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Cuando una persona se llama a sí mismo “arminiano”, lo hace con un riesgo considerable. El
nombre significa muchas cosas distintas para personas distintas. Automáticamente muchos
piensan en los arminianos como liberales teológicos, diferenciándose en muy poco de los
universalistas, y por lo menos exponen una salvación por las obras y posiblemente sean arrianos
en cuanto a la Trinidad o pelagianos en cuanto a la bondad del hombre. La verdad es, hay
muchos “arminianos” que han expuesto, y exponen, algunas de esas cosas.
No fue así con Arminio y sus seguidores. Charles Cameron ha escrito perceptivamente, que:
“Arminio es un teólogo generalmente mal entendido. Frecuentemente se le evalúa según algunas
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habladurías superficiales”. Allí está la importancia de volver al principio. Sólo por volver sobre
la historia podemos colocar en su propio trasfondo al movimiento que yo llamo el arminianismo
reformado. Sólo entonces, hoy día, podremos evaluar las posibilidades que tenga tal forma del
arminianismo.
Este capítulo representa un intento, del tipo “teología histórica” de los temas que dividen a
los calvinistas y a los arminianos, que debería servir como una introducción debido a las
investigaciones sistemáticas y bíblicas que compondrán la mayor parte de esta obra. El relato
siguiente, aunque importante para la comprensión de los temas, será necesariamente breve. Para
aquellos que desean información más detallada, se les urge que lean la obra (1971) de Carl
Bangs: ARMINIUS: A STUDY IN THE DUTCH REFORMATION (Arminio: un estudio en la reforma
holandesa), como está indicado en la bibliografía. Sin duda es lo mejor de las obras sobre
Arminio, y en este capítulo muy a menudo estaré resumiendo de este libro.
Jacobo Arminio es el nombre que él tomó más tarde en su vida. Nació Jacobo Harmenszoon,
un buen nombre holandés que significa “hijo de Harmen”, en Oudewater, Holanda,
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probablemente en el año 1559. Su padre era un herrero, fabricante de espadas y armadura, y que
aparentemente murió antes del nacimiento de Arminio, dejando así su viuda al cuidado de varios
hijos.
La educación de Arminio fue sostenida por la ayuda de otros durante su niñez. Primero,
Teodoro Aemilius, un sacerdote local con tendencias protestantes, se hizo su patrón y maestro.
Durante los primeros años de su juventud, Arminio vivía con Aemilius en la ciudad de Utrecht.
Cuando Aemilius murió en 1575, hubo otro benefactor, Rudofo Snellius, que se involucró en su
vida. Snellius fue profesor en la Universidad de Marbug. Arminio estudió allí durante un año.
Fue durante este período que toda su familia fue masacrada en la destrucción de Oudewater
(agosto de 1575). Las fuerzas españolas habían tomado represalias cuando Oudewater se juntó
con aquellos que buscaban la independencia de los Países Bajos de España.
Mientras tanto, se había establecido en su patria la Universidad de Leiden, y un Arminio, ya
más maduro, llegó el 23 de octubre de 1576 allí para estudiar. Esta es la primera ocasión que usó
el nombre “Jacobus Arminius”, una versión latinizado de su nombre. En aquel entonces fue la
costumbre adoptar tal nombre latín para la obra erudita (fácilmente se reconoce que “Jacobus” en
castellano se traduce por “Jacobo” o “Jaime”). Él se distinguió en el estudio de tales asignaturas
como las matemáticas, la lógica, la teología, y los idiomas bíblicos.
Estando en Leiden, Arminio tuvo su primer contacto con la controversia dentro de las iglesias
reformadas, donde había diferencias de opinión en cuanto a la relación entre la iglesia y el estado.
Arminio compartía las ideas de un cierto pastor de Leiden, Casper Coolhaes, quien, al contrario
de Calvino, creía que las autoridades civiles deberían ejercer ciertos poderes en cuanto a los
asuntos de la iglesia.
En la ciudad de Leiden, los burgomaestres (i.e., los alcaldes) ejercitaban tales poderes; no fue
así en la Ginebra de Calvino. Carl Bangs cree que Coolhaes, con su espíritu más tolerante y su
independencia de Calvino, “exponía esencialmente las mismas posiciones que más tarde
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llegarían a ser conocidas por el nombre el arminianismo”. Si es así, Coolhaes ejerció una
influencia importante sobre Arminio.
Cuando Arminio terminó sus estudios en Leiden (1581), era todavía demasiado joven para
asignarle como pastor, así los pastores y los magistrados de Amsterdam le ofrecieron la
oportunidad para seguir adelante con su educación. Cuando él pactó con ellos para servir en la
iglesia de Amsterdam, le pagaron sus estudios en la academia de Calvino en Ginebra.
No se puede estar seguro si en ese entonces Arminio estaba de acuerdo con el “Alto
Calvinismo” de Beza o no. Estando en Ginebra se involucró en alguna controversia, pero más
bien tenía que ver con la lógica que con la predestinación, y aún así no tenía relación directa con
Beza. Como resultado, Arminio dejó Ginebra para estudiar, durante más o menos un año (1583-
1584) en Basilea. No obstante, regresó de nuevo a Ginebra para estudiar durante algún tiempo en
el 1586.
Estando en Basilea, Arminio fue un favorito del profesor J. J. Grynaeus, un luterano que
exponía puntos de vista zwinglianos, por lo que aparece otra influencia importante de una
dirección contraria al calvinismo estricto. Estudiando con Grynaeus, Arminio hizo exégesis y
escribió sobre algunas secciones de Romanos, quizás poniendo la base para sus sermones
polémicos sobre Romanos 7 y 9 que vendrían más tarde. Algunos de los contemporáneos de
Arminio decían que se le ofreció el título de Doctor allí en Basilea, pero él lo rechazó diciendo
que era demasiado joven. Tenía en ese entonces unos 24 años.
Según lo que se conoce, el segundo período de Arminio en Ginebra no se caracterizó por
ninguna tensión. Aún Beza mismo, respondiendo a una averiguación de las autoridades de
Amsterdam (aquellos que sostenían económicamente a Arminio), escribió:
Qué sea conocido de ustedes que desde el tiempo en que Arminio nos regresó de Basilea,
su vida y su conocimiento han mejorado tanto, a nuestro parecer, que esperamos lo mejor
de él en cada aspecto. Si él persiste continuamente en el mismo curso, por la bendición
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de Dios, no tenemos ninguna duda acerca de él.
Si Arminio estuviera de acuerdo con los puntos de vista sobre la predestinación de Beza o no, de
todos modos él expresó abiertamente su admiración por su brillantez.
Había otros profesores en Ginebra: Charles Perrot fue uno de ellos que quizás le influenciara.
Perrot argumentó en favor de la tolerancia en cuanto a asuntos teológicos, y se afirma que él dijo:
“Se ha predicado demasiado solo de la justificación por la fe; ya es tiempo para hablar de las
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obras.” Entre los compañeros en Ginebra se encontró su amigo de toda la vida, Johannes
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Uitenbogaert, quien, más tarde, jugaría un papel importante en las controversias.
A mediados del año 1586, los burgomaestres de Amsterdam habían decidido que Arminio
debía dejar la universidad y volver para comenzar sus deberes como pastor. Pero antes, Arminio
y un amigo, decidieron que viajarían a Italia, incluyendo una visita apresurada a Roma. Más
tarde, aquellos que le criticarían dijeron que él besó la zapatilla del papa y que tuvo trato con el
Cardenal Bellarmine —a pesar de que no hubo nada de verdad en todo eso y que Arminio nunca
tenía una palabra buena para decir en cuanto a los papas.
Arminio el pastor
Arminio llegó a Amsterdam a finales del 1587. Después de haber obtenido las aprobaciones
necesarias de las autoridades civiles y eclesiásticas, fue ordenado el 27 de agosto del 1588. Como
pastor, él serviría igualmente a la iglesia y la ciudad durante ese período de la historia cuando las
líneas entre la iglesia y el estado no fueron tan claras. Bangs está seguro que la actitud del
concilio de la ciudad en ese entonces fue benigna y tolerante en cuanto a la libertad de
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conciencia, y que Arminio fue considerado, por ellos, como alma gemela.
Arminio fue un predicador popular. La práctica era que varios pastores organizaran el horario
de la predicación de las distintas iglesias de la ciudad, y pronto Arminio participaba en la
predicación. “Él siempre atraía grandes multitudes cuando se sabía que sería el predicador del
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día.” A menudo predicaba sobre Romanos, aunque no hubo controversia hasta que él llegó al
capítulo 7 (1591). Mientras tanto cumplía con sus deberes pastorales y al mismo tiempo se hizo
novio de Lijsbet Reael, la hija de un miembro del concilio de la ciudad, llegando así a formar
parte de la aristocracia de la sociedad de Amsterdam. Se casaron en septiembre de 1590.
Por aquel entonces, Arminio estaba en los comienzos de una controversia. No la originó; ya
existían disputas, entre las iglesias reformadas, en relación a algunas de las enseñanzas de
Calvino y Beza. La participación de Arminio ocurrió así: uno de los críticos más severos del
“calvinismo” era un humanista llamado Dirck Coornhert. Existió un grupo de pastores
reformados de Delft que, bajo la presión de los argumentos de Coornhert, habían publicado
(1589) un panfleto exponiendo algunas modificaciones del alto calvinismo de Beza. Se le pidió a
Arminio que entrara en la polémica, o para refutar las modificaciones expuestas por los pastores
de Delft, o para negar al mismo Coornhert mismo, o ambas cosas —existe alguna confusión en
cuanto a este punto.
De todos modos, la historia suele decir que Arminio, mientras estudiaba para defender el
calvinismo de Beza en contra de sus críticos o modificadores, se dio cuenta de que las Escrituras
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no sostenían de ninguna manera al calvinismo. Bangs expone un caso firme en contra de esta
versión popular. El está convencido de que Arminio nunca había aceptado la formulación de la
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predestinación hecha por Beza. En tal caso, la controversia fue inevitable, dada la influencia
extensa de Calvino y Beza, su intérprete.
Los sermones de Arminio no han sobrevivido, sin embargo se puede dar por sentado que su
trato posterior (1599) sobre Romanos 7 (publicado en 1612 por “Los Nueve Hijos Orfanatos” de
Arminio) contiene lo esencial de lo que él predicó. En la introducción de dicho tratado insistió
que Romanos 7.14ss. se refiere al “hombre viviendo bajo la ley”, llamado de otra manera no
regenerado. Reconoció que aquellos que sostenían su punto de vista fueron “acusados de sostener
una doctrina que tienen afinidades a la herejía doble de Pelagio, y que ellos adscriben al hombre,
sin la gracia de Cristo, algún bien verdadero y salvífico, y, quitando la lucha entre la carne y el
espíritu que ocurre en la persona regenerada, (dicen de ellos) mantienen una perfección de
justicia en esta vida actual.” Arminio añadió en seguida: “Confieso que detesto, de corazón, las
consecuencias que aquí se han deducido” —aparentemente quería decir los puntos de vista
anteriormente nombrados— y afirmó que haría “evidente que ni esas herejías, ni cualquier otra,
se desprendían de esta opinión.” Añadió, específicamente, que su punto de vista “refuta la gran
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falsedad de Pelagio.”
Arminio contestó la primera acusación, replicando que Plancius pasaba por alto la doctrina
del pecado original, así eludiendo Arminio la polémica de la predestinación. En cuanto a la
segunda, Arminio insistía en que no tenía nada que abjurar dado que él no había atribuido ningún
mérito a las obras buenas. Explicó la acusación tercera diciendo que resultó en su insistencia en
que solo Dios poseía la inmortalidad en sí mismo. Concluyó su defensa reafirmando su
conformidad a los dos credos, añadiendo que su única hesitación tendría que ver con el problema
de interpretación, y no con las palabras de la Confesión Belga, en el artículo 16. Ese artículo se
refiere a los elegidos, diciendo: “…porque [Dios] saca y salva de esta perdición a aquellos que él,
en su eterno e inmutable consejo, de pura misericordia, ha elegido en Jesucristo, nuestro
Señor…” (de CONFESIONES DE FE DE LA IGLESIA, editorial Literatura Evangélica, Madrid,
1983: 84). Arminio planteó la cuestión en relación a “aquellos” quería decir todos los creyentes,
como lo interpretó él, o si se implica un decreto arbitrario por la parte de Dios a otorgar fe, como
creían otros. En otras palabras, Arminio creía aparentemente que el artículo en sí podrían
implicar una elección condicional. De todos modos, el consistorio de la iglesia encontró
aceptable la declaración de Arminio y rogó a todo el mundo de que mantuviera la paz hasta que
llegara el tiempo para un sínodo general de iglesias para el cual determinar la interpretación
debida. Quizás el consistorio tenía temor de declararse más sobre el asunto, para que los
burgomaestres de la ciudad no se involucrasen de nuevo.
Desde este momento, en mayo de 1593 hasta mayo de 1603, la vida y el ministerio de
Arminio permanecieron bastante pacíficos. Sus dos primeros hijos murieron aún pequeños, pero
después le nacieron una hija y cuatro varones. Todos sobrevivieron y llenaron las vidas de
Arminio y Lijsbet con gran gozo. Su ministerio pastoral fue típico de los tiempos, y fue activo en
los asuntos de la iglesia, tanto en Amsterdam como más allá de la ciudad. A menudo estaba
involucrado en la oposición en contra de las herejías, aunque él continuamente aplazaba una
petición de que refutara a los anabaptistas —quizás porque su doctrina de predestinación se
acercaba a la suya. Es probable que el tiempo más difícil de su ministerio ocurrió cuando la peste
bubónica invadió Amsterdam en 1601, llevando 20.000 víctimas. En una ocasión, Arminio llevó
agua a la casa de una familia que sufría de la peste cuando nadie más entraría allí.
Durante esos años en Amsterdam, Arminio escribió muchos tratados teológicos, aunque no se
publicaron hasta después de su muerte. Se incluyen entre ésos, ensayos sobre Romanos 7 y 9 (ver
anterior), y una correspondencia larga con Franciscus Junius.
Muchos de esos escritos tenían que ver básicamente con el pecado, la gracia, la
predestinación, y el libre albedrío. El ensayo sobre Romanos 7 concluye que “no se puede
imaginar nada más pernicioso a la moralidad verdadera que afirmar que „forma parte del
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regenerado no hacer el bien que quieren, y hacer el mal que no quieren‟.”
El trato de Romanos 9 tomó la forma de una carta larga a un tal Gellius Snecanus, un pastor
reformado de Friesland que había escrito en favor de una predestinación condicional y había
publicado, en 1596, una Introducción Al Capítulo Noveno de Romanos. Arminio reconoció unos
puntos de vista similares a los suyos y escribió para decir a Snecanus cómo él personalmente
trataba Romanos 9 y sus implicaciones de una predestinación arbitraria. Beza había interpretado
que el barro (Ro. 9.21) fue “la raza humana, todavía no creada, y todavía no corrompida.”
Arminio, citando a Agustín, lo comprendía como la humanidad ya caída, ya que los objetivos
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tanto de la misericordia como del juicio de Dios son los pecadores. Según Arminio, el mensaje
de Romanos 9 fue: “la libertad de la misericordia de Dios, por medio de la cual solo él determina
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a quien se salvará, es decir, al creyente.”
Mantenía una correspondencia, que Arminio quería fuese confidencial, con un tal Junius, un
profesor calvinista de Leiden más moderado que Beza. Arminio le escribió una declaración
extensa sobre lo que creía sobre la posición de Junius; éste respondió, expresando la posición de
Arminio como veintisiete (27) proposiciones y replicando largamente en cuanto a cada una.
Arminio respondió —después de haber conocido que uno de los alumnos de Junius había hecho
una copia de dicha correspondencia y que la había mostrado a sus compañeros de clase— con
una discusión aún más larga de cada una de las respuestas de Junius.
El punto principal de Arminio fue a insistir en que la totalidad de la obra salvífica de Dios
trata con los hombres como pecadores, y que no se debe hacer que Dios sea el autor del pecado.
El creía que la predestinación incondicional sí hacía a Dios el autor del mal. También se sentía
obligado a insistir en que la elección sea “cristocéntrica”. La salvación es por la obra redentora de
Cristo y no por ningún decreto arbitrario.
Pero todos de ellos estaban de acuerdo que los decretos de salvar o condenar fueron
incondicionales, y que Dios conoce de antemano todos los eventos futuros porque primero los ha
ordenado. Arminio creía que los calvinistas finalmente había hecho necesario el pecado y por lo
tanto, causado por Dios. Más importante, él exponía que la elección a la salvación fue una
elección de creyentes, que significa que se condiciona la elección en la fe. El también insistía en
que la presciencia que Dios tenía en cuanto a las decisiones del hombre no las causó ni las hizo
necesarias.
Para los principios de 1605 se veían claramente las líneas del conflicto y la tensión fue
persistente. Arminio no batalló solo de ninguna manera. Las diferencias se habían extendido y
abarcaban igualmente implicaciones políticas como teológicas. La cuestión de la separación entre
iglesia y estado continuaba afectando el debate. También lo afectó la guerra, tediosa y desganada,
de independencia en contra de España, igualmente como las pugnas políticas internas que la
acompañaban.
Quizá sea una simplificación excesiva, pero se puede decir que había dos partidos. Por una
parte había un grupo que deseaba la guerra, y rechazaban cualquier paz con España que no
estableciera una independencia total. El Príncipe Mauricio fue el comandante militar de este
grupo y él buscaba un gran poder. Los calvinistas estrictos se inclinaban a este lado, y fue su
esperanza de que pudieran librar el gobernar y la autoridad de la iglesia de cualquier tipo de
obligación al estado.
Por la otra parte, el partido para la paz estaba dispuesto para una tregua con España. Jan van
Oldenbarnevelt guió a este grupo en su papel de gran gobernador de Holanda que personificó y
ejercitó el poder civil. Los que lo apoyaban se inclinaron a una tolerancia teológica más amplia, y
dieron su aprobación a la estructura tradicional que proveía que las autoridades civiles ejercitaran
algún control sobre los oficiales de la iglesia. Arminio y sus asociados formaban parte de este
segundo grupo.
Uno de los temas prácticos que seguía surgiendo durante todo la controversia tenía que ver
con si se había de convocar un sínodo nacional o no y cómo hacerlo. La idea era que tal sínodo
daría su sentencia en cuanto a los puntos disputados. Arminio y sus amigos continuaban
insistiendo en que se debiera convocar tal sínodo, y que debería tener el poder para revisar las
confesiones. Sus adversarios preferían usar la influencia de sus sínodos locales en contra de los
arminianos.
En el año 1607, los Estados Generales solicitaron a los estados que enviaran delegados para
conferenciar sobre la preparación para convocar un sínodo. Durante esa conferencia Arminio
falló en su intento de hacer que se abriese el sínodo para la posibilidad de revisar las confesiones.
A partir de ese momento, aunque él y sus seguidores continuaban insistiendo en un sínodo
nacional como su esperanza mejor, él, sin duda, se dio cuenta que había poca posibilidad de
recibir tolerancia para sus puntos de vista. Se le atacó por todos lados, y fue acusado por
cualquier punto imaginable. La mayoría de sus intentos de que sus acusadores presentaran
pruebas formales no resultó en nada. Durante su vida no se convocó ningún sínodo.
En el año 1608, como resultado de la petición por parte de Arminio a los Estados Generales
para una investigación legal en cuanto a su situación, hubo una reunión ante el Tribunal
Supremo, con Arminio y Gomarus como los principales que al final, se les ordenó que
escribiesen sus criterios, para someterlos a los Estados Generales. El resultado, por parte de
Arminio, fue su Declaración de Sentimientos, (o sea, una declaración de lo que él creía) que
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“representa los puntos de vista maduros de Arminio”. Anteriormente intentaba pasar por alto
los puntos disputados. Ahora, aunque no fue un sínodo nacional como él había deseado, al menos
tenía la oportunidad de exponer esta declaración oficial ante los respectivos gobernantes del país.
A partir de entonces, los eventos se movían rápidamente. Gomarus pidió y recibió permiso
para presentarse ante los Estados de Holanda. Su presentación fue vitriólica. Dijo que Arminio
fue culpable de errores en cuanto a la predestinación, el pecado original, la presciencia, la
posibilidad de caer de la gracia, la Trinidad, la autoridad de las Escrituras, la regeneración, las
obras, y varias cosas más; también dijo que tenía doble cara y que era inconsistente, diciendo una
cosa una vez y otra algo distinto, una cosa en público y otra en privado o a sus estudiantes en la
casa. Los gobernadores no admitieron las acusaciones de Gomarus. Aún así. en todo el país se
comenzó una campaña viciosa, y ambos grupos produjeron folletos y libritos. “Se involucró una
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población entera en la controversia teológica”.
Artículo 1. Que Dios, por medio de un propósito eterno e inmutable en Jesucristo su Hijo,
antes de la fundación del mundo, ha determinado, de la raza caída y pecaminosa humana,
a salvar en Cristo, por Cristo, y por medio de Cristo, a aquellos que, por la gracia del
Espíritu Santo, creerán en éste su Hijo Jesús, y que perseverarán en esta fe y la obediencia
a la fe, por medio de esta gracia, aún hasta el final; y, por la otra parte, dejar a los
incrédulos e incorregibles en el pecado y bajo la ira, y a condenarlos como alienados de
Cristo.
Artículo 2. Que, Jesucristo, el Salvador del mundo, estando de acuerdo [con el decreto
divino], murió por todos los hombres y por cada hombre, de tal manera de que él obtuvo
para todos, por medio de su muerte en la cruz, la redención y el perdón de pecados; sin
embargo que nadie puede disfrutar de este perdón de pecados excepto el creyente.
Este artículo enfatiza la expiación ilimitada, o sea, universal, y sin embargo, lo aclara que no
todos son realmente salvados por esta expiación; sólo los creyentes experimentan sus efectos
redentores. Va en oposición del punto de vista calvinista que dice que la expiación sólo proveyó
redención por los elegidos.
Este artículo destaca que todo lo que se abarca igualmente en la salvación y en la vida
cristiana es por la gracia de Dios. Ni aún puede el libre albedrío del hombre iniciar una respuesta
positiva de Dios aparte de la gracia habilitante. Así pues, el hombre “mismo” no logra la gracia
salvífica. Siempre se acusaba a los arminianos que atribuyeron demasiado al hombre y así
despreciaron la gracia. El propósito de este artículo fue para contrarrestar esa acusación falsa y
para demostrar que eran unánimes con su oposición en atribuir todo lo bueno a la gracia de Dios.
El artículo cuarto continúa el énfasis del tercero, pero añade una provisión importante: la
gracia de Dios opera de tal manera que un hombre la puede resistir. Ella no domina a nadie en
contra de su voluntad, y por su obra no se quita la libertad del hombre. Este artículo se opone el
punto de vista calvinista de que la gracia salvífica es irresistible.
Artículo 5. Que los incorporados en Cristo por medio de una fe verdadera, y que por lo
tanto se han hecho partícipes de su Espíritu que da vida, tienen así el poder pleno para
luchar en contra de Satanás, del pecado, del mundo, y de su propia carne, y para ganar la
victoria; siendo bien entendido que es siempre por medio de la gracia ayudadora del
Espíritu Santo; y que Jesucristo los asiste por medio de su Espíritu en todas sus
tentaciones, que él les extiende la mano, y sólo si ellos están preparados para el conflicto
y desean su ayuda y no están inactivos, los guarda de no caer, para que, por medio de
ninguna astucia de poder de Satanás, puedan ser desviados ni quitados de las manos de
Cristo…. Pero si son capaces, a través de la negligencia, de abandonar de nuevo los
primeros comienzos de sus vidas en Cristo, o de volver de nuevo a este mundo malo
actual, de dar la espalda a la doctrina santa que les fue entregado, de perder una
conciencia buena, de carecer de la gracia, esto es algo que debe ser determinado
particularmente de las Escrituras Santas, antes de que nosotros mismos podamos
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enseñarlo con la persuasión plena de nuestras mentes.
Este último artículo es el más largo. Demuestra que los arminianos, en su principio, aunque
todavía no habían decidido por completo, estaban abiertos al punto de vista que una persona
puede perderse después de haber sido salvada. No había aparecido como uno de los temas
principales de la controversia, aunque sí había surgido. Esta declaración representó una idea
prudente y temprana sobre el tema. Finalmente los arminianos llegarían a expresar este punto de
vista sin vacilarse, oponiéndose a la creencia calvinista de una perseverancia necesaria.
Los años subsiguientes fueron tormentosos. Los Estados Generales hicieron varios intentos a
conseguir una paz. Durante un tiempo, con la ayuda de los magistrados, los remonstrantes
permanecieron en sus posiciones en muchas de las ciudades y persistieron en su llamada para un
sínodo general donde se involucrarían todas las iglesias protestantes de los estados. Sin embargo,
por el año 1618, el Príncipe Mauricio, al crecer en poder, hizo uso de los militares para
reemplazar, por la fuerza, a los magistrados remonstrantes con calvinistas en ciudad tras ciudad.
El convenció a muchos que Oldenbarnevelt y los arminianos eran simpatizantes con los católicos
y que inevitablemente entregarían el país a España. De esta manera tuvo éxito en preparar el
camino para un sínodo nacional que fuera totalmente anti-arminiano. Los Estados Generales
convocaron tal sínodo para el 1 de mayo de 1618. Se arrestaron a Olbenbarnevelt y Grotius, y se
preparó el camino para un sínodo cuyo fin ya fue predeterminado (sin decir “predestinado”).
Hubo tres delegados arminianos de Utrecht que, de alguna manera, llegaron a estar sentados,
pero muy temprano fueron forzados a ceder su sitio a algunos alternativos calvinistas. A todos
los arminianos se les consideró como culpables de herejía más bien que participantes en el
sínodo. Se citaron a Episcopius, como el portavoz principal de los arminianos, y a otros doce
remonstrantes, para aparecer y contestar los cargos en su contra.
Algunos fueron encarcelados, entre ellos Grotius; pero él se escapó y huyó del país. Cinco
días después de la clausura del sínodo, Oldenbarnevelt fue decapitado. Se terminó la
controversia.
Aquí hace falta una posdata. Después de la muerte de Mauricio en 1625, se concedió
tolerancia a los remonstrantes —por el país, no por la iglesia reformada. En 1630, se les otorgó la
libertad para seguir su religión en paz, para construir sus iglesias y escuelas. En 1795, la iglesia
remonstancia fue reconocida oficialmente y permanece hasta hoy en día. Se instituyó un
seminario teológico remonstancia en Amsterdam, con Episcopius y Grotius entre sus primeros
profesores. Tal seminario todavía existe. Lamento decir que la Iglesia Remonstrancia Holandesa
representa un arminianismo hoy en día que es poco diferente al liberalismo humanista.
Como he notado en el prefacio, las doctrinas distintivas de Arminio, y las de todos de sus
partidarios tempranos, han aparecido en otros lugares de tiempo en tiempo. Los puntos de vista
del anabaptista (en parte) Balthazar Hubmair estaban muy cerca a los de Arminio y tendrán valor
para un estudio adicional. Juan Wesley y los teólogos que desarrollaron las enseñanzas tempranas
del metodismo tenían mucho en común con Arminio. Igualmente lo fueron los puntos de vista de
los bautistas generales de Inglaterra, bajo la influencia de Thomas Grantham, mientas este grupo
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estuviera todavía sano en doctrina.
Estos son algunos ejemplos: cada uno de ellos, en parte al menos, ha servido para “rescatar”
al arminianismo de su enfermedad y restituirlo a la salud evangélica y al énfasis en la gracia de
Dios que Arminio y los remonstrantes originales lo dieron. Pero esta historia va más allá del
alcance de este estudio. Aquí, es suficiente observar, que hay disponible para nosotros aún hoy en
día un tipo de arminianismo que sigue la dirección de Arminio mismo y sus seguidores
tempranos, un arminianismo verdaderamente reformado. Es el propósito del resto de esta obra
indicar cuál es realmente este punto de vista arminiano.
Para lectura adicional sobre la historia de Arminio y los remonstrantes:
en español
en inglés
Gerald O. McCulloh, redactor, MAN‟S FAITH AND FREEDOM (La fe y libertad del
hombre) (Editorial Abingdon, 1962).