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CAMERON, A.

: “El mundo mediterráneo en la Antigüedad Tardía”

Durante los ochenta años transcurridos aproximadamente entre el denominado Edicto de Milán
(313) y la promulgación de la legislación antipagana de Teodosio I (391-392), la Iglesia cristiana
y sus obispos fueron ganando una posición fortísima dentro del estado romano. Por aquel
entonces el cristianismo constituía un factor muy importante dentro de la sociedad en general,
aunque todavía estuviera muy lejos de ser la religión profesada por la totalidad de la población.
Y precisamente la importancia concedida al fenómeno de la cristianización en todas sus formas
constituye una parte importante del moderno concepto de «Antigüedad tardía».

Sabemos de la existencia en esta época de numerosos obispos influyentes, cuyo poder se


extendía más allá del ámbito que en la actualidad consideraríamos puramente religioso; el
precedente lo sentó el propio Constantino, al concederles jurisdicción secular, y así en
determinadas zonas alcanzaron una hegemonía que fue incrementándose a medida que iban
aumentando las dificultades con las que chocaba el mantenimiento de la administración civil.
Con el transcurso del tiempo la importancia de los obispos, lejos de disminuir, fue aumentando
más y más. Por lo general procedían de las clases altas más cultas y a menudo habían recibido
una esmerada educación en el terreno de la retórica clásica, que seguía constituyendo el núcleo
esencial de la enseñanza superior. Dada la confusa situación reinante en Occidente durante el
S.V, los obispos se vieron a menudo desempeñando el papel de defensores de los valores de la
civilización. Y, a lo largo del S.VI, fueron adaptándose a las necesidades impuestas por los nuevos
amos de la situación.

La importancia cada vez mayor del papado, evidenciada en el caso de Gregorio Magno (490-604)
fue asimismo fruto no sólo de la situación política de la época, sino también de la habilidad y la
energía personal de la que hicieron gala muchos otros obispos. Era natural a todas luces que la
diócesis de Roma ocupara una posición eminente, tanto en el ámbito de la autoridad secular
como en el terreno religioso; igualmente el patriarca de Constantinopla, si bien no era
técnicamente superior a los otros patriarcas de Oriente, tenía siempre la posibilidad de
intervenir de un modo más personal en la política estatal y de mantener una relación más
estrecha con el emperador.

TEÓRICOS + FUENTES

El cristianismo ya había sido oficialmente aceptado, había dejado de ser religio elicita para pasar
a ser religio licita, aceptada jurídicamente; se habían devuelto propiedades, bienes, pero era
sólo una religión más en el ecléctico mundo romano. A partir de una serie de acciones por parte
de Teodosio, fundamentalmente el Edicto de Tesalónica, el Imperio Romano se convierte en
Imperio Cristiano oficialmente. A partir de esto es que el paganismo finaliza oficialmente para
siempre, aunque es necesario hacer algunas digresiones en cuanto al mundo rural: el mundo
pagano fenece oficialmente sobre todo en las ciudades, hay edictos promulgados por Teodosio
que hacen cerrar los templos paganos, perseguir prácticas de este origen, etc. Ahora se logra
una cohesión ideológica política legitimada por esta religión triunfante, que aparecería por fin
como una religión legítima. La ciudad es un ámbito donde el cristianismo pesa con fuerza, pero
en las periferias rurales y algunas zonas (como el norte de la Galia) el paganismo estaba en auge:
había islas en los campos, en los bosques, en donde el paganismo subsistía. Lo que hay que tener
en claro en este punto es que, en general, es la ciudad, el fenómeno urbano, el que reproduce
el poder con claridad y eficacia y que los senadores, transformados en obispos, ayudan a
mantenerlo y reproducirlo. Los campos y las periferias, por el contrario, se van a ver todavía
influidos por este paganismo.

Uno de los conflictos característicos de esta etapa va a ser la tensión creciente entre los obispos
y el emperador. La Iglesia iba imponiendo su poder en los centros urbanos, y ahí es cuando
evidentemente empiezan las controversias sobre el control del poder y se van dando cuenta de
que la silla episcopal tiene una cierta densidad. La Iglesia quiere que el emperador dependa de
ella y el emperador quiere dirigir los concilios y meterse en los problemas de la Iglesia. Entonces,
¿cuál es la solución? Acá aparecen las mujeres como puente, ya que la mayoría de los senadores
perduran como paganos debido a que quedan como ciudadanos completos de derecho,
participan del cursus honorum, acceden a las magistraturas, al poder militar, al control de la
tierra, de las prebendas. Acá la condición de pagano es algo que trasciende lo religioso, es una
cuestión que nace en el seno de estas familias que desde hace siglos venían controlando el poder
y la acumulación de riquezas. Ser ciudadano pleno significaba ser pagano; ser cristiano, no ir a
la guerra, la doctrina cristiana habla de paz, no de violencia. Y acá se da un juego interesante: si
quiero perdurar en el control del estado, entonces no me cristianizo1.

Algunos ejemplos de obispos pueden ser Ambrosio de Milán, Fulgencio el africano o Gregorio
Magno, Gregorio el grande, que para algunos es el primer Papa. Hombre de la Iglesia, en su
epitafio llamado cónsul dei, cónsul de Dios: un término político romano, porque también es un
hombre político y no es casual: le preocupa lo teológico, le preocupa el dogma, pero le preocupa
el control de las regiones, no sólo en relación a su evangelización. También le preocupa el control
de las tierras, el control patrimonial, de aquellas familias que pertenecían a la élite. Es un obispo
vinculado a lo social, a lo político y a lo económico2, tal como dice Ramón Teja: el obispo
tardoantiguo es poliédrico, es un cuerpo con muchas caras. Es hombre piadoso, sin dudas, pero
también le preocupa lo social, es hombre especulativo, quiere el control del poder, es hombre
que también mira lo económico. Y es uno de los grandes temas del período. Los obispos del
período (entre el S.IV y el S.VI) deben ser considerados como si fueran síntesis de ese
traspasamiento del poder senatorial de las élites locales a las cátedras episcopales. Estas
cátedras se convierten en una manera de retener el poder y reproducirlo.

En Gregorio, en particular, es interesante analizar que tiene tres niveles discursivos:

a) Un nivel teológico, en obras morales (que se pueden vincular a Hobbes) como Las
Homilías.
b) Tiene las cartas, de un nivel intermedio, cuidado, dirigido a ciertos sectores diversos de
las distintas comunidades.

1Fraschetti plantea la idea de que Constantino, si bien estaba romanizado, cuando llega a Roma siente el desprecio
de una élite soberbia, que en realidad se refugia en el paganismo para decir “nosotros somos los más antiguos”. En
realidad no es que el paganismo aparece luchando contra el cristianismo: son las élites de occidente que veían a
Constantino como una especie de palurdo, un milico un tanto rústico, era muy snob el mundo romano.
2 Para un ejemplo de esto se puede citar cuando los longobardos pusieron sitio a Roma, momento en el que Gregorio,
como hombre de fortuna, compra al Rey y al ejército con un pago muy importante para evitar el saqueo y la
destrucción de la ciudad.
c) Y hay algo que es muy interesante y que en la actualidad se lo estudia como una
expresión, si cabe -el término es muy polémico para la época- de “cultura popular”, los
diálogos.

Es decir, tenía un discurso para las jerarquías y un discurso para las comunidades. Los diálogos
son un conjunto de historias sobre milagros, demonios, apariciones, monjes, donde hay diálogo
entre Gregorio y un monje que se van haciendo preguntas. Uno de los valores de los diálogos es
que estableció reglas sobre cómo debía funcionar un monasterio. Ahora bien, ¿qué lo llevó a
desarrollar este tipo de práctica escrituraria más simple? Esto tiene que ver con su ambición de
rol dirigente, ahora sí, en el plano religioso. Los diálogos forman parte de un intento de Gregorio
frente a esta dispersión que tiene Italia (los escribe entre longobardos, disputas con el imperio
oriental, con los emperadores bizantinos) para lograr un cemento, una cohesión, tomando las
tradiciones, leyendas, milagros que mezclan realidades históricas con supersticiones. Pero,
como hombre letrado, hombre político, la simpleza de su escritura en los diálogos no es por
torpe, sino que busca los mecanismos de adaptación para que estos diálogos circulen y le den
cohesión al mundo itálico en un momento en que este se encuentra especialmente
fragmentado.

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