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“La necesidad de transformar el feminismo: Nietzsche y una crítica-constructiva.

Nombre: Daniel Navarro Delgado

Para poder comenzar con este informe, me veo en la necesidad de dar cuenta de
una cita leída en el texto “Genealogía de la moral”, Primer tratado, de F.
Nietzsche. Un apartado que, desde mi perspectiva, es aquella que nos logra
definir de la manera más acertada posible. Fragmento que tan solo en un par de
líneas nos hace notar la condición en la cual nos hemos encontrado sumergidos
desde tiempos que hemos olvidado:

“Hoy no vemos nada que aspire a ser más grande, barruntamos que
descendemos cada vez más abajo, más abajo, hacia algo más débil, más manso,
más prudente, más placido, más mediocre, más indiferente…en esto reside la
fatalidad de Europa- al perder el miedo al hombre hemos perdido también el amor
a él, el respeto a él, la esperanza en él, más aun, la voluntad de él”1.

Es esta cita la que me ha dado el pie, la base y el empuje para poder realizar este
informe. Palabras que nos dan a entender que nos hemos encontrado dentro de
una decadencia como ser humano. Una decadencia permanente, en la que no
tenemos voluntad alguna por mejorar; hemos perdido el interés en nosotros
mismos. Hemos aceptamos una condición precaria que no hace más que
perpetuar una mediocridad constante. Hemos aprendido a vivir como hombres
mediocres, con vidas mediocres y no hacemos más que tolerar esta situación.

Nietzsche en su libro “La genealogía de la Moral”, nos invita a preguntarnos desde


dónde valoramos, cuánto es el valor de dichos valores, y desde dónde provienen
estos valores. Esto lo hace mediante el desmonte de la “moral judeo cristiana”, el
desmontar la misma palabra “moral”. Estamos ante una moral que ha logrado
construir un determinado individuo, un determinado sujeto, una determinada
subjetividad. Nietzsche busca la destrucción de esta noción de individuo, hombre,

1
Friedrich Nietzsche, pag.65, cap., Parágrafo 12, Primer tratado, texto “La genealogía de la moral”.
humanidad. Es esta búsqueda acerca de cómo hemos sido creados, determinados
y limitados; son estas ansias de la destrucción de noción de individuo, esta crítica
a lo que entendemos por humanidad, lo que me permite realizar una relación
extensa entre el pensamiento Nietzscheano y lo que se podría establecer como un
pensar feminista no humanista.

El feminismo, como se nos puede presentar de manera burda y cotidiana, sus


exigencias y los males que nos-los/las aquejan, desde mi perspectiva, necesitan
de ser contrapuestos con la genealogía de la moral de Nietzsche y sus
pensamientos. Nietzsche nos entrega una noción totalmente completa de cómo
hemos llegado a establecer está determinada manera de desenvolvernos con los
otros. Nietzsche nos habla del cómo y mediante qué valoraciones se ha construido
un sujeto; como dije anteriormente, estamos en esta búsqueda de poder destruir
esta noción de un sujeto acabado y determinado, dócil y moral. Nietzsche como
aquel autor que está preocupado por las condiciones en las cuales estamos, las
actitudes y conceptos morales que hemos arraigado y establecido como únicos.

Logramos en este punto ver la relación directa entre un pensamiento


Nietzscheano y lo que, desde mi perspectiva, deberíamos entender por un
Feminismo efectivo, aquel “mejor” feminismo. Un feminismo que no busca ser un
humanismo, un feminismo que busca ser una negatividad; feminismo como aquel
movimiento que debe impulsar su accionar sobre la búsqueda de desplazar,
modificar y destruir el concepto y noción de humanidad, y todo lo que ello conlleva.
Debido a que son estos mismos conceptos los que han generado la perpetuación
de determinadas condiciones precarizadas para los sujetos.

Sin embargo, vemos cómo el feminismo nunca se ha establecido como una rama
única; sino que nos encontramos con diversos tipos de feminismos. Tipos de
feminismos que han “olvidado” el estandarte de lucha de la total transformación de
la humanidad, al verse propagado de manera colectiva, pero a la vez, de manera
apresurada. Esto lo podemos notar directamente en aquellos feminismos que se
definen como mayormente conservadores, o en palabras más teóricas,
feminismos más esencializados; que lejos de lograr una mejora de las condiciones
precarias en las cuales nos encontramos como humanidad, logran reforzar y
perpetuar la mediocridad de nuestras condiciones. Es en este punto en el que
Nietzsche nos puede entregar un enorme arsenal de críticas para el feminismo.
Aquel feminismo que ha ganado mayores seguidores y se ha establecido con
fuerza en nuestros días; hablo de aquel feminismo liberal que busca la
reivindicación de la mujer mediante lógicas conservadoras, siempre bajo el
amparo de los derechos y leyes. Estas críticas que podemos generar a partir del
pensamiento Nietzscheano deben ser entendidas como aquellas que entregan la
posibilidad de poder generar una autocrítica que debe ser realizada por el mismo
feminismo. Es esta mi principal intención, dar cuenta de toda crítica posible y dada
desde el pensamiento nietzscheano, dentro de La genealogía de la Moral, para
poder establecer que han sido los mismos movimientos feministas conservadores
los que han perpetuado sus condiciones y se han convertido en su propia piedra
de tope para generar alguna transformación. Algunos de los colectivos feministas
que se hacen llamar más radicales, son aquellos que más entran en este juego de
moralidades, o de establecer una determinada manera de pensar y ver al sujeto,
junto con sus relaciones con los otros. Son estos tipos de feminismos los que no
hace más que funcionar como un dispositivo que precariza a los sujetos y que
establece una cierta moral y condición. Un feminismo que cae también en la
trampa de jugar con lo puro e impuro. Feminismos totalmente moralizados que
caen en la ética del cuidado, es decir, buscar la liberación de la mujer mediante el
espacio que esta ocupa dentro de la familia; la mujer siempre ha sido definida y
nombrada dentro de la sociedad por medio de las categorías y estatus que
encontramos dentro de la lógica de la familia: madre, esposa o hija. Junto con
esto, abalan de manera sistemática el amor romántico, totalmente relacionado con
el amor Judeo cristiano que ha sido propagado. De modo que se logre entender el
pensamiento nietzscheano, no como misógino, sino que como aquel que nos logra
aportar una crítica totalmente constructiva hacia aquellos feminismos
conservadores que solo mantienen nuestras condiciones.

Con el fin de poder desarrollar de manera más legible y lograr de manera efectiva
mi objetivo, me he visto en la obligación de dividir el desarrollo de este informe en
dos momentos. Como primer momento comenzaré con un mapeo conceptual,
general e indispensable de los principales puntos que Nietzsche nos entrega
dentro de su obra “La genealogía de la Moral”, dentro del primer y segundo
tratado, que atañen y corresponden a la problemática propuesta para este informe.
Para luego dar paso a un segundo momento, en la cual desarrollaré la idea de lo
que podría entenderse como un feminismo más “efectivo”, desarrollando este
concepto, dando cuenta de las falencias que pueden poseer ciertos aspectos de
determinado tipo de feminismo y además estableciendo las relaciones que puede
poseer con el pensamiento nietzscheano tratado en el primer momento.

Comenzando con el primer momento de este informe, comentaré los puntos


atingentes a este informe del pensamiento nietzscheano que podemos observar
en el texto “La genealogía de la moral”, de Friedrich Nietzsche. Mediante esta
genealogía, en su primer tratado, nos logra dar cuenta de que estamos frente a
una moral Judeo cristiana que ha sido fundada bajo la figura del resentimiento, un
resentimiento originario, lo que nos da paso al entendimiento de una moral
histórica. Un resentimiento que genera el silencio, una consciencia moral que es
puro silencio al no enfrentarse al otro, al establecer determinadas formas de
relacionarse. La palabra moral misma ya posee una historicidad en sí, una palabra
que se encuentra en nuestro lenguaje y que al momento de construir un sujeto
determinado, está funcionando como dispositivo de poder. Moral pues entonces
como dispositivo de poder, de establecer un dominio sobre los sujetos. Un poder
logrado mediante el establecimiento de determinadas formas de relacionarse entre
ellos, en la cual la moral ha triunfado. La moral es aquel dispositivo contra el
cuerpo la cual busca la docilidad de este.

Nos encontramos frente a una moral en cuya historia nunca ha sido relatada cual
sería el origen de lo “no-moral”, se le ha borrado todo indicio de un inicio y origen
de la existencia de un “no-moral”. Acá nos encontramos con la principal
sospecha; el por qué siempre los aspectos oscuros se mantienen en las sombras
y sin contar. Se realiza una historia positiva y por ende ahistórica. Nietzsche nos
hace el llamado a tener un pensamiento histórico y dándonos a entender que
todos los procesos morales pueden ser relatados por cuestiones constituyentes,
como por ejemplo el resentimiento. Es el rencor la materialidad de la historia. Para
Nietzsche la clave de todo es algo totalmente histórico: Rencor, venganza,
resentimiento. Una moral que funciona como aquel dispositivo que está en contra
del cuerpo, aquella que logra volverlo dócil. Un moral que posee una historia
dolorosa, a fuego. Una moral Judeo cristiana que tiene como base el
resentimiento.

Nietzsche nos explica cómo desde la misma casta sacerdotal comenzaron a surgir
los primeros términos binarios contrapuestos que establecen lo bueno y lo malo, lo
puro e impuro. Claramente estos conceptos, como es el caso de puro e impuro, no
pueden ser tomados de manera simbólica, ni de manera rigurosa. “Todos los
conceptos de la humanidad primitiva fueron entendidos en su origen, antes bien,
de un modo grosero, tosco, externo, estrecho, de un modo directa y
específicamente no-simbólico”2. Es esta diferenciación binaria lo que nos entrega
la noción de que existe algo ya “no sano” dentro de las castas sacerdotales y en
sus hábitos. Hábitos que cultivan una idea, un fruto maligno. Sacerdotes como
aquellos “enemigos más malvados- ¿Por qué? Porque son los más impotentes. A
causa de esa impotencia el odio crece en ellos hasta convertirse en algo
monstruoso y siniestro, en lo más espiritual y más venenoso”3. Aquellos que han
establecido que los miserables, los que sufren, los pobres, los enfermos, son los
únicos piadosos, buenos y por ende benditos por dios. Es junto con todo esto que
han hecho brotar un amor nuevo; el más sublime de todos los amores, un amor
Judeo cristiano, que de manera oculta tiene como corona, el odio, el rencor. Aquel
amor que salvará a los débiles, a los dóciles, a los no violentos; siendo que
realmente este amor cristiano surgió debido al odio judío, estamos frente a una
espiritualización del odio. Todo odio crea, produce, un espíritu. Estamos ante un
resentimiento que funciona como el motor primario de esta noción de amor; una

2
Friedrich Nietzsche, pag.49, cap. Primer tratado, texto “La genealogía de la moral”.
3
Friedrich Nietzsche, pag.51, cap. Primer tratado, texto “La genealogía de la moral”.
traducción del odio al amor. Aquel amor que te invita a poner la otra mejilla, ya que
los violentos serán los condenados.

El resentimiento por ende se vuelve creador y a la vez engendra valores. Un


resentimiento que permanece en aquel que no le es lícito moralmente cometer la
reacción de la acción; aquel que solo ofrece la otra mejilla, aquella figura de
pasividad. Encuentra su fuente de desquite en la venganza imaginaria, contra
aquel ser que se encuentra por debajo, desde su perspectiva moral. Podemos
notar entonces cómo la moral de los esclavos, siempre se ve necesitada de un
puesto, de un externo; “necesita, hablando fisiológicamente, de estímulos
exteriores para poder en absoluto actuar, - su acción es, de raíz, reacción.”4
Necesita de lo bajo, lo vulgar, lo malo. La acción que recae en el hombre del
resentimiento es la de crear desde su mirada el enemigo. El enemigo como lo
concibe el hombre del resentimiento, es aquel “enemigo malvado”, “el malvado”,
por ende y por antítesis genera el concepto de un “bueno” que resultaría siendo el
mismo, el hombre del resentimiento.

Estamos ante oprimidos que junto con necesitar de un algo externo para poder
reaccionar, establece su propia mira de la felicidad actuando como seres pasivos.
Los impotentes, los oprimidos, ven en la felicidad un agente narcótico, como
quietud y por sobre todo paz. Diferente al hombre noble, del cual nos habla
Nietzsche, como aquel que siempre cuenta con la confianza y nobleza consigo
mismo. El hombre del resentimiento, por el contrario, es aquel que no logra ser
sincero consigo mismo, “su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los
caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo,
su seguridad, su alivio; entiende de callar, de no olvidar, de aguardar, de
empequeñecerse y humillarse transitoriamente”5.

Nietzsche en este primer tratado de su Genealogía de la moral, nos entrega la


introducción más completa del cómo hemos caído en estas precarias condiciones
en la cual nos encontramos. La manera en la que nos hemos convertido en

4
Friedrich Nietzsche, pag.56, cap. Primer tratado, texto “La genealogía de la moral”.
5
Friedrich Nietzsche, pag.58, cap. Primer tratado, texto “La genealogía de la moral”.
aquella humanidad precaria, pasiva y resentida. Nos entrega aquello que significa
desde su perspectiva, el retroceso de la humanidad; una moralidad de esclavo que
ha generado a aquel hombre domesticado, civilizado y manso. Una cultura que se
ha empeñado en erradicar el “animal rapaz” existente en el hombre; “¡Esos
<<Instrumentos de la cultura>> son una vergüenza del hombre y representan más
bien una sospecha, un contraargumento contra la <<cultura>> en cuanto tal!”6.
Nos da a entender que el hombre manso se ha puesto como meta y cumbre de
toda la humanidad, la debilidad del débil como algo voluntario y querido, una
debilidad que es entendida como mérito.

Continuando con el segundo tratado, que desde mi parecer, posee algunos de los
principales puntos que nos dan paso a evidenciar las principales falencias que
posee un movimiento feminista basado en el liberalismo, y por paradójico que
parezca, conservadurismo. Nietzsche nos habla de aquella tarea inculcada con el
fin de criar a un animal al que le sea licito hacer promesas, contiene en sí misma
un tarea más concreta “hacer antes al hombre, hasta cierto grado, necesario,
uniforme, igual entre iguales, ajustado a la regla, y, en consecuencia, calculable” 7.
Es el concepto de hombre calculable el que más nos atañe para nuestra
problemática; ha sido el poder de la eticidad de las costumbres, la camisa de
fuerza social, en palabras de Nietzsche, lo que nos ha convertido en hombres
totalmente calculables. Nos hemos transformado en aquellos hombres
avergonzados de nuestros instintos, dando un pequeño paso al parágrafo 7 dentro
del mismo tratado, nos hemos avergonzado de nuestra crueldad, se ha nublado
nuestra forma de ser ya que nuestra vergüenza hacia nosotros mismos ha
aumentado, la “vergüenza del hombre ante el hombre”.; ha sido la moralización la
que ha logrado que nos convirtamos en hombres blando y, además, nos a
inculcado una vergüenza hacia nosotros mismos, hacia nuestros instintos, hacia
aquello animal que podríamos haber tenido dentro de nosotros. Se nos ha
inculcado, por medio de la domesticación, avergonzarnos de nuestra propia

6
Friedrich Nietzsche, pag.62, cap. Primer tratado, texto “La genealogía de la moral”.
7
Friedrich Nietzsche, pag.84, cap. Segundo tratado, texto “La genealogía de la moral”.
inocencia animal y de la alegría que esta conlleva, se nos ha inculcado la vida
insípida.

Nietzsche nos vislumbra con el hecho de que somos aquellos hombres que hemos
sucumbido ante esta modificación de nuestra animalidad; modificación que sólo
ocurre debido a que nos encontramos y pertenecemos de manera cerrada a una
determinada y establecida sociedad, “el sortilegio de la sociedad y de la paz”.
Hemos sido lanzados hacia la vida en sociedad y comunidad, suprimiendo de
manera abrupta nuestros instintos. Arraigamos en nuestro interior que somos
seres obligados a razonar, calcular, relacionar la causa y efecto, se nos ha
inculcado una consciencia. Este ha sido el resultado de nuestra domesticación, de
nuestra separación violenta con nuestro pasado animal, en palabras de Nietzsche.

Luego de esta referencia, explicación y profundización de ciertos conceptos


tratados por Nietzsche en “La genealogía de la moral”; es que podemos dar paso
al segundo momento de este informe. Establecer aquellas relaciones, críticas y
alcances, entre este pensamiento Nietzscheano y ciertos aspectos del feminismo.
Para lograr la relación entre estos dos puntos ha sido crucial el texto “Por un
feminismo sin mujeres” del Colectivo Universitario de Disidencia Sexual (CUDS),
particularmente en su apartado “El feminismo no es”. Este texto surge mediante la
compilación de varios textos escritos por diversos autores y autoras que se
encuentran insertos dentro de la lucha feminista.

Para comenzar, Alejandra Castillo dentro del capítulo “El feminismo no es un


humanismo” del texto antes mencionado, comienza diciéndonos que la política del
feminismo siempre es una política de la definición, en donde la palabra feminismo
no contiene en sí misma una forma de entender la política de mujeres. Por lo cual
se nos mostrará dos escenas o dos definiciones del feminismo. Por ende,
entendemos desde un comienzo que es imposible encasillar el termino feminismo
como una lucha que contiene sólo una definición en sí mismo, sino que deja en
claro la existencia de varias ramas del feminismo.
La primera escena del feminismo, que explicaré a continuación, es aquella que
nos entrega los aspectos más negativos, desde mi perspectiva, que puede poseer
el feminismo. Aquel feminismo que no busca generar una transformación más allá
de lo ya establecido; un feminismo moralizante que ya tiene en si arraigada la
domesticación junto con el olvido y la supresión de lo que podríamos llamar
instintos, aquella inocencia animal de la cual nos habla el pensamiento
mietzscheano. Hablo de aquel feminismo que cae en el peligroso y tramposo
juego de la legalidad y los derechos, votos y equidad laboral. Aquellas feministas
orgullosas de ser llamadas mujeres y estableciendo lo que les pertenece y lo que
no; aquel feminismo que entrega diferentes normas a las ya impuestas dentro de
la civilización y la sociedad, pero que finalmente busca convivir dentro de ella, sin
transformar su base. Como es el caso del cual nos habla Alejandra Castillo con el
nacimiento del feminismo en Chile durante el 1951, en cuya fecha surge el partido
progresista femenino, movimiento que a pesar de dilucidar que no basta con el
derecho a voto, decidieron luchar por los derechos que, desde sus perspectivas,
busquen la reivindicación de la mujer. Afirman que sin derechos humanos no es
posible ser ciudadanas, uniéndose al reclamo de conquistar los derechos
humanos. Este reclamo es lo que nos muestra la complicación del propio
feminismo, en donde nos hemos habituado a reconocer en las políticas de
mujeres, una doble negación: negación de la política y negación del feminismo.
Esto se debe a que en Chile se han articulado políticas de mujeres basadas en la
paradójica negación de “no somos hombres” y por otro lado en la negación de “no
somos feministas”, un egoísmo propio de las políticas masculinas. Por una parte,
entonces, centrada en la lucha de sexos y por otra en la desnaturalización, un
feminismo sin sexo.

Aquí, Castillo toma un desvío para centrarse en esta idea de “lucha de sexos” que
nos servirá para definir de una manera óptima lo que se puede entender por
feminismo en chile. En un primer momento durante los años 20 se agrupa la elite
feminista chilena en el partido cívico femenino, las cuales contaban con la
creencia de ser aquellas más próximas a un “buen feminismo”, es decir aquel que
estaba totalmente alejado de la idea de lucha de sexos. En palabras de estas
feministas cívicas: “El problema feminista no es la lucha de los sexos: ni el hombre
es superior ni la mujer es inferior, son simplemente distintos y cada cual es
superior en su respectivo plano de acción”8. Pero luego, durante 1936, la
agrupación La mujer nueva, de izquierda, asume esta idea de “lucha de los
sexos”, pero de otro modo, para definir un feminismo. “Sin duda hay problemas
propios de la mujer, pero estos son mínimos, en comparación de los problemas
generales que afectan por igual a ambos sexos a los que trabajan y producen en
contraposición con los que nada hacen. Por eso es que la reacción mira con
buenos ojos y azuza solapadamente ese “feminismo” de lucha de sexos para
desviarnos de nuestro verdadero objetivo en la lucha política, social y
económica”9.
Por lo tanto, el problema no es el feminismo, sino que la “lucha de sexos”, una
lucha que lleva en si la marca de dos adjetivaciones: Por un lado la falsedad, ya
que no representa a la verdadera política de mujeres; y por otra parte de
irracionalidad, una política en su nombre sólo podría llevar fuera de los márgenes
de la cordura. Una irracionalidad de esa lucha que siempre estará destinada otro,
a generar “las otras”, las otras como aquellas feministas irracionales.

Vemos, por lo tanto, cómo este feminismo, al igual que lo planteado por Nietzsche,
siempre está en búsqueda de otro. Establecer cuál sería el feminismo cuerdo,
bueno y puro, y cuál sería aquel feminismo impuro, irracional, desviado y malo.
Establecen un antagonismo, una división, en la cual cada uno se pone como aquel
que tiene la verdad y sólo tiene como finalidad el bien, desde sus propias
perspectivas. Es este tipo de feminismo el que se nos presenta como un rechazo a
la transformación de la sociedad. Aquel feminismo débil y manso que sólo busca
perpetuar las condiciones mediante una transformación que realmente no produce
cambio alguno. Desde lo que nos plantea Alejandra Castillo, no es del todo errado
decir que en Chile el feminismo se constituye en rechazo de la radicalidad, un
feminismo que se ve eclipsado por la idea de “humanidad compartida”, figurado en
el caso de las mujeres en el cuerpo femenino/materno. Por una parte, las

8
Alejandra Castillo, cap. El feminismo no es un humanismo, pag.14, texto “Por un feminismo sin mujeres”.
9
Alejandra Castillo, cap. El feminismo no es un humanismo, pag.15, texto “Por un feminismo sin mujeres”.
conservadoras entienden esta marca como aquello que nos diferencia de sexo,
asignando diferentes funciones y roles para cada uno de ellos; y por otra parte las
progresistas entenderán esta marca como trampa que busca la diferencia sexual,
opacando la búsqueda de la igualdad social. Estamos frente a feminismos
centrados en el artificio de la “lucha de sexos” que no sólo busca evitar polémica, y
antagonismo, sino que además establecer límites y evitar la indistinción; es esto lo
que genera la doble negación que constituye en un primer momento la política
feminista en Chile. Las mujeres deben negar la política masculina y segundo,
negar la política falsa, la del feminismo, como política des-naturalizadora.

Notamos esta primera escena del feminismo en Chile, como aquel feminismo
esencializado y atrapado dentro del concepto humanidad. Esta lucha por
diferencia en los sexos, estos límites establecidos para cada uno de ellos, nos
entrega la definición más clara de un feminismo en su constitución, su primer
momento: Un feminismo maternal; un feminismo que entiende una naturaleza
compartida, y la pertenencia a una “comunidad de mujeres”. Un lucha que solo se
somete al aspecto moral y legal de la vida; un feminismo que busca establecer la
diferencia de sexos como algo totalmente normado y propio del animal humano.
Establecer las diferencias que poseen cada uno, sus labores y condiciones,
tratando de mejorarlas por medio de derechos y normas. Olvidando que toda ley
está ya contaminada por el humano en sociedad, este humano domesticado que
ha dejado de lado todo instinto e inocencia animal.

Nietzsche nos explica de manera totalmente lúcida la trampa que existe dentro del
aspecto de la legalidad. La ley no ha hecho más que establecer y trazar los límites
de lo que puede ser considerado como “justo” o “injusto”. De una manera arbitraria
ha establecido que cierto accionar debe ser penalizado, normando todo aspecto
de la vida desde sus propias perspectivas. Eso es lo que podríamos entender
como una actual legalidad. Buscar el apoyo y refugio en una ley establecida desde
parámetros totalmente machistas no hace más que perjudicar lo que podría
considerarse como lucha feminista. Estamos antes una ley que ha establecido
normas y accionar correspondientes a cada género establecido, ya no existe lo
que Nietzsche llama “voluntad de vida”, ni situación de excepción. Una legalidad
que nunca nos ha servido como lucha, sino que todo lo contrario. “Un orden de
derecho pensado como algo soberano y general, pensado no como medio en la
lucha de complejos de poder sino como medio contra toda lucha en general…
sería un principio hostil a la vida, un orden destructor y disgregador del hombre, un
atentado al porvenir del hombre, un signo de cansancio, un camino tortuoso hacia
la nada”10.

Es por esto que surge la pregunta acerca de cuál sería el feminismo más
“efectivo”, cual sería este feminismo que no cae dentro de esta lógica que puede
ser totalmente criticada. Desde mi perspectiva, ese feminismo es aquel feminismo
deshumanizante, aquel que infecta toda noción de humanidad. Este feminismo
que, en palabras de Alejandra Castillo describiendo una segunda escena del
feminismo, se constituye y describe como la negación de lo existente, este germen
que busca la transformación de los vínculos entre sexos expresados
políticamente; por lo cual, no se busca construir una comunidad de mujeres. Ya
que existe algo que no suena del todo bien dentro del concepto “comunidad de
mujeres”, una frase que nos ayuda de entender ese algo, es la enunciación de
Simone de Beauvoir, filósofa francesa, con la cual comienza su texto “Segundo
sexo”: “¿acaso hay mujeres?”. Podemos entender de esta manera que es un error
olvidar la materia del género dentro de las políticas feministas, reivindicando de
esta manera la transformación de todo concepto binario. Castillo nos pone el
ejemplo de “El manifiesto comunista” de Marx, en donde, en relación al lugar que
ocuparía la mujer en esta sociedad sin clases, no se lograría mantener la
estructura enunciativa de un “manifiesto”, sino que más bien se verían limitadas a
reproducir las afirmaciones y prejuicios existentes. Y es en respuesta a esto que,
Donna Haraway, filósofa estadounidense desconfiada de los manifiestos, escribe,
a modo de parodia, el texto “Manifiesto para ciborgs”. Manifiesto que desplaza la
nominación identitaria de “mujer” por la de “Cyborg”, cuestionamiento de la idea de
unidad, original, identidad y naturaleza.

10
Friedrich Nietzsche, pag.110, cap. Segundo tratado, texto “La genealogía de la moral”.
Hablamos entonces de un feminismo “contemporáneo” que se aleja de las
políticas afirmativas e identitarias para optar por el cuestionamiento y crítica de la
idea misma de “humanidad”, aquel concepto que es el pilar del pensamiento
moderno. Alejandra Castillo nos habla de estos feminismos a finales del siglo xx,
post-humanos que reivindican para si las figuras de alteridad, como es el caso de
lo cyborg para Anna Haraway. Los monstruos cyborg que definen y entregan la
posibilidad de romper aquellos limites propuestos por la ficción binaria, hombre-
mujer; aquellos limites puestos por esta humanidad precaria, domesticada y
temerosa.

Sin embargo, el feminismo puede no caer dentro de esta lógica humanista, pero
sin notarlo puede cometer el error de caer en la trampa identitaria. Trampa
identitaria en la cual surge el juego del opuesto binario, de lo bueno y lo malo,
desde otros conceptos y perspectivas. Aquellas y aquellos que disfrutan de
sentirse y ser llamados “los malos” y creando al mismo tiempo su opuesto, “los
buenos”. Hablo que aquellos feminismos que buscan la glorificación de la mujer,
como también aquellos que canonizan los movimientos LGBT (Lesbianas, Gays,
Bisexuales, Trans-género).

Dentro del mismo texto anteriormente mencionado de la CUDS, en el apartado “El


feminismo no es”, encontramos un artículo de Francisca Barrientos que trata sobre
esta problemática que nos atañe; nos comenta cómo las identidades y las
estructuras sexo-genéricas son tomadas como irreductibles y ciertas, es decir,
algo natural, siendo en realidad una construcción simbólica articulada, generada y
forzada por las tecnologías biopolíticas. Es decir, comprenden las identidades
como dispositivos de control, al igual que la moral, que actúan atravesando todos
los cuerpos y estructuras simbólicas que encuentran a su paso. Por ende, nos
lleva al entendimiento de que es la identidad mujer o de lo femenino lo que llevó al
fracaso del feminismo como critica anti-normativa y como herramienta de
disolución de discursos hegemónicos. Es el hecho de que la política feminista se
proyecte como un asunto exclusivamente de mujeres lo que genera el gran
fracaso del feminismo como arma política de lucha. Es necesario generar una
refundación de lo que entendemos por feminismo. Dentro de este mismo juego
existen aquellas mujeres que gozan el ser llamadas “mujeres malas” sintiéndose
de esta manera aquellas luchadoras de un sistema opresor instaurado
masculinamente. . Nos vemos tentados a pecar en rebeldía y situarnos en ese
concepto de maldad. Pero son esas mismas nociones de maldad, esas rebeldías
contra las normas de un deber-ser-mujer, que fijan un horizonte identitario; aquel
sujeto malo, leído como error o fallo, pero nunca se articula como una negación
del sistema. “Ocurre generalmente que las mujeres malas -las putas, las perras,
etc.- no se nombran a sí mismas desde la maldad sino que son supeditadas a ella
a partir de la imagen que otros establecen sobre sus acciones”11.

Al asignarnos una identidad sexual, estamos cayendo en el juego de opuesto-


racial, el lado oscuro del espejo identitario; refuerza la existencia de los roles y las
políticas de sujeción. Estamos rodeados por sombras sobre identidades de otras
bio-mujeres, lesbianas, feministas negras, chicanas migrantes, prostitutas,
mujeres pornográficas, perras malas que disfrutan llamándose malas. “Es urgente
quebrar con los binarios, puesto que están siendo más que nunca potentes
estructuras de control y normalización que van institucionalizando unos cuerpos
por sobre otros, corriéndose así el peligro de que las luchas y las reivindicaciones
se integren también en la norma y pierdan su potencial de quiebre” 12. Se trata de
poner en cuestión la idea de la existencia de un sujeto univoco e indivisible, un
solo actor político posible para el feminismo, criticar toda estructura-genérica y
posiciones identitarias que atraviesan los cuerpos, que impiden su devenir.
Francisca Barrientos nos llama a contaminar el género para dejar en evidencia
que es solo el resultado de una ficción, notar que las mujeres no existen haciendo
caer el sistema identitario.

Sin embargo, nos encontramos con un “estado” que muy por lejos de tener la
intención de generar un cambio, no hace más que fomentar esta condición. Un
estado disfrazado de buena voluntad, moral y benefactor. Un estado que siempre

11
Francisca Barrientos, cap. La mujer como piedra de tope, pag. 33, texto “Por un feminismo sin mujeres”.
12
Francisca Barrientos, cap. La mujer como piedra de tope, pag. 35, texto “Por un feminismo sin mujeres”.
nos llama a la “tolerancia”; debemos tolerar a los demás, sus posiciones,
identidades, preferencias, género. Pero, nunca se nos ha fomentado el “asumir”.
Es la tolerancia misma, con la que juega el estado y algunos movimientos
feministas, la que nos abre el camino a los malos entendidos y abre paso a
establecer binarismos opuestos, lo bueno y lo malo, lo negro y lo blanco, lo hetero
y lo gay. “El poder determina quiénes son y cómo son los otros, diseña estrategias
para representar al otro en tanto amenaza y fijarlo, acotarlo a un lugar que no
genere peligro. Los diferentes al orden social son clasificados y tolerados.
Mientras los tolerados arman un lugar, una tribu, un ghetto a la cual no cualquiera
puede pertenecer”13. Con esta cita, Patricia Espinoza nos da a entender que
estamos frente a un poder que nos invita a tolerar la socialización y los conceptos
binarios de malo y bueno. Es el poder mismo el que ha generado la diversidad
sexual, cultural y genérica. Nos habla de una tolerancia como aquella que asesina
el diálogo; toleran para reprimir, a pesar de lo paradójico que suene. Una moral en
la cual se aguanta, se tolera, se ama al otro, para lograr el simulacro de un estado
diverso. Somos indiferentes, porque somos tolerantes. Somos indiferentes a
nosotros mismos porque nos toleramos. Hemos perdido el interés en nosotros
mismos, parafraseando la cita de Nietzsche que abrió este informe.

Son estos mismos discursos los que construyen cuerpos normales o lo desviado;
debemos responder con una contrapráctica, desestabilizar el binario, y la
definición de sujeto. Ir más allá de la matriz heterosexual, del género, del sexo;
todo es una construcción social y nuestro deber es deconstruir cotidianamente los
formatos canónicos de sexo/genero. Estamos frente a un ejercicio de re-invención
de lo humano, la salida de los binarismos empleados por la tradición política, que
nos ha acostumbrado a pensar como identidades. “No es, en definitiva, como se
podría pensar, la comunidad la que comprende dentro de sí al individuo, sino el
propio individuo el que lleva dentro de sí una comunidad. Rebasamientos críticos
del sujeto que no hacen sino ahondar en una ya antigua querella: el feminismo no

13
Patricia Espinoza, cap. La contrapractica como táctica a lo heteronormativo, pag. 35, texto “Por un
feminismo sin mujeres”
es una “comunidad de mujeres”. O dicho en otras palabras, el feminismo no es un
humanismo”14.

Volviendo a Beauvoir, “La mujer no nace, se hace”, nos hace notar cómo el
feminismo emerge entre el nacimiento, otorgamiento de una identidad y la
invención. Nos llama a ver un feminismo motivado por el descentramiento del yo
siempre impuesto, el inventar un yo que se incluya feminista, y conocedora de un
devenir, la instauración de un feminismo como aquella práctica innovadora de
sentidos, aquella interrogación constante al modo político y cultural existente
promoviendo otras formas para la política y la cultura; nos invita a repensar la
historia, la filosofía, la lengua. Feminismo como práctica deslocalizadora, y
transformadora de la política moderna, transformación que implica un punto de
fuga, como lugar de invención y transformación, nuevas salidas de las ritualizadas
prácticas de la política. Citando Castillo “Busca, por sobre todo, la transformación
total de las relaciones sociales. No se es feminista para reificar la identidad “mujer”
en una sociedad pospatriarcal. El feminismo es negativo o no es. O, en otras
palabras, el feminismo no es un humanismo”15. Humanismo y feminismo deben de
contraponerse y enfrentarse; aquellos movimientos feministas que no buscan
dicha transformación de lo humano, no deberían de llamarse feministas. Aquel que
no busca el transformar, destruir y desconectar las nociones de lo humano, no
establece cambio alguno. Un nuevo feminismo que funcione bajo lógicas
postidentitarias, críticas y deconstructivas; acabar con este feminismo fundado en
“bio-mujeres”.

Es este el momento preciso para dar cuenta de aquella cita, que tanto
revuelo ha generado en los movimientos feministas, por parte de nuestro
controversial autor; frase lanzada por F. Nietzsche, que lo inmortalizó como un
sujeto con una lógica misógina y patriarcal: “Hay una estupidez en ese movimiento
(feminista), una estupidez casi masculina, de la cual una mujer bien constituida –
que es siempre una mujer inteligente – tendría que avergonzarse de raíz”16. Esta

14
Alejandra Castillo, cap. El feminismo no es un humanismo, pag.20, texto “Por un feminismo sin mujeres”.
15
Alejandra Castillo, cap. El feminismo no es un humanismo, pag.20, texto “Por un feminismo sin mujeres”.
16
Friedrich Nietzsche, pag.200, Parágrafo 239, texto “Más allá del bien y del mal”.
polémica frase, generó el repudio inmediato por parte del movimiento feminista
más contemporáneo, un feminismo liberal. Sin embargo, solo se han limitado a
leer de manera acotada y floja dicha frase, entendiendo de manera errada el
sentido que posee dicha frase; caen siempre en la misma lógica de presentarse
como aquellas eternas víctimas de un patriarcado que no hace más que perpetuar
sus condiciones. Decidieron no continuar leyendo las palabras que siguen a dicha
frase de Nietzsche, acotándola y descontextualizándola por completo; si hubieran
realizado la lectura completa de dicha frase, se lograría llegar a comprender que
la, idea planteada en esta cita, es primordial para dar cuenta de cuál es la principal
falencia del feminismo contemporáneo, liberal: “… Perder el olfato para percibir
cual es el terreno en que con más seguridad se obtiene la victoria; desatender la
ejercitación en nuestro autentico arte de las armas; dejarse ir ante el varón, tal vez
incluso hasta el libro, en lugar de observar, como antes, una disciplina y una sutil y
astuta humildad; trabajar, con virtuoso atrevimiento, contra la fe del varón en un
ideal radicalmente distinto encubierto en la mujer, en lo eterna y necesariamente
femenino”17.

He aquí por qué Nietzsche, desde mi parecer, es esencial a la hora de pensar una
rearticulación del feminismo; con la finalidad de poder generar vestigios de un
feminismo efectivo. Nietzsche da cuenta, en esta célebre frase, como el feminismo
se ha acotado a buscar su emancipación y justicia bajo el amparo de leyes y
derechos; los cuales en cualquier momento podrían transformarse de manera
imprevista en una injusticia. Es el feminismo liberal lo que ha dificultado el paso
para poder generar cambios dentro de nuestra sociedad; un feminismo liberal que
se ha instalado en nuestra modernidad, que ha descrito la lucha feminista bajo el
espacio de la igualdad, los derechos y la abstracción de estos. Sin embargo,
apoyándonos en el pensamiento nietzscheano, el liberalismo no logra generar
igualdad alguna. Lo que pensamos como camino a la justicia, puede transformarse
de manera veloz en todo lo contrario; el liberalismo, sus derechos y leyes nunca
podrán generar la igualdad, sino que simplemente la “mismidad”. Derechos que no
buscan más que colocar a la mujer en una relación directamente proporcional a la
17
Ídem.
del hombre; pero sin generar un real cambio dentro de las reales lógicas de
opresión.

El liberalismo debe entenderse en todo momento como, aquel orden político que
basa su concepto de justicia en la comparación con un tercero; piensa la justicia
como una distribución moralmente correcta y equitativa de los derechos. Es esta
lógica la que nos hace más que perpetuar las categorías y formas de pensar a las
mujeres dentro de nuestra sociedad; siempre acotada al espacio familiar y su
reivindicación desde las categorías que este espacio les puede entregar. Aquel
feminismo que se encuentra amparado en los derechos y legalidades, nunca
podrá generar la transformación de nuestras condiciones.

Como hemos visto a lo largo de todo este ensayo, a través del pensamiento dado
por F. Nietzsche, se nos ha establecido una determinada historia. Junto con esto,
un determinado discurso, además formas de actuar y formas de convivir en
sociedad; se nos ha borrado cualquier vestigio de animalidad e instinto, dando
paso a una construcción de sujetos morales que siempre buscan el buen actuar.
No solo han sido las mujeres las víctimas de una violencia histórica, sino que
todos y cada uno de nosotros hemos sido oprimidos bajo la lógica de la moralidad,
y junto con ella, la lógica de un patriarcado moderno. Hemos sido construidos e
higienizados, purificados; estableciendo de esta manera lo impuro y aquello de lo
cual debemos alejarnos y sentir repulsión.

Debemos sospechar de todas nuestras acciones, debemos sospechar de nuestra


historia misma, debemos sospechar de nuestro génesis. Es por todo esto que no
podemos dar cabida a un feminismo que busque la reivindicación de la mujer y
solo de la mujer; un autodenominado feminismo inmodificado (feminismo para y
por las mujeres); de la misma manera no podemos dar espacio a un feminismo
que busque una cierta noción de justicia para mujeres, bajo el amparo de la
legalidad y sus derechos. Al igual como sospechamos de nuestra historia y todo lo
impuesto en ella, debemos sospechar de la legalidad; como por ejemplo aquellas
leyes que se auto proclaman feministas, pero que tan solo buscan hacer la vida de
la mujer, un poco más sustentable; pero en ningún momento se quiere erradicar
de raíz el problema mismo. Los derechos y leyes deben ser entendidos como el
simple antídoto de un veneno que se ha inoculado en nosotros; veneno que se
nos ha instalado por parte de la sociedad opresora misma.

Hemos arraigado un sistema de dominación; un sistema sumamente sexuado y


que se encuentra instalado desde una lógica heterosexual. Debemos entender a la
categoría sexo como una categoría política, en palabras de Monique Wittig: “La
categoría de sexo es una categoría política que funda la sociedad en cuanto
heterosexual. En este sentido no se trata de una cuestión de ser, sino de
relaciones; aunque los dos aspectos son confundidos siempre”18. Es por esto, que
desde mi parecer, es imposible dejar de lado la intención de criticar y modificar el
concepto y categoría de sexualidad; y de esta manera, dar paso a la destrucción
del concepto de individuo, junto con su moralidad establecida, con la cual nos
vislumbra el pensamiento nietzscheano. Acabar con toda idea que nos presente a
la mujer, como aquella que debe ser entendida como la eterna víctima de un
sistema patriarcal, por el solo hecho de ser mujer; han sido las propias bio-mujeres
la piedra de tope de su reivindicación; al no buscar la destrucción del concepto de
individuo y todo lo que esto conlleva, perpetua un eterno femenino. Debe
recogerse de manera completa y basta, por parte del pensamiento feminista, el
pensamiento nitzscheano, con el fin poder generar una autocrítica hacia el
feminismo; entender a Nietzsche como un misógino es, desde mi mirada, un
pensamiento demasiado apresurado, y para nada acertado. Debemos leer cada
una de sus ideas a contrapelo y obtener de manera clara lo que desea
transmitirnos. Junto con esto, acabar con el feminismo esencializados que
perpetúan una condición precaria hacia las mujeres, perpetuando una eterna
condición precaria. Hoy en día, nos enfrentamos a un feminismo que no hace más
que propagar la noción de venganza hacia los hombres; reproducen aquella
venganza y aquel rencor que siempre ha estado presente en nosotros y nuestra
historia. El rencor, como la materialidad de nuestra historia y el resentimiento
como la base de todos nosotros. Reproducen el resentimiento; aquel resentimiento
que ha servido como base, a toda moral cristiana.
18
Monique Wittig, Texto “El pensamiento heterosexual”, pag.26, cap. “La categoría de sexo”.

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