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EL PATRIMONIO HISTÓRICO
Y ARQUEOLÓGICO:
VALOR Y USO
Ariel
D iseño cubierta: Vicente M orales
ISBN 978-84-344-6594-7
C a p ít u l o 1
La especie humana, entre la naturaleza y la cultura
C a p ítu lo 2
Pasado, historia, patrimonio
C a p ít u l o 3
El valor del patrimonio histórico como recurso
C a p ít u l o 4
La conservación y uso del patrimonio histórico:
una mirada en el tiempo
PRESENTACIÓN
J. R u s k i n , 1849
dad, com o los que destilan las dos p alab ras del frontispicio del cé
lebre m useo londinense. Sin em bargo, hoy en día, d em asiado a m e
nudo, instituciones cread o ras y divulgadoras de cu ltu ra com o los
m useos y las universidades ex p erim en tan agudas crisis p o r falta de
recu rsos y escasez de ideas, m ien tras el p atrim o n io histórico sigue
sufriendo en m uchos rincones p o r el ab an d o n o de la A dm inistra
ción y la inercia de los hom bres. La im agen que conservam os del
m useo-tem plo del saber, custodio de los tesoros del arte y la cu l
tu ra, se desdibuja en u n m o m en to h istórico en que la p alab ra p a tri
m onio adquiere valor de co n ju ro y va de boca en boca, y la gente de
la calle parece que se p reo cu p a m ás que an tes p o r el p asad o y la
historia.
Posiblem ente, hoy com o ayer, los objetos del pasad o m ás esti
m ados sean los objetos artísticos. Sin em bargo, n u estra sociedad
actual, m ás abierta, perm isiva e ig u alitaria que la sociedad de hace
u n siglo, está red escu b rien d o la riq u eza enorm e, la variedad y el
po d er de los objetos que la h isto ria nos lega, que no son sólo los o b
jetos artísticos, y que ag ru p am o s en u n gran saco que o p o rtu n a
m en te denom in am o s p atrim o n io , p o rq u e som os conscientes que
nos pertenecen a todos p o r herencia. Así, suscribim os con e n tu
siasm o las p alab ras de R uskin y nos dejam os llevar p o r la pasión de
conservar. R ealm ente los objetos del p asad o son u n tipo de cosas
que nos fascinan com o seres h u m a n o s po rq u e son m ateria h u m a
nizada y porque llevan el sello ad m irab le de sus desaparecidos
creadores. Casas, h erram ien tas, m o n u m en to s, objetos artísticos,
utensilios dom ésticos, tu m b as, arm as, etc., son h isto ria m ateriali
zada h echa presente, con su carga co m u n icad o ra in dem ne al paso
de los siglos, siem pre claro está, que sepam os in terp retarla. El le
gado de la h isto ria h a tenido siem pre u n g ran valor p a ra los seres
h um anos, sobre todo u n valor ejem plarizante; desde H erodoto al
m enos, hay p ru eb as a b u n d an tes al respecto. Pero p arece que p ara
la sociedad m o d ern a el aprecio h acia las cosas del p asad o vaya in
cluso en alza, p recisam en te p orque es m o d ern a y g usta del co n
traste con lo antiguo. E n u n m u n d o cam b ian te y d inám ico com o el
actual en el que el tiem po es oro, las cosas que p erm an ecen atra en
la atención de u n a m an era peculiar. Pero los objetos del p asad o
que h an vencido el paso del tiem po no son solam ente sim ples obje
tos de deseo, son en realidad el m ejo r recu rso de que disponem os
p a ra e sc ru ta r el paso del tiem po y c o n tra sta r n u estro hoy con el
hoy de las generaciones que nos precedieron. Son, p o r lo tanto, o b
jetos p ara la ciencia que no ad m iten u n a lectu ra sim ple y unívoca,
PRESENTACIÓN 11
H acedores de objetos
tran sform ación de recursos m ateriales que ofrece el m edio n atu ral
sobre el que el grupo h u m an o actúa.
De entre todos los anim ales que h an poblado la superficie de
la Tierra, el ser hu m an o es el único que es consciente de sus actos y
el único que tom a experiencia del m u n d o que lo rodea p o r m edio
de form arse ideas sobre el m ism o. En este sentido, al p ro d u cir a r
tefactos, objetos, no hace o tra cosa que d a r form a a sus ideas (Bec-
kow, 1982, 116). Todo eso tiene que ver con la noción de cultura; no
en vano Lévi-Strauss h abía dicho que los hechos de la cultura,
tanto com o sus productos, co n stitu ían elem entos de significación
(Lévi-Strauss, 1972, 174-190). C ultura es, pues, u n en tram ad o de
ideas que se ponen de m anifiesto, com o o p in a S. Beckow, m ediante
los actos y los artefactos que el ser h u m an o produce y tran sm ite
con el fin de ad ap tarse al en to rn o en el que ha de vivir y pro-
1crea rse.1
Aquí vam os a interesarn o s com o si de arqueólogos se tratase,
precisam ente por estas conspicuas m anifestaciones de la cultura,
po r estas creaciones m ateriales p ro d u cto del ingenio y de la activi
dad h u m an a inform ada p o r la cultura, que el tiem po ha co n ser
vado. En esencia estam os ante objetos y estru ctu ras concebidos
p ara el uso, es decir, p ara d a r satisfacción a necesidades h um anas,
tan to físicas com o psicológicas, au n q u e tam b ién in teresará el m a
terial de desecho, todo aquello que sobra, fruto tam bién de la acti
vidad pro d u cto ra en sí m ism a, que se ab an d o n a sobre el terreno.
Todos los objetos creados p o r el ho m b re tienen, abstracción hecha
de su uso real y efectivo, u n a vida física d eterm inada, m ás o m enos
larga en el tiem po; así, perm anecen sobre el terren o po r un período
ral, ya que a efectos de inform ación científica, todo lo que viene del
pasado interesa.
... siempre mora (la memoria) en grupos de personas que viven y por
lo tanto se encuentra en permanente evolución. Está sometida a la
dialéctica del recuerdo y del olvido, ignorante de sus deformaciones
sucesivas, abierta a todo tipo de uso y manipulación. En ocasiones
permanece en estado latente durante largos períodos, para después
revivir súbitamente. La historia es la siempre incompleta y proble
mática reconstrucción de aquello que ya no existe. La memoria per
tenece siempre a nuestra época y constituye un lazo viviente con el
presente eterno; la historia, en cambio, es una representación del pa
sado.
ciona con form as o estru ctu ras precisas p erten ecien tes al reino
m ineral o vegetal situ ad as en lugares concretos, que se ad o rn an
de m anifestaciones del espíritu. Com o p asa con los aborígenes de
A ustralia o de A m érica, ap arecen entonces paisajes espirituales,
u n a especie de artefacto s de la m ente que n u n ca fueron realizados
con las m anos. E n las sociedades prim itivas de cu ltu ra circu lar los
individuos se relacionan no ta n to p o r la posición que o cu p an en re
lación al territo rio (el individuo com o d ep red a d o r sistem ático y o r
ganizado) y a la cu ltu ra m aterial con que lo tran sfo rm an , com o p o r
el co njunto de creencias recu rren tes que profesan. Es u n a form a de
religión que hace p resentes prin cip io s de vida que no es preciso rei
vindicar co n tin u am en te, po rq u e siem pre se sienten cercanos. No
hay d u d a de que son tam b ién u n a form a de tradición. E stas creen
cias pueden expresarse excepcionalm ente valiéndose de las form as
m ateriales al relacio n arlas con lugares y estru ctu ras d eterm inados,
p o r ejem plo los cem enterios. De tales porciones del territo rio , de
tales locus, se hace un uso sim bólico que refuerza el sen tim ien to
colectivo de iden tid ad y p erm an en cia en el tiem po. Sin em bargo,
son las cu ltu ras del tiem po que p asa las que en m ayor grado tien
den a favorecer la ap arició n de sím bolos (cosas m ateriales que d e
signan o figuran o tras cosas), po rq ue ex p erim en tan con plenitud
las dos circu n stan cias que m arcan la eclosión de u n a consciencia
del tiem po presente: la concreción de la noción de territo rio y la ve
rificación de la posibilidad de am pliarlo o de restringirlo, y el in
crem ento de la presencia y el in tercam b io de cosas m ateriales p ro
ducto de la actividad h u m an a sobre el territorio. La consciencia de
un tiem po presente diferenciado representa la irrupción del trance
de la inflexión y del cam bio y siem pre va acom pañado de la sensa
ción de com plejidad que p roporciona la entidad y el grosor de las
realidades que m arcan el transcurso de la vida diaria, la com prensión
de las cuales requiere el concurso del símbolo. Sobre el papel de los
símbolos, estos objetos particulares que com unican m ensajes, ya se
volverá m ás adelante. De m om ento hay que concluir en relación a la
noción del tiem po que, con u n a perspectiva de presente, el tiem po pa
sado y el tiem po futuro devienen referencias inm ediatas e ineludibles.
ción pasado con futuro: los m onum entos. Todos los m o num entos
conllevan algo de trascendente, y p o r tan to de p erm an en te en sí
m ism os, que los hace p articu larm en te útiles y estim ados. Los m o
num entos son consagraciones a la m em oria. Con los m o num entos
pasa algo parecido a lo que sucede con la producción de relatos
históricos: los grupos m anifiestan con ellos u n a voluntad de tras
cender, asociando pasado con futuro. P or eso E. H. G om brich ha
escrito que la verdadera esencia de u n m o n u m en to es que se des
tine a las futuras generaciones (G om brich, 1989, 116). El h isto ria
do r griego Procopio de C esárea ya descubrió en tre los rom anos
una habilidad especial p ara conservar d espierta la m em oria. Se
sorprendió al ver cóm o los ro m an o s «se esforzaban en proteger to
dos sus tesoros ancestrales y los conservaban de m an era que nada
desapareciese de la an tigua gloria de Roma». Procopio de C esarea
se adm iró aú n m ás al d escu b rir al viejo b arco de Eneas, el fu n d a
d o r m ítico de la ciudad de Rom a, flotando sobre las aguas del Tí-
ber, «en perfecto estado, com o si la m ano del co n stru cto r lo aca
b ara de po n er a punto» (Haskell, 1994, 1). Aquel barco que se m a n
tenía am arrad o a la orilla, en tre los puentes del Tíber, hacía de
perm anente reco rd ato rio de unos orígenes com unes cada vez m ás
m itificados. Los m onum entos, de form a parecida a otros elem en
tos singulares de la cu ltu ra m aterial de un colectivo hum ano, sean
éstos objetos, estru ctu ras o paisajes, aco stu m b ran a fu ncionar de
form a m uy efectiva com o sím bolos. Pero tam bién y antes que fu n
cio n ar com o sím bolos, los elem entos de la cu ltu ra m aterial, en
tan to que productos tangibles que p erm an ecen en el tiem po, ya
son, en sí m ism os, referencias sólidas e ineludibles que se prestan
especialm ente bien a la necesidad de los seres h u m an o s de estable
cer vínculos reales con el pasado, au n q ue sólo sea vínculos senso
riales.
La pensad o ra estadounidense de origen alem án H. A rendt lo
vio claram ente cuando escribió en La condición hum ana (Arendt,
1974, 184-185) las líneas siguientes:
las edades. Nos hallamos lo bastante cerca del embrujo de las fuer
zas en cuyas entrañas nacieron estas épocas, para podernos someter
a su hechizo, como de pasada, con placer y terror...
Qué duda cabe que la p alab ra cam bio es hoy la que m ejor d e
signa los tiem pos presentes. W hitrow sostiene que la n atu raleza d i
nám ica dé la civilización actual hace que los h om bres de n u estro
tiem po depen d an del sentido del tiem po en m ayor m edida que el
hom bre de épocas p asad as (W hitrow, 1990). Todo el m u n d o se ve
necesitado de alguna p au ta segura y fija p ara o rien tarse en u n en
to rn o tan cam b ian te y esta p a u ta la p ro p o rcio n an los relojes, los
calendarios, los an u ario s y las agendas. Todo cam b ia tan rá p id a
m ente que es preciso d istan ciarse respecto al tiem po p ara no caer
en el rem olino, con m edios artificiales de m edida y control. Pero
este sentido del tiem po tan desp ierto que nos hace dependientes
del reloj tiene o tras repercusiones sobre la salud social y m en tal del
hom bre contem p o rán eo . R especto al pasado, p ara el ho m b re co n
tem p o rán eo las secuencias tem porales identificables com o tales se
reducen m ás y m ás, m ien tras se llenan de co n tenidos vivenciales,
cosa que pone en dificultades a la m em oria. R especto al porvenir,
se pierde perspectiva sobre el m edio y el largo plazo, y con ella p ro
fundidad en la reflexión. Es lógico, pues, que las dificultades de las
personas p ara d o m in ar procesos y situ acio n es co rrien tes y co tid ia
nas de la vida au m en ten . Veamos algún ejem plo del proceso de ace
leración del tiem po, que es u n a m a n era de co n tem p la r el fenóm eno
del d inam ism o co n tem p o rán eo . Aquello que en o tro tiem po era
cosa de un lento proceso de d ecan tació n que d u ra b a u n a g en era
ción o m ás y se digería saludablem ente, ah o ra puede p a sa r en unos
pocos años. El d o cto r Ferrater, en u n a conferencia p ro n u n ciad a
poco después de h ab er dejado el recto rad o de la U niversidad Poli
técnica de C ataluña en B arcelona, a p rincipios de los años noventa,
cautivó a su aud ien cia con el p en sam ien to siguiente, alu d ien d o al
progreso de la técnica y a la necesidad de p rep ararn o s p ara la d i
versidad: «Para que el co n ju n to de co n o cim ien to s de cará cter téc
nico que el ho m b re poseía hace m il años —dijo— se doblase, hicie
ron falta quin ien to s añ o s m ás. A p a rtir de entonces, en trescientos
años los conocim ientos acu m u lad o s volvieron a doblarse y al cabo
de cien años m ás se d o b laro n de nuevo. E n los últim os tiem pos
sólo h an hecho falta cinco años p a ra d u p licar todo el conocim iento
técnico acum ulado.»
A la vista de todo esto, es de re m a rc a r que el co nocim iento del
pasado, las ciencias históricas, tam p o co h ayan cesado de au m en
tar, m ien tras que, en cam bio, el sen tim ien to de co n tin u id ad con el
pasado no haya p arad o de d ism in u ir d ad a la «aceleración de la his
toria» que ex perim entam os las generaciones actuales. Con res
PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 41
E n la m an era de ver las cosas de M artín G aite los tiem pos p re
sentes duelen. P or u n lado son tiem pos satisfechos de sí m ism os,
tiem pos m odernos, sup erad o res de los «modos» viejos, pero al
m ism o tiem po son unos tiem pos que viven en el desconcierto y la
desorientación dado que no saben beneficiarse de la protección y
guía que proporcio n a un pasado prolongado, denso y consistente.
El pasado, pasado, com o el faro que conduce a buen puerto, queda
hoy tan lejos y la luz que envía es ta n débil, que, en palabras de Lo-
w enthal, es com o un país extranjero (Low enthal, 1985). Así pues, la
m ism a drástica reducción de la perspectiva tem poral hace vivir al
hom bre de nuestro tiem po en u n p resentism o cargado de incógni
tas, huérfano com o está del p ad re esp iritu al que era el pasado.
M iedos y desconfianzas atraviesan provocando escalofríos n uestro
cuerpo social, y la palab ra crisis se hace ubicua y sirve p ara to
m arle el pulso a los tiem pos. Día a día co n statam o s cóm o la gente
tiene la sensación de en co n trarse p erm an en tem en te en crisis, y
au n q u e éste no sea un fenóm eno to talm en te nuevo, aparece m ás
intenso que antaño. Todo el m u n d o espera del futuro la solución a
42 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
Tanto las leyes de ámbito nacional como las que tienen una
proyección internacional pretenden despejar, y al mismo tiempo
regular, el tránsito hacia el futuro del legado patrimonial del pa
sado. Uno de los obstáculos más fuertes y persistentes en este tra
yecto lo constituyen los derechos individuales de las personas y el
derecho a la propiedad privada, en concreto. En este y en algún
otro apartado vamos por un momento a considerar en paralelo,
aunque de forma indirecta, los regímenes jurídicos del patrimonio
histórico, español e italiano. El parentesco de las formulaciones le
gales sobre el patrimonio entre España e Italia es lógico, e ilustra
acerca de una similitud de planteamientos común entre todos los
países del sur de Europa, incluida Francia. Aquí existe una tradi
ción de Estado protector, intervencionista y benefactor que con
trasta con la tradición anglosajona de Estado liberal comprome
tido con la defensa del principio de la autonomía del individuo
frente al Estado, y por tanto, reacio a definiciones legales dema
siado explícitas.
Según comentan expertos juristas (Alonso Ibáñez, 1992; Gar
cía Escudero y Pendas García, 1986; García Fernández, 1987), el
fondo doctrinal que nutre la ley española del patrimonio histórico
proviene de las formulaciones jurídicas italianas de los años se
tenta. Es interesante ver cómo en Italia los juristas definieron el
bien cultural como «aquel bien que constituye testimonio material
con valor de civilización» (García Fernández, 1987, 48). Esta idea,
del cual se h ab lará no es siem pre in h eren te a las cosas, a los obje
tos en este caso, com o lo es, p o r ejem plo, el peso o la form a; antes
bien, se tra ta de u n a cualidad a ñ ad id a p o r las personas, que puede
crecer o dism inuir, y que los hace estim ables. Se trata, pues, de u n
concepto relativo som etido a los vaivenes de la percepción y del
c o m p o rtam ien to h u m an o s y, p o r lo tan to , dep en d ien te de un
m arco de referencias intelectuales, históricas, cu ltu rales y psicoló
gicas que varía con las p erso n as y los grupos que atrib u y en valor.
E xam inem os m ed ian te un ejem plo el proceso h ab itu al de a tri
bución de valor en relación a los bienes del p atrim o n io histórico.
Com o p u n to de p artid a debem os señ alar que cu alq u ier objeto del
pasado puede ser elucidado. S upongam os aq u í u n objeto fijo que
ha perm anecid o sobre el terren o un o s cu an to s siglos: u n castillo
m edieval. En sus tiem pos el castillo era vivienda y refugio. A bando
nado u n día en tró en d ecad en cia y pasó con el tiem po a conver
tirse, m edio en ru in as, en refugio de pastores y vagabundos. Aque
llas estru ctu ras se h ab ían convertido en u n a referencia útil en m e
dio de la desolación p ara los pocos seres h u m an o s que p o r allí
pasaban. Luego pasó a ser fuente de in sp iració n de histo rias y le
yendas de la gente del país; alguien lo incluyó en u n poem a ro m á n
tico y al cabo de u n tiem po todas aquellas leyendas y poesías ya
fo rm aban p arte del folclore local. Con los siglos, los m u ro s d esn u
dos del viejo castillo, que seguían d esafiando los elem entos, se afe
rra ro n al im aginario colectivo. M ás de un p in to r de los de antes de
la guerra ya los h ab ía in m o rtalizad o . H asta que u n día, tras ser d e
clarado m o n u m en to a instan cias de u n a reconocida asociación de
filántropos, fue restau ra d o con d in ero de la D iputación y las p u e r
tas del castillo fueron reab iertas p a ra la cu rio sid ad y d isfru te de los
visitantes. A hora todo el m u n d o lo co n sid era un elem ento fu n d a
m ental del p atrim o n io del país y es objeto de atracció n de m asas de
tu ristas que llegan m o to rizad as con el tiem po ju sto p ara hacerse
frente al m ism o la esp erad a fotografía.
El valor in stru m en tal, o dicho de o tra m an era, el valor com o
recurso —turístico, didáctico, científico— del objeto castillo m e
dieval no es el m ism o en el contexto actual, obviam ente, al valor
com o cosa útil que era el castillo cu an d o era visitado p o r pastores,
ni cu an d o era u n a plaza fuerte en tiem pos de sus co n stru cto res.
Pero tam po co es igual al valor com o recurso cu ltu ral de hace u n as
décadas, cu an d o ap en as h ab ía turism o. El valor com o recu rso de
u n objeto p atrim o n ial difiere tam b ién poco o m u ch o del valor
com o recurso de un objeto del pasado, ap reciad o com o tal, pero
EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO RECURSO 63
Im atribución de valor
SIGNO SIGNO
Imagen Imagen
Concepto
mos concluir sin vacilación que no sólo los conocim ientos al respecto
del individuo pro d u cto r sino tam bién aspectos esenciales de toda una
cultura, se revelan de m anera inequívoca a través del objeto. Redise-
ñando el proceso de com unicación que ahora denom inaríam os de re
cuperación de conocim ientos, podem os representarlo así:
Dicen que las palabras se las lleva el viento. F ren te a las p ala
bras que van de boca en boca y las h isto rias que alguien que no co
nocem os escribió, tenem os a los objetos. Los objetos sirven p ara
establecer relaciones con el pasado de u n a m an era m uy distinta,
quizás m ás au tén tica y veraz y sin d u d a m ás directa. Con las p ala
bras a solas existe un problem a: nad a de lo que se diga sobre el p a
sado puede ser confirm ado en base a los hechos alegados; nadie
puede viajar al pasado a co m p ro b ar lo que del m ism o se habla y es
cribe. Es m ás, sin objetos po d ría incluso no h ab er existido el p a
sado; con objetos, no hay d u d a de que existió. Lo único cierto que
tenem os del pasado son los objetos reales y auténticos, las reliquias
que el tiem po nos legó, po r eso valen tanto. De alguna form a lo h e
m os visto ya al co n sid erar al objeto com o signo: los objetos son
com o anclajes del pasado que alcanzan el presente, o dicho de o tra
m anera, extensiones del pasado que se h acen físicam ente presentes
en el m om ento que pasa, po rq u e com o certeram en te afirm a W. D.
Lipe, en su m aterialid ad los objetos p articip an al m ism o tiem po del
pasado y del presente (Lipe, 1984, 4).
Im aginem os un coche. Si de p ro n to desapareciesen todos los
coches que hay en el m undo, ¿qué sentido p ráctico ten d ría seguir
hablando de coches? Sería p u ra cosa del recuerdo. Sólo en el re
cuerdo perm an ecería la im agen del coche y cada uno de nosotros
se esforzaría en c o n stru ir u n a im agen p ro p ia según las vivencias
que conservase alrededor de la idea de coche. Sería u n a experien
cia interesante sobre todo p ara sociólogos y psicólogos. E ntonces,
un coche solo, que hu b iera quedado escondido y de p ro n to ap are
ciese, se tran sfo rm aría en la cosa m ás valiosa del m undo; co n stitu i
ría la evidencia gratificante y palpable de u n a noción anclada en
nuestros recuerdos, pero sobre la que ya em pezábam os a ten er d u
das. Como vem os, el objeto es la ú ltim a opo rtu n id ad , la certeza d e
finitiva sobre la que d escansa todo discurso sobre el pasado p ara
poder ser en últim a instancia verificado.
Pero si los objetos m ateriales son decisivos en la experiencia
h u m an a del m undo, no lo son m ucho m enos los sím bolos. Algo se
ha dicho sobre la existencia de u n valor sim bólico en los objetos
del pasado. R etengam os que la sim bolización es u n a capacidad h u
m an a de crucial im p o rtan cia en los procesos de tran sm isió n cu ltu
ral. Los individuos se com unican y ap ren d en sobre sí m ism os y so
bre sus sem ejantes p o r m edio de sím bolos, p o r eso el aprendizaje y
90 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
_________ V
8. Interpretación-el objeto en Síntesis de lo anterior /
la organización social técnicas analíticas
EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO RECURSO 101
dad de esta real ¡im itación sólo nos resta ev itar que en el fu tu ro a
los estudiosos del p asad o les p u ed a p asar lo m ism o.
E n la literatu ra m useológica el arg u m en to m ás polém ico y que
m ás a m enud o ap arece cu an d o se valora la c u ltu ra m aterial com o
fuente p a ra co m p ren d er el pasado es que los resto s son m udos.
Éste es el verdadero caballo de b atalla de los encargados de p resen
ta r el pasado al público en m useos, yacim ientos arqueológicos y
áreas m onum en tales, y la tercera lim itación que debem os señalar.
A unque podría e n tra r en este ap artad o , no nos co rresp o n d e aq u í
d iscu tir a fondo acerca de los p ro b lem as específicos de la in te rp re
tación científica de los restos, p o r ello sólo señ alarem o s que los
m ism os arqueólogos m uy a m en u d o tam p o co tien en suficiente con
desplegar u n a m etodología com pleja de exam en e in terp retació n
de los restos y h an de a cu d ir a o tro tipo de fuentes secu n d arias, y
au n así sus conclusiones siguen sien d o siem p re provisionales. El
p rincipio de p artid a es u nánim e: la cu ltu ra m aterial no goza gene
ralm en te de suficiente a u to n o m ía significativa en sí m ism a, p o r lo
que ju n to al testim o n io del p asad o hay que p o n e r a la figura del ex
perto, quien gracias a que disp o n e de conocim ientos adq u irid o s en
algún o tro lugar y perm an ece en diálogo co n stan te con los restos,
es capaz de p ro p o rc io n a r al ob serv ad o r p au tas in terp retativ as que
sitúen al testim o n io en su contexto y lu g ar específicos, m ien tras da
u n a versión de la «verdad» provisional alcan zad a h asta el m o
m ento. Este experto, con su p resen cia d irecta en el lu g ar o m e
d ian te proced im ien to s in terp retativ o s en dos o en tres d im en sio
nes, que le su stitu y en p erso n alm en te, contribuye a salvar la d ista n
cia y la m ud ez de los resto s y sitú a al o b serv ad o r d en tro de u n
circuito que hace m ín im am en te posible la co m u n icació n y la co m
prensión.
E n cu arto lugar hay que a fro n ta r el p ro b lem a de cóm o m os
tra r el cam bio —la esencia de la h isto ria es la dialéctica en tre la
co n tin u id ad y el cam b io — valiéndose de cosas que p erm an ecen fí
sicam ente in alterables en el tiem po d u ra n te cierto período, com o
p asa con los objetos del pasado, de m a n era que p arece que la socie
dad que los p ro d u jo no evolucionaba. S obre este arg u m en to Lo
w enthal explica cóm o el hecho de que los resto s h istóricos sean es
táticos hace que sólo reflejen u n tiem po congelado, detenido en u n
m om ento dado, com o el tiem po que se p reten d e c a p tu ra r cu an d o
se d isp ara u n a fotografía (Low enthal, 1985, 243). Todos conoce
m os las típicas glosas p ro m o cio n ales que aco m p añ an in v ariab le
m ente a la p ro p ag an d a tu rística de u n lugar histórico: «por las ca-
EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO RECURSO 103
lies y plazas del cen tro de la histórica villa parece que el tiem po se
haya detenido». Si el tiem po se ha detenido sobre las piedras,
¿cóm o pueden éstas reflejar la tensión del paso del tiem po? Esta li
m itación de los restos físicos del p asad o se dice con razón que es
cam otea las nociones de co n traste y d in am ism o y sin em bargo p o
cas veces es vista com o tal p o r los am an tes de la historia.
Veamos p ara aca b ar u n doble ejem plo que ilustra acerca de los
problem as señalados y p articu larm en te de la o p o rtu n id ad de refle
ja r la tensión con tinuidad-cam bio en el tiem po, a través del p a tri
m onio histórico. C om probarem os cóm o el recurso a la d o cu m en ta
ción asociada al objeto, ju n tam en te con un trab ajo serio sobre téc
nicas de exposición, puede ay u d ar a reco n d u cir algunos problem as
y salvar p ara la gente e! valor histórico de los objetos. J. Deetz sos
tiene que la cu ltu ra m aterial de u n período histórico puede ser in
te rp re tad a poniendo el acento en los elem entos de co n tin u id ad o
alternativam ente en los elem entos de cam bio (Deetz, 1980, 40-45).
U na antigua vajilla de porcelana puede ser in terp retad a desde un
pun to de vista form al y expuesta consecuentem ente en el m useo
encim a de u n a m esa. De esta m an era se establece u n a analogía con
una vajilla actual poniendo así de m anifiesto ios elem entos de co n
tinuidad cultural entre el hoy y el ayer. A lternativam ente podem os
considerarla una pieza dom éstica p erteneciente a un contexto m ás
am plio y p o r lo ta n to m ás carg ad a de resonancias culturales y asi
m ism o con m ayor m argen p ara d escu b rir elem entos de diferencia.
Deetz explica que las vajillas de p o rcelan a de im portación eran 1a
excepción en las casas de la costa E ste de E stados Unidos en el si
glo xvn, p o r lo que las pocas casas que d isp o n ían de este tipo de va
jilla la exponían en u n a estan tería en el recibidor. Sobre la m esa de
com er p onían en cam bio u n a bandeja de m adera (trencher) en la
que p rep arar y servir, al m ism o tiem po, la com ida. Pero la cuestión
no acaba aquí com o nos advierte cierta d o cu m en tació n escrita de
la época. C rónicas de la época e inventarios de bienes de carácter
testam entario dejan claro que este tipo de bandejas tenía un uso
colectivo. El grupo que trab a jab a y vivía bajo un m ism o techo co
m ía con las m anos de la m ism a b an d eja situ ad a en el centro de la
m esa, )o que hacía que estas p erso n as fu eran conocidas com o a u
ténticos «com pañeros de bandeja» (trencherm ates). Lo m ás im p o r
tan te es que el hecho de co m p artir m esa, b an d eja y com ida era u n a
m anifestación m ás de u n a form a de vivir co m u n itaria que afectaba
a todos los espacios y circu n stan cias de la existencia de las perso
nas. C uando a finales del siglo xvm la vida se hizo m ás individua
104 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
E sta larga reflexión de L. W hite que Jlena las p rim eras líneas
de su conocido estudio sobre la tecnología m edieval nos sirven
p ara situ a r certeram en te la cuestión que nos ocupa a esta altu ra
del capítulo: la función que atrib u im o s a los vestigios m ateriales
del pasado en la investigación de c a rá cter histórico. La m ayoría de
los historiadores son, en teoría, conscientes del papel que tienen en
ese m enester los objetos del pasado, pero a la h o ra de la verdad
aco stu m b ran a tra z a r u n a raya y dividir el pasado en dos grandes
fases: la que se puede estu d iar po r m edio de los docum entos escri
tos y la que no. Lo que sucede realm en te es que cu an to m ás lejos
hacia atrás nos dirigim os, m ás a m en u d o los objetos del pasado
son utilizados com o fuente p ara el conocim iento, cu an to m ás h a
cia el presente, m enos. P ara estu d iar el siglo xx, la o p inión y praxis
general del com ún de los h isto riad o res es que los objetos no valen
prácticam ente p ara nada. Eso es así p o rq u e se piensa, prim ero, que
hay dem asiados objetos sobre el escenario, dem asiado «ruido», d e
m asiada confusión; segundo, porque con las dem ás fuentes, d o cu
m entos escritos, m aterial audio-visual, testim onios orales, m em o
ria viva, etc., ya hay suficiente p ara co m p ren d er u n a época. Igno
ra r el papel de los objetos en u n a sociedad com o la n u estra en la
que juegan u n papel tan im p o rtan te (ya se ha citado a B audrillard)
habida cuenta de la explosión co n su m ista es preocupante. Pero
106 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
2. Véase, por ejemplo, Rosander, 1980; Nystrom y Cedrenius, 1982; Cedrenius, 1983;
Silvén-Garnerl, 1995.
EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO RECURSO 107
Los libros que forman la capa papirácea de este siglo nos vuel
ven locos con su mucho hablar acerca de los grandes hombres, de si
hicieron esto o lo otro, o dijeron tal o cual cosa. Sabemos por ellos
las acciones culminantes, que siempre son batallas, carnicerías ho
rrendas, o empalagosos cuentos de reyes y dinastías, que preocupan
al mundo con sus riñas o con sus casamientos; y entre tanto la vida
interna permanece oscura, olvidada y sepultada. Reposa la sociedad
en el inmenso osario sin letreros ni cruces ni signo alguno: de las
personas no hay memoria, y sólo tienen estatuas y cenotafios los va
EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO RECURSO 109
Y concluía no sin p esar que, ya que los bienes cu ltu rales te
nían un valor per se in d ep en d ien te de su valor en el m ercado, no
p od ían ser tenidos en cu en ta p o r los econom istas. Pigou sin p ro p o
n érselo hizo escuela con este im pecable razo n am ien to h a sta con
profesionales ajenos a la ciencia económ ica com o los arqueólogos,
p o rq u e se situ ab a en la perspectiva de que el tipo de b ie n estar que
p ro p o rcio n an los bienes p atrim o n iales es de un o rd en valorativo
superior, irreducible a u n a m era cu estió n de cifras. Su colega J. M.
Keynes ad op tó incluso u n a posición m ás d rástica q uizá p o rq u e era
u n gran am an te del arte y un coleccionista u n poco vergonzante.
M ás que fu n d a m e n ta r análisis económ icos al respecto, lo que hizo
Keynes fue dedicarle claros juicios de valor aliñados con d u ras c rí
ticas c o n tra la m ercantilización de la cu ltu ra. El suyo fue u n cla
m o r con con n otaciones h u m a n istas co n tra la vulgarización de la
cultura, com o el que a co n tin u ació n rep ro d u cim o s en sendos p á
rrafo s lapidarios:
3. Debo esta cita de Pigou y las siguientes de Keynes a! economista italiano Marco
Cansí.
EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO RECURSO 115
sos públicos, siem pre escasos, en tre d istin to s usos alternativos, con
el fin de m ax im izar el «bienestar social». Se p arte de la co n sta ta
ción de que el secto r de la c u ltu ra es un secto r que co n trib u y e al
b ie n estar social —aq u í no hay d iscrep an cias— pero que general
m ente necesita de a b u n d an tes subsidios p ara sobrevivir. D urante
los decenios de 1950 h asta 1980 el E stado, al m arg en de las opcio
nes ideológicas que lo g o b ern aran , interviene en el fom ento de la
c u ltu ra de u n a form a creciente. P ero después de u n cu arto de siglo
ap ro x im ad am en te de estad o del bienestar, desde finales de los años
setenta em pieza a h ab larse de crisis del m odelo de intervención, al
m enos p o r lo que hace referen cia a las econom ías centrales. La cri
sis económ ica m agnifica las voces de los que p ien san que el E stad o
m algasta y es poco eficaz. E sta ú ltim a p resu n ció n fue an im an d o el
debate paralelo que aten d ía a los bienes de la cultura. El conserva-
cionism o institu cio n al que se inclu iría d en tro del m odelo hegem ó-
nico ilu strad o tradicional ha sido tildado de ineficaz y de b u ro c rá
tico y se le ha op u esto u n criterio lib eralista que p ro p u g n a la deci
dida inserción de la cu ltu ra en el m ercado. Los p aíses anglosajones
h an sido los que m ás se h an d ecan tad o p o r esta opción com o tab la
salvadora p a ra las iniciativas con co n ten id o social y cultural, in
cluida la conservación del patrim o n io , d ad o el retraim ien to de la
A dm inistración. El liderazgo de estos países y d eterm in ad o s éxitos
alcanzados en la gestión del p a trim o n io h an provocado que d u
ran te los años noventa, otros países com o F rancia, Italia o E sp añ a
m im etizasen co m p o rtam ien to s liberalistas en el terren o del p a tri
m onio. Pero el libre m ercad o no puede resolver p o r sí solo todas
las dem an d as sociales de cu ltu ra, y en p articu la r las que se origi
nan de las necesidades de conservación del p atrim onio. P recisa
m ente los países d o n d e el E stad o trad icio n alm en te h a ju g ad o u n
papel m ás im p o rtan te en este terren o son los que tien en m ás p a tri
m onio que conservar; cu alq u ier dejación tiene allí u n a rep ercu sió n
extraordinaria. Por todo ello los eco n o m istas h an elab o rad o u n d is
curso que ha b u scad o la ju stificació n de la intervención del E stado
desde la lógica de la eficiencia en la asignación de los recursos.
U na opinión m uy so co rrid a se h a b asad o en la su p u esta cap acid ad
de la in d u stria cu ltu ral de estim u la r el gasto p o r co n su m id o r y h a
cer crecer la in d u stria turística. E n to nces sí m erecería la p en a su b
vencionar a las iniciativas b asad as en los recu rso s culturales.
Pero la línea de p en sam ien to q u e m ás vuelo h a tom ado h a sido
la que p arte de la lógica del m érito in trín seco del secto r cultural.
E ste discurso co n sid era que los p ro d u cto s de la c u ltu ra tienen un
EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO RECURSO 1 17
Fio. 8. El puen te de hierro sobre el río Seve.nt co n stru id o en 1779 es uno de los
«o b jeto s » estrella que. conserva el m u seo al aire Ubre Ironbridge Corge. dentro de. su
perím etro. De un grabado realizado en 1782 p o r IV. Bilis, publicado en la guía del
m useo.
llave youhad
theBeamish • fe
Fio. 9. Folleto publicitario del m u sco al aire libre de B eam ish con descuento para la
entrada. El m u seo se ha convertido en una atracción (uríslico-j)atrinionia! de. gran
repercusión económ ica para la castigada región industria! del noreste de. Inglaterra.
Fie;. 10. llsccna dom estica ju n to al fuego del hogar en m ía casa de Jorvik del año
1000. La abigarrada escena de estilo realista está pensada para p ro vo ca ren el especta
dor una m ezcla de atracción p o r el espectáculo y de íntim o co n ven cim ien to p o r la co n
fianza (¡ue proporcionan las pruebas ¿le integridad científica que se le presentan en el
transcurso de su viaje p o r el tiem po. Reproducción de. una fotografía publicitaria del
Jorvik Viking Cf.nlre.
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 127
del térm ino p atrim o n io que ah o ra aca p ara q u alq u ier cosa con
cierta entidad histórica:
1. Estas magníficas fiestas del sexenio / hacen relucir las raíces más firmes de nuestro
pueblo / que acoge con la tradicional hospitalidad que nos caracteriza / a todos los que se acer
can a Morella.
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 131
gica clasificatoria que sólo en p arte tiene q u e ver con la n atu raleza
del objeto coleccionado: en la p arte restan te tiene que ver sobre
todo con las ideas, los criterio s de valor y la p erso n alid ad del colec
cionista, el cual siem pre im p rim e un sello personal a la colección.
Es n otorio que las colecciones casi n u n ca p asan de p ad res a hijos,
por eso los conservacionistas se sien ten tran q u ilo s p orque confían
que la m ayor p arte de las colecciones de categoría un d ía u o tro
acab arán en un m useo. Al fin allí la gente p o d rá in terp reta rlas con
sus propios ojos o q u izá con los ojos de los conservadores. Así
pues, el coleccionism o presen ta dos caras co m plem entarias: la in
telectual y pública, con su proyección social y la em otiva y privada
ligada a la perso n alid ad del coleccionista y a sus pasiones. E n rela
ción al discurso intelectual subyacente en to d a colección seria son
in teresan tes u n as reflexiones de J. Folch i Torres, m useólogo em i
n en te de la época de la R epública española. P ara Folch i Torres la
tarea del coleccionista es ejem p lar p u esto que colabora con el E s
tado o incluso lo llega a suplir, en el objetivo general y benéfico de
conservar el legado m aterial del pasado; p o r ello, piensa, se h a co n
vertido en u n fenóm eno característico de los países m ás civiliza
dos. Tiene virtudes públicas com o estam o s viendo, y virtudes priva
d as evidentes ya que:
m onio que atrae p o r lo que tiene de oculto. Es evidente que las reli
quias de los santos atraen po r lo que tienen de oculto, en este caso
porque en ellas reside lo sagrado y lo sagrado se m anifiesta po r ca
m inos inextricables. E n el patrim o n io —reliquias o vestigios com o
tam bién han sido d enom inados los objetos del pasado— tam bién
hay algo que no se ve pero que se siente o presiente y tiene fuerza,
por eso atrae. En cu alquier caso, el im pulso conservacionista o la
pasión por conservar dependen globalm ente de un ingrediente in
dividual, pasional, que está som etido a los avatares de las in terio ri
dades psicológicas de cada persona. P arafrasean d o a Lévi-Strauss
podríam os decir que el coleccionism o y la m useología son tam bién
u na psicología (Lévi-Strauss, 1972, 173-174); y qué duda cabe que
p ara algunos tam bién u n a religión.
C ontra los achaques de la h isto ria, que p ara los m od ern o s po~
día estar rep resen tad a p o r el aristó crata siciliano y su m u n d o deca
dente, su p erar la in ercia del p asad o ha sido la consigna en m o m en
tos de aceleración de la historia, que no ha cesado de repetirse.
E n n u estra civilización es con el R en acim iento cu an d o se p ro
duce el p rim er desfase significativo con el pasado. El ho m b re del
R enacim iento m ira a la h isto ria p o r en cim a del hom bro, desde la
cóm oda posición de gru p o seguro de sí m ism o, p o rq u e h a conse
guido ro m p er con las in ercias del pasado y sabe d istin g u ir perfec
tam en te en tre pasado y presente. P or eso es entonces cu an d o se
consolida la p eriodización en edades de 1a historia: antigua, m edie
val y m oderna. El vocablo «m oderno», que proviene del neolo
gism o latin o m o d em u s, que significa recien te y ap arece p o r p ri
m era vez, según Le Goff, en textos del siglo vi, da no m b re definitivo
a la reflexión sobre ios tiem pos presentes, la cual se fundam enta, so
bre todo en el R enacim iento, en u n a clara conciencia de h ab er roto
con el pasado. En el pasado se podía e n co n trar el ideal; no obstante,
era el presente el que d ab a sentido a las reflexiones de los h u m an is
tas, la causa que los im p u lsab a a p en sar y a actuar. P or eso la m o
dernidad tiene su origen en el R enacim iento.
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 145
Pero esta m an era de ver las cosas no era h ab itu al en tre las eli-
tes intelectuales u rb an as de la E u ro p a delxcam bio. Alarcón podía
p arecer en la segunda m itad del siglo com o u n anacronism o. El
discurso renovador, alim en tad o p o r im perativos económ icos, se
im puso entre 1850 y 1880 con fuerza. E n estos años las grandes
ciudades europeas com o París, B ruselas, Viena, B arcelona o B erlín
avanzaron decisivam ente en sus procesos de renovación u rb an a,
abriendo grandes vías y bulevares que cam b iaro n p o r entero su fi
sonom ía. M uchos m o n u m en to s y estru ctu ras de valor histórico d e
saparecieron bajo la violencia del pico y la p ala m odernizadores. El
im pacto visual de las form as eclécticas e historicistas p resentes en
la nueva arq u itectu ra, al lado de las innovaciones de la arq u itec
tu ra del hierro y el horm igón, no p o d ían escam o tear la fuerza de
un proyecto de renovación im petuosa de las form as de vida que se
trad u cía en la am pliación de la ciudad y en la expansión de los ser
vicios urb an o s p o r el territorio. La dialéctica renovación-conserva
ción adquiría los perfiles de u n com prom iso: ideas nuevas bajo for
m as revivalistas, ju sto lo que ag rad ab a a las clases m esocráticas.
Qué d u d a cabe que las form as del ab u rg u esam ien to se q uerían m a
jestuosas y dignas y no existía n ad a m ejor que las form as clásicas
perfectam ente co n trastad as por la tradición.
Aunque debilitad a a p a rtir de 1880, la m an era de ver las cosas
de Valles y de M arx sobrevive al siglo. El triu n fo de la m odernidad
154 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
tam ente a las desigualdades sociales, ap arte de d esp erd iciar tra
bajo y recursos. Le C orbusier quiere h acer tabula rasa de la arq u i
tectu ra de las ciudades y sólo adm ite aislar unos testim onios de las
form as tradicionales aquí y allá, con finalidades estrictam en te d i
dácticas. M ondrian confiesa que se siente o prim ido por el pasado,
C octeau se lam en ta de que los franceses am en tan to las tum bas.
Tristan T zara deja ir con sorna: «un gran filósofo canadiense ha d i
cho: ei pensam iento y el pasado tam b ién son m uy sim páticos». Los
m ás radicales, al m enos verbalm ente, son los futuristas. El p rim er
m anifiesto futurista, firm ado por M arinetti, contiene diversas joyas
aparte de la que co m p ara un autom óvil de carreras con la Victoria
de Sam otracia. Por ejemplo:
m erables tareas co rrien tes que aco stu m b ram o s a rep etir a diario.
Se ha dicho que el rasgo m ás característico de la m o d ern id ad es el
dinam ism o. El d in am ism o de los tiem pos presentes significa en
realidad una form a de com presión del m arco espacial-tem poral que
d elim ita el cam p o de acción de los individuos. Todo esto tiene
que ver con la m an era com o percibim os hoy en d ía al pasado.
A. G iddens explica m ed ian te tres conceptos el tipo de fenóm e
nos de la co n tem p o ran eid ad que se relacio n an con este d in am ism o
que caracteriza la vida m o d ern a y las relaciones sociales y econó
m icas. Com o que se tra ta de conceptos que tienen m ucho que ver
con las form as com o el p asad o es p ercibido actu alm en te, será p re
ciso resum irlo s brevem ente. Son los siguientes (G iddens, 1995, 26-
34): la separació n entre tiem po y espacio, el concepto de desencla-
vam iento y el de reflexividad. P or sep aració n en tre tiem po y esp a
cio debe en ten d erse la ru p tu ra de la n ecesaria vinculación de
am b as variables p o r m edio de la m ediación del lugar. En to d a
época a n te rio r a la actual la vinculación espacio-tiem po p ara cada
lugar p articu la r ha sido una circu n stan cia inevitable, sin em bargo
hoy ya no lo es. De esta m an era la articu lació n de las relaciones so
ciales se p rod uce en ám b ito s extensos esp acialm en te sin que la v a
riable tiem po ten g a incidencia, de m a n era que los sistem as locales
de relación van siendo su stitu id o s p o r sistem as universales. C onse
cu entem ente la h isto ria se deslocaliza. A. G iddens lo explica así:
L a s CONFIGURACIONES DE LA NOSTALGIA
El siglo xvm
lado los testim onios m ateriales; al con trario , los co n cep tú an com o
vehículos.insustituibles p ara el conocim iento. N os referim os a e ru
ditos y an ticu ario s com o el abate M ontfaucon, el conde Caylus y
Seroux d ’A gincourt en F rancia; el italiano Maffei, el b ritán ico Gib-
bon, el suizo S im onde de Sism ondi y algunos ilustrados españoles
com o Félix Am at o A ntoni Despuig. Son los intelectuales europeos
m ás decididos a reiv in d icar p ara el estu d io del p asad o el valor de la
experiencia visual directa sobre los restos m ateriales. Al inicio del
siglo fue M ontfaucon q u ien rein ició el cam ino en treab ierto en si
glos an terio res de u n a m an era dispersa, con la o b ra L'Antiquité ex-
pliquée et representée en figures, en la que evaluó sistem áticam en te
los testim onios m ateriales del p asad o en fo rm a de im ágenes —es
tatuas, relieves— p ara el co n o cim ien to histórico. Al final del siglo,
el am bicioso legado h istoriográfico de S im onde de Sism ondi ejem
plifica la consecución de un p u n to de inflexión en la valoración con
el m ism o objetivo de los restos del pasado. E n p alab ras de H askell,
«muy ra ra s veces, o quizá n u n ca, h ab ían desem p eñ ad o antes los
m o num ento s u n papel tan eq u ilib rado y al m ism o tiem po tan reve
lad o r en la evocación del pasado» (H askell, 1994, 205).
E stablecido d u ran te el siglo xvm el m arco general de la h isto
ria —los testim onios m ateriales y do cum entales d an u n a visión
progresiva del desarro llo de las sociedades a lo largo del tiem po
donde se pueden d istin g u ir fases que van desde las m ás prim itivas
a las m ás sofisticadas y m o d ern as— , y su validez —la historia
com o filosofía de las sociedades h u m a n as b asad a en el carácter
instructivo de los ejem plos— , ya sólo qu ed a esp erar a que p ase el
tiem po y ap arezcan los resultados. D ecir de algo que es histórico
desde finales del xvm y d u ran te g ran p arte del xix será la form a
norm al de significar lo que luego se señ alará com o científico. H is
toria y ciencia se confunden. E ste p ro fu n d o sentido de la histo ria
era m ás com ún de lo que m u ch as veces se cree. H abía calad o en la
sociedad eu ro p ea del últim o tercio del siglo xvm. Apenas caben d u
das de que lo debía te n er en F ran cia el D irectorio y el m ism o Ta-
lleyrand m inistro, cu an d o en 1798 envía u n a flota a la co n q u ista de
E gipto con N apoleón B o n ap arte al frente, que integra, ap arte de
los soldados, u n a C om isión de Ciencias y Artes fo rm ad a p o r ¡ 167
científicos y técnicos!, en tre los cuales hay n u m ero so s h isto riad o
res, todos bajo la dirección de Vivant D enon. E ste personaje, fu tu ro
d irecto r del Louvre, se en carg ará de elab o rar u n a m o n u m en tal
Description de VEgypte, que verá la luz en 1809, que rep resen tará el
acta fundacional de u n a nueva especialidad arqueológica, la egip
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 173
... reunirías en un paraje público, que podía ser el paseo que llaman
de la Explanada, levantándose de trecho en trecho los pedestales co
rrespondientes, que al mismo tiempo servirían a la decoración y
honrarían a la ciudad y por la noche podrían ser guardados por los
mismos guardas del paseo (Bohigas, 1946, 130).
El siglo xix
p ara com unicarse sabía expresarse com o ningurfa o tra con el tra
bajo sobré la piedra. Así, g u stab a de c o m p a ra r la biblia de papel
con la biblia de g ran ito de los gran d es pórticos de las catedrales e
invitaba a leer el p asad o de la h u m a n id ad en las páginas de p iedra
de los m o n u m en to s de todas las civilizaciones: «esos gigantescos
alfabetos form ulados en co lu m n atas, en pilones, en obeliscos; esa
especie de m o n tañ as h u m a n as que cu b ren el m u n d o y el pasado,
desde la p irám id e h asta el cam p an ario , desde K éops h asta E stra s
burgo» (Victor H ugo, 1985, 221). N o ta rd ó en ap are cer el arq u i
tecto providencial que V ictor H ugo soñaba, Violet-Ie-Duc. Violet
fue el re sta u ra d o r de la cated ral de P arís, y del gran recin to fortifi
cado de C arcasona, que p u d o p a sa r perfectam en te p o r un m useo
de histo ria m edieval al aire libre. T rabajó fren éticam en te en la res
tau ració n de los m ás im p o rtan tes m o n u m en to s m edievales del país
d u ran te to d a la década de 1840 h asta convertirse en el gran teórico
de la restau ra ció n arq u itectó n ica integral y en su m ayor exponente
en toda E uropa. P odría decirse que en su cabeza cupo todo el le
gado m edieval de F rancia, p u esto que en su Dictionnaire raisonné
de l ’A rchitecture, en 4.000 p áginas y m ás de 4.500 grabados, co m en
zado a p u b licar en 1853, dio ap arien cia y fijó la cu ltu ra m aterial de
todo un período de la h isto ria recién descubierto. P or m uchos años
fue quien m ás hizo p o r el reco n o cim ien to del legado m aterial de la
E dad M edia europea.
El H om o historicus del siglo xix recibe en to d a E u ro p a u n a
form ación histó rica sin p reced en tes, que co m ien za en la escuela y
sigue en las diversas in stitu cio n es que regulan la vida social. Las
razones de esta in q u ietu d colectiva son plausibles d ad a la d im en
sión de los cam b io s exp erim en tad o s p o r los europeos en pocos
años. En la E u ro p a de la p rim era m itad de siglo pesa ex tra o rd in a
riam en te un aco n tecim ien to que ha su p u esto u n a ru p tu ra h istó
rica: la R evolución francesa, seguida de la incisiva av en tu ra n ap o
leónica. Todos estos aco n tecim ien to s m erecen y reclam an explica
ciones. G. B azin ofrece algunas de las claves p ara co m p ren d er lo
que ha pasado:
Terminada la epopeya, el hombre romántico toma una concien
cia preñada de angustia de esta singularidad de los tiempos que,
bruscamente, le parecen otros distintos del tiempo vivido por él; se
hace historiador para intentar reanudar el hilo roto, para volver a en
contrar, más allá del punto cero de la nueva era, a aquel hombre que
había sido y que le parece tan extraño a sí mismo. Los museos, insti
tuciones creadas por los tiempos nuevos para dar ai hombre una
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 183
Raíces y alma
Hay ejem plos tem p ran o s que hablan m uy explícitam ente del
papel adjudicad o al pasado com o a rm a que o p o n er a las tendencias
de reform a del p o d er cen tralizad o y de im pulso del jaco b in ism o de
las m onarquías, acu m u lad o s tras el C ongreso de Viena. En Praga,
en 1818 rep resen tan tes de la nobleza checa, tem erosos de la p u
ja n za del nacio n alism o germ ánico que p resio n a p ara im p o n er u n a
o rien tació n p an g erm án ica al Im perio au stríaco , fu n d an un m useo
de h isto ria con la m isión de c o n trib u ir a fo rjar la id en tid ad nacio
nal del pueblo checo, según u n proyecto m uy parecido a lo que h e
m os visto que años después h arán los alem anes en N urem berg. E n
el m ism o año en H esse se a p ru eb a u n d ecreto conservacionista ins
p irad o p o r el arq u itecto p ro to -ro m án tico K arl F. Schinkel, valedor
de un revivalism o histo ricista que sacralizab a los m on u m en to s. El
d o cu m en to en cuestión afirm aba: «los m o n u m en to s de la arq u itec
tu ra que sobreviven co n stituyen u n a de las evidencias m ás in tere
santes de la historia, ya que de los m ism os podem os in ferir las cos
tu m b res de los an tep asad o s, su cu ltu ra y las condiciones en que vi
vía la nación». Y en 1819 en C openhague el gobierno danés a b ría al
público el M useo N acional de A ntigüedades, cread o pocos años a n
tes, con la in tención de re u n ir y preservar p ara el fu tu ro las reli
quias arqueológicas que d ab an testim o n io de los orígenes h istó ri
cos del pueblo danés. E ste caso es especialm ente in teresan te
puesto que ilu stra acerca de u n a original asociación, m uy de p ri
m era hora, en tre p atrim o n io arqueológico pro to -h istó rico y p reo
cupación p o r d escu b rir los fu n d am en to s h istóricos de u n a id en ti
dad nacional diferenciada. E ste tipo de asociaciones h arán fo rtu n a
en toda el área nórdica.
D urante el últim o tercio del siglo xix m useos de an tigüedades
arqueológicas y m useos de etnología del tip o fo lkm u seu m co n sti
tu irá n en el área n ó rd ica las dos ram as em ergentes del tro n co co
m ú n del culto al pasado que va a la b ú sq u ed a de raíces, que d arán
fe del ex trao rd in ario florecim iento de la m useología del n o rte de
E uropa. C oncretam ente, el fenóm eno de los fo lkm u seu m en el área
escandinava es u n p ro d u cto original, resu ltad o del descu b rim ien to
de las cu ltu ras p o p u lares realizado al calor del ro m anticism o. Ar
queólogos, filólogos y eru d ito s locales en ten d iero n que los objetos
de la c u ltu ra trad icio n al y p o p u la r escandinava aú n en uso, pero en
peligro de deg rad ació n y d esap arició n —casas, h erram ien tas, obje
tos dom ésticos, ropa, etc...— podían asociarse d irectam en te a las
producciones m ateriales de las cu ltu ras an tig u as de la región que
em p ezab an a ser conocidas gracias a la arqueología. E ra com o si
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 19 9
las tradiciones culturales de los pueblos sin apenas histo ria del
gran norte, hubieran sido conservadas p o r las cu ltu ras agrícolas y
ganaderas aú n vivas. E n este sentido, el fo lkm u seu m com pletaba la
visión sobre la trayectoria en el tiem po de los pueblos, y ad quiría
una fuerte proyección nacio n alista al im p u lsar las identidades n a
cionales. El m ovim iento folklifí (cu ltu ra popular) com enzó a d ar
frutos a través de im p o rtan tes instituciones m useísticas desde que
el doctor H azelius em pezó a recopilar y catalogar, h acia 1870, la
cu ltu ra m aterial de los grandes espacios rurales de su país, Suecia,
con la intención de salvar los fundam entos m ateriales del «alma»
escandinava. H azelius creó en su p ro p ia casa de E stocolm o el p ri
m er m useo folk en 1873 (fig. 5), que llam ó de etnografía escandi
nava, origen del futu ro N ordiska M useet, fundado en 1880, au tén
tico m useo nacional de la cu ltu ra p o p u lar sueca, con su m odélica
sección al aire libre, Skansen. In m ed iatam en te sus vecinos n o ru e
gos (N oruega y Suecia pertenecen a la m ism a C orona en ese m o
m ento) y daneses fundaron sus propios m useos folk, en tre ellos el
Sandvigske Sam linger de Lilleham m er, de iniciativa privada, y el
D anks Folk M useum de C openhague. P recisam ente cu an d o se está
a p u n to de p ro d u cir la independencia de N oruega respecto de Sue
cia en 1895, el recién creado N orks F olkm useum de Oslo se tra n s
form ará en el singular escap arate del genio del pueblo que requería
el entusiasm o colectivo despertado en el proceso de separación.
Moe M oltke, el in sp irad o r del m useo, lo calificó com o «m onu
m ento a la evolución de n u estra raza y a n u estra cu ltu ra nacional»
(Bazin, 1969, 195). Desde E scandinavia la fórm ula del fo lkm u
seum , con su espacio al aire libre d o n d e se m u estran los h áb itats
rurales y los ejem plos m ás rep resen tativ o s de la a rq u ite c tu ra ver
nácula, se expande p o r toda E u ro p a. A p rin cip io s del siglo xx exis
ten m useos folk en R usia, R um ania, H olanda, Suiza, A ustria, Bél
gica y A lem ania, y en los países del sur, sin g u larm en te en F rancia,
pero tam bién en E spaña, ap arecen m useos de etn o g rafía in sp ira
dos en el m odelo nó rd ico au n q u e con p lan team ien to s algo d istin
tos, que tom an la d en o m in ació n de m useos de arte y tradiciones
populares.
E n C ataluña la relación p atrim o n io histó rico y sentim iento
p articu larista fue innegable a p a rtir de la ap arición del m ovim iento
de agitación cu ltu ral conocido p o r Renaixenga. E sta relación p ro
dujo sus frutos conservacionistas y sus m useos. El red escu b ri
m iento de la m ontañ a san ta de M o n tserrat h acia 1860, sus parajes,
que p intó en diversas ocasiones Lluís Rigalt, con el san tu ario de la
200 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
venía de lejos. En los años veinte los H eim atm useen to m aro n la
form a de m useos del te rru ñ o , en u n contexto de exaltación p a trió
tica —la p a tria individual com o el lugar de los padres, y p o r e n
cim a, sublim ada, la p atria de todos, la n ación— , desplegando u n
gran esfuerzo didáctico y no olvidando las interacciones co m u n i
dad-m edio am biente. Su ráp id a difusión p o r todo el país pone en
evidencia cóm o su form ulación resp o n d ía perfectam en te a u n a exi
gencia social de cohesión alred ed o r de los valores m ás elem entales
de la co m u n id ad y de necesidad de consuelo an te las adversidades
y frustraciones colectivas de posguerra. Con el III Reich, los Hei
m atm useen se extendieron aú n m ás, encajados d en tro de u n p ro
yecto político-propagandista m ás am plio b asad o en el ideario n a
cional-socialista. Los m useos fueron tran sfo rm ad o s en cen tro s de
en cuentro y agitación política y de en cu ad ram ien to y form ación de
la juventud. Se ju stificab an ah o ra com o u n a form a de rein teg ra
ción del legado del p asad o n acional a todo el pueblo alem án, que
su p erab a an terio res ap ropiaciones clasistas del p atrim onio. P ara el
m useólogo francés G. Bazin, con los H eim atm useen de H itler «se
tra ta b a de exaltar el orgullo nacional del pueblo alem án vencido y
reto rn arle la conciencia de su fuerza p ara co nvertirla de nuevo en
agresividad» (Bazin, 1969, 269). Los H eim atm useen fueron m a n i
pulados y corrom p id o s p o r el régim en nazi y tras la g u erra d esap a
recieron. Como concepto en su form ulación p rim aria no co n sti
tu ían u n a excepción en E uropa. In stitu cio n es p arecidas prolifera-
ro n en A ustria, n orte de Italia y F rancia. E n los años veinte y
trein ta la exaltación de lo local, del terru ñ o , com o fuente de p a trio
tism o fue u n hecho en casi to d a E uropa. A dem ás existía u n fenó
m eno sociológico y unos hechos económ icos de am plio alcance,
que tam b ién ayudan a explicar el éxito de este tipo de m useos: las
com arcas dejab an de ser autosuficientes y se extendía u n sen ti
m iento de p érd id a de lo local.
El p atrim o n io histó rico ha ab astecid o de sím bolos y em ble
m as y m ateria p ara discursos a todos los regím enes to talitario s de
la h isto ria co n tem p o rán ea del m u ndo. La arqueología, en concreto,
ha sido la obsesión de la m ayor p arte de los d ictad o res en la p erse
cución de unos orígenes m íticos nacionales o de u n a fu n d am en ta-
ción histórica leg itim ad o ra de cu alq u ier política. La Italia de Mus-
solini contem pló, p o r ejem plo, la exaltación de la arq u eo lo g ía ro
m ana. El duce quiso celeb rar el b im ilen ario del Im p erio ro m an o
rescatan d o el p u erto de R om a, O stia, del olvido de la h isto ria, p o r
lo que m andó que fuera excavada en un tiem po réco rd p o r legiones
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 205
... todo es triste gris y desolado en medió del polvo. Y sin embargo
hace veinte años aún se conservaban en buen estado tres templos ro
manos, un pórtico completo, un arco de triunfo tan alto que las pal
meras apoyaban sobre él sus cabezas cargadas de frutos, y las jofai
nas de mármol de los baños subterráneos: de hecho, la monumental
ciudad se conservaba intacta. Pero un buen día, Ibrahim Pacha deci
dió construir refinerías de azúcar en la margen opuesta, cerca de
Roda; dejó caer sus garras depredadoras sobre las construcciones ro
manas, las hizo añicos, y utilizó sus piedras para construir una fá
brica repugnante (Clayton, 1985, 90).
con el fin de mantener vivo el entusiasmo, ejercitar las fuerzas del in
genió y estimular la inclinación de la juventud hacia esa parte esen
cial de la cultura humana (Reverter Delmás, 1888, 11).
L a s g r a n d e s t r a n s f o r m a c io n e s d e l p r e s e n t e :
«DESARROLLISMO», MERCANTILIZACIÓN DE LAS RELACIONES
ECONÓMICAS Y SOCIALES, Y TURISMO
ñ ero objeto de com ercio. Tam bién los bienes culturales han sido
transform ados en género de com ercio a p a rtir del m om ento en que
se les h a adjudicado u n d eterm in ad o valor convertible en m oneda y
ha aparecido gente d isp u esta a p ag ar p o r ellos. El com ercio de a n
tigüedades, p o r ejem plo, es u n a actividad m uy rancia, que ya
obligó en 1471 a Sixto IV a p u b licar u n a b u la p ro h ib ien d o la expor
tación de bienes del patrim o n io arqueológico de la ciudad de
Rom a. Con todo, si bien el fenóm eno no es nuevo, com o se ve, ia
popularización creciente en el m u n d o co n tem p o rán eo de los obje
tos del p asado ha inflado y extendido enorm em en te las dim ensio
nes de este m ercado singular. Hoy día, p ara los arqueólogos el ene
m igo principal es a m en u d o el furtivo p o rtad o r de d etecto r de m e
tales. El furtivo, com o los antiguos buscadores de oro, va a la
búsqueda de la riqueza que d eslu m b ra a la vista, y desea aquello
que persigue el arqueólogo aventurero del tópico literario o cine
m atográfico: joyas exóticas, m onedas de oro, estatu as preciosas y
m ágicas y objetos fantásticos que valen porque son antiguos y ra
ros. El coleccionista privado, otra tradición secular, se h a ab aste
cido tradicion alm en te de ios furtivos y de los co n trab an d istas y ha
sentado sus reales en el m ercado de antigüedades. Pero hoy d ía ha
aparecido un m ercado nuevo, el m ercado de la cu ltu ra atizado por
el fuego de la nostalgia, respetable, p erfectam ente legal y h asta
protegido p o r la A dm inistración, que se n u tre fu ndam entalm ente
de lecturas y de visitas a los m useos y a las atracciones culturales
basadas en el p atrim o n io histórico-arqueológico. Este peculiar
m ercado de la c u ltu ra se alim enta de pasado, de u n pasado recre
ado a la m edida del hom bre m oderno, que contiene u n ingrediente
de evasión que se utiliza de m u ro de contención co n tra la presión
diaria de la vida m oderna. Si m useos y p atrim o n io m onum ental
son los activos principales del m ercado de la nostalgia, éstos no
trab ajan solos: cine histórico, novela h istórica, reportajes de televi
sión, series televisivas, fiestas tradicionales y cenas y espectáculos
m edievales contribuyen con sus im ágenes y m ensajes, blandos y
asequibles, a fam iliarizar al público con este valor en alza en las so
ciedades contem p o rán eas que es el pasado.
En una sociedad sa tu rad a de objetos, los que tienen algo
nuevo p ara vender solicitan ayuda a los expertos en ventas, los téc
nicos de m arketing, p orque lo que persiguen es su scitar u n a nueva
necesidad en tre los consum idores, y u n buen atajo p ara conse
guirlo es co n d icio n ar de alguna m an era los sentim ientos de la
gente m ediante técnicas de co m unicación sofisticadas. Lo que el
224 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
De nuevo el pasado
del pasado, cual ave fénix que ren ace de sus cenizas, en m edio de
u n a socie^ád cam b ian te y ap resu rad a. Pero no lo es; y algo al re s
pecto ya £é ha dicho en o tras páginas. E xam inem os con algo de d e
talle los fenóm enos socio-culturales característico s del m u n d o co n
tem p o rán eo cau san tes de procesos reactivos que co n d u cen even-
tualm enté a la irru p ció n del p asad o en la vida actual.
En p rim er lugar debem os ten er en cu en ta el cam bio que ha su
puesto p ara las sociedades m o d ern as la im posición de u n a civili
dad u rb a n a que tien d e a la igualación. El sistem a de relaciones que
g aran tizab a en el p asad o el m an ten im ien to de a tad u ras en tre los
individuos con u n espacio físico y u n a d eterm in a d a trad ició n obje
tivada en cosas m ateriales, au n q u e tam b ién en conocim ientos, d i
chos, etc., se ha estro p ead o o ha d esaparecid o p o r sim ple d esplaza
m iento geográfico: el éxodo ru ral. Es ju sta m en te el co n tacto físico
con el te rrito rio que ata al individuo con sus orígenes, la p atria en
sentido literal de lu g ar de los padres, o e! te rru ñ o según u n a expre
sión castellan a m uy gráfica, lo que el individuo m o d ern o deja
atrás. E sta separació n física del individuo de su territo rio ancestral
está en el origen de u n o de los m ales co n tem p o rán eo s m ás citado
p o r los pensadores: la p érd id a de raíces. O rtega y G asset hace de
ello un discurso filosófico en tero al a b o rd a r la crisis del h o m b re del
siglo xx. Al su stitu irse d rásticam en te la savia de la trad ició n cu ltu
ral que fluía n atu ra lm e n te de la ín tim a relación del individuo con
el grupo y la p atria (ám bitos n atu rales de expresión de las pro p ias
capacidades en un espacio d eterm in ad o ) p o r u n a nueva cu ltu ra de
la civilización m o d e rn a que aco m p añ a la vivencia individual en
u n a nueva d estinación u rb an a, gen eralm en te m ás com pleja e in
quietante, el individuo tiende a cae r en la confusión, el d esam p aro
y la soledad. Así pues, tenem os u n fenóm eno de ex trañ am ien to que
se verá aco m p añ ad o p o r la im posición de u n a nueva p au ta cu ltu ral
unifo rm izad o ra. Pero la nueva c u ltu ra tiene u n a oferta am p lia de
recursos integrad o res que o cu p an en el individuo d esarraig ad o el
lu g ar que o cu p ab an los an tig u o s conocim ientos, anhelos y expe
riencias. La oferta de la civilización m o d e rn a p asa fu n d am e n tal
m ente p o r u n a cu ltu ra h o m o g en eizad o ra que es u n a am alg am a de
co nsum ism o y de p rag m atism o , que E d g ar M orin definió com o
cu ltu ra de m asas.
P or lo tanto, un segundo elem ento a co n sid era r es el papel que
rep resen ta dicha cu ltu ra de m asas. E sta fo rm a de tran sm isió n cul
tural se n u tre de un universo de cosas m ateriales m uy d istin to al
tradicional, pues es el resu ltad o de u n a sociedad pro d u ctiv ista fu n
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 227
n aria— fprm an p arte del paisaje del lugar, au n q u e no siem pre estos
elem entos sigan estan d o en su lu g ar de origen, ya que a m en u d o
h an debido d esm o n tarse y traslad arse unos m etros o unos kilóm e
tros p ara p o d er c o n ce n trar las colecciones del m useo d en tro de un
área practicable.
En cu alq u ier caso, al d elim itar u n a com arca, un valle, u n a
zona m inera o un b arrio in d u strial, los m useos al aire libre com o
B eam ish se parecen a los ecom useos franceses. Tal p aren tesco nos
induce a in tro d u cir algunas co n sideraciones m ás acerca de lo que
se ha d ad o en llam ar ecom useos. Los p ad res de la idea en F rancia,
Riviere y V arine-B ohan, se aso m aro n a la m useología después de la
g u erra y d u ran te los años sesenta, en un contexto de cam bio eco
nóm ico y social y de n o table agitación política, sin tiero n en sus
p ro p ias carn es la fru stració n y d esán im o que aten azab a los m useos
del país: centralización, b u ro cratism o , falta de ideas nuevas, poca
repercusión social de los m useos. Riviére, con experiencia en los
m useos de cu ltu ra y trad icio n es populares, p en sab a que los m u
seos de cará cter histórico adolecían de u n a caren cia grave: m o stra
ban un as colecciones m uy valiosas pero fuera de contexto. Varine-
B ohan, p o r su parte, em p eñ ad o en u n a cru zad a c o n tra el elitism o
cultural, urgía in v o lu crar a la gente en la conservación y la gestión
del patrim on io . A m parado en los ideales de d em o cracia social, p e
dagogía, regionalism o y cu ltu ra popular, el ecom useo debía p resen
ta r de form a íntegra las form as de vida del pueblo, d en tro de u n
contexto espacial y tem p o ral estrech am en te delim itado, y ex p resar
las interrelacio n es en tre las p erso n as con el m edio am biente. Todo
ello se h aría co n tan d o co n la p articip ació n de la gente del presente,
de la propia gente del país, que era en realid ad la d estin ataria de
los m ensajes y la d ep o sitaría de las trad icio n es y form as de expre
sión cu ltu ral que el m useo se disp o n ía a conservar, e stu d iar y m o s
tra r a todo el m undo. E n p alab ras de V arine-B ohan, «los lím ites del
m useo son los lím ites de la co m u n id ad a la cual sirve... [de m a n era
que] la co m u n id ad en tera constituye un m u seo vivo» (Varine, 1973,
1). La filosofía del ecom useo p o n ía énfasis en dos aspectos: a) el c a
rácter p lu rid iscip lin ar de la experiencia m useística, que p reten d ía
in teg rar m edio n atu ral y m edio an tró p ico (las ciencias h u m a n as y
las ciencias sociales de la*tradición acad ém ica francesa) en u n a vi
sión totalizad o ra que id entificaba los objetos del m useo ta n to d en
tro de los con ten ed o res convencionales, véase edificio del m useo,
com o fuera, en el cam po, en uso, h asta el p u n to de que cu alq u ier
objeto de la co m u n id ad era un objeto del m useo; h) la necesidad de
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 237
y hacer la com petencia a otras em presas del tiem po libre, com o los
parques zoológicos o los parq u es de atracciones. En 1987 recibió el
Prem io E uropeo de M useo del Año. P or aquel entonces recibía
350.000 visitantes al año, daba trab ajo a doscientas personas y re
ducía la ap o rtació n financiera de las au to rid ad es locales al veinte
p o r ciento del total de las necesidades de financiación. Los Amigos
del M useo, con m ás de mil socios, co n trib u ían p articu larm en te a la
publicitación del m useo y a la captación de fondos.
Ju n tam en te con el Ironbridge G orge M useum , en el valle del
río Severn, auto p ro clam ad o cuna de la revolución industrial y po
seedor del p rim er puente de hierro de la h isto ria (1779), y del p ri
m er alto h o rn o alim entado con carbón de coque (1709), obra de
A braham Darby, B eam ish reivindica el p asad o ind u strial de Ingla
terra y la conservación in situ. En los dos casos destaca el hecho de
'haber llam ado la atención sobre los problem as de organización y
de gestión que p lantea un m useo o rien tad o al gran público y a la
in d u stria turística sin p erd er de vista las obligaciones co ntraídas
p o r el hecho de tratarse de organizaciones conservacionistas bajo
la form a de m useo, con la m isión de p roteger e in terp reta r la histo
ria de un lugar, po r m edio de la cu ltu ra m aterial y haciendo uso ex
tensivo del m étodo arqueológico. En los dos casos la participación
de la iniciativa privada ha sido d eterm inan te, h an recibido u n a ge
nerosa ayuda pública y sin em bargo han perseguido la au to su fi
ciencia económ ica que les p erm itiera su b sistir m ás allá de las lim i
taciones inherentes a las posibilidades de financiación y de proyec
ción de u n a iniciativa de ám b ito local o regional. Su reto es hacer
b u en a la idea revolucionaria, lan zad a en los años setenta, de llevar
a cabo u n a gestión integrada de un co n ju n to de bienes p atrim o n ia
les dispersos sobre u n territo rio d eterm inado, p ro cu ran d o conju
g ar cosas tan diferentes y a veces tan opuestas com o conservación,
interpretación, estudio, publicitación, gestión em presarial eficiente
de los recursos y servicio al visitante, al tiem po que co n ju rar el pe
ligro de convertir u n a institución científica y educativa com o es un
m useo en una atracción tu rística m ás sin o tra pretensión que ga
narse la vida ofreciendo un p ro d u cto desenfadado a un cliente
poco exigente. La función educativa de este tipo de m useos y la
m a n era com o la llevan a la p ráctica y el tipo de contenidos que co
m unican ha sido tam b ién objeto de debate en Inglaterra. La necesi
dad de presen tar a un público ind iscrim in ad o un p ro d u cto nítido,
asequible y atractivo ha conllevado caer en u n a cierta esquem atiza-
ción excluyente e incluso a veces en u n a adulteración del producto
240 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
les más aisladas copien o tomen prestadas facetas de las culturas do
minantes urbano-industriales, conduciéndonos hacia un mundo ho
mogéneo. El turismo moderno puede convertirse en un agente cola
borador de este proceso o en un bastión de resistencia a la uniformi
dad y la conformidad: todo dependerá de la dirección que tomen sus
gestores y de las estrategias de comercialización que se impongan
(Murphy, 1985, 145).
3. Existe un tipo de m useo pequeño muy gratificante, servido a nivel local con poco di
pendio económico, donde la dimensión histórica de los objetos patrimoniales conservados
puede manifestarse con toda su Fuerza, que a menudo no reciben la atención que merecen. Son
los pequeños m useos de sitio que conmemoran hechos históricos. En Estados Unidos, por ejem
plo, existen unas 2.500 casas históricas que responden a esta tipología. En Suecia hay repartidos
por todo el territorio casi dos mil de estos pequeños museos y en España, sitios com o la Casa del
Greco de Toledo, la Casa natal de Goya en Fuendetodos o el Monasterio de Yuste destacan entre
muchas otras casas-museos dignas de admiración.
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 245
4. En España este proceso lleva un cierto desfase. Comunidades com o Asturias o el País
Vasco no han sabido basta la fecha sacar provecho suficiente de sus evidentes recursos patrimo
niales.
248 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
alm acenes; asim ism o, uno desciende h acia la ciudad que habita
bajo el pavim ento, donde le espera un «vehículo del tiem po» eléc
trico sobre el que ha de su b ir p ara ser conducido a lo largo de la
ciudad vikinga. El vehículo, con su guía sonora incorporada, a tra
viesa rápidam en te el túnel del tiem po p asan d o p o r distin tas etapas
de la historia del ho m b re rep resen tad as por sus correspondientes
cu ad ro s escénicos anim ados con m aniquíes, h asta llegar a Jorvik.
Allí el vehículo atraviesa u n a an im ad a calle vikinga reconstruida
fielm ente detalle a detalle con m ateriales artificiales, de acuerdo
con la evidencia arqueológica, con sus h ab itan tes y anim ales d o
m ésticos y ab u n d an te uso de recursos am bientales: luz crep u scu
lar, gritos, olores, charlas callejeras de fondo (fig. 10). Tras p asar el
p uerto fluvial se ab an d o n a Jorvik, así com o el túnel del tiem po,
p ara ir a parar, sin b ajar del vehículo, a u n a zona donde se enseña
>una reconstrucció n de la excavación con señalización concreta
de los niveles estratigráficos y presencia del in stru m en tal que u tili
zan los arqueólogos, p u esta de form a que parezca que está en
curso y que los arqueólogos acaban de salir del trabajo. Aquí se
aprecian cim ientos originales de m ad era de los edificios excava
dos, que u n a vez estabilizados han sido recolocados, si no en su si
tio original, pues la excavación ha sido inutilizada, sí m uy cerca. Es
u n a m an era de m o strar al visitante que las escenas de «teatro de
ópera» de la reco n stru cció n que se acab an de ver p asar no son un
capricho de la im aginación del arqueólogo, sino que están fu n d a
m entadas en u n exigente trab ajo de investigación. A co n tinuación
se pasa por el registro de la excavación y por el laboratorio, ta m
bién reproducidos, cosa que da u n a idea del trayecto que siguen los
restos de u n a excavación u n a vez exhum ados. P ara finalizar la vi
sita, el público debe a b an d o n a r el «vehículo del tiem po» y p asar
p o r una sala de exposición convencional donde se m u estran los
principales hallazgos arqueológicos. Antes de volver a la calle, la
tienda del cen tro ofrece al visitante la posibilidad de co m p rar un
recuerdo de la visita.
En diez años Jorvik h a atraíd o a siete m illones y m edio de visi
tantes, hecho que la ciudad de York h a encajado con satisfacción,
pues la ha convertido en un foco de atracción tu rística que puede
ofrecer alguna cosa m ás que la an tig u a y fam osa catedral. Desde el
p u n to de vista gerencial, el proyecto ha obtenido un enorm e éxito,
que cabe adju dicar al equipo de arqueólogos-em presarios que han
dirigido el proyecto, pues tras devolver los créditos en pocos años,
los ingresos p o r taquilla cubren la m ayor p arte de los costes de fun
252 EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO: VALOR Y USO
cionam iento; ap arte del superávit que gen eran las actividades m e r
cantiles practicadas. El York Archaeological Trust se ha tran sfo r
m ado erí u n a u n id ad arqueológica con ab u n d an tes recursos que
puede trab ajar po r todo el país com o u n a em presa de servicios a r
queológicos firm em ente su sten tad a p o r u n a base em presarial sólida.
Las parad o jas de n u estra m o d ern id ad h acen que u n p ro d u cto
de la arqueología se tran sfo rm e en u n p ro d u cto de g ran consum o.
En York se juega con el co n traste que p ro p o rcio n a la existencia de
un a ciudad encim a de la otra. La de a rrib a es la ciudad m oderna, el
cen tro dé la cual se h a tran sfo rm ad o en u n área de negocios e n
m arcad a p o r galerías com erciales, p arad ig m a y com pendio del
m u n do m oderno co nsum ista. A este nivel los testim onios de la ciu
dad histó rica son escasos: sólo puede entreverse, en tre edificios
m odernos, las agujas de la catedral, y en el h o rizo n te restos de las
m urallas. P or debajo, la ciudad de hace mil años se nos aparece
perfectam en te recreada, con sus h ab itan tes de cartó n -p ied ra in
m ersos en sus vidas cotidianas, los cuales tam b ién acu d en al m er
cado que se ab re en el cen tro de su red u cto u rb an o ap retad o de ca
lles de tierra, casas de m ad era y em pin ad o s techos de paja. E ste
con traste y proxim idad física facilita las cosas a Jorvik. Los clientes
de las galerías com erciales tien en la o p o rtu n id ad de c am b iar de
ru ta al salir de las tiendas y, en vez de volver a casa, b ajar a los n i
veles del subterráneo p ara em p ren d er un viaje en el tiem po d u ran te
el cual po drán pasear en coche eléctrico p o r u n a ciudad de sueños.
Los turistas y los escolares tam bién tropiezan con el colorista re
clam o sin ab an d o n ar el núcleo peatonal del centro de la ciudad.
No hay d u d a de que Jorvik satisface al g ran público, au n q u e
no sucede lo m ism o con el visitante experto. E ste ráp id o trán sito
p o r un as im ágenes del p asad o que en su preciosism o a p are n tan ar-
tificialidad, esta explosión tecnológica al servicio de u n a h isto ria
servida en calculadas dosis y m agnífico envoltorio, no convence a
m uchos profesionales. No obstante, la p resen tació n del p atrim o n io
a la m an era de Jorvik, com o concepto y a la escala que co rres
pon da según el lugar, h a hecho fo rtu n a en los ú ltim os años. Al d e
p en d er cad a vez m ás del m ercado, es d ecir del n ú m e ro de v isitan
tes, los m useos que q u ieren sobrevivir tien d en a esq u em atizar y
em p o b recer co n cep tu alm en te los m ensajes que tra n sm ite n y a c a
b an tran sm itien d o ideas ta n sim ples com o «pase u n a tard e via
ja n d o a través del tiem po», cosa que los pone a la altu ra de las
atracciones com o D isneyland, de las cuales precisam en te h an
ap ren dido las políticas de clientes y la m a n era de fab ricarse u n a
LA CONSERVACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 253
im agen com ercial. Todo ello hace que la experiencia del pasado se
convierta en u n pu ro acto de evasión, al presen tarse com o la crea
ción sofisticada de unos expertos, au tó n o m a y estanca, que poco
tiene que ver con el presente, a la cual viajam os por unos instantes
p ara aislarnos y gozar de la p ro p ia cap acid ad de ju g a r con n u estra
im aginación, p ara reto rn a r ráp id am en te a la «norm alidad» de la
que provenim os. El gozar de la p ro p ia capacidad de ju g a r con
la im aginación, que Disney fom enta en los niños, no es nada m alo
de p o r sí, al contrario ; es algo que tam b ién se espera que los m u
seos ofrezcan. Lo que pasa es que la h isto ria es u n a m ateria sensi
ble y com prom etida y los procesos históricos, que no los flashes
históricos, no son sólo p ara m irar a distan cia y de pasada, sino que
u n a vez presentados e in terp retad o s p o r el m useo sin dogm atis
m os, h an de m over a la reflexión y c o n trib u ir a enriquecer las con
ciencias, y la vida de cada uno. Jorvik es un p aradigm a m useoló-
gico de los tiem pos actuales, con la arqueología com o fondo. Ig n a
cio de Solá M orales decía que los grandes centros com erciales y los
m useos cada día se parecen m ás. En Jorvik ya se en cu en tran uno
encim a del otro. E ntonces la p reg u n ta es: ¿podrá gozar la histo ria
en el futuro de la o p o rtu n id ad de p o d er ser alguna cosa m ás que
pu ro en tretenim ien to o que u n sim ple objeto de consum o que se
puede ad q u irir en los pisos inferiores de unos grandes alm acenes?
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