Вы находитесь на странице: 1из 42

“La acción de la Compañía de Jesús “

De las misiones volantes a las reducciones fijas o doctrinas.


Organización, funcionamiento y transmigración de las regiones
del Guayrá, Itatím y del Tape. Economía, Sociedad y Milicia.

Nuestro tema nos remite al período de tiempo comprendido


aproximadamente entre los años 1601 donde aparecen las
primeras las primeras acciones evangelizadoras sin un
asentamiento misionero definitivo y el año 1665 donde las
reducciones de Itatím serán refundadas.

INTRODUCCION

La Compañía de Jesús.

Como instituto religioso es fundado en 1540 por el vasco Iñigo


Lopez de Recalde, nacido en la casa de Loyola, y quién más tarde
será conocido como Ignacio de Loyola.

Ignacio era oficial del ejército español y en 1521 es herido


gravemente en ambas piernas, esta formación militar incidirá
notablemente en el funcionamiento y ordenamiento de la futura
órden religiosa. En su larga y dolorosa convalecencia se acerca
profundamente a la literatura religiosa. Es así que sintiéndose
iluminado por Diós con una intuición mística que lo llenó de
sabiduría de las cosas del cielo y de la tierra, compuso su libro de
ejercicios espirituales para practicar. “Ejercicios para vencerse a
si mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna
que desordenada sea” ( Ignacio de Loyola).

En 1537 (año de la fundación de Asunción del Paraguay…) se


ordena sacerdote junto a un pequeño grupo de amigos y
seguidores de su prédica. En 1540 el papa Paulo III aprueba la
existencia de la órden. La Compañía de Jesús es una organización
jerárquica hecha cual un ejército (no en vano su fundador llegaba
con su formación militar), con su Prepósito General y su
Constitución. Se ordenan y reafirman los votos de humildad,
castidad, austeridad, obediencia al Papa. Son ellos los “soldados
de Cristo” que deberán llevar el evangelio al mundo entero con
su tarea misonera . Eran grandes estudiosos, conocidos por su
labor intelectual.

Desde el año 1517 la Iglesia Católica estàba siendo sacudida y


cuestionada en sus cimientos más profundos a manos de Lutero,
Calvino y sus reformulaciones que se encaminaban hacia el
protestantismo y anglicanismo. Es en este contexto que surge La
Compañía de Jesús reivindicando al catolicismo y al papado.
Tuvieron gran protagonismo en el Concilio de Trento.

“Fue una órden imbuida a un espíritu militar junto con una


intensa vocación misional, en pos de evangelizar a todos aquellos
que profesaban otras religiones o que se encontraban en otras
zonas recién descubiertas y que, supuestamente carecían de
religión” (L.R. Gonzalez En busca de los orígenes perdidos). Esta
frase sintetiza el espíritu y labor de la órden jesuita.

La humanidad del Indio, el Régimen de encomienda y La leyes


de Indias.

El descubrimiento de América y su conquista trajo consigo entre


otras situaciones, para Europa, la cuestión social y humana del
indígena americano. Se cuestionaban supuestos tales como si los
indígenas pertenecerían o no al género humano, y por lo tanto si
gozarían o no de razón y como debían ser tratados. La Iglesia (
luego de una gestión hecha por los reyes de España) acude en
respuesta de estas interrogantes. El Papa Paulo III proclama
sucesivas bulas en 1535, 1536 y 1537. En ellas se reconoce al
indio americano perteneciente al género humano y como tal hijo
de Diós, ya que estos son obra de su creación. Declara a la Iglesia
Católica como única conductora del proceso de evangelización
en América y condena la esclavitud del indio, quienes debían
recibir la fé cristiana. Se podría decir que los Reyes de España a
través de la Iglesia intentan proteger a los indios de los abusos
de sufrían de los conquistadores, pero mucha distancia existe
entre España y América. Los reyes en este sentir antiesclavista y
proteccionista hacia los indígenas crean el Consejo de Indias. El
mismo era un Supremo Tribunal compuesto por entendidos en el
Gobierno, el Derecho y la Justicia y también debían ser personas
confiables para los Reyes de España. Este consejo se ajustaba a
las Leyes de Indias que regulaban, entre otras cosas, la vida y los
derechos de los indios. Estas leyes eran cédulas y decretos reales
que luego fueron recopilados por Carlos III. Una de las leyes más
relevantes es que mantenía el régimen de encomienda. De la
encomienda podrá decirse que fue una “Institución originaria de
España que se aplicó en América y que consistía en colocar un
número variable de indios libres bajo la autoridad de un español
para que los evangelizara y se beneficiara con su trabajo,
recibiendo prestaciones personales o tributos. Tenía por
finalidad la adaptación del indígena a la sociedad
hispanoamericana; en realidad sirvió para explotarlo
sometiéndolo a duras condiciones de vida durante siglos, aún
después de su abolición decretada oficialmente en los últimos
años del S XVIII.” (L.R Gonzalez. Guaraníes y Paisanos). Es decir
los indios se repartían entre colonos y conquistadores para
trabajar la tierra y demás quehaceres domésticos, no a modo de
esclavos, ya que teóricamente los indios eran libres, pero en los
hechos muy lejos estaban los encomenderos de respetar la
libertad y vida de los indios. España reconocía la libertad
indígena pero también daban por sobreentendido que los indios
no tenían la capacidad de desenvolverse autònomamente lo cual
sostiene y justifica este régimen tutelar. Los indios se asimilaban
jurídicamente como menores e incapaces relativos. Este régimen
generó muchos e intensos abusos pero también hubieron
quienes reclamaron ante los mismos., como por ejemplo el Fray
Antonio de Montesinos o el dominico Bartolomé de Las Casas.
“El derecho indiano nunca logró extinguir realmente la
encomienda, los intereses en juego superaban las
consideraciones acerca de la humanidad, libertad y racionalidad
de los indios” (Hector Grenni. 2007 El Salvador)

Tratados y reparto de tierras entre España y Portugal.

La afanosa carrera por llegar a la tierra de las especierías (y/o


quizás también a lo que Portugal ya suponía como nuevas
tierras…) liberó ansias conquistadoras y “decidieron repartirse el
mundo “ hasta el momento conocido. En 1479 firman el tratado
de Alcac,ovas donde acuerdan que Portugal navegue al sur y
España al oeste. Resultando propias de cada uno lo que en esas
rutas encontrasen. Dos Años después de la llegada a América, en
1494, firman el tratado de Tordesillas donde un meridiano
situado 370 leguas al oeste de Cabo Verde, divide el mundo y
delimita las tierras españolas y las portuguesas. Nunca fueron
suficientes los tratados de límites para controlar que los
portugueses avanzaran en “tierras españolas” que de hecho
permanentemente traspasaban. Estos límites y sus violaciones
tendrán enormes consecuencias en el desarrollo de las misiones.
“Ñamandú” creador de un “modo de ser” que busca una tierra
sin mal y como este fundamento espiritual se encuentra con el
cristiano.

La creación en la mitología guaraní es obra de Ñamandú. Quién


desde el comienzo de los tiempos entre la nada y las tinieblas
origina su propio ser desde el fundamento de la palabra creadora
y divina. La sustancia humana se origina desde la sustancia de la
palabra creador de este ser divino, desde allí se alza hasta su
plenitud. Desde el comienzo mismo de la creación esta idea se
acerca al comienzo crístico relatado en El Evangelio de San Juan
“La palabra se hizo carne. Al principio existía la palabra y la
palabra estaba junto a Diós y la palabra era Diós……………Todas
las cosas fueron hechas por medio de la palabra………..”. Ambas
creaciones aluden al logos divino creador. Esta creación la realiza
en sucesivas etapas. Es muy interesante resaltar también que la
realiza un único Diós él que es nombrado como “Nuestro Padre”
o “Ultimo – Ultimo Primer Padre”. Ñamandú está iluminado por
el reflejo – lúz divina de su propio corazón. Si continuamos en el
prólogo del Evangelio de San Juan 1.9 leemos “La palabra era la
luz verdadera que al venir a este mundo ilumina a todo
hombre….”, y sin llegar al evangelio la propia imàgen del sagrado
corazón de Jesús es concordante con Ñamadú iluminado e
iluminando desde su corazón con su propia luz. Esta creación
acuña en si misma una concepción circular y con tres
modalidades y se concentra en lo que se conoce como el “modo
de ser” guaraní, que a pesar de todas las semejanzas resultó
católicamente incomprensible pero humanamente sostenible. El
encuentro grupal en círculo alrededor del fogón (costumbre
típica guaraní), representan esa teogonía suprema circular con la
luz en el pecho de Ñamandú (el fogón). Una serpiente es quién
ensucia por primera vez la tierra creada. El hombre vivía
felizmente en armonía con los dioses hasta que el incesto
produce la primera destrucción terrenal por un diluvio. Ñamadú
a través de Jakairá (otro Diós creado después y por Ñamadú)
consigue crear nuevamente la tierra, pero ya concebida
imperfectamente. En esta nueva concepción Ñamandú sufrirá
adulterio de su mujer llamada “Nuestra Madre” o Ñandesyu.
Enterado de esto Ñamandú se marcha a su morada celestial.
Ñandesy sale en su búsqueda pero en el camino e s devorada por
los jaguaretes, igualmente nacerán sus hijos “los gemelos” que
sobreviven por ser divinos y serán criados por la abuela de los
jaguaretés. Estos hijos al crecer y después de sortear enemigos
irán en busaca de su padre al que encuentran en su morada “la
tierra sin mal” junto a Ñandesy a la que él mismo había
resucitado. Felizmente reunidos el la tierra sin mal, uno de sus
hijos maneja el día (el sol) y otro la noche (la luna). Hacia esta
mítica tierra marcha incansablemente el pueblo guaraní, ya que
según ellos, la misma se encuentra en algún lugar de esta tierra.
En esta mitología creadora hay varios mitos que se acercan
mucho al creación católica: la tierra sin mal y el paraíso de Adán
y Eva en el que felizmente vivían hasta que una serpiente
encarna la “tentación”, la misma que arruina la primera creación
guaranítica. Los jesuitas tendrán muchas “coincidencias” entre
ambas liturgias que podrán usar a su favor. Ñamandú será
sustituido por estos sacerdotes por Tupá, que era el Diós del
trueno y será quién tendrá mayor protagonismo en esa época y
aparecerá Añá como personificación de Satanás. Adentrarse en
el terreno religioso guaraní es acercarse inexorablemente a la
figura de los “Chamanes”, guías espirituales del pueblo.
Guaraní significa guerrero y el “ Ñade Reko” es el modo de ser
guaraní, su identidad específica. Esta cultura se evidenciará
notablemente (más allá de las semejanzas en el espíritu
formativo mitológico religioso que antes se señalaron), se
evidenciará notablemente ante la ante la llegada española y su
posterior “conquista espiritual”. ( Ruiz de Montoya S.J). Esta
identidad conciente y presente se asienta en ese “modo de
ser”y en lo que para el guaraní es ser LIBRE. Entre sus
manifestaciones se encuentra la poligamia y la antropofagia
ritual. La antropofagia como rito era muy importante para el
pueblo guaraní. Se sacrificaban prisioneros de guerra, en
ceremonia “festiva” para la comunidad e incluso se invitaban
comunidades vecinas. El sacrificado sabía de su destino pero
también sabía que el mismo era originado por su valentía y
coraje en el combate, aptitudes y energía que al ser comido por
todos vivirían en ellos también. Es decir el “sacrificar para comer
y compartir” a una persona integraba en quienes comían las
aptitudes y valores del muerto. Era una sacrificio para la
comunidad, pero no con símbolos, sino con la persona
directamente en carne y sangre. De esta identidad y todas sus
manifestaciones serán los Chamanes sus más profundos
defensores oponiéndose profundamente a estos nuevos
“conquistadores espirituales”, ya que estos nuevos sacerdotes
instaban a los guaraníes a cambiar sus costumbres ancestrales.
Los chamanes encabezarán durante casi un siglo movimientos de
resistencia al dominio evangelizador católico. Ellos hacían uso de
todo su conocimiento místico y profético para advertir a los
integrantes de su pueblo que sus dioses estaban en contra de
este cambio de “modo de ser”.
Las autoridades de las comunidades guaraníes eran por un lado
los jefes guerreros llamados “avá-eté”, los líderes políticos o
mburuvichá” y los líderes religiosos o “chamanes”. A los líderes
políticos y guerreros los españoles llamarán “caciques” y así se
les conocerá posteriormente. Continuando en su línea de
protección indígena la corona española en 1697, según cédula
real considera a los caciques “hidalgos de Castilla” y les otorga el
título de Don o de “Capitandusu”. Esta medida más allá de lo
preteccionista que pueda manifestarse, reconoce y enaltece la
figura y poder del cacique, generando un acercamiento entre
indios y españoles, sino que también aleja a los chamanes de su
gente, “enfrentando” en cierto modo autoridades de caciques y
chamanes. Esto es una clara acción para comenzar a cambiar
costumbres tan fuertemente arraigadas. Los caciques debían
reunir ciertas características personales para lograr ser
reconocidos como tales entre su pueblo y poder conducirlos.
Entre ellas se encuentran la elocuencia, capacidad de persuasión
y generosidad. Debían ser acertados en la conducción de la
comunidad, también en la guerra, donde debían además mostrar
su valentía. La generosidad que integra el poder del cacique se
manifiesta al “dar y regalar” a los otros. El cacique no es el que
tiene más, eso no importa, pero si debe ser el más generoso.
Generosidad, valentía y sabía elocuencia son tres características
de las que un cacique guaraní no puede prescindir.

Los chamanes por su parte poseían conocimientos religiosos y


mágicos. Tenían por ejemplo la sabiduría para sanar
enfermedades (incluso a distancia) o hacer llover. Esta mágica
sabiduría que poseían era apoyada y dada por espíritus con los
que podían comunicarse para pedir ayuda en sus tareas. Las
danzas eran muy importantes en la cultura guaraní, incluso cada
ocasión social podía tener la suya. Ellos también debían poseer
ciertos dones : ser carismáticos, liderar y manejar sabiamente
las emociones de su comunidad. Es importante destacar que
existió una fuerte y reiterada resistencia guaraní a la colonización
y en especial resaltar las rebeliones encabezadas por chamanes
frente a la evangelización.

Una realidad decisiva las “Bandeiras o Malocas”

Estas realidad “bandeirante” no puede pasar desapercibida ya


que fue decisiva en lo que indígenas y misioneros atañe. “
Bandeiras o Malocas: Invasión en tierras de indios con pillaje y
exterminio. Expediciones organizadas por blancos portugueses
que contaba con la ayuda de indios tupíes realizadas con la
finalidad de capturar indios cristianizados de las Misiones
Jesuiticas para esclavizarlos en las explotaciones mineras y las
plantaciones. El principal centro de esas expediciones era San
Pablo” (L.R.Gonzalez “Guaraníes y Paisanos”). Esta definición
ilumina el concepto y acción de estas expediciones que
significaron literalmente el exterminio y destrucción de los
pueblos misioneros construídos y su población indígena.

INICIO

Antecedentes de las misiones jesuíticas.

La Compañía de Jesús no fue la única que tuvo en sus manos la


evangelización indígena en América. La Orden de San Francisco
también llevó adelante esa tarea. En el año 1542 llegaron a
Paraguay los primeros franciscanos que hacia 1575 comienzan su
tarea misionera. Existieron algunas diferencias entre
franciscanos y jesuitas. La tarea de los franciscanos se apoyó
sobre bases más “discretas” que las de los jesuitas. En sus
reducciones se aceptaba el régimen de encomienda y las mismas
se situaban cerca de los grandes centros poblados favoreciendo
así, favoreciendo así vínculos entre colonos e indígenas, fuese
cual fuese el origen de los mismos. La órden franciscana no
contaba con muchos sacerdotes realmente presentes en la
región, lo que inevitablemente favorecía favorece los intereses
de los colonos. Sin embargo realizaron serias denuncias sobre el
maltrato indígena. “Además los padres franciscanos no tenían,
como si tendrán los padres de la Compañía de Jesús un
relacionamiento directo con las autoridades residentes en
España y por ende poseían menor independencia ante los
intereses de los encomenderos y otros grupos económicamente
más poderosos de la región” ( L.R Gonzalez. “En busca de los
orígenes perdidos”). Esta situación será decisiva a la hora de
actuar y ejecutar decisiones para los padres en las reducciones
jesuíticas.

Régimen de encomiendas. Diferencias entre doctrina,


reducción y misión. De misiones volantes a reducciones fijas.

Encomienda “ Institución originaria de España que se aplicó en


América y que consistía en colocar a un número variable de
indios libres bajo la autoridad de un español para que los
evangelizara y se beneficiara de su trabajo, recibiendo
prestaciones personales o tributos. Tenía por finalidad la
adaptación del indígena a la sociedad hispanoamericana, en
realidad sirvió para explotarlo sometiéndolo a duras condiciones
de vida durante siglos, aún después de su abolición decretada
oficialmente en los últimos años del S XVIII.” (L.R. Gonzalez
“Guaraníes y Paisanos”). Es decir que los indios se repartían
entre los colonos para que estos se encargaran de su
evangelización y cuidado, no como esclavos ya que a los
indígenas se les consideraba seres libres, pero también se les
consideraba incapaces jurídicamente de cuidarse por sí solos.
Estas dos razones (evangelizarlos e incapaces), justificaban este
régimen tutelar. Los colonos lejos de reconocer y respetar la
humanidad y libertad del indio les exigían durísimas tareas físicas
y los sometían a verdaderos abusos. Serán la encomienda y las
bandeiras portuguesas dos enemigos letales para la cultura
indígena, consiguiendo de alguna manera refugio y protección
dentro de las reducciones jesuitas.
La evangelización a modo de Doctrina no tenía un carácter de
asentamiento de vida permanente. Este término se asocia con
una parroquia de indios, atendida por sacerdotes en forma
periódica. Dichas parroquias y la instrucción religiosa que
impartían estaba a cargo de sacerdotes del clero secular. El
término reducción no alude a “achicar” sino a “reconducir”. A
entender de los padres jesuitas esta comunidad indígena será
reconducida o guiada a una nueva vida tal y como la concebían
dichos sacerdotes. Reconducir sobre el camino del catolicismo y
el modo de vida que llevaban en Europa. Esto equivale a adquirir
modos y costumbres diferentes a los que tenían, por ejemplo
vestirse, cultivar hábitos de trabajo y económicos con un
pensamiento a largo plazo y efectivamente productivo, no
demasiado tiempo de ocio, no más poligamia, ni alcohol en
demasía, y mucho menos la antropofagia ritual. La sociedad
guaraní y su cultura era reconducida a cambiar sus costumbres
en lo que los jesuitas, en este caso, entendían era lo mejor para
ellos. Una reducción unía a dos o más comunidades indígenas
que vivían en los montes separados entre sí, y de esta manera
formaban grandes poblaciones, donde los padres jesuitas
comenzaban una re educación sobre los indígenas. Uno de sus
fines era el poder “urbanizar” a las comunidades guaraníes.
Dicha urbanización se materializará en los pueblos misioneros. El
término misión puede asemejarse al de reducción pero es más
amplio en el sentido que implica el cambio de la cultura indígena
guaraní (o al menos el intento de hacerlo) y sus bases por las
traídas de Europa por los padres evangelizadores. En estas
últimas dos instancias no intervenía el clero secular como sí
podía hacerlo en las doctrinas. La reducción y la misión
definitivamente en manos de los padres jesuitas. Sin embargo
estas dos culturas que a simple vista tienen manifestaciones tan
diferentes e incomprensibles tanto para unos como para otros,
tenían también grandes puntos de encuentro en sus “modos de
ser”. Ambos predican la generosidad, la libertad que se
encuentra y se vive a través del encuentro con lo divino, la
amabilidad, la solidaridad, el compartir comunitario y también
un fuerte, marcado y decisivo espíritu guerrero.
No es necesario aclarar que la tarea evangelizadora presentó
serias dificultades, entre otras las geográficas. En un principio se
puede hablar de “catequesis itinerante” o “misiones volantes”.
(L.R. Gonzalez en busca de los orígenes perdidos).
Este proceso que carecía de un asentamiento definitivo consistía
en expediciones que realizaban los sacerdotes (en esta etapa
franciscanos y jesuitas), llendo a predicar y bautizar a diferentes
comunidades indígenas. En algunos casos se internaban en los
montes de a pie o a caballo, generalmente acompañados de
otros indígenas ya evangelizados, a veces con escolta armada
(solo si se consideraba muy necesario porque trataban de
evitarla), llevaban elementos que pudieran resultar atractivos
para los indígenas y con estos lograban que los indígenas se les
acercasen y de esta forma interactuar. En esta primera instancia
muchas veces los indios acompañantes de este catecismo
itinerante oficiaban de intèrpretes. Igualmente siempre fue
prioritario para los jesuitas, una vez asentados, aprender y
mantener la lengua guaraní, incluso escribían textos religiosos y
litúrgicos en guaraní. Estos acompañantes eran también prueba
viviente de que los padres no querían hacerles daño, ni
capturarlos para esclavizarlos.
De esta manera llegaban a una comunidad indígena, iniciaban el
contacto y acercamiento entre unos y otros y cuando el
momento fuese propicio comenzaban su labor evangelizadora.
Oficiaban instancias sacramentales como ser bautismos y
matrimonios y luego volvían a Asunción o continuaban su
marcha hacia otros pueblos de indios. Pero al retirarse los
sacerdotes del lugar la comunidad indígena, como es de
esperarse en culturas arraigadas durante siglos, continuaban con
sus costumbres y tradiciones de siempre. Conocer las bondades
del evangelio y de este Diós que les presentaban ser bautizados
con agua bendita, saber del cielo paradisíaco y del tenebroso
infierno no eran para ellos noticias los suficientemente fuertes y
poderosas como para que mediante las cortas visitas de los
sacerdotes estas se instalasen definitivamente en el alma
guaraní. El poder de los chamanes, que siempre habían sido sus
guías espirituales naturales, no solo volvía a reinar, sino que una
vez retirados los padres del lugar, estos predicaban con más
fuerza entre su gente en contra de la nueva fé. Los chamanes y
su gente increpaban a los padres jesuitas con cuestionamientos y
verdades tales como que el mismo Diós que los padres les
presentaban como el verdadero, bueno y misericordioso con
quién de su mano podrían caminar hacia el paraíso y la gloria
celestial era el mismo Dios que adoraban sus peores enemigos,
seres tan carnales como ellos, pero que sin embargo los
perseguían, maltrataban y escalvizaban en nombre del misno
Dios, ¿ como es posible . Esas personas tan crueles habían sido
bautizadas con la misma agua bendecida que los padres jesuitas
querian bautizar a ellos supuestamente para encontrarse
realmente en el ser “hijos de Dios” y con eso la bondad, la
justicia y el amor, pero entonces que pasó con el bautismo de
los encomenderos y bandeirantes? Donde quedó su accionar
religioso?. A estas y otras interrogantes más hubieron de
responder los padres jesuitas en su proceso de evangelización
cuando los chamanes se revelaban convocando a su pueblo.
Poco a poco los jesuitas ven que este itinerante predicar no
resulta como esperaban. “Una vez recibido el bautismo y
marchado el misionero los indios vuelven a sus costumbres”
(Maxime Haubert). Los padres ven la necesidad de establecerse
y permanecer definitivamente entre ellos, para poder atenderlos
y vigilarlos. Se hace necesario agrupar a los pequeños grupos de
indios aislados muchos de ellos semi-nómades para poder
formar comunidades sedentarias bajo la instrucción misionera,
siendo que estos eran muy pocos para atender a tantos grupos
aislados de indígenas. Mientras tanto los abusos coloniales sobre
los indígenas continúan y generan “más voces que se elevan”
reclamando acciones efectivas de la corona española. Estas
voces se escuchan en la Audiencia de Chacras, siendo esta el
mayor tribunal con autoridad en justicia de la zona, y designará
a uno de sus Oidores para que investigue y tome acciones al
respecto. Dicho Oidor será Don Francisco de Alfaro quién
investigación mediante presentará “Las Nuevas Ordenanzas”,
que apoyan la acción de los jesuitas e intentan poner fin a los
abusos cometidos hacia los indígenas. Entre otras resoluciones
estas Ordenanzas prohíben las encomiendas de servicio
personal, y mantiene a los caciques como autoridades de su
pueblo. A pesar de los reclamos hechos por los colonos a la
corona española, ya que no estaban de acuerdo en que
suprimiera la encomienda personal, estas se mantuvieron y más
aún primero en 1633 y luego en 1661 los guaraníes que
integraban las reducciones son liberados de dicho servicio.
Proceso Fundacional.
En esos mismos años, es decir entre 1609 y 1610, el gobernador
de Asunción, Hernandarias de Saavedra, deja clara constancia
ante la corona española que era necesario “hacer algo” para con
los indígenas. Estos eran muchísimos, y muchas veces no los
doblegaban ni con las armas, decía Hernandarias, y solicitaba la
presencia y labor de los padres misioneros, para que intentaran
reordenar la vida de los indígenas y “reconducirlos a la fé
cristiana y la vida civilizada” (esto es una reducción).
Comienza entonces, cruz mediante, el enorme y significativo
proceso de fundación de las reducciones jesuíticas.
Es un momento en el que el pueblo guaraní se ve casi acorralado
por dos grandes enemigos: por un lado los colonos
encomenderos y por otro los portugueses y sus bandeiras..
Ambas empresas amenazaban seriamente al pueblo indígena en
su existencia. Las reducciones jesuitas se alzan entonces, en este
momento, cubriendo tres necesidades como una especie de
salvación para los indígenas, una ayuda importante para la
corona española y un verdadero límite territorial para el
codicioso avance portugués. Estas necesidades se dieron de
hecho, no fueron así establecidas por los padres jesuitas cuando
fundan los pueblos o cuando comienzan su accionar, fueron
realidades sociales que aparecen después, los jesuitas se
sostenían en su accionar evangelizador hacia el indio.
En el año 1607 se crea la Provincia de Misiones Del Paraguay,así
se conocía al conjunto de Reducciones Jesuítas y a partir de los
años 1609/10 se asientan las primeras.

Fundaciones en las regiones del Guayrá, Itatim y del


Tape. Bandeiras y transmigración de las mismas.
La región del Guayrá es lo que hoy es el estado brasileño de
Paraná. Los padres jesuitas se movieron en su tiempo entre los
límtes marcados por los ríos Paraná, Iguazú, Tibagí, y
Paranapanema. Esta región estaba atravesada por la línea de
Tordesillas.
La región de Itatím se ncuentra a la izquierda del Río Paraguay.
Comprende la sierra del Amambay y la limita al norte el río
Mbotetey y al sur el río Jejuy.
El territorio del Tape pertenecía a la nueva jurisdicción de
Buenos Aires . Tape significa en guaraní “gran pueblo” .
Actualmente comprende el estado de Río Grande del Sur. Es una
región de ríos con altas riberas y cadenas de montes.
Los padres José Cataldino y Simón Maceta son quienes inician las
fundaciones en el Guayrá, a quienes luego se les unirá el padre
Ruiz De Montoya. Será este último uno de los abanderados más
empeñoso de esta labor, describiéndola en su “Conquista
Espiritual”, salvaguardando a los indígenas de las bandeiras. En la
región de Guayrá se fundaron 1610 : San Ignacio de Itaumbuzú
y Nuestra Señora de Loreto de Pirapó, en las que llegaron a
reunirse hasta 5000 indígenas.
A partir del año 1623 y hasta 1628-29 se fundan once
reducciones más en esta región: San Francisco Xavier (1622),
Encarnación y San José (1625), Siete Arcángeles de Tayaoba y
San Miguel (1626-27), San Pablo de Inahí y San Antonio (1626),
Santo Tomé y Jesús María (1628), San Pedro y Nuestra Señora
De La Concepción (1628-29).
En la región sobre la sierra del Tape el proceso de fundación
comienza en 1631, materializándose en 1632 con el nacimiento
de las reducciones de Santa Teresa de Ivitiruno, Jesús María de
Iviticaray, Natividad de Nuestra Señora, San Miguel, San José, y
Santo Tomé.
En 1633 se fundan San Joaquín, Santa Ana de Igay y Santos
Cosme y Damián. En 1634 se funda San Cristòbal. Esto
significa 10 reducciones en 3 años.
En la región del Itatím, en el año 1632 se fundan: Angeles, San
José, San Benito y Natividad.
Si una reducción llegaba a los 5000 pobladores se fundaba otra
relativamente cerca de la primera. Esta cifra poblacional, nos
acerca a la idea de la gran cantidad de población indígena que se
asentaban definitivamente en las reducciones, en las que había
dos o excepcionalmente tres sacerdotes por cada una. Esta
cifra poblacional ha variado mucho por diferentes causas en el
correr de los años de las misiones, pero la intención al referirlas
es crear la imagen de lo “grandes” que estas eran.
Las reducciones jesuitas se fundan lejos de los centros poblados
por colonos y en ellas no se permitía la instalación definitiva de
otros habitantes que no fueran indígenas.. Esto facilitaba el
trabajo misionero y llamaba a la población indígena al resguardo
de las mismas.
En tanto estas reducciones se fundan, construyen y comienzan
su vida como tales, las bandeiras portuguesas no cesan en sus
acciones. En un principio estas acciones se dirigían sobre
comunidades indígenas que no estaban asentadas dentro de las
misiones pero rápidamente al ver la educación en hábitos que
desarrollan los indios que las comprenden y que no debían
adentrarse al monte, irán contra ellas también. En 1585 llegan
noticias de la primer bandeira y seguirán apareciendo con
insistencia y crueldad sobre el territorio misionero. En 1602,
1611 y 1612 aparecen los primeros ataques sobre la zona del
Guayrá. Estos ataques se hicieron de miles de esclavos indios. EL
ataque de 1629 se beneficiò por la complicidad del gobernador
de Paraguay, que a cambio de un beneficio propio, facilitó la
invasión al Guayrá, al no enviar ayuda. Se estima que en estos
primeros ataques sobre el Guayrá se capturaron no menos de
30.000 indios para ser llevados a San Pablo y vendidos como
esclavos, los que sobrevivían al inhumano viaje que les
aguardaba. Estos ataque de portugueses e indios tupíes, se
realizaban con infinita crueldad, con el fin de capturar vivos a los
indios, pero si no lo conseguían los mataban sin compasión y
destruían toda construcción que estuviese en su paso. El mismo
Ruiz de Montoya dice así de las bandeiras :” Destruían todo lo
que encontraban a su paso, “apuntome uno de ellos con su
escopeta al pecho, abrí la ropa para que sin ninguna resistencia
pasara a pelota” (Ruiz de MontoyaS.J.). Esa bala no fue
disparada, pero esto denota una gran diferencia entre indios y
bandeiras, estas últimas contaban con armas de fuego y los
indígenas no. Otros testimonios del mismo Montoya, habla de
que uno de estos grupos venía acompañado de dos capellanes,
un clérigo y un religioso. En esta ocasión no se supo cuantos
indios se llevaron, pero Montoya anota que “por diezmo le
dieron 500 indios al religioso y 200 al clérigo”.
En el año 1631, el padre Ruiz de Montoya y sus compañeros
iniciarán la transmigración de los pueblos, empresa comparable
al “éxodo del pueblo hebreo”. Los padres Cataldini y Masceta
persuaden a casi 12.000 guaraníes para que abandonen sus casas
y tierras, justo unos días antes de la llegada de otro ataque
bandeirante. Según nos cuentan convencer a los guaraníes que
dejasen su tierra no hubiese sido posible de no existir el enorme
espiritu de amor fraterno” de Ruiz de Montoya y los suyos hacia
los indios y de estos hacia él y ellos.
Es así que Montoya y su gente emprenden lo que se conoce
como el “éxodo del pueblo guaranítico”, hacia las regiones del
Río Uruguay, de la sierra del Tape y del Itatim, huyendo de los
criminales bandeirantes, dejando atrás “su mundo construido”
pero buscando el lugar para “volver a empezar”.
Las dos poblaciones que aún no han sido atacadas, la de Loreto y
San Ignacio, serán movilizadas completamente.
Este era un camino de más de mil millas y con una muy difícil
geografía por vencer, el que estos 12.000 indios y tres padres
comienzan a realizar en casi 700 balsas y muchas canoas.
Dos días después de navegar llegan a los rápidos y saltos del
Guayrá, en el río Pàraná, por lo que deberán abandonar las
embarcaciones y caminar, atravesando regiones de monte
profundo. Caminan ocho días con las balsas cargadas más de
100km, y se enfrentarán a lo que la geografía puso como mayor
obstáculo: las cataratas de Iguazú, ubicadas en la confluencia de
los ríos Paraná e Iguazú.
Des esta enorme travesía y su gran hazaña, hay muchos
comentarios y anécdotas. Debieron enfrentarse no solo a la
geografía del lugar, sino también al hambre, las enfermedades,
los desacuerdos humanos por las decisiones a tomar en la
conducción de la travesía y a la muerte de miles de indígenas. De
los 12.000 que partieron llegaron a los nuevos asentamientos
cerca de 4.000 indios. Muchos de ellos murieron en el camino y
otros abandonaban la causa dispersándose en los montes. Este
“éxodo” disgustó a los españoles ya que por cuenta propia
jesuitas e indios abandonaban las únicas reducciones en las que
aún existía la encomienda privada y supuestamente descuidaban
los límites con Brasil. Finalmente inician la reorganización de los
pueblos trasladados.
En la región de Itatím en menos de medio año indígenas y padres
alzan cuatro pueblos: San José, Santos Angeles, Encarnación y
Santos Apóstoles Pedro Y Pablo.
No obstante los ataques de las bandeiras no cesaron,
continuaron con su habitual destrucción y muerte, ahora sobre
las reducciones instaladas en la región de Itatím. Los cuatros
pueblos fueron desvastados por las bandeiras, y su población
indígena llevada a San Pablo para vender como esclavos, y los
que pudieron huyeron al monte pero dificilmente retornaran
junto a los jesuitas. Estos ataques desataban serios conflictos
sociales entre indígenas y sacerdotes ya que los indígenas
muchas veces desconfiaban suponiendo que los jesuitas los
entregaban y estos a su vez eran difamados y acusados por los
paulistas de hacer tal cosa. En tanto las poblaciones del Guayrá y
de Itatím fueron destruídas, en la región del Tape se fundaban
nuevas reducciones, que ya pertenecía a la jurisdicción de
Buenos Aires. El padre Roque Gonzalez fue uno de los sacerdotes
que más trabajó en esta región.
En la sierra del Tape se fundaron cerca de 10 reducciones, con
población del lugar y las que transmigraron del Guayrá e Itatim.
En 1636 nuevamente las bandeiras atacan las poblaciones de
Jesús María y San Cristóbal. En 1638 es atacada la reducción de
Santa Teresa. Estos ataque s nuevamente destruyen pueblos,
matan indígenas, otros serán escalvizados, los menos huyen al
monte y a su vez empujan cada vez más a las reducciones de sus
asentamientos.
Los padres jesuitas hacían serias gestiones para obtener ayuda
militar de las autoridades locales, que con excusas se les negaba,
y también gestionaban frente a la corona española el obtener
armas de fuego para sus poblaciones. Finalmente Felipe IV
autorizará que los indios misioneros posean armas de fuego, las
que estos se vieron obligados a usar antes que llegar la
autorización real.
Entonces otra historia se escribió en relación a las bandeiras y las
misiones jesuitas.
A orillas del río Mboreré los jesuitas, guaraníes y algunos pocos
españoles batallan durante casi ocho días, con una bandeira que
llegaba a atacarlos. Esto ocurrió en marzo de 1641 y se
enfrentaron dos ejércitos de casi 4.000 hombres cada uno y
jesuitas y guaraníes resultaron vencedores.
Es un momento en el que dos grandes espíritus guerreros se
unen y materializan en esta batalla, para cobrar justicia a quienes
tanto daño hicieron a la obra jesuita – guaraní. No en vano
guaraní significa guerrero y no en vano también la Compañía de
Jesús fue fundada por un ex militar, dando a su órden una fuerte
impronta formativa en ese ámbito, ellos eran “soldados de
Cristo”, que vivían, se formaban y trabajaban convencidos en su
fé, y de esa disciplina militar estratégica a cumplir no solo en lo
espiritual sino también en lo terrenal. Estos soldados de Cristo
una vez que consiguen armar a sus soldados guaraníes, los
instruyen en nuevas artes y estratégias de la guerra, que no les
era para nada desconocida. Esta batalla despliega ambas
espiritualidades en la lucha, que fue muy sangrienta y cargada de
venganza para los guaraníes. Resurgieron en ellos viejas
prácticas y costumbres guerreras y donde según cuentan, los
jesuitas poco hicieron por calmar las intenciones indígenas frente
al enemigo vencido.
Esta victoria trajo una época de relativa paz frente a los ataques
portugueses. El rey Felipe IV, en reconocimiento a esta gran
batallada librada y ganada resuelve que durante 10 años no se
cobren impuestos ni encomiendas a los indios de las reducciones
de la región.
“Puede fijarse pues, en esta época el establecimiento definitivo
de las Doctrinas en los parajes que ocuparon hasta la expulsión
definitiva de los jesuitas” (Pablo Hernández S.J).
La paz y el asentamiento definitivo fue relativo ya que en 1648
nuevamente las bandeiras atacan y destruyen las reducciones de
Itatím. Los misioneros ofrecieron resistencia pero finalmente
fueron derrotados. Este asalto destruye las reducciones de la
sierra de Mbaracayú, generando el extermino ya conocido entre
los indios.
En 1651 un nuevo asalto portugués , esta vez será detenido por
los guaraníes misioneros. Es desde esta época que los
bandeirantes darán calma a las reducciones.
Las migraciones, entonces podemos decir, que comienzan en
1631 desde el Guayrá y de esta región se refundan solo dos de
sus pueblos originales en el actual territorio de Misiones.
En la región del Tape los pueblos se trasladan a la margen
occidental del Río Uruguay quedando de 19 pueblos, 10
reducciones. “ De las 38 reducciones existentes cuando
comenzaron los ataques bandeirantes a las mismas, solo se
mantuvieron apenas 20, a lo que deberían agregarse los dos de
la región de Itatím, que se asentaron recién en 1668-1669” (L.R
Gonzalez En busca de los orígenes perdidos).
La elección del lugar donde asentar definitivamente las
reducciones debía contemplar varios aspectos: estar lejos del
ataque bandeirante (o al menos lo más posible), alejarse,
también , de los encomenderos quienes no tenían ningún
escrúpulo a la hora de conseguir mano de obra indígena para
trabajar-esclavizar y también el lugar debía ser apto para facilitar
el ordenamiento de la convivencia entre la población indígena de
las reducciones. En este trabajo se hace notable referencia al
pueblo guaraní, pero no significa que hayan sido los únicos
habitantes de las misiones jesuíticas, pero si la inmensa mayoría.
Así como también la convivencia entre tribus diferentes y
caciques era un asunto difícil de congeniar.
Los asentamientos definitivos quedaron unos en territorio del
gobierno de Paraguay y otros en tierras del gobierno del Río de
La Plata.
“La ubicación definitiva de los 30 pueblos de las Misiones
Jesuiticas fue la siguiente : al occidente y norte del Río Paraná
(actual Paraguay), Nuestra Señora de la Fé, San Ignacio Guazú,
Santa Rosa, Santiago, San Cosme Nuevo, Jesús, Trinidad e Itapua.
Entre los ríos Paraná y Uruguay (actual territorio argentino),
Corpus Christi, San Ignacio Mini, Nuestra Señora de Loreto, Santa
Ana, Candelaria, Santos Màrtires, San Javier, Santa María La
Mayor, Concepción, Apóstoles, San José, San Carlos, Santo
Tomé, La Cruz, y Yapeyú. Al oriente del Río Uruguay (actual
territorio del Brasil), San Nicolás de Bari, San Luis Gonzaga, Santo
Angel, San Miguel Arcangel, San Lorenzo y San Francisco Borja.
(L.R. Gonzalez “En busca de los orígenes perdidos).
El plano territorial de los pueblos.
El plano dado por El Consejo de Indias a los pueblos era a imàgen
y semejanza de las ciudades grecorromanas, es decir calles
rectas, con ángulos rectos, tratando de formar bloques urbanos.
Pero la incidencia y el respeto por la cultura indígena hizo que los
jesuitas lograran construir sus pueblos utilizando la propia
vivienda alargada de los guaraníes, a la que los jesuitas llamaron
“vivienda – manzana”. No existía la relación entre la vivienda y el
vivir en ella con el ser dueño del terreno, ya que el espacio
urbano era totalmente comunitario. El concepto guaraní de “aga-
guazú” como casa grande, se mantuvo y se reflejó en la
construcción de las reducciones. Los detalles en la planificación
de los pueblos estaban cuidadosamente pensados. Al observar
un plano de las mismas se ve el ingreso a la reducción por una
avenida principal (las calles muchas veces estaban
pavimentadas), que muere en la gran plaza central. En esta plaza
se realizaban todas las fiestas civiles y religiosas. A lo largo de
esta gran calle principal desembocaban otras secundarias donde
se ubicaban las viviendas de los indios. Las mismas en un
principio eran de adobe y luego en el S XVIII, fueron de piedra y
tejas. Al final de la plaza estaba la iglesia, que tenía su
campanario separado de ella con seis campanas o más.
Generalmente detrás de ella se plantaba una gran huerta. En uno
de los lados de la iglesia se ubica el colegio, con las habitaciones
de residencia de los padres y al otro lado el cementerio. EL
colegio contaba con varios talleres: herrería, carpintería,
panadería y más. Próximo a la iglesia, sobre los lados de la plaza
se instalaba el Cabildo. Del costado del cementerio y separado
de éste se encuentra el edificio llamado “ coty – guazú”, era la
casa para las viudas, doncellas, huérfanos o mujeres con el
marido ausente. Existía una cárcel y un hospital, este último no
tenía carácter permanente, solo se instalaba en épocas de
epidemias. Otros edificios que existían en la reducción, y se
ubicaban en las afueras del centro más poblado eran los tambos,
aserraderos, hornos de tejas y capillas. La reducción comprendía
el pueblo o área urbana y también el área rural, donde se
encontraban los campos de labor, los grandes talleres y las casas
de indígenas que también vivían en las afueras del pueblo.
Economía de las reducciones
Las reducciones debían ser autosuficientes entre otras cosas
para evitar que los indígenas volvieran a su hábitat natural y para
evitar al máximo el contacto entre colonos e indios.
Los hábitos de vida y trabajo que los jesuitas traían eran muy
diferentes a los de los indios pero eran los que debían
prevalecer. Educar a los indios en dichos hábitos fue una tarea
delicada y muy cuidadosamente preparada. El profesor L.R.
Gonzalez en su libro “En busca de los orígenes perdidos”
establece a la doctrina de Juli como antecedente y fuente de
inspiración jesuita.
Al sur del Perú, a casi 4000mts de altura, en el año 1565, la óden
de los Dominicos conduce la evangelización en el pueblo de Juli.
En el año 1576, dado el fracaso dominicano la órden jesuita tama
la doctrina de Juli (en medio de serios debates internos), e
intentará desarrollar allí sus más altos y nobles propósitos para
con los indígenas. Juli se ubica muy cerca del lago Titicaca, y en la
zona habitan indígenas que hablan las lenguas quechua y
aymara, ambas muy cuidadas y aprendidas por los jesuitas. En
Juli los jesuitas pudieron estampar las características de lo que
serían luego el modelo de funcionamiento de sus reducciones.
En Juli se enfrentaron y debieron resolver varias situaciones: el
idioma indígena, el abuso de los colonos (no había encomiendas
pero si “mita”) y la convivencia en todos sus ámbitos entre los
propios indígenas y con los sacerdotes. La forma en que los
jesuitas resolvieron estos asuntos y las instituciones que en Juli
funcionaron oficiaron de modelo para el resto de las fundaciones
jesuitas en América. Los jesuitas respetaron la figura del cacique
y su autoridad. Este reconocimiento tenía implícito el
reconocimiento también de “ una nobleza que existía desde la
época pre´hispánica…” ( L.R. Gonzalez “En busca de los orígenes
perdidos”)
Las actividades económicas fundamentales eran la agricultura y
la ganadería. Cada cacique y su familia tenían un lote de tierra, el
que debían sembrar y cultivar para abastecerse a sí mismos. Los
jesuitas enseñaron nuevas técnicas de cultivo a los indígenas y
con ellos nuevos hábitos de trabajo. Desde muy pequeños les
enseñaban a los niños estas técnicas y a las niñas se las instruía
en el hilado del algodón y la lana.
La propiedad de la tierra se concebía bajo los conceptos del
“abamabaé” y el “tupambaé”. El “abamabaé “ era la propiedad
particular del indio, como propiedad familiar. Esta tierra no
podía ser vendida ni traspasada. El cuidado y manejo de estas
chacras familiares indígenas eran celosamente vigilados por los
jesuitas y ayudados también por algunos indios designados
especialmente para esta tarea. Estas tierras de cacicazgos eran
cuidadosamente delimitadas para evitar conflictos entre ellos
mismos. Después el cacique del lugar distribuía en parcelas
individuales a las familias que integraban dicha unidad social. El
abambae debía sembrarse y cosecharse en tiempo y forma, es
decir en el momento del año correspondiente y la cantidad
suficiente para abastecer a la familia entre cosecha y cosecha.
Esta disciplina agrícola no fue fácil de enseñar y sostener entre
los indígenas, acostumbrados a otras prácticas agrícolas, por eso
es que la vigilancia era tan estricta. En la época de la cosecha,
todos acudían a realizarla aunque desempeñasen otro oficio en
los talleres. Algunas familias vivían en el pueblos pero tenían sus
chacras fuera del mismo entonces en la época de cosechar todos
se dirigían a dónde estaba la chacra y se instalaban en viviendas
de paso que tenían previstas para la ocasión.
La solidaridad y reciprocidad, dos de los valores que sostenían la
sociedad guaranítica, y el espíritu misionero, se mantuvieron en
esta economía.
“Ni colectivismo, no comunismo sino una amplia y profunda
solidaridad” (L.R. Gonzalez En busca de los orígenes perdidos).
La previsión fue una de las enseñanzas jesuitas muy importante
en la economía indígena, que se reflejó en cada reducción.
Finalizada la cosecha la llevaban a sus casas, dónde dejaban una
parte que cubría las necesidades de algunos meses y la otra
parte se guardaba en los almacenes comunes e iban tomando en
la medida que la anterior se les terminaba. De esta forma los
indígenas y especialmente los jesuitas podían administrar los
alimentos entre cosecha y cosecha de manera que siempre
hubiese.
El tupambaé era la tierra de Dios, y funcionaba como propiedad
colectiva común a todos los que vivían en la reducción. El
régimen de trabajo del tupambaé no fue siempre igual, pero
generalmente se destinaban ciertos días para trabajar
únicamente en él. En ocasiones quienes desempeñaban ciertos
oficios y los habían dejado por el trabajo en el abamabé,
estaban excluídos del trabajar en el tupambaé, para continuar en
en los talleres. Lo producido en el tupambaé era para el servicio
de toda la comunidad entre ellos los enfermos, viudas, huérfanos
y para todos los necesitados, así como también para aquellos a
quienes su abambaé resultó insuficiente, es decir abastecía a
aquellos que sea por las razones que sea su producción no era
suficiente o no contaban con ella. El tupambaé mantenía a los
sacerdotes y permitía comprar los gastos que generaba el culto
como alhajas, adornos para los templos e imágenes, vidrios y
demás objetos que no se fabricasen en la reducción. El
excedente se almacenaba en los almacenes comunitarios y tenía
variados fines uno de ellos era este tipo de comercio.
Los principales cultivos eran la mandioca, el maíz, porotos,
tabaco y yerba mate, en ocasiones cultivaban arroz y trigo.
El ganado vacuno y los caballos integraban el tupambaé.
El área rural de la reducción era realmente muy grande, en ella
además de las tierras de cultivo, se encuentran los campos de
pastoreo y sus estancias. En las estancias vivían los indios que se
dedicaban a la ganadería. Había ganado ovino, bovino y suino. La
ganadería y sus labores también fueron cuidadosamente
instruídas por los jesuitas a los indios.
En este régimen económico autosuficiente los oficios,
transmitidos por los padres, jugaban un rol muy importante. Se
enseñaba y por tanto se practicaban oficios tales como la
herrería, carpintería, albañilería, se construían instrumentos
musicales, tejas, se hilaban lana y algodón y en algunos lugares
existía la imprente, es decir trataban de cubrir todas sus
necesidades. Cada oficio era enseñado a quienes demostraban
cierta idoneidad en cada uno de ellos.
Actividades comerciales
Las reducciones estaban comunicadas entre sí por una red de
caminos. En ellos existía una red de postas para los viajeros y
oratorios para los indios que vivían en esos lugares. Los caminos
facilitaban los contactos entre las reducciones ya que se
ayudaban mutuamente, no solo por su profunda solidaridad sino
por el permanente esfuerzo por evitar el contacto con españoles.
De todas formas existía una pequeña actividad comercial con
Buenos Aires y Santa Fé. Los indígenas no viajaban solos para
comerciar, sino que iban acompañados al menos de un padre. El
viaje era navegando por los ríos Paraná y/o Uruguay. Para el
mismo construían grandes balsas que en la ciudad desarmaban y
comercializaban su madera además de los productos que
llevaban para esta actividad. Este comercio siempre se realizó
bajo la forma de Trueque o intercambio sin moneda. En otras
ocasiones y especialmente en los pueblos al sur de Asunción,
mercaderes podían llegar para intercambiar sus productos. Estos
se alojaban en “tambos” o edificios de hospedaje, y no podían
permanecer en ellos más de tres días.
El tributo al Rey
Los indios en las reducciones o con otra forma de vida en la
sociedad hispanoamericana debían tributar a la corona española.
Finalmente los indígenas de las reducciones, gracias a las
Ordenanzas de Alfaro, estaban exonerados del tributo personal
bajo la forma de encomienda, pero lo hacían en moneda, un
peso por cabeza. La cantidad que debían tributar los indios
misioneros fue varias veces modificada por el Rey, ya que
teniendo en cuenta la acción de los indios misioneros y sus
efectos en beneficio a la corona, en general se los contemplaba
en su tributo. En principio se los eximía por dos años, luego de
sus victorias frente a las bandeiras fue por diez años y en ciertos
pueblos hasta veinte años, evitando siempre el tributo personal
en encomiendas.
Organización social y política. Autoridades
Los jesuitas tenían su propia organización política interna en la
Orden y a su vez una propia en las Reducciones.
Generalmente eran dos sacerdotes por reducción, quienes
representaban las “autoridades máximas”. La palabra autoridad
en esta realidad jesuítica – guaraní está revestida de una
impronta que quizás en nuestros días sea difícil de reconocer, ya
que el respeto así como el espíritu comunitario y solidario se
manifestaba en este ámbito también. Los sacerdotes que
estaban al frente de las reducciones eran cuidadosamente
estudiados por la dirección de la Compañía de Jesús Se evaluaba
toda su expresión física y anímica en sus virtudes y defectos. No
descuidaban ningún detalle en sus aptitudes, más allá de su
salud física, era probado en humildad, bondad y a la vez
capacidad organizativa y de mando, sin contar el domino de la
lengua guaraní. A estos sacerdotes dentro de las reducciones se
los conocía como el Pai Tuya o Padre Viejo y Pai Mini o Padre
Joven. El Pai Tuya abrazaba la conducción espiritual, era quién
debía velar para que la llama de la misma estuviese siempre viva
y en el camino deseado. Se encargaba también de la dirección en
general, de los contactos con las demás reducciones y también
con las autoridades de la propia órden y del gobierno. Además
de sus funciones de ministro y consejero espiritual debía escribir,
leer y hablar la lengua guaraní.
El Pai Mini ayudaba al Pai Tuya en la administracióny en las
diferentes enseñanzas que se brindaban. Si este padre no
dominaba la lengua del lugar, se le enseñaba y luego debía
aprobar un exámen confesando en guaraní. El aprender y
mantener la lengua indígena fue otro motivo de encuentro entre
ambos. El catecismo, las misas, fiestas religiosas y civiles se
oficiaban en guaraní. En algunos casos, si el trbajo así lo
demandaba, podía ocurrir que fuesen tres sacerdotes por
reducción, en ese caso el tercero ayudaba al padre joven en sus
tareas.
La base absoluta de la población la formaban los indígenas ya
tenían su propia organización política, los jesuitas trataron de
mantenerla (en la medida de lo posible), para ayudar a la
convivencia en esta nueva forma de vida. La autoridad del
cacique se mantiene y será vitalicia. Los caciques serán junto a
los jesuitas, las autoridades máximas del gobierno en las
reducciones. No ocurrió lo mismo con los chamanes (excepto
que se “convirtieran” al cristianismo e integraran la población de
la reducción) ya que sus prácticas religiosas estaban muy lejos de
las del evangelio jesuita. – Anteriormente se hizo mención a la
religión guaraní, sus prácticas, así como también de las sucesivas
revueltas que protagonizaron varios chamanes en contra de este
nuevo “modo de ser”.- El respeto y fortalecimiento de la
autoridad del cacique intenta acercar a los indios a las
reducciones y alejarlos de sus prácticas religiosas chamánicas y
mágicas.
Existía un Cabildo o Ayuntamiento como centro organizativo
cívico, tal como en las poblaciones españolas coloniales, pero
con sus cabildantes indios. En las Ordenanzas de Alfaro se
establece la formación de un Cabildo, pero no siempre era fácil
lograrlo, por las rivalidades entre caciques.
El Cabildo estába integrado por los diferentes caciques que
habitaban la reducción, los que además de aprender a convivir
pacíficamente en la misma debían aprender a gobernar en
conjunto, como cabildantes. Esta convivencia de autoridades
indígenas no era fácil de lograr, con lo cual los Cabildos muchas
veces estaban sujetos a grandes vaivenes internos. Finalmente
aparecen desde 1626, instalados definitivamente en las
reducciones.
Las autoridades del Cabildo eran elegidas anualmente. Los
nuevos cabildantes eran elegidos por la mayoría de votos de las
autoridades salientes . En la época previa a las elecciones los
concejales se reunían y deliberaban en relación a quienes podían
ser las nuevas autoridades y esta lista se presentaba al sacerdote
mayor. El párroco podía aceptar la lista talcual como se la
presentaban o sugerir algún cambio en la misma. Una vez
aceptada la lista se daba a conocer al gobernador de la
jurisdicción dentro de la que estaba la reducción para obtener la
aprobación final.
Los cargos que componían eran los siguientes: - Un corregidor –
este cargo era el único elegido directamente por el gobernador,
cuyo nombre era sugerido por los sacerdotes jesuitas. Era un
cargo vitalicio y en algún caso por cinco años. Era la autoridad
civil superior y presidente del Cabildo.
- Un teniente corregidor – que oficiaba de suplente del
corregidor.
- - Dos alcaldes ordinarios o Ibirayarucu – eran la segunda
autoridad en la misión. El corregidor y los alcaldes se
ocupaban de la justicia en todas sus ramas y de la
administración interna y externa (con otros cabildos). Los
alcaldes ejercían su autoridad directamente sobre el
pueblo. Pueden decidir pleitos, imponer algunas penas,
cobrar multas, fiscalizar la tierra y su uso.
- Dos alcaldes de la hermandad – Tenían las mismas tareas y
autoridad que los alcaldes ordinarios, pero trabajaban en
lugares apartados del pueblo. No podían dar castigos, en
caso que fuese necesario debían traer al infractor al
pueblo.
- Un alférez real – Era el que llevaba el estandarte real en los
días de festejo o conmemoraciones.
- Cuatro regidores o Cabildoiguara – Integraban el Cabildo y
concurrían a los acuerdos.
- Un mayordomo del pueblo o Procurador – Cuidaba los
bienes del tupambaé ayudado por los indios que oficiaban
de contadores, fiscales y almacenes.
- Uno o dos Alguaciles mayores – ejecutaban las órdenes del
Cabildo.
- Un secretario – realiza el trabajo escrito, sea redactar actas,
acuerdos etc.
En cada reducción existía un cuerpo de policía o vigilancia y
los mismos padres realizaban recorridas por el pueblo. En la
noche se realizaban tres recorridas. El día comenzaba a las
cuatro de la madrugada para los sacerdotes, con sus oraciones
y ejercicios espirituales, antes de las cinco se tocaba el
comienzo del día para todos. La primera actividad es la misa.
Se trabajaba hasta las doce, que se almorzaba y había una
breve pausa. La tarde continua con las labores agrícolas o de
oficios, según la época del año. El día finalizaba a las ocho en
invierno y a las nueve en verano. Después de esa hora no se
podía andar por las calles. Antes de cenar se impartía
catecismo a los niños y adultos que lo necesitaran. La fecha y
festejo de Corpus Christi, que muchas veces se hacía en el día
de Pascua, marca el inicio de la siembra y cuidado de la tierra
que se extendía hasta Navidad. En la época de la cosecha se
realizaban diversos festejos.
Las penas más comunes establecidas por el incumplimiento de
las normas eran los azotes y estos dependían de la falta
cometida. Existía la cárcel para los delitos mayores, siendo la
pena máxima la “cárcel perpetua” que en general no superaba
los diez años. A las reducciones no entraban ni las leyes
coloniales ni las antiguas leyes indígenas. Este reglamento
legal propio de las reducciones fue un elemento vital más que
debieron articular sacerdotes e indígenas y también indígenas
entre sí mismos.
El cuidado personal y la higiene eran aspectos muy atendidos
en la comunidad, por ejemplo se construían retretes, los que
eran debidamente mantenidos. Las enfermedades más
comunes entre los indígenas eran los parásitos por comer
carne semi cruda, los que se combatían con un preparado de
hojas de tabaco y una especie de fiebre palúdica muy grave
pero que se combatía. En cambio la viruela y el sarampión,
traídos por los españoles resultaron letales para los indios.
Solo en estas épocas de epidemias se instalaban hospitales
permanentes, las enfermedades comunes se atendían por
conocedores de la medicina, sin necesidad de un
establecimiento permanente. La medicina guaraní era de
origen natural, basada en el conocimiento de las hierbas y
plantas de la región. Quienes conocían y practicaban la
medicina eran los chamanes. Los jesuitas aprendieron de
estos, no solo las propiedades de las plantas sino como
aplicarlas e incluso los ritos que a veces se utilizaban en las
curaciones . Lo sugestivo en esta medicina era muy
importante, el médico que generalmente era el chaman debía
estar convencido del éxito de su procedimiento y convencer al
paciente. No era una curación solo física sino también del
espíritu, ya que era este quién realmente había sido atacado y
su manifestación se daba en el cuerpo físico. Los jesuitas
aprendieron y utilizaron muchas de las técnicas y remedios
guaraníes, por ejemplo la técnica Suvá o chupar o succionar
levantando la parte enferma extrayendo lo que estuviese
produciendo el dolor o infección. Aplicaban también ventosas
con porongos y calabazas. El sol, el calor, la tierra,el agua, la
naturaleza toda tenía propiedades curativas. En este camino
de evangelización los jesuitas supieron lo valioso de la
medicina natural guaraní, la estudiaron, incorporaron e
intentaron continuar mejorando. Para esto se hicieron parte
de ella.
Desarrollo de las actividades artísticas.
La escuela ocupaba un lugar muy importante en las
reducciones. Los niños aprendían, además de la doctrina
letras y ciencias. A los hijos de los caciques y grupo dirigente
se les preparaba para los cargos de dirección y se les
enseñaba lengua española e incluso en algunas ocasiones
latín. La escuela comenzaba a los siete años. Las escuelas se
ubican en el primer patio del lugar de los padres. Los maestros
son los sacerdotes y también los indígenas que ya aprendieron
el oficio. Hay escuelas de leer y escribir, de danzas, de música
y de oficios mecánicos. Acuden a las escuelas los hijos de la
nobleza del pueblo pero también cualquier otro niño si sus
padres lo piden.
Técnicas agrarias muy especialmente , también “artes nobles”
(pintura, escultura) y “artes mecánicas” (platería, herrería,
carpintería, construcción), eran parte de los enseñado en este
sistema autosuficiente.
La música y la danza tenìan un importante lugar en la vida
guaraní antes de las reducciones y en estas se mantuvieron y
transformaron estas artes. Sacerdotes e indígenas llevaban
dentro de sí a la música como elemento espiritualizador
elevado. Todas las misiones tenían grandes orquestas y coros,
integrados por indios cantores y músicos. Las misas cantadas
eran las ceremonias más frecuentes donde estos coros
participaban pero no las únicas ya que se celebraban varias
fiestas religiosas durante el año.
“Los guaraníes cantaban diariamente durante la misa,
acompañados del órgano y demás instrumentos. Por la tarde
después del Rosario, se entonaba un breve motete en honor
del Santísimo Sacramento y de María, la Madre de Diós al cual
respondía todo el pueblo.” (José Manuel Permás S.J).
En la vida de reducción las danzas eran casi exclusivamente
para niños, ni hombres ni mujeres adultos participaban de
ellas. Los niños al ser los protagonistas de las danzas religiosas
conservan en estas un espíritu sano e inocente más cercano a
lo divino y que en los adultos requiere otro trabajo el
mantenerlo. Las danzas eran verdaderas representaciones
artísticas. Representaban escenas de la literatura religiosa. Por
ejemplo el triunfo del Arcángel Miguel sobre el dragón, o
batallas vencidas a los moros en España. Las máximas
celebraciones eran Corpus Christi y Semana Santa.
Milicia en las misiones.
La población de las misiones jesuíticas conformaron
verdaderos ejércitos militares. El pueblo guaraní fue desde
siempre guerrero y conquistador. La Compañía de Jesús
llevaba en su piedra fundacional el sentir guerrero y militar.
Como ya se hizo mención los jesuitas luego de largas gestiones
consiguen armas de fuego para implementar en las misiones.
El argumento principal eran los ataques bandeirantes. Las
inquietudes que se debatían ante el armar o no a los indios
misioneros era por ejemplo la desconfianza de que ellos
mismos se revelaran contra España, incluso desde el gobierno
dudaban de los propios jesuitas y que ellos mismos incitaran
esta revolución. Finalmente debieron descartar esas dudas
ante la realidad que se les imponía.
Las bandeiras representaban para los jesuitas el continuo
flagelo y extermino de hacia la población indígena y la
destrucción de los pueblos construídos. Para la Corona
española tenían un doble significado, por un lado compartían
la inquietud jesuítica ya que los reyes predicaban el cuidado
de los indios, y por otro y mucho más importante para ellos es
que representaban el incansable avance portugués en sus
tierras.
Los portugueses violaban permanentemente los límites con
España, buscando, se supone, oro, riquezas y de ser posible
llegar a Perú.
El armar a las poblaciones de las misiones y permitirles, en
cierta forma, armar su propio ejército era asegurarles su
propia protección y también salvaguardar las fronteras con
Portugal.
La corona española realizaba expediciones de vigilancia en
territorios aún sin poblaciones urbanas, como la Banda
Oriental, para controlas que los portugueses no estuviesen
allí, y en estas expediciones el ejército guaraní participaba
activamente. La ubicación de las misiones formó una
verdadera barrera de contención para el avance portugués,
especialmente en los territorios al norte de Montevideo y
Buenos Aires.
Los guaraníes formaban parte de puestos de guardia militares
fijos instalados en diferentes lugares del territorio español en
la zona del Río de La Plata.
En el SXVII estos ejércitos guaraníes misioneros toman parte
en la mayor parte de las luchas armadas que se desarrollan en
el Río de La Plata, así como también en los diferentes sitios a
la Colonia del Sacramento.
Entre las directivas que los jesuitas impartían a los indígenas
se incluía el adiestramiento militar en lo físico y en las armas.
Cuando ingresaban los cabildantes en sus funciones también
lo hacían los militares en sus puestos. El jefe de los militares
era el Corregidor del pueblo, que en lo militar asumía el cargo
de capitán de la milicia. Todos estos cargos eran asumidos por
la población indígena, pero los jesuitas no solo llevaron
adelante la iniciativa del proceso de armamento de los
mismos sino que también enseñaron tácticas y estrategias
militares. Los padres participaban activamente en las
decisiones del combate.
El triunfo de Mboreré y los que le sucedieron de los guaraníes
frente a los bandeirantes fueron decisivos para que la corona
española apoyara a los jesuitas en la formación de las milicias.
Es a partir de estos triunfos que queda manifiesto el enorme
potencial de estos ejércitos como defensa territorial española.
El padre Antonio Sepp describe a comienzos del SXVIII “ Cada
pueblo pone al menos cuatro regimientos en pie de guerra, y
cada regimiento tiene sus capitanes, sargentos, piqueteros,
alabarderos, arqueros, mosqueteros, tiradores de lazo, gente
armada de escudos y mazas, exploradores…”
En principio los altos cargos militares eran dados a los
caciques, pero más adelante, esta organización se modificará.
Dos situaciones debieron corregir los jesuitas (que siempre
sostenían al “buena autoridad” por encima de todo rango),
primero separar las autoridades civiles de las militares y no
dar estas últimas a los caciques (que rápidamente retoman
sus hábitos militares antiguos), para evitar los abusos entre
estos y sus súbditos y ordenar las milicias formando cuerpos
de no más de 50 hombres.
El alto requerimiento por parte de las autoridades del
gobierno que tuvieron estos cuerpos militares, generó
diversas consecuencias.
Los indígenas vieron como los jesuitas los instruyeron y
lucharon junto a ellos en la defensa de sus derechos. Pero por
otro lado significó una baja importante en la población de las
reducciones y con ello se alteraron todas las actividades en la
vida de la comunidad. Al haber menos población había menos
gente para realizar todas las tareas, las que se vieron
reducidas. En solo 3 años de” 1732 a 1735 fueron pedidos y
utilizados alrededor de 13.000 indios para diversos servicios
militares” (L. R . Gonzalez )
Finalmente en 1750 con la firma del tratado de Madrid entre
España y Portugal el comienzo del fin se abre para la historia
de la Misiones Jesuìticas .
Conclusiones
Adentrarse en el universo creado por los misioneros es
encontrarse con una historia donde “el ser humano” aparece
como protagonista. Esforzarse en nombrarlo de utopía,
comunismo, o ansias de poder es absolutamente inútil y en
algunos casos hasta increíble, lo cierto es que hay valores y
formas de vida que siempre han sido solo teòricas para el
hombre , porque luego lo que más pesa es el individualismo y
el poder propio. Cuando las cosas escapan a esas
motivaciones enseguida se esfuerzan por buscar “dónde
estará la trampa”……. es necesario un altísimo amor al prójimo
y mucho valor, o dicho de otra manera, un ideal espiritual que
afirme y ennoblezca al ser humano, para desarrollar una obra
como la que los jesuitas realizaron en América.
Si los guaraníes realmente se convertían y tomaban a Cristo
como su Diós, quizás nunca lo sabremos, pero estas misiones
se alzaron como el único lugar donde estaban “a salvo” y eran
tratados “como seres humanos”, ya que de hecho estàban
rodeados de la implacable crueldad y codicia de los
portugueses y de los encomenderos. Es imposible pensar en
lo que pasó sin tener en cuenta el contexto de la época y lo
que este significaba para la población indígena.
Con manifestaciones muy diferentes tanto jesuitas como
guaraníes tenían grandes puntos de encuentro en los valores
que sostenían sus comunidades. Siendo ellos la solidaridad, el
respeto, el valor, la lucha y una religiosidad que conducía sus
vidas y en la que también tenían coincidencias.
Al observar el desarrollo artístico plasmado en la imágenes
religiosas talladas, impresiona ver la suavidad y dulzura en las
líneas y rasgos de las mismas, es como si estas esperaban por
el pueblo guaraní para “aparecer”. Estas imágenes resultan
más cercanas al espectador que las imágenes de las
imponentes iglesias y catedrales pomposamente “cristianas”,
llevan impresas el sello de la humildad y amor guaraní.
Si estos valores existen de manera cierta en el corazón de los
hombres aparecerá un sano amor que puede sostener las
diferencias aparentes que existan entre ellos, demostrando
que pueden convivir en paz.

Bibliografía
“En busca de los orígenes perdidos” Luis Rodolfo Gonzalez
“La organización social en las doctrinas de la Compañía de Jesús”
Pablo Hernández S.J.
“Guaraníes y Paisanos” Luis Rodolfo Gonzalez
“El lugar del indio en el derecho indiano” Hector Grenni –
Universidad de El Salvador 2007.
“EL guaraní conquistado y reducido “ Bartomeu Meliá
“La conquista espiritual de Montoya” Ernesto J.A Maeder.
“La medicina guaraní” Dr. Moisés Santiago Bertoni.
“ Paracuaria” Paul Frings / Josef Ubelmesser
“La vida cotidiana de los indios y jesuitas en las misiones del
Paraguay” Maxime Haubert

Вам также может понравиться