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El Historicón

Historia para los que no les gusta la Historia

Cagayán, cuando los españoles derrotaron a los 1K

samuráis
 Batallas, Edad Moderna, España, Tercios    4 comentarios

Los samuráis siempre han tenido fama de ser invencibles. De hecho, se ha llegado a decir que un
samurái sólo podría ser derrotado por otro samurái. El halo de leyenda que envuelve a estos guerreros
japoneses ha hecho que en la cultura occidental se les vea como el prototipo de guerrero por excelencia,
tanto por su dominio de las armas y técnicas de combate como por la dedicación a la guerra en que
convertían su vida. Mucho se ha fantaseado sobre qué habría pasado si se hubieran enfrentado un
ejército occidental contra otro de samuráis, y casi siempre la conclusión es que los japoneses habrían
vencido fácilmente.

Fotografía de guerreros samuráis


Sin embargo, es apenas conocido que este enfrentamiento con el que muchos han soñado se produjo en
la realidad. En 1582, alrededor de 40 soldados españoles de los Tercios del Mar (el equivalente a la
actual Infantería de Marina) al mando de Juan Pablo de Carrión se enfrentaron a cerca de mil piratas
asiáticos, formados en su mayoría por ronin (samuráis sin señor) y ashigaru (soldados rasos japoneses de
infantería, armados con mosquetes), además de algunos soldados chinos y coreanos. Lo más
sorprendente de todo es que la victoria fue para el bando español. Esta es la historia de esta batalla,
conocida como “los combates de Cagayán”.

Los piratas de Tay Fusa

La presencia china y japonesa en aguas lipinas se remonta a nales del siglo XIV. De hecho, los chinos
habían establecido puertos comerciales en Filipinas y se habían convertido en una minoría entre la
población antes de la expedición de Miguel López de Legazpi de 1565, que anexionó el archipiélago a la 1K
corona española. La actividad comercial era particularmente activa en la isla de Luzón, donde los
japoneses intercambiaban plata por oro lipino. Sin embargo no todo era comercio, pues la existencia de
piratas provenientes de las costas chinas y japonesas era importante. A su presencia contribuía la fama
que pronto empezó a correr por todo el lejano oriente de que Filipinas era una tierra llena de riquezas en
la que podía obtenerse un sustancioso botín.

Así, el 29 de noviembre de 1571 el pirata chino Li Ma Hong, al mando de 3.000 hombres, atacó la por
entonces joven ciudad de Manila (que había sido fundada ese mismo año). Su objetivo era establecer en
la zona un señorío pirata. Tras cuatro meses de combates (incluido el asedio al fuerte de Panganisán), los
piratas fueron derrotados por tropas españolas y lipinas y el prestigio de Li Ma Hong (el mayor señor
pirata de la zona) sufrió un duro golpe. Este pirata, que presumía de haber escapado en cierta ocasión de
más de 100.000 soldados chinos, dejó de ser una amenaza.

Grabado que representa un ataque de los wako

Sin embargo, el problema continuó con los piratas japoneses. Estos piratas (llamados wako) provenían en
su mayoría de la isla de Okinawa y nutrían sus las de samuráis sin señor (ronin) y de soldados que
provenían de las clases no nobles (ashigaru), muchos de ellos alistados huyendo de las constantes
guerras civiles que asolaban el Japón feudal. En 1580, estos piratas wako asolaron la provincia de
Cagayán, llegando a exigir tributos a la población. El jefe de los piratas, conocido como Tay Fusa (y
también como Tayfusu o Tayfuzu), forzaba a los nativos a prestarle juramento de sumisión y delidad. El
nombre de Tay Fusa no existe en Japón como nombre propio y parece ser que es una deformación de la
palabra japonesa “taifu”, que se emplea para designar a los señores feudales (o quizá de la palabra china
“daifu”, que signi ca lo mismo). Sea como fuere, el caso es que los wako empezaron a ser un problema
serio para el gobernador de las Filipinas Gonzalo Ronquillo, quien en 1582 escribió una carta a Felipe II
alertándole de la situación:

“Los japoneses son la gente más belicosa que hay por aquí. Traen artillería y mucha
arcabucería y piquería. Usan armas defensivas de hierro para el cuerpo. Todo lo cual lo tienen
por industria de portugueses, que se lo han mostrado para daño de sus ánimas.”

Por aquel entonces, las fuerzas españolas en todas las Filipinas apenas eran de unos 500 hombres,
aunque contaban con el apoyo intermitente de los indígenas tagalos (que unas veces eran aliados de los
españoles y otras sus más encarnizados enemigos). Dada la urgencia de la situación, y temiendo que
concentrar la mayor parte de las tropas daría lugar a desproteger otras partes de las posesiones
españolas, se encargó al veterano hidalgo y capitán de la Armada Juan Pablo de Carrión que arreglase la
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situación al mando de la galera “La Capitana”, el navío ligero “San Yusepe” y otras 5 naves pequeñas de
apoyo. En esas naves iban embarcados apenas 40 soldados de los Tercios del Mar (el equivalente a la
actual Infantería de Marina). A sus cerca de 70 años, Carrión iba a protagonizar la mayor hazaña de su
vida.

La victoria sobre el junco

Las hostilidades comenzaron en el Mar de la China meridional, cuando la ota de Carrión cañoneó un
buque japonés obligándole a retirarse. La noticia llegó pronto a Tay Fusa, que al mando de una ota de
19 barcos (un junco y 18 champanes) y 1.000 hombres partió hacia las Filipinas dispuesto a acabar con
las tropas españolas y vengarse de la ofensa. Los barcos de Tay Fusa fueron tomando posiciones a lo
largo de la costa mientras asolaban las poblaciones que se iban encontrando.

Junco japonés

Fue así como la ota española topó con el junco japonés a la altura del cabo Bogueador. El navío nipón
acababa de saquear la costa tratando a sus habitantes con gran crueldad. Pronto la galera “La Capitana”
se adelantó al resto de barcos españoles y acortó distancias con el junco, que llevaba a bordo un
contingente que superaba a los españoles en una proporción de 10 a 1. Cuando estaban a distancia de
abordaje, la galera soltó una descarga de metralla que barrió la cubierta del junco, dejándola sembrada
de cadáveres. Los españoles, armados con espadas, picas, arcabuces y mosquetes, saltaron al barco
japonés. Sin embargo, los piratas estaban lejos de ser derrotados y rechazaron a los españoles hacia su
propio barco. La lucha continuó en la galera española, donde las tropas de Carrión iban retrocediendo
lentamente hacia popa, formando una barrera de piqueros delante y armas de fuego atrás.

Los japoneses no sólo superaban a los españoles en número, sino que contaban también con arcabuces
que les habían proporcionado los portugueses. Para defender a los hombres, Carrión cortó la driza (que
es el cabo con el que se izaban las velas) de la verga mayor y ésta cayó sobre el combés (que es el espacio
que hay entre el castillo de proa y el castillo de popa), formando una trinchera improvisada. Los
mosqueteros españoles se parapetaron tras ella rápidamente y lanzaron una lluvia de balas, que causó
gran cantidad de bajas. Acto seguido, los rodeleros y piqueros saltaron a enfrentarse cuerpo a cuerpo con
los samuráis. La llegada del “San Yusepe”, que barrió con metralla la cubierta del junco matando a los
arcabuceros que hostigaban a las tropas españolas, provocó que los japoneses que quedaban huyeran
saltando al agua, donde muchos murieron ahogados por el peso de sus armaduras.

El desembarco

Por primera vez en la historia (probablemente), dos escuelas de esgrima antagónicas se habían
enfrentado a muerte en aquellas dos embarcaciones que iban a la deriva empujados por la ligera brisa,
en medio de un atronador griterío. La armadura de los samuráis (más ornamental que otra cosa) era
vulnerable frente a los movimientos de acuchillamiento de los españoles, mientras que los golpes de
corte dados con las katanas (espadas japonesas) eran fácilmente contrarrestados por los escudos y las
armaduras de hierro de los soldados de Carrión. Asimismo, los soldados españoles paraban los golpes con
su escudo mientras que, a la vez, atacaban con la espada; los japoneses, al carecer de ese escudo, sólo1K

podían hacer movimientos defensivos u ofensivos, pero no ambos a la vez, lo que los hacía más
ine caces. Así pues, el primer asalto fue para los españoles, que habían infringido una gran escabechina
a sus enemigos.

Grabado japonés de un ronin

La ota española siguió remontando el río Tajo (nombre que tenía por entonces el hoy llamado Río
Grande de Cagayán). Pronto sorprendieron a una otilla de 18 champanes cuyos tripulantes estaban
saqueando una pequeña ciudad causando una gran mortandad entre la indefensa población. Los barcos
españoles se abrieron paso con sus culebrinas y ayudados por el fuego de arcabuz. Después de un
combate muy trabado, los barcos japoneses huyeron habiendo sufrido más de 200 bajas entre sus
tripulantes. La segunda gran escabechina estaba servida.
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Guerrero ashigaru

Carrión ordenó a sus hombres desembarcar en la playa de Birakaya, que estaba situada en un recodo del
río, y que se encontraba cerca del resto de las fuerzas japonesas (todavía considerables). Se forti caron y
lograron desembarcar los cañones de la galera, con los que inmediatamente empezaron a abrir fuego
contra los soldados de Tay Fusa. Los wako decidieron negociar su rendición. Carrión ordenó
expeditivamente que se fueran, a lo que los piratas japoneses respondieron pidiendo una indemnización
en oro por las pérdidas que les ocasionaría su marcha. En vista de que Carrión se negó rotundamente, los
piratas decidieron que había llegado el momento de atacar. En el mar, la superior tecnología española
había solventado la lucha, pero estaba por ver si en tierra el resultado sería el mismo. 600 guerreros
japoneses se aprestaron a atacar a los apenas 40 hombres de Carrión. El momento decisivo había
llegado.

El combate de la playa de Birakaya

Los japoneses lanzaron una primera carga contra la posición española. Carrión había dispuesto a sus
hombres con los piqueros por delante, seguidos de los rodeleros y las armas de fuego. Para evitar que los
atacantes pudieran arrebatarles las picas, había ordenado que el astil de éstas fuera embadurnado de
sebo, de modo que resbalaran al cogerlas. Los que intentaban agarrarlas quedaban a merced de las
espadas y las picas de los españoles. Los piqueros mantuvieron la posición mientras los mosqueteros y
arcabuceros disparaban en una cadencia mortal. El primer intento de asalto de los japoneses se saldó
con un rotundo fracaso y con graves pérdidas para los japoneses.
 
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Juan Pablo de Carrión

Sin embargo, volvieron a intentarlo. Un segundo asalto se saldó con un resultado parecido, pero tras la
retirada japonesa a sus posiciones de partida los españoles vieron con preocupación que apenas les
quedaban balas ni pólvora, y que ya sólo quedaban en pie unos 30 infantes de marina. Había llegado el
momento del combate cuerpo a cuerpo. El tercer intento de asaltar la posición española casi entra en la
trinchera. Pero tal y como había sucedido en el combate sobre la galera, la esgrima española y su
superior armadura derrotaron a los japoneses. La tercera escabechina había tenido lugar, y los piratas
que quedaban salieron huyendo, abandonando armas y armaduras para ir más rápido y que los soldados
españoles no les acuchillaran en la huida. Tras más de cuatro horas de combates, los infantes de marina
de los Tercios del Mar habían ganado la batalla, cogiendo como trofeo las katanas y las armaduras
abandonadas. Nunca más volvió a saberse de Tay Fusa.

Los españoles sufrieron entre 15 y 20 bajas, mientras que los japoneses perdieron la gran mayoría de sus
efectivos. Una vez paci cada la zona, y ya con refuerzos, Carrión fundó en la región la ciudad de Nueva
Segovia (que actualmente se llama con el folclórico nombre de Lai-lo), de la que sólo queda la iglesia
como único edi cio de la época colonial. La actividad pirata continuó durante algún tiempo más, pero de
forma residual y prácticamente reducida al comercio de piel de ciervo. Pese al establecimiento de
relaciones comerciales pací cas en 1590, el “kampaku” (un título similar a regente) Toyotomi Hideyoshi
intentó que Filipinas rindiera tributo a Japón. Sin embargo, su falta de éxito hizo que los japoneses no
volvieran a pisar las islas hasta la Segunda Guerra Mundial.

Iglesia de Nueva Segovia

Este encuentro es el único que se encuentra documentado sobre un enfrentamiento entre europeos y
samuráis, por mucho que algunas películas quieran hacernos creer lo contrario. Y tras estos combates,
los tagalos respiraron aliviados, pues el halo de invencibilidad que rodeaba a los samuráis japoneses
había quedado en entredicho. Como detalle nal, diré que cuenta un relato tradicional de los samuráis
que sus valientes guerreros fueron derrotados por unos demonios mitad peces y mitad lagartos, que
llegaron en unos enormes y extraños barcos negros como la noche. Estas criaturas salían furiosas del
mar y atacarles era algo suicida. Como tributo a los infantes de Marina españoles (a los que los japoneses
llaman desde entonces wo-kou, peces-lagarto) no está nada mal. Y es que ya se sabe que todos los que
luchan en una batalla, desean al menos que una canción, un cuento o una leyenda les recuerde.

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4 comentarios:

Vega Ossorio 12 de febrero de 2017, 5:18


Reproduciremos hoy su articulo en Noticias.planetarios :)

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Respuestas

El Historicón 12 de febrero de 2017, 15:06

Gracias. Muy honrado.

Responder

Rafael Perez 13 de mayo de 2017, 14:55

Muy interesante el artículo

Responder

Rafael Perez 13 de mayo de 2017, 14:56

Mjy interesante el artículo

Responder

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