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MIRALLES| EL EQUILIBRIO EUROPEO ENTRE 1870 Y 1914

El equilibrio tradicional en Europa se había basado durante siglos en el juego de cuatro


potencias (Francia, GB, Austria y Rusia) y en la destrucción nacional de Alemania e
Italia. Con la reconstrucción de estos dos Estados en 1870 la balanza de poder se alteró.

El “equilibrio” fue la principal preocupación de los hombres de Estado europeos hasta la


I Guerra Mundial, especialmente desde que el marco europeo articulado en el Congreso de
Viena de 1815 comienza a deshacerse a partir de 1870-1890.

Un equilibrio de nuevo tipo

Todo orden internacional necesita para consolidarse unos principios, una relación entre
potencias y unos mecanismos institucionales. El equilibrio europeo (Eq-Eu) clásico cumplía
los tres requisitos: equilibrio a cuatro, legitimismo monárquico y Concierto de las
potencias que se reúnen en Congreso periódicamente.

En la nueva situación que nace en 1870 el equilibrio de la potencias se sustituye por la


relación entre sistemas de potencias, los principios monárquicos apenas se unen y los
mecanismos institucionales desaparecen.

Los problemas de espacio nacional y frontera aparecen como algo fundamental en el mundo
político de la época, ligados a consideraciones de estrategia militar (seguridad militar
en términos de espacio). Hay una interdependencia ineludible entre el mundo diplomático y
el militar.

El segundo elemento definidor del Eq- Eu es el recurso a los sistemas de alianzas. El


juego de alianzas lo inició Bismarck, con la conclusión de la alianza Austro- alemana de
1879.

La trama política que se conformó a partir de este sistema de alianzas llegó a ser
compleja y peligrosa tanto por el secretismo que implicaba como por su rigidez. El
secretismo condujo a una desconfianza extrema, que incluía la que se (incluso dentro de
los integrantes de una misma alianza) y la inseguridad impulsaba a intentar reforzar las
posiciones por todos los medios. A su vez esto hizo que la seguridad se depositara en el
endurecimiento cada vez mayor de dichas alianzas lo que hizo intolerable la debilitación
del aliado.

Respecto al tercer fundamento del equilibrio clásico, el del Concierto Europeo, como se
mencionó anteriormente, desapareció. Las potencias carecían de un interés o de una lealtad
que les uniera.

Mientras Bismarck dirigió la política internacional la paz pudo mantenerse, sin embargo,
con su desaparición del escenario diplomático las cosas cambiaron.
Perturbaciones del equilibrio

La estabilización del equilibrio europeo por parte de Bismarck se basó en dos factores la
geopolítica y la ideología. La geopolítica imponía pensar la diplomacia en términos de
seguridad militar.

Pero geopolítica e ideología conservadora fueron dos principios incapaces de encauzar los
nuevos desafíos propios del siglo XX. Irrumpieron en la escena de la diplomacia
movimientos nacionales y corrientes de opinión pública, a lo que se sumaron las grandes
transformaciones económicas y financieras de la época.

Opinión pública y nacionalismos

Un componente nuevo que atraviesa la nueva diplomacia basada en el sistema de alianzas


permanentes es el del peso de la opinión pública cada vez más dominada por el
nacionalismo. Si bien la formación de opinión entre los ciudadanos era todavía un fenómeno
excepcional (o poco desarrollado) de todos modos el sentido de contrapeso que tiene la
opinión pública gana con el tiempo, no pudiéndose ya prescindir de ella como factor
actuante en las relaciones internacionales, legitimador.

La prensa popular y la práctica de la información de tipo sensacionalista tuvieron un


papel importante. Sin embargo, las características de la opinión pública no sirven de
manera general para toda Europa (ej: Austria: donde el sentimiento nacional era tan
diverso que la monarquía de los Habsburgo no pudo contar con apoyo activo de la opinión
pública en su política exterior).

 Dos concepciones de nación:


- Nación revolucionaria: pueblo soberano; unidad de nación por unión de voluntades en
una asociación libre basada en adhesión a los principios del contrato social
(adhesión consciente).
- Nación romántica: se basa en el carácter nacional; asociación globalizadora,
pertenencia a una comunidad viva de raza o tradiciones.

La idea de nación hermana la concepción moderna del Estado con la de conciencia patriótica
dotándola de elementos de identificación cultural que la “popularizan”. La patria se
exalta desde el poder multiplicando la adhesión. La nación queda así investida de un
carácter afectivo que la hace superior a cualquier otro elemento de identificación.

La influencia de pensadores como Fichte y Hegel que consideran que la nación se basa en
criterios objetivos independientes de la voluntad del individuo (etnia, costumbres,
lengua) y que se manifiesta en una manera de vivir, pensar, gobernarse, y en la conciencia
de un destino común.
De este modo las relaciones internacionales se fundan en la lucha por el dominio donde la
voluntad radical de afirmar la individualidad de las naciones va a llevar a la ruptura del
equilibrio europeo.

Estos planteamientos están en la base del pangermanismo, del paneslavismo ruso (y su


proyecto de liberar a los eslavos dominados por germanos y turcos), y en las
reivindicaciones de las minorías étnicas o culturales de los grandes Imperios
multinacionales.

Distinto de como algunos lo habían considerado, al crecer las fuerzas democráticas se


liberaron energías nacionalistas que introdujeron en las relaciones internacionales un
nuevo factor de extrema agresividad.

El nacionalismo actuó de dos formas: en los Estados grandes y poderosos como agente
portador de expansión, grandeza y poder, y en las minorías nacionales como factor de
perturbación.

En Alemania por su rápido desarrollo económico y su violenta unificación se creó un


sentimiento de superioridad y especie de orgullo.

En Francia el nacionalismo evoluciona hacia la derecha política al igual que en Italia.

En Rusia el nacionalismo se asocia al paneslavismo.

En G.B. también el nacionalismo va ligado a un convencimiento de la superioridad de la


“raza” inglesa, marcado por el sentimiento de su “misión” en el mundo.

Advertencia: hay que tener cuidado sobre el peso de las nacionalidades en la política
internacional. Dice Miralles: “el efecto perturbador de los nacionalismos sobre el
equilibrio europeo fue porque proporcionó ocasiones de acción a la política exterior de
los países vecinos y no por su peso específico”. Es decir, el papel motor de las
mentalidades colectivas en la definición de las relaciones internacionales no sería tal
sin las intervenciones extranjeras.

Tampoco se debe prescindir de la idea de que el movimiento nacional estaba


irremediablemente destinado a romper el equilibrio europeo. Y no sólo el europeo, porque
el nacionalismo no es exclusivo de Europa (Japón- EEUU).

Finanzas y diplomacia

Un tercer factor de perturbación del equilibrio clásico tiene que ver con las
transformaciones económico-financieras que se producen en este período que va de 1870 a
1914. La deuda, las tarifas, los empréstitos, mercados y las inversiones actuaron como
factores perturbadores del escenario diplomático clásico europeo. Es decir se suman las
rivalidades económicas.
El imperialismo

Cuarto y último factor. La expansión imperialista mundial se produce en el último tercio


del siglo XIX. Muy pronto las tensiones existentes en Europa se proyectaron a los
territorios de ultramar y, a la inversa, las crisis nacidas de la disputa por las nuevas
tierras alimentaron las querellas continentales. (Bismarck para desviar las tensiones del
sistema europeo de potencias a la periferia intentó en vano fomentar las aspiraciones de
grandes potencias en el terreno colonial).

El choque entre los imperialismos, las rivalidades coloniales, va a llevar a un


endurecimiento del sistema de alianzas.

Caso británico: la insularidad otorgaba a GB un sentimiento de seguridad nacional y un


destino marítimo de horizonte mundial que debía combinarse con la tranquilidad en el
continente para ser eficaz. Es por esta razón que se preocupó por promover un equilibrio
en el continente.

GB fue la única potencia europea que hasta el final del periodo (1914) permaneció fiel a
la diplomacia clásica que reprobaba los sistemas de alianzas estables y permanentes en
tiempos de paz. La política pacífica inglesa creía que al negarse a tomar partido
contribuiría a la defensa de la paz general y a la conservación del equilibrio. Quería ser
un árbitro imparcial.

Este aislamiento tenía como ventaja una mayor libertad de movimientos pero también condujo
a situaciones de peligro viéndose obligados por momentos a dar giros a esta política (como
los acercamientos sucesivos a Francia, Alemania y a la rival Rusia) e incluso aperturas
insólitas (como la alianza con el Japón en 1902).

Se debe tener en cuenta que GB no tenía pretensiones directas en el continente, algo que
la diferenciaba del resto de las potencias.

Las amenazas directas al equilibrio europeo

La diplomacia del poder donde primó la acción individual de los Estados.

El secretismo que contribuyó a la desconfianza y a un desconocimiento real de las cosas.

La diplomacia dirigida por un núcleo de elegidos (pocas personas: monarcas, ministros,


diplomáticos, altos funcionarios).

Caso ruso: diplomacia autónoma practicada por algunos embajadores rusos dada la debilidad
del referente central, el zarismo.

|Las diplomacias nacionales|


Conviene que lean las páginas de la 37 a la 40 (va dando los ejemplos de cada una)

|Las políticas de prestigio|

La determinación de poder se proyectaba hacia el prestigio del Estado, poniendo como


objetivo prioritario de las diferentes políticas no sólo la supervivencia y la seguridad
de dicho Estado, sino hacerlo mediante su mantenimiento en el nivel de gran potencia. Esto
originó en todas partes una creciente militarización de la política exterior.

Al intentar determinar las causas de la guerra de 1914-1918, todos los historiadores han
admitido que la responsabilidad voluntaria y consciente no pertenecía a ninguno de los dos
bandos, y que había intervenido un mecanismo más poderoso que los hombres.

Jacques Droz sostiene que los motivos profundos hay que buscarlos en las necesidades
nacionales y en las acciones de los gobiernos: rivalidad naval anglo- alemana y conflicto
balcánico austro- ruso, conflicto que enlaza con el despertar de las minorías nacionales
en la doble monarquía.

Pierre Renouvin considera que la carrera de armamentos y las causas económicas


contribuyeron a acentuar rivalidades y a preparar la atmósfera de la que salió la guerra.
Sin embargo no son explicaciones suficientes; hay que buscarlas en la orientación de las
políticas nacionales y en la acción de los gobiernos y de manera particular en los
factores de potencia, seguridad y prestigio que proyectaron todos, si bien es cierto que
Alemania lo hizo de manera sobresaliente.

El desenlace del conflicto regional de los Balcanes se explica en lo que a la política de


prestigio se refiere, por la tutela ejercida sobre los pequeños Estados del lugar,
inflamados de nacionalismo, y dotados de una capacidad de acción ínfimamente superior a su
fuerza real. De otra manera el conflicto entre Austria- Hungría y Serbia jamás podría
haber puesto en marcha un acontecimiento tan gigantesco.

|Los actores| pp. 44-46 lo mismo, muy específico.

|Militarismo, guerra y terrorismo|

Las últimas dos amenazas al equilibrio europeo, y a la paz, fueron la creciente autonomía
de las esferas militares (y de sus planes) y la aceptación consecuente de la guerra como
instrumento de la política nacional de los diferentes Estados. En medio de este panorama
interviene un último factor, el terrorismo.

En todas partes las consideraciones militares terminaron anteponiéndose a las políticas,


si bien es cierto que dicha responsabilidad pesó más por el lado de los Imperios centrales
que por el de la Entente.
Los planes militares acabaron determinando los pasos finales paralizando cualquier
eventual actuación política y el papel de los militares resultó cada vez más decisivo. Lo
que determinó las últimas decisiones y lo que condujo inevitablemente a la guerra fue, en
definitiva, la aceptación de planes militares.

Claro que si todo esto fue posible fue porque, en todas partes, la guerra era aceptada
como un instrumento de la política nacional de los Estados, y su eventualidad no era
rechazada. En general cabe decir que en todas partes la perspectiva de una guerra futura
domina la diplomacia del período. Sin embargo, el tipo de guerra en el que se pensaba no
era el que fue, sino el que se conocía con anterioridad a 1914, el tipo de guerra clásica
de transferencia de poder, sin graves destrozos.

Por paradójico que resulte, una guerra extraeuropea, la guerra ruso japonesa de 1905, puso
fin al punto muerto que había proporcionado a Europa una paz de duración sin precedentes,
abriendo paso a la movilidad que desemboca en 1914. Debilitó a uno de los pilares del
equilibrio europeo, Rusia, permitiendo a los Imperios centrales abrir brecha a sus
aspiraciones nacionales.

Los escenarios europeos fueron pródigos en conflictos bélicos pero habrá que esperar a las
crisis marroquíes de 1905 y 1911 para ver aparecer netamente la disposición a hacer guerra
entre Estados europeos.

Mommsen, respecto de la guerra local contra Serbia por parte de Alemania, dice que ésta
quiso utilizar la guerra como palanca para romper el rígido sistema de coaliciones
europeo. En efecto, los factores que determinaron las consideraciones políticas de
Alemania en la crisis de julio de 1914 no eran finalidades de altas miras sino el deseo de
romper el aislamiento de las potencias centrales por medio de una “política de riesgo
extremo” y de estabilizar su posición de poder tan comprometida en el continente y de
procurarse una mayor libertad de movimientos.

En Austria- Hungría la discusión planteada desde hacía años era la de cómo proteger los
peligros de disolución.

Alemania asumió el riesgo de una guerra general. Rusia también si no quería verse excluida
de los Balcanes, y Francia, si no quería ver a su aliado derrotado y sufrir la instalación
de una dominación germánica sobre toda Europa.

Podría decirse que en 1914 nadie quiere la guerra, pero a su vez tampoco nadie quiso pagar
el precio de la paz europea.

El terrorismo, pues, hace aparición a comienzos del siglo XX como factor de la política
internacional. Era el último factor que faltaba para derrumbar al equilibrio europeo
clásico.

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