(profundo grito interno que no sale como estruendo porque la
mandíbula está tan tensa que se niega a abrirse) ¡Ese cuchillo! (con la tierra en su mano) No quiero ver tu sangre en la mamita ¿Por qué dejas tu sangre en la tierra mijo? (sabe que no está sola, entre las sombras están con ella pero se siente sola y el dolor le quiebra, los sonidos de la noche y la montaña acompañan su llanto como si lloraran también por la sangre que se derrama). No hay nadie aquí (Se lleva las manos a la frente, la tierra cae por su rostro.) Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya una voz oscura detrás de los montes. (Con rabia, a sí misma.) Me he de callar. No quiero llantos en esta casa. Hay lágrimas que son lágrimas de los ojos nada más, y las mías vendrán cuando yo esté sola, de las plantas de los pies, de mis raíces, y serán más ardientes que la sangre. (Pausa) Aquí. Aquí quiero estar. Y tranquila. Ya todos están muertos. A medianoche dormiré. Dormiré sin que ya me aterren la escopeta o el cuchillo. Otras madres se asomarán a las ventanas, azotadas por la lluvia, para ver el rostro de sus hijos. Yo no. (Comienza a sentir pesada su cabeza, a perderse en pensamientos mezclados y confusos). (Pausa) Debo quitarme las manos de la cara. He de pasar días terribles. No quiero ver a nadie. La tierra y yo. Mi llanto y yo. Y estas cuatro paredes. ¡Ay! ¡Ay! (Se sienta transida y reflexiona un instante. Después mira hacia arriba) Ten caridad de mí. (Echándose el pelo hacia atrás) He de estar serena. Porque vendrán las vecinas y no quiero que me vean tan pobre. ¡Tan pobre! Una mujer que no tiene un hijo siquiera que poderse llevar a los labios. Yo no volveré a ver el rostro alegre de mi hijo en las mañanas carajo! (golpea y lanza la tierra, los sonidos del ambiente crecen cual grito a la media noche. Entonces se transforman en música, música andina, con instrumentos de viento al que se junta un bombo y otros instrumentos. Los ojos del Supay se distinguen sobre madre un momento, se oscurece el semblante de madre y la luz la abandona, en la casi penumbra vemos un rastro de sangre, desde la tierra ir levantándose, un colibrí sale de allí y revolotea con la música que es cada vez más alegre e intensa. Se lee sobre el fondo negro “Tikina Yawarpak”, desaparece. Hay impresión que la Luna retrocede en su andar y el sol también hasta llegar al amanecer anterior.