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La

invención de la arqueología

Alain Schnapp



¡Qué traen las más recientes ofrendas,
Qué resuena la queja de la muerte!
Sea enterrado con él,
Todo lo que le encantaba.
Colóquese sobre su cabeza el hacha,
Que él blandió con valor
Y también el grueso garrote de oso,
Porque es largo el camino,
Y el cuchillo afilado,
A quien rápidamente, con tres hábiles golpes
Sacó de la cabeza del enemigo
La piel y la cabellera.
También ponedle en la mano,
Colores para pintar su cuerpo,
Para que rojo brille,
En el país de los espíritus.

Schiller, Nadowessische Totenklage, 1797

Archaiologia, Antiquitates, antigüeda- ción de un útil específico para la clasifi-
des: en Occidente durante más de dos cación de los objetos, la tipología. Pero
mil años estos términos han designado la tipología no podía por ella misma
el estudio material del pasado, y los ofrecer un cuadro completo para la re-
hombres que se dedicaban a esa inves- constitución del pasado. Debía asignar
tigación eran denominados “anticua- los grupos de objetos y monumentos a
rios”. En la primera mitad del siglo XIX se períodos definidos y entonces observar
impuso progresivamente otro nombre, el suelo, distinguir las capas y reconocer
arqueología, y tal desplazamiento del las instalaciones de los hombres de
vocabulario corresponde a una modifi- tiempos antiguos. A esos efectos los ar-
cación del rol y del objeto del conoci- queólogos recuperaron la idea de estra-
miento del pasado. Los científicos que tigrafía de la que los geólogos habían
reivindicaban explícitamente ese califi- sentado las bases. Buffon invitaba a los
cativo de arqueólogo ambicionaban de naturalistas a comportarse como anti-
crear una nueva rama del conocimiento cuarios, y los arqueólogos se compro-
que ya no fuera un estrecho servidor de metían con el estudio geológico del
la filología sino que abarcara toda la suelo. Así descubrieron aquello que Buf-
parte material de la historia humana. fon temía: la historia de la naturaleza y
Para hacerlo, emprendieron la construc- la historia del hombre no eran sino una.

La presunción de la gran antigüedad del hombre

Los anticuarios entre la niebla y el diluvio

En la tradición humanista, la de Spon, quien, en un informe de año VII (1799)
Maffei o Montfaucon, el análisis funcio- al instituto nacional no sólo propondrá
nal de los objetos y monumentos jugaba delimitar los monumentos sino también
tan sólo un rol secundario. Informados excavarlos: se debe abrir las tumbas por-
por los textos y provistos de una cultura que no sólo los minerólogos etán intere-
clásica, los anticuarios humanistas no sados en abrir y excavar la tierra (…) A
buscaron interpretar la función de los menudo la arqueología y la historia tam-
vestigios por ellos mismos. Después de bién hallan frutos para observar y anti-
todo, era suficiente referirse a la tradi- güedades para recolectar2. Legrand
ción para saber para qué servían los ba- d’Aussy, como bien lo ha observado La-
ños, un anfiteatro o un arco del triunfo, ming-Emperaire, no es tan sólo un ex-
y Vitrubio siempre estaba allí para ofre- plorador del suelo; sin dudas es uno de
cer una ciencia auxiliar. los primeros en el siglo XVIII que consi-
dera el problema de las sepulturas en su
Era diferente, se ha visto, para los anti- continuidad histórica y geográfica. In-
cuarios regionalistas, de Worm a Au- tentando establecer una cronología,
brey. Frente a los vestigios de la alta volvió al hilo de las obligadas observa-
Edad Media o de la prehistoria, debían ciones de Ole Worm para distinguir en-
afrontar los rigores de la historia sin tre los sistemas funerarios. El científico
texto. El propio Montfaucon no publica danés se había beneficiado de la dife-
sino con grandes dificultades la sepul- rencia entre megalitos y túmulos para
tura megalítica de Cocherel excavada en sentar las bases de una cronología de las
1685 por un caballero normando del inhumaciones escandinavas. Legrand
mismo nombre1. Y si en una carta publi- d’Aussy retomaba el registro para plan-
cada como anexo a su colección ubicaba tear la edad del fuego cuyo prototipo
las advertencias de Jacques Christophe era para él Cocherel con la edad de los
Iselin sobre la sucesión de las tres eda- montículos: Llamé a la primer época
des –piedra, cobre, hierro-, ello fue al edad primitiva del fuego, llamaré a la se-
pasar, como si esa hipótesis revolucio- gunda, edad de los montículos. Pero
naria le pareciera secundaria… En breve, como hay montículos que no contienen
los hombres del Iluminismo no estaban sino cuerpos quemados (…) y en otros no
listos para admitir las consecuencias de hay sino cuerpos enteros, como los que
lo que Caylus había sugerido audaz- voy a citar en un instante, creo dividir a
mente: la idea de una historia cultural los montículos en dos épocas: los mon-
fundada en el desarrollo de las técnicas. tículos de cuerpos quemados, segunda
De hecho, el método tipológico no podía edad del modo de sepultura; los mon-
revelar todas sus cualidades sin aliarse tículos sin combustión, tercer edad3.
al estudio estratigráfico y tecnológico de
los objetos. Para el primer punto, fue sin
dudas el ciudadano Legrand d’Aussy


1 3
Montfaucon 1719, V. 2, p. 194. Id., p. 56.
2
Legrand d’Aussy 1799, p. 3.

La Gruta de los Esqueletos, Caspar David Friedrich, 1803. Esta representación de la gruta con esqueletos
atestigua el interés que tenía Caspar David Friedrich (1774-1840) en los paisajes arqueológicos. Amigo de
Goethe, Caspar David Friedrich encarna el romanticismo alemán.


El esfuerzo no es de pura tipología. Cla- tencia de los tiempos prehistóricos por-
sificar las tumbas es también intentar que su enfoque permanece puramente
construir una cronología. Por ello Le- teórico. Ciertamente, ha comprendido
grand d’Aussy está sin duda menos có- el beneficio que el anticuario puede ob-
modo que sus predecesores de Escandi- tener de la observación del suelo pero
navia o Alemania, porque está menos se queda con consideraciones tan ambi-
próximo a la experiencia del terreno. ciosas como programáticas. Se propone
Pero, como Caylus, es consciente de la organizar a solicitud del ministro de Ins-
singularidad de los megalitos. Si bien no trucción pública una red de vigilancia del
afirma, como aquel, que no pueda tratar territorio que permita prevenir destruc-
de las construcciones de los Galos, hace ciones de sepulturas y organizar la exca-
que las tumbas de los primeros tiempos vación y el estudio. Su visión del terreno
de la nación se remonten a una serie in- no es la de un buscador de tesoros por-
conmensurable de años. Los megalitos que hará levantar planos detallados de
ya no son considerados como monu- los monumentos antes de excavarlos.
mentos que puedan confundirse con los Incluso llega a sugerir un registro atento
de los Galos de algunos siglos antes de de los hallazgos y los pasos obligados de
César; Legrand d’Aussy les reconoce una los naturalistas y anatomistas. Preocu-
antigüedad que escapa de las normas de pado por la protección de las antigüeda-
la historia tradicional. Tiene la intuición des, también atiende a su divulgación y
de la larga duración de la historia pero propone nada menos que la creación de
no puede concluir, sin embargo, la exis- una sección arqueológica del museo de
Monumentos franceses de Alexandre
Lenoir: un proyecto de vanguardia de un poder central no parecía en absoluto in-
museo tipológico en el que cada tipo de teresado en dotar a Francia de una ad-
monumento fuera representado en ministración de antigüedades equiva-
cada caso por una maqueta de gran ta- lente a la de Suecia, Dinamarca y ciertos
maño. estados alemanes y, con Caylus, la tradi-
ción de los aristócratas anticuarios se
Buen lector de los mejores anticuarios detuvo. Fue retomada, ciertamente, con
que lo han precedido (y particularmente hombres como el duque de Luynes, pero
de Caylus), Legrand d’Aussi abre la vía él, como muchos otros arqueólogos
de la práctica moderna del trabajo del franceses de su época, estaba atraído
anticuario. Por primera vez, la fragilidad por el mundo mediterráneo y su contri-
del monumento arqueológico resulta un bución al estudio de las antigüedades de
elemento central de la reflexión, y por las Galias fue restringido. Por cierto Le-
primera vez las técnicas de protección y grand d’Aussy tuvo contemporáneos y
de exploración fueron el objeto de un sucesores: Auguste Louis Millin y su Co-
discurso del método que no se limita ya lección de monumentos para servir a la
a los objetos muebles y los monumentos historia general y particular de Francia
de la tradición greco-romana u oriental. (1790), Alexandre de Laborde y sus Mo-
La ciencia del anticuario es una observa- numentos de Francia clasificados crono-
ción global de las huellas de la historia lógicamente (1816-1826), Grivaud de La
del hombre. Ya tampoco Legrand Vincelle y su Colección de monumentos
d’Aussy teme (y aún allí se revela discí- antiguos (1817) que resolvía los trabajos
pulo de Caylus) insistir en el deber na- de celtómanos que dominaban en cierta
cional que representan la protección y el época la producción de los anticuarios
estudio de los monumentos. Subra- franceses4. Pero sus trabajos son obra
yando el carácter particular de los me- de hombres que no se comprometen en
galitos bretones, incluso propondrá de- la vigilancia cotidiana del terreno, en el
signarlos con nombres bretones. Último contacto directo con los objetos y los
anticuario del siglo XVIII, Legrand monumentos que salen del suelo a con-
d’Aussy proclama que la observación del secuencia de las construcciones e insta-
suelo es una disciplina altamente histó- laciones diversas.
rica; primer arqueólogo del siglo XIX, él
elabora un programa de profesionaliza- Francia en la primera mitad del siglo XIX
ción disciplinaria de la práctica arqueo- no tenía observadores del suelo ni anti-
lógica. cuarios “clásicos”, porque los parisinos,
alejados de la realidad del terreno, no
En la Francia de Napoleón y de la Res- jugaron el rol que tendrán los recién lle-
tauración las ideas premonitorias de Le- gados como Jouannet, Picard y Boucher
grand d’Aussy quedarían sin porvenir. El de Perthes. El único hombre anticuario

4
Lamning-Emperaire 1964, pp. 106-114, Pinon 1991, p. 84
sq.









Caen reúne por una parte las antigüeda-
des romanas y normandas, por la otra
las antigüedades antediluvianas, los fó-
siles, etc. 6 Arcisse de Caumont fue sin
duda uno de los más duros trabajadores
de la arqueología de Francia en el siglo
XIX y su Curso de antigüedades monu-
mentales, publicado en doce volúmenes
desde 1830 hasta 1841, lo atestigua.
Pero su curiosidad lo llevó más hacia la
Edad Media y la imperiosa defensa de
los monumentos históricos, que hacia
las épocas más antiguas. Su incansable
militancia para la protección del pasado
movilizó gran parte de su energía, em-
pleada en la creación de sociedades
científicas y en la instalación de un ser-
vicio de monumentos históricos. La
creación por Guizot en 1834 de un Co-
mité de trabajos históricos y la instala-
Lámina extraída de Colección de monumentos
antiguos de Grivaud de La Vincelle, de 1817. Gri- ción de una administración pública de
vaud de La Vincelle (1762-1819), funcionario del monumentos deben mucho a su influen-
Senado, es uno de los sucesores de Caylus y uno cia, incluso si este incansable regiona-
de los precursores del estudio de la cerámica si-
lista estuvo a menudo involucrado con
gilata galorromana.
los centralistas parisinos, particular-

mente con Mérimée. Arcisse de Cau-
de renombre que modificaría esta acti-
mont fue un enciclopedista de la historia
tud será el normando Arcisse de Cau-
del arte así como un hombre abierto a
mont, quien encarna un tipo de anticua-
todas las corrientes científicas de su
rio que había estudiado la botánica y la
época, un lazo importante entre los an-
geología antes que la arqueología5. Esta
ticuarios tradicionales y los arqueólogos
bisagra no se le había escapado a Miche-
de la nueva generación. Secretario de la
let, quien advertía que en Caen la histo-
Sociedad lineana de Calvados, encarna a
ria de la Antigüedad y la historia de la
los anticuarios que querían superar el
naturaleza iban a la par: Lo que me sor-
punto que separaba la historia de la his-
prende en Caen es que los mismos hom-
toria natural: tal vez porque debía,
bres, Caumont, Lair, Vaultier, son a la
como Boucher de Perthes, su formación
vez anticuarios y naturalistas. Mi com-
al abate de La Rue –un cura emigrado
pañero de viaje confundía sin cesar la
que había traído de Inglaterra un gusto
historia y la historia natural. Incluso
por la historia universal.







Michelet 1959, p. 84.
5 6
Bercé 1986, p. 536.

Vista estratigráfica, dibujo de James Douglas, extraído de su Nenia britannica, publicado en 1793. En la
línea de Stukeley, Douglas asocia sus registros topográficos a una visión estratigráfica del paisaje.


Aún durante las primeras décadas del si- que cubría esencialmente el período sa-
glo XIX, a diferencia de Alemania y el jón. James Douglas (1753-1819) las con-
Reino Unido, no se excavaba en el suelo tinuaría. Oficial de cuerpo militar de in-
de Francia. En Gran Bretaña, desde Stu- genieros, comenzó a revelar relaciones
keley, el interés por la observación del en los hallazgos de las fortificaciones
suelo y la excavación no había cesado. El Kent que lo llevarían a descubrir sepul-
reverendo Brian Fausset (1720-1776) turas anglo-sajonas. Sacando provecho
puede ser considerado como el cam- de su experiencia de topógrafo y dibu-
peón de las excavaciones de tumbas del jante, levanta planos y cortes de nume-
siglo XVIII. Penetrado de un ardor sa- rosas sepulturas que descubre. Luego
grado, en algunos años se las arreglaba decide la redacción de una obra de sín-
para “abrir” varios centenares de túmu- tesis, consagrada a los usos funerarios
los en Kent7. Representa bien un círculo de los antiguos Bretones, que aparece
particular de anticuarios que, impedidos en 1793, bajo el título de Nenia Britan-
de dar libre curso a su pasión por el nica. En su obra, como en la de Fausset,
“gran viaje”, se aplicaban al descubri- se anuncia el período romántico de la
miento de las antigüedades de sus re- arqueología británica, el de los caballe-
giones. Realizadas de acuerdo a méto- ros apasionados por al apertura de las
dos que reprobaría todo arqueólogo necrópolis, que reemplazan progresiva-
contemporáneo, las investigaciones de mente a los anticuarios del Iluminismo.
Fausset, demoradamente inéditas, per-
mitieron a sus sucesores disponer de un Hombres asociados con su pasión encar-
material comparativo extraordinario nan esta nueva arqueología británica:

7
Marsden 1983, pp. 8-9.
Serie de objetos hallados en una tumba medie-
val, dibujo de James Douglas, extraído de su Ne-
nia Britannica, publicado en 1793. Extraídos de
sepulturas anglosajonas, estos objetos son pre-
sentados aquí con precisión. Esta presentación
resalta la minucia de los registros de Douglas y
su gusto por el detalle.


Wiltshire no es sólo un simple catálogo
de excavaciones sino un estudio razo-
nado de la arqueología de una región.
Colt Hoare se vuelve un historiador po-
sitivo y, contrario a los celtómanos de
distinta calaña, pretende enunciar no
teorías sino hechos. Añade a la pasión de
la arqueología la voluntad de compren-
der. Para él las excavaciones responden
a una cuestión precisa: Establecer a cuál
de los sucesivos habitantes de esta isla
(Inglaterra) podían ser atribuidas las an-
tigüedades prehistóricas. Tras diez años

de trabajo, deberá rendirse a la eviden-
William Cunnington (1754-1810) y Sir Ri-
cia y admitir su total ignorancia concer-
chard Colt Hoare (1758-1838). El bur-
niente a la autoría de esos monumentos
gués Cunnington, comerciante de géne-
sepulcrales, tenemos la certidumbre de
ros, es de espíritu positivo, el barón Colt
la gran antigüedad de nuestros túmulos
Hoare, romántico y rico; ambos son un
de Wiltshire, pero ninguna convicción
resumen de Inglaterra. Para acompañar
concerniente a las tribus a las que perte-
sus hallzgos, sabrán incluir a un buen di-
necieron puede apoyarse en cimientos
bujante, Philip Crocker, y un equipo de
sólidos8. Para salir de la indecisión cro-
obreros financiados por Cult Hoare. Con
nológica necesitaba pruebas. A falta de
ellos, la apertura de tumbas devino un
un análisis comparativo de los hallazgos
ejercicio colectivo, una empresa profe-
fundado en conjuntos bien establecidos,
sional que establecería una cierta cali-
la partida no podía ser ganada y Colt
dad de documentación, apoyada en pla-
Hoare, como Mountfacon, no podía ex-
nos y cortes. Su curiosidad no se limita a
traer más conclusión positiva que la tí-
la arqueología funeraria: pretenden fun-
mida sugerencia emitida por uno de sus
dar una arqueología del territorio. El tra-
correspondientes, el reverendo Leman:
bajo en terreno es preparado por pros-
Yo pienso que podemos distinguir tres
pecciones preliminares, y la excavación
grandes períodos en nuestros túmulos si
es controlada por Cunnington y su
nos basamos en las armas ofensivas. El
equipo. En 1808, Colt Hoare emprende
primero es el del hueso y las piedras que
la redacción de una monografía de con-
ciertamente pertenecieron a los prime-
junto, que se publica en 1810-1812. Con
ros habitantes en su estado salvaje y que
sus planos, sus precisos registros y su di-
podemos atribuir a los Celtas. El se-
mensión regional, Historia del Antiguo
gundo es el del cobre, probablemente

8
Daniel, 1978, p. 31.

Colt Hoare y William Cunnigton asisten a la excavación de un túmulo, acuarela de Philippe Crocker, 1807.

importado a nuestra isla por poblacio- transmitirles nuestras informaciones
nes más evolucionadas de África, en in- con claridad10.
tercambio por nuestro estaño, y pode-
mos atribuir a los Belgas. El tercero es el Sugerimos que si Colt Hoare hubiera po-
de hierro, aparecido algo antes de la in- dido explotar estas advertencias com-
vasión de los Romanos9. Para sacar pro- plementarias, su obra habría ganado
vecho de estas originales sugerencias, una fuerza de demonstración que no
faltaba disponer de una técnica de estu- tiene. Pero, como buen caballero, tenía
dio de las asociaciones de hallazgos de el coraje de sus opiniones y su conclu-
la que Cunnington y Colt Hoare no te- sión suena como el balance de la era de
nían idea. También faltaba proceder a los anticuarios: cuán grande, cuán ma-
un registro, del que, como hombre de ravilloso, cuán incomprensible; se puede
gabinete, el reverendo Leman, dirigién- decir lo mismo de los túmulos, a pesar de
dose a Cunnington, conocía la importan- todas las maravillas que revelan, su fe-
cia: Usted me podrá disculpar si me cha, su orden y su secuencia serán siem-
tomo la libertad de insistirle la necesidad pre incomprensibles11.
de pegar un pequeño trozo de papel so-
bre cada fragmento de cerámica o mo- Legrand d’Aussy es un espíritu sintético
neda que usted pudiera hallar, descri- que intenta con pasión poner orden en
biendo el lugar preciso donde lo ha des- el fárrago de los anticuarios: Colt Hoare
cubierto, quienes nos sucederán sabrán y Cunnington tienen espíritu de obser-
sin duda algo más sobre el tema (o de vación y pasión por el terreno, pero les
otra manera estoy seguro que conoce- faltan los tres medios necesarios para
rán un poco menos), mas debemos poner el material en relación con las ca-
pas que componen el suelo. Para sacar

9 11
Marsden 1983, p. 18. Colt Hoare 1810-1812, p. 18.
10
Chippindale 1983, p. 119, Carta a Cunnington del 24 de
septiembre de 1802.
Sílice tallado, descubierto por John Frere en
1797, lámina extraída de la revista Archeologia,
1800.

mientras tanto, hallaban eco en el siglo
XVII con William Dugdale12. ¿No afir-
maba desde 1686 Richard Plot, en su
Historia Natural de Staffordshire, que
había descubierto unos sílices que se re-
montaban a un período muy antiguo?
¿No se había burlado John Woodward,
el brillante teólogo y geólogo, unos años
después, de quienes todavía creían en el
origen natural de las “piedras de rayo”?
Respecto de los teóricos de la historia de
las costumbres, como A. Y. Goguet y C.
De Pauw13, no dudaban en dirigirse a los
hombres del Iluminismo para trazar un
cuadro evolucionista de la historia de los
primeros hombres donde figuraban los
el estudio del pasado del círculo vicioso sílices tallados.
en el que la cronología corta lo había en-
cerrado, era necesario, de acuerdo a las Los más curiosos anticuarios no podían
palabras de Rasmus Nyerup, perforar la dejar de prestar atención a los descubri-
espesa niebla de los tiempos. La curiosi- mientos que, a instancias de Cocherel,
dad estratigráfica, en su aplicación a la atestiguaban la existencia de una indus-
cuestión de los orígenes del hombre, lle- tria de la piedra tallada asociada a la
varía al descubrimiento de un tiempo presunción de una gran antigüedad del
tan largo que se lo debería calificar de hombre. En 1715, un librero londinense,
“prehistórico”. Ciertos precursores del John Bagford, describía una punta de sí-
siglo XVII, comenzando por Lapeyrère, lice descubierta en una gravera de Lon-
se habían forjado la convicción de una dres como un arma bretona hecha de
larga historia del hombre. ¿No había es- una punta de sílice encajada en un
tablecido Mercati desde fines del siglo mango bien largo14.
XVI, después de todo, que las “piedras
de rayo” eran utensilios, testimonios de El descubrimiento de un elefante (sin
una antigua industria humana? ¿Mas duda un mamut) en un estrato cercano,
dónde comienza la frontera que separa no obstante llevaba al anticuario a atri-
lo antiguo de lo muy antiguo? Los pione- buir al sílice y al animal a la época de la
ros de la investigación de los fósiles, conquista romana. Astuta solución que
como Nicolas Sténon y Agostino Scilla, le permitía evitar la hipótesis más audaz
habían demostrado hacía mucho de ciertos de sus contemporáneos que
tiempo que la historia de la tierra for- veían en el esqueleto del elefante una
maba parte de un largo proceso de for- prueba del diluvio bíblico. En 1797 John
mación geológica. Las ideas de Mercati, Frere, alto comisario de Suffolk y más


12 13
Ver Piggott 1976, p. 138, así como Daniel y Renfrew Grayson 1983, p. 7.
14
1986, p. 30. Laming-Emperaire 1964, p. 115; Grayson 1983, p. 7-8.
tarde miembro del Parlamento britá- ciente para afirmar que había encon-
nico, descubrió una serie de sílices talla- trado en el suelo una huella material del
dos asociados a restos de animales en diluvio. Esper había tomado consciencia
una ladrillera de Suffolk y no dudaba en de la originalidad de su descubrimiento,
atribuirla a un período muy antiguo, pero no disponía de ningún instrumento
bien anterior al mundo actual15. No con- de datación ni de ningún sistema de re-
tento con describir con exactitud la po- ferencia que le permitiera analizar los
sición de su descubrimiento, Frere ad- restos de animales. Como lo subraya
juntó a su comentario una descripción Grayson, la asociación de animales fósi-
estratigráfica del hallazgo y un corte del les con restos humanos no le planteó
terreno. ningún problema porque no podía de-
terminar la edad de la fauna.
Entrada de la gruta de Gailenreuth y mandíbula
de oso de las cavernas, dibujos extraídos de una
obra de J. F. Esper publicada en 1774. Esper des-
cubre fósiles animales y huesos humanos explo-
rando las cavernas de Bayreuth. Sus dibujos son
de muy buena calidad, pero las descripciones
anatómicas que los acompañas son aún defi-
cientes.

A pesar de su evidencia, y de una publi-
cación en la revista de la Sociedad de
Anticuarios de Londres, el descubri-
miento espectacular de J. Frere no des-
encadenó en su momento ningún de-
bate particular. Por lo demás, sin me-
terse directamente en la causa de la cro-
nología bíblica, los estudiosos habían in-
tentado desde el siglo XVIII identificar a
los hombres contemporáneos del dilu-
vio. En 1708 un médico suizo, J. J. Scheu-
chzer, publicaba un extraño libelo para
defender a los peces fósiles víctimas del
diluvio de los hombres que los conside- Aunque se acumulaban los testimonios
raban como piedras. Y reproducía, entre de la gran antigüedad de hombre, el
ellos, el esqueleto de un hombre, testi- mundo científico no estaba preparado
monio del diluvio, en el que un siglo más para admitirlo. Para que se impusiera la
tarde Cuvier reconocería una salaman- idea de continuidad entre la historia del
dra16. Más seriamente, en 1774, un pas- hombre y la historia de la naturaleza, no
tor de Erlangen, Johann Friedrich Esper, sólo era necesario que los anticuarios
explorando las cavernas de Bayreuth multiplicaran sus observaciones, sino
descubría una rica cantidad de animales que pudieran apoyarlas en una historia
fósiles mezclados con sílices tallados y del globo y una historia de las especies a
restos humanos17. Ello le pareció sufi- la que los geólogos y paleontólogos se
hubieran acoplado al comienzo del siglo.

15 17
Grayson 1983, pp. 57-58; Frere 1800, pp. 204-205. Esper 1774.
16
Grayson 1983, pp. 87-89; Laming-Emperaire 1964, pp.
141.



Las huellas del diluvio, lámina extraída de Physica sacra de Johann Jacob Scheuchzer, publcada en 1731.
La contribución de Scheuchzer al análisis de los relieves fósiles atraerá la atención de los geólogos. En 1708,
Scheuchzer (1672-1733) pesó haber descubierto un hombre fósil en Altdorf, pero Cuvier demostrará en
1812 que se trataba de una salamandra.



Corte de la gruta de Paviland descubierta en 1822, dibujo extraído de Reliquae diluvianne de Buckland,
editada en 1823. Este muy preciso registro muestra que el esqueleto humano llamado “Dama roja” fue
descubierto en un depósito de sedimentos en el que los fósiles de animales eran numerosos. Pero Buckland
consideró que se trataba de un depósito intrusivo y rechazó la idea de una prueba de la existencia de un
hombre fósil.
Cortes estratigráficos de la
costa de Dorset y de la costa
de Devonshire, dibujo extraído
de Reliquae diluvianae e Bu-
ckland, publicada en 1723.












Cuvier en Francia y Buckland en Gran
animales fósiles y los estratos que los
Bretaña, le darán a la geología los medios
contenían: cada tipo podría ser asignado
cronológicos que le faltaban. Las labores
a una formación geológica definida. Con
de uno y otro contribuyeron, y defendie-
tenacidad y sistema, Cuvier ofrece a los
ron, a probar que es posible considerar a
naturalistas el objeto soñado: un reloj
la historia del hombre como parte de la
que les permite datar las edades del uni-
historia del mundo. Retomando la ima-
verso. Al mismo tiempo, el geólogo y teó-
gen de Buffon, Cuvier identifica a los geó-
logo inglés William Buckland multiplica
logos como anticuarios de la naturaleza:
las observaciones sobre la cronología y la
Han excavado en las ruinas del globo
estratigrafía de grutas y las observacio-
para descubrir los monumentos de su his-
nes paleontológicas, estratigráficas y
toria física, como los anticuarios excavan
cronológicas. Cuvier y Buckland abrieron
en las ruinas de las ciudades para descu-
así la vía para un estudio riguroso de la
brir los monumentos de la historia de las
asociación de vestigios humanos y fósiles
artes y las costumbres de los pueblos que
animales, pero paradójicamente ambos
las habitaron18.
rechazaron la contemporaneidad del

hombre y los mamíferos desaparecidos:
Con celo el anticuario se aplica a recoger
Jamás, al menos en nuestro conoci-
y describir la mayor cantidad de animales
miento, se han hallado osamentas huma-
fósiles, de manera de atribuirlos a los es-
nas en las capas regulares del globo, tal
tratos bien definidos y a extraer así las
como se han encontrado aquellas que
bases de una estratigrafía general de las
contenían mamíferos. Los desechos de
especies desaparecidas. El prodigioso
hombres que se han descubierto sepulta-
trabajo de anatomista y de estratigrafía
dos, sea en terrenos móviles, sea en ca-
de Cuvier permite a los paleontólogos
vernas, pudieron ser llevados por anima-
disponer de representaciones cronológi-
les carniceros, sea en fin en las brechas
cas que facilitan la comparación entre los
óseas, en las ranuras de las rocas donde
diversos sitios y las facies geológicas que
sin duda fueron causados por los daños
las caracterizan. Cuvier estableció tam-
del terreno o de otras causas accidenta-
bién un lazo indisoluble entre los tipos de
les. Es entonces razonable pensar no ha


18
Cuvier 1801, p. 2.
aparecido sobre la tierra sino después de base de los principios de los dos grandes
las otras clases de mamíferos, tal como lo geólogos, la antigüedad del hombre
expresa el libro de Moisés19. No transcu- fuera definitivamente aceptada.
rrirían sino veinte años para que, sobre la



La difícil aparición de la idea de continuidad.
Tipo, tecnología, estratigrafía



La repugnancia de Cuvier a aceptar la Soret responde: Es una terrible historia.
idea de una gran antigüedad del hombre ¿qué más puede uno esperar de un minis-
dependía de su “catastrofismo”, la bien terio como ese en una situación de este
establecida convicción de que las espe- género si no el exilio de la familia real?
cies fósiles habían desaparecido brusca- Sin embargo, Goethe no tenía interés al-
mente bajo el efecto de una catástrofe guno en la abdicación de Carlos X: No nos
diluvial. Sin embargo, en el mismo París, hemos comprendido, mi amigo, no le ha-
Lamarck había sugerido que la historia blo de ellos; mi propósito es bien dife-
de las especies animales se acomodaba rente. Hablo de la querella tan impor-
muy bien a otra hipótesis: la del trans- tante para la ciencia que acaba de opo-
formismo. Si hallamos en el suelo vesti- ner públicamente en la Academia a Cu-
gios de especies animales hoy extintas, vier y Geoffroy Saint-Hilaire20. Nadie po-
ello resulta del hecho de que esas espe- dría acusar a Goethe de faltarle sensibili-
cies se transforman progresivamente: el dad histórica, pero en los últimos días de
transformismo de seres vivientes apa- julio de 1830, el conflicto catastrofismo-
rece como una explicación más segura y transformismo le parecía más decisivo
verificable que el catastrofismo. Para para la Historia que la suerte de Carlos
quienes abogaban por la continuidad X21. Goethe, admirador de Winckelmann,
entre hombre y naturaleza, las ideas de encarna una rara curiosidad que añade al
Lamarck ofrecían una fuente fecunda de gusto por el arte antiguo el de penetrar
inspiración. Lo atestigua la reacción de los secretos de la naturaleza. Su interés
Goethe a un debate que enfrentó a Cu- por la geología y sus descubrimientos
vier y Étienne Geoffroy Saint-Hilaire en anatómicos, le causan atención hacia to-
la Academia de ciencias de París en julio dos los debates sobre la evolución. Como
de 1830. El 2 de agosto del mismo año, hombre de terreno que había partici-
Soret, uno de los preceptores del prín- pado de numerosas excavaciones en el
cipe de Weimar, es interpelado por territorio del gran ducado de Weimar22,
Goethe: ¿Qué piensa usted del gran es un comprobado partidario del trans-
acontecimiento? El volcán ha entrado en formismo porque, como Herder, creía
erupción… que los animales son los hermanos mayo-


19 21
Cuvier 1841, I, pp. 62-63. Véase la versión dada por Goethe del conflicto Cuvier-
20
Kühn 1976, p. 44; también ver Biedermann 1890, p. 320. Geofrroy Saint-Hilaire con su punto de vista sobre la histo-
ria de la anatomía contemporánea en Goethe 1832.
22
Kühn 1976, pp. 42-43; Gummel 1938, p. 102.
Retrato de Georges Cuvier, Marie-Nicolas Ponce-
Camus.


1829), el incansable explorador del pa-
sado de Silesia, es un excelente ejemplo.
A pesar de su deseo de examinar todos
los túmulos que descubre, a pesar de su
aporte a la excavación y el recurso de ta-
mizar los escombros23, no le es posible
llegar a penetrar las brumas de la crono-
logía de los “períodos paganos”. La Ale-
mania romántica, como la Inglaterra de
comienzos del siglo XIX, está llena de an-
ticuarios apasionados. Puede ser que un
sentimiento tan desarrollado del pasado
nacional entre los pastores del siglo XVIII
devino una pasión nacional para la bur-
guesía traumatizada por la conquista na-
res de los hombres. Este genio polifacé- poleónica. ¿Acaso no escribirá Ernst Mo-
tico, este espíritu de insaciable curiosi- ritz Ardnt: Nosotros la gente de Alemania
dad, encarna al anticuario en el mejor sentimos una nostalgia análoga a la de
sentido del término. Con sus amigos los renos que se agitan en primavera
Heyne y Meyer, y luego Winckelmann, ha para partir a la búsqueda de las fuentes
abierto la vía de un redescubrimiento del de nuestra historia24. Este entusiasmo,
arte antiguo mientras que su pasión por que multiplicará las excavaciones y los
al historia natural hace de él uno de los museos arqueológicos e inducirá al desa-
precursores de la paleontología humana. rrollo de nuevas técnicas de investiga-
La incansable curiosidad de Goethe por ción del suelo, se enfrenta, como el de
la anatomía humana y animal, su gusto los anticuarios británicos, a la niebla y el
por las antiguallas, ya fueran clásicas o diluvio. Ello explica el escaso interés, o
prehistóricas, simboliza a la perfección incluso la posición crítica de los arqueó-
los límites del saber de los anticuarios a logos alemanes respecto de la teoría de
comienzos del siglo XIX. Como Colt Hoare las tres edades, que les parece que oscu-
y Cunnington se enfrenta a los proble- rece el problema central de la arqueolo-
mas de la cronología, como ellos está gía ante-histórica: la cuestión étnica.
desarmado para establecer una periodi-
zación de los vestigios que forman una Goethe, Vulpius, Büsching y por su-
suerte de masa compacta, imposible de puesto Lindenschmidt, el fundador del
ordenar para quien no dispone de un mé- museo romano-germánico de Maguncia,
todo tipológico. Para salir del atolladero contribuyeron a crear, como Colt Hoare
era necesario cruzar datos geológicos y el y Legrand d’Aussy, el marco de un mé-
estudio comparativo de artefactos. La todo descriptivo, hoy diríamos de una ar-
tradición de los anticuarios del siglo XVIII queografía. Pero les faltaba el instru-
no los preparaba para este género de mento tipológico y la idea de continuidad
ejercicio. Johann Gustav Büsching (1783-

23 24
Gummel 1938, p. 125. Gummel 1938, p. 112.
instigado por el duque Peter von Oldenburg, Tis-
chbein visita una colección privada en Eutin. Los
dibujos que hizo de esta colección serán publica-
dos por F. J. L. Meyer en 1816.

vestigios arqueológicos de los períodos
más alejados26. En 1835 el médico Casi-
mir Picard, de Abbeville, publica los “ins-
trumentos celtas en cuerno de ciervo”
procedentes de excavaciones ejecutadas
en Abbeville. En esa ocasión, emprende
un estudio sistemático del sílice para de-
de la geología y de la historia para entrar mostrar que las “piedras fragmentadas”
plenamente en la era de la arqueología. no son esbozos de los sílices pulidos sino
que constituyen una técnica de talla dife-
Mientras que la geología y la paleontolo- rente. Especialmente, para establecer el
gía conocieron un rápido desarrollo, los origen de sus descubrimientos, Picard re-
descubrimientos cada vez más numero- dacta una descripción cuidadosa a su
sos enriquecían y transformaban las dis- modo del yacimiento y sugiere una data-
cusiones sobre los orígenes del hombre. ción estratigráfica:
François Jouannet, impresor y profesor A partir de estos motivos se puede con-
de letras, inauguró la larga serie de cui- cluir:
dadosas y obstinadas observaciones que 1º que los mangos de hachas célticas en
son precursoras de la prehistoria. En cuerno de ciervo y otras piezas del mismo
1810 descubre en la ladera del Écor- material diversamente trabajado esta-
neboeuf, cerca de Périgueux, un sitio ban en uso en la época en la que vivían
prehistórico en el cual recoge sílices ta- en nuestro país las especies animales
llados, bronces y monedas galas25. El des- perdidas o alejadas, tales como el uro, el
cubrimiento de Jouannet es tan intere- castor, etc.;
sante porque demuestra la presencia de 2º que, consiguientemente, las hachas de
industrias antiguas fuera del contexto de sílice son contemporáneas de esos mis-
las grutas. Jouannet es de formación hu- mos animales;
manista clásica, por lo que su atención la 3º que la formación de turba es contem-
lleva naturalmente la industria antes que poránea, al menos en gran parte, con
a la fauna. Algunos años más tarde, em- esos hechos históricos;
prenderá, siempre en la misma zona, la 4º que en nuestro valle al menos, la for-
excavación de la gruta de Badegoule. Pu- mación de una parte de la turba data de
blicando sus excavaciones en el Calenda- tiempos históricos27.
rio de la Dordoña, observa una diferencia
cultural y cronológica entre la piedra ta- Se puede medir el camino recorrido. Pi-
llada y la piedra pulida. En 1814, Traullé card no se contenta con una simple des-
y Mongez sugieren que se puede estable- cripción de la fauna y de los objetos des-
cer una estratigrafía para estudiar los cubiertos, integra datos geológicos, re-
Antigüedades protohistóricas de una colección flexiones tipológicas y el análisis estrati-
alemana, dibujo de W. Tischbein, 1808. En 1808, gráfico para establecer su cronología.


25 27
Laming-Emperaire 1964, p. 116-117. Laming-Emperaire 1964, p. 121-122; Aufrère 1936.
26
Mongez 1815.

Goethe en la campiña romana, Wilchelm Tischbein. En esta célebre pintura son evidentes
las alusiones arqueológicas, pero sólo ilustran uno de los aspectos de la curiosidad de
Goethe y de Tischbein.

En 1823 W. Buckland publicó sus Reli- las reprobaciones de Buckland, conside-
quias diluvianas en donde enumera to- rar que los sílices tallados eran intrusivos
das las asociaciones conocidas, nueve en y próximamente renunciará a la explora-
esa época, entre mamíferos del Pleisto- ción de esta prometedora caverna29.
ceno y vestigios humanos. Tras un análi-
sis cercano de todos los sitios y la visita Mientras tanto en la misma época tres
de muchos de ellos, concluye que los estudiosos del sur de Francia llegaban a
huesos humanos no tienen la misma an- conclusiones exactamente opuestas a las
tigüedad que los animales antediluvianos de sus colegas ingleses. Marcel de Serres,
que aparecen en las mismas grutas28. El un naturalista de Montpellier, que había
argumento de la intrusión era, le parecía, hecho sus estudios en París con Cuvier y
imparable. Siempre había una fosa, una Lamarck, era amigo de Buckland y ense-
falla o un movimiento tectónico para ex- ñaba en la facultad de ciencias de Mont-
plicar la presencia simultánea de espe- pellier. Jules de Christol lo asistía en sus
cies desaparecidas y vestigios humanos investigaciones así como Paul Tournal,
en una gruta. Cuando algunos años más un farmacéutico de Montpellier que ha-
tarde el reverendo McEnnery descubra bía estudiado en París. La asociación de
excavando la Caverna Kents, en Devons- competencias de estos tres investigado-
hire, un nivel lleno de mamíferos desapa- res les permitió en algunos años descu-
recidos y sílice sellado por una capa de brir y publicar el material de muchas gru-
travertinos, preferirá, bajo la influencia y tas en que se asociaban animales fósiles

28 29
Buckland 1823, lámina 69. Grayson 1983, pp. 75-76. Grayson subraya que MacEnery
no concordaba con Buckland sobre la fecha del sílice que él
atribuí a una antigüedad post-diluviana.

Huesos fósiles y utensilios hallados en las cavernas cercanas a Lieja, lámina extraída de la obra de Philippe-
Charles Schmerling, 1833-1834.
sus conclusiones: La geología dará un su-
y vestigios de industria humana. El plemento a nuestros cortos anales y ven-
equipo de Montpellier constituyó sin drá a revelar el orgullo humano al mos-
duda el primer colectivo intelectual que trar la antigüedad de su raza. Porque la
se comprometió con la afirmación de la sola geología puede desde ahora darnos
gran antigüedad del hombre. Los tres algunas nociones sobre la época de la pri-
amigos publicaron los resultados de sus mer aparición del hombre sobre el globo
excavaciones y se abocaron con preci- terrestre31.
sión a la identificación de los animales fó-
siles y al análisis del sílice30, sin temor,
bien entendido, de afirmar fuertemente
En virtud de la profesión de fe profética, anticipó largamente a la geología unifor-
y a pesar de la reputación de Marcel de mista de Lyell y a la prehistoria de Bou-
Serres, estos resultados no fueron acep- cher de Perthes. Rechazando la idea del
tados por la mayoría de los geólogos y diluvio, tan apreciada por los primeros
paleontólogos, en particular tras la opo- prehistoriadores, sentó las bases de una
sición total de Cuvier. No obstante, plan- continuidad entre los tiempos más anti-
teando que debía partir de “causas ac- guos y los tiempos modernos, entre el
tuales”, de la observación de fenómenos hombre de la prehistoria y el hombre
geológicos contemporáneos, Tournal se moderno32. Un médico de Lieja, el doctor
Schmerling, publicó en 1833 un volumen

30 32
Laming-Emperaire 1964, pp. 144-146; Grayson 1983, pp. Stoczkowski 1993, Stoczkowski ha llamado la atención so-
99-108. bre el carácter anticipador de la idea de prehistoria en
31
Tournal 1834. Tournal.
titulado Investigaciones sobre las osa- las mismas conclusiones que sus prede-
mentas fósiles descubiertas en las caver- cesores de Montpellier. Y sin embargo el
nas de la provincia de Lieja, que llega a mundo científico aún no estaba conven-
cido de la gran antigüedad del hombre…





El paradigma de las tres edades y
la fundación de una arqueología comparada

Después de más de un siglo, sobre todo camino. Por cierto fueron necesarios lar-
después de Aubrey y Caylus, los estudio- gos combates para que el medio de los
sos habían advertido que era posible cla- Conoscenti aceptara que se trataba de
sificar los vestigios del pasado utilizando originales griegos y no de copias roma-
sus características intrínsecas para orde- nas. Pero una vez que se zanjó el asunto,
narlos en el tiempo. Este método, común la burguesía europea abrazó un verda-
a los anticuarios y a los geólogos, no sólo dero fervor por el arte griego. Tal gusto
agitó a la geología de principios de siglo por Grecia estaba contrabalanceado por
XIX, sino que igualmente condujo a enor- otra pasión, aún más exótica pero igual-
mes progresos en el campo de la arqueo- mente fuerte: la de Egipto. Desde hace
logía histórica, clásica y, poco después, milenios, después de Heródoto, que el
oriental. misterio de Egipto intrigaba a Europa
pero luego de la invasión árabe del siglo
A comienzos del siglo XIX, la curiosidad VII se habían distendido los lazos con un
arqueológica no sólo alcanzaba a geólo- imperio que, para los griegos y romanos,
gos y paleontólogos, se extendía también fue uno de los pilares de la cultura y la
a todo el Mediterráneo oriental. Hacia religión y el modelo de una sabiduría bár-
Grecia, desde luego, la lucha por la inde- bara sin la cual el mundo clásico no ha-
pendencia movilizó a la opinión europea bría sido alcanzado. De los antiguos egip-
y hacia allí cual se dirigían los viajeros
cada vez más numerosos, inflamados por
las ideas de Winckelmann y los poemas
de Goethe, Hölderlin y Byron. ¿No se po-
día admirar esta Grecia soñada, además,
en las salas de los grandes museos de Eu-
ropa? La adquisición de los frontones del
Partenón a Lord Elgin y presentarlos al
público en el Museo Británico marcó el



Vista del gran salón del Instituto de Egipto, di-
bujo de Protain, 1798. Bonaparte inaugura el
Instituto.

Vivant Denom midiendo la esfinge, dibujo extraído de Voyage pittoresque dans la Basse et le Haut Égypte
de Vivant Denom, 1802.

cios se conocían las pirámides, los jeroglí- ganó el favor de las autoridades. Ocupar
ficos (que luego del descubrimiento de su tiempo de esparcimiento en excava-
Buondelmonti en 1420 atraían la erudi- ciones y en iniciar una colección fabulosa
ción de todo el mundo de conocedores y destinada a tomar camino a Europa.
mentes apasionadas) y las momias. Con Henry Salt, el cónsul inglés, trabajó en la
la expedición a Egipto y las docenas de misma iniciativa, pero con el prestigio y
estudiosos que acompañaron a Bona- el sostén de la potencia victoriosa.
parte, Egipto devino tan atractivo como Pronto incorporó el concurso de un per-
Grecia. Las diversas publicaciones y noto- sonaje colorido, aventurero, empresario
riamente la fastuosa “Expedición de y prontamente uno de los más eficaces
Egipto” editada por un organizador ex- coleccionistas de antigüedades egipcias,
cepcional, Edme Jomard, originaron un un gigante que había comenzado su ca-
“estilo egipcio” que alcanzó tanto a la ar- rrera como un hércules de feria: Gio-
quitectura como a las artes plásticas. A vanni Belzoni. No debió aprender de los
ello se añade que el país, bajo la direc- industriosos de la excavación la precisión
ción de un soberano reformador, Meh- y el gusto por el saber de las antigüeda-
met Alí, se abría a las influencias occiden- des del terreno del siglo XVIII. Son los
tales. No era una época de exploradores continuadores de Choiseul-Gouffier y los
aislados y audaces comerciantes que herederos de los métodos expeditivos de
después de siglos dejaban los suelos eu- Fauvel y Lusieri. Pero inundaron los mu-
ropeos para viajar a Egipto. Eran ingenie- seos europeos con objetos egipcios: Dro-
ros, diplomáticos y aventureros que tra- vetti vendió no menos de tres coleccio-
bajaban al servicio del reino y de las po- nes, una a Turín, la otra a París y la última
tencias coloniales, Inglaterra y Francia. A a Berlín. Belzoni tendrá la idea de conver-
pesar de la derrota, los franceses habían tirse en una suerte de empresario de
mantenido en Egipto una buena implan- egiptología. En 1821 abre en Londres el
tación. El cónsul general de Francia B. Salón Egipcio, una exposición de obras
Drovetti, nombrado por Napoleón, se

Frontispicio de la obra de Jomard, Recueil des observations et des recherches qui ont été faites en Égypte
pendant l’expédition de l’armée française, 1809-1822.




egipcias que conoció un éxito multitudi- filólogos Champollion le daba al orienta-


nario. Al entusiasmo de los gobernantes lismo el derecho de ser una ciencia en sí
y la audacia de los aventureros se añade misma. Desde entonces todo el Cercano
un tercer elemento que llegará a seducir Oriente deviene un terreno de explora-
a la opinión: un joven sabio romántico ción arqueológica.
acababa de alcanzar la clave de descifra-
miento de los jeroglíficos. Después de Mientras tanto fue en el norte de Europa
cuatro siglos los jeroglíficos parecían un que surgió un modelo que va a revolucio-
misterio insondable de la simbólica. Al nar tanto a la arqueología como el desci-
demostrar que se trataba de un sistema framiento de los jeroglíficos había agi-
de escritura, estableciendo las reglas de tado el orientalismo. Christian Jürgensen
pasaje de ese sistema a la escritura alfa- Thomsen es el primer arqueólogo (en
bética demótica, y al reconocer en el 1819) en construir un museo sobre la su-
egipcio antiguo la lengua de los cristianos cesión piedra, bronce, hierro; es el más
de Egipto, Champollion reveló a Europa determinado en abogar por la necesidad
un continente de saber. Su descubri- de una comparación no solamente tipo-
miento, contemporáneo al del descifra- lógica sino también tecnológica entre los
miento del cuneiforme, tuvo mucho más objetos arqueológicos y los objetos etno-
impacto porque resolvía un problema gráficos.
que había ocupado a los eruditos du-
rante tantas décadas y porque llegaba a Por cierto, el padre Hennepin, en su des-
punto para hacer fructificar los descubri- cripción de Luisiana, en 1683, ya había
mientos de los sucesores de la expedi- sacado partido de ese tipo de observa-
ción a Egipto. Desde el punto de vista de ción33, y él mismo se había encontrado
la historia de las ciencias, el descifra- con un humanista danés, Laverentzen,
miento del egipcio coincide con el apo- para sugerir la utilidad de la etnografía
geo de los métodos modernos de la filo- en la interpretación de los objetos ar-
logía clásica. Luego de haber sentado las queológicos34. Pero se debía esperar a
bases de una filología comparativa que Thomsen para que tales sugerencias fue-
renovaba la herencia del Renacimiento, ran puestas en práctica: La experiencia
los filósofos se abocaron con éxito a las demuestra que las condiciones semejan-
lenguas del antiguo Oriente. El logro de tes y en particular un nivel cultural equi-
Champollion es un golpe de genio, pero valente condujeron a instrumentos equi-
estuvo preparado por el desarrollo de los valentes para producir los bienes necesa-
métodos de la filología y la aplicación de rios35. Al darle una expresión tan concisa
sus principios a las lenguas de Oriente: el a la ley de similitud cultural, Thomsen
abate Barthelémy con el palmirense y S. añadió a las reglas tipológicas de Caylus
de Saucy con el viejo persa habían un medio de analizar los objetos que no
abierto el camino. Al demostrar que los es solamente descriptivo sino técnico, y
jeroglíficos nos se resistían al saber de los sentó las bases de una prehistoria que no


33 34
Antes que los europeos fueran a América, los salvajes se Klindt-Jensen 1981, p. 15.
35
servían, y todas las poblaciones de Luisiana aún hoy en día Id., Ibidem.
se sirven, de vasijas de tierra en lugar de calderos, de pie-
dras aguzadas ya que no tienen hachas ni cuchillos (Henn-
epin citado por Klindt-Jensen 1975, p. 15).

Tumba de la edad del bronce de Kivik, en Suecia. A al derecha figuran los grabados de la cámara funeraria.
Se trata de uno de los más famosos monumentos megalíticos de Escandinavia.

depende de los textos: Me parece evi- cronológica de la arqueología europea
dente que en un mismo período antiguo nació al interior de un museo que en la
toda Europa del norte estaba poblada época era el instrumento más completo
por razas semejantes y primitivas. Que para el conocimiento del pasado prehis-
correspondieran a los salvajes norteame- tórico de Europa. Con su larga tradición,
ricanos me parece en diversos aspectos los anticuarios escandinavos habían
certero. Portaban armas, vivían en los comprendido, antes que sus colegas de
bosques, no poseían metal36. Gran Bretaña, Alemania y Europa cen-
tral, que la exploración del pasado recla-
El primer panorama de Europa prehistó- maba un instrumento de un nuevo tipo
rica adelantado a su época, coincide con que no se confundiera con la cámara de
la revelación de la prehistoria de la hu- curiosidades ni con el museo de arte: el
manidad. La originalidad de Thomsen no museo de arqueología comparada. Cada
reside solamente en la justificación del museo europeo no ofrecía en ese mo-
viejo modelo de las tres edades que, con mento colecciones tan completas como
diversos eclipses, había inspirado a los fi- las del de Copenhague. En 1836,
lósofos, historiadores y anticuarios Thomsen publicó su Guía de las antigüe-
desde la Antigüedad, sino que tiene con- dades nórdicas, pero su sistema ya es-
secuencias prácticas: establecer una cro- taba elaborado y puesto en acción diez
nología que fuera la base de una exposi- años antes, cuando se había empleado
ción accesible para todos. El interés del en el ordenamiento de las colecciones.
método que propone se puede verificar
empíricamente en las salas del nuevo Hombre de museo, Thomsen se distin-
museo de Copenhague. La revolución gue de sus contemporáneos porque


36
Citado por Roden 1981, pp. 58-59.

Evolución de la ornamentación en la edad del
bronce en Escandinavia, dibujo extraído de Guide
des Antiquités nordiques, de Thomsen, 1836.


conjuntos, Thomsen inventa el método
combinatorio que le permite, apoyán-
dose en los grupos cada vez más grandes,
arribar a una cronología general: Las
grandes tumbas de cámara en piedra pa-
recen haber sido construidas al mismo
momento en que los primeros metales
comenzaban a ser utilizados progresiva y
lentamente en Escandinavia. En general
busca ordenar, no los objetos singulares, hemos descubierto en el interior, como se
sino los conjuntos que sus funciones de ha advertido, cuerpos no incinerados, a
secretario de la Comisión de antigüeda- menudo urnas groseras a su lado, rara-
des del reino de Dinamarca le habían mente objetos de metal, y en todos los
permitido observar. Con la ayuda de jó- casos sólo un poco de bronce o de oro y
venes colaboradores y del ejército, había jamás de hierro ni plata, pero la mayoría
realizado excavaciones en la isla de Born- de las veces solamente objetos de piedra
holm. Un tiempo después, organizó una y simples ornamentos de ámbar38. Para
excavación en el sitio de Hvidegaard, en construir tal cronología, no era suficiente
Selandia. Se trataba de una tumba bien prestar atención a los diferentes tipos de
conservada en donde puso empeño en objetos, aún se debía tener las idea de
los menores detalles confiando el análisis establecer las asociaciones necesarias y
de restos orgánicos a naturalistas com- asegurar la calidad de las observaciones
petentes. La calidad de la excavación y la que las establecían. Hasta Thomsen, eran
precisión del informe publicado unos raros los anticuarios que tenían suficien-
años más tarde37atestiguan la calidad de temente en cuenta las asociaciones con-
sus observaciones. El sistema de fiables. La necesidad que él tenía de or-
Thomsen no es un modelo teórico bro- denar las series y su atención en el te-
tado espontáneamente gracias a la intui- rreno lo habían conducido a descubrir
ción del autor, es el producto de minu- uno de los principios cardinales de la cro-
ciosas descripciones de conjuntos, siste- nología arqueológica. El rol de Thomsen
máticamente comparados unos con en el desarrollo de la prehistoria de Ecan-
otros. El obstáculo esencial para definir dinavia no es sólo el de un formidable
una sucesión bronce-hierro residía en el agitador de ideas. También es un organi-
hecho de que los conjuntos de la edad zador, un militante de la arqueología de
del hierro simultáneamente revelaban terreno que no duda, munido de su ex-
objetos de bronce y de hierro. Thomsen periencia de hombre de negocios autodi-
observó que lo que caracteriza los hallaz- dacta, en organizar, movilizar y conven-
gos de la edad de hierro era la utilización cer. A la sociedad danesa, que buscaba la
de útiles para trocear de hierro. Al pasar afirmación de su coherencia en el pa-
del análisis del objeto singular al de los

37 38
Herbst 1848. Gräslund 1987, p. 23; Thomsen 1836, pp. 32 y 58.
Un grupo de arqueólogos daneses en el trabajo
de Jelling visto por J. Kornerup, 1861: “El primer
hallazgo arqueológico, luego de algunas discusio-
nes, se ha pensado que era un atizador, pero las
damas mayores dignas de confianza de Jelling me
han asegurado que se trata de una espada”.



lo llevan a publicar un segundo libro so-
bre la civilización nórdica en Inglaterra,
Escocia e Irlanda que es la primer obra de
conjunto consagrada a un análisis com-
parado de pueblos nórdicos en la prehis-
toria de Europa. Con Worssae y gracias a
la teoría de las tres edades, el conoci-
miento del pasado se pudo emancipar
del peso de la tradición. Aprovechando
en parte las fuentes escritas, el arqueó-
sado, supo ofrecerle un panorama con- logo dispone de un instrumento que le
vincente de los orígenes de Dinamarca. El pe rmite ordenar sus hallazgos en el
público se agolpaba en su museo, que él tiempo. No teme ir en busca del zoólogo
hacía visitar con una incansable buena o del geólogo por las informaciones que
voluntad. Thomsen supo suscitar las vo- le hacen falta. Worssae aporta la prueba
caciones y particularmente se ganó la del valor de su sistema al resolver por el
complicidad de un hombre joven que se método comparado un enigma de la
convertiría en su prestigioso continua- prehistoria Escandinava. En la costa de
dor: Jen Jacob Worssae. Este no tenía Jutlandia, se descubrieron en 1848 enor-
sino quince años cuando comenzó a fre- mes montículos de conchillas de ostras
cuentar el museo y a participar de exca- mezcladas con fragmentos de sílice y de
vaciones. Desde los veinte años, Worssae hueso. Ayudado por el zoólogo Steens-
publica su primer informe de excavación trup y el geólogo Forchammer, Worssae
que confirma el sistema de Thomsen: atacó el problema y el grupo de tres in-
tres años más tarde, termina una síntesis vestigadores demostró al tiempo que se
que se afirma como el manual más ambi- trataba de restos de cocina de la edad de
cioso de prehistoria escandinava: Anti- la piedra:
güedad de Dinamarca. Con un estilo más Uno no encuentra ostras en ninguna
brillante que el de su maestro, apoyado parte en la zona alrededor de Mejlgaard
en nuevas excavaciones y en una crono- salvo precisamente donde las acumula-
logía más precisa, le revela a sus miles de ciones que he descrito, que son bien cir-
lectores que es posible escribir una histo- cunscriptas, y los objetos arqueológicos
ria antes de la historia que satisfaga to- están dispersos en su interior al mismo
das las exigencias del establecimiento de tiempo que los carbones y los huesos de
pruebas y de la legibilidad del discurso. animales, uno no puede impedir pensar
Pero Worssae no se ciñe a la arqueología que en una época prehistórica antigua,
de Escandinavia. Asimismo se lanza a una cuando la línea de costa estaba cerca de
serie de viajes a Inglaterra e Irlanda que este depósito, había allí una suerte de
cantina para las poblaciones locales. Eso
explicaría los servicios de cocina, el car- disciplina mejor aceptada, porque es re-
bón, los huesos de animales y las hojas de conocida desde el siglo XVII como una de
sílice (para abrir las ostras)39. las componentes de la historia nacional.
Pero también se debe al hecho de que la
Al identificar los “desechos de cocina” teoría de las tres edades nació en el co-
(Kjokkenmoddinger), Worssae no resol- razón de un ciencia anticuaria. En otros
vía solamente una curiosidad arqueoló- lugares de Europa los anticuarios debie-
gica. Demostraba que una aproximación ron franquearse el paso, apropiarse de
pluridisciplinaria a los hallazgos y una ex- los útiles de las ciencias de la naturaleza
cavación bien hecha podían permitir al para afirmar una nueva disciplina en la
prehistoriador resolver un problema ar- coyuntura de dos culturas, la naturalista
queológico sin recurrir por definición a la y la humanista. Por cierto, Thomsen de-
utilización de fuentes escritas. Se tor- bió afrontar sus críticas en Escandinavia.
naba así posible afrontar los problemas Pero estas no tenían que ver con las tem-
de cronología relativa concernientes a la pestades levantadas por los explorado-
edad de la piedra. ¿Cómo situar los res de la antigüedad del hombre en Fran-
“desechos de cocina” en relación a la ci- cia y Gran Bretaña. Por el contrario, la ad-
vilización de los megalitos de la zona es- versidad fue buena. La feroz polémica
candinava? En las acumulaciones de os- que despedazaba los medios científicos,
tras, los sílices son generalmente de un la necesidad de establecer los hallazgos
tipo particular, muy toscos; lo mismo sobre observaciones precisas e indiscuti-
pasa con la cerámica, y se encuentran bles, conduciría a los prehistoriadores a
también objetos de hueso de un género sacar partido de todos los argumentos
particular en gran cantidad. Al contrario, desarrollados por sus predecesores, a
los sílices, útiles de piedra, cerámicas, or- proponer un análisis estratigráfico, tec-
namentos de ámbar y otros hallazgos de nológico y tipológico de los vestigios: No
las sepulturas megalíticas son mucho es sólo la forma y la materia del objeto
más desarrolladas y demuestran un mé- sirven para establecer su gran antigüe-
todo diferente de fabricación40. Paso a dad (…). Es también el lugar en donde
paso, con la tranquila tenacidad que los está; es la distancia a la superficie; son
caracteriza, los arqueólogos escandina- también las capas superpuestas y los
vos (porque los daneses no son los únicos desechos que los componen; es, en fin, la
que se dedican a la prehistoria, los sue- certidumbre de que está en su suelo ori-
cos están listos a unírseles) contribuye- ginal, la tierra que ha excavado el obrero
ron a explorar las bases más sólidas de que la ha fabricado41.
los comienzos de la humanidad. Su vía,
asociada a la observación fina de los da- Lo que los padres fundadores de la
tos del terreno, es la puesta en práctica prehistoria han librado a la arqueología
de un esquema evolucionista que les moderna se ciñe a un triángulo de rela-
abre el panorama de una reflexión más ciones recíprocas: tipo, tecnología, estra-
general sobre la historia de las primeras tigrafía. De esas tres nociones emergerá
sociedades humanas. Su más precoz el positivismo arqueológico que le dará a
éxito que sus contemporáneos de Ingla- la arqueología sus bases científicas.
terra y Francia se debe sin duda al hecho
de que se expresan en nombre de una

39 41
Kiindt-Jensen 1975, p. 72. Boucher de Perthes 1841, I, p. 36, citado por Laming-Em-
40
Ibidem, p. 73. peraire 1964, p. 162.

Pensar la arqueología como una ciencia de la naturaleza

El modelo filológico. Gerhard y el Instituto di Corrispondenza

Desde el Renacimiento, con el desarro-
A través de la idea de una historia natural llo de las colecciones, y a través de la
del hombre, del contacto con geólogos y inspiradora obra de Winckelmann, las
zoólogos y, por supuesto, bajo el lide- antigüedades grecorromanas devinie-
razgo de Darwin, los prehistoriadores del ron no sólo un objeto de curiosidad, un
siglo XIX han sabido sentar las bases de signo de distinción e incluso un medio
una prehistoria global en la raíz de la de enriquecimiento, sino también la
prehistoria moderna. Mientras, conti- conservación de una estética que con-
nuaba el debate abierto en el siglo XVI sidera a la civilización grecorromana
por Antonio Agostino. Durante toda la como indispensable. Buscando emanci-
primer parte del siglo XIX, los arqueólo- parse del “diletantismo anticuario”, del
gos clásicos buscaron emanciparse del la simbolismo filosófico y de la estética
influencia del mundo de los coleccionis- admirativa de los hombres del siglo
tas y los artistas, hacer reconocer por la XVIII, Gerhard tuvo que aceptar sin dis-
institución académica la legitimidad de la cusión los a priori de la filología ale-
arqueología, gemela de la filología pero mana. Se trataba de reemplazar el culto
decididamente autónoma. Al publicar en intuitivo a la Antigüedad por un culto
1850 en el Archaeologische Zeitung sus razonado pero, aún así, absoluto: Para
tesis arqueológicas, E. Gerhard, infatiga- desarrollar una arqueología filológica
ble militante de una arqueología racional no es necesario adaptar los métodos a
e histórica, pedirá a la vez por la indepen- las necesidades de los aficionados de la
dencia de la arqueología y por la afirma- antigüedades o de los artistas –lo que
ción de su carácter filológico: El estudio sea que recomienden de acuerdo a sus
de los monumentos de la antigüedad clá- intereses-, sino que deben basarse en
sica debe partir del conocimiento litera- una relación estrecha con la formación
rio sobre el cual reposa lo que se llama filológica en su conjunto (…). Si los filó-
filología en sentido estricto. El arqueó- logos, siguiendo sus inclinaciones esté-
logo se consagra a su parte monumental ticas, se alejan del arte de los Antiguos,
a partir de evidencias filológicas. Todo se olvidan que los monumentos anti-
tipo de aficionado a las antigüedades guos no son sólo de interés para ellos
concurre a él para obtener la materia mismos, sino que son fuentes indispen-
prima de su estudio, tanto como los artis- sables para el conocimiento de la Anti-
tas que le aconsejan y le aclaran. Esta de- güedad43. Gerhard debió batirse en dos
pendencia de la arqueología respecto de frentes, contra los anticuarios de la
los aficionados a las antigüedades y los vieja escuela, más sensibles a las for-
artistas a menudo tuvo un desarrollo mas de los objetos que a su evolución,
condenable, que se puede llamar el dile- y contra los filólogos que, al modo de
tantismo anticuario (…), trajo muchos Mommsen, veían a los arqueólogos
problemas42. como los analfabetos de la historia. Era
una paradoja social tender a reducir el

42 43
Gerhard 1850, p. 204. Gerhard 1850, Ibídem.

Anticuarios trabajando, dibujo del etruscómano
Giovan Battista Passeri, 1767.

Wilhelm von Humboldt (de 1816 a 1823),
acompañado un tiempo por el viajero y
coleccionista Jacob Bartholdy (en 1818)
y, en fin, en 1827, el diplomático, teólogo
y arqueólogo Christian von Bunsen
(hasta 1838). La sociabilidad de Bunsen,
su inmensa cultura, sus relaciones con
gente tan diversa como Schelling, Creu-
zer, Lachmann y muchos otros, hicieron
de su casa romana el punto de encuentro
de artistas, arqueólogos y eruditos de to-
dos los países: el escultor Thorwaldsen,
pero también Chateaubriand, Champo-
llion o Leopardi44 . Alrededor de Bunsen
pronto se encontraba una pléyade de ar-
queólogos, entre ellos F. G. Welcker, pro-
fesor en Bonn y uno de los filólogos más
renombrados de la época, pero también
horizonte científico y técnico de la ar- jóvenes eruditos ya conocidos como T.
queología clásica, para involucrar una Panofka y E. Gerhard. Este último será,
competencia desigual con la filología durante su vida, el animador de una ins-
con el objeto de dotarse de un aparato titución completamente extraordinaria
de erudición equivalente. Puesto que el que vio la luz a iniciativa de Bunsen en
proyecto de Gerhard y sus contemporá- 1828: el Instituto de Correspondencia Ar-
neos era transformar la ciencia de los queológica.
anticuarios en ciencia de la Antigüedad,
era un desplazamiento semántico más El Instituto es conocido como un orga-
importante de lo que parece puesto nismo internacional encargado de editar
que va a llevar a la creación de institu- de manera regular los descubrimientos
ciones de un nuevo tipo. arqueológicos más notorios. Está com-
puesto de una sección central en Roma
Nuevamente todo va a comenzar en que coordina los trabajos de los arqueó-
Roma: la ciudad es el centro de los erudi- logos de diversas nacionalidades resi-
tos. Si los viajeros ingleses son los más dentes en Roma, y de secciones naciona-
numerosos en Grecia, los profesores ale- les, alemana, francesa y inglesa. El apoyo
manes lo son en Roma. El camino había de Bunsen, que alberga el instituto en su
sido abierto por el danés Zoëga, insta- embajada, se completa con una subven-
lado en 1784 como arqueólogo y poco ción prusiana debida a la protección del
después cónsul general de Dinamarca. príncipe heredero de Prusia (el futuro Fe-
Posteriormente desfilaron por la repre- derico Guillermo IV) y a una contribución
sentación diplomática de Prusia en Roma personal de un joven aristócrata francés
las glorias de la inteligencia alemana: apasionado de la arqueología, el duque

44
Stark 1880, pp. 280-284.

Registro de la tumba etrusca llamada de Triclinium, realizado por Carlo Ruspi en 1832 en Tarquinia. Este
registro revela la voluntad de precisión de los arqueólogos de comienzos del siglo XIX.


de Luynes. En esos lugares se hallaba la El descubrimiento de las tumbas de Vulci
fina erudición de la época –en Alemania, en 1828 abrieron nuevas provincias a
August Böck, Friedrich Creuzer, Carl Ot- esta arqueología conquistadora y segura
tfried Müller; en Francia, Quatremère de de sí misma. Pues en Italia a comienzos
Quincy y Charles Lenormand; en Italia, del siglo XIX hubo un “sueño etrusco”.
Carlo Fea y Bartolomeo Borghesi- así Aunque los etruscos habían jugado
como famosos coleccionistas, el inglés desde el siglo XVI un rol determinante en
James Millingen y los duques de Luynes y la idea que los italianos (y sobre todo los
de Blacas, y diplomáticos de primer toscanos) se hacían de sus orígenes, y
plano como Metternich y Humboldt. Con aunque en el siglo XVIII la cuestión
el Instituto, el método –la filología uni- etrusca jugó en la historiografía italiana
versitaria-, la estética –encarnada por la el rol de los galos en Francia, es alrede-
herencia de Winckelmann- y la tradición dor de los años 1820 que la etruscología
del “gran viaje” se conjugaban para dar devendrá una etruscomanía con la explo-
nacimiento a la nueva empresa. La colec- tación sistemática de las necrópolis de la
ción y la adquisición material de objetos Toscana. En las tierras de Lucien Bona-
desde entonces cuenta menos que la cu-
riosidad por lo inédito; el deseo de saber
le gana a la sensibilidad. Para atender es-
tos objetivos había que disponer de pu-
blicaciones adecuadas que respondieran
a cada uno de los cuestionamientos es-
pecíficos. Así el Instituto es una cada edi-
torial con sus series diversificadas: el Bo-
letín para las informaciones rápidas, los
Anales para las comunicaciones científi-
cas, los Monumentos para las monogra-
fías de monumentos. La ambición es
crear una suerte de enciclopedia viviente
de la arqueología ahora provista de sus
géneros y especialidades: catálogo de
Vista de la sede del Instituto di Correspondenza
museo, descripción topográfica, epigra- Archeologica en Roma, construido en 1835.
fía, ceramología, iconografía.

Alzado, sección, planta y detalles de un túmulo y
vista de la necrópolis de Tarquinia, dibujados por
Henri Labrouste en 1829. Este dibujo testimonia
el interés suscitado por los etruscos por parte de
los arquitectos residentes en la Academia de
Francia en Roma.

de la arqueología clásica de la primera
mitad del siglo XIX. Para quienes se con-
sideran arqueólogos frente a los más
aventureros anticuarios, habían pasado
los tiempos de las colecciones salvajes y
del puro goce estético.

A la manera en que el seminario de filo-
logía alemana se liberó de la teología, el
seminario de arqueología debía y podía
ganar autonomía. Con una reserva, no
obstante, pues esta independencia de la
arqueología no existe sino en el pano-
rama de la “ciencia de la Antigüedad”. La
arqueología participa, por otros medios,
del mismo objetivo que la filología. Por

ello, ella debía profesionalizarse frente a
parte, príncipe de Canino, Gerhard asiste
la competencia de los artistas y los viaje-
maravillado al descubrimiento de una de
ros, pero también frente a las pretensio-
las más grandes necrópolis arcaicas y clá-
nes de los filólogos de tomar el mando.
sicas del mundo antiguo. Tanto que los
Luego de más de treinta años militando
vasos y las urnas se volvieron objetos tan
por la independencia intelectual de la ar-
codiciados como las estatuas. Al vender
queología, Gerhard podía hablar alto y
su colección de vasos pintados al Museo
fuerte. En Alemania, luego de la revolu-
Británico, el honorable embajador de Su
ción de 1848, los seminarios de arqueo-
Majestad británica en Nápoles había eri-
logía florecieron en todas partes. En ese
gido los vasos pintados en símbolo del
momento más de diez universidades ale-
gusto de lo antiguo. Esto lo comprendie-
manas poseían cátedras de arqueología
ron prontamente hombres como Lucien
mientras no existía más que una en Gran
Bonaparte, que entonces extrajeron más
Bretaña y una en Francia. Este éxito evi-
ganancias de las excavaciones de sus tie-
dentemente se explica por el camino
rras situadas en las necrópolis de Etruria
triunfal que los seminarios alemanes de
que de la explotación del suelo. De allí
arqueología supieron crear, pero tam-
que la pasión por los vasos “etruscos” (ya
bién se debe al modelo ideológico sofis-
que de los hallados en Etruria, Winckel-
ticado que Gerhard y sus contemporá-
man había sido uno de los únicos que los
neos supieron elaborar. Frente a un Me-
tuvo por griegos) se transformó en etrus-
diterráneo más accesible, la cultura eu-
comanía cuando aparecieron las prime-
ropea no podía contentarse con la reco-
ras tumbas pintadas.
lección de informaciones, con la caza del

tesoro que hasta entonces había preva-
Las tesis arqueológicas de Gerhard ofre-
lecido. La arqueología podía reivindicar
cen con precisión inigualada el balance
el lugar de una ciencia positiva apoyada ción no se distingue del registro o del ca-
en resultados concretos. El tecnicismo tálogo, no es más que un medio de ex-
del nuevo curso no solo tenía consecuen- tracción de vestigios del suelo. Sin em-
cias teóricas, podía y debía esclarecer “la bargo no pasará más que una década
vida de los Antiguos”. La Antigüedad de- para que las excavaciones francesas o
vino fuente de innovación y ya no de imi- alemanas en Grecia plantearan el pro-
tación; revelaba soluciones técnicas, un blema de manera radicalmente diferente
saber-hacer susceptible de aplicarse en y sobre todo porque Schliemann vuelve a
el presente. Las realizaciones de los ar- señalar al establishment universitario
quitectos, las experiencias de los esculto- que este no es propietario de la imagen
res y de los pintores fueron invitadas a de la Antigüedad.
enriquecer la arqueología así como la ar-
queología se nutría de las artes. La Anti- Al confrontarse paso a paso con la filolo-
güedad explicada, herencia del siglo gía, la arqueología de Gerhard llegaba a
XVIII, devino una Antigüedad viviente perder progresivamente toda pretensión
que se podía tocar y analizar en la varie- prehistórica. Si, para retomar la distin-
dad de sus técnicas y su diversidad regio- ción de F. A. Wolf, lo propio de la historia
nal. era das Werdende, lo propio de la ar-
queología era das Gewordene45. Una lu-
Sin embargo, frente a los filólogos, Ger- cha desigual que dejaba a los filólogos en
hard supo sacar partido del misterio de la contacto con las fuentes vivientes y a los
arqueología y de la emoción que pro- arqueólogos luchando con las fuentes
cura. Él reivindicó el reconocimiento de muertas. ¿Si el objetivo último de la ar-
los méritos obtenidos en el terreno y del queología, que llevaba a fabricar grupos
contacto de los diplomáticos y los viaje- y clases hasta el infinito, no le permitía
ros. Los arqueólogos, llegados a las uni- explicar el pasado, qué decir de la histo-
versidades luego de los filólogos, debie- ria, para qué ha servido la aburrida minu-
ron imponerse por sus relaciones, por el cia de la tipología? El camino de la ar-
interés que suscitaban en la buena socie- queología positiva, amenazado por la im-
dad y en los cursos reales, en breve, por paciencia de los estetas y la acrimonia de
una distinción de otra naturaleza que el los filólogos, era bien estrecho. El para-
simple mérito universitario. digma filológico constituía por cierto un
buen medio de progreso técnico y de re-
No obstante, el programa completo de conocimiento social al servicio de la ar-
Gerhard pecaba de una omisión impor- queología, pero revelaba, al final de
tante. Sus tesis arqueológicas no hacían cuentas, sus duras consecuencias. En el
ninguna referencia concreta a la excava- fondo Gerhard sin duda estaba más cerca
ción sino implícitamente: la arqueología de Montfaucon que de Boucher de Pert-
se conoce como una actividad de reco- hes, como expresaba en sabroso francés
lección. Si los obreros, como en Pompeya W. de Humboldt en la corte de Prusia es-
o Canino, contribuyen, es ocasional. El cribiéndole a Metternich para defender
verdadero trabajo arqueológico co- al Instituto de Correspondencia sospe-
mienza cuando los objetos son accesibles chado por el Vaticano: La sociedad ar-
en las colecciones de los museos. Para los queológica, por la naturaleza de su com-
contemporáneos de Gerhard la excava- posición cosmopolita, por la pureza de


45
Momigliano 1983, p. 283.
sus intenciones exclusivamente artísti- de Berlín bajo la férula de Humboldt y de
cas, ya ha prestado enormes servicios a Böck. Totalmente preocupado en publi-
la causa del progreso de las artes. No car catálogos y más catálogos, de seguir
profesa otra tendencia política que la de los descubrimientos y de “juntar” el me-
reunir, como en un solo hogar, los rayos dio de artistas y coleccionistas, no tuvo el
divergentes del sentimiento del bien, ni tiempo libre para interesarse en el movi-
otra religión que la que eleva el alma a miento más allá de las fronteras de la ar-
las nobles y grandes concepciones46. queología clásica. No obstante, es de
esta Antigüedad alejada, que aún no te-
En suma, Gerhard es un reformador obs- nía derecho al nombre de prehistoria,
tinado, de cierta manera terco. Se quedó que va a surgir el progreso decisivo.
encerrado en una concepción de la Anti-
güedad clásica formada en la universidad



El triunfo de la gran antigüedad del hombre. Boucher de Perthes



¿Qué es lo que tienen en común Ger- pero para que esos métodos se aplica-
hard, que asiste fascinado a los descu- ran a los hombres fósiles, primero de-
brimientos de tumbas etruscas de Vulci bían admitir su existencia… Todos los
en las tierras de Lucien Bonaparte, prín- descubrimientos de los “precursores de
cipe de Canino, y Tournal o Schmerling, la prehistoria” tropezaban con ese obs-
que escrutan las profundidades del táculo plurisecular. La geología y la pa-
suelo con un asombro mezcla de angus- leontología acababan de realizar in-
tia por descubrir algunas osamentas mensos progresos en las tres primeras
animales y algunos sílices tallados? Una décadas del siglo XIX. Pero para que los
misma fe en la idea de que los objetos, arqueólogos asimismo se beneficiaran
si se los sabe interrogar, pueden tener de ellos debían revertir la proposición
un lenguaje. La transformación del sa- de Buffon y transformar las medallas en
ber anticuario en disciplina arqueoló- conchillas y las inscripciones en fósiles.
gica pasa por una atención puesta tanto Pensar la arqueología como una ciencia
en los objetos y monumentos como en de la naturaleza, era considerar que los
las condiciones de su enterramiento. observadores del suelo debían sacar
Este nuevo rigor exige poner cierta can- partido de todos los “trapos”, de todos
tidad de reglas de observación, registro los desechos recuperables, es decir,
y publicación. Los arqueólogos daneses contrariamente a la tradición anticua-
fueron los primeros en erigir estas re- ria, privilegiar el todo en relación a las
glas en sistema al descubrir el rol cardi- partes.
nal de la tipología. Por vías diferentes,
los arqueólogos de los períodos clásicos A Boucher de Perthes le recaería ese rol
llegaron a las mismas conclusiones, de traficante, a pesar de que, a priori,
nada en este director de Aduanas de

46
Weickert 1955, p. 143.

Excavación en Bürglstein cerca de Salzburgo, realizada en 1825. Esta representación de la excavación
tiene todo de una salida al campo romántica.

Abbeville, este literato con talentos rreno. Da entonces –a más de siete me-
abundantes, lo mostraba para conciliar tros de profundidad- con un nivel ar-
las ciencias del hombre con las de la na- queológico caracterizado por numero-
turaleza. Es evidente su deuda con el sos restos animales, cerámicas y utensi-
doctor Casimir Picard, que fue el inicia- lios de piedra. Alentado por sus prime-
dor de las observaciones arqueológicas ros descubrimientos que no tenían
y de las excavaciones el el valle del nada de espectaculares –pero que son
Somme. Pero Boucher de Perthes supo aceptados en el depósito Museo de his-
hacer de la última parte de su vida (co- toria natural- emprende los trabajos en
mienza sus investigaciones de terreno el sitio de Menchecourt-lès-Abbeville,
en 1837, a los cuarenta y un años) una un sitio en el cual Cuvier ya había iden-
“obra de ciencia” al servicio de la histo- tificado osamentas de elefantes y rino-
ria del hombre: paradoja de un hombre cerontes. Es allí que pone la mano so-
que parecía menos preparado que mu- bre los primeros utensilios “antedilu-
chos de sus predecesores para devenir vianos”. Los descubrimientos se suce-
el fundador de una disciplina. den pero se trata de hachas pulidas
(neolíticas) cuya presencia parece in-
Presidente de una sociedad científica trusiva a los correspondientes de Bou-
de provincia como las había tantas en cher de Perthes. Él mismo rendido por
esa época, comienza por ayudar inte- su escepticismo, exige extraer los obje-
lectual y materialmente a su amigo Pi- tos in situ. En junio de 1842, puede re-
card en sus investigaciones. Sin em- coger en el lugar lo que incuestionada-
bargo, es embargado por el virus de la mente es un biface paleolítico. Por lo
exploración y se dedica a continuar el tanto, comienza a supervisar sistemáti-
trabajo de su amigo tempranamente camente los labores y canteras de la re-
desaparecido (1841). Es en 1837, bajo gión de Abbeville. Con descubrimientos
las murallas de Abbeville, que Boucher cada vez más numerosos, se aboca a la
de Perthes comienza sus trabajos de te- redacción de un volumen que resultará


Corte reducido del terreno de Menchecourt
cerca de Abbeville, dibujo extraído de Antiqui-
tés celtiques et antédiluviennes, de Boucher de
Perthes, 1847. La originalidad de Boucher de
Perthes es aplicar a las excavaciones arqueoló-
gicas los métodos estratigráficos de los geólo-
gos de comienzos de siglo.

que se veían mal. Todo se sumaba para
irritar el pelaje de un cenáculo que se
había mostrado hostil a descubrimien-
tos mucho más calificados que el suyo.

Sin embargo, aún cuando merecía críti-
cas, el trabajo de Boucher de Perthes
tenía el mérito de su visión y originali-
dad. Constituye la primera reflexión de
conjunto sobre la estratigrafía aplicada
a la arqueología. Cómo establecer la
edad de un vestigio: Por la materia, por
la obra y sobre todo por la posición sub-
terránea de los objetos. No obstante
admitimos una suerte de escala de vida,
una superposición de capas formadas
por los desechos de generaciones y bus-
camos en cada una de esas capas los in-
el primer tomo de las Antigüedades cel- dicios de la historia de esas generacio-
tas y antediluvianas. En 1846 termina nes. Las más profundas capas nos ofre-
un enorme volumen y lo envía a la Aca- cen así las generaciones más viejas47.
demia de ciencias para su aprobación.
Es un fracaso. La comisión designada Otros antes que él habían tenido la in-
rechaza la mayor parte de las conclusio- tuición de la idea de estratigrafía, pero
nes del autor y la obra no aparecerá nadie había insistido con tanta determi-
sino hasta 1847 sin la tan esperada un- nación en el carácter demostrable de
ción de ese cuerpo científico tan presti- las observaciones estratigráficas siem-
gioso a sus ojos. pre que se apoyasen en registros y pro-
tocolos identificables. Al ilustrar sus
Voluntarioso pero inconcluso, el mismo demostraciones de cortes, teniendo
Boucher de Perthes había preparado el cuidado de describir, como un geólogo,
terreno para ser combatido. Sus expli- la posición y el contenido de los estra-
caciones geológicas eran suficiente- tos que estudia, Boucher de Perthes en-
mente sumarias, sus dibujos de sílices tra de plano en la arqueología estrati-
poco legibles, sus interpretaciones fun- gráfica. No descarta el necesario estu-
cionales ingenuas, y sus teorías ambi- dio tipológico, pero se hizo, a diferencia
ciosas. No hay duda que algunas de sus de los arqueólogos escandinavos, el sir-
láminas ilustraban objetos discutibles, viente de la estratigrafía. Echó un man-

47
Boucher de Perthes 1847, I, P. 34.

“Piedras antediluvianas” de Abbeville, dibujo
extraído de Antiquités celtiques et antédiluvien-
nes, de Boucher de Perthes, 1847. Boucher de
Perthes asocia a su enfoque estratigráfico una
descripción tipológica del material descubierto.


mostrar cuales han sido las variaciones
del suelo y del clima48.

Aquí está claramente expresado el pro-
grama de la síntesis de las ciencias de la
naturaleza y las ciencias del hombre
que singulariza a la arqueología en su
voluntad de emanciparse de la tradi-
ción anticuaria. Boucher de Perthes po-
drá ser aproximativo, rápido y a veces
incluso crédulo, pero su libro constituye
el manifiesto de una nueva ciencia ar-
queológica que osa enfrentar todos los
prejuicios disciplinarios.

to de sospecha, que después recayó al Por lo tanto, incluso si minoritarios en
menos por medio siglo, sobre la asocia- el mundo científico, los bien intencio-
ción entre industria y fauna con el pre- nados (como Isidore Geofrrey Saint-Hi-
texto de una intrusión siempre posible laire, hijo del hombre que Goethe admi-
de utensilios de las capas más antiguas. raba tanto) aceptaron los descubri-
Reclama un tratamiento comparable mientos de Boucher de Perthes, incluso
para la fauna, la flora, y las industrias. si criticaron sus teorías. Además, luego
Critica igualmente la repugnancia de de las presuntuosas condenas de Bu-
sus predecesores frente a las asociacio- ckland y de Cuvier a la existencia de un
nes cruzadas que son las que permiten hombre fósil, la situación había cam-
dataciones confiables: El estudio de las biado notoriamente. W. Pengelly había
turberas, no más que el de los bancos retomado las excavaciones de McEn-
diluvianos, no fue llevada tan lejos nery en la Caverna Kent y había estable-
como debería ir… Aún se puede distin- cido que los animales fósiles y la indus-
guir en la turba, sobre todo en el mo- tria humana eran bien contemporá-
mento de su extracción, una parte de neos. Hugh Falconer, un brillante natu-
los vegetales que la componen. La flora ralista británico, lanzaba las excavacio-
de las especies subterráneas, o la no- nes de la Cueva Brixham que, apoyadas
menclatura de las plantas de la turba, por la Real Sociedad de Londres, confir-
descripta capa por capa, llegando hasta maban los resultados obtenidos por
la superficie e indicando la sucesión de Pengelly. La geología de Buckland mien-
especies en una misma localidad du- tras tanto era reemplazada por la de
rante una larga serie de siglos, podría


48
Id., p. 547, nota 24.
La gran obra de Darwin le valió a su autor nu-
merosas caricaturas.


Acompañado del geólogo y numismá-
tico John Evans, Prestwich hizo el viaje
a Abbeville, donde pronto es seguido
de toda una comisión de la Sociedad
Geológica de Londres y por el mismo
Lyell. Los científicos ingleses contribu-
yeron al reconocimiento internacional
de Boucher de Perthes, incluso aunque
Charles Darwin, en base a la lectura de
su libro, conserva una actitud más que
escéptica49. El 26 de mayo de 1859
Prestwich presenta ante la Real Socie-
dad de Londres un informe apoyado en
sus experiencias en Gran Bretaña y
Francia, sosteniendo que los utensilios
de sílice son el producto de la concep-
ción y del trabajo del hombre50. El 26 de
Charles Lyell, que daba mucho más lu- setiembre y el 3 de octubre del mismo
gar al principio de evolución y al unifor- año, un paleontólogo del Museo que
mismo, es decir a la uniformidad del había también investigado en Abbevi-
desarrollo de la geología terrestre, y en lle, Albert Gaudry, defendió ante la Aca-
1857 se descubría en Alemania en el va- demia de ciencias el interés de los re-
lle de Neanderthal un fósil humano. Así, sultados de Boucher de Perthes. Para
cuando en 1858 Falconer visita Abbevi- este último, el año 1859 inaugura el
lle, queda inmediatamente convencido “tiempo del reconocimiento”, pero
del interés de los descubrimientos, y sin para la arqueología ese reconocimiento
demorar invita a Prestwich, un geólogo oficial significa el abandono por el
de renombre y tesorero de la excava- mundo científico de la milenaria nega-
ción de Brixham, a viajar a Abbeville. ción de la antigüedad del hombre. El
mismo año veía la publicación El Origen
de las Especies de Darwin.-



TRADUCCIÓN DE ALEJANDRO HABER DEL ORIGINAL EN FRANCÉS LA CONQUÊTE DU PASSÉ. AUX ORIGINES DE L’AR-
CHÉOLOGIE, CAPÍTULO V L’INVENTION DE L’ARCHÉOLOGIE, PÁGINAS 275-315, DE ALAIN SCHNAPP. ÉDITIONS CARRÉ,
PARIS, 1993, PARA USO INTERNO DE LA CÁTEDRA DE ARQUEOLOGÍA GENERAL, ESCUELA DE ARQUEOLOGÍA, UNIVER-
SIDAD NACIONAL DE CATAMARCA.


49 50
Darwin 1887, 3, pp. 15-16. Cohen-Hublin 1989, p. 186.

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