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Apuntes para un análisis

fenomenológico de la corazonada
ESTEBAN MARÍN ÁVILA

Uno de los aspectos que al día de hoy me parecen más interesantes del proyecto filosófico de
Edmund Husserl, es su concepción de una racionalidad triple, lo cual remite a sus teorías de la
creencia, del valor y de la acción. Estas dos últimas son prácticamente desconocidas en el mundo
filosófico. Creo que ello se debe, en parte, a que en las obras publicadas en vida de Husserl, sólo
podemos encontrar brevísimas alusiones a ellas, mientras que las lecciones que dictó sobre el tema
fueron editadas en su lengua original hasta finales de los años ochenta del siglo pasado y en los
primeros años de este.[1] Lo que es más, algunos de los manuscritos más relevantes sobre estos
temas, están apenas por aparecer en la edición crítica de sus obras completas.[2] Prácticamente nada
de esto ha sido traducido al español, pero lo cierto es que tampoco entre los hablantes de alemán ha
tenido gran impacto, exceptuando al círculo de los especialistas en el pensamiento de Husserl. Tengo
la impresión de que para cuando vieron la luz, los historiadores de la filosofía ya habían dado su
veredicto de que la filosofía husserliana era intelectualista, solipsista, ingenuamente universalista,
etc. En suma, daban su veredicto de que estaba muerta.
En las siguientes líneas me propongo presentar algunas reflexiones en torno a un fenómeno que aquí
denominaré “corazonada”. En realidad, esto será un pretexto, pues lo que realmente intento es
presentar una serie de ideas que en algunos casos son resultado de investigaciones fenomenológicas
y en otros, puntos de partida para dichas investigaciones, aún por realizar. Con ello quiero sugerir que
la fenomenología trascendental, con sus métodos y sus herramientas conceptuales, puede servir
para hacer filosofía hoy. En vista de este propósito, he optado por reformular y en algunos casos,
caricaturizar ciertas ideas de Husserl para tratar de presentar una visión de conjunto de una teoría del
valor, misma que luego llevaré al problema que me he propuesto. Esta teoría no es, por lo tanto, la de
Husserl, aunque quiere ser una invitación indirecta a estudiar la obra de este filósofo y a apropiarse
de ella. Mi interés es mostrar aspectos generales de un problema que puede ser estudiado con mayor
rigor en otros términos y con mayor extensión. Al incluir referencias bibliográficas, no pretendo
atribuir lo que aquí escribo al filósofo moravo, sino meramente señalar pasajes de su obra donde creo
que discute estos puntos o algunos que guardan relación con ellos.
*
Una explicación fenomenológica del valor tiene que partir de la experiencia que tenemos de él. En
efecto, desde la fenomenología trascendental afirmamos que no hay mundo sin experiencias del
mismo, y que para explicar el mundo hay que dar cuenta de estas últimas. Con el concepto de
experiencia me refiero aquí a lo que en jerga técnica se denomina vivencias intencionales: vivencias
de percibir, recordar, imaginar, mentar lingüísticamente, juzgar, desear, estimar, querer, etc. Así que
para explicar qué es una cosa hay que dar cuenta de en qué experiencias la captamos: en el percibir
captamos objetos reales; en el imaginar, objetos posibles; en el juzgar, estados de cosas reales o
posibles, etc. En vista de ello, la primera pregunta que hay que hacer a propósito del valor es: ¿En
qué experiencias captamos el valor positivo, negativo o neutro de algo? La respuesta a esta pregunta
es que lo hacemos en vivencias que caen bajo el género al cual pertenece lo que en la vida cotidiana
identificamos como sentimientos.
Husserl piensa que los valores se nos exhiben a partir de sentimientos de la misma manera en que los
objetos del mundo se nos exhiben a partir de sensaciones.[3] Creo que esto es un acierto. En efecto,
me parece que el valor positivo, negativo o neutro de una situación se capta en sentimientos, pero
este valor no es, él mismo, un sentimiento. En esto pasa lo mismo que con la percepción de una cosa:
la cosa percibida es inconcebible sin sensaciones auditivas, táctiles, visuales, etc., pero no es en, sí
misma, estas sensaciones, ni la suma de las mismas, sino algo que se muestra en ellas.

Reflexionemos ahora sobre los valores en tanto que aquello captado en vivencias intencionales que se
basan en sentimientos. Mientras que podemos juzgar sobre objetos haciendo deliberadamente
abstracción de los valores que encontramos en ellos —como hace el físico que estudia la naturaleza
—, no podemos considerar a los valores haciendo abstracción de los objetos de los que son
cualidades. Los valores son siempre valores de cosas o de situaciones. Esto está en el núcleo de la
tesis husserliana de que los actos de la esfera axiológica son actos fundados en actos dóxicos y que,
por consiguiente, las cualidades de valor se fundan en propiedades relativas a la creencia.[4] A esto
podemos agregar que las cosas valiosas que algunas personas identifican erróneamente con valores
en sí mismos, suelen ser actitudes o tradiciones, como la actitud de ser honesto o la tradición de
llevar cierto estilo de vida. Este error es muy frecuente entre las personas que ven en la religión la
única fuente de valores e identifican todo valor posible con el hábito de actuar conforme a lo dictado
por una autoridad. Se suele expresar en frases como la de que alguien “no tiene tal o cual valor”.
Hemos de asumir que lo que se quiere decir en estos casos, es que alguien no tiene un determinado
hábito o que no suele adoptar una actitud que se estima valiosa.
El mundo y los objetos mundanos son para Husserl correlatos necesarios de vivencias intencionales.
Esto quiere decir, entre otras cosas, que todas las vivencias lo son de algo; que no hay percepción
que no lo sea de alguna cosa. También quiere decir que el modo de ser de algo remite a la forma en
que este algo se exhibe o se da en ciertas vivencias intencionales. Así, por ejemplo, no se puede decir
con sentido que una cosa existe si esta no admite en principio la posibilidad de ser percibida. Lo
mismo ocurre con el valor, desvalor o carencia de valor de situaciones o cosas, que son correlatos de
vivencias intencionales de estimar sobre la base de sentimientos, así como con el valor superior,
inferior o equivalente de algo con respecto a alguna otra cosa o situación, que son correlatos de las
vivencias intencionales de sopesar, preferir y postergar. Tampoco hay algo de lo que se pueda decir
con sentido que tiene valor positivo, negativo o neutro, o que tiene un valor superior, inferior o
equivalente al de otras cosas y que no admita la posibilidad de exhibir esta cualidad de valor
suscitando sentimientos en quien lo capta. A esta especie de “percepción” del valor a través de
sentimientos, la denomina Husserl Wertnehmung, que significa literalmente “captación de valor” y
que se ha traducido alguna vez como “valicepción”, pues en alemán hace juego con el término
coloquial para referirse a la percepción, que es Wahrnemung.[5] [6]
Las cualidades de valor de una cosa se fundan en las propiedades que determinan la forma de ser de
la cosa, y el valor mismo de la cosa se funda en la unidad de la cosa, que es la articulación de estas
propiedades. Explicar los distintos aspectos de valor de una cosa, supone necesariamente explicar las
distintas propiedades que pertenecen a la cosa. Si digo que cierta persona tiene un carácter por el
que siento gran estima, entonces para referirme al valor de este carácter tengo que mostrar las
distintas propiedades que lo conforman: a su hábito de ser honesta consigo misma y con los demás, a
su manera de hablar, a su manera de tratar a otras personas, a sus ideas, a su estilo, etc. Este valor
lo capto en un acto de estimarlo, el cual no puede tener lugar sin sentimientos. Y de la misma manera
puedo captar el valor superior de una amistad con respecto a otra. Esto último lo hago en un acto de
preferir: fantaseo sobre las posibilidades de perder la amistad de Fulano y la de Zutano y el dolor que
me causarían estas situaciones. Sobre la base de este ejercicio mental, me doy cuenta de que
prefiero una u otra amistad y ello equivale a captar su valor superior respecto de la otra. Este tema lo
aborda Husserl al preguntar por lo característico de la aprehensión de valor, por lo que tiene en
común y lo que tiene de específico frente a la aprehensión dóxica, y por las relaciones funcionales
entre ambas.[7]
Husserl también destaca que las vivencias de estimar, motivan disposiciones a actuar y,
correlativamente, que lo que hace racionales a las acciones o a las obras, es que realicen bienes o
eviten el advenimiento de males.[8] En conexión con esto, tambien encontramos en su obra la idea
de que captar el valor positivo de algo, motiva la consciencia de que su existencia mejoraría el mundo
y lo haría más digno de vivir en él.[9] Es cierto que las ideas no existen en el mismo sentido que las
entidades reales y que no son realizables de la misma manera. Sin embargo, me parece que estimar
que una idea es valiosa, sí motiva la conciencia de que la existencia de situaciones en las que se la
puede captar y ulteriormente, compartir y conservar, incrementaría el valor del mundo, como por
ejemplo, su enunciación en una lengua o su consignación en un libro. Por esta razón, la captación de
un cosa o una situación valiosa, es siempre ya una propensión a actuar con el fin de hacerla realidad
o de conservar su existencia en caso de que esté amenazada.

¿Pero no tendríamos que decir que el hecho de que algo tenga valor es relativo a cada persona?
¿Cabe hablar de valores objetivos? Husserl destaca que el valor positivo, negativo o neutro de algo,
incluye siempre una referencia a las circunstancias de quien valora. Por ello, que algo tenga valor
objetivo, significa que se trata de algo que cualquiera estimaría valioso en caso de encontrarse en
determinadas circunstancias.[10] Esta referencia necesaria del valor a las circunstancias en las que se
encuentran los sujetos que los constituyen, me hace pensar que sería más adecuado hablar siempre
de situaciones valiosas y ya no de cosas valiosas. En todo caso, menciono de pasada que para
Husserl la objetividad remite a la concordancia de la experiencia intersubjetiva,[11] así que podemos
pensar sin mayor problema que la objetividad de una cualidad valiosa depende de que esta pueda ser
reconocida por cualquier sujeto que se encuentre en las mismas circunstancias. Cuando digo que es
objetivamente cierto que dos más dos es igual a cuatro, lo que afirmo es que cualquiera que juzgue
correctamente, llegará a la misma conclusión. Cuando digo que es objetivamente cierto que
inyectarse algún medicamento es bueno, esta proposición sólo puede aspirar a ser cierta si se
especifican las circunstancias, como, por ejemplo, el estar enfermo de algo que se cura con ese
medicamento, entre muchas otras, con ello, lo que afirmo es que cualquiera que se encuentre en
estas circunstancias, llegará a captar dicho valor.
Así que, a pesar de que en principio se puede hablar de valores objetivos, hay que tomar en
consideración que respecto a la captación del valor de algo, hay formas de ilusión que no tienen
paralelo en las formas de ilusión que se refieren a las creencias. Para empezar, los bienes, los males y
las cosas carentes de valor, pueden cambiar de signo cuando entran en relación con otros objetos con
cualidades de valor, sea esta relación causal o de implicación lógica. Así, por ejemplo, un bien se
convierte en un mal cuando su realización tiene como consecuencia la frustración o aniquilación de
algo que se estima como un bien mayor, y un mal puede convertirse en un bien, cuando su
realización evita el advenimiento de un mal mayor. Casi cualquier persona consideraría como un mal
el hecho de ser lacerado con una aguja en el brazo o en el gúteo, pero consideraría como un bien el
hecho de recibir una inyección si ésta ayuda a evitar el advenimiento de una enfermedad grave. Esto
provoca que haya muchos más motivos de desacuerdo y de ilusión respecto de los bienes, que
respecto de las cosas tomadas haciendo abstracción de su valor. Para que dos personas se pongan de
acuerdo sobre qué es una cosa, no hace falta sino que corroboren sus propiedades; para que se
pongan de acuerdo en cuanto a su valor, hace falta que primero corroboren sus propiedades, luego
corroboren su valor en abstracto y, finalmente, constaten su valor concreto, lo cual implica esclarecer
su relación con todos los demás bienes, males y adiáforas actuales o posibles. La situación de sufrir
una inyección es mala en abstracto, esto es, por sí misma, porque supone dolor, pero es valiosa en el
caso concreto de que sea un medio para prevenir una enfermedad grave. Esta característica de los
objetos dotados de valor —a saber, la de poder cambiar de signo dependiendo de la relación en la
que se encuentren con otros objetos de valor—, es uno de los motivos que nos llevan a afirmar con
Husserl, que el valor de un objeto depende de las circunstancias de quien valora, lo cual guarda
relación además con el problema de que las capacidades prácticas varían de persona a persona y son
igualmente circunstanciales. Y, dado que es imposible conocer por adelantado las circunstancias de
los demás, la cuestión de si algo es valioso para varias personas, no puede zanjarse sin pasar por el
diálogo.
Concentrémonos ahora en la relación que guardan las cualidades de valor con las propiedades
dóxicas de un objeto. Estas propiedades dóxicas son aquello que percibimos y entendemos en un
objeto: el que tenga determinado color, determinada forma, que sirva para determinadas cosas, que
haya sido creado de cierta manera, etc. La tesis husserliana de que los actos de la esfera axiológica
se fundan en actos dóxicos, significa que para captar una cualidad de valor, es necesario percibir,
inteligir o evocar la cosa a la que necesariamente se refiere. La evocación puede ser un recuerdo o
una fantasía, pero es indispensable tener una conciencia clara de las principales propiedades la cosa
en cuestión. No puedo captar la belleza de un jarrón chino a menos de que recuerde o imagine su
forma, sus colores, la composición de sus grabados, etc. Lo mismo cabe decir de una situación como
la de mudarme de ciudad y cambiar de trabajo, en la cual no puedo discernir con claridad si sería
positiva o negativa a menos de que la evoque con todas sus aristas, implicaciones y posibles
consecuencias.
Quiero introducir, en conexión con este último tema, el fenómeno que me he propuesto destacar en
este breve ensayo: lo que aquí llamo, a falta de un mejor nombre, “corazonadas”. No se trata de un
fenómeno extraordinario, sino de algo bastante común que ocurre cada que estimamos una cosa o
una situación que sólo conocemos de manera muy vaga. Supongamos que estamos perdidos en una
ciudad que nunca antes habíamos visitado y que preguntamos a un desconocido cómo llegar a un
lugar que está a punto de cerrar. Supongamos además, que poco después de que éste nos responde
con instrucciones precisas, se acerca un segundo desconocido que lo contradice abiertamente. Puede
suceder que nos decidamos a hacer caso a una de estas personas en detrimento de la otra, luego de
evaluar detenidamente cuál de las dos nos parece más fiable, o luego de examinar cuidadosamente
cuál de las dos indicaciones es más verosímil, pero muchas veces no procedemos así. En particular,
no lo hacemos cuando tenemos que tomar una decisión rápidamente y no hay tiempo para llevar a
cabo una evaluación detenida. Así que en este ejemplo, podríamos tener la corazonada de que lo
dicho por la primera persona es verdadero, mientras lo dicho por la segunda, es falso. La corazonada
consiste en estimar que las indicaciones de la primera persona son más confiables que las de la
segunda, pero hacerlo sobre la base de una conciencia muy vaga de qué es lo que hace esta
diferencia.
Si seguimos a Husserl en la idea recién expuesta de que la captación de cualidades de valor supone
captación de las propiedades del objeto en cuestión, entonces parece claro que el conocimiento vago
de una cosa o de una situación no puede llevar más allá de la estimación vaga de su valor positivo,
negativo o neutro. Pero que el valor de algo sea vago, no quiere decir que sea insignificante. Por el
contrario, una cosa de la que uno es apenas vaguísimamente consciente, puede ser estimada como
muy buena o muy mala. Por ejemplo, nos rehusamos a participar en algún evento o en alguna
actividad regular sin tener conciencia clara de por qué: no queremos asistir a la reunión de tal o cual
grupo, o no queremos asistir a tal lugar, aunque no sabemos bien por qué. En estos casos, donde el
valor positivo o negativo de la situación es intenso, parece destacarse una característica de la
corazonada. Cuando uno tiene este tipo de vivencia, la estimación vaga puede ser hilo conductor para
esclarecer la forma de ser de algo, de una persona, de una cosa, de una situación, etc. Esto quiere
decir que la captación vaga de una cualidad de valor, llama nuestra atención hacia una cosa o una
situación de la que sólo somos vagamente conscientes, o hacia propiedades que vagamente
atribuimos a la cosa o situación. En algunas ocasiones, estas corazonadas se revelan falsas luego de
que hemos dirigido nuestra atención a la cosa o a la situación, pero muchas veces nos hacen darnos
cuenta de algo en lo que no habíamos reparado antes. En todo caso, parece que prestarle atención a
una corazonada, conlleva como consecuencia necesaria prestarle atención a la cosa o la situación a la
cual se refiere la cualidad de valor que se capta vagamente en ella. Los asistentes a la reunión me
caen mal por tales o cuales razones; el evento carece de sentido por tal o cual razón, etc. Con esto
último, la captación vaga de una cualidad de valor presta un gran servicio a quién se sirve de ella,
pues le hace corregir una asunción falsa, o le lleva a descubrir algo nuevo, algo que al tener un valor
positivo o negativo importante, exige ajustar la forma de interactuar con él. Por lo demás, insisto, esto
parece ser enteramente congruente con la tesis husserliana de que lo axiológico se funda sobre lo
dóxico, pues de ella se desprendería que no es posible aclararse una cualidad de valor sin aclararse al
mismo tiempo la forma de ser del objeto al que se refiere.
Las corazonadas son entonces estimaciones vagas, y con ello, posibles hilos conductores para el
descubrimiento de bienes o males; o si se quiere, son presentimientos de bienes y males. Mencioné
más arriba que estimar que algo tiene valor, motiva disposiciones a actuar y que siguiendo a Husserl,
se puede decir que las acciones son racionales cuando se encaminan a hacer realidad bienes o evitar
el advenimiento de males. En vista de ello, creo que también se puede decir que, en su calidad
presentimientos, las corazonadas motivan acciones. Una acción motivada por un presentimiento, es
mejor que una acción llevada a cabo a ciegas, sin motivo; sin embargo, una acción motivada por la
captación de un bien o de un mal, será siempre mejor y más racional que una acción que parte de un
presentimiento. Ello se sigue de que un presentimiento tiene mayor probabilidad de ser erróneo, pues
se basa en la asunción aún vaga de un bien o de un mal, es decir, de un bien o mal que aún no ha
sido aclarado. En un sentido más profundo que no es posible desarrollar aquí, esta tesis de la
racionalidad parcial de las acciones motivadas por corazonadas, se conecta con la idea husserliana de
que la racionalidad práctica consiste en actuar sobre la base de evidencia dóxica, axiológica y
práctica.[12]
Es relativamente sencillo seguir una corazonada que se basa en alguna cosa o situación que tenemos
frente a nosotros. Por ejemplo, la corazonada de que alguien con quien hablamos nos oculta algo.
Pero a veces las corazonadas son mucho más difíciles de seguir porque no sabemos exactamente a
qué se refieren. Pueden ser actos en los que captamos cualidades de valor de algo que ocurrió por la
mañana, o hace una semana, o de algo que anticipamos en un futuro lejano, o lo que es peor, de algo
que tenemos problemas para recordar. Esta falta de referente se da también en los casos en los que
las corazonadas se refieren a decisiones y a las consecuencias de las acciones que podemos llevar a
cabo, especialmente en los casos de acciones y dilemas complejos. No sabemos entonces a qué parte
de la acción se refiere la corazonada, o a qué escenarios derivados del dilema, pues sólo tenemos
conciencia vaga de ello. Lo mismo aplica para acciones pasadas, como cuando uno tiene la
corazonada de que algo de lo que hizo estuvo mal, aunque no sabe exactamente qué. En estos casos,
dirigir la atención a la corazonada tendría que conjurar al referente, al menos si esta vuelta de
atención logra aclarar en algún grado la cualidad de valor. Por ejemplo, uno tiene la corazonada de
que ha olvidado algo al salir de casa, sin saber exactamente qué. Esta corazonada es la estimación
vaga de un mal, a saber, de que estaré en una dificultad por carecer de algo. Así que dirigir la
atención sobre esta dificultad vagamente presentida como mala, puede llevarme a conjurar la
situación: presiento que tendré ciertas dificultades para dar mi clase por carecer de algo… ¡Olvidé mis
notas!
Uno de los aspectos que encuentro más interesantes de las corazonadas, es el siguiente. Parecería
que hay ciertas situaciones fundamentales de la existencia que es imposible esclarecer del todo y
respecto de las cuales, por ende, no cabe tener estimaciones claras, sino sólo corazonadas. Me
refiero, por ejemplo, a la vocación, a relaciones con familiares, a la libertad para desarrollar la
personalidad propia, o a creencias religiosas o no religiosas sobre la vida buena en general. Es
imposible comprender estas situaciones fundamentales con una simple vuelta de atención. Lo
anterior sugiere ya que quizá en algunos casos el hecho de que las corazonadas se mantengan
perpetuamente como tales se deba a imposibilidades esenciales.[13]
Otro aspecto de las corazonadas que me parece particularmente interesante es el del papel que
juegan en la anticipación del conocimiento de nuevos valores. Esto se conecta con la idea
brentaniana y husserliana de que el hecho de que un mal no exista, no es en sí mismo algo carente
de valor, sino algo positivamente valioso.[14]Muchas veces, mientras el mal en cuestión existe y
mientras se desconoce la alternativa que habría de remediarlo, el bien que habría de advenir con su
aniquilación, sólo puede ser anticipado en la forma de una corazonada. Para quien se siente atrapado
en un trabajo aburrido o en una vida rígida y monótona, la posibilidad de liberarse de este trabajo o
de esta vida sólo puede presentársele en primera instancia como una buena corazonada. Esta
corazonada podría transformarse en la evaluación de algo valioso una vez que quien la padece, se
haya aclarado y representado con detalle esas posibilidades de tener un trabajo diferente o de llevar
otra vida, o bien, una vez que haya cambiado efectivamente su trabajo o su vida. También aquí la
conciencia clara de esas posibilidades puede ser consecuencia de seguir la corazonada.
*
Quiero concluir este breve ensayo reiterándole al lector que no ha sido mi intención ofrecer una
investigación rigurosa sobre los temas expuestos. Por el contrario, lo que he expuesto aquí es un
compendio de ideas no del todo clarificadas y en esa medida, presentadas de una manera más o
menos dogmática. Sin embargo, se trata de temas que, o bien han sido estudiados, o bien pueden ser
estudiados en el marco de la fenomenología trascendental. Esto no es una excusa, sino una
aclaración del propósito con que lo he redactado: invitarle a explorar este mundo de la fenomenología
trascendental, muy poco conocido al día de hoy, y a apropiarse de sus herramientas conceptuales y
metodológicas para preguntar por aquellos temas que más le interesen.

Abreviaturas bibliográficas:
1. Hua — Husserliana, edición crítica de la obra completa de Edmund Husserl.
2. Ideas I — Husserl, Edmund, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica.
Libro primero(nueva edición y refundición integral de la traducción de José Gaos por Antonio Zirión
Quijano), UNAM/ FCE, México, 2013.

3. Ideas II — Husserl, Edmund, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica.
Libro segundo: Investigaciones fenomenológicas sobre la constitución, (traducción de Antonio Zirión
Quijano), UNAM, México, 2005.

Bibliografía
1. Alemany, Carlos. Psicoterapia Experiencial y Focusing. La aportación de E. T. Gendlin. Desclée De
Brouwer. Bilbao, 1997.

2. Brentano, Franz. El origen del conocimiento moral. Tecnos. Madrid, 2002.


3. Gendlin, E.T. Focusing. Bantam Books. Nueva York, 1978.
4. Husserl, Edmund, “Valor de la vida. Valor del mundo. Moralidad (virtud) y felicidad”, en Acta
fenomenológica latinoamericana, vol. 3, PUCP/ UMSNH/ Jitanjáfora, Morelia, Michoacán, 2009.

5. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Libro primero (nueva
edición y refundición integral de la traducción de José Gaos por Antonio Zirión Quijano), UNAM/ FCE,
México, 2013.
6. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Libro segundo:
Investigaciones fenomenológicas sobre la constitución, (traducción de Antonio Zirión Quijano), UNAM,
México, 2005

7. Lógica formal y lógica trascendental. Ensayo de una crítica de la razón lógica (traducción de Luis
Villoro y revisión de Antonio Zirión Quijano), UNAM, México, 2009.

8. Husserliana III- 1. Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie.Erstes


Buch: Allgemeine Einführungin die reine Phänomenologie 1. Halbband, ed. Karl Schuhmann. Martinus
Nijhoff. Den Haah 1977.

9. Husserliana IV. Ideen zur einen reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Zweites
Buch: Phänomenologische Untersuchungen zur Konstitution. Hg von M. Biemel. Martinus Nijhoff. Den
Haag 1952.

10.Husserliana XXVIII. Vorlesungen über Ethik und Wertlehre. 1908-1914. Hg. von Ullrich Melle. Kluwer
Academic Publishers. Den Haag, 1988.

11.Husserliana XXXVII. Einleitung in die Ethik. Vorlesungen Sommersemester 1920 und 1924. Hg. Von
Henning Peucker. Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, 2004.

12.Investigaciones Lógicas, 2. Alianza Editorial. México, 2002.


13.Wert des Lebens. Wert der Welt. Sittlichkeit (Tugend) und Glückseligkeit <Februar 1923>. Hg. von U.
Melle, en: Husserl Studies 13 (3)/ 1996-1997, 201-23.

14.Quepons, Ramírez Ignacio. Intencionalidad de horizonte y vida afectiva: un estudio sobre Husserl.
Tesis presentada para obtener el grado de Doctor en Filosofía. UNAM, marzo de 2014.
Notas
[1] Me refiero a las lecciones sobre ética de 1908, 1914, 1920 y 1924, editadas en los tomos XXVIII y
XXXVII de Husserliana.
[2] Me refiero a los escritos conocidos como Studien zur Struktur des Bewusstseins (Estudios sobre la
estructura de la conciencia), aún inéditos.
[3] Véase Investigaciones lógicas, pp. 508-511, Hua XXXVII, p. 223, y Hua XXVIII, pp. 74-75
[4] Véase Ideas II, pp. 39,232, Ideas I, pp. 312-315, Hua XXVIII, pp. 70-157, y Hua XXXVII, pp. 277-283,
315-317.
[5] Véase Ideas II, p. 39.
[6] Así como la percepción de un objeto es una vivencia intencional que lo mienta de determinada
manera —esto es, que mienta, por ejemplo, aquello de color púrpura como una flor, aquel ruido como
un automóvil que se desplaza, eso que se acerca como una persona, etc.—, así también la captación
del valor de algo es una vivencia intencional, pero de índole diferente a la primera. Por ejemplo: a
través de ciertos sentimientos de entusiasmo miento determinado valor positivo del libro que acabo
de adquirir, a saber, el de ser interesante para mí, y de serlo además de una manera particular.
Siguiendo a Husserl podemos decir que así como la identidad una cosa no es la suma de los modos en
que aparece, sino la idea del sistema de todos sus posibles modos de aparecer, así tampoco su valor
es la suma de los sentimientos que suscita, sino una cualidad de la cosa que sólo cabe definir como el
sistema de todos sus posibles modos de aparecer a través de sentimientos. La cualidad de este libro
de ser interesante para mí en las circunstancias en las que me encuentro se puede exhibir a través de
una infinidad de sentimientos, infinidad que siguiendo a Husserl podemos decir que está determinada
en abierta indeterminación. Por ejemplo, se exhibe al suscitar en mí sentimientos que cabe agrupar
en el género del entusiasmo, pero no al suscitar aquellos que se relacionan con el aburrimiento, el
desánimo o la repulsión. (Cf. Hua XXXVII, p. 223, e Ideas I, pp. 399-402 y 432-433).
[7] A propósito del acto de preferir cf. Ideas I, pp. 369-373 y Hua XXVIII, p. 100.
[8] Cf. Hua XXVIII, pp. 47-47, 73-74, 92-93, 106.
[9] Véase “Valor de la vida. Valor del mundo. Moralidad (virtud) y felicidad.”
[10] Véase Hua XXVIII, p. 138-149.
[11] Véase Lógica formal y lógica trascendental, pp. 300-307.
[12] Véase Hua XXVIII, pp. 152-153.
[13] A modo de hipótesis podemos pensar que seguir las corazonadas que se basan en estas
situaciones fundamentales conlleva que le prestemos atención a aspectos antes insospechados de
ellas. A su vez, parecería que el descubrimiento de estos aspectos antes insospechados abre la
posibilidad de que nuevas corazonadas nos conduzcan otra vez a aspectos desconocidos de dichas
situaciones — y así indefinidamente. Aquí estoy pensando en lo que Eugene T. Gendlin ha estudiado
bajo el título de “felt meaning” y que juega un papel muy importante en su propuesta de psicoterapia.
(Véase Carlos Alemany (compilador), Psicoterapia experiencial y focusing, y E. T. Gendlin, Focusing).
Según Gendlin, estas corazonadas que denomina “felt meanings” tienen siempre una localización
personal. Dejo aquí abierta la cuestión de si todas las corazonadas la tienen. Cabe mencionar que, en
diversos pasajes de su obra, Husserl se inclina este es el caso con todos los sentimientos que están a
la base de las estimaciones. (Cf. Investigaciones lógicas, 2, pp. 505-511, Hua XXXVII, pp. 326-327, A
VI 12 II/22a, e Ignacio Quepons, Intencionalidad de horizonte y vida afectiva: un estudio sobre
Husserl, tesis presentada para obtener el grado de Doctor en Filosofía, UNAM, marzo de 2014, pp. 94-
110).
[14] Cf. Franz Brentano, El origen del conocimiento moral, pp. 28-32, y Hua XXVIII, pp. 47-47, 73-74,
92-93.

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