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“Las cuestiones principales son éstas: ¿Por qué la ontología fundamental surge de una
analítica existenciara? ¿Qué quiere decir aquí “existencia”? Y ¿en qué medida la
analítica existenciaria como historia metafísica y “humanitas” obtiene su sentido del
concepto pleno de metafísica?” (p. 182)
“La ontología fundamental es siempre sólo una repetición de esta antigüedad, de este
pasado. Pero éste se nos trasmite en la repetición sólo si le damos la posibilidad de
transformarse. Puesto que estos problemas lo exigen, de acuerdo a su esencia. Todo
esto, como ha de mostrarse, tiene su fundamento en la historicidad de la comprensión
del ser”. (p. 182)
“La antigüedad no debe ser superada [...] nosotros nos esforzamos en procurar a estos
problemas fundamentales, es decir, a la metaphysica naturalis que se encuentra en el
Dasein mismo, una ocasión para transformarse. Esto es lo que entiendo por
destrucción de la tradición. No se trata de eliminar los últimos dos milenios para dejar
sitio en el que ponernos nosotros mismos”. (p. 183)
“Por resueltamente que debamos encontrar otra vez el camino de vuelta a la fuerza
elemental de los problemas centrales comprendidos en su universalidad y radicalidad”.
(p. 183) Se trata de “hacer madurar y preparar la posibilidad de nuevos orígenes”. (p.
183) Para esto “no se requiere la previsión de éstos, sino, en virtud de la finitud del
Dasein, sólo el trabajo constante en las posibilidades fácticas. Puesto que filosofar es
esencialmente una cuestión de la finitud, toda concreción de la filosofía fáctica debe
caer víctima también de lo fáctico”. (p. 183) “No hay que dejar a un lado el peculiar
breve aliento del preguntar y pensar, sino que requiere de nuestro esfuerzo para no
caer inadvertidamente víctimas de él”. (p. 183)
“La finitud de la filosofía no consiste en que se tope con límites y no pueda ir más allá
de ellos, sino en que, en la simplicidad de su problemática central, esconde una
riqueza que exige una y otra vez un nuevo despertar”. (p. 184)
A PARTIR DE AQUÍ
“Puesto que hay ser sólo cuando ya el ente está en el ahí, en la ontología fundamental
se encuentra latente la tendencia a una transformación metafísica originaria que es
posible sólo cuando el ser es comprendido en su problemática total. La necesidad
intrínseca de que la ontología vuelva a allí de donde partió se puede aclarar mediante
el fenómeno originario de la existencia humana: que el ente “ser humano” comprende
el ser; en el comprender el ser se encuentra a la vez la realización de la distinción
entre el ser y el ente; hay ser sólo cuando el Dasein comprende el ser. Con otras
palabras: la posibilidad de que haya ser en el comprender tiene como presupuesto la
existencia fáctica del Dasein, y ésta, por su parte, la subsistencia fáctica de la
naturaleza. Precisamente en el horizonte del problema del ser planteado radicalmente
se muestra que todo esto sólo es visible y puede ser entendido como ser cuando existe
ya una totalidad posible de entes”. (p. 184)
“De aquí se sigue la necesidad de una peculiar problemática que tiene como tema al
ente en su totalidad. Este nuevo planteamiento de la cuestión se encuentra en la
esencia de la ontología misma y se produce a partir de su conversión, su metabolê.
Designo esta problemática como metontología. Y aquí, en el círculo del preguntar
metontológico-existencial, está también el círculo de la metafísica de la existencia
(sólo aquí pueden situarse las cuestiones de la ética).” (p. 184)
“También las ciencias positivas tienen como tema suyo los entes, pero la
metontología no es una óntica sumaria en el sentido de una ciencia general que
reuniese empíricamente los resultados de las ciencias particulares en una, digamos,
imagen del mundo, para obtener de ella una concepción del mundo y de la vida. En
cierto modo, algo así está vivo en el Dasein precientífico, aunque esto tiene, sin
embargo, otra estructura; la posibilidad y la estructura de la concepción natural del
mundo es un problema por sí mismo”. (pp. 184-185)
“No necesitamos sólo la analítica en general, sino que debemos, por así decir, generar
la ilusión de que la tarea de cada momento es la única y necesaria. Sólo quien
comprende el arte de existir, considera, en su obrar, lo que en cada momento obtiene
como totalmente único, y, al mismo tiempo, sin embargo, se da cuenta de la finitud de
este actuar, sólo él comprende la existencia finita y puede esperar realizar algo en ella.
Este arte de existir no es la auto-reflexión, que es una caza desinteresada, para
husmear motivos y complejos, a partir de los cuales se alcanza un reposo y la dispensa
de actuar, sino que es únicamente la claridad del obrar mismo, la caza de genuinas
posibilidades”. (pp. 185-186)