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Hay que tener en cuenta para el diagnóstico la existencia de familiares con el mismo
trastorno (existe predisposición familiar), antecedentes de respuesta a fármacos
dopaminérgicos (tratamiento empleado para la enfermedad), y presencia de movimientos
periódicos de las piernas durante el sueño y a veces durante la vigilia (aparecen en más de
un 80 % de los pacientes). La evolución del SPI suele ser crónica y lentamente progresiva
(aumento de intensidad con el tiempo), alterando el sueño en la mayoría de los sujetos. La
exploración física y las pruebas médicas habituales suelen ser normales.
Los términos utilizados por los pacientes para describir los síntomas de SPI suelen ser:
“desasosiego”, “hormigueo”, “calambres”, “pinchazos”, “nerviosismo”, “dolor”,
“sensaciones extrañas profundas”, “quemazón”, “piernas locas”, etc. Las características
principales son:
Análisis de sangre que incluya niveles de hierro y ferritina (este último parámetro se
encuentra alterado en muchos pacientes).
Estudios en el laboratorio de sueño (polisomnografía nocturna y test de
inmovilización sugerida simple o múltiple): se realizan para determinar si existen
movimientos periódicos en las piernas (o en los brazos), y para evaluar la calidad de
sueño de los pacientes con SPI.
Estudios de electromiografía y conducción nerviosa: sirven para descartar lesiones
en las raíces y nervios periféricos de las extremidades.
Medidas no farmacológicas
Medidas farmacológicas
En la gran mayoría de los casos, hay que tener en cuenta que el SPI es un trastorno de curso
crónico y progresivo. Al principio, se manifiesta de forma esporádica, con discretas
molestias que no interfieren de forma significativa con la vida de los sujetos que lo
padecen. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la intensidad de síntomas es cada vez
mayor y más frecuente, y no es raro que estos pacientes refieran importantes problemas
para iniciar y mantener el sueño, presentando gran inquietud, nerviosismo y desasosiego,
sobretodo en las situaciones que requieran reposo prolongado. Las consecuencias son muy
negativas para el bienestar del paciente, por lo que en estos casos debe plantearse un
tratamiento de tipo farmacológico.
Los tratamientos más utilizados son:
Lo más recomendable es que acuda a un centro especializado, para ser evaluado y tratado
adecuadamente por profesionales especializados en este campo. El médico determinará la
intensidad de los síntomas que usted presenta, y valorará el diagnóstico y las alternativas de
tratamiento que más se adecuen a su enfermedad.