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Dios conoce tu situación y viene en tu ayuda

Introducción: Cuando las fuerzas se agotan, la esperanza desaparece y la fe parece venirse


abajo, Jesucristo el Señor manifiesta su poder a favor de sus hijos, pues él ha prometido no
dejarlos ni desampararlos…

El Señor Jesús renueva a sus cansados discípulos. Nos dice la Biblia en Juan 21:9-14 “Al
descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Jesús les dijo:
Traed de los peces que acabáis de pescar… Les dijo Jesús: Venid, comed. Esta era la tercera
vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los
muertos”.

Cuando los discípulos llegan a la playa, cansados de pescar toda la noche, ya el Señor les
tenía preparado un asado. Les tenía pan y sobre el fuego tenía un gran pez. No sé si el Señor
había comprado aquellas cosas, o quizá con su poder había sacado un pez del lago mismo,
pero el poderoso y soberano Dios les tenía alimento a sus fatigados discípulos.

Él es proveedor por excelencia y sabe de qué cosas tenemos necesidad, cuando decidimos
confiar de esa manera en Dios nuestro corazón descansa. Dios conoce tu situación y no de
abandonará.

Recordemos que en cierta ocasión cuando estaban cobrando los impuestos, dos dracmas por
cada persona, el mismo Señor Jesús le dijo a Pedro: “Ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer
pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; y tómalo, y dáselo por mí y
por ti”.

Un estatero equivalía a cuatro dracmas, que era precisamente lo que debían pagar Jesús y
Pedro. Dios es proveedor por excelencia y actúa de muchas y diversas maneras.

En el versículo doce Jesús les dijo: “Venid, comed”. El versículo trece nos enseña que Jesús
tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. Vemos entonces al Señor sirviendo a sus
discípulos, recordemos que el Señor días atrás les había lavado los pies y ahora les sirve el
alimento.

Con amor y paciencia Jesús resucitado los atendió, renovó sus fuerzas y su fe en él, aunque
ninguno le preguntaba, pues todos sabían que era el Señor. Sin duda con sus acciones Jesús
les enseñaba, no sólo con sus palabras. El amor que profesamos con nuestra boca, tenemos
que convertirlo en acciones.

Aunque pasemos por tiempos difíciles, tiempos donde los resultados son negativos, o tiempos
en los que pensamos que Dios no está, más bien como Pedro corramos a la presencia del
Señor, allí seremos renovados, fortalecidos y afirmados en la fe que es en Cristo Jesús.
“Por tanto os digo: No afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer, o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo,
qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo,
que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre Celestial las alimenta, ¿No valéis vosotros
mcho más que ellas?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido ¿por qué os
afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con
toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno,
Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
No os afanéis, púes, diciendo: ¿Qué comeremos, o que beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan
todas estas cosas; pero vuestro Padre Celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que , no os
afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”
Mateo 6:25-34

Mateo 6.7, 8

Recuerdo la ocasión en la que observé a una madre que manejaba con perfecto control a
varios niños pequeños. Era un espectáculo asombroso. En medio de un torbellino de actividad,
esta experimentada mujer atendía intuitivamente las necesidades de sus hijos. Les servía
comida, evitaba que derramaran las cosas, les limpiaba la nariz, les ataba los cordones de los
zapatos y repartía abrazos —¡y todo lo hacía al mismo tiempo! Es evidente que un padre
conoce las necesidades de su familia, incluso cuando los niños no pueden expresarlas.

A veces, es difícil vernos como niños. Al observar a pequeños corriendo por todas partes,
necesitando siempre algo de nosotros, nos cuesta creer que nos parezcamos a ellos y
actuemos de la misma manera en cuerpos de adultos. Afortunadamente, también tenemos un
Padre que conoce nuestras necesidades. No obstante, con frecuencia actuamos como si
tuviéramos que explicar cada detalle de nuestros problemas al Señor para que Él pudiera
atenderlos.

¿No es extraño? Si usted preguntara a la mayoría de cristianos si creen que Dios es


omnisciente, responderían: “¡Desde luego!” Sin embargo, si pudiera escucharles cuando oran,
probablemente descubriría que, muchas veces, hacen oraciones largas y complicadas
explicando a Dios la razón por la cual necesitan ayuda.

Dios quiere, efectivamente, que usted hable con Él de lo que haya en su corazón. Pero, al
mismo tiempo, recuerde que nuestro Padre sabe de qué cosas tenemos necesidad, antes de
que le pidamos (cp. Mt 6.8). Por lo tanto, no consuma tiempo de su oración explicando detalles
innecesarios. Más bien, pídale a Dios que le hable. Recuerde que Él tiene todas las respuestas.

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