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Tejiendo de otro modo
aquí que, al comparar el proceso intrusivo de la colonia y, más tarde, del Estado
republicano en los otros mundos, con el orden de la colonial/modernidad y
su precepto ciudadano, no solamente iluminamos el mundo de la aldea sino
que también y sobre todo accedemos a dimensiones de la República y del
camino de los Derechos que nos resultan en general opacas, invisibilizadas por
el sistema de creencias ––cívicas, republicanas–– en el que estamos inmersos,
es decir, por la religiosidad cívica de nuestro mundo. También, me gustaría
hacer notar que el análisis de lo que diferencia el género de uno y otro mundo
revela con gran claridad el contraste entre sus respectivos patrones de vida en
general, en todos los ámbitos y no solamente en el ámbito del género. Eso se
debe a que las relaciones de género son, a pesar de su tipificación como ‘tema
particular’ en el discurso sociológico y antropológico, una escena ubicua y
omnipresente de toda vida social.
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Colonialidad y patriarcado moderno
Y una tercera posición, por mí aquí representada, respaldada por una gran
acumulación de evidencias históricas y relatos etnográficos que muestran de forma
incontestable la existencia de nomenclaturas de género en las sociedades tribales
y afro-americanas. Esta tercera vertiente identifica en las sociedades indígenas
y afro-americanas una organización patriarcal, aunque diferente a la del género
occidental y que podría ser descripta como un patriarcado de baja intensidad,
y no considera ni eficaz ni oportuno el liderazgo del feminismo eurocéntrico.
En este grupo podemos mencionar a las pensadoras feministas vinculadas al
proceso de Chiapas, que constituyó una situación paradigmática de resolución
de las tensiones derivadas de la dupla inserción de las mujeres en la lucha de
los pueblos indígenas y la lucha en el frente interno por mejores condiciones de
existencia para su género.4
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Tejiendo de otro modo
Esto indica, por un lado, que el género existe, pero lo hace de una forma diferente
que en la modernidad. Y por el otro, que cuando esa colonial modernidad se le
aproxima al género de la aldea, lo modifica peligrosamente. Interviene la estructura
de relaciones de la aldea, las captura y las reorganiza desde dentro, manteniendo
la apariencia de continuidad pero transformando los sentidos, al introducir un
orden ahora regido por normas diferentes. Es por eso que hablo, en el título, de
verosimilitud: las nomenclaturas permanecen, pero son reinterpretadas a la luz del
nuevo orden moderno.7 Esta cruza es realmente fatal, porque un idioma que era
jerárquico, en contacto con el discurso igualitario de la modernidad, se transforma
en un orden super jerárquico y [desarraigado], debido a los factores que examinaré
a seguir: la superinflación de los hombres en el ambiente comunitario, en su
papel de intermediarios con el mundo exterior, es decir, con la administración del
blanco; la emasculación de los hombres en el ambiente extra-comunitario, frente
al poder de los administradores blancos; la superinflación y universalización de
la esfera pública, habitada ancestralmente por los hombres, con el derrumbe y
privatización de la esfera doméstica; y la binarización de la dualidad, resultante de
la universalización de uno de sus dos términos cuando constituido como público,
en oposición a otro, constituido como privado.
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Colonialidad y patriarcado moderno
Ilustro con un ejemplo lo que sucede cuando llegamos con los talleres de la
Coordinación de Mujeres de la Fundación Nacional del Indio a las aldeas a hablar
con las mujeres indígenas sobre los problemas crecientes de violencia contra ellas,
cuyas noticias llegan a Brasilia. Lo que ocurre, en general, pero muy especialmente
en áreas donde la vida considerada ‘tradicional’ se encuentra supuestamente más
preservada y donde hay más consciencia del valor de la autonomía frente al
Estado, como es el caso de los habitantes del Parque Xingú, en Mato Grosso, es
que los caciques y los hombres se hacen presentes e interponen el argumento
de que no existe nada que el Estado deba hablar con sus mujeres. Sustentan
este argumento con la verdad verosímil de que su mundo “siempre fue así”: “el
control que nosotros tenemos sobre nuestras mujeres es un control que siempre
tuvimos sobre ellas”. Sustentan este enunciado, como anticipé en las páginas
anteriores, con un argumento culturalista, y fundamentalista por lo tanto, en que
se presupone que la cultura no tuvo historia. Arlette Gautier llama a esta miopía
histórica “el invento del derecho consuetudinario” (Gautier 2005: 697).
La respuesta, bastante compleja por cierto, que les devolvemos, es: “en parte sí, y
en parte no”. Porque, si siempre existió una jerarquía en el mundo de la aldea, un
diferencial de prestigio entre hombres y mujeres, también existía una diferencia,
que ahora se ve amenazada por la ingerencia y colonización por el espacio
público republicano, que difunde un discurso de igualdad y expele la diferencia
a una posición marginal, problemática ––el problema del ‘otro’, o la expulsión del
otro a la calidad de ‘problema’. Esa inflexión introducida por la anexión a la égida,
primero, de la administración colonial de base ultramarina, y, más tarde, a la de
la gestión colonial/estatal, tienen, como el primero de sus síntomas, la cooptación
de los hombres como la clase ancestralmente dedicada a las faenas y papeles del
espacio público con sus características pre-intrusión.
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Tejiendo de otro modo
Las mujeres y la misma aldea se vuelven ahora parte de una externalidad objetiva
para la mirada masculina, contagiada, por contacto y mímesis, del mal de la distancia
y exterioridad propias del ejercicio del poder en el mundo de la colonialidad. La
posición de los hombres se tornó ahora simultáneamente interior y exterior, con
la exterioridad y capacidad objetificadora de la mirada colonial, simultáneamente
administradora y pornográfica. De forma muy sintética, que no tengo posibilidad
de extender aquí, anticipo que la sexualidad se transforma, introduciéndose una
9 Nota de la autora para esta publición: Sobre este tema, ver también Assis Climaco (2009).
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Colonialidad y patriarcado moderno
Son también parte de este panorama de captación del género pre-intrusión por
el género moderno el secuestro de toda política, es decir, de toda deliberación
sobre el bien común, por parte de la naciente y expansiva esfera pública
republicana, y la consecuente privatización del espacio doméstico, su otrificación,
marginalización y expropiación de todo lo que en ella era quehacer político. Los
vínculos exclusivos entre las mujeres, que orientaban a la reciprocidad y a la
colaboración solidaria tanto ritual como en las faenas productivas y reproductivas,
se ven dilacerados en el proceso del encapsulamiento de la domesticidad como
‘vida privada’. Esto significa, para el espacio doméstico y quienes lo habitan, nada
más y nada menos que un desmoronamiento de su valor y munición política,
es decir, de su capacidad de participación en las decisiones que afectan a toda
la colectividad. Las consecuencias de esta ruptura de los vínculos entre las
mujeres y del fin de las alianzas políticas que ellos permiten y propician para el
frente femenino fueron literalmente fatales para su seguridad, pues se hicieron
progresivamente más vulnerables a la violencia masculina, a su vez potenciada
por el estrés causado por la presión sobre ellos del mundo exterior.
El género, así reglado, constituye una dualidad jerárquica, en la que ambos términos
que la componen, a pesar de su desigualdad, tienen plenitud ontológica y política.
En el mundo de la modernidad no hay dualidad, hay binarismo. Mientras en la
dualidad la relación es de complementariedad, la relación binaria es suplementar,
un término suplementa ––y no complementa–– el otro. Cuando uno de esos
términos se torna ‘universal’, es decir, de representatividad general, lo que era
jerarquía se transforma en abismo, y el segundo término se vuelve resto: esta es
la estructura binaria, diferente de la dual.
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Colonialidad y patriarcado moderno
Sin embargo, como ya otros autores han afirmado, este ámbito, esta ágora
moderna, tiene un sujeto nativo de su espacio, único capaz de transitarlo con
naturalidad porque de él es oriundo. Y este sujeto, que ha formulado la regla de la
ciudadanía a su imagen y semejanza, porque la originó a partir de una exterioridad
que se plasmó en el proceso primero bélico e inmediatamente ideológico que
instaló la episteme colonial y moderna, tiene las siguientes características: es
hombre, es blanco, es pater-familiae ––por lo tanto, al menos funcionalmente,
heterosexual––, es propietario y es letrado. Todo el que quiera mimetizarse de
su capacidad ciudadana tendrá que, por medio de la politización —en el sentido
de ‘publicización de la identidad’ pues lo público es lo único que tiene potencia
política en el ambiente moderno—, reconvertirse a su perfil.10
10 Para esta discusión ver Warner (1990); West (2000 [1988]); Benhabib (2006 [1992]); Cornell
(2001 [1998]).
11 Nota de la autora para esta publicación: esta multiplicidad es originada en los tránsitos entre
los dos polos; los cruces, encuentros y encrucijadas de las tantas formas de transgeneridad
constatadas en los mundos no intervenidos o solo parcialmente intervenidos por la
estructura de la colonialidad.
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Colonialidad y patriarcado moderno
operación racional que los incorpora a la grilla universal. Lo que no puede ser
reducido a ella, permanece como sobra y no tiene peso de realidad, no es
ontológicamente pleno, es descarte incompleto e irrelevante. La deconstrucción
derrideana, que desestabiliza la dupla binaria, no tiene cabida ni rendimiento en
el circuito de la dualidad.
Las presiones que impuso el colonizador sobre las diversas formas de la sexualidad
que encontró en el incanato han sido relevadas por Giuseppe Campuzano (2006
y 2009, entre otros) en crónicas y documentos del siglo XVI y XVII. En ellas se
constata la presión ejercida por las normas y las amenazas punitivas introducidas
para capturar las prácticas en la matriz heterosexual binaria del conquistador,
que impone nociones de pecado extrañas al mundo aquí encontrado y propaga
su mirada pornográfica. Esto nos permite concluir que muchos de los prejuicios
morales hoy percibidos como propios de ‘la costumbre’ o ‘la tradición’, aquellos
que el instrumental de los derechos humanos intenta combatir, son en realidad
prejuicios, costumbres y tradiciones ya modernos, esto es, oriundos del patrón
instalado por la colonial modernidad. En otras palabras, la supuesta ‘costumbre’
homofóbica, así como otras, ya es moderna y, una vez más, nos encontramos con
el antídoto jurídico que la modernidad produce para contrarrestar los males que
ella misma introdujo y continúa propagando.
También la redistribución del cosmos y la tierra toda con todos sus seres,
animados e inanimados, para caber en el binarismo de la relación sujeto-objeto
12 Describí esta diferencia entre los mundos para las comunidades de religión afrobrasileira
Nagô Yoruba de Recife en el artículo ya citado (1986).
13 Sobre la coemergencia de la colonia, la modernidad y el capitalismo con las categorías
‘Europa’, ‘América’, ‘raza’, ‘Indio’, ‘Blanco’, ‘Negro’ ver Quijano (1991, 2000) y Quijano y
Wallerstein (1992).
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Tejiendo de otro modo
Es por eso que les digo, a mis interlocutoras indias, en los talleres de la Coordinación
de Género y generación de la Fundación Nacional del Indio, al exponer ante ellas
los avances de la Lei Maria da Penha contra la Violência Doméstica: el Estado les
da con una mano, lo que ya les sacó con la otra.
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Colonialidad y patriarcado moderno
Lo que ha pasado, sin embargo y como vengo diciendo, es que se han agravado
internamente, dentro del espacio de la aldea, como consecuencia de la
colonización moderna, la distancia jerárquica y el poder de los que ya tenían
poder —ancianos, caciques, hombres en general—. Como afirmé, si bien es
posible decir que siempre hubo jerarquía y relaciones de género como relaciones
de poder y prestigio desigual, con la intervención colonial estatal y el ingreso al
orden de la colonial/modernidad esa distancia opresiva se agrava y magnifica.
Ocurre una mutación bajo el manto de una aparente continuidad. Es, por eso,
necesario ensayar una habilidad retórica considerable para hacer comprender
que el efecto de profundidad histórica es una ilusión de óptica, que sirve para
solidificar las nuevas formas de autoridad de los hombres y otras jerarquías de la
aldea. Porque nos encontramos aquí frente a un culturalismo perverso, del que
hablé al iniciar estas breves páginas, que no es otra cosa que el fundamentalismo
de la cultura política de nuestra época, inaugurado con la caída del muro de Berlín
y la obsolescencia del debate marxista, cuando las identidades, ahora politizadas,
se transformaron en el lenguaje de las disputas (Segato 2007).
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Tejiendo de otro modo
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Colonialidad y patriarcado moderno
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Tejiendo de otro modo
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Hacia la construcción de un feminismo descolonizado
oChY Curiel piChardo
Este [pequeño] ensayo es una propuesta en construcción que con otras hemos
estado elaborando en el pensamiento y en la acción frente a la pregunta: ¿cuál
es el feminismo que queremos impulsar, vivir, experimentar, como propuesta
transformadora y radical en países postcoloniales como los nuestros, que
surja desde nuestras experiencias, que nos permita cuestionarlas y a la vez
modificarlas y cambiar este mundo por otro que no sea patriarcal, ni racista,
ni heterosexista, ni clasista?
1 Este artículo fue escrito por solicitud del Equipo de investigación de Género y
Estudios Culturales de instituto de investigación Cultural Juan Marinello de Cuba y
fue publicado originalmente en Glaidys Martines Alonso y Yaneth Martinez Toledo,
Emancipaciones feministas en el siglo XXI (2010). Otra versión más conocida apareció
bajo el título “Hacia la construcción de un feminismo descolonizado”, en Yuderkys
Espinosa Miñoso, Aproximaciones Críticas a las prácticas teórico-políticas del
feminismo latinoamericano (2010).
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Tejiendo de otr o modo
La descolonización para algunas feministas [se trata de una] posición política que
atraviesa el pensamiento y la acción individual y colectiva; nuestros imaginarios,
nuestros cuerpos, nuestras sexualidades, nuestras formas de actuar y de ser en el
mundo y que crea una especie de ‘cimarronaje’ intelectual, de prácticas sociales
y la construcción de pensamiento propio de acuerdo a experiencias concretas.
326
Hacia la constr ucción de un f eminismo descolonizado
Patricia Hill Collins lo evidencia en esta frase desde sus análisis del Feminismo
Negro en Estados Unidos:
Este tipo de punto de vista surgió también de las lesbianas políticas en el feminismo
cuando Adrienne Rich propuso el concepto de la ‘heterosexualidad obligatoria’
como una institución que controla a las mujeres sean o no lesbianas; habló de la
existencia lesbiana como experiencia histórica que debía ser significada frente a la
obligatoriedad del matrimonio, de la maternidad, frente a los deseos masculinos,
una significación y resignificación que en sí misma era y es un acto de resistencia
descolonizador, como lo definió Cheryl Clarke:
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Tejiendo de otr o modo
¿Podría decirse entonces que es esta una nueva tendencia del movimiento feminista
latinoamericano y caribeño? No es nueva en tanto retoma parte de los postulados
de los años setenta y ochenta de las afrofeministas, las chicanas y de las lesbianas
radicales. Su novedad radica en la capacidad de reconocer que es allí donde
se ubica una propuesta descolonizadora, vista en el contexto latinoamericano y
caribeño de hoy. Con ello crea una genealogía feminista, porque este feminismo
sabe, piensa y propone la continuidad de una historia construida por muchas en
diferentes momentos históricos.
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Hacia la constr ucción de un f eminismo descolonizado
En los años noventa en América Latina y el Caribe nos llegan los aportes de la
corriente postestructuralista con su propuesta de deconstrucción de las identidades,
vistas como entidades no esenciales, sino como producto de relaciones históricas.
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Tejiendo de otr o modo
Estas preguntas aún son parte de los debates, pero han permitido relativizar
la política de identidad, poniéndole límites, asumiéndolas como estrategias y
posicionamientos, más que como fines en sí mismos.
Paralelamente en los años noventa parte de las feministas críticas y radicales nos
asumíamos como autónomas frente al fenómeno de la institucionalización, [...]
expresada en la oegenización, en la preparación y seguimientos a las conferencias
mundiales organizadas por la ONU, que definía las prioridades del movimiento
frente a la intromisión del Banco Mundial [y] AID, al accionar del movimiento
feminista frente a la cooptación de muchas feministas por parte de los Estados,
gobiernos, partidos, frente a la dependencia ideológica [...] de la cooperación
internacional; todo lo cual ha tenido altos costos para el feminismo al perderse
buena parte de sus postulados políticos más éticos y revolucionarios.
Todas ellas, en diferentes momentos, han sido parte de la construcción [de esta
corriente] autónoma y hoy, después de casi veinte años, algunas feministas de estos
colectivos se proponen en el Encuentro Autónomo revisar su política [colocando]
y [respondiendo] preguntas que a la vez son grandes desafíos [tales como]:
330
Hacia la constr ucción de un f eminismo descolonizado
• ¿Qué significa frente a esos contextos construir [una] autonomía que atraviese
el accionar, el pensamiento, que pase por nuestros cuerpos, nuestros deseos,
nuestras sexualidades, pero que no niegue la situación material de cada una?
331
Tejiendo de otr o modo
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Hacia la constr ucción de un f eminismo descolonizado
Sin embargo, esas relaciones de poder han sido posibles en tanto encuentran
el escenario propicio para [ejercerlas]. Y es aquí en donde me remito a la
responsabilidad histórica que hemos tenido las [mismas] latinoamericanas
[...] feministas en mantener estas relaciones de poder en torno al status del
feminismo latinoamericano y su situación interna.
Entonces, otro reto que debe plantearse el Encuentro Feminista Autónomo es:
¿Cuáles son las teorías propias que nos ayudan a sustentar nuestras prácticas
políticas, nuestras explicaciones del mundo contextualizadas, localizadas, pero
considerando el sistema-mundo global desde nuestras posiciones de sujetas como
lesbianas, negras, indias, mestizas etc.?
333
Tejiendo de otr o modo
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El feminismo no puede ser uno porque las mujeres
somos diversas. Aportes a un feminismo negro
decolonial desde la experiencia de las mujeres negras
del Pacífico colombiano1
[...]
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Tejiendo de otro modo
Audre Lorde, poeta, negra, lesbiana, norteamericana, afirma que “las herramientas
del amo no destruirán nunca la casa del amo” (Lorde 2004: 193). Si con las
herramientas del amo no podemos desmantelar, derribar, demoler la casa del
amo ¿de qué herramientas necesitamos aprovisionarnos si como objetivo nos
proponemos esta destrucción, esta transformación, este cambio radical? ¿Serán
las categorías género y patriarcado parte del arsenal de las herramientas del amo
con las que es imposible destruir su casa? Me propongo aquí discutir con el
eurocentrismo de una academia colonizada que considera como conocimiento
válido solo lo que se produce en Europa y lo que se produjo en la Grecia clásica,
y ligado a esto la pretensión por mantener la supuesta universalidad occidental
del conocimiento a través de lo que se transmite y de los modos como se hace
esa transmisión (Wallerstein 1999). ¿Es la categoría género una construcción desde
la exterioridad, un pensamiento otro, o por el contrario, es la categoría género
un producto de la razón imperial? ¿Es útil el género a la descolonización del
patriarcado y de la normatividad heterosexual?
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El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas
[...] Sin embargo no todo el mundo tiene acceso en el mundo colonizado a este
conocimiento, “solo algunos de los colonizados podrían llegar a tener acceso a la
letra, a la escritura, y exclusivamente en el idioma de los dominadores y para los
fines de éstos” (Quijano 1999: 103). Igual sucede con las mujeres, algunas gracias
a su situación de clase logran acceder a este conocimiento, el cual es un capital
social del que carecen la mayoría de [ellas]. [...] [L]as portadoras de este capital
social se [ubican] a la vanguardia de las reivindicaciones feministas.
337
Tejiendo de otro modo
Pero a pesar de lo anterior, es innegable que surge en América Latina y en el resto del
mundo colonizado, un pensamiento que rompe con el conocimiento eurocéntrico,
que tiene su origen en las ruinas de las civilizaciones invadidas y destruidas, [...] en
las rebeliones de esclavizados y esclavizadas, […] en la experiencia de insurgencia
y resistencia a la expansión colonial euro-usa-céntrica. [....]
[...] La batalla por la justicia social global debe [...] ser también una batalla por la
justicia cognitiva global. […] [E]sta batalla requiere un nuevo tipo de pensamiento,
“un pensamiento postabismal” (Santos 2006: 50). [...] Mignolo (2007) […] plantea
la necesidad de la construcción de un pensamiento decolonial que signifique
un desprendimiento epistémico de Europa y Norteamérica […]. Para Santos “El
pensamiento postabismal proviene así de la idea de que la diversidad del mundo
es inagotable y que esa diversidad todavía carece de una adecuada epistemología.
[…] [L]a diversidad epistemológica del mundo todavía está por construir” (Santos
2006: 55). Las mujeres negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales tenemos
mucho que aportar a ese propósito.
[…] [A]demás de la colonización de los saberes y del ser, hay una colonización de
los cuerpos, que aunque tiene que ver con la colonización del ser, es necesario
[explicitar]. Estos cuerposcolonizados están ubicados espacial, social y culturalmente
dentro del […] “sistema-mundo europeo moderno/colonial capitalista/patriarcal”
(Grosfoguel 2002: 151). Esto lo que significa es que “siempre hablamos desde una
localización particular en las relaciones de poder” (p. 151). [...] [N]adie “escapa
a las jerarquías de clase, raciales, sexuales, de género, lingüísticas, geográficas
y espirituales del sistema-mundo europeo capitalista/patriarcalmoderno/colonial”
(p. 151). [Esto implica] que existen en el espacio y en el tiempo, simultáneamente,
varias jerarquías globales enredadas entre sí.
La categoría ‘género’
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El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas
género realiza una escisión entre sexo y cultura, definiéndose el género como la
representación cultural del sexo.
[...]
[…]
[…]
339
Tejiendo de otro modo
En cuanto a la medicina, las mujeres curan con yerbas y oraciones el mal de ojo,
el mal aire, el espanto, entre otros. [...] La palabra tiene un gran poder curativo
[…]. Se puede curar a alguien que está distante con la oración apropiada de
acuerdo a la enfermedad, […]. Y así como se puede curar en la distancia con
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El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas
Las plantas curativas se clasifican según los conceptos de frío y caliente y según
la concepción del cuerpo y la enfermedad. Entonces una enfermedad fría se
solucionará con remedios calientes y [viceversa] […]. Existen plantas para enfriar
y sacar los calores del cuerpo y plantas calientes que sirven para eliminar el frío
interno. En general las frías son las que echan ‘baba’, y se asocian a lo femenino
y son consideradas peligrosas. [Las] calientes son las amargas, se asocian con lo
masculino y son siempre benignas, buenas para pensar o […] consumir.
[…]
341
Tejiendo de otro modo
que las mujeres realizan trabajos menos riesgosos en términos de peligros y con
menos necesidad de fuerza física, aparentemente.
[...] [L]as mujeres sí pueden incursionar en las actividades masculinas, aunque con
ciertas restricciones [...]. Pudiera ser que en el origen de esta restricción estuviera
la intencionalidad de proteger a las mujeres, como me parece ocurre en relación
con el manglar. [C]omo este es frío, no debe ser visitado por las mujeres durante
su ciclo menstrual o cuando están embarazadas. […] [H]ay otra restricción menos
comprensible en términos de la dualidad, y es que tampoco deben ir al manglar
o a la mina las mujeres ‘mal dormidas’, es decir, las que la noche anterior tuvieron
relaciones sexuales, esta restricción no existe para los hombres. El trabajo del
manglar, que es la recolección de piangua, es trabajo femenino por excelencia,
[…] [y]muchas veces la única fuente de ingreso para las mujeres.
4 La mano cambiada es una forma de trabajo cooperativo como la minga que también se
practica entre las comunidades negras. […]
5 La azotea es una huerta elevada que se hace en lanchas viejas o en entablados sobre los
que se coloca hojas de plátano y tierra, sostenidos con horcones […].
342
El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas
Las mujeres negras o afrodescendientes han sido miradas o construidas por las
ciencias de hijos, en general incapaces para la acción. Puede afirmarse que la
jugada colonialista se aplica con mayor rigor sobre las mujeres negras a quienes
se suele considerar “oprimidas por su propia obstinación y carentes de iniciativa”.6
Resulta, entonces, difícil pensar que una mujer con estas características pueda
tener un aporte significativo a [la] construcción de la Ley 70 de 1993, estrategia
de defensa del territorio, que logró movilizar un gran número de organizaciones
sociales, culturales, de jóvenes y de mujeres.
Son pocos los nombres de mujeres que tienen un reconocimiento dentro del
movimiento social de comunidades negras. Poca atención se ha prestado al aporte
de un gran número de mujeres, dejando en la invisibilidad a la mayoría […] que
con mucha valentía y aún a costa de su vida y del exilio aportaron a todo el
proceso de construcción de la Ley 70.8
6 Como califica, según Mohanty, el feminismo etnocéntrico a las mujeres del Tercer Mundo,
víctimas pasivas de estructuras de dominación patriarcal y sexistas. A nivel regional o
nacional se dan también estas calificaciones o mejor descalificaciones que ubican a las
mujeres feministas urbanas en una mejor posición o estatus que las negras, indígenas,
campesinas y populares. Lo que se cuestiona es el reduccionismo que opera a través de la
homogenización del sujeto estudiado (Suárez 2008).
7 Las citas de aquí en adelante corresponden a entrevistas que realicé [en Buenaventura
entre julio y agosto del] 2008 con motivo de los 15 años de la ley 70 de 1993. […]
8 Mujeres como Rosana Cuama (Mamá Cuama) del río Raposo, Natividad Urrutia y Beatriz
Mosquera del río Anchicayá, Bibiana Peñaranda de San Bernardo del Viento, Mercedes
Segura de Tumaco, Blanca Pinzón, Marta Cuero, Mirna Rosa Rodríguez, María Mónica
343
Tejiendo de otro modo
[...]
[...]
Granados, María Elcina Valencia, Libia Grueso, Leyla Andrea Arroyo, Olivia Balanta y la
hermana Ayda Orobio de Buenaventura, Susana Ortiz del río Cajambre, Mercedes Moya de
Quibdo, exiliada en Suiza, Yolanda Salcedo de Cali, entre muchas otras.
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El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas
Rosana Cuama Caicedo, más conocida como mamá Cuama, del río Raposo, tuvo
la iniciativa de escribir una carta al Proceso de Comunidades Negras -PCN- en
Buenaventura a los pocos días de ver llegar al río una retroexcavadora para la
explotación del oro. [...] Gracias a esta acción de mamá Cuama se obligó a la
retroexcavadora a abandonar el río, protegiendo así la fuente de alimentación y
agua potable de la comunidad. Mamá Cuama ha sido vicepresidenta del Consejo
Comunitario de su río y ha liderado organizaciones de mujeres. […]
[...]
[…] [En los que son] ahora la parte más importante […] aunque antes
había organización femenina y organización masculina, la organización
femenina era para cocinar para los talleres, ahora las mujeres se tomaron
345
Tejiendo de otro modo
Es importante reconocer que las mujeres negras han tenido desde siempre un
liderazgo ‘natural’ en sus comunidades, como parteras, comadronas, cantadoras,
médicas tradicionales. Desde la época de la esclavización ejercieron un cimarronaje
de resistencia cultural en las casas de los amos permitiéndose incluso llegar a
tener dominio sobre estos a través de su conocimiento espiritual y de las hierbas
(Grueso 2007), por lo que llegaron a ser tildadas de brujas y juzgadas y asesinadas
por la Inquisición.
Son muchos los ejemplos que podrían darse de esta insurgencia de saberes de las
negras esclavizadas y cimarroneadas. Es importante mencionar la manera como se
dio la construcción de las territorialidades vinculando el conocimiento y los oficios
de acuerdo al género. La ocupación del territorio por parte de las mujeres se dio
en relación con los saberes asociados a la salud, la crianza y la socialización. En
tanto que los asociados a la cacería, la recolección, el manejo del mar y del monte
quedaron a cargo de los hombres (Grueso 2007).
Los saberes de las mujeres negras que han permitido una construcción y
apropiación del territorio han estado ligados a las prácticas que Grueso llama de
bienestar desde lo propio, que tienen que ver con la satisfacción de las necesidades
humanas, “desde el uso y manejo del entorno por el desarrollo de conocimientos
sobre los recursos naturales y sus usos” (Grueso 2007: 154). Parte de esto son la
cocina y la medicina tradicionales, alrededor de las cuales las mujeres desarrollan
prácticas agrícolas en el entorno natural, cultivando diversas especies medicinales
y culinarias en azoteas y patios cercanos a las viviendas. Las mujeres negras son
vitales para la defensa de la autonomía alimentaria.
Este proyecto de vida que representan las negras del Pacífico colombiano se
ve gravemente amenazado por un proyecto de muerte representado por la
intensificación del modelo extractivo que ha caracterizado la historia económica
de la región y el monocultivo de ilícitos como la coca y de lícitos como la palma
aceitera. Todos los actores armados tienen hoy presencia en el Pacífico colombiano
compitiendo por el dominio del territorio.
346
El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas
identidad étnica frente al Estado que los trata de forma individual, sin ofrecerles
soluciones efectivas a su grave situación.
Las más afectadas siguen siendo las mujeres, no solo porque son el mayor
porcentaje entre la población obligada al desplazamiento, también porque la
violencia contra ellas se ha ido recrudeciendo a lo largo de estos años, en toda
la región. Las mujeres negras se han convertido en botín de guerra de todos los
grupos armados. El 95% de las victimas en el Pacífico pertenecen a la población
negra menor de 28 años, según la base de datos del PCN, un gran número de
estas muertes ––desafortunadamente los compañeros y compañeras no hacen
la desagregación por sexo–– son feminicidios y desapariciones de mujeres. En
muchas ocasiones se las mutila y arroja a los esteros bajo la acusación de ser
informantes. Cuando no, son maltratadas física y psicológicamente o sometidas a
diversos actos de violencia sexual.10
347
Tejiendo de otro modo
junta directiva como solo las que tenemos que ser tesoreras y secretaria
y que no podemos ser representantes legales ni acceder a puestos más
altos, por eso siempre estamos en esa lucha (Beatriz Mosquera).
Conclusiones
Las mujeres negras/afrocolombianas hemos venido construyendo desde el legado
de nuestras ancestras cimarronas y palenqueras un feminismo otro que cuestiona
los planteamientos universalistas del feminismo eurocéntrico y andinócéntrico,
transformándolo y enriqueciéndolo.
Hacen falta estudios que superen el etnocentrismo de las categorías con las que se
analiza la realidad de las mujeres negras/afrocolombianas, que escuchen las voces
que se expresan en sus propios términos, que permitan un verdadero entendimiento
de la religión y la cultura de este pueblo de tradición oral [...], pero en sus propios
términos; para dar cuenta de la forma en que allí se han construido las relaciones
de género y saber si es pertinente el uso de categorías como dualidad, fluidez,
equilibrio y corporalidad, o si son otras, lo que considero más seguro, las que
permitan entender en esta cultura la relación entre género y cosmovisión.
348
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