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La compra conciente

Hablar de “comercio justo” puede ser para algunos una mera


ingenuidad, hoy el acto de comprar y vender se ha vuelto tan
mecánico y anónimo que es díficil encontrar un signo, un gesto
detrás de lo que hemos comprado. Sin embargo, hay un movimiento
que busca devolver esa humanidad perdida en las relaciones
mecantiles.
El término “comercio justo” se puede definir de muchas maneras,
para la IFAT (Federación Internacional de Comercio Alternativo),
organización que reúne a 148 organizaciones de todo el mundo,
comercio justo es : “una asociación comercial que se basa en el
diálogo, la transparencia y el respeto y que busca una mayor
equidad en el comercio internacional. Contribuye al desarrollo
sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y
garantizando el cumplimiento de los derechos de productores y
trabajadores marginados, especialmente en el Sur. Las
organizaciones de CJ (respaldadas por los consumidores) están
comprometidas activamente y prestando su apoyo a los productores,
despertando la conciencia pública y luchando por cambiar las
normas y prácticas habituales del comercio internacional.” Como se
puede ver es un movimiento que pone el foco en un comercio más
equitativo, donde todas las partes que intervienen tengan su justa
retribución.

Hitos en la historia del comercio justo


Se pueden encontrar los orígenes de este movimiento en la
comunidad menonita, la más antigua de las iglesias evangélicas
protestantes. A fines de los años 40, el Comité Central Menonita fue
uno de los primeros en desarrollar acciones para mejorar la calidad
de vida de las comunidades pobres. Fundaron en Estados Unidos
una tienda de artesanías donde vendían la producción de artesanos
latinoamericanos. En Europa, un directivo de la organización Oxfam
(organización mundial que lucha contra la pobreza y la injusticia),
comienza a vender en Londres, durante los años 50, las artesanías
que producen los refugiados chinos. A nivel gubernamental, en el
año 1964 se desarrolla la primera “Conferencia de Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo”, y bajo el lema “Comercio, no ayuda”
se plantea la necesidad de mejorar las condiciones de
comercialización entre los países ricos y pobres. Luego el
movimiento se expande por Europa, y en 1969 aparece la primera
tienda dedicada exclusivamente a CJ en Holanda, en un pequeño
pueblo llamado Breukelen. La tienda se llama “Max Havelaar”, en
honor a una novela holandesa que relataba las injusticias que se
cometían con la comercialización del café en Indonesia. Más tarde se
produce el proceso de sistematización e institucionalización del
movimiento, nacen las grandes federaciones que nuclean y certifican
a los pequeños emprendimientos. Entre otras, la ya nombrada IFAT,
EFTA (Asociación Europea de Comercio Justo), FLO (Organización
Internacional de certificación de CJ) y NEWS (Red de tiendas del
mundo en Europa).
La mirada argentina
Para Dolores Bulit, de la Red Argentina de Comercio Justo
(organización a más de 30 entidades en el país), este fenómeno “es
una forma de comercio alternativa que pone el foco en los
productores y sus condiciones de vida. Propone el pago de un precio
justo, a través de una forma de comercialización que valoriza sus
productos, promueve la sustentabilidad de la actividad, respeta los
valores culturales de la comunidad productora y promueve el
desarrollo social”. Bulit lleva años luchando por fomentar este
movimiento en la Argentina, y destaca cuáles son los objetivos
puntuales del CJ:
• Generar oportunidades para productores marginados y en
desventaja frente al comercio tradicional. Es una estrategia
para aliviar la pobreza y promover el desarrollo sustentable.
• Fomentar un manejo transparente y respetuoso de las
relaciones comerciales.
• Promover la independencia de los productores y apoyar el
desarrollo de sus herramientas de comercialización y acceso a
nuevos mercados.
• Asegurar el pago de un precio justo a los productores, fijado
por medio del consenso y el diálogo con los productores. No se
trata de cubrir solamente los costos, sino también de promover
la producción social y ambientalmente responsable. Se
asegura un pago a tiempo y, preferentemente, el acceso a la
prefinanciación.
• Impulsar la igualdad de género a través del principio de igual
pago por igual trabajo para hombres y mujeres.
• Asegurar unas condiciones de trabajo seguras y dignas y
rechazar el trabajo infantil.
• Promover las prácticas de producción sustentables y
responsables para proteger el medio ambiente.

“Cada vez que compramos o vendemos algo, estamos en


relación con un montón de gente: con el productor primario,
con el dueño de la tierra, con todos los que le agregan valor
a la materia prima para convertirlo en el producto que
consumimos, con el empresario, con los que están
presentes en la distribución y comercialización, con los que
hacen la publicidad, con los bancos que financian, etc, etc.
Sin embargo, parece que uno se relacionara sólo con el
almacenero o con la cajera del supermercado, porque todo
el resto queda oculto. Entonces parece que lo que se
compra o se vende es bueno o malo en sí (mala calidad,
buen precio, lindo envase, no rinde, etc.) pero se hace difícil
pensar a las mujeres y hombres y a los procesos que hacen
posible que un producto llegue a nuestras manos. Y esto
nos pasa todos los días. Todos los días compramos,
consumimos, usamos, vendemos. Todos los días somos
parte de este sistema” (Puente del sur)

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