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Tecnologías emergentes de

conservación de los alimentos: plasma


atmosférico no térmico
Avelino Alvarez-Ordóñez, Teagasc Food Research Centre de Cork (Irlanda) Tamara
Calvo, Miguel Prieto, Montserrat González-Raurich y Mercedes López del
departamento de Higiene y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de
León19/01/2015
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En la actualidad los consumidores esperan y tienen derecho a disponer de


alimentos sanitariamente seguros, aunque cada vez son más los que demandan
también otros atributos tales como comodidad, alta calidad nutritiva y sensorial,
larga vida útil, frescura, naturalidad, ausencia de aditivos, mínimo impacto sobre el
medio ambiente y, todo ello, a un precio razonable. Los métodos tradicionales
utilizados por la industria para el procesado de los alimentos no permiten satisfacer
todas estas exigencias.
Aunque los tratamientos térmicos han sido ampliamente utilizados durante muchos años y
resultan, en líneas generales, bien aceptados por los consumidores, presentan ciertos
inconvenientes, como la pérdida de nutrientes y una considerable reducción de la calidad
organoléptica de algunos alimentos. Por ello, en estos últimos años se ha hecho un gran
esfuerzo investigador en el desarrollo de nuevas tecnologías de conservación, basadas en
nuevos principios, diferentes al calor, que genéricamente se engloban bajo el nombre de
‘Tecnologías emergentes de conservación de los alimentos’, cuyo objetivo es inactivar los
microorganismos y enzimas presentes en los mismos sin alterar sensiblemente sus
características nutritivas, organolépticas y funcionales. Entre ellas, han surgido las altas
presiones hidrostáticas, los pulsos eléctricos de alto voltaje, los ultrasonidos, los pulsos de
luz, los campos magnéticos oscilantes y, más recientemente, el plasma atmosférico no
térmico.
El término plasma, en Física y Química, se utiliza para designar al estado de un gas
ionizado. Según la energía de sus partículas, el plasma es considerado el cuarto estado de
la materia. Aunque en la tierra, por las condiciones de temperatura y presión, resultan más
comunes los estados sólido, líquido y gaseoso, éstos son en términos globales exóticos,
mientras que el plasma constituye el estado predominante en el universo, estimándose
que hasta el 99% de la materia se halla en este estado, encontrándose, por ejemplo, en
las auroras, la ionosfera, el viento solar, los canales de los rayos que se producen durante
una tormenta, el sol y el resto de las estrellas. Además de los plasmas naturales, también
hay plasmas producidos artificialmente y, muchos de ellos, forman parte de nuestra vida
cotidiana (los televisores o monitores con pantalla de plasma, los tubos fluorescentes
utilizados en la iluminación, etc.) o diversas industrias los utilizan para conferir ciertas
propiedades funcionales a determinados materiales.
El Sol es uno de los ejemplos de plasma más identificable.
El fundamento de la producción de plasma es muy simple, aportar energía a un gas para
provocar su ionización, pudiendo ser ésta de diferente naturaleza (térmica, mecánica,
eléctrica,...). Ahora bien, dependiendo del tipo y cantidad de energía transferida al gas se
obtienen plasmas que presentan diferentes características y que pueden ser clasificados,
en función de su temperatura, en 2 grandes grupos: plasmas térmicos y plasmas fríos. En
los plasmas térmicos se pueden alcanzar temperaturas de hasta varios miles de grados
centígrados y se emplean en aplicaciones donde se requieren altas temperaturas como,
por ejemplo, en procesos de fundición en la industria metalúrgica, en la incineración de
residuos o como medio activo para procesos de síntesis química (producción de acetileno
a partir de gas natural). Los plasmas fríos, si bien este término no se refiere a
temperaturas de refrigeración sino a temperaturas próximas a la ambiental, resultan
adecuados para el tratamiento de materiales sensibles al calor.
Estos plasmas fríos o no térmicos se generan mediante la aplicación de un campo
eléctrico o electromagnético a un gas, en el que los electrones libres toman la energía del
campo lo que produce su aceleración hasta que sus energías se elevan lo suficiente para
ionizar los átomos o las moléculas del gas con las que colisionan, liberando más
electrones que provocan a su vez nuevas ionizaciones. Además, los electrones con
energías adecuadas producen disociación molecular, formándose átomos y radicales
libres, siendo, asimismo, capaces de excitar átomos y moléculas a niveles superiores de
energía que, al retornar al estado más estable, emiten el exceso de energía en forma de
radiaciones electromagnéticas de amplio espectro, incluyendo radiaciones en el rango
ultravioleta. En consecuencia, el plasma está constituido básicamente por moléculas y
átomos en estado o no de excitación, iones positivos y negativos, radicales libres,
electrones y radiación ultravioleta y, en presencia de gases como el oxígeno y el nitrógeno,
en esta mezcla también están presentes especies reactivas de oxígeno y de nitrógeno,
tales como ozono, superóxido, radicales hidroxilo, oxígeno singlete, oxígeno atómico,
óxido nítrico, dióxido de nitrógeno, con capacidad de inactivar una amplia gama de
microorganismos, incluyendo bacterias, mohos, levaduras, esporos e incluso virus, priones
y parásitos (Klämpfl y col., 2012; Hayashi y col., 2013; Alkawareek y col., 2014; Mai-
Prochnowa y col., 2014).

Es común observar el plasma en algunas lámparas. Foto: Luc Viatour.

Aplicación del plasma en la industria alimentaria


Aunque la posibilidad de utilizar las propiedades esterilizantes del plasma ya fue señalada
por primera vez a finales de los años 60 en una patente americana en la que se describía
como una técnica muy eficaz para la descontaminación superficial, su empleo ha estado
alejado de la industria alimentaria ya que sólo se podían conseguir plasmas fríos en
condiciones de vacío y a pequeña escala, resultando además de muy caro, incompatible a
nivel industrial. Sin embargo, los recientes avances tecnológicos en las fuentes de
generación plasmas, como consecuencia de su utilización en otras actividades
industriales, permitieron, a finales de los años 90, desarrollar equipos capaces de generar
plasmas a presión atmosférica (de ahí el nombre de Plasma Atmosférico no Térmico),
evitando así la necesidad de cámaras y bombas de vacío y bombas y permitiendo el
tratamiento en continuo, con equipos relativamente sencillos y baratos, haciendo el
proceso práctico y no costoso.
Esta tecnología presenta además otras ventajas muy importantes para la industria
alimentaria, como el empleo de tiempos de tratamiento cortos. En este sentido, se ha
descrito que se pueden conseguir más de 5 reducciones logarítmicas para diferentes
microorganismos patógenos, incluyendo, entre otros, Salmonella Typhimurium, Salmonella
Enteritidis, Escherichia coli, Staphilococcus aureus y Listeria monocytogenes, e incluso
microorganismos esporulados, como Bacillus cereus y Bacillus subtilis, en tiempos
realmente cortos, entre 30 segundos y 2 minutos (Marsili y col., 2002; Deng y col., 2007;
Klämpfl y col., 2012; Alkawareek y col., 2014; Ziuzina y col., 2014). El hecho de que esta
técnica resulte eficaz a temperatura ambiente, la hace especialmente interesante para
productos sensibles al calor, tanto frescos como procesados. Además, su naturaleza no
tóxica y la significativa reducción del consumo de agua y agentes químicos se traduce en
una importante disminución de efluentes que resulta beneficioso, no sólo desde un punto
de vista económico, sino también ambiental.
Como es evidente, este conjunto de ventajas ha hecho que en estos últimos años se
considere el uso del plasma atmosférico no térmico como una tecnología sumamente
prometedora para la conservación de los alimentos, existiendo ya numerosos estudios,
tanto sobre su efectividad antimicrobiana, como sobre diversos aspectos relacionados con
los mecanismos de inactivación. No obstante, resulta aún necesario un gran esfuerzo
investigador para su implementación a nivel industrial como una alternativa segura y eficaz
a los métodos tradicionales de conservación, debido fundamentalmente a la dificultad para
interpretar los datos obtenidos por los diferentes grupos de investigación, que utilizan
equipos y condiciones de operación muy diversas, lo que se traduce en plasmas muy
diferentes en cuanto a propiedades y, en consecuencia, de muy distinta efectividad. De
todos modos, algunas conclusiones generales pueden ser extraídas sobre diversos
aspectos relativos a los mecanismos de inactivación microbiana, así como sobre los
factores que determinan la eficacia letal.

Muchas posibilidades por descubrir


El mecanismo específico de inactivación microbiana por plasma no se conoce con
precisión. Como se ha comentado anteriormente, el plasma es una fuente de fotones UV,
partículas cargadas (iones positivos y negativos), radicales libres y átomos y moléculas
excitadas o no, con una gran capacidad antimicrobiana.
Es bien conocido que las radiaciones UV son capaces de inhibir la multiplicación de las
bacterias al inducir la formación de dímeros de timina en el ADN y su gran efecto letal se
viene explotando desde hace años para el tratamiento de aguas, aire y superficies y, más
recientemente, se está aplicando en forma de la luz pulsada. Sin embargo, y a diferencia
de los plasmas generados a baja presión, en los obtenidos a presión atmosférica, parece
que su papel en la inactivación no resulta significativo (Liu y col., 2008). Por lo tanto, en
condiciones atmosféricas son las especies químicas generadas las responsables de la
inactivación microbiana y en lo que a su mecanismo de acción se refiere parece que
ejercen un ataque directo sobre diversas estructuras y componentes microbianos,
incluyendo las envolturas celulares, el ADN y las proteínas (Song y col., 2009; Colagar y
col., 2010; Surowsky y col., 2014). De hecho, los daños provocados en las envolturas
celulares son considerados la primera causa de muerte celular, al representar éstas la
barrera inicial de contacto con las especies químicas, que provocan una pérdida de su
integridad y funcionalidad, derivado de un efecto mecánico y/o un efecto oxidativo (Miao y
Jierong, 2009; Alkawareek y col., 2014).
No obstante, parece que las envolturas no son la única estructura celular dañada, porque
incluso con ellas intactas, las especies reactivas neutras, tales como los radicales libres,
los átomos y moléculas excitadas, pueden difundir rápida y fácilmente al interior celular y
ejercer un potente efecto oxidativo sobre diversas macromoléculas, resultando
especialmente susceptibles el ADN y las proteínas. De hecho, se ha observado que
durante la exposición de Escherichia coli al plasma se produce una sobreexpresión de
genes involucrados en la respuesta al estrés oxidativo (Perni y col., 2007).
Además de estos efectos directos, las especias químicas formadas podrían tener también
un mecanismo de acción indirecto, a través de la formación de nuevos compuestos
nocivos para los microorganismos (Colagar y col., 2010).
En resumen, aunque el mecanismo exacto de inactivación no se conoce, es muy probable
que todas estas estructuras estén implicadas y que las lesiones producidas sean el
resultado de la interacción de todas las especies químicas generadas. No obstante, la
contribución relativa que cada componente individual tiene en la pérdida de viabilidad es,
por el momento, muy difícil de establecer, teniendo en cuenta que la composición del
plasma puede ser muy compleja al estar muy determinada por las condiciones de
obtención y, además, la magnitud del daño podría estar a su vez relacionada con el tipo de
microorganismo.

Una de las principales ventajas que presenta el plasma atmosférico no térmico es la capacidad de
inactivar esporos. Foto: Tom Campbel, Purdue Agricultural Communication.

Condiciones de procesado
Cabe destacar que, tanto los equipos como los parámetros de obtención de plasma
utilizados por los diferentes grupos de investigación, resultan extremadamente variables, lo
que dificulta la comparación de los resultados. Sin embargo, puede concluirse que el grado
de inactivación microbiana conseguido aumenta con la energía aportada (Deng y col.,
2007; Gweon y col., 2009; Miao y Jierong, 2009; Song y col., 2009) y el contenido en
humedad (Colagar y col., 2010; Ragni y col., 2010) y la velocidad de flujo (Liu y col., 2008;
Wang y col., 2008; Miao y Jierong, 2009) del gas empleado, así como con la presencia de
oxígeno en el gas o mezcla de gases usados (Gweon y col., 2009; Kim y col., 2011; Lee y
col., 2011; Surowsky y col., 2014).
Por otra parte, estos tratamientos pueden ser aplicados directa o indirectamente, en
función de la distancia existente entre el alimento y el punto de generación de plasma. En
los tratamientos directos, el alimento se localiza físicamente en el campo donde se genera
el plasma y entra en contacto con todas las especies reactivas formadas, produciéndose
una inactivación más rápida que en un tratamiento indirecto, en el que el plasma se genera
a una cierta distancia del producto y, en estas condiciones, sólo accederían las especies
reactivas con una larga vida (Liu y col., 2008).
Una de las principales ventajas que presenta el plasma atmosférico no térmico es la
capacidad de inactivar esporos y, aunque éstos resultan más resistentes que los mohos y
las levaduras y, más aún, que las bacterias, las diferencias en resistencia entre distintos
grupos microbianos no parecen ser tan acusadas como con otras tecnologías de
conservación (Klämpfl y col., 2012; Hayashi y col., 2013). No obstante, se ha descrito que
el grado de contaminación determina marcadamente la eficacia de estos tratamientos
cuando se aplican a superficies, de tal forma que la capacidad de inactivación desciende
con la carga microbiana, probablemente debido a que los microorganismos situados en las
capas superiores constituyen una barrera física a la penetración del plasma, protegiendo
así a los de las capas inferiores (Miao y Yun, 2011; Fernández y col., 2012).

El plasma frío puede aplicarse a diversos tipos de carne fresca: pollo, bovino, porcino…
Asimismo, también se ha señalado que la eficacia letal de esta tecnología está
determinada por ciertas características del medio en el que se encuentran los
microorganismos durante el tratamiento y, en el caso de los alimentos líquidos, por su
composición, al determinar ésta la naturaleza de las especies reactivas secundarias
formadas y el grado de acidificación alcanzado (Wang y col., 2008; Chen y col., 2009;
Ikawa y col., 2010; Surowsky y col., 2014). En el caso de los alimentos sólidos, los
estudios existentes indican que la eficacia del proceso se reduce con la rugosidad, la
porosidad y la presencia de irregularidades, que protegerían a los microorganismos frente
a la acción del plasma (Song y col., 2009; Lee y col., 2011; Fernández y col., 2013; Ziuzina
y col., 2014).
Los resultados obtenidos hasta el momento ponen de manifiesto que el plasma
atmosférico no térmico resulta una técnica adecuada para mejorar la calidad
microbiológica de una amplia gama de alimentos, tanto de origen vegetal como animal.
Así, por ejemplo, con tratamientos de 2 minutos se han conseguido entre 4 y 8
reducciones logarítmicas para Listeria monocytogenes en fresas, tomates, filetes de
pechuga de pollo y lonchas de jamón y queso (Song y col., 2009; Lee y col., 2011; Ziuzina
y col., 2014), y de 3 unidades logarítmicas para Salmonella Enteritidis en melón (Critzer y
col., 2007). Incluso tratamientos tan cortos como de 30 segundos permiten reducir la
población de Escherichia coli, en almendras, en 5 ciclos logarítmicos (Deng y col., 2007).
Aunque son más escasos los estudios en alimentos líquidos, también se han obtenido
resultados bastante interesantes y, se han logrado alcanzar, por ejemplo, en zumo de
manzana, reducciones de 5 unidades logarítmicas de Citrobacter freundii al aplicar
tratamientos de 8 minutos (Surowsky y col., 2014). Desgraciadamente, en la mayor parte
de estos estudios no se ha evaluado el efecto provocado por estos tratamientos sobre las
características nutritivas y sensoriales de los alimentos, a pesar del hecho de que alguna
de las especies reactivas, al interaccionar con algunos componentes de los alimentos,
podrían provocar ciertas reacciones químicas que originarían cambios en las
características específicas de los alimentos. No obstante, en líneas generales, y a partir de
los escasos resultados publicados, no se han detectado cambios en el color en ciertos
productos vegetales (Niemira y Sites, 2008; Kim y col., 2011; Bermúdez-Aguirre y col., 201

Plasma frío contra norovirus


El tratamiento de superficies con plasma frío reduce el riesgo de contaminación
por norovirus, según un nuevo estudio

 Por MARTA CHAVARRÍAS

 12 de febrero de 2015

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Imagen: Jessica Spengler

Norovirus es uno de los principales virus asociados a enfermedades de transmisión


alimentaria, sobre todo en productos y alimentos listos para el consumo. Puede
transmitirse a través de alimentos, agua o superficies contaminadas. Según una reciente
investigación publicada en mBio, la revista de la Sociedad Americana de Microbiología, la
aplicación de plasma frío es capaz de reducir el virus en las superficies probadas, lo que
sugiere que podría usarse para desinfectar superficies contaminadas. El artículo
explica cuál es el efecto del plasma frío sobre norovirus y enumera algunos de los
principales tratamientos no térmicos para eliminar patógenos.

Una de las particularidades de los virus entéricos, entre los que se encuentran los
norovirus y rotavirus, es que son muy estables al ambiente. Los alimentos más afectados
por norovirus son moluscos bivalvos, verduras que se consumen crudas y frutas tipo
baya, aunque cualquier alimento es susceptible de transmitir el virus y la contaminación
puede producirse a lo largo de todas las etapas de la cadena alimentaria.

Resistente a un amplio rango de pH y temperaturas (de los -20 ºC a los 72 ºC), los
norovirus pueden contaminar superficies e incluso trapos de cocina. Este virus, además de
permanecer sobre superficies sólidas, es resistente a ciertas soluciones de limpieza, factor
que facilita que se extienda a personas que tocan estas superficies y que se provoquen
nuevas infecciones. Una manera de reducir este riesgo podría ser la aplicación de plasma
frío que, aunque no elimina el virus por completo, sí disminuye de manera significativa "la
dosis infecciosa y la exposición de las personas", según una investigación publicada
en mBio, la revista de la Sociedad Americana de Microbiología.

El efecto del plasma frío


El creciente interés por productos frescos plantea nuevos retos a la industria alimentaria,
que busca alternativas a los tratamientos convencionales para ofrecer alimentos
seguros con un procesamiento mínimo. Una de las formas emergentes de "destruir"
microorganismos sin que se altere la calidad del producto es el uso de plasma frío, un tipo
de gas que se usa en la eliminación de bacterias sin dañar superficies y cuya temperatura
se sitúa cerca de la ambiental.

El plasma frío es un tipo de gas que se puede usar para eliminar bacterias sin
que se dañen las superficies

La investigación reciente, realizada por expertos del Instituto de Calidad de los Alimentos y
Seguridad Alimentaria de la Universidad de Medicina Veterinaria de Hannover (Alemania),
es doblemente positiva, ya que se ha conseguido trabajar con norovirus, la mayoría de los
cuales son estables en el medio ambiente y resistentes al tratamiento con detergentes y
cloro, así como al proceso de congelación y cocción.

Una de las particularidades del nuevo hallazgo es que la aplicación del plasma frío en
muestras con norovirus "reduce la carga de 22.000 partículas de virus (lo que se
encontraría en una superficie tocada por una persona infectada) a 1.400 tras 10 minutos,
y en 500 después de 15 minutos", aseguran los expertos. A pesar de que la disminución
no es total, sí es importante la reducción que se produce en cuanto a dosis infecciosa y
exposición de las personas.

El plasma frío se usa en algunas aplicaciones médicas como la cicatrización de heridas y


se está investigando en la industria alimentaria para eliminar las bacterias de frutas,
verduras y carnes. El plasma, una prometedora tecnología de tratamiento no térmico de
alimentos, emplea electricidad y un gas (aire, oxígeno, nitrógeno o helio) para hacer su
función, sin necesidad de recurrir a agentes químicos antimicrobianos.

Otros tratamientos no térmicos


Alta presión hidrostática, campos eléctricos, radiación ionozante o ultrasonidos son
algunos de los procesos no térmicos capaces de inactivar microorganismos a temperatura
ambiente, por lo tanto, se evitan los posibles efectos que el calor pueda tener sobre el
sabor, color y valor nutricional de los alimentos. Como alternativa a los tratamientos
térmicos convencionales (esterilización, pasteurización o escaldado), los no térmicos
buscan otras maneras de ofrecer productos similares a los frescos, sin que pierdan su
seguridad, pero sin aplicar calor y con tecnologías más suaves y menos agresivas.
Mediante pulsos eléctricos se somete el alimento a un campo eléctrico intenso que forma
poros en las membranas celulares microbianas, variando así su permeabilidad.
La irradiación, en cambio, consiste en exponer el alimento a dosis de energía en forma de
rayos o partículas de manera controlada para eliminar bacterias, parásitos e insectos. El
tratamiento con alta presión hidrostática somete el alimento a más de 100 MPa
(megapascales), una elevada presión que afecta la estructura de algunas proteínas
sensibles, con lo que se limita el desarrollo microbiano y desaparece una parte de las
bacterias.

Quizás una de las limitaciones de estas tecnologías es la alta resistencia de ciertas


enzimas y microorganismos, sobre todo esporas bacterianas. Para aumentar la efectividad
se han estudiado combinaciones de estos procesos con técnicas de conservación de
alimentos tradicionales. Según los expertos, el uso de procesos no térmicos en
combinación con otras tiene una serie de beneficios potenciales en el campo de la
conservación de alimentos.

Qué es norovirus
El norovirus es un virus persistente en el medio ambiente y resistente a temperaturas de 60 ºC
durante tres minutos y de 100 ºC durante un minuto. Afecta sobre todo a adultos y jóvenes, así
como a personas inmunocomprometidas. En la Unión Europea, el pico de casos se da sobre
todo en invierno, aunque también se confirman casos puntuales en primavera y
verano. Prevenir su presencia pasa por controlar la calidad de las aguas de riego en el cultivo
de vegetales y hortalizas; limpiarlos bien para reducir la carga viral; respetar un riguroso lavado
de manos; y, en la industria alimentaria, tener bien definidos los planes de APPCC y aplicarlos.

Plasma frío, una tecnología de


futuro
El plasma frío es una tecnología en plena fase de desarrollo que está despertando interés en
entornos domésticos y de restauración colectiva
José Juan Rodríguez Jerez
Miércoles 01-feb-17 0:00Modificado por última vez el Miércoles 01-feb-17 13:25

Es bien cierto que, en ocasiones, la tecnología aplicada a los alimentos genera


en los consumidores algo de rechazo. Suele ocurrir que la poca comprensión
de la tecnología o de los beneficios que aporta, o la creencia de que “hay gato
encerrado”, puede llegar a generar temor y desconfianza. Lo que se
desconoce, o no se tiene suficientemente en cuenta, es que los grandes
avances en reducción de los peligros asociados a los alimentos han supuesto
una reducción significativa de las enfermedades de transmisión alimentaria. En
consecuencia, cada vez es menos visible que el consumo alimentario pueda
suponer un riesgo para la salud de los consumidores.

Todo ello se traduce en una percepción errónea sobre la necesidad de la


tecnología alimentaria que está alimentando una tendencia creciente por el
consumo de alimentos crudos o poco procesados. La respuesta a esta
tendencia es la introducción de tecnologías inocuas, que no alteren las
características del alimento y que supongan un beneficio evidente para los
consumidores, aspecto que está produciendo un impacto más que interesante
para la industria y para el propio consumidor.

Es justamente en este ámbito que la tecnología de plasma frío está ganando


adeptos. El fundamento de esta tecnología se basa en la aplicación de energía
sobre un gas portador, de forma que este gas se inestabiliza, liberando
radicales libres y moléculas oxidantes ionizadas, que son los responsables del
efecto deseado. Los gases portadores pueden ser el aire, el oxígeno, el
nitrógeno o el helio. En ningún caso se emplean sustancias químicas extrañas,
por lo que no hay compuestos tóxicos, ni cancerígenos, ni se crean condiciones
de toxicidad para las personas ni animales. El principal modo de acción se
relaciona con la acción de la luz ultravioleta y se consideran fríos porque la
temperatura del plasma está siempre en el entorno de la temperatura ambiente.

Microorganismos

Mucho se ha hablado de la capacidad para destruir microorganismos por este


tipo de plasma. Esto se debe a que la aplicación de radiación ultravioleta sobre
unas placas metálicas implica que el metal (normalmente aleaciones en las que
se puede encontrar cobre, plata, titanio, junto con otros metales catalizadores)
permite una transición de electrones en su superficie, creando situaciones
inestables en los gases que los rodean. La consecuencia es que se crean
formas reactivas de oxígeno y radicales libres que reaccionan con la materia
orgánica que encuentran a su alrededor. Esto supone la eliminación de
microorganismos y la desaparición de malos olores. En cualquier caso, no es
una tecnología definitiva, aún está en investigación y es posible que se
desarrollen nuevas aplicaciones en el futuro.

El plasma o gas con formas reactivas anti-materia orgánica no se libera en


grandes cantidades en el medioambiente. Los radicales libres son moléculas
muy inestables, por lo que no van a reaccionar a grandes distancias del punto
de generación. La vida media de muchas de estas moléculas reactivas es de
algunos milisegundos, debido a su gran inestabilidad.

Si no hay materia orgánica con la que reaccionar, el sistema se estabiliza,


desapareciendo el efecto. Por este motivo, la generación de plasma se realiza
en el interior de un reactor. Este no es otra cosa que un recipiente cerrado,
donde se hace contactar la radiación UV con la superficie metálica, en
presencia del gas correspondiente. A través de este reactor se hace circular
aire, que se trata mientras circula por su interior. Por este motivo, la eficacia del
tratamiento depende de la superficie de contacto del reactor y la velocidad del
aire en su interior.

Inactivación

Si en el aire se encuentran microorganismos, estos se ven afectados por el


plasma generado, inactivándose, lo que permite generar un aire con una baja
carga microbiológica. De la misma manera, si en el aire hay sustancias
volátiles, responsables del olor, estas se oxidan, con lo que desaparecen los
olores de forma rápida.

En consecuencia, es un buen sistema desodorante para instalaciones,


donde desaparecen olores a fritura, pescado o cualquier otro que suponga un
cambio organoléptico. Es, por tanto, una buena tecnología a aplicar en cocinas
de colectividad o incluso domésticas, puesto que se neutralizan los olores y
crea un ambiente agradable.

También se ha considerado esta tecnología para reducir la carga


microbiológica en superficies. Aunque el plasma desinfecta el aire, es sin
embargo poco eficiente en la desinfección de superficies. Para lograr que actúe
adecuadamente, la higiene general ha de ser muy buena, evitando las
contaminaciones cruzadas entre diferentes puntos. No obstante, difícilmente
podrá sustituir la desinfección química tradicional.

En personas y animales
Como se ha señalado, el plasma se genera dentro de un reactor, produciendo
elementos muy reactivos, con escasa vida media. Esto hace que la
concentración de sustancias reactivas en el aire sea inexistente. Por tanto, no
quedan residuos que reaccionen con la piel o las mucosas de las personas o
de los animales domésticos, en el caso de los hogares.

Se trata, por tanto, de una tecnología eficiente para el tratamiento del aire y
limpia, con baja o nula toxicidad, lo que indudablemente la hace interesante
para su aplicación industrial, pero especialmente para el entorno doméstico y
de cocinas.

Bibliografía

 Liang Y., Wu Y., Sun K., Chen Q., Shen F., Zhang J., Yao M., Zhu T., Fang J.
2012. Rapid Inactivation of Biological Species in the Air using Atmospheric
Pressure Nonthermal Plasma. Environmental Science and Technology.
46:3360-3368.

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