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Ases de la Luftwaffe
en la Segunda Guerra Mundial
Agradecimientos ........................................................................... 9
Introducción ................................................................................. 11
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ADOLF GALLAND
Galland (…) fue nombrado jefe del mando de la aviación de caza antes
de los treinta años. Es probablemente el único hombre que simultaneó el
Alto Mando con los vuelos de combate como as de la aviación. Cumplía
los dos criterios básicos de los genios: era capaz de investigar con mayor
profundidad y ver más lejos que sus contemporáneos y tenía habilidad
para hacer efectivo ese conocimiento de un modo práctico. Será recor-
dado tanto por sus batallas en tierra como abogado de los pilotos de
combate en los consejos superiores como por sus ciento cuatro victorias
aéreas confirmadas, todas ellas frente a la aviación británica y americana.
Tan solo unos pocos pilotos alemanes vivieron lo suficiente para alcanzar
un centenar de victorias en el frente occidental.
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Ese día, Adolf Galland abrió su cuenta de aviones derribados, que fue
aumentando durante el tiempo que duró la batalla de Francia. Entonces,
en junio de 1940, se le encomendó la dirección del tercer grupo de la
JG-26 o el III/JG-26. Posteriormente, la JG-26 se haría famosa como
una unidad de élite muy especial de la fuerza aérea alemana. Sus aviones
109 de banda amarilla fueron temidos y respetados por los pilotos de los
bombarderos de la Octava Fuerza Aérea de Estados Unidos en los cielos
del frente occidental. Los yanquis los llamaban los Abbeville Kids [los
chicos de Abbeville] y los Yellow-nosed Bastards [los bastardos de morro
amarillo] y cuando un artillero aéreo conseguía acertar a un avión de la
JG-26 se sentía muy orgulloso del logro alcanzado.
Nada más llegar al escuadrón, Galland demostró el tipo de jefe que
quería ser derribando dos cazas enemigos en su primer día. Durante los
meses de invierno previos y el periodo llamado por algunos Sitzkrieg [la
guerra de broma] los pilotos de la JG-26 pasaron la mayor parte del tiem-
po luchando contra el aburrimiento y anhelando entrar en acción. Otras
unidades, como la JG-53 de Werner Mölders, estaban más activas debido
a su ubicación. El propio Mölders había derribado diez aviones durante
ese periodo. Su unidad tenía la base cerca de la frontera francoalemana,
mientras que la de la JG-26 estaba estacionada en las proximidades del
Canal de la Mancha. Sus pilotos se limitaban a contar los días que que-
daban para el inicio de la campaña de primavera. Durante ese tiempo
de espera, especulaban entre ellos sobre el tipo de adversario que sería
el Spitfire británico, tan elogiado. Los únicos cazas de la RAF contra los
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Eso no impidió que el Alto Mando alemán insistiera en la idea del Stuka.
Se culpó a los pilotos de los cazas de escolta de las muchas bajas sufridas,
a pesar de que las limitadas posibilidades de actuación del Stuka en la
batalla de Inglaterra eran más que obvias. Se culpó a los pilotos de caza,
pero no a los diseñadores, que continuaron basando toda la producción
de bombarderos de alcance medio y pesados en la idea del Stuka. No
solo siguieron adelante y fabricaron el Stuka bimotor Ju-88 y el Do-
217, sino que exigieron la máxima capacidad de picado para todos los
tipos de bombarderos posteriores, incluido el cuatrimotor He-177, que
comportaba gran estabilidad, equipamiento de freno de picado, disposi-
tivo de restablecimiento automático, navegante para identificar blancos,
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