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Es habitual clasificar el periodo infantil en etapas y estadios. Existe una
variación significativa de las etapas según los investigadores que han
desarrollado estudios sobre la temática que nos atañe.
Siguiendo la línea del Doctor Kagan y otros especialistas, se contemplan los
siguientes estadios:
1. El primer estadio es la fase neonatal hasta el séptimo día de vida, en
el cual el neonato se encuentra implicado en dominar las
consecuencias producidas por la impresión del nacimiento.
2. El segundo estadio abarca hasta la octava semana y se singulariza por
la atención óptica y el incremento de las vocalizaciones.
3. El tercero comprende hasta la doceava semana con la percepción de
las distancias y la aparición de la sonrisa.
4. El cuarto alcanza hasta los 6 meses, con el inicio de la coordinación
motora ojo-mano
5. El quinto ocupa desde el séptimo al decimosegundo mes,
caracterizado por la aparición de la ansiedad en situaciones
inesperadas o en presencia de personas desconocidas.
6. El sexto, incluye el periodo desde los doce hasta los 18 meses,
sobresaliente por el comienzo del lenguaje organizado y la
adquisición de la deambulación.

Siguiendo la teoría de Piaget, los niños en los primeros 18 meses sufren una
especie de alteración que provoca que aflore la creencia de sentirse como un
objeto más en un mundo de objetos permanentes. En un principio, cuando
aún no existe el lenguaje ni la función simbólica, es la inteligencia
sensomotora la que estructura la realidad según un conjunto de sistemas
eventuales y espaciotemporales. Esta modalidad de inteligencia coordina,
primordialmente, las percepciones y los movimientos, y no se enfoca al
conocimiento, sino al resultado práctico. La inteligencia sensomotora se
establece como fundamento del proceso por el que el objeto, que
previamente era únicamente advertido, progresivamente es aprobado en sus
contactos individuales, de forma y movimiento en un espacio. De este modo,
dicha inteligencia tiene como cualidad que es vivida ya que tiende a la
satisfacción práctica.

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Por otra parte, haciendo referencia al diseño esencialmente físico del menor,
en esta etapa supera los 50 cm aproximados de que presumía en el instante
del nacimiento y adquiere un tamaño cercano a los 80 cm en los 18 meses de
vida, presentando desemejanzas notables entre las distintas zonas. Sin
embargo, el peso sufre variaciones entre los sexos, siendo común un peso
aproximado en el momento del nacimiento de 3,250 kg en los niños y de
3,100 kg en las niñas que, posteriormente, incrementaría hacia los 10,300 kg
a los 18 meses.
Otro indicador de gran relevancia en el desarrollo del niño es el índice
cefálico, el cual hace referencia al aumento de la circunferencia craneal, la
cual sufre modificaciones significativas y cambia de medir alrededor de 340
mm en el momento del nacimiento a tener una dimensión de 450 mm, de
forma aproximada, a la edad de 1 año.
La primera dentición, caracterizada por 20 dientes, se completa hacia los 24
meses. La psicomotricidad infantil es, en gran medida, resultado de
maduraciones y no del aprendizaje, lo que denota la pérdida de tiempo que
supone el deseo de desarrollar una estimulación prematura en los niños,
pues se generan resultados semejantes permitiendo que tal progreso fluya
de forma natural.

Un niño de 3 o 4 meses de edad suele presentar la capacidad de permanecer


sentado en un soporte, haciéndolo de forma autónoma a los 7 u 8 meses y

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con una duración más prolongada en el tiempo alrededor de los 9 meses. En
cuando a la deambulación, aunque son múltiples los factores que pueden
diferenciar las habilidades de un niño a otro, es común que hacia la semana
42 de vida, un niño pueda caminar con ayuda; hacia la semana 45, el niño
pueda mantenerse derecho apoyado en un soporte; a la semana 47, éste
pudiera resistir en pie por modo propio y en torno a la semana 63 caminar
por sí mismo.
En lo relacionado al desarrollo motor, contrae una elevada relevancia el
manejo de las manos (la manipulación): el progreso se prolonga hasta
alcanzar a la edad comprendida entre los 4 o 5 meses, adquiriendo la
coordinación ojo-mano.
El desarrollo psicomotor, según McGraw, puede dividirse en diferentes
etapas, resultando, así, las siguientes:
1. Hasta los 4 meses de edad, con una continua reducción de los
movimientos rítmicos propios del neonato.
2. Entre los 4 y los 18 meses, singularizado por el incremento de los
movimientos voluntarios.
3. Entre los 8 y los 14 meses, con un superior domino de la actividad
espinal inferior.
4. Entre los 14 y los 24 meses, con una considerable evolución en los
procedimientos de asociación y lenguaje.

Las habilidades motoras primarias, en cambio, no presentan un


desarrollo similar extendido a todos los individuos, por lo que su
adquisición resulta desigual según posibles influencias. Así pues,
posibles factores ambientales pueden definir determinar el desarrollo
mismo, en modo más o menos precoz. Debemos subrayar la
importancia del sueño en la economía de autoregularización para el
mantenimiento del equilibrio químico y fisiológico del organismo y
para una especie de recarga de energía. En lo que se refiere al
desarrollo de la percepción, la maduración de las zonas corticales
utilizadas en la visión hace posible el aprendizaje de algunos procesos
perceptivos desde los primeros días después del nacimiento. El
contraste, el movimiento, la complejidad y la variedad representan los
estímulos necesarios para una mayor fijación en los niños de esta
franja de edad.

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Otro problema relacionado es la distancia y la profundidad que estudios
específicos han demostrado que proviene de un aprendizaje que se realiza
muy precozmente, en torno a los 6 meses.
En los procesos visivos del niño, por lo tanto, están muy desarrollados desde
la primera infancia y ya a las 12 semanas el niño es capaz de aprender el
esquema del rostro humano, a un año, su percepción visiva es del todo
igual a la del adulto.
Desde el nacimiento, el niño posee también una percepción auditiva que le
permite discriminar sonidos de diversa intensidad influenciada sobre todo
por el aprendizaje y de la estimulación ambiental. El desarrollo de la
percepción auditiva se relaciona de una manera muy estrecha con el
nacimiento del lenguaje.
El desarrollo del lenguaje representa el aspecto más macroscópico de la
socialización del niño: del grito al balbuceo y luego hasta la primera frase el
niño poco a poco inicia a estructurar su personalidad a través de las
interacciones que hace posible el lenguaje.
Durante el primer año el balbuceo representa casi la única respuesta verbal
que el niño puede dar, sin embargo, también esta primitiva formal verbal,
presenta dos matices diferentes: la primera ligada al grito del nacimiento, es
decir, sonidos sin un preciso significado, la segunda en cambio, conectada
de algún modo a un significado preciso. Naturalmente la producción del
lenguaje depende sobre todo de la integridad de las estructuras anatómico-
funcionales: el aparato auditivo, el aparato fonético, las vías nerviosas
periféricas, la zona cortical y las zonas psico-asociativas.
Desde el nacimiento hasta alrededor del séptimo mes el niño perfecciona el
propio patrimonio fonético sin intención ni consciencia del hablar, en este
periodo están presentes los chillidos relacionados con el grito neonatal: los
balbuceos que aparecen hacia el tercer mes, interacciones del mismo sonido
emitido como juego motor; los balbuceos intencionados que aparecen hacia
el sexto mes y se dirigen hacia las personas que interaccionan con el niño; el
balbuceo que aparece con la repetición de los morfemas y dura durante
toda la segunda infancia.
El periodo locutorio se inicia cuando el niño descubre la existencia de una
unión entre sonido y cosa e intencionalmente se esfuerza para encontrar
estas uniones o, más simplemente, de hacer las uniones entre los sonidos
inventados por él, o cosas y personas.

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Todos los autores están de acuerdo sobre la importancia de imitación de
sonidos y su rol social. Pero algunos hacen especial hincapié sobre el valor
de maduración del uso de la imitación, otros en cambio subrayan el
componente afectivo proveniente de los refuerzos sociales.
La palabra- frase marca el inicio de una nueva fase que dura pocos meses en
la cual el niño apropiándose de cualquier palabra, se aferra al valor
semántico y las utiliza como acciones (Papá puede asumir significados como
``quiero el papá´´, ¿estás preparando el papá?, el papá es malo, etc…).
El periodo locutorio se extiende hasta el quinto año en una progresiva
conquista estructural del lenguaje relacionada con la normalidad del
desarrollo mental.

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