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REPRESENTACIONES MASCULINAS Y FEMENINAS EN CAUSAS CRIMINALES POR

ESTUPRO Y RAPTO DE LA CAPITANÍA GENERAL DE CHILE, 1638-1776


Camila Plaza Salgado
Universidad de Chile. Magister en Estudios de Género y cultura, mención humanidades
cbplazas@gmail.com
En esta ponencia me propongo dar a conocer aspectos relevantes de la investigación de

magister que estoy actualmente desarrollando. Mi proyecto de investigación tiene por

objetivo plantear la pregunta por las relaciones de género que se desenvolvieron en la

Capitanía General de Chile, previos a la Pragmática de matrimonios de Carlos III de 1776,

en el contexto de instalación del sistema social y político del imperio español. Desde la

perspectiva de la Historia de las Mentalidades y a partir del análisis de un corpus de causas

criminales por estupro y rapto, se propone que los sentidos y significados que modularon la

comprensión de estos relatos judiciales permiten reconocer las relaciones de género del

periodo estudiado y admiten su lugar en la fijación de jerarquías sociales que se

configuraban con el proceso colonizador. Es mi deseo contar la historia de mujeres y

hombres que vivieron en un mundo adverso, misterioso, en constante tensión y

complejidad, que marcaron con su impronta las representaciones de la feminidad y la

masculinidad de un mundo mestizo como el de la Capitanía General de Chile entre 1638 y

1776.

Esta investigación entiende a la historiografía como un discurso productor de relatos sobre

el pasado y por ello no es un intento de proclamar una verdad antes negada alcanzable

mediante la objetividad histórica (Gordon, 1992, pág. 112), aspiración de algunas

investigaciones de la ¨Herstory¨ que buscaba devolver su historia a las mujeres (Kelly,

*
  Esta   investigación   es   parte   del   proyecto   Fondecyt   N°1120083   “Historia   del   cuerpo   y
colonización del imaginario: el caso de la Capitanía General de Chile”, investigadora responsable:
Alejandra Araya. 
1992, pág. 123). Esto porque me parece que enfatizar la diferencia de ellas respecto de los

hombres, planteando la historia de las mujeres como una esfera separada de la historia de

los hombres, puede oscurecer la dominación más que denunciarla, al naturalizar la voz de

las mujeres, dejando en un segundo plano las formas de imponer las diferencias entre los

cuerpos sexuados (Gordon, 1992, pág. 117). Es por eso que, aunque se trabaje con causas

criminales que las presentan como víctimas de la agresión masculina, no queremos caer en

la identificación de la mujer víctima como forma de revelar los fundamentos de la

dominación (Leydesdorff, 1992, pág. 93). Como afirma la historiadora norteamericana

Linda Nicholson, el lugar de las mujeres como subordinadas o subalternas no es producto

ni de su biología ni de sus actividades, sino de los significados que su cuerpo y sus

prácticas adquieren por medio de interacciones sociales concretas (Hacia un método para

comprender el Género, 1992, pág. 151). Es por esto que he optado por una perspectiva

relacional, en donde para entender el lugar de las mujeres es necesario también comprender

el de los hombres y las representaciones sobre lo femenino y lo masculino. Me parece

importante hacer una investigación histórica sobre las relaciones de género, que ponga

énfasis en las relaciones de poder que se producen entre los cuerpos sexuados. Perspectiva

que surge del concepto de género propuesto por Joan Scott para su uso en la historiografía.

Su definición, ya clásica, es desde mi punto de vista ineludible para las investigaciones que

se hacen cargo de esta problemática. En su artículo ¨El género: una categoría útil para el

análisis histórico¨ publicado en 1986, lo definió en dos dimensiones: en primer lugar, como

un elemento constitutivo de las relaciones sociales, basadas en las diferencias entre los

sexos y, en un segundo lugar, como una forma primaria de las relaciones simbólicas del

poder (Scott, 2012, pág. 65). En esta investigación he preferido enfocarme en el carácter

relacional del género pues pienso que hombre y mujer no deben interpretarse como datos
fijos, sino como resultados de cambios ideológicos y políticos (Leydesdorff, 1992, pág. 96).

Joan Scott en un artículo posterior al ya referido -1999- hace una modulación a su

definición diciendo que ¨el género, las normas sociales que intentan organizar las relaciones

de los hombres y las mujeres en las sociedades, produce el conocimiento que tenemos sobre

el sexo y sobre la diferencia sexual (en nuestra cultura equiparando el sexo a la naturaleza)

¨ (2012, pág. 148). Es decir, el género produce las y no se basa en las diferencias sexuales1.

Por otra parte, aceptar la función humanista de narrar relatos no quiere decir que no existan

las mentiras, la falsedad, la tergiversación. La imposibilidad de alcanzar verdades objetivas

mediante la práctica científica no es lo mismo que decir que no existan las mentiras

objetivas (Gordon, 1992, págs. 112-113). De acuerdo a Donna Haraway la objetividad

feminista significa la producción de conocimientos situados, donde asumir una perspectiva

parcial es el único medio que promete una visión objetiva: ¨La perspectiva parcial puede ser

tenida como responsable de sus monstruos prometedores y de sus monstruos destructivos¨

(Haraway, 1995, pág. 326). Por ello siempre es importante evidenciar los límites y los

alcances de la investigación que se quiere desarrollar, así como las posturas, miradas y

caminos por los cuales se pretende hacer ese recorrido.

La propuesta que hago en esta investigación, es que para estudiar el problema de las

relaciones de poder que se producen entre cuerpos sexuados en el periodo colonial, los

relatos judiciales por Estupro y Rapto son una entrada pertinente, planteando la siguiente

interrogante: ¿Qué tipo de relaciones de género permiten la inauguración de relatos

jurídicos por estupro y rapto en un contexto de conquista y colonización? Por un lado, esta
1
 La filósofa norteamericana Seyla Benhabib ha afirmado que ¨ […] la diferencia sexual no es meramente un
hecho anatómico, pues la construcción e interpretación de la diferencia anatómica es ella misma un proceso
histórico y social […] el sexo y el género no se relacionan entre sí como lo hacen la naturaleza y la cultura
pues la sexualidad misma es una diferencia construida socialmente¨, citada en: (Lagarde, 1996, pág. 12). 
pregunta permite interrogarnos por una tipología delictual, una clase de delito específico

que se puede conocer: el estupro y el rapto, pero por otro permite conocer los límites y

normas configurados a las relaciones entre cuerpos sexuados para periodos históricos

pasados. Qué se puede, cuando se puede, con quién se puede, son preguntas que pueden ser

respondidas por medio del análisis de los elementos que modularon la comprensión de

estos delitos.

Los relatos judiciales que componen el corpus, fueron escogidos, pues varios autores han

indicado las relaciones que existen entre el rapto y el estupro. George Vigarello estudia la

violación en el Antiguo Régimen francés, diciendo que el estupro era una afrenta contra el

marido o el padre de la mujer agredida pues fue comprendido como una falta contra la

propiedad, mirada que era evidenciada en los juicios por rapto, los que describe como la

amalgama entre robo y violación (1999, pág. 79). Para Igor Goicovic en Chile, así como

para Asunción Lavrin en México, el rapto y el estupro formaron parte de una sexualidad

que se oponía a los límites impuestos a las relaciones afectivas y sexuales por parte de la

familia, la religión o la ley, junto con otras prácticas como el amancebamiento, la bigamia,

etc. (Goicovic, 1998, pág. 97; Lavrin, 1991, pág. 72). Por su parte Verena Stolcke propone

que los vínculos entre honra femenina y honor familiar en la sociedad esclavista cubana del

siglo XIX, pueden ser observados a través de procesos por rapto, que lograban su eficacia

con la desfloración de la mujer raptada (1992, págs. 177-179).

En el diccionario de la Academia de Autoridades de 1732, se define el estupro como el

¨concúbito u ayuntamiento ilícito y forzado con virgen o doncella. Se dice que es del Latino

Stuprum que significa esto mismo y se entrega como ejemplo de su uso la siguiente frase

¨Pecar con soltera es simple fornicación, con casada es adulterio, con doncella virgen
estupro, con parienta incesto, con persona religiosa y dedicada a Dios sacrilegio o

adulterio¨. Es decir, el estupro forma parte del universo de conductas sexuales inapropiadas,

vinculadas a las transgresiones de la moral promovida por la Iglesia Católica en el sentido

de que forma parte de los pecados de lujuria, pero también fue considerado un delito dentro

del mundo secular en el sentido de que era un tipo de comportamiento sexual considerado

ilícito, abordado en diversos tratados normativos. En relación a esto, el abogado e

historiador Francisco Tomás y Valiente ha afirmado que es una característica del Barroco la

identificación entre Derecho y Moral, entre pecado y delito (Simón López, 2010, pág. 146).

Una de las características que ha tenido el delito de estupro es la falta de uniformidad en su

conceptualización y por ello los investigadores de la historia del derecho se han embarcado

en la tarea de definir los distintos tipos de delitos asociados a comportamientos sexuales

ilícitos. El estupro, la violación y el rapto son usualmente confundidos o sus significados

son muchas veces homologados, tanto en América durante el periodo colonial, como en la

Península Ibérica en la Edad media y el Antiguo Régimen. Violación, estupro y rapto son

tres tipos de comportamientos definidos como delictuales y que pertenecen a un mismo

entramado de prácticas relacionadas a transgresiones de los comportamientos sexuales

aceptados socialmente. Sus significados están permanentemente en contacto y por ello es

un desafío tratar de establecer las diferencias y vinculaciones existentes entre ellos. De

acuerdo a Santo Tomás de Aquino formaban parte del pecado de lujuria junto a la

fornicación, el adulterio, el incesto, el sacrilegio y los vicios contra natura (Bénitez-Barba,

2007, pág. 110).

Para varios investigadores el estupro estaría definido, en primer lugar, por la centralidad

que ocuparía la virginidad en su definición. Para Eugenia Rodríguez, quien estudia este
delito para Costa Rica en el periodo colonial, la virginidad sería la prueba de la inocencia y

honradez de la víctima y como el honor familiar dependía de la honorabilidad de las

mujeres, el estupro era un ultraje contra la propiedad del hombre dueño de la mujer. Por lo

tanto, para ella el estupro se entiende como un atentado a la propiedad, definido por el

honor de las mujeres donde la prueba era la virginidad (Rodríguez Sáenz, 2002). La

virginidad era también la prueba de la honorabilidad de las mujeres en España durante el

siglo XVIII, donde el delito de estupro estaba definido en primer lugar por la honestidad de

la víctima y en segundo lugar por el engaño, mediante el cual se accedía a la relación

sexual. Se consideraba que solo las mujeres honestas, es decir vírgenes, podían ser

engañadas. Por su parte, María Simón López, afirma que en la sociedad de antiguo régimen

las relaciones de parentesco marcaban las pautas de todas las actividades sociales y por ello

la virginidad era central, pues se constituía en la única garantía de que la descendencia era

del esposo y por lo tanto era garante de la continuidad de la prole (apellido y bienes)

(Simón López, 2010, pág. 150). Para ella, la honestidad y la ausencia de consentimiento por

parte de la mujer fueron las características definitorias del delito de estupro. Durante este

periodo se divide el estupro en 2: con seducción y con violencia. Con el tiempo este

segundo tipo desaparecerá y el estupro quedará definido por la seducción. Así el estupro

por engaño era una agresión exenta de violencia o fuerza física, pero repleta de violencia

moral (182) donde la forma de engaño más característica fue la promesa de matrimonio

incumplida (183). De acuerdo a la investigación realizada por María Madrid en el Tribunal

de Bureo, que era el tribunal al que acudían aquellos sujetos que vivían en el Palacio Real

de Madrid, el estupro se diferenciaría de la violación, porque este último estaría definido

por el uso de la violencia física para obtener la relación sexual ilícita (Madrid Cruz, 2002).

Es este elemento, el uso de la fuerza, el que se constituye en el elemento gravitante para


comprender, de acuerdo al investigador mexicano José Sánchez Arcilla, la relación entre

rapto y violación. Él estudia los cuerpos normativos y la legislación hispana, para

comprender jurídicamente los delitos sexuales presentes en los ¨libros de reos´ de la ciudad

de México, afirmando que no existió una conceptualización específica para el delito de

violación y que en su lugar aparecen las nociones de ¨forcar¨ y ¨robar¨ (Sáchez-Arcilla

Bernal, 2010, pág. 492). Es el uso de la fuerza la evidencia gravitante de estos delitos y

donde el honor y la castidad no serían la prueba sino más bien el bien jurídico a proteger.

Para Victoria Rodríguez el vínculo entre violación y rapto estaría definido en el sentido de

que ambos producían un ultraje a la honestidad de la mujer y a la honra de sus familiares

(Rodríguez Ortiz, 2003). Es interesante notar que para varias de las autoras y de los autores

revisados, los delitos de estupro, violación y rapto no se constituían en una afrenta contra

las víctimas materiales de estos delitos, sino que, contra el honor de sus parientes,

especialmente de los varones, al constituirse las mujeres en su propiedad.

Por todo lo enunciado, es que los juicios que componen el corpus de mi indagación, están

siendo analizados identificando los elementos que, de acuerdo a estas investigaciones,

darían significado a este entramado de prácticas: ¿Qué importancia puede tener la violencia

en los casos por estupro y rapto en la Capitanía General de Chile, cuando no hay presencia

de la tipificación de violación? ¿Qué lugar ocupó la virginidad? ¿Cómo se entendía la

seducción? ¿Quiénes iniciaban los pleitos? ¿Cuál es el bien jurídico a proteger y las

evidencias del delito? Es mi interés poder entender la significación específica que tuvieron

estos delitos en la sociedad colonial de la Capitanía General de Chile, incorporando

aquellos elementos que den cuenta de las especificidades del contexto en que se

desarrollaron y el ejercicio de poder colonial en el que se enmarcan, en donde de acuerdo a


Franz Fanon, las prácticas sexuales se constituyeron en un problema fundamental en el

enfrentamiento y en las estrategias de distinción social (Giraud, 1986, pág. 625).

Finalmente me gustaría decir que es importante dar historicidad a estas prácticas, porque de

lo contrario estaríamos fijando la violación o la violencia sexual como una realidad

insoslayable en la vida de las mujeres, lo que redunda en una política de identidad que

define a las mujeres en razón de nuestra violabilidad y a los hombres en razón de

constituirse en violadores. Como señala la investigadora norteamericana Sharon Manus, la

violación no se apoya en una fuerza directa, inmutable o invencible, sino en el poder que

tiene para estructurar nuestras vidas como guiones culturalmente impuestos y que por lo

tanto son susceptibles de cambio (Manus, 2002, pág. 65).

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