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Introducción

Cada día son más los niños que quedan huérfanos de alguno de los padres o
sufren la pérdida de algún familiar debido al aumento en la violencia, los accidentes de
tránsito, enfermedades y otros problemas sociales que acosan a nuestra sociedad.
Hace unos meses perdí a mi hermano, víctima de la violencia que hay en nuestro
país. Dejó un niño de nueve años de edad el cual quedó muy afectado por el impacto
inesperado de la noticia de la muerte de su papá.
Nosotros los adultos hemos tenido que trabajar duro con nuestros sentimientos y
con el dolor de la pérdida, pero el dolor y la pena de mi sobrino me llevó a interesarme en
el tema del niño y el luto para poder ayudar a la familia y a su mamá a tratar con su
crisis.
Este tema me resulta interesante y espero aprender bastante para luego poder
aplicar los conocimientos adquiridos, no sólo con con mi sobrino, sino con todos los
niños que en algún momento necesiten de mí.
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I- Enfrentando la Muerte

A. Ayudando al niño a comprender la muerte

Cuando muere un miembro de la familia, los niños reaccionan de diferentes


maneras. Por lo general los niños de edad preescolar ven la muerte como temporal y
reversible. Esto se debe, muchas veces, a que los niños ven que los personajes de los
muñequitos y películas “se mueren” y luego “regresan a la vida”. Por eso no nos debe
extrañar que un niño que se le ha muerto su abuelo pregunte ¿cuándo su abuelito vendrá a
jugar con él? Los niños entre cinco y nueve años piensan de forma parecida a la de los
adultos pero creen que nunca les pasará a ellos o a alguien que conozcan.
Es importante ayudar al niño a entender el proceso de la muerte. Se podría
comenzar con una explicación simple pero real de las razones que motivaron la muerte.
Por ejemplo, si un niño muere de leucemia, se le puede decir: “Eduardito tenía una
enfermedad en la sangre que no sabíamos curar. Algún día quizás aprendamos cómo
ayudar a todas las personas que tienen esa enfermedad”(Jane Vogel 1978,59). Todo lo
que el niño necesita es una explicación honesta de lo que sucedió.
Algunos expertos (Vogel 1979, Collins 1988, Wright 1990) están de acuerdo en
que una de las formas que pueden ayudar al niño a entender la muerte es haciéndolo
partícipe del funeral y del entierro. No se le debe obligar a hacer lo que él no quiera, por
ejemplo darle un beso al muerto y cosas así que lo pueden traumatizar, pero tampoco se
le debe privar de participar en el funeral porque es muy pequeño o por alguna otra razón..
Norman Wright dice que al niño se le puede dar participación el día del entierro por
ejemplo, abriendo la puerta, limpiando la casa o haciendo algo que lo haga sentirse útil.
Alejándolo de todo no resolverá ni evitará la pena de la pérdida.
Es necesario que al niño se le dé la noticia de la muerte inmediatamente después
de haber sucedido. Se le debe dar la oportunidad de despedirse del padre, madre,
hermano o quien sea que haya sido el familiar. Si la familia llama al pastor o consejero
para que le dé la noticia al niño, éste debe ser sincero y debe contestarle todas sus
preguntas de una forma clara y sencilla.
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A veces, la muerte de un animal doméstico es una buena oportunidad para


explicarle a los niños el concepto de la muerte. Muchas veces los padres le ocultan al
niño la muerte del animalito y hasta compran otro casi igual para que éste no se dé cuenta
y así evitarle el dolor, pero con esta actitud se está perdiendo una gran oportunidad de
ayudar al niño a enfrentar la muerte. Ignorar la muerte, a la larga, no será positivo. “A
veces duele mucho decir la verdad cuando un animal de un niño muere. Pero enfrentar la
muerte como parte de la vida y compartir la carga de la tristeza puede proveer un
fundamento sólido a la actitud en el desarrollo del niño hacia la vida y la muerte” (Vogel
1978,49).
A los niños hay que ayudarles a enfrentarse a esta realidad de la muerte y
mintiéndoles no es la forma de hacerlo, Lo que a veces consideramos “bondad” o
pensamos que los libramos de un dolor innecesario a temprana edad, es más dañino que
beneficioso. Siempre la verdad es lo mejor, y si la decimos con amor y compartimos la
tristeza que sentimos cuando por ejemplo un animal doméstico muere, ayudaremos al
niño a enfrentar la vida. Tal vez sea doloroso, pero en el futuro los resultados serán
positivos para ese niño. Si le negamos la oportunidad al niño de confrontarse con la
muerte comprando otro animal igual para que no sufra, estamos negándonos a ayudarlo a
superar esa situación, entonces ¿Qué haremos cuando el niño tenga que enfrentarse a la
muerte de uno de los padres por ejemplo y no poder escapar de esta realidad? Creo que
esto es fatal para el desarrollo del niño y pienso que los incapacitará, definitivamente, a
afrontar la muerte de alguien que aman.

B. Reacciones del niño ante la pérdida del ser querido

Una vez que el niño acepta la muerte, estará más propenso a expresar de vez en
cuando sentimientos de tristeza por largo tiempo y en ocasiones inesperadas. El
consejero debe hacerle entender al niño que es normal lo que siente y que expresar sus
sentimientos abierta y libremente es correcto y deseable.
Debido a que el niño ha perdido a alguien que es esencial para la estabilidad
propia y de su mundo, la ira, por lo general, es una reacción natural. O sea que no nos
debe extrañar si notamos al niño un poco violento. Este enfado o ira puede ser expresado
a través de un juego desordenado, pesadillas, irritabilidad o una variedad de
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comportamientos como por ejemplo evacuarse encima. Con frecuencia el niño también
puede demostrar furia hacia otros miembros de la familia.
Muchos tienden a actuar como si fueran menores de lo que son (regresión)
después de la muerte de uno de sus padres. Pueden tornarse infantiles, exigentes, llamar
la atención, buscar acurrucarse o hablar como si fueran bebés.
Es interesante saber que el sentimiento de culpa en este período de pena es más
fuerte en el niño que en el adulto. Un niño puede autoconvencerse fácilmente que el
padre o la madre ha muerto porque estaba enojado por su causa y él había deseado que se
muriera después de tal o cual incidente. Es impresindible ayudar al niño a expresar estos
sentimientos y pensamientos. Admitir estos sentimientos y ayudarle a él mismo a
aceptarlos es un primer paso muy importante para encarar este problema de la culpa.
Ante este sentimiento, el consejero no debe decirle al niño que no se debe sentir así o que
no diga tal o cual cosa. Puede que estos comentarios sean bien intensionados, pero los
mismos pueden evitar que el niño exprese sus sentimientos. Al niño hay que aceptarlo y
atenderlo de la manera en que se siente, entonces tratar de ayudarlo a comprenderse y
aceptarse también. El consejero tiene la tarea de hacerle comprender al niño, sin forzarlo
a reprimir el enojo o la culpa que siente, que eran amados por la persona fallecida y que
no fue su culpa el que haya muerto.
Lógicamente no todos los niños reaccionan de la misma manera ante la muerte,
pero es necesario saber algunas señales de peligro que pueden aparecer en el niño
cuando se le muere un familiar. Estas son:
• Un período prolongado de depresión durante el cual el niño pierde interés
en actividades y eventos usuales.
• Inhabilidad para dormir, pérdida de apetito, temor prolongado a quedarse

solo.

• Se comporta o actúa como si fuera más pequeño por un período de tiempo


prolongado.
• Imitación excesiva de la persona desaparecida; expresiones repetidas de
deseo de unirse con la persona muerta. Con esto hay que tener cuidado
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porque el niño, dentro de su ignorancia, puede hasta pensar en quitarse la vida


para estar con la persona fallecida.
• Alejarse de sus amiguitos.
• Deterioro en funcionamiento académico o rehusarse a asistir a la escuela.
(American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, Facts for Family,
Last Updated: Mayo 6, 1996).
Estas señales de aviso indican que el niño está teniendo problemas serios, que son
el resultado de la muerte de un ser querido. El consejero debe conocer estas reacciones y
señales del niño para poder tener un mejor proceso de consejería e intervención, no sólo
con el niño sino también con la familia. Digo con la familia porque a veces ésta comete
muchos errores con los niños en este proceso de duelo y el consejero debe orientar a la
familia para que sepan bregar con la situación particular de ese niño en crisis.

II- Consejería y ayuda al niño

A. Intervención

Para intervenir con un niño que ha perdido un familiar, creo que primeramente el
consejero debe tomar en cuenta los principales factores que influyen en el proceso de
aflicción del niño. Me explico. No todos los niños reaccionan igual ante la muerte
porque hay una serie de cosas que influyen en su comportamiento. Por ejemplo, el
concepto de la muerte que tiene cada cual de acuerdo a su experiencia y situación en la
vida. Esto va a depender de la edad cronológica y mental del niño y de otras experiencias
previas con la muerte. También hay que tomar en cuenta la relación del niño con el
difunto. El significado de esa muerte. Si fue la mamá, el papá, hermano, etc.
Importante es conocer la naturaleza de la muerte por la cual ese niño está sufriendo.
Saber cómo fue, cuando y dónde murió.
Debemos saber la disponibilidad del apoyo familiar. Muchas veces la familia
está tan afectada por la muerte de este familiar que pueden descuidar a los niños porque
su dolor no los deja ver más allá de ellos mismos. Otra de las cosas que el consejero debe
saber es cómo es la conducta, actitudes y respuestas de los padres y/o otras figuras
significativas del niño. Cómo lo tratan, cómo es el ambiente donde el niño vive, cómo
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es la atmósfera en el hogar después de la pérdida, etc. Luego que el consejero está al


tanto de todos estos detalles, procederá de lleno en la intervención.

A veces pensamos que los niños, por reaccionar diferente a los adultos, o porque
son muy pequeños para entender la muerte, no necesitan ayuda y los descuidamos. Sin
embargo la crisis que más impacta a los niños es la muerte de un ser querido.
Para ayudar a un niño en crisis por causa de una pérdida, hay que saber escuchar
al niño comenzando donde él está. O sea que debemos descubrir cómo el niño percibe y
se siente con respecto a lo que ha sucedido. Según Cáseres, el escuchar es uno de los
elementos básicos para entender al orientado y por supuesto esto incluye a los niños. El
escuchar implica comprensión y entendimiento. Es un seguimiento activo de lo que el
orientado está diciendo o tratando de decir. En otras palabras, no sólo es oir las palabras
del niño, sino lo que está detrás y entre esas palabras. Tal vez el niño diga que no quiere
a Dios porque su mamá se murió, pero lo que está reflejando es enojo por lo que ha
sucedido. Así que el consejero debe ser sensible a lo que el niño está diciendo realmente.
No debe apresurarse a contestar o decir cosas sin primero estar seguro de lo que el niño
ha dicho. Por ejemplo, un niño, en una ocasión, le dijo a su mamá: “mamá, ¿de dónde
vine? la mamá trató de explicarle de una forma sencilla de dónde venían los bebés, pero
cuando terminó el niño le dijo: No era eso, mi amiguito vino de Chicago, y yo ¿de dónde
vine? Es muy importante saber a lo que el niño se refiere para poder contestarle
asertadamente. Si éste hace preguntas debemos darle respuestas cortas y pausar de vez
en cuando para que el niño pueda entender y responder a la conversación. El consejero
debe asegurarse de que el niño está escuchando y de que ha contestado lo que él quería
saber.
Como parte del proceso de escuchar, el consejero puede hacer uso de las
preguntas para comprobar sus suposiciones. Esto Cáseres lo ubica en la base de
clarificar actitudes y sentimientos. Es importante para saber cómo el niño percibe la
situación y cómo se percibe a sí mismo. Plantear preguntas puede ayudarnos a descubrir
dónde está el niño. Podríamos comenzar diciendo: “cuéntame qué pasó” o “¿cómo te
sientes?” Los sentimientos son muy importantes. ¿Se siente el niño enojado?
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¿abandonado? ¿culpable? ¿temeroso? ¿excluído? ¿confundido? El escuchar con cuidado


debe ayudarnos a comprender exactamente cómo se siente el niño y porqué.

El consejero debe prestar atención a todas las claves verbales y no verbales. El


niño debe sentir que se la ama y que alguien se preocupa por él. La empatía, o sea, sentir
con él, es un ingrediente importante en el momento de encarar las preguntas y miedos de
los niños. Estar simplemente con el niño, escuchando sus palabras y aceptando sus
sentimientos es más importante que cualquier explicación que le podamos dar.
“Escuchar significa responder a las necesidades de la persona en su totalidad, no
meramente a las palabras que se pronuncian. Significa aceptar en lugar de juzgar.
Significa abrirnos a nosotros mismos para vernos involucrados y tener la posibilidad de
vernos condolidos. Escuchar es un acto de amar (Vogel 1878,26).
En la intervención con el niño es muy importante la aceptación. Aceptar sus
temores, culpas, enojos, sus preguntas y comentarios y todos sus sentimientos. Como
mencionamos antes, decirle a un niño que no diga tal o cual cosa o que no se debe sentir
así ante un comentario como “nadie me quiere” o “yo no quiero a Dios” es una forma de
estorbarle al niño reflejar sus sentimientos y se cohibirá de decir lo que siente. Una de las
cosas que aprendimos en clase es que la relación de consejería se verá afectada si el
consejero asume una actidud de juez ( notas de la clase del 12 de octubre).
Por ejemplo, si un niño se siente culpable por la muerte de su mamá o su papá por
haberlo deseado alguna vez, o por haber estado enojado, debemos ayudarle a clarificar
esos sentimientos y en vez de decirle que eso no es así, el consejero puede preguntarle:
“Entonces estás preocupado porque te enojaste con mamá y piensas que es por eso que
ella se murió” Tal vez se le pueda decir: “Nos arrepentimos cuando ponemos triste a los
demás. A veces otro te hace poner triste y tú los perdonas y los sigues queriendo aún
cuando te hacen enojar. Así mismo tu mamá o papá te perdonó. El o ella te quería
mucho, tu no la (lo) hiciste morir. Todas las personas mueren.
Otro comentario podría ser “estoy enojado con mi mamá porque me dejó solo y
no sé qué hacer”. Ante este sentimiento de ira el consejero puede decir: “ Estás enojado
porque tu mamá se murió, sin embargo no es raro que se sientas así ante esta situación,
también nosotros los adultos los sentimos…” Lo importante de esto es que el niño sepa
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que lo entendemos para que se sienta en confianza de expresar lo que siente. No


podemos permitir que el niño entierre sus sentimientos. “Procuremos ver los
acontecimientos a través de los ojos del niño y con el grado de desarrollo emocional que
le es normal a esa edad. De esa manera estaremos tratando con sus sentimientos y no con
una proyección de los nuestros” (Jackson 1973,110-111).
Otro elemento esencial en la consejería con un niño es la honestidad. El
consejero debe ser honesto ante las preguntas que hacen los niños sobre la muerte. No se
le debe negar la realidad de los acontecimientos pues ellos siempre perciben cuando se
les miente y esto puede hacer que ellos pierdan la cionfianza.
Vogel sugiere algunas pautas que para ella son útiles ante las preguntas difíciles que
hacen los niños. Estas son:
• Saber aceptar. Cuaquier pregunta, merece una respuesta seria
• Ser honesto. Tratar de dar una respuesta que no se cree.
• Ser directo. Tratar de responder del modo más simple posible a la
pregunta que se hace. Luego detenerse. Si el niño desea más información la
requerirá.
• No hacer disertación. Esta es una de las pautas más difíciles de
seguir. Es tentador asentar nuestras ideas o moralizar.
• Decir “no sé” cuando no sabemos.
A los niños se les subestima mucho, por eso se les miente, sin embargo ellos
necesitan hasta más atención que los adultos. Si el niño ha perdido uno de sus padres,
definitivamente entrará en una crisis con la cual habrá que trabajar, pero muchas veces se
atiende a la viuda o a los padres del (la) fallecido(a) y al niño se le deja de lado, tal vez
porque “no entiende” por ser muy pequeño. No obstante, los adultos tienen otras
amistades y relaciones pero con los niños no es así. El niño ha depositado todos sus
sentimientos en ese padre o madre y perderlos significa perder la mitad de su mundo.
Un consejero cristiano, en su intervención con el niño puede mostrar su fe y
compartir su esperanza para ayudarlo en este proceso de pena. Esto no significa ignorar
el dolor o la pérdida, claro está, pero el compartir la fe con cuidado puede ayudar al niño
a desarrollar su propia fe y encontrar esperanza y seguridad en Dios y sus promesas. No
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es fácil que los niños entiendan muchas cosas, pero debemos tratar de compartir nuestra
fe de una forma sencilla que ellos entiendan.
En la consejería con un niño nos encontraremos con algunos que no quieren
hablar y/o quieren evitar el tema y cambian la conversación. Para este problema, si se le
puede llamar así, el juego es una técnica que se puede utilizar en la intervención. El
juego facilita al niño a expresar sus sentimientos indirectamente y puede dar al consejero
la información que busca. Juguetes como cassettes, teléfonos, materiales para dibujar,
muñecos y títeres pueden ser muy útiles para este propósito.
Todo consejero que trabaja con niños debe considerar algunos factores que el Dr.
Norman Wright sugiere y quisiera mencionarlos:
• El ayudar a un niño a resolver una crisis puede convertirse
en crisis para en el consejero.
• La tendencia a forzar la resolución de la crisis demasiado
pronto, en el caso de los niños, produce una reacción contraria.
• No tienes soluciones mágicas, así que no des al niño la idea
de que sí las tienes.
• Al trabajar con un niño, procura no vacilar entre
sentimientos de confianza e incertidumbre.
• El niñova a influir tanto como tú influyas en él. Sus
sentimentos y reacciones se te van a contagiar.
• Un niño ansioso tenderá a estar de acuerdo con la mayoría
de las cosas que le digas. A los niños puedes conducirles con gran
facilidad, dependiendo de la forma en que formules las preguntas.
Procura no inducirles a afirmaciones falsas.
Conocer estos factores puede ayudarnos, en cierta manera, a predecir, más o
menos, lo que puede pasar durante el proceso de ayuda, tanto con el niño como con
nosotros como consejeros. También nos ayuda a prepararnos mejor para la consejería y
la intervención con el niño.

1. Importancia de la empatía en la consejería con un niño


Empatía significa entrar en el mundo privado del niño y sentirse cómodo en él.
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Es comprender lo que piensa partiendo de la base que su percepción de las cosas es


distinta de la tuya como adulto (Wright 1990,238). La empatía es vital en la intervención
con el niño porque es necesario que lo comprendamos desde el punto de vista suyo y no
del nuestro.
La empatía prueba que el consejero comprende los sentimientos del niño. El
consejero abandona su mundo para entrar al del niño. Dorothy Corkille cita a Carl
Rogers que dice: “La persona empática no está con nosotros para coincidir o discrepar,
sino para comprender sin juicios (Corkille 1980,130).
En la empatía los sentimientos son más importantes que los hechos. No es lo que
se dice, sino cómo se dice, cuáles fueron sus gestos, muecas,etc. El consejero empático
debe ser sensible a todos estos lenguajes. Muchos no están alerta a la comunicación no
verbal. Albert Merhrabian alega que sólo el siete por ciento de cada mensaje se transmite
mediante las palabras; el resto corre por cuenta del tono y de los músculos (En Corkille
1980,134). Debemos sintonizarnos para poder escuchar la conversación no verbal.
La empatía es una fuerte prueba de interés. El dejar a un lado nuestros puntos de
vista para estar con los del niño le demostramos respeto como seres individuales que son
distinto de nosotros.Además es crucial para mantener activa la comunicación. Por lo
regular, los niños dejan de hablar cuando constantemente no se les entiende.
En fin, si no hay empatía en un proceso de consejería, no habrá seguridad de parte
del niño y los resultados no serán los esperados por el consejero.

2. Errores que debemos evitar


Cuando un familiar de un niño muere, muchas veces se les tiende a mentir,
Quisiera mencionar algunos comentarios que se le dicen a los niños que pueden resultar
más perjudicial que útiles.
Uno de los comentarios que más se le dice al niño es que el familiar que murió
está durmiendo. Tal vez esta es una forma de suavizar el dolor pero contrario a esto, lo
que puede crear en el niño es ansiedad a la hora de dormir. El niño verá que la persona
que está “dormida” no despierta y que luego la entierran, podrá pensar que él se dormirá
y no despertará mas. Otro de los comentarios comunes es que la persona fallecida se fue
a un largo viaje. ¿Qué puede pensar un niño si se le dice que su papá o su mamá se fue a
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un viaje y no regresará? Se fue sin despedirse, tal vez el niño piensa que ni lo quieren, se
preguntará por qué lo dejaron, si volverán, después de todo la gente regresa de los viajes.
Decir esto puede causar mucho miedo en el niño cuando se enteren que algún
familiar va a viajar, y aún ellos mismos sienten miedo cuando van a viajar porque piensan
que no regresarán. Imaginemos a un niño que ve a toda la familia llorando, una
atmósfera de tensión y cuando él pregunte qué pasa le digan que su papá o mamá o
abuelo está haciendo un largo viaje. ¿Qué percepción tendrá ese niño de lo que es un
largo viaje? Definitivamente este comentario o “explicación” es muy dañino para la
estabilidad del niño.
“Dios lo necesitaba”. Casi siempre se utiliza cuando no se encuentra explicación
a la muerte. Se muere un padre o una madre joven y como no sabemos porqué, culpamos
a Dios de alguna manera. Decirle al niño que Dios necesitaba a su mamá o a su papá
puede distorcionar la imagen de Dios en su mentecita. El se preguntará por qué Dios se
llevó a papi o mami si él sabe que yo los necesito. Al niño hay que explicarle que todo el
mundo muere. La muerte puedo haber sido por un asesinato y se le puede explicar al
niño cómo la violencia ha aumentado y hablarle de una forma sencilla sin tener que
decirle que Dios lo necesitaba para justificar su muerte.
Cuando muere un familiar, no hay que enviarlo a otro lugar inmediatamente
después de la muerte. Esto debe evitarse porque podría entrarle pánico y preguntarse si
va a regresar. Puede llegar a pensar que se le está castigando por la muerte de ese
familiar. Ese niño necesita el ambiente familiar de su propia casa, su cama y sus
juguetes. Cuando conocemos estas cosas evitamos mayores daños al niño. Basta con el
dolor que está pasando con la pérdida de ese familiar.

Conclusión
Trabajar con niños no es tarea fácil. Si antes lo creía, ahora estoy segura. A
veces uno piensa que los niños por ser niños, no saben o no entienden unas cosas. Hasta
los maestros de escuela bíblica los subestiman porque muchos de ellos ni preparan la
clase porque son niños y ellos supuestamente no se dan cuenta si preparan la clase o no.
¡Qué equivocados estamos! Ahora yo entiendo el error que cometemos cuando pensamos
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que ellos no entienden o no sienten como los adultos. No se expresarán igual y su


experiencia es más limitada, pero saben más de lo que creemos.
Con este trabajo he podido lograr un conocimiento más amplio acerca del
comportamiento de los niños ante la crisis de una muerte de un familiar. El hecho de
conocer el nivel de razonamiento del niño según la edad para poder intervenir, me ha
dado más herramientas para poder trabajar con ellos. Conocer, por ejemplo, que el niño
preescolar se siente responsable de las cosas que suceden, que es egocéntrico y que su
razonamiento, definitivamente no es igual al mío, me ha abierto a los ojos para ver la
realidad de éstos. Hablando con los niños debo decir las cosas varias veces y ser muy
clara porque lo que es evidente para mí no necesariamente lo es para el niño y eso es lo
muchas veces se me olvida.
Ha sido de mucho valor conocer más acerca de la empatía. Siempre había
escuchado que la empatía era ponerse en el lugar de otro, y ciertamente es así, pero verla
ahora desde una perspectiva hacia un niño ha sido para mí muy enriquecedor. Por
ejemplo, mi sobrino, desde muy pequeño le ha temido a la oscuridad y nosotros, la
familia, siempre le hemos dicho que no tiene porqué temerle y cosas así creyendo que le
decimos lo correcto. Pero ahora yo entiendo que el contestarle así ha hecho que él niegue
su miedo y siempre busca una excusa para no ir solo a algún lugar de la casa que esté
oscuro. Creo que nuestra respuesta empática debió ser, por ejemplo “entiendo tu miedo,
en realidad la oscuridad asusta…” Tal vez él se hubiera sentido en confianza para
expresar sus sentimientos de miedo sin esconderlo y luego el ambiente estaría propicio
para explicarle porqué no debe temerle a la oscuridad o cualquiera que fuera el caso.
Una cosa también he aprendido y es que el ministrarle a los niños implica
ministrarle a los padres también. Y no sólo a éstos, sino a todo aquel que trabaja con
niños en la iglesia para que aprendan a identificar las señales de los problemas de crisis y
puedan ayudar lo más que puedan.
Nosotros, los consejeros cristianos debemos ser capaces y estar preparados para
intervenir tanto con el niño como con los padres, pues a veces tendremos que trabajar con
ambas partes y debemos estar listos para eso. Dios nos ayude a ser más efectivos en la
consejería con los niños y nos dé sabiduría para intervenir con ellos.
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Le doy gracias a Dios por lo que he podido aprender y porque ya estoy aplicando
los conocimientos adquiridos. He podido orientar a mi familia con relación al trato con
mi sobrino y a las cosas que se le deben decir y las que no. Espero poder seguir
creciendo y prepararme cada día más en la consejería pastoral. Así me ayude Dios.

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