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BASAMENTO SALUDABLE
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
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Una invitación a la reflexión
En principio, expongo una somera descripción de distintas posturas filosóficas y
científicas frente a preguntas fundamentales como: ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la
realidad? ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué podemos decir del yo? ¿Qué sabemos de la
naturaleza humana? Esta descripción no tiene como finalidad afirmar o refutar cada una
de las posiciones presentadas, sino poner de manifiesto e invitar a reflexionar, que más
allá de los acuerdos y desacuerdos entre los diferentes autores, todos ellos hasta ahora,
han alcanzado conceptos potencialmente objetables, sin que esto signifique desestimar
los trabajos realizados.
Al concluir este desarrollo, comparto con ustedes reflexiones de distintos expositores y
presento las propuestas que ellos nos hacen, las que consolidan la confianza en mi
convicción de la importancia de tener en cuenta lo que propone el título de este trabajo,
ya que frente a la falta de certeza absoluta en temas tan básicos como los planteados,
sería saludable que tanto científicos como filósofos, tuvieran como basamento de su
quehacer al escepticismo moderado, lo cual, en mi opinión, acarrearía grandes
beneficios en el avance de una actividad tan humana, como lo es la aspiración al
conocimiento.
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Por el contrario, desde la neurociencia, Rubia Vila (2008) explica que el
constructivismo no niega la existencia del mundo, pero indica que no tenemos acceso a
él por medio de la observación y que no existe una realidad ontológica. Afirma que
inventamos la realidad subjetivamente, no la descubrimos, por tanto no existe una
realidad objetiva accesible al entendimiento humano. En el mismo orden, Maturana y
Varela, concuerdan que no hay una causa-efecto entre el entorno y las estructuras
cognitivas.
Rubia Vila (2013), médico especialista en Fisiología del Sistema Nervioso, manifiesta
que vivimos en una realidad virtual y dice que “no tenemos ninguna conexión directa
con la realidad exterior.”
Sin dar por concluido el tema, nos aclara que el dualismo mente-cerebro, otorgándole a
la primera una sustancialidad inmaterial, estaría llegando a su fin ya que la
generalización del dualismo a todo el cerebro no sería permisible. Las experiencias
espirituales nos dan cuenta de una visión holística del mundo, sin embargo la razón, la
visión y el lenguaje otorgan una visión dualista, esto nos hacen concluir erróneamente
que el mundo es dual. Afirma que la espiritualidad es de un orden distinto pero tiene el
mismo origen cerebral (Rubia Vila, 2008).
La filosofía también nos acerca su postura:
Kant (2003) se define al respecto y nos dice que la conciencia de la propia existencia
“prueba la existencia de objetos fuera de mí” (p. 364). Y aclara que no hay relación
entre esos dos mundos (Lorenz, 1993).
Por su parte, J. Searle explica que para el realismo externo “existe un mundo real total y
absolutamente independiente de nuestras representaciones, pensamientos, sensaciones,
opiniones, lenguajes, discursos, textos, etc.” Y explicando la pretensión del realismo,
Gadenne nos dice que éste no pretende definir toda la realidad ni siquiera un objeto
completo y que definirlo acertadamente significa mencionar, por lo menos, una de las
propiedades que este tiene realmente (Villalba, 2008).
Acercándonos nuevas reflexiones a considerar, Searle (2004) nos dice que si los únicos
objetos fueran los datos de los sentidos no podríamos comunicarnos, concluyendo que:
“un lenguaje público presupone un mundo público” (p.340).
Sin embargo, el antropólogo Sapir y su estudiante Whorf opinan que vemos y
describimos el mundo de acuerdo con el idioma materno, por tanto cada idioma
significa un mundo conceptual diferente y el filósofo Ernst von Glaserfeld, concluye
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que construimos el significado de las palabras en base a experiencias subjetivas y le da
la razón al biólogo y epistemólogo Humberto Maturana cuando afirma que el lenguaje
no comunica sino orienta (Rubia Vila, 2008).
No para todos lo real consiste en lo mismo, aunque acepten su existencia.
Para Platón lo primigenio es la idea de todo lo creado, lo único real (Lorenz, 1993),
mientras que Putnam (1988) nos presenta su punto de vista hablando de una
construcción conjunta: “La mente y el mundo construyen conjuntamente la mente y el
mundo…el Universo construye el Universo” (p.13).
Desde la filosofía y, a pesar de los 300 años que los separan, cercano a las conclusiones
propias de la neurociencia, Hume (1984) afirma que de lo único que podemos estar
ciertos de que existen, es de las percepciones. Este autor considera inútil preguntarse
por la existencia o no de los cuerpos. Para él “no sólo nos figuramos la existencia
continua sino que creemos en ella” (p.346), sólo entiende como preguntas inteligibles
las referidas a las causas que nos inducen a creer en la misma.
Presentando otras posturas posibles sobre este tema y definiendo su posición, Bertrand
Russell (ver. elect.) admite que no podremos demostrar la existencia de algo diferente
de nosotros mismos y de nuestras experiencias y no considera imposible la suposición
de que la vida es un sueño. Sin embargo, entiende que la creencia en un mundo es
instintiva, por tanto admite que el mundo exterior realmente existe y que su existencia
no depende de que lo percibamos de un modo continuo.
Por último, encontramos al solipsismo que niega la existencia de una realidad externa
(Rubia Vila, 2008).
Las voces de la ciencia y la filosofía nos llegan con conceptos como: creencias,
supuestos, convicciones, mundo real y material, realidad virtual, existencia, ideas,
percepciones, hay relación, no hay relación, construcción, sueño, no hay acceso, no
podremos demostrar, negación de la existencia. Sería interesante recordar que podemos
creer muchas cosas, muchos pueden creer las mismas cosas, pero el número de
creyentes no transforma una creencia en una realidad, sólo es una creencia con muchos
adherentes.
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Lorenz (1993), desde las ciencias naturales, nos explica que la curiosidad se orienta
hacia afuera y se transforma en investigación. También nos aclara que la aspiración de
conocimiento filosófico surge de la reflexión y que los primeros filósofos tomaron
como irrefutable el conocimiento interior. Afirma que, en principio, no hay algo
imposible de conocer, sin embargo al observar el aparato cognitivo humano, se debe
aceptar que nunca conoceremos las cosas como son en realidad y agrega que cada
avance en la investigación, nos aproxima al conocimiento de lo existente en sí.
Por su parte, Rubia Vila (2008), neurofisiólogo, explica que el constructivismo tiene la
opinión que nuestro saber es generado por la construcción subjetiva de las ideas y los
conceptos, entendiendo que el aprendizaje es una construcción individual y afirmando
que el constructivismo radical postula que el conocimiento no se adquiere pasivamente
sino que lo construye activamente el sujeto pensante. Culmina diciendo que la
cognición no sirve “para el conocimiento de una realidad ontológicamente objetiva”.
Cuando se habla de conocimiento se habla de objetividad, no obstante, el científico y
cibernetista Heinz von Foerster es categórico respecto a este tema: “La objetividad es la
alucinación de que las observaciones pueden realizarse sin observador” (citado por
Rubia Vila, 2008).
Desde la filosofía Kant afirma: “la cosa en sí, necesariamente y para siempre es
incognoscible” (cit. por Lorenz, 1993, p. 62), y declara que “… constituyen pues, los
elementos de todo nuestro conocimiento, la intuición y los conceptos…” (Kant, 2003, p.
225)
Como empirista, el filósofo Berkeley, afirma que sólo conocemos lo que percibimos
(Rubia Vila, 2013).
Por otra parte, Putnam (1988), reconociendo las limitaciones, expresa que los propios
inputs en los que se basa nuestro conocimiento están contaminados conceptualmente,
sin dejar de señalar que “… si todo lo que tenemos son inputs contaminados, aún así no
tenemos poco” (p.64).
Finalizando, encontramos al escepticismo radical que, a través de uno de sus
exponentes, Gorgias de Leontino, afirma: “1.- Nada existe, 2.- Si existe algo, no lo
podemos conocer y 3.-Supuesto que existiera algo y pudiéramos conocer, no lo
podríamos comunicar a los otros.” (Bochensky, ver. elect., p. 11).
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En esta acotada exposición, podemos observar que aún no hay acuerdo con respecto a
qué es el conocimiento y qué podemos conocer, sin embargo hay un punto en común y
este es el reconocimiento de las limitaciones del aparato cognitivo.
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En sus profundas reflexiones, Hume (1984) plantea que la idea del yo debería provenir
de una impresión idéntica a lo largo de nuestra vida, sin embargo indica que no existe
ninguna impresión invariable, por lo que esta idea es inexistente. Este filósofo se
pregunta cómo las impresiones que llamamos “mías” pertenecen al yo y si esto es
verdadero, cómo se conectan con él. Reflexiona que durante el sueño profundo no nos
damos cuenta de nosotros mismos, a tal punto que se podría decir que no existimos. Se
aventura a afirmar que los demás humanos son un haz de percepciones diferentes en
perpetuo flujo y movimiento. Afirma que damos identidad a las cosas por el paso suave
de la imaginación a través de las ideas de percepciones y concluye que la identidad del
yo surge por el mismo proceso. Señala como fuente de la identidad personal a la
memoria, sin embargo aclara que ésta no la produce sino que la descubre.
Sus reflexiones son tenidas en cuenta por Rubia Vila (2013) cuando hace notar que la
afirmación de Hume, sobre que el yo no es más que un haz de percepciones, ya había
sido alcanzada por Gauthama Buda muchos siglos antes.
De lo expuesto, podemos concluir que parecería que la inexistencia del yo es contra-
intuitiva, pero si existe, ¿qué es? ¿el pensante? ¿una ilusión? ¿un haz de percepciones?
Las dudas aún nos acompañan en nuestras investigaciones y reflexiones.
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representa una pretensión de conocimiento que está por encima del escéptico y por
debajo del dogmático.
Vemos que, desde distintas perspectivas, la duda y lo provisorio son admitidos. Sin
embargo esto no impide que las ciencias naturales y la filosofía nos hagan llegar sus
ideales y propuestas.
Compartiendo con nosotros sus expectativas, Lorenz (1993) nos habla de la importancia
del desarrollo de una nueva filosofía guía que conduzca la aspiración al conocimiento
de la humanidad y deja asentada su postura al decir que, la misma, debería ser “una
filosofía materialista, convencida de la realidad y de la unidad del mundo” (p. 116).
Queda claro el punto de vista de Lorenz cuando expresa: “La humanidad defiende su
autoestima,... conviene… predicar humildad y tratar de hacer saltar de una vez para
siempre por los aires, los obstáculos hijos de la presunción de la conciencia individual”
(citado por Deich, 1974)
En concordancia, Hume (1984) pone de manifiesto lo natural que es que todo aquel que
intenta descubrir algo, tanto en filosofía como en ciencias, tenga la tendencia de alabar
sus propios sistemas y desacreditar los anteriores. Todo hombre juicioso e ilustrado
puede percibir el poco fundamento que tienen, incluso sistemas altamente reconocidos
en su exactitud y profundidad, y sentencia: “ni el más trivial problema escapa a nuestra
polémica y en la mayoría de las cuestiones de importancia somos incapaces de decidir
con certeza” (p.78). Teniendo en cuenta esto, declara la importancia que tiene que no
nos abandone la duda escéptica con respecto a la razón y los sentidos aunque por
momentos logremos quedar libres de ella.
Sin reservas, Hume (1984) comparte una mirada de sí mismo mostrando con claridad su
situación, que a mi entender, es común a toda la humanidad pese a sus cortos períodos
de “certeza”, manifestando: “cuando dirijo la vista a mi interior, no encuentro sino duda
e ignorancia… cada paso que doy lo hago dudando y cada nueva reflexión me hace
temer un error y un absurdo de mi razonamiento” (p.416), “allí donde la razón sea vivaz
y se combine con alguna inclinación, hay que asentir a ella” (p. 423).
Lejos de dejarnos en la parálisis que pueda ocasionar la constante duda, Hume (2010)
no habla de “un escepticismo o filosofía académica, más moderados, consecuencia de…
un escepticismo exagerado, una vez que el sentido común y la reflexión corrigen… sus
imprecisas dudas” (p. 219). Afirma que la humanidad “manifiesta una tendencia natural
a ser afirmativa y dogmática” (p. 219) pero también nos dice que si los dogmáticos
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tomaran conciencia de la real dimensión de la debilidad del entendimiento humano,
encontrarían en sus reflexiones mayor modestia y reserva.
Finalmente, quiero expresar que concuerdo fervientemente con Hume (1984) cuando
reflexiona: “Los progresos de la razón y la filosofía sólo pueden deberse a la tierra de la
tolerancia y la libertad” (p. 82).
Conclusión
Lo expuesto muestra con claridad los acuerdos, desacuerdos y supuestos que conviven
en las distintas posturas que sostienen tanto científicos como filósofos.
Nada más lejos de mi intención que el desestimar el conocimiento científico o filosófico
y obviamente, el desestimar cualquier conocimiento.
De mis reflexiones surge la convicción, que en la aceptación de la convivencia de las
contradicciones es que lograremos un verdadero avance como humanidad, incorporando
la humildad de reconocer explícitamente nuestras limitaciones, abogando por la
tolerancia de otras opiniones y tomando consciencia que no es en la exclusión que
lograremos la amplitud de nuestros conocimientos.
Algunos tienen la idea que con la ciencia o la filosofía llegamos a la verdad, sin
embargo si los científicos y los filósofos son honestos consigo mismos y con sus
trabajos, podrán decir, sin desmerecer sus avances, que con nuestras investigaciones y
reflexiones no vamos de menos dudas a más certezas sino de menos dudas a más dudas,
sin necesidad que la aceptación de esta afirmación lleve al desaliento al momento de
ejecutar su tarea, reconociendo de antemano, que todo conocimiento alcanzado es
provisorio y puede ser refutado o cambiado, lo cual es nuestra manera de avanzar en el
saber.
Admitir y expresar claramente nuestros puntos débiles no nos hace más débiles, todo lo
contrario, nos hace más fuertes porque sólo el que reconoce y admite sus limitaciones es
capaz de superarlas e incluso utilizarlas en su beneficio.
Los científicos y los filósofos utilizan la mente con sus limitaciones para producir
conocimiento, por lo que me agradaría invitarlos a ver con claridad que todos están
colaborando con distintas perspectivas para incrementar el conocimiento humano y a
admitir, que conocer no es tener certeza sino apenas un escalón en la aspiración al
conocimiento total, el cual posiblemente nunca sea alcanzado.
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Sin embargo, son los ideales los que direccionan la actividad humana y si aspiramos a
una sociedad más tolerante, más solidaria, más contributiva unos con otros, incluso más
sabia, sería interesante descubrir, admitir, y tener en cuenta que el escepticismo
moderado como basamento saludable de todo conocimiento, podría ser una gran
contribución para alcanzar nuestra aspiración y es más, tal vez de esta postura pueda
surgir la unión de las ciencias naturales y la filosofía.
Es mi opinión que la duda no conduce, necesariamente, al nihilismo, a la depresión o a
la locura, es más, entiendo que puede conducir a ejercer nuestra aspiración al
conocimiento con más alegría y relajación.
Las ideas contrarias no son necesariamente enemigas, unas a otras son necesarias para
continuar con este proceso que surge del sostenimiento de esta aspiración humana.
Tengo la convicción, acompañando la postura de Hume, que sería saludable que en el
ejercicio de la aspiración al conocimiento, inicialmente, a conciencia y explícitamente,
los abocados a esta tarea se reconocieran como escépticos moderados, aceptando la
duda que acompaña toda investigación desde sus comienzos hasta su final, para luego,
si lo desean, encuadrarse como naturalistas, idealistas, materialistas, constructivistas,
incluso escépticos.
La conclusión de que tener al escepticismo moderado como basamento de todo
conocimiento científico o filosófico sería saludable para su desarrollo, puede parecer
obvia, ya que muchos científicos y filósofos tienen en cuenta que las verdades a las que
arriban no son definitivas. No obstante, si observamos la interacción habitual entre
ellos, se puede afirmar que a pesar de las aseveraciones de tolerancia o duda, el
acaloramiento que se presenta en la defensa de sus argumentos, ha generando en más de
una oportunidad, enfrentamientos inconciliables y enemistades, en mi opinión,
innecesarios.
Remedando la ironía de Sócrates, tal vez, todos podamos concluir: Sólo sé que no sé
nada, acaso, el primer y último conocimiento verdadero que podamos alcanzar. Sin
embargo, siendo consecuente con mi propuesta, puedo dudar también de esta premisa
que a simple vista se presenta como desalentadora, por tanto, parte de mi propuesta es
que sigamos investigando dejando la puerta abierta a la duda, la cual, seamos honestos,
ni siquiera necesita que le abramos la puerta, ya que podemos identificarla, aunque la
disimulemos, en la base de todas las conclusiones a las que arribamos, incluso ésta.
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