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¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba. Y, deforme
como era, lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo.
PRÓLOGO
He devorado literalmente este libro de José María Verlinde. Ya conocía al hombre y al sacerdote que hay en él desde los tiempos
en que seguí su tesis para el doctorado en la Universidad de Lovaina. Pero no sabía prácticamente nada de su itinerario anterior
a través del hinduísmo, el budismo, el yoga y la Nueva Era. José María era fiel a la norma de discreción que se había dado a sí
mismo en aquella época de su vida y que ahora evoca en la parte autobiográfica de su libro. Al leer estas páginas, me he vuelto a
encontrar con el sentido pedagógico y con el rigor científico, filosófico y teológico que ya pude apreciar en el estudiante de aquel
entonces y que hoy fascinará al lector de la obra maestra que es este libro.
El hinduismo y el budismo, al igual que la fe cristiana, cultivan la interioridad para evitar que el hombre se pierda en la vanidad.
Pero mientras aquellas dos primeras sabidurías llevan al interior de uno mismo únicamente para disolver el yo personal en un
Vacío indiferenciado, el cristiano entra en sí mismo con el solo fin de comunicarse con el Maestro interior que lo invita a crecer
uniéndose con Él por amor. Ab exterioribus ad interiora et ab interioribus ad superiora, decía san Agustín. Desde la dispersión
exterior hay que pasar a la interioridad del santuario íntimo de la persona. Pero para descubrir allí al Señor, sumamente amable
y adorable, que transciende a la vez el mundo y nuestro yo y que, en Jesús, ha venido a salvar este mundo y a transfigurar
nuestro corazón.
Con enorme respeto y con muchos matices, José Maria Verlinde analiza, con un lenguaje sumamente sencillo, las grandes
sabidurías de Oriente y las confronta con la verdad de Cristo. Es éste uno de los debates más importantes de nuestro tiempo.
Pero aquí no estamos ante un debate meramente académico. Esa confrontación el autor la ha vivido en lo más hondo de su alma
y de su cuerpo. Y nos ofrece un testimonio vivo, al mismo tiempo que una reflexión rigurosa sobre el tema.
Personalmente, me he sentido presa de una profunda emoción al leer estas líneas en las que se cuenta cómo el resplandor
amoroso de Cristo y el nombre misericordioso de Jesús volvieron a invadir de pronto, y ya para siempre, el corazón del autor -él
sí lo espera- y lo purificaron, en medio de las lágrimas, de todas las traiciones pasadas. Así, creo yo, actuará Jesús cuando venga
en su gloria: inundará por dentro y por fuera los corazones -los que nunca le conocieron y los que lo ignoraron- con una
manifestación tan clara de su presencia, que, con toda la espontaneidad de nuestro ser, nos postraremos ante la humilde
Majestad de ese Amor que tanto nos amó desde siempre y al que nosotros hemos tardado tanto en amar. ¡Tarde te amé,
Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! (san Agustín).
Este libro va a hacer mucho bien. Y precisamente por eso, muchos lo criticarán. Estas páginas, escritas con gran competencia
científica pero también con la sangre de una experiencia vital, conmoverán los corazones, sobre todo los de los jóvenes. A mí
mismo me ha emocionado su lectura. Al volver la última página, me vinieron a la mente aquellas palabras de Paul Claudel que
tanto me marcaron en mis años jóvenes cuando andaba buscando la verdad:
Bendito seas, Dios mío, que me has liberado de los ídolos; y que has hecho que no adore en lugar de a ti, único Dios, a Isis o a
Osiris, o a la Justicia, o al Progreso, o a la Verdad, o a la Divinidad, o a la Humanidad, o a las Leyes de la naturaleza, o al Arte, o
a la Belleza... Y que no has permitido existir a todas esas cosas, que no son o que son el vado que ha dejado tu ausencia. Yo sé
que tú no eres un Dios de muertos, sino de vivos...
¡Señor, yo te he encontrado! El que te encuentra ya no soporta la muerte.
Mons. André-Mutien Léonard, Obispo de Namur (Bélgica)
INTRODUCCIÓN
PADRE JOSÉ MARÍA VERLINDE, HAY QUIEN DICE DE USTED QUE «ANDA MARIPOSEANDO» POR LOS DIVERSOS
CAMPOS DE CONOÁMIENTO DEL HOMBRE. ¿SE RECONOCE USTED EN ESA IMAGEN?
El que «mariposea» nunca es adulador, pero cuando yo repaso el curso de mi vida, me veo obligado a admitir que he recorrido
caminos muy diversos, por los que no he vacilado en embarcarme de manera radical. Por una parte, esa actitud se debe sin duda
alguna a mi temperamento, pero creo que también ha tenido algo que ver en ello el contexto cultural tan convulsionado en el que
he llevado a cabo mi búsqueda: la década de los 60 fue una época de grandes cuestionamientos en todos los ámbitos, que hacían
que resurgiese el problema siempre angustiante del sentido, sobre todo cuando las respuestas tradicionales entraban en crisis.
¿Qué es lo que puedo saber? ¿Para hacer qué? ¿Con vistas a qué? Estas tres preguntas, que más tarde volveré aencontrar en
Emmanuel Kant formuladas filosóficamente, embargaban mi pensamiento. Pero en aquella época, lo que me movía en mis
búsquedas era mucho más la inquietud existencial que la curiosidad intelectual. Necesitaba comprender quién era yo y qué
derecho tenía a esperar de esta vida que habían puesto en mis manos y qué esperaba ella de mí.
Reconozco que, en esa búsqueda apasionada, no siempre he tenido el discernimiento suficiente para evitar las trampas y los
extravíos -pienso, sobre todo, en mi paso por el esoterismo-ocultismo. Por eso, mi testimonio quisiera ser ante todo un canto de
acción de gracias a la larga paciencia y a la misericordia de mi Dios. Al lado de este buscador de sentido, no siempre muy lúcido,
cuyo itinerario vamos a seguir, hay que saber descubrir la presencia oculta del Buen Pastor que sigue velando por sus ovejas,
sobre todo cuando éstas se descarnan.
El camino que usted ha recorrido es, cuando menos, atípico: siendo doctor en ciencias e investigador en el F.N.R.S\ a los 21
años, abandona una carrera prometedora para convertirse en discípulo de un gurú** hindú. De vuelta en Europa, se inicia en las
ciencias ocultas y se hace adepto de la Nueva Era. Hoy, entregado a la vida consagrada, usted es sacerdote de Jesucristo.
«¿Qué puedo saber, que tengo que hacer, qué puedo esperar?» son los tres interrogantes que orientan y estructuran el idealismo
trascendental de este filósofo alemán (1724 1804).
ANTES DE HABLAR DETALLADAMENTE DE TODO ESO, EMPECEMOS, SI LE PARECE, POR ECHAR UN RÁPIDO VISTAZO.
Y ANTES QUE NADA, PRECISEMOS SUS ORÍGENES: USTED NACIÓ EN BÉLGICA, ¿NO?
Exacto, y más concretamente en Flandes, pero en una ciudad situada en la «frontera lingüística», lo cual me permite ser
perfectamente bilingüe. Fue en pleno verano de 1947, que dio un vino excelente...
LA «NUEVA ERA». SE OYE HABLAR MUCHO DE ELLA. ¿QUÉ SIGNIFICA EXACTAMENTE ESE MOVIMIENTO?
Es bastante difícil de definir, pues la «Nueva Era» afecta a casi todos los ámbitos de la cultura. Digamos que se trata de una
expresión genérica bajo la que se agrupa todo el con junto de las nuevas corrientes de pensamiento que anuncian -y que
supuestamente preparan- el paso de la humanidad a una nueva etapa de su evolución, que correspondená a la entrada de nuestro
planeta en el signo astrológico de Acuario.
DESPUÉS DE SU ENCUENTRO CON EL GURÚ, USTED LO DEJÓ TODO, ¿NO?: LA INVESTIGACIÓN RÍENTÍFICA, SU
FAMILIA, SU PAÍS.
No, al gurú lo encontré más tarde. Primero me inicié en Bélgica; allí me entregué a practicar intensamente, e incluso de manera
excesiva, esa técnica, hasta el punto de que llegué a encontrarme como fuera de la realidad e incapaz de asumir el cargo en el
laboratorio donde trabajaba. Me vi obligado a descansar, y entonces fue cuando decidí ir a ver al famoso Maharishi, que por
aquel entonces había puesto su CG en España. Como prestaba una atención especial a los hombres de ciencia, me recibió
cordialmente. Empezóhaciéndome practicar la técnica aún más intensamente, pues, según él, las dificultades que experimentaba
se debían al relajamiento de tensiones profundas.
Tras ese tiempo de «purificación», me propuso convertirme yo mismo en iniciador de la meditación, y me formó para ello.
TRAS AQUEL ENCUENTRO CON JESÚS, ¿USTED LO DEJA PARA VOLVER A LA IGLESIA?
Por desgracia, las cosas no son tan sencillas... Al volver a Europa, no sabía muy bien qué hacer con las experiencias tan densas de
esos últimos años: ¿a quién pedir ayuda para intentar integrar en mi historia todo lo que había vivido en el contexto del
hinduismo y aquel encuentro estremecedor con el Señor Jesús?
No me atrevía a dirigirme a los representantes de la Iglesia de la que me había alejado hada ya tantos años. Tal vez no los
consideraba capaces de comprenderme.
Por eso, empecé a frecuentar el trato con personas que me parecía que podían estar en situación de darme alguna luz: personas
que parecían estar al tanto de ciertas concepciones transmitidas por el hinduismo y relacionadas con el Evangelio. Me confié,
pues, a ellas, sin darme cuenta de que me estaba metiendo en la órbita de las escuelas esótero- ocultistas. Trabé amistad con un
naturópata que gozaba de toda mi confianza debido al importante papel que había jugado en mi conversión. En el trato con él,
descubrí que las técnicas orientales habían desarrollado en mí una mediumnidad* muy fuerte que él me invitaba a explotar
utilizando las fuerzas ocultas con las que yo podía «conectarme» sin dificultad.
Si he entendido bien, después de su recorrido de iniciación en la India, usted se desliza hacia las escuelas esotéricas...
Así es. Lo cual no es realmente extraño, pues entre las dos existe una verdadera relación. Entre las escuelas esótero-ocultistas y
el hinduismo existen puntos comunes, tanto a nivel del horizonte de pensamiento como a nivel de prácticas, pero habrá que
precisar esta afirmación. Podemos decir que esas escuelas se han apropiado ciertamente de una serie de concepciones y de
técnicas propias del hinduismo, pero utilizándolas fuera del contexto espiritual de esa gran Tradición religiosa.
¿Y SIGUIÓ USTED SUS ENSEÑANZAS CON TANTA FACILIDAD COMO LAS DE SU ANTIGUO GURÚ?
La relación fue diferente: se trataba más bien de trabajos hechos en común con ese amigo, iluminados por las aportaciones de las
diversas tradiciones esotéricas. Estas no eran para mí puntos de referencia espirituales: yo estaba sinceramente atado a jesús y
trataba de servirlo «sirviendo» a mis hermanos, sin saber que me estaba descarriando por una serie de prácticas incompatibles
con una vida según el Evangelio.
DURANTE TODO ESE PERÍODO, ¿SIGUIÓ USTED FRECUENTANDO LA IGLESIA Y LOS SACRAMENTOS?
Naturalmente: mi conversión era sincera. Si bien no me había atrevido a abrirme a los representantes de la Iglesia acerca del
camino que había seguido, sin embargo participaba a diario en la Eucaristía y luego la prolongaba con un rato de meditación o de
adoración, sin olvidar el rosario.
Sólo progresivamente fui tomando conciencia de una sutil alienación, consecuencia de esas prácticas ocultas, y de nuevo el Señor
me abrió los ojos acerca de esas cadenas.
¿DE QUÉ NATURALEZA ERAN ESAS CADENAS Y CÓMO SE DESHIZO USTED DE ELLAS?
A mi entender, se trataba de lazos de dependencia malsana de los seres espirituales que rigen los ámbitos ocultos. Por la
autoridad del Nombre de Jesús Salvador y con el poder de su Espíritu, a los que invocamos con algunos hermanos en la fe, fui
liberado de esas trabas que asfixiaban mi corazón y mi alma y consumían mi cuerpo.
HABLA USTED DE «LAZOS DE DEPENDENCIA MALSANA». ¿NO SERÁ UNA EXPRESIÓN PUDOROSA PARA CALIFICAR
UNAS PRÁCTICAS DIABÓLICAS?
Como aún no he precisado de qué prácticas se trata, me resultaría difícil contestar a su pregunta, a no ser recurriendo al sentido
etimológico del término diabolos: el que separa. Y, efectivamente, yo creo que el estado de «mediumnidad» en el que se ejercen
esos poderes es un estado que me «separa» de mí mismo, de mi yo profundo, y por tanto de Dios Padre que me pone a cada
momento en la existencia como ser personal, llamado a encontrarme con Él en un diálogo de amor. Al mismo tiempo, ese estado
abre y hace vulnerable a la persona al influjo de lo que he llamado «seres espirituales», que la experiencia ha demostrado que no
militan bajo el estandarte de Cristo.
RENUNCIAR A TODAS ESAS PRÁCTICAS SIGNIFICA UNA NUEVA RUPTURA Y UNA NUEVA SALIDA..., PERO ¿HADA
DÓNDE?
A pesar de todos esos extravíos, la llamada al sacerdocio iba madurando en mi corazón desde que volví de la India. Decidí abrir
mi interior a la Iglesia y tomarme esta vez el tiempo y los medios necesarios para integrar todo eso que había vivido en el
horizonte de la propuesta de sentido que ofrecía el Evangelio. Tendría ocasión de hacerlo holgadamente durante los diez años de
estudio de filosofía y teología que iba a hacer. Esos años me llevaron del seminario de Aviñón (de 1976 a 1978) a la Universidad
Gregoriana de Roma (de 1978 a 1982), y un poco más tarde a la Universidad de Lovaina (de 1985 a 1987).
UNA PREGUNTA MÁS, PADRE JOSÉ MARÍA: ¿HAY ALGUNA AVENTURA MÁS EN EL HORIZONTE?
¡No lo dudo lo más mínimo! La vida en el Espíritu de Jesucristo es cada día una aventura. «El viento sopla hacia donde quiere: oyes su
rumor, pero no sabes de dónde viene ni adonde va. Así sucede con el que ha nacído del Espíritu».
Pero ya no soy yo quien guía la barca impulsada así por el Soplo de lo alto: el timonel se llama Jesucristo, ¡y por nada del mundo
quisiera arrebatarle yo el timón.
USTED NOS HA ABIERTO DE PAR EN PAR LAS PUERTAS DE SU VIDA. CUÉNTENOS AHORA CÓMO SE ENCONTRÓ CON
EL ORIENTE.
En un recodo del camino, que me llevó hasta un cartel publicitario de la famosa Meditación Trascendental.
A decir verdad, lo que me atrajo no fue el rostro de un hindú de largos cabellos entrecanos, sino la propuesta de una técnica que
permitía entrar en unos niveles de conciencia más profundos. Al no haber encontrado respuesta a mis interrogantes y a mis
aspiraciones en los grandes debates filosóficos y políticos de aquel tiempo -¡estamos en 1969!-, buscaba otro camino por el que
embarcarme en busca de sentido.
1 Mt 13,55.
2 Pr 31,10-31.
De esta época data la primera llamada al sacerdocio. Pero, ¡ay!, el amigo de confianza con quien compartí este deseo no supo
acoger esa confidencia. Su silencio me dejó perplejo y decidí olvidarme de todo eso...
¿PUEDE USTED MATIZAR ESA DISTINCIÓN QUE ACABA DE HACER ENTRE LIBERTAD Y LIBRE ALBEDRÍO?
Creo que la libertad original, la que el hombre recibió de su Creador en la mañana del Génesis, consiste en la espontaneidad para
el Bien. Todos los árboles del Jardín fueron creados para él3, incluso el Árbol de la vida colocado en medio del Jardín 4. Sin
embargo, la mujer y el hombre, seducidos por las palabras embusteras del Tentador, tenderán la mano hacia ese misterioso árbol
de conocer el bien y el mal?, que lleva a la muerte a quien come de él. El hombre no está predeterminado para el bien, pues eso
excluiría incluso la libre adhesión a la propuesta divina. Tiene, pues, posibilidad real de elegir «hacer su vida» sin Dios,
decidiendo por sí mismo sobre el valor de las cosas y prefiriendo experimentar las diversas posibilidades que se le ofrecen en vez
de dejarse guiar por la Sabiduría de su Creador. Así la libertad se rebaja, quedándose en libre albedrío, cuando el hombre decide
hacer su camino sin Dios, pese a Dios, incluso contra Dios, activando esa asombrosa posibilidad que posee para destruirse o para
construirse a sí mismo.
3 Gn 2,16.
4 Gn 2,9.
tradicionales y a la vez colmar mi sed de absoluto con una serie de compromisos humanos: la investigación científica, el
compromiso político y social, la participación en movimientos estudiantiles...
Pero no sirvió de nada: no encontraba remedio para mi vacío interior.
.7 Jn 1,4.
elección... Todo eso no es más que pura manipulación psicológica en orden a crear una «atmósfera» que prepara para la
ceremonia litúrgica durante la cual se transmitirá el famoso mantra.
¿CONOCE UNO LA IMPORTANCIA DE TODOS ESOS RITOS CUANDO PARTI- \ CIPA EN ELLOS?
En absoluto. Durante la ceremonia de la segunda noche, el iniciador hace verdaderas proezas retóricas para anunciar la
ceremonia trivializando su importancia: no es más que un j gesto de reconocimiento hacia la Tradición de los Sabios que! nos han
transmitido esa técnica, el aspecto religioso es totalmente secundario, dejaos llevar por la poesía... Sólo falta que nos digan que
eso no es más que simple folklore, cuando la puja es esencial en el rito de iniciación! Jamás de los jamases; aceptará un iniciador
transmitir un mantra fuera del contexto de la puja, de la que el mantra recibe toda su «fuerza».
ESA EXTRAORDINARIA «FUERZA» TENDRÁ UN PRECIO. ¿SE HABLA DE DINERO EN ESE CAMINO?
Efectivamente, la segunda sesión reserva una enorme sorpresa: el precio de la iniciación se eleva... ¡al salario de un mes!
Los promotores de la MT son bienhechores de la humanidad que saben hacerse pagar bien sus «servicios».
Ese precio cubre los gastos de iniciación y dos sesiones de evaluación.
¿Y DE QUÉ VIVÍA USTED? ¿ROMPIÓ USTED SU HUCHA PARA ESA ESTANCIA PRIVILEGIADA ALLÍ?
La «pensión» era realmente carísima... Es cierto que tenía unos ahorros, pero una vez más pude disfrutar de un régimen de favor
en atención a mi condición de investigador científico, cuya sola presencia acreditaba la seriedad del programa de la MT.
¿PRACTICABA EL AYUNO?
Después de algunas semanas de rounding, los que querían podían reducir el alimento y el sueño, para intentar llegar a estados
más profundos de conciencia. Es bien sabido cómo el ayuno y las vigilias reducen el metabolismo y predisponen a la persona para
tener experiencias psíquicas especiales en las que puede introducir la meditación.
¿PUEDE ESTABLECERSE UNA RELACIÓN ENTRE ESAS EXPERIENCIAS Y LAS QUE SE CONSIGUEN MEDIANTE DROGAS
ALUCINÓGENAS?
Por supuesto. En la India es corriente, antes de comenzar una sesión de meditación, fumar hachís o beber té de marihuana. Un
gurú hindú al que unos jóvenes americanos le ofrecieron LDS se extrañaba de que se prohibiese utilizar un medio tan eficaz para
llegar a una experiencia que normalmente sólo se logra al final de una larga ascesis.
No olvidemos que, en la Nueva Era, el paradigma de los estados modificados de conciencia sigue siendo la experiencia de las
drogas alucinógenas, que se intenta reproducir por medios más blandos. Entre éstos, aparecen en primerísima línea los métodos
orientales, precisamente porque llegan a producir las transformaciones psicosomáticas que se buscan recurriendo únicamente a
técnicas corporales y mentales.
@¿ENTRÓ TAMBIÉN USTED EN CONTACTO CON LA DROGA?
Fue al regreso de la primera temporada que pasé con el gurú. Me había pedido que terminara la tesis antes de unirme a él.
Mientras acababa el trabajo, difundía la MT. Inicié así a un joven hippy, que se hizo amigo mío. El, a su vez, me inició en el LDS
con el espíritu de Timothy Leary, que quería hacer de la droga un camino místico.
Nos preparamos para esa experiencia con ayunos, ejercicios de yoga* y la lectura de los Bardo-Thódol (Libro de los muertos
tibetanos), en el que presuntamente se describe un viaje iniciático a los mundos interiores. La verdad es que no yo estaba en
tierra extraña, pues la droga conseguía de forma rápida, e incluso repentina, ese fenómeno de «desconexión» de la realidad, de
disolución del «yo» personal que yo había pregustado ya mediante la práctica de la MT.
... HABLA USTED EN CONDIDONAL: ¿ACASO ESTÁ PONIENDO EN DUDA LO QUE CUENTA?
Me veo obligado a hablar en condicional, porque teñe-' mos pocos medios, o ninguno, para comprobar las teorías que se han
propuesto acerca de esas energías sutiles que podemos llamar «ocultas»*. Con esta expresión quiero referirme a toda clase de
energías o de fuerzas naturales que producen un efecto constatable pero que -al menos por ahora- no puede ser medido,
dominado o controlado mediante la ciencia física, química o biológica. De hecho, las llamamos «energías» o «fuerzas» por
analogía con la Mecánica, que designa con esos términos las causas de los fenómenos que estudia. Pero en realidad no sabemos
prácticamente nada de ese ámbito «oculto», a no ser lo que nos dicen las escuelas esotéricas y las tradiciones orientales, de las
que el esoterismo saca con frecuencia sus informaciones.
Más adelante volveremos al esoterismo-ocultismo cuando hablemos de otra etapa de su recorrido. Pero, si he entendido bien,
usted parece insinuar que el Oriente es experto en ciencias ocultas...
Antes que nada, permítame una palabra sobre ese término de «ciencias» ocultas. Para que una disciplina merezca llevar la
etiqueta de científica, ha de responder a ciertos criterios metodológicos a los que el ocultismo no responde. Uno de esos criterios
podría ser la objetividad que llamamos «baja», que exige que cualquier experimentador que aplique el mismo protocolo -es decir,
que realice las mismas operaciones de medida en idénticas circunstancias-, obtendrá los mismos resultados. Este criterio está
lejos de cumplirse en el ámbito del ocultismo.
Pero vayamos a su pregunta: realmente, el hinduísmo no ha sistematizado sus conocimientos en el campo de las energías sutiles,
como lo han hecho los esotericistas occidentales. Sin duda alguna, por la sencilla razón de que entre ellos ese conocimiento está
totalmente supeditado a una finalidad espiritual, mística. La utilización de esas energías en orden a conseguir un resultado
práctico es una desviación occidental que da origen a la magia*: magia «blanca» si el efecto que se persigue es beneficioso, magia
«negra» o brujería si el efecto que se busca es dañino para la persona a la que se dirige. Ese tipo de utilización de las energías
ocultas está severamente condenado por los Maestros espirituales hinduistas, incluso cuando la intención es buena.
Y ENTONCES ¿PARA QUÉ LES SIRVE ESE CONOÁMIENTO DE LAS ENERGÍAS SUTILES Y EN QUÉ CONSISTE?
Se trata de un conocimiento descriptivo de la circulación de las energías que irrigan nuestro cuerpo y nos ponen en relación con
el cosmos. Esta concepción es de nuestros días y está muy extendida en Occidente, entre otras cosas debido a la acupuntura.
En la concepción taoísta en la que se basa esta técnica, la «materia» fundamental del universo es una energía sutil primordial: el
Dao*. Esta se diversifica en su interior en dos polaridades complementarias: Yin* y Yang* que con sus operaciones y sus
transformaciones engendran todos los seres. Las enfermedades son desajustes del equilibrio entre el yin y el yang dentro del
sujeto, pero también del equilibrio yin yang del sujeto respecto al cosmos exterior. Los grandes acu- puntores chinos se
consideran a sí mismos como reguladores de los intercambios de energía entre el individuo y et universo. Según ellos, el hombre
está unido a la tierra por la alimentación, y está unido al «cielo» por los doce meridianos que llevan los nombres de las doce
energías celestes y por los 360 puntos de acupuntura que corresponden a los 360 días celestes que separan a los dos solsticios.
De una manera análoga, el yoga nos enseña que la Energía divina se presenta bajo dos formas complementarias: shakti* expresión
de la energía matricial femenina, y shiva*, expresión de la energía creadora masculina. La pluralidad de los seres proviene de la
«tensión» existente entre esas dos polaridades.
PERO ESE PROCESO ¿NO SE PRODUCE DE MANERA ESPONTÁNEA? ¿NO IRRIGAN CONSTANTEMENTE TOS NAGIS EL
CUERPO CON LAS DOS MODALIDADES DEL PRANA?
Por supuesto. Pero no con la fuerza suficiente para poder provocar la neutralización de las energías y la extinción de la
conciencia. Podríamos decir que hay una continua circulación de hilillos ascendentes y descendentes de energía entre los dos
polos del condensador, pero sin neutralizar por ello la tensión que subsiste entre esas dos modalidades de la energía cósmica.
Lo que el yogui* pretende es poner en contacto los dos polos para anular cualquier tipo de tensión entre ellos. Para lograrlo,
intentará hacer que suba la kundalini al tercer nadi mayor, que no hemos hecho más que mencionar: sushumna.
La tradición describe la kundalini como una serpiente enroscada sobre sí misma en la base de la columna vertebral. La diosa
Kundalini -literalmente «la Enroscada»- está dormida a la entrada del sushumna y bloquea la entrada.
Los ejercicios tienen por objeto despertar a la kundalini, que se va enderezando progresivamente subiendo a la sushumna. A
medida que va subiendo de esa manera por la columna, kundalini estimulará los chakras que encuentre en su camino. De ello
resulta una actividad creciente de esos centros, cada uno de los cuales corresponde a un nivel de energía intermediaria entre
shakti y shiva. Al mismo tiempo, los nadis quedan libres de cualquier obstrucción y dejan correr a raudales las energías
ascendentes y descendentes.
La Yogakundalini Upanishad, otro upanishad del yoga, explica:
El poder que hay que despertar es la Energía enroscada y sólo ella.
El adepto iluminado hace que se despliegue y que suba desde su base hasta la entrecejo: ése es el despertar del Poder 6.
A Kundalini se lo representa también como un fuego que consume todo lo que le obstruye el paso hacia sushumna y vitaliza los
cinco chakras que se encuentran a lo largo de la espina dorsal así como los dos centros de la cabeza, produciendo así, al final de su
elevación, la experiencia de la disolución de la conciencia.
La amplia difusión que ha tenido en Occidente la hipótesis de los chakras es obra fundamentalmente de las escuelas esotéricas,
que la han hecho suya para enriquecer su concepción oculta del hombre.
ESOS CENTROS DE ENERGÍA -ESOS CHAKRAS COMO USTED DICE- ¿TIENEN ALGUNA CORRESPONDENCIA
ANATÓMICA?
Se han hecho muchos paralelismos -en concreto los han hecho las escuelas esotéricas-, pero los resultados no siempre convergen
entre ellos. Para limitarnos a los más interesantes, podemos señalar el paralelismo que se ha hecho con las glándulas endocrinas
y con los diferentes plexos.
El primer chakra estaría localizado a nivel del plexo pelviano y estaría en relación con las glándulas suprarrenales. El segundo
estaría situado a nivel del plexo hipogástrico y de las gónadas; el tercero estaría a la altura del plexo solar y de la glándula
pancreática; el cuarto estaría localizado a nivel del plexo cardíaco y del timo; el quinto estaría situado a nivel del plexo faríngeo y
de la glándula tiroides. Para los dos últimos, hay que conformarse con relacionarlos con las glándulas endocrinas: el sexto estaría
a la altura de la base frontal de la glándula pituitaria, es decir, entre los dos ojos; y el séptimo, al nivel de la glándula pineal, es
decir, en lo más alto del cráneo.
Evidentemente, estos paralelismos con la anatomía «física» no son más que localizaciones aproximadas, realizadas enbase a
descripciones suministradas por los yoguis, algunos de los cuales, en ese estado tan peculiar que es la meditación profunda,
experimentan algo así como un torbellino de energía en los lugares que hemos dicho. Hay que añadir que varios videntes han
intentado hacer una localización y una descripción y que los datos que ofrecen no siempre concuer- dan entre sí... Volvemos a
¿O SEA QUE, PARA EL YOGA, Y UTILIZANDO ESE FAMOSO LENGUAJE ESOTÉRICO, YA QUE NO TENEMOS OTRO, LOS
CHAKRAS SERÍAN ALGO ASÍ COMO PEQUEÑAS CENTRALES CONECTADAS CADA UNA DE ELLAS A UNA ENERGÍA PAR-
TICULAR?
Exactamente. Según esa teoría explicativa -que hablan do con rigor habría que llamar más bien «mito explicativo», ya que no se
trata de una proposición estrictamente con- ceptualizable-, mediante estos chakras las energías internas del microcosmos humano
entran en resonancia con los correspondientes niveles energéticos del macrocosmos. La apertura de un chakra mediante la
kundalini produce unos efectos de mediumnidad en la energía captada, lo cual quiere decir que ésta circula libremente en el yogui,
que puede así captar las «informaciones» transmitidas por esas energías e incluso utilizarlas para una u otra finalidad.
SU VISIÓN DEL HINDUÍSMO ES CLARAMENTE MONISTA. ¿NO HAY OPINIONES DIVERGENTES AL RESPECTO?
El tema es vasto y complejo, y por tanto difícil de tratar sin recurrir a términos técnicos. Por eso, me permito invitar a los «no
iniciados» a «saltarse» las explicaciones que siguen, pues no son indispensables para el resto de la reflexión.
Las interpretaciones de los libros sagrados del hinduísmo -los vedas* los brahmanas* y los aranyakas*- han sido agrupados en seis
darshanas* o sistemas interpretativos «ortodoxos». Entre éstos, además del yoga -que, por supuesto, forma parte de ellos-, nos
interesan especialmente dos darshanas para la pregunta que se nos ha hecho: el samkhya* y el vedanta*.
El samkhya, que constituye el fundamento teórico del yoga, propone una imagen dualista del mundo a la que ya hemos aludido
antes. Según ese sistema, habría dos principios eternos e increados: purusha, que es el «espíritu» puro, sin ningún atributo,
inmutable, totalmente pasivo, y pakriti, la «materia», concebida como una fuerza activa y eficaz, o también la Naturaleza
universal, dinámica. Incluso la vida psíquica es un producto de la Naturaleza, y en ese sentido es «material». El hombre no puede
alcanzar un conocimiento «natural» del espíritu, pues entre prakriti y purusha existe una diferencia de orden ontológico. Por
tanto, si el yoga se presenta como una disciplina ascética que abre un camino hacia purusha, eso sólo puede suceder mediante una
superación de la naturaleza humana, un desprenderse de la Naturaleza- prakriti.
Un conocimiento así no puede ser intelectual, sino únicamente «trascendental». El yogui sólo puede llegar a purus- ha en la
experiencia del shamadhi cuando su conciencia personal -que pertenece a prakriti- se haya diluido.
De esa manera, la unión entre el espíritu y el cuerpo es sólo aparente: lo mismo que un vaso transparente parece de color si lo
colocamos delante de un objeto de color, así el espíritu parece afectado por la naturaleza a la que se adhiere; pero si se separa de
ésta, aparecerá en su transparencia original.
¿PRETENDE ESTA ESCUELA DAR UNA INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DEL MUNDO?
El samkhya se presenta más bien como una búsqueda antropológica. No puede negarse que en esta visión se propone una cierta
metafísica, pero no olvidemos que la perspectiva es sobre todo «práctica». Lo que se busca es dar razón de -y llevar a- la
iluminación.
Puede ser que el samkhya sea una relectura de un antiguo mito ligado al culto de la gran diosa, la Madre universal, convertida en
la naturaleza-prakriti. El Principio divino masculino con el que la Madre universal formaba una pareja se habría convertido en el
espfritu-purusha. Llevando un poco más lejos nuestras concordancias, podríamos sugerir un paralelismo entre prakriti y la energía
lunar kundalini-shakti por un lado, y purusha y la energía solar shiva por otro. En ese caso, la subida de la kundalini significaría la
expulsión progresiva del espñitu-purusha fuera de la materia-psiquismo-prafcrrft. Este proceso concluye cuando la energía
matricial llega al chakra coronario. El espíritu-purusha, «liberado» de lo que lo ataba a la materia -prakriti y a la conciencia
personal que ésta engendraba, se vuelve a encontrar en pura transparencia ante sí mismo, en pura percepción de su propio acto
de existir.
ME HA QUEDADO CLARO QUE ESA EXPERIENCIA NO PERTENECE AL REGISTRO SENSIBLE Y PSÍQUICO QUE ESTAMOS
UTILIZANDO EN NUESTRO DIÁLOGO, PERO ¿PUEDE DECIRNOS ALGO SOBRE ELLA, AUNQUE SEA DE MANERA
ANALÓGICA O SIMBÓLICA?
Durante las largas sesiones de ejercicios de las que ya hemos hablado, esa experiencia se anuncia mediante una retracción cada
vez más fuerte de los sentidos, que lleva a la pérdida de la sensación del propio cuerpo. Al mismo tiempo que se detiene la
actividad mental, los ruidos y otras percep- dones exteriores curiosamente parecen interiorizarse hasta que el universo entero, de
englobante pasa a ser englobado en un «sí» impersonal que lo contiene todo.
Ya no existe el «yo»; ya no hay más que el Todo inmóvil en cuyo seno se despliega la danza cósmica. El tiempo se ha detenido, o
más bien transcurre dentro de aquel sí intemporal que engloba también a todos los espacios. Según el grado de subida de la
kundalini -que puede ser sensible-, la experiencia se intensifica hasta llegar a «trascender» la diversidad de los seres contenidos
en el sí. Y entonces lo único que queda es la experiencia de existir, una experiencia pura e incandescente y de una intensidad tal
que no puede expresarse, que los hindúes califican de sacádananda, en que el Ser (sat), la Sabiduría (di) y la Beatitud (ananda)
representan las tres perfecciones intrínsecas del Brahman absoluto.
A esta experiencia los hindúes la llaman samadhi, y en el budismo zen se la llama satori. Sólo el nombre es diferente. La
experiencia de la vaciedad, al final del camino propuesto por Buda, es exactamente la misma que busca el yoga. En ninguno de los
dos casos se recurre, para conseguirla, a un poder sobre-natural que intervenga para producir un efecto que trascienda las
posibilidades de nuestra propia naturaleza. Por eso se suele calificar a esta experiencia de «natural», por oposición a aquella cuya
justificación se encuentra en la intervención gratuita de un Dios trascendente y personal que no pertenece a nuestra naturaleza.
En este último caso,t hablamos de una experiencia «sobrenatural».
PERO UNA EXPERIENCIA SIMPLEMENTE NATURAL ¿PUEDE CALIFICARSE/ HABLANDO CON PROPIEDAD\ DE
«MÍSTICA»?
La respuesta dependerá, ciertamente, de la manera en que definamos los términos. Creo que la experiencia «mística» puede
definirse como el desenlace de una larga búsqueda del Absoluto, del Incondicionado, hacia el cual se ha puesto en camino el
peregrino de lo invisible como respuesta a una nostalgia secreta, a un persistente requerimiento de su «corazón inquieto». ¿No
llevamos todos en nuestro interior el deseo de un encuentro plenificante con la esfera de los orígenes o de la patria? ¿La
aspiración a una plenitud que se encuentra por encima o más allá de la dispersión, vivida como una alienación? Una llamada a
salir de la mediocridad de nuestra vida diaria para lanzamos hacia un Ser absoluto, primero, o hacia un «Todo» trascendente, un
Todo que no esté sujeto a las limitaciones de la imperfección ni al desgaste del tiempo...
SIN EMBARGO, DECIR QUE ESE ABSOLUTO DEBE SER TRASCENDENTE NO SIGNIFICA NECESARIAMENTE QUE SEA
«OTRO»: ¿SERÁ TALA VEZ LA CAUSA PRIMERA «HIPER-PERSONAL», FUENTE DE MI EXISTENCIA PERSONAL? ¿SERÁ
TAL VEZ EL FONDO IMPERSONAL DE MI PROPIA EXISTENCIA, POR ENCIMA DE MI INDIVIDUACIÓN?
Intuimos que no ha de existir más que una mística. Aun cuando el punto de partida sea el mismo -la sed de Absoluto-, y aunque
los primeros pasos se den juntos -o sea, hacia la interioridad-, sin embargo los caminos no tardarán en separarse para llevar a
experiencias inconciliables.
¿SE TRATA, EN ESTE ÚLTIMO CASO, DEL DESCUBRIMIENTO DE ESTRATOS PROFUNDOS DE NUESTRA INTERIORIDAD
PSICOLÓGICA?
De ninguna manera. La interiorización de los caminos de la mística natural no tiene nada que ver con una introspección
psicológica. No se trata de una bajada a los recovecos de la subjetividad; todo lo contrario: lo que se pretende es superar la
subjetividad, es decir, la individualidad finita, limitada, concreta, para ir hacia su fundamento absoluto, ilimitado, que trasciende
toda concreción. Por eso las técnicas orientales buscan suspender las actividades del «yo» empírico, para experimentar, en lo
posible, el misterio y la riqueza del puro acto de ser, por encima de todas las diferenciaciones individualizantes y de todas las
actividades personales con las que solemos comprobar nuestra participación en la existencia. Podríamos describir la dinámica
propia de esta forma de mística llamada inmanente como un «énstasis» de la persona en el acto de ser que la lleva y la hace
existir en cada instante. Ese término es de Mircea Eliade 7, que lo ha forjado precisamente para oponer la experiencia de la
mística natural al éxtasis de la mística sobrenatural. Jean Varenne8 comenta esa iniciativa con estas palabras: «Ese neologismo
tiene la ventaja de establecer un fuerte contraste con la traducción completamente errónea de samadhi por éxtasis que a veces se ha propuesto.
7 Le yoga, immortalité et liberté, París 1954, p. 89. Mircea ELIADE (1907-1986), historiador de las religiones, se caracteriza por la reflexión en su disciplina. Su investigación se
centra en la comprensión de la experiencia que ha vivido de lo sagrado el homo religiosus desde el Paleolítico hasta nuestros días.
8 Uno de los mejores conocedores franceses de la cultura de la India, profesor en la Universidad de Aix.
El yogui en estado de samadhi no 'sale' de sí mismo, no es arrebatado' como lo son los místicos; él, al contrario, entra completamente en sí
mismo, se inmoviliza totalmente por una extinción progresiva de todo lo que produce movimiento: instintos, actividad corporal y mental, la
misma inteligencia. En el samadhi perfecto hay una extinción definitiva de la personalidad» 9. Sólo subsiste, por encima de la conciencia,
una «sensación» impersonal del acto de existir.
PUES, PRECISAMENTE, YO QUISIERA VOLVER A LA PREGUNTA QUE ANTES LE HICE: ¿CÓMO SE PUEDE CALIFICAR DE
«MÍSTICA» UNA EXPERIENCIA QUE EN RESUMIDAS CUENTAS ES METAFÍSICA?
Más que de «metafísica», podríamos hablar, con Jacques Maritain, de una «experienáa metafilosófica del esse substancial del alma» 12.
Pero eso no excluye la calificación de mística. Este término designa cualquier experiencia que pretenda llegar a la divinidad en sí
misma y mediante un contacto directo.
Ahora bien, para el Oriente, la experiencia del Sí -otro término para expresar la experiencia de la mística inmanente- se
interpreta como una fusión con el Ser absoluto divino.
Evidentemente, en una perspectiva creacionista, el Sí, entendido como acto primero de existencia, no es nunca otra cosa que el
acto de un ser creado, y no del Ser divino increado. Si al esse sustancial del alma lo entendemos como ilimitado, ello se debe a que
en la experiencia de la mística inmanente no entra en juego ningún contenido conceptuali- zable. Sin embargo, con lo que uno se
encuentra directamente es con el puro existir de un ser particular, y no con el Existir puro, con el Acto puro de existir de un Ser
infinito, que seria el mismo Dios.
¿HABRÍA, PUES, UNA CONFUSIÓN ENTRE EL SER DE LA CRIATURA Y EL SER DIVINO INCREADO Y CREADOR?
Sin duda alguna. Pero plantear la cuestión como usted lo hace es ya tomar posición en el debate a favor del creacionismo. No
olvidemos que la distinción Creador - criatura no es algo que se imponga en nombre de una evidencia intelectual de cualquier
tipo. Es una opción fundamental que abre un campo interpretativo, aceptado en concreto por la tradición judeo-cristiana, pero
que no comparten las tradiciones orientales. Para éstas, la experiencia del Sí es incuestionablemente «mística», en el sentido de
que lleva a una comprensión inmediata de la divinidad, pues esas tradiciones no aceptan la distinción real entre el Creador y la
criatura; el cristiano, sin embargo, interpretara esa misma experiencia en términos de comprensión del ser creado, que depende
del don y no atañe al Dador.
¿SIGNIFICA ESO QUE EN LAS DOS TRADICIONES MÍSTICAS NO HABLAMOS DEL MISMO DIOS?
Efectivamente, esas dos corrientes no comparten la misma idea de Dios ni la misma concepción de la relación de Dios con el ser
que se manifiesta en la naturaleza. Todos nosotros conocemos más o menos bien la concepción crea- cionista, según la cual la
creación depende, en todo su ser y en todas sus concreciones, del acto por el que Dios le concede la existencia a cada instante. La
criatura disfruta, pues, de una auténtica condición ontológica: no es una ilusión, ya que un acto divino le concede subsistir entre
la diversidad de las esencias que vemos desplegarse a nuestro alrededor. Entre el Creador y su criatura hay a la vez una cercanía
infinita -podríamos incluso hablar de una cierta forma de «contacto» entre la Causa Primera y los efectos que ella pone en la
existencia- y una distancia infinita, un auténtico abismo ontológico, que separa al Increado de la naturaliza creada. En esa
13 En griego pan significa todo, y theos quiere decir Dios. El panteísmo es una doctrina filosófica que propone una explicación racional del mundo que se opone a la
afirmación de un Dios trascendente, ya que según esa explicación Dios y el mundo forman una sola cosa Esto puede entenderse como que sólo Dios es real, en cuyo caso
el mundo se reduce a una serie de emanaciones sin consistencia propia ni realidad permanente; o bien como que sólo el mundo es real y Dios no es más que la suma de
todo k> que existe.
14 Doctrina ontológica según la cual el conjunto de los seres es reduc- tible a una sola sustancia, en nuestro caso divina.
15 Sacerdote francés de la diócesis de Lyon (1895-1957), miembro de la Société des Auxiliaires des Missions (1938). En 1939 se fue para la india, donde fundó, con el P.
Henri Le Saux, un ashram con el nombre de Saccidananda. Su reflexión trata sobre todo de las condiciones que pueden hacer posible un paralelismo entre la vida
contemplativa hindú y la cristiana. Véase también más adelante la pág. 87.
16 Écrits spirituels, éd. Du Centurión, París 1965, p. 136.
dos formas de mística: «El esse substancial al que se llega (en la mística de inma- nenáa) no es más que el espejo de Dios
presente en las cosas y lo único que nos ofrece es su reflejo y no su propia existencia. En el orden sobrenatural, el
conoamiento místico de Dios se produce en y por su inhabitaáón por grada en el alma del justo, por esa par- tiápaáón
creada de la vida divina que es la grada habitual, y entonces se trata de una unión objetiva cuya causa formal y final es el
amor, el amor que se dirige con todo su ser tendendal al otro como sujeto. Por esa razón hay que dedr que el
conoamiento místico sobrenatural no afecta sólo al alma en estado de grada y a la presenda por grada en ella y por ella:
afecta también al mismo Dios, pero conoddo como descornado en un mecanismo de éxtasis que sólo es propio del amor.
»(...) En la mística del Sí, no hay nada que se corresponda con el éxtasis de amor, con la unión con el Otro en cuanto sujeto. No
hay unión, sino absordón del "yo" en su propia actuadón en el ser. Únicamente se llega inmediatamente a esa actuadón». Y Louis
Gardet concluye diciendo: «El camino de la nesdenda no debe encubrirnos la realidad así alcanzada en su densidad ontológica. Eso
es lo que constituye la grandeza de la experienda hindú, pero también su limitadón, pues el esse del alma es un esse sustandal y no
el Esse subsistente. El primero sólo existe gradas al segundo y lleva en sí un reflejo de él. Pero en ese camino no hay un pasadizo
que lleve del segundo al primero en su existenda inefable si Dios no interviene».
Creo que es importante poner claramente de relieve estas diferencias existentes entre los dos caminos en un momento como éste
en que ciertas corrientes sincretistas presentan la mística natural como algo que está más allá de todas las verdades dogmáticas
que diferencian y que oponen entre sí a las religiones. Las doctrinas de las diversas tradiciones no tendrían más objeto que el de
conducir por caminos diferentes a ese lugar único, fuente de toda intuición religiosa: la toma de conciencia de la naturaleza
divina del hombre mediante la identificación del yo con el Sí divino. Al hacerlo así, se erige implícitamente a la mística natural
como la mística universal, saltándose la alternativa de la mística sobrenatural o negando la pertinencia de las observaciones que
hemos señalado.
¿FUE ESE RAZONAMIENTO LO QUE LE LLEVÓ A USTED A DEJARLO TODO PARA IRSE CON EL GURÚ?
Sin duda alguna. Y ese paso puede incluso adoptar un aspecto altruista, ya que, en el contexto de una mística natural, la mejor
manera de ayudar al prójimo es hacer que suba el «coeficiente vibratorio de la humanidad» acercándonos a los estratos
profundos del Sí.
Un alma que se eleva; eleva al mundo...
Seguro, pero no olvidemos que esa cita pertenece al horizonte cristiano, en el que la elevación de que se habla es una salida de
uno mismo hacia Dios y hacia los demás, en una entrega caritativa a ellos, y no una inmersión en uno mismo para disfrutar de
manera narcisista del propio acto de ser, en un énstasis solitario.
De todas formas; no negará usted que en esas tácticas hay una sincera generosidad.
17 Esta expresión es del P. MONCHANIN:«En un yoga riguroso no hay lugar para la grada, y, lógicamente, tampoco para Dios. Es un narcisismo sin Narciso, ya que sus acddentes, al no ser
diferenciales, están absorbidos por su esencia».
NADIE PUEDE DUDAR DE ESA GENEROSIDAD; ¿PERO QUIÉN SE BENEFICIA DE ELLA, SINO YO, Y SÓLO YO? EN ESAS
PROEZAS ASCÉTICAS, A LAS QUE YO MISMO ME HE ENTREGADO, HAY UNA INDISCUTIBLE AMBIGÜEDAD. TODAS Y
CADA UNA DE ELLAS SÓLO SE PRACTICAN CON VISTAS A OBTENER UN RESULTADO EXPERIMENTALMENTE COM-
PROBABLE, QUE CONSISTE EN UN MAYOR DISFRUTE DE UNO MISMO POR UNA MAYOR PROXIMIDAD AL SIMPLE
ACTO DEL EXISTIR SUBSTANCIAL.
En esas tácticas no puede haber el menor altruismo, el menor compartir, la menor generosidad en el sentido en que nosotros
solemos entender esas expresiones, ya que toda alteridad es ilusoria; y si la persona está dispuesta a afrontar todo tipo de
renuncias para salir del yo empírico, no es en orden a adquirir una mayor disponibilidad para el encuentro con el Otro, sino
únicamente para disfrutar de una experiencia cada vez más embriagadora de sí mismo, a medida que se rebasan las limitaciones
que nos impone nuestra pobre individualidad.
Si el tantrismo tiene razón y la kundalini representa la energía oculta responsable de la actividad sexual, esta experiencia tan
fuerte y tan intensa ¿no será una especie de auto-erotismo vivido en los cuerpos sutiles? El disfrute de uno mismo que no esté
compensado por un dinamismo de salida de sí hacia el otro conduce a la simbologia -que tanto les gusta a los esotéricos- de la
serpiente que se muerde la cola, se come a sí misma y disfruta de su comida solitaria. El P. Monchanin, en unas notas que datan
probablemente de 1948-1949, escribía de manera elíptica hablando del yoga: «Gran impregnación tántrica. Sexualidad sutil que se
insinúa hasta en las funciones mentales. Sublimación equívoca de una paz y una beatitud *físicas" "coe- nestésicasV. Y Jean Varenne
escribe en ese mismo sentido: «Señalemos también que el samadhi es, en ríerto modo, un paroxismo: tiene lugar cuando la
kundalini, una vez admitida (y por tanto "realizada") su verdadera naturaleza, se convierte realmente en diosa y se une a
shiva. Como las imágenes sexuales son aquí completamente explíátas, puede decirse que el samadhi es un paroxismo al igual
que el orgasmo
Pero, a fin de cuentas, usted no puede reducir la mística natural a una especie de complacencia narcisista. A pesar de todo, usted
admitirá que en la mística hindú existen verdaderos ímpetus de amor.
Comprendo que a usted le extrañe esta interpretación. Pero no olvide que yo estoy ya situado en una actitud critica frente al
contexto interpretativo de los místicos del Sí -hinduista, budista o de cualquier otro tipo. Si el monismo que ellos predican es
verdadero, y si por tanto yo soy divino por naturaleza, entonces el énstasis es la experiencia mística suprema, y lo que yo
denuncio como complacencia narcisista se convierte en el «amor» que la divinidad se tiene a sí misma en cada uno de nosotros.
Si, en cambio, yo me sitúo en la perspectiva de una mística de la Trascendencia, esa misma experiencia pierde todo su carácter
«religioso», pues ya no me conecta con Dios sino sólo con mi propio acto de existir, que no es nunca más que un simple acto
creado.
En cuanto al amor que mueve al yogui y que lo sostiene a lo largo de su difícil caminar, no puede ser en modo alguno el amor de
amistad que une a dos seres que se han elegido libremente el uno al otro, pues la táctica de la mística natural consiste
precisamente en suspender toda actividad del entendimiento y de la voluntad que se dirija hacia «otro». Repito que se trata del
apetito espontáneo de uno mismo, del deseo natural de entrar en contacto con el acto de existir en su propia fuente para disfrutar
de su abundancia. Amor desinteresado, sin duda, ya que llevará al asceta a salir de su yo empírico, manchado siempre de
egoísmo; pero no obstante, amor a uno mismo, al propio yo, de quien disfruta en una soledad radical: el yogui se pone en camino
hacia su propia realidad «absoluta», de la que quiere gozar sin compañía de nadie.
Quisiera confirmar la postura que acabo de expresar citando otro breve pasaje de Louis Gardet sobre estos temas que él conoce tan bien: «Si la
experienaa del yoga es posible, es porque toda criatura ama con un amor necesario, con un amor sustancial, la fuente de donde
emana, y más incluso de lo que se ama a sí misma. Aquí no se trata de un libre amor de caridad, que es el único que puede
hacernos trabar amistad con alguien distinto de nosotros; se trata de un amor, de un deseo sustanáal que se enfrenta a toda la
amplitud del ser. No es el amor a otro, desde las misteriosas profundidades de un Dios trascendente y personal; es la sed oscura
de la fuente del ser. Por eso coináde con el amor necesario a uno mismo, con el amor a sí mismo pero desinteresado» 18.
18 Louis GARDET, en Expérience mystique en terre non chrétienne, Alsatia, París, 1953, p. 40.
19 Le yoga de la Bhagavad Cita, traducción comentada de Sri AROBIN- Dp; éd. Sand, Pondichéry 1969, pp. 229-230.
personales. La devoción es el camino más fácil, ya que ofrece un medio para mantener la atención deficiente cuando ésta no puede
seguir concentrada en el no-manifestado:
Para quienes fijan la mente en el Brahman no-manifestado la dificultad es mayor, pues, realmente, llegar hasta el no-manifestado
es tarea ardua para las almas encarnadas.
XII, 520
De esa manera, la última palabra del bhakti la tiene la advaita, la no-dualidad. Lo cual, dicho llanamente, significa que el deseo
apasionado que lleva al yogui hacia el Absoluto y que los poetas bhakti han cantado tan bien, que ese impulso «de amor» -si
queremos seguir llamándolo así- queda reducido a un simple medio que hay que dejar atrás para alcanzar un objetivo en el que
ese medio no podría subsistir, ya que los dos términos de la devoción se han confundido.
PERO LA EXPERIENCIA MÍSTICA DE UN «LOCO DE DIOS» COMO RAMAKRISHNA ¿NO SUPONE QUE SE CONSERVA LA
ALTERIDAD ENTRE ÉL Y EL OBJETO DE SU DEVOCIÓN?
Voy a dejar que sea ese yogui tan apasionado y tan interesante quien conteste a su pregunta. A un monje mendigo Ramakrishna
le confesó que era incapaz de llevar su espíritu al estado incondicionado debido a la visión de la resplande- cíente diosa Káli a quien
se había consagrado y que le cerraba literalmente el paso hacia el Atman. Para ayudarlo a concentrarse, Totapuri -que así se llamaba el
monje- cogió un trozo de vidrio y le clavó la punta a Ramakrishna entre las cejas: «Me puse a meditar con todas mis fuerzas; y en
cuanto se me apareció la grácil forma de la Madre divina, hice uso de mi capacidad de discernimiento, como si fuera
una espada, y la partí en dos. Entonces ya no quedó ningún obstáculo ante mi espíritu, que inmediatamente levantó el
vuelo más allá del ámbito de las cosas "condicionadas". Y me perdí en el samadhi. El universo se extinguió. El mismo
espacio había dejado de existir. Al principio algunas ideas sombrías seguían flotando en el trasfondo oscuro de la
mente. Sólo la débil conciencia del Yo se repetía, monótona. (...) Después también eso se detuvo. Sólo quedó la
existenáa. El alma se perdió en el Sí. Se borraron todos los dualismos» 21.
EN SU REFORMA DEL HINDUISMO, ¿NO HA DADO EL BUDISMO UNA IMPORTANCIA MAYOR AL AMOR AL PRÓJIMO,
QUE PODRÍA COMPARARSE CON LA CARIDAD CRISTIANA?
En absoluto. La antropología budista lleva a una concepción más evanescente todavía de la individualidad humana y, por lo
tanto, del amor. El cardenal de Lubac se expresa al respecto en términos extremadamente claros: «Pensamos que el hecho de
asimilar, aun con todas las reservas, la caridad búdica a la caridad cristiana sólo puede provenir de un equívoco. Aun tomándola
en sus formas más elevadas y más admirables, la primera difiere en su inspiraáón de la segunda. Responde a otra idea, ocupa otro
lugar en otro sistema de salvación. Su comparación, un poco forzada, lo único que consigue es hacer aparecer a plena luz la
diversa índole de las dos religiones. (...) La característica esencial que abre un abismo entre caridad búdica y caridad cristiana es
que en ésta al prójimo se lo ama en sí mismo, mientras que en aquélla no se puede hablar de prójimo. En efecto, en ambos casos
la caridad consiste en amar al prójimo como a uno mismo, al menos en un primer momento. Pero en el budismo no se puede
amar en sí mismo a un "yo" totalmente ilusorio o al que hay que destruir. ¿Cómo se puede amar así realmente al "yo" del otro?
La persona del otro, al no ser tomada en serio, no puede ser objeto de un amor serio» 6. El P. de Lubac está aludiendo a la técnica
budista de «la inversión del yo y del otro», que consiste en considerarse a uno mismo como lleno de defectos mientras que los
otros son un mar de perfección; lo cual conduce a rechazar la propia personalidad para asumir la de los otros, prefiriéndolos a
uno mismo. Sólo que esta actitud no puede compararse con el precepto del apóstol Pablo cuando escribe a los cristianos de
Filipos: «Dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás» 22. Esta actitud se justifica por el realismo
de la Encamación, en la que el Hijo de Dios asumió realmente la naturaleza de todos los hombres, convirtiéndolos en hijos
adoptivos de Dios su Padre y hermanos en la misma humanidad llamada a la Vida eterna. En el budismo, esta inversión entre el
yo y el otro no es más que una técnica que no responde a ninguna realidad, ya que el adepto está convencido de que tanto los
otros como él mismo no son más que ilusiones. Una vez que se ha superado ese estadio, se abandona la técnica, pues ya no tiene
sentido alguno.
Usted parece decir que, en el budismo, el amor no sería más que una etapa transitoria en el camino de la realización espiritual.
Así precisamente aparece presentado en la doctrina de las seis perfecciones -o paramita-, que desembocan en el conocimiento no-
dualista o la comprobación de la vacuidad de todas las cosas 23. El don, al que a veces se compara con la caridad, no es más que el
primer nivel de la perfección; es un medio útil, una técnica eficaz para llevar a cabo el indispensable desprendimiento. Pero se
trata tan sólo de una virtud provisional que nada tiene que ver con la finalidad última de la ascensión. Cuando el adepto ha
llegado al conocimiento supremo, lo que ha aprendido acerca del don ya no responde a nada: ha superado ya esa etapa; por eso
las enseñanzas superiores de Buda ni siquiera hablan ya de ello. Es cierto que al amor-compasión se lo considera como un com-
plemento del conocimiento último, pero se trata de nuevo de aquel amor universal no-dualista, de aquel auto-disfrute del Sí, que
identificábamos con el amor espontáneo y necesario de todos los seres a su propia existencia, entendida ésta en su nivel
ontológico fundamental.
«La meditaáón clásica parte del amor como del primer trampolín para llegar, mediante la piedad y después mediante la alegría, a
la serenidad. La caridad formaba parte del mundo de las apariencias,y el bodhisattva* se acomoda al único mundo real, el de la
vacuidad universal. Para quien ha llegado a la perfección de la ciencia, ya no hay simpatía ni antipatía de ninguna dase. Esos son
dos desórdenes exorcizados para siempre»". Lo cual lleva al cardenal de Lubac a la siguiente apreciación: «Podemos deár que, en el
mejor de los casos, la caridad búdica se parece a la caridad cristiana como el sueño a la realidad. A pesar de todo lo que pueda
dearse, no hay caridad unitiva, no hay reciprocidad ni puede haberla, porque no hay seres que se den el uno al otro. La unidad tan
sólo se alcanza mediante la impersonalidad» 24.
20 Id., p. 277.
21 Romain ROLLAND, La vie de Ramakrishna, éd. Stock, París, citado por P. RAVIGNANT y P. MARIEL en Les Maitres spirituels, éd. Denoél, París, 1972, p. 72.
22 Flp 2,3.
23 Las seis perfecciones son: el don, la disciplina, la paciencia, la energía, la meditación y finalmente el conocimiento trascendente.
24 Id., pp. 50-51.
¿Y QUÉ PASA CON EL AMOR HUMANO? LOS JÓVENES Y LAS JÓVENES HINDÚES SE ENCUENTRAN, SE AMAN, SE
CASAN COMO EN TODAS LAS CULTURAS DE NUESTRO PLANETA...
Permítame contarle una anécdota. Yo había sido recibido en casa de una familia hindú cuya vida compartí durante varios días.
Estaba admirado de la calidad de la relación amorosa que unía a los esposos, totalmente impregnada de ternura y de respeto
mutuo, y me formulaba en secreto la misma objeción que usted acaba de hacerme. Mi extrañeza fue aún mayor cuando la joven
señora adivinó mi perplejidad y salió al paso de mi interrogante. Me dijo en sustancia: «Seguramente usted se pregunte cómo podemos
amarnos así mi marido y yo, sabiendo como sabemos que el amor es una ilusión. Ha de saber que nuestro karma, el de ambos, para esta
encarna* áón consiste en vivir a tope y lo mejor posible esta experiencia, en la esperanza de poder superarla en una encarnación ulterior».
Creo que aquí nos tropezamos con un punto de divergencia radical entre la mística natural y la cristiana. La única «definición»
de Dios que se atreve a sugerir la Sagrada Escritura nos la ofrece san Juan en su primera carta: «Dios es Amor»25. Para la
Revelación, todo amor proviene de Dios, contribuye a revelarlo en el mismísimo corazón de nuestras vidas y se nos da para
llevarnos a él. «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. (...) Quien
permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él»u. Si el Amor es el punto final del itinerario cristiano, ¿cómo puede ser reducido
a un medio transitorio? ¿Cómo concebir que pueda «superarse» el amor? Sólo el camino de la caridad puede introducimos en la
eterna bienaventuranza, que no consiste en una fusión con un principio impersonal, sino en la plena comunión con el Dios Uno y
Trino, que se revela amándonos con su mayor amor en Jesucristo.
No es posible conciliar una doctrina según la cual el amor-alteridad es ilusorio y que exalta el amor del Sí, con la propuesta de
sentido de los Evangelios y el primado absoluto de la caridad que se nos revela en la Cruz de Cristo.
Parecería que estamos tocando los límites de esa experiencia, al menos para el cristiano.
Pienso que sí. Y yo no reduciría esa observación únicamente a los creyentes. En Occidente el amor ha sido considerado siempre
como el valor supremo de la vida, el que da «peso» a nuestra existencia, y eso no solamente en ambientes cristianos. No quiero
decir que hayamos sido siempre capaces de vivir a la altura de ese ideal, pero sí sostengo que el amor de caridad es el horizonte
hacia el que tiende nuestra cultura en las diversas maneras en que se expresa con mayor o menor acierto. Es cierto que día tras
día vemos a nuestro alrededor -y nosotros mismos nos hacemos culpables de ello- toda clase de perversiones y caricaturas del
amor, cada vez que convertimos a los otros en objeto para nuestros fines egoístas; pero el hecho mismo de que denunciemos esas
desviaciones demuestra que ese objetivo sigue estando ahí presente, al menos como punto de referencia. Tal vez la misma
admiración de nuestros días por el Oriente haya nacido en parte de una reacción ante nuestra impotencia para vivir las
exigencias de la caridad. Pero seria una pena que ese sentimiento de fracaso, que hiere nuestro orgullo, nos llevase a poner en
tela de juicio la legitimidad de ese ideal que ha inspirado las obras más bellas de nuestra cultura. Es hora de acordamos de que la
Revelación judeo-cristiana, que nos ha transmitido ese valor, nos ofrece también, por el Espíritu de Jesucristo, los medios para
vivirlo, al menos si aceptamos dar el paso de la conversión a la que Jesús nos invita.
¿QUIERE USTED INSINUAR QUE PODRÍA HABER FUNDAMENTALMENTE UNA INCOMPATIBILIDAD CULTURAL ENTRE
ORIENTE Y OCCIDENTE?
Simplemente quiero subrayar que no es sólo la visión de Dios la que es diferente, sino también la del hombre, su proyecto vital,
sus relaciones con los demás, en una palabra todo eso que constituye las grandes opciones que subyacen a una cultura.
Contrariamente a lo que pretende cierto sincretismo cultural muy en boga en la Nueva Era, no todas las culturas son
enteramente compatibles entre sí. Seria una peligrosa ilusión el pensar que se pueden importar impunemente maneras
importantes de ver las cosas, propias de otras culturas, sin provocar una conmoción interna y un cuestionamiento de ciertos
valores propios. Yo creo en el valor de los encuentros inter-culturales vividos con actitud de respeto a las diferencias y que
busquen un enriquecimiento mutuo salvaguardando la especificidad de cada interlocutor. Pero no creo que la confusión de las
señas de identidad sea fecunda.
¿CUÁL ES, SEGÚN USTEDL LA DIVERGENCIA MÁS FUNDAMENTAL ENTRE LA VISIÓN DEL ORIENTE Y LA DE
OCCIDENTE?
Tal vez haya que situarla en la forma de concebir a la persona humana. En el contexto de nuestra cultura occidental, me parece
impensable poder renunciar a la dimensión personal de nuestra existencia. Lejos de ser una ilusión, «la persona significa lo que hay
de más perfecto en la naturaleza», como escribía santo Tomás de Aquino 26. Su dignidad inalienable y el respeto que se le debe son
valores fundamentales en nuestras sociedades occidentales.
Todos nosotros somos un poco cartesianos, y el famoso «Cogito, ergo sum» -pienso, luego soy una substancia pensante- es un
axioma, al menos implícito, en nuestras construcciones racionales. Decir que el acto de pensar, lejos de implicar la existencia de
un «yo» substancial, no hace más que sustentar una ilusión, debería parecemos por lo menos extraño. Aceptar esa visión del
hombre equivale a negar implícitamente el valor de todo el esfuerzo intelectual de Occidente, tanto en el campo filosófico como
en el científico, pues ¿para qué inclinarse ante las emanaciones efímeras de la Sustancia absoluta en la que se reabsorben todas las
diferencias? El anti-intelectualismo del Oriente contrasta extraordinariamente con la curiosidad intelectual y la paciente
investigación de Occidente: el sofoco que produce en nuestros días cierto racionalismo no debería llevamos a renegar de nuestra
especificidad en el intercambio cultural. Semejante abdicación sería, sin duda alguna, perjudicial para todos. Creo, una vez más,
que de una reflexión renovada sobre nuestra propia herencia es de donde tenemos derecho a esperar una profundización de
nuestra identidad y una nueva fecundidad.
Habría aquí otro aspecto en el que profundizar, pero no haré más que mencionarlo en forma de pregunta. La psicología nos
enseña que yo únicamente puedo tener acceso a la personalidad por la mediación de otro que se afirme ante mí en su alteridad
personal irreductible y cordial y que me invite a acercarme a él en el mundo de la libertad y de la responsabilidad. ¿Qué sería de
25 1 Jn 4,16.
26 Summa Theologica I, q. 29, a. 3.
este «pasaje», de este emerger de la personalidad, en una sociedad que negase el carácter substancial de la persona? ¿Dónde
encontraría el niño las mediaciones indispensables para hacer pie sobre la roca de su existencia personal? ¿Cómo va a poder
descubrir su identidad original, si no encuentra frente a sí esa alteridad que le sirva de referencia? Mucho me temo que la
divulgación de la mística del Sí, que se ha convertido en un paradigma de la Nueva Era, no haga más que agravar la crisis de
paternidad en la que nuestra sociedad no ha terminado aún de debatirse.
«Y VOSOTROS ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?». ESTA PREGUNTA, QUE ESTÁ EN EL MISMÍSIMO CENTRO DEL
EVANGELIO DE MATEO2 Y DE
Marcos3, me traspasó el corazón. Él estaba allí muy cercano, con la discreción de una presencia que se ofrece pero que no quiere
imponerse, porque quiere ser elegida, deseada, amada. Si tuviese que tratar de expresar con palabras lo que en esos instantes Él
imprimió en mi corazón, dina: «¿Cuánto tiempo, hijo mío, me harás todavía esperar?». No hubo ningún juicio, ningún reproche,
ninguna reprimenda: tan sólo el gemido lastimero y a la vez lleno de esperanza de un amor traicionado que no sabe decidirse a
abandonar a la persona amada.
Una ternura infinita, un mar de misericordia se derramaban sobre mí y por todo mi ser: por mi corazón, por mi alma y por mi
cuerpo. Y yo lloraba, lloraba todas las lágrimas de mi arrepentimiento. Lloraba de dolor por haber hecho sufrir durante tantos
años a quien había amado y después rechazado y que me había seguido pacientemente hasta los confines del mundo. Lloraba de
alegría por seguir sintiéndome amado a pesar de mi traición, por sentirme ya perdonado antes incluso de haber pedido ese
perdón que estaba balbuciendo con mis sollozos... Más tarde leí en los libros de teología espiritual que la contrición es un don de
Dios, una gracia mediante la cual se nos concede llorar nuestro pecado porque el pecado ofende a Dios, pero con la certeza de
haber adquirido ya la reconciliación por Jesucristo. Yo no sé qué prevalecía, si la alegría o el dolor, pero sí sé que habría deseado
quedarme «allí» para siempre.
Y de pronto, la experiencia cambió de tonalidad: me sentí invadido por una fuerza inaudita, portadora de una exigencia que no
admitía demoras: «Tuya sabes lo que tienes que hacer». Tuve tiempo justamente para darme cuenta de que, al comienzo de ese
encuentro, había caído de rodillas; de un salto, me encontré de pie, como levantado por esa Palabra imperiosa que, por otra parte,
no era más que una invitación a la coherencia.
Estudiando más tarde la Biblia, pensé que esa experiencia que se me había concedido vivir me había dado la posibilidad de
saborear algo de los dos aspectos de la Misericordia divina de los que habla la Escritura: «hesed»27 y «rahamim». El primero de
esos dos términos designa el amor responsable, varonil, que permanece fiel pese a todas las traiciones de la persona amada. El
segundo, cuya raíz evoca las entrañas maternas 28, expresa más bien la ternura compasiva, siempre disponible y dispuesta a
perdonar. Dios es a la vez Padre y Madre. Pero precisamente porque sus entrañas de Misericordia están siempre abiertas, puede
también poner sus exigencias con toda la firmeza y la severidad de su amor paternal. Todos los que se han encontrado frente al
fuego devorador del Amor de Dios pueden dar fe de ello: Dios no es ni una «madraza» ni un «padrazo». El es a la vez rocío de
ternura y llama que consume, una Madre solícita y un Padre exigente 29. En lo más hondo de nosotros mismos sabemos muy bien
que esas dos cosas andan juntas: nuestro -corazón desea y necesita esos dos amores que no son más que uno solo. «Las dos manos
del Padre»30, según la bellísima expresión de san Ireneo, que nos llevan a cada instante en ese doble amor: la ternura del Espíritu,
esa Agua Viva que mana del corazón de Cristo31, y la fuerza de la Palabra, espada de dos filos que sale de su boca32.
27 Este término se encuentra con frecuencia con el término emet «hesed we emet», binomio que puede ser considerado como una endíadis. Así en Ex 34,6; 2 S 2,6; Sal 25
(24),10; Mi 7,20. Para mayores precisiones sobre estos términos, puede verse el artículo «Misericordia» de Jules CAMBIER y Xavier LÉON-DUFOUR en el Vocabulario de
Teología Bíblica, 15a edición, Herder, Barcelona 1990, pp. 542-546.
28 La raíz semita rehem designa el seno materno.
29 Habría que añadir también otra imagen bíblica: la del esposo «celoso».
30 «Dios será glorificado en la obra que él modeló cuando la haya hecho conforme y semejante a su Hijo. Pues por las dos manos del Padre -el Hijo y el Espíritu- el
hombre, y no una parte del hombre, se hace a imagen y semejanza de Dios» (Contra haereses, V, 6, 1).
31 Jn 7,38-39; 19,34.
32 Ap 1,16.
Durante más de treinta años me he preguntado a qué respondería esa visión. Y me conformé con una interpretación de índole
psicológica: se trataría de un remordimiento de conciencia por mi madre, a la que el camino que yo estaba siguiendo hacía sufrir
mucho. Pero luego, ¡cuál no sería mi emoción cuando me encontré por primera vez ante Nuestra Señora de jasna Gora, en
Czestokowa, hace unos años: era ella, ¡ella misma! El mismo rostro, la misma mirada penetrante y misteriosa, la misma expresión
de ternura compasiva! Me quedé cortado, profundamente conmovido. María, pues, me había acompañado, ella también, en mi
extravío, intentado hacerme señas.
CUANDO EL SEÑOR SE LE REVELÓ; NO LE DIO UNA ORDEN PROPIAMENTE DICHA, SINO QUE LE INVITÓ A HACER LO
QUE USTED SABÍA QUE TENÍA QUE HACER. ¿DE QUÉ SE TRATABA?
De partir. De eso no me cabía la menor duda: era una certeza interior que había recibido en el encuentro con el Señor. Sin
embargo, ¡esa perspectiva me petrificaba! Había quemado todas mis naves, había roto todas mis ataduras con el pasado, ya sólo
me quedaba ese estado de discípulo del gurú a cuyo lado contaba con pasar toda la vida.
Dejarle me parecía algo tan irrealizable, que, al acostarme por la noche, deseé -lo confieso avergonzado- que el sueño de la noche
me borrase todo aquello de la memoria...
Dios acababa de pasar, había irrumpido incluso en mi vida, pero dejaba intacta mi libertad. La luz me había deslumhrado un
instante, el Señor había posado sobre mí su mirada de amor: «Ven y sigúeme»*0, pero tenía que dejar las redes, dejarlo todo para
una nueva partida.
¿Y A ¡A MAÑANA SIGUIENTE?
No había olvidado nada, todo lo contrario. En cuanto abrí los ojos, resonó en mi corazón la misma exigencia, temible y dulce a la
vez: «Tú ya sabes Jo que tienes que hacer». Yo me resistía mal que bien a base de argumentos racionales: «Pero, Señor, es imposible,
no hay un coche disponible, no he reservado billete de avión y, de todas formas, el gurú no me dejará irme...».
El silencio que siguió me hizo comprender que con Dios no se regatea.
Decidí, pues, jugarme el todo por el todo. Aún me estoy oyendo decirle al Señor en un diálogo interior: «Está bien, lo intentaré,
pero ya verás cómo no supero el primer obstáculo, no me dejarán irme así...».
TODO ESO SE PARECE CURIOSAMENTE A UNA «FUGA» ORGANIZADA POR EL SEÑOR. ¿AQUEL GURÚ SE OPONÍA AL
CRISTIANISMO HASTA EL PUNTO DE HACER QUE SU CONVERSIÓN FUESE ALGO INCONFESABLE?
Los maestros hinduistas no se oponen abiertamente a ninguna religión, y es bien conocida la hospitalidad religiosa del
hinduismo. Pero esa acogida o esa tolerancia terminan aí final en una absorción del huésped imprudente, que se ve todo él
reinterpretado en el horizonte del pensamiento hin- duista, hasta el punto de resultar irreconocible. Desde que encontraron
audiencia en Occidente, muchos gurús se han dedicado a comentar el Evangelio partiendo de sus propias posturas ideológicas.
Pero en la mayoría de los casos sus interpretaciones tienen muy poco en común con la tradición cristiana. Ya no se necesita la
mediación de la fe (teologal): cada uno interpreta el Evangelio partiendo de su grado de evolución personal, que depende de la
práctica de la técnica, y no de la gracia del Espíritu Santo. La persona de Cristo se reduce con frecuencia a un gurú, o a lo sumo a
un avatar -forma de aparición más o menos mítica del Principio divino, con el mismo derecho que Rama, Krishna u otros Kalkin-,
de quien hay que conformarse con reproducir su estado de conciencia. Ya no se habla de un Salvador: en una filosofía religiosa
monista esta idea no tiene cabida. Cada uno está llamado a «salvarse» a sí mismo destruyendo, con los ejercicios apropiados, la
ilusión de la conciencia personal; Al final de esa aventura veremos hecha realidad la conciencia «crística» de que hablan los
Evangelios, que el cristianismo parece haber perdido pero a la que podremos acceder de nuevo mediante las técnicas orientales.
El gurú al que yo seguía no había estudiado nunca la Biblia y no sentía el menor interés por la religión cristiana. Sin embargo,
recuerdo una discusión turbulenta en Alemania, al final de una conferencia, cuando lo tomaron aparte unos jóvenes creyentes
que proclamaban la salvación mediante la Cruz de Cristo. Su respuesta, en sustancia, fue ésta: «Si vosotros adoráis a un Dios
cruáficado, ¡éste no puede ser más que un demonio!». Fue una de las pocas ocasiones en que le vi encolerizado.
Indudablemente, la Cruz no había sido suficientemente presentada a la luz de la Resurrección, pero no es menos cierto que ese
hecho confirmaba las palabras del Apóstol en la primera carta a los Corintios cuando habla del escándalo producido por la
predicación de un Mesías crucificado33.
¿NO FUE ESO UNA RENUNCIA AL ESPÍRITU CRÍTICO, COMO LA QUE SE EXIGE EN LAS SECTAS?
No se lo voy a negar, aunque el contexto no es en absoluto el mismo. El discípulo renuncia a hacer juicios para retirarse cada vez
más de la actividad hármica, es decir de los actos realizados por el «yo» personal con los que éste se afirma y se consolida. Y se
apoya totalmente en el pensamiento, en el juicio y en las decisiones del Maestro, del que se da por supuesto que manifiesta al
Absoluto y que muestra el camino de la liberación de la esclavitud al sujeto personal ilusorio.
Pero él mismo piensa, juzga, actúa, y por lo tanto refuerza su «ego»...
En principio no, pues se da por sentado que el Maestro está afianzado de manera permanente en la serenidad perfecta de la
iluminación. En consecuencia, sus pensamientos, palabras y acciones están en armonía con el dharma, la gran ley cósmica que
gobierna, no sólo el mundo de la naturaleza, sino también el de la moral personal y social. El Maestro no opone ya ninguna
resistencia a las mociones divinas, y así ya no acumula karma.
Pero eso le da un poder exorbitante sobre los que lo rodean...
Efectivamente, en la medida en que el discípulo sigue el juego y se fía totalmente de su Maestro...
¿... HASTA EL PUNTO DE NO PENSAR YA POR SÍ MISMO EN CUESTIONES TAN ESENCIALES COMO LA FE?
No olvide que embarcarse en el seguimiento de un gurú es un acto de fe. Es un compromiso libre que implica una adhesión total a
los puntos de vista y a la persona del Maestro. El discípulo elige ese guía porque cree que puede conducirlo a la luz sobre sí
mismo, sobre el mundo y sobre Dios.
LO CUAL NO IMPIDIÓ QUE USTED REACCIONASE, AL MENOS INTERIORTT MENTE, EN AQUEL ALTERCADO. ¿ESO
QUIERE DEÁR QUE NO SE ENCONTRABA EN UNA TOTAL SUMISIÓN?
No es tan fácil eliminar de la memoria las vivencias del pasado. Algo más tarde me atreví a hacer algunas preguntas a una señora
influyente que seguía al gurú desde hacía varios años y que llevaba una cruz. Le pregunté cómo podía conciliar su fe cristiana con
su presencia a los pies del Maestro. Me contestó que para ella el gurú, al estar ya plenamente «realizado», sólo podía conducirla a
la verdad. Por lo tanto, si el cristianismo decía la verdad, la conduciría a Cristo.
Dicho de otra manera, su fe en Cristo estaba subordinada a su fe en el gurú...
Exactamente. Y para ella, eso no planteaba ningún problema. Es cierto que el gurú repetía a quien quisiera escucharlo que, pese a
las raíces hinduistas de la meditación que él proponía, la técnica en sí misma no estaba ligada a una religión concreta, y que cada
cual podía seguir en su religión de origen. Y así, mediante la práctica de la meditación, un cristiano se haría mejor cristiano y un
musulmán viviría mejor el Corán.
PERO EL DIÁLOGO QUE USTED ACABA DE CONTAR ¿NO CONTRADICE ESA AFIRMACIÓN? UNA ADHESIÓN
CONDICIONAL A CRISTO, QUE ESPERE DE UNA TÉCNICA QUE LE APORTE LA LEGITIMIDAD «EXPERIMENTAL» DE ESA
OPCIÓN, UNA ADHESIÓN ASÍ ¿ES UNA ADHESIÓN DE FE EN EL SENTIDO CRISTIANO DE LA PALABRA?
Por supuesto que no: la fe es una adhesión a la persona de Cristo, en un encuentro mediatizado por la Palabra acogida en Iglesia.
La verdad de la Palabra de Dios no puede estar subordinada a ninguna otra cosa, ya que ella es la norma normans, la referencia
normativa, el fundamento absoluto de la fe, el camino de verdad que da acceso a la Vida 34.
33 1 Co 1,23-25: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para ¡os gentiles; pero para los llamados -judíos o griegos- un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría
de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres».
34 «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn
14,6).
¿QUIERE USTED INSINUAR CON ESO QUE EL ORIENTE SE PIERDE EN SU BÚSQUEDA DE DIOS?
Yo nunca me permitiría hacer un juicio así. Todas las grandes tradiciones religiosas son dignas de respeto y merecen nuestra
atención, en cuanto que constituyen otras tantas etapas en el camino de la humanidad en su búsqueda de Dios y en la espera de la
Revelación. Jean Bastaire escribía con razón que las distintas religiones son «iguales en dignidad, aunque no en madurez»35, en
el sentido de que no participan en la misma medida de la verdad. La Tradición católica, desde los Padres de la Iglesia36 hasta el
concilio Vaticano II, consideró siempre que en todas las grandes corrientes del pensamiento religioso se encontraban ocultas
«semillas del Verbo»37, pues ¿cómo iba a poder el hombre tender hacia Dios si éste no se hacía presentir en su corazón para
suscitar en él al menos el deseo de conocerlo? Esas «semillas del Verbo» son como endejas de la Revelación, a la que preparan y
a la que están llamando y en la que encuentran su plenitud. La búsqueda auténtica de Dios que se pone de manifiesto en las
grandes Tradiciones del Oriente no se extravía cuando se deja guiar por el Espíritu e instruir por esas semillas del Verbo. Pero
en ellas se mezclan indiscutiblemente elementos humanos provenientes de especulaciones filosóficas que la Revelación vendrá a
corregir. De ahí la importancia de la labor misionera, como nos lo recuerda Pablo VI en su exhortación apostólica Evangelii
nuntiandi, sobre la evangelización del mundo contemporáneo (8 de diciembre de 1975): Las religiones no cristianas «llevan en sí
mismas el eco de milenios a la búsqueda de Dios; búsqueda incompleta; pero hecha frecuentemente con sinceridad y rectitud de
corazón. (...) Todas están llenas de innumerables "semillas del Verbo", y constituyen una auténtica "preparación evangélica", por
citar una feliz expresión del conálio Vaticano II tomada de Eusebio de Cesarea. Ciertamente, tal situación susáta cuestiones
complejas y delicadas, que conviene estudiar a la luz de la Tradición cristiana y del Magisterio de la Iglesia, con el fin de ofrecer
a los misioneros de hoy y de mañana nuevos horizontes en sus contactos con las religiones no cristianas» 38. No obstante, el Santo
Padre recuerda el deber de caridad que impulsa a todos los creyentes a anunciar el Evangelio de la salvación: «Ante todo, queremos poner
ahora de relieve que ni el respeto ni la estima hada estas religiones, ni la complejidad de las cuestiones planteadas, son para la
Iglesia una invitadón a silendar ante los no cristianos el anundo de Jesucristo. Al contrario, la Iglesia piensa que esas multitudes
tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo, dentro del cual creemos que toda la humanidad puede encontrar, con
insospechada plenitud, todo lo que busca a tientas acerca de Dios, del hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la
verdad. De ahí que, aun frente a las expresiones religiosas naturales más dignas de estima, la Iglesia se funde en el hecho de que
la religión de Jesús, la misma que ella anuncia por medio de la evangelizaaón, pone objetivamente al hombre en relación con el
plan de Dios, con su presenoa viva, con su acción»7. m
Con esto el papa se hacía eco de la postura de los Padres conciliares cuando escribían: «La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en
estas religiones hcry de verdadero y santo. Considera con sincero respeto Jos modos de obrar y de vivir, los preceptos y
doctrinas que, aunque discrepan en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella
Verdad que ilumina a todos los hombres. Anunáa y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es el camino, la
verdad y la vida (Jn 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo
todas las cosas»6.
¿Y ENTONCES QUÉ ME DICE USTED DE LA REUNIÓN DE ASÍS? ESA CONVOCATORIA QUE HIZO JUAN PABLO II A LOS
RESPONSABLES DE LAS PRINCIPALES RELIGIONES, EN LA TIERRA DE SAN FRANCISCO, ¿NO FUE UN RECONOCIMIENTO
EXPLÍCITO DE LA CONVERGENCIA DE TODAS LAS CONFESIONES RELIGIOSAS?
No estoy seguro de que su interpretación de ese acontecimiento respete la intención de quien la promovió. No olvide el contexto
religioso en que pasó la primera parte de su vida el P. Karol Wojtila. El desafío al que él se enfrentaba no era el del sincretismo,
sino el del ateísmo. Bajo esa perspecti-
, 7 Ibid.
8 Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, n° 2. Dada la importancia de este texto, ofrecemos el
número 2 de este documento del Concilio en el Anexo 11, p. 285.
va, la reunión de Asís quería significar que la sed de Absoluto anida en el corazón de los hombres de todas las razas, lenguas y
culturas y que esa búsqueda de Dios los une -por encima de las diferencias objetivas que puedan existir en sus intentos de
respuesta- en una búsqueda común de sentido. Proclamaba, además, que la expresión de esa búsqueda era un derecho inalienable
que responde a la estructura fundamental del hombre, que es religioso por esencia. No cabe duda de que esa apertura afirmaba
también, implícitamente, el convencimiento de que Dios reconoce como suyos a todos los hombres de buena voluntad que lo
buscan sinceramente.
Pero eso no nos autoriza a interpretar el acontecimiento de Asís como un reconocimiento de la convergencia de los diversos
caminos espirituales allí representados, o como una confirmación del carácter accidental de las diferencias entre las Tradiciones
religiosas, según el eslogan tan extendido de que "todas las religiones son iguales". Eso sería cambiar la clave interpretativa y no
respetaría la intención del Santo Padre.
35 Art. «De l'Inde au Christ», en la revista Communio, XIII, 4, julio- agosto de 1988, pp. 91-94.
36 En sentido amplio, ese término designa a los escritores eclesiásticos antiguos, pero en su sentido estricto más usual designa a cierto número de autores que reúnan las
cuatro características siguientes: pureza de doctrina, santidad de vida, aprobación por parte de la Iglesia y antigüedad, o sea que pertenezcan a los primeros siglos.
Generalmente el periodo patrístico se cierra con san Isidoro de Sevilla (siglo VID en Occidente y con san Juan Damasceno (siglo VIII) en Oriente. Pero a veces se lo
prolonga hasta san Bernardo de Claraval (siglo XII) entre los latinos e incluso hasta autores más tardíos entre los griegos (Claude MONDÉSERT, Lire les Pires de l'Église, éd.
du Cerf, 1988, pp. 11-12).
37 El concilio Vaticano II invita a los cristianos a «descubrir con gozo y respeto las semillas del Verbo» que se hallan ocultas en las tradiciones religiosas de los pueblos. (...) «AI mismo tiempo
han de esforzarse por iluminar esas riquezas con la ka del Evangelio, liberarlas y reducirlas al dominio de Dios Salvador» (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, 1 1 ) .
38 Evangelii nuntiandi, 55.
¿SERÍA USTED PARTIDARIO DEL ANTIGUO AFORISMO «FUERA DE LA IGLESIA NO HAY SALVACIÓN»? ¿PUEDE SER
ADMISIBLE QUE LOS MILLONES DE SERES HUMANOS QUE VAN POR LAS SENDAS DE LAS TRADICIONES ORIENTALES
CORRAN HACIA SU PERDICIÓN?
¿QUIÉN PUEDE ATREVERSE A SOSTENER UNA COSA ASÍ? EN ESA FRASE, LA IGLESIA HA DE ENTENDERSE COMO LA
COMUNIDAD DE LAS PERSONAS QUE HAN ACOGIDO AL ESPÍRITU DE DIOS QUE LLAMA A LA PUERTA DE SU
CONCIENCIA39, SEPAN O NO QUE ES EL ESPÍRITU DE
Jesucristo. Sus carencias, incluso los errores de las grandes Tradiciones, no pueden ocultar su parte de verdad, que les viene del
Espíritu Santo para preparar los caminos al Señor Jesús. En virtud de su adhesión a esas semillas del Verbo, los hermanos y las
hermanas que forman parte con rectitud de conciencia de las otras Tradiciones religiosas se salvan por Jesucristo. Nadie puede
negar que la gracia de la filiación divina -y, por tanto, de la salvación- puede y debe existir igualmente fuera de la comunidad
visible de la Iglesia cristiana. Dios juzga según el corazón, ¿y cómo no va a responder al ardiente deseo que abrasa a los yoguis;
aunque los caminos que ellos utilizan no siempre coincidan con los del Evangelio?
No olvidemos que, aunque la Iglesia posee efectiva* mente la gracia de haber recibido la plenitud de la Verdad en materia
religiosa, los cristianos están muy lejos por desgracia de vivir de ese pléroma.
En ese sentido, sólo los santos podrían ser calificados de Iglesia...
¿Y QUÉ OCURRE CON LOS CRISTIANOS QUE ABANDONAN SU TRADICIÓN PARA SEGUIR A LOS GURÚS HINDÚES?
Én la hipótesis de que abandonen a Cristo con plena conciencia de que El es el Señor, para adherirse a unas verdades parciales
que no le anuncian más que de lejos, debe- riamos decir que en ese caso hay apostasia e incluso idolatría. Pues el ídolo es una
verdad parcial, relativa, erigida conscientemente en absoluto.
Pero pienso que los cristianos que abandonan a Cristo para seguir a un gurú ya no son cristianos más que de nombre. Estoy
convencido de que un hombre que mantenga una relación vital con el Señor Jesús resucitado no podrá volverse hacia unas
Tradiciones que no dan acceso inmediato a su Persona, sino que lo único que hacen es anunciarlo «de lejos».
¿USTED, PUES, NO HABÍA ENCONTRADO VERDADERAMENTE A CRISTO ANTES DE SEGUIR A AQUEL GURÚ?
Ciertamente no lo había encontrado como Él me encontró a mí en el momento de mi conversión. Pero no quiero esquivar su pregunta. Lo
había encontrado; por desgracia, me fui alejando progresivamente de él, y finalmente lo traicioné, lo abandoné. La fe es una relación de amor,
estructurada por la Palabra. Y como toda relación de amor, es tan frágil como la libertad humana. Y debido a que yo dejé que «la sal se
volviese sosa»40, debido a que no mantuve una relación vital con Cristo, mi mirada pudo apartarse de El y adherirse a otras propuestas
espirituales. Permítame citar aquí al cardenal de Lubac: «Cada vez que se debilita el sentido cristiano, que se cuestiona a la Iglesia o
que ésta parece perder su sustanáa, se busca instintivamente un sucedáneo para llenar el vacío. De ahí, por ejemplo, el espejismo
de la India que causa tantas víctimas lamentables entre la juventud; de ahí la invasión de diversas religiones orientales, que con
frecuencia distan mucho de ser auténticas; de ahí la proliferación de sectas, algunas de las cuales, rigurosamente cerradas, pueden
conducir incluso al suicidio; de ahí, incluso en los monasterios (y quiero creer que estos casos son raros), y a pesar de tantos
esfuerzos que no dejan de dar frutos, un cierto olvido de nuestra Tradición espiritual, tan fecunda, tanto en Occidente como en el
Oriente (cristiano), en pro de un recurso incontrolado ya sea al psicoanálisis, ya a toda clase de métodos, los más serios de los cuales
son escasamente compatibles con una fe viva»41.
Sin embargo, un buen número de cristianos, aun hoy en día, tratan de integrar elementos tomados de las Tradiciones orientales
en su fe cristiana.
Mucho me temo que esos cristianos sean víctima de una confusión, demasiado extendida, entre creencias religiosas y fe teologal.
La creencia hace que nos adhiramos a una determinada visión del hombre, del mundo y de Dios, que constituye el marco de
referencia de nuestro sistema de pensamiento y de acción. La religiosidad le añade un sentimiento de temor reverencial ante lo
sagrado, y nos lleva a realizar actos rituales de conciliación con las fuerzas o los espíritus sobrenaturales.
Hoy observamos una fuerte vuelta a la religiosidad en nuestras sociedades secularizadas, que creían haberla desterrado
definitivamente de su seno. La novedad está, indudablemente, en que las creencias y las prácticas no se limitan ya a las
propuestas de una religión concreta, como podría ser la religión cristiana en Occidente. La nueva religiosidad «rastrilla» mucho
más lejos y no duda en adoptar elementos teóricos o prácticos de otras fuentes. Cada uno se labra su propia religión a su medida,
hace su propio equipamiento religioso, personalizado en función de su demanda, de sus vivencias, de sus apetencias, y, por qué no
decirlo, de su capricho del momento, sin afianzarse nunca en una adhesión definitiva. Se vive «en plan de búsqueda», pero no se
quiere por encima de todo encontrar, lo cual implicaría adherirse, durar, comprometerse: palabras, todas ellas, que dan miedo en
nuestra cultura de lo efímero.
39 «La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, donde éste se encuentra a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella»(Concilio Vaticano 'II, Constitución pastoral
«Caudium et spes» sobre la Iglesia en el mundo actual, 16).
40 Mt 5,13.
41 Entretien autour du Vatican ¡1, éd. du Cerf, París 1985, p. 82.
renovado y cada vez más profundo del Misterio de gracia que se nos ofrece en Cristo para que vivamos cada día más como hijos e
hijas de Dios, según la Carta magna de los Evangelios.
Esta fe se manifiesta en un estilo de vida, en una cultura que tiende a encamar los valores evangélicos. Y se expresa en una
dimensión religiosa que culmina en la celebración comunitaria de su Señor. En una palabra, le fe teologal impulsa al creyente a
realizar los actos que manifiestan y autentifican la Vida del Espíritu que brota en él desde el bautismo, confirmando así la palabra
de Dios pronunciada por el profeta Ezequiel: «Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis mis
mandatos poniéndolos por obra»'2.
PERO SI HAY CRISTIANOS QUE TIENDEN LA MANO A LAS TÉCNICAS ORIENTALES, ¿NO SERÁ PORQUE SIGUEN CON
HAMBRE DENTRO DE SU PROPIA TRADICIÓN? ¿OFRECE EL CRISTIANISMO OTROS CAMINOS DE ENCUENTRO CON
DIOS, ADEMÁS DE UNA RIGUROSA ADHESIÓN DE FE?
Aun a riesgo de decepcionarle: ¡no! Pues la fe nos concede conocer a Dios en plenitud, aunque no sea aún por clara visión. Creer
es entrar en la Alianza de Amor a la que el Señor nos invita gratuitamente; es descansar en su Corazón y hacer todo lo posible
por quedamos allí. No olvidemos que la fe es una virtud teologal que infunde en nosotros el Principio de una Vida nueva: la Vida
del Espíritu Santo. Por la fe entramos en comunión con Jesús resucitado, y eso ya desde ahora:«Vuestra vida está con Cristo
escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo; vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloriaY san Pedro
í Col 3,3-4.
lo completa añadiendo: «Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre
en paz con Él, inmaculados e irreprochables»43.
La vida de fe es una vida en el Espíritu de Cristo, y por tanto una vida en Dios. Todo el esfuerzo del creyente ha de consistir en
mantenerse ahí, según la invitación del mismo Jesús: «Permaneced en mí. (...), porque sin mí no podéis hacer nadai»\
Y precisamente para obedecer a ese precepto, hay muchas técnicas en las que ejercitarse. Uno no permanece en Dios de esa
manera porque lo ha decidido así...
«El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos inefables»\
DIOS ES EL QUE LLAMA, EL ES QUIEN SUSCITA EN NOSOTROS EL DESEO DE RESPONDER, Y EL ES TAMBIÉN QUIEN NOS
LLEVA POR EL CAMINO DE LA VIDA FILIAL. Y TODO ESO GRATUITAMENTE, POR PURO AMOR, SIN ESPERAR A CAMBIO
MÁS QUE NUESTRO POBRE CONSENTIMIENTO A SU INICIATIVA DE SALVAMOS EN CRISTO JESÚS. ¿NO RESULTA
CHOCANTE PROPONER UNAS TÉCNICAS -CON TODO LO QUE ENCIERRA ESE TÉRMINO DE IMPERSONAL- PARA
APRENDER A AMAR?
Cuando los discípulos le piden a Jesús: «Enséñanos a orar», el Maestro simplemente los orienta hacia Aquel a quien El llama
«Padre mío y Padre vuestro, Dios mío y Dios vuestro»44 y los invita a entrar en su oración filial, impregnada toda ella de confianza,
ternura, abandono y adoración. Todos los métodos de oración no tienen otro fin que el de ayudarnos a volvernos hacia el Que
está llamando a la puerta de nuestro corazón mendigando nuestro pobre amor: «Estoy a la puerta llamando; si alguien oye y me abre,
entraré y cenaremos juntos»45. Hay que oír a los santos hablar de la oración para comprender que ésta, esencialmente, es el gemido
de un corazón que arde con el fuego del Amor divino. A la pregunta «¿Qué es la oración?», nuestra jovencísima Doctora de la
Iglesia, santa Teresa de Lisieux, contesta: Un diálogo de amor con Dios. Un trato de amistad con Quien sabemos que nos ama. «Un
impulso del corazón, una simple mirada lanzada hada el délo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio
de la alegría. Algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús»46. Me permito subrayar una vez más, en estas
pocas líneas, la estructura dialogal de la oración y su carácter sobrenatural.
42 Cada una de las diferentes encarnaciones de los dioses indios; particularmente, de Visnú. N. del T.
43 2 P 3,14.
44 Jn 20,17.
45 Ap 3,20.
46 Manuscrito Autobiográfico C, folio 25r; en Obras Completas, 3* ed. Monte Carmelo, Burgos 1998, p. 308.
¿PERO DERTAS TÉCNICAS ORIENTALES NO PUEDEN, SIN EMBARGO, PREPARAR AL HOMBRE PARA EL ENCUENTRO
CON CRISTO Y PARA ACOGER SU GRADA?
Si la fe cristiana es una vida en el Espíritu -y, en consecuencia, una vida de comunión con el Hijo y con el Padre-, yo no entiendo
cómo esa vida dialogal con el Totalmente- Otro trascendente pueda prepararse o enriquecerse con unas técnicas que buscan la
disolución de la persona en las energías cósmicas inmanentes en nuestro mundo creado. Ya hemos señalado que aunque los dos
caminos -el de la mística natural y el de la mística sobrenatural- empiezan corriendo en la misma dirección -la de la interioridad-
muy pronto se separan: el primero para hundirse cada vez más en la experiencia del Sí hasta llegar al énstasis, el segundo para
salir de sí hacia el Otro en un movimiento extático que es ya obra de la gracia. Pretender disponerse a recibir al Dios que viene a
nosotros en Jesucristo, recurriendo a técnicas que pertenecen a una tradición de la mística natural, es exponerse a confundir la
Paz sobrenatural del Espíritu con la serenidad natural de la experiencia de sí; es correr el riesgo de no llegar nunca a la auténtica
oración, porque el individuo se queda encerrado en un goce narcisista de su propio acto de existir. Jugando con las palabras,
podríamos decir que, para el creyente, esta experiencia está en «entredicho» porque no deja lugar para lo «dicho-entre», es decir,
para la Palabra que representa la alteridad y que Dios nos ofrece como lugar para el encuentro.
A esto hay que añadir que el contexto religioso en que se ponen en práctica esas técnicas las más de las veces es abiertamente
incompatible con una verdadera adhesión a la persona de Cristo. ¿Cómo va a poder aceptar un cristiano prosternarse ante la
representación de los maestros de una tradición que no es la suya, para adorarlos y repetir a continuación un mantra que en la
mayoría de los casos no es más que el nombre de una divinidad? ¿Cómo va a poder aceptar participar en esa liturgia, que para él
es un culto idolátrico a unas criaturas divinizadas? Y de nada sirve hacer cargar al iniciador con la responsabilidad del acto
ritual, pues él lo realiza en nombre de quien pide ser iniciado.
47 Citadas por Françoise JACQUIN, «Le témoignage de Juies Monchanin», en la revista Communio, op. cit. Recordamos que
ofreceremos esas notas, en su integridad, en el Anexo III de este libro.
48 ib., p. ¡08.
Ia confusión y producen discusiones estériles; o bien son fieles al yoga tradicional, adhiriéndose a su núcleo, en cuyo caso son
incompatibles con el corazón de la fe cristiana.
Hablando con propiedad, no existe un «yoga cristiano», lo mismo que no existe una oración hinduista. Existe un yoga hinduista
practicado por hombres y mujeres que creen en el Cristo de los Evangelios, y que se imaginan que pueden sacar provecho de
esas técnicas para su maduración física, psíquica, e incluso espiritual. Pero el riesgo de confusión es enorme. Me permito insistir
una vez más: la serenidad natural conseguida mediante el lento proceso de disolución de la conciencia personal no tiene nada que
ver con la Paz sobrenatural del Espíritu de Cristo resucitado y no prepara al hombre para acogerla, sino todo lo contrario. Es
más bien una trampa, tanto más peligrosa cuanto que es muy seductora y puede engañar fácilmente a un viajero de la
interioridad poco experimentado. ¡Cuánta gente se ha visto enredada en una contemplación narcisista de su sí profundo, mientras
pensaban que estaban viviendo estados de oración y de quietud, o incluso de oración infusa! Y justamente eso es lo que hace tan
difícil, e incluso imposible, la integración de las técnicas del yoga en un auténtico camino de oración y de vida en el Espíritu.
NUESTRA REALIDAD DE ESPÍRITUS ENCARNADOS ¿NO NOS OBLIGA A TOMAR EN CUENTA NUESTRO CUERPO EN LA
AVENTURA DE LA ORACIÓN? NO NEGARÁ USTED QUE CIERTA RELAJACIÓN CORPORAL Y PSÍQUICA NO PUEDEN POR
MENOS DE AYUDARNOS A PONERNOS EN PRESENCIA DE DIOS.
Indudablemente. Pero hay que estar muy atentos a que esta puesta en forma se mantenga en su condición de medio y no se
convierta subrepticiamente en el objetivo que se busca. Quisiera citar al respecto la Carta de la Congregación para la Doctrina de
la fe a los obispos de la iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditaáón cristiana 49.
El documento empieza reconociendo la validez de su objeción: «La experiencia humana demuestra que la postura y la actitud del
cuerpo no dejan de tener su influjo en el recogimiento y en la disposición del espíritu. En la oración, el hombre entero debe
entrar en relación con Dios, y, por consiguiente, también su cuerpo debe adoptar la postura más propicia para el recogimiento.
Éste es un dato al que han prestado atención varios autores del Oriente y del Occidente cristiano». Un poco más adelante leeremos
incluso que «auténticas prácticas de meditación provenientes del Oriente cristiano y de las grandes religiones no cristianas, que
ejercen un atractivo sobre el hombre de hoy -dividido y desorientado-, pueden constituir un medio adecuado para ayudar a la
persona que ora a estar interiormente distendida delante de Dios, incluso en medio de las soliataáones exteriores». Pero el
documento puntualiza que «los autores espirituales (del Oriente y del Occidente cristiano) que han adoptado aquellos elementos
que facilitan el recogimiento en la oración reconocen así su valor relativo: son útiles si se conforman y se orientan a la finalidad
de la oración cristiana». La razón de esta restricción es muy clara: «El simbolismo psicofisico, comprendido de manera inadecuada e
incorrecta, puede convertirse en un ídolo y, como consecuencia, en un impedimento para la elevación del espíritu hacia Dios.
Vivir en el ámbito de la oración toda la realidad del propio cuerpo como símbolo es todavía más difícil: puede degenerar en un
culto al cuerpo y hacer que se identifiquen subreptiáamente todas sus sensaciones con experiencias espirituales. Algunos
ejercicios físicos producen automáticamente sensaciones de quietud o de distensión; sentimientos gratificantes, y quizás hasta
fenómenos de luz y calor similares a un bienestar espiritual Tomarlos por auténticas consolaciones del Espíritu Santo sería un
modo totalmente erróneo de concebir el camino espiritual»".
EL YOGA EN CUANTO TAL, CARGADO CON TODO EL PESO DE HINDUÍSMO, NO ES CIERTAMENTE COMPATIBLE CON
UN AUTÉNTICO ITINERARIO CRISTIANO. PERO, PARA IR EN LA DIRECCIÓN DE ESE DOCUMENTO: ¿NO PUEDE SER
«CRISTIANIZADO»?
Esa es exactamente la pregunta que se hacía el P. Monchanin: «El yoga ¿puede ser cristianizado? Hoy en día casi siempre se lo asocia
al pelagianismo, a un posible ateísmo y a prácticas tántricas equívocas. ¿Y el resultado compensa los riesgos que se corren? En
un yoga riguroso, no hay lugar para la grada, y, lógicamente, tampoco para Dios. Es un narcisismo sin Narciso, ya que sus
acrídentes, al no ser diferenciales, están absorbidos por su esencia. La advaita, lo mismo que el yoga, es un precipicio. Quien se
precipita en él con un sentimiento de vértigo no puede saber lo que va a encontrar en el fondo. Me temo que sea a sí mismo en
vez de al Dios vivo y trinitario»50. No es respetar al hinduísmo querer a toda costa que sus prácticas sean compatibles con el cristianismo; y
no es respetar al cristianismo querer integrar en él unas técnicas que son extrañas a él e incluso incompatibles con su aspiración fundamental.
El recurso ocasional a otras tradiciones, que autoriza el documento, no puede ir más allá de algunos ejercicios respiratorios elementales y de
ciertas posturas corporales sencillas que produzcan cierta relajación, pero que no por eso merecen el nombre de yoga.
Se diría que usted tiene miedo a la intrusión del yoga en el cristianismo...
49 Puede verse en la revista Ecdesia, 20 de enero de 1990, pp. 30-38. En adelante la citaremos con la abreviatura «Algunos
aspectos...», seguida del número al que se refiere la cita. Dada la importancia de esta Carta, la reproduciremos íntegramente en el
Anexo 1, pp. 257-283.
50 Jules MONCHANIN, Écrits spirituels, op. cit, pp. 126-127.
diversas formas de budismo que desde hace algunos años parecen haber tomado el relevo al hinduismo en la fascinación de
Occidente por las religiones orientales.
Lo que está en juego es mucho más importante que unos cuantos ejercicios de preparación para la oración: es la naturaleza
misma del camino hacia la interioridad. En el Antiguo y en el Nuevo Testamento, entrar en uno mismo no quiere decir
abstracción intelectual mediante la concentración en el Sí profundo, sino conversión del corazón, al darnos cuenta de que nos
hemos alejado de Dios y de sus mandamientos. Convertirse no es volverse hacia uno mismo y hundirse en un vacío interior, sino,
por el contrario, apartar la mirada de uno mismo para dirigirla hacia Dios que se revela en su Palabra y sumergirse en la
plenitud de su Misericordia.
La Carta sobre la meditación, para apoyar sus palabras, cita al obispo de Hipona: «En este campo, san Agustín es un maestro insigne.
Si quieres encontrar a Dios -dice-, abandona el mundo exterior y entra dentro de ti mismo. Sin embargo -prosigue-, no te quedes
en ti mismo, sino elévate por encima de ti mismo, porque tú no eres Dios: Él es más profundo y más grande que tú. "Busco en mi
alma su sustanáa y no la encuentro; me entregué a la búsqueda de mi Dios, y por las cosas que han sido hechas deseé ver sus
perfecciones invisibles" (Rm 1,20)».51 «"Quedarse en sí mismo": he ahí el verdadero peligro. El gran Doctor de la Iglesia aconseja
concentrarse en sí mismo, pero también trascender el yo, que no es Dios, sino sólo una criatura. Dios es "interior intimo meo et
superior summo meo"'52. Efectivamente, Dios está en nosotros y con nosotros, pero nos trasciende en su misterio» 53.
Pero el desprendimiento de sí mismo aún no nos da la certeza de habernos encontrado con Dios...
Claro que no. Eso forma parte de esa venturosa pobreza 54 del creyente que no quiere adueñarse de la experiencia religiosa. La
ascesis cristiana sólo es prepara- tona, y propiamente hablando no forma parte de la oración. La espontaneidad del hombre ante
Dios conserva todo su lugar, pero hay que situarla en contexto de una libertad superior, la de Dios, que es quien tiene la inicia-
tiva, evitando así que el hombre se encierre en la prisión de un absoluto hecho a su medida. «Desde el mismo comienzo -escribe
Louis Gardet-, el fenómeno de la mística sobrenatural difiere radicalmente del de la mística natural. La interiorización de la que
aquélla está sedienta la lleva al éxtasis, a salir de sí misma, a encontrar dentro de sí a Otro que es distinto de ella. No camina
hacia lo hondo del ser ni hacia la profundidad creadora del individuo, sino hada la inhabitadón de Otro que es a la vez
trascendente e inmanente». Y el cardenal von Balthasar lo corrobora: «El punto de partida del hombre que se pone en camino hada
Dios no es la negadón de su finitud, ni tampoco su emancipadón; es el desprendimiento y la negación, que son necesarios para
que Dios pueda tomar plena posesión de él» 55.
ENTONCES LA «ORADÓN DE JESÚS», TAN PREDADA EN EL ORIENTE CRISTIANO, ¿VENDRÍA A SER UNA DESVIADÓN
RESPECTO AL AUTÉNTICO ESPÍRITU DE ORADÓN?
En su pregunta parece sobrentenderse que usted interpreta esa oración como una técnica, cuando no es así. El camino espiritual
que hoy conocemos con el nombre de hesicasmo* (soledad, recogimiento), y que se desarrolló en el monte Athos a lo largo del
siglo XIV, no propone una técnica, sino un método de oración, llamada Oraáón de Jesús. Los escritos más representativos de esta
tradición espiritual fueron recogidos en una obra llamada Filocalía, que contribuyó a suscitar un importante movimiento de
renovación que se extendió hasta Rusia en los siglos XVIII y XIX.
Dicho método no consiste en modo alguno en una repetición mecánica del nombre de Jesús, utilizándolo como si se tratase de un
mantra, uniéndolo estrechamente a la respiración, en la línea de lo que proponen ciertas técnicas orientales. Aquí el Nombre sólo
se invoca para que el orante fije su atención en la Presencia y para introducirlo en un diálogo de amor. De lo que se trata es de
conservar vivo el recuerdo de la inhabitación divina, a fin de permanecer en Quien se nos ofrece ya desde ahora como nuestra
beatitud, a pesar de nuestra indignidad.
CON TODO, USTED RECONOCE QUE EL HESICASMO ES UN MÉTODO ESPECIAL PERTENERÍENTE A UNA DETERMINADA
ESCUELA DE ESPIRITUALIDAD. ¿CÓMO CALIFICA USTED LOS DISTINTOS MÉTODOS DE ORACIÓN QUE HAN SIDO
PROPUESTOS A LO LARGO DE TODA LA HISTORIA DE LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA? ¿NO SON ESOS MÉTODOS LOS
TESTIGOS DE UNA PERMANENTE BÚSQUEDA DE MEDIOS EFICACES PARA VIVIR LA EXPERIENCIA DE DIOS?
«Método» y «técnica» no deben confundirse. A diferencia de la técnica, el método sólo se utiliza a título de ayuda y de
preparación, no como algo que garantice el fin que se persigue. Todos los métodos de oración cristiana no tienen otra finalidad
que la de disponemos mejor para acoger la gracia, es decir, para acoger la Presencia del Señor que es libre para distribuir sus
dones como El quiera.
La advertencia de santa Teresa de jesús es de una asombrosa actualidad: «Yo no puedo persuadirme a industrias humanas en cosas que
parece puso Su Majestad límite y las quiso dejar para Sí. (...) Llamo penosa fuerza que nos queramos hacer, como sería pena
detener el huelgo; sino dejarse el alma en las manos de Dios, haga lo que quisiere de ella, con el mayor descuido de su provecho
que pudiere y mayor resignación a la voluntad de Dios. (...) Cuando Su Majestad quiere que el entendimiento cese, ocúpale por
otra manera y da una luz en el conocimiento tan sobre la que podemos alcanzar, que le hace quedar absorto, y entonces, sin saber
cómo, queda muy mejor enseñado que no con todas nuestras diligencias para echarle más a perder; que pues Dios nos dio las
potencias para que con ellas trabajásemos, y se tiene todo su premio, no hay para qué las encantar, sino dejarlas hacer su oficio>
hasta que Dios las ponga en otro mayor»58.
¿CÓMO CARACTERIZARÍA USTED ¡OS MÉTODOS DE ORAÁÓN CRISTIANA EN COMPARACIÓN CON LAS TÉCNICAS
ORIENTALES U OTRAS?
La principal característica de la mística sobrenatural es su gratuidad: su meta específica no es algo que el hombre pueda alcanzar y
conquistar; es siempre un don, para el que el orante puede y debe prepararse, ciertamente, pero que nunca le es debido y que ni siquiera puede
merecer. Esta actitud de humildad no se consigue mediante una técnica, sino por una con* versión al amor, por la acogida de un perdón que
viene de Dios. «El amor de Dios, único objeto de la contemplación cristiana, es una realidad de la que uno no puede *apropiarse"
con ningún método ni con ninguna técnica. Al contrario, debemos tener siempre la mirada fija en Jesucristo, en quien el amor
divino ha llegado por nosotros a tal punto en la Cruz, que también El ha querido asumir para sí la condición de alejamiento del
Padre. Debemos, pues, dejar que Dios decida la manera en que quiere hacemos partícipes de su amor» 59, -
Por eso la meditación cristiana es siempre fundamentad mente cristológica. Jesús es para el creyente el verdadero rostro de Dios
y el verdadero rostro del hombre. En él se nos ha revelado el Amor del Padre que nos hace hijos en el Espíritu. El lugar de
verdad y de comunión transformante es esa Palabra viva que se nos ha dirigido en Jesús, sacramento primordial de salvación. En
la contemplación de su vida, de su ejemplo, y en la participación en su obra sacramental, tenemos acceso al conocimiento interior
de quién es Dios, para nosotros y en sí mismo.
El orante oriental se esfuerza, desde el comienzo, por expulsar todos los pensamientos y las representaciones objetivas; el orante
cristiano rechaza, sí, las distracciones exteriores y las solicitaciones de su imaginación, pero no para conseguir un vacío interior,
suprimida toda la actividad de sus facultades. Su esfuerzo está orientado a acoger la Palabra de gracia que le viene de Dios y ante
la que quiere estar disponible. Y esa palabra que él encuentra en lo íntimo de su meditación tendrá también que discernirla como
Palabra encamada, escondida en la historia, y cuya presencia él tiene que desvelar.
¿HABRÁ QUE ENTENDER QUE EL CRISTIANO NO TIENE ACCESO A LA DIVINIDAD, A NO SER MEDIANTE LA
HUMANIDAD DE CRISTO?
A modo de respuesta, me gustaría citarle a Orígenes: «De Cristo podríamos decir que su prinapio natural es la divinidad, pero que
desde nuestro punto de vista -para nosotros, que no somos capaces de abordar su ser verdadero-, bajo el aspecto de su grandeza,
es la humanidad. Por eso a los niños se les enseña a Jesucristo, y a Jesucristo crucificado. Por esa razón, puede decirse que, por la
naturaleza de las cosas, el prinapio de la ciencia es Cristo en cuanto Sabiduría y Fuerza de Dios; pero por lo que se refiere a
nosotros, la Palabra se hizo carne para habitar entre nosotros. Y sólo así podemos nosotros comprenderlo» 60.
58 Castillo interior, Cuartas Moradas, cap. 3. nn. 5-6: Obras Completas, 7* ed. Monte Carmelo, Burgos 1994, pp. 688-689.
59 «Algunos aspectos...», Vil, n° 31.
60 ¡n Jo I 18, 106-107: citado por A-G. HAMMAN, Lhomme image de Dieu, éd. Desclée, Paris 1987, p. 147.
Se puede considerar como contraria con total seguridad al Nuevo Testamento cualquier «subida rectilínea» que pretenda llegar a
una visión sobrenatural de Dios sin servirse del camino -o que quiera ir por otro camino- que nos abre la Humanidad santísima
de Jesucristo. Una tal actitud revelaría, o bien un olvido voluntario del misterio de la Encamación, o bien una identificación de
Cristo transfigurado con el
Espíritu, lo que nos sumiría inmediatamente en la incandes* cencia de la Naturaleza divina, sin que fuese ya necesario* pasar por
el Verbo encarnado.
El documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe nos lo recuerda: «La oración cristiana está siempre determinada por la
estructura de la fe cristiana; en la que resplandece la verdad misma de Dios y de la criatura. (...) Existe, por tanto, una estrecha
relación entre la revelación y la oraáón. (...) Por eso la Iglesia recomienda siempre la lectura de la Palabra de Dios como fuente
de la oraáón cristiana; y al mismo tiempo exhorta a descubrir el sentido profundo de la Escritura mediante la oraáón "para que se
establezca un diálogo entre Dios y el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus
palabras"61»62.
Una cosa es meditar la Palabra de Dios y otra cosa es encontrarse con Él en una experienáa mística, que por definiáón es ine-
fable, y por tanto está más allá de la Palabra-
La «tentación» de prescindir del Verbo encarnado para sumergirse directamente en la esfera de lo divino no-con- ceptualizable,
esa tentación de una meditación desobjetivi- zante ha resurgido varias veces a lo largo de la historia de la espiritualidad cristiana.
Citemos de nuevo a santa Teresa de Jesús: «También os parecerá que quien goza de cosas tan altas no tendrá meditaáón en los misterios
de la sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo, porque se ejerátará ya toda en amor. Esto es una cosa que escribí largo en otra
parte63, y aunque me han con- tradecido en ella y dicho que no lo entiendo, porque son caminos por donde lleva nuestro Señor, y que cuando ya
han pasado de los principios es mejor tratar en cosas de la divinidad y huir de las corpóreas, a mino me harán confesar que es buen camino.
Ya puede ser que me engañe y que digamos todos una cosa; mas vi yo que me quería engañar el demonio por ahí, y así estoy tan escarmentada
que pienso, aunque lo haya dicho más veces, decíroslo otra vez aquí, porque vayáis en esto con mucha advertenáa; y mirad que oso deár que no
creáis a quien os dijere otra cosa. (...) [No es bueno para el alma] apartarse de industria de todo nuestro bien y remedio que es la sacratísima
Humanidad de nuestro Señor Jesucristo. (...) Al menos yo les aseguro que no entren a estas dos moradas postreras; porque si pierden la guía,
que es el buen Jesús, no acertarán el camino; harto será si se están en las demás con seguridad» 64.
La Madre Teresa reaccionó en varias ocasiones contra los libros de los alumbrados españoles, que proponían la contemplación
como un vago engolfarse en la divinidad65, o como un «no pensar en nada»il, pues veía que en eso podía haber el peligro de alejarse
de Jesús de quien nos «vienen todos los bienes»66. Por eso exclama: «Apartarse de Cristo ¡no lo puedo sufrir!»*.
El Santo Padre comentaba así esta actitud de la Santa: «Este grito vale también en nuestros días contra algunas técnicas de oración
que no se inspiran en el Evangelio y que prácticamente tienden a prescindir de Cristo, en favor de un vado mental que dentro del
cristianismo no tiene sentido. Toda técnica de oradón es válida en cuanto se inspira en Cristo y conduce a Cristo, el camino, la
verdad y la vida67. Cristo es la puerta por la que el alma accede al estado místico 68. Cristo la introduce en el misterio trinitario69.
Su presenda en el desenvolvimiento de este «trato amistoso» que es la oradón es obligada y necesaria: El lo actúa y genera. Y El
es también objeto del mismo. El es el «libro vivo», Palabra del Padre 70. El hombre aprende a quedarse en profundo silendo,
cuando Cristo le enseña interiormente «sin ruido de palabras»71; se vada dentro de sí «mirando al Crudficado» 72. La
contempladón teresia- na no es búsqueda de escondidas virtualidades subjetivas por medio de técnicas depuradas de purificadón
interior, sino abrirse en humildad a Cristo y a su Cuerpo místico, que es la Iglesia» 73.
Eso que el Santo Padre resalta tan especialmente en la oración teresiana pertenece a los rasgos distintivos de toda meditación
cristiana.
Hans Urs von Balthasar señalaba que «el sí humano más perfecto -"Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra"-
probablemente no maduró por los caminos de una medita- dón desobjetivizante, pues esa mujer que hablaba era judía» 74.
PERO ENTONCES, EN LA ORACIÓN CRISTIANA, /A/ COMO USTED LA PRESENTA, ¿HAY LUGAR PARA EL ENCUENTRO
MÍSTICO? QUIERO DECIR, ¿PARA UNA AUTÉNTICA EXPERIENCIA INMEDIATA DE DIOS?
La Palabra no es una mediación que suponga un obstáculo para la inmediatez del encuentro: es el lugar donde Dios se revela entregándose.
«La finalidad o fruto de la sagrada Escritura -dice san Buenaventura- no es cosa de poca importancia, pues tiene como objeto la
plenitud de la felicidad eterna. Porque la Escritura contiene palabras de vida eterna, puesto que se ha escrito no sólo para que
creamos, sino también para que alcancemos la vida eterna, aquella vida en la cual veremos, amaremos y serán saciados todos
nuestros deseos; y, una vez éstos saciados, entonces conoceremos verdaderamente lo que trasciende toda filosofía -el amor
cristiano-, y así llegaremos a la plenitud total de Cristo * En esta plenitud, de que nos habla el Apóstol, la sagrada Escritura se
¿NO ESTÁ USTED HACIENDO UNA SEVERA CRÍTICA A LA RENOVAÁÓN CARISMÁTICA, POR LA QUE SIN EMBARGO HE
CREÍDO ENTENDER QUE USTED SENTÍA MÁS QUE SIMPATÍA?
Tal vez la Renovación carismática deba estar especialmente atenta ante el peligro de desviación que acabo de denunciar; pero el
hecho de tomar en consideración y de aceptar los carismas que pueda dar ocasionalmente el Señor no quiere decir que se
confunda el ministerio al que llaman esos dones con una experiencia inmediata de lo divino por la que se mediria la vida
espiritual. Cuando las experiencias o los dones extraordinarios se buscan por sí mismos, se da una desviación, sea cual sea la
familia espiritual en que uno se ampara. De todas formas, esta tentación no amenaza sólo a los «carismáticos» en una época como
la nuestra en que, por influjo de la Nueva Era, los cristianos se sienten tentados a medir también ellos su vida espiritual por la
intensidad de los consuelos que puede darles el Espíritu, con el peligro de buscarlos mediante unas técnicas incompatibles con su
propia tradición.
El Documento de la Congregación de la Fe denuncia también a su vez, entre las «formas erróneas de hacer oración», una que consiste en
valorar la perfección de la oración cristiana «en relación con la experiencia de lo divino, como propone el mesalianismo. Los falsos
carismáticos del siglo IV identificaban la grada del Espíritu Santo con la experiencia psicológica de su presencia en el alma.
Contra éstos, los Padres insistieron en que la unión del alma orante con Dios tiene lugar en el misterio, particularmente por
medio de los sacramentos de la Iglesia. Esta unión puede realizarse también en medio de experiencias de aflicáón e incluso de
desoladón»84.
75 SAN BUENAVENTURA, Breviloquiüm, Prólogo. Tomado de Liturgia de las Horas según el rito romano, III, Coeditores Litúrgicos, 1984, pp 243-
244.
76 Ib.
77 Jn 15,13.
78 Poesías, PN 54,22: Obras completas, 3a ed., Monte Carmelo, Burgos 1998, p. 741.
79 «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad» (2 Co 12,9).
80 «Ya podría yo hablar las lenguas de ¡os hombres y de los ángeles: si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unas platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer
todos los secretos y todo el saber; podría tener fe como para mover montañas: si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo: si no tengo
amor, de nada me sirve» (1 Co 13,1-3).
81 Secta extática fundada en el siglo II de nuestra era por Montano, que se presentaba a sí mismo como el portavoz del Espíritu. Anunciaba que estaba cerca el fin del mundo e
invitaba a prepararse para él con una vida ascética especialmente rigurosa. El montañismo llegó a subordinar la autoridad de la Iglesia institucional al profetismo carismático (cf K.
RAHNER y H. VORGRIMLER, Petit dictionnaire de theologie catholique, éd. du Seuil, Paris 1970, pp. 293-294).
82 Nouveaux points de repere, op. át, p. 121.
83 *En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común» (1 Co 12,7).
84 «Algunos aspectos.,.», III; 9.
Y si Dios nos concede la gracia de visitamos de una manera más «sensible», con ello se nos invita también a aceptar ese don con humildad y
desprendimiento: «No podemos jamás, en modo alguno, intentar ponernos al mismo nivel que el objeto contemplado, el amor libre
de Dios; ni siquiera cuando, por la misericordia de Dios Padre, mediante el Espíritu Santo enviado a nuestros corazones, se nos
concede gratuitamente en Cristo un reflejo sensible de ese amor divino y nos sentimos como atraídos por la verdad, la bondad y
la belleza del Señor»s\ La distinción ontológica subsiste aun en lo más hondo de la experiencia mística y fuerza al hombre a conservar una
actitud de respetuosa adoración ante el Totalmente Otro que se le ha acercado tanto que le ha unido a El en un abrazo de amor.
USTED INSISTE EN EL MANTENIMIENTO DE LA ALTERIDAD COMO CONDI- ÁÓN PARA EL AMOR. ¿PERO NO HA DE
DARSE TAMBIÉN LA EXIGENCIA DE UNA ÁERTA COMUNIÓN DE NATURALEZA PARA QUE SEAN POSIBLES LA RELA-
ÁÓN Y EL ENCUENTRO?
Sin duda alguna. Con eso usted está abriendo el capítulo de la teología de la gracia, y más en concreto de la gracia «divinizante».
Los Padres de la Iglesia abordan su objeción argumentando que entre el amado y el amante debe existir afinidad, e incluso, como
sugiere usted, una cierta comunión de naturaleza. Y eso es precisamente lo que Cristo hace con nosotros: Dios se hizo hombre
para infundir en la humanidad una cierta con-naturalidad con su Creador, en base a la cual fuese posible el amor. De ello
hacemos memoria en cada eucaristía, cuando el sacerdote, en el ofertorio, echa unas gotas de agua en el cáliz del vino,
pronunciando las palabras: «El agua, unida al vino, sea signo de nuestra participación en la vida divina de Quien ha querido compartir
nuestra con- didón humana».
Lo cual supone, evidentemente, que existe en la naturaleza una «predisposición» para recibir esa gracia divinizante. En ese
sentido interpretaron los Padres de la Iglesia el tema bíblico del hombre creado a imagen de Dios 85. Esta imagen impresa en
nosotros por el Creador es algo así como una vocación a la comunión, que está definiendo desde los orígenes el sentido de
nuestra existencia. Es cierto que el pecado la empañó, pero Cristo jesús, con su Encarnación redentora, restauró al hombre a su
imagen, a fin de permitirle caminar hacia la semejanza plena acogiendo cada vez más al Espíritu.
SER PARTÍCIPES DE LA DIVINIDAD, O SEA VIVIR DE LA MISMA VIDA DE DIOS, ¿NO EQUIVALE A SER DIVINIZADOS? AL
FINAL DE ESTA TRANSFORMACIÓN ¿NO ACABAMOS EN LA PAZ DE LA FUSIÓN EN DIOS QUE BUSCAN LOS YOGUIS?
El término «divinización» (o «deificación») existe efectivamente en el vocabulario cristiano. Es cierto que en la Iglesia de
Occidente se utiliza menos que el de santificación, pero designa la misma realidad. Fue introducido por Hipólito a comienzos del
siglo III, y luego aparecerá frecuentemente en la pluma de los Padres de la Iglesia de los siglos IV y V. Con ese término, esos
autores nunca quieren significar una identificación con Dios; más bien resume la expresión «participación en la naturaleza
divina» que ya hemos utilizado y que aparece en la segunda Carta de san Pedro: «Por la gloria y el mérito de Cristo, nos ha otorgado
las promesas más grandes y valiosas, para que por ellas participéis de la naturaleza divina y escapéis de la corrupción que habita en el mundo
por la concupiscencia»86. El apóstol nos invita a dirigir nuestros deseos hacia Aquel que puede colmarlos muy por encima de
nuestras esperanzas, haciéndonos participar de su propia naturaleza divina. Nos encontramos aquí con el tema de la conversión
de los deseos que con tanta fuerza proclamaba san Pablo: «Ya que habéis resuátado con Cristo (por la fe), buscad los bienes de allá
arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra» 87.
Esa divinización es la culminación y la meta final de la fe que tiene su consumación en la caridad. Y la comunión en el amor
supone precisamente que se mantenga la distinción entre las personas e incluso entre las naturalezas. Sólo el Verbo es Hijo de
Dios por naturaleza; nosotros llegamos a serlo por participación en su filiación única, que transfigura nuestra naturaleza, pero
sin suprimir su condición de criatura.
Admita usted que esa «doble pertenencia» no es fáríl de entender...
Conceptualmente no. Pero los símbolos pueden ayudarnos a entrar en la comprensión de este misterio. Ese es el lenguaje que
utiliza san Bernardo para dar a entender cómo en la unión transformante se mantiene la alteridad personal y ontológica del
amante y del amado: «Como la gotita de agua caída en el vino pierde su naturaleza y toma el color y el sabor del vino; como el
hierro candente y rojo parece trocarse en fuego vivo, olvidado de su propia y primera naturaleza; o como el aire, bañado en los
rayos del sol, se transforma en luz, y más que iluminado parece ser él mismo luz. Asiles sucede a los santos. Todos los afectos
humanos se funden de modo inefable, y se confunden con la voluntad de Dios. ¿Sería Dios todo en todos si quedase todavía algo
del hombre en el hombre? Permanecerá, sin duda, la sustancia; pero en otra forma, en otra gloria, en otro poder» 88. Así la divini-
zación por la gracia eleva nuestra naturaleza sin que por ello ésta pierda su condición de criatura.
El Documento pontificio reconoce en esta transformación ontológica el cumplimiento del deseo que pone a los hombres en
camino hacia Dios en sus respectivas tradiciones: «En la realidad cristiana se ven colmadas todas las aspiraciones que se hallan
presentes en la oración de las demás religiones, sin que por ello el yo personal y su condición de criatura se anulen y
desaparezcan en el océano del Absoluto. "Dios es amor" 89: esta afirmación profundamente cristiana puede conciliar la unión per-
fecta con la alteridad entre amante y amado, el eterno intercambio con el eterno diálogo. En este sentido, los Padres de la Iglesia
tienen toda la razón cuando hablan de divinizaáón del hombre que, incorporado a Cristo, Hijo de Dios por naturaleza, se hace,
por su grada, partídpe de la naturaleza divina, Hijo en el Hijo»90.
Esta convicción de que el designio amoroso de Dios sobre los hombres sólo se revela y sólo se realiza en plenitud en Jesucristo se transparenta
también con gran fuerza en la continuación de aquel pasaje de la exhortación apostólica de Pablo VI sobre la evangelización del mundo
contemporáneo que empecé a citar: «La religión de Jesús pone objetivamente al hombre en reladón con el plan de Dios, con su
85 «Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. (...) Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer lo creó» (Gn 1,26-27).
86 2 P 1,3-4.
87 Col 3,1.
88 SAN BERNARDO, Libro sobre el amor a Dios, X,28, edición preparada por los monjes cistercienses de España, Madrid 1983, B.A.C., n° 444,
p. 341.
89 l Jn 4,8.
90 «Algunos aspectos...», IV, 15.
presencia viva, con su acdón, y de esa manera lo hace encontrarse con el misterio de la Paternidad divina que sale al encuentro
de la humanidad. En otras palabras, nuestra religión instaura efectivamente una reladón auténtica y viviente con Dios que las
demás religiones no consiguen establecer, por más que tengan, por así dedrlo, sus brazos tendidos hada el délo» 91.
HASTA AHORA HEMOS HABLADO SOBRE TODO DEL HINDUISMO, Y USTED SE HA LIMITADO A MENCIONAR EL
BUDISMO PARA SITUARLO TAMBIÉN EN EL HORIZONTE DE LAS MÍSTICAS NATURALES. PERO HOY EN DÍA, ¿NO ES
ESTA TRA- DIÁÓN LA QUE EJERCE UNA MAYOR FASCINACIÓN EN OCCIDENTE?
Efectivamente. Varias decenas de miles de franceses practican una u otra de las formas de meditación budista en uno de los
doscientos centros que hay abiertos en el Hexágono. Las cifras son impresionantes, pero el efecto moda a nadie se le escapa: no
es casualidad que las dos terceras partes de los franceses convertidos al budismo frecuenten centros tibeta- nos, cuando esta
forma de budismo es históricamente muy tardía y la menos extendida en el mundo y cuente sólo con unos cuatro millones de
adeptos. Este entusiasmo no es, ciertamente, ajeno a la irradiación de una de las figuras más mediáticas de los últimos decenios:
el Dalai Lama*, por más que éste haya expresado sus reticencias a la conversión de los franceses al budismo: «Yo no soy partidario
de que los ocádenta- fes se hagan totalmente budistas, pues no es natural cortar las propias raíces. Sería mejor que los franceses
redescubriesen los verdaderos tesoros de su propia religión»*.
Dicho esto, el hinduismo sigue siendo igual de pujante, aunque de manera menos visible. La mayoría de las técnicas de
modificación de la conciencia que ofrece la Nueva Era están tomadas directamente del yoga. No olvidemos tampoco que, si bien la
filosofía de Buda se aleja en varios de sus puntos de su matriz hinduista, la experiencia que se busca sigue siendo la misma y las
técnicas que se ofrecen en el budismo no son más que variantes de las del yoga.
Esto es especialmente cierto en el budismo tibetano, nacido del encuentro, en el siglo VII de nuestra era, entre el budismo y el
tantrismo. Ya hemos hablado del tantrismo, que puede ser considerado como la rama del hinduismo que ha llevado más lejos la
búsqueda del control de las energías ocultas en orden a la experiencia mística. Si añadimos el influjo de la religión Bon* -
antiquísima religión tibetana que transmitió al budismo tántrico algunas de sus prácticas «mágicas»-, estaremos de acuerdo en
que el budismo tibetano no es el más representativo de la doctrina del Buda histórico, digan lo que digan los lamas* franceses.
¿CREE USTED QUE EL CREÁMIENTO DEL BUDISMO PUEDE ATRIBUIRSE SIMPLEMENTE A UN EFECTO DE LA MODA?
Seguro que no; pero ese aspecto no es, de todos modos, desdeñable. Uno se queda un tanto perplejo cuando oye que un ejecutivo
se bebe todas las mañanas, en ayunas, su orina
1 L'Express, 24 de octubre de 1996, citado en Famifie chrétienne, 24 de abril de 1997.
desde que frecuenta un monasterio tibetano... Sé muy bien que hay textos del Atharva Veda* (ihinduísmo!) en los que se aconseja
esta práctica porque la primera orina de la mañana contendría unos anticuerpos que pueden neutralizar los gérmenes de
enfermedad que hay en nosotros; pero la bioquímica ha acabado demostrando que esa orina contiene también sustancias tóxicas
que la medicina desaconseja grandemente.
No pretendo en absoluto reducir el budismo a esa clase de prácticas -que, por lo demás, sólo se relacionan con él de manera muy
indirecta-, lo que hago es constatar que en el caso de muchos occidentales esa desorientación ocupa el primer lugar. Buen
numero de ellos se entregan a una serie de ritos cuyo sentido y cuyas consecuencias no comprenden, simplemente porque eso les
permite salir de su marco cotidiano hiper-racionalizado y secularizado. Cuando veo a los franceses que asisten al ritual de la puja
en los centros tibetanos, sin entender las invocaciones que escuchan tan religiosamente ni el simbolismo de las ofrendas que allí
se presentan, no puedo por menos de pensar que seguramente muchos de ellos han ironizado acerca de la misa en latín y el
incienso de nuestras liturgias- Recuerdo una conversación con una señora francesa que había tomado el hábito en un centro
tibetano, de lo que se deducía que la buena señora ignoraba totalmente los influjos del tantrismo en el budismo que ella
practicaba. Estaba convencida de que se había adherido al budismo en su pureza original. Como no había recibido una formación
filosófica sólida, se había quedado fascinada por la elocuencia del lama y por el ambiente del centro que le «recordaba la religión
de su niñez»...
¿RESPONDERÁ' PUES, EL BUDISMO A UNA SED ESPIRITUAL QUE NUESTROS CONTEMPORÁNEOS NO BUSCAN
APAGAR EN LAS FUENTES JUDEO-CRISTIA- ÑAS?
Pienso que sí, aunque habrá que buscar más lejos todavía las razones de ese «éxito». Su argumento me resulta tanto más
elocuente cuanto que eso es lo que ha ocurrido en mi caso personal: cuando, tras un tiempo de ruptura, retomé el itinerario
espiritual, ni siquiera pensé en dirigirme a la fe de mi niñez, sino que me puse a la escucha del Oriente.
Lo que más me llama la atención en los testimonios de los franceses que se han pasado al budismo es que en él descubren, sobre
todo, unos valores evangélicos -especialmen-' te la compasión- de los que sienten nostalgia, a pesar de la distancia que han
tomado respecto al cristianismo. A éste, las más de las veces, lo tachan de incompetente en materia de búsqueda espiritual y de
responder con «normas» a las preguntas por el «sentido». Este tipo de juicios a priori, y totalmente exteriores a la realidad
vivida desde la fe, les basta para justificar el paso a una tradición religiosa cuyos rasgos específicos desconocen en la mayoría de
los casos.
92 Walpola RAHULA, Uenseignemént dii Bouddha, éd. du Seuil, París 1961, p. 123.
PERO SI EL MUNDO EXTERIOR ES ILUSORIO Y SI EL PENSAMIENTO ES SOSPECHOSO, ¿DÓNDE PUEDE ENCONTRAR SU
CONSISTENCIA EL INDIVIDUO HUMANO?
La pregunta que usted hace nos devuelve a la doctrina del no-yo (anatta) a la que ya he aludido y que lleva a la afirmación de que
no existe una realidad permanente a la que podamos llamar «yo» o «alma». Escribe el reverendo Walpola Rahula: «Lo que
llamamos 'Yo" o "ser" es tan sólo una combinación de componentes físicos y mentales que actúan conjuntamente y de manera interdependiente
en un flujo de cambios momentáneos, sometidos a la ley de causa-efecto, y no existe nada de permanente, de eterno y sin cambios en la
totalidad de la existencia universal»93. Hay que renunciar a buscar un fundamento ontológico, a no ser que se lo busque en el
«vacío», o más bien en la «vaciedad», concepto este que no designa ni el ser ni la nada. No se trata de un principio metafíisico,
sino de una realidad espiritual totalmente homogénea, indeterminada, de la que no se puede afirmar ni negar nada, y a la que se
llega mediante una actitud práctica de no- afirmación sistemática. El término «vaciedad» designa el estado de pura potencialidad,
anterior a toda diferenciación individua- lizadora; e incluso, más radicalmente, anterior a cualquier acto concreto de existencia
particular, de donde proviene la extraña expresión «no-ser» que a veces se utiliza para designar este estado elemental. La
objeción que nos viene espontáneamente a la mente se refiere por supuesto al paso de esa pura potencialidad original al acto:
¿cómo concebir ese tránsito sin introducir una dualidad en los orígenes? A esta pregunta no podremos encontrarle respuesta,
pues, como acabo de decir, Buda se niega a llevar el debate al terreno metafíisico.
¿NO ES ROMANO GUARDINI QUIEN SE PREGUNTABA SI NO SERÍA BUDA EL ÚLTIMO GENIO RELIGIOSO DEL QUE
DEBERÍA OCUPARSE EL CRISTIANISMO>'?
Exactamente. Es preciso reconocer que el carácter dramático de la existencia humana, abocada a la muerte tras unbreve paso por
este valle de lágrimas, parece dar la razón a Buda. Sin embargo, la Revelación ilumina con una esperanza nueva la antropología
del deseo que propone el Sabio de Benarés.
Para los intérpretes de la Biblia, el deseo -en el que se expresa y se afirma el sujeto personal-, lejos de ser una ilusión, hunde sus
raíces en Dios.
Recordemos una vez más las palabras de san Agustín al principio de sus Confesiones: «Nos has hecho, Señor, para ti (literalmente
hada ti), y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti»98. Y san Gregorio Nacianceno cantaba en un himno dirigido al
Creador: «El deseo de todo tiende hada ti»*. Podríamos decir que todo el universo creado está orientado hacia Dios con el
dinamismo de un deseo fundamental que toma conciencia de sí mismo en el hombre.
Es fácil intuir la distancia que separa a estas dos concepciones antropológicas, aunque ambas estén centradas en el deseo. Para
Buda, el deseo es un fuego que hace sufrir inútilmente alimentando la ilusión de la individualidad; para el cristianismo, el deseo es
el sello del Dios Trinidad, marcado en el corazón del hombre: de un Dios que es esencialmente reciprocidad de deseos. E! Padre
engendra eternamente al Hijo, a quien desea, y el Hijo refluye hacia su Fuente llevado por la fuerza de un deseo recíproco. Y esa
complacencia mutua, que encierra en su acto toda la sustancia divina, es una Persona divina: el Espíritu Santo. Las tres Personas
divinas se presentan en el seno de la única Sustancia divina como relaciones subsistentes de amor. Y ese amor mutuo lleva a las
Personas divinas unas hacia otras en un éxtasis de deseo que encuentra su realización más plena en la Felicidad del abrazo
eterno que se llama circuminsesión. Estamos muy lejos del Ser Supremo indeterminado o de la vaciedad absoluta.
97 El actual Dalai-lama reúne los dos poderes desde su exilio en 1959, cuando China invadió el Tibet
98 Libro I, L
¿ESA ANTROPOLOGÍA DEL DESEO ES DE SU COSECHA O TIENE SUS RAÍCES EN LA BIBLIA?
La antropología del deseo se encuentra anunciada desde los primeros capítulos del Génesis: Dios crea el universo por amor y
benevolencia -el inciso «Vio Dios que era bueno» aparece cinco veces en el primer relato de la creación- y su obra culmina en el
hombre, a quien Dios crea «a su imagen»*.
Ese mismo versículo puntualiza: «hombre y mujer los creó», dando así a entender que Dios es comunión de Personas y que la
imagen de Dios en el hombre consiste en la capacidad que éste tiene para entablar una relación consciente y libre, llamada a
consumarse en el abrazo de un amor fecundo, como final del camino del deseo: «El hombre dijo: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y
carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su
mujer y serán los dos una sola carne»s.
Pero el relato bíblico no se conforma con describir el deseo mutuo que atrae al hombre y a la mujer el uno hacia el otro, como un
deseo que tiene sus raíces en el acto creador. Yendo mucho más a lo hondo, la Escritura nos enseña que Dios ha puesto en lo más
profundo del hombre un deseo al que la naturaleza no puede responder porque supera sus posibilidades, y que sólo el Esposo
divino puede colmar.
Dios «sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo»99. Podríamos comentar esta imagen diciendo que Dios
crea en todos los hombres una especie de «pulmones» que le permiten respirar el Aliento divino; dicho de otra manera, todos y
cada uno de nosotros recibimos de nuestro Creador la capacidad para entrar en comunión con su Vida divina y podemos así
convertimos, mediante la libre aceptación de ese don, en la única criatura que puede vivir la misma Vida de su Dios. Santo
Tomás, siguiendo a san Bernardo y a san Anselmo, lo resume admirablemente cuando escribe que el hombre ha sido creado
capax Dei, capaz de Dios.
Ese es el destino del hombre, la razón última de su creación: Dios lo pone en la existencia mediante una Palabra de amor que es a
la vez una llamada a la comunión de Vida con El. Lo que lleva a Dios a crear es su deseo de compartir su Vida «hacia fuera» de sí
mismo, y ese deseo es lo que hace que el hombre despierte a la conciencia personal. El hombre es ese «tú» al que un misterioso
«Yo» divino desea y llama, despertando en su criatura el deseo recíproco del encuentro y de la comunión de amor. «Mi alma se
consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo» 100.
PRECISAMENTE: ¿NO HAY UNA CONTRADICCIÓN CUANDO SE HABLA ANALÓGICAMENTE DEL DESEO DEL ESPÍRITU -
EL DESEO DIVINO INTRATRINITA- RIO QUE LLEVA A LA ETERNA BIENAVENTURANZA-Y DEL DESEO HUMANO, DEL QUE
HAY QUE CONFESAR QUE RARA VEZ SE VE COLMADO? ¿CÓMO INTEGRAR EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ EN LA
ANTROPOLOGÍA DEL DESEO QUE USTED ESBOZA?
Creo que el capítulo 3 del Génesis trata de responder a esa pregunta con el relato del primer pecado. El hombre es un ser de
deseo, pero de un deseo inmenso, que sólo Dios puede colmar. Dios es para él el Bien supremo, su última finalidad. En
consecuencia, el mal fundamental consiste en estar privados de ese Bien, es decir, en vivir separados de Dios. Por eso toda la
astucia de la serpiente consistirá en tratar de introducir la duda en el corazón del hombre: ¿será Dios verdaderamente ese Padre
benévolo que nos ama, o será un rival celoso que nos tiene esclavizados para que no descubramos que somos iguales a Él? Una
vez que se ha introducido la desconfianza en la relación con Dios, y con la ayuda de la curiosidad, la ruptura no está lejos: el
99 Gn 2,7.
100 Sal 84 (83),3.
101Jn 4,7.
102 Jn 19,28
103 «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».
104 Hch 2,3.
hombre elige la independencia, la autonomía. Quiere volar con sus propias alas, conocer por sí mismo «lo que está bien y lo que está
mal»105, o, dicho de otra manera, decidir él mismo su destino fuera de Dios, sin Dios, incluso contra Dios.
Y en cuanto el hombre se apartó así de Aquel en quien se focalizaba y se unificaba su deseo, éste se encontró completamente
desorientado y disperso. Los múltiples deseos que antes convergían armónicamente en Dios se desparramaron en todos los
sentidos, reivindicando cada uno sus derechos y desgarrando el corazón del hombre en una multitud de objetivos parciales, a
cual más decepcionante. Los capítulos 3 al 11 del Génesis describen cómo los deseos extraviados hacen que el hombre se alce
contra la mujer, el hermano contra su hermano, las naciones contra las naciones.
Cuando el hombre deja de reconocer a Dios como Padre, como Fuente y Fin de su existencia, como el que da sentido a su vida, se
vuelve incapaz de reconocer a los demás como hermanos. La desconfianza hacia Dios lleva a la desconfianza hacia el prójimo. Se
insinúa el miedo en todas las relaciones, el miedo y su cortejo de relaciones malsanas: desde la sumisión servil a la violencia,
pasando por el odio, los celos, la envidia y la sed de venganza. El sufrimiento entra en eí corazón, en el alma y en el cuerpo del
hombre desgarrado por sus deseos contradictorios. Lo que antes constituía el dinamismo profundo del hombre, su deseo de
Trascendencia, se pervierte en múltiples apetencias que lo apremian desde todos lados y lo esclavizan, encerrándolo en el univer-
so cerrado de su insaciable necesidad de placer.
La libertad, es decir, la espontaneidad del deseo original orientado hacia el Bien, debía llevar al hombre a la participación en la
bienaventuranza trinitaria; el libre albedrio lo ha llevado a la cárcel del egoísmo, del individualismo y del hedonismo
destructores.
Al final usted parece dar a Buda la razón: vale más apagar el fuego de ese deseo loco que dejarse consumir por él...
EN EL PUNTO EN QUE NOS ENCONTRAMOS DE NUESTRO ANÁLISIS, USTED TIENE RAZÓN: SI EL HOMBRE HA PERDIDO
CON DIOS EL SENTIDO DE SU VIDA, NO ES MÁS QUE UNA «PASIÓN INÚTIL» Y VALE MÁS SUSPENDER LOS GASTOS
ANIQUILANDO EL DESEO PERVERTIDO. * ¿
Pero la Buena Noticia consiste precisamente en que ¡hay una alternativa! Y esta alternativa tiene un nombre, pues se trata de una
persona: Jesucristo.
Sin él, creo que yo seria budista. Pero en Jesús se nos ha revelado la posibilidad de una nueva Alianza, por encima de la ruptura
del pecado. El es la Palabra de verdad sobre Dios, el Hijo único que vino en la carne para hablamos del Amor del Padre a sus
hijos extraviados. Con su vida entera, con su muerte y su resurrección, nos está gritando que la compasión y la misericordia de
Dios no se han agotado, sino que corren a raudales: «Donde prolifero el pecado, más desbordante fue la graàa»ü. Dios nuestro Padre
siempre nos está esperando: sigue ofreciéndosenos como nuestro destino de gloria, «pues los dones y la llamada de Dios son
irrevocables»'8. A nosotros nos toca coger la mano que nos tiende en su Hijo.
Jesús es también la Palabra de verdad sobre el hombre, el hombre perfecto, todo él referido al Padre, sin otro deseo que el de
cumplir su voluntad en perfecta comunión de amor: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevara término su obra»106. Al
cargar con toda la humanidad con su peso de pecados y de heridas, «reunió a los hijos de Dios dispersos»107. Los reconcilió entre
ellos y les dio de nuevo acceso, por el Espíritu, a la filiación divina y a la fraternidad universal; los reconcilió consigo mismo
ofreciéndoles, por ese mismo Espíritu, la unidad y la paz interiores mediante el dominio de las pasiones camales y espirituales.
¿QUIERE USTED DECIR QUE EL HOMBRE PUEDE VIVIR DE NUEVO UN DESEO QUE NO SEA NI DESTRUCTOR NI
ENGAÑOSO?
Exactamente. Por el Espíritu Santo participa del deseo mismo de Dios, y ese deseo no puede engañar ni apagarse: «Las aguas
torrenciales no podrán apagar el amon>108. La gracia viene a despertar ese deseo divino en nuestro interior, y él es el que unifica,
orienta e integra todos nuestros deseos dispersos para hacerlos converger de nuevo en Dios, el Bien supremo.
«Hacia el délo se ha de abrir la boca del deseo -nos dice san Juan de la Cruz109, una boca - vacía de cualquier otra llenura, para que
asila boca del apetito, no abreviada ni apretada con ningún bocado de otro gusto, la tenga bien vacia y abierta hada aquel que
dice: Abre y dilata tu boca, y yo te la henchiré2*».
Hemos de aspirar a Dios con toda la fuerza de nuestro deseo renovado. Ciertamente, eso supone una ascesis sobre los deseos
inferiores, pero si decimos «no» a estos deseos -con mucha frecuencia descarriados-, lo hacemos únicamente para poder decir
mejor «sí» a Dios.
105 Gn 3,5.
106 Jn 4,34.
107 Jn 11,52.
108 Ct 8,7.
109 Carta n° ¡§ a las Carmelitas Descalzas de Beas, en Obras Completas, 4a ed., Monte Carmelo, Burgos 1993, p. 1289.
110 Jn 14,6: «Jesús dijo a Tomás: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
111 Le 14,26.
como Él los ama. Cualquier otro amor es indigno de ellos y alienante para ellos y para nosotros. Sólo en Jesús nuestro amor y
nuestro deseo quedan purificados de las escorias del egoísmo que los desfigura convirtiéndolos en posesividad.
«Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos», escribía santa Teresa de Jesús112; al contrario, agrandé- molos
hasta que alcancen las dimensiones del deseo de Dios sobre nosotros y sobre nuestros prójimos. Buda condenaba con toda la razón la sed de
existir, de disfrutar y de tener, en lo que esa sed tenía de egoísta; y como el hombre, con sus solas fuerzas, no es capaz de
corregir ese repliegue de su deseo sobre sí mismo, llegaba a la conclusión de que hay que aniquilarlo por completo, tanto a él
como al sujeto que lo alimenta y lo padece. La alternativa evangélica es una invitación a dejar vivir el deseo, pero convirtiéndolo,
dejando que el Espíritu lo rectifique, a fin de que contribuya a la construcción del hombre nuevo restaurado por Cristo.
¿PUEDE HABER LUGAR EN EL CAMINO HADA DIOS PARA EL DISFRUTE COMO FRUTO DE UN DESEO COLMADO?
El disfrute acompaña a la realización de un acto conforme a la naturaleza. Es descanso tras la unión con el objeto amado y
deseado. Yo disfruto de un alimento que responde a una necesidad de mi cuerpo. Y ese disfrute es, al igual que mi naturaleza, un
don de Dios que yo recibo agradecido. El goce más intenso nos lo ofrece nuestra naturaleza en la realización de dos actos que
son esenciales para la supervivencia del individuo y de la especie: la nutrición y la reproducción sexual. Este aspecto del
funcionamiento de nuestra naturaleza animal debemos acogerlo con agradecimiento, pero el disfrute no puede ser un fin en sí
mismo. Ha de ser integrado en nuestro proyecto humano global. Este es de índole espiritual, pero no puede negar ni olvidar la
dimensión camal -y psíquica- de nuestro ser: no somos espíritus puros, sino espíritus encamados. Concebir hijos para hacer que
crezca la familia de Dios forma parte de las finalidades tanto naturales como sobrenaturales del matrimonio cristiano. ¿Cómo no
van a recibir con gratitud los esposos el goce que su Creador les ofrece en el abrazo carnal con el que cumplen Su voluntad?
Lejos de ser un obstáculo para la santificación de los esposos, puede convertirse en un lugar de júbilo ofrecido en acción de
gracias a Quien es la Fuente y la Meta de todo Amor. Y la alegría de una buena comida, compartida en señal de amistad bajo la
mirada de Dios, ¿no va a alegrar el corazón del Padre?
El problema no está en el disfrute, sino en nuestro apego a ese disfrute. La ascesis consiste en guardar la justa medida en los
goces legítimos, de manera que sean medio y no se erijan en fines idolátricos.
Pero no sólo el cuerpo tenderá a disfrutar...
Así es. Podemos hacer ese mismo razonamiento a otros niveles de nuestro ser. Espontáneamente, yo deseo el disfrute físico, la
expansión psíquica y la dicha espiritual. Esos deseos, lejos de ser un obstáculo para mi verdadero desarrollo, han de ser
pacientemente integrados, de manera que contribuyan, cada uno a su manera, a la realización del designio de Dios sobre todo mi
ser, que es inseparablemente cuerpo, alma y espíritu.
La búsqueda de la felicidad es legítima cuando se busca en Dios, Fuente y Meta de todos nuestros deseos. La búsqueda del
desarrollo personal es legítima cuando se busca en orden a un mejor servicio en la caridad. Finalmente, el disfrute físico es
legítimo cuando contribuye al desarrollo (físico) y a la felicidad (espiritual).
¿HABRÁ, POR ASÍDEÁRLO, UNA JERARQUÍA EN LOS DESEOS, UNA JERARQUÍA QUE HABRÍA QUE ENCONTRAR PARA
QUE, ENTRE TODOS ELLOS, CONTRIBUYAN A NUESTRO CREAMIENTO?
Yo creo que sí. Nuestra naturaleza no está radicalmente viciada por el pecado: está desordenada. Ha perdido su orientación
fundamental hacia Dios. Nuestros dinamismos interiores se han vuelto anárquicos.
San Bernardo decía que, para curamos de esta patología del deseo, tendríamos que poder disfrutar de todo lo que pudiéramos desear en la
tierra, para descubrir así que ninguna criatura puede saciamos plenamente. Entonces, por fin, comprenderíamos que el único ser que nos falta
es Dios, y que en El es en quien nuestros deseos se unifican, cobran sentido y adquieren valor: «La fuerza misma de la ambiáón le impulsa
a preferir lo que no posee por encima de lo que tiene, y a despreciar lo que posee en aras de lo que no tiene. Una vez alcanzado y
despreciado todo lo del cielo y de la tierra, se lanzaría impetuoso al único que le falta, al Dios del universo. Aquí sí descansaría,
libre de los halagos del presente y de las inquietudes del futuro»113.
El deseo de Dios está inscrito en nuestro interior por el acto creador: hemos sido creados -y recreados en Cristo- a imagen de
Dios para que pudiéramos acoger su gracia. Por eso el deseo de la santidad es realmente nuestro deseo más profundo, y en cierta
manera el más fácil de colmar, ya que depende de Dios que nos ha demostrado su benevolencia en su Hijo entregado por
nosotros. Eso le hacía decir a santa Teresa de Lisieux: «Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequenez,
puedo aspirar a la santidad»26.
El Espíritu Santo es el Principio unificado^ integrador, que, reorientando todos nuestros deseos con su poder sobrenatural, nos
libera de nuestros egoísmos y recrea en nosotros la dimensión extática original, a imagen de las Personas divinas. La vida
cristiana es una vida según el Espíritu de Cristo, caracterizada por una «sinergia» entre nuestros deseos naturales, con su
dinamismo propio, y el Deseo sobrenatural del Espíritu, con su dinamismo divino. La conversión consiste en dejar que el
Espíritu dirija y pueble nuestros sentimientos naturales, de manera que queden subordinados los unos a los otros en una
jerarquía armoniosa y en una colaboración fecunda al servicio de la caridad.
HAY QUE RECONOCER QUE LA ANTROPOLOGÍA DEL DESEO QUE USTED ESTÁ ESBOZANDO ANUNCIA UNA MORAL
QUE NO TIENE NADA DE MORALIZANTE. ¿A QUÉ SE DEBE QUE ÉSA NO SEA LA IMAGEN QUE OFRECE EL CRIS-
TIANISMO?
No confundamos el cristianismo con la interpretación que de él dan los medios de comunicación. No digo que no haya habido
puritanismo y jansenismo, pero creo que la presentación actual de un cristianismo moralizante, riguroso y asfixiante es
francamente anacrónica.
112 Vida, 13,2: Obras Completas, T edición, Monte Carmelo, Burgos 1994, p. 100.
113 Libro sobre el amor a Dios, Vil 19: B.A.C., n° 444, p. 329.
En vez de acongojarme ante este hecho lamentable, prefiero preguntarme: ¿por qué ese ensañamiento tan carente de honradez?
¿Por qué esas interpretaciones tendenciosas de las palabras del Magisterio? ¿A qué se debe esa complicidad del público con los
medios de comunicación, que superabundan en las ideas que les gustan a los lectores? Me pregunto si nuestra sociedad ha salido
ya realmente de la crisis de paternidad que estalló en la década de los 60. Yo me atrevería, gustoso, a sugerir que este
ensañamiento contra el cristianismo -y quizás también el entusiasmo por el budismo- provienen en parte de esa patología
cultural que aún sigue afectando a nuestros contemporáneos. Creo que el cristianismo hace las veces de chivo expiatorio sobre el
que proyectar todos los fantasmas de nuestra conciencia culpabilizada. La religión de la libertad queda así revestida
paradójicamente con los atavíos de los Superegos individuales y colectivos que nos siguen ahogando todavía a pesar de todos
nuestros esfuerzos por exorcizarlos. Al ser incapaz de encontrarme con el Otro respetando las diferencias -porque amenaza mi
identidad debilitada por la ausencia del Padre- tengo que rechazar esta religión de fraternidad, de caridad, de sumisión de unos a
otros, que se va desplegando -¡qué ironía!- bajo la mirada de ese Dios Padre al que creemos haber «matado» para siempre. Y
como esta herida psicológica nos impide dirigir nuestro deseo profundo hacia ese Dios Padre al que rechazamos, buscamos otros
horizontes donde apagar nuestra sed. Qué duda cabe que en el contexto cultural que acabamos de describir, las tradiciones de
Oriente, con su propuesta de una mística no dualista, no pueden por menos de ser seductoras. La alteridad divina reducida a una
ilusión no puede ser una amenaza para un sujeto personal también él evanescente. La conciencia culpabilizada sólo puede
encontrar la paz en la destrucción del objeto de sus miedos, aunque sea al precio de su propia destrucción. Las místicas fusiónales
tienen el campo libre allí donde las personas son demasiado frágiles para asumir la libertad, la responsabilidad y en resumidas
cuentas la alteridad. Se precisa mayor fuerza interior para atreverse a salir de uno mismo y seguir a Cristo por el camino de la
Vida que para disolverse en el Gran Todo sin nombre y sin rostro.
USTED ABOGA POR UN CRISTIANISMO DE LA LIBERTAD Y DE LA VIDA; ¿PERO EL CRISTIANISMO NO ESTÁ SIEMPRE A
LA SOMBRA DE LA CRUZ?
No olvidemos que la Cruz es el árbol de la Vida, plantado en medio del Jardín del Edén114, y que nos protege el Sol de la Justicia
divina. Los rayos de Misericordia que pasan por entre sus ramas son más apropiados para nuestra naturaleza marcada por el
pecado.
La Cruz no es un símbolo de muerte, sino un símbolo de vida: el palo horizontal de nuestra naturaleza es elevado por el palo
vertical de la gracia y arrastrado por su impulso ascendente. Cristo en la Cruz es la revelación del Amor infinito de Dios a sus
hijos, de un Amor que revela su victoria en la mañana de Pascua. La última palabra que pronuncia el Padre en favor nuestro no
es la muerte de su Hijo, sino su Resurrección y la efusión de su Espíritu sobre toda carne. La Cruz sólo puede leerse a la luz de la
mañana de Pascua que revela todo su sentido. Habría incluso que decir: a la luz de Pentecostés, cuando la Vida del Resucitado es
interiorizada por el creyente, que recibe así la capacidad de acceder al conocimiento del Misterio de la Cruz.
El cristiano no vive a la sombra de un instrumento de tortura que le amenaza sin cesar o que le recuerda el precio de su rescate,
sino que se mantiene junto a la Cruz porque ésta es el estandarte de su victoria que pone en fuga a todos sus enemigos. En la
Cruz, Cristo «dio muerte al odio»115, al pecado y a la muerte: Jesús resucitado sale victorioso de todo lo que aliena y envilece al
hombre, y, por su Espíritu, nos da parte en su libertad, en su paz y en su alegría.
Nada le falta a la Pasión de Amor de Jesús: Él es el «sí» definitivo a Dios, su Padre, un «sí» que grita más fuerte que todos
nuestros rechazos al amor. Ese «sí» Él lo pronunció por nosotros al «dar su vida en rescate por muchos»116. Ese «sí» nos pertenece
y es la llave para entrar en el Reino; por eso el hombre sagaz, que sabe que es frágil, nunca se aleja de la Cruz de su Salvador: ella
es nuestro orgullo117, nuestra heredad, nuestra fortaleza. Por ella hemos vencido la alienación de los deseos desordenados y
hemos sido reintegrados a la libertad de los hijos.
¿Y NO HABÍA OTRO CAMINO QUE ÉL DE ESE INSTRUMENTO DE TORTURA PARA SALVAR A LOS HOMBRES?
Sólo Dios lo sabe. Pero no creo equivocarme si digo que, si Dios ha elegido ese camino, ha sido porque le permitía revelamos
mejor su Amor. Antes de entrar libremente en su Pasión, Jesús abre su corazón a sus discípulos y les dice: «Así el mundo sabrá
que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago» 118. El amor de Jesús a su Padre le hace sintonizar plenamente
con su voluntad de salvar a los hombres, hasta el punto de entregar su vida por ellos. «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a
su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en El, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo
al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» 119. Y san Pablo lo comenta exclamando: «¿Cabe decir
más? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por
todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con El? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¡Dios es el que justifica!
114 Gn 2,9.
115 Ef 2,16.
116 Mt 20,28.
117 Ca 6,14.
118 Jn 14,31
119 Jn 3,16-17.
¿QUIÉN CONDENARÁ? ¿SERÁ ACASO CRISTO QUE MURIÓ¡ MÁS AÚN, RESUCITÓ Y ESTÁ A LA DERECHA DE DIOS, Y
QUE INTERCEDE POR NOSOTROS? ¿QUIÉN PODRÁ APARTARNOS DEL AMOR DE CRISTO? EN TODO VENCEMOS
FÁCILMENTE POR AQUEL QUE NOS HA AMADO. PUES ESTOY CONVENCIDO DE QUE NI MUERTE, NI VIDA, NI
ÁNGELES, NI PRINCIPADOS, NI PRESENTE, NI FUTURO, NI POTENCIAS, NI ALTURA, NI PROFUNDIDAD, NI CRIATURA
ALGUNA PODRÁ APARTAMOS DEL AMOR DE DIOS MANIFESTADO EN CRISTO JESÚS, SEÑOR NUESTRO»120.
Jesús muere «para reunir a los hijos de Dios dispersos» 121. Y esa gran reunificación, esa reconciliación universal, se hace en tomo al
estandarte de la Cruz: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» 122.
Jesús es el verdadero hijo mayor de la parábola del hijo pródigo 123, que ha entendido el corazón del Padre y decide ir a buscar a
todos los hijos menores perdidos, que somos nosotros, conforme al precepto del libro del Levítico: «Si un emigrante o un criado
mejoran de posición y un hermano tuyo se arruina y se vende al emigrante o criado o a un descendiente de la familia del emigrante, después de
haberse vendido tiene derecho a rescate: uno de sus hermanos lo rescatará» 124. Eso es lo que Jesús ha hecho por nosotros: tomó el lugar
del esclavo en que nosotros nos habíamos convertido -el suplicio de la cruz estaba reservado a los esclavos- para hacer que
pudiéramos entrar en la libertad de los hijos de Dios nuestro Padre.
¿NO PERSISTE, SIN EMBARGO, DERTO DOLORISMO CRISTIANO, REPRESENTADO POR MARÍA, LA MADRE DOLOROSA,
AL PIE DE LA CRUZ?
El evangelista Juan puntualiza que María «estaba de pie junto a la Cruz de Jesús»*9, no como una plañidera desmelenada, sino con
toda la fortaleza y la dignidad de su fe, de su esperanza y de su caridad. Al igual que Jesús estaba en plena sintonía con la
voluntad de su Padre de salvar al mundo, así
María estaba en plena sintonía con la voluntad de su Hijo y con su designio salvífico. Un mismo deseo abrasaba los corazones de
Jesús y de María y les daba la fuerza del martirio: «Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente»128. Estas palabras
expresan la libertad suprema de Jesús que eligió dar su vida por amor a nosotros; y María se une a esa elección y a esa ofrenda en
una misma y única voluntad de participar en la salvación de todos los hombres que su Hijo asume en su humanidad, y que por
ese mismo hecho son sus hijos: «Mujer, ahí tienes a tu hijo», dice Jesús a María indicando a san Juan, y después, dirigiéndose a éste
último e indicando a María: «Ahítienes a tu madre»5*. Nada hay de dolorista en esta escena en la que Dios salva al mundo por la
Pasión de su Hijo y ta compasión del Espíritu en el corazón de María.
120 Rm 8,31-39.
121 Jn 11,51-52,
122 Jn 12,32.
123 Le 15,11-32.
124 Lv 25,47-48.
125 1 Co 1,23-25.
126 Le 24,25-27.
127 Le 11,13.
128 Jn 10,18.
de esa compasión divina del Espíritu. Así se convierte en el modelo de la Iglesia compasiva, llamada a acoger y a distribuir las
gracias de la Pasión de Cristo hasta que El vuelva en su gloria.
Si puede hablarse de María co-redentora -y por tanto, de la Iglesia co-redentora-, creo que sólo puede ser en el sentido de que el
Espíritu que habita en su corazón y que actúa en ella es co-redentor mediante su ministerio de compasión. Sólo Dios salva; el
hombre no puede añadir nada a esa salvación que se le ofrece gratuitamente. Y Dios salva por la Pasión de su Hijo y la
compasión del Espíritu.
SIN EMBARGO, ¿NO DICE SAN PABLO: «ME ALEGRO DE SUFRIR POR VOSOTROS: ASÍ COMPLETO EN MI CARNE LOS
DOLORES DE CRISTO, SUFRIENDO POR SU CUERPO QUE ES LA IGLESIA»129? ¿NO HAY EN ESO UNA INVITACIÓN A
DESEAR EL SUFRIMIENTO Y, LO QUE ES MÁS, A SUPLIR LAS CARENAOS DE LA PASIÓN DE CRISTO?
Semejante interpretación reduciría a la nada toda la teología de san Pablo sobre la salvación por la fe. Lo diremos una vez más:
no se puede añadir nada a la Pasión de Cristo, pero hay que encauzar la gracia que en ella se contiene hasta el corazón de los
hombres. Y a este ministerio de compasión alude Pablo. Ministerio que él vive en medio de la alegría del Espíritu que actúa en
él.
Y como es el Espíritu quien anima al Apóstol, el amor de Cristo arde en su corazón. Y con ese aliento de compasión del Espíritu,
los sufrimientos del Apóstol son para él ocasiones para unirse a la Pasión de su Señor y de manifestarle así su amor. Y en ese
abrazo compasivo la Pasión puede derramar su Fruto de salvación en el corazón de los que la acogen.
El ministerio de compasión del Espíritu es co-redentor en el sentido de que, sin él, no podríamos hacer nuestro el don de la
Redención, que sólo se derrama desde el corazón traspasado de Jesús en el nuestro cuando éste último se halla abierto a la
compasión por la acción del Espíritu.
Si el corazón de María pudo ser traspasado por la lanza que se hundió en el corazón de Jesús 130 -según la profecía del anciano
Simeón131- es porque la fuerza de compasión del Espíritu la había alzado en la Cruz con su Hijo, de manera que sus dos
corazones no formasen más que uno.
La Cruz es la escala de Jacob132 tendida entre el cielo y la tierra, pero hemos de subirla con el dinamismo del Espíritu de
compasión, que es el único que puede introducimos en el pleno conocimiento del Misterio del Amor crucificado.
Cuando el santo Cura de Ars ora diciendo: «Señor, concédeme amarte sufriendo y sufrir amándote», no es un neurótico quien habla,
sino un corazón abrasado en amor que busca elevarse cada vez más alto en las alas del Espíritu de compasión, para poder
descansar sobre el corazón de Aquel que es la Fuente y la Meta de su deseo, un deseo purificado, transfigurado, santificado.
ESCUCHÁNDOLE A USTED, LA CRUZ -ES DECIR, EL SUFRIMIENTO Y LA MUERTE- EN VEZ DE SER MOTIVO DE FRACASO,
DE LA EXTINÁÓN Y POR FIN DE LA MUERTE DEL DESEO, EN VEZ DE SER LA FIRMA DE SU CARÁCTER DECEPCIONANTE
E ILUSORIO, LA CRUZ -DIGO- SERÍA MOTIVO DE LA EXALTACIÓN DEL DESEO, E INCLUSO DE SU PLENO
CUMPLIMIENTO. ¿NO RESULTA PARADÓJICO?
¡Todo el Evangelio es paradójico! Es la paradoja de la Buena Noticia de la victoria de la Vida sobre toda clase de muerte, aun
cuando el acceso a esa Vida nueva pase por la muerte. Por eso necesitamos el don de la fe para osar aventuramos por ese camino
de Pascua en el que Cristo nos precede.
Pero para el creyente, la Cruz gloriosa -es decir, iluminada por la resurrección de Cristo- es efectivamente el lugar donde
encuentra por fin su cumplimiento el deseo más loco, pero también más básico del hombre: vivir unido a Dios para siempre, en
un abrazo de amor que ni siquiera la muerte pueda deshacer.
La Cruz es el paso hacia una Vida nueva. Dios se ha hecho hombre, ha derramado su Vida en la abertura del pecado que afecta a
nuestra humanidad, ha asumido las consecuencias de este pecado hasta la muerte, para que nosotros podamos quedar libres de la
muerte y vivir de su Vida para siempre.
Recuerdo que, en el momento de mi conversión, me impresionó profundamente la confrontación entre un iconp de Cristo en la
Cruz y una representación de la muerte de Buda. Este, tras despedirse de sus discípulos reunidos en tomo a su lecho, se retira
lentamente a un samadhi del que ya no volverá. Cruza progresivamente las diversas etapas de la meditación, hasta la total
disolución de su conciencia personal en la vacuidad bienaventurada, con su rostro sereno marcado por esa sonrisa misteriosa que
caracteriza el énstasis.
Jesús, en cambio, está de pie, alzado entre el cielo y la tierra, con los brazos abiertos y totalmente extendidos, en un gesto de
llamada y de abrazo universal. Muere dando un gran grito: «Todo está cumplido»133, grito de victoria del guerrero vencedor, grito
de nacimiento del «primogénito de entre los muertos»134. Entrega su espíritu en manos de su Padre135, inclina la cabeza hacia María
y san juan y exhala sobre ellos su Aliento, reproduciendo el gesto creador de Génesis 2,7 al que ya hemos aludido 136. Con ello
quería significar la re-creación del hombre a imagen de Dios, hecho de nuevo capaz de vivir de su Espíritu.
¿NO RESULTA CHOCANTE PRESENTAR COMO IDEAL DE VIDA Y COMO MODELO A UN CRUÁFICADO?
El ideal del cristiano no es la Cruz, sino una vida de caridad; y nuestro modelo es Jesús, que nos amó con el amor más grande
que puede haber, hasta dar la vida por nosotros en la Cruz. «Por eso Dios lo levantó sobre todo»137, confirmando con la Resurrección
USTED RESALTA FUERTEMENTE LOS PUNTOS DE DIVERGENCIA ENTRE LAS DIVERSAS TRADICIONES A FIN DE EVITAR
CUALQUIER TIPO DE SINCRETISMO. ¿PERO NO HAY CIERTAS IDEAS QUE SON COMUNES A TODAS LAS RELIGIONES?
POR EJEMPLO, LA IDEA DE LA REENCARNACIÓN ¿NO ES UNA VISIÓN ANTIQUÍSIMA DEL DEVENIR HUMANO QUE SE
ENCUENTRA EN TODOS LOS ESCRITOS SAGRADOS?
Eso es en efecto lo que difunde y lo que tiende a hacer creer la Nueva Era. Pero eso no es más que un eco del mito esotérico
según el cual todas las religiones serían interpretaciones sucesivas, parciales y con frecuencia deformadas de una única religión
universal. La Nueva Era tendría precisamente como misión ayudar a redescubrir en su integridad y pureza originales esa
doctrina primordial.
El éxito que ha tenido esta hipótesis gratuita -y carente de cualquier fundamento científico- pone sin duda de manifiesto la
necesidad que sienten nuestros contemporáneos de exorcizar su inquietud ante la pluralidad de confesiones religiosas, que les
obliga a hacer una elección «arriesgada», ya que lo que está en juego es el sentido de la vida. Pero el mito de una religión
universal -una especie de gnosis* a-temporal que ilumine a la humanidad en medio de las nubes de su ignorancia- es una solución
facilona que se pasa por alto la dimensión histórica del hombre y de sus cuestionamientos. Y hasta resulta extraño que en
nuestro siglo, que no reconoce otro paradigma que el evolucionista, el hombre se haya quedado en una concepción tan fixista en
materia de religión...
Pero volvamos a la reencamación: es falso que esta idea sea admitida universalmente, o que se remonte a tiempos inmemoriales y
pertenezca a un «substrato primitivo común a todas las religiones», i Ni siquiera en los vedas se habla de reencamación! Ese
concepto no aparece hasta el siglo VI antes de Cristo, en los upanishads, que pueden ser considerados como intentos de
interpretación metafísica de los libros sagrados del hinduísmo. Por esa misma época lo encontramos también en Grecia en el
contexto de los Misterios de Eleusis* y del Pitagorismo*. Lo cual no significa, sin embargo, que las concepciones sean idénticas,
ni mucho menos. Si bien es cierto que la fe en la reencamación se encuentra en distintas culturas -incluso entre los celtas-, hay
que destacar que en cada caso se da con matices peculiares.
138 Le 9,24.
139 Le 9,23.
140 SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, Manuscrito Ç 7v, en Historia de un alma antes citada, p. 265.
141 Is 45,18-19.
142 Jn 16,22.
143 Jn 15,12-13:«Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos».
144 Jn 15,11.
CUANDO SE HABLA DE REENCAMACIÓN, POCAS SON LAS PERSONAS QUE SABEN DISTINGUIR ENTRE LAS DIVERSAS
ACEPCIONES DE ESA PALABRA. EN GENERAL, LA GENTE SE QUEDA EN UN NIVEL MUY SUPERFICIAL SEGÚN EL CUAL
«ALGO» -¿EL ESPÍRITU?, ¿EL ALMA?, ¿EL ELEMENTO PSÍQUICO?, ¿UN CUERPO SUTIL?- SOBREVIVE A LA MUERTE
FÍSICA Y, TRAS UN TIEMPO MÁS O MENOS LARGO DE ESPERA, SE DOTA DE UN NUEVO ENVOLTORIO CAMAL. NACE
ASÍ LA ESPERANZA DE QUE EL INDIVIDUO PODRÁ CONTINUAR SU RECORRIDO, DE EXISTENCIA EN EXISTENCIA, SIN
SABER DEMASIADO ADONDE CONDUCE ESE RECORRIDO -¿PERO LO QUE IMPORTA NO ES «SOBREVIVIR»?- Y SIN
PRECISAR EN QUÉ CONSISTE ESA FAMOSA INDIVIDUALIDAD QUE TRANSMIGRA.
¿PUEDE USTED ENTRAR UN POCO MÁS EN LAS DISTINCIONES ENTRE ESAS DISTINTAS FORMAS DE CREENCIA EN LA
REENCARNACIÓN, SIN SER DEMASIADO TÉCNICO?
En el hinduismo, el término más utilizado para hablar de la reencamación es samsara, es decir, el flujo incesante de nacimientos y
de muertes que arrastra a todos los seres vivos, desde las formas más humildes de vida (insectos, animales) hasta las más
elevadas, las que son propias de los dioses.
El hecho de la transmigración145 se presenta como algo ineludible, pero la modalidad de cada una de las sucesivas existencias
depende de las acciones realizadas por el individuo en su vida anterior. En efecto, el motor del samsara es el karma, del que ya
hemos dicho que representa la energía vital producida por nuestros actos voluntarios. Si éstos van teñidos de egoísmo, alimentan
la sed de existencia del individuo. Esta energía vital no queda aniquilada con la muerte y provocará la recaída en una nueva
existencia. Los frutos -positivos o negativos- de una existencia individual se transmiten así, según la ley del karma, a un
individuo de una generación posterior. Esa aportación determina las condiciones de su actuar (actitudes físicas, psíquicas,
talentos, circunstancias de la vida, clase social...), pero el individuo tendrá que transformar necesariamente esa herencia en bien o
en mal con sus propias decisiones libres.
HABLA USTED DE TRANSMISIÓN DE FRUTOS DE UNA EXISTENÁA INDIVIDUAL A UN INDIVIDUO DE UNA GENERACIÓN
POSTERIOR. ¿CUÁL ES LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE ESOS DOS INDIVIDUOS? ¿Y QUIÉN TRANSMIGRA, EN ESAS
CONDICIONES?
No puede serlo el sujeto responsable de la evolución del karma durante una existencia singular, ya que los elementos
constitutivos del individuo desaparecen con la muerte. Para los hinduistas, sin embargo, es necesario admitir que «algo» (tad) de
permanente asegura la continuidad entre las sucesivas existencias.
Todo sucede como si dentro del Ser divino -Realidad última y Fundamento absoluto-, el karma aislase una especie de «burbuja»
de existencia individual (el atman), separada del Todo (el Braham) por una película de energía sutil fruto de los actos voluntarios.
No existe, sin embargo, diferencia real alguna entre el fundamento universal (divino) y el fundamento del ser particular, cuyo
carácter individual proviene exclusivamente de las acciones kármicas. El despertar, o iluminación, consiste en hacer realidad esa
identidad entre el atman y el Braham «disolviendo» la película de karma que delimita la individualidad.
Seguimos moviéndonos en el contexto de una antropología que reduce la persona humana a una ilusión llamada a desaparecer
con el fruto de los actos que la alimentan. Fuera de este horizonte tan concreto -que no es ciertamente el del judeo-cristianismo-,
la idea de reencarnación, tal como la entiende el hinduismo, no tiene ningún valor explicativo.
¿INTRODUCE BUDFL ALGUNA NOVEDAD EN LA MANERA DE CONCEBIR LA REENCARNACIÓN QUE ÉL HEREDÓ DEL
HINDUISMO?
La doctrina budista del «annata» llevará todavía más lejos la no-permanencia individual. Según esta concepción, ni siquiera
existe un sujeto permanente que dé unidad a los instantes sucesivos de una misma vida. Ya hemos hablado de esta teoría, según
la cual el ser humano no sería más que una combinación efímera de cinco energías, de orden físico y mental y en perpetua
mutación. La muerte no es más que un cambio un poco más radical, pero que esencialmente no es diferente de lo que ocurre en
cada instante sucesivo de la vida. Así pues, propiamente hablando, para la teoría de la reencamación no hay lugar en el contexto
de la filosofía religiosa de Buda, para el cual no existe un principio espiritual permanente, como puede serlo el alma individual. La
evolución de la vida se debería a una Fuerza no-personal, a una Energía vital que expresa el dinamismo del Ser divino.
Sin embargo, creo recordar que Buda dice haber tomado con- cienáa de sus vidas pasadas.
Es cierto, y eso forma parte de su experiencia fundadora bajo el famoso bodhi, el árbol del despertar, tal como él la cuenta en el
Sermón. Pero cabe preguntarse acerca de la naturaleza de experiencia. Pues aun suponiendo que Buda haya llegado a la perfecta
liberación de todo apego a la realidad de los fenómenos, comprendiendo su naturaleza última, ha tenido que darse cuenta por eso
mismo de la no-consistencia de su propia individualidad. Una ilusión persistente no deja de ser una ilusión. Por tanto, no puede
decir que ha tomado conciencia de la evolución de una entidad sustancial a través de una serie de encamaciones sucesivas; a lo
sumo podría afirmar que siguió el camino de una ola que se mueve por la superficie del océano transmitiendo el movimiento que
la anima, hasta que ese movimiento se extingue. Esta analogía me parece especialmente pertinente, pues al igual que,
propiamente hablando, no hay una «ola» que corre, sino tan sólo una perturbación que se va transmitiendo progresivamente en
el mar, de la misma manera tampoco hay un sujeto individual que transmigre, sino una serie de actos y de reacciones que se van
encadenando unos a otros.
No es fácil comprender todo eso, y resulta extraño que una idea tan compleja se haya divulgado tanto en Occidente.
145 i La transmigración designa ese proceso según el cual el alma -o principio de vida- no desaparece con la muerte, sino que se dota de un nuevo cuerpo y se encuentra
así reencarnada.
Ya hemos dicho que la idea de la reencamación era conocida entre los celtas y en el mundo griego: los órficos*, Pitágoras, Platón
hablan de ella, y Plotino por su parte la hace suya. La hipótesis de la transmigración de las almas resurgirá en el Renacimiento
con el redescubrimiento de la filosofía platónica y neoplatónica.
No obstante, no han sido esas corrientes filosóficas las que más han contribuido a la divulgación de le reencamación en
Occidente. Parece claro que han sido las escuelas esotéricas del siglo XIX las que han suscitado el mayor entusiasmo por esa
doctrina que ellas heredaron de Oriente. Sin embargo, su concepción se diferencia de la del hinduismo en un punto esencial: la
transmigración no se inscribe en el horizonte de un devenir cósmico en el seno del Ser divino impersonal, sino que se presenta
como un itinerario de evolución del alma -realidad permanente e incluso inmortal- en camino hacia su plena realización
individual.
Naturalmente, habria que matizar las afirmaciones para cada escuela concreta, pero de manera general se pueden extraer algunos
rasgos comunes a nivel de la antropología esotérica. El hombre estaña formado por tres principios en íntima interacción; en lo
más profundo, el sujeto espiritual, de naturaleza divina. Este se refleja en el «cuerpo astral*» -ámbito energético entre lo
espiritual y lo material-, que crea el cuerpo físico. Así la Idea divina se hace realidad en la materia por mediación de su
proyección astral. Con la muerte el cuerpo se descompone, pero su doble astral, enriquecido por toda la experiencia vivida,
seguirá su camino en otro envoltorio carnal que será para el alma algo así como un nuevo laboratorio espiritual. A lo largo de las
transmigraciones el alma va tomando cada vez mayor conciencia de su naturaleza profunda, de la Idea divina que anida en ella.
De esa manera, se va elevando progresivamente, adquiriendo nuevos conocimientos (iniciaciones sucesivas) y ampliando su
poder de acción sobre la materia (poderes ocultos que responden a los diversos grados de iniciación).
Esta concepción salvaguarda la continuidad de una conciencia individual entre las sucesivas encamaciones, que aparecen siempre
presentadas como un camino ascendente y que desembocan en la identificación final del alma con el Sí absoluto divino, al que se
va abriendo progresivamente la conciencia individual en el transcurso de su evolución.
En efecto, da la impresión de que esta concepción, según la cual la individualidad queda salvaguardada a través de las diversas
encarnaciones, responde mejor a la mentalidad occidental
Así es. Pero hay que observarlo un poco más de cerca. Pues de lo que antecede sí que puede sacarse la impresión de que la
conciencia individual queda preservada de encarnación en encamación. Sin embargo, esa conciencia no es más que un reflejo de la
Idea absoluta, del Sí impersonal divino, en una existencia individual que limita su experiencia, |
La conciencia personal nace precisamente de la resistencia que encuentra la Idea infinita, absoluta, al «entrar» en la finitud y el
condicionamiento. Lo divino se «verifica» por y en su descenso a la materia, que fragmenta la Idea divina en una multiplicidad de
conciencias individuales. Estas son como chispas divinas ocultas en lo más hondo de la materia, de donde irán emergiendo
progresivamente a lo largo de las sucesivas migraciones, hasta llegar a la gran Hoguera divina. Las almas, pues, son mucho
menos individuales de lo que puede hacer ver «la experiencia».
Aunque en el esoterismo se habla poco de ilusión, esta idea no deja de estar presente en él: la conciencia individual no es más que
un reflejo del Sí divino impersonal en el espejo de una entidad material concreta. Un reflejo que perdura mediante el cuerpo
astral, al que podríamos comparar a un negativo fotográfico, revelado en el papel sensible de las sucesivas encamaciones por las
que él a su vez resulta afectado.
146 Hb 9,27.
ya que la relación con Dios sería tan evanescente como la persona humana y se vería reducida a una ilusión efímera llamada a
fundirse en el gran Todo divino impersonal.
Un Ser divino así no puede intervenir en la vida del hombre, y los conceptos fundamentales de la teología cristiana -revelación,
encamación, redención, santificación...-', que se explicitan todos ellos en términos de relaciones interpersonales, carecen ya de
sentido. Es preciso reconocerlo: él Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que nos revela su Nombre y su Rostro en Jesucristo
para invitamos a una comunión de amor en el Espíritu, difícilmente puede conci- liarse con ese Ser divino impersonal fuera del
cual todo es pura ilusión.
¿PERO NO HAY CIERTOS VERSÍCULOS DE LA ESCRITURA QUE PARECEN RESPALDAR LE TESIS DE LA REENCARNACIÓN?
Supongo que se está refiriendo usted a la supuesta identidad entre Juan Bautista y Elias, basada en el versículo «Os digo -decía
Jesús hablando del Bautista- que Elias ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito» 149. En primer lugar,
concedámosle a Juan Bautista el derecho a contestar él mismo. A la pregunta explícita de los judíos enviados por los sacerdotes y
los levitas de Jerusalén «¿Eres tú Elias?», el profeta contesta sin la menor ambigüedad: «No lo soy»150. Lo cual deberia cerrar la
discusión. Pero entonces ¿qué quería decir Jesús? Simplemente que el Espíritu de profecía que descansaba sobre el Precursor era
el mismo que animaba a Elias en su ministerio. Este procedimiento literario consistente en designar a un personaje por su
misión, atribuyéndole el nombre de aquel de cuyas manos recoge la antorcha, ese procedimiento -digo- no tiene nada de
extraordinario ni de ambiguo para un lector experimentado.
Podríamos multiplicar los pasajes de la Escritura que se oponen a la idea de la reencamación, tanto en la primera como en la
segunda Alianza. Citaré sólo un versículo de un salmo en el que se escribe que Dios reprime su cólera «recordando que eran de
carne, un aliento fugaz que no torna»151. En el Nuevo Testamento podemos recordar las palabras de Jesús al ladrón arrepentido que
estaba crucificado con él: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso»6. Habría que leer también todo el capítulo 5 de la
segunda carta de san Pablo a los cristianos de Corinto que le habían preguntado por el destino de los creyentes después de la
muerte. «Es tal nuestra confianza, que preferiríamos desterrarnos del cuerpo para residir junto al Señor»152, nos dice el Apóstol.
«Residir» denota una situación de permanencia que excluye cualquier tipo de retomo a la condición mortal, ya que el «Señor»
con el que va a unirse es el Viviente que lo ha precedido en la gloria definitiva, como lo puntualiza la carta a los Hebreos: «Éste
[Cristo], después de ofrecer un sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios» 153.
VUELVO A INSISTIR: ALGUNOS AUTORES AUTORIZADOS DEL CRISTIANISMO ANTIGUO -LOS PADRES DE LA IGLESIA,
POR EJEMPLO- ¿NO HAN DEFENDIDO ESA POSICIÓN?
Usted se está refiriendo sin duda alguna a Orígenes, al que se cita con frecuencia -aunque sin razón- en este contexto. En realidad, él
defendía la idea de la preexistencia de las almas -una idea que la Iglesia no aceptó-, pero se opone expresamente a la reencamación. Los
primeros Padres de la Iglesia -como Justino, Ireneo, Tertuliano, Hipólito y Gregorio de Nisa- se opusieron incluso con fuerza a la doctrina
de la metempsícosis". Así, san Ireneo escribe: «Lo mismo que cada uno de nosotros recibe su cuerpo por gracia de Dios, así también
tiene su alma. Pues Dios no es tan pobre ni está tan desvalido como para no poder dar a cada cuerpo su alma propia con su signo
distintivo propio. Por eso, cuando esté completo el número de los humanos que Él ha determinado de antemano, todos los que
hayan sido inscritos para la vida resucitarán cada uno con su propio cuerpo, con su propia alma y con su propio espíritu154 con
los que agradaron a Dios; y los que sean dignos de castigo irán a recibirlo, también cada uno de ellos con su propia alma y su propio cuerpo
con los que se apartaron de la bondad de Dios»155.
147 «Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo » I
148 Citemos, a modo de ejemplo: «Pero cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopdón» (Ga 4,4-5); y
también: «Dios nos dio a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo
y déla tierra» (Ef 1,9-10).
149 Me 9,13.
150 Jn 1,21
151 Sal 78 (77),39.
152 2 Co 5,8.
153 Hb 10,12,
154 1 Ts 5,23.
155 IRENEO DE LYON, Contra haereses, II, 33.
¿NO SERÁ ESO TENER POCO EN CUENTA LA FUENTE DE ESPERANZA QUE PUEDE REPRESENTAR LA REENCARNACIÓN:
O SEA, QUE TRAS UNA VIDA DE SUFRIMIENTOS Y DE FRACASO, SE NOS OFREZCA UNA NUEVA OPORTUNIDAD?
Me veo obligado a atemperar esa esperanza que supone la continuidad de una identidad personal y real entre las diversas
encarnaciones, ya que no es ésta la perspectiva de la metempsícosis, como hemos intentado poner de manifiesto. Nada se
«ofrece» en el contexto de la reencarnación, pues la rueda del samsara gira inexorable, lo mismo que el Destino impersonal. No
olvide usted que, para Oriente, la reencarnación es una desgracia lamentablemente inevitable, que todas las vidas están marcadas
por el sufrimiento. Resulta sorprendente comprobar cómo los occidentales minimalizan este aspecto y no parecen quedarse más
que con una cierta relativización de la muerte. ¿No será porque se ha difuminado -e incluso apagado- la esperanza en la
Resurrección, en la participación en la Vida divina en una existencia transfigurada, por lo que nuestros contemporáneos se
refugian en la esperanza en una «supervivencia» a través de una serie indefinida de encarnaciones sucesivas?
Tal vez también el hecho de no tener que responder de nuestros actos ante nadie más que ante nosotros mismos seduzca
nuestras mentalidades libres de todo moralismo. Es muy desculpabilizador el pensar que, en definitiva, el daño que yo he causado
a mi hermano le permite asumir su karma... Es cierto que yo soy responsable y que tendré que cargar con las consecuendas de
mis actos en una existencia ulterior, pero no hay nadie que me «juzgue»: ni Dios, ni ley alguna, sino tan sólo el karma que yo me
doy. Yo soy para mí mi propio verdugo y mi propio salvador.
Por eso, la liberación del yugo del superego culpabiliza- dor, identificado con el Dios de la Biblia, puede ser un importante factor
psicológico de ese entusiasmo por la reencarnación, entendida como una manera de evitar el juicio de la cólera de Dios Padre.
156 Jn 15,4.
157 Gol 2,12.
158 Jn 5,22,
159 Ap 3,20.
160 Hemos abordado ya este tema en el capítulo VI, p 129.
161 jn 5,24.
162 Jn 1,9-13.
divina. La historia -la individual y la colectiva- no es cíclica en la perspectiva de un eterno retomo, sino que es lineal y termina en Dios, en el
aprisco del Padre, al que todos los hombres tienen acceso pasando por Cristo: «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá
entrar y salir, y encontrará pastos. (...) Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» 163.
ESPERANDO LA CONTINUACIÓN
Padre Verlinde, usted nos ha hecho viajar a través de mundos culturales muy diversos y ha compartido con nosotros su
experiencia y sus convicciones en el debate entre las tradiciones orientales y el cristianismo.
Pero nos gustaría oírte hablar también de otro tema de candente actualidad y que está pidiendo un trabajo de discernimiento en
profundidad: me refiero a la Nueva Era, a la que usted se acercó, y yo diría que «practicó» intensamente, a su vuelta de Oriente.
En la cronología de su testimonio, le habíamos dejado cuando volvió a su país después de abandonar al gurú. Aterrizó en
Bruselas, trayendo como único equipaje y como única riqueza su encuentro con el Señor Jesús que se convierte en su nuevo
Maestro.
Sin embargo, el camino del ashram al monasterio es todavía largo y está sembrado de trampas de todo tipo: esoterismo, ocultis-
mo, espiritismo... Nos gustaría preguntarle sobre todo esto en una entrevista que pueda dar pie para otro libro.
PERO ANTES DE QUE NOS DEJE, ME GUSTARÍA HACER UNA INCURSIÓN EN LO QUE HOY EN DÍA LE HACE VIVIR A
USTED. AL COMIENZO DE NUESTRO ENCUENTRO, NOS CONFESÓ QUE FORMABA PARTE DE UNA COMUNIDAD EN LA
LÍNEA DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA: LA FAMILIA DE SAN JOSÉ; MÁS EN CONCRETO: QUE USTED HA EMITIDO YA
UN COMPROMISO DEFINITIVO EN LA RAMA DE LOS CONSAGRADOS, QUE VIVEN DE ACUERDO A UNA REGLA
MONÁSTICA. ¿POR QUÉ SAN JOSÉ? ¿QUÉ RELACIÓN TIENE CON SU TRAYECTORIA PERSONAL?
San José es un santo del que se habla poco y cuyo papel, sin embargo, es de primer orden en el Misterio de la Encamación.
Cuando se descubre, a la luz de la psicología moderna, el papel del padre en el desarrollo de la personalidad del niño, uno se
queda perplejo ante la magnitud de la misión de aquel hombre que desempeñó ese ministerio a favor del Hijo de Dios cuando
vino en la carne.
Creo que, en el seno de nuestra cultura, que anda en busca de una nueva identidad -y, por tanto, de una nueva paternidad-, este
personaje humilde y discreto tiene algo que decirnos. El no es el padre del Hijo que tiene a su cargo, pero va hasta el final en la
misión que se le ha confiado. No ocupa el lugar de Dios, pero no se sustrae a su llamada. No se apropia los dones de su Señor,
pero asume plenamente la responsabilidad que le toca en suerte. Y en este diálogo constante con su Dios al que respeta y al que
ama con confianza, va descubriendo su responsabilidad de padre y a la vez permite al Niño ir encontrando la suya.
¿NO SERÁ TAL VEZ EN LA HUMILDE RESPUESTA A LA LLAMADA DEL SEÑOR, RECONOCIDO EN SU IRREDUCTIBLE
ALTERIDAD, COMO EL HOMBRE PODRÁ DESCUBRIR SU IDENTIDAD DE SERVIDOR DEL
ALTÍSIMO Y DE HIJO DEL PADRE? ¿NO SERÁ EN ESTA GOZOSA SUMISIÓN COMO PODRÁ DESCUBRIR LA VERDADERA
LIBERTAD Y LA DICHA?
En un momento en que la cultura occidental duda de sí misma y es presa de vértigo cuando hunde su mirada en los misterios del
vacío, san José nos invita a hacer un gesto de confianza serena en la legitimidad de la esperanza cristiana y en la perennidad de
los valores evangélicos.
163 Jn 10,9-10.
Eso es lo que hizo san José cuando aceptó asumir la parte que le correspondía en la acogida de aquel que, siendo rico, se hizo pobre
por nosotros para enriquecernos con su pobreza. En esta misma línea, la Familia de San José intenta modestamente seguir el ejemplo
de su santo Patrono, poniéndose como él al servicio de Dios que vino a desposarse con nuestra tierra hasta el extremo de vivir en
el corazón de cada uno de nuestros hermanos, especialmente en el de los más heridos y los más desvalidos.
PADRE JOSÉ MARÍA, UNA ÚLTIMA PREGUNTA, LA ÚLTIMA DE TODAS: ¿CÓMO VIVE USTED INTERIORMENTE LA
EVOCACIÓN DE ESE ITINERARIO SUYO QUE ACABAMOS DE HACER?
A decir verdad, me siento lleno de admiración y mi corazón desborda de gratitud ante todo lo que Dios ha hecho por mí: ¡Qué
fuerza tan poderosa desplegó en mi favor.p Por eso, «doblo Jas rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia»164. Realmente:
¡Ay de mí si no anunáo esta Buena Noticia!* Por eso quiero dar una vez más testimonio: Jesús es el Buen Pastor que salta de alegría
por la oveja que ha vuelto a encontrar165; Dios es aquel Padre pródigo que sale al encuentro del hijo ingrato para estrecharlo
contra su corazón y devolverle su dignidad de hijo166; «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo
que se nos ha dado»167.
«¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando el nombre del Señor»168. Alzaré
la copa de tu Misericordia, Señor, que ha sido tan extremadamente generosa conmigo e invocaré el «Nombre que está sobre todo nombre
y ante el que se doblará toda rodilla en el délo, en la tierra, en el abismo, y al que toda lengua proclamará»169: el santo nombre de
Jesús, pues «bajo el délo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos» 170.
Que cada soplo de mis labios y cada latido de mi corazón te susurre mi deseo y mi gratitud, Señor, y que saque de esta alabanza
la fuerza para demostrarte mi amor guardando humildemente tu Palabra, para que tú vivas en mí y yo descanse en ti.
«Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hada lo que está por delante, corro hada la meta para
ganar el premio, al que Dios desde arriba me llama en Cristo Jesús»".
«Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo viene de Dios, que por medio de Cristo nos recondlió consigo y nos encargó el ministerio de la recondliadón.
Es dear,
Dios mismo estaba en Cristo recondliando al mundo consigo,
sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la recondliadón.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os recondliéis con Dios»12 .
Flp 3,13-14. 2 Co 5,17-20.
GLOSARIO
Advaita: El advaita o no-dualismo -doctrina fundamental de la filosofía hindú- se opone a la concepción creacio- nistá según
la cual la Causa primera del universo (el Creador) es distinta de todos los seres que pone a cada momento en la existencia
(las criaturas). En el sistema advaita, el Brahman (el Absoluto) y el atman (el Sí) no son dos realidades diferentes o destinadas
a serlo. La meta final de la ascensión es superar la dualidad Creador-criatura y conseguir la identidad entre el Brahman y el
atman. Esta filosofía, que aparece presentada en los upanishad, a partir del siglo II de nuestra era se desarrolla en el sistema
filosófico del vedanta.
Anga: designa las ocho etapas del yoga que tiene que recorrer el adepto, bajo la guía de un gurú, e ir integrando
progresivamente en su vida para llegar al samadhi.
Anatta (o anatman): Término pali que quiere decir «ausencia de atman». Por eso se la designa como la doctrina del «no yo».
Según las enseñanzas de Buda, no existe un sujeto sustancial real. No existe ninguna realidad permanente a la que podamos
llamar «alma» o «yo». Todo eso no es más que una combinación de energías físicas y mentales, reunidas en cinco grupos de
componentes, que, juntos, dan la ilusión de un «yo». Esta doctrina constituye lo más específico y la originalidad de la
filosofía budista.
Aranyaka: literalmente «forestales», porque deben ser comentados fuera de la comunidad. Los arartyakas se cuentan entre los
vedas, aunque son un añadido más tardío. Están dedicados a ritos especiales de índole secreta y tratan de una serie de
especulaciones esotéricas sobre las fórmulas y las prácticas sacrificiales de los vedas primitivos.
Arhat: designa, en el budismo original (Theravada) al asceta que trabaja por su propia salvación y que, una vez que ha
entrado en el nirvana, queda separado de cualquier tipo de relación con la humanidad, al haber superado definitivamente la
ilusión de la individualidad.
Asana: designa el esfuerzo del yoga aplicado al ámbito físico y psico-fisiológico. Este término designa la tercera etapa en el
óctuple camino de los Yoga sutras. Más tarde tomará también el nombre de Hatha Yoga.
Ashram: lugar de vida donde los discípulos se reúnen en tomo a un maestro o gurú para dedicarse a la meditación y a la
reflexión filosófica.
Atharva Veda: Veda con fórmulas mágicas que ha sido añadido tardíamente a las otras tres colecciones de los Vedas. En él se
encuentran fórmulas mágicas, encantamientos, conjuros, fórmulas para curar enfermedades o las posesiones diabólicas, todo
ello en forma de himnos.
164 Ef 3,14.
165 Le 15,3-7.
166 Le 15,11-32
167 Rm 5,5.
168 Sal 116 (114-115), 12-13.
169 Hp 2,9-11.
170 Hch 4,12.
Atman: designa al Sí absoluto, que será descubierto al final del camino de la interioridad, según el sistema del Yoga. Es el
principio de la existencia de todas las cosas y en último término se identifica con el Brahman.
Avatar. etimológicamente significa «bajada». Designa las manifestaciones míticas de Vishnú, que bajó para restaurar el
dharma que estaba amenazado por la ignorancia o por un ser maléfico. La opinión más común habla de diez avatares, los
primeros de los cuales se presentan bajo formas animales. Los más conocidos son los tres últimos: Rama, Krishna y Buda; el
próximo y último de nuestra era, que debe venir todavía, se llamará Kalkin.
Bhagavad-gita: «Canto de los Bienaventurados». Se trata de un poema religioso con fines didácticos, que forma parte del
Mahabharata, y que ofrece las enseñanzas del Dios supremo Krishna que transmite al principe Arjuna la sabiduría liberadora.
Este poema goza de grandísima veneración, hasta el punto de contarse entre los textos sagrados del hinduismo (shruti) pese
a su composición relativamente reciente (alrededor de la era cristiana). Constituye una verdadera joya de la literatura bhakti.
Bhakti: designa el apego devocional de un fiel a una divinidad concreta o a un gurú considerado como una manifestación
divina con la que el devoto pretende identificarse.
Brahmacharya: una de las dos grandes órdenes ascéticas del hinduismo. Los brahmacharya visten de blanco, mientras que la
orden de los samnyasin lleva un sari de color azafrán. Las obligaciones de los brahmacharya son menos radicales que las de los
samnyasin y su estilo de vida se acerca más al del monaquisino occidental.
Bodhisattva: literalmente «estar despierto». Representa el ideal de vida del budismo Mahayana. El bodhisattva corresponde al
arhat del Theravada; sólo que, una vez que ha hecho realidad en sí mismo la «naturaleza de Buda», elige seguir en el mundo
por pura compasión mientras haya un solo hombre que siga siendo prisionero de la ignorancia y de la ilusión.
Bon: religión pre-búdica del Tíbet preocupada por la supervivencia de los difuntos, en pro de los cuales había elaborado gran
número de ritos.
Buda: literalmente «El Despierto». Este término designa a cualquier persona que haya experimentado perfectamente la
naturaleza profunda de las cosas, es decir, su vacuidad, y que, debido a ello, evite el samsara y llegue al nirvana. El budismo
Mahayana cree en la existencia de innumerables Budas, que son otras tantas emanaciones del Buda primordial (Svayambhu),
algunas de las cuales se han manifestado en una existencia histórica, como Siddharta Gautama (563-483 a. C.), fundador del
budismo, también llamado Sakyamouni.
Brahman: designa al Absoluto omnipresente, la Realidad última, el fundamento ontológico de todo ser y de todos los seres.
Es impersonal por naturaleza y no puede ser objeto de adoración. Sin embargo, es el término del camino de la mística
natural: la identificación con Brahman es la intuición liberadora que se busca.
Chakra: centros energéticos de cuerpo humano según la antropología del tantrismo, que recogen la mayoría de las escuelas
esótero-ocultistas occidentales. Para el hinduismo habría siete chakras principales, que se corresponderían más o menos, a
nivel somático, con los plexos nerviosos o las glándulas endocrinas. En el plano oculto, dirigen los intercambios de energía
entre los varios cuerpos sutiles que rodean el cuerpo físico y entre el microcosmos humano y el macrocosmos considerado
como divino.
Chamanismo - Chaman: el nombre chaman, de origen siberiano, designa a un individuo que es capaz de entrar en contacto con
las entidades espirituales del mundo oculto, a fin de conquistárselas y aprovecharse de sus conocimientos y sus poderes. El
chamanismo se presenta como un conjunto de creencias y de prácticas mágicas centradas en la persona del chaman, y cuyo
elemento central es el éxtasis ritual, conseguido con frecuencia mediante plantas alucinógenas, que permite al chaman entrar
en contacto con los mundos paralelos.
Cuerpo astral: cuerpo energético situado entre el cuerpo espiritual (divino) y el cuerpo material (físico) en la antropología
esótero-ocultista. La idea divina toma forma en la materia por mediación de su proyección astral. En la muerte, el doble
astral del cuerpo físico se reencarna en otro envoltorio camal, permitiendo así al alma proseguir su ascensión que debe
conducirla a la identificación con el Sí divino absoluto.
Dalai-Lama: el término dalai significa en mongol «océano», designando así la anchura y la profundidad del conocimiento de
la persona designada con ese nombre. El término lama es tibetano; literalmente la: «superior» (por el conocimiento) y ma:
«madre» (por la compasión). El Dalai-Lama es el jefe espiritual del Tíbet. Está considerado como una emanación de
Chenrézi, el Señor de la Compasión infinita, que es la divinidad tutelar del Tíbet El actual Dalai-Lama se llama Tenzi
Gyatsho.
Dao: véase Tao.
Darshana: significa «visión», o también «punto de vista». El término designa un sistema de pensamiento, una vía de acceso a
la comprensión del mundo, pero que debe conducir a una experiencia directa de la verdad última de las cosas. No se trata,
pues, únicamente de una interpretación teórica de la realidad: el darshana busca conseguir la liberación de la ignorancia y de
la ilusión mediante la experiencia de la iluminación. Hay seis darshanas considerados como ortodoxos, y constituyen las
interpretaciones normativas del veda. Se los enumera de dos en dos: el nyaya (lógica) y el vaisheshika (física), el purva-mimansa
(exégesis del veda) y el vedanta (interpretación metafísica), el samkhya (antropología) y el yoga.
Dharma: este término, derivado de una raíz que significa «sostener», designa la Ley divina universal, que rige el Orden en
todos sus niveles: desde los ciclos de la manifestación del Ser divino hasta la moral personal, pasando por el Orden cósmico,
religioso y social. Actuar en conformidad con el dharma es la única sabiduría que conduce a la realización suprema. Oponerse
a él, aunque sea por ignorancia, es siempre una falta que exige una retribución kármica.
Dojo: de dô: «el camino» y de ¡ó: «el lugar». Este término designa «la sala del Camino», el lugar reservado para la práctica
del zazen y de ciertas artes marciales.
Eleusis: pueblecito situado no lejos de Atenas, donde vio la luz uno de los movimientos religiosos más importantes de la
antigua Grecia, centrado en la celebración de los misterios de dos diosas: Deméter y su hija Cora. Este culto iniciático, que
hunde sus raíces en antiguos ritos agrarios, se creía que llevaba a cabo la unión con esas dos diosas, señoras de la vida y de la
muerte y que proporcionaba ya desde ahora una felicidad que anticipaba la supervivencia bienaventurada.
Cnosis: «La gnosis es un intento de desviar el sentido profundo de la revelación cristiana hacia un conocimiento secreto,
sublime, integral, reservado a una élite, que sería la única capacitada para interpretar el sentido oculto del Evangelio (o de
alguna revelación primitiva). El pretexto sería que lo que se dice en la Biblia y en la Tradición normal no expresa la fe en un
Dios trascendente que interviene en nuestro mundo, sino el descubrimiento del hombre. Los misterios cristianos no serían
más que un revestimiento simbólico, una pura superstición, mientras no se penetre en el sentido que esos misterios
manifiestan para los espíritus débiles»171.
Grupos neo-orientales: con este término genérico se designan los movimientos nacidos de las Tradiciones orientales, que se
difundieron por Occidente a partir de la fundación de la Sociedad Vedanta en 1897 por Swami Vivekananda y de la
introducción del zen en los Estados Unidos por obra del Maestro japonés D. T. Suzuki desde 1950 en adelante. Ese
movimiento se aceleró en la década de los 60, que vio cómo afluían en masa a Occidente una multitud de gurús cuya
ortodoxia, en la mayoría de los casos, era puesta en tela de juicio en los ambientes tradicionales. Podemos citar movimientos
como la Meditación Trascendental de Maharishi Mahesh Yogi, Haré Krishna, los seguidores de Guru Maharaj Ji, Bhagwan
Shree Rajneesh, Sri Chinmoy e incluso los del coreano Sun Myung Moon.
Gurú: en sánscrito significa «profundo». El término designa al Maestro o Guía espiritual, que se supone que ha adquirido ya
un suficiente conocimiento experimental de los estados espirituales profundos para poder guiar a sus discípulos por el
camino que él mismo ha recorrido. La vida del Maestro es un ejemplo para el discípulo, que ve en él una manifestación de lo
divino. Por ese motivo, el gurú puede ser objeto de verdadero culto.
Hatha-yoga: literalmente «yoga del esfuerzo». Ver asanas.
Henoc: Patriarca antediluviano del que habla la Biblia en Gn 5,21-24 y Si 44,16.
Hesicasmo: «soledad - recogimiento». Movimiento de renovación espiritual dentro de la ortodoxia, que nació en el siglo XIV
en la fraternidad monástica del monte Athos y estructuró el método de oración conocido como «la oración de Jesús».
Hinayana: literalmente «Pequeño Medio para Avanzar» o «Pequeño Vehículo». Nombre despectivo que daban al Budismo
original los defensores de la reforma del Mahayana o «gran vehículo». El Hinayana pone el acento en la salvación individual
mediante un desprendimiento radical, al que sólo podrían llegar los monjes. De las numerosas ramas que nacieron del
Hinayana sólo queda el Theravada, que todavía es floreciente en Asia suroriental: Sri Lanka, Indochina y Birmania.
Ida: uno de los tres nadis más importantes por los que circulan las energías ocultas en el cuerpo humano. Más en concreto, el
nadi ida transportaría la energía ascendente, lunar, asimilada a shakti. Se va enrollando desde la base de la columna vertebral
en una espiral entrelazada con el nadi píngala y termina en la ventana nasal izquierda.
Karma: palabra sánscrita construida partiendo de una raíz que significa «hacer». Ese término pasó a designar una doctrina
según la cual todos nuestros actos voluntarios, buenos o malos y más o menos teñidos de egocentrismo, necesariamente dan
frutos en esta vida o en otra, y alimentan así la ilusión de la individualidad. En este sentido, el karma es el motor del samsara.
Tan sólo los actos perfectamente desinteresados están libres de las consecuencias kármicas alienantes.
Krishna: héroe mitológico cuyas hazañas guerreras se cuentan en el Mahabharata. Se encuentra entre las divinidades más
populares del hinduísmo y está considerado como un avatar de Vishnú, el Protector del mundo.
Kuridalini: literalmente «la enroscada». Este término designa la shakti, o polaridad «terrestre» de la energía divina que hay
en el hombre y que el yogui intenta hacer que suba por los principales nadis al encuentro del polo «celeste» de esa misma
energía. Tradicionalmente a la kundalini se la representa en forma de serpiente enroscada en la base de la columna vertebral
y dormida a la entrada de la shushumna. Cuando se despierta mediante los ejercicios apropiados de yoga, la diosa Kundalini
sube como fuego hasta el chakra coronario, donde se encuentra con la energía masculina shiva a la que se une, provocando la
disolución de la conciencia personal ilusoria.
Lama: el término lama es tibetano. Literalmente la significa «superior» (por el conocimiento) y ma «madre» (por la
compasión). En el budismo tibetano ese término designa a un maestro espiritual caracterizado por esas cualidades de
sabiduría y compasión.
Long rounding: expresión inglesa que se utiliza en el entorno de gurú Maharishi Mahesh Yogi, fundador de la
Meditación Trascendental, para designar los períodos de práctica intensa de dicha meditación, que pueden ir de algunas
semanas a varios meses. Durante esas sesiones, el número y la duración de los tiempos de meditación se van aumentando
progresivamente hasta ocupar toda la jomada. El adepto puede ir también disminuyendo la toma de alimentos hasta llegar al
ayuno completo que dura varios días. Los tiempos de meditación propiamente dicha se alternan con tiempos de práctica de
una serie de asarías y de ejercicios de pranayama.
Magia: manipulación intencionada de las energías ocultas. Se llama «blanca» cuando la intención es constructiva, y «negra»
o «brujería» cuando lo que se busca es destruir. Ambas formas de magia están rechazadas por la Iglesia en base a la firme
condena que formula la Palabra de Dios contra esa clase de prácticas.
Mahabharata: «La gran batalla de los Bharata» es un poema épico en el que se describe la guerra entre dos ramas enemigas
de la dinastía de los Bharata. Sirviéndose de esta epopeya, la obra ofrece a los hindúes un modelo de vida centrada en el
dharma. Se cree que la composición de esta obra colectiva se fue escalonando entre el siglo IV antes de Cristo y el siglo IV
después de Jesucristo. Contiene un buen número de disertaciones filosóficas, la más importante de las cuales es la célebre
Bhagavad Gita.
Mahayana: El «Medio para Avanzar» o «Gran vehículo», por oposición al Hinayama. Este movimiento apareció en la India,
en el seno del budismo, a comienzos de nuestra era. Sus miembros pretenden que la enseñanza de los Antiguos no ofrecía las
enseñanzas de Buda en toda su integridad yque tan sólo tenía un valor de preparación. El ideal de vida se propone con las
características del bodhisattva, que, una vez que ha hecho realidad en sí mismo la «naturaleza de Buda, elige seguir en el
mundo por pura compasión mientras haya un solo hombre que sea prisionero de la ignorancia y de la ilusión. El Mahayana
implica, pues, que el despertar es accesible también para los laicos, que pueden ser budistas de pleno derecho. Bajo esta
171 H. de LUBAC, Entretien autour de Vatican II, éd. Du Cerf, París Í985, pp. 79-80.
forma el budismo se ha propagado por el Tíbet y en China, y de allí pasó a Corea y al japón; de ahí su nombre: «Escuela del
Norte».
Maitrena: designa el sexto buda histórico de nuestro ciclo cósmico, que sucederá a Gautama Buda o Sakyamouni dentro de
varias decenas de miles de años.
Mantra: etimológicamente «instrumento para pensar». Se trata de un fonema o de una fórmula sagrada que el adepto debe
hacer resonar en su interior durante los ejercicios de concentración mental (budismo, hinduismo) con el fin de activar los
chakras y despertar la kundalini. Frecuentemente están sacados del veda y representan la esencia verbal sutil de un ámbito de
la realidad o el nombre de la divinidad correspondiente. El discípulo recibe su mantra de su Maestro en un rito de iniciación
centrado en una celebración litúrgica: la Puja.
Marga: literalmente «miembros». Este término designa las ocho etapas del yoga tal como se presenta en los yoga sutras
atribuidos a Pantajali. Al adepto se lo invita a recorrer e integrar ese óctuple camino bajo la dirección de un gurú, para llegar
a la liberación mediante la experiencia del samadhi.
Médium: persona capaz de ponerse en comunicación con las energías ocultas o con los espíritus que las gobiernan.La
mediumnidad puede ser inducida mediante técnicas que propicien los estados de disolución de la conciencia (llamados
estados de «conciencia dilatada» o de «conciencia modificada»).
Nadis: de la raíz nad, que significa «movimiento». Este término designa los canales por los que circularían las energías
ocultas que irrigan todo nuestro cuerpo. El tantrismo habla de un número incalculable de nadis menores y de tres nadis
mayores: ida, píngala y sushuma.
Neo-oriental: ver Grupos neo-orientales.
Nirvana: literalmente «extinción». Designa la salida definitiva de la ignorancia y del mundo del sufrimiento (dukkha), una
vez conseguida la vaciedad de todas las cosas y la extinción de todos los deseos.
Oculto: designa el ámbito de esas «energías» y esas «fuerzas» sobre las que la física no puede afirmar nada, ya que escapan a
cualquier intento de análisis, de cuantificación o de teorización por los procedimientos habituales de esa ciencia.
Orfismo: corriente de pensamiento que aparece en Grecia en el siglo VI y se caracteriza por su dualismo radical. El alma
humana está prisionera en el cuerpo y condenada, debido a una mancha primitiva, a reencarnarse sin cesar. No obstante,
puede librarse de ese ciclo infernal y llegar a una supervivencia feliz mediante las prácticas iniciáticas que enseñan los
«orfeotelestes».
Pantajali: gramático indio del siglo II antes de Cristo, al que se la atribuyen los yoga-sutra.
Píngala: Uno de los tres nadis mayores por los que circulan las energías ocultas en el cuerpo humano. Más en concreto, el
nadi píngala transportaría la energía descendente solar, asimilada a shiva. Se va enrrollando desde la base de la columna
vertebral en una espiral entrelazada con el nadi ida y termina en la ventana nasal derecha.
Prajna: puede traducirse por «sabiduría», en el sentido de conocimiento experimental de la vacuidad de las cosas, un
conocimiento salvador y liberador que nos hace entrar en el nirvana.
Pakriti: uno de los dos principios constitutivos de la realidad, según el sistema filosófico dualista del samhhya; el otro
elemento es el purusha. Pakriti representa la naturaleza en su materialidad, entendida como fuerza activa y eficaz, pero sin
consciência y sin finalidad. En ella hay tres fuerzas activas de desarrollo llamadas gunas: el sativa, factor luminoso y sereno,
el rajas, factor energético y pasional, y el tamas, factor tenebroso y pesado. Al comienzo de un nuevo periodo del mundo, del
movimiento de esas tres fuerzas nacen los veinticuatro elementos fundamentales como componentes materiales del mundo,
entre ellos la razón, la conciencia de sí mismo y la percepción sensible.
Prana: energías vitales que irrigan nuestro cuerpo. La circulación de estas energías ocultas se hace a través de los nadis.
Pranayama: disciplina (ayama) del control de la respiración (prana), que busca reducir el ritmo de la respiración haciéndola
más profunda, y luego espaciar cada vez más el tiempo de la inspiración y el de la espiración para dejarle tiempo al prana que
llegue al primer chakra, en la base de la columna vertebral y que allí despierte la kundalini. Lo que se busca, pues, con esa
retención de la respiración (kumbhaha) es preparar -e incluso llevar a- la experiencia del samadhi que sólo puede vivirse en un
estado de hipoventilación extrema.
Puja: ceremonia litúrgica de veneración y de adoración de una divinidad o de un gurú en el que se piensa que se manifiesta la
divinidad. Consiste en una serie de gestos rituales y de ofrendas simbólicas, acompañadas de la recitación de manirías y del
canto de himnos, ante la persona del gurú o una representación de la divinidad.
Purusha: uno de los dos principios constitutivos de la realidad, según el sistema filosófico dualista del samkhya; el otro
elemento es la pakriti. Purusha representa el puro espíritu, totalmente separado de la materia -pakriti. Está dotado de
conciencia, pero es totalmente pasivo y por lo tanto no puede producir nada: es pura contemplación y no le afectan en
absoluto las vicisitudes de la materia en la que está metido. Al principio, el samkhya admitía un purusha englobante, pero
después hablará de una pluralidad de mónadas espirituales individuales.
ñtagorismo: filosofía religiosa que se desarrolla en Grecia en el siglo VI antes de Cristo y que eleva las especulaciones
matemáticas al rango de doctrina de la salvación en la que se considera a los números como la esencia divina de todas las
cosas. La concepción del universo y la del hombre son abiertamente dualistas, lo que lleva al pitagorismo a admitir la
doctrina de la reencamación, aunque manteniendo la esperanza de una liberación definitiva del alma que irá a unirse a lo
divino original.
Respiración holotrópica: método de psicoterapia clínica perfilado por el Dr. Grof. Este recurre a técnicas de respiración
profunda intensiva que llevan a estados de hiper- ventilación, para inducir diversos tipos de experiencias, alguna de las
cuales se interpretan como regresiones a vidas anteriores.
Rinzai: una de las principales sectas zen. El rinzai se introdujo en el Japón, desde China, en 1191. Se caracteriza por una
búsqueda del satori que no duda en utilizar un efecto de «shock» para provocar el fenómeno intelectual de «soltar la presa»
que permite salir del «yo» psicológico normal. Típica del rinzai es la meditación de los koan: breves historias enigmáticas o
paradójicas que escapan a la comprensión del pensamiento racional y provocan en el que escucha un brusco cambio de plano,
abriéndolo eventualmente a la experiencia inefable del satori.
Samadhi: etimológicamente, este término significa una total fijación de la mente en el objeto contemplado, que lleva al
énstasis del sujeto y del objeto. Cuando subsiste la distinción entre los dos polos -el subjetivo y el objetivo-, se habla de
samadhi con diferenciación; si la concentración lleva a una perfecta integración entre el objeto y el sujeto, la experiencia se
llama samadhi sin diferenciación, y en ella ya no queda lugar para el sentimiento del yo y de sus actividades intelectivas,
volitivas, afectivas o imaginativas. Esta experiencia constituye la meta y el desenlace final de todos los esfuerzos que se
permite el yogui.
Samkhya: literalmente, «enumeración», se sobreentiende que de los principios constitutivos de la realidad. Sistema filosófico
hindú considerado como una los seis darshanas del Veda. Este sistema distingue dos principios: purusha -el conjunto de las
mónadas espirituales o de las conciencias- y pakriti -es decir, el conjunto de las sustancias o el mundo de la naturaleza. Este
sistema dualista ha inspirado parcialmente el yoga, el budismo y el tantrismo.
Samsara: literalmente, «flujo circular». Este término designa el ciclo de los sucesivos nacimientos, cuyo motor es el karma.
Sánscrito: lengua de origen indo-europeo en la que se han elaborado y transmitido los textos del budismo y brah- manismo,
así como las demás grandes obras del hinduismo clásico.
Satori: Palabra japonesa que significa «despertar». La experiencia del satori en el zen corresponde a la del samadhi hindú,
pero la doctrina insiste en que todo hombre está en posesión de la «naturaleza de buda»: el satori no es más que la toma de
conciencia -con frecuencia bruscamente- de lo que ya estaba presente.
Shaki: significa «energía». Se trata del poder con que el dios shiva actúa en el mundo. El tantrismo propone técnicas que
supuestamente liberan esta acción divina en el hombre.
Shiva: uno de los dioses importantes del hinduismo. Es el dueño del samsara en cuanto que él es el destructor de la ilusión
que mantiene al hombre sujeto al ciclo de las reencarnaciones. Según el tantrismo, esa liberación se realiza mediante la unión
entre shakti y shiva al final de la subida de la kundalini.
Siddhi: de la raíz sidh: alcanzar; de ahí viene realizar, conseguir. Ese término puede designar una serie de poderes sobre la
materia, el tiempo, el espacio..., de los que dispone el yogui a medida que consigue activar sus chakras y hacer que suba la
kundalini Los 35 siddhis que menciona Pantajali se subdividen en 9 grandes siddhis superiores, 8 poderes medianos y 18
menores. «Los poderes son obstáculos para la toma de conciencia superior, pero se utilizan como poderes mágicos en los
mundos objetivos»172.
Soto: Una de las dos sectas más importantes del zen. Fue introducido en el Japón desde China en 1227 El soto propone como
finalidad llegar al satori mediante la postura de sentados serenamente (zazen).
Sushumna: uno de los tres nadis principales que irrigan nuestro cuerpo, transmitiéndole las energías vitales ocultas. Más
concretamente, el nadi sushumna sería el nadi central, que va ascendiendo a lo largo de la columna vertebral, entre los nadis
ida y pingali, hasta llegar a lo más alto del cráneo. Este canal sería el que recibe la kundalini una vez que ésta ha sido
despertada mediante las prácticas yógicas.
Tantrismo: de tantra: «libros». Estos voluminosos textos representan el máximo desarrollo de hinduismo en él camino de las
prácticas que llevan a la experiencia del énstasis fusionai con el Absoluto. El tantrismo se basa en una concepción según la
cual el mundo ilusorio del múltiple ha nacido de la tensión entre dos polaridades de la energía divina primordial: la energía
femenina shakti y la energía masculina shiva. La entrada en contacto de estas dos energías restablece la unidad indiferenciada
original. El tantrismo propone una serie de técnicas para despertar la energía shakti -llamada kundalini cuando se la considera
en el hombre- y llevarla desde la base de la columna vertebral hasta lo más alto del cráneo, donde se encuentra con shiva y se
une a él en un abrazo fusionai
Tao: o Dao. En el taovsmo, este término designa al Incondicionado, al Origen absoluto, al Existente por sí mismo, que lo
engloba todo y constituye el fundamento último de todas las cosas. Es inasible e inefable en sí mismo, pero es perceptible en
la acción conjunta de dos principios complementarios: yin/yang, aunque él está por encima de ellos.
Theravada: la más importante y más representativa de las diversas escuelas interpretativas que forman el Hinayama
(Pequeño Vehículo). Ha seguido fiel a la doctrina de los Antiguos, es decir al budismo original. El Theravada se halla
extendido por Ceilán, Birmania, Tailandia, Laos y Camboya.
Upanishad: este término designa en el hinduísmo una enseñanza que se imparte de Maestro a discípulo acerca de una
doctrina espiritual esencial. Los quince upanishads más antiguos constituyen la parte más reciente de la literatura védica
(siglo VI a. O. En ellos se expone la tesis de la identidad entre el atinan y el brahman que luego se desarrollará en el vedanta.
Durante los dieciséis primeros siglos de nuestra era se pueden contar además un centenar de upanishads no védicos. Los
upanishads del yoga forman parte de esos escritos tardíos, anónimos y sin fechar. La finalidad de los mismos es incluir el yoga
entre los vedas dándole unos textos tradicionales de referencia.
Vajrayana: significa «el camino» o «el vehículo de diamante». Se trata del budismo tibetano, que nació en el siglo VII de
nuestra era del encuentro del budismo con el tantrismo en las tierras del Tíbet donde el tantrismo se había propagado a partir
del siglo III. Es la forma menos numerosa del budismo en el mundo -tan sólo unos cuatro millones de adeptos-, y su área de
difusión se reduce al
Nepal, Sikkim, Bhután, Birmania y Mongolia, hasta que vino a Europa el Dalai-lama, autoridad suprema de una de las
escuelas del vajrayana, que contribuyó a darlo a conocer en Occidente.
Veda: (en singular o en plural) significa «saber». Los vedas son una serie de textos en sánscrito considerados como los libros
sagrados del hinduismo y que fueron compuestos entre el siglo XVIII y el siglo VII antes de nuestra era. Los vedas
comprenden, por orden de aparición: el rig veda, un conjunto de himnos dirigidos a las divinidades; el yajur veda, una
colección de fórmulas sacrificiales, y el sama veda, otros himnos acompañados de sus melodías. A estos tres vedas se añadió
tardíamente el atharva veda o veda de las fórmulas mágicas. Otras obras más completarán esta primera serie de textos de
173 Puede verse, en castellano, en la revista Ecdesia, 20 de enero de 1990, pp. 30-38.
De por sí, el yoga, debido a su adogmatismo, es disoáa- ble del contexto hindú. De hecho: búdico, islámico, jaina, incluso islámico
en algunos sufis1.
2 En este punto nos distanciamos del P. Monchanin, ya que existe un dogmatismo implícito de índole práctica, a saber, que la
«verdad última» reside en la experiencia del Sí a la que lleva el yoga. Por eso el Padre sólo puede
Disminución panindia, coextensivo a la India en el tiempo (tal vez incluso anterior: Moahenjo daro) y en el espacio: llega incluso a
desbordarla (Asia central Tibet, China, japón: con el budismo). Todo un aspecto esencial de la India -la realización en el cuerpo-,
si no es cristianizado, se perderá para Cristo.
La ascesis corporal abre el camino al dominio de los sentidos, de la imaginación, de la memoria y del mismo pensamiento. Más
completo que con ninguno de los métodos occidentales.
El hesicasmo se ha acercado a él, tal vez hasta lo ha alcanzado.
Según 3, hace posible un recogimiento y un rechazo de las aprehensiones claras y distintas más total que ningún otro método. Y
en consecuencia, una disposición para la acogida mística. Alma desocupada3.
... El yoga cristiano no puede por menos de ser limitado -incluso en el tiempo que se le dedique- en su finalidad:
citar como ejemplo aquellas corrientes religiosas que se sitúan realmente en la perspectiva de una mística natural. Eso es cierto
para el sufismo, y con ciertas precisiones, pero tenemos serias reservas respecto a la acogida que pueda tener el yoga en el
islamismo «ortodoxo».
3 Nos permitimos formular también una reserva sobre esta apreciación que puede dar a entender que no hay más que una forma
de experiencia mística, la del Sí, para la que elyoga ciertamente predispone. Yo, sin embargo, sostengo que las técnicas orientales,
debido a la disolución de la conciencia que producen, no preparan para un encuentro personal con el Dios Trascendente,
encuentro éste que constituye la esencia de la experiencia mística sobrenatural. La serenidad que producen los ejercicios del yoga,
fruto de la concentración sobre uno mismo, no dispone al hombre para que pueda acoger la gracia; el alma «desocupada» del
yogui es un alma sumergida en su propia vaciedad, más allá de la conciencia personal, y por lo tanto en la incapacidad de entablar
un diálogo con una alteridad divina que venga a visitarla.
subordinado y siempre abierto a la gracia -que no excluya, sino que exija más que cualquier otro camino, la oración y el
abandono-, a la humildad de espíritu y a una pureza cristalina. Pasividad mística como contrapeso a la auto-creación del yogui
autárquico.
Bajo la guía de un sabio gurú. Y si se comprueba que es nocivo, stop.
NOTAS
5 Gn 2,9; 2,17
6 jn 1330.
11 Filósofo cristiano (1904-1986), especialista en teología y filosofia musulmanas y también en mística comparada. En
calidad de tal se interesó por el hinduísmo y profundizó en los presupuestos filosóficos de los caminos de la mística natural y
sobrenatural.
12 Louis GARDET, Études de philosophie et de mystique comparée, Édi- tions Vrin, Paris 1972, pp. 149 a 185.
2 Citado por Françoise JACQUIN, «Le témoignage de Jules Monchanin», en la revista Communio, XIII, 4, julio-agosto
de 1988, p. 112. Dada la importancia de esas notas, las ofrecemos íntegramente en el Anexo n° 3, p. 287.
3 Upanishads du yoga, op. cit, p. 43.
8 Aspects du boudhisme, éd. du Seuil, París, 1951, p. 30.
11 Cardenal de LUBAC, op. rit, pp. 48-49.
14 1 Jn 4,12-16.
12 Ez 36,27.
13 lis 4,8.
3 Jn 15,4-5.
4 Rm 8,26.
10 El signo de interrogación es del propio Jean Varenne, que cuestiona el uso de ese término para designar la experiencia
mística natural, prefiriendo el término énstasis (cf supra, p. 75).
11 Objetivo final del yoga, que consiste en un estado permanente de independencia absoluta respecto a todas las cosas. En
la «liberación viva», la unión (yoga) entre shaktí y shiva se encuentra ya plena y definitivamente realizada, y esto de forma
permanente.
12 Upanishads du yoga, op. dt, p. 46.
14 «Algunos aspectos.»», nn. 26-28.
31 Castillo interior, IV,3,6.
33 Vida, 22,1,
41 Le 1,38.
44 1 Jn 4,16.
51 Doctrina de una secta cristiana nacida alrededor del año 350, a cuyos miembros se les llamó también mesalianos,
euquitas, entusiastas, etc. Según el mesalianismo, se puede llegar a la visión de Dios ya en la tierra por el camino de la ascesis.
En cambio, a los sacramentos se los juzga ineficaces para alcanzar la experiencia de la gracia (Ib., p. 281).
55 /fe., VII, 31.
5 Aspects du boudhisme, op. át., p. 38.
1 «Sólo hay un personaje que nos podría inducir a establecer una comparación con Jesús, es Buda. Este hombre constituye un
gran misterio. Vive en una libertad atemorizante, casi sobrehumana, en tanto que su verdad es potente, como una fuerza cósmica.
Buda es el último genio religioso del que el cristianismo debería ocuparse tal vez. Nadie ha dicho todavía cuál puede ser su sig-
nificado cristiano. Jesucristo no tuvo, tal vez, solamente un precursor en el Antiguo Testamento -a Juan, el último de los
profetas-, sino a otro en el mismo corazón de la civilización antigua -a Sócrates- y a un tercero que pronunció la última palabra
de la filosofía y del ascetismo religioso orientales: a Buda. Buda es libre, pero su libertad no es la de Jesucristo. Esa su libertad no
es probablemente más que el conocimiento último y terriblemente liberador de la vanidad del mundo caído. La libertad de
Jesucristo proviene de que Jesús se siente enteramente en el amor de Dios: su disposición interior es la voluntad de Díús. salvar
al mundo» El Señor; I, 5a ed., Rialp, Madrid 1963, pp. 543-544.
3 Liturgie des Heures, éd. Aubier.
4 Gn 1,27.
5 Gn 2,23-24.
8 Le 22,15.
11 Ef 1,3-5
13 Ef 5,32; y Ef 5,27.
14 Ap 22,17-20.
17 Rm 5,20.
18 Rm 11,29.
23 Sal 80 (81),11.
28 Manuscrito C, folio 2v: Historia de un atma, 7a ed., Monte Carmelo, Burgos 2002, p. 256.
43 Is 53,4-6.
44 Rm 5,7-8.
45 2 Co 5,14.
46 Rm 5,17.
47 Rm 5,20.
48 Jn 15,9.
49 Jn 19,25.
51 Jn 19,27.
8 Le 23,43.
11 / L. BUKOWSK1, «La réincarnation selon les Peres de l'Église», Cregorianum, vol. 9, 1928, pp. 65-91.
17 In 12,47.
1 2 Co 8,9.
2 Ef 1,19.
4 1 Co 9,16.