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Dentro de los fenómenos propiamente humanos que no podrán ser incluido en los
fenómenos animales encontramos la risa y el juego; son ambos expresiones de bienestar
y alegría interior o captando lo ridículo y lo desproporcionado; verdaderamente los
animales expresan euforia con gestos corpóreos, pero no se igualan a la risa ya la alegría
puesto que son percepciones de índole racional que captan la armonía o la desproporción
entre medios y fin, la risa también es un modo de comunicación, la tensión liberada por el
rostro al reírse se es un gesto propio del hombre, comunicando alegría y gozo, en la
opinión de Aristóteles y los escolásticos, consideran la risa como “accidente propio y
específicamente humano que va unido en su naturaleza, por ello algunos llaman al
hombre animal risible.
Los actos del hombre y los actos humanos, son términos que los clásicos han
determinado, el hombre actúa por necesidad, o por sus paciones con o sin suficiente
reflexión, estos son los actos del hombre, el sujeto propio de estos actos es el hombre,
son en cambio los actos humanos, los que el hombre realiza en cuanto es hombre,
expresando su especificidad, procediendo de manera reflexiva, racional es decir de
manera libre, estos actos se hacen por medio de la advertencia intelectual y con el
suficiente dominio de si mismo. A este respecto santo Tomas el opina que son
propiamente humanas en cuanto es hombre, puesto que las creaturas irracionales son
dueños de sus actos, que son propiamente humanos y que hace en su facultad de si
voluntad la razón; también teniendo en claro que se pueden llamar propiamente humanas
pues proceden del mimo hombre. Por su parte Wojtyla, en su obra persona y acto,
completa o por lo menos amplia cuando afirma que es mas bien acto de la persona y no
acto humano, el acto revela la persona y se demuestra libre.
Esta seria la medida del instinto radical de todos los valores, lo que eleva al
hombre es bueno aun el sentimiento de poder y el poder mismo, así pues es contrario lo
que proviene de la debilidad del poder mismo, la felicidad seria la conciencia de esta
misma lucha, de guerra y de dominio de allí es necesario cambiar el paradigma anterior
de la esclavitud el cristianismo y promulgar los valores de la vida para que aparezca el
superhombre, libre de los valores del grupo, auto creando valores y dueño de la voluntad,
exuberante de poder. La obra de Nietzsche ha sido diversamente interpretada en
especial cabe traer a colación la de Heidegger, cuando determina que busca Nietzsche la
aniquilación de metafísica, quiere eclipsar el ser para dar paso al triunfo de los entes y la
voluntad de poder versión contemporánea es la omnipotencia de la técnica; estas ideas
fueron reivindicadas por el Nacionalsocialismo dando cabida a una amala interpretación de
Nietzsche.
ARQUIDIÓCESIS DE BARQUISIMETO
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DIVINA PASTORA
DECANATO DE FILOSOFÍA
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
IV SEMESTRE
La presencia del hombre y los vestigios históricos demuestra que había una
concesión de espíritu, también de Saber y de ciencia por lo tanto hay desde los vestigios
antiguos una forma de remontarse al saber humano y de la idea de Divinidad, la
conciencia de Divinidad ha hecho del hombre un ser religioso, por medio de su reflexión
se ha involucrado y se sabe bajo la participación de este poder divino de esto
trascendente que lo arropa a él y aun se hace presente dentro de las dimensiones
humanas, este motivo, lo que se transforma en las fases de la evolución de la
humanidad, es la relación del hombre con la Naturaleza. Esto se puede enmarcar dentro
de la referencia que da Auguste Comte, en la ley de los tres estadios estando
determinada en la del primero el Estadio teológico y teniendo especial énfasis en las
premisas: El ser espiritual del hombre en la Naturaleza. Relación dominadora del hombre
en el mundo. Relación religiosa del hombre con la Divinidad.
Para llegar a darse cuenta y realizar un giro el hombre que se hacía moderno ha
necesitado siglos. El hombre vuelve al antiguo plan del mundo acreditado, para establecer
la síntesis entre lo heredado y lo venidero, pues lo antiguo era una visión del mundo, que
había influido en la concepción del ser del hombre y del cosmos. Y más aún de la relación
de ambos con Dios. Al no ser la tierra el centro del universo, entre lo de arriba y lo de
abajo, el hombre tampoco es el centro del mundo en el sentido que era antes, teniendo
por debajo la piedra, la planta y el animal y por encima el mundo puramente espiritual de
los ángeles. En su lugar aparece, como nuevo centro de reposo el sol, la fuente natural de
vida y cultura y se pretende conservar un nuevo estoicismo místico-cosmológico. Pues el
estoicismo desde la antigüedad ha ofrecido explicar la realidad del mundo a la vez como
física y espiritual y también como científica y religiosa a la vez. Goethe pudo cultivar la
ciencia natural, sin tener que abandonar su relación con la Naturaleza, veneradora al
modo antiguo y casi religiosa. Con Schelling, todo se hace más maduro en su identidad de
lo ideal y lo real pervive el paralelismo estoico, incorporándose los resultados de la ciencia
en una Naturaleza Ideal, vista como jerárquica, por ser antropomórfica.
La relación con Dios da a cada persona espiritual su dignidad y libertad, desde este
punto de vista se puede considerar una persona. Solo puede ser conocida por el Yo
porque este está abierto ante el Tu Absoluto. La dificultad máxima de toda filosofía es la
intersubjetividad, el auténtico encuentro solo puede tener lugar en Dios y en presencia de
Dios, allí donde personas participan de la misma especificidad y libertad por su común
apertura a Dios, quedando abierta una a otra. Una teoría del conocimiento del encuentro
entre hombre y hombre solo puede fundamentarse religiosamente. Tal es el precio a pagar
cuando se deja de considerar al hombre, como una Naturaleza (cosmológicamente), no
viéndolo como un sujeto de conocimiento. Su apertura al mundo hace del el, aquel que
dota de sentido a los objetos.
La ley del Ser no existe a mano como la ley del intelecto agente inmanente y
siempre ardiendo, y que al espíritu para conocer, no le basta con hacer brillar su propia
luz, iluminando con ella los objetos de este mundo sino que esta remitido a una gracia, a
una Revelación y apertura, señal de que el espíritu tiende a pasar más allá de los límites
de lo profano hacia el dominio en que Dios se hace visible. Pero ocurre la luz del espíritu
con su espontaneidad nunca la podremos separar bien de esa suprema luz, y eso
constituye la espiritualidad del espíritu, su trascendencia va más allá del mundo. Es
imposible contar a Dios como uno más entre los diversos bienes que el hombre tiene en el
mundo, como el bien final a que el hombre debe tender naturalmente, en cuanto que es
naturaleza espiritual. Ese evos hacia Dios es lo más hondo en el hombre.