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Queda prohibida la distribución de esta traducción sin la

aprobación expresa del grupo Traducciones Ganimedes, además


esta obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas
sexuales explicitas hombre/hombre, si te molesta este tema no lo
leas, además que su contenido no es apto para cardíacos.
Rodney no es como las otras gárgolas. No hay duda de que es debido
a su fascinación por los seres humanos y su cultura. Durante décadas, ha
estado observándoles desde las sombras. Sin embargo, un ser humano
solitario se pasea por la azotea de Rodney una noche y vuelve su mundo al
revés.

David Marshall es todo lo que Rodney ha querido durante todos sus


años de soledad. Rodney se las arregla para mantener su enamoramiento
y su identidad en secreto hasta que David necesita protección de una
gárgola más que la conversación con un amigo solitario tarde en la noche.

¿David será capaz de ver más allá del exterior monstruoso a la


verdadera persona en el interior? El tiempo se agota, y Rodney debe tratar
de agarrarse a la vida —y al amor— antes de que sea demasiado tarde.
Rodney abrió un ojo y dirigió la mirada hacia el cielo cuando la
primera gota de lluvia cayó en su nariz. Suspiró. Bueno, después de todo
este calor implacable, un poco de lluvia probablemente era una buena
cosa. Sin embargo, la volvía una noche desagradable, especialmente si la
tormenta se desataba de forma rápida dejando nada más que una
atmosfera de vapor-sauna detrás.

Como era su costumbre, escaneó su entorno sin llegar a moverse


realmente todavía. Los últimos rayos de luz se desvanecían desde el cielo,
abajo los coches empezaban a encender sus luces. Cruzando la calle, los
rascacielos comenzaban a iluminarse desde el interior. Podía ver el
movimiento de algunas personas dentro a través de las ventanas, como
las hormigas a través de una pared de vidrio. No es como si hubiera visto
alguna vez una granja de hormigas, pero leyó sobre éstas.

Debía de ser lo suficientemente seguro. La gente rara vez se acercaba


a la azotea en estos días, sobre todo ahora en el caliente horno del
verano. Con cautela, volvió la cabeza. Sí. Vacío. La lluvia comenzó a caer
con un golpeteo constante, picando su piel y oscureciendo el papel
alquitranado en el techo debajo de él. Una pequeña ráfaga de viento agitó
los restos de unas hojas secas y los envió deslizándose contra la
balaustrada.

Echó un vistazo a la estructura de piedra donde se apoyaban sus pies.


El cemento debajo de los dedos de sus pies mostraba claramente una gran
grieta. ¿Era su imaginación, o estaba más grande esta noche que la de
ayer? No lo sabía. Lo único que sabía era que a menos que alguien
acomodara eso, en algún momento podía bajar dando tumbos por treinta
pisos antes de llegar a la calle de abajo. No sólo importaban los peatones
o el tráfico, no sería tan bueno para él tampoco.
Con cuidado, se aflojó del pedestal dañado y, aferrándose a la
barandilla, se balanceó suavemente sobre el carril y bajó a tierra en la
azotea. Ah, bueno. No había nada que pudiera hacer al respecto. No era
como si pudiera ir a la ferretería más cercana y comprar los suministros
necesarios para fijar su propia percha. La idea le divertía, sin embargo, y se
imaginó a sí mismo entrando a la ferretería, marcando con sus garras el
suelo de baldosas, mientras hacía su camino hacia la oficina de
información y pedía ayuda. En su mente, las vendedoras gritaban y se
desmayaban, cayendo al suelo de una manera poco elegante, mientras los
clientes se volvían, sus caras pálidas y horrorizadas, tratando de volverse
más pequeños contra las paredes. Y él, Rodney, saldría de la tienda con
una canasta bajo el brazo, con todo lo necesario para reparar su base y
continuar vigilando durante los próximos ciento cincuenta años más o
menos de su vida.

A menos, claro, que su edificio fuera demolido. Entonces no


importaría si su base se desintegraba nada más al ser retirada. Podría
suceder, lo sabía. Los edificios más antiguos —como el suyo— eran
derribados todos los días para dar paso a nuevos y más grandes, más
brillantes. ¿Era eso tan malo? No lo sabía. Tal vez esto era todo. Tal vez
había vivido la vida que podía razonablemente esperar vivir y quería algo
más que simplemente limitarse a llorarle a la luna.

Miró al otro lado del río Hudson, sintiendo la fresca lluvia


humedeciendo su piel, y suspiró de nuevo. Era demasiado pronto para
estirar sus alas. Su cola se movió a lo largo de un brazo y se enroscó
alrededor de su bíceps, mientras buscaba la protección de las sombras y
esperaba a que la oscuridad descendiera por completo. Iba a ser una
noche larga.
Era casi media noche cuando la puerta de la azotea fue
violentamente abierta.

Rodney se movió a las sombras más profundas al lado de la gran


abertura para el aire acondicionado del edificio y miró con curiosidad
como alguien se quedaba parado en el techo. La lluvia había cesado un par
de horas antes, y ahora la luna decidió romper a través de las nubes,
bañando la azotea en una clara luz plateada. No sería bueno que un ser
humano se fijara en él.

El hombre que salió a la azotea era la persona más hermosa que


Rodney había visto. Estaba vestido con un traje blanco-y-negro —le tomó
un momento para recordar la palabra con la que se le llamaba esmoquin—
y caminó con determinación hacia el borde del techo, colocando un pie en
la parte superior de la barandilla baja y descansando los antebrazos sobre
su rodilla. Una botella de whisky colgaba en su mano. A medida que la luz
de la luna brillaba desde lo alto, Rodney se dio cuenta que los botones de
su cuello estaban abiertos y que su corbata estaba torcida. Podía ver el
brillo de una cadena de plata alrededor del cuello del hombre.

Rodney no podía determinar el color de sus ojos a esa distancia, pero


su cabello era oscuro y corto, parado en unos sorprendentes picos
mientras miraba pensativo hacia las luces de la ciudad. Los sonidos de la
calle flotaban hacia donde estaban: el ruido del tráfico, las bocinas de los
autos, una sirena policiaca de vez en cuando. El hombre se quedó un largo
rato mirando la ciudad antes de enderezarse y poner ambos pies en la
azotea. Llevó la botella a los labios y bebió un gran trago.

Con un movimiento rápido, furioso, levantó la botella como si fuera a


lanzarla al suelo.

—Lástima, que desperdicio —dijo Rodney, pensando en voz alta.

El hombre se estremeció y se dio la vuelta para mirar hacia las


sombras de la azotea. —¿Quién anda ahí? —Su voz era aguda.
Rodney quedó desconcertado. Se pegó a la vía de circulación del aire,
agradecido por la forma en que la luz brillante de la luna había hecho
mucho más oscuras y profundas las sombras.

—¿Me escuchaste? —Nadie lo había oído hablar antes. Era una de


sus mayores diversiones, proporcionar un conciso pero silencioso
comentario, acerca de las acciones de los otros a su alrededor.

El hombre soltó una breve carcajada, llena de un humor áspero. —Tal


vez no debiste hablar tan fuerte, amigo.

—Um, me disculpo por eso.

El hombre se encogió de hombros. Se dio media vuelta para volver a


mirar las luces de la ciudad. —No me importa —dijo al fin, mirando hacia
la oscuridad donde Rodney estaba escondido—. Sólo quería despejar mi
cabeza.

Rodney apenas sabía qué decir. Por primera vez en su memoria,


alguien que no era de su especie le oía, y ahora en realidad estaba
llevando a cabo una conversación con un ser humano. Esta era una
ocasión memorable, y sin duda necesitaba ser marcada de alguna manera
con una declaración profunda de su parte. —Hace un poco de calor para
eso, ¿no te parece?

Se golpeó silenciosamente la frente en las sombras. La primera


comunicación con otra especie, ¿y estaba hablando sobre el clima?

El hombre no pareció darse cuenta. —Sí —acordó—. No sé por qué


pensé que sería diferente aquí. Por cierto, soy David Marshall.
Apartamento 14C.

David. Ese era un nombre bonito, fuerte. Le convenía. A la luz de la


luna, Rodney pudo ver que David era todo lo que él no era. David llevaba
un esmoquin con una magra y descansada gracia. La luna moldeaba los
planos de su rostro en relieve: pómulos altos, una larga y bien formada
nariz, labios llenos y rebeldes, como si hubieran sido diseñados para otra
cara, pero se los habían dado como una generosa idea de último
momento. Era simplemente magnifico. Rodney suprimió un suspiro.

—Soy Rodney —dijo, dejando deliberadamente fuera el resto de la


información que David le había proporcionado con tanta facilidad.

—Esto es por ti, Rodney. —David levantó la botella y bebió un


saludable trago. Parpadeó un segundo y luego la tendió en dirección de
Rodney—. Toma. Sírvete tu mismo.

—Ah, no, gracias. En otro momento tal vez. —Estaba tentado a salir a
la luz de la luna y tomar la botella. Siempre se había preguntado a qué
sabía el whisky, y si tendría algún efecto sobre él. Sin embargo, esta
conversación era la cosa más interesante que había experimentado en
años. Odiaba la idea de que terminara con gritos horrorizados y
escondiéndose de la policía por el resto de la noche.

David asintió solemnemente y cavó la punta del zapato de brillante


cuero —de marca— en el papel alquitranado. Hizo un pequeño ruido,
renunció y cambió su peso, como si estuviera a punto de regresar al
edificio.

Rodney se encontró deseando desesperadamente prolongar la


conversación. —¿Aclarar tu cabeza de qué?

—¿Qué? —David miró en su dirección, sus pensamientos,


aparentemente, en otro lugar. Su expresión se iluminó—. Oh, ya. Sí,
bueno… —David frunció el ceño, obviamente recordando algo a principios
de esta tarde. Eso lo hizo incluso ser sexy, y el pensamiento sorprendió a
Rodney. ¿Desde cuando pensaba que los humanos eran sexys?

David se encogió de hombros un poco, un movimiento que Rodney


envidió por su sencilla elegancia. —Mi padre es Patrick Marshall. Ya sabes,
¿Industrias Marshall?

—¿El gran promotor inmobiliario? —Rodney sabía quién era.


Industrias Marshall era una de las empresas de más rápido crecimiento en
la ciudad, con programas que anunciaban la aparición de un nuevo edificio
casi todos los días, por lo general en el sitio de un edificio antiguo, como el
suyo.

—Sí. —David no parecía feliz—. Es él. Bueno, soy el hijo mayor, y


piensa que es hora de que me establezca, que me case y tomé mi lugar en
la empresa.

—Pero no quieres —adivinó Rodney.

—No es la vida para mí —gruñó David. Se volvió hacia la baranda y


miró la ciudad, agitando la botella hacia los edificios iluminados mientras
hablaba—. No quiero pasar mi vida tumbando cosas para poner cosas más
grandes que nadie realmente necesite. Y te aseguro que no me quiero
casar con una mujer elegida por mi padre por su dinero o sus contactos, o
lo bien que luce en mi brazo. O alguna mujer, y punto.

Rodney ladeó la cabeza mientras observaba a David. Hasta de


espaldas era precioso. Las largas y tonificadas piernas hablaban de
atletismo, una musculatura a la que Rodney no podía aspirar, no con su
gran y corpulento cuerpo. —Entonces, ¿cuál es la vida para ti?

David miró brevemente hacia atrás en su dirección. —No lo sé. Si lo


supiera, sería más fácil.

—¿Por qué no sólo lo averiguas? —Rodney no entendía; este chico


podría hacer lo que quisiera.

David hizo aquel sonido desagradable, riendo de nuevo. —Es más


fácil decirlo que hacerlo. No tengo habilidades reales o dinero fuera de la
empresa de la familia. Estoy en mis treinta años y no tengo ni puta idea de
lo que quiero hacer cuando crezca.

—No veo el problema.

David negó con la cabeza, alejándose de la baranda para hacerle


frente al sonido de la voz de Rodney. —Cuesta dinero vivir en esta ciudad.
No puedo cortar todos los lazos con mi familia, y déjame decirte, lo que
decirle a mi padre “no” implicaría. Al final viviré en una jaula, pero esa es
de oro y no veo ninguna manera de salir de la misma.
—Mierda. —Rodney tuvo que controlar su ira—. No creo que sepas
cuál es realmente la definición de jaula.

—¿Cómo dices? —David tenía el aire de alguien que no estaba


acostumbrado a que le hablaran de esa manera.

—Ya me has oído. Cualquier jaula donde estés, tiene llave, con la que
podrías abrir la maldita puerta, sólo que eres demasiado gallina para
alejarte; no es una jaula en lo absoluto.

David lo miró sorprendido, con la boca abierta antes de que la


cerrara en una pequeña sonrisa. —Sabes, estaba a punto de molestarme
contigo, sólo que hay algo que me dice que hablas desde tu experiencia
personal.

—¡Hurra por ti! Mira, encontré una habilidad que apuesto que no
sabías que tenías. Observación personal.

David se echó a reír y esta vez, parecía realmente divertido. —Voy a


tener que poner eso en mi curriculum. Serás mi testigo de esa habilidad,
¿vale?

—Claro. —Rodney no podía dejar de sentirse aliviado por esa


calmada reacción. Incluso entre los suyos, la brusquedad de Rodney era
legendaria.

—Bueno, Rodney —David arrastró las palabras, una nota cálida


incluida en su voz—. Me has dado mucho en que pensar. Te debo una.

—Cuando quieras. —Rodney vio como David se daba la vuelta y


regresaba a la puerta de la azotea, la botella balanceándose ligeramente
en la mano. «Me gustaría poder moverme así», pensó.
David no estaba del todo seguro de por qué se dirigía de nuevo a la
azotea. Habían pasado varias semanas desde que había tenido esa
conversación con la inusual voz en las sombras, y no tenía ninguna razón
para pensar que Rodney estaría en el techo esta noche. Ni siquiera estaba
seguro de que Rodney viviera en su edificio, a pesar de que parecía más
que probable de que fuera así. Sólo los residentes tenían acceso a la
azotea.

No sabía por qué le importaba. Sólo sabía que le gustaría ser capaz de
hablar con Rodney esta noche.

La puerta de la azotea gimió cuando la abrió. No recordaba que


hiciera tanto ruido la última vez. Deberían llevar una lata de silicona en
spray y aplicarla allí. Negó con la cabeza, como si le importara si esa
puerta se sonaba o no. Sin embargo, le molestaba, y era una solución fácil.

A diferencia de la vez anterior que había estado aquí, la luna no era


más que una estrecha franja en el cielo y apenas daba alguna iluminación
en lo absoluto. Deseó haber pensado en traer una linterna. La próxima
vez, se dijo y se preguntó por qué estaba tan seguro de que habría una
próxima vez.

—Eh, Rodney —dijo a la oscuridad cuando estaba en el techo,


mirando alrededor—. ¿Estás aquí, amigo?

Oyó un leve susurro de un sonido a lo largo de la unidad de aire


acondicionado. No le parecía que sonara como un humano, más como el
susurro de unas alas o el movimiento furtivo de algún animal. Tal vez una
rata; no, más probable un pájaro. Una de esas palomas que parecían estar
en cada saliente de los edificios de la ciudad. No tenía idea por qué esto lo
decepcionó. Tal vez era porque no tenía otra manera de contactar con
Rodney, y quería hablarle.

El ruido silbante no se repitió, dejándole escuchar a David los sonidos


más apagados de la calle de abajo. Le recordó a una colmena con toda su
intensa actividad, aparentemente sin sentido. Justo cuando se estaba
volviendo para salir, oyó la voz de Rodney, que sonaba inquietantemente
cerca aunque no podía precisar de dónde venía.

—Um, ¿si?

David sintió una sonrisa cruzar su cara. Era curioso pensar que el
hombre que parecía tan seguro de sí mismo la vez pasada ahora pareciera
tan inseguro.

—Hey, me alegro que estés aquí. Sólo quería hacerte saber que tomé
tu consejo.

—¿Mi consejo?

David deseaba poder ver la cara de Rodney. El hombre parecía un


poco aturdido y eso hizo que a David le dieran ganas de reír.

—Sí, tu consejo. Le dije a mi padre que no quería unirme a la


compañía y que no tenía intención de casarme, nunca. Hubo un montón
de gritos, y luego me echó a patadas, esta vez para siempre.

David oyó otro sonido en la oscuridad, como si Rodney hubiera hecho


un involuntario movimiento hacia él, pero lo pensó mejor. —Oh, wow. Me
alegra mucho. En realidad, no tienes idea. —Hubo una pausa antes de que
la voz de Rodney se volviera afilada—. Espera un minuto. Dijiste “esta
vez”. ¿Quieres decir que te han echado antes?

David se encogió de hombros. —Esta es la tercera vez. Cuando tenía


diecisiete años, me dijo que era una inversión de la empresa la cual no
estaba cumpliendo con las expectativas y me abandonó por un tiempo,
pero mi madre lo convenció de que financiara mi matricula de nuevo.
Después de su muerte, dejó de usar esa amenaza de desheredarme para
mantenerme en línea. Sin embargo, creo que realmente lo hará en este
momento. Sinceramente lo espero.

—Debes estar muy molesto conmigo.

David se rio esta vez, y se le ocurrió que su risa sonaba tan libre como
un pájaro. Podría imaginarse volando al azar, por encima del ruido de la
ciudad y la contaminación, donde el cielo estaba limpio y lleno de
estrellas. —No, quiero darte las gracias. No puedo decirte cuán mejor me
siento. Tengo treinta y cinco años, sin ingresos previsibles, y he separado
mis conexiones de la familia. No tengo ni idea de cómo voy a pagar el
alquiler de tres meses a partir de ahora, pero me siento mejor de cómo
me he sentido en toda mi vida. Me siento vivo.

—Oh, hey. Eso es realmente genial. —David pudo oír entonces, el


anhelo en la voz de Rodney.

Hablando de años de vivir en silencio, y David reconoció que añoraba


vivir con cada fibra de su ser. Volvió a pensar en la ira de Rodney cuando
mencionó el concepto de vivir en una prisión, y parecía tener un poco de
más sentido ahora.

—De todos modos —dijo, de repente sintiéndose incomodo—.


Quería invitarte a un trago. Vamos. Ven a tomar una cerveza, corre por mi
cuenta.

—Mírate, el gran gastador. ¿No crees que sea mejor mantener tu


dinero en efectivo hasta que encuentres un trabajo? —El tono de su voz
fue mal humorado, y David lo encontró mucho más fácil de soportar.
Parecía justo de alguna manera.

—Creo que puedo pagar una cerveza. —Quería que Rodney saliera a
donde pudiera verlo. La voz sin cuerpo, no importa cuán profunda o
seductora que fuera, estaba empezando a ser un poco espeluznante.

—Llámame cuando hagas tu primer millón.

David sintió el aliento abandonarlo bruscamente. No había pensado


que Rodney iba a ser así. De hecho, la rudeza anterior de Rodney lo había
convencido que no era el tipo que se dejaba llevar por el dinero. Al
parecer, estaba equivocado.

—Vale. —Podía oír la rigidez de su voz, pero le importaba un carajo—


. Supongo que tomarás un pase por lluvia sobre esto, ¿no?
Estaba a medio camino de nuevo hacia la puerta cuando oyó a
Rodney llamarlo. —David. Espera.

Miró por encima de su hombro, donde apenas podía distinguir la


forma de alguien estando parado a la sombra de las rejillas de aire
acondicionado. La tenue luz debería estar jugando un truco raro en sus
ojos, porque el tipo se veía enorme, mucho más alto de lo que David
esperaba, con hombros anchos como un levantador de pesas y un cuerpo
amplio que parecía desembocar en una inesperada cintura estrecha. Se
dio la vuelta por completo para enfrentar a Rodney.

Rodney parecía confundirse con las sombras, mientras se adentraba


una vez más, fusionándose con los conductos verticales en la azotea.

—No es lo que piensas, ¿vale? —La voz de Rodney estaba suplicando,


y David pudo oír otro tipo de deseo existente—. No puedo.

—Hey, está bien por mí si no bebes —dijo David, aliviado de haber


malinterpretado la situación—. Podemos ir por un sándwich en su lugar.

Sintió que Rodney sacudía la cabeza. —No hay nada que me gustaría
más. Pero no puedo salir contigo. No me pueden ver contigo. Soy…
diferente.

—¿Qué tanto? —David frunció el ceño, dando un paso adelante.


Hubo un murmullo de sonido, que le sugería que Rodney se había alejado
más.

—No puedo explicarte. Sin embargo, confía en mí en esto.

—No me preocupo por las apariencias, Rodney. He estado viviendo


de apariencias toda mi vida.

—Es fácil es para ti decirlo, hermoso. —La voz de Rodney era seca—.
Eres fácilmente el hombre más hermoso que he visto en toda mi vida.

David sintió su cara ruborizándose. —Ahora, ¿quién dice


estupideces? No veo por qué… —Su teléfono celular sonó. Frunció el ceño,
y lo sacó—. Ah, hola —dijo, viendo que era Richard—. Tengo que atender
esta llamada. Sin embargo, no hemos terminado. ¿Te encontraré aquí si
vuelvo otra vez? ―Miró hacia las sombras, tratando de distinguir dónde
Rodney estaba de pie.

—Estoy aquí casi todas las noches. —Rodney definitivamente sonaba


como si se hubiera movido más lejos y estuviera al otro lado del techo
ahora.

—Vale. —David tomó la llamada, caminando hacia la puerta mientras


hablaba—. Richard, gracias por devolverme la llamada tan tarde esta
noche. Mira, tenía la idea de que podrías encontrar interesante… Espera
un segundo, estoy en el techo y hace viento aquí. Permíteme volver a
entrar donde puedo oírte mejor.

Se detuvo en la puerta para mirar hacia atrás al extraño paisaje de


sombras en el techo. No había rastro de Rodney. Era como si no existiera.

Rodney se estiró y bostezó antes de moverse fuera de su base, sólo


para sentir un ligero temblor en la misma cuando lo hacía. Se apresuró a
balancearse sobre la pared hasta el techo, respirando con dificultad,
mientras una sacudida de adrenalina lo recorría. Con cautela, con miedo
de lo que podría encontrar, se arrastró de vuelta a la barandilla,
aferrándose a la pared para conseguir una mirada más cercana a la grieta
de la base. Había esperado más tiempo esta noche, asegurándose de que
el sol se hubiera puesto por completo antes de abrir los ojos.
Afortunadamente, podía ver muy bien en la oscuridad.

La grieta no se veía peor que el día anterior. Sabía qué había sentido,
aunque no creía que estuviera imaginando cosas. Con un suspiro de
resignación, se retiró rápidamente para volver a pararse en la azotea. Fue
entonces cuando la vio. La pequeña tabla en el centro de la azotea.
Cuando se acercó, pudo ver que en realidad era un cajón de embalaje
cubierto por un mantel rojo. En este había una botella de cerveza, y la
tapa todavía rebordeaba la superficie de vidrio. Al lado de la botella había
un plato con un sándwich grande, un montón de papas fritas y una
rebanada de pepinillo. Rodney miró a su alrededor para ver si alguien más
estaba en el techo, pensando en disfrutar su comida al aire libre, pero no
había nadie más allí. Fue entonces cuando su ojo notó un pedazo de papel
doblado que sobresalía por debajo del plato.

Desdobló la hoja y la sostuvo en un ángulo de modo que pudiera


leerla a la luz ambiente de la ciudad a su alrededor.

Para: Rodney.

He estado pensando acerca de lo que me dijiste y he decidido que, a


pesar del hecho de que no saldrás conmigo, eso no significa que no
podamos ser amigos, ¿verdad? Está bien para mí si no quieres salir del
edificio. He reducido las posibilidades: O eres un genio solitario con
agorafobia, o un fugitivo, o un superhéroe. Estoy en lo correcto, ¿verdad?
Ahora bien, si tan sólo supiera cuál es.

David.

PD: Puesto que no comerás algo conmigo, te lo dejo para ti. Espero
que lo disfrutes. De lo contrario, te debo otro pase por lluvia. Maldición.
Debí dejarla en una nevera portátil, ¿eh?

Rodney sonrió. Por lo tanto, David era un idiota y pequeño


romántico, así se diera cuenta o no. Eso no quería decir que no podría
disfrutar de la comida. Sería un buen cambio con las palomas. Miró la
parte superior de la botella de cerveza, tratando de averiguar cómo se
suponía que debía de abrirla. —Huh. Usa tu imaginación —dijo en voz alta
a la noche, cuando agarró la tapa de la botella con las garras de sus dedos
y la retorció sacándola—. Tapa de rosca. ¿Qué pensaran para lo siguiente?
Había probado anteriormente la cerveza, pequeñas cantidades de las
botellas dejadas en la basura. No obstante, nunca antes había tomado una
cerveza fría de la nevera. Era tan inesperadamente satisfactorio que bebió
casi toda la mitad de la cerveza antes de que se diera cuenta.
Rápidamente volvió su atención hacia el sándwich. Las capas de carne y
queso, junto al tocino crujiente y lechuga fresca, explotaron en sus papilas
gustativas de una manera que lo hizo gemir de placer. El único
inconveniente fue que no vio los palillos de madera incrustados dentro.
Fue cuando se había comido tres cuartas partes del sándwich que se dio
cuenta que los palillos estaban destinados a fijar las capas juntas y no para
ser comidos.

Dejó el plato vació y la botella en la caja. La idea de volar hasta el


nivel del suelo para deshacerse de la basura era tan ridícula como ir de
compras a la ferretería local por la mezcla de hormigón y una paleta.
Empezó a dejar la nota también pero lo pensó mejor. Acercándose a la
unidad de aire acondicionado, quitó un panel de su base. En el interior,
mantenía unas cuantas cosas privadas. El cartel de mano del Fantasma de
la Opera, una bola de nieve quebrada, rescatada de la basura y que
representaba a una familia partiendo de una casa bien iluminada en un
trineo tirado por caballos; tres versiones diferentes de La Biblia, bueno,
dos y medio, si consideras la copia de bolsillo que sólo contenía el Nuevo
Testamento y los Salmos; un colgante de cristal, se lo encontró brillando
en una cuneta en medio de una tormenta una fría noche de invierno; un
ejemplar bien manoseado de “Guady Night”1 por Dorothy Sayers, y “Tale
of Two Cities”2 por Charles Dickens, olvidados fuera en una caja de
cincuenta centavos que estaba a unas tres cuadras de la librería de usados
y que había encontrado la semana anterior. Lastima que el librero no
hubiera cometido el error de dejar nuevamente la caja al otro día para
uno nuevo. Nunca supo si el propietario encontró el dinero que dejó
debajo de la caja.

La nota de David sería un agradable marcador.

1
Novela de misterio que se distribuyó en países de habla hispana como Los Secretos de Oxford.
2
Historia de Dos Ciudades.
El apartamento 14C resultó ser un apartamento interesante desde el
punto de vista de Rodney. Freemont era un edificio antiguo, construido en
la década de 1920. Rodney había sido enviado desde Inglaterra, desde un
edificio aún más antiguo, para formar parte del sistema de canaletas. Se
estremeció brevemente ante el recuerdo de despertar en un cajón de
embalaje y el momentáneo pánico cuando tuvo que decidir si salir o
esperar y ver dónde terminaba. Se alegraba de haber optado por esperar.
Freemont era un bonito edificio, y el barrio fue un lugar interesante en su
apogeo.

Freemont tenía treinta pisos de altura, grande para su tiempo, y tenía


una torre principal y dos pequeñas torres laterales. El apartamento 14C
era esencialmente el penthouse de la torre este, y como tal, era una
especie de aparta-estudio. También era uno de los dos apartamentos que
se jactaban de tener claraboyas. Por lo tanto era fácil esperar que llegara
la total oscuridad y deslizarse hacia abajo hasta el nivel inferior,
aterrizando en la pared justo por encima de la claraboya, para obtener
una mirada del apartamento de David.

El gran número de libros dentro hizo que sus dedos picaran con
anhelo, tan fuerte era el deseo de acariciar los lomos y doblarse a sí
mismo en una silla para una noche de lectura. Nunca había oído hablar
sobre tantos libros en un lugar fuera de una librería o una biblioteca, y
sólo había visto las colecciones desde el exterior también a través de una
claraboya. Le gustaba imaginarse a sí mismo sentado cómodamente en un
sillón, leyendo por horas, mientras David se sentaba al frente para hacer
lo mismo. A menudo creaba elaboradas fantasías sobre él y David
compartiendo comidas, viendo televisión o jugando ajedrez.

«No seas estúpido», se decía frecuentemente mientras los primeros


rayos pálidos del amanecer iluminaban el cielo por la mañana, y tenía que
regresar rápidamente a su pedestal antes de que el amanecer en verdad
rompiera. Nadie sabía exactamente lo que le pasaría a una gárgola antes
de que pudiera regresar a su base antes del amanecer, pues nadie había
oído hablar de alguien que hubiese fracasado. Fred, a lo largo de sus
estudios, había teorizado que la desafortunada gárgola se convertiría en
polvo y volaría con el viento. Hablaron mucho de ello hasta que un día,
Fred no regresó a tiempo. Rodney siempre creyó que fue una deliberada
elección por parte de Fred. Era viejo, más viejo que cualquier otra gárgola
que hubiera conocido, y cada vez más amargado. No tenía alas, por lo que
había estado atado a una correa incluso más corta que la que tenía la
mayoría del tipo de Rodney.

«No hay muchos de nosotros», pensó mientras tomaba su posición


fuera de las ventanas de David esa noche. No ahora cuando muchos
edificios eran derribados, y nadie colocaba más gárgolas. Nadie parecía
saber que al colocar una gárgola en un edificio, ésta se transformaría en
un ser vivo, cada noche, pero el censo general de la población hoy en día
era pequeño. Eso realmente nunca antes lo había molestado. Algo acerca
de David, sin embargo, puso en manifiesto su deseo por cosas que no
entendía, cosas que nunca supo que necesitaba. Cosas que antes solo
habían sido leídas.

«Mirar como David se movía por su apartamento era como ver una
obra de teatro», Rodney pensó. «No, más bien como ver televisión».
Rodney se había escondido en la pasarela de un teatro como un fantasma
en una noche mágica. A veces, aún podía sentir la música girando y
vibrando en su interior. Sólo había visto la televisión a través de las
ventanas de los hogares de otras personas —brillantes imágenes con el
sonido silenciado contando historias que sólo parcialmente comprendía.

A menudo se sentía de esa manera al ver a David.

David estaba cocinando fideos asiáticos en el caldo marrón de nuevo,


lo que le hacía su agua la boca a Rodney cada vez que lo olía. David
parecía preparar de esa misma comida mucho, con frecuencia la variaba
añadiéndole verduras picadas. Solía comer la mayoría de las veces de esas
cajitas de cartón que Rodney sabía que era comida para llevar, pero
habían pasado ya varias semanas desde que el hombre de Huang había
hecho una entrega. Para un ser humano de su tamaño, David parecía no
comer mucho, y Rodney se preguntó cómo se las arreglaba para
mantenerse con vida. Estaba muy tentado de dejarle a David una o dos
palomas, si sólo pudiera averiguar cómo dejárselas dentro de su
apartamento.

David pasaba con frecuencia varios días sin afeitarse, haciéndose


cada vez mas desaliñado pero de alguna manera más atractivo, hasta que
Rodney tomó lugar junto a su ventana para descubrir que el rastrojo no
era más que una sombra de nuevo en su cara. No parecía haber ninguna
lógica en el patrón, y Rodney probablemente pasó demasiadas horas
después de que David hubiese apagado las luces pensando
melancólicamente si prefería a un David de aspecto desaliñado o de
aspecto refinado. Esta noche estuvo de aspecto refinado, y Rodney
recordó la forma en que había lucido la primera vez en la azotea. Aunque
bien afeitado, había un aspecto salvaje en David que llamaba la atención
de Rodney y le hizo pensar que tenían algo en común.

Rodney se preguntó si David planeaba ir esa noche a correr, un


hábito que hacía que Rodney se preocupara por su seguridad.
Afortunadamente, la visión nocturna de Rodney le permitía seguir a David
desde una altura lo suficientemente alta como para que pocos se dieran
cuenta que se deslizaba silenciosamente. Rodney había estado un poco
alterado porque una vez vio una foto borrosa de sí mismo apareciendo en
la primera página de un diario sensacionalista nocturno, tanto así, que
había robado una copia cuando nadie estaba mirando. Afortunadamente,
la reputación del mismo era tan mala que nadie se preocupaba al ver a un
Batman de película volando.

Al menos esta no era una de las noches en la cual David traía a


Richard a su casa. Sabía que sus celos por Richard eran irracionales, pero
no podía evitar sentirse de esa manera. Había estado ardiendo con
curiosidad la primera noche que David trajo al hombre mayor, con los
brazos llenos de documento y planos, los cuales fueron extendidos sobre
la gran mesa de la cocina y sostenido con saleros y pimenteros. David
había estado tan animado, inclinándose sobre la mesa para señalar algo
sobre los diagramas, y enderezarse con una sonrisa para, a continuación,
beber seductoramente un sorbo de su botella de cerveza.

Con el tiempo, Rodney había aprendido que el nombre del otro


hombre era Richard, y aunque estaba ayudando a David de alguna manera
con sus misteriosos planos, Richard se mostraba cauto y menos optimista
que David, y ese era un hecho que Rodney encontraba extrañamente
calmante.

Rodney vio a David comer solo en la mesa, y se imaginó a sí mismo


sentado frente a David y compartiendo una ligera conversación durante la
cena. Esperaba que esta noche fuera una de las que David decidiera subir
a la azotea en busca de él. Esas eran las mejores noches. David tomaría
una cerveza de la nevera antes de dirigirse a la azotea. Rodney huiría de
nuevo a la seguridad de las sombras, rebosante de emoción, mientras
esperaba a que David hiciera acto de presencia. Siempre mantenían una
conversación informal. David era cauteloso acerca de revelar sus planes,
“No quiero traerme mala suerte a mí mismo”, así que por lo general
hablaban sobre los libros que había leído. Las conversaciones eran breves,
por lo general no duraban más de lo que le tomaba a David terminar su
cerveza antes de que se fuera a esforzarse de nuevo durante la noche. A
Rodney no le importaba; cada momento que David estaba en la azotea,
había una posibilidad de que David lo viera realmente, por lo que aunque
le emocionaba las visitas, se sentía aliviado cuando David se volvía a ir.
Esos momentos eran como manchas brillantes de colores en el mundo
monocromático de Rodney.

Esta noche era diferente. Rodney podría decirlo, porque poco


después de la cena, David se levantó y comenzó a arrojar la ropa en su
camino a una parte de la vivienda que Rodney no podía ver, quitándose
sus zapatos, peleándose con la camiseta sobre su cabeza, y
desabrochando sus jeans para írselos bajando y dejarlos en el suelo. El
cambiarse de ropa le decía claramente que David tenía la intención de
volver a salir de nuevo esa noche. Rodney estuvo a punto de caer sobre la
claraboya mientras se estiraba hacia abajo para tener una mejor visión de
cómo David se inclinaba para alzar algo. Toda esa suave y pálida piel, con
solo un poco de vello oscuro esparcido como contraste. Rodney se
preguntó que se sentiría entrar en contacto con el vello y sí era suave o
áspero. En privado, podría admitir cierta fascinación por el vello de David.
Parecía que era elástico y con cierta actividad de vida para acomodarse a
sí mismo, y los dedos de Rodney positivamente se morían de ganas de
saber cómo se sentía. Eso, y el rastro de barba en su rostro, así como el
vello oscuro en sus fuertes antebrazos.

David se detuvo por la mesa de la cocina para quitarse la cadena


alrededor de su cuello y dejarla allí, de espaldas a la ventana. A través de
una determinada observación, Rodney fue capaz de identificar el dije de la
cadena como una cruz, y se preguntó cuál era el significado del mismo
para David. Rodney no podía sobreponerse a la compacta perfección de
David, que era muy diferente comparada con su enorme constitución.
Sentía su boca colgar abierta mientras admiraba las elegantes líneas del
cuerpo de David, que no estaba atado a unas gigantes y coriáceas alas o a
una cola prensil que revelaba cada estado de animo tan claramente como
si Rodney los declarara. La curva en su hombro, tan diferente a la de
Rodney, era musculosa sin ser grotesca. Rodney quería alcanzarlo y
tocarla, para dirigir la palma de la mano por la espalda de David, para
seguir la curva del hombro hasta los huesos de la cadera. Su torso parecía
extrañamente largo, sin embargo, le convenía. Rodney pensó en los
animales sobre los que había leído en folletos aunque no tenían imágenes.
David le recordaba a un guepardo, o al menos como Rodney se imaginaba
que era uno.

Una sensación de calor bañó a Rodney mientras observaba a David


moverse fuera de la vista hacia la parte posterior de la vivienda, y alcanzó
a echarle un vistazo a su polla. Él siempre estaba erecto; nunca le dio
demasiada importancia, pero ahora era una sensación diferente la que le
importunaba. Mientras observaba, su polla hizo una especie de
movimiento ondulante, y su cabeza ardía.

«Maldición». Había leído acerca de eso. Se encendió, despertó sería


una palabra mejor, por la visión de David en toda su casual desnudez.
Tentativamente, se agachó y agarró su eje. Se quedó sin aliento ante
el pequeño estremecimiento de placer que recorrió su cuerpo. «Maldita
sea», pensó de nuevo. Durante todo este tiempo, ¿y nunca antes había
sentido algo como esto?

Con una mano, siguió aferrándose a la tubería de drenaje por encima


de la claraboya de David. Con la otra, exploró la longitud de su pene, sus
ojos se cerraron y su cabeza cayó hacia adelante mientras se entregaba a
la experiencia puramente sensual de tocarse a sí mismo. Su pelvis, hizo un
tentativo empujón hacia adelante, y tuvo que clavar las garras de sus pies
cuando la realidad cayó. Tan maravillosas como eran esas nuevas
sensaciones, había un tiempo y un lugar para la auto-exploración, y
aferrándose a un lado de Freemont probablemente no era el lugar
adecuado.

Rodney abrió los ojos de mala gana, listo para volver a la azotea. Más
tarde esta noche, quizás, cuando David se haya ido a la cama…

Espontáneamente, la imagen de David desudo en la cama cruzó por


su mente. Podía ver a David con tanta claridad como si fuera una
fotografía que sostenía delante de él —David tumbado en el colchón, con
una sexy sonrisa en su rostro mientras que la blanca luz de la luna llena
que se colaba por su ventana cubría su cuerpo como una medalla plateada
brillante. Rodney miró como su polla palpitaba en su mano, y alejó esos
pensamientos. Maldición. Esto era un problema.

Después de unos ciento cincuenta años más o menos de vida, al


parecer, Rodney se había interesado en el sexo. Con un ser humano.
«Bueno, ese era un bonito y realista objetivo», pensó con amargura.

Rodney podía sentir una pequeña cantidad de humedad al final de su


polla, algo que nunca había experimentado antes, y ahí estaba el olor algo
almizclado y atractivo en el aire. La humedad sirvió para aliviar la fricción
de la mano contra su piel. Impaciente, frotó la palma de su mano en su
cabeza para más lubricación.
Rodney vio cómo la corriente de líquido rodaba por su pelvis y se
untaba en sus manos, y cómo sus músculos se contraían y relajaban con el
movimiento. Cerró los ojos y dejó que su cabeza cayera hacia atrás,
cediendo por completo a las sensaciones que exigían su atención. Podía
sentir una creciente urgencia construyéndose en su cuerpo, pero no tenía
idea de lo que quería, o la forma para liberar la tensión que sentía. Se
mezclaba con el deseo de correr las manos sobre la piel de David y sentir
sus finos vellos, de enterrar su nariz en el hueco del cuello de David,
alzarse y luego hundir sus dientes en el músculo que quedaba entre el
cuello y el hombro. Rodney podía imaginarse haciendo eso, aun cuando su
mano se movía rápidamente hacia arriba y abajo sobre su eje con una
desesperada necesidad. Podía oír el gemido de David cuando sus dientes
se cerraran en la piel, y pudo sentir como David se arquearía en su contra.

El orgasmo lo tomó totalmente por sorpresa, inundándolo con


sensaciones. No tuvo más remedio que dejar de estimularse y apoyarse en
la pared, respirando con dificultad, con sus fosas nasales ensanchadas,
aferrándose a la vida. La mano que había alzado por su cabeza para
aferrarse a la cuneta, punzaba con su olor, y su polla flácida latía en
respuesta.

«Maldición». Así que esto era el causante de todo el alboroto. Se


sintió por un momento satisfecho, sólo para ser sustituido por una
sensación de extrema soledad. ¿Era siempre así? De alguna manera, lo
dudaba. Sin duda, el torrente de endorfinas, no importa lo bien que se
sintiera en el momento, no podía superar la depresión que le seguía, si es
que, era lo normal. No, la diferencia debía estar en experimentar el
orgasmo con alguien más. Esto tenía que ser lo que se tomaba de una
simple liberación animal, la versión corta del tipo de encuentro que la
gente describía en las extensas poesías y prosa.

Lástima que nunca sabría qué era eso.

Se supone que su actuación le hacía una especie de pervertido, y le


daba vergüenza haber usado a David de esa manera, a pesar de que
apenas sabía lo que estaba sintiendo. «Acéptalo, has sido un mirón toda tu
vida». Ese pensamiento lo deprimió aún más.

Se sacudió mentalmente y puso a prueba su capacidad para moverse.


Sí. Todo continuaba trabajando. Siempre había sospechado que la
debilidad que se describe después de tener un orgasmo era un mito. De
hecho, se sentía lleno de energía, como si pudiera salir y afrontar al
mundo.

Después de una siesta, naturalmente.

Estaba alejándose de la pared, a punto de desplegar sus alas sin


encontrarse con obstáculos, cuando notó un movimiento por el rabillo del
ojo y vio que David entraba a la sala de estar. Estaba vestido con un traje y
se había afeitado, tal como la primera vez que Rodney lo había visto, y
recogía unos planos de la mesa antes de ponerlos en un tubo de cartón.
Desconectó el cargador de su portátil y lo guardó. Obviamente, tenía una
especie de reunión de trabajo esta noche.

La idea de que David iba a salir a una reunión de trabajo a estas


horas, intrigó a Rodney, y se quedó donde estaba mientras David salía del
apartamento. Su silueta se detuvo un momento mientras estaba en la
puerta para apagar las luces. Había sido fácil seguir a David en las noches,
deslizándose silenciosamente de tejado en tejado, vigilando como David
sobrepasaba calles y callejones, sin ser visto. Seguirlo esta noche podría
ser un reto mayor.

«¿Qué más tengo que hacer?»

Rodney reconoció la verdad en su voz interior y vio que David salía de


Freemont para tomar un taxi. Con el vehículo en su punto de mira, Rodney
se lanzó en el aire, llevando movimientos largos y amplios con sus alas
hasta que estuvo muy por encima de los edificios, lo suficientemente alto
para que no fuera fácil el verlo desde las calles, pero no tan alto como
para que enviaran a un avión de la Fuerza Aérea para que le echara un
vistazo. La parte más difícil, se dio cuenta, era mantener los ojos puestos
en el taxi mientras seguía volando lentamente para estarlo vigilando a
través del tráfico de una ocupada noche. El reto sería bueno para él, que
últimamente estaba gastando demasiado tiempo en sus propios
pensamientos.

—El viento está corriendo detrás de nosotros, y las nubes volando


detrás de nosotros, y la luna se está hundiendo después de nosotros, y la
noche se abre en fiesta en pos de nosotros, pero, hasta ahora, no somos
perseguidos por ninguna otra cosa —Rodney citó a Dickens para sí mismo
mientras volaba.

Al final demostró no ser tan difícil como había pensado que sería.
Las personas rara vez miraban hacia arriba, y si oyeron el roce sibilante de
unas alas moviéndose, se habría alejado antes de que alguien pudiera
localizar el sonido. Lo más cerca que estuvo de ser visto fue cuando David
llegó a su destino. Rodney estaba aterrizando en la azotea del edificio
donde el taxi se había detenido, mientras David se apoyaba en la ventana
para pagarle al conductor. Cuando se enderezó y comenzó a caminar hacia
la entrada, inexplicablemente levantó la vista hacia el cielo. Rodney se vio
obligado a aplastarse contra una cornisa y tratar de verse como parte de
las canaletas. Había lanzado un suspiro de alivio cuando David se encogió
de hombros y entró.

La espera había demostrado seguir siendo aburrida y, a pesar del


hecho de que Rodney era bueno esperando, tuvo la tentación de irse
después de un par de horas. Al menos en su azotea tenía sus cosas: libros
para leer, pequeños tesoros para sacar y admirar. Le gustaba inventar
historias acerca de éstos —el cartel de teatro, la bola de cristal, una serie
de aventuras para personas que vivían en una bola de nieve. A veces se
veía como un autor con su libro de cuentos expuesto en la ventana de la
pequeña librería de la calle de Freemont. No era más que otro de sus
sueños. Esta noche, sin embargo, sus fantasías habituales no querían
cooperar. Era como si el camino hacia su mundo privado estuviera
cubierto o ahogado por maleza. Peor aún, a pesar de que sabía que tenía
la llave de la puerta cerrada del jardín, esta noche apenas parecía valer la
pena el esfuerzo.

«Solamente estás sintiendo tu edad».

No había mucho que pudiera argumentar contra eso, y se le ocurrió


que era una razón tan buena como cualquier otra para no volver a la
percha un día. Era un pensamiento serio.

Cuando David por fin salió del edificio, tenía el paso alegre de un
hombre que estaba muy contento con su mundo, y Rodney supuso que su
reunión había ido bien. Las calles estaban vacías. David se detuvo el
tiempo suficiente para mirar brevemente a su alrededor antes de caminar
varias cuadras hacia una ocupada intersección, donde, obviamente, tenía
la esperanza de coger un taxi. Como un fantasma silencioso, aunque el
aire se movía detrás de él, saltó de un edificio a otro de la misma forma
que hacía cuando estaba siguiendo a David mientras corría por la noche.
Podría irse directamente a Freemont, pero le gustaba ver a David tan feliz.
Le gustaba la manera sencilla con la que David se movía, el silbido un poco
fuera de tono que se derivaba hasta sus oídos. Esperaba que eso
significara que David tenía un plan para su futuro, que no fuera tratar de
complacer a su padre.

El ataque se produjo con tanta rapidez, que Rodney casi se lo pierde.


Una sombra se separó del abrigo de un callejón, y golpeó con algo duro los
hombros y espalda de David. David dejó escapar un gruñido de dolor y
quedó boca abajo tirado en la acera. El hombre a su lado, le agarró por los
tobillos y lo arrastró hacia atrás, hacia la oscuridad del callejón.

Rodney se lanzó. Dobló sus alas y cayó hasta el nivel de la calle, sus
ojos fijos en el lugar donde David había desaparecido. Sólo se detuvo en el
último segundo para girar sus pies hacia adelante y abrir sus alas para
romper un poco la fuerza de su impulso. Todavía aterrizó fuertemente,
tocando el suelo con ambos pies y manos, en una posición de cuclillas. Se
puso lentamente de pie, sus alas extendidas en agitación, las puntas
rozando la pared de cada lado del callejón. Su cola estaba arqueada por
encima de su hombro, la punta temblando por la necesidad de atacar.

Nunca había estado tan enojado en toda su vida.

El hombre que atacó a David estaba de rodillas a su lado, revolviendo


bien en los bolsillos, y metiendo todo lo que encontraba en los suyos. Hizo
una pausa el tiempo suficiente para abrir la cartera de David y llevarla
hacia la tenue luz para mirar qué tenía en el interior antes de lanzarla con
disgusto. Le estaba quitando el tubo de cartón cuando Rodney se movió.

Cogió al asaltante por la parte trasera de su chaqueta, sus garras


hundiéndose en la ropa del hombre, todo el camino hasta la piel y los
músculos. Rodney lo levantó sobre sus pies, incluso cuando gritó y movió
su cuchillo hacia él, un cuchillo que no había visto anteriormente. Rodney
le quitó el tubo de cartón de la mano y siguió sosteniéndolo fuera del piso.

—Esto no te pertenece —gruñó Rodney en la oreja del hombre antes


de lanzarlo contra el sucio pavimento.

Cuando el ladrón se dio la vuelta, su boca se cerró y abrió varias


veces mientras se quedaba estupefacto, ante la vista de Rodney allí de pie.
Dejó caer el cuchillo, y se arrastró hacia atrás sobre su trasero, alejándose
desesperadamente, mientras seguía moviendo la boca, tratando de hacer
que algo saliera. Las lágrimas corrían por su rostro, brillando en su piel
bajo el resplandor de la luna. Una vez que puso varios metros entre él y
Rodney, se puso de pie y dejó salir un murmullo medio ahogado antes de
mover su cuerpo para escapar.

Rodney rápidamente se acercó a David y se agachó, equilibrando


perfectamente sus dedos de los pies para poder tocar ligeramente el
hombro de David. Gimió y se movió un poco. Aliviado, dejó escapar un
suspiro antes de fruncir el ceño mientras evaluaba la situación.

¿Y ahora qué? David estaba, obviamente, lesionado, y Rodney no


estaba en condiciones de llevarlo al hospital más cercano. No tenía idea de
con quién David se reunió esta noche; llamar a las puertas y preguntar
quién conocía a David, estaba fuera de cuestión. Pensó en usar el celular
de David para llamar a la policía, pero el pensamiento de dejarlo tendido
en el callejón hasta que llegara la ayuda era profundamente inquietante
de alguna manera.

Sólo tendría que llevar a David de nuevo a Freemont. Sí, cuanto más
pensaba en ello, mejor sonaba la idea. Podría llevarlo volando, bajar a
David a su habitación a través de la claraboya, y luego ir por ayuda. Tocar
la puerta de un vecino y correr; era un riesgo razonable, siempre y cuando
David recibiera la ayuda que necesitaba. Tomando la decisión, lo recogió
en sus brazos, y manejar el cuerpo relajado de David fue más difícil de lo
que esperaba.

David parecía derramarse en sus brazos como si no tuviera huesos,


un hecho que Rodney encontraba espeluznante hasta que la cabeza de
David se inclinó sobre su hombro. Un mechón del suave cabello cepilló
sobre la cara de Rodney, y no pudo evitarlo —volvió su nariz hacia él y
respiró hondo. Aún estaba un poco húmedo al tacto y olía a limones y a
cuero, y a un campo recién podado de heno, con un matiz de miel y
también de whisky. David olía fantástico.

De alguna manera se puso de pie con David en sus brazos. —Eres más
pesado de lo que pareces —le dijo a la parte posterior de la cabeza de
David. Frunció el ceño mientras trataba de despegar, pero simplemente
no había espacio suficiente en el callejón para poder mover bien sus alas,
cosa que iba a ser bastante difícil ya que tenía que volar cargando a David.

«Si por un centavo…» Dudó sólo un momento, antes de que los


trasladara a mitad de la calle y abriera sus alas en toda su longitud, y
empezara a batirlas bruscamente. Las puntas tocaron la acera y luego se
elevaron sobre su espalda, causando que trozos de papel y demás
residuos giraran a su alrededor en pequeños remolinos antes de
estrellarse contra los edificios. Una y otra vez, batió sus alas, mientras
poco a poco se elevaban del suelo.

Su centro de gravedad estaba perdido por lo que David quería


deslizarse de sus brazos. En su desesperación, Rodney envolvió sus piernas
alrededor de David para mantenerlo en su lugar mientras trataba de
elevarse más allá de los edificios. Incluso enredó su cola alrededor de
David, así buscando la manera de ganar más altura, y se abrieron paso
lentamente a través de la ciudad. David se movió y luchó a su vez, pero
Rodney lo sujetó con fuerza y le susurró al oído varias veces: —Está todo
bien. Está todo bien. Te tengo. Quédate quieto.

Para su sorpresa y alivio, David se quedó quieto. Rodney podía sentir


los pequeños temblores que hablaban de fatiga en sus brazos cuando por
fin vio la azotea de Freemont. Tuvo que aflojar el agarre sobre David el
tiempo suficiente para tocar el suelo con los pies. Aterrizaron en un
montón torpe cuando Rodney perdió el equilibrio y se estrelló contra la
azotea.

Rodney se alejó a toda prisa, temiendo aplastarlo. David se quejó,


solo para desmayarse de nuevo. «No es bueno, no es bueno». La cantidad
de tiempo que David había pasado inconsciente empezaba a preocupar a
Rodney.

Con rabia recordó que la claraboya se había cerrado cuando estaba


viendo a David anteriormente, por lo que su idea de dejar a David en su
habitación por medio de ésta fue eliminada, a menos que quisiera
romperla. Era una opción, pensó, pero, ¿qué otras opciones tenía? Debía
revisar si el ladrón había tomado el celular de David o no.

David abrió los ojos cuando Rodney estaba revisando sus bolsillos.

—Eres un extraño tipo de ladrón —dijo David con calma, como si ser
robado por una gárgola fuera un hecho común. Miró arriba a Rodney,
como si incluso la tenue luz del techo le lastimara los ojos.

—No soy un ladrón —dijo Rodney bruscamente, su corazón palpitaba


en su pecho mientras David continuaba mirándolo, sus ojos un poco fuera
de foco. Cerró la mano alrededor del artículo que estaba buscando y sacó
su mano del bolsillo de David—. Estoy aquí para ayudarte. Estaba
buscando el teléfono para pedir ayuda. Necesitas ir a un hospital.

—No necesito un hospital. —David hizo una mueca y trató de


incorporarse, sólo para hacer una mueca de dolor. Se llevó la mano a la
parte posterior de su cuello y se estremeció de nuevo antes de dejarla
caer sobre su pecho—. No, no eres un ladrón —dijo David, como si
aclarara algo. Hubo otra pausa. Rodney tuvo miedo de que se hubiera
desmayado de nuevo, pero tenía el ceño fruncido hacia Rodney con una
terrible confusión en su rostro.

¿Rodney?

Algo se torció dolorosamente en el pecho de Rodney. A pesar de que


había actuado con el fin de salvar a David, aún le dolía amargamente el
saber que sólo arruinó su amistad por revelar su verdadera apariencia a
David.

—Sí. Ahora cállate —gruñó Rodney—. Estás herido, y necesitas ir a un


hospital.

David parpadeó hacia él. —Eres Yoda.

—No soy Yoda. —Rodney estaba indignado. Sus alas se movieron y se


abrieron parcialmente. Sabía que sus orejas, ahora quemando a ambos
lados, le hacían confundirse con la creación de esa ridícula película, y las
aplastó contra su cabeza. Se sentó sobre sus talones—. Soy una gárgola.

—Eres Yoda —insistió David, todavía con ojos entrecerrados—. Yoda


con esteroides. Un asombroso Yoda. —Se detuvo de nuevo, obviamente
dando con un pensamiento algo profundo—. Eres lo que Yoda debió de
haber sido. —Volvió la cabeza con cuidado en un intento de mirar a su
alrededor, pero dejó de hacerlo cuando obviamente le dolió ese
movimiento—. ¿Dónde estoy?

—En la azotea de Freemont. Has sido asaltado.

David se movió bruscamente, llegando a un costado con su mano. —


Mis documentos.

—No te preocupes. Todos están aquí. —Vio como se relajaba contra


la superficie rugosa de la azotea—. Mira, realmente necesitas hacerte un
chequeo medico.
—Recuerdo que volé a través de la ciudad. ¿Realmente lo hice? —
David levantó una ceja hacia Rodney, quien no pudo evitar sonreír.

—Volé, y te llevé en mis brazos. ¿Seguro que estás bien?

—Bien, bien. —David, con los ojos cerrados, movió los dedos de la
mano que tenía apoyada en el pecho hacia arriba y abajo, como si indicara
su intención de levantarse de un momento a otro.

Rodney ladeó la cabeza mientras miraba a David. —No sé nada de


esto. Ustedes, los humanos, me parecen muy frágiles.

David abrió los ojos de nuevo —¿Frágiles? ¿Qué te hace decir eso?

—Bueno, tus brazos pueden ser arrancados con demasiada facilidad,


en primer lugar —dijo Rodney, pensativo.

David levantó las cejas en una expresión de sorpresa, y se echó a reír,


sólo para detenerse y aferrar su cabeza. —Oh, ay. Eso duele.

—¿Ves? Frágil. —Rodney estaba dispuesto a verse con aire de


suficiencia, cuando se dio cuenta de que David se había desmayado de
nuevo.

Una emoción que nunca antes había sentido casi lo paralizó antes de
que se diera cuenta de que era miedo. David no debería estar de nuevo en
ese estado, no si realmente estaba bien. Tenía que conseguir ayuda, y
rápido. Abrió las manos y miró el aparato en su interior.

Estaba usando la llave para abrir la puerta del apartamento de David,


cuando notó el pequeño sonido de arrastre detrás de él. Rodney había
tenido suerte hasta ahora, lo sabía. Recorrió la distancia desde la azotea
hacia el nivel inferior donde estaba el apartamento de David; sus garras
hicieron ruidosamente eco mientras descendía por las escaleras de metal.
Se deslizó por el pasillo hasta la puerta de David no sin antes revisar en
ambas direcciones si era seguro ir hasta la puerta desde la escalera. Otros
pocos metros y habría estado seguro en el interior, donde podría abrir la
claraboya y volar de vuelta a la azotea. Había sido un plan atrevido, pero
uno razonable dadas las circunstancias.

La viejecita detrás de él no podría medir más de cinco pies3. Su peluca


oscura y rizada estaba ligeramente torcida en una cabeza que de lo
contrario estaría cubierta por cabello gris. Llevaba pesadas gafas y un traje
con un pantalón color burdeos que estuvo de moda en la época de 1970.
En sus manos temblorosas, tenía un revolver de cañón largo. Una Colt 22,
si Rodney no se equivocaba. Mientras la miraba, la anciana usaba ambos
pulgares para sostener el martillo, movimiento que hacía que sus manos
temblaran aún más.

—Alto ahí, amigo —gruñó ella—. Para que lo sepas tengo muy buena
puntería. ¿Qué crees que estás haciendo?

Rodney levantó las llaves. —Um, ¿tengo permiso de estar aquí?

—Oh, sí, claro. Intenta buscar otra excusa. —Cambió su peso para
mover el tobillo en su dirección, su pie envuelto en un nuevo zapato
ortopédico—. ¿Qué eres, un demonio?

Rodney estaba cansado de responder a esa pregunta. —No —dijo


con dientes apretados—. Soy una gárgola. Mire —interrumpió antes de
que pudiera volver a hablar—. Soy amigo de David, ¿vale? Fue asaltado
esta noche, y lo estoy ayudando a regresar a su apartamento.

—Tiene razón. —La voz de David los atrapó a ambos con la guardia
baja, y la anciana movió su arma en dirección de David. Estaba apoyado
contra la pared, una mano en la parte posterior de su cuello, su traje
arrugado y manchado de suciedad. Tenía el tubo de cartón colgado al
hombro por una correa. Sus ojos se abrieron cuando el arma se volvió
hacia él, y Rodney casi se arrojó entre David y el arma, pero tenía miedo

3
152 centímetros.
de que cualquier movimiento brusco pudiera causar que empezara a
disparar. David se enderezó rápidamente y levantó las manos a la altura
de su pecho—. Tranquila, Sadie.

Sadie frunció los labios y acomodó el martillo, empujando


bruscamente la gigante Colt en su enorme bolso colgado en su hombro. —
Podrías decirle a tu amigo que se pusiera algo de ropa, David. No se debe
caminar por los pasillos con ese grande pene colgando de esa manera. —
Sadie hizo un gesto de irritación con la mano en dirección de Rodney.

David se volvió de un color rojo brillante, e incluso las puntas de sus


orejas se tiñeron de rojo, mientras decía: —Estoy seguro de que no
volverá a suceder, ¿verdad, Roney?

—Correcto. —Rodney le dio la espalda a la conversación surrealista


para abrir la puerta. La abrió y se apartó con un gesto—. Después de ti. —
Le entregó las llaves a David.

David le dirigió una inescrutable mirada mientras lo pasaba hacia su


apartamento, aún ruborizado.

—Señora —dijo Rodney, dándole a Sadie una pequeña reverencia.


Siguió a David en el apartemente con la mayor dignidad; su cola envuelta
en su brazo mientras cerraba la puerta detrás de él.

David llegó a descansar en la mesa de la cocina, peleando con la


correa en su hombro y dejando caer el tubo de cartón al suelo para poder
dejar que la mesa lo sostuviera. Levantó la cabeza para ver como Rodney
entraba con un pequeño resplandor emitido por la luz sobre la estufa. Las
uñas de sus pies marcaban la superficie lisa del duro piso de madera, y sus
uñas podrían sonar indecisas, ya que sin duda Rodney lo estaba.
Las garras eran negras y capturaban el brillo de la luz ambiente como
si hubieran sido pulidas. Rodney caminaba erguido sobre sus pies como un
perro; el talón de su pie alargado y se levantaba como el corvejón de un
caballo. Su piel era de color verde musgo y tenía un brillo que hacía pensar
que se sentiría como el fino cuero. Las piernas de Rodney eran musculosas
y fuertes, y David recordó de nuevo la vista de Rodney en cuclillas a su
lado en la terraza, sentado sobre sus pies sin esfuerzo. Bueno,
probablemente tenía un montón de práctica haciendo eso. Una risita
inadecuada amenazó con salir de la garganta de David, y tuvo que vencer
la tentación de echarse a reír. Se puso serio rápidamente cuando se dio
cuenta del enorme poder delante de él.

David siguió la línea creada por las piernas de Rodney hacia el resto
de su cuerpo. “Paquete abdominal de seis” era una frase que David había
oído decir muy de moda en el gimnasio entre sus amigos, pero que en
realidad nunca antes había apreciado lo que quería decir. No había un
gramo de grasa sobre Rodney y los músculos en su vientre eran como una
tableta de chocolate, agrupados como para hacer cada casquito de la
misma. Su cintura y sus caderas eran la parte más estrecha de su cuerpo.
Su pecho era amplió por encima de su abdomen para inducir a unos
hombros anchos; cada músculo vislumbrándose. Sus pezones eran de
color verde oscuro y fascinaron a David. Tragó saliva antes de continuar su
examen visual. Rodney había plegado sus alas a su cuerpo con el fin de
entrar al apartamento, pero David podía ver las articulaciones tipo bisagra
y la gran extensión de piel a través de éstas.

Y luego estaba el asunto al que Sadie se refirió como su gran pene.


David nunca había visto tal detalle en una gárgola de piedra, pero no había
duda de que Rodney era un ser vivo, con una anatomía funcional —y con
una polla como esa. Como todo lo demás en Rodney, era enorme.
También estaba erecta, con una capucha en forma de bala como prepucio
que le hacía parecer como la punta de la flecha. David pensó brevemente
acerca de lo que sería ser penetrado por algo así, y sintió un cálido rubor
de nuevo en su cara. Había algo muy agradable en la vista de la simetría
de la polla de Rodney y el equilibrio de sus bolas, y David se dio cuenta de
que estaba mirando.

Volvió la mirada a la cara de Rodney. La incertidumbre existente en la


expresión de Rodney hizo que David recuperara el aliento. Rodney se
inclinó un poco, como si tuviera miedo de romper algo si se movía. Sus
orejas—que eran decididamente las de Yoda, sin importar lo que dijera—
estaban caídas en las puntas. La mirada de Rodney, verdosa e intensa,
miraba a todos los lados, recorriendo el apartamento antes de volver a
descansar en la cara de David. Tomó la punta de su cola, y a pesar de que
ya tenía algo en las manos, comenzó a juguetear nerviosamente con la
punta. Esta vez, David si rio.

Rodney frunció el ceño. —¿Qué es tan gracioso? —Se veía muy


irritado y David supo que probablemente lo más inteligente era no
molestar a la gigantesca gárgola. La sarcástica gárgola que leía libros y que
probablemente le había salvado la vida. Tomó la oportunidad de todos
modos.

—Tú —dijo con una sonrisa, señalando hacia su cola—. Ese gesto. Me
recuerda al León Cobarde4. Y no hay nada de cobarde en ti.

Rodney soltó abruptamente su cola, pero su expresión se iluminó


brevemente antes de ponerse una vez más desconcertada. —¿No te
parece que toda esta situación es en lo más mínimo extraña? La mayoría
de las personas que me echan un vistazo terminan llorando o haciendo
todo tipo de locas promesas a la deidad de su elección. Eres la primera
persona que alguna vez, siquiera, me ha escuchado. Ahora,
repentinamente, estoy teniendo conversaciones informales con diferentes
personas por doquier, y nadie se está volviendo loco. Bueno, a excepción
de tu asaltante, que si lo hizo. Aunque, en cierto modo quería asustarlo.

—Sadie no se asusta fácilmente —murmuró, disfrutando de lo


absurdo de toda la noche e imaginando como debió haber lucido su
asaltante. Se preguntó si el bastardo se había orinado en sus pantalones—
. Además, ya sabes cómo es la ciudad. Cualquier cosa puede pasar. —

4
Se está refiriendo al león de la película “El Mago de Oz”.
Decidió dejar de lado la parte de que Sadie era tan ciega como un
murciélago.

—¿Y tú? —Las orejas de Rodney cayeron aún más, y sus alas
parecieron doblarse de manera protectora alrededor de sus hombros.

—Bueno, me golpeó en la cabeza —dijo David lentamente—. Así que


todo fue una pequeña confusión mental al principio. Para el momento en
que me di cuenta que no estaba imaginando nada, me di cuenta que eras
tú. Y ya lo sabes. Eres el tipo de la azotea. Hemos hablado de libros, por el
amor de Dios. ¿Cómo puedo tenerte miedo?

Rodney se balanceó sobre los dedos de sus pies, como si estuviera


sorprendido por las palabras de David. Una tímida sonrisa torció sus labios
antes de que se desvaneciera. —Terminé con la colección de Sherlock
Homes, por cierto. Ha estado fantástica. La dejé en la azotea para ti.
Debería irme ahora. Tienes que ir a un hospital.

David odiaba la idea de dejar ir a Rodney. Tenía la extraña sensación


de que sería la última vez que lo vería si se iba. —Estoy bien, no necesito
un médico.

—Sí, lo necesitas —espetó Rodney, cruzando los brazos sobre su


pecho. Sus alas se alejaron un poco de su cuerpo, y parecían inmensas en
el pequeño apartamento—. No soy idiota, sabes. He leído periódicos. Sé
como de engañoso puede ser un trauma en la cabeza para los humanos.
Necesitas estar siendo evaluado. Tomarte una tomografía axial
computarizada. Ya he llamado a alguien para que venga a buscarte.

Le tendió la mano, abriéndola para revelar su celular. David dio un


paso hacia adelante y lo tomó de forma automática antes de que
registrara que Rodney lo había usado para llamar. —¿Qué tú qué? ¿A
quién llamaste?

—Llamé a alguien llamado Sean. Fue el primer nombre que estaba en


la lista de “contactos de emergencia”. —Rodney hablaba casi con recato,
como un profesor dando conferencias, y David quería volver a reír.
Podría haber sido peor. —Es mi hermano. ¿Qué diablos le dijiste?

Rodney se encogió de hombros, un gesto extrañamente humano para


alguien un tanto alienígena. —La verdad, prácticamente. Que habías sido
asaltado y que estabas en tu apartamento, pero que te negabas ir al
hospital. Está en camino ahora mismo.

—Mierda —murmuró David—. No, no, no hiciste lo correcto. —Hizo


caso omiso de la súbita mirada de preocupación de Rodney—. Realmente
no quiero tratar con mi familia en este momento.

—Tienes suerte de tener familia —dijo Rodney—. Tengo que valerme


por mis propios medios.

Antes de que David pudiera responder a esa intrigante declaración, el


timbre de la puerta sonó fuerte; alguien estaba tocando.

—¡Mierda! —David miró alrededor buscando un lugar que sirviera


como escondite pero no pudo encontrar uno—. ¡Rápido, escóndete en el
dormitorio o algo así!

Rodney se volvió de repente, mirando hacia la puerta con agitación, y


una de sus alas rozó la encimera, enviando los vasos a estrellarse contra el
fregadero.

—¿David? —Unos fuertes golpes sacudieron la puerta—. ¿Estás bien?


¡Voy a entrar!

David se apoderó de Rodney por los brazos para jalarlo lejos de la


puerta que daba entrada a la sala; con los dedos, sin darse cuenta,
acariciaba la cálida y sedosa piel de Rodney antes de responder: —Estoy
bien, maldita sea. Espera un momento, Sean.

El pomo de la puerta se estaba moviendo mientras llegaba. Mierda,


se había olvidado que le dio la llave a Sean. Miró hacia atrás sobre su
hombro para ver que Rodney estaba de pie contra una de las paredes, con
las alas plegadas alrededor de su cuerpo, su cola envuelta alrededor de
sus piernas, y esos ojos increíbles brillantes, cerrados.
Sean abrió, la llave en su mano, sólo para mirar a David. —Mierda,
David, te ves como una mierda. ¿Estás bien? —Sean se acercó a poner una
mano sobre su brazo antes de que se apartara.

—Estoy bien. Vamos a terminar con esto, ¿vale?

Sean hizo una mueca. —Me sorprende que aceptaras ir. Supongo que
ese amigo tuyo… ¿cuál es su nombre?, Rodney, te hizo entrar en razón. No
me dejó ni aguantar la respiración hasta hacer que viniera hasta aquí,
aunque rápidamente. ¿Sabes cómo estará la sala de emergencias esta
noche? ¿Quieres decirme lo qué paso?

—Te lo diré en el camino. —David agarró sus pertenencias y las


revisó: el celular, las llaves… Miró a Rodney.

—¿Qué mierda es eso? —preguntó Sean, apuntando en dirección de


Rodney.

—Una gárgola —dijo David con precisión, con la esperanza de que


Rodney pudiera escucharlo y aparentara ser una imitación.

Sean negó con la cabeza. —¿De dónde demonios has sacado eso?
¿No te pone los pelos de punta tener eso aquí?

—Conozco al escultor —dijo David brevemente—. Y para tu


información, creo que es hermoso.

Uno de los párpados de Rodney dio un tirón, como si Rodney


resistiera el impulso de abrirlo.

—Ciertamente es… impresionante —acordó Sean, volviéndose hacia


la puerta y David lo siguió—. También es anatómicamente correcto. Papá
estaría muy orgulloso.

David le dio un puñetazo en el brazo antes de salir.


Rodney no estaba allí cuando regresó, y David no estaba
sorprendido. Los primeros rayos rosados del amanecer estaban pintando
el cielo cuando salió del hospital. Bostezó. Había rechazado la oferta de
Sean de traerlo de regreso a su apartamento, y prefirió tomar un taxi.
Sabía que Sean tenía que ir a casa para ducharse y cambiarse para el
trabajo de todos modos. Apreció el hecho de que Sean se hubiera
quedado con él todo el tiempo. No era necesario que lo hiciera.

Los escáneres habían salido despejados, y le recetaron algunos


analgésicos que parecían poder inhabilitar a un caballo, con una receta de
más para llenar si era necesario. Tuvo la visión de una larga ducha caliente
y un día en el sofá en su futuro. Tenía la esperanza de encontrar alguna
evidencia de Rodney en su apartamento cuando finalmente regresara,
algo que le asegurara que Rodney no había sido un invento de su
imaginación, pero no había nada.

La única indicación de que alguien había estado allí era el hecho de


que la claraboya estaba parcialmente abierta cuando entró a su
apartamento. Aun así, David no estaba seguro de haberla dejado cerrada
la noche anterior. Pero le dio algo en qué pensar durante el día mientras
alternaba entre dormitar en el sofá y buscar cualquier cosa que pudiera
encontrar en internet sobre gárgolas. No había mucho.

Hacia la puesta del sol, David subió las escaleras y salió a la azotea.
Había estado allí días antes, había admirado la vista y examinado las
gárgolas que veía desde allí, pero nunca con el propósito de ver si
reconocía alguna de éstas. No le llevó mucho tiempo el encontrar a
Rodney. A pesar de que la piedra era más desconcertante que lo que
esperaba, las características de Rodney estaban allí, al igual que la
sugerencia de una pequeña sonrisa torcida.
No podía esperar a ver la cara de Rodney cuando el sol se pusiera.

Estaba apoyado en la balaustrada, con ganas de parecer


engañosamente casual cuando Rodney abrió los ojos, cuando oyó el
sonido. Leve al principio, sólo un leve crujido, como si algo arenoso se
moviera en un lugar cercano. David frunció el ceño, tratando de localizar
la fuente, cuando escuchó el gemido del soporte de metal siendo doblado
y luego el crujido del hormigón siendo quebrado.

Se inclinó sobe la baranda y miró hacia abajo con horror. La base de


Rodney se separaba del edificio. Sin pensarlo, se acercó y agarró a Rodney
de las alas, apoyando los pies en la baranda, mientras sentía el cambio del
gran peso por debajo de sus manos. Desesperado por seguir
sosteniéndolo y sabiendo que era una tarea imposible, sintió que la
superficie rugosa de Rodney se deslizaba por sus dedos, mordiéndole la
piel, mientras trataba de llevarlo a rastras. Todos los músculos de su
espalda y hombros volvieron a despertarse rompiendo la respuesta al
medicamento y llevándolo a una agonía.

—¡Rodney! —gritó—. ¡Despierta!

El sol era una bola brillante de color rojo en el cielo, hundiéndose


lentamente detrás del horizonte, destacando los edificios como una hilera
de dientes afilados. David sólo tenía que sostenerlo un momento más,
estaba seguro. Al igual que estaba seguro de que no podía.

Rodney abrió los ojos. Alarmado, trató de quitar la mano de David de


su ala. —¡Libérame! —gritó, cuando la base por debajo de él sólo sostenía
un pie.

—¡No voy a permitir que te caigas! —gritó en respuesta David,


apretando más sus dedos.

—¡Puedo volar, idiota! —rompió Rodney.

Mortificado, David lo dejó al mismo tiempo en que la base se separó


por completo del edificio y fue cayendo hacia la acera. David casi pierde el
equilibrio y, aferrándose a la pared con fuerza, se tiró a sí mismo a una
posición vertical antes de caerse. Rodney extendió sus alas y aleteó dos
veces.

Ambos vieron como la base caía hacia el suelo. Se escuchó el sonido


de neumáticos y bocinas, y Rodney se quedó suspendido un momento en
el aire, antes de agarrar la pared y girar con agilidad sobre el borde. De
inmediato se agachó detrás de la balaustrada para ocultarse.

—Mira —le dijo a David, cubriéndose los ojos con una mano—. Dime
qué está pasando.

David miró por encima del borde y luego se dejó caer junto a Rodney,
pegando también la espalda a la pared. Podría haber sido peor. Un par de
frenazos mientras los coches se detenían de manera abrupta, pero nadie
había sido aplastado por el hormigón. —Ah, bueno, va a estar en el
noticiero de la noche. Vamos, es mejor entrar antes de que la policía
aparezca.

Sonrió cuando le tendió la mano a Rodney, disfrutando de la mirada


de asombro en su rostro.

No parecía extraño, en lo absoluto, estar en el apartamento de


David, nuevamente. Parecía correcto de alguna manera. Al menos Rodney
iba a vivir una de sus fantasías antes de que su existencia terminara,
aunque en ésta él y David iban a sentarse toda la noche, discutiendo
temas de gran importancia. Echó un vistazo a los muebles. Siempre y
cuando no se derrumbara bajo su peso, claro está.

—Me siento como un idiota —dijo David, masajeando sus dedos


antes de apretar con cuidado su hombro y hacer una mueca—. Por
supuesto que puedes volar. Toma asiento. —Señaló una silla—. ¿Quieres
algo de tomar? ―Se dirigió hacia la cocina y abrió la nevera para sacar un
par de cervezas y, sujetándolas del cuello, lo miró con una expresión
interrogante.

Todo era tan normal que Rodney tenía ganas de llorar.

Aceptó en silencio lo cerveza ofrecida y vio como David le quitaba la


tapa, y la botaba en una papelera cercana. Tomó un trago generoso, y
Rodney vio cómo su manzana de Adán se balanceaba con el movimiento.

Con cautela se sentó en la silla junto al sofá, tomándose un momento


para averiguar qué hacer con sus alas y decidió que lo mejor era dejarlas
parcialmente abiertas para que colgaran desde los brazos de la silla.

David se echó en el sofá, apoyando los pies sobre la mesa de café.


―Estaba muy preocupado por ti. Pensé que eras un caso perdido. —La
mirada en el rostro de David invitó a Rodney a reírse por el ridículo
comentario.

—Sí hubiera caído en mi forma de piedra, habría muerto. —Rodney


admiró la manera en que hablaba como si fuese algo muy natural—. Tal y
como están las cosas, no tengo a donde retornar en la mañana.

David se congeló en el acto de levantar la botella hacia sus labios de


nuevo. —¿Qué significa eso para ti?

Rodney se encogió de hombros. —Dejaré de existir.

—¿Qué? —David se sentó con la espalda recta, colocando los pies en


el suelo y dejando con un golpe la botella sobre la mesa—. ¿Qué estás
diciendo, Rodney?

Rodney lanzó un suspiro. —Que es mi última noche en la Tierra.

—Bueno, qué carajo —gruñó David, su afabilidad previa


transformándose de repente en enojo letal—. ¿No podemos conseguir
algunas cosas y repararlo? Quiero decir, ¿qué tan difícil puede…? —Su voz
se apagó cuando se dio cuenta de que era imposible hacerlo antes del
amanecer. No había una manera correcta de lograr que la masa soportara
a tiempo a Rodney en su forma de piedra. Podía ver como luchaba por
ideas y las rechazaba a su vez cuando se dio cuenta de lo defectuosas que
eran. ―Rodney —dijo sin poder hacer nada, cuando no pudo pensar en
nada más qué decir. Rodney estaba conmovido al ver que eso le afectaba
tanto. Aunque, la expresión de David era casi insoportable de ver.

—No importa. —Dejó la botella sin abrir sobre la mesa de café—. He


estado aquí por mucho tiempo. No ha sido del todo malo. Tomándolo de
esa manera, es mejor saber que he sido parte de esto. —Rodney sonrió,
consciente de lo brillante y apretada que su expresión debía de ser—. Es
algo mucho, mucho mejor para mí, de hecho, un descanso, es mucho
mejor que seguir en lo que ya he conocido.

La mirada del rostro de David era casi dolorosa de ver. ¿Cómo es que
nunca había pensado en la gente que los héroes de las historias dejaban
atrás?

«Nunca he tenido que dejar a nadie antes». El comprenderlo fue un


momento de perfecta alegría y angustia.

—Rodney. —David se inclinó hacia adelante hasta que pudo


descansar la mano sobre su brazo—. ¿Hay algo que pueda hacer? —
Acarició suavemente con los dedos la piel de Rodney. Nunca lo habían
tocado tan íntimamente, y eso le hacía temblar ligeramente.

—Tengo unas pocas pertenencias personales ocultas en un cubículo


del techo. No es mucho, pero son importantes para mí. Me gustaría que
alguien las tuviera. O que hicieran algo con ellas. O… algo. —Rodney se
apagó sin convicción, mordiéndose el labio.

—Por supuesto. —David estuvo de acuerdo, con una expresión


cerrada y de auto-protección. Rodney no podía decir lo que pensaba. —
¿Qué pasa con…? Quiero decir, ¿qué…? —David se detuvo, suspiró y
volvió a intentarlo—. ¿Qué quieres hacer? Esta noche, quiero decir.

Había tantas respuestas para eso. Rodney quería comer helado al


medio día en el Parque Central. Quería viajar en metro con todos los
demás y sentarse en primera fila para una obra de Broadway. Quería jugar
un juego de baloncesto e ir en la camioneta a un club del centro para
bailar. Rodney lanzó un bufido. —Podría ser más fácil decirte qué no
quiero hacer.

David asintió con la cabeza, como si realmente entendiera y cogió su


cerveza de nuevo. —Elige algo. Sólo una cosa. La haremos. Te lo prometo.
―Señaló a Rodney con la botella antes de tomar otro trago.

—Quiero tener sexo contigo.

David escupió la cerveza como si fuese un fino rocío sobre la sala.

—Lo tomo como un “no” —dijo Rodney, tratando de no dejar que


viera su decepción.

David se secó la boca con el dorso de la mano y dejó la botella de


nuevo. —¿En serio? Porque no es que no quiera —es que no sé como. —
David hizo un gesto hacia Rodney en general haciendo con su mano un
pequeño movimiento inseguro.

—¿En serio? —Rodney le sonrió—. Tampoco sé cómo hacerlo.

—No, espera, sé cómo —dijo David con énfasis. Pasó distraídamente


una mano por su cabello mientras pensaba como expresar la siguiente
frase―. No sé cómo, um, ya sabes. Contigo.

—Oh. —Rodney se quedó de nuevo en silencio.

—No es que no quiera intentarlo —ofreció David, vacilante.

—Vale. —Rodney atrapó a sus dedos tamborileando en el brazo de la


silla, y quiso que se detuvieran.

David se puso de pie. Envió una mirada en su dirección, se inclinó y


empujó desde un lado la mesa de café, haciendo espacio para si mismo a
los pies de Rodney. De repente, sin aliento por las expectativas, Rodney se
dejó caer ligeramente sobre la silla, sin darse cuenta que sus muslos se
separaban un poco. Dio un suspiro algo tembloroso cuando David puso
una mano en cada rodilla, mientras se arrodillaba. Con una rápida sonrisa,
David se adelantó y puso su mano alrededor de la polla de Rodney.
La polla de Rodney saltó a su encuentro, la punta en forma de
campana quemando; su eje volviéndose erecto. David se echó hacia atrás
sobre sus talones por un instante, sus ojos abriéndose de par en par. —
Wow —susurró, sin apartar su mirada de la polla de Rodney—. ¿Siempre
haces esto?

—Sólo cuando pienso en ti —confesó Rodney.

David le lanzó una mirada de asombro que rápidamente cambió a


algo más. Sus párpados se medio cerraron, mientras le otorgaba una
pequeña sonrisa. —Bueno, eso es muy caliente —admitió, moviendo
lentamente su mano arriba y abajo.

Se sentía tan bien. Rodney cerró los ojos y se permitió disfrutar el


momento. El calor de la mano de David de repente se retiró, y Rodney
abrió de nuevo los párpados.

—Espera un segundo. —David estaba hurgando en el cajón de la


mesita de noche—. Esto va a ayudar. —Abrió una pequeña botella, y
vertió una sustancia viscosa y clara en su mano—. Lubricante —explicó—.
Esto, um, ayudará aquí. Te podré atender de una manera mejor.

Si había pensado que la sensación de la mano de David sobre su polla


era increíble, no era nada en comparación con la forma en que se sentía
cuando David envolvió de nuevo su resbaladiza mano alrededor de su eje
y comenzó a deslizarla arriba y abajo de nuevo. Rodney podía sentir la
sangre que fluía en su pene, volviéndolo totalmente duro, oscureciéndolo
de color y volviendo sus venas prominentes. —Joder, sí —respiró David,
sus fosas nasales ensanchadas, y Rodney se dio cuenta de que también
estaba encendido. David se volvió atrevido por él, y Rodney nunca había
experimentado nada tan perfecto en su vida.

Hasta que David cerró su boca sobre la cabeza de su polla. Esa fue la
sensación más perfecta en el universo. Rodney sintió que su polla se
empujaba en respuesta al calor que lo envolvía, y David hizo un pequeño
sonido de asfixia mientras la sujetaba con la mano. Rodney comenzó a
retirarse, temeroso de herir a David, pero para su sorpresa, David lo chupó
con entusiasmo, tratando de sacar lo mejor de él. Bombeó con su mano
arriba y abajo por su eje, un gemido vibrando alrededor de su polla, aun
cuando el sonido llegó a sus oídos. David se inclinó sobre sus rodillas,
respirando con dificultad por su nariz, sus mejillas ahuecadas mientras
seguía chupando. Rodney observaba todos los movimientos con
fascinación, apretando los muslos cuando la cabeza de su polla salió de la
boca de David con un pequeño y húmedo pop. David frotó los labios sobre
la cabeza, lamiéndola y mojándola con saliva, luego echándose hacia atrás
para recuperar el aliento mientras bombeaba su eje aún más rápido.

—Dios mío, eres tan hermoso, ¿lo sabes? —murmuró David,


concentrándose en mover su mano sobre la polla de Rodney—.
Jodidamente fantástico. —Se inclinó para tomarlo de nuevo, trabajando
con sus labios sobre el extremo del glande y usando la base de su lengua
para acariciar la parte inferior con fuerza. Rodney podía sentir la tensión
adueñarse de su cuerpo. Había leído sobre las montañas rusas y la forma
en que los carritos descendían sobre una enorme montaña, haciendo que
sus ocupantes se quedaran sin aliento. Eso era lo que sentía. Sin embargo,
cada vez que se acercaba a la cima, David se retiraba sin aliento,
cambiando de táctica y administrando una nueva sesión con sus dedos
hasta que se recuperaba lo suficiente como para volver a chuparlo.

Cuando David tomó una de las pelotas de Rodney en su boca, sin


darse cuenta batió las alas medio abiertas, haciendo que salieran de la
silla. La acción causó que varios libros se cayeran cuando las puntas de sus
alas rozaron el estante, y la lámpara de lectura que estaba junto a la silla
se movió peligrosamente.

Vergüenza flameó a través de Rodney cuando David se retiró con la


cara roja de la risa.

—No, no. —David lo sostuvo de las rodillas cuando Rodney comenzó


a ponerse de pie—. Es sólo que nadie ha intentando volar cuando lo he
chupado. —Su sonrisa era tan atractiva que Rodney se dio cuenta que esa
diversión le causaba placer, más cuando no era a expensas de Rodney.
Volvió a lo que estaba haciendo con gusto, rodeando su polla con su
boca y sus manos una vez más, logrando un ritmo que hizo a Rodney
querer gritar sí, sí, y se sorprendió cuando se dio cuenta que estaba
gruñendo esa palabra: —Ahora —dijo con urgencia, y David se alejó
bruscamente y siguió trabajando enérgicamente con su mano arriba y
abajo hasta hacerlo terminar.

El orgasmo que Rodney había experimentado antes no fue nada en


comparación con el que tuvo en las manos de David. Sus caderas se
empujaron dos veces sin control mientras el orgasmo rugía a través de él.
La mano de David no se detuvo, y continuó trabajando sobre su polla
mientras caliente líquido se escurría entre sus dedos. Rodney tiró la
cabeza hacia atrás en la silla y se entregó a las sensaciones, sus alas
extendiéndose completamente y estremeciéndose mientras su polla
continuaba disparando y latiendo. Su ala izquierda barrió el estante al lado
de la silla, llevando los libros a un montón en el suelo.

Por último, puso una mano sobre la de David, alejándolo y


maravillándose por el contraste entre los colores de sus pieles. Admiraba
también el fino vello oscuro a lo largo de los brazos de David y en el dorso
de sus manos. Rodney no se había dado cuenta antes de lo muy peludos
que eran los humanos, y le parecía una extravagancia maravillosa. David
apoyó la mejilla contra el muslo de Rodney. Daba la impresión como si
hubiera sido él quien acabara de correrse, y Rodney estaba lleno de una
engreída satisfacción de haber llevado a David a ese estado. Sus labios
estaban hinchados y húmedos de saliva, y de ahí provino la urgencia de
darle un beso en este momento.

Con cuidado, manteniendo sus garras en jaque, agarró a David por la


camisa y tiró de él hacia arriba. David se colocó voluntariamente de nuevo
sobre sus rodillas y se apoyó en el pecho de Rodney, abriendo la boca
cuando sus labios se encontraron. Rodney sintió una oleada de emoción
desconocida ante el contacto; no se cansaba de David. Cambió su agarre
para apoderarse de la cabeza de David, celebrando su constante
entusiasmo mientras se empujaba y se encontraba con su lengua. El
apéndice era tibio y el movimiento del mismo y de los labios era adictivo y
embriagador, y Rodney quería más. Un libro solitario, en precario
equilibrio sobre el estante, cayó al suelo con un ruido sordo.

David rompió el beso y se echó a reír sin aliento. —Maldición. —Una


expresión triste se apoderó de su rostro—. Ahora deseo haber pasado a
algo más. He estado pensando durante todo el día acerca de cómo sería el
tenerte follándome.

—¿Y por qué ese es un problema? —Su cola pasó por encima del
hombro de David para acariciarle la mejilla, provocando que David se
alejara por un momento de la caricia antes de darse cuenta de qué era.

Los párpados de David medio se cerraron ante el toque de su cola, y


su expresión se volvió adormilada y seductora. Inclinó la cabeza
ligeramente a medida que la punta de la cola se acurrucó junto a su oído.
Parecía estar disfrutando mucho del contacto. —Bueno, hay un pequeño
problema conocido como el tiempo de recuperación.

—¿Qué es eso? —preguntó Rodney con seriedad.

David miró la polla de Rodney, que descansaba entre ellos. Rodney


miró hacia abajo, y sí, su pene estaba tan duro como siempre y, mientras
lo veían, hizo un movimiento ondulante hacia David.

—Olvídalo. —La voz de David se llenó de asombro y expectación. Se


puso de pie—. Ahora, para la habitación. —Se alejó sin esperar para ver si
Rodney le seguía.

—¿A dónde vas?

La voz detrás de él hizo que Rodney girara bruscamente; sin darse


cuenta golpeó la lámpara haciéndola caer al piso con sus alas. David
estaba en el centro de la habitación, la penumbra gris del amanecer
atravesaba la claraboya, iluminándolo. Estaba desnudo, a excepción de la
cruz que llevaba colgada en el cuello. Su pene erecto sobresalía a través
de un parche de vello negro. Se frotó un ojo, dando la apariencia de medio
dormido, mientras miraba a Rodney con acusación; su pelo descuidado y
despeinado.

Estaba completamente hermoso.

Rodney alzó la mirada hacia la claraboya. La oscuridad estaba


desapareciendo, y la luz en el cielo era cada vez más fuerte. Era su
intención estar en el techo cuando las primeras luces del amanecer
brillaran en la ciudad. Volvió a mirar a David. —Me iba a ir antes de que
saliera el sol —dijo suavemente.

—¿Sin decir una palabra? ¿Sólo de esa manera? —David,


obviamente, ahora estaba enojado.

—Lo siento. Sólo… —Rodney se interrumpió para señalar hacia abajo,


hacia el piso circundante—. Bueno, nadie sabe qué ocurre con las gárgolas
cuando mueren. La presunción, sin embargo, es que se convierten en
polvo. No quería que te despertaras y encontraras eso.

—Pensaste que prefería despertar para encontrar que te había


perdido para siempre, ¿eh? ¿Es eso? ¿No has pensado en que me gustaría
decir adiós? ¿No después de anoche? ¿No pensaste que quería estar allí?
Cuando ya sabes, murieras. —Las últimas palabras de David sonaron algo
estranguladas.

Rodney lanzó un suspiro. —No quiero que tengas que sacar la


aspiradora en mi nombre. —Vio que David se quedaba de piedra ante él—
. Vale, quería estar en el techo cuando sucediera, ¿comprendes?

No añadió que quería volar una vez más, que quería mover sus alas
hacia al cielo, porque lo que realmente quería hacer era aferrarse al
cuerpo de David por el resto de la noche, apoyándose en lo único que le
hacía sentir vivo.

—Correcto —dijo David con fuerza—. Te veré en el techo.


Rodney salió por la claraboya que estaba abierta, teniendo en cuenta
que no sería más fácil de lo que había sido la noche anterior y
definitivamente no es lo que se había imaginado en sus sueños. Bueno,
nada es tan sencillo, ¿verdad? Voló lentamente hacia la azotea, cayendo
de mala gana sobre la conocida superficie. Tal vez sería mejor para ambos
si salía volando hacia el sol naciente. La sensación de ceder ante ese
impulso era muy fuerte, pero decidió no hacerlo. David se merecía algo
mejor que eso.

«¿A quién le estás tomando el pelo? Lo único que David quiere es


estar contigo cuando ocurra».

Caminó hacia su escondite de tesoros, agachándose para extraer el


panel y sacarlos de su escondite. No era mucho el legado que dejaría atrás
ahora que llegaba el momento. Pensó en la conversación que habían
tenido en la cama de David la noche anterior. David le había hablado de
sus planes para el futuro, planes para restaurar viejos edificios a su
antigua gloria y preservar el pasado en lugar de derrumbarlo y dar pasó a
lo nuevo. Oyó el lamento en su voz cuando se quejó de no haber
descubierto la falla en la base de Rodney a tiempo para hacer algo al
respecto, pero no podía ser cambiado. Por lo menos podía dejarle sus
cosas a alguien que entendía cuánto habían significado para él.

Las tenía en sus manos cuando David llegó a la azotea, vestido con
una camisa blanca de algodón por encima de sus jeans. Había dejado la
camisa por fuera de sus jeans, sus mangas arremangadas hasta el codo, y
sus tobillos desnudos se asomaban por encima de sus zapatos. La brisa de
la mañana atrapó los bordes de su camisa y le dio un tentador vistazo para
Rodney del abdomen debajo de esa tela, y sabía exactamente cómo se
sentía y cómo sabía ahora esa piel. David lucía absolutamente delicioso, y
Rodney sintió una oleada de satisfacción al saber qué tan delicioso era en
realidad.

David se acercó y se detuvo indeciso.


—Aquí. —Rodney le dio sus cosas—. Tu libro de Sherlock Holmes. El
resto son mis cosas. Sólo unas pocas cosas viejas y perdidas. No deseadas,
en realidad. Sin embargo, es todo lo que tengo.

David tomó los elementos como si fueran objetos de precioso valor y


se sentó con las piernas cruzadas en la azotea para examinarlo. Formó un
montoncito delante de él y le indicó que se sentara a su lado.

Rodney se acuclilló y vio como David examinaba sus pertenencias,


dándoles vuelta con sus hermosas manos. Rodney sabía exactamente lo
que esas manos eran capaces de hacer, y sonrió ante el recuerdo.

—Háblame de éstos —pidió. Rodney recogió cada elemento, uno por


uno, y relató su historia, siempre consciente de la luz del cielo a su
alrededor.

David cogió la copia de “A Tale of Two Cities”. La abrió en la página


marcada y comenzó a leer en voz alta. —La noche se avecina oscura. Se
mueve más; está empezando a revivir, y a hablar de una manera
inteligible, sino que piensa que siguen juntos; le pregunta por su nombre,
qué sostiene su mano. ¡Oh, compadécenos, amable Cielo, y ayúdanos!
¡Vigila, vigila, a ver si nos persiguen! —Alzó la vista cuando terminó,
obviamente luchando con una gran variedad de emociones. Dejó el libro y
miró lo que usaba como marcador—. Guardaste mi nota —dijo con
incredulidad.

Rodney se encogió de hombros. David miró el cielo, su boca


tensándose, antes de que regresara de nuevo su atención a los artículos.

Cuando llegó al collar de cristal, David frunció el ceño. Tomó el collar


de la mano de Rodney, dándole vuelta con cuidado. —¿Dónde dices que
encontraste esto?

Rodney le contó sobre el brillo que había llamado su atención en una


noche tan fría que incluso podía ver su aliento, y que le hacía señas para
que bajara del cielo para pescarlo en el desagüe.
—Rodney —dijo David lentamente—. Si no me equivoco, es un collar
de diamantes de gran valor que fue reportado como robado hace unos
meses.

—Es tuyo ahora. —Rodney marcó un patrón sin sentido con una
garra en la fina capa de hormigón en la azotea. No sería importante para
él, nunca más.

David sólo lo miró boquiabierto. Rodney sonrió ante su expresión y,


sintiendo la necesidad de hablar, mientras aún podía, se sumergió en una
rebuscada confesión. —Ha sido una vida buena, ¿sabes? Mejor de lo que
esperaba. Mejor de lo que merezco. Quiero darte las gracias por eso.

La cara de David se contrajo como si le hubiera dado un golpe físico.


―Mira, Rodney. Nadie sabe qué es lo que realmente sucede, ¿verdad? Tal
vez no sea tan malo como piensas.

Rodney sonrió suavemente hacia David. —Por lo menos déjame


despedirme.

—No. —David frunció el ceño. Dejó caer el collar de forma abrupta—.


No —repitió—. ¡Maldición, Rodney, esto no puede ser una despedida!

La negación de David era divertida, reconfortante y dolorosa, todo al


mismo tiempo. —Pero lo es —dijo suavemente. El sol ahora era una
delgada franja de color rojo en el cielo, y las nubes recogieron la luz y
comenzaron a reflejar grandes bandas de color que lavaron el cielo.

En realidad, nunca antes había visto el amanecer. Era hermoso. Sintió


un toque en su brazo, y miró hacia abajo para ver la mano de David
agarrando su bíceps. Le sonrió a David cuando los primeros rayos de luz
coronaron el horizonte de la construcción y le acariciaron la cara.

Podía sentir que el cambio llegaba; un giro nauseabundo en su


interior, como si algo se fusionara y le arrancara su fuerza. No pudo mirar
más a David; no quería que sus últimos recuerdos fuera la tristeza que
vería en el rostro de David. Levantó involuntariamente las alas, como si
fuera a volar lejos de lo que sea que le estaba sucediendo, sólo para que
temblaran y se derrumbaran en polvo. Había sospechado desde un
principio que esto era lo que le iba a pasar, pero le rompió el corazón de
todas formas.

—David —dijo de repente, no pudiendo ya ser fuerte.

David lo abrazó. Su respiración le hacía cosquillas en su oído cuando


susurró: —Está bien. Te tengo. —Valió la pena, todo esto, por este
momento.

El momento pasó, y Rodney se estremeció ante la brisa de la


mañana. Levantó la cabeza del hombro de David y se miró las manos con
incredulidad. Su piel ya no era verde y sus garras se habían ido. En su lugar
eran de un aspecto normal: las manos de un hombre. Una fina capa de
pelo dorado capturaba la luz del sol de la mañana. Rodney abrió la boca y
miró al cielo. Estaba claro, lleno de la luz del día, y todavía estaba aquí.

David reaccionó a su movimiento, rompiendo su abrazo y mirando la


cara de Rodney. —Oh, wow —exclamó estúpidamente—. Tus ojos son de
color azul. Realmente azules.

—¿Qué? —Rodney se desprendió de los brazos de David y se puso de


pie. Notó con la boca abierta que su piel era clara y sus piernas eran
velludas. Su polla parecía absurdamente pequeña y sus bolas eran de un
color rosa pálido; eran vulnerables. Gracias a Dios todavía era bastante
musculoso.

David se quedó mirándolo. —Eres rubio —dijo con un leve


movimiento de cabeza. Sonrió ampliamente en una expresión ridícula que
Rodney nunca antes había visto. Hacía que David pareciera idiota, y
cuando tuvo toda la intención de decirle, David terminó de hablar—: Eres
un ser humano. Maldición, si que eres caliente en esta forma también.

David le empujó el hombro, y Rodney estaba sorprendido de lo fuerte


que ese movimiento se sentía. Giró la cabeza sobre su hombro para ver
sus alas, pero no había nada, sólo una extensión lisa de piel pálida. Rodney
volvió la cabeza para mirar de nuevo a David.
—Bienvenido a la humanidad. —David le dio una palmada en el
hombro, y Rodney se encogió. «Eso dolió». Flexionó los dedos, mirando
hacia su mano, hacia las uñas de su mano, con asombro.

—Será mejor que entremos —dijo David de manera práctica—, antes


de que Sadie intente dispararte. De nuevo.

Rodney le siguió aturdido de vuelta al apartamento. Las palabras de


David se apoderaron de su mente mientras se sentaba en el sillón.

—Vamos a tener que buscarte una identidad. ¿Hay algo en particular


que te gustaría hacer? ¿Algo con lo que siempre has fantaseado? —David
apiló sus tesoros en la mesa de café.

Rodney levantó la vista aún aturdido y desconcertado. —¿De qué


estás hablando?

David sonrió mientras se sentaba en el sofá frente a Rodney.


―Necesitas una identidad. Un pasado. Un trabajo. Vas a tener que
ganarte la vida, sabes. No será fácil, pero vas a necesitar crearte un
pasado, que no incluya el estar colgado en la pared de la azotea del
edificio.

Rodney todavía estaba tratando de digerir eso. —Necesitaré un lugar


donde quedarme —dijo, empezando a asimilar las terribles circunstancias
en las que estaba.

David se mostró herido. —Te quedas aquí. A menos que no quieras,


por supuesto.

Alivio lo recorrió mientras un repentino nudo apretó su garganta.


―Gracias —dijo con sinceridad. Una parte de él le advirtió de estar
tomando ventaja de la generosidad de David, pero le dijo a esa parte de su
cerebro que cerrara la boca. Una gárgola no se convertía en humano
todos los días. Un paso a la vez.
—¿Para qué son los amigos? —bromeó David. Se acercó y le dio unas
palmaditas al hombro de Rodney. Su polla, que había estado reposando
en su muslo, se sacudió ante el contacto.

Rodney la miró. Sin duda era más gruesa de lo que esperaba. Se


preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que pudiera llegar a un estado
de excitación total. El hecho de que incluso pensara en estos momentos
eso, lo hizo avergonzar. Una repentina ola de calor quemó su piel, y se
alarmó cuando vio hacia su pecho y observó que estaba rosa. —Me siento
un poco raro. —Acunó la cabeza entre las manos, inclinándose hacia
adelante para descansar los codos en las rodillas. Se le ocurrió que Fred
sabría todo acerca de estas sensaciones, y si alguna vez volvía a ver al
bastardo, le patearía el culo por no darles esa información.

David frunció el ceño. —Estás muy ruborizado. Veamos si te está


subiendo la fiebre.

Se levantó y se dirigió hacia el dormitorio. Rodney le oyó rebuscando


en el baño antes de que regresara con un termómetro en la mano. —Abre
―dijo, sosteniendo el termómetro frente a los labios de Rodney.

Rodney lo hizo, sintiéndose ridículo al estar sentado desnudo en el


sofá de David, con los labios firmemente cerrados alrededor del
termómetro. Esto era terrible. ¿Qué iba a hacer como un humano? No
sabía como ser uno.

Cuando el termómetro sonó, David lo sacó y lo leyó. —Normal.


―Pareció aliviado cuando lo puso sobre la mesa—. Creo que estás
avergonzado, ¿sabes? O tal vez emocionado. Este es un momento muy
emocionante si piensas en ello. —David se mostró satisfecho por su
explicación.

Rodney asintió con la cabeza. No sabía qué debía de estar sintiendo


en este momento. Todo era confuso y extraño, y nada parecido a lo
esperado.
—Vamos, Rodney —dijo David—. El mundo es tu obra. ¡Piensa en
ello! Puedes hacer lo que siempre has querido. ¿Qué es?

—Quiero ir a una librería. —A pesar de que quiso que fuera una


declaración, salió con una nota de pregunta. Rodney tenía miedo de que
David se riera de él.

Lo hizo.

—Vale, no era lo que esperaba. —La sonrisa de David sin embargo


era contagiosa—. Pero me parece justo. A la librería entonces. —Agarró a
Rodney de la mano.

—Y al Museo Metropolitano de Arte. Quiero ir al Met. —Rodney


habló con más confianza mientras se ponía al lado de David—. Ah,
¿podemos comer costillas a unas cuantas calles? Las costillas a la barbacoa
huelen tan bien. También sería bueno ir a un club de baile. ¿La gente se
mantiene bailando? —Se sentía como un turista en la ciudad en la que
había vivido durante décadas. A duras penas podía contener su emoción, y
jaló a David por el brazo hacia la puerta.

—Whoa, Rodney. —David negó de repente, alejándose de su agarre.

Rodney frunció el ceño. Vale, tal vez estaba siendo un poco


presuntuoso, suponiendo que David quería pasar su tiempo llevando a
Rodney a conocer la ciudad. Probablemente tenía cosas más importantes
que hacer, cosas por las cuales Rodney debería empezar a preocuparse,
como pagar las cuentas o poner comida sobre la mesa. La idea le hizo
entrar un poco en pánico, y rápidamente decidió que pensaría en ello
mañana.

«Scarlett O’Hara5 estaría orgullosa». Entonces, ¿cuál era el problema


de David?

—Ropa. —David señaló el estado de desnudez de Rodney—. No es


que me importe verte desnudo, porque maldición, luces bien. —Le dio

5
Heroína de Lo que el Viento se Llevó.
una mirada evaluadora—. Sin embargo, todas las Sadies de este mundo
podrían objetar.

Rodney se miró a sí mismo. —¿Crees que me veo bien?

La sonrisa de David era cálida y acogedora. La polla de Rodney


comenzó a endurecerse con el recuerdo de la noche anterior. Finalmente.
Estaba empezando a pensar que era imposible. «Va tomar algún tiempo el
acostumbrarme a esto».

—Eras magnifico como gárgola, ¿pero como ser humano? —David se


limitó a sacudir la cabeza—. Eres jodidamente magnifico. —Mordió su
labio inferior, evidentemente avergonzado, añadiendo un leve
movimiento de cabeza—, vamos, será mejor encontrar algo para que te
pongas. Aunque no estoy seguro de qué. Eres mucho más amplio de
hombros que yo. —Le lanzó una mirada a la polla de Rodney, y podría
decirse que quería decir algo más, pero se acobardó en el último segundo.

—Espera. —Rodney detuvo a David cuando se dirigía de nuevo al


dormitorio. David lo miró inquisitivamente. Rodney tomó una respiración
profunda—. Creo que me gustaría otro pase por lluvia para salir.

David levantó una ceja.

Rodney permitió que una pequeña sonrisa adornara sus facciones.


―Bueno, apenas es el amanecer. No estoy seguro de que todo esté
abierto y no será de esa manera por horas. Me parece que podríamos
volver a la cama por un tiempo.

David asintió, moviendo lentamente un dedo en dirección de Rodney.


―Un plan muy bueno. —Sonrió mientras Rodney se le acercaba—. ¿Quién
sabe? Quizás esta vez no rompas nada.

―Dijiste que siempre habías odiado esa lámpara. —Rodney dejó que
sus dedos se arrastraran por el brazo de David, mientras caminaba con él
hacia el dormitorio.
Sarah Madison es una veterinaria con una práctica ocupada, un novio
genial, un perro grande y un caballo aún más grande. Le gusta ir de
excursión a lo largo del sendero de los Apalaches con su pastor alemán y
su caballo compitiendo en el deporte de entrenamiento combinado y
concurso completo. La escritura se ha convertido en una pasión que a
veces tiene prioridad sobre cualquier otra cosa.

De hecho, cuando está en medio de un capitulo, por lo general se


basa en el detector de humo para que le informe que la cena está lista.

Puedes contactar a Sarah en: akasarahmadison@gmail.com.


Linda-H

Zamorita28

Gaby

¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no


podríamos disfrutar de todas estas historias!

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