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Fiódor Dostoievski está vivo hoy en Rusia. En sentido cultural, literario y comercial, pero también
físico, por medio de sus descendientes directos: Dimitri Dostoievski, el biznieto, de 59 años; Alexéi,
el tataranieto, de 29, y las hijas de éste, Anna y Vera, de cuatro y dos años de edad. Los últimos
Dostoievski viven en un barrio obrero de San Petersburgo y son rusos de a pie y sin privilegios. A
fines de mayo acudieron a las jornadas dedicadas a su antepasado, que se celebran anualmente en
Stáraya Russa, en la región de Nóvgorod. Durante tres días, la corresponsal de EL PAÍS conversó y
convivió con ellos y con varias docenas de dostoieskoviedi (especialistas en Dostoievski) en el
escenario donde el escritor (1821-1881) veraneó durante los últimos años de su vida. En Stáraya
Russa, Dostoievski compró una dacha, tomó las aguas medicinales, escribió varias de sus obras y
situó la acción de Los hermanos Karamázov (1878-79). Desde entonces, en la ciudad provinciana
algunas cosas han cambiado, y otras muchas, no.
Pese a ser crítico con el escritor, Lenin creía que había que hacerle un monumento. Durante la
época de Stalin, Dostoievski se convirtió en un enemigo del pueblo
Dimitri Dostoievski es un hombre campechano y polifacético. Hace poco fue nombrado asesor
genealógico del Museo Dostoievski de San Petersburgo, pero antes condujo un tranvía, y también
fue dibujante y grabador de cristales. "No sé si hice bien o mal, pero decidí no cursar una carrera
universitaria y probar diversas profesiones, porque lo que me atraía era la relación con la gente de
diversos ambientes", dice Dimitri. "Gracias al tranvía conozco muy bien San Petersburgo", señala.
Tranviarios
Su hijo, Alexéi, y la esposa de éste, Natalia, también han sido tranviarios. Hoy, Alexéi trabaja en un
barco de la Iglesia ortodoxa rusa en el lago Ladoga, transportando peregrinos y mercancías al
monasterio de la isla de Valaam. Natalia cría a la última generación de Dostoievski. Los Dostoievski
del siglo XXI viven en un piso de 83 metros cuadrados en un barrio obrero de San Petersburgo. Sus
sueldos no dan para mucho. Esa es una de las razones que han impulsado a Dimitri a tratar de
registrar su apellido como una "marca", es decir, conseguir que el nombre de Dostoievski sólo
pueda ser utilizado con permiso de su familia. "Temo que surja un casino con el nombre de
Dostoievski. Eso sería intolerable, porque Dostoievski sabía que su mayor pecado era su afición al
juego y luchó para superar esta pasión".
"No tengo mentalidad empresarial, pero Dostoievski ha hecho muchas cosas que dan dinero, y
sería normal que una pequeña parte de la riqueza creada gracias a su nombre se gastara en sus
descendientes, si es que éstos lo necesitan", puntualiza. En la época soviética eran otros los que se
beneficiaban de Dostoievski. Cuenta Dimitri que una vez, estando gravemente enfermo de cáncer,
acudió a la Unión de Escritores en busca de ayuda. "Me dieron una suma tan miserable que me
ofendí, pero allí alguien me dijo que gracias a mi bisabuelo ellos viajaban al extranjero".
La Rusia soviética tuvo una conflictiva relación con Dostoievski. En 1917 se le veía como un
inspirador de la revolución bolchevique y su obra fue objeto de una febril actividad investigadora
en los años veinte. Pese a ser crítico con el escritor, Lenin creía que había que hacerle un
monumento. Durante la época de Stalin, sin embargo, Dostoievski se convirtió en un enemigo del
pueblo. Sus Obras completas, que no eran tales, se publicaron en 1956-58, ya tras la muerte del
dictador. En los setenta, Dostoievski fue recuperado para la cultura rusa a remolque de la Unesco,
pero hubo que esperar a los ochenta y noventa para abordar exhaustivamente los aspectos
religiosos de su obra, según explica Liudmila Saráskina. En opinión de esta especialista, en los
estudios sobre Dostoievski se ha producido un movimiento de péndulo, y hoy, los aspectos
religiosos de su obra son exagerados en detrimento de los aspectos sociales, humanos y
psicológicos.
La relación del poder político con Dostoievski se reflejó en su familia. Ningún Dostoievski pereció
en las purgas del estalinismo, pero en el nutrido grupo de descendientes que aún quedaban vivos
por entonces llegó a haber interrogatorios, condenas a campos de concentración que no se
llegaron a cumplir y, sobre todo, mucho miedo. "Mi padre, Andréi, era ya un adulto consciente al
producirse la revolución. Le costó un tiempo adaptarse. Para mostrar su lealtad al régimen, se fue
a Siberia y trabajó allí como mecánico".
Cuenta Dimitri que Dostoievski, al ser considerado como un "escritor reaccionario", no estaba
incluido en el programa de literatura cuando él fue a la escuela. "La gente lo leía en viejas
ediciones de antes de la revolución. En casa teníamos sus obras, pero mis padres me habían dicho
que, cuanto menos hablara de él, mejor". Dimitri recuerda que, tras la muerte de Stalin, su padre
fue invitado a Moscú y, por primera vez, habló por la radio de Dostoievski. Fue la señal de la
rehabilitación.
Dimitri dice ser partidario de la monarquía absoluta, y por eso, según explica, votó a favor de
Vladímir Putin. "En alguna época me interesé por la democracia, pero comprendo que los rusos no
están preparados para ello y que la variante rusa de la monarquía constitucional contribuyó en
gran medida a que los bolcheviques tomaran el poder. Rusia necesita un padrecito zar", concluye.
ASISTIR A UNO de los seminarios sobre Dostoievski en la ciudad de Stáraya Russa es sumergirse de
lleno en un ambiente literario en compañía de expertos entusiastas, capaces de trasladarse
mentalmente en el tiempo. Frente a un bucólico canal está la dacha (hoy museo) donde
Dostoievski veraneaba con su familia. En la plaza hay un colmado no muy surtido, donde el
escritor hacía sus compras. A la vuelta de la esquina de lo que fue "el comercio de Plótnikov"
estaba la taberna "Stolichnii Górod", donde Iván y Alexéi Karamázov mantuvieron su famosa
conversación sobre el Gran Inquisidor.
La taberna es hoy una cantina desangelada, donde Dimitri Dostoievski, su familia y un grupo de
estudiosos se empeñan en comer, guiados por su optimismo irrefrenable. Las raciones de sopa de
col aguada y carne grasienta acompañadas de las órdenes terminantes de la cantinera para que
recojamos la vajilla ayudan poco a las discusiones filosóficas, pero al precio de cerca de un euro
por menú, difícilmente se puede pedir más. Una excursión por la ciudad organizada por Vera
Bogdánova, la directora de la Casa-Museo de Dostoievski, compensa del trauma gastronómico.
Con Svetlana como guía, los dostoieskovedi y sus amigos reviven las rutas literarias de los
hermanos Karamázov por los huertos, senderos, iglesias y dachas de Stáraya Russa. Casi todo está
como en tiempos de Dostoievski, si se exceptúa alguna construcción que desentona del conjunto y
delata la presencia de algún que otro nuevo rico. Por su industria de defensa, Stáraya Russa fue
una ciudad cerrada a los extranjeros hasta mediados de los ochenta. Ahora se recupera
lentamente de la crisis económica. Pero los turistas que vuelven a tomar las aguas en el balneario
no solucionan el problema del paro en esta ciudad de 37.000 habitantes, que muchos abandonan
en busca de trabajo.
Miguel V. es un jugador consumado. En tres ocasiones ha intentado alejarse de las apuestas, pero
su adicción ha sido más fuerte que su voluntad.
Una vez sale de su trabajo en una agencia de publicidad, busca una sesión de ruleta o póquer que
no acaba antes de las 2 de la mañana.
A veces parte a su solitaria casa con cientos de miles de pesos que, de igual forma, volverá a
apostar al siguiente día. En otras ocasiones, la mayoría de las veces, el saldo es de un rojo que
enciende sus ojos cuando revisa al otro día, sin la euforia de la noche de juego, sus cuentas.
“Apenas duermo cuatro horas, pero prefiero llegar tarde a la casa para no pensar en las deudas
que tengo”, explica este adicto que, por cuarta vez, trata de buscar ayuda en otras personas para
sanarse de su mal.
“Así me sentí durante décadas, como un enfermo mental que no tenía control de sus actos”, dice
Edgar V., un conocedor de los altos círculos y los bajos fondos de apuestas que decidió organizar
Orientamos, un grupo de ‘ludópatas anónimos’, para ayudar a otros que, como le sucedió a él
mismo durante más de una década, no pueden escapar al poder absorbente de los casinos.
“El juego patológico es un trastorno que puede definirse como un fracaso crónico y progresivo en
resistir los impulsos de apostar, los cuales dominan la vida del enfermo en perjuicio de los valores
y obligaciones sociales, laborales y familiares”, explica Edgar V. en un escrito con el que promueve
su propuesta.
A la Fundación Orientamos llegan personas que han arriesgado o perdido sus empleos, acumulado
deudas o abandonado a sus familias. “También aparecen enfermos con síntomas suicidas o
crímenes”, comenta Ruben A., otro de los asistentes a las sesiones. Para participar es necesario
reconocer que se padece ludopatía, tener intenciones de sanarse y conservar el anonimato del
grupo.
La Fundación Colombiana Juego Patológico es otra de las organizaciones que ofrece terapias para
sanar la adicción al juego. Aunque también es una institución sin ánimo de lucro, el tratamiento
ambulatorio de dos meses cuesta 1,500.000 pesos. Los ludópatas tienen asesoría psquiátrica,
psicológica y legal.
Esta organización, que ha curado a centenares de adictos al juego, funciona hace 4 años y es
reconocida en medio del fervor de los casinos y las apuestas.
‘Necesito ayuda’ La escena de ver llorar a Miguel V. mientras les pide ayuda a los otros ‘ludópatas
anónimos’ que asisten a una de las reuniones del grupo, es estremecedora. El adicto, a pesar de
ser funcional y haber mantenido su empleo, tiene historias para contar y querer huir de los casinos
que le arrebataron una familia, dos casas y varios carros.
Su historia estremece a los otros adictos. “Este es un mal viejo. En ‘El Jugador’ de Fedor
Dostoievsky ya está la angustia de los que nos enfermamos por las apuestas”, dice Edgar V. antes
de dar inicio a su sueño: una noche más en la que varios apostadores anónimos se reúnen a
intercambiar experiencias para alejarse de su mal.
'EN MIS APUESTAS PERDÍ MÁS DE LO QUE TENÍA' Me llamo Alfonso C. y estoy en el grupo de
Orientamos desde las primeras sesiones.
Hace un par de meses conocí a otros aditos al juego que querían alejarse de su enfermedad.
Para ser sincero, no sé si pueda lograr mi objetivo. Apenas llevo un par de semanas sin apostar y
ya siento que en cualquier momento voy a volver a caer. Lo he intentado todo. He ido donde
psiquiatras, doctores, brujos y hasta al Club el Cóndor, en el centro de Bogotá. Allá se hace
apuestas bajas, de 500 pesos. Yo me iba con 20.000 y me quedaba hasta tres días seguidos
jugando póquer, pero por perder menos plata uno no está curado del mal. Yo seguía durmiendo
mal, tenía sudores fríos y ansiedad de seguir en el juego.
Recomendaciones para los jugadores y sus familiares El que tiene que perdonarse es uno mismo.
Las mentiras del jugador son una consecuencia del juego y forman parte del problema que hay
que resolver.
Una vez que el jugador ha contraído deudas tiene que remediarlas, pero resolver el problema
económico no es resolver el problema del juego.
La familia es una ayuda para solucionar los problemas, pero el responsable es el jugador.
El apostador es la única persona capaz de arreglar, con fuerza de voluntad, su problema. El jugador
es un enfermo y, por lo tanto, debe ser tratado con cariño y respeto por su círculo íntimo.
Sin embargo, no se deben aprobar ni permitir las acciones negativas en las que incurre a causa de
su adicción.
El apostador tendrá que asumir que la tensión en la familia permanecerá durante mucho tiempo.
Dicha situación tensionante forma parte del problema del juego y no desaparecerá aunque este
algún tiempo sin apostar.
Ser jugador no significa ser mal padre, mal hijo o mal esposo.
La relación entre el padre y sus hijos es un tema importante con independencia del juego.
La ludopatía, como cualquier otra adicción, es una enfermedad que requiere un proceso de
acompañamiento familiar lento para su recuperación total.
Volver a apostar no significa que todo está perdido. Es apenas un motivo más para continuar.
Después de vivire varios días y de seguir conociendo cada vez más esta enfermedad que tengo, me
doy cuenta o ya viví, mejor dichoalgo que la literatura maneja en sus primeras páginas: "Aquí la
confianza en uno mismo no sirve para nada, de hecho es un verdadero riesgo." Hoy me doy cuenta
de que cada letra de esa frase desborda razón y sabiduría, podía yo antes repetir esa frase como
perico y no sentir absolutamente nada al externarla, pero hoy es distinto, hoy se que ya vivi una
situación en donde yo confié en mi, confié en mi recuperación, confié en mi "sano juicio," todos
ellos baratos y corcholateros, y el día que me enfrente con mi enfermedad salí revolcado,
derrumbado y seriamente herido. Hoy más que ayer se que la batalla no es contra sustancias, ni
exnovias, ni amistades, hoy se que esa peleaes contra una enfermedad que reside dentro de mi,
"una obsesión mental tan sutilmente intensa que ningun ser humano puede destruirla."
A sabiendas de lo que dicen los libros : "pocos son los que han librado un combate mano a mano
con la enfermedad y han logrado un triunfo." El lunes de la semana pasada me quice hacer el
valiente, este escritor se puso los guantes de pelea y se subió al ring, y efectivamente no formó
parte de la estadística de los que han ganado ese combate. Yo iba con un discurso preparado, era
perfecto, con la mente poca madre, un discurso que hme hariía parecer como todo un hombre
maduro, un hombre centrado y que sabe lo que quiere, con lo que no contaba era que en primera,
ese discurso era un barato intento de manipulación y un autoengaño, y en segunda no contaba el
aspecto emocional, que fue a fin de cuentas lo que me ganó, todas las emociones, ese manojo de
locura, se disparó terriblemente haciendome perder el control de mi situación, de mis ideas y de
todo mi ser. Hoy reconozco humildemente que soy impotente ante la enfermedad.
Dentro de mis lecturas se hace mención de un par de palabras muy peculiares: "salteador rapaz"
que ni por buscar en el diccionario supe lo que significaban, hasta hoy, y hoy comprendo que ese
salteador rapaz puede tomar muchas formas y que me esta acechando y siguiendo a donde quiera
que voy, lea semana pasada y el primer dia de esta, se presentó con la forma, la voz y las palabras
de una expareja. ¿ Que forma tendrá el dia de mañana? Este enfermo en recuperación se da
cuenta de que debe tener sus seis sentidos bien despiertos y alertas, si es que valora y quiere su
vida, situación que se esta empezando a dar.
MENTE ABIERTA
Anónimo dijo...
Que onda Fer, como estas? La neta espero que bien chingon. He estado leyendo tu blogger y va
chingón. Y la neta no soy quien pa opinar, soy solo un amigo y un compañero de las buenas y las
malas situaciones y pues la neta te voy a dar un consejo. Deja de asomarte al pasado, por cada
segundo que estas ahi pierdes otro segundo en el presente, en el pasado no puedes actuar. Si te
sigue afectando tu novia, no soy quien para decirlo por que se que ese pedo del amor igual esta
muy cabron, pero pues si ya te hace mal, a la chingada los recuerdos dinamita el pasado ese. Por
otra parte la mayor parte del tiempo siento que hablas en metafora entre vieja y vitamina R. Solo
quiero decirte algo que a mi me sirvio mucho. El pedo que tenemos no es una enfermedad, una
enfermedad es algo externo que ataca tu sistema y que no puedes predecir cuando va a pasar, en
cambio lo que nosotros tenemos no es enfermedad, siempre tenemos el poder de decision,
hacerlo o no, espero realmente que ya no hagas nada por que te quiero canijo y estaria pero de la
chingada que despues de esos meses sigas en el mundo R, recuerda... ante todo tienes decision,
hacerlo o no, si lo haces pues deja de sentirte mal, pero por favor no lo hagas.