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PARTE 3: JUVENTUD

Juventud: Tiempo lógico que se extiende desde el momento en el cual el sujeto se desprende de
lo endogámico que lo familiar le provee como espacio protector, y se enfrenta a las exigencias
del mundo complejo, reconociendo, definiendo y haciéndose cargo de su propio deseo,
identificándose con proyectos propios que tienen un grado de realización diferente que
aquellos del tiempo de la niñez o de la adolescencia, marcados por la ilusión de omnipotencia
narcisista.

Se plantean una serie de trabajos psíquicos:

a- La salida exogámica de un sujeto que se inserta en la dinámica de las relaciones sociales y


económicas que caracterizan al mundo histórico-socio-cultural en el que vive, con el
hallazgo del objeto, y la construcción de proyectos (laboral, profesional y maternidad o
paternidad).

b- El joven debe enfrentar la preparación y construcción de un proyecto de vida propio. Al


adentrarse en las condiciones de vida que presenta la sociedad en la que vive, se le plantea un
conflicto entre exigencias en relación al futuro por parte de las generaciones que le preceden
y la pretensión adolescente de vivir plenamente en el presente.

c- Los jóvenes tienen ideas, proyectos, propuestas, lo que implica que pretenden hacerse
escuchar y no sólo obedecer a los mandatos y esto implica un trabajo psíquico a enfrentar.

En tanto el sujeto se encuentra atravesado por lo histórico-socio-cultural que lo determina a través de


procesos identificatorios que se inician en el vínculo con el Otro familiar, la compleja tarea que
supone construir y asumir un proyecto propio plantea doble trabajo:

- desasirse del deseo del Otro


- enfrentar una realidad del mercado con escasas posibilidades para la juventud y para un
cada vez mayor desempleo o despidos.

Cuando el trabajo de duelo que caracteriza al inicio de la adolescencia comienza a entrar en su fase
final (la de desasimiento de pieza por pieza), o de elaboración propia, se presenta otro duelo que
reactiva el duelo por los padres infantiles que había conducido a un proceso de desasimiento en dos
terrenos (en la adolescencia):
 de la autoridad y del ideal paterno
 de los vínculos objetales de amor y odio de la trama edípica.

En un comienzo el niño coloca a su padre en el lugar desde el cual provienen sus propios
pensamientos, como referente permanente. Luego, en la adolescencia, con la caída del padre del
lugar omnipotente, una idea, una institución o un líder determinado (como subrogado paterno) en
conjunción con la identidad sostenida por el grupo de pares, servirán de respaldo para la construcción
de valores e ideales propios y toma de decisiones. Ambivalencia afectiva: coexistencia de mociones
cariñosas y hostiles hacia el padre, primero amado y admirado y luego reconocido como molesto
perturbador de la propia vida pulsional, complejo que luego se desplaza hacia sustitutos o
subrogados paternos, los profesores. También se presentará en la órbita del complejo fraterno hacia
pares o figuras significativas en procesos identificatorios.

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Complementariamente al trabajo de desprendimiento de lo familiar, la posibilidad de investir con
libido narcisista a pares, le permite desmentir diferencias a través de estados afectivos con un objeto
que es amado porque tiene lo que a uno le falta o que desearía tener, como doble especular
complementario; mientras que como doble especular opuesto u hostil, otro es ubicado en el lugar de
lo insignificante o despreciable, lo que le permite criticar o menospreciar lo que rechaza de sí mismo.

Los procesos identificatorios que unieron al sujeto con los padres de la infancia y de la
adolescencia no desaparecen sino que forman parte constitucional del carácter.

En la juventud la construcción de un lugar propio como sujeto, ser, tiene relación directa con la
posibilidad de pensar, como síntesis de lo personal y lo social, esencial en la posibilidad de toma de
decisiones, en lo referente a la elaboración de un proyecto de vida. Y es en relación con este trabajo
de toma de decisiones que se plantea un doble proceso de duelo (en la juventud):

 en cuanto al lugar del propio padre, en su búsqueda de un espacio propio en el aparato


productivo de la sociedad, el joven entrevé la posibilidad de equipararse, e incluso llegar a
superar al “rey inalcanzable”.
 en tanto al definirse por una dirección, otros caminos deben quedar desechados lo cual
equivale a realizar el duelo por el reinado del mundo de fantasía que a garantizaba la ilusión
de la propia omnipotencia narcisista. Con los años y gracias a la experiencia, los proyectos
comienzan a hacerse más realistas quedando la dimensión de la fantasía como preparatorio
para la acción.

La construcción de un proyecto de vida se realiza en un terreno de muertes, propias y ajenas, en una


encrucijada angustiante ante lo irreductible de lo real representado en el futuro. Esta construcción
está en directa relación con la solidez de su posición subjetiva, en tanto el proyecto es uno de los
tantos escenarios del fantasma.

ELECCIÓN DE CARRERA U OCUPACIÓN LABORAL

La desorientación en cuanto a la elección vocacional sería un equivalente al desorden que en la


adolescencia se produce en todo terreno, es consecuencia de la conmoción estructural.
En el tiempo de la globalización, la elección de una carrera o de una ocupación laboral enfrenta
lo incierto, la inseguridad, a diferencia de lo que sucedía en otras décadas donde la educación y el
trabajo poseían y otorgaban estabilidad y regularidad tranquilizadoras.
El joven se encuentra hoy ante un panorama socio-político-económico en el cual la incertidumbre
y el azar se integran a las variables que el sujeto debe considerarse para la construcción de
proyectos y elección de trabajo.
El proyecto surge en lo esperable desde el propio joven, en tanto el deseo se ubica en relación a un
futuro, al producirse la consolidación o fortalecimiento del fantasma. Comienza el joven a re-
considerar su posición en relación a los otros y en cuanto a un futuro en el contexto en el q le ha
tocado vivir.

LA METAMORFOSIS EN EL HALLAZGO DE OBJETO

Freud incluye el hallazgo de objeto, el establecimiento de un vínculo amoroso con cierta o relativa
estabilidad en la juventud luego de los intentos de acercamiento al otro sexuado en los primeros
tiempos de la adolescencia. Existirían dos caminos para este hallazgo que se realiza por
apuntalamiento en los modelos de la temprana infancia y el narcisista que busca al yo propio y
lo encuentra en otros.

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En la construcción de proyectos para un futuro se incluye como posibilidad la elección de partenaire,
o pareja sexual, a quien amar, aceptando las diferencias y las limitaciones o distancias respecto de
ideales inalcanzables.
(“Trabajar” supone el sostenimiento de una actividad con cierto grado de creatividad o productividad
y no una tarea alienante-alienada)
Amar verdaderamente implicaría poder aceptar al otro con sus virtudes y sus limitaciones,
supone reconocer las diferencias entre el sujeto y el objeto de amor, confluyendo corrientes
tierna y sensual en un vínculo que adquiere cierta permanencia o estabilidad, superando e
integrando el propio narcisismo. Al amar se da lo que no se tiene, teniendo en cuanta que el amor
se enlaza con el deseo.
Junto con el amor y la elección de pareja, con el logro de una relación amorosa con relativa
estabilidad, se presenta la posibilidad de concretar la maternidad o la paternidad inserta en un
proyecto de vida. Ser padre o madre implica reconocer la inevitabilidad de la propia muerte al
ubicar al hijo como continuidad de la vida en otro ser en el que se “introduce” el propio
narcisismo, enfrentando al mismo tiempo el duelo por la muerte de los propios padres al
desplazarlos hacia el lugar de abuelos. La paternidad a igualar o a sobrepasar al propio padre,
puede llegar a provocar desde fuertes sentimientos ICC de culpa como derivación de la fantasía de
asesinato (Winnicott). Ser padre implica un complejo proceso simbólico que supera por cierto la
dimensión de la acción de procrear.

CARÁCTER

“Eso difícil de definir que se llama carácter es atribuible por entero al yo” (F). Sería la forma en
que el sujeto adquiere expresión en el yo la relación entre los sistemas YO-ELLO-SUPER YO
como producto de identificaciones diversas que marcaron la historia de la constitución
subjetiva en su conjunción con formaciones reactivas y sublimación.

El carácter hace al sujeto reconocible a través de sus manifestaciones que le dan un “sello” o
“marca” diferenciable, en cuanto a su forma de ser en el mundo y en sus relaciones con los otros.

Está construido con el material de las excitaciones sexuales y se compone de pulsiones fijadas
desde la infancia, de otras adquiridas por sublimación y de construcciones destinadas a
sofrenar unas mociones perversas. Importancia de las identificaciones con figuras significativas de
distintos momentos de la vida y también aquellas que se produjeron en vínculo que se rompieron o se
disolvieron pero dejaron marca como precipitados en el carácter.

PULSIÓN

Aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante


psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma como una medida
de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia da su trabazón corporal. Sus
componentes son:

 Esfuerzo o empuje: factor motor de la pulsión, o la suma de fuerza o medida de exigencia de


trabajo que ella representa.
 Meta o fin: es la satisfacción, cancelar el estado de estimulación por caminos diversos.
 Objeto: es aquello en o por lo cual la pulsión puede alcanzar su meta o la satisfacción
pulsional.
 Fuente: procesos somático cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión.

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Los síntomas se sostienen en la energía de la pulsión sexual, son inconciliables con las restantes por
lo que son segregadas por acción de la represión. La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a la
satisfacción plena y todas las formas sustitutivas, reactivas o sublimaciones, son insuficientes
para cancelar su tensión acuciante.

Cuatro destinos: Trastorno hacia lo contrario / Vuelta hacia la propia persona / Represión /
Sublimación.

SUBLIMACIÓN

Explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la


sexualidad, pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual. Es un proceso por el
cual la libido es canalizada hacia actividades aparentemente no sexuales (creación artística y trabajo
intelectual). Implica el cambio de objeto, permite el pasaje a otra satisfacción distinta de la
satisfacción sexual pero igualmente emparentada psíquicamente con ella, siendo la satisfacción por
sublimación comparable a la que se procura por ejercicio directo de la sexualidad. Es un
proceso ICC por el cual la pulsión reemplaza un objeto sexual por otro en apariencia no sexual,
connotado con ciertos valores e ideales sociales y además se cambia el fin por otro no sexual sin
perder su intensidad. Obtiene la satisfacción sin represión. Posibilita que actividades psíquicas
superiores desempeñen un papel tan sustantivo en la vida cultural.

Según Lacan, la satisfacción que se obtiene con la sublimación es paradójica pues entra allí en
juego algo del orden de lo imposible, algo del orden de lo real. Implicaría el reemplazo de un goce
no conveniente, parasitario, por otro posible, acotado, vía emergencia de deseo. Lo que cambia no es
el objeto sino su posición en la estructura del fantasma, cambia la naturaleza del objeto.
La sublimación en la adolescencia tardía iniciaría el camino hacia el acatamiento de la
normatividad de la moral y las buenas costumbres definidas desde lo cultural.

SINTHOME

Término de Lacan. Es el cuarto anillo que permite a lo R-S-I mantenerse unidos, garantiza la
cohesión del nudo, a través de la compensación o suplencia de la falta o dimensión de la
función paterna (Neurosis: reforzamiento de la función del Nombre del Padre). La función del
Nombre del Padre es “dar nombre a las cosas” y de estar forcluído (como en la psicosis) tendría
consecuencias en la estructuración de la posición del sujeto.

Sinthome como un “artificio”, suplencia, tiene por función reparar el nudo en el lugar de la falla.
Solidificación o rectificación de la posición subjetiva. Sólo un “saber hacer allí con” puede ser
sinthome si cumple función de anudamiento en un lugar de falta. En tanto el sujeto pueda
nombrarse como “siendo” por su quehacer “algo” que lo identifica (caso de Joyce: “soy
escritor”). Nombrar, dar nombre, “identifica”, distingue y da existencia.

En la clínica se podrá ir descubriendo cómo y dónde podrá construirse un sinthome que sea propio
porque cada uno es responsable de su saber hacer. Un taller de creación puede ser lugar propicio en
donde el decir, a través de diversas formas de expresión estética o de quehacer laboral, encuentre
medios para realizar su sinthome.
Cada quien en lo esperable, ubicará una actividad y un material que la sostenga, que provoque
goce y con esto y una nominación para el sujeto como quien a aquella se dedica y así se
apuntala la estructura y se sostiene el yo.

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La construcción y el fortalecimiento del sinthome están en relación con los avatares de la
constitución subjetiva, por lo que en la adolescencia algo referido a un replanteo o a la consolidación
del sinthome está en juego.

Se debe estudiar la relación permanente entre los destinos de la pulsión en la adolescencia,


analizando en cada caso el lugar que la sublimación, en tanto sin represión, posee desde la pubertad,
en una interrelación que llevará, con la consolidación del reposicionamiento subjetivo a la
construcción de un sinthome en el cual se sostiene el sentimiento de si del sujeto, lo cual se producirá
en los momentos subjetivos definidos como “juventud”.

JUVENTUD EN TIEMPOS DEL CAPITALISMO TARDÍO.

Las características del momento histórico influyen en expectativas y proyectos que se


construyen y en las posibilidades de concreción de los mismos.
Estimulándose el presente y la inmediatez, el sujeto alineado en un frenético universo de compra-
venta y consumo, suele vivir expectante y ansioso. El modelo económico genera exclusión y
marginación.
Con preocupación por la incertidumbre laboral, por la desocupación y por la corrupción
derivada del sistema capitalista, los jóvenes saben que la estabilidad laboral no existe y que en
poco tiempo, cualquiera puede ser reemplazado por otro, siendo despedidos con pobre
indemnización o con ninguna. Se enfrenta a la inestabilidad laboral como variable permanente,
lo cual no le permite construir fácilmente proyectos de vida a largo plazo.
Se les pide experiencia cuando se encuentran buscando tenerla. La sociedad de consumo ofrece una
amplia gama de recursos que otorgan masivamente goce solitario, en encierro narcisista que aísla y
debilita o deteriora los lazos sociales.

CARÁCTER Y EROTISMO ANAL – S. FREUD

Personas en las que sobresalen 3 cualidades: Son particularmente ordenadas, ahorrativas y


pertinaces.

Investigando la temprana infancia de estas personas averiguamos fácilmente que necesitaron un


plazo relativamente amplio para llegar a dominar la incontinencia fecal. Parecen haber sido de esos
lactantes que se rehúsan a vaciar el intestino porque extraen de la defecación una ganancia colateral
de placer. Inferimos en su constitución sexual congénita un resalto erógeno hipernítido de la zona
anal.
Conjeturamos que la constancia de aquella tríada de cualidades de su carácter puede ser
puesta en conexión con el consumo del erotismo anal. El erotismo anal es uno de esos
componentes de la pulsión que, en el curso del desarrollo y por la educación cultural, se vuelven
inaplicables para metas sexuales, y esto sugiere discernir en esas cualidades de carácter los
resultados inmediatos y constantes de la sublimación de este. El aseo, el orden, la formalidad
causan toda la impresión de ser una formación reactiva contra el interés por lo sucio, lo
perturbador, lo que no debe pertenecer en el cuerpo.

También se da un nexo entre el dinero y la defecación, posiblemente por la oposición de lo más


valioso que el hombre conoce y lo menos valioso que arroja de sí como desecho. Indicar una fórmula
respecto de la formación del carácter definitivo a partir de las pulsiones constitutivas: Los rasgos de
carácter que permanecen son continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias,
sublimaciones de ellas, o bien formaciones reactivas contra ellas.

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LA ANGUSTIA EN LA CLÍNICA CON ADOLESCENTES

En los últimos años comenzaron a presentarse con frecuencia en la clínica una serie de conductas
auto lesivas voluntarias. Encontraremos un déficit en la disponibilidad de recursos psíquicos de
mayor nivel de complejidad para hacer frente al conflicto y la angustia; la agresión hacia el
objeto se dirige al sujeto.
Las acciones son descargas de una tensión que no puede ser cualificada. El dolor físico puede ser
utilizado para aliviar o anestesiar el sufrimiento psíquico.
En adolescentes gravemente perturbados, los cortes en la piel serían modos de hacer borde donde
no lo hay o donde es precario. La conducta masoquista puede ser un intento de apuntalar a un self
tambaleante. El placer y el dolor actúan recortando ciertos estímulos con respecto al resto,
contribuyendo a definir como real lo q tenga esas cualidades (si algo duele, o si produce placer,
entonces existe). Lo que debió ser sentido y pensado, escapa la simbolización y se convierte en
una acción ejecutada sobre la piel. Se produce la acción pulsional directa a través del cuerpo.

En los orígenes de estas patologías se encuentra una insuficiente empatía de la madre (o


sustituto) q no le permite decodificar las sensaciones y desarrollos de afecto del bebe, con lo
cual éste va a permanecer en un estado donde dichas sensaciones y afectos no podrán ser
cualificados. Además de un aporte insuficiente en la instauración de la función del yo de auto
apaciguar o calmar la angustia, sólo tienen disponible la vía de la supresión inmediata del estímulo a
través de una acción motriz. Los jóvenes q se lastiman no buscan el alivio en el contacto
reparador con el semejante ni consigo mismos, sino q evitan el sufrimiento emocional a través
del dolor físico.
¿Por qué se da tanto en la adolescencia? La oferta (difusión de prácticas de modificación voluntaria
del cuerpo) que proviene de la cultura de pertenencia se combina con la necesidad del adolescente
de adquirir o afianzar su identidad; y de que en la adolescencia hay un exceso de difícil tramitación
(plus que queda sin representación y va a buscar la vía de la acción)

LOS JÓVENES ANTE LA INCERTIDUMBRE DE LA ELECCIÓN VOCACIONAL

Dos áreas a considerar sobre la orientación vocacional


 Lo subjetivo: Deseos y expectativas e intereses de quien consulta
 La información: Conocimiento de oferta y demanda del sistema educativo y del contexto
profesional y ocupacional

La orientación se ubica en el entrecruzamiento de tres campos: El del sujeto de la orientación,


el del sistema educativo y el del mundo del trabajo

El sujeto: Se enfrenta a esta toma de decisiones todavía enmarcado en el reordenamiento narcisista q


implica la adolescencia. Se encuentra apremiado por padres y educadores en un “se debe elegir,
libremente”, mientras q desde el aparato productivo las posibilidades se muestras escasas o
mezquinas. Clima de incertidumbre, desesperanza y escepticismo. La elección debe constituir un
acto en el q el sujeto pueda jugar un deseo propio.

El sistema educativo: Fallas en el nivel medio: Por un lado falla estructural de no generar las
competencias básicas para enfrentar nuevas exigencias académicas; y por otro no haber desplegado
alternativas de “la ley simbólica cuya función es anudar el deseo del sujeto a la ley social”. Se debe
pensar en la práctica de la orientación como una tarea imprescindible del esclarecimiento e
información q le permita a un sujeto establecer recorridos q lo capacite para abordar dudas e

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interrogantes desde una posición pensante, crítica y creativa q permita un movimiento de búsqueda y
definición.

El mundo del trabajo: Cambios en el mercado laboral y las demandas sociales de empleo; la
globalización acentuó la desigualdad social. Incertidumbre ante estos cambios y la permanente
transformación del mercado.
Tarea de facilitar el encuentro de los jóvenes con la incertidumbre q permita desenmascarar y
cuestionar la trama socio-económica y cultural q muestra ideales y verdades únicas para dar cuenta
de elecciones lo menos discordantes posible con sus creencias y deseos.

TRANSGRESIÓN ADOLESCENTE Y VIOLENCIA SOCIAL

Trabajo del duelo, la pérdida tiene consecuencias en la vida anímica del sujeto (Ej, perdida de
trabajo, de ser amado, de expectativas o probabilidades, debilitamiento de objetivos o proyectos
vitales). El duelo patológico se haya ligado a las actuaciones transgresoras.

Lo que se perdió (ser amado, posición económica, trabajo, etc) eran puntos de anclaje que brindaron
al sujeto cierto reconocimiento de ser. Con el duelo queda implícita la propia muerte, hay una doble
pérdida: del objeto amado y del sujeto en ese espacio de amor. No es ante cualquier pérdida que
sobreviene el duelo sino cuando esta arrastra un pedazo del sujeto. Es la existencia la que se
pone en juego.
En la clínica se escucha que ahora que perdió el amor/puesto en la empresa/etc ya no tiene nada por
lo que vivir, que “es nada”, apelándose a una identificación con lo inanimado. Identificación que
puede tomar diferentes formas de expresión en el discurso, significando el desfallecimiento de la
imagen especular y el estrechamiento o clausura del horizonte para la propia vida. El orden
simbólico se trastoca y es en referencia a la imagen de quien partió desde donde el sujeto se anuda, y
ya no se enuncian preguntas por lo que perdió sino que se hace frente a lo real de la pérdida
con la certeza de que lo que se perdió fue el propio sujeto, y como consecuencia, el sentido de la
vida.
Aparece el odio como posibilidad de ligar la palabra a la imagen del objeto perdido, pero que en la
melancolía se vuelve contra la propia persona. Se afirma la negación de su existencia, quedando
todo el tiempo al borde del acto con riesgo de la propia vida como forma de poner fin a su dolor de
existir.

En el mejor de los casos es el acting out, que está dirigido a Otro y supone una demanda de amor.
Cuando el cuarto nudo (sinthome) se muestra frágil o débil para sostener la cohesión del nudo
borromeo de 3, puede buscarse una supuesta salida: a través del acto, como salida del mundo
simbólico y como cultivo puro de pulsión de muerte, la agresión puede manifestarse en
violencia hacia la propia persona o hacia otros.

Ante la injusticia o la violencia social (o bien cuando se supone que existen), la actuación
transgresora lejos está de constituirse en respuesta valedera a aquella, es una búsqueda de salida
individual dentro de las patologías del acto.
En las patologías del acto (intentos de suicidio, drogodependencias, actuaciones trasgresoras) la
impulsión o la tendencia a pasar al acto es el recurso utilizado en tanto si bien el sujeto en estas
problemáticas habita el lenguaje no puede apelar a este en ciertas circunstancias en las que el
afecto desborda el procesamiento psíquico. En las patologías del acto el sistema protector o
entramado de contención constituido por el lenguaje tiene puntos de debilidad o fallas, no
alcanzando para impedir que el sujeto quede a merced del goce del Otro (no teniendo eficacia
para ponerle limite a dicho goce)

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En el acto se perfila un sujeto en una posición de goce silencioso, en el terreno del
autoerotismo, un goce apartado de la palabra. Un apelar al acto con el cual es sujeto supone poder
ponerse a salvo de la castración.

Es la función paterna la que permite poner coto al goce materno (producciones diversas pueden
instalarse en procura de ese objetivo, pero la privilegiada es el lenguaje), resultado de procesos
intelectuales superiores. El pasaje de la madre al padre puede ser entendido como
transmutación de goce: de un goce casi mitifcable (arcaico) a formas de goce fálico (enlazado a
la palabra, al STE; procesos superiores, reflexiones, juicios)
Cuando en esa transmutación se producen fallas, es posible ubicar vacilaciones o fracasos en la
reconstrucción del fantasma. La presentificación de un goce arcaico es fuente de impulsiones y
formas de acting out y pasaje al acto.

Hay tres caminos frente a la privación: - La palabra cuando la reconstrucción del fantasma se
produce adecuadamente en la adolescencia y el sujeto busca caminos posibles creativamente /
- Puede caerse en la resignación, duelo patológico (regresión del narcisismo y a la fase sádica,
suicidio) / - Salida a través del acto (acting out o pasaje al acto) puede conducir a la transgresión.

En tanto la frustración no encuentra caminos de dialectización en el Otro social, la actuación es


marca de la desmentida y conjuntamente con la desestimación de los peligros q puede llegar a
afrontar, en ciertos casos la vida se pone en riesgo en la transgresión, mientras que en otros la
marca de la aceptación de la existencia de una salida se orienta hacia la resignación (abandono
de la propia persona)

(Del resumen del 1° parcial, de la parte 2 del libro de Barrionuevo)


ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO: Es a través del acto en q se pueden expresar aspectos de la
vida anímica, de fantasías o de emociones q el sujeto no puede poner en palabras. Se entiende el
acting out como un acto realizado por el sujeto sin conocimiento de lo q lo motiva. Es una
acción enmarcada en cierta escenificación, q lleva el sello de la repetición. Implicaría una vacilación
fantasmática produciendo una confusión en la q el sujeto queda absorbido por el objeto en su valor
de goce.
Si bien ambos son reacciones del sujeto ante la angustia, en el primero el sujeto permanece en
escena y su actuar es un mensaje simbólico dirigido al Otro, mientras q en el pasaje al acto hay
salida de la red simbólica, una huida del Otro hacia la dimensión de lo real con disolución del
lazo social. En el pasaje al acto el sujeto se desengancha de la cadena significante y en tanto no se
siente representado por significante alguno queda en lugar de “desecho”, se deja caer como puro
objeto, se deja caer al a.
 El acting out se produce cuando el sujeto supone q no hay escucha desde el Otro.
Entonces dirige un mensaje a través de la acción para que el Otro lo “descifre”.
Habría cierta mediación fantasmática, se produce en transferencia, y por lo tanto
dirigido o dedicado el acto a Otro pidiéndose “contención”. Se expresa en acto la
exigencia, el pedido, de una respuesta dirigida a los padres o al analista. Forma
parte de las vicisitudes normales de la tarea de reposicionamiento subjetivo de la
adolescencia.
 El pasaje al acto sería más bien algo del “no querer decir”, el sujeto apostaría sin
Otro. Se ubica del lado de lo irreversible, de un sin retorno y expresa clara victoria de
la pulsión de muerte. El único acto totalmente logrado es el suicidio (implicaría una
ruptura total, una separación absoluta con el Otro). Se pone en juego el cuerpo
cayendo o saliéndose el sujeto de escena, con consiguiente destitución subjetiva. Va
dirigido al gran Otro, como imbarrable (aquel al q no le falta nada), mientras q

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el sujeto se barra de una forma tan radical q se “hace” objeto. Es un exceso, el
sujeto se pone en el lugar de la falta del Otro, en el lugar del objeto. Es condición del
pasaje al acto la ID al objeto q se le supone a ese Otro. Hay un exceso q empuje a lo
real, q es un saber q se rechaza reconocer como tal.

Agieren, llevar a la acción, refiere a la tendencia de un sujeto en análisis a actuar movimientos


pulsionales q la labor analítica pone en evidencia, viviendo así en el presente deseos y fantasías Icc.
(F) lo opone a erinnern (recordar). El actuar puede darse más allá de la dimensión transferencial
propuesta por el análisis. Es posible pensar la actuación relacionada al esfuerzo desmentidor, en un
intento de preservar el autoerotismo por medio de la acción. El sujeto enfrentado a la angustia
recurre al acto con el propósito de eludirla.
En la definición de adolescencia decíamos q implicaba un reposicionamiento en relación al objeto a,
q nunca puede alcanzarse; sería “causa” del deseo y no aquello hacia lo q el deseo tiende. Pone en
movimiento al deseo, por lo cual las pulsiones no intentan obtener el objeto a sino q giran en
torno a él. Es el objeto de la angustia.
En el acting out, en el campo de un análisis, es la exclusión, a nivel del lenguaje, de un elemento
simbólico q retorna desde lo real como comportamiento inquietante, provocador, exigiendo algo. En
el intento de eludir o sortear la angustia el sujeto en acting out apela al Otro, personificado por
el analista. Mientras q en el pasaje al acto el sujeto apuesta ante la indeterminación o la
inconsistencia del Otro, otro no atravesado por la función paterna, con la certeza de q no hay
escucha para su padecer.

LAS VERSIONES DEL PADRE: ADOLESCENCIA, JUVENTUD Y SUS POSICIONES

La adolescencia y la juventud como posiciones anímicas encuentran su fundamento en ciertas


versiones del padre. Cada posición depende de la versión del padre de la cual el sujeto se sirve
para ir más allá.
En Lacan encontramos un padre simbólico, uno imaginario y otro real.

 Padre real como aquel que soporta lo real como imposible, (no el de la realidad cotidiana o
biológica). El padre real es el agente de la castración simbólica.
 Padre simbólico implica una función que procura imponer la ley y armonizar el deseo en el
complejo de Edipo. Se trata del padre muerto.
 Padre imaginario remite a una configuración de todos los constructos imaginarios incluidos
en el fantasma en derredor de la figura del padre. Es el agente de la privación en el segundo
tiempo del Edipo.

En las construcciones de Freud, elaboradas principalmente, a partir de su propia casuística se ve la


puesta en práctica y a los preliminares de un asesinato cuya víctima no es otra que el padre. En
dichos textos, la muerte de un padre que accede al goce primordial, al supuesto goce puro, se
presenta siempre como resultado de un acto criminal. Llamativamente esta muerte del progenitor
que prohíbe no abre las puertas al goce desenfrenado, sino que otorga mayor investidura a la
prohibición.

Satisfecho el odio con el crimen, el amor cobra valor y por vía de la identificación se instituye el
superyó, al que se le atribuye el poder del padre a modo de castigo por la agresión llevada a cabo.
Este asesinato se encuentra en el fundamento del retorno del amor, de la instauración del vínculo
social. ¿A qué nos referimos con lo social? Podemos definir el lazo o vínculo social, como una
estructura en cuya articulación el adolescente se encuentra alienado, identificado de manera
inexorable. A esta estructura también la solemos llamar discurso, que como tal involucra por un

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lado, un modo de relación y por otro, la circunscripción de ciertos modos del goce. Lo social, en
tanto vinculado al asesinato del padre varía en función de una específica versión del Padre. El
padre freudiano, en todas sus versiones es considerado como un concepto límite, de corte.

Padres de Tótem y tabú (padre terrible):


El vínculo o lazo social implicado en esta configuración se basa en la identificación a un rasgo
(de goce), propio de la masa, que posibilita que el púber en medio de los “tormentos de la
adolescencia” haga en masa lo que sólo no puede hacer. Recordemos que la masa es anónima y
por tanto su responsabilidad ante el goce es limitada.
La historia del padre primordial no es la historia del goce absoluto, sino que por el contrario pone
en evidencia que este goce absoluto es imposible. El joven sólo puede acceder a goces acotados y
circunscriptos por diversas versiones de este padre, como la totémica, la mítica y la religiosa, que
oscilan entre el crimen y la restauración en función de una operación defensiva predominante
(desmentida)
Dicho de otra manera, como relevo del padre muerto, asesinado, aparecen una variedad de
versiones del padre que como un repertorio selecto instauran la ley y el deseo.

El padre del Edipo (matar al padre)


Hablar de Edipo, es recurrir como fundamento a la función del padre. Si pensamos en términos de la
relación entre ley y goce, hay una inversión dialéctica entre Edipo y el padre terrible de Tótem y
tabú: en este último el goce se anticipa a la ley, mientras que en Edipo, la ley habilita al goce
fálico, a la par que queda interdicto el goce del incesto materno.
Aquí, el vínculo o lazo social implica la identificación histérica propia de una posición de la
adolescencia (caso Emma). A la par que la castración cobra eficacia mediante el recurso de la
evitación. Se trata de un padre que es muerto, que es asesinado, pero no se sabe quién es el
homicida. Así, el hijo Edipo se encuentra inmerso en la tragedia de no saber a quién ha matado (“no
saber” está estrechamente vinculado a la represión que inaugura un tiempo diferente, donde los
rastros del asesinato pujan por acceder a la cc)
El padre del Moisés (padre que no hace la ley sino que la transmite)
Finalmente y como otra posición de la adolescencia, como momento lógico de la negación, podemos
hablar de un padre al estilo del Moisés. Este es un padre que porta la ley pero no la genera. Se
trata de una ley que restringe el goce o dicho de otra manera instaura un goce como prohibido.
Aquí el padre es ubicado en el lugar de la voz.

El padre del nombre


El segundo despertar de la sexualidad requiere del despertar de los sueños. Aquí, la estructura del
sujeto del inconsciente es confrontada por lo real, un agujero en la simbolización, que tiene un efecto
traumático. En este contexto, la adolescencia puede ser considerada como un síntoma que se
constituye como una respuesta a ese real.
Joyce: “Retrato del artista adolescente”. Hay un pasaje del Nombre del Padre al padre del
nombre “artista”, para cuya producción se apela a un remiendo que ata de una manera singular las
piezas de la experiencia subjetiva.
El sinthome implica una suplencia del Nombre del Padre y opera, como el rasgo más singular
que diferencia al sujeto. El nombre así logrado suple la función fallida del significante Nombre
del Padre. Es notorio que este concepto subsume al de carácter síntoma y fantasma. Aquí, el síntoma
adquiere valor no tanto como impedimento o inconveniente sino como lazo, mientras que la
singularidad adquiere relevancia sobre las identificaciones vinculadas al Otro social y sus criterios.
Estas singularidades son las diversas modalidades que el adolescente procura instaurar para resolver
el real propio de la pubertad

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El lazo social implica la identificación al síntoma, a la suplencia del nombre del padre. Esta
identificación remite al «tú eres esto» redactado por la prosa de Joyce. De alguna manera, el joven
se constituye en un sujeto joyceano en la medida que le pone un nombre a aquello de lo que no
se puede decir nada más. El síntoma o suplencia, por una parte, es una forma de goce por la muerte
del padre primordial, imposible para el sujeto y por otra, se vincula a la verdad inconsciente de un
deseo de muerte del padre.

ADICCIONES: DROGADICCIÓN Y ALCOHOLISMO EN LA ADOLESCENCIA

Los términos toxicomanía, drogodependencia o drogadicción suelen ser utilizados habitualmente


como sinónimos para referirse a un estado psicofísico causado por la interacción de un organismo
vivo con un fármaco o una sustancia.

En cuanto a las formas de consumo de drogas, suele diferenciarse entre uso, abuso y adicción:

Uso: Contacto esporádico u ocasional con la droga, consumo circunstancial y en ocasiones


determinadas.
Abuso: Reiterado consumo de drogas, recurriendo el sujeto a cantidades y/o frecuencia que superan
en mucho a las iniciales. Discontinuo o no, el abuso suele ser considerado un riesgo en cuanto a la
posibilidad de facilitar el traspaso de los límites que lo separan de la adicción propiamente dicha.
Drogadicción: Dependencia, compulsiva y constante, de una sustancia de la cual el sujeto no puede
prescindir, ocasionando trastornos en lo físico y en lo psíquico, constituyéndose el sujeto en peligro
para sí y para los demás.

Adicción a drogas:

El consumo de drogas es tan antiguo como la historia de la civilización, son diversas las causas o
“motivaciones” del consumo así como también la consolidación de la drogadicción propiamente
dicha. La diversidad de factores intervinientes en la aparición y desarrollo de las adicciones permite
considerarlas un problema multi causal,. determinado no solo por factores biológicos y psicológicos
sino también por razones sociales y culturales

Los tipos de drogas pueden ordenarse en:

 Legales: Usadas por un alto porcentaje de la población. Tabaco, bebidas alcohólicas,


fármacos, anabólicos y esteroides. Y entre ellos los ansiolíticos, o tranquilizantes menores,
que disminuyen la ansiedad.
 Ilegales: Sustancias cuyo consumo está prohibido por ley, y pueden dividirse en tres grupos:
 Narcóticos o depresores: adormecen los sentidos al actuar sobre el sistema nervioso
central (como la marihuana, el opio y la morfina).
 Estimulantes: Cocaína, anfetaminas. Aumento de la actividad psicomotora
 Alucinógenos: Éxtasis, L.S.D.

Hoy la problemática de las adicciones se presenta como un fenómeno complejo, dinámico, en


evolución, con indicadores propios como el inicio del consumo a edades cada vez más tempranas, la
aparición de nuevas sustancias en el mercado -generadoras de un deterioro físico y psíquico cada vez
más rápido- y diferentes patrones de consumo.

Desde la perspectiva que propone el psicoanálisis la relación se invierte (droga –> sujeto): es el
sujeto quien construye a la droga como tal, le otorga valor de droga. No es el drogadicto quien,

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en tanto consume reiteradamente una sustancia queda dependiendo de ella por su acción, por los
efectos que produce, sino que el sujeto le da estatuto o lugar de tal a determinada sustancia que
se constituye en droga para sí, pero puede no ser droga para otros. Así pues, no es droga cualquier
sustancia, sino la que el sujeto define para sí como droga, otorgándosele importancia al sujeto en esta
relación. SUJETO DROGA
En una carta dirigida a Fliess Freud dice “la masturbación es el único gran hábito que cabe designar
«adicción primordial», y las otras adicciones sólo cobran vida como sustitutos y relevos de aquella
(el alcoholismo, morfinismo, tabaquismo, etc.)”.

En la drogadicción habría desmentida de la castración, el drogadicto queda aferrado a un goce


imposible, sin poder realizar el pasaje de lo pulsional a lo deseante. De allí la fuerza de la
definición freudiana de la adicción como sustituto de la masturbación en la cual hay goce con lo que
la pulsión reclama del goce perdido. Es posible pensar que el adicto se sostiene en una primera
posición propuesta por Freud para el duelo, oponiéndose a reconocer la pérdida, apelando a una
cancelación tóxica al problema de la castración. En la drogadicción, cada uno a su manera, el
intento es fugar, vía acto de inyectarse o de beber, de ese duelo inacabado, eterno, permanente, para
el cual no se encuentra otra salida

Como drogadicto, desde el psicoanálisis, se designaría a un sujeto que ha entablado cierto lazo
con una sustancia, droga, y él mismo supone que por proclamarse de tal manera, como
autodefinición, o como carta de presentación, los demás podrían construir los atributos
relativos a su ser. El aceptar definirse como tal lo ubica, en bruta o masiva identificación, en cierto
lugar de no falta, y la droga le facilitaría poder sortear el problema de reconocer las diferencias,
incluidas en éstas las sexuales, le evita tener que vérselas con los enigmas fundamentales: muerte y
sexualidad, con la falta y con lo des-semejante.

La droga ofrece un goce por el cual puede llegar a perderse el sujeto como tal, el sujeto de la
palabra, re-jerarquizándose la dimensión de la necesidad en la adicción a drogas propiamente dicha.
Podríamos pensar que es posible hablar de un “sujeto del goce”, que porta “la solución” por medio
de la cual obtiene un goce que no pasa por el Otro.

Drogadicción como patología del acto


La drogadicción propiamente dicha no constituiría síntoma como tal, sino que se encontraría
prioritariamente en la dimensión de las patologías del acto. En la adicción a las drogas el duelo o la
angustia son evitados, siendo el anularlos con sustancias diversas la maniobra a la cual el sujeto
recurre ante la imposibilidad de su procesamiento psíquico, ante la desesperanza o la desesperación
para las cuáles no se cuenta con recursos sólidos o se duda de que lo sean.
Si bien el sujeto en estas problemáticas habita el lenguaje no puede apelar al mismo en ciertas
circunstancias en las cuales un pánico sin nombre, sin palabras, o una intensa depresión, devastadora,
hace imposible todo procesamiento psíquico con riesgo consiguiente de quedar a merced del goce del
Otro, como objeto.

En las patologías del acto el sistema protector o entramado de contención constituido por el
lenguaje tiene puntos de debilidad o fallas, no alcanzando para impedir que el sujeto quede a
merced del goce del Otro, no pudiendo hacer uso del lenguaje o no teniendo eficacia el mismo
para ponerle límite a dicho goce.
Las patologías del acto se construyen como configuraciones clínicas o recursos destinados al intento
de eludir la angustia desbordante o la intensa depresión que imposibilitan todo procesamiento
psíquico, desdibujado el fantasma, acudiéndose a recursos que se encuentran en la gama del acto o
del actuar, en un decir sin palabras que adquiere envergadura de repetición producido un

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cortocircuito en el pensar. En tal caso habría devaluación de la dimensión simbólica, y no se podría
hablar de síntoma propiamente dicho, desde una perspectiva psicoanalítica. El acto, en cualquiera de
sus formas, se encuentra por fuera de la dimensión del lenguaje, buscando el sujeto por su intermedio
un atajo o desvío que eluda la angustia que no ha podido ser tramitada por la vía del síntoma o
procesada en el pensar.

Drogadicción y alcoholismo en la adolescencia


Diferenciación en cuanto al consumo de drogas y bebidas alcohólicas que puede presentarse en
la adolescencia y la drogadicción o el alcoholismo propiamente dichos, diferencia q se sostiene
en la intención icc puesta en juego:

 Hacerlo por placer o buscando encontrar fuerzas cuando las propias flaquean, en
búsqueda de sostén identificatorio, como primera posición.
 Se ubica a la sustancia en el intento de reforzar el esfuerzo desmentidor o renegatorio,
patológico, ante la ley en sus diversas manifestaciones, en la otra.

Es entendible entonces que en caso de los adolescentes e apego a drogas se presente en relación con
las dificultades inherentes a la tramitación de los duelos. Las sustancias intoxicantes vendrían al
lugar de facilitar una sutura ante dificultades propias del esfuerzo identificatorio en ciertos sujetos y
en determinadas situaciones de pérdida importantes. Las drogas facilitan al sujeto poder escapar al
peso de la realidad.

Las bebidas alcohólicas, como otras drogas, se encuentran presentes desde tiempos inmemoriales en
la historia de la humanidad. En el beber circunstancial en festividades varias o en simples reuniones
de amigos el vino o la cerveza suelen oficiar de facilitadores del acercamiento entre quienes circula,
al producir rebajamiento de la censura a través de sus efectos embriagadores. Las bebidas
espirituosas tendrían desde esta perspectiva la "virtud" de dotar a quien bebe de las fuerzas
necesarias para triunfar sobre los límites materiales, al darle “ánimo”. Esta operación
supondría, desde lo inconsciente, la pretensión de tener éxito en el esfuerzo por oponerse a la
existencia de una realidad traumatizante o desquiciante. Hasta aquí, es clara la relación de los
jóvenes, y de los no tan jóvenes, con las bebidas alcohólicas como recurso buscado cuando el valor
flaquea, pudiéndose pensar que en forma circunstancial, o incluso recurrente durante cierto tiempo,
pueden ser buscadas como garantía supuesta de sostén identificatorio en el trabajo de procesamiento
de duelos “adolescentes”.

En el alcoholismo se marcaría el exceso en la pretensión de encontrar un reaseguro ante la


inevitabilidad con la que la muerte se presenta como límite para la propia existencia. La desconexión
que sigue al exceso en la borrachera, y luego la depresión y la resaca, mostrarían en su secuencia lo
fallido del intento y la eficacia del accionar de la pulsión de muerte en la búsqueda de la bebida
nuevamente, en forma compulsiva. No sería en este caso búsqueda de lograr un sostén allí donde
el sujeto siente que sus fuerzas están débiles, sino intento de borrarse del mundo,
desconectarse. En el alcoholismo propiamente dicho se busca "nada", no se intenta reforzar
sentimiento de sí, o identidad, sino la búsqueda es desaparecer. En el exceso del beber, el sujeto
queda arrojado o caído, como organismo, en un encierro autoerótico, atrapado en el goce. Consumo
o adicción vera o propiamente dicha están diciendo de una posición del sujeto respecto de la
vida y de la muerte (en cuanto al límite, a la castración). Se considera drogodependencia
cuando el consumo de drogas está al servicio de reforzar la desmentida o la oposición a la ley
en todas sus expresiones.

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Podríamos decir, recurriendo a Lacan, que en la problemática de las patologías del acto,
drogadicción y alcoholismo incluidos en ellas, habría un déficit importante en la función paterna,
en el significante del Nombre del Padre. El sujeto no posee sostén identificatorio suficientemente
fuerte como para "bancarse" o soportar la angustia o la depresión.

No podríamos sostener que por el hecho de que haya consumo de drogas se pueda hablar de un
“caso” de drogodependencia, en tanto en esta circunstancia la droga puede presentarse como
refuerzo del sostén identificatorio durante un tiempo y luego es abandonada u ocupa un lugar
accesorio según la elaboración en cada quien realizada. El problema se plantea cuando el “ser
drogadicto” se instala como carta de presentación con la que supone el otro debe poder
construir los atributos relativos a su “ser”, y es “la” solución que se construye para,
supuestamente, responder a los enigmas de la vida, a los límites o a la castración. Estaríamos en
tan circunstancia en presencia de lo q denominábamos “patologías del acto”

SUICIDIO E INTENTOS DE SUICIDIO

Etimológicamente, suicidio proviene del latín: sui (si mismo) cidium (matar), “atentado contra la
propia vida”, “matar-se”.

Desde la sociología Durkheim plantea la importancia de las condiciones sociales y culturales en la


determinación del suicidio. Admite que podría entenderse que ha de haber una predisposición
individual pero explica que ésta es a su vez fruto del medio social en el que viven, que se asimila
dentro de las conciencias individuales. 3 formas de expresión del suicidio:

 Altruista: Cuando el sujeto asume la necesidad de su muerte como acto heroico por el bien
de la sociedad o del grupo del que forma parte, generalmente con una marca fuerte de lo
religioso en el amplio sentido de la palabra.
 Egoísta: Se enmarca en el terreno de una decisión individual, que no considera a los otros, y
que presenta cuando hay disgregación o pérdida de cohesión de una sociedad y fallas en su
función de sostén social.
 Anómico: Se presentaría en una sociedad con un sistema normativo debilitado y con
derrumbe de los valores sociales según Durkheim, lo cual se podría enlazar en lo individual
con la ausencia de Ley y la desprotección total para los sujetos que se encontrarían entonces
en total desamparo.

Desde la psiquiatría se considera que las conductas suicidas pueden acompañar a muchos trastornos
emocionales como la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Así pues, más del 90% de
todos los suicidios se relacionarían con trastornos emocionales u otras enfermedades psiquiátricas.
Tres categorías:

 el suicidio propiamente dicho o completo, que termina con la muerte.


 el intento suicida, que es acto con daño físico pero sin muerte.
 las ideas suicidas, que expresan pérdida del deseo de vivir, pero que no llevan a daño
concreto.

Suicidio y psicoanálisis
Es clara para Freud la relación que existiría entre el suicidio y un estado de duelo en la dimensión de
la melancolía. Destaca que la energía psíquica para matarse derivaría del deseo de matar a alguien
con quien se ha identificado, volviendo hacia sí dicho deseo de muerte.

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El principio general del funcionamiento psíquico, que marca que el aparato psíquico tiene como tarea
fundamental reducir al mínimo la tensión, queda subsumido a la pulsión de muerte, es decir, a la
tendencia general de los organismos no ya a reducir la excitación sino a volver a un estado primitivo
o punto de partida: a la muerte. El sadismo entonces, bajo ciertas condiciones, puede ser introyectado
de nuevo, como masoquismo secundario que viene a añadirse al originario, dando nuevas fuerzas a la
pulsión de muerte que puede volver contra la propia persona en el intento de suicidio o en patologías
del acto diversas.

Karl Menninger sostiene que en la idea de suicidio se encuentran:


 deseo de muerte propia: el ser humano buscaría el reposo, el alivio de tensiones y la
satisfacción del deseo de ser pasivo (deseo oral pasivo) y de entregarse al dormir.
 deseo de matar: que se expresa como idea de que en el deseo de matarse subyace la intención
de matar a otro.
 deseo de ser matado: habría búsqueda de un castigo que se debe sufrir o q uno mismo se
infringe. Alude al masoquismo y a la culpabilidad inconciente, con el accionar del sadismo
del superyó

Hoy en día, cuando es precisa una definición del momento de la muerte, se considera que este
corresponde al momento en que se produce la irreversibilidad de este proceso. El acto para
conseguirlo es lo que se llama “suicidio”. Lo contrario, es el deseo de vivir que se expresa en el
“instinto de sobrevivencia”.
La inevitabilidad de la propia muerte se presenta como un juicio ante el cual el hombre muestra su
flaqueza. Intelectualmente, desde el saber conciente, todos aceptamos la posibilidad de la muerte
propia, pero hay renuencia a reconocer que puede ocurrir, estamos en el terreno de la desmentida.

EL ACTO O PASAJE AL ACTO SUICIDA:

El acto suicida es definido como aquel en que se pretende quitar la vida propia guiado por un
deseo de muerte. Este acto no implica que su intención siempre sea lograda, pero sí que se cuenta
con una ideación suicida, un plan y las herramientas para llevarlo a cabo.
El acto, en cualquiera de sus formas, se sitúa por fuera de la dimensión del lenguaje. Es decir que la
angustia no puede ser tramitada por la vía del síntoma o procesada por el pensar.
Lacan, por su parte, postula al acto como derivación de la certeza, y lo ubica lindante con la angustia
en tanto habría cierto intento de tramitación de la misma por medio de la acción

Es posible diferenciar como modalidades del acto, si bien ambas son recursos contra la angustia:

 acting out, como interpelación al analista a través de una acción, en un exigir una respuesta
faltante o una respuesta diferente a la otorgada, y que derivaría de las dificultades del analista
en cuanto a su posición, respecto de su lugar. Lo ubicamos pues en el contexto del análisis y
supone el establecimiento de cierto nivel de transferencia, así como también respecto de
transferencias fuera del vínculo analítico.
 pasaje al acto, como un movimiento de salida de la escena, suponiendo el sujeto que no hay
Otro que lo sostenga en su angustia. Hay un intento de salida de la red simbólica hacia lo real,
como en la fuga y el vagabundeo. Por ejemplo, “dejarse caer”, el precipitarse, como peculiar
del pasaje al acto sería caer como el objeto a, como resto de la significación.

El acting out es un mensaje simbólico dirigido al gran Otro, mientras que un pasaje al acto es
una huida respecto del Otro, hacia la dimensión de lo real.

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En el acto, no en el acting out sino en el verdadero acto: en el pasaje al acto suicida, el sujeto intenta
liberarse de los efectos del significante y lo logra con su muerte, porque el único acto exitoso, dice
Lacan, es el acto suicida logrado o consumado. El intento de suicidio, como pasaje al acto, se situaría
del lado de lo irrecuperable, de lo irreversible, en tanto habría traspaso o franqueamiento de la escena
al encuentro de lo

La muerte propia es muerte de Otro, porque con lo que se propone terminar a través del acto es
con la palabra que provoca angustia o desesperación o deja al sujeto en la más devastadora o
mortífera desolación.

Desde la perspectiva que propone el psicoanálisis es posible considerar que la muerte es, para el
sujeto de la palabra, simple y llana supresión o ausencia de toda palabra. En esta línea de
pensamiento, Lacan sostiene que en el intento de suicidio el sujeto pretendería rechazar el lugar
simbólico en el cual el Otro lo ubicara. En el pasaje al acto suicida habría desestimación de la
red simbólica a través de la acción, desprendiéndose del lazo social, quedando el sujeto como puro
objeto, cayendo como objeto a, como resto.
Así pues, desde el psicoanálisis, retomando las afirmaciones que sostenían que en el suicidio habría
un deseo de matar a otro, es evidente que el suicida supone triunfar sobre ese Otro inconsistente,
herirlo de muerte o matarlo, con su propia muerte, como recurso último, ofreciendo su desaparición
como sujeto y quedando como resto, como cosa, definitivamente, sin pretender un después.

CONSIDERACIONES SOBRE LA ANOREXIA DESDE EL PSICOANÁLISIS

Es posible pensar el incremento de patologías que comprometen al cuerpo y se ponen en juego


a través del acto, tales como adicciones, intentos de suicidio, anorexia y bulimia, y la violencia
en sus diversas manifestaciones, en directa relación con la complejidad que presenta en la
actualidad el mundo en que vivimos, siendo los adolescentes aquellos que con mayor claridad e
intensidad se hacen cargo de ellas.

Se propicia en nuestra sociedad de consumo el "exceso de goce", goce autoerótico y autista,


debilitándose de tal manera el deseo del sujeto y el lazo social. En las patologías que se denominan
actuales, dicho exceso puede presentarse como compulsión a no parar de consumir, y en ello se
evidenciaría la marca de las adicciones, o bien el goce se orienta a "nada", expresándose el encierro
narcisista en el rechazo a recibir algo del Otro, siendo esta segunda opción la que nos lleva a pensar
en la anorexia que a su vez se enlaza a la fuerza de un “ideal” estético femenino de suma
delgadez, expresión clara en la sexualidad del goce en exceso presente en la civilización
contemporánea.

Anorexia: búsqueda desenfrenada de pérdida de peso, miedo al aumento del mismo, distorsión de
la imagen corporal, amenorrea (por lo menos tres períodos) y negación del riesgo clínico que puede
acarrear la malnutrición.

Desde una perspectiva psicoanalítica la propuesta es considerar a la anorexia como una


configuración clínica, es decir, como una presentación o una manifestación en la cual priman
las maniobras en cuanto al alimento y al comer, que es el resultado de una peculiar posición
subjetiva y que tiene un complejo entramado defensivo, y que se acopla a cualquiera de las
estructuras freudianas, constituyendo un modo de procesamiento psíquico que deja paso al
desenfreno, es decir, a la búsqueda de la consumación pulsional que se alcanza, paradójicamente, en
la anorexia por restricción.

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Dos modalidades en las que la anorexia aparece:

 como formación o manifestación “sintomática”


 como expresión de “falla en la estructuración subjetiva”: Se refiere a las dificultades que
se producen en la construcción de la identidad del sujeto, que durante el tiempo de
reposicionamiento que implica la adolescencia adquieren especial fuerza o importancia.

Anorexia como formación sintomática


Muestra la disociación radical entre sujeto y deseo. Y es en el síntoma donde se pone en juego
el deseo y su conflicto con el goce. Son las mujeres las que con mayor frecuencia presentan esta
problemática, especialmente en un momento de cambios radicales en el sujeto como es la pubertad y
la adolescencia. Los cambios puberales enfrentan a aquellas transformaciones que llevan al sujeto a
la constatación de su deseo como sexuado. El devenir niña - mujer implica un largo y trabajoso
duelo.

Cuando hay rehusamiento de lo femenino se produce una disyunción entre el cuerpo mediatizado por
el significante, la imagen del cuerpo y el organismo, convirtiéndose en siniestro, reflejando aquello
que da cuenta de la mirada de un otro. En el espejo de la anoréxica la sexualidad desaparece. Aquello
que debería quedar invisible queda visible, no adquiere el velamiento amoroso que recubre lo sexual.
La anorexia en su vertiente neurótica se presenta como expresión de las dificultades en la
asunción de la genitalidad y de lo femenino. Es en el momento de los cambios puberales que el
cuerpo denuncia formas de mujer y se constituye en una de las exigencias de trabajo psíquico la
asunción de la genitalidad.

El conflicto aparece fundamentalmente expresado a nivel del cuerpo y de la imagen del mismo
con escenas con un componente altamente autoerótico centrado en la circulación a través del tracto
digestivo del alimento, en un control constante de lo tragado y lo expulsado. Esta complejidad se
presenta, justamente, en un momento de la vida de un sujeto que implica la búsqueda para sí de un
lugar simbólico y singular, la adolescencia. Entonces, este cuerpo de la adolescencia vehiculiza
interrogantes acerca de qué quiere el Otro y respecto de qué es ser mujer.

La anorexia ofrece descompletar al Otro con su propia pérdida. La desmentida coloca un cuerpo
ofreciendo el ideal estético por su delgadez extrema, delgadez que nunca se alcanza.

Es en el adelgazamiento y en la distorsión de la imagen corporal (esa distancia que nunca puede


achicarse entre cómo están y cómo se ven físicamente), como despliegue sintomático, donde se
implementan recursos a través de los cuáles las adolescentes hablan y dicen de su sufrimiento. La
preocupación por el peso muestra la transposición del conflicto y vehiculiza interrogantes acerca de
qué quiere el Otro, encontrándose allí como respuesta la falta del Otro ofreciendo sus propias
pérdidas, que siempre son de aquello que denuncia la sexualidad.

Las adolescentes muestran la implicancia neurótica entre la identificación imaginaria y la imagen


especular, el trauma, la culpa y el síntoma. El cuerpo es pues escenario y actor de una dramática
oculta al sujeto, escenario que es marca de una historia, un tiempo, un espacio de un recorrido
libidinal que mostrado ante otro se dirige al Otro. La anorexia aquí es la contracara de un duelo
inacabado y desmentido.

Cuando la anorexia es una formación sintomática, la anorexia funciona como una provocación
dirigida al Otro, como un interrogante sobre su deseo. El eje central es cómo faltarle al Otro, es
decir: cómo poder escribir en el Otro una falta, cómo poder hacerle desear

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La Anorexia como expresión de las “patologías del acto”
El pasaje al acto no necesita de la mirada del Otro y consiste en la separación radical de la escena,
del Otro. En las patologías del acto, la impulsión o la tendencia a recurrir al acto, en sus dimensiones
acting out y pasaje al acto, es el recurso utilizado en forma prioritaria en tanto si bien el sujeto en
estas problemáticas habita el lenguaje no puede apelar al mismo.
En las patologías del acto, la impulsión es la tendencia a actuar negativamente, en contra del cuerpo
y/o del sujeto. Estos recursos son utilizados cuando el sujeto no puede apelar a lo simbólico y un
afecto de intensidad desbordante hace imposible todo procesamiento psíquico.

Respecto de la distorsión de la imagen corporal:


La percepción alterada que las adolescentes tienen de sí es del orden de una perturbación
provocada por un ideal que nunca se alcanza. La anoréxica en busca de lograr un ideal de extrema
delgadez borra todas las formas, predominantemente las sexuales. El cuerpo es subsumido
íntegramente a una imagen, predominando sentimientos de desvalorización.

Aun cuando se encuentran seriamente desnutridas, y extremadamente delgadas, se sienten y se


muestran decepcionadas con su cuerpo; siempre ven un exceso en el mismo. Dos maneras de ver
ese cuerpo: la percepción que se tiene de sí y la manera en que el otro las percibe y decodifica. Esta
decodificación queda del lado del Otro, en cambio otro anoréxico no re-interpreta.
Las pacientes, a pesar de su delgadez, ven alguna parte del cuerpo distorsionada: un defecto que
aparece en lo Real, una desvalorización del Yo y un defecto en el gozar de la vida.

La alteración puede expresarse a dos niveles:

a) Una alteración perceptual, que se manifiesta en la incapacidad de las pacientes para estimar con
exactitud el tamaño corporal
b) Una alteración cognitivo-afectiva hacia el cuerpo. Que se manifiesta por la presencia de
emociones o pensamientos negativos por culpa de la apariencia física.

Podríamos definir como distorsión de la imagen corporal al “desajuste entre aquello que la
adolescente dice de sí y los parámetros establecidos para evaluar el peso esperable en cada ser
humano”, considerando el fenómeno de la distorsión de la imagen corporal como expresión de
la distorsión perceptual y la insatisfacción consigo mismo.

Las “patologías del acto” muestran que algo no tramitado y sin anclaje en la palabra retorna como
una búsqueda “loca” de salida ante la angustia a través del acto, como acting out o pasaje al acto, o
encarnándose en el cuerpo, en procura de encontrar un lugar simbólico propio, pero, como este
accionar lleva el sello inconfundible de la pulsión de muerte el fracaso es inevitable, quedando al
sujeto en un oscuro callejón que sólo puede conducir a “nada” de deseo.

ANOREXIA, BULIMIA: NUEVAS FORMAS DE SUBJETIVACION

Pareciera ser que la anorexia y la bulimia constituyen formas muy peculiares que plantean
ciertas adolescentes de cómo se sitúan en torno a la feminidad y a la sexualidad. Sabemos que la
adolescencia es un fenómeno cultural, individual y vincular muy propicio para desarrollar conductas
ligadas a la acción, es decir fenómenos que son una respuesta que da el sujeto frente a lo imposible
de decir. Es un momento de profunda desestabilización del cual no se sabe cómo saldrá parado el
individuo.

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La sociedad actual: Caída de una serie de certezas que en la modernidad servían de apoyatura a un
conjunto de ideales que se ofrecían como sostén y anclaje de los hombres y sus sociedades. Los
jóvenes de hoy se enfrentan a un doble desborde: no hallan bordes en lo social (por la caída de
ideales); por el otro existe un desborde pulsional por la irrupción de la tensión genital, que corta
ligaduras representacionales y ocasiona un trauma psíquico en donde faltan palabras.
La alimentación: Es ante todo una actividad vincular. El niño desarrolla sus experiencias inaugurales
de contacto con otro significativo a través del acto alimentario e incorpora no solo alimento a su
organismo sino también a su mente. Con el tiempo el niño irá transformando la dimensión especular
de la alimentación en un acto simbólico por medio del cual incorpora y adquiere también una
identidad cultural, religiosa y grupal.

Aunque la palabra Anorexia significa etimológicamente falta de apetito; en la clínica no se evidencia


tal pérdida de apetito hasta luego de haberse instalado fuertemente la enfermedad. Por el contrario lo
que se observa es una tenaz oposición a la ingesta de alimento. Lo que determina a la paciente
anoréxica a dejar de comer es descorporizarse. Hay distorsión de la imagen corporal.
La paciente anoréxica aspira a una utopía, la de ser un esqueleto viviente; se trata de un ideal
puramente especular y virtual, que actúa en sintonía con el discurso del capitalismo tardío. La
enfermedad le otorga una identidad: “soy anoréxica”. La anorexia es un intento de control de los
impulsos de voracidad.

La Bulimia Nerviosa es un cuadro caracterizado por la alternancia de períodos de restricción


alimentaria con episodios de ingestas copiosas; seguidos por conductas compensatorias
inapropiadas para anular la ganancia de peso (ejercicio físico intenso, ayunos, purgas). El patrón
común en la bulimia nerviosa es la sensación de descontrol.
La búsqueda de la delgadez significa una manera de controlar a ese nuevo cuerpo (el de la pubertad)
que no puede dominarse

La relación temprana con la madre en la construcción de la subjetividad


No cabe duda de la importancia de la sensibilidad de la madre para la regulación de la
capacidad discriminatoria del infante entre sensaciones corporales y estados emocionales. Es la
madre, investida como modelo, la que garantiza el sentimiento de existencia y también aquella que
otorga cualidades y matices.

Se da la identificación primaria, un estado de fusión entre el bebé y el objeto (vivido como parte del
yo); una relación narcisista en la que madre y el bebé se sienten completos (sentimiento oceánico).
Estas identificaciones atañen al ser y su desarrollo implica que el yo ha alcanzado un sentimiento de
existencia, de ser un sujeto para el otro. Cuando este proceso fracasa, el goce que obtiene con el
atracón y el vómito lo fijan a esa posición, donde encuentra algo que lo asegura y por lo cual ¨es¨.
La subjetividad se construye, entonces, a partir de la relación con otro (la madre). El niño
aceptará la demanda de la madre de ser alimentado o no, no tanto por el objeto en sí, sino por el
hecho de decir sí o no al Otro.

Lacan decía en relación a la anorexia, que la madre “confunde sus cuidados con el don de su amor”
y por lo tanto, se entromete y ahoga al niño con su “papilla asfixiante”. Esto es una madre que lejos
de dar lo que no tiene (la falta) suministra lo que sí tiene (la comida) y el bebé al negarse a
satisfacer la demanda de la madre, intenta exigirle a la madre que tenga un deseo por fuera de él.
Spitz demostró que lo que alimenta al niño es más el amor que la comida. Estudió cómo incide
sobre la vida o la muerte del bebé la presencia de la madre.

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Winnicott plantea que para el advenimiento de un verdadero self es requisito fundamental que el
bebé cuente con una madre empática y un ambiente facilitador que lo sostenga (holding) frente a
la no integración y desorganización primitiva. El ¨sostén¨ permite integrar mecanismos psíquicos
y constituir una relación de objeto. Winnicott sostiene que el vacío primario es un requisito previo al
anhelo de recibir algo dentro de sí, de ¨ser llenado¨. Estos pacientes poseen ¨miedo al derrumbe¨
entendido éste como una falla en la organización de las defensas que sostienen al self. El self
organiza defensas para evitar el derrumbe de su organización psíquica pero nada puede hacer si tal
derrumbe proviene de un hecho externo como la falla ambiental (ausencia de madre empática).
Las pacientes con anorexia y bulimia sienten el terror al vacío ya experimentado y vivenciado
como agujero que se intenta controlar mediante el no comer (anorexia), y que fracasa en el
descontrol de un atracón (bulimia). Así, se repite una actitud materna en la cual el sujeto se tapa,
se ahoga. Se trata de una actitud descualificada de afectos a donde la paciente se da de baja a sí
misma, sin sentimientos negativos, pero sin haber podido construir su subjetividad y desestimando su
propio sentir –tal como su madre-; donde el temor a la muerte no existe porque la muerte ya
aconteció.

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