al tiempo, recibió de la misma una patada en los testículos. Después,
la persecución se llevó a cabo a gritos de «al moro, al moro». Todo, mientras el acosado se
limitaba a adoptar una actitud meramente defensiva. Así las cosas, dado el uso de aquellas
expresiones y la absoluta gratuidad de la agresión, la inferencia consistente en atribuirle como
único fundamento la particularidad racial de la víctima no sólo no puede considerarse arbitra-
ria, sino que está dotada de plena racionalidad”.
537
Así, en la STS de 17 de julio de 2002 se apreció la agravante en un caso en el que no estaba
acreditado si el agredido era o no homosexual realmente, resultando trascendente, a los efectos
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El art. 22.5ª del Código penal contempla como circunstancia agravante genérica
a la denominada tradicionalmente por la doctrina y la jurisprudencia como agra-
de apreciar la agravante, que los sujetos agredieron a la víctima por ese motivo, señalándose:
“los acusados se habían dirigido a una zona que conocían era frecuentada por homosexuales,
a lo que corresponde el comentario hecho por otro de los acusados a los que le acompañaban,
de que el lugar estaba lleno de ellos, que se reafirmó en su postura al añadir, ante pregunta del
luego lesionado, que le daban asco, con todo lo cual se transparenta inequívocamente que la
siguiente agresión se llevó a cabo, frente a persona que se suponía homosexual, y en razón de
la supuesta tendencia sexual del mismo”.
538
Vid. BORJA JIMENEZ, E.: Violencia y criminalidad racista en Europa occidental: la
respuesta del Derecho penal, Ed. Comares, Granada, 1999, p. 327; RENART GARCIA, F.:
“La agravación del delito por motivos discriminatorios: análisis del art. 22.4º del Código penal
de 1995”, en Diario La Ley, año XXIII, nº 5626, 4 de octubre de 2002. De hecho, el denomi-
nado Grupo de Estudios de Política Criminal, en “Alternativas al tratamiento jurídico de la
discriminación y la extranjería”, 1998, p. 33, propuso reformar el art. 22.4.ª y darle la siguiente
redacción: “Cometer un delito contra la vida, la integridad, la libertad, la libertad sexual, la
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Arias, Eibe, Manuel J.. Responsabilidad criminal: circunstancias modificativas y su fundamento en el Código Penal; una visión desde la
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Todo delito supone en sí mismo la causación de un mal, pero lo que esta agra-
vante cualifica punitivamente es la causación consciente y deliberada a la víctima
de males que exceden notablemente de los necesarios para la ejecución del delito,
la causación de un “lujo de males”540, aumentando deliberada541 e inhumanamente
el sufrimiento de la misma542. Se trata de que el agente causa daños por el simple
placer de causarlos, manifestando una maldad brutal y sin finalidad543. Se requiere,
para la operatividad de la circunstancia, que concurra un efectivo aumento del
sufrimiento de la víctima, que ese aumento del sufrimiento haya sido ocasionado
y buscado específica, deliberada e inhumanamente por el agresor y que se causen
a la víctima, como consecuencia de tal actuación, padecimientos innecesarios para
la ejecución del delito544.
tanto que el art. 139.3ª castiga como reo de asesinato al que matare a otro “Con ensañamiento,
aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido”. Como se ve, el art. 139.3ª
no parece exigir la causación de padecimientos innecesarios a la víctima para la ejecución del
delito, sino tan sólo aumentar deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Sin embargo,
frente a esta cuestión ya salió al paso el Tribunal Supremo señalando que no cabe entender que
se trate de dos circunstancias diferentes, sino una misma circunstancia con un mismo conte-
nido esencial. Vid. SSTS de 6 de octubre de 1999 y 13 de marzo de 2000. Vid. a este respecto
BERISTAIN IPIÑA, A.: “Art. 22.5”, en Comentarios al Código penal, II, Ed. Edersa, Madrid,
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Jun. 1991, 17 Jun. 1991, 27 Feb. 1992, 7 Nov. 1992, 16 May. 1994, 30 Jun. 1994, 30 Nov. 1994,
23 Nov. 1995, 26 Ene. 1996, 5 Mar. 1996, 16 Mar. 1996, 27 Abr. 1996, 23 Nov. 1996, 24 Sep.
1997, 23 Mar. 1998, 30 Abr. 1998, 25 Jun. 1998, 29 Jul. 1998, 17 Oct. 1998, 17 Nov. 1998, 5 Mar.
1999, 24 May. 1999, 6 Oct. 1999, 8 Oct. 1999, 4 Feb. 2000, 11 Abr. 2000, 20 Sep. 2000, 24 Oct.
2000, 27 Feb. 2001, 17 Sep. 2001, 11 Oct. 2001, 14 Dic. 2001, 26 Dic. 2001, 2 Ene. 2002, 24 Abr.
2002, 7 May. 2002, 6 Jun. 2002, 9 Sep. 2002, 29 Oct. 2002, 2 Ene. 2003, 25 Mar. 2003, 12 Sep.
2003, 30 Sep. 2003, 30 Oct. 2003, 19 Nov. 2003, 25 Nov. 2003, 22 Dic. 2003, 26 Dic. 2003.
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546
SSTS de 25 de junio de 1988, 24 de septiembre de 1997, 5 de marzo de 1999 o 2 de enero
de 2003.
547
Se mantiene así en esta resolución que: “Así puede ser interpretada la mayor expresi-
vidad de la actual definición --aumento inhumano del sufrimiento de la víctima causándole
padecimientos innecesarios-- frente al objetivismo que predominaba en la definición tradicio-
nal: “aumentar deliberadamente el mal del delito causando otros males innecesarios para su
ejecución”. Pero, con independencia de que la nueva redacción de la circunstancia genérica
de ensañamiento ha significado, fundamentalmente, la incorporación al núm. 5º del art. 22
CP 1995 de los elementos que ya estaban presentes en la redacción de la misma circunstancia
prevista como específica del asesinato en el núm. 5º del art. 406 CP 1973, y con independencia
también de que la definición acogida en este último precepto es exactamente la misma que la
del núm. 3º del art. 139 CP vigente, no debe entenderse que la apuntada subjetivización de la
circunstancia supone necesariamente la exigencia de un componente sádico en el comporta-
miento del culpable”.
548
La STS de 20 de febrero de 1986 fijaba su fundamento en razones de mayor culpabilidad
y mayor antijuridicidad señalando que: “La actuación con ensañamiento pone de relieve la pre-
sencia de un plus de culpabilidad en el agente, que contando en términos de seguridad con la
242
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La causación de los padecimientos innecesarios –el exceso del mal- puede aten-
consecución del fin delictivo o resultado propuesto, adiciona otros males secundarios en rela-
ción con el que prima en su animus e innecesarios para la realización de aquél, que aumentan-
do cruel y directamente el dolor del ofendido, son queridos -y en ello se complace- por el agente
de forma deliberada(...)La circunstancia agravante de ensañamiento, tipificada en el art. 10.5
CP, de marcado carácter subjetivo e indudable inspiración moral, atiende supuestos en los que
se hace patente la superfluidad de determinados males inferidos a la víctima en relación con el
propósito cardinal que inspira y preside la realización de una infracción delictiva, trasluciendo
una mayor perversidad del delincuente, una acentuación de la voluntariedad dolosa ínsita a
la actividad criminal, una intensificación del riesgo o mayor causación de daño al ofendido,
así como una alarma social de más relieve, traducida en una más acendrada repulsa, ante la
exuberancia de males infligidos en inexplicable y depravado aditamento; incremento, en suma,
de antijuridicidad que naturalmente ha de exigir su traducción en la esfera punitiva”.
549
No basta a estos efectos un dolo eventual. Vid. BERISTAIN IPIÑA, A.: “Art. 22.5”, en
Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 1008.
550
Vid. BERISTAIN IPIÑA, A.: “Art. 22.5”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Eder-
sa, Madrid, 1999, p. 1007-1008; CARBONELL MATEU-GONZALEZ CUSSAC: Comenta-
rios al Código Penal de 1995, (Coord.. VIVES ANTÓN), II, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia,
1996, p. 733; CUERDA ARNAU, M.L.: “Art. 22.5”, en Comentarios al Código Penal de
1995, (VIVES ANTÓN, coord..) vol. I, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p. 247; GOYENA
HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 128; ORTS BERENGUER-GONZA-
LEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte General y Parte Especial, op. cit., p. 319;
QUINTERO OLIVARES, G.: Curso de Derecho Penal. Parte General, Ed. Cedecs, Barcelona,
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1996, p. 561; RUIZ VADILLO, E.: “Art. 22.5.º”, en Código Penal. Doctrina y Jurisprudencia
(CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C., Dtor), 1.ª ed., Ed. Trivium, Madrid, 1997, p. 861.
551
CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 162-163 destaca especialmente, junto con el
mayor grado de culpabilidad, el mayor desvalor de acción. Vid. también, en este sentido GO-
YENA HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 127.
552
Para RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed.,
op.cit., p. 738-739 se trata de una agravante que representa una mayor antijuridicidad por im-
plicar un mayor desvalor del resultado.
553
Apoyan la consideración de que esta circunstancia denota una mayor culpabilidad ALON-
SO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 6578 ss. considerándola una característica del áni-
mo o de la actitud espiritual; CARBONELL MATEU-GONZALEZ CUSSAC: Comentarios al
Código Penal de 1995, I, Ed. Tirant lo blanch, Valencia, 1996, p.796-8797. Consideran que el
fundamento de esta circunstancia está en un mayor injusto GRACIA MARTÍN, L.: Comenta-
rios al Código Penal. Parte Especial, I, Ed. Tirant lo blanch, Valencia, 1997, p. 111-112; MIR
PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 649-650; QUINTERO OLIVARES,
G.: Curso de Derecho Penal. Parte General, Ed. Cedecs, Barcelona, 1996, p. 560, para quien
supone un aumento del injusto por la brutalidad cruel que representa la circunstancia que atenta
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tar contra un bien jurídico diferente del atacado por el delito que se ejecuta554, lo
que exigirá delimitar los supuestos en los que tal exceso de mal integrará la agra-
vante de ensañamiento de aquellos supuestos en que la debida respuesta punitiva
haya de dispensarse a través del concurso de delitos. A estos efectos, parece que el
razonamiento más lógico es el relativo a cuál fue el ánimo del sujeto: si el sujeto
perseguía con el exceso aumentar deliberada e inhumanamente el sufrimiento de
la víctima, causando a ésta padecimientos innecesarios para la ejecución del delito
habrá de aplicarse la circunstancia agravante de ensañamiento, pero si el sujeto
ejecutó dicho mal con ánimo específico de cometer ese delito, deberá apreciarse
un concurso de delitos y no la agravante de ensañamiento.
En principio, si el sujeto con la causación del exceso objetivo del mal lo que
persigue es el aseguramiento del delito y no la causación de un aumento inhuma-
no del sufrimiento de la víctima, no habrá lugar para la agravación557, del mismo
modo que no lo habrá si el exceso de mal se ocasiona por una reacción de ira y no
con el indicado propósito reflexivo o sobre un cadáver558. En este sentido, uno de
los principales problemas que habitualmente surgen en el análisis de la eventual
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hacer sufrir, hasta tal punto que, por algún comentarista, se exige un desdoblamiento psíquico
del querer: voluntad de matar y voluntad de hacer sufrir.”. Vid. ANTÓN ONECA, J.: Dere-
cho Penal, 2ª ed., op. cit., p. 394-395; GIMBERNAT ORDEIG, E.: Introducción a la Parte
General del Derecho Penal Español, Ed. Universidad Complutense, Madrid, 1979, p.95-96;
ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 917.
559
Vid. en este sentido la STS de 22 de diciembre de 2003.
560
En el caso de que la sentencia firme devenga cuando el sujeto está ejecutando un delito
permanente es apreciable la circunstancia de reincidencia. Vid. GOYENA HUERTA, J.: Las
circunstancias agravantes..., op. cit., p. 170, conforme a la jurisprudencia del Tribunal Supre-
mo allí citada.
561
En la propuesta de Anteproyecto de Código penal de 1983 se suprimía la reincidencia.
En la reforma del Código penal de ese año 1983 se refundieron en la agravante de reincidencia
la reiteración y la multirreincidencia, que desapareció. En el Anteproyecto de Código Penal de
1992 no aparecía en el catálogo de circunstancias agravantes. Sin embargo, el Consejo General
de Poder Judicial consideraba en su informe la necesidad de su inclusión, por lo que fue recu-
perada de nuevo.
562
Las sentencias dictadas por Tribunales extranjeros tan sólo podrán ser apreciadas a éstos
245
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un delito anterior –no por una falta563-, pero no por cualquier delito, sino por un
delito que se encuentre comprendido en el mismo título del Código penal y que sea
de la misma naturaleza que el delito que se juzgue564, y ello independientemente de
la respectiva gravedad y naturaleza de las penas565. El Código penal incorpora así
una circunstancia agravante de reincidencia en la que se combinan criterios forma-
les y materiales en su descripción y al mismo tiempo configura una circunstancia
agravante específica566 e impropia: específica, por cuanto sólo opera en la medida
efectos en los casos específicamente previstos por la ley; respecto a las sentencias dictadas por
Tribunales Militares, tan sólo cabe su apreciación y cómputo a efectos de reincidencia cuando
sancionen por delitos comunes del Código penal. Vid. GOYENA HUERTA, J.: Las circunstan-
cias agravantes..., op. cit., p. 171-172.
563
Vid. GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 169; ORTS
BERENGUER-GONZALEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte General y Parte
Especial, op. cit., p. 321.
564
En relación con la identidad de la naturaleza la Disp. trans. 7.ª del Código penal establece
que: “A efectos de la apreciación de la agravante de reincidencia, se entenderán comprendidos
en el mismo Título de este Código, aquellos delitos previstos en el Cuerpo legal que se deroga
y que tengan análoga denominación y ataquen del mismo modo a idéntico bien jurídico”. La
exigencia de que ambos delitos posean la misma naturaleza impone que entre ambos exista
identidad del bien jurídico lesionado o puesto en peligro, y similar desvalor de la acción, de
manera que no operará cuando un delito sea doloso y otro imprudente. Vid. CEREZO MIR,
J.: Curso..., III, op. cit., p. 165 y GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes...,
op. cit., p. 173 ss., especialmente p. 176; en sentido contrario COBO DEL ROSAL-VIVES
ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 903 admitiendo que cabe apreciar la
reincidencia entre delito doloso y culposo si ésta última forma está prevista para el delito, ad-
mitiendo la operatividad de la reincidencia en relación con las formas imperfectas de ejecución
y los delitos consumados. En sentido contrario MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General,
5ª ed., op. cit., p. 656 para quien no cabe apreciar la reincidencia entre delitos consumados y
formas imperfectas de ejecución ni autoría y participación en los delitos, al estar regulados en
títulos diferentes, lo que es criticado, a su vez por GOYENA HUERTA, J.: Las circunstancias
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567
ORTS BERENGUER-GONZALEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte Ge-
neral y Parte Especial, op. cit., p. 321.
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568
Vid. al respecto GONZÁLEZ-CUELLAR GARCÍA, A.: Comentarios a la legislación
penal, T. II, Ed. Edersa, Madrid, 1983, pp. 23 ss.; SERRANO GOMEZ, A.: “La reincidencia en
el Código penal”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias penales, Madrid, 1976, pp. 71-72.
569
Vid. ASUA BATARRITA, A.: La reincidencia, Universidad de Deusto, Bilbao, 1982, p.
460; CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 167.
570
En este sentido ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 673, aunque admitiendo
que también supone una respuesta a la mayor peligrosidad del sujeto; CEREZO MIR, J.: Cur-
so..., III, op. cit., p. 167 ss.; MARTINEZ DE ZAMORA, A.: La reincidencia, Universidad de
Murcia, 1971, p. 162-163; RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte Ge-
neral, 9ª ed., op. cit., p. 744 ss. exponiendo además las diferentes posturas de la doctrina sobre
el fundamento de esta circunstancia agravante; ROMEO CASABONA, C.M.: “El anteproyecto
de Código Penal de 1992”, en Presupuestos para la reforma penal, Centro de Estudios Crimi-
nológicos, Universidad de La Laguna, 1992. p. 19; SERRANO GOMEZ, A.: “La reincidencia
en el Código penal”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias penales, 1976, p. 75, para quien
tiene su fundamento en la mayor culpabilidad. ANTÓN ONECA, J.: Derecho Penal, 2ª ed., op.
cit., p. 414-415 se limita a exponer las diversas líneas de fundamentación expuestas por la doc-
trina sin manifestarse al respecto, aunque parece fundamentarla en que representa una mayor
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tivistas de esta circunstancia agravante supondría tener que admitir que meras
consideraciones político-criminales podrían servir para agravar la responsabilidad
al margen de la culpabilidad del sujeto por el hecho, lo que, como se dice, no pue-
do compartir. Por ello, el pretender fundamentar esta circunstancia en razones de
mera prevención especial o general o en la peligrosidad del sujeto571, no pueden ser
admitidas, aunque tampoco me parece acertada la consideración de que su funda-
mento pueda encontrarse en que implique una mayor gravedad de lo injusto ya que
el hecho de que el sujeto haya sido condenado anteriormente en sentencia firme
por un delito comprendido en el mismo título, y aunque sea de la misma naturaleza
que el nuevo delito, en nada afecta al desvalor de la acción y del resultado de la
nueva infracción criminal.
culpabilidad al considerarla una circunstancia subjetiva por la condición del culpable, Vid. p.
385; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p.
900 rechazan que su fundamento pueda estar en una mayor culpabilidad o en un mayor injusto,
admitiendo que puede residir en una mayor peligrosidad; para JAEN VALLEJO, M.: “Reinci-
dencia y derecho penal de culpabilidad” en Política Criminal y Reforma Penal. Homenaje a
la memoria del Prof. Dr. D. Juan del Rosal, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1993, p.
719, 721,722 su fundamento se encuentra en razones de prevención especial; MIR PUIG, S.:
Derecho penal. Parte General, 5ª ed., op.cit., p. 653 ss. afirma que su fundamento es cuestio-
nable, aunque observa en estos supuestos un mayor contenido de injusto; MUÑOZ CONDE-
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GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 560, ve difícil fundamentar
esta circunstancia en la mayor culpabilidad del sujeto y por ello propone como fundamento la
recalcitrante actitud del sujeto en la desobediencia de las normas penales; para RODRÍGUEZ
MOURULLO, G.: Comentarios al Código Penal, I, Ed. Ariel, Barcelona, 1972, op. cit., p. 741
ss. la circunstancia de reincidencia carece de fundamentación, no admitiendo el que pueda fun-
damentarse ni en un mayor injusto, ni en una mayor culpabilidad ni en una mayor peligrosidad.
ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 920 señala que
se han afirmado hasta ocho fundamentos diferentes para esta circunstancia como insuficiencia
de las penas impuestas, mayor peligrosidad del reo, mayor culpabilidad, por la pluralidad de
delitos, mayor perversidad o hábito a delinquir, mayor alarma social, la combinación de varias
causas, o incluso que no tiene fundamento, defendiendo ZUGALDIA como fundamento de esta
circunstancia la posible iniciación al hábito de cometer delitos semejantes o la posible espe-
cialización del delincuente a la comisión de delitos de la misma naturaleza, aunque concluye
señalando que tal fundamento es insuficiente para consagrar una circunstancia agravante, como
acontece en nuestro Derecho.
571
Que únicamente podría justificar la imposición de medidas de seguridad pero no de pe-
nas.
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pena anterior haya sido cumplida o haya quedado en suspenso, suele presentar, de
ordinario, una actitud de hostilidad y rebeldía frente al Derecho, al mismo tiempo
que subjetivamente presenta, de ordinario, una mayor capacidad de autodetermi-
nación, y ello por cuanto conoce sobradamente la antijuridicidad de su conducta,
la punibilidad y las consecuencias procesales y materiales de la reacción penal del
Estado frente al delito, por lo que el sujeto estaba en mejores condiciones de auto-
determinarse conforme a la norma y le era más exigible la obediencia al Derecho.
Pero también cabe la posibilidad de que en determinados supuestos de reinciden-
cia el sujeto no ponga de manifiesto una mayor gravedad de la culpabilidad, pues
el mismo, pese a la nueva comisión de un delito de la misma naturaleza que otros
anteriores efectivamente ejecutoriados, sin embargo no presente, por diversos
motivos, una mayor capacidad de autodeterminación ni una actitud de rebeldía u
hostilidad hacia el Derecho.
Precisamente por ello, es decir, por cuanto puede suceder que a pesar de que en
el momento de la comisión del delito y pese a que el sujeto al delinquir haya sido
condenado ejecutoriamente por un delito de la misma naturaleza comprendido en
el mismo título del Código, puede no existir una mayor gravedad de la culpabili-
dad, la circunstancia agravante que analizamos debe ser aplicada conforme a su
fundamento, imponiéndose una interpretación teleológica de la misma a fin de
evitar su aplicación por la mera concurrencia formal del presupuesto contemplado
en la letra del precepto sin que de manera efectiva concurra una mayor gravedad
de la culpabilidad en el sujeto572.
572
Proponen de lege ferenda la apreciación facultativa de la circunstancia agravante de rein-
cidencia ASUA BATARRITA, A.: La reincidencia, op. cit., p. 460-461; CEREZO MIR, J.: Cur-
so..., III, op. cit., p. 169; DIEZ RIPOLLES, J.L.: “Las circunstancias genéricas modificativas
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op. cit., p. 194 ss., 380 propone su supresión por cuanto su fundamento, a su juicio, estaría en
la posibilidad de que el sujeto iniciara el hábito de cometer delitos similares; MIR PUIG, S.:
Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 653-654, considera que implica una mayor
gravedad de lo injusto al infringir el sujeto dos normas: la que prohíbe la comisión del delito de
que se trate y la de volver a cometer un delito, lo que pondría de manifiesto una especial rebel-
día ante el Derecho, aunque al mismo tiempo implicaría una menor gravedad de la culpabilidad
pues sería obvio que el sujeto presentaría una menor capacidad inhibitoria frente al delito. No
obstante, para MIR PUIG, el aumento de injusto que pone de manifiesto esta circunstancia no
justifica su consagración como circunstancia agravante, proponiendo su sustitución por medi-
das de seguridad. Vid. también al respecto MIR PUIG, S.: La reincidencia en el Código Penal,
Ed. Bosch, Barcelona, 1974, pp. 527 ss.; MUÑOZ CONDE-GARCÍA ARÁN: Derecho Penal.
Parte General, 4ª ed., op. cit., p. 560; PRATS CANUT, J.: Comentarios al Nuevo Código
Penal, (Dtor. Quintero Olivares), Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996, p. 256; QUINTERO OLIVA-
RES, G.: Introducción al derecho penal, Ed. Barcanova, Barcelona, 1981, p. 278; QUINTERO
OLIVARES, G.: Manual de Derecho Penal. Parte General, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1999, p.
733; RODRÍGUEZ MOURULLO, G.: Comentarios al Código penal, tomo I, Ed. Ariel, Bar-
celona, 1972, p. 744; SERRANO BUTRAGUEÑO, I.: Código Penal. Comentarios y Jurispru-
dencia, T.I, Ed. Comares, Granada, 2002, p.494; SERRANO MAÍLLO, A.: Compensación de
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal e individualización de la pena, Ed.
Dikynson, Madrid, 1995, p. 80; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Comentarios al Código Penal,
II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 1077.
573
Vid. BELESTA SEGURA, L.: “La reincidencia en la doctrina española actual” en Actua-
lidad Penal nº 26, junio de 2001; CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 169 ss.; GOYENA
HUERTA, J.: Las circunstancias agravantes..., op. cit., p. 197 ss.; ORTS BERENGUER-GON-
ZALEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte General y Parte Especial, op. cit., p.
320; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: “Sobre la inconstitucionalidad de la agravante de reinciden-
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cia”, en Poder Judicial, 2ª época, nº 13, marzo 1989, pp. 85 ss.; el mismo en “El principio de
culpabilidad en la reciente Jurisprudencia del Tribunal Supremo”, en Estudios de Jurispruden-
cia, Año I, 3, noviembre-diciembre 1992, pp. 67 ss.; el mismo en “Art. 22.8”, en Comentarios
al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, pp. 1080 ss. El Tribunal Constitucional no se
planteó el problema de la constitucionalidad de la circunstancia agravante de reincidencia hasta
el año 1991, con ocasión de resolver una cuestión de inconstitucionalidad planteada por un Juz-
gado de la población de Daroca (Aragón), y ello pese a que no pocas opiniones de la doctrina
cuestionaban dicha circunstancia desde el prisma de la legalidad constitucional. ZUGALDIA
ESPINAR se mostraba sorprendido en 1989 de que todavía no existiera pronunciamiento alguno
del TC sobre dicha cuestión. Vid. ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: “Sobre la inconstitucionalidad
de la agravante de reincidencia”, en Poder judicial, 1989, T. I nº 13, p.85. Entre los autores que
ponían en cuestión la constitucionalidad de esta circunstancia, esgrimiendo argumentos como
que implicaba infracción del principio de proporcionalidad, infracción del principio de non bis
in idem, infracción del principio de culpabilidad, infracción de los fines de la pena (prevención
general y especial), e infracción de la presunción de inocencia estaban BUSTOS RAMÍREZ,
GARZÓN REAL-MANJÓN CABEZA o ZUGALDIA ESPINAR. Vid. BUSTOS RAMÍREZ,
J.: Manual de Derecho Penal. Parte General, Ed. Ariel, Barcelona, 1989, p. 376; GARZÓN
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indulto, expediente de refundición, etc., de manera que una resolución que esti-
me la concurrencia de la agravante de reincidencia sin que consten en la causa
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Un tema ciertamente interesante en esta materia es el relativo a la posibilidad de apreciar
la circunstancia atenuante de parentesco en relación con los delitos contra la salud pública.
Arriba ya hemos tratado someramente la cuestión, añadir si acaso que, como hemos dicho, ésta
circunstancia agrava o atenúa la responsabilidad en atención a la naturaleza, motivos o efectos
del delito. Así, en líneas generales, la jurisprudencia, en sentencias del Tribunal Supremo de
24 de enero de 1954, 18 de junio de 1955, 15 de septiembre de 1986, 24 de mayo de 1989, 8
de febrero de 1990, 13 de octubre de 1993, 15 de junio de 1994, 12 de julio de 1994 y 4 de
febrero de 1995 ha venido considerando el parentesco como agravante en los delitos contra la
integridad física y contra la libertad sexual, y como atenuante en los delitos contra el patrimo-
nio, pero ha entendido que en cada caso había de valorarse si la circunstancia de parentesco
determina un mayor o menor reproche social o es irrelevante. Por lo que se refiere a los delitos
contra la salud pública, la han estimado inaplicable la Sentencia de 6 de julio de 1992 y el Auto
de 29 de noviembre de 1995, por no existir agraviado en tal tipo de delitos –que atenta contra la
colectividad- y no poder apreciarse por tanto relación de parentesco o de otra naturaleza con el
agraviado, aunque las Sentencias de 20 de abril de 1993, 137/1997 de 11 de junio, 1032/1997
de 14 de julio, 401/2002 de 15 de abril y 21 de octubre de 2002 apreciaron la circunstancia de
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parentesco o convivencia como atenuante, en el caso de suministro de droga por alguno de los
familiares previstos en el art. 23, o por el cónyuge o pareja de hecho, y ello por cuanto el delito
contra la salud pública merecía menor reproche social por la relación de afectividad análoga
a la de matrimonio entre la donante y el donatario, por mover a la primera una motivación
altruista o humanitaria –aunque mal entendida– de satisfacer el deseo de consumo de droga de
su allegado, y por haberse arriesgado por ello la donante a ser detenida y sometida a proceso,
admitiéndose incluso su aplicabilidad como muy cualificada.
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583
La circunstancia atenuatoria de reparación o confesión hunde sus raíces en las más anti-
guas civilizaciones prerromanas por lo que no debe extrañar la presencia de retazos significati-
vos de esta causa de atenuación en la tradición hebrea, el Derecho romano, el Derecho canónico
histórico o en la praxis de la Inquisición española. El Código penal de 1822, en su art. 107
–entre otros preceptos, como el 129, 144 o 145-, contempló como circunstancias atenuantes
dos manifestaciones del comportamiento postdelictivo: “Del mismo modo y para el propio fin
se tendrán por circunstancias que disminuyen el grado del delito, además de las que la Ley
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declare en los casos respectivos, las siguientes: (...) Quinta: el arrepentimiento manifestado
con sinceridad inmediatamente después de cometido el delito, procurando voluntariamente su
autor impedir o remediar el daño causado por él, o socorrer o desagraviar al ofendido. Sexta:
el presentarse voluntariamente a las autoridades después de cometido el delito, o confesarlo
con sinceridad en el juicio, no estando convencido el reo por otras pruebas”; sin embargo, los
posteriores Códigos Penales de 1848, 1850 y 1870 no contemplaron la atenuante de arrepenti-
miento postdelictivo; el Código Penal de 1932 sí contemplaba, en el art. 64 las atenuantes de
reparación del daño al ofendido y la de confesión de la infracción a las autoridades. El posterior
Código de 1932, en su art. 9.8 introdujo como atenuante de arrepentimiento espontáneo, el ha-
ber procedido: “por impulsos de arrepentimiento espontáneo, a reparar o disminuir los efectos
del delito, a dar satisfacción al ofendido o a confesar a las autoridades la infracción, antes
de conocer el culpable la apertura del procedimiento judicial”; el Código Penal de 1944 en
su art. 9.9 consideró como atenuante: “La de haber procedido el culpable antes de conocer la
apertura del procedimiento judicial, y por impulsos de arrepentimiento espontáneo, a reparar
o disminuir los efectos del delito, a dar satisfacción al ofendido o a confesar a las autoridades
la infracción”. Vid. ampliamente CUERVO PITA, M.: “Arrepentimiento”, en Nueva Enciclo-
pedia Jurídica Seix, t. III, Barcelona, 1978, p. 1 ss.; DE VICENTE REMESAL, J.: El compor-
tamiento postdelictivo, Ed. Universidad de León, León, 1985, p. 122 ss.; QUINTANAR DIEZ,
M.: “Art. 21.4”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 730 ss.;
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RODRÍGUEZ DEVESA, J.M.: Derecho Penal Español. Parte General, 9ª ed., op. cit., p. 716.
584
DE VICENTE REMESAL, J.: El comportamiento postdelictivo, Ed. Universidad de
León, León, 1985, p. 37ss., expone que el comportamiento posterior al delito, el comportamien-
to postdelictivo, puede ser positivo, neutro o negativo. Dentro del comportamiento posterior
positivo está el encauzado a favorecer a la Administración de Justicia o a la reparación a la víc-
tima, lo que es valorado positivamente por el Derecho, en el caso que analizamos, a través de la
configuración de las circunstancias atenuantes del art. 21.4ª y 21.5ª. Para GARCIA PEREZ, O.:
La punibilidad en el Derecho Penal, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1997, p. 184 ss. y 204 ss., esta
circunstancia atenuante y la de reparación del daño ocasionado a la víctima son circunstancias
del delito encuadradas en la punibilidad; en contra DE VICENTE REMESAL, J.: El comporta-
miento postdelictivo, Ed. Universidad de León, León, 1985, p.337 ss..
585
Para BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 171 y para CE-
REZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 152, para la operatividad de la confesión el delito debe
estar ya consumado, aunque en mi opinión no tiene porqué ser así necesariamente, ya que no
puede objetarse la admisibilidad de esta circunstancia de atenuación, conforme a su fundamen-
to, cuando la cooperación con la Administración de Justicia que revela la confesión tiene lugar
en relación con infracciones que han sido ejecutadas de manera imperfecta.
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tarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 751; RODRÍGUEZ MOURULLO,
G.: Comentarios al Código Penal, (RODRÍGUEZ MOURULLO-JORGE BARREIRO) Ed.
Civitas, Madrid, 1997, p. 116. Ahora bien, en relación con el carácter verdadero de la narración
del sujeto, es preciso advertir que ha de tratarse no de la verdad objetiva, sino de la subjetiva, es
decir, de la que disponga el sujeto según su convicción, pese a que dicha convicción lealmente
manifestada difiera de la verdad material u objetiva. Vid. BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circuns-
tancias atenuantes ..., op. cit., p. 167-168.
593
Respecto a qué debe entenderse por procedimiento judicial a estos efectos, la polémica
suscitada en relación a si hay que entender por tal ya la actuación policial manifestada en atesta-
dos o bien debe entenderse la actuación estrictamente jurisdiccional del Juzgado de Instrucción,
a mi juicio en la medida en que estamos hablando de acotar el ámbito de aplicación de una cir-
cunstancia atenuante, y la interpretación que afrontamos afecta a un elemento restrictivo de la
circunstancia, debe interpretarse por procedimiento judicial el que en sentido técnico-procesal
corresponde, y en este sentido, un atestado policial no es, en sentido estricto, un procedimiento
judicial, por lo que si el sujeto conocía de la existencia de unas diligencias policiales que le
afectaban en relación con el hecho punible y procede a confesar la infracción antes de que
conozca que el procedimiento judicial se dirige contra él debería verse beneficiado por la cir-
cunstancia atenuante. Sostener lo contrario, es decir, afirmar que el conocimiento de que existe
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juicio de reproche cuando la confesión tiene lugar una vez terminada la infracción. En la nueva
configuración del precepto destaca la eliminación del anterior elemento interno o subjetivo de
sentimiento o pesar por el mal causado, que manifestaba o expresaba un contenido moralizante
y religioso contemplado por la propia utilización de la expresión de “arrepentimiento”. No obs-
tante, con anterioridad incluso a la modificación del precepto por la nueva redacción legal, la
jurisprudencia y la doctrina ya habían proclamado y venían defendiendo una visión objetivada
del mismo (Vid. SSTS de 5 de julio de 1994 y de 7 de mayo de 1995), y ello ya que no parecía
oportuno dar cabida a estos efectos a las actitudes internas como el sentimiento de pesar, cuan-
do lo verdaderamente determinante e importante era el elemento objetivo y externo del interés
por de restaurar el ordenamiento jurídico perturbado.
596
Vid. MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 128, para quien la
confesión por medio de terceros sólo resultará admisible cuando tenga lugar por encomienda o
iniciativa del culpable y éste no pueda llevarla a cabo directamente; Vid. QUINTANAR DIEZ,
M.: “Art. 21.4”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 752 quien
parte de que la confesión ha de realizarse personalmente y tan sólo cabe excepcionalmente su
realización a través de terceros. Aunque la circunstancia no podría apreciarse si a pesar de tener
lugar la confesión materialmente por escrito o a través de terceras personas el sujeto emprende
la huida. Vid. CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 154; ORTS BERENGUER-GONZA-
263
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LEZ CUSSAC: Compendio de Derecho Penal. Parte General y Parte Especial, op. cit., p. 314-
315; ORTS BERENGUER, E.: Comentarios al Código Penal de 1995, Ed. Tirant lo Blanch,
Valencia, 1996, p. 209 exige para la apreciación de la circunstancia que el sujeto se ponga a
disposición de la autoridad; en contra MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op.
cit., p. 639 aludiendo a que dicha exigencia no encuentra apoyo en la ley.
597
Por autoridades han de entenderse los Jueces de Instrucción, los miembros del Ministerio
Fiscal, la Policía y demás Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sin que sea preciso, de
otra parte, que estén en el ejercicio de sus funciones en el momento de recibir la confesión. Vid.
MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 639; MUÑOZ CUESTA, J.:
Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 131.
598
En este sentido CALDERON SUSIN, E.: Arrepentimiento espontáneo (Estudio del artículo
9.9ª del Código Penal), Ed. Edersa, Madrid, 1990, p. 230-231; CEREZO MIR, J.: Curso..., III,
op. cit., p. 153; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 129; ORTS
BERENGUER, E.: Comentarios al Código Penal de 1995, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1996,
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p. 209; QUINTANAR DIEZ, M.: “Art. 21.4”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa,
Madrid, 1999, p. 752. Para RODRÍGUEZ MOURULLO, G.: Comentarios al Código Penal, (RO-
DRÍGUEZ MOURULLO-JORGE BARREIRO), Ed. Civitas, Madrid, 1997, p. 116, la confesión
de la infracción, para que sea operativa, no puede limitarse a la participación que el sujeto tuvo en
la misma, sino que debe extenderse a confesar la participación de los restantes intervinientes.
599
Desde el punto de vista sustantivo, y conforme a la jurisprudencia del Tribunal Supremo,
la declaración judicial de muy cualificada de una circunstancia atenuante exige una valoración
anclada en el caso concreto, justificándose tal declaración en atención a que alcance una inten-
sidad superior a la normal de la respectiva circunstancia, teniendo en cuenta las condiciones del
culpable, antecedentes del hecho y cuantos elementos o datos puedan detectarse y ser relevado-
res del merecimiento y punición de la conducta del inculpado. Vid. SSTS 471/98, 30 de mayo
de 1999, 647/2000 de 17 Abril o 22 de julio de 2003.
600
Vid. ampliamente en este sentido BERISTAIN IPIÑA-GIMENEZ PERICAS: “Art. 21.5”,
en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 464 ss.; BORJA JIMÉNEZ,
E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 183-184; SILVA SÁNCHEZ, J.M.: “Sobre la re-
levancia jurídico-penal de la realización de actos de reparación”, en Revista del Poder Judicial,
3ª época, nº 45, Ed. CGPJ, Madrid, 1997, p. 183 ss..
264
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601
Destacan este aspecto CALDERON SUSIN, E.: Arrepentimiento espontáneo (Estudio del
art. 9.9ª del Código Penal), op. cit., p. 260-261; DE VICENTE REMESAL, J.: El comporta-
miento postdelictivo, Ed. Universidad de León, 1985, p. 369 ss.
602
Destacan este aspecto BAEZA AVALLONE, V.: “El arrepentimiento espontáneo”, en
Cuadernos de Política Criminal, nº 9, Madrid, 1979, p. 3 ss.; CALDERON SUSIN, E.: Arre-
pentimiento espontáneo (Estudio del art. 9.9ª del Código Penal), op. cit., p. 261; DE VICENTE
REMESAL, J.: El comportamiento postdelictivo, Ed. Universidad de León, 1985, p. 377 SS.;
LUZÓN PEÑA, D-M.: Medición de la pena y sustitutivos penales, Ed. Universidad Complu-
tense de Madrid, 1979, p. 109, 114 ss.
603
La práctica totalidad de la doctrina encuentra su fundamento en razones político-crimi-
nales. Vid. BERISTAIN IPIÑA-GIMENEZ PERICÁS: “Art. 21.5”, en Comentarios al Código
Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 771 ss.; BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias ate-
nuantes..., op. cit., p. 182 ss.; BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones
de Derecho Penal, II, op. cit., p. 401; CALDERON SUSIN, E.: “Arrepentimiento espontáneo”,
op. cit., p. 240, 259 ss.; CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 155; COBO DEL ROSAL-
VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 912; MIR PUIG, S.: Dere-
cho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p. 638; MOZOTA FATAS, M.L.: “La atenuante de
arrepentimiento activo: art. 9.9 del Código Penal”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias
Penales, Madrid, 1989, p. 149; MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN: Derecho Penal. Parte
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General, 4ª ed., op. cit., p. 555; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op.
cit., p. 137 ss.; ORTS BERENGUER, E.: Comentarios al Código Penal de 1995, Ed. Tirant lo
Blanch, Valencia, 1996, p. 207; ORTS BERENGUER-GONZALEZ CUSSAC: Compendio de
Derecho Penal. Parte General y Parte Especial, op. cit., p. 315; QUINTANAR DIEZ, M.: “Art.
21.5”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 758; RODRÍGUEZ
MOURULLO, G.: Comentarios al Código Penal, (RODRÍGUEZ MOURULLO-JORGE BA-
RREIRO), Ed. Civitas, Madrid, 1997, p. 117; TAMARIT SUMALLA, J.M.: La reparación de
la víctima en el Derecho penal (estudio y crítica de las nuevas tendencias político-criminales),
Ed. Fundaciò Jaume Callís, Barcelona, 1994, p. 62; ZUGALDIA ESPINAR, J.M.: Derecho
Penal. Parte General, 2002, op. cit., p. 907.
604
Aunque si ese fuera el móvil, tal conducta denotaría una menor gravedad de la culpa-
bilidad para ALONSO ALAMO, M.: El sistema..., op. cit., p. 737-739 y CEREZO MIR, J.:
Curso..., III, op. cit., p. 155.
605
COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN: Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., op. cit., p.
912; BERISTAIN IPIÑA-GIMENEZ PERICAS: “Art. 21.5”, en Comentarios al Código Penal,
II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 775; BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes ...,
op. cit., p. 189; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 138.
265
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La reparación, que debe ser efectiva y no meramente intentada606, debe ser reali-
zada por el infractor607, y puede ser total o parcial608, contar o no con la aquiescen-
cia de la víctima609, y habrá de tener lugar antes del inicio del juicio oral610, aunque
es admisible una reparación no sólo material o económica sino también moral o
simbólica611. Habrá de tenerse en cuenta, en cualquier caso, a fin de valorar la mis-
ma, el esfuerzo reparador del sujeto, que en opinión de algunos autores debe ser
considerable, en relación con el daño causado y las posibilidades del sujeto acti-
vo612. La atenuante permite los comportamientos de reparar el daño ocasionado a la
606
En sentido contrario FARALDO CABANA, P.: Las causas de levantamiento de la pena,
op. cit., p. 314-315.
607
Aunque también podría ser operativa la circunstancia si la reparación del daño o la dis-
minución de sus efectos tiene lugar por un tercero a petición del infractor cuando a éste le
resultaba imposible o difícil. Vid. MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op.
cit., p. 142-143.
608
BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 186-187; MUÑOZ
CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 140; ORTS BERENGUER, E.: Co-
mentarios al Código Penal de 1995, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p. 211.
609
La circunstancia atenuante debe operar pese a que la víctima rechace ser reparada. Vid.
BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 189.
610
En este sentido CEREZO MIR, J.: Curso..., III, op. cit., p. 155; en sentido opuesto, admi-
tiendo la operatividad de la circunstancia si la reparación tiene lugar incluso durante el juicio
oral, antes de su finalización BUSTOS RAMÍREZ-HORMAZABAL MALAREE: Lecciones
de Derecho Penal, II, op. cit., p. 401; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes...,
op. cit., p. 141; RODRÍGUEZ MOURULLO, G.: Comentarios al Código Penal (RODRÍGUEZ
MOURULLO-JORGE BARREIRO), Ed. Civitas, Madrid, 1997, p. 118; RUIZ VADILLO, E.:
Código Penal. Doctrina y jurisprudencia (Dtor. CONDE PUMPIDO FERREIRO), Ed. Trivium,
Madrid, 1997, p. 795.
611
Vid. BERISTAIN IPIÑA-GIMENEZ PERICAS: “Art. 21.5”, en Comentarios al Código
Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 778 ss.; BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias ate-
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víctima, o disminuir sus efectos, existiendo entre ambos conceptos una relación de
progresión, de suerte que es preciso intentar la reparación del daño en su totalidad,
y en su defecto, la disminución de los efectos613.
613
En este sentido se muestra coincidente la generalidad de la doctrina. Vid. BAEZA AVA-
LLONE, V.: “El arrepentimiento espontáneo...”, op. cit., p. 19; CALDERON SUSIN, E.: “Arre-
pentimiento...”, op. cit., p. 220; MOZOTA FATAS, M.L.: “La atenuante de arrepentimiento
activo...”, op. cit., p. 429; ORTS BERENGUER, E.: Comentarios al Código penal de 1995, Ed.
Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p. 211; POZUELO PEREZ, L.: “Las atenuantes 21.4 y 21.5
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DIEZ, M.: “Art. 21.5”, en Comentarios al Código Penal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 759.
614
BERISTAIN IPIÑA-GIMENEZ PERICAS: “Art. 21.5”, en Comentarios al Código Pe-
nal, II, Ed. Edersa, Madrid, 1999, p. 780-781; BORJA JIMÉNEZ, E.: Las circunstancias ate-
nuantes..., op. cit., p. 190-191; MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit.,
p. 140.
615
Vid. MUÑOZ CUESTA, J.: Las circunstancias atenuantes..., op. cit., p. 144-145.
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616
Vid. STS de 2 de marzo de 1993.
617
Vid. en este sentido, y por todas, la STS de 27 de mayo de 2002.
618
Vid. ASUA BATARRITA, A.: “Causas de exclusión o de restricción de la punibilidad de
fundamento jurídico constitucional”, en (Cerezo Mir-Suárez Montes-Beristain Ipiña-Romeo
Casabona), El nuevo Código penal: presupuestos y fundamentos. Libro Homenaje al Profesor
Doctor Don Ángel Torío López, Ed. Comares, Granada, 1999, p. 237 ss.; BACIGALUPO ZA-
PATER, E.: “Principio de culpabilidad e individualización de la pena”, en (Cerezo Mir-Suárez
Montes-Beristain Ipiña-Romeo Casabona), El nuevo Código penal: presupuestos y fundamen-
tos. Libro Homenaje al Profesor Doctor Don Ángel Torío López, Ed. Comares, Granada, 1999,
p. 44 ss.; CHOCLAN MONTALVO, J.A.: Individualización judicial de la pena. Función de la
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ss.; SANZ DELGADO, E.: “La atenuante analógica de dilaciones indebidas”, en La Ley Penal,
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Desde principios de los años 90 del pasado siglo XX, la jurisprudencia vino
considerando –no sin autocríticas623- que la existencia de dilaciones indebidas en
el proceso penal, y con ello la vulneración del derecho fundamental a un proceso
sin las mismas, no podía sino ser reparado mediante la institución del indulto total
619
Vid. PRIETO RODRÍGUEZ, J.I.: Dilaciones indebidas y Derecho penal: causas y reme-
dios, crítica a las soluciones jurisprudenciales arbitradas, Ed. Akal, Madrid, 1997, p. 12 y ss.
620
Vid. en este sentido las SSTEDH de los casos Koenig (10 Mar. 1980), Ekle (15 Jul. 1982),
Foti (10 Dic. 1982) y Corigliano (10 Dic. 1982), así como la STC 133/1988.
621
Vid. en este sentido la STC 133/1988, de 4 de junio, y las SSTS de 14 de noviembre de
1994 y 27 de septiembre de 2004, entre otras.
622
Vid. STS de 14 de diciembre de 1991.
623
Así, las SSTS de 9 noviembre 1993, 14 mayo 1994 y 5 junio 1995 que cuestionaban el
que hubiera de ser el Poder Ejecutivo y la Corona quienes compensaran una vulneración de un
derecho fundamental que debería ser reparado por el propio Poder Judicial.
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o parcial, según exigieran las circunstancias de cada caso624. Sin embargo, la aisla-
da y pionera STS de 14 de diciembre de 1991 apreció ya esta atenuante analógica
como forma de corregir aquélla vulneración y compensar el mal ya sufrido por el
justiciable, aunque sin efectos prácticos en el caso que juzgó. La atenuación analó-
gica de la responsabilidad por las dilaciones indebidas resultaba y se defendía así
como congruente con el principio de culpabilidad dado que conforme al mismo la
pena debía ser proporcional a la culpabilidad por el hecho, por lo que no tenía sen-
tido una pena o mal mayor como consecuencia de las dilaciones indebidas sufridas
por el justiciable a través de un irregular proceso625.
624
En este sentido, el Pleno de la Sala Segunda del Tribunal Supremo acordó el 2 de octubre
de 1992 que la reparación por dilaciones indebidas no podía efectuarla el Poder Judicial, sino
en todo caso la misma debía venir a través del indulto y, eventualmente, de una indemnización
por el anormal funcionamiento de la Administración de Justicia, conforme al art. 121 CE y a los
arts. 299 y ss. de la LOPJ. Vid. SSTS de 31 enero, 28 febrero, 26 junio, 2 y 6 julio 7 y 30 octu-
bre, 11 y 30 diciembre 1992; 26 enero, 11 y 16 febrero, 5 marzo, 7 y 12 mayo, 1 y 24 julio, 20
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