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,
seguida clo TOMEMOSLO TODO
( C¿)nferencia por uc,,:a novela.
Literatura y lucha de d:ises)
Titulo del ori¡:inal itoliono:
Vogliamo Tutto, © 1971 Gfangiacomo Feltrinelll
Editore, Milán, Italia
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
El sur
n
Porque, ¿qué es Turín sino una ciudad del sur?
¿Quién trnbaja nllí? Es lo mismo que Salema, lo
mismo que Rcggio, lo mismo que Battipaglia. Allá
o aquí, con toda esa historia del trabajo, que hay,
que no hay, es siempre una joda. Entonces se c~-
mienza a comprender que lo único es quemar todo.
Como en Battipaglia, etcétera. Como ocurrirá en
todas partes, dentro de poco, cuando estemos orga-
niz:tdos. Y después, finalmente, cambiaremos todo.
Y mandaremos a los del norte y su trabajo de mier·
da a que se la hagan dar por el culo.
14
]a ciudad. Todas las casas nuevas que fueron cons·
trui<las en Salcrno están habitadas por gente que
antes venía de afuera.
IS
a expensas de la firma. Y entonces nos sentamos
afuera y no entramos nosotros tampoco.
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para hacernos levantar el paro. No, dice él, yo pue-
do clausurarles el curso desde este momento y man·
darlos de vuelta a Salerno. Si quieren venir a tra•
bajar, vengan; si no, váyanse. A nosotros no nos
interesa. Y no les doy ningún aumento.
21
fos tnreas n destajo. La dirección Je hnbía respon-
dido que se mandam mudar y él había dicho que
era necesario hacer huelga. Apenas lo oigo di;o:
Muy bien. Y me pongo a gritar junto con el sindi-
calista ése: Huelga, huelga. Voy a buscar a los com-
pañeros de colado y los hago salir afuera. Aparece
un jefe y me dice: Usted, ¿q11é hace aquí?; ésta ~o
.es su sección. Y yo le contesto que sí, que todavía
es mi sección porque tengo que terminar unas piezas.
¿ Y por qué no las termina? Eh, porque hay huelga.
Y el fulano no dice ni pío.
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las piezas eran buenas o no, que aceleraran el ritmo
de control. Es decir que si los fulanos que tenía
delante de mí no las empaquct::i.ban, él estaba auto·
rizado a ponerlas en el suelo. Cosa que en general
no se hace, porque cuando se colocan las piezas en
el suelo pueden romperse.
Y a mí me habían dicho que pusiera siempre pie-
zas nuevas en b línea. Que acercara las piezas,
que las pusiera muy juntas. Cosa que tampoco debe
i1acersc porque si se las pone muy juntas se pueden
romper. Como son de porcelana, no deben tocarse
onas con otras. Incluso, me habían autorizado a
ponerlas muy juntas. Yo decía: Pero están locos,
se rompen. Y me contestab:m: Y a vos qué te im·
porta, h:icé lo que te dicen. El problema de ellos
era únicamente aumentar la producción. Me llama·
un compañero, un sindicalista, y me dice: Escuchá,
éstos lo que quieren es producir más. Quieren po·
ner dos líneas en vez de una y vos tenés que rom-
perte el culo, debés cargar las dos.
Les hablo de eso a los compaficros míos que em-
paquetaban y dicen: Carajo, entonces tenemos que
ir despacio. Y hablan con el contralor y le dicen:
Qué carajo corrés, andá despacio. Y el fulano res•
ponde: No, a mí me gu:.ta trabajar así. Entonces
Jo escupo en la cara y me voy a la letrina a mear.
Aparece el jefe de cocción, el jefe de hornos, un
técnico, y mi.! dice: Usted está rompiendo las pelo·
tas aquí, tenga cuidado porque Jo ponernos en la
calle. Eh, le digo yo, si tiene fas pelotas tan deli-
cadas podría dejarlas en su casa. Y vuelvo a ml
puesto, mientras el contralor sigue trabajando co•
mo un loco.
Al día siguiente llego para continuar el trabajo
y me llaman los guardianes y me ponen una carta
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en la mano. La abro: en el papd <licc que estoy
despedido. Por armar gresca en la f[lbrica, por sa-
botaje y no sé qué carajo. De modo que no me
daban los ocho días de preaviso ni me reconocían
no sé qué derechos. Pregunto: ¿Pero no puedo en·
trar adentro? No, no podés entrar. Yo los conocía
a los guardianes esos, uno era el padre de un amigo
mío, con el otro · habíamos trabado amistad. No
me gustaba ponerme a discutir con ellos, me falta-
ba coraje. Fue en ese momento cuando decidí que
si entraba en una fábrica, estuviera donde estu·
viera, jamás haría amistad con los guardianes.
24
me le tiré delante del auto. Frenó, abrí la puerta
y me metí en el coche. Primero trató ele meter el
seguro, pero yo Je puse una mano sobre el hombro
y le sacudí Ja carta en 1a cara. Por qué motivo no
me corresponden ]os ocho días de prcaviso, Je dije.
Ustedes son ]os que me han despedido y yo ahora
quiero que me paguen. No sólo los ocho días de
prcaviso, sino también el mes de trabajo que he
perdido.
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(¡u,.: 11.1Lb de cli1:,ll.'\. De ni11¡_'.Úll modo, dice el inge-
niero; m.\s, quic:ro decirte una cosa. Pcnsalo bien,
puedo conseguirte otro trabajo.
26
llll llil''., Jl,)J<jll<..'. IJ,i',' llnll\>, 1111,: ,ll',, ¡;,· j.,,,,j,, q i,'
27
Copítulo 11
El traba¡o
29
escuela superior, que era la forma en que la llama-
ba. Por suerte, tambi6n iban algunos de mis amigos
de Fuorni.
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las revistas con mujeres en 1a tapa. Mkntrns que
cuando volvía a la aldea vcfa a Jas mujeres con la
pollera hasta los tobillos. En la ciudad veía las tapas
de las revistas, los anuncios con esas mujeres tan
distintas. Las veía por la calle y en el cinc. Eran
cosas nuevas que cstimuJaban la fantasía. Comen·
zaba a comprender algo, me parece. Y entonces des•
cubrí en seguida una cosa fundamental. Que para
vestirse bien, para comer bien, para vivir bien, hace
falta dinero.
31
en construcción. Y en dos meses ganaban más plata
que sus padres con la cosecha de un afio.
33
que Jo que me había dicho mi madre: quo yo era
superior. Y empiezo a pensar que ni siquiera es real
lo que habían creído los amigos míos que habían ido
a trabajar en la construcción. Es decir, que dinero
es igual a trabajo. Y que por Jo tanto, trabajo es
igual a felicidad. Comienzo a dudar de mi descu-
brimiento: que la felicidad estaba en ir a trabajar
de albañil. ·
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Jnmparitas, el dínamo, etcétera. Hay que conocer
todo tipo ele coches. En cambio, nosotros aprendía-
mos todo en los libros; los distintos tipos de bate-
rías, ele dínamos, no los veíamos nunca. Aprendía-
mos cosas abstractas que servían para que obtuvié-
ramos una calificación. Después veías que si se que-
maba la ]amparita de un coche, un chiquitín de doce
años empicado en un taller mec(mico sabía arre-
glarla enseguida. Y uno no lo sabía hacer.
Los institutos profcsionalcs esos sólo ser\'Ían pa-
rtl dar empico a celadores, a rectores, a profcsores
desocupados. Pero no nos servían a nosotros, que
para ir a clase gastábamos en libros, cuadernos y
comida. Y eran gastos insostenibles para nosotros.
Allí, todo lo que importaba cm saber hablar bien
ele la batería, di! las bujías, del dínamo, del burro
de arranque. Si hablnbas bien de eso, si sabías ele
memoria Jo que decía el libro, obtenías la califica-
ción. Pero todos estaban convencidos de que ese
carajo de escuela no servía para nada. Claro que si
se Jo decías a un profesor, él Jo negab'..l.
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subcontrntistas para que las terminen. Parn que sa-
quen las rebarbas que qudan. Hay que desbastar
la pieza y después hay que pulirla con otra esmeril.
Hay una esmeril que b desbasta y una esmeril que
la pule. Con tejido e hilos de acero. Se pasa el pi·
caportc, que queda bri11ante, y se lo pule. Ese era
el trabajo. Me calificaron como pulidor.
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hacía un poco ese oficio. Y otro poco de pcún di!
albañil. Se adaptaba a todos los oficios. A menudo
trabajaba de carrero, porque tenía un caballo con
un carrito. Salía a flote, de todos modos: pero no
trabajaba nunca como recolector de tomates. Por·
que ése era un oficio imposible.
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rn han puesto \'crc<las, ya ni siquiera hay hit!rba. Y
allí, por las noches, se hablaba, se cambiaban opi-
niones. Y Andrea contaba todas esas cosas. Así, al
cabo de dos o tres años de irse Andrea, que sólo
volvió dos o tres veces para ver a su familia, se fue
otro de los hermanos: Rocco. El Rocco este era uno
de los jóvenes mús renombrados de la aldea. El tipo
que mandaba a los patrones a hacerse dar por el
culo. Era el tipo que no les gustaba a los patrones,
un tipo que hasta se compraba trajes. Porque en-
tonces, si uno se hacía un traje nuevo, los patrones,
los dueños de las tierras, lo miraban mal. Lo criti-
caban porque se había hecho un traje nuevo.
El Rocco este se había cansado de trabajar en el
campo junto a su padre. Y se va. rtl también. Se
va a Milán. Y llega cuando están haciendo el mctro-
poli tano y comienza a trabajar con una excavadora.
E.l tambiJn escribía de vez en cuando. Antes, cuan-
do llegaba carta de uno que estaba afuera, se 1a leía
en familia. Después se hacía leer esa carta a todos
los que conocían al fulano. Era todo un aconteci-
miento en la aldea: qué ha escrito, qué dice, qué hay
de nuevo. Se sabía que el cartero había aparecido
por estos lugares para entregar la carta. Quién es-
cribió, ¿es tu hijo?, qué dice, qué hay de nuevo.
Porque no había televisión o cinc o diarios, como
hay hoy. El diario con todas Jas noticias. Antes, las
cartas eran un hecho importantísimo para hacer co-
rrer las noticias. Durante una semana o más no se
hada más que hablar de esa carta. Después llegaba
otra y se cambiaba de tema. Así sabía yo que Rocco,
en Milán, trabajaba con una excavadora. Y no lo-
graba imaginarme qué carajo era la excavadora esn.
Debía ser algo bellísimo trabajar con una excava-
dora. En una aldea, sólo se conocen la azada y los
bueyes.
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Rocco escribía que trabajaba doce horas al día. Lo
que no causaba soq1rcsa porque en el campo más
bien se traba jan ca torce, el traba jo no tiene horario.
Y ganaba, no sé, pero una cifra fabulosa. El padre,
naturalmente, estaba satisfecho. Rocco tenía novia
en una aldea vecina y ni cabo de un año y medio
Jlcga para casarse. Llega a la aldea con traje negro,
camisa blanca, corbata m~grn, zapatos negros. Llega
muy elegante, todos Jo miran. Con una valija, no
con el habitual paquete atado con una soga que se
usaba entre nosotros. Y el propietario de la casa
donde vivía él lo llama y le dice: Cómo estás, cómo
andan las cosas. Y mientras tanto lo mira de reojo,
de pies a cabeza.
43
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1
1.,'i. ,i.: ··, ¡,, ( ·. ,; . ·¡,,¡ ,·. 1 '1 '· i. l.._ ,,;,,:JI,•, !Ji,;
44
1::1 norte
45
fuera por nosotros, ellos se morirfon <le hambre.
Ahora están reventando, son unos infelices, porque
nohan querido hacerle bien al pueblo.
46
Todos ustedes tic11en el mismo aguante, muchachos.
Ya ha cambbdo tres trabajos. No ha comprendido
que aquí hay que mantenerse en un puesto. Y que
es en ese puesto donde hay que tratar de conseguir
progresos. Andar cambiando no es el mejor modo
de progresar. Yo estuve siempre en la misma em-
presa y trabajo por mi cuenta. Por mi cuenta, pero
siempre con la misma empresa.
48
ninguna gana <.le cstabkccnnl! en los aln.:dt!don:s.
Viviendo en los alrededores gastaba más todavía
porque todas las noches iba a Milán. Entre viajes
y otros castos se me iba mucho más; y por otra
parte no me divertía ni medio vivir en los alrededo-
res. De modo que decidí estabJccermc en Milán. No
bien llegué a Milán dejé las valijas en la estación y
busqué una pensión en el centro. La encontré en
vía Pontaccio, cerca de Brera, de via Solferino, de
via Fatebencfratelli, más o menos por esa zona.
so
muchachos la:; aguardaban en algún lugar apartado
y si Jes era posible se las cogían de parados junto a
un árbol. Pero no había relación alguna entre la gen.
te. Si tenías guita, si gastabas en el bar, eras un tipo
de moda, un tipo conocido. Cuanto más gastabas
cuanto mejor ibac; vestido, tantos más amigos tenías.
Si no, te qucdab.1s completamente aislado, cosa que
me rompía las bolas.
51
Muchos otros, pintores especialmente, te jodían
de la siguiente manera. Aunque fueran italianos, se
ponían a hablar en franc6s o en inglés. Es decir que
si sabías inglés o francés demostrabas que habías
viajado o que habías estudiado. Era una m~mera
de hacer discriminación: hablar francés o inglús pa-
Ta no mezclarse, para evitar a los tipos como yo,
evidentemente. Pero una noche que estábamos bo-
rrachos con un amigo mío, un fulano con el que
trabajé en la Alcmagna, armamos un poco de qui-
lombo. Habfa uno que tocaba la guitarra y nosotros,
borrachos los dos, nos pusimos a cantar en nlcmán;
es decir, mi amigo cantaba en alemán, yo sólo ar-
maba quilombo. Conocimos a un tipo que nos pro-
puso que nos metiéramos a representantes de mue-
bles o que hiciéramos contrabando de cigarrillos.
El fulano ese se interesaba por todo, sólo que era
un boludo. Pero yo no tenía registro de conductor,
no sabía manejar.
52
gunas de ]as muchaclws que iban a la escuela de
nrtc, para trabar una cierta amistad. Buscaba las
bases para el lance, pbrquc en una ciudad, si estás
solo, no conseguís hacer nada, no te podés mover.
Dcbés tener una base de amigos, de amigas especial-
mente, para poderte mover. Había muchas minas
solas en Milán, minas de provincia que se escapaban
de su casa y que se venían a Milún porque querían
estar con muchachos. Una vez me llevé una <le ésas
a la pensión, pero el dueño me amenazó con echar·
me. Después conseguí un puesto en la J\lemagna.
SJ
a conicr una pizza. En fin, me las arreglaba. Des·
pués recorría los bares en busca de alguien que me
propusiera un contrabando o cualquier otro modo
rápido de hacer guita. O me enganchaba una mujer
para encamarme. Seguía siempre dispuesto a cual-
quier aventura.
Sólo encontré ur¡. ingeniero que me propuso que
le hiciera de guardián del yate que tenía en Viareg-
gio. De todos modos, en Mfüm me había hecho de
muchas deudas y bastantes amigos. Aclcm{,s, en la
casa donde vivía, en lo de ese siciliano amigo mío,
me había vudto muy amigo de la mujer. Me jodía
que él llegara a enterarse y pensé tom.:írmclas de
Mih1n. En Milán había intentado toda clase de tra-
bajo, generalmente trabajaba como peón. Iba a un
taller, me conchababan por dos o tres días y me man·
daban a hacer cualquier cosa. Presenté la solicitud
de ingreso a la Fiat para irme de Milán, porque es·
taba lleno de deudas. Con~cnzaba a andar a las pa-
tadas con mis relaciones, menos con el amigo ese al
que había conocido cuando trabajaba en la Ale·
magna.
La Alemagna es un lugar donde te contratan por
un mes o dos o cuatro. Mi contrato era por dos
meses. Comencé a trabajar en noviembre. Me die·
ron un gorro para la cabeza, como el que llevan Jos
cocineros, un delantal y un par de pantalones. Un
uniforme más o menos higiénico. De ahí me despi-
dieron en forma bastante extraiia. Yo estaba en el
sector donde se preparaba la masa, que después se
mezclaba a máquina. Cuando la masa salía, por
abajo le pasaba una cinta sin fin, de plástico, con
una especie de cubetas. La pasta entraba en las cu•
betas, pero nosotros antes teníamos que echarles
harina. Era un trabajo bastante liviano después de
todo.
Un dfa, mknlras csl~b kycnJo Diabolik en la
pensión, me olvidé que tenía que ir a trabajar. Me
di cuenta a úllimo momento; salí corriendo, tomé
el subte, pero llegué tarde. Como cuando uno llega
tarde aunque sólo sean dos minutos le aplican media
hora de mulla, es decir que media hora no te la
pagan, decidí entrar efectivamente con media hora
de atraso. Me fui a tomar una copita de aguardien-
te y me cambié con traquilidad, calculando marcar
la tarjeta un minuto antes de que se venciera la
media hora. Dos minutos o media hora de atraso
lo mismo daban.
SS
Es~udu:, k Jir,o: o me c.l~spiJe o sigo trabajando.
Un <lía de suspensión porque licgué mee.lb hora
tarde es cosa que no me corresponde y que no la
aguanto. De modo que me despide y me certifica
por qué o sigo trabajando. Ese día de suspensión
no me corresponde ni lo aguanto. 'Él me dice que
tcngo_que m::m<larme mudar, yo le digo que es un
boludo y me voy a mi puesto. El fulano manda un
soplón de los de arriba a preguntar cómo me llamo
y después aparecen otros dos soplones y preguntan
dónde estoy. Aquí, les digo; y les ndvicrto: Escu•
chcn; si me quieren echar por la fuerza, ni lo inten-
ten porque antes termino en un calabozo; pero así
no me voy. Si me quieren echar me tienen que dar
un mes de sueldo: porque yo tengo contrato por dos
meses y sólo trabajé un mes; me corresponde otro
mes de sueldo.
56
modos, 1icnc <rtc m:-incbrsc mt1clar, me dice el ftt.
]ano. Y si 110 se va llamo a la policín. Muy bien,
Jlamc n b policía. Prefiero terminar en un calabozo
antes que darles la satisfacción de aplicormc una
suspensión que no me corresponde porque no hay
motivo. Si me despiden me tienen que dar un mes
de sueldo rnús echo días de preaviso. Ah, eso habrá
que verlo. Sí, habrá que verlo.
57
tipo que licm· que trabajar no puede permitir c¡uc
lo tomen por pelotudo. ¿Qué: parn ~-cgui1· trniendo
trabajo aquí debo hacer corno dice il jcíc? Si es
así, no me interesa. El jefe se ha equivocado y a
mí no me interesa aguantarme el día de suspensión.
¿Me quieren despedir?: tanto mejor; páguenme el
mes. El fubno comienza a telefonear a todas las
oficinas, qué se yo: a la administración, a personal,
etcétera. La dirección insiste por teléfono: Trátenlo
con rigor, amenácenlo más, después vean. De las
tres habíamos llegado a las siete: cuatro horas de
discusión y de quilombo.
SS
panden del otro extremo de la línea. Como yo esta-
ba delante del fulano, me enteraba de todo.
62
Copítul.o IV
La Fiat
6J
bio, aquel clía de fiesta, por aburrimiento, me fui
al acto clcl primero de mayo, a escuchar los discur-
sos de no sé qui6nes, pues no los conocía.
64
bo en la fábrica. Estaba en el sector 54 de Carro-
cerías, en la línea del 500. Desde hada un 1nes es·
taba all{: desde el díu siguiente a la revisación mé·
dica que me hicieron para ingresar en la Fiat.
65
costado una pila de un metro y medio de alto de
algodones empapados en sangre. Te sacaban san·
gre y te dejaban a la miseria. Porque no se fij:ib::m
nunca dónde clavaban la aguja. Clavaban la aguja
en cualquier parte y aspiraban. Después ponían a un
costado Ja jeringa y tiraban el copo usado hacia el
otro, sobre la pila de algodones empapados en san-
gre.
66
los, mostrnmc las manos, mostramc los pies, la
planta de los pies. Después te mirnba los huevos,
si los tenías y todo eso. Y dcd treinta y tres y tosé
y rcspirá y boluclcccs por el estilo. Todo un día pa·
ra ese examen: porque el cxnmcn duraba un cuarto
de hora por cada uno y éramos dos mil.
68
Les doy la hicll\'cni<la a Fíat. ¿Saben qué es Fíat?:
fjat es todo en Italia. Si !tan leído cosas desagrada·
bles en los dimios comunistas que hablan mal de la
cadena de montaje, son purns calumnias. Porque
aquí los únicos obreros que no están bien son los
vagos. Los que no tienen ganas <le trabajar. Los de·
más trabajan to<los, estün contentos de trabajar, es-
tán bien. Aquí todos tienen auto y además la Fiat
tiene colonias para los hijos de sus obreros. Además,
cuando uno es obrero de Fiat puede comprar con
descuento en determinados negocios.
10
Al día sir,uicnte me llevan a mi puesto, otro puesto,
otra línea. Y me presentan a otro jefe al día si-
guiente, el día que tenía que cmrczar a trnhnjar. El
jefe llama al capataz y le dice: Llévatclo. En rrsu-·
mcn, estaba en un puesto donde colocaba el para-
golpes con la chapa portapatcnte al 500. Tenía que
colocarlo sobre el casco, meterle dos bulones y
atornilJarlo con un aparato.
71
todos esos movimientos se repitieran ordena<lamcn-
tc, siempre iguales. Al principio, durante tres o cua-
tro días, no lo conseguís, hasta que te acostumbrás
al ritmo.
72
Aparcciü el jde <ld 500 y me dijo: Oíme, te hago
una proposición. Decidí si vas al médico, si vas a
la enfermería, por el <ledo ese, o si querés seguir
acá. Si qucrés seguir acá te pongo a hacer un tra·
bajo liviano. Si qucrés ir al médico y el médico no
te da un justificativo, te mando a hacer el trabajo
más pesado; más te pido una suspensión. Acepto
el desafío y digo: Quiero ir al médico. El fulano me
hace la orden, porque hay que tener una orden pa·
ra ir a la enfermería. Ya veremos, me amenaza. Y
fui a la enf:::rmería. Al entrar· a la enfermería veo
que sale un obrero con un brazo vendado, porque
se había herido. ¿Te vas a casa?, le digo. No, no me
dieron justificativo. ¿ Cómo, con ese brazo herido
no te han dado justificativo?
73
politano. El que me cxaminab::t era un turi11lis y
mis gritos lo impresionaban. Si yo hubiera dicho
las malas palabras en italiano habda parecido que
hacía teatro; pero, en cambio, diciéadolas en napo·
lilano, el fulano no sabía si yo estaba fingiendo o
no. Mnnnaggia'a maronna, me stai cacando 'o cazzo,
statte formo parco dio: todo eso decía yo. Pero ten-
go que examinarlo, me decía él. Quédese tranquilo.
Sí, tranquilo: me lastimé el dedo, me lo he roto. Y
él: Necesito ver si está roto, no sé si está roto. Pero
yo sf lo sé, lo siento roto. Ni siquiera lo puedo
mover.
74
mente, se inflama. No es que se hinche mucho, pero
se ve que está inflamado. Y adcm1s está más ter-
so porque no tocás nada.
75
muy cabrón. Pl!ro me queclé call::l<lo aunque tenía
ganas <le decir: Vuelvo al trabajo. Extiendo el cuello
para mirar el papel y veo que el fulano estaba justi-
ficándome otros seis días. No digo nada, agarro el
papel y me las tomo. :Él, mudo; yo, mudo. Los dos
habíamos comprendido al vuelo que nos cstába·
mos sobrando mutuamente.
76
bía tocac.lo. Porque curindo tcn<'.-s que aprcrn.kr una
nueva operación el cap.\taz se te pone al lado y te la
enseña. Y yo a ése quería joderlo porque los capa-
taces son rompehuelgas, gente que está allí traba·
jando desde hace montones de años. El me indica-
ba: Fijate, trrr trr trrr; hacé el que sigue. Yo iba:
trrr y me atascaba en el bulón. Y llamaba al capa·
taz: Ven! rápido, ayudarnc que no me sale.
77
prendés todo, para mf es un poco difícil. Además,
vengo de una conva]escencia: con este dedo, ¿cómo
hago?
78'
En cambio la gimnasia ésta me hinchaba. Sentía
el motor sobre los hombros v, también, el ruido:
tototototo to to to: no lo podía soportar.
79
Capítulo V
La lucha
81
nionc!:i. l?.l <.kda que conocía müs o 1111..:uos unos
oc.hcnta compañeros que estaban dispuestos a p3rar
cuando él lo indicara. Car~jo, me digo yo, a mí me
conocen todos, pero ninguno está dispuesto a parar
cuando lo indique yo. Entonces, le digo, si cónoc6s
más o menos ochenta compañeros podemos parar
cuando queramos. Incluso podemos parar mañana.
No trabajemos más, comencemos n luchar desde
mañana.
82
corriendo, cuamlo vas y cuanuo volvés; ,i no, no po-
dés. Eso es trabajo, no un descanso. Es un hecho
productivo.
Como quiera que sea, oigo decir a Raffaele que _él
podía contar con ochenta compañeros. Y le digo que
quedemos citados para mañana, él con los suyos y
yo con los mfos. Aunque yo no tenía gente adicta, de
todos modos pensaba: Veamos si me siguen, yo Jo
intento. Nos vemos con los tuyos y los míos, le digo
a Raffoelc. Nos vemos en la terminal de bs líneas
y hacernos allí una asamblea, una manifestación. Y
nmcnazamos de muerte y con ahorcarlos a todos los
alcahuetes, los rompehuelgas y los punteros. Los
amenazamos, hacemos manifestaciones y nos pone-
mos a gritar y a cantar. Veamos un poco qué carajo
arreglamos; incluso, después hasta podemos salir de
la planta. En suma, luchemos; rnafüm:i no se traba-
ja. De acuerdo, de acuerdo. Ahora hagamos los vo-
lan titos esos, rnafüma a la una los repartirnos en la
entrada. Después, cmmdo estemos adentro, habla-
mos con los comp::iñcros en los vestuarios, en el ca-
mino que lleva a los vestuarios.
Al día siguiente comenzamos a repartir los volan-
titos en la entrada; junto con los estudiantes. Mario
había preparado un cartel, con no sé qué leyenda,
poder obrero, la clase obrera es fuerte, algo por el
estilo. Entonces yo comienzo mi papel de ar,itador.
Compañeros: nosotros, hoy, debernos parar. Porque
nos hemos roto el culo trabajando. Ya han visto qué
duro es el trabajo. Han visto qué p:sado. Han vis-
to cuánto daño hace. Nos hicieron creer que la Fiat
era la tierra prometida, que era California, que es-
tábamos salvados.
Yo he hecho toda clase d: trabajo: albañil, la-
vaplatos, peón de carga y descarga. Los he hecho to-
83
dos, pero el más asc.¡11croso es el de 1a Fíat. Cuando
vine a la Fíat creí que me salvaba. Este mito de la
fiat, del trabajo Fiat. En cambio, es una porquería,
como todos los trabajos. Peor incluso. Aquí, todos
los días nos aumentan el ritmo. Mucho trabajo y po·
ca guita. Aquí, uno se mucre poco a poco sin darse
cuenta. Esto significa precisamente que el trabajo es
asqueroso, todos los trabajos son asquerosos. No
hay trabajo que sea bueno, justamente porque el tra-
bajo es asqueroso. Aquí, hoy, si queremos mejorar,
no tenemos que mejorar trabajando más. Sino lu-
ch:mdo. No trabajando mús: sólo así podemos me·
jorar. Ce repusammo nu poco, oggi ce ne iammo a fa'
na iurnata e festa. Hablaba en dialecto porque eran
todos napolitanos, meridionales. Así comprendían
todos, allí la lengua oficial era el napolitano.
84
dad: que no se puc.!dt! entrar lo cslü c.kcidkndo us-
ted, ahora, aquf; pero yo entro. Este cartel me gus-
ta y lo llevo conmigo. No: no se puede entrar con.
cosas que no tienen nada que ver con el trabajo. ¿Y
entonces por qué ése entra con el Corriere dello
sport, qué carajo tiene que ver el Corriere dello sport
con el trabajo y con los obreros? Este cartel por
Jo menos les interesa a los obreros, esa revista nd
le interesa a nadie. No es asunto míÓ, venga con-
migo. Y yo digo: Si dejo el cartel, ¿puedo entrar?
Sí, deje el cartel. Fíjese que lo dejo aquí, del lado
de afuera. ¿Está bien?
85
dfan y se iban a la, Ifucns. Porque estaban n"uró·
ticos.
86
bfan cómo realizarlo. No se <laban cuenta de que
lo importante era sólo armar quilombo todos jun-
tos. A mí me dio bronca. No porque me fuernn a
despedir por lo que había hecho, porque a decir ver-
dad hacía rato que me quería despedir por mi cuen·
ta, sólo que andaba buscando la excusa. Hacía tres
meses que estaba en la Fíat y no aguantaba más. No
me soportaba como trabajador. Estábamos en mayo,
hada calor y tenía ganas ele volver a mi casa y bañar-
me en el mar.
87
Como los obreros que estaban alrc<lc<lor me mira-
ban les dije: Pero ustedes son boludos, son esclavos.
Acá hay que romperles el alma a estos espías, a es-
tos fascistas. Quién carajo son estos insectos; cscu·
pámosles la ~ara y hagamos lo que se nos dé la gana;
e5to parece el servicio militar. Afuera tenemos que
pagar si entramos a un bar, tenemos que pagar el
tranvía, tenemos que pagar la pensión, tenemos que
pagar todo. Y ad adentro nos quieren manc.lar. Por
cuatro guitas que no sirven para un carajo, por un
trabajo que sólo sirve para reventarnos. ¡Nos hemos
vuelto locos!! Esta es una vida de mierda: si los pre-
sos son más libres que nosotros. Encadenados a estas
máquinas asquerosas, con carceleros por todos lados,
ni siquiera podemos movernos. Lo único que falta
es que nos sacudan con un látigo.
Así todo, comencé a trabajar de mala gana: por-
que quería luchar. Quería hacer algo, me reventa·
ha seguir allí. Mientras estaba en eso, oigo unos gri-
tos a lo lejos. Los talleres de Carrocerías son unos
galpones grandísimos, uno no ve el fondo, hay un
ruido tremendo, la voz humana no se oye. Para ha-
blar entre ellos, los obreros tienen siempre que
gritar. Oí quilombo, gritos, y me dije: Son los com·
pañeros que empiezan 1a manifest~ción. Eso si: no
me daba cuenta dónde era, porque no se veía. Aban-
dono mi puesto de trabajo, atravieso todas las Jí.
neas, por el medio, por donde están todas las otras
máquinas, y voy a reunirme con mis compañeros.
Llego y me pongo a gritar con ellos. Pero lo que
gritábamos eran cosas extrañas, que no tenían un
carajo que ver: l\fao Tse-tung, Ho-Chi-Min, Poder
obrero. Y otras que no venían al caso, pero que
resultaban agradables.
Cosas así como Viva Gigi Riva, Viva el Cagliari,
Viva la joda. Queríamos gritar cosas que no .tenfan
sa
nnda que ver con la Fíat, con tocio lo que teníamos
que hacer allf dentro. Por eso todos, gente que no
sabía ni por asomo quiénes eran Mao y 1-Io-Chi-Min,
gritaban Mao y Ho-Chi-Min. Aunque no tenfa un ca-
rajo que ver con la Fiat les gustaba. Y comenzamos
n hacer la manifestación. úrnmos alrededor de
ochenta obreros. A medida que la columna pasa-
ba entre las líneas se iba agrandando por atrás. En
cierto momento llegamos a un sitio donde había
unos .letreros, los arrancamos y escribimos con tiza:
Compafieros abandonen las líneas su puesto está con
nosotros. En otro, Poder obrero. Y en otro, ;Pill"a. los
chupamedi~s el trabajo, para los obreros la lucha. y
seguimos addante con esos tres carteles.
La manifestación empezó a agrandarse y apare-
cieron los sindicalistas. Era la primera vez que yo
veía a ]os sindicalistas dentro de la Fíat. Compa-
ñeros, comienzan a decirnos, no hay que ir a la
lucha en este momento. A la lucha iremos en oto-
ño, junto con el resto el<.! la clase obrera, con to·
dos los dcmús nietalúrgicos. Ir ahora a la lucha
significa debilitarla; si ahora no nos entendemos,
cómo haremos después, en octubre. Y nosotros:
A Ja lucha hay que ir ahora porque es primavera y
tenemos el verano por delante. En octubre nos ha-
rán falta abrigos, zapatos, tendremos que pagar la
calefacción y tambic.:n los libros que ncccsit:rn nues-
tros hijos. De modo que el obrero no pued·c ir a la
lucki en invierno, tiene que ir a la lucha en verano.
Porque en verano puede dormir al raso, en invierno
no. Y ademüs váyanse enterando de que es en pri•
mavcra cuando la Fiat recibe más pedidos de mer·
cadcría: si paramos ahora jodemos a la Fiat, en
octubre a la Fiat le interesa un comino.
Los sindicalistas comienzan a fonnar grupos, a
separamos, a dividir la manifestación. Nosotros,
89
unos veinte, formamos otra column::\ en otro lucar
y rccupcrnmo:i n algunos compafíeros. Al cabo de
dos horas logramos parar todas las líneas. Prccisa-
m~nte para entonces nparece el jefe de Carrocerías,
el coronel. Estübamos en el sector 54, pero habían
parado todas las líneas porque habfamos ido a to-
dos los sectores y los habfomos obligado a parar a
todos. Llega el coronel y a medida que Jlega ]os
obreros se van abric'ndo para dejarlo pasar y vuel-
ven rápidamente a las líneas. Quedamos sólo unos
quince con ]os carteles en la mano. Entonces deci-
do que es el momento de enfrentarlo: de lo contra-
rio, hubiera sido como escupirnos a nosotros mis-
mos.
92
En mi opinión, cstad1 muy poro tiempo más, di-
ce el coronel. Acabo de saber que le pegaron a un
guardián. Si descubro qui('n fue se la haré pagar
cara. No debe ir. muy lejos para descubrir quién
fue, le digo yo; a mí las adivinanzas nunca me gus-
taron; ya sé que me la hnrá pagar cara, pero qué
me importa. Le pcr,ué al fulano ese y es posible
que esta noche todavía le pegue a nlguicn mCls. El
tipo siente olor a biaba y se aparta inmediatamen-
te de nosotros, de los obreros. Porque nosotros,
los quince, nos habíamos puesto delante de él. Y
detrás de él estaban todos los otros obrero§_. Se
aparta, pero antes me pregunta: ¿Cómo se llama
usted? Le digo mi nombre y apellido y el nombre
de mi jefe y que trabajo en el sector 54 de la línea
del 500 y que estoy a su disposición. Le digo todo
eso para demostrar que no Je tengo miedo. Me
las va a pagar. Andá que te rompan el culo, tomá·
tcJas sorcte, otro día te la pago.
9.3
cartdito. No estaba, se lo habían llevado. Me diri-
jo al jcfo. Jefe, ¿dónde c[;tá mi cartclito? <.Por qué?,
me dice; ¿no está? No se haga el gracioso, ¿dónde Jo
puso?, respondo. Yo no sé dónde estú y si no está
significa que usted debe esperar, después ya vere·
mos. Bien, espero. Mientras tanto, ]os obreros se
van, se va todo el mundo. Me daba la imprcsi6n de
que yo era el único que quedaba en .Mirafiori. En
eso aparece otro jefe y después otro y otro m:ís.
Ajá, me digo; hay olor a alcahuetería. Jefe, ¿mi car•
telito dónde está? Tiene que venir a ]a oficina, me
dice él.
94
piecila, le revisnn el bolso y le palpan de mriba aba-
jo. Si me sl'ik1lan a mí, les digo a los compañeros,
no voy: porque si voy adcntrn er.toy jodido. Segui-
mos andando, llegamos al portal y veo al jefe, a mi
jefe, entre los guardianes: cinco guardianes. Y dice
mi jefe: Ese es, ése que está ahí.
96
SEGUNDA PARTE
Capitulo VI
El salario
99
roedor, pide el paro y exige a la comisión interna que
haga reincorporar inmediatamente ese obrero a
su cuac.lrilla. Yo, esas cosas no las sabía; las apren-
dí en las discusiones con los compañeros. Después
que corté para siempre con el trabajo. Después del
quilombo que armé el día aquel, en Mirafiori.
102
bre extra y el salnrio negro. Todo eso pnga la distin-
ta calidad de trabajo suministrrido por el obrero.
103
ca. En segundo lug;.ir, para hacer producir m{\s a los
obreros. Pero los obreros, hoy, rechazan el tra.;.
bajo; quieren tener menos horns de trabnjo para
poder organizarse políticamente.
107
mita la proJucciún: sakn sólo 1.300 unidades en vez
de las 3.500 habituales.
En las asambleas y en las discusiones se dice:
Nuestro objetivo no son las 50 liras, aunque nos ven·
gan bien; nuestro objetivo es la organización obrera
permanente que pueda derrotar en cualquier mo~
mento al patrón. A la mierda la democracia, hace
25 años que hay democracia y hace 25 afias que nos
han dado por el culo con ]a democracia. Debemos
organizarnos, los sindicatos somos nosotros, no hay
ningún ejército más fuerte que la cJase obrera uni-
da y organizada. La lucha continúa durante los días
~iguientcs, siempre con manifestaciones y asambleas
scccionalcs, extendiéndose espontáneamente a Me·
dias y Pcquefias Prensas. Aquí los paros son decla-
rados autónomamcnte por los obreros, no por el
&indica to. ¿ Por qué los paros prosiguen días tras
días y se extienden como mancha de aceite? ¿Qué
quieren los obreros de la Fiat?
108
permita vivir y se les importa un rábano de los. au-
mentos por mérito, de los aumentos de porcentaje,
los parámetros, etcétera. Es decir, de tc)(los los me:-
canismos que los patrones hnn inventado junto
con los sin<licatos para atar cada vez más el sala-
rio a la explotación y dividir a los obreros entre
sí. Se les importa un rábano del ddcgado de línea
por el que quiere hacerlos luchar el sindicato. El
delegado de línea es una tspccie ele puntero que debe
vigilar que se respete el convenio relativo a los rit-
mos, es decir relativo a la regularidad de la explota-
ción. Pero es eso precisamente lo que los obreros
rechazan. Es la lucha contra los ritmos de trabajo
lo que los obreros quieren.
110
Paros dec:larndos por los obreros en las asambleas
internas: Sector 13: primero y segundo turno. Sec-
tor l: primer turno, 4 horas; segundo turno, 4 horas.
Sector 3: primer turno, 4 ho1 as; segundo turno, 4
horas. Paros declarados por los sindicatos: Servi-
cios Auxiliares: primer turno, 2 horas; segundo tur-
no, 2 horas. Sector 5: primer turno: 4 horas, deda-
rado por dos horas. Segundo turno: 8 horas, decla-
rado por dos horas.
111
sas y Servicios Amtiliares? Deteniendo las tareas
que todavía se realizan. Miércoles 28 de mayo: En
las líneas de carrocerías los obreros han hecho un
paro e intentado una manifestación. Apareció el je·
fe de sector y consiguió impedirlo.
112
Copítulo VII
Los compañeros
113
Quiero c.lecir que yo había visto que el trabajo en la
Fiat era un trabajo como el de albafiil, como el de
lavaplato~. Y había descubierto que no había dife•
rencia alguna entre el albañil y el metalúrgico, en·
tre el metalúrgico y el changador, entre el changa·
dor y el estudiante. Las normas que seguían los
profesores en la escuela industrial y las normas se•
guidas por los jefes de sección en todas las fábri-
cas donde yo había estado eran la misma cosa. De
modo que se me planteaba un gran problema: qué
hago ahora. Qué hago, qué debo hacer.
114
corpornxme, después descubrí que aun incorporán-
dome al sistema me iba a tocar pagar siempre. Por
cualquier clase de vida hny que pagar un precio.
115
Dccfo.n que querían hacer uua mnnifcslación en )os
talleres para detener a otros sectores. Alguno~ obre·
ros de bs líneas mcc.'inicas querían parar clur:intc
todo el turno. Hay una brga discusión y se decida
continuar cJ paro durante cJ primer turno del día si-
guiente, de 7,30 a 11. Exigencias: rechazo de tiem-
pos, rechazo de categorías, fuertes aumentos salaria•
les iguales para todos. Queremos menos trabajo y
más sueldo, escribimos con ktras muy grandes en
eI volante que preparamos para distribuir a) día si-
guiente en las puertas de entrada.
116
A veces no se nos comprende y no nos ponemos
de acuerdo porque uno cstú acostumbrndo a hablar
de una forma y otro de otra. Hay quien está acos-
tmnbra<lo a hablar como cristiano, quien como sub-
prolctario, quien como burgués. Sin embargo, final•
mente, por los hechos, por el hecho de haber partici-
pado en la lucha, podbmos hablar todos del mismo
modo. Descubrir que tcnímnos todos las mismas ur-
gencias, las mismas necesidades. Y esas urgencias y
necesidades hacían que fuéramos todos iguales en la
lucha, que tuviéramos que luchar todos por esas mis•
mas cosas. La reunión fue hermosísima, emocionan-
te. Cada cual contaba cr,isodios que habían sucedi-
do en su línea. Porque nadie llega a saber todo de
todo en esa fábrica, incluso porque hay veinte mil
obreros sólo en Carrocerías.
De ninguna manera puede nadie saber todo lo que
ha ocurrido. Qué han dicho, qué han hecho los
jefes, los obreros, durante la lucha. Al contarnos
todo descubríamos una serie de cosas. Surgía 1a or-
ganización que, según los compañeros, era lo único
que ncccsitúbamós para ganar todas las luchas. Y
cualquier compañero hablaba y contaba qué había
ocurrido en su línea, qué había hecho él para con·
vencer a los demás de que participaran en la mani..
festación, en el paro, en Ja asamblea. Y porque ex-
plicaba Jos hechos, inmediatamente ese compañero
al que jamás habla visto me resultaba simp..ítico.
Me resultaba nl?uícn a. quien me 1x1rccía conocer
desde siempre. Me resultaba un herma.no, no sé có-
mo decirlo. Me resultaba un compañero. Ni más ni
menos: un compañero, un tipo que ha hecho Jo mis-
mo que uno. Asf descubrí que la tlnfca forma de ver
que todos pensamos del mismo modo es hacer las
mismns cosas.
Sobre el final de la reunión se resolvió imprimir
117
un volante y cómo seguir actuando al día siguiente.
Los cornpaficros rne aconsejaron que no entr:1r:1 a la
fábrica porque me arrestarían. Más aún: me dijeron
que no debía volver a dormir a mi casa, porque
podía llegar la policía. Un compañero me llevó a
dormir a su casa. Todo eso me gustaba mucho,
porque era la ayuda que todos nos prestábamos en
la lucha, era nuestra organización. Al día siguiente
1Iam6 por teléfono a mi hermano y me dijo que la
policía había ido a casa a buscarme durante la no•
che. Mi madre me escribió después que los carabi-
neros pedían informaciones para saber si yo esta-
ba en Salcrno. A la casa de mi hermana fueron dos
o tres veces más.
118
comprendido. Yo estaba sentado, muy abierto de
piernas, en un sillón. Pero él no dijo nada.
119
compaii.cros que entraban di.:cían que tambi1,;n ellos
iban a parar. Los obreros que entraban conocían
nuestros objetivos de lucha. Esos objetivos de lucha
por cosas iguales para todos, que hasta entonces se
iban cumpliendo. Los obreros no daban ningún va-
lor al trabajo que hacían, no se sentían ni de segun-
da ni de tercera categoría; sólo se sentían iguales,
explotados. Por primera vez los obreros luchaban pa·
ra tener todos la misma guita. Para tener todos los
mismos derechos que los empicados. Aumentos igua-
les para todos, igual categoría ·plm todos: todas
esas cosas los entusiasmaban, los unían.
Y así siguió siendo después, todos los días. Por
la mafüma temprano había que estar en las puertas
para distribuir el volantito. O el boletín semanal qe
lucha. La Clase se llamaba; traía el texto de .todos
los volnntitos y todas las crónicas de la lucha. Des·
pues nos íbamos a dormir un rato, porque más tar-
de, a la unn y media o dos, había que estar otra vez
en las puertas para distribuir los volantilos a la
entrada del segundo turno. Y esperábamos a que
el primer turno saliera para hacer la reunión con
los del primer turno. Teníamos que ir también a
la noche, a bs once, para esperar n los obreros
del segundo tumo; nos reuníamos con ellos y ha•
bía asamblea. Las puertas de Mirafiori, por aque-
llos días, se habían converlido en un mercado.
Había de todo: sindicalistas, PCI, muchachos m:.1r·
xistas lcninistas de la Unión vestidos de rojo, poli·
cías vestidos de verde, etcétera. Todos haciendo
competencia a los \'endcdores ambulantes que aguar•
daban la salida de los obreros para ofrecerles fruta,
verdura, camisetas, radios a transistores. Todos
,·oceando sus mercancías.
A decir verdad, el PCI, siempre ausente de las
120
luchas, sólo np~lreció luego del 3 de julio diciendo
que los proletarios que habían luchado crnn irres-
ponsables y provocadores a sul'ltlo. Éstos, sin em-
bargo, después fueron condenados por c1 tribunal
burgués. Además, el PCI decía que las luchas deci-
didas y llevadas a cabo autónomamente por los obre-
ros son peligrosas porque los patrones pueden ape·
far a la represión. Y nos é.\Cusaba de ser grnpitos
ajenos a la fábrica: pero no nos dijo cómo hacían
esos míseros grnpitos para Ilev,c1r adelante una lu·
cha tan larga y tan intensa como la de aquellos
meses.
122
informa que en In Fiat de Córdoba, en la Argcntlnn,
los obreros han declarado la huelga y que la policía
ha disparado contra ellos, matando a varios. Ha ha-
bido grandes disturbios.
123
dicatos. Puerta 20: 800 obreros han hecho un paro
de dos horas. Puerta 13: sigue la autolimitación de
la producción. La autolimitación de la producción
es la respuesta obrera al delegado de línea, dicen los
obreros.
124
ciento cincuenta liras Je aumento sobrn el sueldo
b~\sico y reducción de los ritmos, segunda catcgo•
ría para todos y cosas por el c~tilo. Por ejemplo, ]os
de las terminales, que deben sacar de las líne~1s los
autos termin.:,dos y conducirlos a los depósitos y a
los medios di! transporte, decían: A nosotros no nos
pagan como conductores, que es la segunda categoría.
Nos pagan como ayudantes en traslado de mate·
rial, que es la tercera categoría con diez mil liras
menos. Aunque tengamos registro de conductor. En-
tonces, qué hacemos nosotros: para retirar el auto
de la Jínea, en vez de ponerlo en marcha lo empuja·
mos entre cuatro. De esa forma, obstruimos las If.
neas, que se ven obligadas a parar, y bloqueamos
todo.
126
rabnn, en lu!1 as:1mbleas, en objetivos concretas de
lucha. De modo que la lucha no era sólo una lucha
de fabrica. Porque la Fíat tiene ciento cincuenta mil
·obreros. Era una lucha importante no sólo porque
afectaba a esa enorme masa de obreros, sino tam·
bién porque los objetivos no eran lo que decía el
sindicato: los ritmos son muy altos, reduzcamos
los ritmos: el trabnjo es nocivo: procurcmm; rcdu·
cir su nocividad y todas esas boludcces.
130
Capitulo VIII
La autonomla
131
ulguno5 olm:ros <le Pn.:parado11cs. En Prensas, los
sindicatos han puesto fin al paro con resultados ri•
dículos. Los obreros se oponen a esa decisión y la
producción no recobra su nivel normal. Los obre·
ros no quieren volver a los ritmos de antes y el pa•
trón tiene miedo. La dirección de Fiat procura a
todo trance retornar a la normalidad productiva,
que le resulta indispensable ya que ha perdido mi•
les de millones en producción precisamente en el
momento en que hay mayor demanda en el mercado.
134
de un volante en el que se enumeren las demandas
que formuforán al día siguienle. También los obre-
ros del sector 25, frnguns y hornof:, solicit:;n un ,·o-
lantc para el día siguiente.
136
eso no es suficiente: el aislamiento de nuestras lu-
chas, deseado por el sindicato, ha obligado a los
obreros de Fundiciones a sobrellevar totalmente el
peso de los paros, en tanto que los obreros deben
luchar en toda Mirafiori.
137
tidad de los obreros entre sí. La lucha de los obre·
ros Fíat se extiende de Mirnfíori a otros establcci·
mientes. Grandes Motores, de Settimo: guincheros.
Grandes Motores Centro, secciones P y B. Sima: pu·
Hdorcs. Centro S. A.: sección 3.
Todos los obreros de la Fiat Mirafiori que han
ido al paro en estos días solicitan aumentos sala·
rialcs. Incluso la .exigencia de pase de categoría sig-
nifica más salario. Y lo dicho vale para los aumcn·
tos sobre otros rubros del sueldo. Pero todas esas
demandas tienen una característica precisa: los au-
mentos solictados son iguales para todos y los pa·
ses de categoría automüticos para todos. Hasta los
incrementos de los demás rubros tienden a ser igua·
les para todos. Esto significa algo fundamental:
queremos llegar a un salario igtml para todos. En
efecto: los obreros se han dado cuenta de que las
diferencias salariales, las. categorías, las retribucio-
nes por cargo, etcétera, son u~ instrumento del pa·
trón para dividir a los obreros. ·
Sí: el patrón, para evitar la pérdida de más miles
de millones en producción, se ha valido prccisamen•
te de los aumentos discriminados para conseguir que
cesen las luchas. Ha concedido pases de categoría a
ciertos obreros y no a otros; ejemplo: la concesión
de capataces en las líneas, los pases a Servicios Auxi·
liares. Ha concedido aumentos salariales discrimina-
dos; ejemplo: jefes de máquinas y personal de marli·
nctes. Y, en general, sobre la parte del salario que
sirve para hacer producir más o para hacer aceptar
la insalubridad: producción en Prensas, retribución
por cargo en Fundiciones. Los sindicatos se han ne•
gado a ser portavoces de lns exigencias obreras de,
aumentos y pases inmediatos e iguales para todos.
Los sindicatos se mantienen fieles al principio de
i38
que los aumcnlos sobre el s::llario básico se conce·
den sólo una vez cada tres años, al vencimiento de
los convenios. Aceptan una serie de elementos aptos
para dividir que el patrón introduce a través del sala-
rio, las categorías, la diferenciación entre sectores.
Para ello han fragmentado la exigencia general de los
obreros, dividiendo la lucha y creando confusión
entre los obreros. Pero los obreros quieren llegar a
un salario igual para todos. Porque elimina las di-
visiones y unifica las luchas. Porque en el interior
d~ la fábrica cada uno es indispensable, tanto el téc-
nico como el obrero, el especializado como el peón.
Porque todos somos capaces de hacer todo. Porque
la vida cuesta lo mismo para todos.
139
bros de la corni~:ic'iu interna y dicen que a mús tanbr
el mitrcolcs darán una respuesta. Esta vez, sin em-
bargo, la re~;puesta de los obreros es distinta: Micn•
tras ustedes discuten, nosotros hacemos paro. En un
intervalo, por la noche, se une también la línea del
850, bloqueando totalmente la producción del sec·
tor 84. Los jefes preguntan por qué hay paro y los
obreros responden: Ustedes saben bien por qué.
A esta altura los jefes pretenden que los obreros
del 850 terminen veintidós cascos que han quedado
a medio hacer, con el pretexto de que si no se he-
rrumbran. Los obreros se niegan, obligando a los
jefes a ubicarse en las líneas para terminar los
cascos.
140
Martes 17 de junio: la lud1:.1 en I\1irafiori ha alcan-
zado su pu.nto mús alto y apasionante. Frente a la
continuación del paro del segundo turno, que blo-
quea toda la producción de las líneas. La Fíat ha
jugado una carta nueva. Los patrones han com-
prendido que los obreros ya no saben qué hacer con
los sindicatos. Por eso se han visto obligados a tra-
tar directamente con los obreros en lucha. Después
de haber consultado con los sindicatos proponen a
los huelguistas que envíen algunos representantes a
la Unión de Industriales. Habituados a hacer y des-
hacer, suponen que van a cnipaquctar a los obreros
con jarabe de pico. Y )es ofrecen diecisiete liras,
además no para todos, sobre distintos rubros del
sueldo. Pero los obreros no se dejan comprar con
chirolas.
141
l1stc los invita a que influyan pcrsunsiv.:imcnlc
sobre sus compañeros y los convenzan de retornar
al trabajo porque, según da a entender, es probable
que se adopt(!n medidas muy graves. Si no se deci-
den antes de esta noche, dice, aquí estalla todo, y
si las cosas siguen como est::m nos veremos obliga·
dos a suspender a 1a gente. Con que suspendan
tan sólo a uno de los obreros que hacen paro, res-
ponclen los cloec, toda ]a fábrica intensificará la
lucha. La Fíat no está dispuesta a tratar sobre esns
bases, dice Marciano, severo. Y nosotros no estamos
dispuesto~ a trabajar. Y así ocurre. El segundo tur·
no de las líneas sale de fábrica a las once de la noche
sin haber tocado siquiera una pieza. En las puertas
hay tanta tensión que parece que Turín va a explo-
tar. No se ve a un solo dirigente sindical.
142
1.:h:nJo f u11duuar las líneas 1.!ll \'ado. Pl.!ro poco 1.ks·
pués al patrón le resulta evidente que los obreros
se burlan de esa maniobra y detiene las líneas. Del
sector 54 parte enseguida una manifestación interna
y bloquea los sectores 52, 53, 55 y 56. De las línl.!as
no sale un solo coche en toda la tare.le. Con el paro
<le las líneas de montaje, completamente en mano de
los obreros, la manifestación si.! dirige al edificio
de la dirección. Allí hay un encuentro cim los sin•
dicalistas, que intentan negar todo lo que en días
anteriores han dicho contra el paro obrero. Ni si-
quiera se los escucha. La manifestación se dirige
después a h1s puertas, donde bloquea la salida de
los camiones. Por último regresa a las líneas y alU
algunos obreros hacen uso de la palabra ante los
grupos que se forman por todas partes.
144
C'.'ttr::tordinaria; hasta que un sector p::trc, p:u:1 blo·
qucar toda la fábrica. La organización crece y se
extiende por todos los sectores y permite utilizar a
fondo esa arma formidable. Ello significa que si la
tarea de llevar adelante la lucha le corresponde hoy
al sector 54, alisado y pintura, otros sectores están
listos para continu:ir la marcha y deben hacerlo lo
más pronto posible sin csp~rnr a que se concluya
la lucha en el 54. Muchos obrerns tienen hoy inten-
ción de apoyar con una suscripción a los compañc·
ros del 54, que soportan todo el peso del paro.
Es justo, pero no es suficiente. Debemos preparar-
nos para ocupar nuestro puesto el\! lucha en todos
los sectores. Reunámonos inmediatamente con los
obreros del 54 y coordinemos los paros. De este mo·
do la lucha ya no podrá ser detenida.
146
Sur Jos sacamos carpiendo. En Ja Norte parnmos
totalmente el trabajo bloqueando las líneas, de la
21 a la 23. Recuerden todos: Ja lucha continúa. O la
segunda para todos o bloquearnos las playas de al·
macen a mi en to.
147
cuatro horas de p:.1 ro. Co11 l inü,! la aut olimilación
dd ~cdur 16. Paro en el sector 51. Paros en la Lin-
gotto y fo. Matcrfcr y en Carrnagnola. En Rivolta
ha estallado la lucha. En el primer turno, paro in-
terno de dos horas en el sector 64. Paro en el 72,
pintura del 128. Paro en el 75 y en el 7.6, línea
del 128. En el segundo turno, paro interno desde
las nueve menos cuarto hasta el final en el sector 64,
tres escuadrillas. Paro de una hora en dos líneas de
revisión del 128 y de media hora de tres equipos
de montadores del 128, en el sector 72. La situación
ha explotado y el patrón ya no consigue controlarla.
149
a la provocativa acción de la fiat respondan con
paros, asambleas en el comedor, solicitudes escritas
a Ja dirección para que levante los despidos, mani•
fcstaciones hasta la entrada del 25 y colectas para
sostener, además de Ia lucha, a los compañeros des•
pedidos.
150
los autos que pa:;aban. Pero el <ll!scontcnto obrero,
la voluntad ele luchar a fondo contra los patrones
crece entre tocios Jos obreros de Turín. Para tratar
de contrarrestar ese lanzamiento a la lucha, los sin-
dicatos han decidido, para el jueves 3 de julio, un
paro ,gcncrnl por el congelamiento de los alquileres.
Sábado 28 de junio a las 16.30: asamblea general
en el Edificio Nuevo de la Universidad.
Capítulo IX
La asamblea
153
por cargo, etcétera. Adcm~ís, la exigencia de la se-
gunda categoría para todos formulada por los obre·
ros ha dado como resultado la introducción, por la
parte sindical, de la tercera categoría super. Una
categoría tramposa que no es otra cosa que el
aumento de 17 liras camuflado bajo el rubro de
categoría y que ha hecho aumentar de cinco a seis
las categorías ya existentes.
154
quiero decir. En estos <lías es importante forzar la
mano en la lucha porque a Agnclli lo tomamos des-
prevenido y todavía no ha trnido tiempo de repo-
nerse. En octubre, cualquier idiota sabe que hace·
mos paro. Una semana quizá, quince, veinte días.
Y lo sabe también Agnclli, que no es idiota y que
hubiera podido prepararse.
155
Jos del sector 25 estamos <le acuerdo en que si no
entran todos a trabajar, incluso los doce despedidos,
precisamente aquí llegan los otros que recibieron la
carta, entonces continuará el paro.
.156
a trabajar. Prolongac.los aplausos. Compaiiews: si
ahora el señor Agndli se toma la atribución de dis-
poner diez despidos, maiíana no se confonnnrá con
diez ni con quinicntns. Dispondrá mil, dos mil, y
nos dejará a todos en la calle. Pero el patrón no es
él. Somos nosotros, los obreros. Si nosotros en la
fábrica ganamos cien mil liras mensuales, el ~eñor
Agnclli gana todos los meses doscientos mil millo-
nes gracias a nuestra sangre, porque somos nosotros
los que dejamos la sangre. Hagamos paros adentro
y afuera. ¡A la huelga! Aplausos.
157
manifrst;ición puedan producirse choques graves.
Pero nosotros aclaramos inmediatamente que fa ma·
nifcstación no es una manifestación para prov0car,
sino que tiene la misión de explicarle a la ciudad las
luchas de fabrica. Hacer saber qué sucede y por
qué, desde hace más de un mes, en los talleres. Por·
que todos los diarios han hecho de todo para no ClCU·
parse del asunto. Debemos hacerle saber a toda
Turín que no nos detendremos ni a las veinte ni a
las treinta liras. Queremos lo que hemos pedido y
nos lo deben dar. Aplausos.
158
de tiempo solamente. Como también comienzan a
parar los de inspección fiual y el 19, trataremos de
incorporarnos al paro ese mismo día. Para quien
no lo sepa, si h~y aquí alguien del 56, que se coinu-
niquc con los demf1s; nosotros ya lo estamos ha-
ciendo. Nos han ªGarrado de los huevos porque
nunca hicimos paro: esperemos que ahora también
nosotros podremos hacer algo. He dicho. Campa·
ñeros: parece que desde el primero de julio el pan
va a costar veinte liras más y los cigarrillos cin·
cuenta. Los diarios ya han aumentado; los dueños
de casa quieren aumentar los alquileres y nos desa-
lojan. Todo aumenta, cualquier producto, hasta los
autos de la Fiat han aumentado. Y nosotros, die-
cisiete liras la hora. Pero a nosotros diecisiete li-
ras no nos sirven para nada cuando todo aumenta.
A nosotros no nos importa nada el aumento del
premio de produción. He oído que ahora van a pa·
garnos en cuotas, porque no hay producción. Por-
que no se produce diariamente la cantidad de co-
ches establecida por la dirección. Y he preguntado
por qué. Me h::m contestado: Porque ustedes tra·
bajan a destajo. Pero el destajo ese, ¿a mí quién
me lo propuso? Nadie. Yo no sé nada de ese asun-
to: y, como yo, los demás trabajadores. Han sido
los famosos intermediarios entre los obreros y los
patrones: los sindicatos. Nosotros queremos lo que
hemos pedido, con la fuerza.
159
diclio que la segunda categoría no es posible al <.:a·
bo de sc:is meses de empleo, porque si no el patrón
iría a la quiebra. Pero eso es prcc:samcntc lo que
queremos nosotros, qué nos importa si el patrón va
a la quiebra, él y su fábrica de mierda. Aplausos.
160
fascista que lrabnj::,ha con mi mujer le oí decir que
el señor Agnelli ha oírccido un montón de millones
para que los fascistns provoquen a todos los gru-
pos que se accrcnn a fo.s pucrtns. Pensé que sólo
era una alusi6n, pero ahora, sabiendo que hnn ata·
cado y golpeado a Emilio, pienso que eso está sien·
do puesto en práctica. Sabemos que hnn ntncaclo
y golpcndo a Emilio y que atacarán y golpearán a
otros. De todos modos, lo bueno del asunto es es-
to: que AgncJli ha dejado de usar su táctica, esa
táctica denominada moderna y democrática. Antes
tenía a los esbirros de los sindicatos, que ahora han
reventado completamente. Ya no los tiene porque
no saben qué hacer, no le sirven.
162
ga <ld trabajo producli\ o. Se habla dd dcr~cho a
la saiud, de luchas contra la insalubridad. Pero no
se dice que el único problema es que.: el trabajo es
ins~ilubre. La inmigración de gente joven traída
desde el sur por la Fiat ha continuado, en los últi-
mos meses, a ritmo acelerado. A causa de la gran
cantidad de obreros que abandonan el trabajo por-
que no quieren saber más nada con los ritmos de
Fiat y a causa ele los despidos de obreros que faltan
con mucha frecuencia. Todo eso le resulta cómodo a
Ja. Fiat porque los recién incorporados tienen salarios
más bajos durante los primeros cuatro aíios de ex-
plotación en la fábrica.
166
la Fint, los que hemos hecho el desarrollo del ca-
pital y de este Estado suyo. Somos nosotros los
que hemos creado toda riqueza que existe y de
b que no nos dan sino las mi~as. Hemos creado
toda esa riqueza reventando de trabajo en la Fiat
o reventando de hambre en el sur. Y somos noso-
tros, la gran mayoría del proletariado, los que aho-
ra ya no queremos trabajar y reventar por el desa-
rrollo del capital y de este Estado suyo. No que-
remos seguir manteniendo a tanto cerdo.
Por eso decimos que es hora de terminar, ya que
toda esta enorme riqueza que nosotros producimos
aquí y en el mundo, al fin de cuentas no saben más
que derrocharla y destruirla. La derrochan en la
fabricación de miles <le bombas atómicas o en ir a
la luna. Destruyen Ja fruta, toneladas de duraznos
y de peras, porque abundan y entonces tienen po-
co valor. Porque, para ellos, todo debe Lencr un
precio, todo debe tener un valor, que es Jo único
que les interesa. Para ellos, los productos sin valor
no pueden existir, no pµeden servirle a la gente que
no tiene para comer. En cambio, con toda Ja rique-
za que existe, la gente podría no morirse de ham-
bre, podría no trabajar más. Por Jo tanto, tomemos
esa riqueza, tomemos todo.
¿Nos estamos volviendo locos? Los patrones nos
hacen trabajar como animales y después destruyen
la riqueza que nosotros hemos producido. Pero ya
es hora e.fo acabar con toda esa gente. Es hora de
que se la demos por el culo a todos esos cerdos, de
que los hagamos a un lado a todos ellos y nos liber~
mos de ellos para siempre. Mucho cuidado, Estado
y patrones: es la guerra, la lucha final. Adelante,
compañeros; adelante como en Battipaglia; incen·
diemos todo, arrasemos a esa canalla, arrasemos a
esta republica. Prolongadísimos aplausos.
167
Martes 1~· de juJ;o. Compañeros obreros de Ri-
valta: después de los paros internos de ]a semana
pasada, ayer muchos obreros han vuelto al trabajo.
Eso no significa que todo haya terminado y que ha-
ya retornado la normalidad. La rnzón fundamental
de esta pausa en ]a lucha es el paro general dccre·
tado para el jueves por los sindicatos. Ayer, muchos
obreros dejaron de luchar, postergando todo para el
jueves. Eso es peligroso, porque los obreros se están
organizando en la fábrica, donde son más fuertes, en
tanto que el paro del jueves tiende a qt!ebrar esa
organización y a concluir todo en un solo día. Pe-
ro se engañan los sindicatos si suponen que todo
terminará así: los obreros sabrán utilizar también
esa ocasión para reforzar la lucha y sus objetivos.
El paro se hace como continuación de la gran lucha
que los obreros de la Fiat libran desde hace 45
días.
169
Capítulo X
La insurrecci6n
172
Los obreros que se hallabnn ante fa puerta 2 ele
Mirafiori eran los que habían participado en las lu-
chas fiat durante todas aquellas semanas. Eran
obreros que habían intervenido en luchas duras, en
luchas victoriosas. Mientras se preparaba la salida
de b manifestación, la policía comenzó a hacer sus
maniobras. A un costado pusieron una doble fila
de carabineros, que se mantenían tomados del bra·
zo y que obligaban a retroceder a )os manifestan-
tes. Otros pelotones de carabineros, en hileras de
cuatro, iban y venían lentamente en medio de los
manifestantes.
173
de ellos dici~ndolc: Qucrés ver que te saco fa pistola
y te acribillo. Pero el fulano ni me contestó.
175
<ldanlc <le nosotros parlen lkscargas de gases la-
crimógenos. Pero esta vez se trata de una canti·
dad tremenda, increíble, disparada directamente
sobre la gente y hacia todas parles. Las bombas
estallaban en los balcones, de modo que después
el gas se metía en las habitaciones, porque era ve·
rano y todas las ventanas estaban abiertas. Algunas
granadas reventaron contra los autos estacionados,
estropeándolos, incendiándolos. Todo eso enfurecía
cada vez más a la gente que vivía allf.
176
vantar barrka<las. Y encontramos también unn bue-
na reserva de piedras.
179
inmediatamente a los compañeros y comenzaron
a amontonar material de construcción en medio de
la calle, a levantar barricadas. Porque había mu•
chos depósitos de material de construcción en los
alrededores. Y había ladrillos, madera, carretilla~.
y las tinas esas de hierro con agua adentro, las mez-
cladoras que les dicen.
180
tenían, la lucha que libraban, eran las exigencias de
todos, era Ja lucha de todos.
181
de corso Traiano hacía ya un buen rato que, al pa-
recer, se estaba combatiendo allí. Tropcz:.1mos en
un compañero al que la sangre que le salía de la
boca, fo chorreaba sobre los hombros. Más adelan
te tropezamos en otro compañero que estaba, san-
grando y que no podía mantenerse en pie. Se in-
corporaba y volvía a caer al suelo. En el último tra-
mo alcancé a ver a los policías. Habían bajado de
los furgones y fonnaban un grupo, todos con cascos
y escudos.
182
pirablc y tenemos que retirarnos. L:.1 policía n::con-
quista lentamente corso Traiano, pero siguen npare-
ciendo continuamente nuevas barricadas, una detrás
de otra. La gente que cae en manos de la policía es
apaleada hasta sangrar y cargada en los celulares.
Pero también ]os policías se ]levan lo suyo. Mientras
tanto, Jlcgan mús refuerzos para Ja policía. Llegan
de Alejandría, de Asti, de Génova. El batallón de Pa-
dua, que había llegado a la mañana, no había bas-
tado. La batalla se generaliza cada vez más. Se com-
bn_te con más violencia frente al edificio Fíat, en cor-
so Traiano, en corso Agnclli, en todas ]as transversa-
les. Y en Plaza Bengasi, donde la policía efectúa unas
cargas brutales, absurdas, de insensata violencia.
Pero es atacada por dos lados y a duras penas con-
sigue escapar al asedio. El subjefe Varia se salva por
un pelo de ser capturado. Los compañeros que escu-
chan Jas radios de la policía dicen que ésta ha solici-
tado autorización para usar las armas de fuego.
183
arrestos. Hasta se llevan a una anciana por haberle
dicho a un policía que es un sorete.
184
Todo d barrio eslti en llanrns. Los focos del alum-
brado público han sido apagados a pedradas y en
]a oscuridad sólo se ven llamas. La policía trata
de ganar tiempo; es decir, trata de hacernos creer
que estamos allí al pedo, no ataca. Y, en efecto, ata-
caron a eso de las cuatro de la m::idrugada, cuando
llegaron refuerzos. Casi todos los obreros estaban
cansadísimos, hacía m,ís de doce horas que comba-
tían. En cambio, los policías eran relevados perió·
dicamcntc.
Estaban allí esperando delante de las barricadas,
éspcrando el amanecer, esperando que llegaran otros
policías, fresquitos ellos, a relevarlos. Nosotros ha-
bfainos retrocedido para defender a pedradas el
puente, bloqueado por autos incendiados, por donde
pretendían pasar los refuerzos. Pero habíamos que-
dado muy pocos para defender el puente, unos vein-
te apenas. Después el jeep y los camiones de rduer·
zas aparecieron por la calle secundaria por donde
habíamos llegado nosotros. Para impedir que nos
acorrnlnrnn tuvimos que huir todos. De un camión
bajaron algunos carabineros y nos persiguieron dls•
parándonos lacrimógenos.
Huíamos todos perseguidos por los carabineros.
De pronto vimos delante de nosotros una fila de
jeeps que se nos venía encima. No sé cómo habían
hecho para I1cgar, tal vez volvían de realizar alguna
inspección. Las cosas se nos ponían feas. Entonces
nosotros, gritando todos nos abalanzamos sobre los
policías tirándoles piedras y golpeando los jeeps.
Hasta que huyeron. Después nos dimos cuenta de
que atrás d~ nosotros estaban los carabineros, de
modo que nos volvimos y nos lanzamos a atacarlos.
Pero detrás de los carabineros 1legaba un montón
de policías. Tuvimos que escapar porque éramos
muy pocos.
185
Yo estaba cansadísimo y corría como un desespe-
rado. Llegué a una pl:iza, tropecé en una piedra y
casi pierdo un zapato. Cuando me detuve para
echarle un vistazo al zapato apareció un carabinero
que me había seguido. Solo. Entonces vi que un
compaíiero que venía huyendo conmigo saltaba so-
bre el carabinero. Lucharon cuerpo a cuerpo y el
carabinero cayó al suelo. De pronto vi humo en lo
alto de una calle. Desde el sitio donde brotaba el
humo se veía una ancha avenida y la batalla que
continuba todavía. Imposible saber quién iba ga-
nando. Todo era muy confuso. Yo sólo quería dete-
nerme un momento en cualquier lado, para cagar:
no aguantaba más.
186
ver qué sucedía en la avenida. Todo era humo ~·
gritos y disparos. La avenida estaba oscurecida por
el humo y el polvo y sólo había allí sombras y un
tremendo bochinche de gritos, sirenas y disparos.
A mi izquierda se oía el estruendo y las sirenas
de los furgones policiales que retomaban In avenida.
Dos molotov estallaron en medio de la c.:11le.
Había humo y gas por todos lados, era imposiblc
respirar. Los policías bajaron de los furgones y co-
rrieron hacia donde estábamos nosotros. Corrían en
medio del humo, con máscaras y escudos. Me hallé
entre un montón de los nuestros que corrían y se
dispersaban por las transversales. Los policías co-
rrían detrás de nosotros y est{1bamos todos conf un-
didos en medio de un gran bochinche y de la pe-
numbra iluminada por los incendios. No podía. ver
casi nada, pero en cierto momento vi que uno de
los nuestros se abalanzaba sobre un policía que
hribía quedado aislado y empezaba a darle golpes
con un paló.
A nuestra izquierda, por una transversal, vimos
aparecer, a la carrera, a algunos policías. Todos
levantamos los palos y nos lanzamos, corriendo tam-
bién, sobre ellos, en medio de la penumbra que nos
rodeaba. Yo tropecé con un policía y comencé a
golpearlo. El tipo cayó al sucio, de cabeza. Después
regresamos todos hacia la avenida. Desde allí vemos
que, en la otra acera, un grupo de los nuestros se
abalanza sobre los policías que rcgras:-,ban a los fur-
gones. Los policías huyen y los perseguimos hasta
obligarlos a regresar al sitio donde habían dejado
los furgones con los motores en marcha y los faros
encendidos. Había un policía que levantaba los bra-
zos y gemía. Vi que algunos de los nuestros ayu-
daban a un muchacho a ponerse de pie. El mucha-
cho estaba herido y le salía san¡re de Ja cabeza.
187
Con ayuda de nuevos ref ucrzos, la policía iba con-
quistando terreno lentamente. Comienza el rastreo,
casa por casa, con métodos despiadados, brutales.
Pero la gente no se va. Los obreros y los vecinos
del barrio se relevan; ya están acostumbrados al gas
lacrimógeno y continúan levantando barricadas. Per-
seguidos por unos veinte policías, cuatro o cinco
compañeros y yo entramos en una casa y cerramos
la puerta. Yo trepo la pared del patio y voy t\ parar
a un taJler. En ese taller había una escalera. Subo
por la escalera y voy a parar al techo del taller.
Recojo la escalera. Y veo que mis compañeros están
en el techo de un edificio vecino a la casa donde
nos habíamos metido.
188
APEtJDICE
Tornémoslo todo
Conferencia por una novela
Literatura y lucha de clases
Nonni Bolcstrini
(Traducción: Augusto Blanco)
189
sociedad civil. Hoy, cuanto más el monopolio de la
violencia se torno la única fuente de legi timaclón
del estado (en ausencia de todo consenso, siquiera
pasivo, de la clase opuesta) tanto más la precariedad
y la desesperada figura de su existencia se hace sen-
tir. Dentro de este cuadro, el único resultado de la
transformación de la estructura del estado es la cre-
ciente toma de conciencia por parte del capf tallsmo
de la Inminencia de la guerra civil. Una guerra sorda
y continua, una Imposibilidad del estado del "coman-
do", de seguir transformándose en estado del "con-
senso" y del "desarrollo".
Conferencia
190
edsd que vn de los 18 a los 50 años, disponlblo p.ira
todo:::i los tr;ib;ijo!l, sin ningun::i calific.iclón profesional
aún cuando posee físicarnonte un diploma, candidato
perenne a la emigración, privado do una ocupación
estable, frecuentemente desocupado, o constreñido a
trabajos de lo mós variados y esporádicos".
Una figura que nace políticamente de manera total-
mente espont¡ínca, en el exterior de los cané:llos or-
ganizativos tradicionales, del partido y del sindicato.
Una figura nueva que se mueve sola, espontáneamen-
te, fuera de toda tradición política precedente: que
se vuelve a fundir en las cosas, en h~ materialidad de
las cosas y de las lucha!l, abarcando realmente todo
el quehacer político.
Esta nueva figura política de proletario es la que
ha hecho en toda Europa, emigrando de !talla del sur,
el desarrollo capitalista de los últimos veinte años: de
la Fiat a la Volkswagen, a In Renault, de las minas
de Bélgica a lns del Ruhr. Que ha llevado a cabo las
grandes luchas obreras de los últimos oños. Que lo
ha desbaratado todo, que ha puesto en crisis a Italia.
Que determina hoy la desesperada respuesta del
capital, tanto a nivel de fábrica como a nivel lnstl·
tuclonal. Que obliga a los patrones a usar el arma
extrema, la de la crisis. Que los obliga Incluso a
destruir su riqueza, con tal de asestar un golpe defl·
nltlvo al enemigo que los acosa.
191
tra el trnb.ijo m,ís duro, más fotigoso, mós inh1.11rnmo,
eso que ningún otro está dispuesto a realizar.
Es innegable que el suyo, en esta fose, no es aún
un comportamiento político determin3do desde el pun-
to de vista de la conciencia de clase. Es solamente
estnr en el interior del proyecto capltnlistn, es decir,
estar en el interior de las leyes capitalistas de la
acumulación. Estar completamente adentro, doblega-
dos, totalmente comandados por el dominio del ca-
pital.
Pero el hecho fundamental que se produce es éste:
que entre los años sesenta y los años setenta el do-
minio del cnpital sobre esta fiílura del prolctnrio,
sobre esta figura del obrero-masa, como ha sido de-
finido, se rompe, se quiebra. Y no se rompe a partir
de una adquisición de conciencln, con la Introducción
de una nueva ideología relacion2da a la ncccnidad de
poder de esta nueva figura de obrero, de estíl nueva
estructuración de claze. Se rompe en cambio en la
materialidad misma del choque, en las exigencias
materiales de este obrero, de este proletario. Aquí
el dominio del capital se quiebra en los luchas mis-
mas, es quebrado en Fiat en el 69, es quebrado en
toda Italia por el formldable empuje de las luchas
de esos años.
Las luchas del 69 tienen características totalmente
diferentes de las precedentes, y también de las ac-
tuales. Eran luchas que nacían dentro del desélrrollo.
Nacían en un momento en que el capital usaba la
fuerza de trnbr1jo, este nuevo tipo de fuerza de tra-
bajo, englobándola dentro de su proyecto de desarro-
llo, dentro de su plan do acumulaclón. V repentina-
mente, aquella qu~ hnbía llt'.lgado a ser una ley funda·
mental del capltal -servirse de esta fuerza de tra-
bajo del sur, garantizando de este modo un salto en
su propio desarrollo- se reveló, en el Interior mismo
del desarrollo del capital, una contradicción lrrever·
192
síble. Porque este obrero que hn determinado la ri-
queza, que ha construido la riqucw, -no tanto y no
sólo en las ciudades de Italia del norte, sino que tam.
blén ha construido, si nos fijamos bien, la riqueza
de toda Europa- este tipo de obrero, desde el Inte-
rior de su relaci6n con el capital, consiaue est::iblccer
un nuevo comportamiento polémico, totalmente basa-
do en las propias necesldadas materiales.
193
de~trucclón y la nbcorción, desde un punto de vista
objotivo, de ia figura del obrero profesional corno
figura prlnclpal del proceso productivo.
El capital consigue derrotar al obrero tradicional
con diversos Instrumentos: fascismo, salto tecnológi•
co, crisis económica do 1929. El resultado debía ccr
necesariamente la destrucción y la sustitución del
obrero profesional con una figura distinta de fuerza
do trabajo, de productor.
Así, en lugar del obrero espec!allzado, surge un
nuevo tipo de obrero que desempeña, respecto a la
relación productiva, respecto a la org3nizac!ón mis-
ma de la producción, un rol totalmente diferente.
Es el obrero de la cadena de montaje: no profeslona•
!Izado, no especializado, móvil, Intercambiable. Es el
obrero que pertenece a los grandes saltos tecnológl·
cos de los mios veinte y treinta, a la lnstltuc,lón de la
cadena de montaje de Ford y al taylorlsmo. E.s el
obrero que tiene, como se tiene hoy, una relación
completamente diferente con respecto a la máqulnn.
y a la fJbrica.
La necesidad que en los años veinte tiene el c~pl·
tal de derrotar la componente de clase profeslonol,
lo lleva a la necesidad del salto tecnológico. Y por
ende a contrátar en su Interior una estructuración de
clase diferente, una fuerza de trabajo que tenga una
procedencia social diferente, y sobre todo un com-
portamiento diferente con respecto a la organización
capitalista del trabajo. Este nuevo tipo de fuerza da
trabajo será el obrero-masa.
194
liado fu era e.le los esquemas y de los controles sln-
dicc::es a fines de los aiios sesenla.
Este obrero-mesa, el protagonista del libro, puede
ser d·;)finido rn1tc todo por sus características sociales,
por las característicris de su condición social. La clcs-
ocupnción, el estudio, los vmios oficios, la emiora-
ción, son las etapas principales que recorre, como
las recorren todos los meridionales de su extracción.
Luego se lo puede definir a través de sus caracterís-
ticas políticas. Oue no son aún verdadera conducta
política, pero que son el rostro de la extracción social.
Y que son: su cxtrañnmie:ito ideológico con el tra-
bajo, con la ética profesiond del trabajo; la incapa-
cidad de representarse como portador de un oficio
y do idsntiflcarsc con ésto, mientras está obsesiona-
do únicamente por la búsqueda de un~ fuente de
rédito para consumir y sobrevivir. El trabajo es en-
tonces vivido únicamente como dinero, y se hace
evidente un absoluto extrañ:imiento con respecto al
desarrollo, a su petición de participación.
Pnra el joven obrero meridional trabajo y desarro-
llo ofrecen dinero, que es Inmediatamente transfor•
mable en mercaderías, en cosas: cnmisas, blue-jeans,
discos, pizzas, motocicletos. Paro con re3pecto al
cignificado de estas cosas él tieno una relación de
extrañamiento absoluto, eslíls cosas son Eisumidas
por él sólo en su dimensión mílterial. Es decir: estas
cosas me son útiles, me sirven y me gustan. Las
poseo o no las paseo. si poseo muchas, soy feliz.
Sin ser Jnmás capturndo, sin ver siquiera la ideología
do estas cosns, sino viéndolo todo únicamente en tér-
minos materiales, en términos de dinero.
A medida que el obrero-masa recorre, obligado por
su condición cocl.11, el trnbJjo, la movilidad, la des-
ocupación, a la que está obligado: a medida que re-
corre estas etapas, es decir, que recorre la organl·
zaclón capltallsta del trabajo, la organización social
195
en su conjunto; comenta con su propia mentalidad ele
meridional estas relaciones con In organización que
le son extrañas, extranelclad que es cada vez mayor,
hasta transformarse en oposición política abierta y
que se vuelve por último práctica do la rebelión des-
tructiva.
Nuestro protagonista ve, aprende, comienza a lu-
char. Comienza a practicar este nuevo tipo de rela-
ción con el trabajo: construida en base a la expe-
riencia de la primera huelga, de las amenazas a los
Jefes, de la propia capacidad de imponer, por medio
de la violencia, los propios derechos. Los propios
derechos que son en el fondo simplemente la propia
necesidad de rédito para la satisfacción de las pro.
plos exigencias materiales.
Y aquí, en sus primeras experiencias de trabajo,
él comprende que todo es dinero, que la única cosa
Importante es el dinero, que todo se mide sobre esta
base. Todos los oficios son en el fondo lo mismo,
sirven sólo para obtener dinero. Trabaja sólo para
tener dinero, y si ha guardado tipenas un poco más
de lo necesario, deja de trabajar, porque es mejor
estar sin trabajo. ''Lo importante es trabajar lo mo-
nos posible y tratar de ganar dinero de la manera más
Inmediata posible", dice en determinado momento el
personaje.
Por un lado el trabajo concebido únicamente como
dinero, por otro el cxtraiiamicnto absoluto con res-
pecto al trabajo. Todo lo que es cxtrnño a la escla-
vitud, lo que es horror por el trabajo, fascina a nues-
tro protagonista: los bares, los boliches de las metró-
polis del norte con su fauna de putas, de rufianes,
de maricas, de drogadictos, do artistas, de gente rara
que no hace nada. Todo un mundo de vida que le es
extraño, que es extraño como él dice, ••a la fábrica,
al campo, a la rellglón" (que en el sur ea un nlvel
lnstltuclonal).
196
E5tá t,,mbil.3n el episodio del trnbDjo en la fobrlca
Alcmoana, de Milón. El protogonista entrn con el
gorro de cocinar puesto torcido, y le ordenan colocár-
selo correctamente, pero él se empecina. Aquí el
hecho de hacerse el uu::ipo, como se es en el sur, se
transforma lnmedintarnentc en un hecho de lucha po.
lítica. Aquí su extrnccióil meridional se transforma
directamente en un elemento ele lucha. Por otra parte,
en substancia, el protagonista no entiende por qué
el gorro deba llevarse derecho. Existe siempre, por
parte del protagonista, el reclrnzo a querer entender
las reglas de un juego que no es el suyo. Finéllmente,
cuando lo echan, permanece allí clav.:ido durante ho·
ras en la oficina, hasta obtener la liquidación y todo
su dinero hasta el último centavo, y aun algo máa si
lo consigue.
Su relación con el trabajo se encuentra aun más
ejemplificada en el episodio en que va a donar sangre,
con la esperanza de que se la paguen. Se soca como
conclusión, en efecto, que dar sangre o venderse a
sí mismo como fuerza de trabajo es en substancia
la misma cosa.
Hasta aquí léls características del personaje son
aún totalmente individuales. En el fondo todas sus
luchas las realiza en cuanto meridional, las realiza
sobre la base de su astucia y de su rabia Individual,
para no dejarse pisar la cabeza, para obtener dinero.
Recién cuando llegn a Fíat comienza a percibir los
grandes hechos colectivos: !ns manifestaciones del
1º de mayo, los estudiantes que distribuyen volantes
frente a la fábrica, la revisación médica colectiva.
El protagonista ve todas estas cosas como prole-
tario merldion.il. Durante el 19 de mayo no entiende
para qué tantos discursos, tanta charla, tantas ban-
deras y tanto desfile. No entiende qué hacen los es-
tudiantes; qué hacen allí, en lugar de Irse de joda,
ya que no tienen que trabajar. No entiende para quá
197
sirve la revisoción médica, lo porece totalmente Inútil,
sobre todo CUémdo ve que los toman a todos, Incluso
a los ciegos y a los rengas.
Ve todo este gran despelote y no consigue expli-
cárselo. Así su primer episodio de lucha en Flat se
encuentra aún en la dimensión Individual. Él se va
sumergido en la pnvorosa orgeniwción que esta fá·
brica representa y ejerce, y reacciona en un primer
momento con trucos individuales. Ve que los otros
obreros nproveclrnn del mínimo pretexto para hacerse
pagar el día sin trabajar, y entonces simula lastimarse
Uil dedo. Esta es la primera lucha que realiza dentro
de Fíat; engañando al médico con la astucia, se hace
pasar por enfermo para que le paguen el día sin
tr.;bajar.
Esto es la preparación para la verdadera lucha, una
lucha más grande, que se transforma en un hecho
político porque se realiza junto a todos los otros
obreros. Lucha que comienza cuando el protagonista
se siente c::ida voz más ahogado, más extrnño a esta
organización oprimente que lo invade todo, tanto en
la fábrica como fuera de ella. Que comienza cuando
se enfurece con el capataz y le dice: "La Flat no es
mía, no la quise yo, no la hice yo; yo estoy acá para
ganr..r dinero y nc:da más. Pero si me siguen rompien·
do los huevos, yo los cago a piñas a todos".
198
meros, todos Iguales perdidos en esa enorme di-
mei1slón.
Luego viene el primer ornn erlsodfo: la m:mlfostn-
clón que se inicia en la fóbric~. los sindic~11:ns m1e
rompen las pelotns, hasta que llcaa el jefe do los
Ingenieros y todos los obreros se julepeAn y se re-
únen a escucharlo. Entonces él comprende el rol
que tiene el choque en esta reunión; comprende que
cuando los obreros están juntos, y son conscientes
de que están juntos, son los mñ~ fuertes y pueden
Joder a los Jefes. Mientras que si el Jefe consique
llevarlo todo a la dimensión Individual, es él que los
Jode a ellos. Y de este modo nuestro protngonlsta
consigue derrotar al Ingeniero y es la primera victo-
ria política.
A partir de este momento termina su historia Indi-
vidua!. Desde que él comprende todo esto, ~u his-
toria pasa a ser la historia colectiva de la clase
obrera. Ha comprendido que hay que unirse pora
tener más dinero, y ele este modo es más fñcll con-
seguirlo; esto ha podido tocarlo con las monos. Y es-
to, que no es un hecho Ideológico, sino un hecho ma-
teria! de lucha, es la conciencia de clase.
"V allí finalmente tuve la satisfacción de descu-
brir que las cos?.s que pensaba desde hacía años,
desde qlle trabajaba, las cosas que creía que pensélba
yo solo, las pensr.bc:n todos. Y <1uc érnrnos verdade-
ramente todos la misma cosa. ¿Qué diferencia hnhía
entre otro obrero y yo? ¿Qué diferencia podía haber?
Que quizás el otro pesaba m:)S, era más alto o más
bajo, que tenía ropa de otro color, o qué sé yo. Pero
lo que no tenía diferencia era nuestra voluntad, nues-
tra lógica, nuestro descubrimiento de que el trcbajo
es el único enemigo, la única enfermedad. Era el odio
que teníamos todos por este trabajo y por los patro-
nes que nos obligabon a hacerlo. Era por esto que
todos estábamos Jodidos, era por esto que cuando
199
no parábamos dábamos pmte de enfermo. Para cvit..1r
esa córcel donde todos los días nos <¡ul tab:111 nuestra
libertad y nuestra fuerza. A mí, esas Ideas hacía tiem-
po que se me venían ocurriendo por mi cuenta, y
ahora veía que era lo que todos pensaban y decían,
y las luchas que hasta entonces yo hacía por mi cuen-
ta y al pedo contra el trabajo, eran luchas que podía-
mos hacerlas todos juntos y así ganarlas".
A partir de que el personaje comprende la dimen-
sión colectiva, la de la lucha, desde ese momento
en más las cosas de las que se habla son sólo las
que sirven para aclarar los niveles de las luchas.
A pmtlr de aquí los capítulos del libro se titulan de
EJcuerdo a estos niveles, a estos instrumentos: el
salario, que es el terreno sobre el que se lucha. Los
compañeros, es decir, el nivel organizativo mínimo.
La autonomía, es decir, el modo como se desarrolla
el movimiento. La asamblea, es decir, la forma de
organización de la masa. Y finalmente, la Insurrec-
ción, es decir, la forma de lucha. El lenguaje so
transforma en el lenguaje propio de las luchas: los
volantes, las reuniones, las asambleas. Y a través de
este lenguaje figura la crónica, día por día, de las
luchas en Mlrafiorl, hasta el choque final, directo, con
las fuerzas del estado que estalla en la batalla de
corso Traiano.
200
trucción de una relación de producción distinta, es
destruido ahora ele un solo golpe. En Fiat, durante
esos meses es puesto en crisis no tanto Agnelll, no
tanto el patrón, sino una estrategia capitalista gene-
ral. Una estrategia que habíél dedo sus frutos, y sobre
la cual también ol movimiento obrero, el partido CO·
munlsta y el sindicato habían construido su estrategia.
Estrategia que también es puesta en crisis contem-
poráneamente.
Estas luchas en efecto producen una reacomoda-
clón obrera y proletaria, que coloca tanto a la lucha
del capital como a la lucha obrer(l frente a una alter-
nativa. Por un lado, la necesidéld del capital de derro-
tar la exigencia proletaria del poder; por otro, la ne-
cesidad de la clase obrera de no retroceder, sino, por
el contrario, avanzar respecto a sus límites alcan-
zados.
Porque el choque de clase pasa a ser ahora direc-
tamente por el poder. Cuando en efecto, como hoy
p.isa en Italia, se ha puesto en crisis la organización
productiva del capital, se ha puesto en total crisis el
dominio político, se está destruyendo desde los ci-
mientos la posibilidad de preservación de este do-
:nlnlo. Se está destruyendo, en pocas palabras, el
dominio del capital.
Discusión
201
Debería ser cosa t.dmitidn que la lilorntura no sirve
en el plnno Inmediato de la praxis, y qua es Ilusorio
creer que se encuentre en dirncta comunicación con
In revolución, es decir, con la lucha violenta con la
cual In clase proletrJrla derriba el poder clo In clase
burguesa adueñándose del mismo. Una entero línea
ldcológlca ele izquie1dn, y sobre todo la oficial do
posguerra en adclélntc, ha creído que en esta lucha
tnlllbión el lltcrnto desempeiínba un papel activo Im-
portante. Hoy, tomada conciencia que el pnrcl activo
determinante lo tiene sólo el obrero metalúrgico, los
lltcrotos eligen retirnrno deslluslonados en un que-
jumbroso rccl13zo. De esta forma revelan una posi-
ción romántico-tardía, idealista, que cree que la lito·
ratura pueda transformar directamente la sociedad o
modiricarla con su influencia. Mientrns que su Inter-
vención es necesariamente siempre mediata, ya que
no tiene canales de acción controlables.
Estoy convencido que incluso muchos escritores
do la reciente ncovangunrdia han padecido la misma
cquivococión. ,l\dernós muchos no se dieron cuenta
do que sus operaciones, su expc;·imentalismo tenía y
tiene sentido sólo como acción única, Irrepetible, de
ruptura definitiva, de bloqueo de una determinada
situación cultural. Y hoy se entristecen porque el
bello Juego (a mi entender logrado) se ha terminado.
Pero su epílogo, su consumación era, ya en las pre-
misas, la condición fondamental de su logi-o, do su
victoria. La verificación es que desde haca tres . o
cuatro años a esta parte ya no se escribe mucho
verdaderamente valioso: o se repite lo viejo, o se
Imita a la neovanguardia
La operación de bloqueo a la literatura de la bur-
guesía ha sido loorocla, la ncovanguardia ha triunfa-
do, pero destruyéndose, en cuanto ésta forma parte
también de la llteretura de la burguesía, e Incluso
literatura de la etapa más avanzada de la burgueera,
202
del ncocapltalismo, como polémlcamcnte afirmaba
Mornvla hace unos aiios.
Justamente por esta necesidad de remowr una lite-
ratura atrnrnda, paleocapitnlisté1 corno la de Moravla
& Cía., lr1 burguesía ha apoyado, finnr.cindo, f)ropa-
gandizndo In literatura do la neovanguardia. Era una
buen Inversión, una necesidDd Incluso, la da llevar
la poesía y la novela por lo menos a un nivel medio
del MEC. Mientras renovaban las maquinarias, Fiat
e lri no podían permitirse no tener su Robbe-Grlllet
y su Günthor- Grass, frente a los cuales Bassanl y
Cassola estaban siempre atr::isac.los.
203
guJrJia abnrcó a un vasto estrato social, tuvo un cn-
réScter de ni.isa.
Cuando llegó 1969, con el ototio ca/lento y las
grandes luchas obreras, el discurso combió decidida-
mente de tono. Ya no nos encontrábamos frente a
contradicciones Internas del sistema de la burguesía,
como aquellas nacidas de la actitud de ciertos lnte·
lectuales y de los estudiantes. Que el sistema mismo
(si tales contradicciones no se extendían a un contex-
to más amplio de lucha de clases) podía fácilmente
neutralizar, integrar, sacando provecho propio de las
características progresistas de las mismas, empleán-
dolas en su propio desarrollo.
las grandes luchas obreras del 69 eran la contra-
dicción principal, eran el choque directo entre patro-
nes y proletarios, eran la lucha de clases que se
manifestaba en uno de sus momentos más álgidos.
Y frente a éstas, la contestación se reveló una fase
transitoria y superada. Lo vimos con los estudiantes,
que abandonaron la lucha estudiantil para transfor-
marse en militantes revolucionarios, para crear los
grupos, para Integrarse a las luchas proletarias.
También para los intelectu:iles llegó el momento
de la opción: cada uno debía decir clarnmcnte de qué
lado estaba respecto de la lucha de clases. Pero ya
no sólo con palabras, con firmas en las solicitadas
de protesta. Ya no era posible sacarla tan barnta,
estarse tranquilamente con los pies en las dos clases
en lucha. La cultura no es algo que se encuentra por
encima de las clases. También la Ideología popular-
humanista, que ha sido el pan de toda la cultura
comprometida y de Izquierda, se revela así una mis-
tificación.
Cultura que ha dado lugar a esa figura de Intelec-
tual comprometido, pero donde este compromiso es
aplicado como y cuando a ál le parece. Este es el
máximo empefto oportunista: porque no tiene sentido
204
un compromiso si no ;1i:;.,rr::1 t.i; , 1•.·, ,:, :: ,";.i 1 : , ': , ,
total, lif¡ado org[inicarncrnlo a un.:i cs~ructuri.l orr;:>
nlzada.
20S
de su estrategia. Se rN1lizo y vive en la destrucción
del arma de la explotación, la ideología del tr.ibajo,
que hoy la clnse obrera rechaza tanto en los sistemas
de capitalismo privado como en los sistemas socla-
llstas de capitalismo de estado.
Hoy, simplemente y antes que nada, un escritor
os un Individuo que debe elegir si participar en esta
lucha, y de qué lado. Tomando conciencia de que ya
no puede fingirla en el Interior del sistema con una
siempre aceptable contestación: que lo confirma de
todos modos en el papel de portavoz de la Ideología
burguesa. Mejor ahorrnrse esta lastimosa y no re-
querida Justificación: él no está obligado a esta lucha,
no es su lucha, él no es un obrero metalúrgico.
Pero si en cambio cumple esta elección, podrá qui-
zá contribuir también a la formación da una nueva
literatura. Pero esto se obtendrá solamente pasando
del lado de los obreros y de los proletarios, estando
ent¡-e ellos, arrojándose en medio de las luchas prác·
tlcas, afrontando los riesgos.
Una literatura de la clase obrera no es hoy el deber
más urgente. Pero esto no quiere decir negar la
posibilidad de su existencia. Pequeño tornillo y pe-
queña arandela del mecanismo de la revolución, la
literatura podrá tomar cuerpo, como problemátlca y
como proyecto sólo luego de una elección precisa y
coherente por parte del escritor, y sólo fundándose
en la realidad de las luchas que la clase obrera ex-
presa y vive en la actualldad.
Entrevista
206
todavía alguna posibilidad da abarcar (y por lo tanto
do modificar) fo realidad?
208
miento con respecto ni desmrollo del est.:ido explo-
tador. La lucha de clases volvía a plantear la pers-
pectiva del choque violento por el poder.
Fenómenos como éstos, como hemos visto, no mo-
difican la literatura. Sino que ofrecen, a quien tiene
ocasión de tomar contacto con al!lunas sltunclones y
algunas luchas, la posibilidad de aportar a la litera-
tura una Inmensa cantidad de nuevos materiales.
Y sobre todo, con un punto de vista y una perspec-
tiva diferente .. Proporcionando así la posibilidad de
hacer conocer las luchas y los protagonistas ele las
luchas que han transformado radicalmente la realidad
política del país. Y que representan la más vital y
creativa posibilidad para una literatura que quiera
Interpretar y expresar las exigencias de las masas
proletarias.
209
ten otros medios extremadamente más eficaces, que
goneralmente los escritores no acostumbrnn utilizar.
No hay que afligirse por e:1to. Los escritores sirven
para narrar, después, la historia de lo acontecido. Este
también es un deber Importante: porque de esta ma-
. nera otros conocen los sucesos y se conservan para
la posteridad.
210
haber dosconfiaclo mucho de olios. Aií como de todo
aquello que quiere sor rcvoluclón de la cultura, de
las subestructuras, que debe r;;,,:iz:irse antes de la
revolución políticn, es decir, élntes de la toma del
poder y de la transformnción de las estructuras. En la
actunlidad no logro concebir un trabajo litcrarlo por
afuera do lns estructuras Industriales capitalistas.
Sería como si un obrero quisiera ponerse a construir
partes de automóvil en su casa por su cuenta, a lo
mejor Junto con algunos amigos. Adcmós, que en lo
referente a los libros, la Industria cultural capitalista
garantiza la obra de propaganda de cualquier libro
de la mejor manera posible. Es una de sus contra•
dicciones, ¿por qué no utilizarla?
211
Conferencia
Ccontlnuoclón)
i12
el trabajo, que tiene un comportamiento distinto al
del obrero profesional, al cual todos aún se refieren
tradlclonalmente. Que es todavía tan poco entendida
y conocida, que mucha gente, aún de izquierda que
ha ieído este libro, ha dicho que este personaje es
un qualunquista 2 , que no es un compañero, que es
alguien que no ha entendido nada de la lucha política.
213
porsonnje es sólo casualmente un compoiíoro, pero
podrín también ser f::isclsta, ccmo olgunos h8n con-
siderado.
· Creo que estas objeciones deben ser englobadas
en un ámbito más amplio en el cual, en línea ele méSxl-
ma, se plantea el problema de romper y supernr com-
pletJmente las categorías políticas tradicionales, y
ante todo las reparticiones entre derecha e izquierda.
Este es un dato que se revela Inmediatamente cuan-
.do vamos al sur, y que es mucho más gravo que el
desdén que empapa a Intelectuales y hombreJ de la
Izquierda tradicional, cwmdo afirman que este per-
sonaje podría perfectamente no ser un comunista.
Dato que es mrn mf:s grnve; · porque si usamos es-
tas categorías tradicionales cuando vamos al' sur, no
comprendemos nada. Pero no sólo no se comprende
y no se es comprendido; se es también rechazado,
cuando se viene a proponer política. Ante todo, por-
aue para el proletario meridional la política tiene sa-
bor a engaño. Tanto la derecha como la Izquierda
son los enemigos que de una manera u otra han pro-
metido siempre y siempre han engañado a los ex-
plotados.
Esta actitud es real en el sur como fue real en
el '68 y en el '69 en las fábricas del norte, como ha
sido real durante las ocupaciones de las casas en
Roma. Donde si ibas a hablar con la aente te decían:
miren, aquí hay uno lucha, no veng3n a romper las
pelotas, no vengan a hablar de política.
Vengan si quieren ayudar en la lucha. SI en cam-
bio quieren hablar de política, es mejor que se vayan.
Esta es una actitud completamonto idéntica a la que
existo t,n el sur en gsnaral, o que existía ~n laa
fábricas del norte durante todo el período anterior d
los convenios del '69. Luego nirturnlmente vino toda
una tradición de asambleas, de luchas, de organiza.
clón, que ha llevado a afrontar también otros proble-
214
rtrns. Pero la octltud genero! es siompro In misma:
fuern In política; hablcrnos de las cosas, de las luchas,
do nuestros intereses m::iterl,ilcs.
Y entonces vernos que todo lo que os "derecho" o
"Izquierda" sigue siendo una categoría obstracta, fun-
dada sobre la nntiguo composición de clase. La nueva
composición de clMe, las nuevns luclrns, redescubren
el terreno colectivo de la lucha contra el trabajo,
redescubren en la matcrialidGd de las cosas, de l:is
luchas, de los choques, la acción política, constru-
yendo así la orgcmización de esta política. Es decir,
recorren complctamcnto este terreno.
Esta es la rc::ilidad do las luchas que no es percibi-
da. Y esto es tanto mús grave hoy, ya que en el fon-
do nos hallamos en un.a fase sucesiva respecto a
aquella que aparece en Qucr3moa todo. Por lo cual,
Independientemente de los devaneos de aquellos que
no entienden cómo esta personaje pueda ser de lz·
quicrda, está el hecho de que este persorn::ije ha lu-
chado, y han sido luchas que han desarticulodo a Ita-
lia. Que han provocado la crisis, que hrm quebrado el
control en fábrica, que han quebrado el control en las
escuelas, que han hecho posible todo lo que ha su-
cedido.
21S
no en base a discursos categorlales de derecha o de
Izquierda tradicional. Son vordaclernmente de dere-
cha, en cuanto se dirigen verdaderamente al obrero-
masa. Porque los discursos que hacen los fascistas
en el sur, los discursos que hacen entre los emi-
grados, son discursos, cuando los hacen, referidos
realmente a esta figura social, al obrero-masa. No
son los discursos que hacen los reformistas.
la diferencia consiste en que, con esta posición
el fascismo da una salida individual. Es decir da
una salida que funda el Interés material en la res-
tauración del dominio capitalista. Pero que es una
salida real, una cosa que existe, y que consiste en
el desarrollo que se vuelve a poner en marcha, si
no sabemos dar una alternativa cualquiera en favor
de los obreros.
En la vereda de enfronte se encuentro la política
fallida de la Izquierda tradicional, absolutamente In-
capaz de ofrecer cualquier canal organizativo prac-
ticable a través de las nuevas luchas. Por lo tanto
el peligro real es que en el sur, todo se despince a
la derecha. Porque si estas luchas no encuentran un
punto de referencia a la izquierda, si estas fuerzas
no son recogidas, entonces las recogen los fas-
cistas.
Porque hoy, o pasan los obreros, o pasa la estra-
tegia obrnra, o el punto do vista obrero hegemoni-
2a esta composición de clase, o si no son realmen-
te los fascistas los que pa3an. No es que soan ellos
los quo pasan a nivel de poder, cosa sobre la cual
no tienen ninguna posibilidad real; es que el que pa-
sa es el desarrollo capitalista, basado en la destruc-
ción de la clase obrera, ele sus actuales niveles.
Estos son los términos en que debe ser visto el
problema de lo5 fascistas, considerándolos por lo
que realmente son: una articulación armada de los
patrones y del estado para golpear a la clase obrera.
216
Una artlculaclón armada que en cuanto tal debe ser
combatida con todos los medios, debe ser aplastada
físicamente.
217
estucJl::intcs que csté\n dclnnle de los portones. O si
no, y sobre todo, donde sa cncuontrn con In rnbla cJe
los demás obreros que se le unen, que se transforman
en la fuerza de masa a través de las luchas. La ver-
dc.dcra causa de esto es que er. las luchas no hay un
¡:;artldo capaz de entender a esta figura, y entendién-
dola e Interpretándola capaz de llegar a ella. Y por
ende llegar a ofrecer realmente la perspectiva del
comunismo.
Este nuevo tipo de obrero no tiene a nadie, a nadie
en sentido orgémizativo que lo entienda, que 1epa or-
gimizar su robla por las cosas que padece, por el peso
de la explotación, y que sepa volc::ir esta rabio en
el terreno de la lucha, en el terreno de la liberación
de la explotación. En este sentido el problema potr-
tlco que se nos plantea es el de saber leer esta fl,
gura crucial, esta figura política. Y no el do e3pernr,
basándonos en viejas categorías ya lnutilizoblcs, a
las cuales esta figura es entre otrns cosas comple-
tamente extraña y que sostiene que esta figura (que
es el nivel en el cual se produce actualmente el cho-
que político) pueda estar de un lado o del otro. Por-
que esto no se da de ninguna mc1nera en la refllldad
actual.
Finalmente, y más allá de todas las torpes Ideas
del ser de Izquierda, está el ser de izquierda que a
nonotros nos Interesa: que es la trayectoria de la
clase en su lucha contr::i el trab8jo. Trayectoria que
ha tenido sus expresiones materiales Irrefutables en
las formo~ colectivas de organizc:ción de In lucha, quo
constituyen la historia de los últimos años. Donde el
problema de la derecha y do la Izquierda no se plan-
teaba en cuanto tal, porque ern un problema más allá
de las cosas. Y en cambio se estnba fundando esta
lucha nueva del obrero-masa contra la explotación. El
patrimonio de estas luchas son los aumentos Iguales
para todos, son las asambleas, son las movlllzaclones
218
de f6brlc.i: t0tfrls cos3s csL1s quo ft1cron lns ct;:-.pas
de los últimos aiíos ele luclws. Ouo con los si9nos de
esta nueva estructur<1ción de clGse quo lo ha desqui-
ciado todo, hasta desembocar en la crisis.
Pero si a nivel político Institucional estas cosas son
muy graves y suceden, debemos considerar que son
aun más grnvcs en un nivel acnernl, de opinión públl·
ca. Al punto que este pcrsonnje, estél figura qua re•
presenta de m.:incrn absolut<1monte típica, facciosa-
mente típica, todo el comportr.miento obrero de ia
clase en los últimos nf:os, si VélS a nélrrnrlo, si vas 3
hacerlo conocer, yél que en última lnstnncia para bue-
na parte de esta opinión públicr-i se trnta preclsamen-
mente sólo de conocer, h.'.ly quienes dicen: ¿y éste
quién es?, éste no es de izquierda. Como si no fuei'a
él quien, además de haber armado todo el daspelote
que hay hoy en Italia, representa el elemento funda-
mental para una estrategia de Izquierda verdaaera-
mente revolucionaria.
He aquí entonces que debe pl.intearse el problema,
dándole naturalmente el peso que tiene dentro del pro-
blnia político general, el problema de una grnn cmn·
paña de prop8gandización do esta figurn. Una gran
campaiia que sirva rnm1 hacer conocer esta figura
que hcy _en ltalio ha puesto en crisis al sistema eco-
nómico, al nivel institucion:I, a todas las categorías
políticas, e Incluso las categorías culturales. Una
gran bat:11la que debe ser afrontélda en el terreno Ideo-
lógico y cultural, para cJemistificélr y destruir esta vi·
slón altcrnda, que sigue permaneciendo ligada a un
comportamiento de clase que ne, es el real.
Como cuando el PCI dice que las luchas no son
lo que son, que lc1s luchas en la Fiat no son contra
el trabcjo sino para mejorar el trabajo, para rees-
tructurar el proceso productivo, para llegar (como
dicen ellos) a una nueva manera de hacer los co
ches.
Noccsitomos lélnzor hoy en 1·odo el poís una gran
campnfia de propnganda de estas luchos. Y esto sig-
nifica ante todo explicitar clara y continunmentc cuál
es la realidad del choque, la estructuración de este
choque, los personajes de este choque, sus nuevas
características. El problema es entonces el de ha-
cer circukir, hasta el límite de la divulaación, esta
enorme creatividad que existe en las luchns prole-
t~rlas. Que adernás es la única cosa rica, viva, con-
tínua, Imaginativa: la única cosa creativa que hoy
existe; la única cosa que hoy vale la pena conocer,
estudiar y practicar; el único hecho nuevo Incluso
culturalmente.
SI hay un hecho Irrebatible, es el miserable fin de
toda la problemática, de toda la Ideología burguesa,
de su cultura, en estos últimos años. Aún cuando
proviene de su conciencia crítica, de su contradic-
ción· interna, de sus intelectuales en crisis o rebel-
des, que ya han agotado su deber histórico, sin em-
bargo positivo y necesario en la aceleración de la úl-
tima fase del capitalismo tardía.
Hoy en cambio tenemos una sola cosa en la cual
basarnos, la formid~blo explosión de estos aiios, la
enorme reserva que han sido y que son esttts luchas
c,breras, el comportamiento de masa que las ha pro-·
ducldo y que las produce, la gran riqueza teórico que
las acompaña.
220
!ínoas de mont1::je, que produjo la batalla de corso
Trnlano, que hizo todo.
No el obrero que apunta a valorizarse como merca-
dería, sino el obrero que apunta a destruirse como
mercadería, a negarse como mercadería dentro del
capital, a renfirmc1r su autonomía de clase, su nece-
sidad de poder, su posibilidad y cap<1cidad de adue-
ñarse del poder destruyendo el estado del capital.
Llenar los canales de comunicación, hasta donde
sea posible, con el obrero-masa en lugar del obrero
profesional. Con las luchas, las huelgas, los cho-
ques. Nuestro interés es que estén llenos lo mós
posible de nuestrns cosas y no do las cosas del ene-
migo. El hecho de que incluso películas equívocas o
malos libros se vean obligados a difundir los temas
del destajo, del achique de tiempos, de las huelgas
salvajes, es también un signo de la hegemonía del
cbrero-masa, de las relaciones de fuerza que son des-
piazadas en favor de sus luctlcls.
Está claro que obviamente a las relaciones de fuer-
za se las desplaza siempre con las luchas. No es di-
vulg~nclolas o preconizándolas que se las desplaza.
Pero no por esto vale la pena renunciar a un terreno
que es también necesario, incluso para no dejarlo to-
talmente en manos del adversario.
221
te este terreno, que es el único terreno, la única so·
lld:1 colectiva posible p:1rn su lucha.
Porque en esta fase del capitalismo, la única sali-
da que tiene esta figura social que es el obrero-mnso,
que pide dinero lndependientem-Jnte del trnbajo, in-
depandlentemcnte de la productlvid::id; su única sall·
da colectiva es la de pedir riqueza sobre la base de
la fuerza y de la contraposición, a nivel de las rela-
ciones de fuerza, con el poder. Es decir: n nivel do
la violencia. La oraanización de masa de la violencia
proletaria, de la violencia obrera. El pasaje a la prác-
tica directa de apropiación colectiva de la riqueza
social: desdo queremos todo a tomúmoslo todo.
En este 3 de julio está apenas esbozado, está ape-
nas el embrión, como por otra parte estaba apenas
en esos tiempos, de esta posTción .inte el problema
del poder, de la violencia obrera. Y por lo tanto, más
en general, ante el problema del partido revolucio-
narlo. El 3 de Jullo ha cerrado una fase. Todo lo que
viene después es la historia que hoy estamos VI·
viendo.
t.:'! libro !1.1e compuesto y armado en
Ü',OTlrl,\ ro:o.TALn, Fr.i¡;a 49/53, o imprc10
t:i l?t Tal:ert1 Gráficos GAAAMOND ,.e.A.,
C.!J~r2 3856, B1. Altt1, en abril de 1974,