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MOMENTO LOGICO

Problemática:

¿Condiciona el desempeño de los funcionarios policiales la percepción que


ellos mismos tienen de su trabajo? ¿De qué manera influye el imaginario social
en esa construcción?

Descripción y delimitación del tema:


El objeto de esta investigación no será la policía como institución encargada de
mantener el orden y disuadir el delito en la sociedad, sino uno de sus
componentes fundamentales: Sus funcionarios.
Estas personas además de ser miembros de una sociedad y tratar de vivir
acorde a sus leyes, tienen la responsabilidad de garantizar el orden social y
disuadir el delito, ejerciendo el monopolio de la fuerza legitima en situaciones
de conflicto social, en las que muchas veces, también son participes directa o
indirectamente. Nuestro campo de acción serán los funcionarios de diferentes
comisarías de la ciudad de concordia, y el tiempo es el inmediato actual.

Preguntas al problema:

 ¿Cuál es la percepción del policía sobre su rol en la sociedad?

 ¿Qué imagen tiene la comunidad de la policía y qué espera de ella?

 ¿Cuál es el lugar a nivel de importancia, que se le da al apoyo y


asistencia de los efectivos dentro de la fuerza?

 ¿Cómo incide este oficio en la vida personal de quienes lo ejercen? ¿Y


en la sociedad?

Hipótesis:

 El rol del policía se encuentra desvalorizado en la sociedad.


 La percepción del funcionario sobre el rol que tiene en la sociedad,
condiciona su desempeño.
 La sociedad desconoce la función real del funcionario policial.
 El personal policial no cuenta con seguridad jurídica que lo respalde en
su accionar.

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 La policía como institución no cuenta con un sistema de premio-castigo
que permita individualizar acciones concretas y promover e incentivar a
un mayor esfuerzo por parte de los agentes de seguridad.

Objetivo general:

Conocer qué factores influyen y/o condicionan el desempeño en su función


del agente de policía.

Conocer de qué manera influye la relación policía-comunidad en el sujeto


policial.

2
Marco teórico

Concepto de policía
El concepto de Policía es, como tantos otros, radicalmente proteico: variable en
el tiempo y en el espacio.
Platón, hablando de las leyes, define a la Policía como la vida, el reglamento y
la ley por excelencia que mantiene la ciudad. Aristóteles, su discípulo, la
considera también como el buen orden, el gobierno de la ciudad, el sostén de
la vida del pueblo, el primero y el más grande de los bienes.
Sócrates se expresa de una manera todavía más noble: para él, la Policía,
cuyo restablecimiento desea, no es otra cosa que el alma de la ciudad,
operando en ella los mismos efectos que el entendimiento en el hombre; siendo
la que piensa en todo, la que regula todas las cosas, la que hace o procura
todos los bienes necesarios a los ciudadanos, y la que aleja de la sociedad
todos los males y todas las calamidades que son de temer. 1
Puede decirse que la policía como la conocemos hoy tuvo sus orígenes en el
siglo XV, siglo en el que el concepto de policey no aludía como hoy a una
institución, sino mas bien a un estado de cosas: nada más y nada menos que a
un orden correcto de la comunidad, las personas y los bienes dentro de un
Estado2.
La acción policial aparece expresa y directamente ligada a la Constitución,
pues la policía es parte del sistema de control del Estado y, específicamente,
del control formal. Más aún, es pieza esencial de la intervención del Estado
sobre los ciudadanos en relación con un efectivo control: la policía constituye el
órgano inmediato de aplicación del control penal y uno de los más importantes
del control en general.

El hecho de que la policía tenga funciones represivas no es un problema


meramente conceptual, sino constatable en la práctica. Ahora bien, esta
finalidad represiva de la policía está ligada a una concepción absoluta de la
pena de carácter retributivo. Esto es, que la pena tiene un fin en sí, cual es
devolver mal por mal. Y, en este sentido, la policía sería el órgano directo del
sistema penal en relación con los malos ciudadanos, para aplicarles ese mal.
La policía ha de estar sometida al principio de libertad, como principio supremo,
que engloba a todos los demás, y ha de actuar conforme a ese principio. Y ello
tiene que ser coadyuvado y no socavado mediante otros principios y leyes. La
policía es un instrumento muy sensible a todas estas variaciones y trastornos,
por ser justamente un organismo eminentemente ejecutor.

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1-
Alejandro Nieto, Percepciones sobre el concepto de policía.

3
2-
Hassemer, 1999; 273.
El ejercicio de la fuerza por parte del Estado en su intervención ha de ser, por
tanto, de carácter puntual y en caso alguno aplicable para resolver problemas
políticos y sociales. De ahí que la fuerza solo se pueda legitimar en dos niveles.
Uno, como fuerza defensiva, se trata del uso de la fuerza suave y cuyo ejercicio
estará sometido siempre al principio de la menor lesividad posible. El segundo
sería el uso de la fuerza ofensiva, el uso de la fuerza o violencia propiamente
tal. La fuerza solo podría aparecer legitimada en las mismas situaciones que
respecto de cualquier civil, es decir, en una situación de legítima defensa o bien
de estado de necesidad.

Policía- pueblo. Antinomias

Al margen de las actitudes y forma de trabajo policial y las represiones


violentas y abusivas que encara contra cierto tipo de delincuencia, no hay duda
de que la policía cumple una función necesaria, útil y compleja en el entramado
social. Diariamente se sabe de asistencia a personas en riesgo, y la acción
social que realiza en muchos países es múltiple y meritoria, por su postura
morigeradora, en las generalmente severas reyertas familiares y vecinales.
Así como existen delincuentes capaces de cometer asaltos con armas de
juguetes o descargadas, para no matar o herir a la víctima, también hay
policías muy apreciados en los barrios, que conocen a los vecinos y son
invitados, incluso a fiestas familiares.
Con el advenimiento de procesos militares y gobiernos ilegales, la policía como
institución, paso a ser presa propicia den ese mundo desquiciado, donde los
uniformes mandan groseramente. Es víctima por un lado, pero ferocísimo
victimaria en su agresión social.
Cuando se restablecen los estados de derecho, la institución policial tarda en
cambiar sus estructuras. La actitud severa e inquisitoria que proviene de los
controles centrales del poder es como una feroz adquisición de la que no se
quiere desprender. Espacios de poder que ha instaurado como si fueran armas
elementales de trabajo: por ejemplo irrumpir contra los habitantes para solicitar
documentación o arrestarlo para averiguar sus antecedentes.
La población en general, sobre todo en Argentina tiene aversión y prejuicios de
todo tipo con respecto al personal no jerárquico. Esto ocurre sobre todo en la
clase media, porque la gente de menos recursos manifiesta una compleja
suerte de temor ligada a antiguos rencores, y los ve como enemigos en latencia
y potencia. El policía es un ser distante para el grueso de la comunidad y no
suele recoger actitudes afectivas por parte del pueblo. Parece estar en pugna
con la realidad y sus actitudes resultan odiosas en muchas oportunidades,
como cuando en los estadios de futbol reprime con agua o gases lacrimógenos.

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Es muy común que, con la mejor intención, funcionarios policiales acudan a
colegios secundarios para alertar sobre la peligrosidad del comercio y consumo
de drogas, pero lo más probable es que los alumnos descrean de ellos solo por
ser policías, y lo peor es que pueden producir resultados opuestos.

Se tiende a contraponer libertad y seguridad, que ciertamente no son


conceptos contrapuestos ni en la Constitución ni en el Código Penal. Pues se
trata de especificaciones del valor supremo «libertad». Quien está sujeto al
miedo, al terror, a la intimidación o a la falta de asistencia mínima, ciertamente
está afectado en su libertad, en el sentido de seguridad.
El control ha de estar sometido también a este principio regulativo básico y con
él la acción policial. Por eso no es posible plantear como función policial única
la represión, pues con ello se contraviene el principio de seguridad de los
ciudadanos; tampoco aparece compatible la prevención general, ya que ella
tiene como función intimidar o aterrorizar, y menos aún la prevención especial,
que tiende a cambiar la personalidad del sujeto -con lo cual se afecta el
principio de dignidad personal del art. de la Constitución-. “La policía no
puede producir temor, con lo cual también ello implica un rechazo a la
militarización de la policía, pues el militar actúa contra enemigos y el ciudadano
no es un enemigo”.3
En verdad lo que sucede en esta problemática es que se confunde el derecho
fundamental de seguridad con un concepto de carácter instrumental o
funcional, como es el de la seguridad ciudadana, que se usa cuando se habla
de fuerzas de seguridad. Y de ahí, entonces, la contraposición que se pretende
establecer entre libertad y seguridad (así claramente en el título de la
Ley Peyrefitte en Francia Liberté et Securité). Seguridad significa aquí orden
público, o bien, aquel sentimiento de seguridad del cual hablamos en el control
penal cuando se pone el acento en la prevención. Pero tales significaciones
han de quedar sometidas a las libertades; no se puede plantear su relación en
términos de contraposición, como lo uno o lo otro, ya que no están en términos
de igualdad y los derechos fundamentales han de tener un carácter absoluto en
la relación Estado y ciudadanos en un sistema democrático; no hay un derecho
de libertad adjetivado, condicionado o circunstanciado –en cambio, el
planteamiento de contraposición entre libertad y "seguridad", lo que pretende
es convertir el control de orden público y el preventivo en un principio rector
metaderechos fundamentales-.

Percepción y realidad
La relación existente entre la realidad y la percepción de la misma, está
separada muchas veces por una línea tan imperceptible que muchas veces
queda oculta. Son muchas las mediaciones que se cruzan entre una y otra, que
fácilmente se sacan conclusiones equivocadas. Por ejemplo, una cosa es que
haya altos niveles de criminalidad en el país, la ciudad o la colonia, y otra, que
la situación sea casi insostenible y que se crea que estamos en el punto más
alto de la inseguridad.
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3-
Zaffaroni

Entre la realidad y la percepción suelen mediar factores que tienen que ver con
las instituciones y con el grado de conocimiento que tienen los ciudadanos
sobre el tema de la criminalidad. Por el lado de las instituciones, puede existir
un manejo inadecuado de la imagen, es decir, de la información que sale de la
institución, lo que provoca cierto retardo entre lo que ocurre y la explicación
correspondiente a la reacción institucional. Por el lado de los ciudadanos,
puede ser que, por razones personales o de trabajo, estén más al día con los
‘últimos detalles de la criminalidad, situación que les puede llevar a
sobredimensionar la situación real.
Lo expresado hasta ahora permite sacar algunas conclusiones y una de ellas
es que la diferencia entre realidad y percepción puede ubicarse en la
institucionalidad, la ciudadanía o en el contexto mismo de la inseguridad y, otra,
es que puede existir correspondencia entre ambas (coincidencia entre
percepción y realidad) o la percepción puede estar por encima de la realidad
(sobredimensionándola) o puede estar por debajo de la misma (desinformación
o divorcio de la realidad). Las tres situaciones tienen repercusiones positivas y
negativas para el contexto de la inseguridad, ya sea por la conciencia de la
gravedad de la situación (cuando hay coincidencia), por la exageración de la
realidad (cuando la percepción la supera) o por la minimización de la realidad
(cuando la percepción está por debajo).
La imagen de la Policía está relacionada directamente con el tema del
desempeño, lo cual se asocia con la brecha que se produce entre el aumento
de la delincuencia y la capacidad policial para enfrentarla. Entre más grande es
esta brecha, en términos de resultados (lo cual se resume en el número de
detenidos), mayor es la aprehensión y reserva ciudadana hacia la Policía y su
capacidad institucional. Es importante hacer alguna referencia a este último
término, capacidad institucional, para destacar que la percepción va más allá
de las personas, e incluye a la institucionalidad en la que se insertan y, si se
quiere ir al extremo, a la función de seguridad que el Estado está obligado a
desempeñar en beneficio de la ciudadanía.
“Al ciudadano común le interesan los resultados concretos para definir su
percepción del desempeño policial. No le interesa saber si el incremento
delincuencial está asociado al ritmo de urbanización, a la pérdida de valores, al
cierre de oportunidades o al crecimiento acelerado del desempleo. Al
ciudadano le interesa saber que puede estar en su casa o caminar
tranquilamente por las calles y que no corre el riesgo de ser robado, asaltado,
violado, herido o muerto; en última instancia, si esto ocurre, lo menos que
espera es que la Policía capture a los delincuentes y que se le aplique todo el
peso de la Ley. Tampoco le interesa al ciudadano común saber si su seguridad
depende del policía de prevención o del policía de investigación y tampoco se
preocupa por averiguar los lazos que unen al policía con el fiscal o el juez para
garantizar su seguridad. Lo que le interesa es saber que el policía lo va a
cuidar y que con su trabajo le va a garantizar su seguridad. Todavía podemos
ser más radicales y plantear que poco o nada le interesa al ciudadano si el
policía está bien pagado o bien comido o si su vida y su integridad están
6
garantizadas por un seguro adecuado, quizás porque asume que ése es un
problema del Estado y que no es su problema.”4
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4-
Leticia Salomón, PNUD, 2004.

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