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SUBSIDIO

OBISPO - JUEZ
En los procesos de nulidad matrimonial
El Motu proprio Mitis
Iudex Dominus
iesus(MIDI) que reforma
la legislación procesal
para las causas de
nulidad matrimonial, ha
destacado al Obispo
diocesano como juez
activo en su diócesis,
de ninguna manera en
sentido figurado, sino
como juez diligente y
afanoso.
Esto ha producido
sincero desconcierto
en muchos Obispos
que jamás habían
pensado, ni siquiera
como lejana
posibilidad, en ejercer
el oficio de juez;
además, se reconocen
desconocedores de las
normas procesales
propias del tribunal.
Se trata de una dimensión
real que el Obispo está
obligado en conciencia
a ejercer personalmente,
aunque no tenga mucho
conocimiento de la
legislación canónica.

Para actuar según el espíritu de MIDI es necesario tomar muy


en serio dos ejes clave: el de “pastor” y el de “cercanía”.
No se puede vivir la realidad
de pastor auténtico sin la
actitud de cercanía, como
tampoco se puede hacer vida
la realidad de la cercanía que
aquí se pretende sin la actitud
de pastor.
En los criterios que MIDI señala como
fundamentales, el criterio III expresa
que se ha pretendido “hacer evidente
que el mismo Obispo en su Iglesia,
de la que es constituido pastor y
cabeza, es por eso mismo juez entre
los fieles que se le han confiado”. Y
esto no es solamente un título sino que
“tienen el sagrado derecho y el deber
delante del Señor de juzgar a sus
propios súbditos”. Se trata de un
deber en conciencia.
Se ha de tener muy presente la situación del “enorme número
de fieles que, aunque deseando proveer a la propia
conciencia, con mucha frecuencia se desaniman ante las
estructuras jurídicas de la Iglesia, a causa de la distancia física
o moral; por tanto, la caridad y la misericordia exigen que la
Iglesia como madre se haga accesible a los hijos que se
consideran separados” (MIDI).
Lo que importa es que
este juez actúe siempre
teniendo como guía la
ley suprema de la
salvación de las almas
(can. 1752).
El juez que guarda esta ley es, precisamente, el pastor que, mirando al
final del camino, sabe juzgar cuáles son las ovejas perdidas, heridas o
enfermas y con ánimo decidido se dice a sí mismo: “buscaré a la oveja
perdida, traeré a la descarriada, vendaré a la herida, fortaleceré a la
enferma; a las gordas y fuertes las guardaré y apacentaré como es
debido” (Ez, 34, 16). Para ello sabe juzgar dónde están las verdes
praderas y llama a cada una por su nombre de modo que las ovejas
puedan reconocer en su voz la voz del Buen Pastor y le sigan.
Se trata de caminar y
ayudar a todos por el
camino de la justicia
de los justos. Por lo
tanto, si el Obispo es
pastor, el mismo
Obispo es juez.
Pero es necesario que el pastor se acerque y escuche para
que pueda ver las heridas, la enfermedad o la salud de cada
oveja y entonces pronunciar la voz del verdadero Pastor
cuya voz conocen las ovejas y le siguen.
Al acercarse podrá comprobar que es “enorme
número de fieles” que tienen necesidad de acceso
a las “estructuras jurídicas de la Iglesia”, los
tribunales, pero no pueden llegar o se desaniman
por las dificultades de diverso orden que
encuentran. Ya hay aquí un tema básico en el que
el Obispo tiene que actuar de Juez con toda la
dinámica del pastor. “Se espera por tanto que,
tanto en las grandes como en las pequeñas
diócesis, el Obispo mismo ofrezca un signo de la
conversión de las estructuras eclesiásticas”
(MIDI).
Al referirnos ahora al tema “tribunal” estamos
haciendo referencia a la forma que tiene la diócesis
para atender a las personas en situación de posible
nulidad matrimonial.
Al referirnos ahora al tema “tribunal”
estamos haciendo referencia a la forma
que tiene la diócesis para atender a las
personas en situación de posible nulidad
matrimonial.

En la práctica: ¿se está dando alguna


importancia al tema del tribunal?

En el orden de prioridades: ¿qué lugar


ocupa el tema del tribunal?.

Teniendo en cuenta el gran número de


fieles que sufre (con fuerte angustia de
conciencia): ¿se está dando al tema
del tribunal el lugar adecuado en el
orden de prioridades?
¿Tiene tribunal la diócesis?

Si tiene, ¿funciona?

Si funciona, ¿sus oficiales actúan con la


dinámica de funcionarios o con la de pastores?.
Si la diócesis no tiene tribunal, ¿tiene posibilidad
de crearlo?

Si tiene posibilidad, ¿por qué no existe?

Si no tiene posibilidad ¿se ha buscado algún


camino (las nuevas normas señalan algunos)
para que los fieles de la diócesis tengan
acceso real (no simplemente nominal) al
tribunal?

¿Se están dando pasos para crear la


posibilidad de tener tribunal?
El juicio que se ha de realizar para responder a estas preguntas
y otras similares es un juicio eminentemente pastoral,
teniendo como ley el Evangelio, la ley del amor. El juez no
puede ser otro distinto al Obispo. Dios es Amor y esta es la ley
en la que insiste Jesús y es con esa ley que seremos juzgados
todos, pastores y ovejas. El pastor tendrá que escuchar la
sentencia: “ven bendito…., porque estaba herido y me
vendaste, estaba solo y me acompañaste, estaba descarriado y
me buscaste” o, por el contrario, “vete maldito…, porque estaba
herido y no me vendaste, estaba solo y no me acompañaste,
estaba descarriado y no me buscaste”…
Ahora para la vital
conexión del
Obispo con el
Tribunal se ha de
tener muy
presente la figura
del Vicario
judicial.
El vicario judicial no es la
autoridad máxima del tribunal,
es el colaborador del Obispo
para el cumplimiento de las
normas del proceso en el
tribunal junto con las normas
pastorales que haya establecido
el Obispo. Así la autoridad
máxima del Tribunal es el
Obispo. El Vicario judicial ha de
preocuparse no sólo de la
observancia de las normas
procesales en el tribunal sino
también del cumplimiento de las
otras normas pastorales
señaladas por el Obispo para el
auténtico servicio a las personas
con espíritu evangélico.
Con ese espíritu de colaboración con el Obispo-Juez debe
asumir el seguimiento del proceso de vinculación del
tribunal y la parroquia.
El Obispo ha de poner gran cuidado en la
búsqueda de las personas que tengan
que desempeñar los oficios del Tribunal.
No basta que conozcan cánones, es
necesario que sean personas con
verdadera sensibilidad humana y
compromiso evangélico. Esto ya debe
tenerse presente cuando haya que enviar
personas para formarse en derecho
canónico.
A medida que se vaya
avanzando por el camino
planteado hablaremos de
los nuevos aspectos o
temas que vayan
surgiendo.
+Juan Luis Ysern

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