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Juventud: Tiempo lógico que se extiende desde el momento en el cual el sujeto se desprende de
lo endogámico que lo familiar le provee como espacio protector, y se enfrenta a las exigencias
del mundo complejo, reconociendo, definiendo y haciéndose cargo de su propio deseo,
identificándose con proyectos propios que tienen un grado de realización diferente que
aquellos del tiempo de la niñez o de la adolescencia, marcados por la ilusión de omnipotencia
narcisista.
c- Los jóvenes tienen ideas, proyectos, propuestas, lo que implica que pretenden hacerse
escuchar y no sólo obedecer a los mandatos y esto implica un trabajo psíquico a enfrentar.
Cuando el trabajo de duelo que caracteriza al inicio de la adolescencia comienza a entrar en su fase
final (la de desasimiento de pieza por pieza), o de elaboración propia, se presenta otro duelo que
reactiva el duelo por los padres infantiles que había conducido a un proceso de desasimiento en dos
terrenos (en la adolescencia):
de la autoridad y del ideal paterno
de los vínculos objetales de amor y odio de la trama edípica.
En un comienzo el niño coloca a su padre en el lugar desde el cual provienen sus propios
pensamientos, como referente permanente. Luego, en la adolescencia, con la caída del padre del
lugar omnipotente, una idea, una institución o un líder determinado (como subrogado paterno) en
conjunción con la identidad sostenida por el grupo de pares, servirán de respaldo para la construcción
de valores e ideales propios y toma de decisiones. Ambivalencia afectiva: coexistencia de mociones
cariñosas y hostiles hacia el padre, primero amado y admirado y luego reconocido como molesto
perturbador de la propia vida pulsional, complejo que luego se desplaza hacia sustitutos o
subrogados paternos, los profesores. También se presentará en la órbita del complejo fraterno hacia
pares o figuras significativas en procesos identificatorios.
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Complementariamente al trabajo de desprendimiento de lo familiar, la posibilidad de investir con
libido narcisista a pares, le permite desmentir diferencias a través de estados afectivos con un objeto
que es amado porque tiene lo que a uno le falta o que desearía tener, como doble especular
complementario; mientras que como doble especular opuesto u hostil, otro es ubicado en el lugar de
lo insignificante o despreciable, lo que le permite criticar o menospreciar lo que rechaza de sí mismo.
Los procesos identificatorios que unieron al sujeto con los padres de la infancia y de la
adolescencia no desaparecen sino que forman parte constitucional del carácter.
En la juventud la construcción de un lugar propio como sujeto, ser, tiene relación directa con la
posibilidad de pensar, como síntesis de lo personal y lo social, esencial en la posibilidad de toma de
decisiones, en lo referente a la elaboración de un proyecto de vida. Y es en relación con este trabajo
de toma de decisiones que se plantea un doble proceso de duelo (en la juventud):
Freud incluye el hallazgo de objeto, el establecimiento de un vínculo amoroso con cierta o relativa
estabilidad en la juventud luego de los intentos de acercamiento al otro sexuado en los primeros
tiempos de la adolescencia. Existirían dos caminos para este hallazgo que se realiza por
apuntalamiento en los modelos de la temprana infancia y el narcisista que busca al yo propio y
lo encuentra en otros.
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En la construcción de proyectos para un futuro se incluye como posibilidad la elección de partenaire,
o pareja sexual, a quien amar, aceptando las diferencias y las limitaciones o distancias respecto de
ideales inalcanzables.
(“Trabajar” supone el sostenimiento de una actividad con cierto grado de creatividad o productividad
y no una tarea alienante-alienada)
Amar verdaderamente implicaría poder aceptar al otro con sus virtudes y sus limitaciones,
supone reconocer las diferencias entre el sujeto y el objeto de amor, confluyendo corrientes
tierna y sensual en un vínculo que adquiere cierta permanencia o estabilidad, superando e
integrando el propio narcisismo. Al amar se da lo que no se tiene, teniendo en cuanta que el amor
se enlaza con el deseo.
Junto con el amor y la elección de pareja, con el logro de una relación amorosa con relativa
estabilidad, se presenta la posibilidad de concretar la maternidad o la paternidad inserta en un
proyecto de vida. Ser padre o madre implica reconocer la inevitabilidad de la propia muerte al
ubicar al hijo como continuidad de la vida en otro ser en el que se “introduce” el propio
narcisismo, enfrentando al mismo tiempo el duelo por la muerte de los propios padres al
desplazarlos hacia el lugar de abuelos. La paternidad a igualar o a sobrepasar al propio padre,
puede llegar a provocar desde fuertes sentimientos ICC de culpa como derivación de la fantasía de
asesinato (Winnicott). Ser padre implica un complejo proceso simbólico que supera por cierto la
dimensión de la acción de procrear.
CARÁCTER
“Eso difícil de definir que se llama carácter es atribuible por entero al yo” (F). Sería la forma en
que el sujeto adquiere expresión en el yo la relación entre los sistemas YO-ELLO-SUPER YO
como producto de identificaciones diversas que marcaron la historia de la constitución
subjetiva en su conjunción con formaciones reactivas y sublimación.
El carácter hace al sujeto reconocible a través de sus manifestaciones que le dan un “sello” o
“marca” diferenciable, en cuanto a su forma de ser en el mundo y en sus relaciones con los otros.
Está construido con el material de las excitaciones sexuales y se compone de pulsiones fijadas
desde la infancia, de otras adquiridas por sublimación y de construcciones destinadas a
sofrenar unas mociones perversas. Importancia de las identificaciones con figuras significativas de
distintos momentos de la vida y también aquellas que se produjeron en vínculo que se rompieron o se
disolvieron pero dejaron marca como precipitados en el carácter.
PULSIÓN
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Los síntomas se sostienen en la energía de la pulsión sexual, son inconciliables con las restantes por
lo que son segregadas por acción de la represión. La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a la
satisfacción plena y todas las formas sustitutivas, reactivas o sublimaciones, son insuficientes
para cancelar su tensión acuciante.
Cuatro destinos: Trastorno hacia lo contrario / Vuelta hacia la propia persona / Represión /
Sublimación.
SUBLIMACIÓN
Según Lacan, la satisfacción que se obtiene con la sublimación es paradójica pues entra allí en
juego algo del orden de lo imposible, algo del orden de lo real. Implicaría el reemplazo de un goce
no conveniente, parasitario, por otro posible, acotado, vía emergencia de deseo. Lo que cambia no es
el objeto sino su posición en la estructura del fantasma, cambia la naturaleza del objeto.
La sublimación en la adolescencia tardía iniciaría el camino hacia el acatamiento de la
normatividad de la moral y las buenas costumbres definidas desde lo cultural.
SINTHOME
Término de Lacan. Es el cuarto anillo que permite a lo R-S-I mantenerse unidos, garantiza la
cohesión del nudo, a través de la compensación o suplencia de la falta o dimensión de la
función paterna (Neurosis: reforzamiento de la función del Nombre del Padre). La función del
Nombre del Padre es “dar nombre a las cosas” y de estar forcluído (como en la psicosis) tendría
consecuencias en la estructuración de la posición del sujeto.
Sinthome como un “artificio”, suplencia, tiene por función reparar el nudo en el lugar de la falla.
Solidificación o rectificación de la posición subjetiva. Sólo un “saber hacer allí con” puede ser
sinthome si cumple función de anudamiento en un lugar de falta. En tanto el sujeto pueda
nombrarse como “siendo” por su quehacer “algo” que lo identifica (caso de Joyce: “soy
escritor”). Nombrar, dar nombre, “identifica”, distingue y da existencia.
En la clínica se podrá ir descubriendo cómo y dónde podrá construirse un sinthome que sea propio
porque cada uno es responsable de su saber hacer. Un taller de creación puede ser lugar propicio en
donde el decir, a través de diversas formas de expresión estética o de quehacer laboral, encuentre
medios para realizar su sinthome.
Cada quien en lo esperable, ubicará una actividad y un material que la sostenga, que provoque
goce y con esto y una nominación para el sujeto como quien a aquella se dedica y así se
apuntala la estructura y se sostiene el yo.
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La construcción y el fortalecimiento del sinthome están en relación con los avatares de la
constitución subjetiva, por lo que en la adolescencia algo referido a un replanteo o a la consolidación
del sinthome está en juego.
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LA ANGUSTIA EN LA CLÍNICA CON ADOLESCENTES
En los últimos años comenzaron a presentarse con frecuencia en la clínica una serie de conductas
auto lesivas voluntarias. Encontraremos un déficit en la disponibilidad de recursos psíquicos de
mayor nivel de complejidad para hacer frente al conflicto y la angustia; la agresión hacia el
objeto se dirige al sujeto.
Las acciones son descargas de una tensión que no puede ser cualificada. El dolor físico puede ser
utilizado para aliviar o anestesiar el sufrimiento psíquico.
En adolescentes gravemente perturbados, los cortes en la piel serían modos de hacer borde donde
no lo hay o donde es precario. La conducta masoquista puede ser un intento de apuntalar a un self
tambaleante. El placer y el dolor actúan recortando ciertos estímulos con respecto al resto,
contribuyendo a definir como real lo q tenga esas cualidades (si algo duele, o si produce placer,
entonces existe). Lo que debió ser sentido y pensado, escapa la simbolización y se convierte en
una acción ejecutada sobre la piel. Se produce la acción pulsional directa a través del cuerpo.
El sistema educativo: Fallas en el nivel medio: Por un lado falla estructural de no generar las
competencias básicas para enfrentar nuevas exigencias académicas; y por otro no haber desplegado
alternativas de “la ley simbólica cuya función es anudar el deseo del sujeto a la ley social”. Se debe
pensar en la práctica de la orientación como una tarea imprescindible del esclarecimiento e
información q le permita a un sujeto establecer recorridos q lo capacite para abordar dudas e
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interrogantes desde una posición pensante, crítica y creativa q permita un movimiento de búsqueda y
definición.
El mundo del trabajo: Cambios en el mercado laboral y las demandas sociales de empleo; la
globalización acentuó la desigualdad social. Incertidumbre ante estos cambios y la permanente
transformación del mercado.
Tarea de facilitar el encuentro de los jóvenes con la incertidumbre q permita desenmascarar y
cuestionar la trama socio-económica y cultural q muestra ideales y verdades únicas para dar cuenta
de elecciones lo menos discordantes posible con sus creencias y deseos.
Trabajo del duelo, la pérdida tiene consecuencias en la vida anímica del sujeto (Ej, perdida de
trabajo, de ser amado, de expectativas o probabilidades, debilitamiento de objetivos o proyectos
vitales). El duelo patológico se haya ligado a las actuaciones transgresoras.
Lo que se perdió (ser amado, posición económica, trabajo, etc) eran puntos de anclaje que brindaron
al sujeto cierto reconocimiento de ser. Con el duelo queda implícita la propia muerte, hay una doble
pérdida: del objeto amado y del sujeto en ese espacio de amor. No es ante cualquier pérdida que
sobreviene el duelo sino cuando esta arrastra un pedazo del sujeto. Es la existencia la que se
pone en juego.
En la clínica se escucha que ahora que perdió el amor/puesto en la empresa/etc ya no tiene nada por
lo que vivir, que “es nada”, apelándose a una identificación con lo inanimado. Identificación que
puede tomar diferentes formas de expresión en el discurso, significando el desfallecimiento de la
imagen especular y el estrechamiento o clausura del horizonte para la propia vida. El orden
simbólico se trastoca y es en referencia a la imagen de quien partió desde donde el sujeto se anuda, y
ya no se enuncian preguntas por lo que perdió sino que se hace frente a lo real de la pérdida
con la certeza de que lo que se perdió fue el propio sujeto, y como consecuencia, el sentido de la
vida.
Aparece el odio como posibilidad de ligar la palabra a la imagen del objeto perdido, pero que en la
melancolía se vuelve contra la propia persona. Se afirma la negación de su existencia, quedando
todo el tiempo al borde del acto con riesgo de la propia vida como forma de poner fin a su dolor de
existir.
En el mejor de los casos es el acting out, que está dirigido a Otro y supone una demanda de amor.
Cuando el cuarto nudo (sinthome) se muestra frágil o débil para sostener la cohesión del nudo
borromeo de 3, puede buscarse una supuesta salida: a través del acto, como salida del mundo
simbólico y como cultivo puro de pulsión de muerte, la agresión puede manifestarse en
violencia hacia la propia persona o hacia otros.
Ante la injusticia o la violencia social (o bien cuando se supone que existen), la actuación
transgresora lejos está de constituirse en respuesta valedera a aquella, es una búsqueda de salida
individual dentro de las patologías del acto.
En las patologías del acto (intentos de suicidio, drogodependencias, actuaciones trasgresoras) la
impulsión o la tendencia a pasar al acto es el recurso utilizado en tanto si bien el sujeto en estas
problemáticas habita el lenguaje no puede apelar a este en ciertas circunstancias en las que el
afecto desborda el procesamiento psíquico. En las patologías del acto el sistema protector o
entramado de contención constituido por el lenguaje tiene puntos de debilidad o fallas, no
alcanzando para impedir que el sujeto quede a merced del goce del Otro (no teniendo eficacia
para ponerle limite a dicho goce)
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En el acto se perfila un sujeto en una posición de goce silencioso, en el terreno del
autoerotismo, un goce apartado de la palabra. Un apelar al acto con el cual es sujeto supone poder
ponerse a salvo de la castración.
Es la función paterna la que permite poner coto al goce materno (producciones diversas pueden
instalarse en procura de ese objetivo, pero la privilegiada es el lenguaje), resultado de procesos
intelectuales superiores. El pasaje de la madre al padre puede ser entendido como
transmutación de goce: de un goce casi mitifcable (arcaico) a formas de goce fálico (enlazado a
la palabra, al STE; procesos superiores, reflexiones, juicios)
Cuando en esa transmutación se producen fallas, es posible ubicar vacilaciones o fracasos en la
reconstrucción del fantasma. La presentificación de un goce arcaico es fuente de impulsiones y
formas de acting out y pasaje al acto.
Hay tres caminos frente a la privación: - La palabra cuando la reconstrucción del fantasma se
produce adecuadamente en la adolescencia y el sujeto busca caminos posibles creativamente /
- Puede caerse en la resignación, duelo patológico (regresión del narcisismo y a la fase sádica,
suicidio) / - Salida a través del acto (acting out o pasaje al acto) puede conducir a la transgresión.
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el sujeto se barra de una forma tan radical q se “hace” objeto. Es un exceso, el
sujeto se pone en el lugar de la falta del Otro, en el lugar del objeto. Es condición del
pasaje al acto la ID al objeto q se le supone a ese Otro. Hay un exceso q empuje a lo
real, q es un saber q se rechaza reconocer como tal.
Padre real como aquel que soporta lo real como imposible, (no el de la realidad cotidiana o
biológica). El padre real es el agente de la castración simbólica.
Padre simbólico implica una función que procura imponer la ley y armonizar el deseo en el
complejo de Edipo. Se trata del padre muerto.
Padre imaginario remite a una configuración de todos los constructos imaginarios incluidos
en el fantasma en derredor de la figura del padre. Es el agente de la privación en el segundo
tiempo del Edipo.
Satisfecho el odio con el crimen, el amor cobra valor y por vía de la identificación se instituye el
superyó, al que se le atribuye el poder del padre a modo de castigo por la agresión llevada a cabo.
Este asesinato se encuentra en el fundamento del retorno del amor, de la instauración del vínculo
social. ¿A qué nos referimos con lo social? Podemos definir el lazo o vínculo social, como una
estructura en cuya articulación el adolescente se encuentra alienado, identificado de manera
inexorable. A esta estructura también la solemos llamar discurso, que como tal involucra por un
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lado, un modo de relación y por otro, la circunscripción de ciertos modos del goce. Lo social, en
tanto vinculado al asesinato del padre varía en función de una específica versión del Padre. El
padre freudiano, en todas sus versiones es considerado como un concepto límite, de corte.
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El lazo social implica la identificación al síntoma, a la suplencia del nombre del padre. Esta
identificación remite al «tú eres esto» redactado por la prosa de Joyce. De alguna manera, el joven
se constituye en un sujeto joyceano en la medida que le pone un nombre a aquello de lo que no
se puede decir nada más. El síntoma o suplencia, por una parte, es una forma de goce por la muerte
del padre primordial, imposible para el sujeto y por otra, se vincula a la verdad inconsciente de un
deseo de muerte del padre.
En cuanto a las formas de consumo de drogas, suele diferenciarse entre uso, abuso y adicción:
Adicción a drogas:
El consumo de drogas es tan antiguo como la historia de la civilización, son diversas las causas o
“motivaciones” del consumo así como también la consolidación de la drogadicción propiamente
dicha. La diversidad de factores intervinientes en la aparición y desarrollo de las adicciones permite
considerarlas un problema multi causal,. determinado no solo por factores biológicos y psicológicos
sino también por razones sociales y culturales
Desde la perspectiva que propone el psicoanálisis la relación se invierte (droga –> sujeto): es el
sujeto quien construye a la droga como tal, le otorga valor de droga. No es el drogadicto quien,
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en tanto consume reiteradamente una sustancia queda dependiendo de ella por su acción, por los
efectos que produce, sino que el sujeto le da estatuto o lugar de tal a determinada sustancia que
se constituye en droga para sí, pero puede no ser droga para otros. Así pues, no es droga cualquier
sustancia, sino la que el sujeto define para sí como droga, otorgándosele importancia al sujeto en esta
relación. SUJETO DROGA
En una carta dirigida a Fliess Freud dice “la masturbación es el único gran hábito que cabe designar
«adicción primordial», y las otras adicciones sólo cobran vida como sustitutos y relevos de aquella
(el alcoholismo, morfinismo, tabaquismo, etc.)”.
Como drogadicto, desde el psicoanálisis, se designaría a un sujeto que ha entablado cierto lazo
con una sustancia, droga, y él mismo supone que por proclamarse de tal manera, como
autodefinición, o como carta de presentación, los demás podrían construir los atributos
relativos a su ser. El aceptar definirse como tal lo ubica, en bruta o masiva identificación, en cierto
lugar de no falta, y la droga le facilitaría poder sortear el problema de reconocer las diferencias,
incluidas en éstas las sexuales, le evita tener que vérselas con los enigmas fundamentales: muerte y
sexualidad, con la falta y con lo des-semejante.
La droga ofrece un goce por el cual puede llegar a perderse el sujeto como tal, el sujeto de la
palabra, re-jerarquizándose la dimensión de la necesidad en la adicción a drogas propiamente dicha.
Podríamos pensar que es posible hablar de un “sujeto del goce”, que porta “la solución” por medio
de la cual obtiene un goce que no pasa por el Otro.
En las patologías del acto el sistema protector o entramado de contención constituido por el
lenguaje tiene puntos de debilidad o fallas, no alcanzando para impedir que el sujeto quede a
merced del goce del Otro, no pudiendo hacer uso del lenguaje o no teniendo eficacia el mismo
para ponerle límite a dicho goce.
Las patologías del acto se construyen como configuraciones clínicas o recursos destinados al intento
de eludir la angustia desbordante o la intensa depresión que imposibilitan todo procesamiento
psíquico, desdibujado el fantasma, acudiéndose a recursos que se encuentran en la gama del acto o
del actuar, en un decir sin palabras que adquiere envergadura de repetición producido un
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cortocircuito en el pensar. En tal caso habría devaluación de la dimensión simbólica, y no se podría
hablar de síntoma propiamente dicho, desde una perspectiva psicoanalítica. El acto, en cualquiera de
sus formas, se encuentra por fuera de la dimensión del lenguaje, buscando el sujeto por su intermedio
un atajo o desvío que eluda la angustia que no ha podido ser tramitada por la vía del síntoma o
procesada en el pensar.
Hacerlo por placer o buscando encontrar fuerzas cuando las propias flaquean, en
búsqueda de sostén identificatorio, como primera posición.
Se ubica a la sustancia en el intento de reforzar el esfuerzo desmentidor o renegatorio,
patológico, ante la ley en sus diversas manifestaciones, en la otra.
Es entendible entonces que en caso de los adolescentes e apego a drogas se presente en relación con
las dificultades inherentes a la tramitación de los duelos. Las sustancias intoxicantes vendrían al
lugar de facilitar una sutura ante dificultades propias del esfuerzo identificatorio en ciertos sujetos y
en determinadas situaciones de pérdida importantes. Las drogas facilitan al sujeto poder escapar al
peso de la realidad.
Las bebidas alcohólicas, como otras drogas, se encuentran presentes desde tiempos inmemoriales en
la historia de la humanidad. En el beber circunstancial en festividades varias o en simples reuniones
de amigos el vino o la cerveza suelen oficiar de facilitadores del acercamiento entre quienes circula,
al producir rebajamiento de la censura a través de sus efectos embriagadores. Las bebidas
espirituosas tendrían desde esta perspectiva la "virtud" de dotar a quien bebe de las fuerzas
necesarias para triunfar sobre los límites materiales, al darle “ánimo”. Esta operación
supondría, desde lo inconsciente, la pretensión de tener éxito en el esfuerzo por oponerse a la
existencia de una realidad traumatizante o desquiciante. Hasta aquí, es clara la relación de los
jóvenes, y de los no tan jóvenes, con las bebidas alcohólicas como recurso buscado cuando el valor
flaquea, pudiéndose pensar que en forma circunstancial, o incluso recurrente durante cierto tiempo,
pueden ser buscadas como garantía supuesta de sostén identificatorio en el trabajo de procesamiento
de duelos “adolescentes”.
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Podríamos decir, recurriendo a Lacan, que en la problemática de las patologías del acto,
drogadicción y alcoholismo incluidos en ellas, habría un déficit importante en la función paterna,
en el significante del Nombre del Padre. El sujeto no posee sostén identificatorio suficientemente
fuerte como para "bancarse" o soportar la angustia o la depresión.
No podríamos sostener que por el hecho de que haya consumo de drogas se pueda hablar de un
“caso” de drogodependencia, en tanto en esta circunstancia la droga puede presentarse como
refuerzo del sostén identificatorio durante un tiempo y luego es abandonada u ocupa un lugar
accesorio según la elaboración en cada quien realizada. El problema se plantea cuando el “ser
drogadicto” se instala como carta de presentación con la que supone el otro debe poder
construir los atributos relativos a su “ser”, y es “la” solución que se construye para,
supuestamente, responder a los enigmas de la vida, a los límites o a la castración. Estaríamos en
tan circunstancia en presencia de lo q denominábamos “patologías del acto”
Etimológicamente, suicidio proviene del latín: sui (si mismo) cidium (matar), “atentado contra la
propia vida”, “matar-se”.
Altruista: Cuando el sujeto asume la necesidad de su muerte como acto heroico por el bien
de la sociedad o del grupo del que forma parte, generalmente con una marca fuerte de lo
religioso en el amplio sentido de la palabra.
Egoísta: Se enmarca en el terreno de una decisión individual, que no considera a los otros, y
que presenta cuando hay disgregación o pérdida de cohesión de una sociedad y fallas en su
función de sostén social.
Anómico: Se presentaría en una sociedad con un sistema normativo debilitado y con
derrumbe de los valores sociales según Durkheim, lo cual se podría enlazar en lo individual
con la ausencia de Ley y la desprotección total para los sujetos que se encontrarían entonces
en total desamparo.
Desde la psiquiatría se considera que las conductas suicidas pueden acompañar a muchos trastornos
emocionales como la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Así pues, más del 90% de
todos los suicidios se relacionarían con trastornos emocionales u otras enfermedades psiquiátricas.
Tres categorías:
Suicidio y psicoanálisis
Es clara para Freud la relación que existiría entre el suicidio y un estado de duelo en la dimensión de
la melancolía. Destaca que la energía psíquica para matarse derivaría del deseo de matar a alguien
con quien se ha identificado, volviendo hacia sí dicho deseo de muerte.
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El principio general del funcionamiento psíquico, que marca que el aparato psíquico tiene como tarea
fundamental reducir al mínimo la tensión, queda subsumido a la pulsión de muerte, es decir, a la
tendencia general de los organismos no ya a reducir la excitación sino a volver a un estado primitivo
o punto de partida: a la muerte. El sadismo entonces, bajo ciertas condiciones, puede ser introyectado
de nuevo, como masoquismo secundario que viene a añadirse al originario, dando nuevas fuerzas a la
pulsión de muerte que puede volver contra la propia persona en el intento de suicidio o en patologías
del acto diversas.
Hoy en día, cuando es precisa una definición del momento de la muerte, se considera que este
corresponde al momento en que se produce la irreversibilidad de este proceso. El acto para
conseguirlo es lo que se llama “suicidio”. Lo contrario, es el deseo de vivir que se expresa en el
“instinto de sobrevivencia”.
La inevitabilidad de la propia muerte se presenta como un juicio ante el cual el hombre muestra su
flaqueza. Intelectualmente, desde el saber conciente, todos aceptamos la posibilidad de la muerte
propia, pero hay renuencia a reconocer que puede ocurrir, estamos en el terreno de la desmentida.
El acto suicida es definido como aquel en que se pretende quitar la vida propia guiado por un
deseo de muerte. Este acto no implica que su intención siempre sea lograda, pero sí que se cuenta
con una ideación suicida, un plan y las herramientas para llevarlo a cabo.
El acto, en cualquiera de sus formas, se sitúa por fuera de la dimensión del lenguaje. Es decir que la
angustia no puede ser tramitada por la vía del síntoma o procesada por el pensar.
Lacan, por su parte, postula al acto como derivación de la certeza, y lo ubica lindante con la angustia
en tanto habría cierto intento de tramitación de la misma por medio de la acción
Es posible diferenciar como modalidades del acto, si bien ambas son recursos contra la angustia:
acting out, como interpelación al analista a través de una acción, en un exigir una respuesta
faltante o una respuesta diferente a la otorgada, y que derivaría de las dificultades del analista
en cuanto a su posición, respecto de su lugar. Lo ubicamos pues en el contexto del análisis y
supone el establecimiento de cierto nivel de transferencia, así como también respecto de
transferencias fuera del vínculo analítico.
pasaje al acto, como un movimiento de salida de la escena, suponiendo el sujeto que no hay
Otro que lo sostenga en su angustia. Hay un intento de salida de la red simbólica hacia lo real,
como en la fuga y el vagabundeo. Por ejemplo, “dejarse caer”, el precipitarse, como peculiar
del pasaje al acto sería caer como el objeto a, como resto de la significación.
El acting out es un mensaje simbólico dirigido al gran Otro, mientras que un pasaje al acto es
una huida respecto del Otro, hacia la dimensión de lo real.
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En el acto, no en el acting out sino en el verdadero acto: en el pasaje al acto suicida, el sujeto intenta
liberarse de los efectos del significante y lo logra con su muerte, porque el único acto exitoso, dice
Lacan, es el acto suicida logrado o consumado. El intento de suicidio, como pasaje al acto, se situaría
del lado de lo irrecuperable, de lo irreversible, en tanto habría traspaso o franqueamiento de la escena
al encuentro de lo
La muerte propia es muerte de Otro, porque con lo que se propone terminar a través del acto es
con la palabra que provoca angustia o desesperación o deja al sujeto en la más devastadora o
mortífera desolación.
Desde la perspectiva que propone el psicoanálisis es posible considerar que la muerte es, para el
sujeto de la palabra, simple y llana supresión o ausencia de toda palabra. En esta línea de
pensamiento, Lacan sostiene que en el intento de suicidio el sujeto pretendería rechazar el lugar
simbólico en el cual el Otro lo ubicara. En el pasaje al acto suicida habría desestimación de la
red simbólica a través de la acción, desprendiéndose del lazo social, quedando el sujeto como puro
objeto, cayendo como objeto a, como resto.
Así pues, desde el psicoanálisis, retomando las afirmaciones que sostenían que en el suicidio habría
un deseo de matar a otro, es evidente que el suicida supone triunfar sobre ese Otro inconsistente,
herirlo de muerte o matarlo, con su propia muerte, como recurso último, ofreciendo su desaparición
como sujeto y quedando como resto, como cosa, definitivamente, sin pretender un después.
Anorexia: búsqueda desenfrenada de pérdida de peso, miedo al aumento del mismo, distorsión de
la imagen corporal, amenorrea (por lo menos tres períodos) y negación del riesgo clínico que puede
acarrear la malnutrición.
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Dos modalidades en las que la anorexia aparece:
Cuando hay rehusamiento de lo femenino se produce una disyunción entre el cuerpo mediatizado por
el significante, la imagen del cuerpo y el organismo, convirtiéndose en siniestro, reflejando aquello
que da cuenta de la mirada de un otro. En el espejo de la anoréxica la sexualidad desaparece. Aquello
que debería quedar invisible queda visible, no adquiere el velamiento amoroso que recubre lo sexual.
La anorexia en su vertiente neurótica se presenta como expresión de las dificultades en la
asunción de la genitalidad y de lo femenino. Es en el momento de los cambios puberales que el
cuerpo denuncia formas de mujer y se constituye en una de las exigencias de trabajo psíquico la
asunción de la genitalidad.
El conflicto aparece fundamentalmente expresado a nivel del cuerpo y de la imagen del mismo
con escenas con un componente altamente autoerótico centrado en la circulación a través del tracto
digestivo del alimento, en un control constante de lo tragado y lo expulsado. Esta complejidad se
presenta, justamente, en un momento de la vida de un sujeto que implica la búsqueda para sí de un
lugar simbólico y singular, la adolescencia. Entonces, este cuerpo de la adolescencia vehiculiza
interrogantes acerca de qué quiere el Otro y respecto de qué es ser mujer.
La anorexia ofrece descompletar al Otro con su propia pérdida. La desmentida coloca un cuerpo
ofreciendo el ideal estético por su delgadez extrema, delgadez que nunca se alcanza.
Cuando la anorexia es una formación sintomática, la anorexia funciona como una provocación
dirigida al Otro, como un interrogante sobre su deseo. El eje central es cómo faltarle al Otro, es
decir: cómo poder escribir en el Otro una falta, cómo poder hacerle desear
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La Anorexia como expresión de las “patologías del acto”
El pasaje al acto no necesita de la mirada del Otro y consiste en la separación radical de la escena,
del Otro. En las patologías del acto, la impulsión o la tendencia a recurrir al acto, en sus dimensiones
acting out y pasaje al acto, es el recurso utilizado en forma prioritaria en tanto si bien el sujeto en
estas problemáticas habita el lenguaje no puede apelar al mismo.
En las patologías del acto, la impulsión es la tendencia a actuar negativamente, en contra del cuerpo
y/o del sujeto. Estos recursos son utilizados cuando el sujeto no puede apelar a lo simbólico y un
afecto de intensidad desbordante hace imposible todo procesamiento psíquico.
a) Una alteración perceptual, que se manifiesta en la incapacidad de las pacientes para estimar con
exactitud el tamaño corporal
b) Una alteración cognitivo-afectiva hacia el cuerpo. Que se manifiesta por la presencia de
emociones o pensamientos negativos por culpa de la apariencia física.
Podríamos definir como distorsión de la imagen corporal al “desajuste entre aquello que la
adolescente dice de sí y los parámetros establecidos para evaluar el peso esperable en cada ser
humano”, considerando el fenómeno de la distorsión de la imagen corporal como expresión de
la distorsión perceptual y la insatisfacción consigo mismo.
Las “patologías del acto” muestran que algo no tramitado y sin anclaje en la palabra retorna como
una búsqueda “loca” de salida ante la angustia a través del acto, como acting out o pasaje al acto, o
encarnándose en el cuerpo, en procura de encontrar un lugar simbólico propio, pero, como este
accionar lleva el sello inconfundible de la pulsión de muerte el fracaso es inevitable, quedando al
sujeto en un oscuro callejón que sólo puede conducir a “nada” de deseo.
Pareciera ser que la anorexia y la bulimia constituyen formas muy peculiares que plantean
ciertas adolescentes de cómo se sitúan en torno a la feminidad y a la sexualidad. Sabemos que la
adolescencia es un fenómeno cultural, individual y vincular muy propicio para desarrollar conductas
ligadas a la acción, es decir fenómenos que son una respuesta que da el sujeto frente a lo imposible
de decir. Es un momento de profunda desestabilización del cual no se sabe cómo saldrá parado el
individuo.
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La sociedad actual: Caída de una serie de certezas que en la modernidad servían de apoyatura a un
conjunto de ideales que se ofrecían como sostén y anclaje de los hombres y sus sociedades. Los
jóvenes de hoy se enfrentan a un doble desborde: no hallan bordes en lo social (por la caída de
ideales); por el otro existe un desborde pulsional por la irrupción de la tensión genital, que corta
ligaduras representacionales y ocasiona un trauma psíquico en donde faltan palabras.
La alimentación: Es ante todo una actividad vincular. El niño desarrolla sus experiencias inaugurales
de contacto con otro significativo a través del acto alimentario e incorpora no solo alimento a su
organismo sino también a su mente. Con el tiempo el niño irá transformando la dimensión especular
de la alimentación en un acto simbólico por medio del cual incorpora y adquiere también una
identidad cultural, religiosa y grupal.
Se da la identificación primaria, un estado de fusión entre el bebé y el objeto (vivido como parte del
yo); una relación narcisista en la que madre y el bebé se sienten completos (sentimiento oceánico).
Estas identificaciones atañen al ser y su desarrollo implica que el yo ha alcanzado un sentimiento de
existencia, de ser un sujeto para el otro. Cuando este proceso fracasa, el goce que obtiene con el
atracón y el vómito lo fijan a esa posición, donde encuentra algo que lo asegura y por lo cual ¨es¨.
La subjetividad se construye, entonces, a partir de la relación con otro (la madre). El niño
aceptará la demanda de la madre de ser alimentado o no, no tanto por el objeto en sí, sino por el
hecho de decir sí o no al Otro.
Lacan decía en relación a la anorexia, que la madre “confunde sus cuidados con el don de su amor”
y por lo tanto, se entromete y ahoga al niño con su “papilla asfixiante”. Esto es una madre que lejos
de dar lo que no tiene (la falta) suministra lo que sí tiene (la comida) y el bebé al negarse a
satisfacer la demanda de la madre, intenta exigirle a la madre que tenga un deseo por fuera de él.
Spitz demostró que lo que alimenta al niño es más el amor que la comida. Estudió cómo incide
sobre la vida o la muerte del bebé la presencia de la madre.
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Winnicott plantea que para el advenimiento de un verdadero self es requisito fundamental que el
bebé cuente con una madre empática y un ambiente facilitador que lo sostenga (holding) frente a
la no integración y desorganización primitiva. El ¨sostén¨ permite integrar mecanismos psíquicos
y constituir una relación de objeto. Winnicott sostiene que el vacío primario es un requisito previo al
anhelo de recibir algo dentro de sí, de ¨ser llenado¨. Estos pacientes poseen ¨miedo al derrumbe¨
entendido éste como una falla en la organización de las defensas que sostienen al self. El self
organiza defensas para evitar el derrumbe de su organización psíquica pero nada puede hacer si tal
derrumbe proviene de un hecho externo como la falla ambiental (ausencia de madre empática).
Las pacientes con anorexia y bulimia sienten el terror al vacío ya experimentado y vivenciado
como agujero que se intenta controlar mediante el no comer (anorexia), y que fracasa en el
descontrol de un atracón (bulimia). Así, se repite una actitud materna en la cual el sujeto se tapa,
se ahoga. Se trata de una actitud descualificada de afectos a donde la paciente se da de baja a sí
misma, sin sentimientos negativos, pero sin haber podido construir su subjetividad y desestimando su
propio sentir –tal como su madre-; donde el temor a la muerte no existe porque la muerte ya
aconteció.
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