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Facultad de Psicología
Licenciado en Psicología
Diciembre de 2017
Epígrafe
What separates science from technology? Poincaré put his finger on the difference
when he said: “Science is built up with facts, as a house is built with stones. But a
science tells us why it works and predicts new advances ... our major concern should
be with the creation and working out of a scientifically valid theory underlying our
Agradecimientos
compañera, y a los colegas que han puesto artículos a texto completo a disposición. Sin ellos
Resumen
Las distorsiones cognitivas son hábitos de pensamiento clínicamente relevantes que, a pesar
Capítulo uno el concepto de distorsión cognitiva, las principales tipologías existentes, y una
secuencia del DSM-5, los principales hallazgos acerca de su relación con los varios trastornos
los aportes que el análisis experimental del comportamiento puede hacer a la comprensión de
los resultados. Se concluye que varios de los postulados teóricos acerca de las distorsiones
entender algunos resultados, tanto consistentes como inconsistentes con la teoría. Dada la
psicopatología, revisión.
iv
Tabla de Contenido
Epígrafe ....................................................................................................................................... i
Agradecimientos......................................................................................................................... ii
Introducción ............................................................................................................................... 1
Motivación ...................................................................................................................... 1
Método ............................................................................................................................ 6
Conclusiones ............................................................................................................................ 72
Limitaciones ................................................................................................................. 73
diferentes. ......................................................................................................... 75
Recomendaciones ......................................................................................................... 77
Referencias ............................................................................................................................... 85
Apéndice................................................................................................................................. 160
vii
Lista de Abreviaturas
Introducción
A finales de la década del ’50, Albert Ellis (1962/1980; cf. Ellis, 1957a, 1957b)
presenta una teoría “de la personalidad y la perturbación emocional” (p. 118), conocida como
modelo “ABC”, según la cual entre la situación estímulo (“A”) y la respuesta emocional y
conductual abierta (“C”) mediarían los “pensamientos y frases interiorizadas” (“B”) (p.119)
basaba en que los individuos podían aprender a eliminar las emociones negativas intensas y
mantenidas por vía de modificar las “frases interiorizadas, o la autoconversación” (p. 51) que
que ciertas clases de “verbalizaciones autodestructivas y…pensamiento ilógico” (p. 56) serían
En paralelo, Aaron Beck en sus estudios con pacientes depresivos (Beck, 1963; Beck,
Rush, Shaw & Emery, 1979/1983), encontró que éstos adoptaban una visión sistemáticamente
peyorativa de la vida, que evidenciaba una forma distorsionada de interpretar la realidad. Esta
periferia de la conciencia en respuesta a una situación dada (Beck, 1963; 1970). El concepto
and depression I: Idiosyncratic content and cognitive distortions”, Beck (1963) plantea que
alteraciones de tipo paralógico, estilístico y semántico (p. 328), a las que denomina
distorsiones cognitivas.
Motivación
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Caputto por algún posible material académico que presentase de forma sistematizada la
relación entre distorsiones cognitivas y trastornos psicológicos. Tal compilado sobre una
temática tan específica al parecer no existía, resultando ser un tema válido para el trabajo
discutir los resultados de nuestra investigación bibliográfica a la luz del análisis experimental
psicológicos (v. gr. Beck et al., 1979/1983), las distorsiones cognitivas no han sido estudiadas
clínicamente relevante cuya definición no está clara (Guglielmo 2015). Existe una gran
conscientes de esta ambigüedad (Milman & Drapeau, 2012), y se observa además cierta
fines terapéuticos y operacionales (Guglielmo 2015). Aunque éstas han sido identificadas en
2004). Todo esto, a nuestro ver, configura una deficiencia en el conocimiento del problema
(Hernández, Fernández & Baptista, 2006, p. 53), que puede ser abordada mediante una
revisión de la literatura.
Beck (1997, p. 14) la cognición se define como una función que involucra inferencias acerca
de las experiencias propias, y acerca de la ocurrencia y control de los sucesos futuros. Los
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pensamientos, no obstante, “no son entidades inmateriales que están flotando cerca de la
cabeza de la persona”, sino que “dependen de la actividad del sistema nervioso central”,
aprendizaje” (Chertok, 2006, p.18; cf. Wolpe, 1978). Aunque la terapia cognitiva en sí misma
ha sido desde sus inicios conceptualizada como un aprendizaje (Beck, 1970; Weissman &
Beck, 1978, p. 6, ver también Apéndice), los procesos y parámetros de éste han sido poco
estudiados (Froján, Calero & Montaño, 2006; Froján, 2011). En fechas recientes, las
laboratorio de conducta, pero afirmar que los procesos implicados en estos tratamientos son
más eficaces que los de la cognitiva estándar es prematuro (Kanter, 2013). Siguiendo a
posible valor teórico, e implicaciones prácticas (Hernández et al., 2006, pp. 51-52). Una
revisión de la literatura sobre las distorsiones cognitivas en los trastornos psicológicos puede
ser de utilidad a nivel académico, en tanto puede constituir una base de referencias
teórico, puede servir para revisar con base en fuentes empíricas la vigencia de las
a la luz del análisis experimental de la conducta puede servir para proponer hipótesis y líneas
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Antecedentes e Historia
sobre las distorsiones cognitivas en su relación con la conducta agresiva y antisocial, y varias
tesis doctorales (Rosenfield, 2004; Shook, 2010; Strohmeier, 2013; Tate, 2006; Uhl, 2007;
etc.) del Philadelphia College of Osteopathic Medicine (PCOM), que revisan los
provenientes del análisis de conducta para abordar la relación entre las distorsiones cognitivas
therapy”, Beck (1970, pp. 351-352) señalaba que varios teóricos del área de la terapia de
conducta habían reconocido la importancia de los procesos cognitivos, pero que la mayoría de
las formulaciones al respecto habían sido breves. A finales de la década del ‘70,
Meichenbaum (1979) dedica un volumen entero a intentar salvar la brecha entre terapias
autor, aunque importantes, no serían los sucesos ambientales los que ejercen la principal
influencia sobre el comportamiento del cliente, sino mas bien lo que el cliente se dice a sí
mismo acerca de estos sucesos (1979, p. 108). Con base en una serie de investigaciones,
Meichenbaum sugiere que este diálogo interno sería explícitamente modificable por medio de
En la década del ’80, laboratorios conductistas en los EE. UU. empiezan a enfatizar la
siguiendo a Mallott (1989), ofrecía un mecanismo conductual para entender cómo los
las atribuciones (Forsyth, Chase & Hackbert, 1997), la disonancia cognitiva (Schauss, Chase
& Hawkins, 1997), el aprendizaje vicario (Masia & Chase, 1997), y el desarrollo y efectos
XXI, aparecen también, entre otras, conceptualizaciones sobre las ideas irracionales (Unturbe,
2004), los segos cognitivos (Wray, Freund & Dougher, 2009), y el proceso de modificación
Ruiz & Alpañés, 2013; Froján & Calero, 2011; Froján, Calero & Montaño, 2006, 2009, 2011;
Alcance y Objetivos
Dado que se trata de un tema poco estudiado, del que no se dispone de una idea clara y
exploratorio (Hernández et al., 2006). Los estudios exploratorios son útiles para identificar
relaciones entre variables, sugerir afirmaciones y postulados, indagar sobre temas y áreas
et al., 2006).
psicológicos. En este marco, nos planteamos tres objetivos específicos. El primero, examinar
de investigación acerca de su rol en los trastornos psicológicos. El tercero, lograr una síntesis
2006).
Método
temática muy específica a la vez que común a un rango amplio de trastornos (Rosenfield,
literatura permite abordar preguntas mucho más amplias que un estudio empírico individual
(Baumeister & Leary, 1997). La revisión narrativa, específicamente, resulta valiosa cuando la
Con base en los criterios de Hernández y cols. (2006, p. 92), en una fase inicial nos
referencias. Realizamos además una búsqueda de artículos publicados entre 2003 y 2013 con
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distinto del que se le da desde la clínica (v.gr. Houghe & Loughran, 2000), estudios de caso,
investigaciones que emplearon instrumentos con insuficiente calidad psicométrica (ver v. gr.
Moyano, Furlan & Piemontesi, 2011), y estudios que abordaron las distorsiones cognitivas en
relación con fenómenos no directamente vinculados con la psicopatología (v. gr. Antunes-
Alves, Thompson, Kramer & Drapeau, 2014). Realizamos un documento preliminar con los
hallazgos pertinentes.
Una vez armado el marco teórico y constatada la insuficiencia de las fuentes empíricas
de buscar en las listas de referencias, y entre artículos que citaban estas publicaciones, con los
Para la redacción del informe, entendimos preferible una organización temática del
separadas (Carnwell & Daly, 2001, citado en Cronin, Ryan & Coughlan, 2008, p .42).
planteado por los diferentes autores, su relación con otros constructos, y una definición de
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trabajo a los fines de esta memoria, describimos las principales tipologías de distorsiones
Association [APA], 2014), por ser ésta conocida, estándar y fácil de seguir.
señalando, en los casos que amerita, el aporte que puede hacer el análisis de conducta a la
cuya definición no está clara (Guglielmo, 2015). Sin utilizar el término “distorsiones
pensamiento ilógico” (p.38). Quien emplea por primera vez el término es A. T. Beck, quien
que “mantienen la creencia del paciente en la validez de sus conceptos… incluso a pesar de la
existencia de evidencia contraria” (Beck et al., 1979/1983, p. 21). Para el autor, mientras que
Con el correr del tiempo, se han propuesto varias otras definiciones, que resaltan uno u
otro aspecto de lo que serían las distorsiones cognitivas. Muran (1991, p. 401) las define
Lange (1994/1995, pp. 45, 55, 85),las presentan como modos de pensar en situaciones
Potter y Liau (2001, citados en Beerthuizen, Brugman & Basinger, 2013, p. 462) las definen
Freeman, Pretzer, Fleming y Simon (2004, p.5) como errores lógicos que llevan a los
acertadas. Yurica y DiTomasso (2005, p. 118) las definen como hábitos de pensamiento que,
esquemas centrales y creencias secundarias. Drapeau y Perry (2010, p. 5), por último, las
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formas de evaluar información que reflejan errores o sesgos en una dirección que se aparta de
perjudicial para cómo el paciente luego percibe, piensa, siente, planifica y/o actúa
distorsiones cognitivas entre los procesos cognitivos, distinguiendo éstos de las estructuras
duraderos de la organización cognitiva, los procesos serían transitorios (1964, p. 562). Esta
estilo explicatorio (Needleman, 1999; Persons, 1989; citados en Needleman, 2005, p. 98).
Meichenbaum (1979), por su parte, las incluye dentro del diálogo interno, distinguiéndolo de
las estructuras cognitivas propuestas por los teóricos del aprendizaje (pp. 191-193, 209-214).
tratamiento diferenciado, Kendall (1985; Kendall & Braswell, 1993) distingue entre
encontrarían las creencias irracionales, los procesos cognitivos defectuosos y los diálogos
(Beck & Haigh, 2014, p. 4) se considera a las distorsiones cognitivas procesos asociados a los
11
(1983, p. 496), el concepto de distorsión cognitiva puede distinguirse del de sesgo en que un
sesgo sería la tendencia a preferir cierta cognición por sobre sus alternativas posibles,
mientras que una distorsión sería una cognición que persiste en presencia de evidencia
contraria.
Definición de Trabajo
Sin intención de zanjar el debate, presentamos una definición de trabajo que creemos
que incluye los principales elementos conceptuales planteados en la literatura. A los fines de
lógicamente y/o dar significado a las experiencias, que mantienen las concepciones
resultan perjudiciales para la forma en que éste percibe, piensa, siente, planifica y/o actúa,
pudiendo llevar a un afrontamiento maladaptativo (Barriga, Gibbs, Potter & Liau, 2001,
citados en Beerthuizen et al., 2013, p. 462; Beck, 1963; Beck et al., 1979/1983; Coyne &
Gotlib, 1983; Drapeau & Perry, 2010; Ellis, 1962/1980; Ellis & Lange, 1994/1995; Freeman
et al., 2004; Guglielmo, 2015; Yurica & DiTomasso, 2005). Vemos a continuación las
caracterizado por un mayor énfasis en las creencias evaluativas (v. gr. “exigencias
irracionales”, Ellis, David & Lynn, 2010) que en las distorsiones cognitivas, limitándose en
esta temática a incorporar, con ligeras modificaciones y asignándoles un rol secundario, los
aportes de la terapia cognitiva estándar (Dryden, David & Ellis, 2010, pp. 234-245; Ellis,
2007, p. 59; Ellis & Dryden, 1997, pp. 15-17; ver Hyland & Boduszek, 2012 para una posible
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detalle tres modos concretos de pensamiento disfuncional que han sido operativizados e
catástrofe. Comienza por lo general con la pregunta “¿Qué pasará…?”, a la cual el sujeto se
observarse también en frases de tipo “me vuelve loco cuando…”, “no soporto que…” , “me
mata cuando…”, “odio cuando…” (Ellis & Lange, 1994/1995). El pensamiento absolutista es
demás (Ellis & Lange, 1994/1995). Este tipo de pensamiento aparece frecuentemente en
respuesta a la frustración, ya sea frente a un error propio, al rechazo en una interacción social
o cualquier otro fenómeno que no responda a las propias expectativas (Ellis & Lange,
1994/1995). La racionalización, por último, es descrita como una falta de reacción, intento de
observarse en pensamientos de tipo “¿A quién le importa?”, “¿A mí qué?”, etc. (Ellis &
Lange, 1994/1995). Según los autores, vuelve vulnerable a la persona frente al problema por
contener y negar sentimientos ante los demás o uno mismo, como respuesta a la frustración
(quitando valor a una meta no alcanzada), como excusa frente a miedos, para justificar
terapia cognitiva, Beck (1963; 1967, citado en Beck et al., 1979/1983, pp. 21-22) describe seis
13
detalle fuera de su contexto y centrarse en él, ignorando otras características más relevantes de
extraer una regla general acerca de la propia capacidad, rendimiento o valor a partir de uno o
varios hechos aislados, así como aplicar dicha regla o conclusión tanto a situaciones
descrito por Ellis [Beck, 1970, p. 349]). La personalización hace referencia a la facilidad con
la que el sujeto se atribuye a sí mismo fenómenos externos en aquellos casos en los que no
existe una base firme para concluir que podrían atribuírsele. El pensamiento dicotómico, por
último, puede observarse en la tendencia a clasificar toda experiencia en una o dos categorías
(Beck, 1963; 1970; Beck, 1967, citado en Beck et al., 1979/1983, pp. 21-22).
Good”, David Burns (1980/1990) presenta una lista ampliada con un total de diez distorsiones
cognitivas, que estarían presentes en el “diálogo interior” (p. 44) durante los episodios
1
En este caso, el término “absolutista” refiere a categorías absolutas, no imperativos absolutos. En la literatura
de investigación, el uso que prevalece es el de “pensamiento dicotómico”.
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positivo consiste en transformar una experiencia positiva o neutra en negativa, por ejemplo,
diciéndose a uno mismo que por alguna razón “no importa”. La etiquetación es una forma
error o imperfección propios o ajenos utilizando frases que comienzan con “Soy un…/Es un”
y finalizan con un adjetivo negativo. Se la considera una forma de pensar distorsionada por
ser las personas entes complejos y cambiantes, siendo estas etiquetas reducciones simplistas.
gran carga emocional. La “lectura del pensamiento” consiste en concluir sin evidencia
suficiente que otra persona está reaccionando de modo negativo con respecto a uno; y el
“error del adivino” en predecir acontecimientos negativos del futuro como si se tuviese la
“externalización del valor propio” y el “perfeccionismo” (Freeman & DeWolf, 1992; Freeman
& Oster, 1999; citados en Roberts, 2015, pp. 57-59). La externalización del valor propio
constante por estar a la altura de una representación interna o externa de perfección sin
define como la tendencia a compararse con otras personas, siendo típicamente el resultado de
la misma la conclusión de que se es inferior a ellos o se está en peor situación (Freeman &
DeWolf, 1992; Freeman & Oster, 1999; citados en Roberts, 2015, pp. 57-59).
Desarrollos de John Gibbs y cols. También en la década de los ’90, Gibbs y colegas
inmediatos y deseos propios al punto de que las perspectivas… etc. legítimas de otros (o
incluso el interés propio a largo plazo) son escasamente consideradas o ignoradas por
completo. Culpar a otros se define como atribuir erróneamente la culpa por las propias
momentáneo (uno estaba ebrio, drogado, de mal humor), o atribuir erróneamente la culpa de
la victimización propia u otra desgracia a terceros inocentes (Esta distorsión puede entenderse
Asumir lo peor se define como gratuitamente atribuir intenciones hostiles a otros, considerar
el peor escenario posible de una situación social como inevitable, o asumir que es imposible
por último, consiste en describir la conducta antisocial como no causante de daño real o como
deshumanizantes (Gibbs, Potter, & Goldstein, 1995; Gibbs, Potter, Barriga & Liau, 1996;
cognitivas puntuales vinculadas con trastornos específicos, como la “falacia del apostador”
corto plazo” (Najavits, Gotthardt, Ward & Epstein, 2004). En manuales destinados al uso
clínico, asimismo, existen listas más extensas de distorsiones, que incluyen también
Ellis & Dryden, 1997, pp. 15-17; Gilson, Freeman, Yates & Morgillo, 2009, p.118-121), pero
Aunque no exclusivo (ver por ej. Burns, Shaw & Croker, 1987; Drapeau & Perry,
2010; Eckhardt, Barbour, & Davison, 1998; McGrath & Repetti, 2002), el método más
autorreporte. Presentamos en este apartado una reseña de las escalas más utilizadas, y de un
observadas por Beck en su trabajo con pacientes depresivos (Weissman, 1979, p. 45). El
DAS es un cuestionario de 100 items (luego separado en dos versiones paralelas de 40 items
cada una), a los que el sujeto responde en una escala tipo Likert de 7 categorías, que van de
puntuaciones de 1 a 7, sumándose los resultados para obtener una puntuación total (Weissman
& Beck, 1978; Weissman, 1979, p.47). La formulación de los ítems, entre otras
Kuiper, 1986), siendo luego depurados los ítems mediante análisis factorial en población
clínica (Beck, Brown, Steer & Weissman, 1991) y población general (de Graaf, Roelofs &
Huibers, 2009). Aunque ha sido ampliamente utilizado como medida del grado de distorsión
cognitiva (Weissman, 2013, p. 143) el DAS tiene como inconvenientes el medir solo las seis
cada ítem, el sujeto indica qué tan frecuentemente ha tenido cada pensamiento a lo largo de la
(Hollon & Kendall, 1980), ha mostrado mayor consistencia interna y validez concurrente que
el DAS como instrumento para medir depresión (Dobson & Breiter, 1983), presenta una
especificidad para medir depresión que el DAS (Hollon, Kendall, & Lumry, 1986). Como
2
En estas páginas (pp. 51-53) la autora omite la “personalización”, a la cual sin embargo se refiere en reiteradas
ocasiones como una de las distorsiones a medir (cf. Weissman, 1979, p. 22, p. 28, p. 50).
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fueron medidas por primera vez con el Cognitive Error Questionnaire (CEQ, Lefebvre 1981).
Derivado por análisis factorial a partir de las seis distorsiones descritas por Beck, se trata de
un cuestionario basado en viñetas que mide la adhesión del paciente a cuatro distorsiones
principales en situaciones de la vida diaria. Las distorsiones evaluadas por el CEQ son el
cuestionario fue luego adaptado para su aplicación en niños, dando lugar al Children’s
Negative Cognitive Error Questionnaire (CNCEQ, Leitenberg, Yost & Carroll-Wilson, 1986).
Del CNCEQ existe una versión revisada (CNCEQ-R, Maric, Heyne, van Widenfeldt &
Barriga & Gibbs, 1996) es un instrumento de 54 items diseñado para evaluar las distorsiones
minimización/etiquetación errónea y asumir lo peor. Cada ítem está asociado a uno de entre
derivados de los criterios del DSM-IV (APA, 1994) para los trastornos de conducta y
antisocial “encubierta”. El HIT-Q incluye también 8 ítems para detectar un estilo anómalo de
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prosociales, diseñados para hacer al cuestionario menos abrasivo (Barriga et al., 2008).
Existe una versión en español validada del HIT-Q, con propiedades psicométricas muy
(ICD, Yurica, 2002, citado en Rosenfield, 2004, pp. 52-53) es un cuestionario de autorreporte
frecuencia de las diez distorsiones descritas por Burns (1980/1990). Consiste en una serie de
viñetas con una descripción de cada distorsión (catastrofismo, enunciados “debería”, filtro
solicita al sujeto que estime en una escala tipo Likert de 1 (“Nunca”) a 7 (“todo el tiempo”)
qué tan frecuentemente tiene un “tipo de pensamiento” semejante a los ejemplos presentados
(Covin et al., 2011). La CDS se divide en dos subescalas para los ámbitos interpersonal y de
logro, pero los autores, a partir de análisis factoriales, recomiendan tratar la CDS como una
20
escala de un solo factor (Covin et. al, 201l). Existen traducciones validadas de la CDS en
turco (Özdel et al., 2014) y en polaco (Besta, Barczak, Lewandowska-Walter & Dozois,
marcando con un círculo el casillero apropiado en una tabla, la frecuencia de cada una durante
(p. 23), devolviendo un puntaje total de distorsión cognitiva (de Oliveira et al., 2015). Existen
Kocbiyic & Yuncu, 2015; de Oliveira et al., 2015; Kostoglou & Pidgeon, 2015; Morrison et
al., 2015). El CD-Quest no mide distorsiones autosirvientes (Morrison et al., 2015, p. 291).
Cognitive Error Rating Scale (CERS). La CERS (Drapeau & Perry, 2010, primera
edición: Drapeau, Perry & Dunkley, 2008) es un protocolo de análisis de entrevista diseñado
Ofrece al evaluador una forma de indicar en el texto la presencia de una distorsión, y una lista
“culparse o darse crédito inapropiadamente a uno mismo ignorando el rol de otros”, “culpar o
dar crédito inapropiadamente a otros ignorando el rol de uno mismo”, y una categoría
adicional de “error cognitivo no especificado” (Drapeau & Perry, 2010). Este instrumento
análisis factorial de Lefebvre (1981) (Drapeau & Perry, 2010). Existen versiones de la CERS
Los más antiguos tienden a evaluar solo las distorsiones características de la depresión, y a
medirlas indirectamente. Con el tiempo, no obstante, podemos ver que surgen instrumentos
con mayor amplitud en el rango de distorsiones que evalúan, más capacidad para distinguir
distorsiones individuales, y que permiten medir distorsiones sin limitarse a las de un trastorno
cognitivas en los trastornos psicológicos. En línea con lo planteado por Beck (1963), cierto
(Kumari & Blackburn, 1992; Marton & Kutcher, 1995, p. 35; Van der Leer, Hartig,
Goldmanis & McKay, 2015; Verwoerd, de Jong, Wessel & van Hout, 2012). No obstante, la
severidad de la psicopatología tanto del eje I como del eje II, así como la severidad total de la
sugieren una asociación entre la magnitud de las distorsiones cognitivas y la comorbilidad, tal
más altos de distorsiones que aquellos con un único trastorno (Epkins, 1996; Kempton, Van
Hasselt, Bukstein & Null, 1994; Köhler et al., 2015; Leung & Poon, 2001; Marton et al.,
1989; Najavits et al., 2004; Rosenfield, 2004; Weeks, Coplan & Ooi, 2016).
trastornos específicos. Seguimos la secuencia del DSM-5 (APA, 2014), por ser esta conocida,
estándar, y fácil de seguir. A lo largo del texto, usamos el término “distorsiones cognitivas”
para referirnos a aquellas que en el canon teórico (v. gr. Burns, 1980/1990) se presentan como
vinculadas con la disforia y ansiedad. Otras distorsiones, como las “autosirvientes”, las
específicas de algunos síndromes, y las variantes de signo positivo de las distorsiones clásicas
diagnóstico como a la severidad del TDAH adulto (Mitchell, Benson, Knouse, Kimbrel &
Anastopoulos, 2013; Strohmeier, 2013; Strohmeier, Rosenfield, DiTomasso & Ramsay, 2016;
Torrente et al., 2014; cf. Abramovitch & Schweiger, 2009; para una excepción, O’Brien,
2016), incluso controlando por los niveles de síntomas depresivos y de ansiedad (Strohmeier,
2013). No tendrían, sin embargo, un rol causal en el mismo (Ramsay, 2010, p. 40; Ramsay &
Rostain, 2007, p. 343), el cual corresponde a las deficiencias cognitivas (Toplak, Connors,
entenderlas como reglas verbales erróneas o inexactas (Strohmeier, 2013, p. 10). Se entiende
como conducta gobernada por reglas aquella controlada por estímulos verbales antecedentes
(Catania, 2007, citado en Strohmeier, 2013, p. 11). Estos pueden ser públicos, o bien,
2016). A causa de las deficiencias en la inhibición conductual y las funciones ejecutivas, los
individuos con TDAH tendrían una mayor probabilidad de comportarse de acuerdo con
distorsiones cognitivas dada una historia anterior de reforzamiento por seguir estas reglas
En una muestra de adultos con TDAH, Strohmeier y cols. (2016) hallaron que la
distorsión cognitiva más frecuente era el perfeccionismo, seguida por el razonamiento y toma
en conjeturas clínicas, los autores sugieren que en este trastorno el perfeccionismo podría
24
manifestarse en la necesidad de estar “en perfectas condiciones” antes de iniciar una tarea, y
al., 2016). En otro estudio, Knouse, Zvorsky y Safren (2013) hallaron que los niveles de
totalmente la asociación entre severidad del TDAH y síntomas depresivos (La evitación
Por otra parte, existen estudios que sugieren asociación positiva entre la severidad del
Knouse & Mitchell, 2015, p. 4; Mitchell, Anastopoulos, Knouse, Kimbrel y Benson, 2008,
citado en Knouse, Zvorsky & Safren, 2013, p. 1229). Siguiendo a Knouse y Mitchell (2015),
para aliviar emociones aversivas a corto plazo, siendo así reforzados negativamente. A largo
aumento en los patrones de evitación conductual (Knouse & Mitchell, 2015). Knouse,
Mitchell, Kimbrel y Anastopoulos (2017), en esta línea, hallaron en población general una
asociada al grado de deterioro funcional, a los problemas con el manejo del tiempo, y al uso
En un estudio reciente, Serine (2016) encontró que al controlar por los niveles de
emocional, baja afabilidad, y baja escrupulosidad) (p. 57) la asociación entre severidad del
TDAH adulto y frecuencia de distorsiones cognitivas según el ICD dejaba de ser significativa.
el TDAH se hacen presentes con el tiempo, y para explicar mejor la relación con las
Los trastornos psicóticos se definen por anomalías en “uno o más de los siguientes
negativos” (APA, 2014, p. 87). En los trastornos psicóticos, las distorsiones cognitivas han
sido predominantemente estudiadas en relación con los delirios, definidos como “creencias
fijas no susceptibles de cambio a la luz de las pruebas en su contra” (APA, 2014, p. 87).
& Hutton, 2015), tanto en la esquizofrenia (Moritz & Woodward, 2005), como en el trastorno
creencias delirantes (Freeman, Pugh & Garety, 2008; Garety et al., 2005; Gaweda,
Staszkiewicz & Balzan, 2016), mayor persistencia de los delirios (Falcone et al., 2015), y
mayor distrés emocional por los mismos (Gaweda et al., 2016). En un estudio longitudinal
Lincoln, Saltzman, Siegler & Westermann, 2011; White & Mansell 2009), lo que sugiere
26
cierta especificidad para la sintomatología delirante (White & Mansell, 2009; cf. So, Siu,
En un estudio con población no clínica (Rodier et al., 2011), la magnitud total de las
distorsiones cognitivas según el CEQ (Lefebvre, 1981) se encontró asociada a los niveles de
ideación delirante, pero esta asociación desaparecía al controlar por síntomas depresivos. En
abstracción selectiva y personalización), lo que para los autores sugiere que serían constructos
diferentes (sobre la relación entre cognición ansiosa, depresiva y delirante, ver por ej.
asociados a los mismos (Peters, Joseph, Day & Garety, 2004). La inflexibilidad de las
conclusiones como al pensamiento dicotómico (Garety et al., 2005), mientras que el distrés
respecto a los delirios persecutorios, y la persistencia de los mismos luego de tres meses se
han encontrado asociados a medidas de catastrofismo (Startup, Freeman & Garety, 2007).
recabar una cantidad de información inferior a la óptima antes de emitir una conclusión sería
esperable en la mayoría de las personas (Van der Leer et al., 2015). En individuos con
propensión al delirio, empero, esta tendencia se hallaría aumentada (Colbert & Peters, 2002;
Moritz & Woodward, 2005; Van der Leer et al., 2015), lo que para algunos autores sugiere
2006; Warman, Lysaker, Martin, Davis & Haudenschield, 2007; Lincoln et al., 2011). En
Lincoln, Lange, Burau, Exner & Moritz, 2010; Moritz, Burnette, et al., 2011; Moritz, Köther,
Hartmann & Lincoln, 2015; para una excepción, ver So, Freeman & Garety, 2008), siendo al
parecer por esta vía que el estrés incrementa las creencias paranoides (Lincoln et al., 2010).
apresurar conclusiones (Broome et al., 2007; Garety et al., 2013; Menon, Pomarol-Clotet,
McKenna & McCarthy, 2006; Ochoa et al., 2014). En al menos un estudio (Bentall et al.,
Woodward, 2014; Moritz, Veckenstedt, Randjbar, Vitzthum & Woodward, 2011; Moritz &
Los trastornos del espectro bipolar constituyen una categoría puente entre los
trastornos depresivos y los trastornos psicóticos (APA, 2014, p. 123), y se caracterizan por la
junto con una serie de alteraciones cognitivas y del comportamiento (APA, 2014, p. 124).
asociación entre la frecuencia de distorsiones cognitivas según el ICD (Yurica, 2002, citado
estadística. Goldberg, Gerstein, Wenze, Welker y Beck (2008) hallaron que pacientes
maníacos presentaban puntuaciones del DAS (Weissman & Beck, 1978) intermedias entre las
de sujetos control y pacientes depresivos. Kramer, Bodenmann y Drapeau (2009), por otra
parte, analizando entrevistas clínicas hallaron que los pacientes bipolares presentaban más
distorsiones cognitivas que los sujetos control, estando la presencia de síntomas hipomaníacos
riesgo de manía y la generalización excesiva positiva en respuesta al éxito (Carver & Johnson,
2009; Eisner, Johnson & Carver, 2008; Fulford, Eisner & Johnson, 2015; Fulford, Johnson &
Carver, 2008; Johnson & Jones, 2009; Raes, Ghesquière & Van Gucht, 2012; para una
excepción, ver Shapero et al., 2015). La generalización excesiva positiva ante el éxito sería
uno de los varios factores cognitivos independientes que predicen el riesgo de manía (Johnson
& Jones, 2009), combinándose la reactividad cognitiva al ánimo positivo y negativo para dar
cols. (2012) encontraron que la generalización excesiva de sucesos positivos interactuaba con
la sensibilidad del sistema de aproximación conductual (BAS) (Gray, 1991, citado en Stange
et al., p.2) para predecir niveles mayores de sintomatología hipomaníaca. Un tipo particular
positivo a otro más expansivo en el mismo ámbito general, interactuó para predecir niveles
aumentados de sintomatología hipomaníaca en individuos con sensibilidad alta del BAS, pero
Trastornos Depresivos
Los trastornos depresivos se caracterizan por la presencia de “un ánimo triste, vacío o
capacidad funcional del individuo” (APA, 2014, p.155). Es en relación con los trastornos y
síntomas depresivos que las distorsiones cognitivas han sido más estudiadas. Entre los
depresión se halla la validación del ATQ, de Hollon y Kendall (1980), quienes hallaron que la
asociada a la severidad de la sintomatología depresiva (Burns et al., 1987; Burns & Spangler,
2001; Covin et al., 2011; Fava, Bless, Otto, Pava & Rosenbaum, 1994; Karakaya et al., 2007;
Kennard, Stewart, Hughes, Patel & Emslie, 2006; Kingery et al., 2009; Köhler et al., 2015;
Kostoglou & Pidgeon, 2015; Leung & Poon, 2001; Marton & Kutcher, 1995; Morrison et al.,
2015; Ross, Gottfredson, Christensen & Weaver, 1986; Tairi, Adams & Zilikis, 2016;
Thurber, Crow, Thurber & Woffington, 1990; Yurica, 2002, citado en Rosenfield, 2004, p.
12), a una mayor duración de la depresión (v. gr. Luty, Joyce, Mulder, Sullivan & McKenzie,
30
1999; Norman, Miller & Dow, 1988), y a la presencia de trastorno depresivo recurrente (v. gr.
Churchard & Kutcher, 1993; Simons, Garfield & Murphy, 1984; Tems, Stewart, Skinner,
Hughes & Emslie, 1993; cf. Barnett & Gotlib, 1988; Fava et al., 1994). El incremento en las
distorsiones, asimismo, parecería ser más una consecuencia que un antecedente de la mayor
severidad de la depresión (Mc Grath & Repetti, 2002; Parker, Bradshaw & Blignault, 1984).
Varios estudios, por otra parte, apuntan a que existirían distintos perfiles cognitivos en
la depresión, caracterizados por niveles altos, o bien, bajos de distorsiones cognitivas (Blake
et al., 2016b; Hammen, 1978; Hamilton & Abramson, 1983; Marton & Kutcher, 1995;
Vittengl, Clark, Thase & Jarrett, 2014; cf. Michael & Funabiki, 1985), incluso a equivalente
severidad sintomática (Blake et al., 2016b; Hamilton & Abramson, 1983), así como grupos
con diagnóstico de depresión sin una elevación significativa en los niveles de distorsiones
cognitivas (Marton & Kutcher, 1995; Norman et al., 1988; Norman, Miller & Keitner, 1987;
En un estudio experimental, White, Davison, Haaga y White (1992) hallaron que los
pacientes con depresión presentaban mayores niveles de distorsiones cognitivas que los de
diagnóstico de depresión y la mayoría o todas las distorsiones evaluadas (v. gr. Batmaz et al.,
2015; Covin et al., 2011; White et al., 1992; Wilson, Bushnell, Rickwood, Caputi & Thomas,
31
2011). Dos hallazgos bastante reiterados, empero, son la asociación entre la depresión y la
abstracción selectiva (v. gr. Blackburn & Eunson, 1989; Covin et al., 2011; Schwartz &
Maric, 2015; Weems, Berman, Silverman & Saavedra, 2001; Weems, Costa, Watts, Taylor &
Cannon, 2007; Weeks et al., 2016; ver también Blake et al. 2016b; para una excepción,
Stevanovic et al., 2016), la cual parecería ser específica para los síntomas depresivos y no
para los de ansiedad (Pereira, Barros & Mendonça, 2012; Weeks et al., 2016; Weems et al.,
2007; cf. Maric et al., 2011), y la asociación entre la depresión y la generalización excesiva
negativa (Carver, La Voie, Kuhl, & Ganellen, 1988; Covin et al, 2011; Dykman, 1996; Flett,
Hewitt & Mittelstaedt, 1991; Ganellen, 1988; Klar, Gabai & Baron, 1997; MacLeod &
Williams, 1990; Özdel et al., 2014; Schwartz & Maric, 2015; Stevanovic et al., 2016; van den
Heuwel, Derksen, Eling & van der Staak, 2012; Weeks et al., 2016; Weems et al., 2001;
Wenzlaff & Grozier, 1988; para una excepción: Epkins, 1996). Un estudio experimental
reciente (Berle & Moulds, 2013a) sugiere que el razonamiento emocional no sería
tendencia al suicidio (Beck et al., 1979, p. 191). La magnitud de las distorsiones cognitivas se
(Brent, Kolko, Allan & Brown, 1990; Jager-Hyman et al., 2014; Miller & Esposito-Smythers,
2013; Prezant & Neimeyer, 1988; cf. Stiles, 2007). Jager-Hyman y cols. (2014) hallaron la
adivinación del futuro (la asociación dejaba de ser significativa al controlar el nivel de
Los síntomas psicóticos en el contexto de una depresión, por otra parte, se han
encontrado asociados a las conclusiones apresuradas (Corcoran et al., 2008; Bentall et al.,
2009), no hallándose sin embargo relación específica entre esta distorsión y los síntomas
al, 2009).
Fowler, Baum, Rooney & Maestas, 2010; cf. Kennard et al., 2006), aunque no más allá de la
predicción ofrecida por la historia de depresión anterior (Otto et al., 2007). Luego de finalizar
probabilidad de recaída (Jarrett et al., 2012; Simons, Murphy, Levine & Wetzel, 1986; Thase
et al., 1992), existiendo al menos un estudio que vincula el riesgo de recaída a los niveles de
Madsen, 2011; Hart, Craighead & Craighead, 2001; Ilardi, Craighead & Evans, 1997).
1998), existe evidencia a favor de que las distorsiones cognitivas asociadas a la depresión
de ánimo triste, en varios estudios ha observado que a diferencia de los sujetos control, los
en las distorsiones cognitivas (Gemar, Segal, Sagrati & Kennedy, 2001; Miranda, Gross,
33
Persons, & Hahn, 1998; Miranda & Persons, 1988; no obstante, ver Fresco, Heimberg,
Abramowitz & Bertram, 2006; Lau, Haigh, Christensen, Segal & Taube-Schiff, 2012;
Vázquez & Ring, 1993). Este efecto también ha sido reportado en estudios de observación
naturalista (Lewinsohn, Allen, Seely & Gotlib, 1999; Miranda, Persons & Byers, 1990), y
(Segal, Gemar & Williams, 1999; Segal et al., 2006; para una excepción, Jarrett et al., 2012).
Wenze, Gunthert y Forand (2010) hallaron que una mayor reactividad cognitiva al ánimo
DAS y ATQ, predecía la intensidad de los síntomas depresivos seis meses después.3
distorsiones cognitivas según items del CEQ (Lefebvre, 1981) y DAS (Weissmann & Beck,
depresivos (Carver, 1998; Hankin, 2010; Hankin, Wetter, Cheely & Oppenheimer, 2008; ver
En una muestra de adultos jóvenes, Wilson y cols. (2011) encontraron que las
distorsiones cognitivas presentaban una fuerte correlación con las respuestas de orientación
negativa hacia los problemas [negative problem orientation]. Siguiendo a D’Zurrilla y Nezu
(1999, citados en Wilson et al., 2011, p. 54), los individuos con orientación negativa hacia los
3
La reactividad cognitiva también se ha estudiado para otros constructos distintos de las distorsiones cognitivas
(v. g. Kruijt et al., 2013). Incluímos solo aquellas publicaciones que emplearon instrumentos relevantes a la
temática y alcance de esta memoria.
34
emociones negativas intensas y a evitar o posponer el lidiar con el problema. Esto, entre otros
(D’Zurrilla & Sheedy, 1991, 1992, citados en Wilson et al., 2011, p. 53). En este estudio, la
asociación individual más fuerte con orientación negativa a los problemas la tuvo la
Por otra parte, en una muestra de pacientes depresivos, Blake, Dobson y Drapeau
(2011) hallaron que el grupo con altas distorsiones cognitivas utilizaba significativamente
el grupo con bajas distorsiones cognitivas. Siguiendo a Blake y cols. (2011, pp. 83-87), el
negativo (p. 232), y al nivel de pensamiento dicotómico, y conclusiones apresuradas (p. 257).
respuesta de la depresión al tratamiento (Brent et al., 1998; Jarrett, Eaves, Grannemann &
Rush, 1991; Köhler et al., 2015; Vittengl et al., 2014; cf. Curry et al.,2006). Simons, Gordon,
35
Monroe y Thase (1995), no obstante, hallaron esta asociación solamente en los pacientes que
cognitiva se encontró asociada, entre otras variables, a una disminución en los niveles
a la depresión (v. gr.: Fava et al., 1994; Köhler et al., 2015; Kolko, Brent, Baugher, Bridge, &
Birmaher, 2000; Shirk, Cristostomo, Jungbluth & Gudmundsen, 2013; Simons et al., 1984, p.
mindfulness, por otra parte, reduciría la asociación entre reactividad cognitiva y síntomas
al., 2010). En al menos un estudio, la activación conductual redujo los síntomas depresivos y
distorsiones cognitivas según el ATQ (Hollon & Kendall, 1980) tanto como el paquete
significativamente las distorsiones cognitivas y los síntomas depresivos (Jelinek, Otte, Arlt &
Trastornos de Ansiedad
excesivos, así como alteraciones conductuales asociadas”, entendiéndose el miedo como una
“respuesta emocional a una amenaza inminente, real o imaginaria”, y la ansiedad como una
los niveles de sintomatología ansiosa (Batmaz et al., 2015; Besta et al., 2014; Burns &
Spangler, 2001; Cannon & Weems, 2010; de Oliveira et al., 2015; Ishikawa, 2012; Karakaya
et al., 2007; Kaplan et al., 2017; Kingery et al., 2009; Kostoglou & Pidgeon, 2015; Leung &
Poon, 2001; Morrison et al., 2015; Pereira et al., 2012; Sperrazza, 2017; Viana, 2011; Watts
& Weems, 2006; Weems et al., 2001; Wilson et al., 2011; Yurica 2002, citado en Rosenfield,
ansiedad, Viana (2011, p. 68; cf. Viana, Gratz & Bierman, 2013) encontró que niveles
niveles elevados de inhibición comportamental solamente (rasgo con base biológica; Kagan,
es la asociación entre ésta y el catastrofismo (Covin et al, 2011; Iwaki et al., 2012; Pereira et
al., 2012; Leung & Poon, 2001; Molina, Borkovec, Peasley & Person, 1998; Sperrazza, 2017;
Watts & Weems, 2006; Weems et al., 2001; Weems et al., 2007; aunque ver Özdel et al.,
2014). Las cogniciones catastróficas relacionadas con los trastornos ansiosos particulares
pánico (Austin & Kiropoulos, 2008; Casey, Oei, Newcombe & Kenardy, 2004; Chambless,
Beck, Gracely & Grisham, 2000; Khawaja & Oei, 1998; Stopa & Clark, 2000).
sugiere que el catastrofismo estaría más relacionado con la ansiedad anticipatoria que con la
ocurrencia de los ataques en sí. Moore (2001), en esta línea, halló que individuos con historia
37
generalización excesiva (Cannon & Weems, 2010; Maric et al., 2011; Pereira et al., 2012;
Tairi et al., 2016; Watts & Weems, 2006; Weems et al., 2001; para una excepción, Ganellen,
1988), la cual se hallaría asociada a síntomas de fobia social y de ansiedad generalizada, pero
no de pánico (Epkins 1996; Fulford, Rosen, Johnson & Carver, 2012; Ganellen, 1988; cf.
Kuru et al., 2017), y entre la ansiedad y la tendencia a minimizar las propias capacidades de
afrontamiento (Cartwright-Hatton, Tschernitz & Gomersall, 2005; Casey et al., 2004; Maric
et al., 2011; Schwartz & Maric, 2015; cf. Weems et al., 2007; para una excepción, Stevanovic
et al., 2016).
al, 2014; Covin et al., 2011; Hollon & Kendall, 1980; Karakaya et al, 2007; Kuru et al., 2017;
Viana, 2011; Weems et al., 2001; cf. Kuiper, Olinger & Martin, 1988). En cuanto a
catastrofismo (Özdel et al., 2014; Weems et al., 2001; cf. Covin et al., 2011) y razonamiento
emocional (Arntz, Rauner & van den Hout, 1995; Morren, Muris, Kindt, Schouten & van den
Hout, 2008, p. 362; Muris, Merkelbach & van Spauwen, 2003; para un resultado contrario,
ver Engelhard et al., 2001). En esta línea, Arntz (2001, citado en Lommen, Engelhard, van
den Hout & Arntz, 2013 , p. 1505) halló que los niveles de razonamiento emocional luego de
una terapia cognitivo-conductual para trastornos de ansiedad predecían las recaídas mas allá
Cannon y Watts (2005, p. 720) no hallaron asociación entre la magnitud de las distorsiones
niveles de sintomatología de trastorno de ansiedad (cf. Hoffart, Sexton, Hedley & Martinsen,
Por otra parte, Putwain, Connors y Symes (2010), en una muestra de adolescentes en
su último año de educación obligatoria hallaron que las distorsiones cognitivas para el ámbito
Salkovskis, Clark, Hackman, Wells y Gelder (1999) hallaron que los pacientes que en
catastróficas en comparación con el grupo que durante la exposición sí emitía las conductas
de seguridad. Lommen y cols. (2013), por otra parte, hallaron que el razonamiento emocional
podía reducirse mediante entrenamiento experimental con material verbal, lo cual derivaba en
distorsiones asociadas a los tratornos de ansiedad, lo que junto con la modificación de otras
variables reduciría la sintomatología (v. g., Hoffart, 2016; O’Toole, Mennin, Hougaard,
39
Zachariae, & Rosenberg, 2014; Teachman, Marker & Clerkin, 2010; ver también Arntz,
2002). Un estudio preliminar de Berle y cols. (2016), no obstante, sugiere que la terapia
cognitivo-conductual habitual para los trastornos de ansiedad no sería eficaz para reducir el
razonamiento emocional.
Trastorno Obsesivo-Compulsivo
deseados”, y/o “conductas repetitivas o actos mentales que un individuo se siente impulsado a
realizar en respuesta a una obsesión o de acuerdo con reglas que deben aplicarse rígidamente”
prohibido (Amir, Freshman, Ramsey, Neary & Brigidi, 2001; Coles, Mennin, & Heimberg,
2001; Meyer & Brown, 2013; Rachman & Shafran, 1999; Rassin, 2001; Rassin, Merckelbach,
Muris, & Schmidt, 2001; Rassin, Merckelbach, Muris, & Spaan, 1999; para una revisión, ver
Berle & Starcevic, 2005). Estudios preliminares sugieren que esta distorsión podría reducirse
Por otra parte, evidencia reciente sugiere que razonamiento emocional basado en la
culpa (Gangemi, Mancini & van den Hout, 2007) y en el asco (Verwoerd, de Jong, Wessel &
van Hout, 2012) podría estar involucrado en la vulnerabilidad para el trastorno obsesivo-
síntomas específicos tras la exposición a uno o más sucesos traumáticos (APA, 2014, p. 274).
Muran y Motta (1993), utilizando el CEQ (Lefebvre, 1981), hallaron que el grado de
distorsión cognitiva de un grupo de pacientes con trastorno por estrés post-traumático era
grupo con TEPT, sin embargo, eran comparables a los de población clínica. Para los autores,
este hallazgo apoya la noción del TEPT como categoría diagnóstica independiente, con un
estudios de Engelhard y cols. sugiere que el razonamiento emocional podría estar involucrado
(Engelhard & Arntz, 2005; Engelhard, Macklin, McNally, van den Hout & Arntz, 2001;
Verduijn, Vincken, Meesters & Engelhard, 2015), al igual que una distorsión análoga al
al, 2001; Engelhard, van den Hout, Arntz & McNally, 2003), consistente en tomar la
Por otra parte, Sullivan y cols. (2017) hallaron que el catastrofismo contribuía varianza
encontrado asociados a los niveles globales de distorsiones cognitivas (Goubert, Crombez &
41
Danneels, 2005; Moss-Morris & Petrie, 1997, 2001). En estudios que evaluaron distorsiones
grado de discapacidad e interferencia con la vida diaria generados por los síntomas (Clough,
1991; Goubert et al., 2005; Moss-Morris & Petrie, 1997, 2001; Smith, Follick, Ahern &
Adams, 1986; Smith, Peck, Milano & Ward, 1988; ver sin embargo Iwaki et al., 2012).
Estudios longitudinales sugieren que estas no tendrían un rol causal, siendo mas bien un
atributo de estado, con una posible función mantenedora dada su asociación prospectiva con
& Weinman, 1995; Sullivan, Stanish, Sullivan & Tripp, 2002; Sullivan, Sullivan & Adams,
2002) y generalización excesiva (Goubert et al., 2005; Smith, Follick, et al., 1986) sobre los
síntomas..Un estudio, asimismo, sugiere que en la interferencia del dolor con las actividades
de la vida diaria también la abstracción selectiva podría estar involucrada (Goubert et al,
2005).4
4
Para estudiar la catastrofización de síntomas somáticos es frecuente el uso de la Pain Catastrophizing Scale
(PCS, Sullivan Bishop & Pivik, 1995). Este instrumento dispone de una subescala de magnificación específica
para el dolor, y dos adicionales de indefensión (helplesness) y rumiación (rumination). Dado el alcance de esta
memoria, incluimos solo aquellos estudios que estudiaron las subescalas por separado.
42
En pacientes con dolor lumbar crónico, Smith, Aberger, Follick y Ahern (1986) no
una mayor conducta de dolor en términos de movimientos corporales. En esta línea, Burns y
incluso luego de controlar por la influencia del distrés sintomático general. Los autores
interpersonales específicos (cf. Sullivan, Adams & Sullivan, 2004). Aunque la evidencia
hasta el momento es poca, algunos estudios sugieren que el catastrofismo podría ser uno de
los factores que, en su asociación con el miedo al dolor, produjera conductas de evitación que
resultarían en mayores índices de discapacidad (Vlaeyen & Linton, 2000; cf. Verwoort, Trost
En una muestra de pacientes con dolor crónico, Goubert y cols. (2005) hallaron que el
experiencia de haber sentido menos dolor que el inicialmente esperado (cf. Goubert,
Por otra parte, en un estudio longitudinal con registros diarios Burns y cols. (2015),
entre otros resultados, hallaron que los autorreportes de catastrofismo sobre el dolor de parte
de los pacientes eran significativamente mayores cuando el cónyuge estaba presente que
tanto negativas como positivas del cónyuge, y que el aumento en el nivel de catastrofismo del
paciente predecía una disminución en el nivel de crítica y hostilidad de parte del cónyuge a las
tres horas (p. 1170). Para los autores, este último resultado sugiere que el fenómeno
primariamente cognitivo del catastrofismo sobre el dolor podría ser reforzado por
consecuencias interpersonales, las cuales podrían mantener o incluso fortalecer esta clase de
Las distorsiones cognitivas respecto de las experiencias somáticas podrían ser uno de
los factores implicados en la comorbilidad que presentan los trastornos de síntomas somáticos
con la depresión (Craner, Gilliam, & Sperry, 2016; Keefe, Brown, Wallston, Kenneth &
Caldwell, 1989; Smith, O’Keeffe & Christensen, 1994; Smith et al., 1988; cf. Garruba, 2015).
Los individuos con depresión comórbida a un trastorno por sintomas somáticos, no obstante,
se caracterizarían por presentar niveles altos de distorsión en situaciones relacionadas con los
síntomas, y niveles más bajos en situaciones no relacionadas (v. gr. interpersonales) (Moss-
Existe evidencia que sugiere que tanto la fisioterapia, como las intervenciones
índices de discapacidad (v. gr. George, Wittmer, Fillingim & Robinson, 2010; Moss-Morris &
Petrie, 1997; Rimes & Winegrove, 2011; Smeets, Vlaeyen, Kester & Knotterus 2006; Stahl,
44
Rimes & Chalder, 2014; Turner et al., 2016; ver sin embargo Gilliam, Craner, Morrison &
Sperry, 2017).
aumentados de distorsiones cognitivas (Goebel, Spalthoff, Schulze & Florin, 1989; Phillips,
Tiggemann & Wade, 1997; Poulakis & Wertheim, 1993; Schlesier-Carter, Hamilton, O’Neil,
Lydiard & Malcolm, 1989; Steiger, Goldstein, Mongrain & van der Feen, 1990; ver sin
embargo Strauss & Ryan, 1988), más elevados en la anorexia que en la bulimia (Steiger et al.,
1990; Strauss & Ryan, 1988). No obstante, en un conjunto de estudios sobre bulimia que
controlaron estadísticamente por los niveles de depresión esta asociación desaparecía (Goebel
et al 1989; Phillips et al., 1997; Schlesier-Carter et al., 1989; para una excepción ver Poulakis
a los alimentos, el comer, la figura y el peso, hallaron que, en comparación con sujetos control
y sujetos con posibles episodios bulímicos, el grupo con episodios bulímicos confirmados
la cual pensar en comer un alimento prohibido incrementa la estimación del tamaño o peso
corporal, elicita una percepción de infracción moral y hace que la persona se sienta gorda
(Coelho, Baeyens, Purdon, Pitet & Bouvard, 2012; Kostopoulou, Varsou & Stalikas, 2011;
Radomski, de Silva, Todd, Treasure & Murphy, 2002; Shafran et al., 1999). Existen reportes
que sugieren que esta distorsión presentaría características de rasgo (v. gr. Ouellet-Courtois,
Coelho, Radomski, Israel & Steiger, 2015), que puede ser inducida experimentalmente,
presentando las personas con trastornos alimenticios mayor reactividad a la inducción (v. gr.
Coelho, Ouellet-Courtois, Purdon & Steiger, 2015), y que provocaría la urgencia por emitir
conductas correctivas como neutralizar mentalmente y comprobar (v. gr. Kostopoulou et al.,
2011; Radomski et al., 2002). Adicionalmente, un estudio sugiere que la fusión pensamiento-
Algunos autores plantean que las creencias asociadas a la anorexia pueden presentar
en mayor o menor medida características delirantes (Steinglass, Eisen, Attia, Mayer & Walsh,
Los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta suelen tener
violatorias de los derechos de los demás... o llevan al individuo a conflictos importantes frente
psicopatología externalizante en general (Barriga & Gibbs, 1996; Barriga et al., 2008;
Barriga, Landau, Stinson, Liau & Gibbs, 2000; Beerthuizen & Brugman, 2012, p. 80; Bruno,
2010; ver sin embargo Frey, 1999), a los niveles autorreportados de conducta antisocial
(Barriga & Gibbs, 1996; Plante et al., 2012; van Leeuwen, Chauchard, Chabrol & Gibbs,
2013; van der Velden, Brugman, Boom & Koops, 2010; cf. Lardén, Melin, Holst &
Langström, 2006), a la agresión física (Capuano, 2007, 2011; Rojas, 2013), social (Capuano,
2011), sexual (McCrady et al., 2008), al bullying (Irle, 2012), e inversamente correlacionadas
En un estudio longitudinal, van der Velden y cols. (2010) hallaron que las conductas
autosirvientes, lo que, para los autores, puede explicarse por vía de entender las distorsiones
conducta antisocial no confrontacional (ej: mentir, robar) (Barriga et al., 2008; Liau, Barriga
& Gibbs, 1998; Plante et al., 2012). Asimismo, las distorsiones con referentes oposicionistas-
47
culpar a otros (cf. Leung & Poon, 2001; Roncero, 2015). Por otra parte, Rojas (2013) halló
una capacidad predictiva especialmente fuerte de “asumir lo peor” sobre la agresión proactiva,
Mezzich, Clark & Tarter, 1999; Messer, Kempton, Van Hasselt, Null, & Bukstein, 1994; cf.
desaparecía (Barriga et al., 2008; Frey, 1999; cf. Barriga et al., 2000; Bruno, 2010).
Las conductas violentas presentarían una marcada asociación con la ira (para un
metanálisis con muestras forenses, ver Chereji, Pintea & David, 2012). La propensión a
(Latella-Zakhireh 2009; Martin & Dahlen, 2005), y a las distorsiones “externalización del
presentaría una asociación inversa con la tendencia a culpar a otros (Martin & Dahlen, 2005).
5
Rojas (2013) encontró asociación positiva entre la variable ‘hostilidad’ específicamente, y el catastrofismo, la
abstracción selectiva, y la generalización excesiva. Sobre el constructo “hostilidad”, ver Rojas, pp. 78-80.
48
En una serie de estudios sobre violencia contra la pareja, Eckhardt y cols. hallaron que
los sujetos con antecedentes de utilizar violencia no se distinguían de los no violentos en sus
niveles basales de distorsiones cognitivas (Dye & Ekhardt, 2000; Eckhardt et al., 1998; para
inducción de ira, no obstante, los sujetos con antecedentes de utilizar violencia presentaron
niveles significativamente más altos de distorsiones cognitivas que los sujetos control,
enunciados “debería” (Eckhardt et al., 1998; Eckhardt & Cassinove, 1998; Eckhardt & Crane,
2015; Eckhardt & Jamison 2002; ver también Persampiere, Poole & Murphy 2014). En un
estudio (Eckhardt et al. 1998), los sujetos que habían cometido al menos un acto de violencia
física grave contra su pareja se distinguieron por responder a la inducción de ira con niveles
exteriorizante aún no ha sido demostrada (Helmond, Overbeek, Brugman & Gibbs, 2014).
sustancia” (APA, 2014, p. 483). El DSM-5 incluye entre los trastornos adictivos, además, el
juego patológico, en función de que este produce síntomas conductuales similares y activa de
precisamente extensa. Algunos estudios han hallado asociación entre distorsiones cognitivas
y diagnóstico o indicadores de consumo problemático (v. gr. Giancola et al., 1999; Shook,
2010; cf. Shoal & Giancola, 2005) mientras que otros no han encontrado tal asociación (v. gr.
Rosenfield, 2004).
con el uso de sustancias, Najavits y cols. (2004) en una muestra de pacientes con trastorno por
estrés post-traumático hallaron que el grupo con trastorno por uso de sustancias comórbido
como de, entre otras, ciertas distorsiones específicas descritas como racionalizaciones
(Najavits et al., 2004, p. 166), como “engañarse a uno mismo” o el “razonamiento basado en
la privación”.
En una muestra de población carcelaria, Dalton (2005) halló asociación positiva entre
la frecuencia de uso de sustancias y las racionalizaciones del HIT-Q (Barriga & Gibbs, 1998)
uso moderado o alto, no observándose para niveles bajos (Dalton, 2005) (cf. Walburg, Laconi,
profundidad excede el alcance de esta memoria. En líneas generales, la literatura sugiere que
sujetos antes y después de jugar una apreciación realista sobre las variables implicadas
(Sévigny & Ladouceur, 2003), que la ilusión de control sería observable en conductas
motoras (Lim, Bowden-Jones & Rogers, 2014), y que recordatorios verbales acerca de la
independencia de los sucesos podrían reducir tanto los errores cognitivos al apostar como la
motivación para seguir apostando (Benhsain, Taillefer & Ladouceur, 2004; cf. Caron &
compartidas (Xian et al., 2008) (para una revisión, ver Fortune & Goodie, 2012).
tanto para los trastornos por consumo de sustancias como para el juego patológico (v. gr.
Adams. Kaiser, Lynam, Charnigo & Milich, 2012; Michalczuk, Bowden-Jones, Verdejo-
Garcia & Clark, 2011; Perry & Carroll, 2008). En un estudio con población no clínica
(Mobini, Pearce, Grant, Mills, & Yeoman, 2006), los individuos con alta impulsividad se
impulsividad funcional (Mobini, Grant, Kass, & Yeoman, 2007). De las varias facetas de la
fuertes ante emociones aversivas intensas, en un estudio (Gagnon, Dealman, McDuff &
mejor en lugar de lo que podría hacer mejor ahora), “confundir necesidades y deseos” y
Trastornos de la Personalidad
la edad adulta temprana y que da lugar a un malestar o deterioro” (APA, 2014, p.645).
diagnóstico como a medidas dimensionales de patología de la personalidad (Hill, Oei & Hill,
1989; Ilardi & Craighead, 1999; Marton et al., 1989; Rosenfield, 2004; cf. Luty et al., 1999),
Craighead, 1999).
presentaron una asociación significativa pero negativa. El autor explica esto en términos de
una mayor cercanía con la “normalidad” de estos trastornos, y por una posible tendencia a la
utilizando el Dichotomous Thinking Inventory (DTI; Oshio, 2009), halló asociación positiva
Dada una aparente estabilidad de las mismas en el tiempo, algunos autores sugieren
rasgo (O’Leary, Cowdry, Gardner, Leibenluft, Lucas y deJong-Meyer, 1991; cf. Farabaugh et
no obstante, no estaría mediada por los niveles basales de distorsiones cognitivas (Craighead
et al., 2011, p. 92; ver también Hart et al., 2001; Ilardi et al., 1997).
Craighead y colegas (2011), con base en una investigación longitudinal, y en línea con
una serie de estudios anteriores (Craighead et al., 2011, p. 93), sugieren que en los trastornos
podrían provocar distrés crónico clínicamente significativo, el cual activaría las distorsiones
Roche, Jacobson y Pincus (2016), por otra parte, utilizando registros electrónicos
presentaban un patrón oscilatorio a lo largo del tiempo, siendo activadas por la presencia de
6
Este instrumento permite distinguir entre subescalas de pensamiento dicotómico, como “preferencia por la
dicotomía” y manifestación de “creencias dicotómicas”, las cuales presentarían asociación por clústeres (Oshio,
2009, 2012).
53
a la tendencia a apresurar conclusiones, siendo esta asociación específica para los síntomas de
tipo delirante (p. 347; cf. Sellen, Oaksford & Grey, 2005). Asimismo, existen reportes de
276). En el estudio de Oshio (2012), por otra parte, este trastorno fue el único que no
“consecuencias de bajo impacto” (acerca del instrumento, ver Torres, pp. 148-150). La
medidas de distorsiones cognitivas (Geiger, Peters, Sauer-Zavala & Baer, 2013; Kramer,
Vaudroz, Ruggeri & Drapeau, 2013; O’Leary et al., 1991), incluso controlando por la
rasgo (Geiger et al, 2013). No obstante, en un estudio (Geiger et al., 2013) los niveles de
personalidad que las medidas de distorsión cognitiva utilizadas. En esta línea, un estudio
multi-método reciente (Geiger, Peters & Baer, 2014) sugiere que la supresión de
54
pensamientos sería una estrategia de regulación emocional utilizada por los individuos con
TLP para lidiar con las cogniciones distorsionadas características del trastorno.
del futuro en comparación con sujetos control. Moritz, Schilling y cols. (2011), basándose en
hallaron que los pacientes con TLP presentaban una mayor tendencia a apresurar conclusiones
en comparación con un grupo control. Fulford y cols. (2015), por otra parte, a pesar de la
superposición diagnóstica y comorbilidad del TLP con los trastornos del espectro bipolar, no
Adicionalmente, van den Heuwel y cols. (2012) hallaron que los pacientes con TLP se
contraparte positiva.
concluyente al respecto (Arntz & ten Haaf, 2012; Napolitano, 2003; Napolitano & McKay,
2007; Oshio, 2009; Veen & Arntz, 2000; cf. Kramer, Vaudroz, et al., 2013; Sieswerda, Arntz
En un estudio (Kramer, Caspar & Drapeau, 2013) la mejoría en los síntomas de TLP
por medio de psicoterapia se halló asociada, entre otras variables, al cambio en la frecuencia
Drapeau, 2013).
los niveles de magnificación (de las propias capacidades), minimización (de las capacidades y
conclusiones apresuradas, y pensamiento dicotómico (cf. Oshio, 2009), así como a cuatro
En el estudio de Rosenfield (2004, pp. 104, 115) por otra parte, la severidad de este
cognitivas según el ICD (Yurica & DiTomasso, 2002, en Rosenfield, 2004, p. 52).
excesiva positiva en respuesta al éxito. Para los autores, esta asociación, junto con otros
un estudio, la magnitud de las distorsiones cognitivas según el DAS (Weissman & Beck,
clúster C (Ilardi & Craighead, 1999). Un estudio (Farabaugh et al., 2007) sugiere que niveles
elevados de distorsiones cognitivas que persisten luego del tratamiento exitoso de un episodio
7
En esta muestra, el perfil cualitativo de distorsiones cognitivas del TNP se distinguió del perfil del TAP en la
magnificación (de las propias capacidades), las conclusiones apresuradas, y la “infalibilidad personal”.
56
depresivo mayor podrían ser un marcador de patología este clúster. En cuanto a trastornos
las más altas entre los varios trastornos evaluados, entre la frecuencia autorreportada de
Capítulo 3: Discusión
aquellas descritas en las primeras formulaciones teóricas (ej. Barriga et al., 2008; Berle &
Starcevic, 2005; Covin et al., 2011; Engelhard et al., 2003; Torres, 2002; etc.).
Este resultado es parcialmente consistente con los del único estudio a la fecha
ejes, así como entre la frecuencia de éstas y la mayoría de los trastornos del eje I y II (2004, p.
105). Nuestros resultados, empero, difieren de los de este estudio en lo relativo al trastorno
diferencia entre nuestros resultados y los de Rosenfield podría deberse a que nuestra revisión
los mencionados trastornos (Dalton, 2005; Eisner et al., 2008; Fulford et al., 2008; Najavits et
al., 2004; Torres, 2002, etc.), pero que el ICD (Yurica & DiTomasso, 2002, citado en
consistente con el postulado del modelo cognitivo de psicoterapia (Alford & Beck, 1997, p.
16; Beck, 1963; Ellis, 1962/1980, p. 38) acerca de la asociación entre distorsiones cognitivas
y trastornos psicológicos.
niveles tanto altos como bajos de distorsiones cognitivas (v. gr. Blake et al., 2016b; Marton &
Kutcher, 1995; Viana, 2011;Vittengl et al., 2014), en algunos casos comparables a los de
población no clínica. Adicionalmente, un estudio (Muran & Motta, 1993) sugiere que los
síntomas depresivos y de ansiedad propios del trastorno por estrés post-traumático no estarían
investigaciones que sugieren una heterogeneidad en los perfiles cognitivos asociados a los
8
En cuanto a los trastornos obsesivo-compulsivo e histriónico de la personalidad, el único dato específico que
hallamos en la literatura es el de Rosenfield (2004).
59
trastornos depresivos y de ansiedad (v. gr. Asarnow & Bates, 1988; Rose, Abramson,
Hodulik, Halberstadt & Leff, 1994; Wolpe, 1981; ver también Wierzbicki & Rexford, 1989).
perturbación psicológica (Ellis, 1962/1980; Beck, 1970, pp. 347-348; Burns, 1980/1990),
según el cual los estados psicopatológicos tanto depresivos como de ansiedad pueden
(Burns, 1980/1990, pp. 43-44). Aún así, resulta consistente con formulaciones teóricas de
modelo ABC para incluir otras posibles relaciones entre situación, cognición, y respuesta
lo largo de un continuum.
En tercer lugar, hallamos evidencia que sugiere que algunos trastornos estarían
Encontramos reportes de asociación positiva, en algunos casos especifíca, entre los trastornos
psicóticos y las conclusiones apresuradas (v. gr. Dudley et al., 2015), la depresión y la
abstracción selectiva (v. gr. Weems et al., 2007), los trastornos del control de impulsos y las
distorsiones autosirvientes (v. gr. Barriga et al., 2008), entre otros. Esto no sugiere, empero,
aumentados de, por ejemplo, catastrofismo, y generalización excesiva, han sido reportados en
asociación con condiciones psicopatológicas disímiles (cf. Eckhardt et al. 1998; Fulford et
al., 2012; MacLeod & Williams, 1990; Stopa & Clark, 2000, etc.).
la cognición (Alford & Beck 1997, p. 16), no habiéndose teorizado una especificidad de este
60
estilo para los varios tipos de distorsiones (Alford & Beck, 1997, p. 144). No obstante, el
ciertas distorsiones en particular (v. gr. Clark & Beck, 2010, p. 170).
En cuarto lugar, hallamos evidencia que sugiere que en algunos trastornos las
Este fenómeno ha sido reportado en algunos trastornos de ansiedad (v. gr. Austin &
Kiropoulos, 2008; Stopa & Clark, 2000), de síntomas somáticos (v. gr.. Moss-Morris &
Petrie, 1997), de la alimentación (v. gr. Dritschel et al., 1991), del control de impulsos y la
conducta (v.gr. Barriga et al., 2008), y en algunos trastornos adictivos (v. gr. Sévigny &
topografías de situaciones que evocan (o no) distorsiones cognitivas como una posible
Este resultado es consistente con las observaciones de Beck (1963) acerca de que,
pacientes eran evocadas por ciertas situaciones estímulo [“stimulus situations”] (p. 362).
denomina “discriminación” (Catania, 1998/1999, p. 396). En este caso, dado que los
presentes al momento del aprendizaje, podría ser más exacto entenderlos como estímulos
discriminativos análogos (SDAs) (Alessi, 1992, citado en Schlinger & Alessi, 2011, p. 248).
En quinto lugar, hallamos reportes que sugieren una relación entre distorsiones
van Dael et al., 2006), la ansiedad rasgo (v. gr. Besta et al., 2014), la impulsividad
disfuncional (v. gr. Mobini et al., 2007), y la ira disfuncional (v. gr. Latella-Zakhireh, 2009),
entre otros (v. gr. Luty et al., 1999), existiendo también reportes de asociación positiva entre
distorsiones cognitivas y patología de la personalidad (v. gr. Ilardi & Craighead, 1999;
Rosenfield, 2004).
los trastornos de personalidad serían un atributo estable en el tiempo (v. gr. O’Leary et al.,
1991, Farabaugh et al., 2007), lo cual, no obstante, no explicaría por sí mismo la mayor
Evidencia reciente sugiere, por otra parte, que la disfunción de la personalidad presentaría un
patrón oscilatorio, siendo activada, entre otras variables, por las distorsiones cognitivas
personalidad (Beck, Freeman, Davis, & Asociados, 2004/2005), según el cual las diferentes
en sus creencias o esquemas básicos” (p.44), pudiendo los rasgos de personalidad entenderse
como “expresiones abiertas de estas estructuras subyacentes” (p. 37). Para Beck y cols.
que darían forma a esta distorsión, serían semejantes a las activadas en los sindromes
62
clínicos, actuando empero “con más continuidad”, formando parte del “procesamiento de la
personalidad. Aún así, si los entendemos como reflejo de diferencias estructurales (p.44), y
cognitivas y la información del entorno (p. 45), resulta esperable que algunas variables de
Luciano, Gómez & Valdivia, 2002, p. 179) la personalidad es “un repertorio de conducta
impartido por una serie organizada de contingencias”, estando “una personalidad particular…
unida a un tipo particular de ocasión”, y por ello, “a unas contingencias identificables” (para
2006, p. 18), podemos inferir que ciertas series organizadas de contingencias de selección
cogniciones que forman parte de este repertorio ocurrir en simultáneo, o bien, en cadena, con
los otros comportamientos (sobre el análisis de cadena como herramienta para el tratamiento
En sexto lugar, hallamos evidencia que sugiere que en algunos trastornos la magnitud
de las distorsiones cognitivas variaría con el estado anímico o emocional. Hallamos reportes
en la literatura que apuntan a un incremento en las distorsiones cognitivas con el ánimo triste
63
en los trastornos depresivos (v. gr. Miranda & Persons, 1988; Wenze et al., 2010), con la ira
en algunos trastornos del control de impulsos y de la conducta (v. gr. Eckhardt & Crane,
2015), y con el ánimo elevado en los trastornos del espectro bipolar (v. gr. Johnson & Jones,
aprendizaje (v. gr. Bower, 1981, 1987; Bower, Gilligan & Monteiro, 1981; Bower, Monteiro
& Gilligan, 1978; cf. Teasdale & Fogarty, 1979). Asimismo, Beck (1963), a pesar de
una vez elicitado un estado emocional, éste pudiera propiciar la aparición de ideaciones
relevantes (Dougher & Hackbert, 1994, p. 326; 2000, p. 20). Una operación establecedora (o
seguida de ese reforzador, junto con la efectividad evocativa de los estímulos discriminativos
relevantes (Laraway, Scycersky, Michael & Poling, 2003; Lotfizadeh, Edwards, Redner &
Poling, 2012; Michael, 1982, 1993, 2000; Miguel, 2013; Tapper, 2005; para una taxonomía
inducción de ánimo como los sucesos ambientales que desencadenan algunos cuadros
64
de otros estímulos para evocar diferencialmente varias clases de comportamientos, entre estos,
literatura reportes que sugieren una influencia de las distorsiones cognitivas en la respuesta
(Henriques & Leitenberg, 2002), de ansiedad (Weems et al., 2005), relacionados con traumas
y factores de estrés (Sullivan et al., 2017), de síntomas somáticos (Sullivan et al., 2006), de la
personalidad (Roche et al., 2016), entre otros. Asimismo, hallamos reportes de asociación
disfuncionales de afrontamiento (Blake et al., 2011; Jager-Hyman et al., 2014; Knouse et al.,
2017; Lackner & Gurtman, 2004; Wilson et al., 2011; ver también Burns et al., 2015;
Schwartzman et al., 2012), sugiriendo algunos estudios que éstas podrían estar implicadas en
la generación de estresores adicionales (Craighead et al, 2011, p. 93; Liu & Alloy, 2010, p. 7;
intensificación de los afectos depresivos típicos era por lo general inmediatamente precedida
secundaria al trastorno del pensamiento. Siguiendo a Beck (1970, pp. 347-348), entre un
65
suceso o estímulo externo específico y una respuesta emocional, frecuentemente sería posible
discernir la presencia de una cognición, evocada por el suceso, que es la que lleva al afecto en
cuestión (cf. Burns, 1980/1990, pp. 42-43; Ellis, 1962/1980, pp. 22-23, 26, 32, 38, 47, 51-52).
Holmes & Ivanoff, 2013; Barnes-Holmes, Barnes-Holmes, Smeets, & Luciano, 2004; Cahill
et al., 2007; Dougher, Augustson, Markham, Greenway, & Wulfert, 1994; Rodríguez-
Valverde, Luciano, & Barnes-Holmes, 2009; ver también Freund, 2010; Ju & Hayes, 2008;
Valdivia, Luciano & Molina, 2006). En una relación de equivalencia, las funciones
estas relaciones son aún objeto de debate (Avellaneda & Menéndez, 2016; Pérez-Fernández,
2015).
Por otra parte, siguiendo a Alford y Beck (1997), las distorsiones cognitivas
Entre estos se incluyen construcciones incorrectas de la relación entre una conducta (emitida
largo plazo (Alford & Beck, 1997, p.64; cf. Drapeau & Perry, 2010, p. 5; Ellis & Lange,
efecto en la conducta observable de las distorsiones cognitivas señaladas por Beck puede
Hayes, 1982, pp. 104-105). En términos conductistas, una regla [rule] es un estímulo verbal
combinación de estos tres elementos, o una contingencia entre dos o más estímulos, y altera
condicionamiento (Blakely & Schlinger, 1987; Schlinger, 1990, 1993; Schlinger & Blakely,
1987; cf. Chertok, 2006, pp. 143-145) (sobre la distinción entre “regla” en el sentido
Para Zettle y Hayes (1982), las distorsiones cognitivas pueden entenderse como reglas
inexactas e incontrastables [“inaccurate and untestable”] (p. 105). Estas pueden presentarse
en el mismo formato que los enunciados no inferenciales evocados por experiencia directa o
generalizado [“tacts”], pudiendo una aparente correspondencia entre una regla y la forma que
el mundo está organizado controlar el comportamiento del individuo (p. 81) como si esta
especificara relaciones entre sucesos ambientales (p. 105). Reglas basadas en pocos o ningún
pasado tendrían una probabilidad particularmente alta de ser seguidas (p. 105).
En octavo lugar, hallamos evidencia que sugiere que en algunos trastornos las
distorsiones cognitivas tendrían un rol mantenedor del cuadro clínico y/o de las creencias
psicóticos (v. gr. Falcone et al., 2015; Startup et al., 2007), depresivos (v. gr. Brent et al.,
1998; Luty et al., 1999), y de síntomas somáticos (v. gr. Moss-Morris & Petrie, 2001). Garety
mientras que Goubert y cols. (2005) hallaron el catastrofismo sobre el dolor crónico asociado
a una menor generalización a otras situaciones de las experiencias en las que el paciente había
Este resultado es consistente con las formulaciones teóricas que atribuyen a las
(Beck et al., 1979/1983, p. 21; cf. Coyne & Gotlib, 1983, p. 496; Ellis 1962/1980, pp. 30-31;
Yurica & DiTomasso, 2005, p. 118). Siguiendo a Beck (1970), el sistema cognitivo, aunque
generalmente interactúa con el entorno en buena medida, en otros momentos parecería ser
relativamente independiente del entorno (p. 352). En los estados patológicos, las ideaciones
(Baron & Galizio, 1983; Baron, Kaufman & Stauber, 1969; Buskist, Bennett & Miller, 1981;
Catania, Matthews & Shimoff, 1982; Galizio, 1979; Harzem, Lowe & Bagshaw, 1978; Hayes,
Brownstein, Haas & Greenway, 1986; Hayes, Brownstein, Zettle, Rosenfarb & Korn, 1986;
Kaufman, Baron & Kopp, 1966; Leander, Lippman & Meyer, 1968; Matthews, Shimoff,
Catania & Sagvolden, 1977; Rosenfarb, Newland, Brannon & Howey, 1992; Shimoff, Catania
pp. 277-279).
consecuencias relevantes a los mismos. Hallamos reportes en la literatura que sugieren que
evitación (Knouse et al., 2017), que el catastrofismo sobre el dolor podría ser reforzado por
consecuencias interpersonales (Burns et al., 2015, p. 1773), y que las distorsiones cognitivas
autosirvientes tendrían una función neutralizadora de emociones aversivas (van der Velden et
al, 2010, p. 299). Cabe señalar, sin embargo, que estos estudios son recientes, y aún no han
sido replicados.
De existir en un futuro más estudios favorables a esta conclusión, este resultado sería
consistente con los de otras investigaciones que sugieren que el control consecuencial estaría
involucrado en otros procesos cognitivos clínicamente relevantes, como la rumiación (v. gr.
Liverant, Kamholz, Sloan & Brown, 2011) y la preocupación (v. gr. Newman, Llera,
resultan seleccionados (Alford & Beck, 1997, p. 50). En lo relativo a las cogniciones, Kovacs
y Beck (1978, p. 530) sostienen que algunas cogniciones problemáticas podrían ser fijadas
por reforzamiento social, y Ellis y Lange (1994/1995) que algunos tipos de cognición
cognitiva (v. gr. Elliot & Devine, 1994), pero la relación entre la cognición y sus antecedentes
Desde el análisis del comportamiento se considera que “las ideas también están
controladas por sus consecuencias, de modo que su emisión depende del reforzamiento y el
castigo igual que la conducta manifiesta” (Chertok, 2006, p. 131). En cuanto a los enunciados
inicialmente de la comunidad verbal, que ofrecería consecuencias por actuar en forma acorde
con los mismos (Poppen, 1989, p. 339). Se nos enseñaría también a verbalizar, en respuesta a
conducta y la de los demás, con lo que aprenderíamos a derivar nuestros propios enunciados a
339). La emisión de esta clase de enunciados, no obstante, se considera que, como la del
resto de la conducta verbal, puede no sólo depender de la presencia de una situación estímulo
y una historia de reforzamiento generalizado, sino también estar bajo control parcial de
(Skinner, 1957, citado en Zettle & Hayes, 1982, p. 91). El término para el efecto combinado
de dos o más sucesos, cuando actúan juntos para producir un comportamiento, es “causación
Por último, hallamos evidencia que apunta a que las distorsiones cognitivas podrían
ser reducidas por medio de una amplia variedad de procedimientos, pero que esto no siempre
que sugieren que la terapia cognitiva (v. gr. Blake et al., 2016a), la terapia farmacológica (v.
gr. Fava et al., 1994; Simons et al, 1984), protocolos de tratamiento específicos para algunos
70
trastornos, distintos de la cognitiva estándar (v. gr. Kramer, Caspar & Drapeau, 2013),
tratamientos de origen conductista como la activación (v. gr. Stahl et al., 2014, p. 1337) y la
psicoeducativas (v.gr. Balzan et al, 2014; Jelinek et al., 2016), y entrenamiento experimental
con material verbal (Lommen et al., 2013), entre otros (Benhsain et al., 2004), podrían
significativas en la conducta pública (v. gr. Lommen et al., 2013; Helmond et al., 2014).
sugerentes de que el aprendizaje que ocurre en la terapia cognitiva (Weissman & Beck, 1978)
también podría tener lugar como consecuencia de otros procedimientos, distintos de los
“estándar” como el diálogo socrático (Beck et al., 1979/1983; Calero et al., 2013; Clark &
2004).
fuesen las distorsiones modificadas, sino otras. Una segunda posibilidad es que, en estos
inferenciales como de otras cogniciones, como pueden ser las evaluativas (Hyland, Shevlin,
Adamson, & Boduszek 2014). Una tercera posibilidad es que en los casos citados el diálogo
pensamiento y acción, como cualquier otra relación entre conductas, depende de que un
conjunto de contingencias ambientales de lugar a ella. Desde esta perspectiva, resulta posible
influir unas en otras, en cuyo caso la modificación de las distorsiones cognitivas no influiría
Conclusiones
disfuncionales, consistentes en errores lógicos o de otro tipo, que mantienen las creencias de
distorsiones cognitivas se han ido ampliando y modificando a medida que estas eran
para medirlas muestra una tendencia hacia una creciente amplitud en el rango de distorsiones
evaluadas, así como a una mayor capacidad para distinguir distorsiones individuales,
superando gradualmente los instrumentos nuevos las limitaciones de los más antiguos.
magnitud de las distorsiones cognitivas presentaría una asociación estadística positiva con la
necesaria. Ciertas distorsiones individuales parecerían estar más vinculadas con trastornos
de que estas podrían estar involucradas en la persistencia de algunos síndromes y las creencias
asociadas. También existirían indicios, aunque leves, de que las distorsiones cognitivas
distorsiones cognitivas parecería ser posible por medio de una amplia variedad de
Limitaciones
conjunto de ellas es de índole metodológica. Dado que esta es la primera revisión abarcativa
hipótesis, sirviendo mas bien para generarlas (Baumeister & Leary, 1997). Aunque buscamos
en varias bases de datos y repositorios, extrayendo las referencias hasta alcanzar un aparente
punto de saturación (Randolph, 2009, p. 7), esta revisión no incluye todos los estudios
resultados que presentamos son de índole cualitativa, no incluyendo las magnitudes de las
metodológicos de cada estudio. El número de estudios en que se basa cada uno de los puntos
74
discutidos, asimismo, varía grandemente, existiendo mucha más evidencia, por ejemplo, a
mantenedor de creencias ante evidencia contraria o del posible efecto fortalecedor que ciertas
consecuencias podrían tener sobre algunas distorsiones. Por último, las revisiones de la
literatura, aunque tienen menos riesgo que los estudios empíricos de capitalizar resultados
producto del azar, son más vulnerables al sesgo de confirmación del investigador (Baumeister
& Leary, 1997, p. 319). En consecuencia, las implicaciones de la presente revisión para la
literatura, así como investigación empírica adicional, son necesarias para poner a prueba las
las que estas han sido resueltas (Guglielmo, 2015; Rosenfield, 2004). Aunque la
316), los resultados de la presente revisión han de ser abordados con cautela, dada la
heterogeneidad en la forma en que se han medido las distorsiones cognitivas en los estudios
revisados. Esto es especialmente importante en los casos en que al investigar las distorsiones
el caso de las conclusiones apresuradas en las psicosis (White & Mansell, 2009) y trastornos
de la personalidad (Torres, 2002). Adicionalmente, hay que tener en cuenta que, aún siendo
varios instrumentos como el DAS (Weissman & Beck, 1978) o el ATQ (Hollon & Kendall,
1980) miden las distorsiones cognitivas de forma indirecta (Rosenfield, 2004). A pesar de la
75
correlación positiva entre estos instrumentos y otros que miden específicamente distorsiones
cognitivas (v. gr. Özdel et al., 2014), no ha de descartarse la posibilidad de que los resultados
obtenidos con estos instrumentos puedan estar contaminados por la influencia de los otros
constructos que registran. El rango de distorsiones individuales sobre las que existen datos,
instrumentos evalúan. Finalmente, aunque en esta revisión nos hemos referido genéricamente
a la “magnitud” de las distorsiones cognitivas, los instrumentos más usados miden el grado de
clínicos y experimentales (v. gr. Zettle & Hayes, 1986). A la fecha, el único instrumento que
frecuencia y credibilidad es el CD-Quest (De Oliveira et al., 2015). La estructura del CD-
Quest parece ser monofactorial (Kaplan et al., 2017), pero esto no es garantía de que las
las presentes limitaciones pueden ser superadas realizando investigaciones empíricas con
Una tercera limitación de este estudio radica en que presentamos la literatura colapsando en
76
largo de muchos estudios empíricos diferentes es uno de los objetivos de las revisiones
Leary, 1997). No obstante, somos conscientes de que trabajar a este nivel de abstracción
puede llevar a ignorar variables de importancia. Entre las muchas posibles, las principales
diferencias entre poblaciones que observamos, y que creemos que ameritan estudio adicional,
cualitativa, no exhaustiva, de varios reportes (Cannon & Weems, 2010, McGrath & Repetti,
2002; Weems et al., 2001; cf. Cole et al., 1998; Mazur, Wolchik, Virdin, Sandler & West
1999) parece sugerir que la asociación transversal y longitudinal entre distorsiones cognitivas
asimismo, los niños de menos edad presentar niveles elevados de distorsiones cognitivas sin
revisión de estudios experimentales, sugiere que a los 11 años los humanos serían capaces de
fenómeno que, a nuestro ver, podría estar involucrado en este aparente incremento en la
más que una conjetura. La edad (o nivel de desarrollo), entre otras variables en las que no
investigación empírica adicional. Dados ciertos antecedentes (v. gr. Nolen-Hoeksema, 2001)
consideramos que la variable sexo también podría ser importante, aunque no detectamos en
Limitaciones del abordaje conductista. Por último, otra limitación de este estudio
radica en el marco interpretativo utilizado para discutir los resultados. En esta memoria,
entendiendo las distorsiones cognitivas como instancias de conducta verbal (Zettle & Hayes,
1982, cf. Meichenbaum, 1979). Sin embargo, existen también, entre otras (v. gr. Beck et. al.,
1979/1983, p. 22; Layden, Newman, Freeman & Morse, 1993, citado en Rosenfield, 2004, p.
32), conceptualizaciones evolucionistas sobre las distorsiones cognitivas, que las entienden
necesariamente incompatible con el del análisis de conducta (Harrington et al., 2001; Skinner,
1981, 1984), pero sus posibles implicaciones no han sido abordadas en esta monografía. A
uno de los informes revisados en esta memoria (Conway et al., 2015) sugiere que cierto
puntuaciones del DAS (Weismann & Beck, 1978) capacidad predictiva independiente.
Incorporar a futuro las perspectivas evolucionistas (v. gr. Gilbert, 1998) en mayor
profundidad al estudio de las distorsiones cognitivas podría ser recomendable, además, dada
Recomendaciones
Aún con las mencionadas limitaciones, la presente revisión sugiere varias avenidas de
que ameritan mayor atención las distorsiones cognitivas en los trastornos del espectro bipolar,
por consumo de sustancias, y de la personalidad, que han sido poco estudiadas, y la relación
en los sindromes depresivos y de ansiedad, creemos que destaca por su posible relevancia
teórica. Aunque ya existen algunos datos preliminares (v. gr. Viana, 2011), podría resultar
distorsiones específicas, en línea con Batmaz y cols. (2015, p. 6), consideramos recomendable
trastorno de pánico, parecería sugerir un vínculo mayor entre esta distorsión y los trastornos
del distrés [distress disorders] que del miedo [fear disorders] (Mennin & Fresco, 2015, p. 81).
(Fried, 2015; Fried & Nesse, 2015), creemos que podría ser deseable profundizar en el estudio
respecto de las situaciones estímulo que las evocan ofrecen posibilidades interesantes para la
investigación, dada la eventual utilidad de los resultados como heurístico para orientar la
conceptualización de caso, el diagnóstico diferencial (v. gr. Fulford et al., 2015; Moss-Morris
& Petrie, 1997; van den Heuwel et al., 2012), y el desarrollo de intervenciones de tipo
ser recomendable de investigar en detalle. Dado que en al menos un estudio (Mazur et al.,
Roche y cols. (2016), entendemos que estudios longitudinales y análisis sobre procesos
dinámicos en el tiempo, que incluyan las distorsiones cognitivas como variable, podrían
resultar valiosos, en particular, dados antecedentes que sugieren que las variables cognitivas
cadenas de sucesos y comportamientos (Linehan, 1993) que conforman lo que se entiende por
patología de la personalidad, incluyendo las distorsiones cognitivas, podría ser útil para cerrar
progresivamente la brecha entre los factores cognitivos estructurales (v. gr. Beck et al., 2001),
entendemos que sería recomendable investigarla en relación con otras emociones, y en otros
trastornos además de los ya estudiados. Existen antecedentes que sugieren, por ejemplo,
Goldstein, Hewitt & Wekerle, 2012; p. 49-50) o el orgullo (Carver & Johnson, 2010) en
en algunos cuadros los sucesos que elicitan estas u otras emociones tengan también una
conducta (Schlinger & Blakely, 1994, p. 51), conceptualizar los sucesos con impacto
emocional como operaciones motivadoras (Lewon & Hayes, 2014) y las cogniciones
distorsionadas como conductas (Hayes et al., 1989) puede abrir caminos prometedores de
antecedentes de esto desde otra teoría, ver v. gr. Barrett, Rapee, Dadds & Ryan, 1996; Dadds,
relevantes, cabe señalar que ésta recién en la última década está siendo estudiada en detalle,
respuestas emocionales (David & Szentagotai, 2006). Un estudio reciente sugiere que el
de Beck, estaría mediado por las creencias evaluativas, en las que se enfoca el modelo de Ellis
(Visla, grosse Holtforth & David, 2015; cf. David, Schnur & Belloiu, 2002). A la hora de
comportamentales (v. gr. Amd et al., 2013; Avellaneda & Menéndez, 2016) podrían llegar a
esta área (v. gr. Szentagotai et al., 2005), dada la aparente implicación de estos fenómenos en
afrontamiento disfuncionales (v. gr. Blake et al., 2011), existen reportes que sugieren que, en
estadísticas aditivas e independientes a la severidad sintomática (v. gr. Burns et al., 1987),
dado lo cual entendemos que la relación entre distorsiones cognitivas y afrontamiento amerita
investigación adicional.
estados patológicos (Beck, 1970, Beck et al., 1979/1983), y del rol de las distorsiones
cognitivas como mantenedoras de algunos sindromes clínicos, a nuestro ver, no son menores.
(Meichenbaum, 1979, p. 202; Mallott, 1989; Chertok, 2006, p. 18)-, y de que la regulación
verbal del comportamiento -con sus características, como la aparente insensibilidad a las
depende de un tercer conjunto de variables que determina esta relación entre pensamiento y
acción (Hayes et al., 1989), apunta a que sería necesario y útil incorporar este tercer conjunto
entre constructos clave de abordajes cognitivos, racional-emotivos, y de “tercera ola” (v. gr.
82
Cristea, Montgomery, Szamoskosi & David, 2013). Dados los resultados de la presente
cambio de creencias. Esto último, especialmente, dado que al momento son muy pocas las
investigaciones que han evaluado el hipotético rol mantenedor de creencias que tendrían las
Por otra parte, la posibilidad de que las distorsiones cognitivas varíen en función de
resulta, como mínimo, interesante, por su cercanía con fenómenos habitualmente estudiados
desde un marco psicodinámico (Zettle & Hayes, 1982, p. 91). Entendemos que es necesario
intentar replicar los estudios que parecen sugerir esta variedad de control consecuencial
(Burns et al., 2015; van der Velden et al, 2010; etc.), y/o diseñar experimentos que permitan
variaciones en los niveles de distorsiones cognitivas, y el distinto grado de efecto que estas
intervenciones mostrarían sobre otras conductas clínicamente relevantes, en línea con Froján
y cols. (2006), creemos posible que la eficacia de las técnicas de modificación cognitiva se
subyacentes a las mismas. A estos fines, se hace necesaria la contrastación empírica de las
medios técnicos para llevar a cabo investigación experimental y observacional (Drapeau &
Perry, 2010; Eckhardt & Cassinove, 1998; Froján & Calero, 2011; Hayes White & Bissett,
1998).
83
Reflexiones Finales
Varias de las hipótesis propuestas por Beck (1963) sobre estas alteraciones
‘paralógicas, estilísticas y semánticas’ del discurso privado parecen tener evidencia a su favor,
aunque en diverso grado, y el análisis experimental de la conducta parece capaz de arrojar luz
sobre algunas de ellas, ofreciendo nuevas posibilidades para la investigación. Dados estudios
recientes que parecen sugerir una especial relevancia de la intervención clínica a nivel de este
constructo (v. gr. Hawley et al., 2016; Pössel, 2017; Pössel & Winkeljohn-Black, 2014), un
verbal, sino que también incluye imágenes. Investigar en mayor profundidad las cogniciones
pictóricas (Beck, 1970), no abordadas en esta memoria, podría ofrecer información valiosa
adicional, de utilidad para la clínica, dado que, entre otras cosas, las cogniciones pictóricas
parecerían estar más conectadas con la emoción que las verbales (Borkovek, Ray & Stöber,
1998, p. 536).
integridad científica del campo (v. gr. Buschmann, 2016; David & Szentagotai, 2006; Hyland
& Boduszek, 2012, p. 112). A estos fines, el análisis de conducta parece ofrecer una
productividad heurística (Hernández et al., 2006, p. 84) para el estudio de procesos de cambio
(v. gr. Froján et al., 2006), uno de los focos actuales de investigación y debate (Froján, 2011;
cognición como un comportamiento privado (Chertok, 2006; Hayes et al., 1989, etc.) resulta
seleccionista (Catania, 2013; Skinner, 1981; 1984), de abordajes conductuales (v. gr. Hayes et
al., 1989) y evolucionistas (v. gr. Gilbert, 1998) sobre la cognición humana podría llegar
et al., 2013), en el contexto de la psicología entendida como una ciencia natural (Catania,
2013).
85
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Apéndice
problemáticas serían, al menos en parte, producto del aprendizaje (Ellis, 1962/1980, pp. 22-
26, p. 158; Weissman & Beck, 1978, p. 6, etc.), supuesto que ha recibido cierto respaldo
inferencial (Alloy, Abramson, Tashman et al., 2001; Crossfield, Alloy, Gibb & Abramson,
2002; Dweck, Davidson, Nelson, & Enna, 1978; Garber & Flynn, 2001; Metz, 2013; Mezulis,
Funasaki & Hyde, 2011; Mezulis Hyde & Abramson, 2006; Turk & Bry, 1992) y la tríada
cognitiva (Egger, 2011; Funk, 2012, Metz, 2013; Stark, Schmidt, & Joiner, 1996), hallazgos
que han dado pie a la formulación de nuevas modalidades de intervención terapéutica (v. gr.
Dobkin, Allen, Alloy, Menza, Gara & Panzarella, 2007; Dobkin, Panzarella, Fernández, Alloy
& Cascardi, 2004). No obstante, al igual que como ocurre con el cambio terapéutico (Froján
et al., 2006), los aprendizajes implicados en la etiología de los trastornos psicológicos no han,