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Artículo de Cartas al director:

http://elpais.com/elpais/2017/02/01/opinion/1485961019_263073.html

Resumen: Cada vez es más frecuente escuchar en los medios de comunicación casos de acoso
escolar o “bullying” que terminan, la mayoría de las veces en suicidio. El acoso escolar va siempre
acompañado del silencio de otras personas, que son de una manera u otra cómplice de la situación.
Dicho silencio da lugar a una terrible consecuencia: la muerte, una muerte producida por la
irracional conducta de uno o varios abusones, que de forma consciente o inconsciente hacen un
daño irreversible.
Tema, estructura, intención comunicativa: El autor reflexiona sobre las cortas vidas que se
lleva el acoso escolar y el silencio cómplice. Trata dicho tema en un tono subjetivo, y esto es
visible en la inclusión que realiza a lo largo del texto de sus sentimientos en oraciones como
“estremece pensar”, “no lo entiendo” y en cómo se dirige directamente a los acosadores y a todos
aquellos que ven, oyen y callan. En las cinco primeras líneas reflexiona el autor sobre esta
situación angustiosa, sobre ese futuro truncado y sobre la duración de este problema. En las
siguientes siete líneas, no se atreve a dirigirse a los adultos, pero sí a los jóvenes, instándoles a
que denuncien, a que sean empáticos con quien recibe acoso y que no sean parte de esta situación
tan catastrófica. Termina el texto con una pregunta determinante, lanzada directamente a los que
acosan y una clara sentencia: todos los actos que cometemos tienen antes o después una
consecuencia. Es por esto que identificamos en el fragmento una clara alusión a todos los que
participan en el hecho de que una persona sea agredida física y/o psicológicamente, intentando
condicionar el silencio de los compañeros a través de una apelación a los sentimientos. El final
resulta contundente, casi como una amenaza a aquellos que resuelven las diferencias con la
violencia y siempre con la intención de moderar el comportamiento.
Argumentación: Me posiciono a favor del autor en un tema tan serio como es el acoso escolar,
ya que como dice él mismo, resulta angustioso reflexionar acerca de la cantidad de vidas que se
van por culpa de este hecho. Podríamos aprovechar para pararnos a pensar en los límites del ser
humano, en el profundo dolor, en la herida que nunca cicatriza en una persona a la que humillan
día tras días hasta que no ve otra solución más cercana que acabar con su existencia. La gente que
sufre estas vejaciones suelen ser gente sensible que no se ajusta a un molde establecido.
Observemos algunos casos como ejemplo: hace un par de meses una chica se suicidó por la
presión a la que la sometían sus compañeros de clase. ¿Su delito? Teñirse el pelo de colores y el
amor a la cultura japonesa.
Cabe destacar que la chica se había cambiado de colegio, e incluso así, el acoso no había cesado.
También podríamos mencionar el caso del niño que saltó por la ventana por culpa del bullying.
Sus padres solo encontraron una carta en la que decía que era la única manera de acabar con el
dolor. Hace unos meses, vi una obra de teatro llamada “Pequeño Pony” que trataba precisamente
el tema del acoso escolar basándose en un caso real que sucedió en Estados Unidos. Un niño era
humillado diariamente porque su mochila tenía ilustraciones de “My Little Pony”, unos dibujos
animados en los que se tratan valores como el amor y la amistad. Los padres, preocupados por su
hijo que iba volviéndose cada vez más reservado, fueron a hablar con la directiva del centro, y
estos le aconsejaron que comprara una nueva mochila. Simplemente, da que pensar.
Conclusión: En definitiva, deberíamos aprender a respetarnos unos a otros, a valorar a aquellos
que son diferentes y aprender de ellos. Deberíamos ser capaces de ver lo bonito de la diversidad,
y además no callarnos ante las injusticias, ser valientes y empáticas porque de esta manera, el
mundo podría ser un lugar mejor. La violencia nunca es la solución, ni la muerte una opción. La
palabra, el diálogo y el apoyo, por el contrario, sí que lo son.
Artículo de Cartas al director:
http://elpais.com/elpais/2017/02/13/opinion/1487006524_715138.html
Resumen: Cada vez es más frecuente encontrar palabras escritas sin su correspondiente tilde, lo
cual por ende, da lugar a una falta ortográfica perfectamente evitable. Sobre esto reflexiona el
autor del texto, unido a la cuestión de la falta de tiempo, que muchas veces se usa como excusa
al cometer fallos en la ortografía. Se tarda menos de un segundo en poner una tilde y aunque es
permisible olvidar alguna más relativa (como las diacríticas), deberíamos ser, en definitiva más
cuidadosos y responsables con ellas.
Tema, estructura, intención: El autor expresa su indignación y negativa precisamente ante esta
falta de cuidado. Se trata de un texto subjetivo y esto es perceptible en el tono molesto y enojado
con el que trata el tema, ensalzando la importancia de los acentos propios de nuestro idioma. De
este modo pretende llegar al lector, intentando hacerle ver la necesidad de tildar palabras y
haciendo hincapié, por ejemplo, en las mayúsculas tildadas que tantas veces se eluden.
En las seis primeras líneas se expone este reproche a una despistada juventud, y realiza un
recordatorio ortográfico dirigido en especial a aquellas personas que como se ha mencionado
antes, olvidan tildar las mayúsculas. Finaliza en las dos líneas siguientes, señalando que no se
pierde un tiempo demasiado valioso en escribir una tilde.
Argumentación y conclusión: Me posiciono a favor del autor ya que, a pesar de que muchas
personas piensan que las faltas de ortografía producidas por la ausencia de alguna tilde no son tan
graves como confundir “b” y “v”, “g” y “j” o “c” y “z”, lo cierto es que sí lo son.
A pesar del tono (un tanto condescendiente) estoy de acuerdo en la importancia que se le otorga
a este tema, ya que existen los detractores de las tildes, que argumentan que no son necesarias
para la comprensión de nuestra lengua. Sin embargo, existen palabras como “líquido” o “médico”
(y muchas otras) que sin su correspondiente tilde dan lugar a un galimatías y dificultan el
entendimiento de la oración en cuestión.
También se suele argumentar que la ausencia de tildes se debe a la prisa. “No hay peor ciego que
el que no quiere ver”, como se suele decir, y es que se tarda más tiempo en elaborar una excusa
que en escribir una tilde. Al igual que el autor, creo que es cada vez más frecuente en los jóvenes
este error, y es que, ¿cuántas veces hemos oído que a alguien le han bajado puntos en un examen
y a veces incluso han llegado a suspenderle por no poner tildes? Yo creo que esto ocurre por no
leer lo suficiente, ya que la lectura nos aporta mucho vocabulario y nos acostumbra a la correcta
escritura de las palabras. Quizás las palabras resultarían un terreno menos desconocido para
muchos si se tuviera por costumbre acudir a ellas.
En conclusión: las tildes existen y están para usarlas, dan sentido a lo que queremos decir, le
otorgan un significado u otro a nuestro discurso, así que deberíamos devolverles el favor,
principalmente haciéndoles una visita de vez en cuando. Solo espero no haber cometido ninguna
falta de ortografía, porque últimamente no tengo tanto tiempo como me gustaría para leer.

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