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Entrabamos en la habitación, cuando pudimos ver a un hombre alto, delgado y con el rostro
blanco y arrugado, con grandes ojeras; esa imagen fue impresionante, pero con un poco de
cordura logramos distinguir mejor, era el mayordomo pintado en un cuadro que abarcaba todo
un muro.
En realidad esa casona era muy lujosa, pero los gustos del dueño eran poco comunes. El
propietario de esa casona era un hombre regordete y mal encarado, su sonrisa era macabra, y
sólo cuando llegaba a sonreír.
Sus pies son pequeños como los de un niño y su cabeza redonda y barbuda; en realidad no es
una imagen grata, no importa cuán rico sea, nunca nos cayó bien.
Después salió su esposa, una mujer alta y creída, que media casi dos metros, me espantaba
su presencia y más por tener que verla hacia la cara, pues es mala educación no hacerlo.
Por fin llego mi tranquilidad, pues su hija maría tiene un rostro agradable y apacible, contrario a
sus padres, su figura es perfecta, y su atención muy delicada, entendí que nada es lo que
parece.
Después de tratarlos un rato, vi que son personas sencillas y me explicaron que el retrato es el
de un mayordomo que los atendió durante décadas y que se retiró recientemente; les mandó
ese retrato como recuerdo pero nunca lo esperaron tan grande.
Ejemplo de etopeya
A un amigo:
“Cuando jóvenes eramos como dos venaditos inquietos, y también pequeños changuitos con
espíritu de aventura. Podíamos pasarnos el día corriendo y escalando arboles. Nuestra
imaginación sobrepasaba fronteras. Los limites no existían. Hay amigo ahora somos adultos
nuestros cuerpos ya no poseen la misma agilidad de niños. Pero nuestros recuerdos son tan
ágiles que perduran pese al tiempo, nada logra hacer que se borre ni las hojas de los otoños, ni
las nieves de invierno. Cuando puedas querido amigo, tomate un café y sigamos viajando en la
aventura de nuestra imaginación que perdura“.
Ejemplo de Retrato:
Recuerdo con lujo de detalle el pueblo en donde pasaba mis vacaciones de verano, era un
pequeño poblado en el sureste del país apartado de todo indicio de civilización, no tendría más
de 500 habitantes.
Íbamos a nadar a un río cercano, para esto caminábamos por la calle principal bajo un sol
candente propio del clima semidesértico del lugar, el poco viento que corría levantaba una gran
cantidad de polvo, las casas que se encontraban al lado de la calle eran todas de adobe, típica
construcción de la zona y con gran colorido, los techos altos de palma hacían que dentro de
ellas el clima fuera fresco y agradable.
Era una mujer más envejecida que vieja, y bien se conocía que nunca había sido hermosa.
Debió de tener en otro tiempo buenas carnes; pero ya su cuerpo estaba lleno de pliegues y
abolladuras como un zurrón vacío. Allí, valga la verdad, no se sabía lo que era pecho, ni lo que
era barriga. La cara era hocicuda y desagradable. Si algo expresaba era un genio muy malo y
un carácter de vinagre; pero en esto engañaba aquel rostro como otros muchos que hacen
creer lo que no es. Era Nicanora una infeliz mujer, de más bondad que entendimiento, probada
en las luchas de la vida, que había sido para ella una batalla sin victorias ni respiro alguno. Ya
no se defendía más que con la paciencia, y de tanto mirarle la cara a la adversidad debía de
provenirle aquel alargamiento de morros que le afeaba considerablemente. B. Pérez Galdós,
Fortunata y Jacinta
Ejemplo:
besos pecadores...
es pecado...
Me condeno
al Infierno de tu boca.
Marta Monzón