Вы находитесь на странице: 1из 39

SUPERCONTINENTES.

LA RECONSTRUCCIÓN DE
GEOGRAFÍAS PERDIDAS
Luis Vicente García Merino

El tema al que aquí consideramos excede con mucho el alcance de


las referencias habituales. Cuando tenemos dificultades para ir más
allá del Neolítico o para imaginar un futuro de más de 50 o 100 años,
resulta sorprendente que nos ocupemos en descubrir cómo era este
planeta hace 2.000 millones de años, o cómo será dentro de 200 mi-
llones. Ninguna planta o animal entre los que sabemos han existido en
el planeta pudo conocer aquella realidad, ni tampoco ninguna especie
de las actuales sobrevivirá 200 Ma para que alguno de sus individuos
pueda ver ese futuro. Entonces ¿Por qué nos preocupamos por esos
detalles que desbordan tan ampliamente la escala temporal en la que
suele encuadrarse la mente humana; más aún cuando lograr una res-
puesta es extremadamente complicado y requiere un notable esfuer-
zo? Por curiosidad, por el afán de saber. Por la misma curiosidad que
nos lleva a buscar planetas habitables cuando sabemos que probable-
mente nunca podremos alcanzarlos. Porque el afán de conocer situa-
ciones y realidades que sólo con la mente podemos alcanzar, no es un
mero un placer intelectual, sino la mejor expresión de eso que algunos
han dado en llamar la «noosfera». El productivismo que caracteriza el
momento presente está más cerca de lo puramente material, que del
espíritu. El espíritu, la expresión inmaterial de la mente humana, capaz
de construir mundos con la imaginación, mundos a veces fantásticos,
pero también mundos que han sido reales, o pueden serlo, asentados
en la investigación y el conocimiento de los fundamentos de aquella
realidad. Ese espíritu, decía, es lo que se reclama como esencia de la
humanidad. Claro que decir esto en momentos en que el capitalismo
triunfante, y despiadado, se impone por todas partes e intenta gober-
nar todas la mentes, puede resultar aun más sorprendente que preo-
cuparse por los supercontinentes.

LVGMerino 1 Supercontinentes
La segunda mitad del siglo XX ha co-
nocido un impresionante avance cien-
tífico en el conocimiento de nuestro
planeta y de alguno de los vecinos. Ha
sido una autentica revolución científica
que ha removido y renovado todos los
paradigmas de ciencias como la Geo-
logía o la Geofísica. Apenas hace dos-
cientos años, muchas personas cultas
estaban convencidas de que la edad
del planeta no era diferente de los cua-
tro o cinco mil años que se atribuían
a la Creación. Con criterios científicos,
en 1892, Lord Kelvin calculó la edad
de la Tierra en 100 Millones de años.
En 1927 Arthur Holmes la estableció
entre 1.600 y 3.000 millones de años,
y, por fin, en 1956 Patterson, a partir de la duración de media vida de
determinados elementos como el uranio o el plomo, establece la edad
de la Tierra en 4.550 Ma que, con ligeras variaciones, es la edad gene-
ralmente admitida. Desde entonces, gracias a la datación isotópica ha
sido posible establecer edades, relativamente precisas, para los princi-
pales sucesos y periodos de la evolución del Planeta.
A fines del XVI Orthelius ya había observado el encaje de las costas
de Brasil en las del Golfo de Guinea; en 1858 Snider unía cartográfica-
mente las costas de ambos lados del Atlántico y sugería la posibilidad
de una agrupación de continentes que se habrían separado, aunque
no aportaba ningún mecanismo explicativo. Acabando el XIX, en 1889
Roberto Mantovani sugirió la deriva de los continentes movidos por el
vulcanismo y la expansión termal. Taylor en 1910 insistía en la idea y la
relacionaba con los cinturones de montañas. Sin embargo fue Wegener
en 1912 y 1920 quien propuso la teoría de la deriva continental sugirien-
do la existencia de una agrupación de continentes a la que denominó
Pangea, opuesta a un mar que, siguiendo el mismo criterio clásico, re-
cibió el nombre de Panthalassa. Pangea se habría fragmentado a causa
de desplazamientos sobre un manto fluido debidos a una combinación
de efectos de marea y deriva polar, aunque en 1929 Wegener incluyó
como factor principal las corrientes convectivas del manto. En los años
siguientes se añadieron más retoques a la idea: Holmes (1926) aportó
Supercontinentes 2 LVGMerino
precisiones sobre
las corrientes con-
vectivas como me-
canismo impulsor
y Du Toit (1937)
añadió detalles
sobre Laurentia
y Gondwana. Sin
embargo, todavía
en los años sesen-
ta, geólogos pres-
tigiosos, anclados
en el «fijismo» que
había sido considerado la postura seria durante el siglo XIX y prime-
ros años del XX, consideraban absurda y poco convincente la idea. La
exploración de los fondos oceánicos permitió rehabilitar a Wegener y
desarrollar una nueva teoría, la Tectónica de placas. Aunque en buena
parte de la bibliografía se atribuye a John Tuzo Wilson, en realidad es
el resultado de toda una serie de aportaciones realizadas durante los
años cincuenta y primeros sesenta definidas y puestas en valor por Wi-
lson (1963-1965), Blacket, Bullard y Runcorn (1965), Le Pichon (1968)
y otros.
No se trata solamente de una teoría; desarrollada y ampliada a lo
largo de la segunda mitad del siglo XX, se ha convertido en un paradig-
ma de base para la Geología, la Geofísica, la Sismología, la Tectónica
y otras ciencias de la Tierra, puesto que con ella pueden explicarse los
fenómenos fundamentales estudiados por ellas. Con este fundamen-
to, con las herramientas puestas a punto por la física, la informática
y otras ciencias, la dedicación de una multitud de investigadores en
universidades y centros de investigación de todo el mundo, se ha con-
seguido un avance espectacular en el conocimiento de nuestro planeta,
descubriendo detalles y fenómenos inimaginables apenas hace 60 o
70 años. Más aún cuando los rasgos generales de estos conocimientos
están al alcance de todas las personas con mediana cultura y forman
parte del acervo cultural de la sociedad.
Como suele suceder siempre que las ciencias progresan, con los
nuevos descubrimientos surgen nuevas inquietudes. Hemos pasado de
una concepción estática del mundo a un mundo tan cambiante que de-

LVGMerino 3 Supercontinentes
jaría asombrado a Heráclito con su panta rei. Nada es duradero en la
escala del tiempo geológico, ni siquiera la faz del planeta ha permane-
cido estable. Con la continua mudanza ha ido penetrando las ciencias
de la Tierra un cierto grado de catastrofismo que tuvo su puesta de
largo con la demostración del impacto finicretácico, hace 65 Millones
de años, realizada por Walter Alvárez et al. en 1980.
Con asombrosa rapidez se ha ido desvelando la evolución de la Tierra
y llevando la investigación hasta los tiempos más remotos. Conocemos
cada vez mejor nuestro planeta y estamos empezando a conocer con
cierto detalle los planetas vecinos. Al paso de estos conocimientos han
ido surgiendo observaciones que estimulan la búsqueda de respuestas.
Así, sabemos que nuestro planeta resulta excepcional con respecto a
sus vecinos y no solamente por la presencia de la vida o la singularidad
de su atmósfera. Por ejemplo, en el estado actual de los conocimien-
tos, se sabe que la corteza terrestre es excepcional por la presencia de
granitos, ausentes en otros planetas del Sistema Solar (Hawkeswor-
th,C.J & Kemp,A.I:S. 2006). Tales rocas son un producto de la Tectóni-
ca de placas pues resultan de la fusión de materiales solidificados, con
mezcla de agua y sedimentos, que han sido intruidos como plutones en
la corteza suprayacente. ¿Es la Tectónica de placas un fenómeno exclu-
sivo de nuestro planeta? Al parecer se debe a que la Tierra mantiene
un interior caliente, mientras el resto de los planetas se enfriaron mu-
cho antes. En el caso de la Luna o Mercurio no se discute, en Marte se
argumenta con el tamaño y también con la posibilidad de una corteza
demasiado gruesa para ser afectada por fenómenos asociados al calor
interno, aunque esto plantea a su vez muchas preguntas. El grosor de
la corteza se aplica también a Venus donde no cabe recurrir al tamaño,
prácticamente igual que el de la Tierra. La singularidad más evidente
desde un punto de vista astronómico es la presencia de un satélite de
tal tamaño que podría decirse que Tierra y Luna son un planeta doble.
¿Es la presencia de la Luna y las mareas lunares lo que ha ayudado a
la Tierra a no perder su calor y a tener una tectónica singular? Aunque,
en buena lógica, el fenómeno debía haberse sentido aun más intensa-
mente en la Luna. Recordemos que Wegener y algunos otros autores
(Bostron, 1971) o (Moore, 1973) recurrieron a la atracción lunar como
mecanismo explicativo de la tectónica de placas: la Luna «tiraría» de
las placas hacia el Oeste, lo que explicaría el desplazamiento de las
placas americanas, pero malamente el de Europa y África. No obstan-
te, esa idea ha resurgido en los últimos años, (Scopolla et al., 2006).
Supercontinentes 4 LVGMerino
La teoría de la Tectónica de Placas demostró enseguida su ajuste a
la realidad no solamente por la demostración empírica de sus postu-
lados (con excepción del mecanismo que impulsa el movimiento de
las placas, según se acaba de apuntar, aunque hay algunas soluciones
aceptadas por la mayoría: las plumas del manto y el arrastre por efec-
to combinado de gravedad y densidad en las zonas de subducción, en
combinación con las dorsales oceánicas), sino sobre todo por su capa-
cidad para explicar la mayoría de los fenómenos tectónicos y estructu-
rales de la corteza, además de permitir reconstruir la evolución de la
placas en el pasado con ayuda de algunas técnicas complementarias.
Con la teoría surgieron muy pronto dos cuestiones estrechamente
relacionadas y aún no completamente resueltas sobre las que se viene
trabajando intensamente desde los años noventa: 1) cómo y cuando
se ha formado la corteza continental y 2) si la agrupación de todos los
bloques de corteza continental en un solo conjunto ha sucedido más
veces en la historia del planeta y desde cuando. La segunda pregunta
había tenido una respuesta inicial con la reconstrucción de Pangea y
su ubicación temporal entre 300 y 250 Millones de años, desde el final
del Carbonífero al Triásico. La posibilidad de agrupaciones anteriores a
Pangea se sugirió muy pronto, en 1970, por Valentine & Moores que
sugirieron una agrupación de continentes antes del Cámbrico a la que
dieron el nombre de Pangea I, indicando que su fragmentación había
proporcionado plataformas continentales como medio para la diversi-
ficación de formas de vida. Bastantes años después, en 1990, McMe-
namin & McMenamin dieron a esa agrupación continental el nombre
de Rodinia derivado de una palabra rusa rodit que significa engendrar,
porque se le suponía el origen de los bloques continentales y el lugar
donde se engendró la explosión de la vida que caracteriza el Fanerozoi-
co. Durante los primeros noventa se abrió decididamente ese ámbito
de investigación con los trabajos de Moores, Dalziel, y Hoffman (todos
en el 1991) que publicaron las primeras configuraciones de Rodina (Li
et al. 2008).
En esos años se generalizó el término «supercontinente» aún sin
definir. Desde mediados de los noventa, el interés por las agrupacio-
nes continentales que precedieron a Pangea se aceleró, alcanzando
su máxima intensidad en los primeros dosmil. El libro Continents and
Supercontinents publicado en 2004 por Rogers & Santosh, ofrece la
primera síntesis del estado de la cuestión para uso general. Desde en-

LVGMerino 5 Supercontinentes
Distribución por edades de los circones detríticos. Aunque la base de datos no incluye todas las áreas
posibles del planeta y aunque parte de las primeras manifestaciones de corteza han desaparecido por sub-
ducción o erosión (por eso se recogen los zircones en las desembocaduras de los ríos, de modo que entre
los sedimentos puedan aparecer restos de formaciones desaparecidas), el gráfico pone en evidencia los mo-
mentos en que se ha creado corteza por medio de pulsaciones orogénicas. Destacan: un momento en torno
a 1.800 Ma, otro hacia 1.000, 1.100 Ma, a 500 Ma y el último hacia 300 Ma, que corresponde a Pangea.
Puede deducirse que podría haber, al menos, 4 grandes agrupaciones continentales del tipo de Pangea. An-
tes de esa fecha hay cantidades más modestas que pueden ser debidas a la falta de testigos por desaparición
de corteza, pero destaca un momento hacia 2700 Ma que podría corresponder con las orogénesis asociadas
a la creación del primer supercontinente todavía indefinido y con varias denominaciones. Reproducido de
J. G. Meert (2012)

tonces los esfuerzos se han centrado en definir Rodinia (Li et al, 2008;)
Nuna o Columbia (Evans, et al 2001, Meert, 2012), todavía muy indefi-
nida, o sobre el más inconcreto aún Vaalbara o Ur (De Kock, Evans et al
2009). Bradley (2011) sintetiza el modelo de evolución de estas agru-
paciones y comenta los proxies y criterios seguidos para reconstruirlos.
Todo es nuevo y está aun en proceso de estudio, pero es un tema que
suscita gran interés entre los especialistas. Tanto que hay varias revis-
tas dedicadas al extenso periodo en que tenían lugar estas agrupacio-
nes y disoluciones de continentes (Precambrian Research, Gondwana
Resarch), además de la atención que le prestan muchas otras revistas.
Los zircones son cristales que se forman al solidificarse las rocas
de las corteza, fundamentalmente las rocas félsicas, del tipo de los
granitos, que tienen las particularidad de no cambiar, conservando la
memoria del momento de su cristalización aunque la roca de la que
Supercontinentes 6 LVGMerino
formaban parte hay sido destruida y los cristales incorporados a de-
pósitos sedimentarios, soportando incluso algún proceso metamórfico.
Esta particularidad ha servido para intentar fechar rocas desaparecidas
a través de sus restos incluidos en otras rocas o recogidos entre los
materiales transportados por los ríos hasta su desembocadura (zirco-
nes detríticos). Pues bien, la fecha más antigua registrada a través de
los zircones hallados en Australia Occidental, es de 4.400 Ma, apenas
150 Ma desde la formación de la Tierra (Roger & Santosh, 2004, que se
refieren a Wilde et al, 2001). Cómo las rocas asociadas a los zircones
son las rocas características de la corteza continental, la distribución
por edades de los zircones detríticos recogidos debe mostrar el proce-
so de construcción de corteza continental a lo largo de la evolución del
planeta. Además, como en las fases orogénicas se producen importan-
tes intrusiones de material de tipo granítico los momentos de mayor
abundancia de zircones deben corresponder a periodos de notoria acti-
vidad tectónica debida a colisiones entre bloques continentales que se
agrupan para formar un supercontinente.

La distribución por edades de los zircones, muy reducida para los


primeros 1.500 Ma por desaparición de la mayoría de las restos de la
corteza formada entonces, muestra que desde hace 3.000 Ma destacan
en la gráfica cinco culminaciones (si se individualiza el desdoblamiento
de la más reciente), donde se concentra una mayor cantidad de mues-
tras. Tales culminaciones deben corresponder a grandes momentos de
orogénesis. Desde muy pronto esos momentos de formación de corte-
za se asociaron con la agrupación de continentes y hoy está general-
mente admitido que hay tres supercontinentes, aunque el último Pan-
gea está precedido por una gran agrupación continental, Gondwana,
con todos los bloques del hemisferio Sur, además de otro posible entre
2.500 y 3.000 Ma. Así, desde los años noventa, y especialmente en la
última década, los especialistas se han esforzado en la reconstrucción
de esas agrupaciones continentales, suponiendo que, a medida que
se retrocede en el tiempo, la cantidad de corteza continental debe ser
menor porque en gran medida ha sido destruida. Para algunos, la ex-
tensión de la corteza continental y, por tanto, el tamaño de los super-
continentes, ha crecido con el tiempo, mientras que otros piensan que
el volumen de la corteza continental se ha mantenido estable desde
el Arcaico (Hawkesworth & Kemp, 2006). Igualmente se ha supuesto
que la dinámica térmica del planeta ha ido disminuyendo con el tiem-

LVGMerino 7 Supercontinentes
po, siendo más efectiva en el movimiento de las placas en el pasado,
mientras que, probablemente, la próxima agrupación continental sera
la última por el mayor volumen de corteza y el enfriamiento del planeta
(Roger & Santosh, 2004).

La expresión «supercontinente» está reconocida en la literatura desde


los setenta (Piper 1975, 1976), aunque entonces, formando el térmi-
no, se menciona como super-continente. Adquiere carta de naturaleza
en los 90 a partir de los trabajos de McMenamin & McMenamin (1990),
Dalziel (1991) y Hoffmann (1991), entre otros, sobre un superconti-
nente de edad Neoproterozoica, al que los primeros llamaron Rodina.
Reconocido Pangea como la agrupación de todos los continentes del
planeta hace 250 Ma, quedó convertido en un nombre propio, de modo
que un primer intento de denominar a las agrupaciones anteriores fue
seguir aplicando el significado griego del término precedido de prefi-
jos temporales para denotar antecedencia, por ejemplo, paleopangea,
protopangea..., términos que se siguen usando en algunas escuelas de
Europa Oriental, pero también Monogea (2,5 Ga), Megagea (1,8 Ga),
Mesogea (1,7 Ga) y Pangea (Sorokhtin et.al 2011). En Occidente, a
causa de la mayor difusión de los trabajos en inglés, ha prevalecido el
término supercontinente. El problema es que en la literatura científica
supercontinente tiene al menos dos acepciones: a) la de «pangea»,
es decir la agrupación de toda la tierra emergida en un bloque, y b)
la agrupación de dos o más cratones en una gran masa continental,
como Gondwana o como pudiera ser el caso de la actual agrupación de
las masas continentales de Europa, África y Asía en un conjunto que
incluso enlaza con Norteamérica a través del extremo Nororiental de
Siberia; conjunto al que podríamos llamar Eufrasia o, de forma menos
eutrapélica, Eurafrasia, incluso Eurasia, haciendo omisión de África,
como en Laurasia se hace omisión de Báltica. Y es que, probablemente,
el paso previo a la agregación de todos los bloques continentales en
uno solo es la formación de una gran masa como lo fue Laurentia para
Rodina, Gondwana para Pangea o es Eurafrasia para la formación de
Amasia, que es el nombre que se ha dando al próximo Supercontinente
(Hoffman, primero en usar este nombre, en 1992), aunque también
se le ha llamado con otras denominaciones: Novopangea (Livermore),
Pangea Última (Scotese), Pangea próxima (Nield, 2008 para la cita de
todos). La situación actual, con la gran masa continental de Europa+A-
sia+África, frente a las dos placas americanas dispuestas de Norte a

Supercontinentes 8 LVGMerino
Sur, Australia, aproximándose a Asia, y la Antártida aislada, no es muy
diferente de lo que había 100 o 150 Ma antes del ensamblaje de Pan-
gea, con Gondwana y Laurentia unido a Báltica, además de algunas
piezas sueltas como Siberia o los cratones de China.

Desde comienzos de este siglo, los especialistas están tratando de


definir el sentido del término supercontinente, que debía limitarse a la
agrupación de todas las masas continentales del planeta. Así Hoffman
(1999) propone que se trata de una agrupación de casi todos los con-
tinentes; Roger y Santosh (2004) proponen que los supercontinentes
son ensamblajes que contienen todos, o casi todos, los bloques conti-
nentales de la Tierra. Bradley (2011) define el supercontinente como
una agrupación de continentes anteriormente dispersos y le exige una
concreción numérica que para Meer (2012) debe ser superior al 75 %
de la corteza conservada. Para la otra acepción se ha propuesto el ter-
mino supercraton (Blecker 2003). No obstante, las precisiones y mati-
ces sobre los criterios para definir el supercontinente continúan, mien-
tras se encuentra todavía con frecuencia el término aplicado a grupos
continentales relativamente grandes pero lejos de representar toda o
casi toda la corteza continental conservada, como Nena (Norteamérica
más Europa), Atlántica (África Occidental y cratones brasileños) o los
continentes arcaicos como Ur.

¿Cómo se reconstruyen los continentes del pasado? No es fácil, por-


que su posición, su forma y las relaciones entre ellos han cambiado
considerablemente con el tiempo. Afortunadamente se dispone de al-
gunos instrumentos que, adecuadamente combinados, y con mucha
paciencia e imaginación, hacen posible una reconstrucción que ofrece
varias alternativas pues hay ajustes que presentan varias soluciones
posibles, así pues las discusiones son frecuentes incluso en el caso de
Pangea que es el mejor conocido. Por otra parte, como no se dispone
de testigos de suelo oceánico de mas de 250 Ma lo relativo a los océa-
nos debe suponerse a partir de los restos que dejan en los continentes.

La primera herramienta es el recuerdo magnético de las rocas que


conservan memoria de la orientación del polo magnético en el momen-
to de su cristalización. Partiendo de que el eje magnético del planeta es
semejante al actual y no ha cambiado de posición, es posible situar las
indicaciones paleo-magnéticas en latitud, pero no en longitud. Sin em-
bargo, como el polo magnético cambia de Norte a Sur, la orientación

LVGMerino 9 Supercontinentes
Utilización de la distribución por edades de diferentes variables para establecer la permanencia de
los supercontinentes. A/ Permanencias establecidas en publicaciones. Se cita el autor y fecha. B/ Distri-
bución por edades de variables que sirven de base para la ubicación temporal de los supercontinentes. Per-
manencias propuestas por Bradley . Reproducido de BRADLEY, Dwigh C.: Secular trends in the geologic
record and the supercontinent cycle. In Earth Science Review vol 108 issues 1-2 Sept 2011 pp. 16-33

Supercontinentes 10 LVGMerino
recordada en las rocas puede corresponder al hemisferio Norte o al Sur,
lo que hace posible dos configuraciones con respecto al Este u Oeste.
Siguiendo el desplazamiento de los polos magnéticos registrados a lo
largo del tiempo (deriva polar aparente, APW, en siglas inglesas) se
pueden deducir los movimientos del cratón al que pertenece la roca
examinada. Se dispone de bases de datos con los polos paleomagnéti-
cos de diferentes momentos para una gran parte de los cratones.
En segundo lugar, la existencia de estructuras o formaciones rocosas
características: cabalgamientos, cadenas de montañas, fallas, enjam-
bres de diques basálticos o cuencas sedimentarias que enlazan desde
un continente a otro, es una evidencia de su continuidad en el pasado.
La aparición de estas continuaciones en bloques separados permite
unirlos en un ajuste que debe coordinarse con otros ajustes y combi-
naciones.
Los orógenos, son las áreas donde se generan las cadenas de mon-
tañas y se añaden rocas a la corteza a través de la intrusión de mate-
riales del manto mezclados con corteza preexistente, agua y sedimen-
tos, originando materiales graníticos y metamorfismo. Sabemos que
responden al encuentro de continentes y/o a zonas de subducción, de
manera que cuando elementos de un orógeno aparecen en dos conti-
nentes es posible reconstruir bordes de placas o uniones entre ellas;
por ejemplo, la alineación de las montañas del Este de Norteamérica
y las del Atlas en África. Pero también cuando un orógeno está en in-
terior del un continente actual podemos suponer que ese continente
está formado por dos o más bloques que se han unido. Por ejemplo,
los Urales resultan del ensamblaje de Siberia y Kazakhstan con la placa
Europea. Los granitos, cuando no queda otra cosa, son también testigo
de actividad orogénica y útiles en el proceso de reconstrucción de los
continentes del pasado. Los bordes de placas, bien sean activos o pasi-
vos, los arcos insulares y otros elementos característicos de la tectóni-
ca de placas, pueden servir para ubicar océanos, áreas de subducción
y bordes de continentes
A ello se suma toda una batería de análisis isotópicos que permiten
establecer fechas, orígenes y condiciones en que se han formado las
rocas, como los zircones que ya hemos comentado o las valoraciones
Sa/Nd, edades U-Pb, etc. Con ellas se pueden establecer los momentos
de formación y dispersión de las agrupaciones continentales.

LVGMerino 11 Supercontinentes
Entendiendo por Geografía la descripción de la configuración de la
superficie terrestre, bien sea mediante mapas o en descripción verbal,
podemos decir que esa configuración cambia constantemente, de ma-
nera que, durante los más de 3.000 Millones de años de evolución de
las placas tectónicas, ha habido muchas geografías posibles. No a la
escala humana del tiempo, pues las diferencias hasta 4 o 5 millones
de años son poco apreciables. Sin embargo, cada 30 o 40 millones de
años tendríamos que hacer un mapa nuevo porque la configuración
de océanos y continentes cambia ostensiblemente. Eso significa que,
haciendo un mapa cada 50 millones de años, necesitaríamos 50 o 60
mapas para describir aproximadamente las geografías que se han su-
cedido desde comienzos del Proterozoico, hace 2.500 millones de años,
hasta la actualidad. Pero solamente disponemos de una razonable su-
cesión de mapas de ese estilo desde el Neoproterozoico en adelante,
realizados, para los últimos 600 Ma, por Scotese (2000) con el proyec-
to Paleomap (www.Scotese.com). quien también ha proyectado su tra-
bajo hacia el futuro incluyendo mapas cada cincuenta millones de años
hasta la formación del próximo supercontinente al que llama Pangea
Última. Gracias a Li et al. (2007) podemos llegar hasta 1.100 Ma antes
del presente, aunque de modo más esquemático. Sucede, sin embargo
que no todas las configuraciones son coincidentes. Para la agrupación
de las piezas de un supercontinente suele haber varias soluciones, mas
cuanto más nos alejamos en el tiempo. Incluso para Pangea, el mejor
conocido, y más precisamente ajustado, hay detalles discutibles. Y es
que resulta sumamente complicado no sólo ubicar cada pieza en su
lugar, cuando no es posible averiguar su situación en longitud mas
allá de los 250 Ma y cuando para sus relaciones con otros continentes
hay diversas posibilidades; todo ello sin olvidar que los movimientos
y los ajustes de las piezas deben hacerse sobre una esfera. Resulta,
por tanto, asombroso que a pesar de todas esas dificultades haya sido
posible confirmar la existencia y hacer reconstrucciones razonables de
supercontinentes alejados hasta mas de 2.000 Millones de años en el
tiempo, gracias al ingente esfuerzo de una multitud de cabezas pen-
santes dedicadas a ello

La realidad es que mientras los grandes bloques se mueven para


agruparse, desde algunos de ellos se separan piezas, terrenos, que van
a colisionar con bloques vecinos, abriendo fondos oceánicos en unos
lugares mientras los cierran en otros e, inversamente, mientras unos

Supercontinentes 12 LVGMerino
Deriva Polar Aparente (APW) de los continentes agrupados en Nuna desde hace 1.740 Ma a 1.200
Ma. Los polos magnéticos relativos a los continentes figuran con su color. Las línea con el color de cada
continente indican la Deriva Polar Aparente. Durante el periodo 1740 -1267 Ma las derivas de los tres
continentes coinciden siguiendo el mismo recorrido, lo que evidencia su unión y actuación conjunta.
Antes y después de esa fecha siguen caminos diferentes. No hay datos de Siberia anteriores a 1.740 Ma
antes del presente. Reproducido de EVANS, D.A. & MITCHELL, R.N. (2011) Assembly and breakup of
the core of the Paleoproterozoic-Mesoproterozoic contienent Nuna. In Geology. May 2011 vol 39 num.
5 pp. 443-446.

continentes se alejan, otras piezas colisionan formando cadenas de


montañas. Estos pequeños bloques que los especialistas llaman terre-
nos o microcontinentes, son importantes para explicar la formación y
caracteres del sur de Europa y Suroeste de Asia, tanto en el Paleozoico,
mediante los movimientos de las placas Avalonia y Armórica o desde el
Jurásico al Eoceno con las placas Cimeria, Adriática o Ibérica. Europa,

LVGMerino 13 Supercontinentes
Meridional y Occidental, formada en su mayor parte por corteza juve-
nil, de menos de 650 Ma, ha sido insular durante casi toda su historia:
rosarios de islas que, durante el Paleozoico, se desplazaban hacia el
oeste entre los océanos Japeto y Reico, antecesores del Atlántico, y un
conjunto de islas y mares en el Tethys del Mesozoico.

La agrupación y fragmentación de los supercontinentes se supone


que sigue una pauta a la que se denomina «ciclo del Supercontinen-
te» (que conviene no confundir con el «ciclo de Wilson», referido a la
apertura y cierre de un océano) con una duración alrededor de 750
Ma, desde la máxima agrupación de un supercontinente a la máxima
agrupación del siguiente, de los cuales unos 500 Ma corresponderían
a la acreción y 250 a la dispersión (Roger & Santosh 2004), aunque la
duración del ciclo parece haberse acortado notablemente en los casos
más recientes . Es decir el ciclo incluiría la fragmentación de un su-
percontinente, el desplazamiento de los continentes resultantes y su
posterior agrupación para formar un nuevo supercontinente.

En ese proceso se discuten dos posibilidades la introversión y la ex-


troversión. (Murphy & Nance 2004) a los que Ross et al. (2012) aña-
den un tercero, la orthoversión. En el supuesto de la introversión, los
principales conjuntos de continentes se separan abriendo un océano
que, al cabo de un tiempo, cesa en su expansión y se cierra, colisionan-
do de nuevo las piezas que se habían separado para quedarse aproxi-
madamente en el lugar del supercontinente anterior. Es la solución que
propone Scotese para Pangea Última. La extroversión, al contrario,
supone que los principales conjuntos continentales continúan sepa-
rándose hasta dar la vuelta completa al planeta para situarse en el
hemisferio opuesto al de partida. Es la solución Amasia, donde la Costa
Occidental de Norteamérica acabará cerrando el Pacífico Norte para
colisionar con la costa oriental de Asía, a la que ya está unida, pues las
montañas de Verkhoiansk y Tchersky son el resultado del encuentro de
esas dos placas. Finalmente, la orthoversión, supone que el nuevo
supercontinente se ubicará en un círculo centrado a una longitud en
torno a 90º del circulo que contenía al precedente -ejes de los centros
perpendiculares-, dentro del contorno de subducción que le rodeaba
(Ross et al 2012). De ese modo Amasia, centrada sobre las Américas,
se situará en el Pacífico, aunque se formará cerrándose sobre el océano
Ártico, solución propuesta por Ross et al. (2012).

Supercontinentes 14 LVGMerino
Cada uno de los Supercontinentes se ha configurado en torno a una
pieza central. En el caso de Pangea ha sido África, en el caso de Rodinia
fue Laurasia y en el caso de Nuna, Siberia (Evans & Ross 2011) y para
Amasia será América, según Ross et al. (2012) o Siberia, en el caso de
extroversión. Quizás, lo que parece observarse es que hay un despla-
zamiento de las agrupaciones de continentes de polo a polo. Si obser-
vamos los movimientos desde Rodinia, y anteriormente, en especial los
que han seguido los continentes actuales, parece que la fragmentación
de un continente produce varias piezas continentales sueltas (Antárti-
da India, Australia, América del Norte y del Sur), que pueden colisionar
con otras piezas (India) o mantenerse aisladas durante largo tiempo
(Antártida), un buen numero de piezas pequeñas (terrenos y micro-
placas citados) y un gran conjunto, más o menos afectado por rifts
(África. Europa, Asía). Algo semejante observamos cuando estudiamos
las situaciones previas a la formación de Pangea, con un gran conjunto
continental, Gondwana, desplazándose hacia el Polo Sur, con Lauren-
tia, Báltica, Siberia y otras piezas en diferentes latitudes, colisionando
entre ellas, además de pequeñas piezas moviéndose para cerrar par-
cialmente un océano (Avalonia, Armórica). En el desplazamiento entre
el Polo Norte y el Polo Sur, o a la inversa, un supercontinente queda
centrado en el Ecuador, pudiendo alcanzar ambos polos con sus ex-
tremos. Es el caso de Pangea y, posiblemente el de Rodinia. Amasia,
cuando se forme, de un modo u otro, sera un continente polar, en el
Polo opuesto a Pannotia (Gondwanaland), como quizá lo estuvo Nuna
anteriormente.

LVGMerino 15 Supercontinentes
¿Cuántas veces han tenido lugar estos desplazamientos? Los espe-
cialistas reconocen 4 o 5 supercontinentes para los que se han hecho
reconstrucciones más o menos precisas y más o menos generalmente
aceptadas. Desde el más moderno a los más antiguos, y referidos a su
momento de máxima extensión, los supercontinentes reconocidos son:
Pangea (hace 250-300 Ma), Pannotia o Gondwanaland (hace 550-600
Ma) -muy discutido-, Rodinia (hace 750-900 Ma), Nuna o Columbia (en
torno a 1.700-1900 Ma), apenas reconstruido (Evans & Mitchell 2011).
Más lejos en el tiempo, se supone otro, Kenorland (hacia 2.500 Ma)
(Williams et al 1991), también discutido y se mencionan varios más
como Vaalbara (entre 3470 y 2700 Ma) , resultado de la unión de cra-
tones africanos e indios (De Kock, Evans, Beukes 2009) , Ur, Superia,
Sclavia y otros, aunque en opinión de Bradley (2011) «las agrupacio-
nes continentales más tempranas son del todo conjeturas ».

Sea mayor o menor el número de supercontinentes, parece que la


extensión de corteza continental ha ido creciendo a través del tiempo
y que, tanto por la extensión como por la consolidación de los bloques,
el movimiento de las placas para formar o fragmentar supercontinen-
tes va siendo a cada paso más difícil. Sobre todo cuando el planeta va
enfriándose progresivamente y la energía de los movimientos del man-
to es cada vez menor. Una evidencia es que las komatitas, una roca
volcánica que funde a temperaturas superiores a 1.600ºC, resultan
poco comunes en el Mesoproterozoico y no pasan de ser meramente
testimoniales en el Fanerozoico con sólo una incidencia en el Cretáci-
co, mientras que eran dominantes en el Arcaico (Bradley 2011). Los
modelos de los geofísicos sobre la evolución del flujo de calor prevén
el enfriamiento del manto que dentro de 900 Millones de años será
demasiado frío para asegurar el movimiento de las placas (Stevenson
2009) o quizá aguante hasta 1.200 Ma (Sorokhtin, 2011). Puede, en-
tonces, que Amasia sea el último supercontinente, pues ya no queda-
rá suficiente energía para formar otro desplazando las placas, tras su
dispersión.

Aunque a medida que avanza la investigación vamos conociendo la


respuesta a algunas preguntas y parece que van quedando encajados
nuestros conocimientos,al menos de la evolución reciente, desde Ro-
dinia en adelante, quedan aún muchas cuestiones pendientes. Todavía
no está resulta de forma universalmente aceptada la configuración de

Supercontinentes 16 LVGMerino
Rodinia, pues hay varias
propuestas (Li et al.2007). Sur de China

Norte de China
Y, con relación a esa con- Aldan

figuración y su ruptura y Anabar/Angara


Tarim

evolución posterior hay LAURASIA Kazakhstan

otras cuestiones en discu-


sión, especialmente las re- Báltica/Ucrania

Nord Atlantica
Slavia

Rae EDADES DE LOS CRATONES


lacionadas con las glacia- Hearne
De 2 a 1 Ga antes del presente

ciones que se suceden a lo


Superior
De 2 a 1,5 Ga antes del presente

Wyoming

largo del Neoproterozoico


De 2,5 Ga antes del presente

África
Occidental Áreas De 3 Ga antes del presente

y la teoría de la snowball Hoggar y Tibesti


Escudo
Nubio-Arábigo

o de la «Tierra Blanca». A
Guyana
Arabia
Central

cisco
Brasil

-Kasai

ania
propósito de ese problema

r
San Fran

sca
o

ga
Cong
Aravalli

Tan

da
we

Ma
GONDWANA Bundelkhand

bab
han surgido numerosos in- OCCIDENTAL
Río de Dharwar

Zim
la Plata Bhandara Singhbhum
Kaapvaal
Napier

tentos de explicación que


Pilbara
Droning Mau
Vestfold Yilgarn Kimberley

Gawler

van desde alteraciones en Australia


oriental

la composición de la at- GONDWANA


ORIENTAL
mósfera (reducción del CRATONES INCLUIDOS EN PANGEA, SEGUN SU EDAD
efecto invernadero del car- Según Rogers & Santosh (2004), modificado)

bono debido a la absorción


de CO2 por la alteración de las rocas) hasta cambios radicales del eje
terrestre. Entre la fragmentación de Rodinia y la formación de Pangea
tampoco hay acuerdo en la evolución de las piezas continentales que
para unos han originado un supercontinente intermedio, Pannotia, y
para otros solamente un gigantesco continente o «megacontinente»,
Gondwana. También hay preguntas y cuestiones en debate acerca de
los efectos que puede tener la acumulación de masa continental en
una zona de la Tierra, y su dispersión, sobre la rotación del planeta,
el eje terrestre y otros aspectos como el incremento de calor bajo la
masa continental y en los cambios de masa y movimientos en el man-
to. Incluso para el proceso de que disponemos de mejor información y
bastantes testigos, aunque hay acuerdo en los rasgos generales, aún
se siguen buscando respuestas para detalles de zonas especialmente
complejas, como el Mediterráneo.

Decía Unamuno que la historia debería explicase hacia atrás, es de-


cir desde el presente, en vez de hacerlo a la inversa, porque es en el
presente cuando se forman nuestras referencias y desde donde pode-
mos desenrollar la madeja de los hechos que han generado la realidad

LVGMerino 17 Supercontinentes
actual y, por tanto, poder explicar el pasado. Empezaremos,pues por
la referencia que prácticamente todo el mundo conoce, que es Pangea,
para ir retrocediendo hacia el pasado más oscuro en busca de la suce-
sión de supercontinentes previos.

PANGEA

Esta denominación, aplicando el criterio científico con base en el


griego al uso entonces para la mayoría de las ciencias, fue utilizada
por Wegener con sentido descriptivo, opuesta a panthalassa,intentan-
do destacar el contraste entre la agrupación de toda la tierra emergida
y la extensión única de todo el mar. Desde entonces se ha extendido
con diversas grafías y fonéticas, según los idiomas, y ha acabado apli-
cándose como nombre propio al supercontinente más reciente.

La agrupación de Pangea tuvo lugar entre 300 y 250 Ma de años


antes del presente, desde fines del Carbonífero al principio del Triásico.
Primero se cerraron los océanos que separaban Gondwana de Lauren-
tia. Sucedió en dos fases: primero fue la colisión de Avalonia con Lau-
rentia y luego la de una alineación de islas que incluía Iberia, Armórica,
lo que hoy es el Macizo central Francés y otras piezas. Esta última se
produjo tras la colisión de Báltica con Laurentia, prolongándola hacia
Supercontinentes 18 LVGMerino
el Sur, al modo de un cierre en cremallera. Poco después se producía
el encuentro de Siberia y Kazakhstan con Báltica, formando los Urales
y quedando configurado el continente llamado Laurasia, opuesto desde
el Norte a Gondwana. Ambas masas continentales acabaron encon-
trándose chocando África, en el Noroeste de Gondwana, con Nortea-
mérica, al Sureste de Laurasia, levantando las cadenas de montañas
hercinianas o variscas que se extienden por Europa Occidental, Norte-
américa y África.

Al iniciarse el periodo secundario, hace 250 Ma, Pangea estaba con-


figurado como una gran masa de tierra extendida de polo a polo que
quedaban enlazados por la costa occidental del supercontinente sobre
el océano Panthalassa, cuyo fondo era subducido bajo este margen,
donde hay que suponer una alineación arcos insulares y/o de relieves
como consecuencia de la compresión y el cabalgamiento causados por
la subducción. En el centro, en latitudes intertropicales se extendía un
sucesión de cadenas montañosas, muy elevadas, que se han compara-

Configuración de Pangea, según Scotese. (2000). Paleomap Project.. Se ha marcado en rojo la posición
de Iberia. Con líneas blancas, bordeando por el sur el Paleotethys, se señalan los terrenos que se han se-
parado de Gondwana y que acabarán colisionando con Asia y Europa: Tibet, Irán, Turquía, Cimeria. Se
destaca la subducción a lo largo de toda la costa occidental de Pangea y en la meridional de Laurasia sobre
el Paleotethys.

LVGMerino 19 Supercontinentes
do al actual Himalaya (Anguita, 1988 ref. Matte 1986) y, seguramente,
sectores sobre-elevados al incrustarse una placa bajo otra, como hoy
está el Tibet. Al Norte, la cadena de los Urales destacaba también con
elevadas cumbres y, mas allá, la extensión de Siberia hasta alcanzar
latitudes por encima del Círculo Polar Ártico. Hacia el Sur se repetía el
modelo alcanzando el Polo Antártico, aunque con relieves montañosos
menos enérgicos por ser más antiguos, resultado de la agrupación de
los continentes meridionales durante los 250 Ma precedentes. Hacia el
Este, Pangea ser abría en forma de una amplia uve, en cuyo vértice
estaba lo que hoy es la Península Ibérica. En ese gran seno se alojaba
el Mar Tethys, que hacia el Este separaban del océano Panthalassa al-
gunas grandes islas, como los cratones de China del Norte y China del
Sur, mientras que en el Tethys aparecían algunos terrenos separados
de Pangea que se dirigían a colisionar con Europa y Asia, dividiendo
este mar en un Paleothetys, que iban cerrando al progresar hacia el
Norte, y un Neothethys, que quedaba tras ellos.

Con notables extensiones continentales en latitudes polares y cir-


cumpolares, además de importantes altitudes en la zona intertropical
y montañas quizá menos elevadas, pero con altitudes considerables
tanto al Norte como al Sur, y al Oeste, las condiciones eran ideales
para que se produjese una glaciación que efectivamente se dejó sentir
de forma intensa durante el Carbonífero y hasta el final del Pérmico.
Varios autores atribuyen la glaciación más que a la elevación de las
montañas y a la latitud, a la reducción del carbono atmosférico debi-
da a la meteorización de los silicatos cálcicos, en granitos sobre todo,
que habían quedado expuestos (Zalasiewicz,J & Williams, M ,2012) y,
especialmente a la exuberante vegetación del carbonífero (Beerling et
al., 2003). La glaciación terminó a causa de la aportación de carbono
a la atmósfera debida a gigantescas erupciones en Siberia, al final del
Pérmico. Todo ello, a lo que pudo añadirse un meteorito, fue demasia-
do para la biosfera y concluyó con una extinción masiva (Rasskazov, S
et al, 2010).

La apertura de Rifts para la fragmentación de Pangea comenzó casi


al mismo tiempo que su agrupación, aunque la formación de fondo
oceánico separando los continentes no se hizo evidente hasta el inicio
del jurásico con la apertura del Atlántico, justamente sobre la sutura
entre África y Norteamérica. Más tarde se abriría el Atlántico Sur y se
irían separando los continentes que formaban Pangea. Iberia, que al

Supercontinentes 20 LVGMerino
Configuración de Gondwana mostrando los cratones que lo componen y los orógenos formados como
consecuencia de su agrupación. Gondwana se componía de dos grandes conjuntos separados por un es-
trecho brazo de mar: Gondwana Occidental, formada por los cratones de África y América del Sur , y
Gondwana Oriental, constituida por Antártida, Australia, India y Madagascar. Los orógenos del borde en el
área inferior de la imagen corresponden a cadenas liminares sobre la banda de subducción. Reproducido de
Meert &Lieberman (2008): The Neoproterozoic assembly of Gondwana and its relationship to the Edicari-
an-Cambrian radiation. In Gondwana Research 14 pp. 5-21. Elsevier www. Science Direct

formase Pangea había quedado en vértice occidental del Tethys, va a


encontrarse de nuevo en el punto más complejo de la apertura del At-
lántico entre el rift que la separará de Terranova y el que la alejará de
Bretaña, ambos individualizan la placa Ibérica y la empujan al Sur y al
Este en un recorrido que de nuevo la situará en un punto crucial de la
tectónica reciente.

PANNOTIA (GONDWANALAND)
Siguiendo la tradición de usar el griego, este discutido superconti-
nente recibe su nombre de las palabras griegas pan=todo y notos= Sur,
lo que significa «todo al Sur». Le dio esta denominación Dalziel primero
en describir este supercontinente, cuya máxima agrupación sitúa en-
tre 580 y 540 Ma antes del presente y que se forma cuando Báltica,
Laurentia y Siberia se agregaron de forma tangencial a Gondwana,
(Dalziel 1991, ref. Condie 2005), aunque otros autores retrasan el mo-
mento de máxima agrupación a 550 - 530 Ma (Meert & Torsvik, 2003;

LVGMerino 21 Supercontinentes
Li et al,2008). También
se le conoce como Gond-
wanaland. La denomina-
ción de Gondwanaland
procede de Suess que la
tomo de un área de selva
de la India habitada por
los Gonds, y significa «el
país de los Gond». Vee-
vers (2005) dice que para
evitar confusiones el tér-
mino Gondwanaland se
reservó para el supercon-
tinente y Gondwana para
la formación geológica.
Aunque de hecho Gond-
wana se usa para la agru-
pación de los continentes
meridionales en una gran
masa continental. Esta es
la forma de enfrentar la cuestión en casi todos los autores. Pannotia
apenas se menciona porque son muchos los que ponen en duda su
existencia.
Al fragmentarse Rodinia, Laurentia, Siberia, Báltica y algún otro cra-
tón iniciaron un desplazamiento sobre el gran océano que rodeaba Ro-
dinia, para dar vuelta al planeta. Mientras, el resto de los continentes
se desplazaba hacia el Sur, colisionando unos cratones con otros para
formar un gran conjunto atravesado por cadenas de montañas que son
el resultado de esas colisiones(orógeno Pan-Africano). Así constituido,
Gondwana se desplazó en torno al Polo Sur que atravesó en varias oca-
siones, originando glaciaciones causadas por la existencia de una gran
masa continental en situación polar: glaciación Gaskiers entre 615 y
550 Ma, coincidiendo con la amalgamación de Pannotia, y glaciación
ordoviciense, entre 450 y 420 Ma. Hacia 600 Ma, los continentes del
Norte, vinieron a colisionar tangencialmente, con Gondwana, -si es que
llegaron a hacerlo- prosiguiendo poco después su camino para rodear
el planeta. Los 40 o 50 Ma que duró ese encuentro corresponden al
supercontinente llamado Pannotia o Gondwanaland.

Supercontinentes 22 LVGMerino
Quedó en el Sur la gran masa con-
tinental de Gondwana, de la cual
partieron varias piezas para cerrar
el océano Japeto que le separaba de
Laurentia, primero Avalonia y luego
Armórica, que incluía Iberia. Mien-
tras, en el Norte, Báltica se encon-
traba con Laurentia y más tarde con
Siberia para formar Laurasia, cuya
colisión con Gondwana, hace 300 Ma
dio lugar a Pangea.

RODINIA
Configuración de Rodinia según Dalziel
La existencia de Rodinia se intuyó (1995). Los relieves corresponden a los orógenos
muy pronto, en 1966 Tuzo Wilson, de edad Grenville resultado de la agrupación de
los componentes de Rodinia.
se preguntaba «¿Se cerró y volvió a
abrirse el océano Atlántico?» En 1972, Valentine & Moores, se refie-
ren a la posible agrupación de continentes en el Precámbrico. Piper et
al.(1976) destacan las evidencias paleomagnéticas de un super-con-
tinente en el Proterozoico, al que Sawkins (1976) dio el nombre de
Protopangea. En 1990, McMenamin &McMenamin acuñan el nombre
de Rodinia, denominando Mirovia al super-océano que rodeaba el su-
percontinente1. En 1991 se publicaron varias configuración de Rodinia
(Hoffman 1991;Dalziel 1991 y Moores, 1991) variando en ellas la po-
sición de los cratones Antártico y Australiano con relación a Laurentia.
Estas tres configuraciones (Antárctica situada al Este o al Oeste o Aus-
tralia situada al Oeste) han sido difundidas y retocadas. Li et al. (2008)
publican el Mapa Geodinámico de Rodinia, finalmente Evans (2009)
propone una reconstrucción “radical”. La mayoría de estas reconstruc-
ciones, como afirma Bradley (2011) «son variaciones sobre un tema en
que dos mitades de Rodinia se reúnen durante la orogenia Grenville»,
aunque la reconstrucción de Evans resulta original porque interpreta el
orógeno Grenville como una cadena liminar que cabalga el margen de
subducción del océano global opuesto al supercontinente.

1. Este supercontinente merece su propio nombre, nosotros proponemos el nombre de Rodinia para el supercontinente Precámbrico
y Mirovia para el correspondiente superocéano. Estos nombres proceden del ruso. Derivarlos del ruso parece adecuado por la
importante investigación realizada por los científicos soviéticos en el Precámbrico superior y el Cámbrico inferior (particular-
mente su creación del sistema Véndico). Mirovia deriva de la palabra rusa mirovoi que significa «mundo» o «global» y, verda-
deramente, este océano es global por naturaleza. Rodinia procede del infinitivo ruso rodit que significa «dar origen» o «crecer».
Rodinia originó todos los continentes subsecuentes, y los bordes de Rodinia (plataformas continentales) fueron la cuna de los
primeros animales. McMenamin & McMenamin (1990) pág. 95

LVGMerino 23 Supercontinentes
Rodinia según Evans (2009), “radicalmente revisada” poco después de su ensamblaje y poco antes de su
ruptura. a) 1.070 Ma, mostrando los orógenos grenville (gris oscuro) y los causados por colisiones (gris
claro). La figura incorpora a la agrupación los cratones del Sur de China y Tarim, que no se incorporaron
hasta 850 Ma. b) 780 Ma mostrando los rift de la ruptura incipiente (rojo). Los marcados con líneas de
trazos no tienen una localización precisa. Reproducido de Evans (2009)

La progresiva agrupación de los cratones que configuraron Rodina


se realizó a lo largo de buena parte del Mesoproterozoico, aceptándose
que la aproximación entre ellos se realizó desde hace 1.300 Ma hasta
1.100 o bien 900 Ma (Li et al, 2008), porque también en las fechas
hay desacuerdos. La vida del supercontinente, una vez agregado, se
extendió entre 900 y 750 Ma (Li et al 2008) o bien entre 900 y 825
Ma (Evans 2009). La fragmentación tuvo lugar desde 790 a 550 Ma (Li
et al 2008), o entre 850 y 600 Ma (Bradley 2011). Todo depende de lo
que se valore a la hora de considerar la agregación o fragmentación.
Puede aceptarse que la agrupación se produce entre 1.300 y 900 Ma,
que la duración debió de extenderse entre 900 y 800 Ma, y que la frag-
mentación, la separación real de continentes, debió extenderse a lo
largo de los 200 Ma que separan esa fecha de los 600 Ma que se suelen
considerar para Pannotia.

La formación de Rodinia estuvo precedida por 200 Ma de intensa


actividad orogénica. Entre 1.300 y 1.100 Ma, incluso más tarde, las
colisiones entre cratones que se agrupaban en conjuntos continen-
tales mayores o se desplazaban sobre el océano formaron montañas
que se conocen como orógenos de edad Grenville. El más extenso y

Supercontinentes 24 LVGMerino
destacado de estos orógenos es el que les da nombre, que se extiende
desde el Este de Canadá, bordeando los Apalaches hasta Tejas y Norte
de México. Aflora también al Sur de México en Oaxaca y en el Sur de
Escandinavia. Hay interpretaciones diversas para esta cadena. Para
unos es el resultado de la unión de Laurentia con Báltica y otras pie-
zas continentales para formar una extensa agrupación continental en
tono a Laurentia, mas o menos
complicada según la configu-
ración que se adopte (Dalziel,
1991,97; Hoffman 1991, Li,
2008), lo que complica también
la alineación del orógeno. Para
Evans (2009), en cambio, se
trata, parcialmente, de una ca-
dena intracratónica, de colisión
y, en su mayor parte, de una
cadena liminar. Ademas, hay
orógenos de esta edad entre
Australia y Antártida Oriental;
en África, entre los cratones de
Congo y Kalahari y en otros lu-
gares.
El resultado de todo esto fue
la formación de un gran bloque
en el Norte en torno a Lauren-
tia en el que estaban, además,
Báltica, probablemente Sibe-
ria y Amazonia. Frente a él
hay otro conjunto más disper-
so en que se fueron agrupando
poco a poco Australia, Antártida
oriental, Congo-SâoFrancisco e
India. Como puede apreciarse
una configuración parecida a la
que podría observarse poco an-
tes de la amalgamación de Pan-
gea. Y es que, posiblemente, la
Agrupación y fragmentación de Rodinia 1.100-500 Ma
formación de un supercontinen- antes del presente. Según Li et al. (2008). Modificado.
te requiere un paso previo que
LVGMerino 25 Supercontinentes
es la agrupación de un gran blo-
que continental, mientras se va
configurando un oponente hasta
los momentos previos a la agru-
pación total. En caso de Pangea,
fue Gondwana, configurado en
torno a África. En el caso de Ro-
dinia, fue el bloque configurado
en torno a Laurentia, aunque no
estamos en condiciones de ase-
gurar que fuese tan compacto
como lo fue Gondwana.

Como Pangea, Rodinia se con-


figuró como un supercontinen-
te extendido a ambos lados del
ecuador alcanzando latitudes circumpolares probablemente en los dos
hemisferios, aunque algunas configuraciones (Li et al, 2008) lo ubi-
can desplazado hacia el Sur. En torno a él se extendía un océano de
extensión planetaria, el Mirovia de McMenamin y McMenamin (1990),
disponiéndose bordes de subducción, tanto a Este como al Oeste del
supercontinente.

Rodinia no era tan compacto como Pangea. Evans (2009) supone un


extenso mar interior que evolucionaría hacia una cuenca continental
y la mayor parte de la configuraciones suponen mares someros pene-
trando profundamente tierra adentro. Aunque las montañas de edad
Grenville más tempranas debían estar bastante desgastadas cuando
Rodinia llega a su máxima agrupación y aún se desgastarían más en
los largos millones de años de su permanencia, las cadenas resultantes
de las últimas colisiones en situación central y las liminares marginales
debían asegurar altitudes considerables, no sólo en cumbres monta-
ñosas, sino también en altas plataformas elevadas, al estilo del Tibet.
Como no había vegetación que protegiera las superficies emergidas, la
erosión debió ser rápida y eficiente
La fragmentación de Rodinia se generaliza alrededor de 750 Ma y la
dispersión de la piezas que la formaban se extenderá durante 150 o
200 Ma, hasta la configuración de Pannotia o la consolidación de Gond-
wana. No obstante, la apertura de rifts, como sucede siempre, había

Supercontinentes 26 LVGMerino
comenzado mucho antes,
pero sólo desde esa épo-
ca la apertura de océanos
significativamente exten-
sos entre las piezas que se
separaban no adquirió rele-
vancia hasta entonces. Los
bordes pasivos a ambos la-
dos de los océanos que se
abrían crearon un medio es-
pecialmente adecuado para
el desarrollo de la actividad
biológica y la aparición de
fauna nueva en el «Jardín
de Edicara» de McMenamin
& McMenamin (1990).

La descomposición de
Distribución de depósitos glaciogénicos en mapas palegeo-
Rodinia coincide con unas gráficos de 700 Ma ,glaciación Sturtiense, y de 635 Ma, glacia-
condiciones climáticas ex- ción Marinoense. Reproducido de Hoffman (2009) Pan- Gla-
cepcionales que han dado cial a third state in the climate system. In Geology Today vol
25 n 3 p 102
lugar a la denominación de
un periodo con el nombre de criogénico, o criogeniano, por la extensión
y magnitud de la glaciación que se registra en numerosas manifesta-
ciones por todos los continentes. Desde hace 750 Ma de años, cuando
empieza a manifestarse claramente la fragmentación de rodinia, se han
recogido sedimentos y elementos asociados a la glaciación por todas
partes, en latitudes muy bajas y con la evidencia de que las lenguas
glaciares llegaban al nivel del mar demostrada por los bloques trans-
portados por los icebergs (ice-rafted). No sólo son ubicuas las huellas
glaciares, sino también extendidas en el tiempo, pues las evidencias
llegan a 635, incluso a 600 Ma y más recientemente, de manera que no
es fácil diferenciar periodos o el ritmo de las glaciaciones. Sobre estas
condiciones se han elaborado varias teorías y explicaciones, desde que
se trata de glaciaciones de montaña en latitudes bajas, complementa-
das con inlandsis en las altas latitudes, hasta la existencia de una gla-
ciación global, la teoría de la snowball, planteada por kirschvink (1992)
y comentada después por Hoffman (2002). Para explicarla se ha recu-
rrido a toda una gama de ideas entre las que destacan el cambio en el

LVGMerino 27 Supercontinentes
eje de giro de la Tierra, de modo que el área ecuatorial resultaría más
fría que los polos (Williams et al, 1998) y la reducción a mínimos del
volumen de CO2 en la atmósfera a causa de la alteración de los silica-
tos (Hoffman 2002). Hoffman (2009) llega a proponer un tercer estado
planetario el pan-glacial, más extenso que otros dos, conocidos como
icehouse y greenhouse (glaciación e invernadero).

Esta cuestión esta siendo bastante discutida porque es difícil creer


que en un planeta con una enorme extensión oceánica todo el globo
llegara a cubrirse de hielo; porque la existencia de altas montañas pue-
den explicar glaciares incluso en condiciones térmicas muy superiores
a las actuales y por precisiones acerca de las dataciones y latitudes es-
tablecidas para las distintas manifestaciones. Es probable que pudiese
haber una extensa glaciación en forma de extensas cubiertas glaciares
en zonas sobre-elevadas en las latitudes bajas. La distribución en el
tiempo de las dataciones a partir de testigos con mayor coincidencia
en fechas, distingue dos largos periodos: la glaciación Sturtiense, que
se produjo desde hace 750 Ma hasta menos de 700 Ma, y la glaciación
Marinoense cuya máxima intensidad corresponde al periodo 650- 580
Ma. Aunque no hay una clara solución de continuidad entre ellas, como
tampoco la hay con la glaciación de Gondwana, la llamada Gaskiers o
Edicariense.

NUNA (COLUMBIA)

En el caso de este supercontinente ni siquiera hay acuerdo en el


Nombre. La denominación de Nuna procede de Hoffman que la hizo
pública en 1997 en un capitulo sobre genealogía de Norteamérica. La
palabra procede del lenguaje esquimal y significa las tierras que ro-
dean los océanos del Norte (ref. Meer 2012). Pero ese nombre está
discutido. En 2002 y 2004 Roger & Santosh le denominan Columbia,
Piper, en 2010, habla de un supercontinente al que denomina Proto-
pangea. Finalmente Meert en 2012 escribe un artículo (What’s in a
name...) para demostrar que debe llamarse Columbia y no Nuna. Con
estos precedentes podemos imaginar que las diferencias en la configu-
ración siguen pautas parecidas. La realidad es que aunque este super-
continente se intuye en los noventa, incluso antes, se está trabajando
actualmente en su configuración y los trabajos sobre el tema son muy
recientes.

Supercontinentes 28 LVGMerino
Nuna debe haberse configurado en-
tre 1.900 y 1.800 Ma, permaneciendo
agrupado hasta 1.700-1.600 Ma, frag-
mentándose después para dar paso, a
partir de 1.200-1.100 Ma, al proceso de
agrupación de Rodinia. Nuna se confi-
gura en torno a Siberia que desempeña
el papel de centro de articulación como
lo fue Laurentia para Rodinia (EVANS &
ROSS 2012). Según Bradley (2011) en-
tre 2.050 y 1.900 Ma tiene lugar una
fase de dispersión de continentes que
se reagrupan de nuevo entre 1.740 y
1.600 Ma. Para Hoffman (1997) la agru-
pación de Nuna se habría producido hace
1.800 Ma, mientras que para Roger &
Santosh (2004) la formación de Colum-
bia se habría producido hacia 1.800 Ma,
tras un periodo de actividad orogénica
entre 2.100 y 1.800 Ma, manteniéndo-
se agrupado hasta 1.500 Ma. Reciente-
mente Pesonen et al. (2012) consideran
que «la amalgamación final de Colum-
bia (Nuna) no debió ocurrir hasta 1.530
Ma» fragmentándose hacia 1.180 Ma
de modo que la amalgamación de Ro-
dinia no empezó hasta 1.100-1.040 Ma.
Sea como fuere, parece que en las fases previas a la agrupación de
Nuna se fueron conformando una serie de agrupaciones de cratones
que luego se agregarían a Nuna. Entre estas agrupaciones algunas se
citan a veces como supercontinentes generando una cierta confusión.
Es el caso de Nena, bonita denominación formada por la iniciales Norte
de Europa, Norte de América para describir el bloque constituido por
los cratones de Laurasia, Báltica, Siberia y Antártida Oriental. Otros
bloques son Atlántica, formado por los cratones en el área que hoy
ocupa Brasil y los de África Occidental y Congo; Ártica, Ur, formado por
partes de la India, Kalahari en África y Pilbara en Australia, consolidado
hace 3000 Ma y que ocasiones se cita como un Supercontinente en el
Arcaico terminal (Rogers & Santosh 2004).
LVGMerino 29 Supercontinentes
Atendiendo a su nombre,
Nuna pudo ser un super-
continente polar agrupado
en torno al Polo Norte, pero
Proto Australia
30º Norte

la mayoría de las recons-


Wy

Yavap l
om

tza
ai
ing Wo
pm

Ta
Maza
ay

lt
son
Trans

a
Sla
trucciones lo sitúan como

Chin
Angara
via

He
Tungusca

Su

e de
ar n
Keeno-

p
un supercontinente exten-
an

eri
P
n

Nort
a

Ak
Rae g

or
G
Ma

itk
re

an
Paleo Ecuador nv Olenek
il
le
Aldan
dido de Norte a Sur de for-

e?
Ra

Ur ga
ma oblicua (Evans 2009:

a
l
Nag

Vo
ali
Nain

l
enta
la

Occid a
Ko

Áfric
elia

atia
Kar
Meert, 2012). Sin duda de-

S ar m
Sveco-

Svec
Fennian

bió de haber montañas en


on or
Goth

w
30º SUR
Amazonia el interior del superconti-
nente como resultado de
las colisiones que lo forma-
ron. Evans (2009) señala
Kola Cratones > 2,3 Ga en área continental Mares epicontinentales
varios orógenos internos,
Grenv
Orógenos 1,1 a 1,8 Ga formando
Océano
aunque en una reconstruc-
cadenas liminares al SW de Nuna

Áreas de extensión
ción muy tardía que inclu-
Hudson Orógenos de 2,3 a 1,8 Ga

RECONSTRUCCIÓN DE NUNA (columbia) presentada por Evans (2011),


ye los primero orógenos de
hacia 1.270 Ma antes del presente, iniciada la fragmentación.Modificado edad Grenville. No hay evi-
dencia de glaciaciones a lo
largo de la existencia de Nuna, ni las hay durante su fragmentación.
La explicación puede ser que «los continentes estuvieron localizados
de bajas a intermedias latitudes durante gran parte del periodo entre
2.450 y 1.040 Ma....con la excepción del inicio del Paleoproterozoico
en que se han advertido glaciaciones continentales de baja latitud»
(Pesonen et al. 2012)
La fragmentación, que debió empezar hacia 1.700 Ma, fue lenta y
con poca actividad, de modo que los mil millones de años del Mesopro-
terozoico han sido calificados como «the boring billion» (los aburridos
mil millones) (Holand, 2006, citado por Bradley 2011).

SUPERCONTINENTES ANTERIORES A 2.000 Ma


Se ha especulado con la posible existencia de un supercontinente
que se habría agrupado hace 2.700 Ma, en el tránsito del Arcaico al
Proterozoico, cuya fragmentación daría lugar a la formación de Nuna.
El apoyo para esa suposición viene dado por una culminación en la grá-
fica de distribución de edades de los zircones. Sin embargo, mas allá de

Supercontinentes 30 LVGMerino
este detalle, es muy difí-
cil concretar algo a estas
distancias temporales en Siberia

que, además, se acaba Báltica


entrando en el problema

Groenlandia
de la generación de cor-
EDADES DE LOS CRATONES
teza ¿Había menos ex-
Antártica
Oriental
Norte Menor de 1,5 Ga
tensión de corteza con- América
Mesoproterozoico, > 1,5 Ga
tinental entonces? Y, ¿si
era así, serían más pe-
Paleoproterozoico

queños los continentes y Arcaico, > de 2,5 Ga

NENA, según Rogers (1996) basandose en Grower et al. (1990). Modificado


sus agrupaciones? Pero
también puede ser que
gran parte de aquella corteza ha desaparecido y los zircones que nos
hablan de ella son clastos integrados en algún depósito proterozoico y
conservados tras la erosión de éste en un conglomerado del Paleozoico
o Mesozoico, a su vez destruido, que ha dejado algunos cantos rodando
en el lecho de un río.
Buena parte de los autores tienen serias reservas sobre los super-
continentes que se citan para estas edades. Bradley (2009) los con-
sidera meras conjeturas, Reddy & Evans (2009 pág. 8) opinan que
«aun es incierto si hubo de algún modo un supercontinente durante la
transición Arcaico-Proterozoico, y si lo hubo ¿cuándo existió y cómo se
organizó la configuración interna de los cratones?». Meert (2011) men-
ciona una lista de nombres de supercontinentes ficticios. Realmente
la lista es larga y muy poco concreta, pues varios de los nombres que
se mencionan responden a la unión de dos o tres cratones en la fases
previas a la formación de Nuna. Entre estas denominaciones suelen
citarse Superia o Sclavia, que son cratones integrados en Laurentia o
bien Ur, con una edad de 3000 Ma que incluye cratones africanos, de
India y Australia, el cual en realidad es Vaalbara, el «supercratón» que
se comenta en las líneas que siguen.
No obstante hay casos que han tenido éxito y se ha trabajado en
su configuración, de modo que quizá dentro de unos años sea posible
describir alguno. Uno de ellos es Kenorland, fundamentalmente com-
puesto por partes de Laurentia. El otro es Vaalbara que de hecho ya ha
merecido algún artículo para validar su existencia, aunque lo presentan
como un «supercratón» (De Kock, Evans & Beukes, 2009).

LVGMerino 31 Supercontinentes
KENORLAND
La denominación de Kenorland
procede de Wiliams et al.(1991,
ref. Reddy & Evans, 2009) que
dieron nombres de orogenias nor-
teamericanas a las agrupaciones
de continentes que precedieron a
Pangea. Así llamaron Grenvilleland
a Rodinia, Hudsonland a Nuna y
Kenorland. Las dos primeras han
perdido esta denominación, pero
en caso de la última parece acep-
tarse ese nombre que procede de
la orogenia Kenoran en el cratón
Reconstrucción de los cratones arcaicos hace Superior. Se supone que Kenor-
2.450 Ma. L es Laurentia; B es Báltica; A es Austra- land pudo haberse amalgamado
lia e I es India. Los cratones Superior, en Laurentia, entre 2.700 y 2.600 Ma y se frag-
Karelia, en Báltica, Yilgarn, en Australia, y Darvar
en India están señalados en gris. Las rayas rojas son mentaría hacia 2.450 Ma. Además
enjambres de diques. Reproducido de Pesonen et al de los primeros cratones de Nor-
(2012) Paleo-mesoproterozoic supercontienents-A teamérica, en Kenorland se inclu-
paleomagnetic view. En Geophysica 48 (1-2) pp 5-47
yen cratones de Báltica y Siberia.
En algún caso (Wikipedia the free
encyclopedia, art. Kernorland), se agregan los cratones del hemisferio
sur, pero esta afirmación está poco fundada. Lo que, en cambio, parece
generalmente aceptado es que Kenorland coexistió con otra agrupa-
ción continental en el hemisferio opuesto. No disponemos de una re-
construcción de Kenorland generalmente aceptada, incluso se discuten
los cratones que lo integran. Sólo podemos decir que de su dispersión
resulta gran parte de Laurentia y algunas otras piezas que luego se
integrarían en Nuna.

VAALBARA
Este nombre que le proporcionó Cheney (1996, ref. Zegers et al.,1998)
procede de agrupar las letras finales de dos cratones Kaapvaal en Áfri-
ca y Pilbara en Australia. Otras configuraciones bajo el nombre de Ur
(Roger & Santosh 2004) incluyen varios cratones de India. También
se le añade el cratón Zimbabwe, para acabar llamándole Zimvaalbara
(Stanistreet, 1993, ref. Aspler & Chiarenzelli,1998). Vaalbara es más
antiguo que kenorland. Parece que su amalgamación se podría situar

Supercontinentes 32 LVGMerino
Dos configuraciones de Vaalbara. A la izquierda en la configuración de Ur. En color verde el cratón
Kaapvaal y, en rosa, Pilbara. A la derecha las configuración de Vaalbara con los dos cratones que le dan
nombre. Modificado de De Kock, O, Evans D & Beukes (2009): Validating the existence of Vaalbara in the
Neoarchean, En Precambrian Research 174 pág 152.
alrededor de 2.900-2.700 Ma y que se habría fragmentado hacia 2.450
Ma (Reddy & EVANS 2009). Suele presentarse con una configuración
alargada, formando un angulo, orientada grosso modo de Este a Oeste
y situada de en latitudes tropicales del hemisferio Sur.
Sea como fuere, parece que hacia 2.500 Ma había dos bloques con-
tinentales en hemisferios opuestos, en ubicaciones polares o circumpo-
lares, de modo que los depósitos glaciares que aparecen entre 2.400 y
2.200 Ma pueden explicarse por la acumulación de hielo sobre los con-
tinentes polares. (Pesonen et al 2012). En esas fechas ambos bloques
se irían fragmentando en porciones, algunas de las cuales se soldarían
para formar las piezas que acabarían integrándose en Nuna (ibidem).
Anteriormente, hace 3.000 Ma o más, existía corteza, sin duda, por-
que hay zircones de esa edad, pero en el estado actual de la ciencia no
hay posibilidad de sugerir continentes o agrupaciones continentales.
Puede ser que la dinámica del manto fuese demasiado activa para per-
mitir la supervivencia de grandes placas, pero también podría ocurrir
que la tectónica de placas haya seguido distintos modelos de compor-
tamiento a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso es probable que
la extensión de la corteza continental fuese menos extensa que la del
Proterozoico y, por tanto, menos fácil la formación de grandes bloques.
Por otra parte, prácticamente toda esa corteza debe haber desapareci-
do por erosión, transformada o integrada en procesos posteriores.
LVGMerino 33 Supercontinentes
Significado de los supercontinentes:
Aunque esta historia de los supercontinentes es muy moderna y esta
en continua revisión para la mayor parte de los casos.«Todos los conti-
nentes mas antiguos que Pangea son conjeturales tanto en la existencia
como en la paleogeografía» dicen Reddy & Evans (2012). hemos visto
que el tiempo que dura la existencia de unos u otros supercontinentes,
como la configuración que se les atribuye y las piezas que en ellos se
integran son discutibles, y de hecho se discuten, habiendo varias solu-
ciones para cada caso. Sin embargo, es un campo científico que está
en plena evolución y lógicamente las preguntas son mas numerosas
que las respuestas. Pero la investigaciones de los supercontinentes no
es banal pues aporta sugerencias y respuestas a varias cuestiones:
Los supercontinentes se relacionan con el comportamiento del man-
to y de la investigación sobre ellos han salido teorías como la de las
plumas y superplumas. Pero también acerca de los modelos de circu-
lación del manto y de su evolución térmica. Las investigaciones sobre
el paleomagnetismo y el eje terrestre se relacionan con importantes
campos de la Geofísica. También hay respuestas sobre las cadenas de
montañas, los arcos de islas y sobre las rocas de la corteza, el meta-
morfismo y toda una serie de cuestiones en interacción con la tectónica
de placas de las que la investigación de los supercontinentes es hija
Los supercontinentes, o más exactamente el inicio de su fragmen-
tación, están relacionados con los principales acontecimientos en la
evolución de la biosfera. Rodinia se asocia con la explosión de Edicara,
con la aparición de los primeros animales complejos. Pannotia o Gond-
wana, con la explosión cámbrica y Pangea con la diversificación de
las plantas los dinosaurios y la ocupación de los hábitat terrestres por
grandes animales.
Igualmente, los supercontinentes tienen una relación directa con las
glaciaciones. Aunque haya otras razones concomitantes no deja de ser
una evidencia que las glaciaciones han estado relacionadas con la si-
tuación circumpolar de una o dos grandes piezas continentales. No es
casual que la glaciación actual, la llamada cuaternaria, que en realidad
es cenozoica, pues ya tiene más de 40 Ma, se relacione con una gran
masa continental el torno al Polo Norte y un extenso continente cen-
trado en el Polo Sur. Parece que las grandes glaciaciones que acompa-
ñaron a la fragmentación de Rodinia no contaron con ese apoyo, pero

Supercontinentes 34 LVGMerino
no es artículo de fe que entre 750 y 600 Ma de años no hubiese ningún
conjunto continental en situación circumpolar. Todo ello sin contar el
efecto que tanto la amalgamación como la fragmentación tienen en la
formación de montañas y en la creación de zonas elevadas que pueden
soportar hielos incluso en climas relativamente cálidos.

En el plano puramente económico las investigaciones sobre los su-


percontinentes tienen una proyección directa sobre los recursos mine-
rales y en especial sobre minerales raros y preciosos, así como en la
geología del petróleo.

Por último, aunque sea intrascendente en apariencia, la historia de


los supercontinentes excita la curiosidad pues plantea un formidable
reto a la imaginación e impulsa la fantasía. Los nombres de los su-
percontinentes han proporcionado una amena nomenclatura para los
mundos imaginarios de la literatura y los cómics. Basta escribir en un
buscador cualquiera de los nombres que hemos mencionado u otros a
los que no hemos hecho alusión para advertir la proyección y el alcance
que tienen en una gran diversidad de ambientes.

En Santander a 12 de Febrero de 2013

LVGMerino 35 Supercontinentes
BIBLIOGRAFÍA
ANGUITA VIRELLA, Francisco (1988): Origen e DALZIEL, J.W.D. (1995): La Tierra antes de Pan-
historia de la Tierra. Editorial Rueda. Medrid. gea. In Investigación y Ciencia. Marzo 1995.
525 pág.
DU TOIT, Alex.L. (1937) Our Wandering Conti-
ANGUITA VIRELLA, F (2002): Biografía de la nents; An Hypothesis of Continental Drifting,
Tierra. Historia de un planeta singular. Madrid. Oliver & Boyd, London, UK.
Aguilar/Santillana. 30 pág. Existe una versión
revisada en 2011, descargable en www.eprints. EVANS, D:A.; BEUKES,N.J. & KIRSCHVINK,J.L.
ucm.es/132631/. (1997) Low latitude glaciation in the Palaeo-
proterozoic era. In Nature Vol 386. 20 March
ARNAUD, Emmanuelle, Helverson G.P &SHIEL-
19097 pp 262266
ZHOU, G. ( 2011): The geological record of
Neoproterozoic glaciations. The Geological So- EVANS, David D. (2009): The paleomagnetical-
ciety. London 735 págs.. ly viable, long-lived and all-inclusive Rodinia
supercontinent reconstruction. In MURPHY,
ASPLER, Lawrence B & CHIARENZELLE, Jef-
et al:(2009) Ancient orogens and modern an-
frey R (1998): Tow Neoarchean superconti-
alogues. The Geological Society London 484
nents? Evidence from the Paleoproterozoic. In
págs. Pp 372-404
Sedimentary Geology 120 pp 75-104
EVANS, David A.D. and MITCHELL, Ross
BAMBAC, R.K., SCOTESE, C.R., ZIEGLER, N.(2011): Assembly and breakup of the core of
A.M. (1980): Before Pangea. The Geography of Paleoproterozoic–Mesoproterozoic superconti-
the Paleozoic world. In American Science 68 nent Nuna. In Geology May 2011 vol 39 n, 5
Jannuary Februeri 19980 pp 26-38 pp. 443-446.
BASTIDA, Fernando (2005): Geología. una visión HAWKESWORTH, C.J. Et al. (2010): The genera-
moderna de las Ciencias de la Tierra. 2 vols. tion evolution of the continental crust. In Jour-
Ediciones Trea. Gijón. Ref. Vol II pp 453-619 nal of the Geological Society, 167, pp 229-248.
BEERLING, D.J.; WOODWARD, F.i. (2003): Veg- HAWKESWORTH; C.J. & KEMP A.I.S (2006)
etation and terrestrial carbon cycle. Modeling Evolution of the continental crust. In Nature vol
the first 400 million years. Cambridge Universi- 443 19 october 2006. Pp. 811-817
ty Press. 404 págs.
HESS, H. H. (1962). History of Ocean Basins. In A.
BLACKEt, P.M.S.; BULLARD, E.; RUNCORN,
E. J. Engel, Harold L. James, and B. F. Leonard.
S.K., eds. (1965). A Symposium on Continental
Petrologic studies: a volume to honor of A. F.
Drift, held in 28 October 1965. Philosophical
Buddington. Boulder, CO: Geological Society
Transactions of the Royal Society of London.
of America. pp. 599–620.
Series A, Mathematical and Physical Sciences.
258. The Royal Society of London. p. 323. HOFFMAN, P:F (1991): Did the breakout of Lau-
rentia turn Gondwanaland inside out? In Sci-
BRADLEY, Dwight C.(2011) Secular trends in the
ence vol. 252 pp 1409-1412.
geologic record and the supercontinent cycle. In
Earth Science Reviews vol 108 issues 1-2 Sept HOFFMAN, Paul F (2009); Pan-glacial- a third
2011 pp. 16-33. state in the climate system.. In Geology Today.
Vol. 25 nº 3 May June 2009 pp. 100107.
BOSTROM R.C (1971): Westward displacement of
the lithosphere. In Nature 234 (5331): 536–538 HOFFMAN, P.F. (1992) Supercontients. In Ency-
clopedia of Earth System Science. Vol 4 Aca-
CONDIE, Kent (2005). Earth as an evolving plane- demic Press pp. 323-327.
tary system. Elsevier. 447 págs.
DALZIEL, I.W.D (1991): Pacific margins of Lau- HOFFMAN, P.F (2002): The snowball hypothe-
rentia and East Antarctica -Australia as a con- sis: testing the limits of global change. In Terra
jugate rift pair: evidence and implications for an Nova 14 pp. 129-155.
Eocambrian supercontinent. In Geology vol 19 HOLMES, Arthur (1978). Principles of Physical
pp 598-601. Geology (3 ed.). Wiley. pp. 640–641.

Supercontinentes 36 LVGMerino
HOLMES, A (1913) The age of the Earth. Harper & NANCE, Damian R. WORSLEY, Thomas R.
Brothers. London 196 pag. MOODY, Judith B (1988): The Supercontinent
DE KOCK, M.O.; EVANS, Davis A.D.; BEUKES, cycle. In Scientific American July 1988. Pp. 72-
N.J. (2009):Validating the existence of Vaalbara 79.
in the Neoarchean. In Precambrian Research NIELD, Ted (2008): Supercontinent. Ten billions
174 pp. 145-154 years in the life of our planet. Granta Publica-
KIOUS, W.J.; TILLING, R.I. (2001) [1996]. His- tion. London. 288 págs.
torical perspective. In This Dynamic Earth: the ORESKES, Naomi, ed.it (2003). Plate Tectonics:
Story of Plate Tectonics (Online ed.). U.S. Geo- An Insider's History of the Modern Theory of the
logical Survey. ISBN 0-16-048220-8. Earth. Westview Press 424 págs..
LE PICHON, Xavier (1968). Sea-floor spreading PESONEN, L.J. Et al. (2003): Paleomagnetic con-
and continental drift. Journal of Geophysical figuration of continents during the Proterozoic.
Research 73 (12): 3661–3697. In Tectonophysics 375 pp. 289-324.
LI, Z.X et al. (2008) Assembly, configuration, and
PESONEN,L.J.; MERTANEN, S & VIKKOLAIN-
break-up history of Rodinia: A synthesis In Pre-
EN, T (2012): Paleo-Mesoproterozoic supercon-
cambiran Research 160 pp 179-2008
tinents-A paleomagnetic view. In Geophysica
MANTOVANI, R. (1889), Les fractures de l’écorce 48 (1-2) pp 5-47.
terrestre et la théorie de Laplace, In Bull. Soc.
PIPER, J:D:A (1975) Proterozoic super-continent:
Sc. Et Arts Réunion: 41–53
Time duration and the grenville problem. In Na-
MCMENAMIN, M.A:S & MAC MENAMIN, D.- ture vol 256 issue 5517 7 August 1975, pp 519-
L.S (1990) The emergence of animals: The Cam- 520.
brian Breakthrough. Nueva York Columbian PIPER, J.D.A. (1976): Palaeomagnetic Evidence
University Press for a Proterozoic Super-Continent (And Dis-
MEER, Joseph G. (2012): What’s in a name? The cussion). In Philosophical Transaction of The
Columbia (Pelopangea/Nuna) Supercontinen. Royal Society. A. Vol 280 pp.469-490. Pub-
In Gondwana Research vol. 21 issue 4 May lished online 22 January 1976. doi: 10.1098/rsta
2012 pp 997-993 1976.0007.
METELKIN, D.V.; VERNIKOVSKY, V.A.; KA- PIPER, J.D.A (1982): The Precambrian paleomag-
ZANSKY, A. TYu. (2007): Neoproterozoic netic record. The case for the Proterozoic Super-
evolution of Rodinia: Constraints from new continent. In Earth Planet Science Letters vol
paleomagnetic data on the western margin of 59 pp 61-89
the Siberian craton. In Russian Geology and RASSKAZOV, S.V.; BRANDT, S.B.; BRANDT,
Geoophysics 48 pp. 32-45 I.S: (2010): Radiogenic Isotopes in Geologic
MOORE, G.W (1973) Westward tidal lag as the Processes. Springer. 306 págs.
driving forces of plate tectonics. In eology 1 (3)
REDDY. S.M. & EVANS, D.A.D. (2009): Paleop-
pp 99-100.
roterozoic supercontinents and global evolution:
MOORES, E.M. (1991): Southwest U.S-East
correlation from core to atmosphere. Geological
Antarctica (SWEAT) connection: a hypotesis. In
Society, London Special Publications 2009 vols
Geology v 19 pp 425-428.
323 pp. 1 - 26.
MURPHY, Brendan J. & NANCE, R Damien
(1992): Las cordilleras de plegamiento y el ci- REDFERN, Ron (2002). Orígenes. La evolución de
clo supercontiental. In Investigación y Ciencia los continentes, los océanos y la vida en nuestro
Junio 1992. planeta.Edit Paidos. Barcelona. 360 págs. Aun-
MURPHY, Brendan J & NANCE, Damian (2004) que sólo refiere la evolución desde Rodinia, es
La formación de los supercontinentes. En Inves- una publicación de fácil lectura traducida al cas-
tigación y Ciencia diciembre 2004 pp 14-24. tellano y profusamente ilustrada.
MURPHY, J.B: & NANCE, R.D. (2003) Do Super- ROGERS, John W., SANTOSH, M. (2004). Con-
continent introvert or extrovert Sm/Nd isotopic tinents and Supercontinents. Oxford University
evidence. In Geology vol 31 pp 873-876: Press.209 pags.

LVGMerino 37 Supercontinentes
RUNCORN S.K. (1962): Paleomagnetic evidence VEEVER, J. J.. (2005): Gondwanaland and Gond-
for continental drift and its geophysical cause. wana. In Shelley, Richard C. et al (eds) Ency-
In Continental Drift. Academnic Press Interna- clopedia of Geology. Elsevier, 808 págs
tional Geophys. Series 3 Cahpter 1 pp. 1-40
WILDE, Simon A. VALLEY, John et al. (2001): Ev-
SAWKINS, F.J. (1976): Widespread continen-
idence from detrital zircons for the existence of
tal rifting: some considerations of timing and
continental crust and oceans on the Eaeth 4,4
mechanisms. In Geology 4 pp. 427-430
Gyr ago. In Nature vol 409 11 January 2001.
SCOPPOLA, B.; BOCCALETTI, D.; BEVIS, M.; Letter to nature pp.175-178
et al (2006). The westward drift of the litho-
sphere: A rotational drag?. In Geological Soci- WILLIAMS, H., HOFFMAN, P.H., El a. (1991)
ety of America Bulletin 118: 199–209 Anatomy of North America: thematic geologic
SCOTESE, C.R. & McKERROW W.S. (1990) Re- portrayals of the continents. In tectonophysics
vised World Maps and introduction. In Palaeo- 187 pp 117-134.
zoic Geography and biogeography. Geologic. WILLIAMS, Darren M, KASTING, James F. &
Soc. London. Memoir 12 pp 1-21 FRAKES, Laurence, a: (1998): Lopw latitude
SCOTESE C:R (2001) Atlas of Earth histor. Palo- glaciation and rapid changes in the Earth’s abliq-
map project. Arlinton. 52 págs. Mapas e infoe- uity-oblateness feedback. In Nature vol. 396 3
maación disponible en la red: http://www.sco- Dec. 1998 pp. 453-455
tese.com
WILSON, J.Tuzo. (1963). Hypothesis on the Earth's
SMITH, Kerri: Supercontient Amasia to take North
behaviour. In Nature 198 (4884): 849–865.
Pole positión. Next supercontinent will form
over the Arctic Ocean. In Nature. News, 8 Feb- WILSON, J. Tuzo (1965). A new class of faults and
ruary 2012. their bearing on continental drift. In Nature 207
SOROKHTIN, O.G.; CHILINGARIAN, G.V: & (4995): 343–347
SOROKHTIN, N.O. (2011): Evolution of Earth YOSIDA, M et al. (eds) (2003): Proterozoic East
and its climate. Birth life and death of Earth. El- Gondwana: Supercontinent assembly and
sevier. colec. “Developments in Earth and envi- breakup. The Geological Society of London.
ronmental Sciences” vol 10. 576 págs. 460 págs.
STEVENSON, David (2009): Evolution of the
Earth. Treatise on Geophysics vol 9.. Elsevier. ZALASIEWICZ, Jan & WILLIAMS, Mark (2012).
320 págs. The goldilocks planet. Th four billions year sto-
TAYLOR, S.R. & MCLENNAN, S.M.(1996): ry of earth’s climate. Oxford University Press.
Evolución de la corteza continental. In Investi- 303 págs.
gación y Ciencia. Marzo 1996. ZEGERS, T.E et al. (1998): Vaalbara, Earth’s old-
VALENTINE, J.W.; MOORES, E. M. (1970) Plate est assembled continent? A combined structural,
tectonic regulation of animal diversity and sea geochronological and palaeomagnetic tedt. In
level : a model. In Nature 220 pp 657-659. Terra Nova 10, pp. 250-259.

Supercontinentes 38 LVGMerino

Вам также может понравиться