Вы находитесь на странице: 1из 201

Pedro de Valdivia

Conquistador español

Este artículo o sección necesita una


revisión de ortografía y gramática.
Puedes colaborar editándolo. Cuando se haya
corregido, puedes borrar este aviso. Este aviso
fue puesto el 15 de junio de 2017.

Pedro de Valdivia (Villanueva de la Serena,


Extremadura, España, 17 de abril de 1497-
Tucapel, Capitanía General de Chile, 25 de
diciembre de 1553) fue un militar y
conquistador español de origen
extremeño.
Pedro de Valdivia

Pedro de Valdivia - Óleo de Federico Madrazo


Biblioteca Nacional de Chile

Gobernador de Chile
10 de junio de 1541-diciembre de 1547
Monarca Carlos I de España
Predecesor Creación del cargo
Sucesor Francisco de Villagra

20 de julio de 1549-25 de diciembre de 1553


C l Id E ñ
Monarca Carlos I de España
Predecesor Francisco de Villagra
Sucesor Francisco de Villagra

Información personal
Nacimiento 17 de abril de 1497
Campanario, Corona
de Castilla, España
Fallecimiento 25 de diciembre de
1553 (56 años)
Fuerte Tucapel, Chile,
Imperio español
Causa de la muerte Pena de muerte
Nacionalidad Española
Religión Católico
Familia
Cónyuge Marina Ortiz de Gaete
Pareja Inés de Suárez

Información profesional
Información profesional
Ocupación Militar
Rango General
Firma

[editar datos en Wikidata]

Tras participar en diversas campañas


militares en Europa, Valdivia viajó a
América, formando parte de las huestes
de Francisco Pizarro, gobernador del Perú.
Con el título de teniente gobernador
otorgado por Pizarro, Valdivia lideró la
Conquista de Chile a partir de 1540. En
dicho rol, fue el fundador de las ciudades
más antiguas del país, incluyendo la
capital Santiago en 1541, La Serena
(1544), Concepción (1550), Valdivia (1552)
y La Imperial (1552). Además, dispuso la
fundación de las ciudades de Villarrica y
Los Confines (Angol).

En 1541 recibió de sus compañeros


conquistadores organizados en un
cabildo, el título de Gobernador y Capitán
General del Reino de Chile, siendo el
primero en ostentar dichos cargos.
Después de sofocar la resistencia
indígena y algunas conspiraciones en su
contra, regresó al Virreinato del Perú en
1548, donde Pedro de la Gasca le
confirmó el título. De regreso a Chile,
emprendió la llamada Guerra de Arauco
contra el pueblo mapuche, en la cual
murió en 1553 en la batalla de Tucapel.

En varias oportunidades estuvo muy bien


acompañado de un selecto grupo de
hombres ilustres como don Francisco
Martínez Vegaso, don Francisco Pérez de
Valenzuela entre otros conquistadores
españoles. También estuvo con el futuro
toqui mapuche Lautaro.

Orígenes
Familia

Pedro de Valdivia nació el 17 de abril de


1497 en la región española de
Extremadura, en esa época perteneciente
a la Corona de Castilla. El lugar preciso de
nacimiento de Valdivia sigue todavía en
discusión. En la comarca de La Serena,
varias localidades disputan ser la cuna del
conquistador. Las fuentes indican a
Villanueva de la Serena como el lugar de
nacimiento, aunque muchas indican
también a Castuera, donde está su casa
natal y la de sus antepasados.[1][2][3][4]
Campanario (de donde es natural
originalmente la familia Valdivia) y
Zalamea de la Serena también son
mencionadas como alternativas a su
origen.
Pedro de Valdivia perteneció a una familia
de hidalgos con cierta tradición militar, la
Casa de Valdivia. El cronista y soldado de
la hueste de Valdivia Pedro Mariño de
Lobera, señala en su Crónica del Reino de
Chile: «el gobernador Don Pedro de
Valdivia fue hijo legítimo de Pedro de
Oncas (Arias) de Melo, portugués muy
hijodalgo, y de Isabel Gutiérrez de Valdivia,
natural de la villa de Campanario en
Extremadura, de muy noble linaje». Sin
embargo, nunca ha podido ser encontrado
en los archivos españoles documento
alguno (civil, militar o eclesiástico) que
avale esta afirmación. Por otra parte, el
acabado estudio genealógico La familia de
Pedro de Valdivia, publicado en 1935 por el
erudito P. Luis de Roa y Ursúa, ha
establecido que muy probablemente el
conquistador fue hijo legítimo de Pedro
Onças de Melo y de Isabel Gutiérrez de
Valdivia, ambos de linaje noble.

Experiencia militar en Europa y


América

En 1520 inició su carrera como soldado en


la Guerra de las Comunidades de Castilla,
y posteriormente militó en el ejército del
emperador Carlos V, destacando su
participación durante las campañas de
Flandes y las Guerras Italianas, en la
batalla de Pavía y en el asalto a Roma.
Contrajo matrimonio en Zalamea en 1525,
con una noble llamada doña Marina Ortiz
de Gaete, natural de Salamanca. En 1535
partió al Nuevo Mundo y no volvería a ver
a su esposa.

Emprendió viaje a América en la


expedición de Jerónimo de Ortal,[5]
llegando a la isla de Cubagua en 1535 con
el propósito de iniciar la búsqueda del
fabuloso El Dorado. En Tierra Firme
participó en el descubrimiento y conquista
de la provincia de Nueva Andalucía con su
amigo Jerónimo de Alderete, compañero
de armas en la Guerra de las
Comunidades de Castilla. Fue testigo de la
fundación de San Miguel de Neverí en
1535. Desavenencias con Ortal hicieron
que parte de sus expedicionarios lo
abandonaran buscando otros horizontes
más prometedores. Alderete, Valdivia y
una cuarentena de hombres más estaban
entre los alzados. Al separarse llegaron al
territorio de la Provincia de Venezuela bajo
el control de los Welser de Augsburgo, y
como desertores, los detuvieron las
autoridades alemanas en Santa Ana de
Coro, y los cabecillas fueron enviados a
Santo Domingo para ser juzgados.
Valdivia, no figuraba entre los cabecillas
de la rebelión, fue liberado y se quedó en
Coro. Durante esa larga estancia hizo
amistad con Francisco Martínez Vegaso
adelantado y prestamista español al
servicio de los Welser. Años después
Valdivia, Alderete y Martínez se asociarían
para la conquista de Chile.

Después de un período todavía no


esclarecido, en 1538 Valdivia pasó al Perú
y se alistó en las fuerzas de Francisco
Pizarro, participando como su maestre de
campo en la guerra civil que Pizarro
mantenía con Diego de Almagro. Al
finalizar este conflicto con Almagro
derrotado en la batalla de las Salinas, su
desempeño militar fue reconocido y
recompensado con minas de plata en el
Cerro de Porco (Potosí), y tierras en el
valle de la Canela (Charcas). Cercana a
esta encomienda estaba la parcela
asignada a la viuda de un militar, Inés
Suárez, con quien estableció un vínculo
íntimo, no obstante estar casado en
España.

La ruta a Chile
Preparando la expedición
Para el gobernador del Perú la iniciativa
supuso algunos beneficios y ningún costo.
Valdivia dejó disponibles para otro
colaborador los repartimientos de indios y
la mina. Además la autorización no
involucró apoyo económico de las cajas
reales, pues era costumbre que los
conquistadores se financiasen por su
cuenta. Cediendo al entusiasmo del
Maestre de Campo, le facultó en abril de
1539 para pasar a la conquista de Chile
como su teniente de gobernador, aunque
«no me favoreció —escribió más tarde
Valdivia—, ni con un tan solo peso de la
Caja de S. M. ni suyo, y a mi costa e
misión hice la gente e gastos que convino
para la jornada, y me adeudé por lo poco
que hallé prestado, demás de lo que al
presente yo tenía».[6]

Pese a su empeño, las dificultades para


reunir financiamiento y soldados
estuvieron a punto de frustrar el plan de
Valdivia. Los prestamistas juzgaron
desmesurado el riesgo a sus capitales, y la
gente rehuyó enrolarse en la conquista de
la tierra más desacreditada de las Indias,
considerada desde la vuelta de Diego de
Almagro como miserable y hostil, sin oro, y
de clima muy frío. Al decir de Valdivia en
carta al Emperador Carlos V de fecha 4 de
septiembre de 1545:
No había hombre que quisiera
venir a esta tierra, y los que más
huían de ella eran los que trajo el
Adelantado don Diego de Almagro,
que como la desamparó, quedó tan
mal infamada, que como de la
pestilencia huían de ella; y aún
muchas personas que me querían y
eran tenidos por cuerdos, no me
tuvieron por tal cuando tuve que
gastar la hacienda que tenía, en
una empresa tan apartada del Perú
y donde el Adelantado no había
perseverado.[7]

Hasta que se dirigió a un conocido y


acaudalado comerciante prestamista que
obraba como soldado adelantado,
Francisco Martínez, que acababa de llegar
de España con una provisión de armas,
caballos, herrajes y otros artículos muy
apreciados en las colonias. Martínez
accedió asociarse para contribuir,
aportando su capital (9000 pesos de oro
en mercaderías, valoradas por sí mismo),
a cambio de la mitad de los beneficios que
produjese la empresa, labor que recaía
sobre Valdivia.

Finalmente logró reunir unos 70 000 pesos


castellanos,[8] suma escasa para la
envergadura de la iniciativa, pues por
entonces un caballo por ejemplo, costaba
2000. En cuanto a soldados, solo 11 se
enrolaron en la aventura,[9] más la
placentina Inés Suárez, que vendió sus
alhajas y todo lo que tenía para ayudar a
los gastos de Valdivia. Iba en calidad de
criada de este, para disimular un poco que
era en realidad su amante y amiga.

Cuando ya se disponía a emprender la


marcha, llegó a Cuzco el antiguo
secretario de Pizarro, Pedro Sánchez de la
Hoz, que había vuelto a España luego de
hacer fortuna en la conquista temprana
del Perú. Regresaba con cédula real
otorgada por Rey que le facultaba a
explorar las tierras al sur del Estrecho de
Magallanes, dándole el título de
Gobernador de las tierras que allí
descubriese. A instancias y
manipulaciones de Pizarro, Valdivia y
Sánchez de la Hoz celebraron un contrato
de compañía en la que el primero
aportaba todo lo reunido al momento, y el
segundo se comprometía a aportar
cincuenta caballos y doscientas corazas y
a equipar dos navíos que al cabo de cuatro
meses debían traer a Chile diversas
mercaderías para apoyar la expedición.
Aquella sociedad mal avenida iba a causar
numerosos contratiempos a Valdivia en el
futuro, Valdivia no sin razón consideraba a
Sánchez de la Hoz como un obstáculo a
sus futuras ambiciones patrimoniales.

¿Qué movía a Pedro de Valdivia a


emprender un proyecto que casi todos
consideraban insensato?. Pensaba que las
desacreditadas tierras del sur eran
apropiadas para establecer una
gobernación de carácter agrícola, y creía
poder descubrir suficientes riquezas
mineras, si bien no tan abundantes como
en el Perú, pero suficientes para sostener
una colonia de la que él fuese Señor.
Porque por encima de todo Valdivia se
proponía establecer un nuevo reino que le
diese fama y poder. «Dejar fama y
memoria de mí», decía. Aunque uno más
de los hidalgos aventureros que por
entonces venían de España a «hacer la
América», los talentos de Valdivia eran
superiores. Bien lo sabía, y estaba
convencido que conseguiría renombre en
el «tan mal infamado» Chile, pues
mientras más difícil la empresa, más fama
para el emprendedor. Astuto, infatigable y
con gran sentido de la oportunidad, este
líder audaz, a menudo imprudente, tuvo la
virtud —y acaso la genialidad— de levantar
la mirada por sobre riquezas triviales y ver
futuro allá, donde los demás solo veían
dificultades.
Inicio de la expedición

Desde la sierra cuzqueña bajaron al este


hasta el valle de Arequipa, siguiendo al sur
por la zona cercana a la costa. Pasando
por Moquegua y luego Tacna, acamparon
en la quebrada de Tarapacá. Durante este
trayecto nuevos auxiliares se sumaron a la
pequeña hueste, hasta sumar veinte
castellanos. De Pedro Sánchez de la Hoz,
que debía haberse unido aquí a la
expedición aportando las especies
comprometidas, no se tenía noticia. El otro
socio de la empresa, el capitalista
Francisco Martínez, tuvo un grave
accidente y debió volverse al Perú.
La noticia de la marcha de Valdivia se
había difundido por el altiplano, y varios
soldados se le unieron en Tarapacá. Entre
ellos, algunos que más tarde tendrían rol
protagónico en la conquista de Chile:
Rodrigo Araya con dieciséis soldados;
también Rodrigo de Quiroga, Juan Bohón,
Juan Jufré, Gerónimo de Alderete, Juan
Fernández de Alderete, el capellán Rodrigo
González de Marmolejo, Santiago de
Azoca y Francisco de Villagra. La
Expedición de Pedro de Valdivia a Chile ya
sumaba 110 españoles.

Partieron entonces para Atacama-la chica


siguiendo el Camino del Inca donde
hicieron campamentos en Pica,
Guatacondo y Quillagua para llegar a Chiu-
Chiu. Allí Valdivia se enteró que su
camarada de Italia Francisco de Aguirre se
encontraba en Atacama-la grande (San
Pedro de Atacama) y salió con algunos
jinetes a su encuentro. Esto le salvó
providencialmente la vida.

En efecto, Pedro Sánchez de la Hoz, que


había quedado en el Perú tratando de
reunir los refuerzos pactados, solo había
conseguido que le cobrasen antiguas
deudas. Pero sintiéndose respaldado por
la designación real de gobernador, una
noche a comienzos de junio de 1540 llegó
al campamento de Valdivia en Atacama-la
chica (Chiu-Chiu) junto a Antonio de Ulloa,
Juan de Guzmán, y otros dos cómplices.
En sigilo se acercaron a la tienda donde
suponían encontrar durmiendo a Valdivia,
con el propósito de asesinarle y tomar el
mando de la expedición.

Al entrar en la morada a oscuras,


advirtieron que en el lecho no estaba
Valdivia sino doña Inés Suárez, quien dio
grandes gritos de alarma y reprendió con
dureza a Pedro Sánchez, mientras este se
disculpaba nerviosamente. Ya despierto el
campamento por el alboroto de doña Inés,
acudió el alguacil de campo Luis de
Toledo con algunos soldados para
castigar a los intrusos, pero al ver que se
trataba del encumbrado personaje optó
por enviar un mensajero a alertar a
Valdivia de la sospechosa conducta de su
socio.

A su regreso Valdivia con mal disimulado


enojo pensó en colgar a Sánchez de la
Hoz, aunque finalmente le perdonó la vida
a cambio de la renuncia por escrito a todo
derecho (a su cédula real) de expedición y
conquista. De los cómplices desterró a
tres, pero Antonio de Ulloa se ganó su
confianza y fue incorporado a las huestes.
El Desierto de Atacama y el
Valle de la Posesión

El Desierto de Atacama

Según Vivar, para entonces la expedición


completaba «ciento cincuenta y tres
hombres y dos clérigos, los ciento y cinco
de a caballo y cuarenta y ocho de a pie»,[2]
más el millar de indios de servicio, cuyo
lento andar por la carga del bagaje
determinaba el ritmo del avance.
Al entrar al vasto, seco y temible Desierto
de Atacama, ardiente (40 a 45 ºC) de día y
gélido (-10 a -5ºC) en la noche, Valdivia
dividió la expedición en cuatro grupos, que
marcharon separados por una jornada,
dando así tiempo a que las escasas
fuentes de agua, agotadas por un grupo,
pudiesen recuperarse mientras llegaba el
siguiente. El jefe salió en la última
cuadrilla, pero se adelantaba con dos de a
caballo, para animar a sus hombres,
«mirando como todos pasaban sus
trabajos, sufriendo él con el cuerpo los
propios que no eran pequeños, y con el
espíritu los de todos».[2]
Ya en lo profundo del Desierto el aliento
del líder se hizo más necesario. De tanto
en tanto tropezaban con los restos
muertos de hombres y animales, algunos
de la expedición de Almagro: «Son tan
ásperos y fríos los vientos de los más
lugares de este despoblado, refiere Pedro
Mariño de Lobera, que acontece arrimarse
el caminante a una peña y quedarse
helado y yerto en pie por muchos años,
que parece estar vivo, y así se saca de
aquí carne momia en abundancia».[2]
Junto con señalarles la ruta, aquellos
cadáveres confirmaban la fama del país
donde la iniciativa de Valdivia los iba
metiendo.
Tal vez afligido por el macabro paisaje,
Juan Ruiz, uno de los rotos que ya había
estado en Chile con Almagro, se arrepintió
de la aventura. Decía en secreto a sus
compañeros “que aquí no había de comer
ni para treinta hombres, y andaba
amotinando gente para volverse al
Perú”.[10] Advertido de la sedición por su
maestre de campo Pedro Gómez de Don
Benito, Valdivia mostró la otra cara dura de
su liderazgo. Ni siquiera permitió confesar
al insurrecto y le hizo ahorcar
sumariamente por traición, continuando
sin más la marcha.
El grupo de vanguardia de la expedición,
que encabezaba Alonso de Monroy,
llevaba herramientas para mejorar los
pasos y evitar que los caballos
despeñasen. También procuraba
profundizar los pequeños pozos que
conocían los guías indios, «porque
tuviesen agua clara que no faltase para la
gente que atrás venía».[2] Sin embargo,
cuando llevaban unos dos meses de
camino por el desierto más seco del
planeta, solo encontraron manantiales
agotados, y el ejército creyó perecer en la
batalla contra la deshidratación bajo el
aplastante sol atacameño. Los hombres
iban perdiendo la esperanza.
Aguada Doña Inés: Mariño de Lobera insinúa su
hallazgo como milagro. Vivar sin embargo no lo
menciona en su detallada crónica del paso por el
desierto de Atacama. Por su parte Barros Arana
escribió en 1873: “El pozo o vertiente que hoy lleva el
nombre de doña Inés y que produce todavía un poco
de agua, es probable que sea el mismo a que se refiere
Mariño, aunque seguramente este, arrastrado por la
pasión de lo maravilloso que dominaba a los
conquistadores españoles, haya exagerado la
importancia del trabajo mandado hacer por Inés
Suárez, la cual quizá no hizo otra cosa que descubrir
una vertiente natural”.[10]
Pero la mujer no. Cuenta Mariño que Inés
Suárez mandó cavar a un yanacona «en el
asiento donde ella estaba», y cuando había
profundizado no más de un metro, el agua
brotó con la abundancia de un arroyo, «y
todo el ejército se satisfizo, dando gracias a
Dios por tal misericordia, y testificando ser
el agua la mejor que han bebido la del
jahuel de doña Inés, que así le quedó por
nombre». Aunque es difícil dar crédito a
este prodigio, al menos en los términos
descritos por el valioso cronista, lo cierto
es que desde entonces ese lugar hasta
hoy se llama Aguada de Doña Inés. Se
encuentra sobre una quebrada de nombre
Doña Inés Chica, a unos 20 km al noreste
de El Salvador, y al pie de un monte
conocido como Cerro Doña Inés, situado
inmediatamente al norte del Salar de
Pedernales.

Pocos días después las fatigas del


Despoblado terminaban, si bien
«perecieron muchas personas de servicio
así indios como negros». El jueves 26 de
octubre de 1540,[2] la expedición pudo
acampar en la ribera de un ameno
riachuelo donde, dice el citado narrador,
«no solamente los hombres manifestaban
extraordinario consuelo con verse fuera de
tantas calamidades, más aún también los
caballos insinuaban el regocijo que
sentían, con los relinchos, lozanía y bríos
que mostraban, como si reconocieran el
término de los trabajos». Estaban en el
espléndido valle de Copiapó, o Copayapu
en lengua indígena. Al entrar en el tuvieron
que enfrentar en batalla a huestes de la
etnia diaguita, estimada por Lobera en
ocho mil guerreros, a la que derrotaron
fácilmente, pudiendo así instalarse en el
valle.[11]

Como aquí comenzaba su jurisdicción,


Valdivia llamó a toda la tierra que hubiese
de este valle al sur la Nueva Extremadura
en recuerdo de su suelo natal. Hizo
colocar una cruz de madera en un sitio
prominente y a continuación, relata un
historiador, «formóse la tropa ostentando
sus uniformes militares y sus relucientes
armas y los sacerdotes entonaron el Te
Deum, tras lo cual tronó la artillería,
redoblaron los tambores y atabales y
prorrumpieron los expedicionarios en
aclamaciones de alegría. En seguida el
conquistador, con la espada desnuda en
una mano y el pendón de Castilla en la
otra, dio con aire marcial unos cuantos
paseos por el sitio y declaró posesionado
el valle, en nombre del rey de España, y por
ser este el primer territorio habitado de la
conquista a él encomendada, ordenó se le
denominase Valle de la Posesión».[12]
Aún en medio del júbilo general, un detalle
de esta ceremonia no pasó inadvertido
para algunos. Valdivia debía ocupar el
territorio a nombre del gobernador Pizarro,
del que era su teniente, mas lo hizo en
nombre del Rey Carlos V, provocando
suspicacias en los conquistadores que le
eran menos afines. Algunos declararon en
el proceso que varios años más tarde se le
siguió ante el virrey La Gasca, «que llegado
al valle de Copiapó (Valdivia) tomó
posesión de él por S.M., sin llevar
provisiones sino de don Francisco Pizarro
por su teniente, dándonos a entender que
era ya gobernador».[10]
Conquista de Chile
Fundación de Santiago de
Chile.

Renueva la marcha al sur siguiendo el


camino Inca. Al caer al valle del río
Aconcagua por el valle de Putaendo, el
cacique Michimalonco lo intentó detener
con escaramuzas sin éxito. Avanzó luego
más al sur, trasponiendo las grandes
ciénagas de Lampa y Quilicura, hasta
llegar al valle amplio y fértíl del río llamado
por los picunche Mapuchoco (actual
Mapocho), que nace al este en la cordillera
de los Andes y desciende bordeando la
falda meridional de un cerro llamado
Tupahue. Al enfrentar un peñón llamado
Huelén en mapudungún, el cauce se
dividía en dos brazos, dejando encerrada
entre sus brazos una isla de tierra llana.
Cerca de ahí, en la actual localización de la
Estación Mapocho, había un tambo inca
que partía hacia la Cordillera el Camino de
las Minas, que terminaba en la actual Mina
La Disputada de Las Condes, con al
menos dos tambos intermedios. Este
camino era usado para transitar hacia el
apu de Cerro El Plomo, donde se
celebraban ofrendas a Viracocha, siendo
la más importante de ella los Capac
cocha, en el Inti Raymi.
La fundación de Santiago, óleo de Pedro Lira (1858).
La obra muestra a Pedro de Valdivia en la cima del
Huelén, señalando hacia el centro del lugar escogido
para fundar la ciudad, la actual Plaza de Armas, el 12
de febrero de 1541. Atrás se aprecia el río Mapocho, y
al fondo el cerro El Plomo, la cumbre andina más alta
del valle.
Monumento a Pedro de Valdivia en el Cerro Santa
Lucía en el lugar exacto donde fue fundada la ciudad
de Santiago de Nueva Extremadura.

Valdivia instaló el campamento en esta


isla al oeste del peñón llamado en
mapudungún Huelén, 'Piedra del dolor', tal
vez el 13 de diciembre, día de Santa Lucía.
El lugar le pareció adecuado para fundar
una ciudad. Flanqueado al norte, sur y este
por barreras naturales, el emplazamiento
permitía a los conquistadores defender
mejor el poblado de cualquier ataque
indígena. Por otro lado, la población
aborigen era más abundante en el valle del
Mapocho que en los valles de más al
norte, asegurando a los invasores mano
de obra para cultivar la tierra, y sobre todo
para explotar las minas que todavía tenían
esperanza de descubrir, a pesar que los
naturales las decían escasas.

Con todo, parece que no era su intención


dar a este asentamiento de armas el
carácter de capital del reino. Años más
tarde Valdivia vendería sus solares y otros
bienes en el valle del Mapocho,
estableciendo su residencia en la ciudad
de la Concepción, que estimaba ubicada
en el centro de su jurisdicción, tenía en
sus inmediaciones lavaderos de oro, y una
enorme población aborigen.

El 24 de febrero de 1541, se fundó la


ciudad de Santiago de la Nueva
Extremadura a los pies del Huelén,
rebautizado como Santa Lucía. Trazó la
ciudad el Alarife Pedro de Gamboa en
forma de damero, dividiendo en manzanas
el terreno dentro de la isla fluvial, las que
se repartieron a la vez en cuatro solares
para los primeros vecinos. Al trazado y
formación de la ciudad le siguió en el mes
de marzo la creación del primer cabildo,
importando el sistema jurídico e
institucional español. La asamblea quedó
integrada por Francisco de Aguirre y Juan
Jufré como alcaldes, Juan Fernández de
Alderete, Francisco de Villagra, Martín de
Solier y Gerónimo de Alderete como
regidores, y Antonio de Pastrana como
procurador.

Apenas instalados, llegó a óídos de


Valdivia una información de la mayor
gravedad, aunque de origen desconocido;
se difundió en la colonia que los
almagristas habían asesinado en el Perú
al gobernador Francisco Pizarro. De ser
cierta la noticia, los poderes de teniente
gobernador de Valdivia y los
repartimientos entregados a los vecinos
podían quedar automáticamente
extinguidos, al venir otro conquistador del
Perú a regir la tierra y distribuirla entre su
hueste.

Gobernador y Capitán General

Considerando la situación política en Perú,


el cabildo resolvió entregar a Valdivia el
título de Gobernador y Capitán General
Interino en nombre del Rey. Astuto
Valdivia, el hasta entonces Teniente de
Gobernador de Pizarro rechazó
públicamente el cargo inicialmente, para
no quedar como traidor ante este por si
seguía vivo (Pizarro fue asesinado 15 días
después). Sin embargo, ante la amenaza
de los vecinos de entregar a otro el
gobierno, Valdivia, que en realidad
deseaba ardientemente ser nombrado
Gobernador, aceptó el 11 de junio de 1541.
Eso sí, dejó constancia escrita que se
sometía a la decisión del pueblo contra su
voluntad, cediendo solo porque la
asamblea le hacía ver que así servía mejor
a Dios y al Rey.
Sobre este particular, se ha especulado
que el mismo Valdivia se las arregló para
correr el mismo el rumor sobre la muerte
de Pizarro. Sostiene la sospecha la
siguiente circunstancia: no obstante ser
efectivo que el Gobernador del Perú fue
asesinado por los almagristas, el hecho no
tuvo lugar sino hasta el 26 de junio de
1541, cuando ya Valdivia había recibido el
cargo de Gobernador de Chile del cabildo
de Santiago. Además, resulta un tanto
extraño que el extremeño se haya negado
ya no una, sino tres veces, a aceptar; pues
existiendo presunciones sobre la muerte
de Pizarro, la solicitud del cabildo
resultaba del todo razonable.
Como haya sido, debe tenerse en cuenta
que mientras a Pizarro la empresa de Chile
no le había costado más que el papel en
que extendió la provisión a Valdivia, este
abandonó su cómoda posición en el Perú,
asumió deudas y aceptó sociedades
cuyos términos rayaban en la usura, «para
dejar fama y memoria de mi» conquistando
lo que se creía la tierra más pobre del
Nuevo Mundo, «donde no había como dar
de comer a más de cincuenta vecinos».

La nueva colonia
Monumento a Pedro de Valdivia en la Plaza de Armas
de Santiago. Estatua en bronce realizada por el
español Enrique Pérez Comendador.
Sostiene el conquistador en su mano derecha el rollo
del acta de la fundación de Santiago, y apoya la
izquierda en la espada, símbolo de justicia. En la
metáfora del artista, el robusto caballo sin riendas es
Chile, que camina al futuro por su cuenta a partir de la
obra del fundador.

Las casas de la aldea se edificaron con los


pocos materiales disponibles en el
entorno, madera con revoque de barro y
techo de paja. La plaza era un pedregal
eriazo con un gran madero vertical
empotrado en el centro, símbolo del
dominio del Rey de Castilla. Una acequia
abastecía el agua desde una vertiente del
Santa Lucía, atravesando el poblado hacia
el este. Al costado norte de la plaza
estaba el solar y rancho de Valdivia, una
ramada para las asambleas del cabildo y
el recinto de la cárcel. La iglesia y solares
de los curas en el frente poniente.

El principal afán del Gobernador era el


hallazgo de oro a su vez un argumento
para atraer nuevos contingentes para
profundizar la conquista y poblamiento.
De encontrarlo justificaría la expedición y
mejoraría el ánimo de los 150 aventureros
que le acompañaban, algunos ya
inquietos. Se daba por contado que el oro
no sería tan abundante como en el Perú,
pero debía haberlo, por el tributo en el
metal que antaño pagaban los naturales
chilenos al Inca. Intentando descubrir de
dónde salía esa contribución, y para
proveerse de alimentos hurtándolo en las
siembras de los indios, Valdivia y la mitad
de sus hombres salían con frecuencia a
reconocer los valles de las inmediaciones,
dejando en la aldea como teniente de
gobernador a Alonso de Monroy.
Una de esas excursiones los llevó al
sector costero del valle de Chile
(Aconcagua) donde les esperaba un
belicoso cacique principal, Michimalonco,
el poderoso cacique que allí regía y quien
ya tenía la experiencia con la presencia
española al haber recibido en buenos
términos a Diego de Almagro en 1535, y
aún antes, al primer español que pisó
territorio chileno, Gonzalo Calvo de
Barrientos. Atrincherado en un fuerte con
gran número de indios «bien pertrechados
para la guerra», el caudillo indígena
pretendió aprovechar la salida de los
invasores para llevar la lucha a un lugar
tácticamente ventajoso para él, y enfrentar
primero solo a una fracción de ellos, para
luego dar cuenta del resto. Mandó Valdivia
a su tropa acometer la fortaleza y prender
vivo a Michimalonco, que esperaba le
fuese de utilidad. Después de tres horas
de combate y la muerte de muchos indios
y apenas un español, los castellanos
terminaron de arruinar el fuerte,
capturando a michimalonco y otros jefes
indios con vida.[13]

Empeñado en conseguir la ubicación del


oro y mano de obra indígena para
extraerlo, trató muy bien a los capturados,
quienes aparentemente cedieron a las
atenciones y a cambio de su libertad,
guiaron a los castellanos a sus lavaderos
en las quebradas del estero Marga Marga,
muy cerca del lugar de la batalla. Dice el
soldado cronista Mariño de Lobera, que al
ver la faena los españoles rompieron en
expresiones de júbilo:

“y como si ya tuvieran el oro en las


bolsas, sólo pensaban si había
tantos costales y alforjas en el
reino donde echar tanto, y cómo en
breve tiempo irían a España a
hacer torres del metal,
comenzando desde luego a
hacerlas de viento”
.[13] Los caciques deben haber
contemplado con mucho interés la
escena, pues inesperadamente aparecía
un aliado para la defensa de su suelo: la
codicia del invasor.

Construcción de un Navío. En Historia general de las


Indias Occidentales, por Antonio de Herrera y
Tordesillas.
Pedro de Valdivia dispuso que dos
soldados con experiencia en
explotaciones mineras dirigieran a los más
de mil indios de trabajo que los caciques
habían facilitado. Cerca de ahí, donde el
río Aconcagua desemboca en las playas
de Concón, zona por entonces abundante
en bosques, ordenó también construir un
bergantín para transportar el oro al Perú,
traer suministros y embarcar allá a los
españoles que, imaginaba, se enrolarían
en la conquista de Chile al constatar la
existencia del metal. A cargo de vigilar
ambas empresas quedó al capitán
Gonzalo de los Ríos, al mando de unos
veinticinco soldados.
A comienzos de agosto, Valdivia se
encontraba supervisando personalmente
los trabajos del lavadero y astillero,
cuando recibió un mensaje escrito de su
teniente en Santiago, Alonso de Monroy,
avisando que había claros indicios de una
conspiración para asesinarle proveniente
de Sánchez de la Hoz y sus afines.
Regresó de inmediato a la aldea y se
reunió con sus capitanes más leales, mas
no había pruebas contundentes contra los
sospechosos. La calidad de estos, dos de
ellos integrantes del Cabildo, aconsejaba
extrema cautela en el proceder. Pero
interrumpió estas preocupaciones la
noticia de un nuevo y grave
acontecimiento, una catástrofe que
vendría a desmoronar el ya bien
encaminado proyecto de Valdivia: llegó a
Santiago una noche, tras enajenado
galope, el capitán Gonzalo de los Ríos
junto al negro Juan Valiente. Eran los
únicos sobrevivientes al desastre:
Liderados por los caciques Trajalongo y
Chigaimanga, los indios de los lavaderos y
el astillero se habían sublevado, sin duda
porque de no actuar en ese momento, la
venida de más españoles en el buque
haría más difícil expulsarlos de su tierra.
Atrajeron a los codiciosos soldados con
una olla repleta de oro, dándoles muerte
en una emboscada y arrasando luego las
dos faenas. Salió apurado el Gobernador
con algunos jinetes a verificar el estado de
las obras, y si era posible retomar los
trabajos, pero “llegando al asiento de las
minas donde se había hecho la matanza, no
tuvo oportunidad de hacer otra cosa más
que de llorar el daño que veían sus ojos”.[13]
Peor, las informaciones que pudo recoger
daban cuenta que los naturales estaban
preparando la insurrección general y
definitiva. El astillero había sido
totalmente destruido además.

Cuando Valdivia entraba de vuelta en


Santiago su semblante mostraba
pesadumbre. Al verlo, uno de los que
conspiraba en su contra, un tal Chinchilla,
no pudo evitar que su regocijo desbordara
y se puso a correr por la plaza dando
brincos de alegría con “un pretal de
cascabeles”.[13] Supo esto el Gobernador,
cuyo humor no debe haber estado ya para
delicadezas, y ordenó apresarle
inmediatamente para ser ahorcado. El
mismo Valdivia contaba a su Rey más
tarde: “Hice allí mi pesquisa
(probablemente torturó a Chinchilla) y hallé
culpables a muchos, pero por la necesidad
en que estaba (de soldados) ahorqué cinco
que fueron los cabezas, y disimulé con los
demás, y con esto aseguré la gente”.
Agrega que los conjurados de Chile
estaban de acuerdo con los almagristas
del Perú, los que debían matar a Pizarro.[7]
Por su parte, Mariño de Lobera confirma
que “los cinco confesaron al momento de
su muerte ser verdad que se
amotinaban”.[13] Parece que el propósito
de los golpistas era regresar al Perú,
acaso en el barco y con el oro.
Pertenecían al bando de los almagristas,
que ahora regía allá, de modo que sus
perspectivas eran mucho mejores en ese
país que en esta “mala tierra”. Su camino
sin embargo, pasaba irremediablemente
por el asesinato del Gobernador, ya que
este no permitía a nadie abandonar la
colonia. El buen cronista Alonso de
Góngora Marmolejo describe en estos
términos el sentir de los conspiradores:
«que habían venido engañados; que mejor
les sería volverse al Perú que estar
esperando cosa incierta pues no veían
muestra de riqueza encima de la tierra, y
que no era cosa justa de hombres de bien,
que por hacer Señor a Valdivia pasar ellos
tantos trabajos y necesidades; que Valdivia
era codicioso de mando y que por mandar
había aborrecido al Perú, y que agora que
los tenía dentro de Chile serían forzados a
todo lo que quisiese hacer dellos».

Buenas razones, mal momento. Luego de


un brevísimo proceso instruido por el
Alguacil Gómez de Almagro, fueron
ejecutados junto a Chinchilla, don Martín
de Solier, noble de Córdoba y regidor del
cabildo, Antonio de Pastrana, procurador y
suegro de Chinchilla, y dos conspiradores
más. Por poco libró esa vez Pedro Sancho
de la Hoz, buen amigo del torpe del
cascabel. Chinchilla, en cuya compañía
había venido del Perú. Para escarmiento
de algún otro impaciente que quisiese
rebelarse, o siquiera desertar luego del
desastre del oro y el bergantín, los
cadáveres de los desdichados flotaron al
viento en las horcas por mucho tiempo, en
lo más alto del Santa Lucía, reforzando su
mala fama de el Peñón del Dolor.[8]
La destrucción de Santiago

Véase también: Destrucción de Santiago

Tras este segundo intento de darle muerte,


Valdivia no tenía alternativa sino proceder
en la forma resuelta como que lo hizo.
Pero aunque fortaleció su autoridad en el
frente interno, en el externo la situación de
los españoles ofrecía a los líderes
indígenas una coyuntura inmejorable para
intentar expulsarlos de su tierra o
exterminarlos definitivamente. Los
asesinatos de españoles deben haber
parecido a los caciques evidencia que el
asalto de Aconcagua había afectado
severamente la moral enemiga, al punto
que se mataban entre ellos. En contraste,
la noticia de la victoria de Trajalongo se
propagaba entre las tribus de todos los
valles cercanos a Santiago, infundiendo
renovado entusiasmo entre los indígenas.

Para organizarlos, Michimalonco convocó


a una reunión, a la que concurrieron miles
de indios de los valles de Aconcagua,
Mapocho y Cachapoal. Decidieron allí la
rebelión total, que se iniciaría ocultando
todo resto de alimento, para apremiar aún
más a los castellanos y al millar de
yanaconas peruanos que les servían. Así,
“perecerán y no permanecerán en la tierra, y
si acaso quisiesen porfiar, que los matarían
por una parte con el hambre y por otra los
apocarían con la guerra”.[2] Además,
esperaban que la necesidad obligara a los
hispanos a dividirse saliendo lejos del
caserío a abastecerse, dejando el
asentamiento desguarnecido.

Ante la falta de víveres y la amenaza de


insurrección inminente, Pedro de Valdivia
mandó apresar jefes indios en las
inmediaciones de Santiago. Con evidente
impaciencia dijo a los siete caciques que
se logró capturar, “que diesen luego traza
en que, o viniesen todos los indios de paz, o
se juntasen todos a hacer la guerra, porque
deseaba acabar de una vez con ello con
bien o con mal”.[13] Les exigió además que
ordenaran traer “bastimento” a la ciudad, y
les retuvo hasta que ello sucediera. Pero
desde luego no hubo ataque ni los
alimentos llegaron; esperaban que los
españoles se dividieran.

El tiempo transcurría a favor de los


indígenas. Supo entonces Valdivia que
había dos concentraciones de indios de
guerra, una de 5.000[14] a 10.000[15] lanzas
en el valle del Aconcagua encabezada por
Michimalonco y su hermano Trajalongo, y
otra al sur en el valle del río Cachapoal,
tierra de los promaucae, que nunca se
habían rendido a los españoles.

Decidió entonces partir con noventa


soldados, «a dar en la mayor» de esas
juntas, la del Cachapoal, «porque
rompiendo aquellos, los otros no tuviesen
tantas fuerzas».[2] Allá esperaba también
reabastecerse de víveres, pues estaba al
tanto que esa tierra «era fértil y abundosa
de maíces». Debe haber pensado que con
los caciques del Mapocho de rehenes,
inhibía un ataque de los indígenas de ese
valle. A los de Aconcagua ya los había
derrotado en su propio fuerte, y habrá
estimado que podía resistirlos un
contingente no muy grande, bien
guarecido en el pueblo. Con todo, resulta
un tanto difícil entender esta temeraria
decisión de Valdivia, que siempre se
mostró sensato en sus planes de guerra:
en Santiago dejó solo cincuenta infantes y
jinetes, un tercio del total, divididos en 32
jinetes y 18 infantes,[15] a cargo de Alonso
de Monroy. A estos hay que agregar un
contingente de 200 yanaconas.[14]

Con su reducida guarnición, el teniente


Monroy se preparó lo mejor que pudo para
soportar la anunciada embestida. Los
yanaconas le informaron que los indios se
acercaban divididos en cuatro frentes para
atacar la ciudad por cada costado, y
repartió entonces sus fuerzas en cuatro
escuadrones, uno encabezado por él
mismo y los otros al mando de los
capitanes Francisco de Villagrán,
Francisco de Aguirre, y Juan Jufré. Ordenó
a sus hombres que durmieran con ropa de
combate y con sus armas a la vista.
Dispuso asimismo que asegurasen a los
caciques presos, y hacer vigilancia de
ronda día y noche por el perímetro de la
ciudad.
Michimalonco ataca Santiago. Septiembre de 1541.

Mientras tanto, Michimalonco había ya


instalado sigilosamente sus fuerzas muy
cerca del pueblo. Sus fuerzas sumaban
hasta veinte mil lanzas de seguir los datos
de Pedro Mariño de Lobeira[16] aunque el
jesuita Diego de Rosales, quién escribió un
siglo después de los hechos, lo reduce a
seis mil (debe de mencionarse que
Lobeira es conocido por exagerar
frecuentemente el tamaño de los ejércitos
de indios que enfrentaron los
españoles).[17] El domingo 11 de
septiembre de 1541, tres horas antes del
amanecer, el atronador bramido de guerra
de los ejércitos indios de Aconcagua y
Mapocho inició el asalto. Venían provistos
de un arma sumamente adecuada: fuego,
“que traían escondido en ollas, y como las
casas eran de madera y paja y las cercas de
los solares de carrizo, ardía muy de veras la
ciudad por todas sus cuatro partes”.[2]

A la alerta de los centinelas habían salido


apuradas los cuadrillas de caballería a
tratar de lancear en la penumbra a los
indios que inflamaban el caserío desde
sus parapetos tras los solares. Aunque el
ímpetu formidable de las cabalgaduras
lograba desbaratarlos, se rehacían
rápidamente, protegidos por las flechas.
Michimalonco planeó bien su ataque: los
arcabuceros, una de las ventajas tácticas
de los españoles, poco podían hacer en la
oscuridad, y al llegar el alba el fuego
dominaba en toda la villa.

La luz del día y las llamas mostraron al


líder indio que la ciudad ya estaba
suficientemente vulnerable y mandó a sus
escuadrones de asalto a tomarla. Desde
los pedregales de la orilla sur del
Mapocho, uno de esos pelotones
avanzaba resueltamente hacia el recinto
desde donde se escuchaban, por sobre la
bulla de la batalla, los gritos de Quilicanta
y los caciques presos. Monroy mandó una
veintena de soldados a cerrarles el paso.

Dice el cronista Jerónimo de Vivar[2] que


los rehenes estaban en un cuarto dentro
del solar de Valdivia al costado norte de la
plaza, puestos en cepo, y que el escuadrón
rescatista quería entrar por su patio
posterior, probablemente cerca de la
actual esquina de las calles Puente y
Santo Domingo. Los defensores lograban
contenerlos, pero cada vez llegaban más
indios de refresco, “que se henchía
(llenaba) el patio que era grande”.

Inés Suárez, la amante y sirvienta de


Valdivia, se encontraba en otra pieza de la
misma casa, observando con creciente
angustia el avance indígena, mientras
curaba heridos. Se dio cuenta que si se
producía el rescate, la moral engrandecida
de los naturales haría más probable su
victoria. Perturbada, tomó una espada y se
dirigió a la habitación de los presos
exigiendo a los guardias Francisco de
Rubio y Hernando de la Torre, “que
matasen luego a los caciques antes que
fuesen socorridos de los suyos. Y
diciéndole Hernando de la Torre, más
cortado de terror que con bríos para cortar
cabezas: Señora, ¿De qué manera los tengo
yo de matar?”

“¡Desta manera!”, y ella misma los


decapitó.[13]

Salió enseguida la mujer al patio dónde


tenía lugar el combate, y blandiendo la
espada ensangrentada en una mano y
mostrando la cabeza de un indio en la
otra, gritó enfurecida: “¡Afuera, auncaes!,
¡Que ya os he muerto a vuestros señores y
caciques!... Y oído por ellos, viendo que su
trabajo era en vano, volvieron las espaldas y
echaron a huir los que combatían la
casa”.[2]

El Apóstol Santiago defendiendo la ciudad de Santiago


de la Nueva Extremadura. En Histórica Relación del
Reino de Chile, por el P. Alonso de Ovalle de la
Compañía de Jesús. Roma, 1646.
Grabado basado en la Crónica de Mariño de Lobera:[13]
«Michimalonco mandó que mientras todos bebían un
poco para entrar con más esfuerzo, fuesen a la ciudad
algunos espías para contar los españoles que en ella
había, deseando saber si había algunos menos de los
treinta y dos de a caballo y diez y ocho de a pie,
habiendo muerto alguno en la batalla. Los espías
contaron a los españoles uno a uno muchas veces, y
hallaron siempre ser treinta y tres los de a caballo.
Fueron con esta relación al general Michimalongo, el
cual hizo burla de ellos, diciendo que debían estar

embriagados y que él no pretendía saber si los de a


caballo eran más de treinta y dos, sino si eran menos,
pues no haber más era cosa muy cierta, y que a todos
constaba sin duda alguna. Y tornando a enviar otros
espías le dieron la misma relación que los primeros, lo
cual hicieron otros muchos indios que envió diversas
veces concordando todos en que los de a caballo eran
treinta y tres, lo cual, había también notado Francisco
de Villagrán al tiempo de la batalla, por lo cual se tuvo
por cosa cierta, como lo fue, que aquel caballero que
allí estaba demás de los treinta y dos conocidos era el
glorioso Apóstol Santiago, enviado de la divina
Providencia para dar socorro al pueblo de su
advocación, que invocaba su santo nombre».
Cuentan todas las informaciones
posteriores de los españoles, que luego de
la matanza de caciques el curso de la
batalla giró a su favor. Por ejemplo,
Valdivia daba las siguientes razones para
entregar a Inés una encomienda en un
documento de 1544: «Por cuanto hicisteis
que matasen los caciques poniendo vos las
manos en ellos, que fue causa que la mayor
parte de los indios se fuesen y dejasen de
pelear viendo muertos a sus señores, que
es cierto que si no murieran y se soltaran,
no quedara español vivo en toda la dicha
ciudad. Y después de muertos los caciques
salisteis a animar los cristianos que
andaban peleando, curando a los heridos y
animando a los sanos».[8] Cuesta creer sin
embargo, que un bravo ejército de ocho
mil indios que iba ganando una pelea tan
crucial para su destino, haya mermado en
ánimo hasta terminar derrotado por
aquella circunstancia. Decisivo o no,
parece que el brutal acto de Suárez y el
liderazgo que luego asumió, mejoró la
moral española, al tiempo que el ímpetu
de los indios fue decayendo. Y al final de
la tarde, sellaba la victoria de los primeros
santiaguinos una violenta carga de
caballería liderada por Francisco de
Aguirre, cuya lanza terminó con «tanta
madera como sangre, y con su mano tan
cerrada en ella, que cuando quiso abrirla no
pudo, ni otro alguno de los que procuraron
abrírsela, y así fue último remedio aserrar el
asta por ambas partes, quedando metida la
mano en la empuñadura sin poder
despegarse hasta que con unciones se
abrió, al cabo de veinte y cuatro horas».[13]

Pero con la victoria llegó también la más


completa ruina. Valdivia describe el
estado calamitoso en que quedó la
colonia: «Mataron veintitrés caballos y
cuatro cristianos, y quemaron toda la
ciudad, y comida, y la ropa, y cuanta
hacienda teníamos, que no quedamos sino
con los andrajos que teníamos para la
guerra y con las armas que a cuestas
traíamos». Para alimentar a un millar de
personas, entre españoles y yanaconas,
solo se salvaron «dos porquezuelas y un
cochinillo, y una polla y un pollo, y hasta
dos almuerzas de trigo»,[7] es decir, lo que
cabe en las dos manos juntas y
ahuecadas. Mariño de Lobera añade, «y
vino su calamidad a tal estrecho que el que
hallaba legumbres silvestres, langosta,
ratón, y semejante sabandija, le parecía que
tenía banquete».[13]

El gobernador, diestro con la pluma como


con la espada, resumió estas miserias en
la siguiente frase de una carta dirigida al
Rey: «Los trabajos de la guerra, invictísimo
César, puédenlos los hombres soportar.
Porque loor (honor) es al soldado morir
peleando. Pero los del hambre
concurriendo con ellos, para los sufrir, más
que hombres han de ser».[7]

Por mucho menos se habían devuelto las


huestes del adelantado Almagro. Los de
Valdivia en cambio, resueltos a
permanecer en la indómita tierra de Chile,
enfrentaron la pobreza con notable
tenacidad. Inés Suárez, quien había
salvado el tesoro de los tres chanchos y
dos pollos, se encargó de su reproducción.
Buena costurera, también zurcía los
harapos de los soldados y les
confeccionaba prendas con cueros de
perro y otros animales. El puñado de trigo
se reservó para sembrarlo, y una vez
cosechado, aún lo sembraron dos veces
más sin consumir nada. Entretanto, se
alimentaron de raíces y de la caza de
alimañas y pájaros.

De día araban y sembraban armados. De


noche una mitad hacía guardia en la
ciudad y las siembras. Reedificaron las
casas ahora con adobe, y construyeron un
murallón defensivo, del mismo material,
de unos tres metros de alto, alrededor de
la plaza dicen unos historiadores y otros,
que con centro en ella abarcaba un
perímetro de nueve manzanas. Ahí
almacenaban las provisiones que lograban
recolectar, y se refugiaban «en habiendo
grita de indios», mientras los de a caballo
salían «a recorrer el campo y pelear con los
indios y defender nuestras sementeras».[7]

Enviaron a Alonso de Monroy con otros


cinco soldados a pedir socorro al Perú. Y
para que allá viesen la espléndida
prosperidad de este país y se animaran a
venir, el astuto Valdivia ideó una singular
táctica de mercadeo: hizo fundir todo el
oro que pudo reunir y fabricó para los
viajeros vasos, empuñaduras y
guarniciones para las espadas, y estribos.
Salieron de Santiago en enero de 1542,
pero los indios diaguitas del valle de
Copiapó mataron a cuatro y los
sobrevivientes, Monroy y Pedro de
Miranda, no lograron escapar del
cautiverio sino hasta tres meses después.
Recién en septiembre de 1543, a dos años
del incendio de Santiago, llegaba a la
bahía de Valparaíso un barco con el
anhelado socorro.

Valdivia estaba fuera de Santiago cuando


un yanacona le avisó que había visto pasar
dos cristianos viniendo de la costa a la
ciudad. Partió al galope de vuelta, y al ver
al piloto de la nave y su acompañante, el
recio conquistador quedó mudo,
mirándolos, y al rato rompió en llanto.
«Arrasados los ojos de agua» cuenta el
testigo Vivar, y añade que en silencio se
fue a su aposento, «e hincadas las rodillas
en la tierra y alzando las manos al cielo,
sacó el habla y dio muchas gracias a
Nuestro Señor Dios que en tan gran
necesidad había sido servido de acordarse
de él y de sus españoles».[2] Poco después,
en diciembre, entraba al valle del Mapocho
el incansable Monroy, a la cabeza de una
columna de setenta jinetes.

Católicos devotísimos, la hueste


conquistadora se encomendaba, ante
todos estos trances, a una pequeña figura
de la Virgen de madera policromada, que
Valdivia había traído de España y le
acompañaba a todas partes sujeta a una
argolla de su montura. Si su teniente
lograba volver con socorro, el Gobernador
había prometido levantar una ermita para
honrarla. Con el tiempo la ermita llegó a
ser la iglesia de San Francisco en La
Alameda, el edificio más antiguo de
Santiago. Y ahí está todavía, la diminuta
imagen de Nuestra Señora del Socorro,
presidiendo el altar mayor. Ya hace mucho
olvidada por los santiaguinos, es el único
vestigio de la edad embrionaria de Chile
que perdura.
Ya repuesta la colonia, Valdivia siguió con
su plan de conquista. Fomentó el retorno
de los naturales a sus sementeras y se
ganó como aliado a su entonces enemigo
Michimalonco y sus acólitos, quienes no
hostilizaron más a los santiaguinos,
estableciéndose incluso una suerte de
comercio entre las comunidades
indígenas y española.

Expansión de la colonia

Ciudad de La Serena En Histórica Relación del Reino


Ciudad de La Serena. En Histórica Relación del Reino
de Chile, por el P. Alonso de Ovalle. Roma, 1646.

El refuerzo traído por Monroy aumentaba


el contingente español a doscientos
soldados, y las mercaderías del barco
Santiaguillo ponían temporalmente a
término a la estrechez en Santiago.
Valdivia hubiese querido partir de
inmediato a conquistar los territorios del
sur, pues tenía fundados temores que
otros conquistadores con provisiones
reales viniesen por el Estrecho de
Magallanes.

Ya en 1540, cuando su expedición se


acercaba al valle del Mapocho, los indios
contaban haber divisado una nave en las
costas de Chile. Era la de Alonso de
Camargo, sobreviviente de una fracasada
expedición que con autorización real,
había entrado por el Estrecho de
Magallanes desde España.

Las fatigas y peligros que afrontaron


Monroy y Miranda en su aventura por el
desierto revelaron la urgencia de destinar
algunos soldados a establecer un puerto
intermedio entre la bahía de Valparaíso y
el Callao, y una escala terrestre para
mejorar la extenuante y arriesgada ruta
que comunicaba la todavía precaria
colonia chilena. Con tal propósito encargó
en 1544 al capitán de origen alemán Juan
Bohón, en compañía de unos treinta
hombres la fundación de la segunda
ciudad del territorio. En el valle que los
naturales llamaban Coquimbo se
estableció La Serena, nombrada así por la
patria del jefe conquistador. El lugar fue
escogido por su fertilidad y por su
cercanía a las minas de oro de Andacollo,
a solo seis leguas al interior, que en aquel
tiempo ya habían explotado los indios
comarcanos para tributar al Inca.
Expedición marítima de Juan Bautista Pastene en las
naves San Pedro y Santiaguillo.
En el título extendido a Pastene en 1544, Valdivia le

ordena llegar «hasta el Estrecho de Magallanes»,


seguramente sabiendo que su descubridor lo había
ubicado más allá de la latitud 50º sur. Sin embargo,
Pastene se detuvo en la latitud 41º. Es posible que el
marino, que según el mismo Valdivia era «persona de
mucha honra, fidelidad y verdad», haya tenido a la vista
algún documento oficial que indicaba que el territorio
asignado a Valdivia llegaba solo hasta el paralelo 41º.
Al menos la concesión que le hizo el virrey La Gasca
Al menos la concesión que le hizo el virrey La Gasca
con posterioridad a esta exploración, en 1547,
señalaba al Gobernador una extensión entre Copiapó y
el grado 41 de latitud austral.
En carta a Carlos V escrita un año después del viaje de
Pastene, Valdivia se cuida de hacer un cambio sutil al
referirse a la orden dada al navegante. Dice: «le envié a
descubrir esta costa hacia el Estrecho de Magallanes».
Acompañaron a Pastene el tesorero Jerónimo de
Alderete, el capitán Rodrigo de Quiroga, el escribano
Juan de Cárdenas, Diego Osorio de Cáceres, Antonio
Farabarano, Juanes de Mortedo, Juan Ellas, el capitán
Pedro Esteban, y Antonio Venero.

En el invierno de ese año llegó a


Valparaíso otro barco, el San Pedro,
enviado por Vaca de Castro, gobernador
del Perú a la sazón, y piloteado por Juan
Bautista Pastene, «genovés, hombre muy
práctico en la altura (hábil para medir la
latitud) y cosas tocantes a la
navegación».[7] En septiembre otorga al
experimentado navegante italiano el
pretencioso título de Teniente General de la
Mar del Sur para que con los dos
pequeños barcos, el San Pedro y el
Santiaguillo, reconociera las costas
meridionales de Chile hasta el Estrecho, y
tomara posesión de todo ese territorio
«por el emperador Don Carlos, Rey de las
Españas y en su nombre por el gobernador
Pedro de Valdivia». La «armada» solo llegó
hasta una bahía que llamaron San Pedro,
como la nave capitana, más o menos en la
latitud de la actual ciudad de Osorno. De
regreso descubrieron y tomaron posesión
de la bahía de Valdivia (Anilebu),
posiblemente la desembocadura del río
Cautín, la del Biobío y la bahía de Penco.
La fertilidad de las tierras avistadas, la
abundante población indígena, y la
envergadura de los cauces fluviales que
hacían palidecer al Mapocho, redoblaron
la ansiedad de Valdivia por partir a la
conquista del sur.

Pero sus fuerzas eran todavía


insuficientes para lanzarse a esas
comarcas densamente pobladas y hacer
efectiva la posesión proclamada por sus
exploradores. Era por tanto indispensable
la venida de más soldados si bien, como
ya se sabe, «no llevando oro era imposible
traer un hombre». Dedicó entonces en el
verano de 1545, grandes esfuerzos para
extraerlo de los lavaderos de Marga Marga
y Quillota, y pese a que buena parte del oro
extraído no pertenecía a Valdivia, este se
las arregló para hacerse de la porción que
correspondía a sus subalternos. Por las
buenas y por las malas: Cuentan que el
devoto Gobernador aprovechaba las misas
para «predicar» la conveniencia de
entregarle el oro para enviar por nuevo
refuerzo y socorro, «y el que no se lo
prestase supiese que se lo sacaría. ¡Y el
pellejo con ello!».[10]
Obtuvo finalmente alrededor de veinticinco
mil pesos que entregó a Monroy, junto a
unos poderes que le facultaban para
contraer deudas a nombre de Valdivia,
para que viajase nuevamente al Perú,
ahora en compañía de Pastene en el San
Pedro. Uno por tierra y el otro por mar
traerían hombres, caballos y mercaderías.

Más todavía otra preocupación rondaba la


mente de Valdivia: Aún se le daba el título
de Teniente de Gobernador de la provincia
de Chile. Así le llamaba el gobernador
Vaca de Castro en un documento que
Monroy había traído a su regreso del Perú,
y también en las autorizaciones que trajo
Pastene. Aunque Valdivia ocultó estos
documentos y siguió llamándose
Gobernador, ya se le hacía indispensable
obtener una confirmación de su cargo por
el Rey, y para ello decidió enviar con
Monroy y Pastene a un tercer emisario,
que pasando por el Perú debía continuar a
España. En notable desacierto como se
verá después, escogió para este cometido
a Antonio de Ulloa, quien se había ganado
la confianza del Gobernador pese a ser
uno de los cómplices de Pedro Sancho de
la Hoz en aquel intento de asesinato en
Atacama.
Este delegado llevó cartas de Valdivia que
daban pormenorizada relación al Rey de
sus esfuerzos en esta conquista y las
características del territorio. En una de
ellas, dibuja entusiasmado al emperador
Carlos V un complaciente cuadro de Chile.

Y para que haga saber a los


mercaderes y gentes que se
quisieren venir a avecindar, que
vengan, porque esta tierra es tal,
que para poder vivir en ella y
perpetuarse no la hay mejor en el
mundo. Dígolo porque es muy
llana, sanísima, de mucho
contento. Tiene cuatro meses de
invierno, no más, que en ellos, si no
es cuando hace cuarto la luna, que
llueve un día o dos, todos los demás
hacen tan lindos soles, que no hay
para qué llegarse al fuego. El
verano es tan templado y corren
tan deleitosos aires, que todo el día
se puede el hombre andar al sol,
que no le es importuno. Es la más
abundante de pastos y sementeras,
y para darse todo género de
ganado y plantas que se puede
pintar. Mucha y muy linda madera
para hacer casas, infinidad otra de
leña para el servicio dellas, y las
minas riquísimas de oro, y toda la
tierra está llena dello, y donde
quiera que quisieren sacarlo allí
hallarán en qué sembrar y con qué
edificar y agua, leña y yerba para
sus ganados, que parece la crio
Dios a posta para poderlo tener
todo a la mano.

Pedro de Valdivia, La Serena, 4 de


septiembre de 1545[7]

A propósito de esta descripción generosa,


se solía decir con sarcasmo en Santiago,
«que la calefacción de esta ciudad en los
antiguos inviernos, consistía en leer la carta
de don Pedro de Valdivia, donde dice que en
Chile nunca hace frío».[18]

Aquella carta panfletera tenía por finalidad


que el monarca le nombrara Gobernador
del magnífico reino que como fiel vasallo
estaba conquistando. Y tentar a los
peninsulares a venir a la conquista y
poblamiento de las inmensas extensiones
entre Santiago y el Estrecho que Valdivia
necesitaba ocupar. O acaso también, a
cinco años de haber llegado, el jefe
español tenía a Chile ya tan metido en las
venas que —como a un hijo— era incapaz
de verle un defecto.

Guerra de Arauco
Entretanto, sus soldados en Santiago
insistían en partir al sur. La población
indígena de la zona central de Chile
disminuyó considerablemente, por las
bajas de guerra y dado que muchos
huyeron para no servir. Con insuficientes
indios para repartir en encomienda entre
los 170 conquistadores esperando en la
villa capital, la conquista de Chile se
detuvo.

La conquista de América se basaba en la


encomienda, que consistía en un artificio
jurídico simple pero extraordinariamente
eficaz: El Papa con su autoridad, había
dispuesto que tanto el territorio de las
Indias como sus habitantes naturales eran
propiedad del rey de España. Los indios,
que por decenas de milenios habitaron
América, ocupaban ahora de pronto y por
decreto suelo del Imperio hispano, y por
tanto debían necesariamente tributar. Por
otro lado, las expediciones de conquista
obtenían poco o ningún financiamiento de
la corona, de modo que para
compensarlos, el buen monarca, a través
de sus representantes en las Indias, cedía
o encomendaba un determinado número
de indios y su correspondiente tributo a
los oficiales y soldados que habían
mostrado cierto mérito en la conquista.
Pero desde luego los indígenas no tenían
dinero con qué tributar, así que este pago
era sustituido por trabajo para los
encomenderos, que les obligaban a
extraer oro de minas y lavaderos. Una vez
que el conquistador reunía suficiente oro,
era frecuente que volviese a España a
disfrutar de su fortuna. El Rey por su parte,
ensanchaba de esta manera su imperio.

En enero de 1544, apenas llegado el


primer refuerzo de Monroy, Valdivia había
asignado las primeras encomiendas, pero
la reducida población indígena solo le
alcanzó para sesenta de los doscientos
vecinos. Peor como no se conocía bien el
número de indios que habitaba el área ya
conquistada, asignó a esos pocos
encomenderos cantidades que no
pudieron completarse. Incluso en el
reparto de los naturales de la ciudad de La
Serena, «para que las personas que envié
fuesen de buena gana, decía el Gobernador,
les deposité indios que nunca nacieron».
Informados de la abundancia de
habitantes al sur del río Itata, los soldados
que habían quedado sin repartimiento en
Santiago urgían por partir cuanto antes
allá a fundar una ciudad y someter a los
indios comarcanos al rentable régimen de
encomiendas.

«Y como era tan grande el ansia que


Valdivia tenía de proseguir la conquista»,[13]
decidió no esperar el refuerzo de Monroy y
Pastene, que podía tardar más de un año,
y partió al sur de Chile en enero de 1546
con una expedición de sesenta soldados.
«Caminó a la ligera, dice Vivar, hasta pasar
el caudaloso río de Itata, lo último de lo que
él con sus compañeros había conquistado,
y de allí adelante no había pasado ningún
español».[2] Iban muy contentos viendo la
fertilidad de la tierra, su hermosura y
abundancia y, sobre todo, la gran multitud
de gente que cubría los valles.

Estando en una laguna a cinco leguas al


sur del río (tal vez la laguna Avendaño en
lo que hoy es Quillón), acometió un
reducido grupo de indígenas que fue
desbaratado con facilidad. Por el cacique
de aquella laguna supo Valdivia que todos
los nativos de la región estaban haciendo
gran junta para enfrentar a los españoles,
y les mandó decir con el jefe indio
acompañado de un yanacona traductor,
que venía de paz, pero si quisiesen pelear
les esperaba.

Hipótesis sobre el lugar de la Batalla de Quilacura y los


trayectos de la primera expedición de Valdivia al sur
del río Itata. Según la Crónica de Jerónimo de Vivar,
Quilacura se encuentra a 13 leguas al sur del puerto de
mar.
Al cruzar el Itata, los castellanos probablemente
Al cruzar el Itata, los castellanos probablemente
comenzaron a buscar el Biobío y la bahía de Penco,
cuya latitud sin duda les señaló Pastene. El lugar era
ideal para establecer una ciudad, pero sorprendidos
por el encono guerrero mapuche, debieron retirarse.
Febrero de 1546.

Aunque sin palabras, la respuesta fue


bastante clara: devolvieron al desdichado
yanacona bien apaleado. Caminaron dos
días más hasta llegar al paraje de
Quilacura, «que está a trece leguas del
puerto de mar (la bahía de Penco)».[13]
Mientras instalaban campamento bajo la
luna llena, de pronto sintieron «tantos
alaridos y estruendos que bastaban para
aterrar a la mitad del mundo».[13] Eran los
mapuche, atacando con furia jamás vista
por los españoles. La batalla duró gran
parte de la noche, «estando el escuadrón
cerrado de indios tan fuertes como si
fueran tudescos»,[2] es decir, como
soldados alemanes, los más bravos que
hasta entonces conocían los europeos.
Pero la ferocidad y el coraje mapuche no
bastaron, si bien por poco. Y al fin la
ventaja de las cabalgaduras y los
arcabuces logró romper el ahogo y salvó a
los de Castilla una vez más. Murió el
cacique Malloquete y unos doscientos
indios, y los extenuados españoles
contaron doce soldados malheridos y dos
caballos muertos.
Dispersados los indígenas, Valdivia
resolvió salir de inmediato del lugar. Se
dirigió al valle del río Andalién, donde
pudieron descansar y curar heridos. Al
otro día capturaron algunos naturales, y
supo por ellos que al amanecer siguiente
caería sobre los debilitados
conquistadores un ejército muchísimo
mayor, «pues si de noche no acertaron
pocos, querían acometer de día».[2] Ahora
sí, los españoles estaban perdidos.
Valdivia reunió a sus principales capitanes
en una junta de guerra que no demoró en
decidir la retirada. Apenas cayó la noche
dejaron los fuegos del campamento
encendidos para hacer creer a los indios
que seguían allí, y regresaron hacia
Santiago de prisa pero sigilosamente por
la costa, camino diferente al tomado de
ida, para despistar más al temible
enemigo. Se inauguraba la Guerra de
Arauco con los soldados españoles, los
mejores del mundo por entonces, huyendo
de los feroces mapuches.[19]

Con todo, no fue la retirada española la


circunstancia más relevante de aquella
primera jornada en tierra araucana, sino un
hecho en apariencia intrascendente. Entre
los mapuches capturados un mozalbete
de unos doce años llamó la atención de
Valdivia. Fascinado con su inteligencia y
vivacidad decidió hacerlo su paje y
caballerizo. El pequeño se llamaba
Leftrarú, y era de linaje noble, hijo del
cacique Curiñancu. Años más tarde el niño
hecho yanacona entraría en la Historia
como paradigma de su raza aún indómita,
el más grande toqui de toquis: Lautaro.

La segunda noche vinieron, pasado


la media della, sobre nosotros tres
escuadrones de indios, que pasaban
de veinte mil, con un tan grande
alarido e ímpetu que parecía
hundirse la tierra y comenzaron a
pelear con nosotros tan
reciamente, que a treinta años que
peleo con diversas naciones de
gente e nunca tal tesón he visto en
el pelear como éstos tuvieron
contra nosotros.

Pedro de Valdivia relata un


encuentro con los araucanos,
citado por Álvaro Jara en la Guerra
y Sociedad en Chile.

Retorno al Perú
La mente del conquistador de Chile se
quedó en el sur. Con su copiosa población
indígena, el formidable Bío-Bío y la
estupenda bahía de Penco, «el mejor
puerto que hay en las Indias», dijo. Volvería
apenas llegado el refuerzo de Monroy,
imprescindible para doblegar al aguerrido
dueño de esa tierra. No solo a fundar una
ciudad y repartir encomiendas, sino a
establecerse él mismo allí, para empujar la
conquista hasta el Estrecho de
Magallanes, su eterna obsesión.

Pero de Monroy y Pastene nada se sabía.


Habían salido de La Serena a fines 1545, y
el viaje por mar al Callao podía demorar
algo más de un mes, de modo que hace
mucho debían haber enviado yanaconas
dando cuenta de sus avances, de acuerdo
a las instrucciones del jefe. Temiendo una
desgracia, en agosto de 1546, luego de
casi un año sin noticias, decide enviar un
nuevo delegado. Pidió otro préstamo de
oro a los colonos, «voluntario» por
supuesto, reuniendo setenta mil pesos, y
con duplicados de la correspondencia al
Rey despachó a Juan de Ávalos. Pasó otro
año más durante el cual, aunque devorado
por la impaciencia, se mantenía optimista:
aumentó las siembras para recibir a los
refuerzos que confiaba arribarían en
cualquier momento.

Esperaba en vano. Pues por fin el 1 de


diciembre de 1547, a veintiséis meses de
su partida, llegó Pastene. Pero venía sin
nada. Sin Monroy, sin soldados, sin
mercaderías, y sin un peso de oro, en un
barco que tuvo que pedir fiado.
En los lavaderos de Quillota ubicó al
Gobernador para explicar las razones de
aquel fracaso tan cabal. El leal Alonso de
Monroy había muerto fulminado por una
enfermedad infecciosa poco después de
haber arribado al Callao.[20] Antonio de
Ulloa le había traicionado. Abrió las cartas
que debía llevar al Rey y las leyó «delante
de otros muchos soldados y, mofándose de
ellas, las rompió».[2] Y se unió a la causa de
la rebelión, cuyos representantes habían
confiscado el oro y el bergantín San Pedro.

¡¿Cuál rebelión?!, habrá preguntado entre


perplejo e indignado Valdivia.[cita requerida]
La de Gonzalo Pizarro, que había
derrotado y muerto al virrey Núñez de Vela
en la batalla de Añaquito, y lideraba un
levantamiento general de los
conquistadores del Perú contra la Corona.
La principal causa: bajo la influencia del
cura Bartolomé de las Casas en España se
habían dictado nuevas ordenanzas que
corregían el régimen de encomienda en
favor de los indios, y que en la práctica
casi lo suprimían. Consternados por lo que
consideraban un despojo inaceptable, los
encomenderos de ese país aclamaron
como caudillo a Pizarro y se declararon en
rebeldía. La Corona, en respuesta, había
enviado a pacificar la región con los más
amplios poderes al clérigo Pedro de la
Gasca, que al momento ya se encontraba
en Panamá, desde donde mandaba
mensajes conciliadores y pedía ayuda a
todas las colonias.

Seguramente Valdivia ardía en rabia y


frustración ante el enjambre de
dificultades: La muerte del más leal de sus
colaboradores, la traición de Ulloa y la
pérdida de las cartas al Rey.[cita requerida]
Incautado el oro, la conquista paralizada
por falta de soldados, y su gobierno en
peligro por la incertidumbre política. Sin
embargo, casi junto con Pastene llegó por
tierra Diego de Maldonado, informando
que Gonzalo Pizarro, resuelto y ambicioso,
preparaba su ejército en Cuzco para
enfrentar al enviado del Rey. Era para
Valdivia, sin duda, la gran oportunidad de
revertir el desafortunado estado de su
proyecto: Ir al Perú y ayudar al
representante plenipotenciario del Rey a
recuperar ese país. Si colaboraba con La
Gasca, que como eclesiástico no tenía
experiencia militar, este tendría que
compensarlo. Quizá nombrándole al fin
Gobernador. Llevaría suficiente oro para
proveerse de caballos y equipo para los
combates, para adquirir embarcaciones y,
por cierto, enrolaría él mismo las tropas
que necesitaba para la conquista del sur
de Chile. Mantuvo eso sí su determinación
en secreto.

Porque había un inconveniente. Con el


envío de tanto delegado, el oro de la caja
del reino y el propio de Valdivia estaban
casi agotados. Solicitando un tercer
préstamo «voluntario» a los colonos, por
otra parte, arriesgaba un amotinamiento.
Así que urdió una estratagema coludido
con Francisco de Villagra y Gerónimo de
Alderete. Anunció que ahora estos dos
capitanes irían por refuerzo al Perú, pero
que por primera y única vez autorizaba a
cualquiera a dejar el país llevando consigo
el oro reunido, para demostrar allá que
esta tierra no era tan miserable. Al menos
quince españoles decidieron aceptar el
generoso ofrecimiento, deseosos de
abandonar la pobre y peligrosa colonia o
bien ir a abastecerse de mercaderías para
regresar y venderlas.

A mediados de diciembre estaba todo listo


para el viaje desde Valparaíso. Los
caudales y bagaje de los afortunados
emigrantes debidamente inventariados a
bordo del barco que trajo Pastene. Pero
antes de partir, Valdivia ofreció una fiesta
en tierra para despedir a sus camaradas,
que habían enfrentado tantas fatigas junto
a él. Mientras se desarrollaba muy
animado aquel convite el Gobernador de
Chile, como el más ruin de los granujas, se
las arregló para subir en sigilo a un batel
que sus cómplices tenían preparado.
Abordó rápidamente el barco y zarpó
rumbo al norte. Inmensa fue la sorpresa y
luego la furia ante la canallada del
apreciado jefe, que se fugaba con todos
sus bienes. Los peores insultos de la
época iban y venían desde la playa
mientras el navío se alejaba en el
horizonte.

Pedro de Urdemalas, que así le apodaron


las víctimas de la trampa, creía que su
excusa era admisible. Al menos para las
instancias oficiales, pues a él mismo le
habían tomado el oro, pero para una causa
contra el monarca. Declaró en el barco
ante el escribano Juan de Cárdenas, «que
se había entrado en el navío porque
convenía al servicio de Su Majestad, y que
si hasta entonces no lo había hecho saber,
era por no ser estorbado. Voy con
determinación, dijo, a buscar un caballero
que dicen está en Panamá que viene de
parte de Su Majestad para le seguir en su
real nombre».[2] Ordenó también a
Francisco de Villagra, nombrado ya
gobernador interino, que tomara la parte
que le pertenecía del producto de los
lavaderos y fuera pagando las cantidades
confiscadas.

Naturalmente nada de esto tranquilizó a


los despojados. Encabezados por Juan
Romero concibieron traspasar el gobierno
a quien correspondía por real cédula, Pero
Sánchez de la Hoz. Estaba este a la sazón
en la cárcel de Talagante, y aunque por
primera vez desde que se asoció con
Valdivia no tramaba absolutamente nada,
recibió a Juan Romero y aceptó el
ofrecimiento de los perjudicados por el
Gobernador si bien, temeroso, quiso que
otro lo representara. Romero le instó a
escribir una carta declarando que sus
títulos eran suficientes para hacerse del
gobierno en nombre del Rey, y que lo haría
siempre y cuando se le prestara suficiente
apoyo. Enseguida entregó la carta a
Hernán Rodríguez de Monroy, que además
de ser enconado enemigo de Valdivia,
estaba reputado como de ánimo resuelto.
Y lo era en realidad, o más bien temerario,
porque partió a entrevistarse con Villagra,
y exhibiendo la declaración de Sánchez de
la Hoz solicitó su aval.

Francisco de Villagra, que también era


decidido, cortó drásticamente y sin
contemplaciones la sedición. Hizo detener
a de La Hoz, que al reconocer la autoría de
la carta de representatividad que tenía
Monroy, fue decapitado sin siquiera
confesarse, mientras Juan Romero era
ahorcado. Con este breve proceso y su
sentencia, bastante irregular por lo demás,
las conjuraciones sobre la autoridad de
Valdivia se diluyeron. Pero ya era mucho.
Los descontentos creyeron tener
suficiente caudal para que lo sancionara
una instancia superior, y se las arreglaron
para enviar sus graves acusaciones al
Perú.

Gobernador por el Rey


Valdivia por su parte navegaba contra el
tiempo en compañía de Gerónimo de
Alderete y unos cuantos más. Consciente
que se jugaba el porvenir, intentaba unirse
a las fuerzas de La Gasca antes del crucial
enfrentamiento con la hueste de Pizarro.
Luego de hacer corta escala en La Serena
y en la bahía de Iquique, se enteró en el
puerto de Ilo que el enviado del Rey,
habiendo pasado ya por Lima, estaba con
su ejército en Jauja, y se dirigía a Cuzco
para la gran batalla con los rebeldes. Al
desembarcar en el Callao y trasladarse a
Lima escribe al jefe realista rogándole que
demore un día en cada detención, que él
marchaba a toda prisa para darle alcance.
En la capital se hizo de cabalgaduras y
equipo de guerra, y como iba con buen
dinero, pertrechó a otros muchos
soldados del Perú afines al Rey, que no
habían podido acompañar a La Gasca por
falta de armas y caballos. Siguió en
frenética persecución del Virrey, ahora con
su destacamento. «Caminó con tanta prisa,
dice Vivar, que hacía en un día lo que el
Presidente hacía en tres». Por fin el 24 de
febrero de 1548 lo alcanzó en
Andahuaylas, a unos 50 km de Cuzco.
Viaje de Valdivia al Perú y lugar de la Batalla de
Xaquixahuana el 9 de abril de 1548. Xaquixahuana ó
Jaquijahuana es hoy conocida como Pampa de Anta,
en la Provincia de Anta del Departamento de Cuzco.

La recepción de Pedro de la Gasca fue


cordial. Los soldados del Perú tenían
informado al clérigo de las habilidades de
estratega del extremeño, que desde la
Batalla de las Salinas era leyenda. Para
decepción del que pretendía ser
Gobernador de Chile sin embargo, La
Gasca le llamó solamente capitán Valdivia.
Mas no se desalentó, por el contrario.
Nombrado maestre de campo junto al
también prestigiado mariscal Alonso de
Alvarado, de inmediato desplegó el mayor
empeño y toda su inteligencia táctica
preparando a la milicia del Rey para
sorprender y abrumar a los de Gonzalo
Pizarro.

No era fácil. Los revolucionarios habían


obtenido gran victoria en la sangrienta
Batalla de Huarina, semanas antes, y su
jefe de campo era el mariscal Francisco de
Carvajal, el mítico Demonio de Los Andes,
de indiscutible talento militar y tan
valeroso como violento y despiadado.
Pero la llegada del igualmente célebre
Pedro de Valdivia encendió la moral de los
realistas y el cura Virrey había hecho lo
suyo, enviando mensajes llenos de bondad
y ofreciendo perdón y amnistía a la tropa
rebelde y a sus principales capitanes. Más
decisivo y en virtud de sus amplios
poderes, La Gasca les propuso negociar la
aplicación de las nuevas ordenanzas
sobre las encomiendas de indios,
fisurando así el sustento de la revolución.
A la luz de los hechos parece que, para
minimizar el derrame de sangre española,
los del Rey apuntaban al centro de la
moral del adversario con la siguiente
estrategia: Mientras por un lado el sagaz
cura mostraba con sus recados toda la
comprensión y misericordia de Su
Majestad, por el otro Valdivia y Alvarado
debían mostrar el insuperable poder del
Imperio. Luego de un notable esfuerzo
logístico y a marcha forzada, los dos
coroneles lograron cruzar con el ejército
real el abrupto cajón del río Apurimac, y
después de algunas escaramuzas
menores, asentarlo de noche tras los
escarpados cerros que rodeaban el campo
de Pizarro, en el valle de Xaquixahuana, a
cuatro leguas de Cuzco.

Instalado en la cima de una colina, cuenta


Vivar, apenas despuntó el alba del 9 de
abril de 1548, el chileno ordenó a los
mejores artilleros disparar cuatro
cañonazos a la tienda que parecía ser la
principal, la de Pizarro. Los proyectiles
hicieron blanco, despedazando a un
lugarteniente del líder rebelde e hiriendo a
otro par. Pero las bajas eran lo menos
importante. Valdivia buscaba el golpe
sicológico. Sobrecoger el ánimo de los
insurgentes al verse amanecer rodeados
por el ejército del Rey al que alguna vez
juraron lealtad, que además ocupaba en
perfecto orden y distribución las
posiciones estratégicas del valle. Le
resultó. Francisco de Carvajal, el
comandante de las fuerzas de Pizarro, que
había militado con Valdivia en Italia pero
ignoraba que estuviese en el Perú,
reconoció la mano:

—«Valdivia está en la tierra y rige el campo


real... ¡O el diablo!», se le escuchó
maldecir.[21] Todo estaba hecho. La mayor
parte de los soldados rebeldes,
impresionados por el arreglo de los
escuadrones del frente real, y sin temple
para combatir a las poderosas fuerzas
imperiales de su amada España, optaron
por cambiar de bando al cabo de una
corta refriega, y aceptar la amnistía que se
les ofrecía.

—«¡Ah... Señor Gobernador, que Su


Majestad os debe mucho!», dijo lleno de
satisfacción Pedro de la Gasca cuando
Valdivia se presentó llevando preso al
terrible Carvajal. Lo había conseguido. Era
Gobernador de Chile por el Rey.

Proceso de Valdivia - El
regreso a Chile
Límites de la Gobernación de Pedro de Valdivia. El 23

de abril de 1548 el virrey del Perú Pedro de la Gasca


extendió en Cuzco la cédula que le otorgaba en
nombre del rey de España el título de Gobernador y
Capitán General de la Nueva Extremadura. El
documento establecía los siguientes límites; «Desde
Copiapó que está en 27º de la línea equinoccial hasta
la parte sur, hasta cuarenta e uno de la dicha parte,
procediendo norte sur derecho por meridiano, e de
ancho entrando de la mar a la tierra hueste leste cien
leguas». Valdivia pidió que su territorio llegara hasta el
Estrecho de Magallanes, pero La Gasca se negó. Más
tarde lo solicitó a Carlos V por intermedio de su
embajador Gerónimo de Alderete. El monarca accedió
cuando Valdivia ya había muerto.
«Cupo darle la Gobernación a él antes que a
otro, decía La Gasca, por lo que a S.M.
sirvió en esta jornada, y por la noticia que
de Chile tiene, y por lo que en el
descubrimiento de aquella tierra ha
trabajado».[10] Valdivia retomó entonces
con vigor los trabajos para la conquista de
Chile. Pudo alistar en Cuzco ochenta
soldados, los mandó con un capitán a
reunir provisiones para el cruce del
Despoblado en la entrada de Atacama, y
esperar allí al resto de las columnas.
Mandó capitanes a hacer gente al este, en
la Provincia de Charcas, y al sur, en
Arequipa. Partió enseguida a Los Reyes
donde compró navíos, caballos,
provisiones y pertrechos, zarpando al cabo
de un mes con tres naves al sur.
Desembarcó cerca de Arequipa para
reunirse con la expedición y encaminarla
hacia Atacama.

Pero tanta era su avidez de sumar todo


recluta posible para someter el sur del
país, que no medía consecuencias.
Contravino expresas instrucciones de La
Gasca en orden a no enrolar algunos
connotados pizarristas condenados a
galeras por traición al Rey, ni tomar indios
peruanos para el apoyo de la travesía del
desierto y para el servicio en Chile. Eran
estos valiosos para La Gasca, no tan
preocupado de abusos, sino de su
obligación de recompensar con
encomiendas a los impacientes españoles
que habían luchado por el bando del Rey
contra Pizarro. En el Callao, Valdivia
impidió abordar sus naves a los oficiales
reales, que pretendían bajar los indios
embarcados. Y para completar el cuadro
de transgresiones, el Gobernador reclutó
para Chile alguna soldadesca de mal vivir
que «venían robando la tierra e los
naturales e aun hecho mui mal tratamiento
de los vecinos de Arequipa».[10]
No tardó en llegar esta información al
Virrey La Gasca, que acaso pudo dejarla
pasar, por el crédito obtenido por Valdivia
en Xaquixahuana, y «porque convenía
descargar estos reinos de jente». Pero
también por entonces supo el Presidente
de la ejecución en Chile de Pedro Sancho
de la Hoz. Se le dijo que la había ordenado
Valdivia y que el muerto era portador de
una provisión real para el gobierno de
Chile. Era demasiado. De ser cierto, La
Gasca quedaba en muy incómoda
posición; él mismo cuenta con claridad el
aprieto en que podía estar metido: «Si
fuera verdad que [Valdivia] había muerto a
Pedro Sancho teniendo este provisiones de
Su Majestad para la gobernación de aquella
provincia, en lugar de castigarle por haber
muerto al gobernador della, yo le he dado la
mesma gobernación».[10] Alarmado, el
Presidente envió al general Pedro de
Hinojosa, hombre de su entera confianza,
a dar alcance a Valdivia y averiguar con la
mayor cautela sobre las responsabilidades
de este en aquellos hechos, entre los
soldados del campamento que ya habían
estado en Chile. El delegado debía
informarse, «con todo el secreto que
pudiese, de las cosas de Chile que me
habían dicho, i si hayase ser verdad,
procurase de hacer volver [preso] a Valdivia
y enviar [a Chile] la jente, porque se vaciase
algo de la que en esta tierra sobra».

Estaba Valdivia con sus hombres cerca de


Tacna por agosto de 1548 cuando
Hinojosa se presentó. El enviado del Virrey
disimuló sus intenciones para tener
tiempo de indagar, diciéndole que estaba
allí solo por el asunto de los indios y las
fechorías de sus reclutas, que eran
insuficientes para tomar medidas contra
Valdivia más allá de una amonestación.
Luego de un par de días de averiguaciones
en el campamento sin embargo, el
delegado de La Gasca pudo al menos
confirmar que De la Hoz había sido
ejecutado en Santiago. Llenó de inmediato
una provisión que portaba firmada en
blanco por el Virrey, e irrumpió una
mañana en la tienda de Valdivia con doce
arcabuceros apuntando al Gobernador con
las mechas de sus armas encendidas.
Conminó al chileno a acompañarle a Lima
a rendir cuenta de sus actos ante el
Presidente. Por cierto la agitación cundió
entre el centenar de turbulentos hombres
de guerra que acompañaban a Valdivia y,
pasada la sorpresa, estaban listos para
actuar al primer gesto de su jefe. Hinojosa
por su parte tenía solo aquellos doce
arcabuceros. Pero tenía la firma del Virrey.
Valdivia se contuvo, comprendiendo que
debía volver obediente «para no perder lo
servido»; su proyecto dependía de ello.

Verlo de regreso en Lima resultó un alivio


para Pedro de la Gasca, «que conocía y
apreciaba sus servicios y cuya intelijencia
no podía ocultársele».[10] Le dijo que «era
ejemplo para que todos lo súbditos de Su
Majestad supiesen obedecer en aquella
coyuntura y tiempo tan vidriados y tierra de
bullicios». Más aún, manifestó tener
confianza en «que lo que habían dicho de
su persona eran falsedades e invidias».[2]
Le trató con especial deferencia,
permitiéndole deambular libre por la
capital del Virreinato mientras
desarrollaba la investigación.

Mas no era solo envidia. Como a cualquier


gobernante, algunos le aborrecían. Se
sentían maltratados, miserablemente
despojados por Pedro de Urdemalas, al
que tenían por tirano. Da clara cuenta de
ello el siguiente incidente: Mientras La
Gasca indagaba acerca de lo ocurrido en
Chile, en octubre de 1548 llegó al Callao
una fragata con algunos soldados de Chile
que venían a quejarse de Valdivia
personalmente ante el Virrey, «y para que
no lo proveyese por gobernador porque no
lo recibirían en la tierra». Uno de ellos, sin
duda de aquellos defraudados con el oro,
no pudo contener la furia al ver en la calle
conversando a Valdivia con La Gasca:
«Vuestra señoría no debe saber quién es
este hombre con el que está hablando...
¡Pues sepa que es un grande ladrón y
malhechor, que usó con nosotros la mayor
crueldad que ha usado cristiano jamás en el
mundo!»,[13] y continuó, fuera de sí,
insultando a Valdivia. Éste nuevamente
mantuvo la calma, si bien como es de
suponer, le costó.

La Gasca parecía inclinado a permitir su


partida a Chile, así que los enemigos de
Valdivia, resueltos a impedirlo, redactaron
apresuradamente un desordenado pliego
que contenía 57 acusaciones, y se lo
hicieron llegar. La letanía de denuncias fue
bien resumida por Barros Arana: 1)
Desobediencia a la autoridad de los
delegados del Rey; 2) Tiranía y crueldad
con sus subalternos; 3) Codicia insaciable;
4) Irreligiosidad y costumbres relajadas
con escándalo público.

El pliego acusatorio sin embargo, tenía un


grave defecto: se presentó sin firma.
Hombre de Derecho, La Gasca se dio
cuenta fácilmente del ardid: «Parecióme —
escribió el Virrey— que se me daban tan
disimuladamente [los capítulos de la
acusación] que se podía sospechar que los
que habían sido en darlos querían ser
testigos, i por esto tomé información de los
que habían sido en ellos delatores».[10] Es
decir, se preocupó de establecer bien
quienes habían redactado el documento, y
como todos los contrarios a Valdivia que
venían en la fragata habían participado en
ello, ninguno pudo declarar como testigo.
Por otra parte, en aquella nave venía
también Pedro de Villagra junto a otros
vecinos afines a Valdivia, con cartas del
Cabildo de Santiago que abogaban a su
favor y solicitaban al Virrey le nombrase
Gobernador. De esta manera, estos
últimos, más los leales al Gobernador que
le habían acompañado en su viaje al Perú,
eran casi los únicos que conocían los
hechos de Chile y estaban habilitados para
testificar.

Por su parte, requerido por La Gasca a 30


de octubre de 1548, Valdivia elaboró un
largo escrito con su defensa. Según
Barros Arana, el acusado se defendió «con
la confianza y la entereza del que cree que
puede justificar por completo su conducta».
Finalmente el Presidente pudo establecer,
en lo relativo a su principal preocupación,
que la provisión real de Sancho de la Hoz
le facultaba solo para conquistar y
gobernar los territorios al sur del Estrecho
de Magallanes (en ese entonces se creía
que luego del Estrecho un continente
continuaba hacia el sur). Respecto a las
otras acusaciones, pudo constatar que
«eran falsas, o recaían sobre faltas de poca
entidad».[10]

En sentencia del 19 de noviembre de 1548,


Valdivia fue absuelto y autorizado a volver
a Chile como Gobernador, eso sí, con
algunas condiciones. Entre otras, que no
tomara represalias contra sus adversarios;
que dentro de seis meses de su llegada a
Chile, casara o enviara al Perú o a España
a su amante Inés Suárez, y readjudicara
las encomiendas de indios asignadas a
ella; y que devolviese los caudales
tomados a particulares; «e que lo que ha
sacado y tomado prestado de la caja e
hacienda de S.M. lo vuelva a ella, e que de
aquí adelante en ninguna manera tome de
la dicha caja». Aliviado, Valdivia aceptó de
buena gana todo lo que se le impuso,
declarando que «así lo cumplirá e tenía
pensado cumplir, aunque no se le
mandara».

La intensidad de aquellos días exigió


también un precio. Cuando regresaba
pasando por Arequipa, cerca de la Navidad
de aquel año, «dióme una enfermedad,
decía él mismo, del cansansio y trabajos
pasados, que me puso en el extremo de la
vida». Apenas pudo tenerse en pie, sin
embargo, el conquistador de Chile siguió
adelante: «En término de ocho días y
pasadas las fiestas, no bien convalecido,
me partí para el valle de Tacana, de donde
había salido, y pasé ocho leguas adelante al
puerto de Arica».[22]

Volvió a Chile con 200 soldados en enero


de 1549 y al llegar a La Serena las
dificultades continuaban. Encontró
destruida la ciudad y a Juan Bohón muerto
con 30 españoles más, a manos de los
indígenas del Huasco. Dejó instrucciones
a sus capitanes para reconstruirla y
castigar a los indios, y luego siguió por
mar a Valparaíso arribando en abril de
1549.

Ya en Santiago las cosas mejoraron. Fue


recibido con verdadera alegría por los
colonos, «como un amigo que ha venido
después de mucha ausencia».[3] Confirmó a
Francisco de Villagra como teniente de
Gobernador por cuanto, le dijo, «me habéis
dado buena cuenta y razón de lo que os
dejé encargado de parte de Su Majestad,
como lo suelen y acostumbran los
caballeros de vuestra profesión y calidad».
Como había perdido hombres en la
matanza de La Serena, poco después
reunió treinta mil pesos de oro y envió a
Villagra en uno de los nuevos barcos al
Perú. Debía este enrolar cuanto soldado
pudiese entre los muchos que allá, sabía
Valdivia, no se sentían bien
recompensados con encomiendas por sus
servicios al Rey en la guerra civil. Le
ordenó que su regreso por tierra lo hiciese
por el lado oriental de la Cordillera de Los
Andes, para que antes de cruzar al oeste
dejara algunos de los reclutados allí, en
una ciudad que debía fundar en ese
territorio, incluido en la gobernación dada
por La Gasca.
Mandó también a Francisco de Aguirre a
pacificar la región de La Serena y los
valles del Huasco y Copiapó. Implacable,
Aguirre acorraló y ajustició brutalmente a
los caciques rebeldes, que se habían
refugiado en el Valle del Límarí. «Los
españoles encerraban vivos a los indios, así
hombres como mujeres, en ranchos de paja
y, luego, les prendían fuego, haciéndolos
morir por partidas de a ciento».[23] El terror
eliminó así todo peligro para la
refundación definitiva de La Serena.

Entonces la mirada de Pedro de Valdivia


se dirigió, nuevamente, hacia el sur. Por fin
creía estar en condiciones de lanzarse a la
invasión y conquista de la tierra de los
mapuche, y lo que hubiese más allá.

Guerra de Arauco
Batalla de Andalién y fundación
de Concepción

En enero de 1550 inició una nueva


campaña hacia el sur siguiendo la ruta que
había tomado tres años atrás. Valdivia
estaba nuevamente enfermo, pero se hizo
transportar por los yanaconas durante el
trayecto, tomando de cuando en cuando
su caballo a cargo de su paje, Lautaro. El
24 de enero llegó a la zona de Penco y
alcanzó el Bío-Bío y lo cruzó, mientras
grupos de locales le vigilaban, de noche
una masa de dos mil de ellos le atacaron
siendo rechazados,[24]tras esto el 22 de
febrero llegó al río Andalién, donde
acampó.

En la noche se presentó un escuadrón de


araucanos de aproximadamente 10.000
individuos dando gran chivateo y pateando
la tierra y se trabó una furiosa batalla
campal de tres horas, viéndose
seriamente comprometida para los
españoles, donde una carga a pie y de
lanceros alivió la situación dejando un
español muerto y varios yanaconas
heridos.
Valdivía se atrincheró en el lugar, el cual
daría fundamento a la ciudad de
Concepción. Nueve días más tarde se
presentaron otra vez los araucanos
formados en escuadrones armados con
hachas, flechas y lanzas, más mazas y
garrotes y atacaron el fuerte. La batalla se
decidió en una sola carga de caballería, en
el cual murieron o quedaron malheridos
900 indios. En esta batalla murió
ejecutado por Jerónimo de Alderete, su
aliado Michimalonco.

A los sobrevivientes, Valdivia los mandó a


amputar su mano derecha y nariz como
señal de escarmiento y los liberó para que
sembraran el pánico, esta forma de hacer
la guerra se volvería contra los mismos
españoles. Esta acción, además, fomentó
el odio irrevocable de un indio que tenía
como paje llamado Lautaro.

Valdivia permaneció todo ese año de 1550


en el fuerte de Penco fundando
formalmente Santa María De La
Inmaculada Concepción, el cual sería el
tercer poblado importante después de la
Serena y Santiago. Allí se instalaría la Real
Audiencia.

Junto a esto, Valdivia estableció una


relación con María Encio, venida con él
desde Perú y traída desde Santiago e hija
de uno de sus prestamistas.

El poblado era un fuerte y estaba rodeado


de zonas semipantanosas, además de ser
una zona de grandes lluvias e inviernos
largos. Valdivia debido a la convalecencia
de su enfermedad no pudo avanzar más,
en parte también por el avance del
invierno. En el futuro Concepción sería
plaza fuerte principal en la Guerra de
Arauco.

Campaña de 1551 y fundación


de Valdivia
En febrero de 1551, Valdivia, en compañía
de Pedro de Villagra emprende una
campaña desde Concepción con 170
soldados, y como siempre, un número no
registrado de yanaconas, y llegó hasta las
márgenes del río Cautín y funda un fuerte
cercano al tributario río Damas, dejando
encargado a Pedro de Villagra la misión de
terminarlo.

La actual ciudad de Valdivia


Dentro de esta campaña, llega al valle de
Guada(ba)lafquén (actual ciudad de
Valdivia), y al notar que esta se encontraba
a orillas del Ainilebu (río de los Ainil) que
habían denominado siete años antes en
honor a él con el nombre de Valdivia,
decide fundar una ciudad que llevara por
nombre su apellido, es así como funda la
ciudad de Valdivia, el 9 de febrero de 1552,
a las orillas del río Valdivia, continuación
del río Calle-Calle. Un testigo describe el
hecho:

Visto el Gobernador tan buena


comarca y sitio para poblar una
ciudad y ribera de tan buen río, y
teniendo tan buen puerto (dice)
fundó una ciudad e institutóla
ciudad de Valdivia, e hizo Alcaldes
y regimiento. Fundóse (concluye) el
nueve de febrero año de MDLII

Jerónimo de Bibar[2]

En abril de 1552, vuelve al flamante fuerte


con más de un año de operaciones y
funda la cuarta ciudad española llamada
La Imperial, esto debido a que encontró en
los rehenes indígenas unas águilas con
dos cabezas talladas en madera,
semejante al emblema de Carlos V.

En algún momento de estos


acontecimientos su paje Lautaro, se fugó
con su caballo, una celada y la corneta de
órdenes de Godinez.

La fundación atrajo a muchos colonos


debido a la calidad de la tierra, la
abundancia de maderas y privilegiado
entorno.

Se interna más hacia la cordillera y orillas


de un gran lago funda la ciudad de
Villarica, como un asentamiento minero
debido a la abundancia de minas de plata.

Haciendo un avance en profundidad hacía


el sur llega al seno de Reloncaví y divisa a
lo lejos la isla de Chiloé. Este es el máximo
punto de avance de Valdivia hacia el
estrecho de Magallanes. Este periodo se
caracterizó por encontrarse en extraña
calma en la guerra de Arauco, de hecho no
se registraron más que escaramuzas
locales. Valdivia creyó por un momento
pacificada la región debido al escarmiento
dado a los indígenas en la batalla de
Andalíen.

En la realidad la extraña apatía mapuche


obedecía a otras causas.

Valdivia instruyó a Gerónimo de Alderete a


viajar a España encargándole confirmar su
nombramiento de Gobernador por real
cédula, entregar el Quinto Real y traer a
Chile a su esposa Marina Ortiz de
Gaete.[25]

Campaña de 1553

Funda Valdivía en el verano de 1553 los


fuertes de Tucapel, Arauco y Purén y
establece los cimientos de la quinta y
última ciudad fundada por el conquistador,
Los Confines de Angol, cercano a los
fuertes ya mencionados.

En 1553 se fugaron algunos auxiliares de


las minas de Villarica y mataron a un
español. Los capitanes de los fuertes
advirtieron los síntomas inequívocos de
un alzamiento indígena y dieron la alarma
a Concepción.

Valdivia despachó a Gabriel de Villagra


hacia La Imperial y a Diego de Maldonado
con cuatro hombres hacia Tucapel. En el
camino, indios los emboscaron,
sobreviviendo Maldonado y un cuarto
hombre herido de gravedad quien pudo
arribar al fuerte de Arauco.

Paralelamente, indígenas- al mando de


Caupolicán - introdujeron armas
encubiertas en el fuerte de Purén y, de no
ser por el aviso de un indio delator, más
unos refuerzos llegados a cargo de Gómez
de Almagro desde La Imperial, los
españoles habrían sufrido una carnicería
ya que hordas de indios se habían reunido
a la hora de la siesta para atacar el fuerte.
Los españoles observaron que los indios
atacaban en forma muy distinta a batallas
anteriores y organizada como una copia
de las tácticas españolas. Tal fue su
efectividad que se encerraron en el fuerte,
enviando un aviso a Valdivia sobre la
extrema gravedad de la situación.

Los indígenas interceptaron al emisario


durante su salida del fuerte, bajo
instrucciones de Lautaro, lo dejaron
proseguir y ya de vuelta traía la instrucción
de Valdivia de reunirse con él en Tucapel,
donde fue capturado por las huestes de
Lautaro.

Lautaro sacó a relucir su astucia al retener


a Gómez de Almagro en el fuerte de Purén,
hizo hacer que se capturara a un indio bien
adiestrado y apenas los españoles lo
interrogaron dijo que apenas salieran
españoles del fuerte serían fuertemente
atacados.

Batalla de Tucapel y la muerte


de Valdivia

Valdivia personalmente al mando salió


con 50 jinetes más auxiliares desde
Concepción el 23 de diciembre de 1553 en
demanda del fuerte de Tucapel, donde
creía ya reunidas las fuerzas de Gómez de
Alvarado. Pernoctó en Labolebo, a orillas
del río Lebu y temprano en la mañana
envío una patrulla de avanzada con cinco
soldados a cargo de Luis de Bobadilla.

Ruta de Valdivia a Tucapel. Cronología según Barros


Arana.
Estando ya a media jornada del fuerte de
Tucapel, era muy extraño no tener noticia
alguna del capitán Bobadilla. El día de
Navidad de 1553, se pone marcha de
madrugada y al llegar a las inmediaciones
de la loma de Tucapel se sorprende del
silencio absoluto reinante. El fuerte estaba
totalmente destruido y sin un español en
las inmediaciones.

Mientras hacían campamento en las


ruinas humeantes, en el bosque se
escucharon chivateos (gritos) y golpes en
el suelo. Luego un grupo numeroso de
indígenas se precipitó hacia los
españoles. Valdivia apenas pudo armar
sus líneas defensivas y aguantar el primer
choque. La caballería cargó sobre la
retaguardia del enemigo, pero los
mapuche tenían prevista esta maniobra, y
dispusieron lanceros que contuvieron
enérgicamente la carga. Los españoles
lograron descomponer la primera carga de
los indígenas[cita requerida], que se retiraron
con crecidas bajas desde la loma a los
bosques[cita requerida].

Sin embargo, apenas bajaban las espadas


cuando irrumpió un nuevo escuadrón
indígena; rearmaron líneas y volvieron a
dar carga con la caballería. Los mapuche,
además de los lanceros, tenían hombres
armados con mazas, boleadoras y lazos,
con los que lograron desmontar a los
jinetes españoles, y asestar golpes de
mazo en sus cráneos cuando intentaban
erguirse del suelo.

Se repitió una vez más el cuadro: tras el


toque de un cuerno, el segundo escuadrón
se retiró con algunas bajas, y un tercer
contingente se presentó a la batalla.
Detrás de esta estrategia de los batallones
de refresco estaba Lautaro.

La situación de los castellanos se tornó


desesperada. Valdivia ante el cansancio y
las bajas, reunió a los soldados
disponibles y se lanzó a la lucha
encarnizada. Ya la mitad de los españoles
yacían en el campo y los indios auxiliares
mermaban.

Últimos momentos de Valdivia. Grabado del siglo XIX.

En un momento del combate, viendo que


se les iba la vida, Valdivia se dirige a
quienes aún le rodean y les dice:
—«¿Caballeros qué hacemos?»—
El capitán Altamirano responde:
—«¡Qué quiere vuestra señoría que
hagamos sino que peleemos y
muramos!»—[3]

Pronto el resultado de la batalla se definió


y finalmente el jefe dispuso la retirada,
pero el propio Lautaro cayó por el flanco
produciendo el desbande. Era justo lo que
Valdivia no deseaba y los indios se dejaron
caer uno a uno sobre los españoles
aislados. Sólo el Gobernador y el clérigo
Pozo que montaban muy buenos caballos
lograron tomar camino de huida. Pero al
cruzar unas ciénagas, los caballos se
empantanaron y fueron capturados por los
indios.

Según algunos historiadores, en un acto


de justicia por las mutilaciones y masacre
a los indígenas que ordenó luego de la
batalla de Andalién, Valdivia fue llevado al
campo mapuche donde le dieron muerte
después de tres días de torturas, que
incluyeron cercenamientos similares a las
realizados por el conquistador para
escarmentar a los indios en aquella
batalla.[cita requerida] De acuerdo a Alonso de
Góngora Marmolejo, el martirio continuó
con la amputación de sus músculos en
vida, usando conchas afiladas de almeja, y
comiéndolos ligeramente asados delante
de sus ojos[26]. Finalmente extrajeron a
carne viva su corazón para devorarlo entre
los victoriosos toquis, mientras bebían
chicha en su cráneo, que fue conservado
como trofeo.[cita requerida] El cacique
Pelantarú lo devolvió 55 años después, en
1608, junto al del gobernador Martín Óñez
de Loyola, muerto en combate en 1598.

El fin de Valdivia según Jerónimo de Vivar


relatado en su Crónica y relación copiosa y
verdadera de los Reynos de Chile (1558),
Capítulo CXV:
«[...] y [Valdivia] de aquel día
fatigado, le tomaron los indios. Con
un yanacona que allí se halló habló
a los indios y les decía que no le
matasen, que bastaba el daño que
habían hecho a sus españoles. Ansí
los indios estaban de diversos
pareceres, que unos decían que lo
matasen y otros que le diesen la
vida. Como es gente de tan ruín
entendimiento, no conociendo ni
entendiendo lo que hacían a esta
sazón, llegó un mal indio, que se
decía Teopolican que era señor de
la parte de aquel pueblo, y dijo a los
indios que qué hacían con el apo
[Valdivia] que porque no le
mataban, "que muerto ése que
manda a los españoles fácilmente
mataremos a los que quedan."
Diole con una lanza de las que
dicho tengo y lo mató.
Ansí pereció y acabó el venturoso
gobernador que hasta aquí cierto lo
había sido en todo cuanto hasta
este día emprendio y acometió.
Llevaron la cabeza a Tucapel y la
pusieron en la puerta del señor
principal en un palo y otras dos
cabezas con ella, y teníanlas allí
por grandeza, porque aquellos tres
españoles habían sido los más
valientes, [...] Me informé de
yanaconas ladinos e indios que allí
se hallaron y escaparon».
Retrato y autorretrato de
Pedro de Valdivia
Era Valdivia, cuando murió, de
edad de cincuenta y seis años,
natural de un lugar de
Extremadura, llamada Castuera,
hombre de buena estatura, de
rostro alegre, la cabeza grande
conforme al cuerpo, que se había
hecho gordo, espaldudo, ancho de
pecho, hombre de buen
entendimiento, aunque de palabras
no bien limadas, liberal y hacía
mercedes graciosamente. Después
que fue señor rescebía gran
contento en dar lo que tenía: era
generoso en todas sus cosas, amigo
de andar bien vestido y lustroso y
de los hombres que lo andaban, y
de comer y beber bien: afable y
humano con todos.

Alonso de Góngora Marmolejo,


compañero de Valdivia[3]

Para gobernar los vasallos de V.M.,


fui capitán para los animar en la
guerra, y ser el primero a los
peligros, porque así convenía.
Padre para los favorecer con lo que
pude y dolerme de sus trabajos,
ayudándoselos a pasar como de
hijos, y amigo en conversar con
ellos. Geométrico en trazar y
poblar; alarife en hacer acequias y
repartir aguas; labrador y gañán
en las sementeras; mayoral y
rabadán en hacer criar ganados. Y
en fin, poblador, criador,
sustentador, conquistador y
descubridor.

Pedro de Valdivia, La Serena, 4 de


septiembre de 1545[7]

Batallas de Valdivia
Pedro de Valdivia fue uno de los pocos
conquistadores que era militar de
profesión (a diferencia de Cortés o
Almagro) de hecho destacó al servicio del
rey de España no solo en América sino
también en Europa.

Batalla de Pavía (a cargo de una división


del tercio del Marqués de Pescara)
Saco de Roma
Batalla de las Salinas (Maestre de
Campo)
Batalla de Quilacura
Batalla de Jaquijahuana
Batalla de Andalién
Batalla de Penco
Batalla de Tucapel

Homenajes
Estatua ecuestre de Pedro de Valdivia en la Plaza de
Armas de Santiago.

La ciudad de Valdivia, en el sur de Chile,


fue nombrada por él en honor a su
apellido. En los siglos posteriores se ha
nombrado "Pedro de Valdivia" a diferentes
lugares y calles de Chile, entre ellos la
oficina salitrera Pedro de Valdivia en el
norte del país y la avenida Pedro de
Valdivia en Santiago. Entre 1977 y el año
2000 se imprimieron billetes de 500 pesos
chilenos con su rostro en el anverso y en
2005 dos astrónomos chilenos
descubrieron un asteroide que bautizaron
(2741) Valdivia en su honor.

Gobernador del Reino de Chile


Predecesor: Sucesor:
Creación del cargo Francisco de Villagra
(Chile Prehispánico) 1540 - 1547 Velásquez

Sucesor:

Gobernador del Reino de Chile Francisco de Villagra


Predecesor: Velásquez
Francisco de Villagra Rodrigo de Quiroga López
Velásquez 1549 - 1553 de Ulloa
Francisco de Aguirre de
Meneses

Referencias y Notas
1. Roa y Ursúa, Luis de (1945). El Reyno de
Chile 1535-1810 : Estudio histórico,
genealógico y biográfico. Valladolid:
Talleres Tipográficas Cuesta.
2. Vivar, Gerónimo de (1966). Crónica y
relación copiosa y verdadera de los reinos
de Chile 1558. En: Fondo Histórico y
Bibliográfico José Toribio Medina, Tomo 2.
Instituto Geográfico Militar, Santiago de
Chile. «Memoria Chilena - Documentos ».
3. Gongora Marmolejo, Alonso de (1862).
Historia de Chile desde su descubrimiento
hasta el año de 1575. En: Colección de
historiadores de Chile y de documentos
relativos a la historia nacional. Tomo 2.
Imprenta del Ferrocarril, Santiago de Chile.
«Memoria Chilena - Documentos ».
4. El lugar de nacimiento de Valdivia sigue
todavía en discusión. En la comarca de La
Serena, tanto Villanueva, Castuera,
Campanario (de donde es natural
originalmente la familia Valdivia) y Zalamea,
disputan ser la cuna del conquistador.
5. Según José Toribio Medina en
Diccionario Biográfico Colonial de Chile,
«Carlos V acababa de conceder la
gobernación de Paria (Venezuela) y otras
provincias a Jerónimo de Ortal, quien
después de embarcarse con rumbo a
aquellos países, había dejado en España
encargado de que le reclutase alguna gente
a Jerónimo de Alderete, que había sido
también soldado en Italia, era su camarada,
y más tarde figuró como hombre de
confianza de Valdivia. Alderete llegó en
efecto a Cubagua en diciembre de 1534 con
un galeón, en el cual iban "ciento y tantos
hombres, todos de guerra y de hecho". Es
así muy probable que Valdivia fuese entre
ellos.[...] Allí (en Venezuela) tuvo ocasión de
tratar a Juan Fernández de Alderete, otro de
los que militó después a su lado en la
conquista de Chile.»
6. Instrucciones de Pedro de Valdivia a sus
apoderados en la corte. Escritas en
Santiago a 15 de octubre de 1550.
7. Carta de Pedro de Valdivia al emperador
Carlos V. Escrita en La Serena a 4 de
septiembre de 1545 http://casanoble-
jesus.blogspot.com/2008/07/carta-de-don-
pedro-de-valdivia-al.html
8. José Toribio Medina - Diccionario
Biográfico Colonial de Chile, Imprenta
Elzeviriana, Santiago de Chile, 1906
9. Entre los que salieron de Cuzco con
Valdivia estaban: el alférez del real
estandarte Pedro de Miranda; el sargento
mayor Alonso de Monroy; el maestre de
campo Pero Gómez de Don Benito; el socio
capitalista Francisco Martínez; y el
escribano Luis de Cartagena.
10. Diego Barros Arana - Proceso de
Valdivia i otros documentos concernientes
a este conquistador, Imprenta Nacional,
Santiago, 1873
11. Conrad J. Bahre (1979). Destruction of
the Natural Vegetation of North-Central
Chile. Berkeley; Los Ángeles; Londres:
University of California Press, pp. 37. ISBN
978-0-520-09594-6.
12. Carlos María Sayago. Historia de
Copiapó. Imprenta de El Atacama, 1874
13. Crónica del Reino de Chile, Escrita por el
capitán Don Pedro Mariño de Lobera.
Publicada en Colección de Historiadores de
Chile - Tomo VI, Imprenta El Ferrocarril,
Santiago de Chile, 1865
14. Daniel Vidart (1996). Los muertos y sus
sombras: Cinco siglos de América. Bogotá:
Editorial Nueva América, pp. 353. ISBN 978-
958-9039-31-1.
15. Michael Murrin (1994). History and
Warfare in Renaissance Epic. Chicago:
University of Chicago Press, pp. 163. ISBN
978-0-226-55403-7. El ejército de
Michimalongo al atacar Santiago era de
8.000 a 10.000 guerreros.
16. Silvia Lorente-Murphy. "Dos
aproximaciones a la figura histórica de Inés
Suárez: Jorge Guzmán e Isabel Allende" .
Ciberletras: Revista de crítica literaria y de
cultura. Purdue University North Central. Nº.
21, 2009, ISSN-e 1523-1720.
17. Diego de Rosales (1989). Historia
General Del Reino de Chile. Flandes Indiano.
Santiago de Chile: Fundación Andrés Bello,
pp. lx
18. Joaquín Edwards Bello, El Subterráneo
de los Jesuitas - Ed. Zig-Zag, 1966
19. Esta guerra que duraría más de tres
siglos, es relatada en algunos episodios por
el soldado poeta Alonso de Ercilla en su
obra La Araucana (1576). Algunos
historiadores la inician diez años antes de
la incursión de Valdivia, con la batalla de
Reinohuelén librada entre las fuerzas de
Diego de Almagro y los mapuche en la
confluencia de los ríos Ñuble e Itata. En
términos militares sin embargo, aquella fue
sólo una escaramuza de poca importancia.
20. El historiador Claudio Gay, muy versado
en asuntos de medicina y farmacia, señaló
en su Historia Física y Política de Chile, que
Monroy murió de una fiebre cerebral,
chavalongo, nombre que daban los indios a
la fiebre tifoidea. El maestre de campo
Francisco de Carvajal sin embargo, quien
recibió a Monroy en Lima por 1545, contaba
que «le dio una enfermedad que en tres
días se murió. Dicen los médicos que fue
ramo de pestilencia. Yo digo que ellos lo
mataron no sabiéndole curar, ni
entendiendo su enfermedad».
21. Diego Fernández de Palencia, Primera y
Segunda Parte de la Historia del Perú,
publicada en Sevilla en 1571. El cronista de
la Conquista de Chile, Pedro Mariño de
Lobera, también decía al respecto: «llegado
pues el campo del rei a ponerse frente a
frente a los tiranos, y viéndolo Francisco de
Carvajal con tan nuevo y extraordinario
orden y disposición, comenzó a temblar, y
dijo en alta voz a los de su ejército: o en el
campo del rei anda Valdivia, o el diablo;
dando a entender que no podía haber otro
en el reino que pudiese hacer tanto como lo
que entonces veía; y no habiendo mucha
dilación en descubrirse que era Valdivia,
dijo Carvajal: perdidos somos, como quien
de tantos años le conocía».
22. Carta de Pedro de Valdivia al emperador
Carlos V, dándole cuanta de lo actuado por
él en el gobierno de Chile y de su viaje al
Perú. Escrita en Santiago a 15 de octubre
de 1550.
23. Diego Barros Arana, Historia General de
Chile; tomo I, Editorial Universitaria, 1999.
24. Historia del pueblo mapuche: (siglo XIX
y XX), José Bengoa, Lom Ediciones, edición
de 2000, pp. 34.
25. Gerónimo de Alderete, volvió a América
en 1556 y murió en Panamá, víctima de una
grave enfermedad. Marina Ortiz de Gaete
llegó a Chile, junto a su hermana Catalina, y
doña Esperanza de Rueda, la viuda de
Alderete, en una comitiva femenina de don
García Hurtado de Mendoza, en 1557
cuando Valdivia ya había fallecido hacía
casi cuatro años.
26. De Góngora Marmolejo, Alonso (2015).
Historia de todas las cosas que han
acaecido en el Reino de Chile y de los que
lo han gobernado Volume 1 of Letras del
reino de Chile . Editorial Universitaria de
Chile. p. 180. ISBN 9789561124783.
Consultado el 30 de agosto de 2018.

Enlaces externos
Wikiquote alberga frases célebres de o
sobre Pedro de Valdivia.
Wikimedia Commons alberga una
galería multimedia sobre Pedro de
Valdivia.
Wikisource contiene obras originales
de Pedro de Valdivia.
Genealogía de Pedro de Valdivia en
Genealog.cl

Datos: Q203534
Multimedia: Pedro de Valdivia
Citas célebres: Pedro de Valdivia
Textos: Autor:Pedro de Valdivia
Obtenido de
«https://es.wikipedia.org/w/index.php?
title=Pedro_de_Valdivia&oldid=112695516»

Última edición hace 27 días por un …

El contenido está disponible bajo la licencia CC BY-


SA 3.0 , salvo que se indique lo contrario.

Вам также может понравиться

  • Codigo Tributario Libro I
    Codigo Tributario Libro I
    Документ18 страниц
    Codigo Tributario Libro I
    Richard Ramos Cutimbo
    Оценок пока нет
  • Anti Sistema
    Anti Sistema
    Документ3 страницы
    Anti Sistema
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Manzano
    Manzano
    Документ5 страниц
    Manzano
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Moral
    Moral
    Документ14 страниц
    Moral
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Ideología
    Ideología
    Документ8 страниц
    Ideología
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Tensión (Electricidad)
    Tensión (Electricidad)
    Документ7 страниц
    Tensión (Electricidad)
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Cosmos
    Cosmos
    Документ5 страниц
    Cosmos
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Corona Solar
    Corona Solar
    Документ13 страниц
    Corona Solar
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Doctrina Del Fascismo
    Doctrina Del Fascismo
    Документ7 страниц
    Doctrina Del Fascismo
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Lengua persa
    Lengua persa
    Документ12 страниц
    Lengua persa
    José Alfredo Horna Merino
    100% (1)
  • Flora región 40
    Flora región 40
    Документ4 страницы
    Flora región 40
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Atmósfera
    Atmósfera
    Документ11 страниц
    Atmósfera
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Tensión (Electricidad)
    Tensión (Electricidad)
    Документ7 страниц
    Tensión (Electricidad)
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Viento Solar
    Viento Solar
    Документ10 страниц
    Viento Solar
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Espacio Exterior
    Espacio Exterior
    Документ13 страниц
    Espacio Exterior
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Biotopo
    Biotopo
    Документ4 страницы
    Biotopo
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Ecosistema
    Ecosistema
    Документ8 страниц
    Ecosistema
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Onda Esférica
    Onda Esférica
    Документ2 страницы
    Onda Esférica
    nahuel bonfiglio
    Оценок пока нет
  • Arbustos
    Arbustos
    Документ3 страницы
    Arbustos
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Aeroacustica Wiki PDF
    Aeroacustica Wiki PDF
    Документ4 страницы
    Aeroacustica Wiki PDF
    Santiago Molina
    Оценок пока нет
  • Onda Mecánica
    Onda Mecánica
    Документ6 страниц
    Onda Mecánica
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Batalla de Hohenfriedeberg
    Batalla de Hohenfriedeberg
    Документ3 страницы
    Batalla de Hohenfriedeberg
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Federico II El Grande
    Federico II El Grande
    Документ8 страниц
    Federico II El Grande
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Onda Esférica
    Onda Esférica
    Документ2 страницы
    Onda Esférica
    nahuel bonfiglio
    Оценок пока нет
  • Aeroacustica Wiki PDF
    Aeroacustica Wiki PDF
    Документ4 страницы
    Aeroacustica Wiki PDF
    Santiago Molina
    Оценок пока нет
  • Acústica
    Acústica
    Документ3 страницы
    Acústica
    John
    Оценок пока нет
  • Acústica
    Acústica
    Документ3 страницы
    Acústica
    John
    Оценок пока нет
  • Sonido
    Sonido
    Документ5 страниц
    Sonido
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Aminoácido
    Aminoácido
    Документ5 страниц
    Aminoácido
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Fonógrafo
    Fonógrafo
    Документ5 страниц
    Fonógrafo
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Alcaloide
    Alcaloide
    Документ5 страниц
    Alcaloide
    José Alfredo Horna Merino
    Оценок пока нет
  • Revaluación en Propiedades de Inversión
    Revaluación en Propiedades de Inversión
    Документ4 страницы
    Revaluación en Propiedades de Inversión
    Luis Antonio Cabareda
    Оценок пока нет
  • Preguntas Propuestas LAB Química Analitica
    Preguntas Propuestas LAB Química Analitica
    Документ11 страниц
    Preguntas Propuestas LAB Química Analitica
    Nayadet López Erbetta
    Оценок пока нет
  • Trabajo Práctico
    Trabajo Práctico
    Документ5 страниц
    Trabajo Práctico
    fernando
    Оценок пока нет
  • Hacer Visible El Pensamiento: Alternativa para Una Evaluación para El Aprendizaje
    Hacer Visible El Pensamiento: Alternativa para Una Evaluación para El Aprendizaje
    Документ13 страниц
    Hacer Visible El Pensamiento: Alternativa para Una Evaluación para El Aprendizaje
    Marcelisto Navarrete Contreras
    Оценок пока нет
  • Examen de Legislacion 5
    Examen de Legislacion 5
    Документ3 страницы
    Examen de Legislacion 5
    Armando Chacón
    Оценок пока нет
  • Materiales para ductos de construcción
    Materiales para ductos de construcción
    Документ2 страницы
    Materiales para ductos de construcción
    Marcos Acosta
    100% (1)
  • Joven de 20 Años Muere Por Tomar Tapsin Caliente Día de Noche
    Joven de 20 Años Muere Por Tomar Tapsin Caliente Día de Noche
    Документ7 страниц
    Joven de 20 Años Muere Por Tomar Tapsin Caliente Día de Noche
    Vicente
    100% (1)
  • ISO 9001 - 2015 de Amazon
    ISO 9001 - 2015 de Amazon
    Документ5 страниц
    ISO 9001 - 2015 de Amazon
    Antonio Mayoral
    Оценок пока нет
  • Aws Academy Cloud Operation
    Aws Academy Cloud Operation
    Документ3 страницы
    Aws Academy Cloud Operation
    neonavi
    Оценок пока нет
  • Informe Final Pistas Veredas Licapa Ok
    Informe Final Pistas Veredas Licapa Ok
    Документ78 страниц
    Informe Final Pistas Veredas Licapa Ok
    Cristian Fernandez
    Оценок пока нет
  • Refracción de la luz con experimentos sencillos
    Refracción de la luz con experimentos sencillos
    Документ4 страницы
    Refracción de la luz con experimentos sencillos
    Fernando Crespo Orellana
    100% (1)
  • Simulacro de Cultura General
    Simulacro de Cultura General
    Документ4 страницы
    Simulacro de Cultura General
    Karl Franco Abt Reyes
    Оценок пока нет
  • El Caligrama
    El Caligrama
    Документ8 страниц
    El Caligrama
    SInami
    Оценок пока нет
  • Examen Parcial - Seccion1
    Examen Parcial - Seccion1
    Документ4 страницы
    Examen Parcial - Seccion1
    Miguel Angel Alvarado Ramos
    Оценок пока нет
  • Psilocibes Themushrooms
    Psilocibes Themushrooms
    Документ255 страниц
    Psilocibes Themushrooms
    fred san
    Оценок пока нет
  • Aplicaciones de La Química Analítica en La Ingeniería Química
    Aplicaciones de La Química Analítica en La Ingeniería Química
    Документ3 страницы
    Aplicaciones de La Química Analítica en La Ingeniería Química
    Bujanos
    Оценок пока нет
  • Cotización Mundo Inmobiliario
    Cotización Mundo Inmobiliario
    Документ1 страница
    Cotización Mundo Inmobiliario
    yobani canastuj
    Оценок пока нет
  • Farmacologia Insulinas PDF
    Farmacologia Insulinas PDF
    Документ29 страниц
    Farmacologia Insulinas PDF
    Jhon Gomez
    Оценок пока нет
  • Masas - Renales - Imagen Diagnóstica
    Masas - Renales - Imagen Diagnóstica
    Документ22 страницы
    Masas - Renales - Imagen Diagnóstica
    ramon
    Оценок пока нет
  • Lagos Linda U5T2Guia Contable
    Lagos Linda U5T2Guia Contable
    Документ15 страниц
    Lagos Linda U5T2Guia Contable
    Linda Lagos
    100% (1)
  • Sociedad del Conocimiento y Contextos Educativos Rurales
    Sociedad del Conocimiento y Contextos Educativos Rurales
    Документ14 страниц
    Sociedad del Conocimiento y Contextos Educativos Rurales
    Kellys Johana Villarreal Burgos
    100% (1)
  • 2256 - Introduccion Al Marketing - G1FL - 00 - CP - Cabrera Santos Pamela Ana
    2256 - Introduccion Al Marketing - G1FL - 00 - CP - Cabrera Santos Pamela Ana
    Документ6 страниц
    2256 - Introduccion Al Marketing - G1FL - 00 - CP - Cabrera Santos Pamela Ana
    Jorge Gil
    Оценок пока нет
  • Guia Documento (Plan de Mejora Prácticas) Nivel Tecnologo 2
    Guia Documento (Plan de Mejora Prácticas) Nivel Tecnologo 2
    Документ5 страниц
    Guia Documento (Plan de Mejora Prácticas) Nivel Tecnologo 2
    JOHN EDINSON ACHAGUA
    Оценок пока нет
  • Proforma de Reservorio 1 y 2
    Proforma de Reservorio 1 y 2
    Документ1 страница
    Proforma de Reservorio 1 y 2
    Carlos Ubillas Alcalde
    Оценок пока нет
  • Formato de La Documentacion - SIGNIA
    Formato de La Documentacion - SIGNIA
    Документ4 страницы
    Formato de La Documentacion - SIGNIA
    KAREN PATROCINIO FLORES
    Оценок пока нет
  • MSI H61M P20 G3 Socket 1155
    MSI H61M P20 G3 Socket 1155
    Документ3 страницы
    MSI H61M P20 G3 Socket 1155
    Emmanuel Leggeri
    Оценок пока нет
  • Proceso Productivo Del Alcohol
    Proceso Productivo Del Alcohol
    Документ2 страницы
    Proceso Productivo Del Alcohol
    DIANA DELACRUZZ
    Оценок пока нет
  • Tarea BD05
    Tarea BD05
    Документ4 страницы
    Tarea BD05
    Santiago Alejandro Mayoral Mata
    Оценок пока нет
  • MétricasEstimaciónSoftware
    MétricasEstimaciónSoftware
    Документ135 страниц
    MétricasEstimaciónSoftware
    Freddy Plata Antequera
    Оценок пока нет