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Junto con Portugal e Irlanda, España representaba una excepción europea en relación
con el avance de la derecha radical populista y xenófoba (DRPX). No es que en España
no hayan existido desde el inicio de la democracia partidos de la extrema derecha, pues
en la actualidad hay unas veinte organizaciones de esa familia, se trata más bien que
hasta recientemente España no siguió algunos de los tres modelos que utilizó la extrema
derecha en Europa para hacerse un hueco importante en la política nacional. El primer
modelo fue el italiano, dónde el Movimiento Social Italiano (MSI) "modernizó" su
discurso e imagen hasta terminar desembocando en Alianza Nacional, aunque la versión
de la DRPX que terminó triunfando, La Liga, no derivó de esa evolución. El segundo
modelo fue el francés del Frente Nacional (actualmente Reagrupamiento Nacional), que
aglutinó a las dispersas organizaciones de extrema derecha existentes desde el fin de la
segunda guerra mundial para presentar una organización política hegemónica capaz de
avanzar electoralmente. El tercer modelo es el de otros países europeos dónde la DRPX
nació más recientemente sin vinculaciones con la vieja extrema derecha de raíz fascista,
a partir de nuevos problemas como la oposición a la fiscalidad, a la inmigración o la
globalización.
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Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Se pueden consultar otros
artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
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decir que la principal formación de la extrema derecha entonces, Fuerza Nueva,
representaba lo que el MSI italiano, pero la evolución del MSI hasta Alianza Nacional
lo representaba ya en España AP que de esta manera segaba la hierba bajo los pies a
Fuerza Nueva, la redujo a la marginalidad, y a su desaparición en 1982.
En España existían algunos de los elementos que habían hecho crecer a la DRPX en
otros países europeos, especialmente las tensiones migratorias derivadas de la situación
geográfica de la península y las actitudes xenófobas en una parte de la población, pero
el PP adoptó posiciones duras contra la inmigración con lo cual este tema no pudo ser
aprovechado por los partidos de la extrema derecha para despegar. Por otro lado,
cuando se expresaron con fuerza las tensiones sociales derivadas de la crisis económica
de 2008, y de la globalización, no lo hicieron a través de un partido populista de
derechas, como en otras partes de Europa, sino de uno de izquierdas, Podemos, que se
convirtió en el modelo característico de un partido populista de izquierdas con cierto
éxito, aunque no consiguió exportar su modelo al resto de Europa, con la excepción de
la Francia Insumisa de Mélenchon.
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Así pues, todo parecía indicar que España seguiría siendo una excepción en Europa en
cuanto a la existencia de partidos exitosos de la DRPX hasta que en el período de 2017-
2018 dos acontecimientos llevaron a crear las condiciones para romper esa
excepcionalidad. Por tanto, se puede sostener que cuando cobra una fuerza electoral
importante un partido de la DRPX en España, Vox, lo va a hacer siguiendo el tercero de
los modelos que hemos señalado. No se origina en la evolución de algún precedente
partido fascista, ni surge como el reagrupamiento de otras fuerzas pre-existentes de la
derecha radical o la extrema derecha, sino que toma como elementos de impulso
problemas relativamente nuevos en la sociedad española, especialmente el conflicto
identitario, que proviene de la agudización del independentismo partidario de la
secesión unilateral de Cataluña y, en segundo lugar, de la inmigración.
Este partido ya existía previamente, Vox, y estaba formado por antiguos cuadros del PP
que tenían las posiciones más extremistas. Sin embargo, durante muchos años fue un
partido marginal más, la fuerza centrípeta del PP seguía atrayendo a la mayoría de la
base social de la derecha, desde los moderados hasta los radicales. Y esta situación es la
que se rompió con los dos acontecimientos señalados antes, el conflicto nacionalista
originado en Cataluña, y la profunda corrupción y desgaste del PP. Existía una temática
fácilmente explotable por la derecha más radical y estaba abierta la posibilidad para que
ésta se expresase en un nuevo partido, no encerrado como una tendencia en el seno de
otro más grande.
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lugar entre finales de 2005 y principios de 2008, cuando la preocupación por la
inmigración osciló entre el 30% y el 60%.
Así pues, lo novedoso, en todo caso, es el eco de las políticas anti-inmigratorias de los
partidos de la DRPX europea, sobretodo a partir de la crisis migratoria de 2015, y el
éxito de estos partidos en sus países. Por tanto, se puede suponer que las actitudes anti-
inmigración y xenófobas presentes en una parte de la sociedad española han sido
estimuladas por las políticas adoptadas en Europa y que han encontrado un vehículo
político disponible, Vox, para transformarlas en apoyos electorales.
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"Las razones de los votantes de Vox: la inmigración y la unidad de España",
https://elpais.com/politica/2018/12/08/actualidad/1544290748_522216.html
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Podemos, hoy un partido declinante electoralmente pero que no parece que vaya a
desaparecer. La segunda ventana de oportunidad fue para un partido de derecha liberal,
Ciudadanos, que ascendiendo en la misma época que Podemos, encontró su ventana de
oportunidad con el clímax del conflicto catalán en las elecciones de esa comunidad
autónoma dónde en diciembre de 2017 se convirtió en el partido más votado. Hoy
disputa la hegemonía de la derecha al PP. La tercera ventana de oportunidad se ha
abierto ahora para Vox, el partido de la DRPX en España. Su ventana se ha abierto
también, como hemos señalado, con motivo del conflicto catalán y el problema
migratorio. Si los dos primeros casos ya han pasado por varias pruebas electorales que
les han consolidado como opciones en el sistema político español, en el caso de Vox
habrá que esperar hasta mayo de 2019 cuando la confluencia de elecciones europeas,
municipales y autonómicas confirmen o no su consolidación como partido con un cierto
peso nacional.
La posición más favorable a la alianza con Vox, y esto no tiene por qué suponer que
Vox entre en el gobierno andaluz, es la del PP. Hay tres datos que le predisponen a ello,
primero la deriva derechista de su nuevo líder, Pablo Casado; segundo la consideración
por el propio PP de Vox como una escisión en su seno al que habría que tratar como
"parte de la familia"; y tercero la actitud del PP respecto a la DRPX en Europa, no
solamente porque el grupo parlamentario europeo al que pertenece el PP (PPE) también
acoge a uno de los partidos de la DRPX en el gobierno, el Fidesz húngaro, sino que
cuando el septiembre de 2018 el Parlamento Europeo votó recomendando aplicar
sanciones a Hungría por la deriva antidemocrática de sus gobierno, el PP se dividió
entre la abstención y el apoyo a Orbán. Toda una declaración de intenciones del PP
respecto a la DRPX que ahora seguramente va a revalidar respecto a Vox.