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POSITIVISTA TRADICIONAL
MARINA SMEJA
1
Febvre, Lucien: Combates para la Historia. Edit. Ariel, 1975, p. 175.
2
Cardozo y Pérez, B.: Los métodos de la Historia. Gríjalbo. México, 1977, p. 25.
Ahí estuvo presente el empirismo, filosofía que había acompañado a la
burguesía en su ascenso- y desarrollo desde el siglo XVI. Su sistematización quedaría
expresada en los siglos XVIII y XIX. Durante este último siglo en el Positivismo
Comteano preocupado por la cognoscibilidad de naturaleza social. Y es desde el
surgimiento del positivismo que entendemos el florecimiento de la historia episódica,
narrativa. Pues fue esta perspectiva filosófica la que sirvió de "guía" a una historia
donde realidades sociales se diluían en hechos aislados, luego interactuados en su
exterioridad por el historiador positivista.
La concepción marxista afirmaría: es una concepción segmentaria3 de la
realidad, que la mutila al quitarle la esencialidad y multiplicidad de determinaciones al
hecho que se constituye en objeto de investigación, al quedarse detenida, por siempre
en su descripción fenomenológica.
Los argumentos que sustentan esta forma de entender lo histórico se
derivan del tratamiento que se imprime a las fuentes documentales cuyo propósito
es buscar mediante su uso la "validez del conocimiento" 4. En efecto, al señalar que
el historiador debe atenerse a lo que las fuentes primarias revelan, guardándole
fidelidad a los datos aportan, se pretende mantener el sentido en que se "presentan"
los hechos. Introducir principios y categorías, provenientes de una teoría considerada "a
priori", o bien de "la imaginación", implica colocarle un ropaje poco científico
a lo teórico histórico que para ser considerado como tal, amerita del "purismo"
descartador de los "Juicios Valorativos". Resumidamente: todo juicio siempre debe
provenir de los hechos.
Sobre este postulado que alude a la imparcialidad del historiador se erigen las
historias positivistas tradicionales. No dejan de ser otros los postulados esgrimidos
por los sociólogos positivistas. Desprenderse de lo valorativo-ideológico en aras del
factualismo-datista, he ahí el argumento sobre el cual se sustentan estas posturas.
Por ello el producto teórico, se ensambla a la experiencia y existe en cuanto es
producto del "trabajo científico" "realizado sobre la fuente" en la cual "aparece"
lo "necesario" al conocimiento.
Nos enfrentamos así a la doble importancia que se le otorga a la experiencia: a
la del historiador presente y a la experiencia del pasado, esta última implicada a las
acciones que narran las fuentes documentales a las cuales hay que darle todo crédito
si se ha comprobado la autenticidad del autor que la escribe. De allí que resulte
lógico afirmar que para un historiador positivista la base del conocimiento estaría
3
La expresión segmentaria la traemos de Strimska, Conferencia sobre marxismo. Sala UCV. Período
sept.-nov., 1979.
4
Halkim, León: Iniciación de la historia crítica. EBUC, 1969, p. 59. Este autor caracteriza de esta
manera lo que afirmarían los positivistas sobre la fidelidad hacia la fuente: "Explicar un texto consiste
esencialmente en despejar su sentido, es decir, en comprender sus fases y palabras en el mismo sentido
en que lo entendía el autor... la fidelidad del texto sigue siendo el primer deber del historiador".
representada en la experiencia directa o indirecta. Esta consideración se plasma en el
estudio de los hechos, tomando como eje la "veracidad empírica" producto del relato
que realizan los protagonistas que participaron directamente en los aconteceres. Es ello
lo que le imprime mayor veracidad y confiabilidad al conocimiento de los mismos y
mayor firmeza a los juicios que provienen de la observación indirecta que realiza
sobre aquéllos el historiador.
Ante esto, podría preguntarse, ¿cuál es el resultado que arrojaría esta visión
teórica de la historia en la formación de los actores adscritos a nuestros escenarios
universitarios? No cabe otra respuesta: acopiar datos sobre el pasado, exponerlos
como reliquias, mientras el presente permanecerá ausente o ignorado.
Desde luego, no sólo el extrañamiento al que se somete el valor de los
intereses de clases en la apropiación de lo teórico histórico puede ser entendido como
una perspectiva reduccionista empirista del positivismo, también da cuenta de esta
reducción las concepciones relacionadas con la relación ser-pensar y la referida al
sujeto-objeto.
Ciertamente la relación ser-pensar implicada en toda concepción filosófica, no
aparece develada de entrada en las historias preñadas de empirismo positivista. No
obstante, la misma aceptación de lo factual como elemento primario y único cede a
la fenomenología del ser, en cuanto configuración de la realidad, la función y el
carácter predominante. De la realidad aparencial, constituida por hechos dimanan
impresiones hacia un pensamiento que captura la historia, sin permitir que la actividad
reflexiva intervenga en función de reconocer los procesos esenciales y múltiples que
determinan la realidad en movimiento.
Derivado de ello puede afirmarse. Las acciones provienen del objeto del
conocimiento mientras que el sujeto es concebido contemplativo. La omnipotencia de
la percepción, de la experiencia acumulativa apunta hacia la consideración de un
sujeto-historiador-recipiente, que capta la exterioridad del fenómeno, sus conexiones
aparentes sin que coloque juicios que vayan más allá de lo "manifiesto por éste".
Nos colocamos, así, ante una concepción de la realidad independiente de todo
subjetivismo al negarse la posición activa del sujeto cognoscente.
5
. Pérez Gómez: Las fronteras de la educación. Édit, Zero. Madrid, 1978, p. 26.
Junto a la declaración de ausentar las teorías a priori y la relevancia
conferida a los datos, entendidos como juicios de hechos, paradójicamente se inscribe
la asunción de una teoría interesada en funcionar en pro de los intereses de la
clase capitalista. Expliquemos esta afirmación.