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EL ESCEPTICISMO MODERADO COMO

BASAMENTO SALUDABLE

DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y FILOSÓFICO

PROBLEMAS EPISTEMOLÓGICOS DE LA PSICOLOGÍA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA

Adriana María Casteig

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Una invitación a la reflexión
En principio, expongo una somera descripción de distintas posturas filosóficas y
científicas frente a preguntas fundamentales como: ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la
realidad? ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué podemos decir del yo? ¿Qué sabemos de la
naturaleza humana? Esta descripción no tiene como finalidad afirmar o refutar cada una
de las posiciones presentadas, sino poner de manifiesto e invitar a reflexionar, que más
allá de los acuerdos y desacuerdos entre los diferentes autores, todos ellos hasta ahora,
han alcanzado conceptos potencialmente objetables, sin que esto signifique desestimar
los trabajos realizados.
Al concluir este desarrollo, comparto con ustedes reflexiones de distintos expositores y
presento las propuestas que ellos nos hacen, las que consolidan la confianza en mi
convicción de la importancia de tener en cuenta lo que propone el título de este trabajo,
ya que frente a la falta de certeza absoluta en temas tan básicos como los planteados,
sería saludable que tanto científicos como filósofos, tuvieran como basamento de su
quehacer al escepticismo moderado, lo cual, en mi opinión, acarrearía grandes
beneficios en el avance de una actividad tan humana, como lo es la aspiración al
conocimiento.

¿Qué es la verdad? ¿Cómo definimos a la verdad?


A lo largo de la historia muchos se han pronunciado respecto a la verdad, pero no
parece haber una única definición ni una única manera de interpretarla.
Desde la filosofía, afirma “Aristóteles en Metafísica, 1011b25: “Decir de lo que es, que
es y de lo que no es, que no es, es lo verdadero” (Nicolás y Frapolli, 1997).
Por su parte, Kant define una verdad nominal e indica que es “la correspondencia de un
juicio con su objeto” (citado por Villalba, 2008).
Asimismo, Gadenne, mostrando una postura que relaciona este concepto con la
existencia, menciona que el realismo sostiene que una proposición es verdadera cuando
la realidad a la que se refiere y que representa existe (Villalba, 2008).
Acompañando esta afirmación, Putnam nos refiere que para el realismo metafísico
(externalista), hay una descripción verdadera de “cómo es el mundo”, una relación de
correspondencia entre los signos mentales y las cosas externas (Villalba, 2008).
Pero no sólo describe otros puntos de vista, Hilary Putnam también nos acerca su
postura, definiéndose como internalista y nos dice que la verdad es “aceptabilidad
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racional (idealizada)” (Villalba, 2008). Este autor es terminante: “La verdad es bondad
última de ajuste” (Putnam, 1988, p.73). No obstante, la Dra. Marisa Villalba (2008), al
refutar la postura de este autor es contundente: “la verdad es una propiedad perenne de
un enunciado”.
Por otra parte, Hegel nos habla de la verdad absoluta y nos dice “la verdad es todo…el
sistema de la verdad absoluta, es el saber que se sabe a sí mismo” (Peña, 1987).
En esta sucinta exposición podemos observar distintas maneras de definir la verdad,
entendiéndola como el decir de lo que es que es, o relacionándola con la
correspondencia o viéndola como aceptabilidad racional o vinculándola con la
perennidad de los enunciados o como verdad absoluta.
Más allá de las coincidencias, divergencias o distintas perspectivas, podemos observar
que, en este punto, aún no se ha alcanzado una postura definitiva que pudiera ser
aceptada por todos sin objeciones.

¿Qué es lo real? ¿Existe lo real? ¿Tenemos acceso a lo real?


La mayor controversia que nos presentan los distintos autores radica en si lo real existe
o no y si existe, si tenemos acceso a ello. Sin embargo, como veremos en esta
exposición, la mayoría supone que existe un mundo real.
Filósofos y científicos se han definido en este tema, sin embargo no parece posible para
los primeros prescindir de las conclusiones alcanzadas por los segundos ni para los
últimos desestimar las reflexiones filosóficas.
Desde la ciencias naturales, Lorenz (1993) afirma que el hombre prefilosófico, siendo
realista ingenuo, cree que las cosas son tal cual las percibe, no duda de la existencia de
un mundo externo independiente. Y se define claramente sobre este tema cuando
menciona que uno de los propósitos de su libro, es mostrar cómo se llega a la
convicción de “la existencia de un único mundo real y material” (p.28) y para ello nos
habla de la existencia de un órgano de percepción que es resultado de la evolución
filogenética, lo que obliga a aceptar la existencia de un objeto de la realidad
extrasubjetiva pasible de ser captado. El estudio comparado del comportamiento parte
del supuesto que existe una relación entre el mundo real y el mundo fenoménico. Nos
deja en claro que considera que se comete un error al dudar de la realidad del mundo
exterior.

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Por el contrario, desde la neurociencia, Rubia Vila (2008) explica que el
constructivismo no niega la existencia del mundo, pero indica que no tenemos acceso a
él por medio de la observación y que no existe una realidad ontológica. Afirma que
inventamos la realidad subjetivamente, no la descubrimos, por tanto no existe una
realidad objetiva accesible al entendimiento humano. En el mismo orden, Maturana y
Varela, concuerdan que no hay una causa-efecto entre el entorno y las estructuras
cognitivas.
Rubia Vila (2013), médico especialista en Fisiología del Sistema Nervioso, manifiesta
que vivimos en una realidad virtual y dice que “no tenemos ninguna conexión directa
con la realidad exterior.”
Sin dar por concluido el tema, nos aclara que el dualismo mente-cerebro, otorgándole a
la primera una sustancialidad inmaterial, estaría llegando a su fin ya que la
generalización del dualismo a todo el cerebro no sería permisible. Las experiencias
espirituales nos dan cuenta de una visión holística del mundo, sin embargo la razón, la
visión y el lenguaje otorgan una visión dualista, esto nos hacen concluir erróneamente
que el mundo es dual. Afirma que la espiritualidad es de un orden distinto pero tiene el
mismo origen cerebral (Rubia Vila, 2008).
La filosofía también nos acerca su postura:
Kant (2003) se define al respecto y nos dice que la conciencia de la propia existencia
“prueba la existencia de objetos fuera de mí” (p. 364). Y aclara que no hay relación
entre esos dos mundos (Lorenz, 1993).
Por su parte, J. Searle explica que para el realismo externo “existe un mundo real total y
absolutamente independiente de nuestras representaciones, pensamientos, sensaciones,
opiniones, lenguajes, discursos, textos, etc.” Y explicando la pretensión del realismo,
Gadenne nos dice que éste no pretende definir toda la realidad ni siquiera un objeto
completo y que definirlo acertadamente significa mencionar, por lo menos, una de las
propiedades que este tiene realmente (Villalba, 2008).
Acercándonos nuevas reflexiones a considerar, Searle (2004) nos dice que si los únicos
objetos fueran los datos de los sentidos no podríamos comunicarnos, concluyendo que:
“un lenguaje público presupone un mundo público” (p.340).
Sin embargo, el antropólogo Sapir y su estudiante Whorf opinan que vemos y
describimos el mundo de acuerdo con el idioma materno, por tanto cada idioma
significa un mundo conceptual diferente y el filósofo Ernst von Glaserfeld, concluye
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que construimos el significado de las palabras en base a experiencias subjetivas y le da
la razón al biólogo y epistemólogo Humberto Maturana cuando afirma que el lenguaje
no comunica sino orienta (Rubia Vila, 2008).
No para todos lo real consiste en lo mismo, aunque acepten su existencia.
Para Platón lo primigenio es la idea de todo lo creado, lo único real (Lorenz, 1993),
mientras que Putnam (1988) nos presenta su punto de vista hablando de una
construcción conjunta: “La mente y el mundo construyen conjuntamente la mente y el
mundo…el Universo construye el Universo” (p.13).
Desde la filosofía y, a pesar de los 300 años que los separan, cercano a las conclusiones
propias de la neurociencia, Hume (1984) afirma que de lo único que podemos estar
ciertos de que existen, es de las percepciones. Este autor considera inútil preguntarse
por la existencia o no de los cuerpos. Para él “no sólo nos figuramos la existencia
continua sino que creemos en ella” (p.346), sólo entiende como preguntas inteligibles
las referidas a las causas que nos inducen a creer en la misma.
Presentando otras posturas posibles sobre este tema y definiendo su posición, Bertrand
Russell (ver. elect.) admite que no podremos demostrar la existencia de algo diferente
de nosotros mismos y de nuestras experiencias y no considera imposible la suposición
de que la vida es un sueño. Sin embargo, entiende que la creencia en un mundo es
instintiva, por tanto admite que el mundo exterior realmente existe y que su existencia
no depende de que lo percibamos de un modo continuo.
Por último, encontramos al solipsismo que niega la existencia de una realidad externa
(Rubia Vila, 2008).
Las voces de la ciencia y la filosofía nos llegan con conceptos como: creencias,
supuestos, convicciones, mundo real y material, realidad virtual, existencia, ideas,
percepciones, hay relación, no hay relación, construcción, sueño, no hay acceso, no
podremos demostrar, negación de la existencia. Sería interesante recordar que podemos
creer muchas cosas, muchos pueden creer las mismas cosas, pero el número de
creyentes no transforma una creencia en una realidad, sólo es una creencia con muchos
adherentes.

¿A qué llamamos conocimiento? ¿Qué podemos conocer?


Nuevamente nos encontramos con diferentes posturas al respecto.

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Lorenz (1993), desde las ciencias naturales, nos explica que la curiosidad se orienta
hacia afuera y se transforma en investigación. También nos aclara que la aspiración de
conocimiento filosófico surge de la reflexión y que los primeros filósofos tomaron
como irrefutable el conocimiento interior. Afirma que, en principio, no hay algo
imposible de conocer, sin embargo al observar el aparato cognitivo humano, se debe
aceptar que nunca conoceremos las cosas como son en realidad y agrega que cada
avance en la investigación, nos aproxima al conocimiento de lo existente en sí.
Por su parte, Rubia Vila (2008), neurofisiólogo, explica que el constructivismo tiene la
opinión que nuestro saber es generado por la construcción subjetiva de las ideas y los
conceptos, entendiendo que el aprendizaje es una construcción individual y afirmando
que el constructivismo radical postula que el conocimiento no se adquiere pasivamente
sino que lo construye activamente el sujeto pensante. Culmina diciendo que la
cognición no sirve “para el conocimiento de una realidad ontológicamente objetiva”.
Cuando se habla de conocimiento se habla de objetividad, no obstante, el científico y
cibernetista Heinz von Foerster es categórico respecto a este tema: “La objetividad es la
alucinación de que las observaciones pueden realizarse sin observador” (citado por
Rubia Vila, 2008).
Desde la filosofía Kant afirma: “la cosa en sí, necesariamente y para siempre es
incognoscible” (cit. por Lorenz, 1993, p. 62), y declara que “… constituyen pues, los
elementos de todo nuestro conocimiento, la intuición y los conceptos…” (Kant, 2003, p.
225)
Como empirista, el filósofo Berkeley, afirma que sólo conocemos lo que percibimos
(Rubia Vila, 2013).
Por otra parte, Putnam (1988), reconociendo las limitaciones, expresa que los propios
inputs en los que se basa nuestro conocimiento están contaminados conceptualmente,
sin dejar de señalar que “… si todo lo que tenemos son inputs contaminados, aún así no
tenemos poco” (p.64).
Finalizando, encontramos al escepticismo radical que, a través de uno de sus
exponentes, Gorgias de Leontino, afirma: “1.- Nada existe, 2.- Si existe algo, no lo
podemos conocer y 3.-Supuesto que existiera algo y pudiéramos conocer, no lo
podríamos comunicar a los otros.” (Bochensky, ver. elect., p. 11).

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En esta acotada exposición, podemos observar que aún no hay acuerdo con respecto a
qué es el conocimiento y qué podemos conocer, sin embargo hay un punto en común y
este es el reconocimiento de las limitaciones del aparato cognitivo.

¿A qué llamamos “yo”? ¿Es real?


Suele decirse que por detrás de todas nuestras afirmaciones, existe un yo que las hace.
Esto es tan evidente, que suponemos que todos lo definimos de la misma manera. A
través de diferentes autores, veremos que no es necesariamente así. Científicos y
filósofos nos muestran sus perspectivas al respecto.
Las neurociencias, afirman que lo que llamamos yo y consciencia, son construcciones
cerebrales a pesar que hoy día, sigue siendo un problema establecer cómo es el paso de
lo objetivo a lo subjetivo. Expone que existen numerosas regiones cerebrales que
intervienen en la creación y mantenimiento del yo y que esta afirmación nos llevaría a
relacionar la neurona espejo con la auto-conciencia. Manifiesta que “la hipótesis de la
relación de estas neuronas con la auto-conciencia supondría que utilizamos las neuronas
espejo para mirarnos a nosotros mismos como si alguien lo estuviera haciendo” (Rubia
Vila, 2013).
Desde el punto de vista filosófico, los griegos consideraron que el descubrimiento del
propio yo, dio nacimiento a la filosofía (Lorenz, 1993).
Más tarde, Descartes arriba a lo indudable cuando nos dice: Cogito, ergo sum (Pienso,
luego existo) (Lorenz, 1993). Sin embargo, podríamos preguntarnos, ¿por qué, si
aplicaba la duda metódica a todas las ideas, no lo hizo con ésta y no dudó de que el que
piensa es yo ni de que pensar implica existencia de ese yo? y Bochensky (ver. elect.) nos
da una respuesta cuando afirma que Descartes confunde el contenido del pensamiento
con el pensante mismo y que a pesar de que todos creemos que para que haya un
pensamiento es necesario un pensante, desde el punto de vista cartesiano, no tenemos
derecho a afirmarlo, por lo tanto para este autor, “la conclusión de la existencia del
sujeto pensante no está en absoluto justificada” (p.12).
También Kant (2003) se expresa categóricamente sobre este tema cuando dice: “el yo
pienso debe poder acompañar todas mis representaciones; pues si fuera de otro modo
habría en mí algo representado que no podría pensarse, lo que equivaldría a decir que la
representación es imposible o por lo menos es para mí igual a nada” (p.268-269).

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En sus profundas reflexiones, Hume (1984) plantea que la idea del yo debería provenir
de una impresión idéntica a lo largo de nuestra vida, sin embargo indica que no existe
ninguna impresión invariable, por lo que esta idea es inexistente. Este filósofo se
pregunta cómo las impresiones que llamamos “mías” pertenecen al yo y si esto es
verdadero, cómo se conectan con él. Reflexiona que durante el sueño profundo no nos
damos cuenta de nosotros mismos, a tal punto que se podría decir que no existimos. Se
aventura a afirmar que los demás humanos son un haz de percepciones diferentes en
perpetuo flujo y movimiento. Afirma que damos identidad a las cosas por el paso suave
de la imaginación a través de las ideas de percepciones y concluye que la identidad del
yo surge por el mismo proceso. Señala como fuente de la identidad personal a la
memoria, sin embargo aclara que ésta no la produce sino que la descubre.
Sus reflexiones son tenidas en cuenta por Rubia Vila (2013) cuando hace notar que la
afirmación de Hume, sobre que el yo no es más que un haz de percepciones, ya había
sido alcanzada por Gauthama Buda muchos siglos antes.
De lo expuesto, podemos concluir que parecería que la inexistencia del yo es contra-
intuitiva, pero si existe, ¿qué es? ¿el pensante? ¿una ilusión? ¿un haz de percepciones?
Las dudas aún nos acompañan en nuestras investigaciones y reflexiones.

¿Qué es la naturaleza humana? ¿Por qué es importante conocerla?


Todo lo que hacemos y afirmamos está en relación directa con nuestra propia
naturaleza, la importancia de conocerla en profundidad se torna evidente.
Desde las ciencias naturales Lorenz (1993), coincidiendo, a mi entender, con Hume, se
pregunta si es posible para la ciencia de la naturaleza dejar de considerar al sujeto
cognoscente propiamente dicho y a la limitación de su “aparato”. Observando al
humano, explica de una manera poética (“como un caballero armado en su armadura”)
(p. 82) hasta qué punto el hombre encuentra limitaciones en su situación, al sólo poder
experimentar el mundo a través de su aparato cognoscitivo.
En concordancia, Hume (1984) se pregunta que si ciencias como las matemáticas, la
filosofía natural dependen del conocimiento que se tenga del hombre, “¿qué no podrá
esperarse en las demás ciencias, cuya conexión con la naturaleza humana es más íntima
y cercana? (p. 80). Este autor comparte su sentimiento de malestar al observar que a
pesar que aprueba y desaprueba, califica de bello o feo, indica que algo es falso o
verdadero, desconoce la manera de operar de su propia naturaleza. Sin embargo, invita a
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ir por la mayor conquista que pueda aspirarse, la conquista del conocimiento de la
naturaleza humana y a hacerlo a partir de la observación de la vida humana en el curso
normal de la cotidianidad, afirmando contundentemente: “La naturaleza del hombre es
la única ciencia del hombre” (p.462).
Aunque aún no conocemos en su totalidad nuestra naturaleza, de lo expuesto surge,
claramente, la importancia que tiene que nos aboquemos a la profundización de este
tema, tanto desde la ciencia como desde la filosofía.

Reflexiones sobre la duda


Explícita o implícita, reconocida o no, la duda está en la base de todas nuestras
afirmaciones y estos autores nos recuerdan la importancia de su reconocimiento.
Como científico, Lorenz (1993) observando la limitación de alcanzar una auténtica
objetividad, advierte la importancia de aplazar la búsqueda de explicaciones,
manteniéndose el mayor tiempo posible en la etapa de recolección de datos y apartar, en
cierto sentido, la visión intuitiva sobre el porqué suceden las cosas. Asevera que la
verdadera hipótesis no es algo definitivo y sin cuestionamiento posible, sino más bien
el precedente que pueden tomar como punto de partida nuevas investigaciones. Nos
recuerda que las leyes de pensamiento y de conocimiento que se han desarrollado en el
transcurso de la evolución filogenética, para nada son “verdades infalibles” (p. 81) y
reconoce que jamás se ha demostrado algo mediante el método inductivo que antes no
haya sido captado por el método intuitivo de la filosofía.
Por su parte, desde la neurofisiología, Rubia Vila (2008) comparte sus dudas cuando
afirma que tanto las percepciones como los pensamientos son producto de la actividad
de la corteza cerebral y se pregunta: si ya sabemos que las percepciones nos engañan,
“¿por qué nos fiamos de nuestros propios pensamientos? ¿No habría que aplicarles el
mismo rasero que a nuestras percepciones?” Sumando a lo anterior, afirma que existe
una confianza en el mundo que nos rodea y que el constructivismo la deconstruye.
Reflexivamente, Hume (1984) nos advierte, que estar atentos a la seguridad que surge
cuando observamos algo detenidamente, es más dificultoso que darse por vencido y
evitar toda investigación.
Villalba (2008) nos aclara que actualmente, cuando el realismo habla de conocimiento,
se refiere a un conocimiento provisorio, plausible de ser revisado y que su postura

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representa una pretensión de conocimiento que está por encima del escéptico y por
debajo del dogmático.
Vemos que, desde distintas perspectivas, la duda y lo provisorio son admitidos. Sin
embargo esto no impide que las ciencias naturales y la filosofía nos hagan llegar sus
ideales y propuestas.
Compartiendo con nosotros sus expectativas, Lorenz (1993) nos habla de la importancia
del desarrollo de una nueva filosofía guía que conduzca la aspiración al conocimiento
de la humanidad y deja asentada su postura al decir que, la misma, debería ser “una
filosofía materialista, convencida de la realidad y de la unidad del mundo” (p. 116).
Queda claro el punto de vista de Lorenz cuando expresa: “La humanidad defiende su
autoestima,... conviene… predicar humildad y tratar de hacer saltar de una vez para
siempre por los aires, los obstáculos hijos de la presunción de la conciencia individual”
(citado por Deich, 1974)
En concordancia, Hume (1984) pone de manifiesto lo natural que es que todo aquel que
intenta descubrir algo, tanto en filosofía como en ciencias, tenga la tendencia de alabar
sus propios sistemas y desacreditar los anteriores. Todo hombre juicioso e ilustrado
puede percibir el poco fundamento que tienen, incluso sistemas altamente reconocidos
en su exactitud y profundidad, y sentencia: “ni el más trivial problema escapa a nuestra
polémica y en la mayoría de las cuestiones de importancia somos incapaces de decidir
con certeza” (p.78). Teniendo en cuenta esto, declara la importancia que tiene que no
nos abandone la duda escéptica con respecto a la razón y los sentidos aunque por
momentos logremos quedar libres de ella.
Sin reservas, Hume (1984) comparte una mirada de sí mismo mostrando con claridad su
situación, que a mi entender, es común a toda la humanidad pese a sus cortos períodos
de “certeza”, manifestando: “cuando dirijo la vista a mi interior, no encuentro sino duda
e ignorancia… cada paso que doy lo hago dudando y cada nueva reflexión me hace
temer un error y un absurdo de mi razonamiento” (p.416), “allí donde la razón sea vivaz
y se combine con alguna inclinación, hay que asentir a ella” (p. 423).
Lejos de dejarnos en la parálisis que pueda ocasionar la constante duda, Hume (2010)
no habla de “un escepticismo o filosofía académica, más moderados, consecuencia de…
un escepticismo exagerado, una vez que el sentido común y la reflexión corrigen… sus
imprecisas dudas” (p. 219). Afirma que la humanidad “manifiesta una tendencia natural
a ser afirmativa y dogmática” (p. 219) pero también nos dice que si los dogmáticos
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tomaran conciencia de la real dimensión de la debilidad del entendimiento humano,
encontrarían en sus reflexiones mayor modestia y reserva.
Finalmente, quiero expresar que concuerdo fervientemente con Hume (1984) cuando
reflexiona: “Los progresos de la razón y la filosofía sólo pueden deberse a la tierra de la
tolerancia y la libertad” (p. 82).

Conclusión
Lo expuesto muestra con claridad los acuerdos, desacuerdos y supuestos que conviven
en las distintas posturas que sostienen tanto científicos como filósofos.
Nada más lejos de mi intención que el desestimar el conocimiento científico o filosófico
y obviamente, el desestimar cualquier conocimiento.
De mis reflexiones surge la convicción, que en la aceptación de la convivencia de las
contradicciones es que lograremos un verdadero avance como humanidad, incorporando
la humildad de reconocer explícitamente nuestras limitaciones, abogando por la
tolerancia de otras opiniones y tomando consciencia que no es en la exclusión que
lograremos la amplitud de nuestros conocimientos.
Algunos tienen la idea que con la ciencia o la filosofía llegamos a la verdad, sin
embargo si los científicos y los filósofos son honestos consigo mismos y con sus
trabajos, podrán decir, sin desmerecer sus avances, que con nuestras investigaciones y
reflexiones no vamos de menos dudas a más certezas sino de menos dudas a más dudas,
sin necesidad que la aceptación de esta afirmación lleve al desaliento al momento de
ejecutar su tarea, reconociendo de antemano, que todo conocimiento alcanzado es
provisorio y puede ser refutado o cambiado, lo cual es nuestra manera de avanzar en el
saber.
Admitir y expresar claramente nuestros puntos débiles no nos hace más débiles, todo lo
contrario, nos hace más fuertes porque sólo el que reconoce y admite sus limitaciones es
capaz de superarlas e incluso utilizarlas en su beneficio.
Los científicos y los filósofos utilizan la mente con sus limitaciones para producir
conocimiento, por lo que me agradaría invitarlos a ver con claridad que todos están
colaborando con distintas perspectivas para incrementar el conocimiento humano y a
admitir, que conocer no es tener certeza sino apenas un escalón en la aspiración al
conocimiento total, el cual posiblemente nunca sea alcanzado.

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Sin embargo, son los ideales los que direccionan la actividad humana y si aspiramos a
una sociedad más tolerante, más solidaria, más contributiva unos con otros, incluso más
sabia, sería interesante descubrir, admitir, y tener en cuenta que el escepticismo
moderado como basamento saludable de todo conocimiento, podría ser una gran
contribución para alcanzar nuestra aspiración y es más, tal vez de esta postura pueda
surgir la unión de las ciencias naturales y la filosofía.
Es mi opinión que la duda no conduce, necesariamente, al nihilismo, a la depresión o a
la locura, es más, entiendo que puede conducir a ejercer nuestra aspiración al
conocimiento con más alegría y relajación.
Las ideas contrarias no son necesariamente enemigas, unas a otras son necesarias para
continuar con este proceso que surge del sostenimiento de esta aspiración humana.
Tengo la convicción, acompañando la postura de Hume, que sería saludable que en el
ejercicio de la aspiración al conocimiento, inicialmente, a conciencia y explícitamente,
los abocados a esta tarea se reconocieran como escépticos moderados, aceptando la
duda que acompaña toda investigación desde sus comienzos hasta su final, para luego,
si lo desean, encuadrarse como naturalistas, idealistas, materialistas, constructivistas,
incluso escépticos.
La conclusión de que tener al escepticismo moderado como basamento de todo
conocimiento científico o filosófico sería saludable para su desarrollo, puede parecer
obvia, ya que muchos científicos y filósofos tienen en cuenta que las verdades a las que
arriban no son definitivas. No obstante, si observamos la interacción habitual entre
ellos, se puede afirmar que a pesar de las aseveraciones de tolerancia o duda, el
acaloramiento que se presenta en la defensa de sus argumentos, ha generando en más de
una oportunidad, enfrentamientos inconciliables y enemistades, en mi opinión,
innecesarios.
Remedando la ironía de Sócrates, tal vez, todos podamos concluir: Sólo sé que no sé
nada, acaso, el primer y último conocimiento verdadero que podamos alcanzar. Sin
embargo, siendo consecuente con mi propuesta, puedo dudar también de esta premisa
que a simple vista se presenta como desalentadora, por tanto, parte de mi propuesta es
que sigamos investigando dejando la puerta abierta a la duda, la cual, seamos honestos,
ni siquiera necesita que le abramos la puerta, ya que podemos identificarla, aunque la
disimulemos, en la base de todas las conclusiones a las que arribamos, incluso ésta.

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Bibliografía
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https://circulosemiotico.files.wordpress.com/textos-proimordiales/ (rec. 11-02-
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- Hume D., 2010, Investigación sobre el entendimiento humano, Biblioteca de
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www.observacionesfilosoficas.net/lasrelaciones.htm (rec. 14-02-15).

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