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El Rebelde dice “no”.

Hace muchos años, se me ocurrió decir: “no”.

Y ese momento crucial en mi vida fue clave para determinar mi futuro. Ese “no” me llevó a buscar
una solución al problema al que le estaba yo diciendo “no”.

Y es que decidí decirle que no a la Barbarie.

Pero me encontraba sin entender a qué era a lo que había que decirle “sí”. Porque no hay un “no”
sin un “sí”. Este asunto resultaba muy vago.

Muchas lecturas después me encuentro aquí, en este blog, intentando explicar qué es lo que veo
que está mal. Años de diálogos muy fructíferos me han llevado a concluir que es necesario
también ver qué es lo que realmente sí funciona.

En mi camino hacia ese “sí” (eso de ser anarquista por ser anarquista me parece infantil) llegué a
ciertas conclusiones claves.

La primera fue que era necesario enfocarme a la Civilización, a cómo se definía, a cómo entenderla
para poder conseguirla.

Llegué a la conclusión, de alguna manera simplista, de que la dicotomía política fundamental se


hallaba entre la Civilización y la Barbarie.

Comencé por basarme en Will Durant, un autor enteramente olvidado, quien se aventó la friolera
de investigar y escribir 11 tomos de estudios históricos, escritos de manera de lo más amena,
quien dio la siguiente definición de Civilización (reúno en ella, dos referencias, algo que hago
usualmente):

La Civilización es el orden y organización social que promueve la creación cultural.

A partir de ahí se me ocurrió una definición de Barbarie:

La Barbarie es el desorden y desorganización social que promueve la destrucción cultural.

Estoy muy consciente de que hay cientos de definiciones de Civilización (y algunas menos de
Barbarie) pero me quedo con ésta por sentido práctico, pues, es curioso, pero es más fácil
entender el tema de la Civilización, entendiendo el tema de la Barbarie.

Uno entiende el orden si lo conoce, si no lo conoce no podrá saber en qué consiste. Pero para
conocerlo hay que contrastarlo con el desorden.

Sé que es un argumento binario, pero sirve para captar lo que ocurre en nuestra sociedad actual.

La Barbarie es desorden y desorganización y podemos verlo por doquier: terrorismo, narcotráfico,


recorte de gasolina, asesinatos, tortura, ecocidio.

Sabemos qué es lo que está mal, pero hemos perdido la visión de lo que está bien en el camino. Es
tal el desmoche que muchos hemos perdido la orientación, las coordenadas sociales que
requerimos para poder entender la situación y remediarla.
Entonces he decidido encontrar el desorden y ponerlo a flote, buscar la desorganización y hacer
que se note.

Qué es la crítica

Encontrar el desorden y ponerlo a flote, requiere de crítica: una técnica definida que permite el
analizar los datos a la mano para distinguirlos entre sí de manera racional, postulando porqués,
contrastando ambas posiciones para descubrir de alguna manera qué es lo que sí funciona y qué
es lo que no funciona.

Y eso respecto a la Civilización y a la Barbarie como tales.

La crítica, aplicada a este tema, consiste en distinguir qué es Civilización y qué es Barbarie y
señalarlo. No suponer que ambas sean lo mismo pues no lo son. Son caras de una misma moneda,
sin duda. Pero no son lo mismo, como la luz no es lo mismo que la sombra.

La crítica es la clave de la democracia. Por definición, la crítica genuina es racional, es razonable.


Busca encontrar ese desorden o desorganización para descubrir cómo mejorarlo; busca hallar el
orden y la organización subyacentes y promover que se lleven a cabo.

El objetivo es promover la creación cultural y evitar la destrucción cultural. Para ello se requiere un
diálogo perenne, perpetuo, que realmente impulse un debate sensato.

Sin la crítica, la Civilización no sobrevivirá, tiene que tenerla.

En mi ruta hacia entender el tema tuve que leer muchísimo acerca de ella, coleccionar citas,
analizarlas, y tenía a la vez que tener un criterio práctico para distinguirlas.

Así que me aboqué a desarrollar un tema que me ha ayudado a captar cómo distinguir lo que sirve
de lo que no sirve: los Factores Críticos de Éxito contra los Factores Arbitrarios de Fracaso.

Curiosamente, esa distinción es empresarial, pero se puede aplicar a cualquier área de la vida, en
este caso para determinar qué ha funcionado y qué no ha funcionado en términos de Civilización y
Barbarie.

El debate

El debate, en esta página, es un intercambio razonable de opiniones que contiene datos, hechos,
cifras, demostraciones lógicas, detección de contradicciones y otros absurdos. Se basa en el respeto
al Otro, no en el respeto a sus opiniones necesariamente.

Para que funcione debe ser extremadamente cortés pero a la vez directo y duro. No debe ser suave,
puede ser hasta crudo y directo, nunca dirigido a la persona, siempre dirigido a los datos duros.

Un buen debate se basa en crítica serena, hasta fría, no está exento de sentido del humor ni deja de
tener emociones muy fuertes.

Para mí, que he llevado a cabo cientos, si no es que miles de debates, de manera tranquila y amable,
es un auténtico goce leer las opiniones de muchos que realmente sostienen sus argumentos de
manera empírica y razonable.
Ser razonable consiste en tratar de entender las razones propias y del Otro. Sin una razonabilidad,
no puede haber debate. Uno puede criticar, uno puede analizar, uno puede ser enteramente
racional pero sin comunicación razonable, uno no puede debatir fructíferamente.

El ser razonable es un buen antídoto contra el fanatismo.

El bárbaro es fanático, por definición. Destruye sin ton ni son por deber o por ocurrencia, pero
destruye. Es incapaz de construir ningún orden, en realidad, sólo desorden y desorganización.

¿Y qué destruye?

Destruye la cultura.

El ser civilizado construye, crea cultura. En el debate es muy importante no desviarnos demasiado
del punto a debatir, sólo lo necesario para aclarar los puntos oscuros del tema.

Eso se debe hacer razonablemente, en medio del debate.

¡Bienvenidos sean todos los rebeldes dispuestos a debatir!

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